No. 173 enero de 2013 volumen 77

No. 173 enero de 2013 volumen 77 BOLETÍN HISTORIAL ACADEMIA DE LA HISTORIA DE CARTAGENA DE INDIAS Coautores: León Trujillo Vélez Rodolfo Nieves Góme

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Vol. 20 No. 1 Enero - Diciembre 2013
CRITERIOS Revista de Investigación - Universidad Mariana ISSN 0121-8670 ISSN Electrónico 2256-1161 / Vol. 20 No. 1 Enero - Diciembre 2013 2013 Past

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No. 173 enero de 2013 volumen 77

BOLETÍN HISTORIAL ACADEMIA DE LA HISTORIA DE CARTAGENA DE INDIAS Coautores: León Trujillo Vélez Rodolfo Nieves Gómez Jorge Pérez Villa Arturo Matson Figueroa Rafael Ballestas Morales Carlos Villalba Bustillo Director del Boletín: Álvaro Angulo Bossa Corrección de estilo: Mireya Gómez Paz Diagramación e Impresión: Alpha Editores Centro, Cl. Estanco del Aguardiente, No. 5-36 Tels.: 57-5 664 3352 - 660 9438 E-mail: [email protected] www.alpha.co Cartagena de Indias, Bolívar, Colombia La obra está amparada por las normas que protegen los derechos de propiedad intelectual. Está prohibida su reproducción parcial o total. Impreso en Colombia 2013

TABLA DE CONTENIDO

1. Editorial: En memoria de Manuel Rodríguez Torices

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2. Junta Directiva de la Academia

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3. Antecedentes históricos del ataque de Vernon a Cartagena de Indias. Por León Trujillo Vélez. Presidente de la Academia.

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4. Una mirada crítica a la historia de Nuestra Primera Independencia. Por Manuel Domingo Rojas.

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5. La Carretera de la cordialidad, un safari de hace 100 años. Por Raul Porto Cabrales.

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6. Los Primeros diplomáticos del Estado de Cartagena de Indias. Por Jorge Pallares Bossa

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7. La Foto del recuerdo. Diario El Mercurio.

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8. Bases del pensamiento humano e histórico. Por Jorge Pérez Villa

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9. En torno a Rafael Núñez. Por Rodolfo Nieves Gómez.

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10. Diálogo entre dos generaciones de historiadores. “Mi Abuelo materno”. Por Eduardo Camacho Piñeres.

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11. Posesión del doctor León Trujillo Vélez como miembro de la Sociedad Bolivariana de Colombia.

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12. In memoriam a dos historiadores cartageneros. Arturo Mattson y Jaime Angulo Bossa.

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13. Acta de posesión de nuevos miembros IGSED.

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14. Bloqueo británico del puerto de Cartagena de Indias en 1814. Por Francisco Muñoz.

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15. La amante espiritual del Libertador Louise Jeanne Arnalde Denis de Trobriand. Por Jorge Dávila Pestana.

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16. ¿Cuándo llegó Bolívar a Cartagena? Por Andrés Ramón Rodríguez Pizarro.

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EDITORIAL A LA MEMORIA DE MANUEL RODRÍGUEZ TORICES En relación con la muerte de Manuel Rodríguez Torices, Expresidente del Estado Soberano de Cartagena de Indias, podemos recordar que esta se produjo en forma violenta en Santafé de Bogotá el día 5 de octubre de 1816, fusilado por Don Pablo Morillo en compañía de Camilo Torres. Además de su fusilamiento, le fue cortada la cabeza y colocada en una jaula preparada para el efecto, lo mismo que la de Camilo Torres. Las dos cabezas, con el resto de sus cuerpos, fueron colocadas en un paraje campestre bogotano para que las aves de rapiña se las comieran a picotazos. De acuerdo con lo anterior, podríamos afirmar que este ilustre cartagenero saltó de la gloria al cadalso y al tormento físico. El cronista bogotano Pedro M. Ibáñez, nos cuenta en detalles la manera como ocurrió el asesinato de este ilustre cartagenero: “…Una descarga cortó la vida de las víctimas. Pasado corto tiempo enlazaron los cuellos de Camilo Torres y de Manuel Rodríguez Torices con sendas cuerdas. Un testigo de la época nos cuenta: … Tiraron las sogas en que pendían Camilo Torres y Manuel Rodríguez Torices; el de Torres con la cara destrozada por las balas y el de Torices con las balas en el pecho destrozado… A las cuatro de la tarde un verdugo los descolgó y cortó las cabezas, las cuales puso en unas jaulas preparadas para el efecto. Camilo Torres estaba vestido con un traje negro, camisa negra y corbata blanca… Al día siguiente fueron los cadáveres colocados en lo que es hoy la avenida Boyacá… Las aves de rapiña se las fueron comiendo a picotazos”.

