Mujer medieval herida por saeta, con patología ósea asociada

LUIS GUERRERO SALA Mujer medieval herida por saeta, con patología ósea asociada Key words: Middle Age, cultural wear, injury, arrow, traumatism. Qu

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LUIS GUERRERO SALA

Mujer medieval herida por saeta, con patología ósea asociada

Key words: Middle Age, cultural wear, injury, arrow, traumatism.

Quisiera agradecer a Eduard Sánchez Campoy, director de la excavación, y a todo el staff de ArqueoCiencia, la confianza mostrada al encargarme el estudio de los restos antropológicos. También a cuantos han participado en su soporte logístico. Al Pfsor. A. Villa y Dr. F. Gutiérrez de la Escuela de Estomatología de Oviedo; al Dr. Ricard Piulachs y equipo de su Servicio de Radiología; a los Dres. A.Vila, C. Yanguas y Sr. J. Viñals, que han efectuado las tomografías computarizadas; al Dr C. Llebaria, a quien debo el estudio anatomopatológico; también al Dr. F. Etxeberría, por su colaboración bibliográfica. Mi gratitud más especial al Servei d'Arqueología de la Generalitat de Catalunya, responsable del yacimiento y alentador de su estudio.

El núcleo antiguo de la ciudad de Manresa está presidido por el promontorio de Puigcardener, sobre el cual se halla el emblemático edificio de la Seo. Se trata de una basílica paradigmática del austero gótico catalán, proyectada y construida en el siglo XIV por el maestro Berenguer de Montagut, a cuyo ingenio se debe también la basílica de Santa María del Mar de Barcelona, e incluso se le ha atribuido la Catedral de Palma de Mallorca (GASOL, 1978). Santa María de la Seo de Manresa, como tantos otros edificios antiguos está aquejada del "mal de la piedra", y requiere constantes esfuerzos de mantenimiento y restauración. Planteada una importante intervención restauradora de la Generalitat en el ámbito de los claustros, a finales de 1991 se llevó a cabo a instancias de los "Amics de la Seu" la excavación pre-

via del substrato arqueológico de la Capilla de los claustros, que ocupa la parte central de éstos. Era ya conocida la existencia de una tumba de época moderna bajo el pavimento actual de la capilla, siendo hallada de inmediato. Bajo ésta, el subsuelo nos obsequió con una rica necrópolis de diferentes niveles estratigráficos que se suceden entre los siglos XI y XIX. Las tumbas presentan grandes variaciones tipológicas según su cronología, excediendo algunas de ellas (GUERRERO y RIBAS, 1990) el perímetro del claustro moderno pero no el del antiguo, que probablemente circundaba la necrópolis. Aunque el acervo paleopatológico de este yacimiento es amplio, nos limitaremos a ofrecer, por su interés, el caso del esqueleto de la tumba n° 14. Se trata de un sepulcro rectangular, de lajas en sus cuatro caras y cubierta, siguiendo un patrón bien conocido en la Edad Media. La tumba fue reutilizada, y el esqueleto correspondiente al último sepultado, que hoy presentamos, fue hallado en decúbito supino, con el cráneo mirando hacia la izquierda y abajo, hombro izquierdo elevado, brazos extendidos en supinación, pelvis ligeramente escorada a la izquierda, la extremidad inferior derecha también extendida, pero la izquierda en cambio, llamaba la atención al estar flexionada por la rodilla, en abducción y rotación 377

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externa. Al no inscribirse correctamente en un rectángulo, obligó a desalinear las lajas de la mitad inferior izquierda del sepulcro: fue debido a la patología padecida por el cuerpo allí depositado. El estado de conservación del esqueleto era precario por la intensa humedad del recinto, siendo el pH favorable, de 7.2; hemos de lamentar la fragmentación antrópica del cráneo, de algunas costillas, y de la sínfisis púbica. Sin duda alguna corresponde al sexo femenino, y su edad biológica se ha calculado entre 50 y 60 años, a partir del método sutural (TODD y LYON , 1924), dental (BROTHWELL, 1972) y costal (!SCAN y LOTH, 1986); ésta era la edad de muerte del 27.6 % de la población medieval catalana según VIVES (1990). La talla de esta mujer, calculada a partir de huesos no patológicos mediante las tablas de TROTTER y GLESER (1958) para mujeres de raza blanca, fue de 148.8 a 156.4 cms., según el hueso considerado; la mayor probabilidad se sitúa alrededor de 154 cms., talla ésta que coincide con la media femenina de las series medieva-

Foto 1: Aspecto general de la tumba F-14 de la Seo de Manresa.

