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Entre la historia y la narración: algunos elementos para la didáctica de la historia Rodrigo Henríquez Vásquez* N arrar, relatar o simplemente conta

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Entre la historia y la narración: algunos elementos para la didáctica de la historia Rodrigo Henríquez Vásquez*

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arrar, relatar o simplemente contar una serie de sucesos enmarcados en una estructura temporal y geográfica, no ha tenido —sino hasta fechas muy recientes— un tratamiento específico en la enseñanza de la historia. Como objetivo didáctico, la elaboración de narraciones ha estado generalmente considerada como un medio procedimental para alcanzar objetivos de otra índole —conceptuales generalmente— en los que lo fundamental son los contenidos que el alumno logra explicar. Es más, a la hora de evaluar textos producidos por estudiantes, muchas veces se establece la diferencia entre textos de carácter “descriptivo” en contraposición con textos de carácter “explicativo”. A los primeros se les acusa de carecer de elementos analíticos en contraposición con los segundos que, en teoría, desarrollarían habilidades de pensamiento más complejas. La importancia dada al carácter explicativo de la historia ha prevalecido sobre el carácter narrativo en muchas de las corrientes historiográficas que han predominado durante el siglo XX. La escuela francesa de los Annales siempre antepuso la explicación de las grandes estructuras de la historia a la narración de sucesos históricos. Esto supuso que el objetivo final de la historia —la explicación y la comprensión del pasado— era independiente de la forma en cómo se vehiculan las explicaciones. En este artículo expondremos brevemente algunas de las discusiones historiográficas en torno a los alcances de la narración en la historia y su posterior influencia en la didáctica de la historia. Las narraciones como problema de la historia La narración como “problema” teórico y práctico de la historia ha estado en el tapete de la discusión historiográfica desde hace bastantes años. Algún tiempo antes de que Hayden White removiera los cimientos historiográficos con su Metahistoria,1 la preocupación por la “narrativa” de la historia había estado presente en el debate de la filosofía de la historia; o al menos en una de sus tradiciones: la filosofía 9

*Becario doctoral DURSI-Generalitat de Calaya.

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analítica de la historia o, como algunos de los que pertenecen a esta corriente prefieren denominarla: la filosofía crítica de la historia. Preocupados por salir del embrollo que significaba asumir el modelo hempeliano de explicación (de los Covering Law Model o de cobertura legal),2 algunos filósofos desarrollaron diferentes propuestas que tendieron a superar el problema impuesto por Hempel sobre los esbozos de explicación que ofrece la historia. Es ahí donde el lenguaje fue en rescate de la explicación histórica, cada vez más arrinconada por el lenguaje científico de la explicación en la filosofía de la ciencia. En ese sentido, autores como Morton White (1963) y Arthur Danto (1965) defendieron que el problema de la explicación histórica no debe tratarse desde fuera de lo que ambos autores consideraron el núcleo de la historia: las narraciones. Morton White fue uno de los primeros en introducir el concepto de cadena causal en la estructura de las narraciones históricas.3 A su juicio, las narraciones históricas funcionan como grandes cadenas que, a diferencia de lo planteado por C. H. Hempel (que sostuvo que en la historia existen sólo los argumentos deductivos explicativos, producidos a través de los Covering Law Model), entrelazan una serie de declaraciones explicativas singulares. Estas declaraciones explicativas singulares darían lugar a determinadas explicaciones incompletas que, ligadas unas con otras, conformarían una gran cadena de causas entrelazadas en la narración histórica.4 Las narrativas históricas (las storytelling), a juicio de Morton White, deben poseer algunas características. Una de ellas es que tienen un protagonista o un “central subject”.5 Este elemento, común a todas las crónicas y a todas las historias, aglutina los diferentes enunciados factuales y hace que la narración histórica pueda tener continuidad. Resulta necesario en este punto señalar las diferencias que separan la crónica de la historia. Para Morton White existen en las narraciones históricas, a diferencia de las crónicas, enunciados causales que se enlazan a otros enunciados causales mediante un “por qué”. El efecto que generan estos “por qué” en las cadenas causales es lograr la articulación de diferentes hechos básicos (seleccionados por el historiador, como hechos obligatorios de incluir Julio-Septiembre 2005

