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• los emires de la dinastÃ−a omeya de Al-à ndalus La historia polÃ−tica de los dos primeros siglos de presencia musulmana está dominada por las luchas internas entre árabes del Norte y del Sur, que se prolongan en la PenÃ−nsula; sus rivalidades tribales y de todos los árabes sin distinción, contra los beréberes norteafricanos y contra los muladÃ−es, cuando unos y otros muestran su descontento ante el carácter cerrado de la aristocracia árabe. A mediados del siglo VIII un miembro de la familia Omeya escapa de la matanza abbasi y establece en Al-à ndalus un emirato independiente del poder central musulmán que se hallaba en Bagdad. El protagonista fue Abd-Al-Rahmán I, fundador de la dinastÃ−a hispano-árabe de los Omeyas, que con la llegada a Al-à ndalus se inicia dicho emirato independiente (756-929), durante el cual el Islam peninsular reconoce la autoridad religiosa del califa pero en lo polÃ−tico actúa con total independencia. El reinado del Abd-Al-Rahmán I fue un recital continuo de luchas contra todos los enemigos imaginables. Hubo de combatir al antiguo valÃ− Al-Fihri y a su inspirador Al-Sumayl, a yemenÃ−es, beréberes, a los agentes del califa de Bagdad, a los cristianos del norte y hasta los mismos miembros de su familia, que intentaron destronarle. Pero él hizo frente a todos ellos con gran entereza. Su primer paso consistió en procurar un ejército bien organizado que le garantizase la adhesión a su persona. Consiguió reunir 40.000 soldados repartidos en tres grupos equilibrados de sirios, berberiscos y esclavos. El ejército fue cuidadosamente dotado de jefes capaces y experimentados y gracias a dicho ejército y a los caudillos fieles se deben sus éxitos militares. Abd-Al-Rahmán ensayó la polÃ−tica del perdón y la conciliación. Al-Fihri y Al-Sumayl que continuaron la lucha y habÃ−an sido derrotados fueron instalados en Córdoba con todas las comodidades, pero finalmente encontraron la muerte por manos de Abd-Al-Rahmán porque se sublevaron contra él. Tuvo problemas con los yemenÃ−es pues no recibieron las ventajas que ellos creÃ−an, esto se suma a la instigación constante de los califas abasÃ−es. YemenÃ−es y otros clanes de árabes españoles se alistaron bajo la bandera de los abasÃ−es. También tuvo problemas con los beréberes que como venÃ−a sucediendo en otras comunidades mauritanas los movimientos solÃ−an tener a la vez carácter polÃ−tico y religioso. Sometidos árabes y beréberes, tuvo que hacer frente a conspiraciones urdidas por sus propios familiares o por los gobernadores de algunas regiones alejadas de Córdoba. Uno de estos rebeldes pidió ayuda al monarca franco Carlomagno y logró que interviniera en la PenÃ−nsula, al frente de sus tropas. A la retirada carolingia sucedió la ocupación de Zaragoza por el emir cordobés. En la zona noroccidental, los problemas del emir omeya permiten a los astures consolidad la independencia lograda durante las revueltas beréberes que hicieron posible la ocupación de Galicia y del desmantelamiento de las guarniciones de la Meseta, abandonadas por los beréberes. Del breve reinado de Hisan I (788-796) hay que destacar el intento de poner fin a la anarquÃ−a existente en la administración de justicia, debido a que el derecho islámico se basa en el Corán y en la Suna. La pacificación de los árabes y la desaparición de los beréberes como fuerza militar no puso fin a las guerras entre musulmanes. Los muladÃ−es lucharán a lo largo de todo el siglo IX y comienzos del X por ver reconocida su igualdad con los árabes. Estos enfrentamientos tienen lugar en la capital de Al-à ndalus y en las ciudades fronterizas. Las sublevaciones fronterizas y las guerras contra los reinos y condados del norte obligaron a Al-Hakam I (796-822) a incrementar los efectivos del ejército y los impuestos. Una conjura organizada por los notables de Córdoba y por los alfaquÃ−es contra los impuestos ilegales fue abortada por 1
el emir en mayo de 805. La represión sólo sirvió para acentuar el descontento y el emir se vio obligado a reforzar su guardia personal. Para aplacar a los alfaquÃ−es, el nuevo emir Abd-Al-Rahmán II (822-852) hizo condenar al conde RabÃ− y mandó destruir el mercado de vinos de Seminola. Estas medidas le valieron el apoyo de los alfaquÃ−es. Los muladÃ−es fronterizos actúan en muchos casos de acuerdo con los cristianos del norte, que gracias a estas revueltas organizan sus dominios. Pero la situación empeora cuando se enfrentan en revueltas al emir los muladÃ−es andaluces. La revuelta está directamente relacionada con diversas sublevaciones muladÃ−es en las montañas de Jaén, pero su alcance y duración tuvieron lugar en Granada y Sevilla. En AlmerÃ−a surgió una república de navegantes y mercaderes cuyos orÃ−genes hay que buscar en la acción de los que se trasladaban anualmente a à frica. Con Abd-Al-Rahmán II se produjo en Al-à ndalus la primera invasión normanda, sus naves remontaron el Guadalquivir y llegaron a Sevilla, que fue saqueada. El emir les hizo frente pero en su partida saquearon varias ciudades. Algunos se quedaron y se establecieron en Carmona y Morón y se convirtieron al islamismo, desarrollando en la comarca la crÃ−a de ganado y productos lácteos, de acuerdo con sus técnicas. Sevilla se fortificó. Con Muhammad I (852-886) tuvieron lugar los conflictos entre los distintos grupos de árabes de Murcia, pero el descontento que ya se habÃ−a originado con su padre entre los muladÃ−es y los mozárabes fue en aumento con él y sus sucesores. Persiguió a los cristianos, arrasó iglesias y obligó a muchos cristianos a abjurar de su religión. El movimiento de más trascendencia fue el levantamiento nacionalista de Umar Ibn Hafsinn quien unió a descontentos de diverso signo y, organizando guerrilla, hizo peligrar el emirato. A Muhammad I le sucedió su hijo Al-Mundir (886-88), su reinado fue corto, murió envenenado y le sucedió su hermano Abd-Allah (888-912). Este reinado fue conflictivo pues se puso en peligro la autoridad real aunque él logró restaurarla. Para ello ofreció a Umar-Ibn-Hafsinn el gobierno de Málaga, aunque poco tiempo después volvió a la lucha armada. En 912 muere Abd-Allah y heredó el emirato y las luchas con los rebeldes su nieto Abd-Al-Rahmán III, que fue bien acogido por los cortesanos. Venció a los aristócratas rebeldes de Carmona, sometió Jaén y apaciguó Valencia, Murcia y Mérida. El emir asaltó Bobastro, defendido por un hijo de Umar Hafsinn y de este modo Al-à ndalus quedaba pacificado. Además de sostener el peligro fatimÃ− que operaba desde Túnez. Con Abd-Al-Rahmán III se iniciará el califato de Córdoba. FUENTES CONSULTADAS Edad Media (711-1500) Medieval. Hª de España de Manuel Riu Riu La España Medieval José Luis MartÃ−n 2
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