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les catalanas, según la autora citada (VIVES, 1990). La lateralidad dominante se ha determinado a partir de las longitudes y perímetros de huesos homónimos y simétricos, resultando diestra. La robustez es mediana en las extremidades inferiores, siendo muy grácil en el resto del cuerpo. Sólo se conserva la mitad posterior del cráneo, con líneas nucales marcadas. La mandíbula muestra un mentón triangular y agenesia de los cordales. Las piezas dentarias superiores, exentas al no haber conservado su soporte maxilar, muestran bandas de hipoplasia lineal del esmalte en los caninos y segundos molares; las piezas mandibulares presentan bandas a nivel de caninos y primeros y segundos molares; estas hipoplasias del esmalte son moderadas, y corresponden a una displasia entre los cuatro y seis años de edad (LEBOURG, 1958), producida por desnutrición o enfermedad en plena amelogénesis (HILLIER y CRAIG, 1992). La microscopía electrónica de barrido de la cara vestibular del primer molar inferior, efectuada en los Servicios Centrales de la Universidad de Barcelona, muestra unas estrías de origen alimentario cuyo patrón preponderante es de dirección oblicua tendiendo a horizontal, que sugiere una dieta mixta, con importancia del aporte vegetal. La atrición oclusal es avanzada, siendo mayor en los grupos posteriores donde origina un plano hacia abajo y afuera, alcanzando el grado 5 + de PERIZONIUS (1983) y afectando en mayor proporción a la dentina que al esmalte, lo que da lugar a cavitaciones. El desgaste interproximal es asimismo importante. En la arcada inferior se advierte un depósito de cálculo de grado 3-4 en la cara lingual; según parece, el que ocupaba la vestibular se desprendió post-mortem. El cordal superior izquierdo presenta un bloque radicular de raíces indiferenciadas, ofreciendo un aspecto de masa compacta y globular de estructura cementaría comprobada mediante radiología y lupa binocular; con toda probabilidad se trata de un cementoma (De LUCAS, 1990). Se observan caries en las piezas 25, 26 y 46, todas ellas de grado 2-3 y posición cervical. La enfermedad periodontal está presente y evolucionada, alcanzando el grado 7 de RUSSELL (1956) y el 5 de KERR (1989) en casi todos los alvéolos, dejando las piezas muy descalzadas y móviles, sin llegar a las pérdidas ante-mortem. Muchas piezas de ambas arcadas presentan alteraciones de notable interés: a nivel de los incisivos, caninos, premolares e incluso primeros molares se observan fuertes acanalados transversales

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Foto 2: Rodilla izquierda: Obsérvese la punta de flecha debajo del cóndilo externo.

en los tercios medios y cervicales de las caras vestibulares de las raíces, formando facetas elípticas de hasta 7,7 mms. de altura, por 4 mms. de anchura, y 1,2 mms. de profundidad; su mayor intensidad se da en los caninos, y el cuadrante más afectado es el inferior derecho. La microscopía electrónica de barrido muestra en estas facetas unas estrías de sentido mayoritariamente vertical o ligeramente oblicuo, de longitudes entre 330 y 800 mieras, y una anchura de 4 a 30 mieras. A pesar de la dirección de las estrías que no son de distribución horizontal en los dos puntos observados, en nuestra opinión se trata de lesiones producidas por maniobras tardías de aseo de la cara labial de la dentadura con substancias abrasivas, que intentaron limpiar los alimentos empaquetados entre las raíces descubiertas de tan móviles piezas; las estrías verticales pudieron ser producidas, según opinión del Pfsor. Dr. Villa, catedrático de Terapéutica Dental Conservadora de la Escuela de Estomatología de Oviedo, por raspado intencional del tártaro vestibular o tartrectomía. El diagnóstico diferencia] de estas lesiones se ha efectuado con procesos como las reabsorciones internas y externas, las erosiones, la abrasión cuneiforme y la milólisis. No existen huellas del uso de palillos. La columna vertebral cuenta con numerosas vértebras mostrando hernias de Schmorl en ambos platillos indistintamente, producidas por extrusiones de los núcleos pulposos de los discos; algunas son de tamaño considerable. Tampoco son ajenas las vértebras al "lipping" artrósico, de intensidad variable según el segmento considerado; a nivel cervical y dorsal es del

