Mujer en la Revolución Mexicana. El proceso revolucionario en México

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Mujer en la Revolución Mexicana El proceso revolucionario en México “La Revolución Mexicana fue una serie de alzamientos populares armados espontáneo, entre cuyo objetivo encontramos reivindicaciones económicas y sociales, reclamos de las comunidades indígenas por el acceso a la tierra, de la clase media por falta de oportunidades de liderazgo y de participación política, la revolución en sí fue un gran conflicto que cambió los papeles en la sociedad mexicana de manera muy importante”. Se luchó por la tierra, en contra de las desigualdades y las diferencias entre los individuos.” Las mujeres en la revolución La historia oficial, profundamente patriarcal, ha creado una idea folklórica y romántica sobre la participación de la mujeres en la Revolución Mexicana, llamándola de frases como: “soldaderas”, “adelitas”, “compañera de los Juanes” y otras parecidas, creándoles un estereotipo de mujeres abnegadas y valientes soldaderas, amantes fieles, heroínas y guerrilleras, para ocultar así su papel de luchadoras conscientes y heroicas, en un nivel igualitario con los hombres revolucionarios. La participación de las mujeres durante la revolución mexicana de 1910 no se limitó exclusivamente al sostenimiento de sus hombres y a cuestiones de armas. Enseguida podremos ver las funciones que desempeñaron las soldaderas y las combatientes, cuál era su ideología. Las soldaderas Tradicionalmente, se da por hecho que la única participación femenina en la Revolución, fue el de las soldaderas: Las imprescindibles soldaderas, mujeres que al lado de los caudillos o de sus hombres realizaban en los campos de batalla actividades indispensables para la sobrevivencia de los ejércitos y sus seguidores. Las soldaderas, en su gran mayoría mujeres campesinas, necesitaron masculinizarse completamente, en lo exterior y en lo interior: vestirse como hombres, y conducirse como hombre; ir a caballo, como todos, resistir las caminatas y a la hora de la acción demostrar con el arma en la mano que no es una soldadura, sino un soldado, fueron doblemente rebeldes: rebeldes a las políticas del régimen y rebeldes a su adscripción de género, fueron indispensables para la Revolución; entregada a las tareas tradicionales: cocinar, cuidar a los hijos, confortar a los heridos, curarlos; como en tareas más arriesgadas, menos femeninas: intercambiar y contrabandear información, armas, vituallas, parque. Ellas también empuñaron las armas y dispararon defendiendo sus convicciones, su vida y su libertad. Las soldaderas se incorporaron a “la bola” por primera vez en la revolución: como compañeras de los soldados, viajaban con las tropas, seguían paso a paso a sus esposos, a sus parejas que habían sido tomados en leva (reclutados) por el bando federal. Las soldaderas, cuidaban a los hijos, confortaban sexualmente a los hombres; eran esposas, compañeras, cómplices, madres, se encargaban de cuidar a las tropas, cargaban las mochilas, buscaban agua para dar de beber a los soldados, acondicionaban las barracas

para proteger a los hombres de la intemperie, hacían la comida, curaban a los heridos y enfermos, lavaban la ropa, ofrecían consuelo, etcétera, y aunque también llegaban a tomar las armas, esto no era algo muy común. Las soldaderas, también soportaron pésimas condiciones de vida, miseria, desnutrición, embarazos, partos y la crianza de sus hijos e hijas bajo las peores circunstancias. Cuando sus esposos morían en combate, las soldaderas podían buscarse otro hombre (para los soldados era esencial tener a “su vieja” que los cuidara y para las mujeres un hombre que las protegiera) o usar el uniforme y el arma del difunto para lanzarse al combate. Cabe señalar que después de la Revolución, las soldaderas continuaron ocupando su papel tradicionalista como amas de casa. Las revolucionarias Igualmente se ha generalizado la idea de que las mujeres revolucionarias únicamente se encargaban de procurar el bienestar de los soldados, pero también, existieron otro tipo de mujeres de todas las clases sociales, que fueron piezas clave en esta lucha armada y a las cuales no se les ha dado el debido reconocimiento. Centenas de mexicanas, sin distinción de clase, de creencias religiosas o posición económica, participaron activamente en el movimiento revolucionario de 1910. Fueron mujeres que desde la trinchera de las arma, como las combatientes o del pensamiento, como activistas intelectuales, desempeñaron grandes funciones. Las revolucionarias que combatieron en los ejércitos rompieron con los esquemas establecidos y con fusil en mano, participaron en batallas, emboscadas y tiroteos dentro de la línea de fuego. Las mujeres combatientes no asumieron las tareas tradicionalmente “femeninas”, y para enfrentar un mundo dirigido por hombres, muchas de ellas se vestían y actuaban como hombres, escondían sus identidades para demostrar que no eran mujeres, sino soldados y así poder enrolarse en los bandos de oposición ya fueran maderistas, villistas, zapatistas. Todos estos ejércitos contaban entre sus tropas con mujeres combatientes, varias fueron ascendidas a coronelas y lideraban tropas masculinas. Se menciona que muchas de ellas utilizaban pseudónimos como La Coronela, La Chata, La Corredora, La Güera Carrasco, lo cual les otorgaba una identidad de igualdad y poder frente a los hombres. “El numero de mujeres combatientes en los frentes de batalla, no sólo fue importante por el hecho de haber sido ellas quienes empuñaron las armas, sino porque estuvieron al frente de batallones de soldados y guerrilleros, en cuyas acciones bélicas lograron derrotar, hasta el exterminio, el papel no menos relevante fue el de las agentes confidenciales que exponiendo sus vidas entregaban mensajes secretos de los altos jefes militares, así como el de las enfermeras militares y voluntarias que perdieron la vida en combates o en los hospitales derrumbados.” Otros miles de mujeres fungieron como espías, abastecedoras y transportadoras de armas y municiones, como agentes confidenciales, enlaces, correos, propagandistas, fueron sobre todo “tareas clandestinas”, dentro de estas actividades. Algunas se hacían pasar como vendedoras entre las tropas federales y arrancaban a los soldados