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en una narración histórica) mediante enunciados factuales derivativos que permiten transformar cualquier hecho en causa anterior originando de esta forma un orden sucesorio de una narración histórica. Arthur Danto, por su parte, en su intento por desmarcarse de las teorías de Hempel, también recurre al concepto de narrativa para hacerse cargo del problema de la explicación en la historia. Para Danto, la narración histórica se hace desde la conciencia retrospectiva del historiador (o del narrador de historias) ubicado desde el presente o desde el término de la acción relatada. Para “reconstruir” el pasado, el historiador se basa en lo que Danto denomina “oraciones narrativas”. Éstas están presentes en cualquier discurso histórico. La característica de este tipo de oraciones es que “se refieren a dos acontecimientos, separados temporalmente, que sólo describen (versan sobre) el primer acontecimiento al que se refieren”.6 La importancia de la narración del primer acontecimiento no significa la no-inclusión del segundo sino que, si aspiran, en palabras de Danto, a ser narraciones verdaderas, deben contar con la ocurrencia de ambos acontecimientos.7 Danto, al igual que M. White, no habla de una serie de acontecimientos en una serie sucesiva. Separa, para este efecto, los acontecimientos en continuos y discontinuos, siendo labor del historiador enmarcarlos en el interior de una temporalidad histórica a través de la narración histórica.8 La utilización de oraciones narrativas nuevamente opera con el tipo de significación histórica con la que se construye el relato. Posterior a las aportaciones de Morton White y Arthur Danto, la obra de Hayden White (1973, 1978 y 1987) ha dado pie a un importante debate sobre los límites de la narratividad en la concepción de la historia. Hayden White ha sido la figura principal del movimiento que algunos (Ankersmit, 1987; Tozzi, 1996) han denominado “giro lingüístico de la historia”. La principal característica de este giro narrativista de Hayden White está en la disolución de la distinción analítica-sintética de las narraciones históricas. En consecuencia, Hayde White propone la distinción entre un metalenguaje (la filosofía de la historia), un lenguaje objeto (la historia) y la realidad pasada. En ese sentido, White cree que las narraciones del historiador son, en estructura, iguales a las de un narrador de ficción. Su crítica apunta a la creencia de que la estructura del relato histórico representa lo realmente ocurrido en el pasado. Mediante una estrategia llamada formalista, busca mostrar que el relato histórico es una forma impuesta 11

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al pasado y por lo mismo distorsionadora del mismo. Con esto White quiere señalar que la forma narrativa es, en definitiva, una forma impuesta al pasado por los historiadores. El pasado como tal, a juicio de White, no tendría ninguna forma y los hechos no estarían conectados entre sí por ninguna forma dada de antemano. Las críticas a White (Tozzi, 1996; Roberts, 1996; Carr, 1986; Marwick, 1995) son desde dos perspectivas. La primera señala que White despoja la dimensión de verdad del texto histórico, apropiándose de la dimensión de verdad para el discurso metahistórico. En tal sentido, el desarrollo de valores morales a través de la enseñanza de la historia, por ejemplo, quedaría reducido sólo al desarrollo de valores literarios o impuestos por el historiador/narrador de la historia. La segunda proviene de quienes consideran que la vida humana es efectivamente inteligible a través de la narrativa. Para Carr (1986), la estructura narrativa se refiere a la forma en que los sujetos, individual y colectivamente, estructuran su propia vida. Esto implica reconocer que la experiencia humana es articulada gracias a un sistema de significaciones posibles de ser aprehendidos narrativamente. Nosotros recogemos las aportaciones de Ricoeur para quien la experiencia humana tiene una estructura narrativa y que, sólo a través de ella, puede conformarse una vinculación cognitivo-afectiva con el pasado. La importancia de las narrativas radica, para Paul Ricoeur, en el hecho de que el tiempo se convierte en humano en la medida en que se articula de manera narrativa. La noción de experiencia, por ejemplo, no se podría comprender si no es desde la interiorización de las estructuras de narratividad. Se produce, para Ricoeur, una dialéctica entre existencia temporal y relato en donde la narratividad fundamenta el carácter temporal de la experiencia. Es en la estructura y en la referencia de la narrativa donde la experiencia humana se identifica, se articula y se desarrolla como temporalidad. Según Ricoeur, la verdad se entreteje en la ficción a través de la actividad mimética, en tanto la fábula da forma a componentes que son inmanentes al texto pero lo trascienden como figuras de nuestras prácticas de vida, que a su vez la lectura vuelve a trascender y transformar en el texto mismo y en el sí mismo del lector, el cual no suele ser inmune a este juego de verdades que circula libre Julio-Septiembre 2005