grado I de STEWART (1958), en tanto que en las lumbares los osteofitos son importantes, llegando al grado III del autor citado. La edad de la mujer podría explicar en parte la notable osteoporosis de los cuerpos vertebrales, llenos deforamina y con pérdida de densidad y peso, livianos. Las vértebras L2 y L3 forman un bloque por fractura y soldadura ulterior de las mismas en acuñamiento anterior y pérdida de la lordosis; sus cuerpos están fenestrados y evidencian la gran escasez de trabeculado, quizás debido a la osteoporosis postmenopaúsica, aunque en la fractura pueden haber concurrido otras circunstancias, como se verá más adelante. A nivel de cintura escapular y extremidades superiores, las clavículas son gráciles, en húmeros hay platibraquia y ostentosas perforaciones olecranianas; los radios y ulnas tienen también aplanamientos diafisarios. Las manos muestran "lipping" artrósico en las fosas anteroexternas de los semilunares y en ambos trapezoides, con eburneación de las trapezo-metacarpianas; hay asimismo porosis de los extremos distales de los metacarpianos y proximales y distales de las falanges proximales y medias; en éstas también se produce labiación artrósica de las caras articulares proximales en aquellos puntos donde se sitúan los nodulos de Heberden y Bouchard. Como suele acontecer en la artrosis de las manos, ésta es más acusada en las articulaciones trapezo-metacarpianas que en el resto de sus estructuras. Las extremidades inferiores son platiméricas, de pilastras medianas y euricnémicas. Las articulaciones coxofemorales no muestran patología. El fémur izquierdo presenta una fractura supra-

Foto 3: TAC axial de la rodilla izquierda.

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condílea o de Boyer, alta y oblicua, siguiendo un plano de arriba a abajo y de fuera a dentro, que sin reducirse consolidó en antecurvatum de 140°, valgum de 153°, rotación externa de 46° (teniendo en cuenta que el fémur contralateral tiene un ángulo fisiológico de torsión de 14°), y acortamiento del hueso de 3 a 4 cms. en bayoneta, muy evidente en la tomografía computarizada, que corrobora el cabalgamiento. Ambos extremos de la línea de fractura muestran un gran entesoñto, correspondiendo el mesial a la inserción del aductor mayor, y el lateral a la del vasto externo, producidos por modificación de la mecánica de fuerzas. En la cara anterior de la línea de fractura aparecen dos orificios, uno de 6,9 x 2,3 mm. y otro de 4,4 x 1,3 mm., de contornos irregulares y bordes biselados hacia su parte libre; observados con la lupa binocular resulta evidente que se trata de bordes naturales y no de fracturas corticales post mortem, constituyendo fenestraciones patológicas a una esponjosa de trama poco densa, con amplias cavitaciones en toda la epífisis distal demostradas por scanner. La superficie articular presenta esclerosis subcondral de los cóndilos, con porosis, eburneación, y además, en el externo, acanalados anteroposteriores por roce con la rótula, donde ésta producía hiperpresión y artrosis femoropatelar. La rótula muestra su cara articular rodeada de un fuerte rodete artrósico, también presente alrededor del cóndilo interno, y acentuada en la parte superior de ambos cóndilos femorales. La meseta tibial correspondiente está delimitada por un gran reborde artrósico que amplía la superficie articular, en la cual hay esclerosis subcondral y porosis de las glenoideas, sobre todo en el compartimiento externo a causa de la sobrecarga mecánica; el interno muestra una extensa faceta de eburneación y acanalados anteroposteriores por roce con el cóndilo interno; la espina de la tibia casi ha desaparecido. La articulación de la rodilla izquierda patentiza una artrosis tricompartimental severa, con interlínea articular en acento circunflejo, y degeneración femoro-tibial de grado IV, de mayor gravedad que la femoro-patelar. Según PIULACHS (1958), las fracturas supracondíleas no suelen producir seudoartrosis y sí en cambio rigidez de la rodilla. En este caso no hubo ni lo uno ni lo otro, y la articulación fue limitadamente funcional; con la pierna deformada en flexión, valgo y rotación externa, llegaría a cargarla en una torpe marcha, y la rodilla evolucionó lentamente hacia la artrosis en un proceso que duró bastantes años. Los orificios descri380

