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Chiara Zamboni
Mil inicios nuevos y el secreto de la vida1 Quisiera seguir una vía simbólica para hablar de las mujeres jóvenes y de su relación con el feminismo, haciendo referencia a mi experiencia particular como profesora. Quisiera sobre todo evitar el sociologismo, ese por el que los estudiosos y los medios de comunicación hablan de las y los “jóvenes” entre comillas, como si fuera algo objetivo. Han construido una categoría que es destructora de toda potencia imaginativa, apaga la curiosidad y cualquier búsqueda auténtica de sentido por parte de las mujeres jóvenes. Que, en cualquier caso, son muy irónicas con respecto a esta categoría. En su diario, en mayo de 1952, después de haber escuchado el Aleluya de la misa de Haendel, Hannah Arendt escribe: “El Aleluya debe ser entendido exclusivamente a partir del texto: un niño que nos ha nacido. La profunda verdad de esta parte de la leyenda de Cristo: cada comienzo es salvación; en el nombre del comienzo, en el nombre de esta salvación, Dios ha creado a los hombres en el mundo. Cada nuevo nacimiento es como una garantía de salvación en el mundo, como una promesa de redención para quienes ya no son un comienzo”.2 Todos conocemos la importancia que Arendt reconoce al segundo nacimiento, el de la acción y de la palabra política en la dimensión pública en Vita activa,3 pero ella estaba —y es evidente por este paso— muy atenta políticamente también al primer nacimiento, el de cada niño, de cada niña, que aquí describe como garantía de salvación en el mundo y como promesa de redención. Así como está atenta —por traslación, por analogía— a lo que cada generación lleva al mundo como promesa de un nuevo inicio. Hay un periodo en la vida de cada una de nosotras, un periodo en el cual nuestra existencia con su impulso coincide con el ritmo y la música de la contemporaneidad. Pero no nos damos cuenta de esto, precisamente a causa de esta coincidencia. Más tarde advertimos nuestro distanciamiento de la época
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contemporánea. Sentimos que somos disonantes con respecto a su ritmo, y sentimos que el mundo tiene más tiempos no contemporáneos entre sí. Una brecha, una cuña se han creado. Es lo que escribe Hannah Arendt, cuando dice que en un determinado momento ya no somos un comienzo. Es entonces cuando miramos a quien nace como a una promesa. Raramente quien reflexiona sobre la figura del nacimiento en Hannah Arendt se detiene sobre el aspecto del misterio o de la transcendencia que este trae consigo. Es verdad que ella nunca entró a tratar directamente la transcendencia religiosa, pero utilizó múltiples figuras del cristianismo en su pensamiento político. Por ejemplo aquí el nacimiento de Cristo. “Nos ha nacido un niño” remite con el pensamiento a la frase “Nos ha nacido esta nueva generación”, estas jóvenes mujeres que están aquí presentes delante de nosotras. ¿Cuál es el secreto de este nacimiento, de esta presencia suya? Y el estupor, el asombro que experimentamos, ¿qué nos señalan? Estas preguntas describen bien mi estado de ánimo cuando miro a las estudiantes en el aula, cada año distintas, y cuando algunas de ellas me piden hacer el trabajo fin de grado. En la mirada de una mujer joven yo percibo un enigma. No sé quién es ella, y siento que algo me atrae. No saber quién es ella, el enigma de su mirada, me hace vivir un estado de pasividad. Entiendo que, si me apresuro a interpretar esa mirada, a identificar los códigos lingüísticos y los valores de esa mujer joven que tengo delante, cancelaré su secreto y todo el potencial transformador que este trae consigo. Sentir la fuerza de este enigma lleva a dar un paso atrás respecto a mi ansiedad por tratar de imponerme sobre la mujer joven, de forma que piense como yo, para que el saber feminista acumulado no muera con mi generación. Es la ansiedad de tener herederas. Ansiedad que en el pasado ha llevado a desastres.
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Sentir el enigma provoca al mismo tiempo una sacudida, que no está prevista por los roles sociales de la relación docenteestudiante. Salir de los roles sociales nos ponen en contacto auténtico con el ser como movimiento, con el ser como devenir. Es preciso advertir, sin embargo, que el paso atrás, que podría ser leído solo como pasividad, es pasividad, sí, pero al mismo tiempo pone en camino. Ese camino que María Zambrano en Notas de un método llamaba “padecer la transcendencia”. Esto significa, concretamente, que me toca a mí encaminarme por una vía de transformación vivificada por el secreto de esa mirada. No se trata solamente de un movimiento interior, de una metamorfosis del alma, sino de saber dar todos los pasos necesarios y materiales para que haya la posibilidad de un pacto con esa mujer joven portadora de un misterio, que me atrae en cuanto parece ofrecer un tiempo nuevo, un tiempo de renovación de la vida. Por tanto es necesario hacer cosas precisas, visibles y prácticas para hacer posible un pacto, una alianza. Pongo un ejemplo. El taller para escribir el trabajo de fin de grado en la Universidad de Verona ha sido solicitado por algunas docentes para que la realización de este trabajo fin de grado tenga un espacio simbólico donde sean reconocidos y mediados (por otras docentes y alumnas allí presentes) la importancia de la relación, de la autoridad femenina, de la lengua materna. El taller representa el espacio simbólico para crear pactos no escritos entre generaciones diversas. El patriarcado antes y el mundo masculino ahora resolvían y resuelven con la jerarquía la relación entre generaciones. Las mujeres nos movemos de otra forma, y es una forma que tiene que ver con la relación con nuestra madre y con su cuerpo. Es una forma más difícil que la de la jerarquía por menos regulada, pero, al mismo tiempo, más intensa, más cercana a la vida.