información de movimientos, trincheras y armamento que entregaban a los jefes rebeldes. También se realizaron actividades como enfermeras, despachadoras de trenes, empleadas de oficina, telegrafistas, propagandistas de las ideas revolucionarias, reporteras, editoras de periódicos, maestras. Concluida la Revolución, la lucha femenina por eliminar aquellos factores que aún imponían un estatus de inferioridad social siguió firme. Un sector de mujeres participó en los destinos nacionales con mayor conciencia de su labor y peleó por que las demandas de igualdad legal, planteadas desde la Revolución, tuvieran efecto. En los primeros años de la década de los veinte los grupos y ligas femeninas proliferaron, sufrieron represiones y mantuvieron un beligerante espíritu de lucha. Al terminar la revolución, algunas mujeres recibieron pensiones como veteranas de la Revolución Mexicana. Otras mujeres procedentes de las clases sociales medias o altas eran intelectuales y se dedicaban a la militancia. Participaron en periódicos de oposición, cuando estas publicaciones significaban sacrificios, angustias y encarcelamientos. Formaron organizaciones políticas que influyeron en el movimiento feminista que comenzaría en las décadas de 1920 y 1930. Desde todos los lados, la importantes de la participación de las mujeres en este proceso revolucionarios mexicanos es indiscutible, sin embargo y a pesar de los distintos papeles que desempeñó cada una de ellas, hay una cosa que unifica esta diversidad: la poca valoración y reconocimiento a su labor y a sus contribuciones, el anonimato y el silenciamiento de su papel en la historia de México. Revolucionarias simbólicas: Ramírez, Guitérrez y Serdán Durante el periodo revolucionario, miles de mujeres en el medio urbano y rural se afilan a organizaciones y al partido que tratan de derrocar al gobierno porfirista, no obstante su papel en estos sitios no aparece claro. Para conocer esta participación tomo el caso de tres revolucionarias maderistas ejemplares: Valentina Ramírez Valentina fue una combatiente armada durante el periodo revolucionario, quien se unió al movimiento encabezado por Francisco I. Madero, participó en la toma de Culiacán Sinaloa y ganó el grado de teniente. A este personaje se le conoce sobre todo a través de corridos y leyendas, pues Valentina era pobre y no contaba con estudios. Se dice que las canciones conocidas como corridos revolucionarios y películas han sido creadas para contar la historia de la Valentina. Como se puede observar, Valentina Ramírez, es una mujer combatiente, de carácter imponente, que adopta un estilo masculino para combatir en la Revolución, lo cual indica que no es una soldadera tradicional, sino una combatiente, siempre esta armada y en lucha por sus ideales.