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y reguladamente en los viajes de la trama. Por lo mismo, la ficción no es algo que esté al margen de la verdad. Para Ricoeur, la ficción narrativa puede referirse a la verdad no sólo en un sentido de verosimiltud; la ficción tiene la capacidad de “imitar” la acción humana.9 Desde la psicología cognitiva también se ha estudiado el papel de las narraciones como forma para comprender la realidad. Autores como Jerome Bruner sostienen que la narración es una herramienta fundamental del funcionamiento cognitivo humano. A través de ella, señala Bruner, se le da significado a la experiencia humana, por lo que el proceso narrativo es un proceso cognitivo que organiza la experiencia humana en episodios temporalmente significativos.10 Las narraciones en la enseñanza de la historia En el mismo sentido, pero desde la teoría de la didáctica de la historia, Jörn Rüsen sostiene que en nuestra vida cotidiana utilizamos frecuentemente las narraciones. Ellas movilizan y enlazan experiencias, relatos del pasado, con los juicios morales efectuados desde el presente. El pasado histórico no puede reducirse, en palabras de Rüsen, a ser sólo recordado por el conocimiento humano, sino que debe complementarse con las experiencias y las expectativas de las personas para que tenga una función de orientación moral. Para denominar el vínculo temporal existente entre el pasado, el presente y el futuro, Rüsen utiliza el concepto de conciencia histórica. Para él la conciencia histórica es un conjunto de operaciones mentales (cognitivas, emocionales, conscientes e inconscientes) con las que el tiempo humano, experimentado en forma de memoria, utiliza dichas operaciones como medios de orientación en la vida diaria.11 El vínculo establecido entre pasado, presente y futuro se realiza dentro de la forma lingüística de la narración. La narración de la historia sintetiza las distintas dimensiones del tiempo con valores morales y experiencias. Para Rüsen, la conciencia histórica desarrolla una competencia narrativa en las personas que permite orientar la vida práctica del presente por medio del recuerdo de la realidad pasada. Para Ricoeur, las narraciones hacen surgir la comprensión por medio de la unificación de los diversos sentidos que éstas conjugan: la intencionalidad ontológica de lo “ya pasado” de la historia y la “de lo posible del relato de ficción”. Esta unión entre historia y ficción es lo que Ricoeur denomina “identidad narrativa” que es, en palabras del filósofo francés, “la asignación a un individuo o a una comunidad de una 13

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identidad específica... La historia narrativa dice el quién de la acción. Por lo tanto, la propiedad del quién no es más que una identidad narrativa.12 Las narrativas se incorporan en la vida de las personas por medio de una serie de operaciones mentales que sintetizan las dimensiones del tiempo y las experiencias. Estas operaciones mentales, activadas a través de los relatos históricos, son lo que Jörn Rüsen denomina competencias narrativas. Éstas son habilidades específicas de la conciencia humana para llevar a cabo procedimientos que le dan sentido al pasado, [para hacer] efectiva una orientación temporal en la vida presente por medio del recuerdo de la realidad pasada.13 Tales competencias proporcionan a las personas la facultad de representar el pasado de forma inteligible, de manera que se convierta en algo comprensible. Las competencias narrativas son definidas por Jörn Rüsen en torno a los tres elementos que conforman la narración histórica: contenido, forma y función. i. La “competencia de experiencia” (contenido). Es la capacidad de aprender a mirar el pasado y ver en él su especificidad temporal. Por lo mismo, es la capacidad para distanciarse del pasado y diferenciarlo del presente, reconociendo en él la propia experiencia y el paso del tiempo. ii. La “competencia para la interpretación” (forma). Es la habilidad de acortar diferencias de tiempo entre el pasado, el presente y el futuro a través de la concepción de un todo temporal significante que abarque todas las dimensiones de tiempo.14 Se constituye como una competencia que traduce las experiencias pasadas en comprensión del presente y expectativas de futuro. iii. La “competencia de orientación” (función). Permite la utilización del todo temporal (pasado, presente, futuro) como guía de acción en la vida diaria. Las competencias narrativas planteadas por Jörn Rüsen parten de la base de que existe una continuidad entre la vida y la forma narrativa de la que disponemos los seres humanos para narrarla, explicarla y comprenderla. Intentar separar la narración, como forma de relatar hechos, de la explicación fue hasta hace poco tiempo un caballo de batalla de importantes escuelas historiográficas (como la de los Annales), que veían en el “simple del relato del acontecimiento” una forma de reducción de la verdadera historia que ocurría a niveles estructurales. Julio-Septiembre 2005