Rodríguez Torices había nacido en Cartagena el 24 de de mayo de 1788, es decir, al ser fusilado sólo cifraba 28 años de edad. Como estuvo vinculado firmemente a las fuerzas emancipadoras

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de Cartagena, después de intervenir en el proceso revolucionario de nuestra ciudad, fue trasladado a Santafé para dirigir el gobierno revolucionario en compañía de Camilo Torres. Al llegar el sanguinario Morillo a Bogotá, Rodríguez Torices trató de escapar de las garras del pacificador, encaminándose en compañía de otros líderes con destino a Buenaventura para abordar un barco que presuntamente los llevaría a Buenos Aires. Sin embargo, todos fueron capturados cerca de Popayán y conducidos a Santafé para ser sometidos a juicio. Rodríguez Torices fue fusilado, ahorcado y su cuerpo desmembrado. Así las cosas, el 5 de octubre de 1816 su vida concluyó de tan terrible manera en Santafé de Bogotá, bajo la mirada silenciosa de la historia. Así concluyó la vida del primer Presidente del Estado Soberano de Bolívar, a quien correspondió el honor de sancionar la Constitución de junio 15 de 1812.

JUNTA DIRECTIVA DE LA ACADEMIA

PRESIDENTE: LEÓN TRUJILLO VÉLEZ PRIMER VICEPRESIDENTE: CARLOS GUSTAVO MÉNDEZ RODRÍGUEZ SEGUNDO VICEPRESIDENTE: DARÍO MORÓN DÍAZ TESORERO: JORGE DÁVILA PESTANA DIRECTOR DEL BOLETÍN HISTORIAL: ÁLVARO ANGULO BOSSA BIBLIOTECARIO: RODOLFO NIEVES GÓMEZ SECRETARIO: JORGE PÉREZ VILLA

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ANTECEDENTES HISTÓRICOS DEL ATAQUE DE VERNON A CARTAGENA EN 1741 Por ING. LEÓN TRUJILLO VÉLEZ, MSCE Presidente de la Academia de la Historia de Cartagena de Indias 8 de septiembre de 2011

El siglo XVIII fue el de la restauración política, económica y militar del imperio español. Su motor fue la dinastía Borbón, escogida por el último de los Austrias, Carlos II “El Hechizado”, para su sucesión, de conformidad con la recomendación del cardenal Fernández de Portocarrero, primado de España. La dinastía desarrolla una política “regista” o “regalista”, centralizadora del estado Español en la corona, de baja aceptación de la jerarquía católica, poseedora de un “despotismo ilustrado” de carácter reformista progresista, y fue durante el reinado del primer Borbón cuando se genera lo que sería el intento de toma de Cartagena de Indias por parte de los Ingleses. Al primero de esos reyes Borbones, Felipe V, Duque de Aniou, nieto de Luis XIV, nacido en Francia, le tocó librar la “Guerra de Sucesión”, que duró 12 años, de 1702 a 1713, durante la cual en sucesivas ocasiones, el rey perdió a Madrid y tuvo en riesgo su corona; especialmente entre los años de 1704 y 1706, cuando el rey Pedro II de Portugal se une a la denominada “Alianza de la Haya” y recibe a Carlos de Austria, hijo del emperador en barcos ingleses y lo reconoce como Rey de España. Fue el entusiasmo del rey -de allí su apodo del “Animoso”- y el apoyo de la reina María Gabriela, secundada por su asesora princesa de los Ursinos, María de Tramoille, lo que permitió a Felipe lograr con sus

