Módulo 1: Impactos psicosociales de las violaciones a los derechos humanos. Flipbook PDF

Especialización en defensa de los derechos humanos Ciencias jurídicas y políticas Septiembre de 2021 Enfoque Psicosocial

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Enfoque Psicosocial para la defensa de los derechos humanos

Impactos psicosociales de las violaciones a los derechos humanos

Módulo 1 2021

Oficina de Educación

Virtual USTA

Enfoque Psicosocial para la defensa de los derechos humanos

Módulo 1 Impactos psicosociales de las violaciones a los derechos humanos

Autora Carolina Morales Arias

2021

Oficina de Educación

Virtual USTA

DIRECTIVOS SANTO TOMÁS fr. José Gabriel Mesa Angulo, O.P. Rector General fr. Eduardo González Gil, O.P. Vicerrector Académico General fr. Wilson Fernando Mendoza Rivera, O.P. Vicerrector Administrativo y Financiero General fr. Luis Antonio Alfonso Vargas O.P. Decano de la División de Ciencias Jurídicas y Políticas Ph. Alejandro Gómez Jaramillo Decano Facultad de Deracho Mg. Liliana Chaparro Moreno Directora de la Especialización en Defensa de los Derechos Humanos

AUTOR DISCIPLINAR Especialización en defensa de los derechos humanos Ciencias jurídicas y políticas Septiembre de 2021 Enfoque Psicosocial para la defensa de los derechos humanos Módulo 1: Impactos psicosociales de las violaciones a los derechos humanos. Autora - Carolina Morales Arias

ASESORÍA Y PRODUCCIÓN Mg. Carlos Eduardo Alvarez Martínez Coordinador Oficina de Educación Virtual Mg. Wilson Arley Sánchez Pinzón Asesor Tecnopedagógico, Corrector de Estilo y Diseñador Instruccional Prof. Diego Fernando Jaramillo Herrera Diseñador Gráfico Oficina de Educación Virtual Universidad Santo Tomás Sede Principal - Bogotá

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Impactos psicosociales de las violaciones a los derechos humanos

Módulo 1

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Contenido del Módulo 1 Problematización - Situación de aprendizaje - Contexto

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Preguntas orientadoras

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Análisis instruccional (Síntesis de contenido)

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Introducción -Las teorías del castigo

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Momento 1: Elementos que intervienen en la determinación de los impactos psicosociales

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1. Conceptualización de impactos psicosociales

7

2. Elementos que determinan los impactos psicosociales

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Momento 2: Mecanismos de afrontamiento y resiliencia

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1. Mecanismos de afrontamiento

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2. Resiliencia

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Bibliografía / Webgrafía

28 páginas

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Problematización Situación de aprendizaje - contexto La comprensión de los impactos psicosociales asociados a la experiencia de graves violaciones a los derechos humanos requiere una perspectiva de complejidad y una mirada de contexto, que permita situar la vivencia de las personas, familias y comunidades. Esto en razón a que no es posible generalizar las respuestas de las víctimas, ya que son múltiples las variables que intervienen en su determinación. Quienes trabajan en el campo de los derechos humanos, independientemente de su profesión o campo del conocimiento en que se desempeñan, requieren tener conocimientos respecto de los impactos psicosociales. Comprender los impactos psicosociales en el campo de la defensa de los derechos humanos permite entre otras cosas: • Comprender las reacciones y experiencia vital de las víctimas. • Diseñar una forma de relacionamiento que sea respetuoso y comprensivo de sus afectaciones evitando prácticas de revictimización. • Determinar las medidas de reparación que se precisan para el resarcimiento integral de los daños. • Comprender los significados que se dan a los procesos de exigibilidad de los derechos a la verdad, la justicia y la reparación, así como la posibilidad de que estos procesos resulten reparadores.

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Preguntas orientadoras Teniendo en cuenta lo anterior, las preguntas que guían este componente son: • ¿Cómo identificar y analizar desde un enfoque psicosocial los aspectos de contexto y condiciones de vida que ayudan a comprender los impactos psicosociales de las violaciones a los derechos humanos? • ¿De qué manera las características de los hechos de violencia ayudan a entender los impactos psicosociales que provocan? • ¿Cuáles son algunos de los mecanismos de afrontamiento y resiliencia con que cuentan las personas, familias y comunidades que han sido víctimas de violaciones a los derechos humanos?

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Análisis Instruccional (Síntesis de contenido) Módulo 1: Impactos psicosociales de las violaciones a los derechos humanos. Momento 1: Elementos que intervienen en la determinación de los impactos psicosociales 1. Conceptualización de impactos psicosociales 2. Elementos que determinan los impactos psicosociales Momento 2: Mecanismos de afrontamiento y resiliencia 1. Mecanismos de afrontamiento 2. Resiliencia

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Introducción – Presentación El concepto de impactos psicosociales se ha posicionado en los últimos años como una manera de describir las afectaciones que generan las violaciones a derechos humanos tanto a nivel individual como familiar y colectivo y con categorías que trascienden las enfermedades mentales. Además, se ha promovido una lectura de los impactos que reconozca el contexto en el que se dan las violaciones a los derechos humanos, para así comprender mejor la intencionalidad de los daños y sus correspondientes efectos tanto en las víctimas directas como en el tejido social. Al mismo tiempo, los impactos psicosociales permiten dar cuenta tanto de los daños como de las maneras como las personas, familias y comunidades enfrentan las violaciones a los derechos humanos, siendo en ocasiones capaces de encontrar posibilidades de crecimiento personal y colectivo o desarrollar procesos de resistencia. Es por ello que el presente módulo se estructura en dos momentos que buscan brindar claves de lectura para comprender los impactos psicosociales, y, en segundo lugar, dar cuenta de los mecanismos de afrontamiento y resiliencia. De modo que al final, se espera que los y las estudiantes cuenten con criterios de análisis para describir los impactos y para reconocer cómo es que las víctimas persisten en los intentos por salir adelante y enfrentar las experiencias vividas, sostener la vida y reconstruir sus proyectos personales, familiares y sociales.