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La importancia de construir historias y narraciones en la enseñanza de la historia La importancia de la escritura en el proceso de aprendizaje histórico ha vuelto a ser un tema de importancia en la didáctica de la historia. En un artículo reciente,15 Ivo Mattozzi analiza la importancia de la centralidad del texto histórico en el proceso de comprensión histórica en los estudiantes. Con este fin, Mattozzi analiza —únicamente desde una de las tradiciones historiográficas que estudia las conexiones entre historia y lenguaje— los aportes y las ventajas del estudio de las estructuras con que los historiadores construyen sus textos y cómo estas estructuras se relacionan con los procesos cognitivos de aprendizaje. La construcción de narraciones en la enseñanza de la historia es un elemento que nos aporta numerosas ventajas a la hora de evaluar el grado de comprensión del pasado. Por lo mismo, la idea de hacer de cualquier historia (history) una narración (story) nos acerca al modelo narrativo utilizado por el cine, en el cual la importancia —y su atractivo— reside en la forma en cómo se articulan y distribuyen los elementos del guión. Lo que cuenta en el guión no son los acontecimientos relatados, sino el modo con el que el narrador nos los da a conocer.16 Allan Megill propone analizar las narrativas históricas a partir del modelo sugerido por el teórico de la retórica Seymour Chatman. Chatman, en su libro Historia y discurso, propone diferenciar en el sí de las narraciones la acción (llevada a cabo por un agente), y el suceso (un efecto sobre un personaje). Chatman, a su vez, distingue entre personaje (que actúa) y escenario (que causa un efecto). La interacción entre estos cuatro elementos produciría la narrativa. Los elementos vinculados a la acción y a los sucesos ocurren. Los otros dos elementos, personaje y escenario, están.17 A los dos primeros les llama acontecimientos y a los dos últimos existentes.18 El reconocimiento de las estructuras narrativas de los discursos históricos es de gran utilidad para los estudios de la didáctica de las ciencias sociales, pues nos entrega valiosas herramientas sobre la forma en cómo determinados objetivos y/o habilidades presentes en los currículos de historia, se estructuran sobre formas narrativas que inciden directamente en las maneras de comprender y explicar la realidad pasada. En este modelo de estructuración de la narración incorpora los elementos explicativos, pues resultaría ineludible, tal 15

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como se planteó anteriormente, que en cualquier descripción no se tienda a hilvanar las acciones por medio de conexiones causales que parezcan lógicas o propias de una narración. Si una historia sobre cualquier tema está narrada sobre un esquema narrativo, es posible que su comprensión se vea facilitada por el grado de reconocimiento e identificación existente entre la narración y la vida de las personas. Elementos narrativos según Megill (tomado de Chatman, 1990) Acontecimientos

Sucesos Acciones

Historia

Existentes

Personajes Escenario

Acontecimientos: lo que ocurre Elemento

Procedimiento

Descripción

Sucesos: efecto sobre un personaje

Explicitar las causas

¿Por qué le pasó X a Y? (Persona individual, grupo político social, étnico, sociedad). ¿Qué hecho hace que se encadene una situación a otra?

Acciones: llevadas a cabo por un agente

Explicitar las acciones

¿Qué hizo Y?, ¿cómo se suceden las acciones?, ¿qué hace?

Existentes: están en cualquier historia

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Personaje: que actúa

Descripción de personajes

¿Quién lo hizo?, ¿cómo es? y, ¿qué elementos caracterizan a Y?

Escenario: que causa un efecto

Descripción de los elementos temporales y espaciales que ayuden a contextualizar e influyan sobre la acción

¿Cuándo sucedió?, ¿dónde?, ¿tiene alguna importancia el espacio donde ocurren los acontecimientos?

