mi pensamiento ni por asomos verme rodando ahora USOS Y TRAGES PRO VIN CIALES. oegunda serie. T omo I

¿ V SEMANARIO PINTORESCO ESPAÑOL. USOS Y TR A G ES PR O V IN C IA L E S. La Vega|*!1 de Junio', de 18S.... D e s tin a d o estoy sin duda, m¡ qucr¡

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¿ V SEMANARIO PINTORESCO ESPAÑOL.

USOS Y TR A G ES PR O V IN C IA L E S.

La Vega|*!1 de Junio', de 18S....

D e s tin a d o estoy sin duda, m¡ qucr¡do amigo, á cebar mi curiosidad de viagero en pueblos de montañas, por­ que bien sabe Dios, y tú tambieu lo sabes, que no eia pensamiento ni por asomos verme rodando ahora

m i

oegunda serie. — T omo

I.

por esta tierra ; pero la suerte se ba empeñado por lo visto en hacerme el Julio Cesar de Tos galos de nuestro paii, y aunque ya conoces que no tengo semejantes preten­ siones, le be llegado i coger miedo y no me atrevo i disgustarla. Salí, como te decía, de Gijon con dirección d la Co> ru ñ a, pero tan mala cara nos puso el m a r, que después SO de Junio de 1839.

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■de varios percances hubimos de meternos en Santander dándonos por muy dichosos en ello. Nuestro buque ho"▼¡a sufrido averies de consideración, y como no salía por «estonces ningún otro para la C oruña, cansado de San­ ta n d e r, me enlrd la fiebre del Judio Erraule y líeme aquí « o la capital del v a lle d e P a s . Alguna res me be puesto á pensar con formalidad en ■«ni carácter, y me parece que me voy haciendo oplioaista á toda piiesa. Si tal sucede. Dio» sea bendito, que tiempo era ya; pero lo cierto es que cuando tan á mal tra e r nos traía el Sr. Nepluno (como le llamaban autes,) íjie a distante estaba yo de creer que en los pliegues mas «•coadidos de estos riscos habia de encontrar lauta ori­ ginalidad en las gentes y las costumbres y tan esteudido «ampo para mi autigu* inania de observador. Porque has ate saberte, mi queriJo A .... que los P a sie g o s sou geute ■que i tí mismo pudieran sacarte de quicio, cuanto mas d un hombre de ini temple. ¿Concebirías tú un pueblo esencialmente pastor, y q u e asi por el carácter de sus costumbres, como por las -circunstancias de su suelo no puede abandonarle ni aun temporalm ente; concebirías tú , digo, un pueblo pasto­ r il y al mismo tiempo aventurero, arriscado y basta te­ merario? Pues esto ni mas ni menos es lo que por aqui •acede. Figúrate pues cuáu nueva y estrada será la fi­ sonomía de este pais, y que da lances y episodios diver • •os no tendrá su vida. La tierra es áspera y quebrada por el lado da la eaftntaña. Por un lado el ■pais montuoso por la part e despejada y abierta hacia esta villa y las de S«n Huq o e de Riomiera y Sao Pedro del Romeral, pero por to­ llas partes dividida en frondosas praderías y bosques, •enibrada de habitaciones rústicas, y poblada de guaad b s , solo ofiece imágenes de vida seucilla y campestre; pero cuando mas distraído te hallas en semejaules ima­ ginaciones, una Cuadrilla de contrabandistas armados de •us euormes palos con que cruzan los barrancos, rios y despeñaderos, ni mas ni menos que pudieran hacerlo los c o rao s, te da á entender de una manera bastante eficaz, q u e no todo es paz y sencillez. Llama ¿ cualquiera de ■qactlas pobres puertas y verás como de par en par se t e ab ren , y cou que cordial voluntad te obsequian y agasajan ofreciéndote cuanto tienen; pero suelta como • I descuido alguna esnresiou que pueda llamarles la ateucio a ó hazles cualquiera pregunta capaz de despertar su •desconfianza , y repara cou cuauto cuidada miden sus pa­ labras , cuan evasiva» son sus respuestas, y con que uspresion tan marcada de suspicacia y de recela escudri­ ñan tu porte y examinan todos tus movimientos. Por una parte todo el abandono de la vida de los cam pos, por otra toda la vigilancia y astucia de las ciu­ dades; el fardo de mercancías prohibidas y las armas del contrabandista junto al dornajo de leche y el haz de faeno; be aqui en dos palabras la vida y el carácter do lo s montañeses de Pas. Figúrate, pues, si estaré entretenido y satisfecho de «ai correría. Por otra parte el pais es tan pintoreseo, tan ■variado y tan frondoso que los puntos de vista innume­ rables que hay, rústicos todos, es verdad, y sin decoxtcicnes de rniuas y de recuerdos, pero risueños y fres eos eo sumo grado, ó imponentes de todas veras y somfaríos, serian capaces de contentar el alma apacible de Pausin ó el carácter agreste y enérgico de Salvator Rosa. Como la principal riqueza del pais consiste en los ga­ stados, especialmente en el vacuno, los pasiegos pusto« • cuidando de so beneficio y crecimiento varían de -vivienda con las estaciones, y asi es que todo el pais Ctftf sembrado de cabañas y casas rústicas, circunstancia I * 8 io hice aparecer lleno de animación y movimiento.