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Las mujeres de mi generación han comprendido esta necesidad simbólica después de muchas equivocaciones y errores. El primer error es el de no entender que cada mujer es portadora de un tiempo propio. De un secreto, que ella sabe que lleva consigo, sin saber ella misma qué es. El tocarse de las miradas, el shock de la percepción de un enigma, interrumpen inesperadamente el tiempo lineal de la repetición. En realidad en ese momento tiempos distintos se están tocando, no contemporáneos entre sí. Mujeres de diferentes generaciones viven tiempos diferentes. La no contemporaneidad de los tiempos crea profundas diferencias. El tiempo de las estudiantes que tengo delante de mí en el aula no es el mío. El drama es que estos tiempos pueden también no tocarse nunca, permaneciendo en mundos paralelos. Si no se alían, entonces no hay modificación de la realidad. La revolución se pierde por el camino, en mil arroyos. La diferencia permanece estéril. Entonces el shock del tocarse de las miradas es un acontecimiento que se encierra en sí mismo, sin que nada suceda. Dado que el carácter discontinuo de la mirada nueva de la mujer joven, se convierte en tiempo de transformación tanto para ella como para mí, necesitamos pactos simbólicos. Y esto requiere tiempo y claridad sobre las prácticas a seleccionar. Pensar sobre esto es esencial. De hecho, en los momentos de melancolía, raros pero que ocurren, me parece que ya sé todo sobre la mujer joven que tengo delante, después de pocas palabras me parece que sé ya mejor que ella dónde se coloca en el pensamiento, cuáles son sus verdaderos deseos, y cómo será su forma de estar en el mundo. Nada de ella me sorprende. Este tipo de melancolía es nihilista. Solo ve la repetición de la vida, y por lo tanto fundamentalmente la nada. Nada parece que pueda suceder de forma imprevista, ningún evento es posible, no hay secreto en la vida. Todo es conocido y sabido. La llamo “melancolía de la repetición”.
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No es casualidad afirmar, en cambio, que esta mujer joven nos es nacida en este tipo de mirada en la que se nos toca, es gesto de alegría, de apertura a su tiempo para transformar el propio, creando pactos simbólicos nuevos entre nosotras, que lleven a una modificación del mundo a nuestro alrededor. Quisiera contar la historia por la que he llegado a preparar esta conferencia para hoy, aquí en Duoda. El año pasado, precisamente en mayo estaba aquí en Barcelona y con Milagros Rivera hablábamos de la relación con las mujeres jóvenes. Ella me contaba algunas experiencias con chicas jóvenes. Yo le contaba lo que me había sucedido en el aula algunas semanas antes dando clase. El curso pasado partía del psicoanálisis para llegar a la filosofía. Quería mostrar que desde el mundo imaginario de las identificaciones recíprocas se podía pasar a un estar-ahí simbólico. La discusión avanzaba de forma vivaz, con atención hacia su relación con los padres y madres y las figuras adultas. En un determinado momento tuve una intuición. Dije: “Queréis ser reconocidas, pero no conocidas por los adultos”, y vi sobre todo a las chicas asentir enérgicamente. Una ola de asentimiento recorrió el aula. Me quedé muy impresionada, como un pasaje necesario para un posible pacto entre generaciones de mujeres, a partir del cual era preciso que me condujera. Milagros estaba muy interesada. Así, no me sorprendió cuando me pidió que interviniera aquí en Duoda a partir de esta afirmación que señalaba el deseo de estas mujeres jóvenes respecto a la generación de mujeres adultas: “Ser reconocida, pero no conocida”. Tratar de entender esta intuición me ha empujado a decir todo lo que he dicho hasta ahora respecto al nuevo nacimiento de una generación de mujeres y respecto al misterio y la trascendencia que este nacimiento trae consigo a los ojos de mi generación. En esta búsqueda de ser reconocida sí, pero no conocida, veo un profundo deseo de estar-ahí, el deseo de poder expresar una singularidad propia única e irreproducible. Es como si ella misma dijera: “Sí, estoy aquí, deseo que las otras