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1. Conceptualización de impactos psicosociales Al describir los impactos psicosociales derivados de las violaciones a derechos humanos, se hace mención a las afectaciones que se generan en la vida de las personas, familias y comunidades como consecuencia de las violaciones a sus derechos humanos. Este asunto ha sido abordado con diferentes conceptos: afectaciones, efectos, daños. Desborda el alcance de este módulo una conceptualización diferenciada de cada uno de estos términos, que toca con aspectos jurídicos, políticos y epistemológicos, en relación con el carácter transitorio o permanente de los impactos, el reconocimiento que se trata de cambios que afectan de manera negativa el goce de derechos y libertades de las personas. Al hablar de “psicosociales”, se está trazando una diferencia respecto de los efectos en la salud mental únicamente o de la perspectiva individual, ya que éstos proveen una mirada limitada de las afectaciones, y no permiten comprender la naturaleza de la experiencia de hechos causados por seres humanos contra otros en escenarios de dominación. En este punto, es necesario destacar lo señalado por la Corporación Avre (en Corte Constitucional, 2010), al explicar lo particular 1de los contextos de violaciones de derechos humanos, que permite entender la importancia de describir sus efectos desde una perspectiva psicosocial: “los contextos en los que se producen violaciones a los derechos humanos están marcados por situaciones de opresión, abuso de poder e imposición de normas mediante la implantación de mecanismos violentos. En estos escenarios las víctimas deben asumir comportamientos caracterizados por la indefensión y el cuestionamiento de sus pensamientos, sentimientos, y creencias y deben enfrentar la destrucción de sus tejidos sociales y los elementos culturales, ideológicos, educativos y políticos que los caracterizan” (Corte Constitucional, 2010). En virtud de esto, se entiende que la experiencia de las víctimas resulta asociada a la respuesta frente a tales opresiones, lo cual tiene elementos distintos que la experiencia de cualquier otra experiencia difícil propia del curso natural de la vida. El hecho de que se trate de situaciones en las que hay una intencionalidad de lesionar la dignidad de otros, por parte de personas en contextos sociales, políticos y económicos que así lo favorecen, marca la diferencia y la necesidad de comprender la ruptura de las relaciones sociales.

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El señalamiento de los impactos como psicosociales y no solo como psicológicos o solamente sociales atiende a esa mirada integradora que invita a ver las interrelaciones entre la experiencia individual con la vivencia de las familias y grupos, contextualizada en los momentos históricos particulares y en función de las características propias de los hechos vividos, que, como se dijo, responden a situaciones generadas por seres humanos para causar daño a otros como forma de dominación. Esto implica que los impactos de las violaciones a los derechos humanos son más que los impactos sobre la salud mental vistos desde una perspectiva puramente médica. De hecho, la Encuesta Nacional de Salud Mental plantea que gozar de salud mental tiene que ver con la posibilidad de “gozar de las posibilidades y recursos psicológicos y psicosociales para el funcionamiento dentro de las vicisitudes y sufrimientos cotidianos actuales y los referidos al curso vital, para afrontar situaciones de gran tensión emocional” (Ministerio de Salud, 2015, p.62). Lo cual implica una mirada sobre todas las condiciones que constituyen la existencia humana, además de las relaciones con las otras personas y con el ecosistema. Así, el estudio sobre la salud mental de la población colombiana se ha hecho sobre las categorías de estar bien individual y colectivo, asunto de relaciones, que incluye la cognición social y reconocimiento de los otros y la categoría de apoyo familiar y capital social, que tiene en cuenta la salud mental y el sufrimiento emocional, los eventos críticos y curso de vida y las violencias. Desde un enfoque de Derechos Humanos, sería posible plantear los daños como rupturas sobre la dignidad: vivir bien, vivir como se quiere y vivir sin humillaciones (CNMH, 2018). En todo caso, la lectura psicosocial de los impactos tiene que ver con esa mirada amplia y compleja, que pone en el centro la experiencia de sentido y emocional de las personas, familias y comunidades y la manera como se ve transformada la vivencia del sí mismo en interacción con las dinámicas familiares, sociales y comunitarias. Si bien se han hecho esfuerzos por listar el conjunto de impactos psicosociales que se observan en el contexto de las violaciones de los derechos humanos, de ninguna manera logran sintetizar la experiencia de todas las víctimas, ni permiten dar cuenta de todos los contextos. Por lo tanto, en este módulo se pretende brindar las claves de lectura que le permitan a las y los estudiantes hacer los análisis de impactos psicosociales en casos específicos. A continuación, se describen algunas ideas fuerzas que se requiere conocer y apropiar para ahondar en el estudio de los impactos psicosociales. Se sintetizan en las siguientes ocho (8) ideas claves: • Las violaciones a los derechos humanos pueden generar impactos en las distintas dimensiones de la vida humana. • Los impactos psicosociales no son universales ni generalizables . • Es necesario trascender la mirada puramente psicológica y/o psiquiátrica que valora los impactos solo bajo la óptica de la enfermedad mental es limitada • Los impactos que generan las violaciones a los derechos humanos se dan a nivel individual, familiar, comunitario y social. Módulo 1

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• Se requiere de miradas interdisciplinares y de distintos saberes para comprender los impactos psicosociales y cómo son vividas estas experiencias por las víctimas. • Los impactos pueden darse en el corto, mediano o largo plazo, incluso persistir a lo largo del tiempo o transmitirse a generaciones siguientes. • Los impactos psicosociales también tienen que ver con la respuesta social e institucional recibida . • Al tiempo que se reconocen los impactos que han afectado la vida de las personas, también se necesita reconocer las fortalezas, capacidades, recursos que despliegan las personas para enfrentar las experiencias de victimización. 1. Las violaciones a los derechos humanos generan impactos en las distintas dimensiones de la vida humana: corporal, emocional, simbólico-cognitiva, relacional, espiritual y existencial (Ministerio de Salud y Protección Social, 2017). Esto no quiere decir que todas las personas vean afectados todos sus ámbitos ni de la misma manera, pero sí que potencialmente se pueden transformar uno o varios de ellos. También, que unos y otros se ven mutuamente influenciados; así, por ejemplo, la afectación sobre las dimensiones trascendental, emocional y simbólica-cognitiva, que implican una fractura o cuestionamiento sobre la propia identidad el sentido de vida y el valor de la vida, pueden relacionarse con manifestaciones en el cuerpo y la salud. También, cuando la dimensión espiritual se pone en cuestionamiento, suele haber un correlato en las condiciones emocionales de las personas, las familias y los grupos. Tener presentes estas distintas dimensiones que pueden verse afectadas, permite ampliar las preguntas que se formulen a las víctimas, en relación con los cambios vividos como consecuencia de los hechos victimizantes y diseñar acciones para su mitigación también atendiendo a esa multiplicidad de posibilidades. 2. Los impactos que generan las violaciones a los derechos humanos no pueden ser entendidos de manera universalizada y generalizada, sino que requieren una mirada relacional y de contexto, para dar cuenta de la experiencia de significado y sentido de las personas. También para entender las estrategias de dominación y control que sustentan las violencias, tanto desde su intención como en sus efectos. Es decir, no es posible hacer aseveraciones sobre que un tipo de violación a los derechos humanos cause en todos los casos y en todas las personas un mismo tipo de afectación, porque esto depende de una multiplicidad de variables que se requieren estudiar caso a caso, y según el contexto y momento de vida particular de la persona, así como de la respuesta social. También es central la comprensión de los “sentidos particulares sobre aquello que se perdió y lesionó”, es decir, cómo las personas, familias y comunidades significan la experiencia vivida (UARIV, 2016).