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aliados, como los duques de Vendome y de Berwick, este último, hijo natural del Rey James Estuardo (de allí su apellido Fitz James Stuart), el triunfo final. Batallas como la de Almanza en 1703 y de BrihuesaVillaviciosa en 1710, permitieron la finalización de la guerra. Mediante la paz de Utrecht, conjunto de tratados firmados en ciudades de los países bajos entre 1713 y 1715, España finaliza la guerra de sucesión con el dominio interno del Rey sobre Cataluña y Aragón con la pérdida de Gibraltar y Menorca en 1704, por triunfo del Almirante Inglés Sir George Rooke, quien había fracasado tácticamente en la batalla de Málaga, cuando al comando de una flota inglesa y holandesa no pudo vencer nítidamente a la francesa, comandada por el Conde de Toulouse. Los protagonistas del ataque a Cartagena de Indias en 1741, Eduardo Vernon y Blas de Lezo, combatieron en dicha batalla. Durante la guerra de sucesión, la influencia francesa sobre España fue notable. Ministros como Orry y Amelot, introdujeron cambios en la hacienda y en la administración pública: centralizaron el poder en el rey y como ilustrados “registas”-regalistas que eran, disminuyeron las autonomías de los viejos reinos, cambiaron la organización del ejercito de los tercios al sistema francés de regentos y por último recomendaron al rey a imponer por decreto real, luego de ser aprobada por el consejo de gobierno, una ley semi- sálica, conocida como “Auto-Acordado”.1 A la muerte de la primera esposa de Felipe V en 1714, el Rey, tras manipulaciones del abate Julio Alberoni, italiano quien entrara a España como capellán del duque de Vandome y la princesa de los Ursinos, contrae matrimonio con Isabel de Farnesio, sobrina del duque de Parma, quien inmediatamente entra a España y se deshace de los Ursinos, poseía voluntad firme, tenacidad implacable, carácter 1 Auto acordado: Ley sálica que restituye el ascenso de una mujer al trono, Semi, porque establece posibilidad a las mujeres si se extinguen las líneas masculinas. R de la Cueva. Historia Total de España, página 536.

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altanero y dominador y cambia radicalmente el rumbo de la política exterior de España, que estaría orientada hacia Italia y a la anulación de algunas cláusulas de los tratados de Utrech y Rastadt, lo que permitiría el rescate de tronos perdidos para los hijos de Felipe e Isabel, los príncipes Carlos y Fernando. El 28 de enero de 1717 se crea el cargo de Intendente general de marina para don José Patiño, quien en su cargo como Intendente General del ejército había ordenado la construcción de Bajeles con su dotación de suministro para el cerco de Barcelona y la reconquista de Mallorca en 1715. Fue el responsable de instalar “La Nueva Planta”2 en Barcelona. En su nuevo cargo obtendría atribuciones para la construcción naval del reino y todo lo referente al abastecimiento y operación de la flota. En adición se le nombró Presidente del tribunal de contratación, es decir, obtuvo la dirección del comercio y navegación del reino. Reorganiza la administración de la América española, a él se debe el restablecimiento en pleno de la armada de Barlovento, la cual fue reforzada por los “Guardacostas de Indias”, para contrarrestar el contrabando permanente de las potencias extranjeras en América. Durante este período se funda en 1717 el virreinato de la Nueva Granada, que sería suspendido en 1723 y reinstaurado en 1739, en plena guerra con los ingleses en el Caribe. Patiño consiguió los recursos para la reforma del ejército, reconstruyó la marina española reglamentando las instituciones de formación naval, la de los Pilotos, la de Guardias Marinas, en 1718, instituyó brigadas de artillería armadas, el Cuerpo de Ingenieros para la limpieza de los puertos y estableció para la flota dividida en 3 grupos, 2 La nueva planta: la reforma en la administración de los españoles, al corte centralista como modelo castellano, implanta una real audiencia, presidida por el Capitán General, que dependían del rey a través del Consejo de Castilla. R de la Cueva. Historia Total de España, página 542. Academia de la Historia de Cartagena de Indias