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atiendan mi exponerme en mi singularidad. Pero no quiero identidad. No quiero que me digáis quién soy yo. Ni siquiera yo sé en el fondo quién soy. En el centro de mí hay algo que es del orden de lo impersonal, de lo transcendente. Alguna podría decir divino. No me sujetéis, por favor, en una definición. Soy una mujer, sí, pero también algo que excede esto. Dejadme que yo recorra un camino que no sé dónde me llevará, pero que se refiere al designio de mi revelación”. Si Erika Irusta Rodríguez recuerda que “ser algo más que una mujer” ha sido una forma para ella de alejarse de los significados tradicionales, patriarcales, de ser mujer, yo pienso que el sentimiento de esta excedencia nace también, aunque de forma diversa, con respecto a los significados dejados por el feminismo de las mujeres de generaciones precedentes. Las jóvenes no quieren relegarlos, pero tienen el deseo de una vía autónoma de descubrimiento. Por eso siento simpatía por las mujeres jóvenes que se encierran en el castillo de la teoría queer levantando todos los puentes levadizos, porque solo aparentemente la suya es una ansiedad transgresiva del pensamiento de la diferencia y de todas las identidades sexuadas. En realidad, más profundamente, me parece un gesto de defensa, dentro del castillo de las teorías queer —teorías reconocidas socialmente (esa es su fragilidad)—, para tener ese espacio vacío que les permite experimentar una forma no codificada, no rígida, de ser mujer. La búsqueda de su singularidad. Fuera de lo ya dicho, fuera de lo ya codificado. En los años noventa la defensa de una búsqueda autónoma se ha encarnado en el contraste entre el pensamiento de la diferencia, que mostraba las prácticas de relación como el tejido de la política, y el feminismo nómada —propuesto en particular por Rosi Braidotti—, que acusaba al primero de búsqueda de una identidad femenina. Así, a mí me parece que el nomadismo expresaba sobre todo el deseo de experimentar qué significaba singularmente para cada una, en el curso de la vida, ser mujer. Dejar que la vida y sus acon-
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tecimientos indicaran en la práctica qué podía significar. El feminismo nómada ha acusado injustamente al pensamiento de la diferencia, porque necesitaba un adversario, sin entender sus razonamientos. Es significativo que sobre todo las jóvenes lo hicieran propio. En los textos que he leído de Erika Irusta Rodríguez, de Aura Tampoa Lizardo y de Elena Álvarez Gallego, las mujeres invitadas a hablar hoy de su particular recorrido en tanto que jóvenes feministas, el motivo conductor, el leitmotiv, es este que estoy diciendo, es decir, el deseo de una resonancia singular, subjetiva, de ser mujer en las jóvenes. Creo que ha sido el deseo de estar-ahí en primera persona —sin delegar en nada y en nadie, ni en organizaciones ni en grupos— lo que ha llevado a tantas mujeres jóvenes el año pasado a muchas manifestaciones en la calle, autoconvocadas. Estar-ahí en primera persona: esta ha sido la explicación que muchas han dado para haber ido a estas manifestaciones. También en estos casos he visto el intento de las chicas jóvenes de participar y, no obstante, sustraerse rigurosamente a las etiquetas y a formas de atribución de significados por parte de los medios de comunicación. Maria Livia Alga —en un texto escrito para el próximo libro de Diótima “La festa è qui”— relata la manifestación lésbica en Palermo en mayo del año pasado. Relata ella y sus amigas comprometidas en rechazar cualquier segregación de la fiesta en definiciones ya previstas y en identidades cristalizadas. Muestra su deseo de estar-ahí, de aparecer con sus cuerpos, sus pasiones y vivos descubrimientos, creando una fiesta que introdujese lo maravilloso en lo cotidiano. Para crear un estilo maravilloso en la vida librándola de su dimensión cotidiana. Gemma del Olmo, que me traduce, sabe de esto. Habló de algo parecido en el seminario de Diótima de este año, haciendo referencia a la acampada de la puerta del Sol del 15-M. Yo creo que la política se hace con las relaciones y sobre todo en los contextos donde se está habitualmente, pero
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está claro que las chicas más jóvenes expresan con su participación en las manifestaciones un deseo de estar-ahí en primera persona, sin delegaciones y sin representación. Ni de partidos ni de sindicatos. Y con ello apoyan una modalidad distinta de participación respecto a la de la tradición política masculina, jerárquica y organizada rígidamente también en las manifestaciones. Es una aceleración de lo que hemos dicho tantas veces, es decir, una política en primera persona. Una aceleración que se salta muchos pasajes. En este sentido no es la mía, pero comprendo su intención. Lo que las mujeres jóvenes no comprenden del feminismo de mi generación es el separatismo. No sienten la necesidad de encontrarse entre mujeres para buscar el sentido de sí y de hacer política. Salvo pocas excepciones. Es evidente que se sienten suficientemente fuertes como para tener un intercambio político con sus coetáneos. Reconozco que esta fuerza suya es fruto del feminismo de las generaciones anteriores. Paradójicamente son los hombres los que hoy buscan momentos de discusión entre hombres. Me refiero, naturalmente, a los hombres más sensibles. Son muchos los grupos de autoconsciencia