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Lo anterior, implica también que las intervenciones orientadas a la superación de los impactos psicosociales también requieren ajustarse a las particularidades de las personas y poblaciones, para responder de modo adecuado a sus particularidades. 3. La mirada puramente psicológica y/o psiquiátrica que valora los impactos solo bajo la óptica de la enfermedad mental es insuficiente (Lykes, 2003). Este aspecto, que ha sido central en la consolidación del enfoque psicosocial, se profundizará en el Momento 2 del presente curso, por lo que por ahora, se dejan enunciadas las razones sobre tal limitación: a) limita la comprensión del carácter intencional de los impactos asociados a las violaciones a los derechos humanos; b) no permite reconocer los impactos en las relaciones (trauma psicosocial); c) pone el acento en la condición de salud de la víctima y no en el contexto generador del malestar; d) cristaliza la identidad de enfermo mental de quien sufre la represión, persecución, ahondando en la ya problemática identidad de víctima; e) impide el reconocimiento de los mecanismos de afrontamiento, recursos y capacidades de las personas para enfrentar el sufrimiento. En razón de lo anterior, se precisa disponer de enfoques y metodologías que permitan recuperar y nombrar la experiencia de las personas, familias y comunidades, describir los impactos como ellas y ellos los viven, dando cuenta de sus distintos niveles. Allí, son valiosos los aportes de distintas disciplinas como la Psicología social y comunitaria, la antropología, sociología, entre otras. 4. Los impactos que generan las violaciones a los derechos humanos superan las afectaciones que se dan a nivel individual; tienen también implicaciones en lo familiar, comunitario y social. En el contexto del conflicto armado, en el que los hechos de violencia tienen relación con las formas como se impone la dominación sobre una población con fines sociales, políticos, económicos, etc, es necesario comprender que los impactos de las distintas violaciones a los derechos humanos no son solo contra la víctima directa de estos hechos, sino que trascienden al ámbito familiar, comunitario y social. El concepto de trauma psicosocial (Martín-Baró, 1990) que describe lo que sucede en el contexto de la guerra o en escenarios de violencia, ayuda a comprender el carácter relacional de los impactos, al indicar que a) que la herida que afecta a las personas ha sido producida socialmente, es decir, que sus raíces no se encuentran en el individuo, sino en su sociedad.

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b) que su misma naturaleza se alimenta y mantiene en la relación entre el individuo y la sociedad, a través de diversas mediaciones institucionales, grupales e incluso individuales (p. 136). Así también lo ha señalado la Corte Constitucional en la Sentencia T 045 de 2010, cuando afirma que las particularidades del sufrimiento de las víctimas dependen del contexto social y cultural de las personas, familias, comunidades y colectivos étnicos y que “(…) la vivencia de los hechos violentos genera fuertes impactos en la subjetividad de las personas, afecta los marcos de referencia (creencias) respecto a sí mismas y su estar en el mundo y en la constitución organizativa y simbólica de las comunidades a las que pertenecen”. 5. Para dar cuenta de los impactos se requiere una mirada transdisciplinar y de distintos saberes. La Corporación Vínculos, en su intervención realizada en el proceso de la Sentencia T 045 de 2010, señala que es “fundamental que el acompañamiento a las personas víctimas de hechos de violencia sociopolítica se realice desde una perspectiva integral e interdisciplinaria, dado que la situación en la que se encuentran las personas después de atravesar este tipo de hechos, son reacciones propias de cualquier ser humano sometido a circunstancias que rompen toda noción de la realidad, por lo que la atención requerida, implica una comprensión compleja y multiaxial de su situación”. Además, el abordaje de la interacción sujeto-sociedad pasa por las comprensiones culturales que permiten entender cómo es que se viven de manera particular las experiencias de violencia o victimización. Por ejemplo, las cosmovisiones de los pueblos étnicos sitúan en la ancestralidad el posicionamiento de los sujetos y las comunidades, de manera que las afectaciones producidas por las violaciones a los Derechos Humanos comprometen su relación con el territorio, con los ancestros, aún más cuando se impide o se ve restringida la posibilidad de realizar las prácticas propias de sus usos y costumbres necesarios para la armonización. Así lo señala también Martín-Beristain (2010) cuando menciona que “en las culturas indígenas el trauma se concibe como la ruptura de un equilibrio de la persona consigo misma, con los otros, con la naturaleza o con los espíritus. Estas diferentes concepciones tienen implicaciones para lo que se considera de ayuda o “reparador” para restablecer ese equilibrio. Además, en las culturas indígenas también las formas de expresión del trauma pueden ser más somáticas (por ejemplo mostrando el malestar en síntomas físicos o más globalmente en “enfermedad”) o tener otras formas de expresión emocional o interpersonal” (p. 13). 6. Los impactos pueden darse en el corto, en el mediano o en el largo plazo, incluso persistir a lo largo del tiempo o transmitirse a generaciones siguientes.