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¿Cómo utilizar las narraciones en la enseñanza de la historia? Incorporando el esquema de Chatman a los criterios que utilizamos cuando evaluamos las narraciones históricas elaboradas por nuestros estudiantes. La elaboración de una narración del pasado puede que nos lleve a la necesidad de utilizar pequeños elementos de ficción para lograr dar el efecto de movimiento que tienen las narraciones. Didácticamente puede sernos de mucha utilidad la presencia de ficciones en las narraciones históricas elaboradas por nuestros estudiantes. Las ficciones nos pueden servir como andamios en la construcción del edificio histórico.19 Dichos andamios pueden servir como armazones temporales en la construcción del relato histórico. Por medio de los andamios ficcionales podemos utilizar la imaginación histórica sin temor a caernos en el vacío de la fantasía histórica o de la invención. La ficción puede ir en ayuda de la verdad sin que por ello deba eludir la responsabilidad ante los hechos de la historia. Las narraciones sobre el pasado nos permiten, a través de la mixtura verdad-ficción, ciertas formas de inteligibilidad de las emociones, identidades y acciones en el tiempo, estableciendo ciertas secuencias que participan directamente en su comprensión y que, a su vez, las constituyen. Ya sean narraciones representadas por medio del cine histórico o de la novela histórica, todas ellas contienen de algún modo un sentido de continuidad —o si se quiere, también de discontinuidad— que actúa integrando las acciones en pasado, presente y futuro, dotándolas de cierta consistencia y secuenciación. En definitiva, incorporando y creando el tiempo del relato. De hecho, la narración procura una unidad de visión que recoge los acontecimientos y los fuerza a entrar en una continuidad que no es sino la misma que la de la realidad histórica.20 El valor y la profundidad de desarrollar los aspectos narrativos de la historia nos lleva a un tema sin duda mayor del pensamiento historiográfico reciente: la posibilidad que tienen las representaciones de la historia de reflejar con verosimilitud los hechos del pasado. Esto nos abre las puertas del debate actual del pensamiento historiográfico, del cual la didáctica de la historia debería buscar más caminos de diálogo y encuentro.

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Notas Hayden White, Metahistoria. La imaginación histórica en la Europa del siglo XIX, FCE, México, 1992. 2 El modelo hempeliano supone que toda explicación científica es de carácter deductivo. Por lo tanto el conjunto de teorías y conocimientos (explicans) subsume a los hechos que se suceden (explicandum) a partir de un momento. Se denomina de cobertura, pues las explicaciones cubren con enunciados generalizables a los hechos que explican. Como la historia no puede generar enunciados deductivos a posteriori, no puede construir más que esbozos de explicación. 3 Morton White, “The logic of historical narration”, en Sydney Hook (ed.), Philosophy and History. A simposium, New York University Press, Nueva York, 1970. 4 Ignacio Muñoz, “Morton White: las narraciones como cadenas causales”, en www.pensamientocritico.cl, Revista Electrónica de Historia, núm. 3, Santiago, 2003, pp. 4-5. 5 Ibid., p. 4. 6 Arthur Danto, Historia y narración. Ensayos de filosofía analítica de la historia, Paidós/ICE/UAB, Barcelona, 1989, p. 99. 7 Ibid., p. 131. 8 Idem. 9 Paul Ricoeur, “Narratividad, fenomenología y hermenéutica”, Anàlisi 25, 2000, p. 192. 10 Jerome Bruner, Actos de significado: más allá de la revolución cognitiva, Alianza, Madrid, 1991, pp. 52-53. 11 Jörn Rüsen, “What is Historical Consciousness? A theoretical approach to empirical evidence”, ponencia presentada en el Canadian Historical Consciousness in a International Context: Theoretical Frameworks, University of British Columbia, Vancouver, 2001 [http://www.cshc.ubc. ca]. 12 Paul Ricoeur, Tiempo y narración. El tiempo narrado, volumen III, Siglo XXI, Madrid, 1996, p. 999. 13 Jörn Rüsen, “El desarrollo de competencia narrativa en el aprendizaje histórico. Una hipótesis ontogenética relativa a la conciencia moral”, en Propuesta Educativa, núm. 7, FLACSO, Buenos Aires, 1992, p. 27. 14 Idem. 15 Ivo Mattozzi, “Enseñar a escribir historia”, en Enseñanza de las ciencias sociales, ICE UAB-UB, núm. 3 marzo 2004, p. 39-48. 16 Michel Chion, Cómo se escribe un guión, Cátedra, Madrid, 2003, p. 78. 17 Jörn Rüsen, op. cit., p. 28. 18 Megill modifica el esquema propuesto originalmente por Chatman. Ver Seymour Chatman, Historia y discurso. La estructura narrativa en la novela y el cine, Taurus, Madrid, 1990, pp. 20-21. 19 Claudio Rolle, “La ficción, la conjetura y los andamiajes de la historia”, en Clemens Franken, Verdad e imaginación en la filosofía, teología, historia y literatura, Universidad Católica de Chile, Santiago de Chile, 2000, pp. 65-78. 20 Jorge Lozano, El discurso histórico, Alianza, Madrid, 1987. 1

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