masculina, al menos en Italia. Evidentemente la crisis del patriarcado los lleva a esta necesidad de reflexión. Esta es una prueba más de que la historia masculina tiene un ritmo y una autoconsciencia distinta de la femenina, si bien el mundo es común. Es signo, símbolo, de la forma de relacionarse de las mujeres jóvenes con el feminismo, al menos en Italia, la atracción que estas experimentan por los textos de Carla Lonzi. También estoy segura de que lo que diré sobre este amor por Carla Lonzi puede referirse a otras realidades, más allá de la italiana. Por eso considero interesante hablar de ella aquí. Ante todo, Carla Lonzi introdujo por primera vez en los años 70 la práctica feminista de la autoconciencia. Es significativo que, a pesar de los distintos feminismos presentes en Italia, todas reconozcamos en Lonzi una autoridad. Fue ella la primera en hablar de forma nítida sobre la
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importancia política de las relaciones de reconocimiento entre mujeres. Pero yo creo que la mayor fascinación que sus textos tienen para las chicas nace de su búsqueda de una relación auténtica y verdadera con su compañero de vida. Por ejemplo, en “Vai pure” ella busca un intercambio verdadero con él a partir de una posición feminista radical y experimental. Dio testimonio de ello en el diálogo a dos grabado y transcrito. Un texto como este permite a las chicas pensar en cómo comprometerse con el compañero en una relación de verdad dentro de una experimentación feminista. Una relación que exige su autoridad de matriz femenina y una exposición, con todo el riesgo que esto conlleva. Es importante porque generalmente, en cambio, los grandes textos feministas ponen entre paréntesis esta cuestión. Consideran la relación con el hombre interesante solo para una política más eficaz para transformar el mundo, pero no prestan atención a los aspectos políticos de los sentimientos personales respecto a los compañeros de vida. En cambio, veo que las chicas jóvenes estiman mucho esta cuestión, que habitualmente permanece en los márgenes de la reflexión política, en un no dicho latente. Carla Lonzi señala directamente la posibilidad de un intercambio verdadero con el compañero a partir de la posición feminista que ella encarna día a día. No lo teoriza. Lo muestra en el diálogo con él. Y así autoriza a otras a hacer otro tanto. Las chicas quedan “atrapadas”, fascinadas. Evidentemente les ayuda su necesidad de política también en esta relación. Además, en un texto titulado “La mujer clitórica y la mujer vaginal” Lonzi afronta la otra gran cuestión que estiman mucho las chicas, la del erotismo. Las chicas muy jóvenes buscan nuevos caminos, experimentales, en su vínculo erótico con los compañeros, aunque con mucho pudor, porque se sienten aisladas.
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Elena Álvarez Gallego en su texto escribe: “En directa relación con la libertad femenina, formando parte de ella, se encuentra la libertad sexual de las mujeres. Para mí es muy importante hablar de este tema, sobre todo en relación a las mujeres jóvenes de mi generación. Sabemos que aquella revolución sexual de los 70 se dio a medias, y que gran parte de su simbólico fue imitado del simbólico masculino. Pensar que la promiscuidad te convertirá automáticamente en una mujer ‘liberada’ es algo que todavía sigue muy vigente en la actualidad, y esto me parece preocupante”. Ahora las chicas muy jóvenes ya no perciben como fundamental el problema de la libertad sexual, porque esto es un hecho concreto, que está en lo consuetudinario de las costumbres habituales. Más bien tienen el problema de sentirse aisladas en su relación erótica con los jóvenes compañeros, y buscar vías nuevas, sí, pero a tientas. Balbuciendo, por decirlo de alguna manera. Por eso en las clases de la universidad, cuando descubro textos como La mujer clitórica y la mujer vaginal de Carla Lonzi, donde se habla de placer sexual y feminismo, quedan fascinadas. Encuentran una forma política —desde una mirada femenina— de plantear la cuestión sexual con sus compañeros y se adentran. Sobre todo tienen necesidad de compartir la política para contemplar esos momentos de su experiencia tan importantes y en general vividos de forma aislada. Me han contado que han hecho leer el libro de Lonzi a sus compañeros y que han tenido una discusión sobre él. Así, parte de ellas otra contratación del pacto sexual a través de las vías de la autoconciencia. No conozco sus efectos, sino lo que me han contado. Pero me parece ya significativo que lo hagan. De hecho no se trata de libertad a conquistar, sino de descubrir e inventar otra cosa, un pacto sexual distinto entre mujeres y hombres. Y solo estas chicas tan jóvenes pueden tomar la iniciativa.