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Los impactos psicosociales no se configuran solamente a partir del momento en que ocurren las violaciones a los derechos humanos, sino que pasan también por la respuesta social e institucional a lo largo del tiempo; por tanto, la manera como se vive y significa lo sucedido puede transformarse o sostenerse. La realización de los derechos a la verdad, la justicia y la reparación, también tendrá la posibilidad de resarcir los daños o de profundizarlos. La Corporación Avre (en Corte Constitucional, 2010) retoma los planteamientos de Hans Keilson, quien analiza la dimensión política de los efectos de la violencia para mostrar que el uso de las estructuras de poder y dominación puede inhibir la respuesta social y originar una sensación de fatalidad. Esto permite introducir la condición histórica del trauma colectivo y mostrar cómo la violencia recurrente dirigida a comunidades y colectivos, puede producir trastornos transgeneracionales, haciendo del trauma un proceso secuencial con serias consecuencias individuales y colectivas a largo plazo, aunque haya desaparecido el evento traumático. 7. Los impactos psicosociales tienen que ver con las afectaciones que se derivan de los hechos de violencia, pero también con la respuesta institucional recibida, particularmente con la garantía de los derechos a la verdad, la justicia y la reparación. Así, merecen especial importancia los impactos adicionales que genera la impunidad o las prácticas de revictimización en el curso de procesos judiciales. La impunidad suele ser vivida por las víctimas como un nuevo impacto traumático que puede generar nuevos daños en unos casos y agudizar otros. Por esto, Gómez Dupuis (2005) en su trabajo de realización de peritajes de daños psicosociales en casos de graves violaciones a los derechos humanos, plantea que “más allá de documentar el daño derivado directamente de la violación, se debe también tener presente la necesidad de evaluar y documentar el impacto generado en la salud mental por la ausencia de justicia”. La impunidad genera una suerte de congelamiento de los efectos psicosociales de los hechos de violencia, en espera de los resultados de las investigaciones y de las decisiones judiciales, toda vez que su superación precisa de una acción efectiva del Estado en la garantía de los derechos a la verdad y a la justicia. Cuando esto no sucede, el sufrimiento permanece en el tiempo y la renuncia a la verdad y a la justicia tienen el costo de que pareciera que nada sucedió y las víctimas debieran aceptar lo ocurrido o resignarse a que nada pase. Adicionalmente, la inadecuada atención por parte de los operadores judiciales y personas que trabajan en el sector de protección, la falta de credibilidad en la palabra de las víctimas y la descalificación de su experiencia, se constituyen no solamente en obstáculos para el acceso a la justicia, sino también un agravamiento de los efectos emocionales causados por las violaciones a los derechos humanos, y en sí, misma, deriva en una nueva forma de violencia que se suma a lo ya vivido

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8. Al tiempo que se reconocen los impactos que han afectado la vida de las personas, también se necesita reconocer las fortalezas, capacidades, recursos que despliegan las personas para enfrentar las experiencias de victimización. Así como las violaciones a derechos humanos generan impactos que afectan la integridad de las personas, familias y comunidades, también es cierto que ellas son capaces de enfrentar esos contextos y en ocasiones desarrollan procesos de crecimiento vital, de fortalecimiento personal y organizativo que también es necesario reconocer. Esto es lo que se conoce como mecanismos de afrontamiento, es decir las maneras como se hace frente a una situación difícil. También se habla del concepto de resiliencia y de los procesos de resistencia como posibilitadores de la gestión de transformaciones positivas de las personas, familias y comunidades

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2. Elementos que determinan los impactos psicosociales Como se ha sostenido anteriormente, para comprender los impactos psicosociales se necesita tener en cuenta la multiplicidad de factores que intervienen en su determinación, que en todo caso, se concretan en la experiencia singular de las personas, familias y comunidades. En este apartado, se señalarán algunos de estos elementos, con el fin de que los y las estudiantes puedan analizar casos y situaciones concretas a partir de estos criterios, identificando cómo es que las variables que se señalan acá marcan unos efectos diferenciados o particulares. Estos elementos son: Tipos y características de los hechos de violencia cada Etapa de ciclo vital Género Aspectos culturales. Contexto socio-político y económico. Redes de apoyo institucional y redes informales.

1. Tipos y características de los hechos de violencia Varios aspectos se tienen en cuenta en este ítem. Por una parte, es necesario valorar si se trata de un solo hecho de violencia o las personas han vivido varios hechos. Es decir, si por ejemplo, el desplazamiento forzado de una familia ha estado antecedido por la amenaza, el asesinato o la desaparición forzada de una persona. También es necesario tener en cuenta que el impacto suele ser más desestructurador cuando los hechos son repentinos, prolongados, repetitivos, masivos e intencionales (Martín-Beristain, 2010). Las razones por las que estas características hacen más severos los impactos tienen que ver con que generan una alta vulnerabilidad en las víctimas y en el sistema social de respuesta, restringen la posibilidad de prepararse para Módulo 1

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responder ante lo sucedido, sus efectos se generalizan al grupo familiar y social limitando la capacidad de respuesta colectiva, o generan una afectación en todas las esferas de la vida. De otra parte, hechos que se dan de manera sostenida en el tiempo con una aparente baja intensidad, por ejemplo los contextos de amenazas sostenidas o los rumores recurrentes de que “algo va a pasar” generan estados de alerta permanentes y una sensación de no saber si la hipervigilancia es necesaria o hay una predisposición o temor excesivo, infundado. Otras características de los hechos que están asociadas a altos impactos tienen que ver con hechos en los que se da la pérdida de personas con las que se tienen vínculos significativos (como la pareja, las hijas o hijos, familiares cercanos); el haber sido testigo de hechos atroces y la experiencia de eventos que afectan gravemente la integridad de las personas por su irrupción en el cuerpo como lo son la tortura, la violación sexual o hechos que producen discapacidad (Martín-Beristain, 2010). Así mismo, se debe considerar la relación con el victimario. Esto en el sentido de que cuando se trata de una persona que tiene un deber de protección (representante del Estado, familiar, persona que tiene un encargo social de liderazgo como maestros, personas del sector salud, etc) se genera una mayor ruptura en la vida emocional de las personas, por cuanto resulta incomprensible que alguien que tiene la tarea de protección es quien victimiza, o que a quien se le tiene afecto y se espera lo mismo de su parte es quien hace daño. En los casos en que se trata de personas desconocidas, es posible encontrar una fractura en las relaciones sociales, en el sentido de que se siente que cualquier persona podría causar daño.