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los puertos de El Ferrol, Cádiz y Cartagena, lo que permitió en 1732 la toma de Orán, perdida en la Guerra de Sucesión. Fue don José Patiño también quien centraliza el comercio de Indias en Cádiz y crea compañías comerciales como la Guipuzcana entre San Sebastián y Caracas en Venezuela, en 1728, resultado de las políticas planteadas en 1724 por Jerónimo de Uztariz en su popular y respetada obra “Teoría y Práctica de Comercio y Marina”. Personaje de la historia de la marina española ligados a Cartagena de Indias como Jorge y Juan de Ulloa, expedicionarios de 1735 y Joaquín Fidalgo expedicionario de 1790, fueron formados en las instituciones creadas o transformadas por el estadista. Don José Patiño (1666-1736) quien estudiara con los jesuitas once años Filosofía e Historia, fue el inspirador de la “nueva planta” y del “catastro” y es considerado con Benito Jerónimo Feijoo (1676-1764) como los forjadores de la generación ilustrada de España, además, fue el brillante estadista que reafirmó la importancia de América para el Reino. Los tratados de la Paz de Utrecht3 no fueron beneficiosos para España, por cuanto incluían cláusulas como el privilegio del “El Asiento”, que permitía a los ingleses importar esclavos durante treinta años hacia las colonias hispánicas, y el denominado “Navío de Permiso”, concesión que autorizaba a los comerciantes ingleses enviar un barco de 500 toneladas a traficar en todas las colonias españolas. El incumplimiento de las partes con un gran número de pretextos serían los generadores de la guerra entre España e Inglaterra en 1738-1741, conocida también como la “Guerra de la Oreja de Jenkins”, dentro de la cual se efectuaría la humillante derrota del vicealmirante Vernon por parte del Almirante don Blas de Lezo. 3 Tratados de la Paz de Utrecht: conjunto de tratados financiados en las ciudades de Utrecht, Rastadt, Baden y Amberes, en los años de 1713 a 1715, que pusieron fin a la Guerra de Sucesión y a las luchas de Luis XIV: G. Pérez Bustamante, Compendio de Historia de España, Madrid 1952, página 372.

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Tras fracasos diplomáticos y militares, los reyes despiden al abate, entonces cardenal Alberoni, y terminan por aceptar las condiciones de los tratados, lo que se concreta en Cambrai entre 1720 y 1722. En el año 1723, Felipe, en medio de una depresión cíclica, natural en los Borbones de España, firma un acta de abdicación a favor de su hijo don Luis I, que había contraído matrimonio por pacto político con Luisa Isabel de Orleans, hija del regente Francés Felipe y nieta de Luis XIV. Los príncipes casados Luis I, de 16 años y Luisa Isabel, de 14, asumieron la corona española en 1724; la pareja por su inmadurez y por su conducta fueron la burla de Europa. Para fortuna del reino, el rey falleció de viruelas y pulmonía en el buen retiro en Agosto de 1724, lo que daría final al más efímero de los reinados en la historia de España. Con la muerte de Luis I, Isabel de Farnesio retomaría el poder y con la ayuda de un nuevo personaje, Juan Guillermo Ripperda, holandés, que participó en la Guerra de Sucesión contra Felipe V, emprendería una “riesgosa aventura” con el objeto de asegurar para los hijos de la reina Isabel, don Carlos, el ducado de Parma y para Felipe, cualquier otro. América, en definitiva, no es prioridad para el reino. El personaje viaja a Viena a concertar matrimonios entre los hijos de las dos coronas y establece, excediendo sus funciones, acuerdos firmados en Viena en 1725. Sin embargo, las extralimitaciones y dobleces del enviado, terminaron siendo conocidos por el primer ministro del rey francés Luis XV, André Hércule, Cardenal de Fleury (1653-1743) y generan una alianza entre Francia, Inglaterra y Prusia, que se concreta en el tratado de Hannover en 1725 y mantienen las cláusulas de Utrecht. España posteriormente establece en 1727 una corta guerra contra Inglaterra, en su objetivo de rescatar Gibraltar, la cual fracasa y Academia de la Historia de Cartagena de Indias