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A diferencia de las tres oradoras de esta mañana, cuando hablo de chicas muy jóvenes y de su relación con el feminismo, hago referencia a jóvenes en el umbral entre su búsqueda individual de lo que significa ser mujer y el feminismo. No se declaran feministas, pero están muy atentas a lo que dicen los textos feministas y de filosofía femenina que circulan en nuestras clases de la universidad. Observan mucho lo que dicen y hacen las docentes que se declaran feministas. Y también a las que no se declaran tales, haciendo comparaciones. Perciben una fuerza acumulada a su disposición. Carecen completamente de un saber de las prácticas. Están en un umbral, con toda la riqueza y el riesgo que esto conlleva. Creo que Mary Daly expresaba algo profundamente verdadero cuando decía en Más allá de Dios Padre que el feminismo es una ontofanía, es decir, una epifanía, un aparecer del ser en su devenir. Al ser, sin el aparecer femenino —y la encarnación de lo femenino en su devenir—, le faltaría algo esencial. Los feminismos de la segunda parte del siglo XX y los actuales representan esta epifanía de lo femenino en la historia. Cada una singularmente entra en resonancia personal con este movimiento del ser en la historia. La resonancia es única, irrepetible, pero es también partícipe de un movimiento amplio, más que singular, que va más allá, transciende nuestra individualidad. Y que, no obstante, confiado a nuestra participación singular, no es objetivable. Por tanto hay un elemento de transcendencia en este movimiento, que de una forma u otra hace que sí haya una posibilidad de vínculo entre las mujeres jóvenes que desean ser reconocidas en su estar-ahí (pero no conocidas) y yo. Que desean que el enigma entre ellas y yo permanezca como tal. Es cierto que no somos idénticas a través de las generaciones, pero tampoco somos simplemente diversas. Podemos tocarnos entre tiempos distintos y entre mundos, que de otro modo permanecen paralelos. Los pactos simbólicos que las mujeres de mi generación pueden crear en
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prácticas precisas están fundados en el hecho de que algo irrepresentable e impersonal orienta nuestra mirada y la de las muy jóvenes. Si esta orientación no existe, todo pacto está destinado a fracasar. Retomo una frase del evangelio, de cuando Jesús dice a sus apóstoles: cuando estéis, dos o tres de vosotros, reunidos en mi nombre, yo estaré con vosotros. Simone Weil en los Cuadernos comenta esta frase diciendo que no es la masa, la multitud ni la comunidad la condición para ser en relación en un movimiento hacia la transcendencia. Son suficientes dos o tres orientados en esta dirección. A mí me interesa comentar esta frase para decir que la orientación hacia lo que es esencial para nosotras —esto es, el significado de ser mujer, un significante vacío a descubrir y a inventar con otras— es una vía que reúne, manteniendo el misterio. No consumándolo, ni cancelándolo. Dejando espacio al enigma, que cada una es para la otra y para sí. Recepción del artículo: 15 de mayo de 2012. Aceptación: 5 de julio de 2012. Palabras clave: Genealogía femenina — Universitarias — Nuevo pacto sexual Keywords: Female genealogy — University women — New sexual contract
notas: 1 Traducción de Gemma del Olmo Campillo. 2 Cfr. Hannah Arendt, Journal de pensée. 1950-1973, París : Seuil, 2005, p. 231. [trad. del francés de Chiara Zamboni, y versión castellana de la traductora de este texto]. 3 The Human Condition, La condición humana, fue publicada en 1958 y traducida al alemán por la propia Arendt con el título Vita activa [N. de la T.]
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María-Milagros Rivera Garretas Yo una preguntita sí te quería hacer. Hablas de pacto sexual y no de política sexual. Quería preguntarte por qué, qué pasa con el conflicto, con lo negativo. Chiara Zamboni Me he inclinado por pacto sexual porque entre estas personas jóvenes me ha llamado mucho la atención el modo en el que han leído La mujer clitórica y la mujer vaginal, el gesto que hicieron, en concreto el hacer leer este texto, que es un texto muy radical del que incluso muchas mujeres se distancian porque Carla Lonzi distingue entre las mujeres que tienen un placer complementario del masculino y las mujeres que no tienen un placer complementario del masculino, y el hecho de que esas chicas dieran a leer a sus compañeros este texto, significaba poner en contradicción a sus propios compañeros, llevarles a ellos a una contradicción masculina, a aquellos a los que elegían como compañeros. Es como si ellas se colocaran de una manera ante todo existencial, sin tener conciencia de que pueda ser un gesto político. La política es un más (esta es una cuestión que hemos discutido muchas veces, y yo tengo una postura distinta de la de otras dentro del movimiento de las mujeres), la política, para mí, no coincide con la existencia sino que es un más con respecto a la existencia, depende de la mirada, no todo es política, se necesita un deseo de política para que un cierto tipo de experiencia se haga política, y de estas chicas, alguna, la mayoría, tienen una mirada política pero la mayoría, transforman. No sé si queda claro. Remei Arnaus Chiara, en primer lugar, gracias, porque me sugieres siempre muchas reflexiones en relación a mi propia experiencia como mujer, como feminista, como compañera, como profesora, y quiero leer tu texto con más detenimiento. Pero al comienzo, cuando has vinculado tu experiencia de profesora con relación a las jóvenes y estoy atenta a ella aunque a veces me despiste, me ha interesado mucho la parte en la que dices que hay un pacto que no es escrito, que es simbó-