2. Etapa de ciclo vital Hace referencia al momento de la vida en que se encuentra la persona y los procesos de desarrollo en curso (de identidad, emocionales, de desarrollo físico, relacionales), así como las expectativas sociales sobre lo que se espera de esa persona en ese momento vital. Así, por ejemplo, es necesario considerar los efectos diferenciados que un hecho violento puede generar en un niño o niña, cuyos procesos de configuración de la identidad están consolidándose, y cómo se pueden ver interrumpidos ante la ocurrencia de un hecho de violencia. Particularmente, la imposibilidad de construir confianza en un mundo que se ofrezca seguro. Esto resulta limitador del desarrollo de la afectividad, porque la desconfianza impide la vinculación afectiva y emocional, se aprende a vivir sospechando de los demás y se crece sintiendo que el mundo no es un mundo seguro para vivir. También es posible evaluar el ciclo de vida de las familias en relación con las tareas y demandas propias del momento la familia en su conjunto. En el siguiente cuadro, se muestran las etapas del ciclo vital de las familias desde la perspectiva psicológica, que sirve como guía para evaluar qué procesos se ven truncados o alterados con la ocurrencia de los hechos de victimización. Este modelo está basado en familias tradicionales de contextos prioritariamente urbanos; como se ha señalado anteriormente, si se trata de personas que pertenecen a otros contextos culturales, estos criterios podrían no ser del todo útiles y se hace necesario un conocimiento en profundidad del modo de ser familias o comunidades:

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Tomado de Hernández, 1997

Estas consideraciones permiten evaluar los cambios de roles al interior de las familias con ocasión de la necesidad de reorganización, la desestructuración de los proyectos vitales individuales y/o familiares, la sobrecarga en algunos miembros de la familia en las labores de cuidado y sostén material y afectivo, la dificultad para prestar atención a los procesos vitales individuales, entre otros.

3. Género El análisis de las variables relacionadas con el género permiten hacer lecturas en los siguientes sentidos: - Valorar los hechos de victimización que tienen un componente de género; por ejemplo, los riesgos de violencias sexuales contra las mujeres o personas que cuestionan los arreglos tradicionales de género. - Tener en cuenta las diferencias en las maneras como se expresan los malestares y sufrimiento asociado a la victimización, en relación con los mandatos de género. Por ejemplo, la tristeza como emoción permitida para las

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mujeres y prohibida para los hombres, y en sentido contrario, la rabia como emoción prohibida socialmente para las mujeres y permitida para los hombres. - La naturalización de ciertos hechos de violencia en razón de los contextos culturales que normalizan ciertas conductas y hacen que las víctimas no revelen la ocurrencia de ciertos hechos o si lo hacen, no sean consideradas como violaciones a los derechos humanos, no se crea en la palabra de las víctimas y no sean debidamente atendidas. Por ejemplo, la idea de que a los hombres no se les agrede sexualmente. - Analizar cómo ciertas formas de victimización acentúan discriminaciones estructurales. Así lo ha planteado el Centro Nacional de Memoria Histórica (2018), al mostrar que uno de los daños del conflicto armado sobre las mujeres ha sido la profundización de los marcos culturales de discriminación. - La invisibilización de violaciones a derechos humanos en razón del género. Tal es el caso de la desaparición forzada de personas que desafían los arreglos tradicionales de género como lo son las trabajadoras sexuales o personas con identidades de género y orientaciones sexuales no normativas, de quienes sus familias y las comunidades no emprenden acciones para la búsqueda por considerar que la desaparición está justificada o que resulta más vergonzante hacer pública su ocupación o condición de género. - Identificar los obstáculos que tienen las personas para revelar y narrar las victimizaciones en su contra que están asociados al género y así crear condiciones para eliminarlos.

4. Aspectos culturales Tiene relación con los marcos de creencias sociales y prácticas culturales de las comunidades y los usos y costumbres de los pueblos. Estos marcos culturales permiten observar - La ruptura en las prácticas culturales que se derivan de la ocurrencia de las violaciones a los derechos humanos y sus impactos en términos de la elaboración emocional de los eventos dolorosos, el contar con soporte social, el restablecimiento de la dignidad de las víctimas. En consecuencia, se deriva el diseño y generación de espacios para hacer posibles las prácticas, ritos y actividades simbólicas que permitan restablecer esos lazos sociales y la representación simbólica de lo vivido. - La comprensión de los significados que se otorgan a los hechos de victimización y las fracturas a las creencias sobre la relación con los otros y con el mundo, la generación de sentimientos de desconfianza. - La naturalización de algunas formas de violencia, la justificación de lo ocurrido, lo que es común en las violencias basadas en género o por ejemplo, en las prácticas violentas contra personas que gozan de menor reconocimiento social (prácticas de desaparición forzada o formas de castigo

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contra habitantes de calle, personas que ejercen trabajos sexuales, personas señaladas de consumir sustancias psicoactivas). Las explicaciones que se dan a lo sucedido - El reconocimiento de las particularidades asociadas a las identidades étnicas, que sitúan la experiencia de sentido y significado de lo vivido, el lugar de los sujetos y su relación con la comunidad, las prácticas de recuperación, sanación o armonización y las personas que tienen el encargo social y cultural de realizarlas

5. Contexto socio-político y económico El contexto sociopolítico y económico incluye una diversidad de factores que tienen que ver con las condiciones generales de contexto en las que se inscriben los hechos de victimización y la disponibilidad de recursos sociales, humanos, materiales para enfrentarlos. Esto incluye: - Las posibilidades de contar con soporte social, jurídico, apoyo material, - El grado de vulnerabilidad en que se encuentren las personas puede determinar que los hechos de victimización tengan un impacto más severo al haber menos posibilidades de enfrentarlos. - Si el contexto permite o no las acciones de denuncia o de otras formas de reacción, o si se trata de un escenario de coacción como en el caso de la permanencia de actores armados en los territorios o la cercanía de los agresores con las víctimas, los contextos de amenaza en caso de denuncia o los escenarios de confinamiento territorial en que las poblaciones no pueden huir.