Foto 4: Pieza dentaria con el facetado vertibular de la raíz.

tos en la línea de fractura pueden ser atribuidos a sobreinfección y quizás osteomielitis; pudieron ser cloacae, haciéndose difícil valorar si las cavitaciones epifisarias corresponden al secuestrum; no se hallan signos de involucrum. La articulación tibio-peronea superior del mismo lado izquierdo muestra una masa pseudotumoral -parcialmente destruida en el proceso de excavación y por la obtención de muestras para estudio histológico-que ocupa el ángulo de unión de ambos huesos hasta un poco por debajo del cuello del peroné. En este punto el peroné está ligeramente engrosado, y la línea oblicua de la tibia a su altura es más amplia y rugosa que la contralateral. La estructura de esta masa es tra-becular, de celdas grandes, anárquica y cubierta de cortical. La radiología simple no aporta nada a su diagnóstico, ni tampoco la tomografía computarizada. El estudio anatomopatológico previa descalcificación de la muestra sólo ha podido efectuarse sobre la cortical

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inmediata a la zona engrosada de la fíbula, ya que el trabeculado no admitía cortes; el informe emitido acredita la presencia de tejido óseo acelular neoformado, de disposición no laminar, plexiforme, con abundantes líneas cementarías, compatible con callo de fractura, admitiendo únicamente diagnóstico diferencial con el Paget. Ante la ausencia macroscópica de esta entidad y de signos inequívocos de proceso tumoral o metastásico, nos inclinamos a aceptar la orientación anatomopatológica hacia un callo hipertrófico por fractura del cuello del peroné o de Maisonneuve. No hay patología en la articulación tibio-peronea inferior ni en ninguna otra de la región del pie de la extremidad inferior izquierda. La derecha, a nivel de la rodilla muestra porosis y eburneación del cóndilo externo del fémur y de la fosa externa de la cara articular de la rótula, estando ambas superficies articulares centradas por una faceta elíptica por roce. Se trata de una artrosis femoro-patelar evolucionada, causada por hiperpresión externa de la rótula, y secundaria a la dismetría. Aunque en toda esta patología post-craneal pueden haber procesos no interrelacionados, nos inclinamos a pensar que una caída en flexión pudo ser la causa de la fractura y bloque vertebral lumbar, de la fractura supracondílea del fémur, e incluso la del cuello del peroné. Secundariamente a este episodio traumático pudieron establecerse la cifoescoliosis, las consolidaciones viciosas, y la probable osteomielitis del fémur. La osteoporosis, y la artrosis de columna vertebral, manos y rodillas, acabaron de configurar la patología post-craneal. De este modo, el aspecto físico de esta mujer ya al borde de la edad senil fue deplorable, con su estatura baja, más baja aún por la cifoescoliosis, y por la actitud de la pierna izquierda en la marcha, en flexión, valgo y rotación externa. Apoyando el pie izquierdo al andar, sería probable que se apoyara en dos bastones y no en muletas; todo ello, sin olvidar la supuración de la rodilla, que probablemente requirió vendajes. Los traumatismos constituyen el segundo capítulo en importancia dentro de la Paleopatología ósea tras las lesiones degenerativas, lo que se constata en casi todas las necrópolis. ¿Fue reducida e inmovilizada la fractura de fémur descrita? Estamos seguros de que se intentó, ya que fueron técnicas conocidas, e incluso correctas. Manresa en esta época, aparte de su personal sanitario, contaba con un Hospital Superior, un Hospital Inferior, y una "domus infirmorum" (RAFAT, 1990). ETXEBERRÍA (1984) llama la atención sobre la