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lico, cuyo sentido lo da el contexto de la relación que tienes con ellas, no es escrito sino la misma práctica de entrar en relación con ellas y con algún chico también, y esto me parece cada vez más fundamental, lo que más me interesa observar de mí como profesora, qué pasa en ese contexto de práctica, porque es ahí donde se dirime algo de lo simbólico, un entrar en relación diferente, un autorizarlas, invitarlas a que ellas puedan explorar esa experiencia de ser mujer en relación con lo que escriben, con lo que hablan: apoyar ese proceso. Y es verdad que, si nos precipitamos, algo del enigma, algo del secreto, se cae, y me parecía que tus palabras me sugieren mucho para seguir este juego. Chiara Zamboni Lo primero es que el intento que se ha hecho de nombrar y vincular a las personas jóvenes en un pacto nombrado, escrito en el sentido de dicho, ha sido un desastre porque muchas después han intentado cortar demasiado fuertemente este vínculo, también hiriendo. La segunda cosa es: hemos oído esta mañana en conferencias libres la apuesta de crear un contexto en el que personas jóvenes, no ellas sino otras que conozco, encuentren una medida que les permita expresar su deseo. Lo tercero es que la conciencia de mi generación es que yo sé que es necesario crear contextos. Núria Jornet También a mí me ha gustado mucho, al principio de tu texto, ese juego entre el estado de pasividad que también tú necesitas y al mismo tiempo esa ansiedad, esa precipitación por descubrir el enigma. Y, también, en un momento determinado has hablado de la ansiedad de tener herederas. Me gustaría que lo explicaras un poco más, porque en la presentación del Seminario yo también he hablado de las herederas y de las que vienen después. Chiara Zamboni Tú has hablado esta mañana de las mujeres jóvenes que se sentían herederas, y esta es una cosa. Pero es completamente distinto cuando yo, que tengo sesenta años, me
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coloco en la postura de la ansiedad de que detrás de mí no haya continuidad del feminismo. Es esta ansiedad lo que lleva a la ruina. Christine Michel Fayek Bueno, voy a ver si puedo hablar desde las chicas jóvenes, me considero tal. Me hace mucha gracia todo esto porque me parece como la situación madre/hija, como las madres simbólicas y las hijas simbólicas, y me hace mucha gracia ver que hay una ansiedad casi de madre, y creo realmente que no hay que tener miedo porque la hija es hija de su madre, tiene esa herencia. Entonces es normal que la hija quiera buscar su camino y su manera. Creo que por parte de la madre haría falta conocer y reconocer a la hija: no creo que no queramos ser conocidas, no estoy de acuerdo con esto, no con etiquetas, claro, pero creo que queremos ser conocidas por lo que somos. Y con respecto a la sexualidad y el pacto sexual, me gustaría decir que creo que hay un cambio en el sentido de que todo lo que habéis trabajado vosotras en autoconocimiento y sexualidad femenina está asumido ya, y ahora es el otro paso el que creo que hay que dar. Yo misma, durante mucho tiempo, me he visto como más apartada de los hombres, buscando más por mí, pero ahora creo que es la relación con el hombre lo que tiene sentido. Si hablamos de relación sexual hay que tener en cuenta la relación con el hombre, que es la otra mitad del pacto sexual. Desarrollar la relación con el hombre me parece algo esencial, porque si yo lo sé todo de mí pero él no sabe nada de mí y no sabe nada de sí, no tiene sentido. Es como un juego, yo decirle lo que sé de mí y él a ver si puede saber de sí y cómo relacionarse con esto, porque si no, no tiene sentido la relación, nos lo habéis enseñado vosotras. Chiara Zamboni Sobre la primera cuestión, que es la que me ha quedado clara: es verdad que yo, tú, otras, queremos ser conocidas por quien amamos, queremos ser conocidas porque queremos ser amadas, deseo de amor es deseo de que alguien sepa quiénes somos, pero esto está en la dimensión de las relacio-
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nes de afecto y de amor, queremos ser conocidas por quien amamos, el amor es una forma de conocimiento. Pero con las chicas con las que tengo un vínculo, está en juego algo que no es del orden de ser amada. Es la apuesta de un movimiento, gesto, salto, de una trascendencia. Entre mis alumnas y yo hacemos filosofía, no queremos solamente ser amadas, y por esto el deseo no es el ser amadas, es algo más y distinto de ser amadas, mucho más, es el conocer la verdad, no nos encontramos en el aula para ser amadas recíprocamente. Sobre la segunda pregunta, repítemela, por favor, en italiano. Christine Michel Fayek Era más una reflexión sobre la sexualidad; decía que ha cambiado la perspectiva, es un nuevo punto de vista de las jóvenes. Es importante la relación, que ella dé a entender su propia sexualidad al hombre, no solo a sí misma. ¿Dónde está la libertad sexual si la otra parte no la percibe y la desarrolla? Chiara Zamboni Dos cosas. La primera: a diferencia de mi generación, veo a las alumnas, por el modo en el que reaccionaron a la lectura de Carla Lonzi, solas en esta situación de discusión de la sexualidad, mientras que antes había una discusión en común. La segunda idea es que está claro que yo expreso una posición distinta de la de Elena. Ella ha hablado esta mañana de la libertad y la libertad es el centro de su discurso. Yo veo con mucho interés la capacidad de esas jóvenes de implicar a sus compañeros en una discusión sobre la sexualidad. No niego la postura de Elena sino que veo con mucho interés este debate porque veo que en Italia, en España, es necesario un nuevo pacto simbólico. Muchas mujeres son asesinadas ahora; es dramático. María-Milagros Rivera Garretas ¿Tú piensas que parte de los asesinatos son del orden simbólico, vienen de un no entenderse?