Juana Belén Gutiérrez de Mendoza Esta admirable y valiente mujer, símbolo de la actividad política, fue periodista y precursora de la revolución, comandaba un batallón formado por las viudas, hijas y hermanas de los combatientes muertos. De ideas liberales, comenzó a incursionar en el periodismo colaborando en los periódicos El Diario del Hogar y El hijo del ahuizote en donde, por defender los derechos de los trabajadores, en 1897 fue a dar a la cárcel, acusada de publicar un reportaje sobre las malas condiciones laborales. Al salir de prisión funda el periódico Vésper, en el que sigue criticando a la administración de Porfirio Díaz, además de atacar a la Iglesia y al Estado. Ella misma redactaba e imprimía sus contenidos, sin embargo, la valiente mujer fue denunciada y su prensa decomisada. Temerosa de visitar por segunda vez la cárcel se trasladó a la ciudad de México y en 1902 reanudó la publicación de Vésper con sus consecuentes ataques al gobierno que, con diversas interrupciones en su publicación, se mantiene hasta 1935. Finalmente Juana Bélen ocupó la dirección del hospital de Zacatecas, fue inspectora de escuelas federales y participó en la elaboración del Plan de Ayala. Carmen Serdán Alatriste Estudió en escuelas privadas, formó grupos antirreeleccionistas y difundió los principios de la democracia. Fue heroína en los acontecimientos de Puebla donde se marcó el estallido de la Revolución Mexicana. Carmen Serdán fue combatiente, distribuyó armas, fue correo a favor del movimiento e imprimió proclamas En sus actividades secretas tuvo el seudónimo de Marcos Serratos. Pese a estar encarcelada tras el enfrentamiento del 20 de noviembre de 1910, Carmen Serdán encabeza la Junta Revolucionaria de Puebla, formada el 10 de diciembre por un grupo de mujeres en el que hace propaganda revolucionaria. También apoyó la campaña de antirreelecionista de Madero y entre 1911 y 1912 y junto con otras mujeres maderistas, sostienen en la publicación Nueva Era, su lucha contra la idea de inferioridad femenina, su aspiración a tener acceso a la instrucción en todos los niveles y a ser útiles a sí mismas, a la familia y a la sociedad, pero no ambicionan posiciones igualitarias frente al hombre; finalmente, durante la etapa constitucionalista, se dedicó a la enfermería. Entre ellas, podemos mencionar a las mujeres de clase “educada y letrada”, quienes pelearon por los ideales en una forma más diplomática mientras las mujeres pobres responden a esos cambios sociales peleando en el campo de batalla. Unas iban a la cárcel, otras morían, pero todas estas mujeres revolucionarias pelearon al lado, no detrás ni debajo de los hombres. La Revolución Mexicana fue una lucha hitórica en la que se intentaron transformar el sistema político y social creado por Porfirio Díaz, las exigencias de zapatistas y villistas de tierra, justicia y libertad estremecieron el territorio nacional. En efecto las mujeres se insertaron en roles, mientras las soldaderas en efecto cuidaban y apoyaban a sus compañeros, miles de combatientes, particpaban en decenas de frentes de carácter militar y civil con una mentalidad propia, en defensa de sus ideales. En cuanto a estos tres personajes simbólicos de la revolución mexicana, puedo concluir que estas mujeres son un ejemplo claro de la participación de mujeres de distintas clases sociales..

La participación de las mujeres en el ámbito político fue de vital importancia. Las magonistas, como Juana Belén Gutiérrez y Dolores Jiménez y Muro, llevaron a cabo un movimiento para liberar a los presos políticos en 1911; las maderistas Teresa Arteaga y Carmen Serdán formaron grupos antirreeleccionistas y difundieron los principios de la democracia. En el movimiento que apoyó a Venustiano Carranza la presencia de las mujeres también fue destacada. Ahí encontramos a Hermila Galindo quien sostenía que la participación activa de las mujeres debía darse tanto en los asuntos políticos del país como en los privados. Ella fue una de las feministas más importantes en México entre 1915 y 1919. Cómo olvidar el papel que desempeñaron Lucrecia Torriz, Isabel Díaz y Carmen Cruz en las huelgas de Cananea y Río Blanco María Andrea Villarreal González Nació en Lampazos en 1881. Era hermana de Antonio I. Villarreal. Su principal labor fue criticar, por medio del periodismo, al régimen de Porfirio Díaz y al de Estados Unidos. Luchó, junto con el grupo de los Hermanos Flores Magón, en varias batallas en Coahuila y Nuevo León. Julia Nava de Ruisánchez Maestra nacida en 1883, en el municipio de Galeana. Fue una de las fundadoras del Club Femenil Antirreeleccionista "Hijas de Cuauhtémoc" . María González Nació en Monterrey en 1881. Muy joven emigró a San Antonio, Texas, donde administró un hotel que sirvió de alojamiento a muchos revolucionarios, entre ellos a Francisco I. Madero. Carolina, alias La Teniente Nació en Monterrey y a los 20 años escapó de casa para darse de alta en las fuerzas carrancistas, acampadas en el municipio de Salinas Victoria. Después de las batallas, saqueaba las casas de las familias pudientes. Su muerte ocurrió a manos de los huertistas, durante el primer ataque a Monterrey por las tropas revolucionarias en 1913. Pienso que la Revolución Mexicana fue un periodo que abrió las puertas a la participación femenina en todos los ámbitos, pues no sólo se rompió con las estructuras políticas, sino también con las sociales y con ello se derrumbaron muchas de los atavismos sociales que limitaban a las mujeres, encajonándolas en las llamadas tareas femeninas. Durante este periodo, las mujeres tomaron conciencia de sus capacidades y empezaron a tener una participación más activa en la vida política, cultural y social de nuestro país: se expresa en la prensa, funda movimientos y organizaciones a favor de los diversos candidatos, al mismo tiempo que inicia una lucha con el fin de que se le reconozca como persona y exige sus derechos, como el derecho al voto

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