6. Redes de apoyo institucional y redes informales. Un componente importante en la configuración de los impactos psicosociales está vinculada con la respuesta social tanto institucional y formal como de las redes de apoyo informales. Así, desde esta clave de lectura es posible dar cuenta de: - Las prácticas de revictimización en el acceso a los servicios institucionales y de redes informales de apoyo - Posibilidad de contar con mecanismos efectivos de atención y protección que atiendan oportunamente las necesidades derivadas de los hechos de victimización. - La fractura y debilitamiento de las redes informales de apoyo por causa del miedo, la estigmatización

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7. Garantía de derechos a la verdad, la justicia y la reparación Como se señaló más arriba, la impunidad se constituye en un factor que recrudece los impactos psicosociales y en ocasiones, genera unos nuevos. También cuentan en este punto las prácticas de revictimización que se dan en los procesos de exigibilidad de derechos, que se constituyen en nuevos hechos de violencia institucional y que fracturan aún más la confianza en el Estado y sus instituciones. La investigación realizada por Villa (2014) sintetiza algunos de los impactos psicosociales identificados a nivel individual (de la experiencia subjetiva) y a nivel relacional, comunitario y social, que aparecen a continuación:

Vivencia subjetiva individual

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Tomado de: Villa (2014), p.207

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TTomado de: Villa (2014), p.207

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Momento 2: Mecanismos de afrontamiento y resiliencia Como se ha señalado a lo largo de este texto, el enfoque psicosocial es insistente en indicar que, además de las afectaciones que generan las violaciones a los derechos humanos, es necesario reconocer las maneras como las personas, familias y comunidades enfrentan estos hechos. La experiencia de trabajo con víctimas resulta enriquecedora para quienes trabajan en la defensa de los derechos humanos, precisamente porque al tiempo que se enfrentan al sufrimiento, también se encuentran con personas y grupos que persisten en la defensa de sus derechos, que mantienen la dignidad aún en medio de las circunstancias más adversas y encuentran motivos para seguir adelante por ellas mismas y por las generaciones venideras. Dar cuenta de esas maneras como se enfrentan estas situaciones permite que quien acompaña estos procesos pueda reconocer los recursos con que cuentan las personas, familias y comunidades para potenciarlos y aprender de ellos para llevarlos a otros contextos. La Psicología ofrece dos conceptos que describen estos recursos, fortalezas y capacidades que son los mecanismos de afrontamiento y la resiliencia.

1. Mecanismos de afrontamiento Afrontar significa enfrentar una situación usando los recursos con que se cuenta para atravesarla. Así, los mecanismos de afrontamiento tienen que ver con las acciones, recursos, habilidades, capacidades, fortalezas que desarrollan las personas para el manejo de situaciones que resultan desafiantes, difíciles, que implican un reto. En palabras de Lazarus y Folkman (1986, en Vázquez-Valverde, Crespo-López & Ring, 2000) son aquellos “procesos cognitivos y conductuales constantemente cambiantes que se desarrollan para manejar las demandas específicas externas y/ o internas que son evaluadas como excedentes o desbordantes de los recursos del individuo”. Algunos estudios incluyen los procesos emocionales y otros no los consideran porque no necesariamente las personas dan cuenta de estos como recursos usados conscientemente; sin embargo, el manejo emocional de las situaciones difíciles hace parte de unas de las maneras como se pueden mitigar los impactos negativos y responder de manera adecuada a las demandas de la situación. Es así que el afrontamiento de las situaciones potencialmente generadoras de estrés (se entiende por estrés una situación que desborda los recursos o mecanismos de afrontamiento que tienen las personas para manejarlas) significa que se toman medidas que permiten resolver el problema, regular las emociones, proteger la autoestima o manejar las interacciones sociales (Martín-Beristain, 2010). En ese sentido, se han descrito dos grupos gruesos de estrategias de afrontamiento: a) las orientadas a la resolución de problemas, que son aquellas directamente dirigidas a manejar o alterar el

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problema que está causando el malestar; y b) las de regulación emocional, que corresponden a las acciones orientadas a modular y ajustar la respuesta emocional ante la situación. Los mecanismos de afrontamiento son útiles en función de los contextos en que se dan las situaciones y de la valoración que hacen las personas de su capacidad de enfrentarlas; es decir, no toda situación problemática es en sí misma estresante, como no todo mecanismo de afrontamiento es útil para resolver las situaciones. Cuando las personas valoran que una situación puede ser desafiante, pero que cuenta con los recursos necesarios para enfrentarla y de hecho, al desplegarlos, la resuelve, estamos hablando de una situación problema, pero no necesariamente de una situación de estrés, y del despliegue de mecanismos de afrontamiento útiles y pertinentes. Por el contrario, cuando una persona evalúa que sus formas de enfrentar los problemas sobrepasan las demandas que tiene la situación que está experimentando, o utiliza de manera rígida mecanismos de afrontamiento que le han servido para enfrentar otros momentos pero que no resuelven lo que necesita enfrentar en éste, se configura la situación como estresante y los mecanismos de afrontamiento dejan de ser útiles. Así lo indica Schnitman (2005), al mostrar cómo, por ejemplo, en situaciones de crisis abruptas, se requiere tomar decisiones inmediatas, coordinar y movilizar los recursos necesarios. Luego, pasada la emergencia, ya se podrá poner atención a otros aspectos. En estos momentos de crisis, es probable que haya más respuestas de solidaridad. En cambio, cuando las crisis se sostienen en el tiempo, son crónicas, se requiere disponer de un esfuerzo permanente, lo que implica desplegar habilidades para la búsqueda de soluciones y además la capacidad de sostenerlas e irlas ajustando a los cambios que se van dando para prevenir y enfrentar el desgaste. Plantea Schnitman (2005) que las situaciones de crisis pueden generar una adaptación de las familias y grupos que les permite enfrentar el cambio y seguir adelante usando sus recursos de afrontamiento que usualmente les han servido; también pueden suponer un esfuerzo de las personas, familias y grupos cuyos recursos de afrontamiento son insuficientes para manejar las situaciones pero al no encontrar otros aún o generarse cambios que desestructuran las relaciones que han fundado la posibilidad de coordinación y acuerdos, esta búsqueda de nuevas acciones se imposibilita. También puede pasar que el cambio genera un nivel de desestructuración, tal que pone en riesgo la existencia de la persona, de la familia o de la comunidad, llevando a su desaparición. Existe multiplicidad de categorizaciones e instrumentos que evalúan distintas acciones, comportamientos o emociones que constituyen mecanismos de afrontamiento; como se ha dicho, la variabilidad es muy alta justamente por la necesidad de verlos en función del contexto y de las situaciones particulares. Para dar mayor ilustración sobre qué tipo de acciones pueden constituir mecanismos de afrontamiento, se explicarán a continuación 8 estrategias de afrontamiento que proponen Folkman y Lazarus (1985, en Vázquez-Valverde, Crespo-López & Ring, 2000):