efectividad de las técnicas de reducción de fracturas en las necrópolis del País Vasco. La reducción era manual, sin usarse medios mecánicos hasta las innovaciones técnicas presentadas por GUY DE CHAULIAC. La inmovilización solía efectuarse con férulas de cuero y madera, constatándose un buen resultado funcional en el 43% de las fracturas medievales de las series francesas (PERROT, 1985). El resultado terapéutico de las técnicas posiblemente empleadas en esta mujer fue poco brillante, aunque quizás mejor que el que hubiera tenido abandonada a su suerte. Con todo, ésto no es lo más extraordinario de este caso paleopatológico. En el curso de la excavación de este sepulcro, se halló a nivel del hueco poplíteo izquierdo un objeto desconocido de hierro de 5 x 3 cm., extraordinariamente oxidado, casi informe. La radiografía de esta pieza ofreció a nuestros ojos la visión libre de óxido de una punta de flecha triangular. Esta saeta estuvo sin duda alojada en las partes blandas del hueco poplíteo izquierdo, sin llegar a lesionar el hueso, que no presenta señal del impacto. La punta de flecha ha sido estudiada por el Pfsor. de Historia Medieval de la Universidad de Barcelona Dr. M. Riu, a quien agradecemos su datación, que fija alrededor del siglo XIII. PERROT (1983, II), que ha dedicado su atención al estudio de las heridas medievales, afirma que según las fuentes documentales las heridas de saeta fueron muy frecuentes en esta época, hasta el punto de merecer abundantes capítulos en los tratados de Cirugía medieval (PAULUS DE AEGINA, ABULCASIS DE CÓRDOBA, AVICENA, CONSTANTINO EL AFRICANO, ROGER DE PARMA, GUILLERMO DE SALICETO, etc.). Por ello muestra su asombro porque ésto no se corresponde con los hallazgos paleopatológicos del registro arqueológico medieval europeo, en el que sólo conocemos el caso de un esqueleto merovingio de Bélgica (SALÍN, 1952), y otro de época sajona en Eccles de Kent (MANCHESTER y ELMHIRST, 1980). En proporción resultan más abundantes las heridas de flecha de época prehistórica, bien conocidas en nuestro país (ETXEBERRÍA et al, 1992) (CAMPILLO et al, 1993). Por otros autores sabemos que las saetas formaban parte del armamento usual de la Cataluña medieval. La escasez de hallazgos de esta época la atribuye Perrot a que las muertes podrían no ser debidas al impacto, sino a las maniobras de extracción de las puntas enclavadas (PERROT, 1983, II); argumenta asimismo que no podemos afirmar que una herida es de saeta si ésta no se halla presente (PERROT, 1985). Las técnicas de

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extracción fueron bien descritas desde Avicena y Abulcasis, empleándose tenazas especiales e impulsores, técnicas que se complementaban con curas tópicas, fórmulas magistrales (PERROT, 1983, I), terapia per os con hasta 200 substancias activas, y dieta adecuada (PERROT, 1988). Con todo ello se intentaba curar la herida, conjurando las complicaciones habituales, a saber, la infección, el tétanos y la gangrena. VIVES (1990) confirma la dificultad que entraña el diagnóstico diferencial de los traumatismos, sobre todo entre los accidentes fortuitos y las agresiones intencionadas, y si éstas a su vez fueron producidas por objetos atípleos o por armas de guerra, ya que las últimas producen lesión pero no suelen acompañar al cuerpo en el sepulcro. He aquí el caso contrario, en el que hay arma pero ésta no ha dejado lesión en el hueso, no presentando tampoco éste las manchas rojas que se han descrito como características tras hemorragia aguda. Este hallazgo paleopatológico acredita el ya conocido clima de violencia de la Edad Media, sin que podamos afirmar si se trató de un gesto aislado o de una contienda; en cualquier caso, esta pequeña mujer minusválida y vieja —si atendemos a la esperanza de vida de la época- constituyó un blanco fácil para un arma prodigada, cuya saeta quizás le ocasionó la muerte casi inmediata por sección del paquete vascular poplíteo, sin llegar a dar pie a las complicaciones habituales (también usualmente mortales), haciendo superfinas las maniobras de extracción. I Luis Guerrero Sala Paseo Pedro III, 67-4°-2a MAN RES A

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