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Chiara Zamboni Yo creo que sí, creo precisamente que sí. Ha caído el patriarcado, era un pacto, hace falta crear pactos nuevos. Elena Álvarez Gallego Yo quiero preguntar qué es exactamente ese pacto simbólico del que hablas, si puedes poner un ejemplo porque no lo entiendo exactamente. Chiara Zamboni Repito el ejemplo de la conferencia. Me llamó mucho la atención que esas chicas jóvenes, leído ese texto muy radical sobre la diferencia del placer entre mujeres, o sea, que hay mujeres que tienen un placer complementario con el del hombre y hay otras que tienen una relación de placer pero no complementario del placer del hombre, y por tanto estas mujeres son portadoras de libertad, y estas chicas no lo discutieron solo entre chicas. Esto significa que discutieron con su amor, su compañero del alma. Esto, sin que me contaran detalles, creo que crea una contradicción sobre todo en hombres jóvenes que tienen detrás de sí un itinerario distinto. La relación, luego, entre esa chica y ese chico será distinta, hay un pacto, el pacto es que hay una modificación en común, juntos, si una se modifica se modifica él. Laura Mora Cabello de Alba Gracias, Chiara, por tu texto. ¿Nos podrías hablar un poco más de ese placer complementario femenino respecto de los hombres y del placer sexual más autónomo, por favor? Chiara Zamboni Lo dice el título. Carla Lonzi dice: el placer vaginal y el placer clitórico. Pero en realidad no es solo una cuestión biológica, corpórea; es también una cuestión de descubrimiento existencial. No es solo una cuestión corpórea sino un itinerario de experimentación. En vez de estar cerrado en una identidad, es un itinerario de experimentación en el que tu propio cuerpo está implicado. Carla Lonzi dice: yo hago política con todas las mujeres, pero sé reconocer un
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tipo de mujer del otro: son relaciones entre mujeres distintas las que se crean en uno u otro caso. María-Milagros Rivera Garretas A mí me ha gustado mucho lo que decías: el tocarte con la mirada interrumpe el tiempo lineal de la repetición, es decir, la niña o la generación que nace tiene un tiempo propio, y decías también que se entablan pactos simbólicos con la mirada. ¿Te apetece decir un poquito más? Chiara Zamboni Yo pienso que para entender esto en mi texto hay que partir de la melancolía de la repetición. La melancolía de la repetición es un pecado de mi generación, de mi edad. Tener mi edad significa que has visto tantas chicas frente a ti, tantas generaciones. Tengo sesenta años y esto significa haber tenido tantísimas alumnas. Las he visto también después de licenciarse, en su vida, a muchas. Por eso, cuanto una chica me pide la tesina de licenciatura y me habla durante veinte minutos, yo ya sé qué desea, qué quiere, qué hará. Y esto es terrible. Pero, en realidad, me equivoco. Porque hay algo en ella que es irrepetible. Si no me dejo sorprender por ese elemento irrepetible que ella tiene, no habrá ninguna revolución a mi alrededor. El acontecimiento está en dejarse sorprender por lo irrepetible que te trae la mirada de la que tienes delante. Esto hace posible la revolución pero también la alegría. Aura Tampoa Gracias Chiara: me ha gustado mucho. Últimamente he estado pensando mucho sobre la alegría; hemos hablado de la necesidad de llevar el amor a la academia, pero para mí es ahora imperante la necesidad de llevar la alegría a la academia porque la siento como un espacio muy oscuro, muy hostil, y además en este espacio no encuentro cabida para mí desde la alegría, cosa que me hace constantemente cuestionar mi presencia ahí y me hace desear en huir, huir, huir. Entonces, quisiera saber alguna pista de tu recorrido, cómo has encontrado destellos de alegría donde parece que no están.