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1. Confrontación: corresponde a la búsqueda de soluciones a través de acciones directas, agresivas, o potencialmente arriesgadas. 2. Planificación: tiene que ver con el diseño e implementación de estrategias para solucionar el problema. 3. Distanciamiento: tomar distancia del problema; por ejemplo, tratando de no pensar en él o tratando de no dejarse afectar. 4. Autocontrol: esfuerzos centrados en sí mismo con el fin de controlar los propios sentimientos y respuestas emocionales. 5. Aceptación de responsabilidad: concentrarse en reconocer el papel o participación que la persona ha tenido en la configuración, en el mantenimiento o en la solución del problema. 6. Escape-evitación: uso de pensamientos irreales improductivos o mágicos o de estrategias como comer, beber, usar drogas o tomar medicamentos, que buscan no enfrentar el problema. En ocasiones, puede ser un mecanismo útil la negación o la evitación porque hacen parte del proceso de asimilación de los hechos; también puede ayudar a proteger a las personas cuando no hay una lógica que permita asimilar la experiencia (Martín-Beristain, 2010). 7. Reevaluación positiva: identificar los posibles aspectos positivos que tenga o haya tenido la situación problema en cuanto a posibilidades que abrió, el mayor daño que pudo causar y no sucedió, otros eventos que hubiesen podido ser agravantes y no ocurrieron. 8. Búsqueda de apoyo social: acudir a otras personas para buscar ayuda, información, comprensión y apoyo emocional. El apoyo social implica que la red de ayuda sea funcional y percibida por la persona como una fuente de apoyo y comprensión. En la investigación realizada por Villa (2014) con víctimas del conflicto armado en Colombia, se encontraron los siguientes mecanismos de afrontamiento: estrategias emocionales y vinculares, estrategias basadas en las creencias, estrategias directas y de confrontación, estrategias de autocontrol y evitación, estrategias de comunicación y búsqueda de información y estrategias de apoyo social e instrumentales colectivas. En cuanto a las estrategias emocionales y vinculares, se encontró la habilidad para dejar en un segundo plano las emociones y lograr claridad mental para actuar o tomar decisiones; así como la conciencia de los vínculos con personas significativas que requieren de la presencia y bienestar de la persona para sostener la familia o que justamente esas personas significativas son las que brindan apoyo o dan un sentido de vida más allá de los hechos violentos. En lo relativo a las estrategias basadas en las creencias, la fe religiosa permite encontrar fuerzas para seguir adelante en medio de la adversidad, dotar de sentido a la experiencia, encontrar consuelo y soporte en las comunidades de fe y tener esperanza en que el futuro será más positivo.

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Las estrategias directas y de confrontación tienen que ver con la búsqueda de interlocución con los actores armados para la defensa y protección de la vida, el rechazo a colaborar a los actores armados. Mientras que las estrategias de autocontrol y evitación implican la capacidad de cálculo, de valorar los efectos de las acciones y decisiones para preservar la vida y afrontar la violencia, de manera que se opta por callar, aguantar o resistir pasivamente, desistir de acciones de denuncia, huir y desplazarse en una única ocasión o en rutas y tiempos de itinerancia. Las estrategias de comunicación y búsqueda de información tienen que ver con las acciones de denuncia pública sobre las violaciones a derechos humanos sufridas y los procesos de memoria y de verdad, la búsqueda de las personas desaparecidas; también se relaciona con instruirse respecto de lo que sucede para comprender los contextos estructurales en los que ocurren los hechos particulares, Respecto de las estrategias de apoyo social e instrumentales colectivas, tenemos que sobre las primeras, son útiles las acciones de dar y de recibir apoyo, ya que favorecen la reconstrucción del tejido social y aportan a la recuperación emocional de las víctimas y de su dignidad e identidad como sujetas de derechos. Las estrategias instrumentales colectivas se refieren al uso de los servicios institucionales, privados, públicos, estatales o no gubernamentales para garantizar necesidades y derechos fundamentales como la educación, la vivienda, la alimentación, etc.

2. Resiliencia La palabra resiliencia, usada ampliamente en el campo de las ciencias sociales, fue originalmente usada en la física para describir la capacidad de los cuerpos de recuperar su forma original después de someterse a una fuerza que lo deforma (Becoña, 2006). En las ciencias del comportamiento y sociales se usa el concepto resiliencia para describir la capacidad que tienen los seres humanos de encontrar oportunidades de crecimiento, desarrollo y recuperación en medio de las condiciones adversas de la vida. Así, Becoña (2006) sintetiza distintas definiciones que existen de resiliencia indicando que es la capacidad de superar los eventos adversos y lograr un desarrollo exitoso a pesar de circunstancias muy adversas. Se entiende la adversidad como “toda experiencia humana que implica un desafío, agravio, desestructuración de la subjetividad humana provocada por eventos naturales o humanos que desencadenan situaciones críticas en los sujetos y/o comunidades que la viven” (Carrasco-Tapia y Villa, 2009). A diferencia de los mecanismos de afrontamiento, que se centran en cómo se enfrentan las dificultades, la resiliencia plantea que no sólo se puede manejar la adversidad sino crecer a partir de ésta. Esto hace que no siempre sea fácil identificar de manera diferencial los mecanismos de afrontamiento de los resilientes, se imbrican unos con otros. Podría decirse que todo proceso de resiliencia implica la ejecución de mecanismos de afrontamiento, pero no toda implementación de mecanismos de afrontamiento supone un proceso de resiliencia. Es decir, los seres humanos pueden manejar la