La vida estas doméstica de gentes es de lo mas arre­ glado y sencillo que te puedes figurar, asi en sus alimen­ tos reducidos á leche y maíz, como en su régimen or­ dinario da trabajos y distribución de tiempo. Las mujeres son muy aseadas y laboriosas y sin cesar andan comer­ ciando con loa eiCBsozartículos de su cosecha eo los m er­ cados y pueblos circunvecinos. No es esto decir que sus funciones se limiten al bogar dorae'stico , porque también ellas hacen sus expediciones al contrabando, y por cierto que no ceden eu robustez , aguante y sufrimiento á los hombres mas recios y determinados del pais. Es ana bendición de Dios, como suele decirse, verlas tan blancas, tan coloradas y tan alegres con su cuévano acuestas por montes y hondonadas, siempre cruzando sendas desco­ nocidas y asperísimas, y riéndose en su interior de los pobres empleados militares de la hacienda, que asi están á punto de d ar con ellas, como si jngarau á la gallina ciega. Y no solo acontece esto aqui donde á fuer de dueñas de la.casa couocen todos sus rincones, sino tam­ bién en lo mas lleno y abierto de Castilla y de la Man­ cha, donde rara vez las cogen in fraganli. Una cosa quiero confesarto por.mas qoe la califiques de flaqueza, y es que si alguo din mu toan-ser ministro, diputado ó cosa que lo valga, y me nombran: para alguna comisión de código penal, tengo de proponer una excepción á favor de las pasiegas en loa delito» da contrabando , por­ que son agudas como un pensamiento y frescas como una flor del campo. Ya ve» tú si son pequeñas razones para mirarlas con buenos ojoa. Contarte loa Unces de la aventurera vida contraban­ dista seria cosa de nunca acabar; pero cualquiera que no sean ellos ae estremece 4 * pausar en sus marchas nocturnas por riscos innacce.illlei. y espesísimas bosques, cargados con un enorme fardo do mercancías y espueslos á peligros sin número. £ 1 modo de servirse de su palo es cosa do todo puoto inconcebible para nosotros, por­ que i veces equilibrando el cuerpo sobre el y sin pooer los pies en el suelo atraviesan cornisss, digámoslo asi d« peñascos que perecea impracticables para los mismos gamos, y l-do oslo con una proulitud, aaugre fria y destreza, que eriza loa cabellos. Otras veces se les va salvar los riachuelos despeñados y en ocasioucs crecidos del psis, afianzando la puuta del palo bácia la mitad da la corriente, librando su cuerpo sobre el con poderoso impulso y cayendo eo la opuesta orilla con un ángulo y uu efecto sureramente igual al de una bomba. Estas y otras diabluras euseña semejante clase de vida agítala y sin sosiego; pero yo por ini parte todavía uo he al­ canzado a esplicarrue como pueden llegar á tal grado de elasticidad y de faerza los músculos del cuerpo humano. No hace mucho tiempo servíales ademas su euorme palo para defensa y ofensa, pero en el día todos los con­ trabandistas van armados de armas blancas y de fuego. Entre ellos los hay bastante desalmados y no es extra­ ño á la verdad, porque la vida tampoco da de sí otra cosa. Las romerías en qoe estos pueblos se reúnen no dejan de ser amonadas; pero ni sus dauzas ni diversiones ofre­ cen rasgo alguno característico. Los hombres y las mu­ jeres bailan juntos; pero los primeros corouan la fiesta bebiendo, emborrachándose y apaleándose sin compa­ sión. El vino vale caro, muy caro en este pais, y á los buenos de 1 'S pasiegos se les sube, á .la cabeza con fa­ cilidad y les dá un impulso guerrero que pasma. Uu* cosa vi que me llamó la atención, y es que en cuanto ven una persona forastera ó del pais que se les antoja rica, se dan de ojo mozos y mozas, y lomando los pañuelos por lss puntas, se encaminan corriendo liácia ella 4 guisa de red barredera, y cogiéndole en medióle sacan una pro-

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pina para beber. A mi no me dispensaron del obsequio y aunque sacando á relucir mis fueros de poeta, les ofre­ cía sonetos y quintillas en compensación de lo que me pedían, dijeronme que no entendían de latines, y tu re que hablarles en romance de bolsillo. Las costumbres del pais son bastante pnras y senci­ llas, sin que te sirva de regla el sin fin de n o d r iz a s qae hay en Madrid con el nombre de p a s ie g a s ; porque las verdaderamente tales son pocas y casadas en general, y las demás son de las tierras circunvecinas, que se ape­ llidan pasiegas para mayor abono de su salubridad y rohnslez. Por lo demás las mujeres de aquí son una espe­ cie de Lucrecias de nabaja al ciuto que no hay medio de •venirse con ellas. Escusado será decirte que asi hombres como mujeres sod de una soberbia raza , y que en ningana parle se ve tanto vigor, soltura, frescura y robustez. El traje por otra parte no deja de ser airoso parlicnlarmente en las mujeres. Llevan estas pañuelo 4 la cabeza : pelo tre n ­ zado i lo largo de la espalda; a rr a c a d a s ú pendientes de plata dorada: multitud de corales al cuello: camisa con cabezón: p e c h e r o , especie Je peto con que cubren •I pecho ademas de la camisa; corpino atacado por de­ lante : saya: medias de lana del pais: chapines ó escar­ pines y abarcas de cuero. En invierno añaden i esto ana especie do manto blanquecino que llaman capa: chaqueta-, j o s t r a s

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