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Chiara Zamboni También yo inicialmente pensaba que lo que modificaba y desplazaba el lugar en el que estoy, que es la universidad, era el amor. Pero he entendido que para mí no es así. Para mí la alegría es un elemento para el que uso esta expresión: “el inconsciente riéndose”. El inconsciente nunca se ríe donde se espera que se ría. Por tanto, si tú abres bien tus antenas, el inconsciente que se ríe puede abrir un camino dentro de la universidad. El amor me da demasiados “deber ser”. Christine Michel Fayek A mí me gustaría que se repitiera un poco lo previo, esto: la hija que debe luchar con su madre para encontrar su libertad y, cuando ella es madre, es su hija la que tiene que luchar con ella. Parece que hay unos ciclos, unos miedos que se repiten, que quizá son miedos normales pero que no es así, hay que dejar fluir la rueda de la vida, como que las más jóvenes en el fondo saben muy bien que tienen una herencia. Como que vosotras también habéis tenido problemas al afirmar vuestras maneras de ser mujer frente a vuestras madres. Se repite un poco lo mismo. Chiara Zamboni Sí, un poco se repite. La diferencia está en el hecho del amor y de la trascendencia. Está en juego algo que no es solo la relación madre/hija, el ser reconocida, sino la trascendencia en el movimiento de las mujeres, en el feminismo, el descubrimiento del ser mujer, qué significa. Es un significante vacío. Las chicas jóvenes esta mañana han dicho lo que significa para ellas. Este trascendente vacío no existe entre madre e hija, no es en esto en lo que se basa su relación. La apuesta del movimiento político de las mujeres es que cada una traiga su resonancia de lo que es el ser mujer; luego vienen las figuras. No son cosas generales que se repiten. En la política de las mujeres la trascendencia es esta, es el significante en el que todas estamos implicadas: esa es la política de las mujeres.
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Ana Belén Gómez Creo que has mencionado el movimiento queer y el movimiento nómada como adversarios del pensamiento de la diferencia. Me suena el movimiento queer pero querría que me explicaras un poco, sobre todo el movimiento nómada. Chiara Zamboni Quizá es más un conflicto que se ha dado en Italia. El feminismo nómada parte de una acusación hecha al pensamiento de la diferencia: que una mujer era ontológicamente una cosa, y el hombre ontológicamente otra cosa. Acusaba al pensamiento de la diferencia de estar en la identidad. En consecuencia, este feminismo proponía ir libres por el mundo: nómadas, sueltas, sin identidad ni vínculos. Personalmente, tuve un conflicto con una amiga que se llamaba Angela Putino, que decía que estábamos construyendo una casa y que ella quería ir por el mundo con la mochila a la espalda. El movimiento queer es distinto, es el hecho de no estar tampoco en las diferencias homo/heterosexual: la libertad de ser transexual, etc. Siempre está la crítica a la identidad en el fondo. Está claro que si propongo que el movimiento político de las mujeres tiene la trascendencia como significante vacío, esto se sustrae de las diversas identidades. Recuerdo una intervención de Luisa Muraro que decía que un famoso gay de Milán que se llamaba como una mujer llevaba una búsqueda similar a la nuestra, porque se llamaba a sí mismo mujer. Clara Arbiol Me ha gustado mucho, gracias Chiara. Solo una cosa pequeña y rápida pues Dolo y yo nos tenemos que volver a Valencia. Un día en Verona hablábamos del sentido de trabajar en la universidad y nos costaba encontrarlo, pero tú me decías que lo importante era que hubiese un deseo grande. Pues creo que con eso que has dicho de una pasividad, de esperar, de no precipitarnos a decir o a saber todo de la otra o del otro, qué quiere, de intentar cuidar la irrepetibilidad de cada cual y que eso brote, acompañarlo,
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ahí encuentro sentido y lugar para mi deseo grande. Quería darte las gracias por ello. Carmen Yago Alonso A mí me ha interesado mucho lo que has dicho sobre los tiempos, que no son coincidentes, y que a veces vivimos en un mismo espacio, y la idea de pacto simbólico. Si quieres contar algo más…, y si no, decir que me ha quedado una preocupación: cada vez que hablas del amor, o del sentirse amada, como desvinculándolo de otras cosas, como de la alegría, etc. Yo te hablo por mi experiencia, en la que por ejemplo en la universidad la vía que yo he encontrado es la del amor. ¿Qué entiendes tú por amor? Chiara Zamboni Aquí verdaderamente hablo mucho de un estilo personal: la palabra amor es una palabra bellísima, pero no pienso en ella. Si no la pienso, tiene efectos positivos: descubro después que ha habido amor; pero si tengo que pensar en entrar en el aula y que tengo que tener amor, cada mañana, a los hombres y mujeres allí presentes, eso me angustia. El amor funciona muy bien cuando no es un proyecto; en cambio, se sabe que la alegría está o no está. Yo busco los lugares y las situaciones que creen la alegría inconsciente. Pienso que en tu forma de amar está el elemento de la alegría. (Traducción y transcripción de María-Milagros Rivera Garretas)
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