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adversidad, pero no necesariamente describen un crecimiento personal o social. El desarrollo del concepto y sus aplicaciones se ha fundado en los estudios con personas que han vivido circunstancias extremas, como por ejemplo enfermedades mentales o enfermedades crónicas, guerras, desastres naturales, abandono, distintas formas de violencia o extrema pobreza y vulnerabilidad. La pregunta que ha orientado las indagaciones tiene que ver con ¿cómo es que las personas logran salir adelante y son capaces de encontrar oportunidades de crecimiento en las situaciones extremas o generadoras de alto sufrimiento? Se ha indagado acerca de qué factores contribuyen a desarrollar la resiliencia, encontrándose tres formas de abordarlo (Becoña, 2006): a) Vista como una cualidad sustentada en componentes genéticos y biológicos, que indicaría que hay personas que son resilientes y otras que no lo son por razones determinadas por su biología; b) Vista como habilidad que puede ser aprendida y de qué manera puede ser potenciada en los contextos de socialización, siendo resultante de la combinación del soporte social, las habilidades personales y la fortaleza interna; c) Vista como resultado de la interacción sujeto-ambiente (medio físico y social), de modo que, en condiciones apropiadas, se puede potenciar o desarrollar, es decir, pone el acento en cómo las condiciones de contexto pueden favorecer o limitar la resiliencia. En esta última perspectiva, Granados-Ospina, Alvarado-Salgado, & Carmona-Parra (2017) definen la resiliencia como “un proceso dinámico dentro del cual ambiente y sujeto se influyen mutuamente en una relación recíproca que permite a la persona adaptarse y funcionar apropiadamente a pesar de la adversidad”. El concepto de resiliencia tradicionalmente ha sido abordado desde una perspectiva individual, como una capacidad de cada persona. Sin embargo, algunos autores plantean que también puede ser vista, y que de hecho resulta deseable estudiarla desde una perspectiva familiar y social. Así por ejemplo Neil Adger (2000, citado por Carrasco-Tapia y Villa, 2009) propone la noción de resiliencia ecológica, definida como la “capacidad de los sistemas para automantenerse frente a la adversidad; enfatizando su relación con la resiliencia social en contextos de dependencia de recursos ecológicos y ambientales para el sustento colectivo”. Los distintos estudios señalan algunos comportamientos, actitudes, emociones, tipos de apoyo social que son indicativos de resiliencia, es decir, que han ayudado a las personas a enfrentar situaciones difíciles de manera que crecieron o se fortalecieron. A continuación, se señalan algunos de estos recursos de resiliencia, que permiten ejemplificar de lo que se viene hablando. Vale aclarar lo siguiente: la utilidad de estos recursos no está puesta en la acción en sí misma, sino en la manera como las personas significan y resignifican la experiencia vivida, así como en su resultado, en los efectos de lo realizado sobre la situación o el medio y en la posibilidad de acción conjunta con otras personas o lo que hacen las otras personas que favorece una mejor respuesta a la situación.

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En relación con las acciones, un estilo de afrontamiento centrado en el problema, identificar y activar las fuentes de apoyo social, el desarrollo de prácticas culturales que ayudan a mitigar los impactos de lo sucedido y al restablecimiento, las acciones de participación social y/o política, concentrarse en los aspectos sobre los que se pueden tener control y desarrollar un compromiso personal o con los otros por superar o enfrentar los hechos (Martín-Beristain, 2010). En cuanto a pautas de pensamiento, se encuentran las fuertes creencias espirituales, la proyección a futuro, el sentido del humor, la recuperación de aprendizajes sobre lecciones del pasado, centrarse en el futuro, o afrontar los hechos como un reto. En la dimensión emocional, se encuentra la esperanza, el optimismo, la búsqueda de sentido de los hechos en términos de retos para la vida, de transformaciones vitales, el sentimiento de conexión entre sujetos y comunidad, la indignación frente a la injusticia que genera acciones de movilización y restauración de la dignidad. En cuanto a la dimensión social, el apoyo social suele contribuir a la mitigación de los impactos y proveer formas de crecimiento personal y colectivo. Compartir las experiencias permite validar, reconocer, entender y dar un significado transformador (Martín-Beristain, 2010). Carrasco-Tapia y Villa (2009) señalan la especial importancia que, en contextos de violencia sociopolítica y exclusión, tienen las acciones públicas de memoria como las conmemoraciones, los procesos testimoniales, los procesos artísticos y performativos. La experiencia latinoamericana y colombiana muestra que la memoria colectiva favorece la resignificación positiva de la adversidad, y permite el reconocimiento de las injusticias de modo que se da paso a transformaciones subjetivas y al empoderamiento colectivo. Además, se reconstruyen las redes de confianza y solidaridad y con ello, se fortalece la identidad. Esta dimensión política, señalan los autores, “es fundamental en la resignificación de los recursos y potencialidades de los sujetos alrededor de la participación ciudadana: el sujeto político que emerge de la adversidad recupera la posibilidad de agenciamiento, otorga nuevos sentidos a la crisis y desarrolla herramientas movilizadoras del poder sociopolítico”. De manera que, en estos contextos, el desarrollo de la resiliencia contribuye a la configuración de sentidos, y prácticas personales y comunitarias para afrontar la adversidad, desde una acción política comprometida con la dignidad humana (Granados-Ospina, Alvarado-Salgado y Carmona-Parra, 2017). Es así que también se puede hablar de resiliencia comunitaria, que, a juicio de Cohen, Leykin, Lahad, Goldberg y Aharonson (2013, en Carrasco-Tapia y Villa, 2009), ayuda a mantener la estabilidad social en tiempos de crisis a través del fortalecimiento de los lazos sociales y del sentido de comunidad, el arraigo al territorio, la fe, la confianza en los líderes locales. Esta perspectiva comunitaria ha sido desarrollada particularmente en Latinoamérica, teniendo en cuenta las condiciones de exclusión y pobreza de estos países. El elemento

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diferencial ha sido el reconocimiento del poder de la resiliencia para luchar contra las inequidades de la sociedad actual. Suárez-Ojeda (2002) propone la resiliencia comunitaria como la capacidad para potenciar respuestas que fortalecen el agenciamiento y la liberación de los sujetos, así como de las comunidades y sus prácticas de resistencia y liberación frente a poderes que estructuralmente violentan la dignidad humana. El autor señala que esta resistencia comunitaria está sostenida en 4 principios: a) la autoestima colectiva (actitud y sentimiento de orgullo por el sitio donde se vive, la geografía, la cultura, la historia de donde se viene); b) la identidad cultural (el sentido de pertenencia a un territorio y cultura); c) el humor social (la capacidad de encontrar la comedia en la propia tragedia, que permite encontrar soluciones originales y creativas en situaciones de crisis); d) y la honestidad colectiva o estatal (la conciencia colectiva que se muestra intolerante frente a la corrupción de los funcionarios públicos y en otros sectores de la sociedad y que valora el ejercicio decente de la gestión estatal). Es por esto, además de los procesos de acompañamiento individual y familiares, se recomienda la creación de procesos colectivos, que permiten reconfigurar los lazos de confianza entre las comunidades, fortaleciendo las identidades individuales, al tiempo que se promueven procesos colectivos de conciencia y exigibilidad de derechos. Así, se considera deseable a partir del trabajo en grupos de apoyo mutuo, la formación a líderes y lideresas, las iniciativas colectivas de recuperación de prácticas culturales, entre otros (Martín-Beristain y Riera (1994).

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Bibliografía / Webgrafía

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