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se establece la paz en 1728. Por ello, al año siguiente, mediante el tratado de Sevilla, Francia e Inglaterra permiten la ocupación de los ducados italianos por las tropas españolas, que son dirigidas por el mismo infante don Carlos. A la muerte del duque de Parma, Antonio Farnesio, don Carlos se convierte en duque de Parma y Plasencia de 1731-1735 y de allí llegará a rey de Nápoles y Sicilia de 1734-1759. El fracaso de las gestiones y atribuciones de los personajes de aventura, elegidos por Isabel en su persistente propósito de lograr tronos para sus hijos con Felipe V, Alberoni y Rippeda, hace cambiar al rey de proceder y con la aceptación de la misma reina escoge en 1733 como primer secretario del reino, a Don José Patiño quien venía con larga trayectoria de éxitos dentro del gobierno, como Presidente de la Junta de Gobierno de Cataluña,1714-1716, Intendente General de la Marina, 1717, Secretario de Marina de Indias, 1725, de Hacienda, 1726 y de Guerra, 1730. A la muerte en 1733 del Rey de Polonia, el rey Luis XV al ser impedido de la corona de ese reino retoma la alianza con España y firma el primer pacto de familia en Noviembre de ese mismo año. El Duque de Parma, príncipe Carlos de España, frente a 30.000 hombre que manda el Conde de Montemar, invade el reino de Nápoles, triunfa en Sicilia y termina por cederle los ducados de Parma y Plasencia a los austríacos, con la indignación de su madre, para convertirse en Carlos VII, rey de las dos Sicilia. El tratado de Paz se logra en Viena y se firmará con la ausencia del gobierno Español de José Patiño, muerto el 3 de noviembre de 1736. Su madre tendría que esperar como lo hemos dicho anteriormente, otra mejor ocasión que sería la Guerra de Sucesión de Austria y el segundo pacto de familia de 1743, para entregar la corona de los ducados a su hijo Felipe. En el año 1736 es nombrado Secretario de Marina de Indias, don José del Cantillo y Cossio (1693-1743), ilustrado de la escuela de 16

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Patiño, cuyo pensamiento sería publicado en documento denominado “Nuevo Sistema Económico para las Indias”. Campillo, defensor del mercantilismo, consideraba que el sistema de gobierno español “estaba totalmente viciado, pues se habría dado prioridad al gobierno político sobre el gobierno económico y se debía liberar y ensanchar a las colonias para que éstas enriquecidas pudieran enriquecer a su madre”. Sus reformas resultaron débiles y de escasa trascendencia. En el año de 1738, con el pretexto de que el Gobierno Español no compensaba con una suma de dinero suficiente los daños causados por sus guardacostas a los mercantes ingleses que trataban aún en forma clandestina, incumpliendo con los tratados y la cláusula del Navío de Permiso, se desataría la Guerra del Caribe entre Inglaterra y España, la que se extendería hasta 1741. Inglaterra, regida por Jorge II, tenía como primer ministro a Robert Walpole, Conde de Oxford (1676-1745), jefe del partido Whig, quien hacía esfuerzos para mantener la paz en Europa, lo mismo que el primer ministro de Estado de Luis XV de Francia, André Hércule, Cardenal de Fleury; sin embargo, la oposición en el parlamento inglés conformado por la unión de Tories y disidentes Whig, estimulados por el Príncipe de Gales, elector de Hannover, hijo del rey, y liderados por el jefe de la oposición, el gran orador Sir Williams Pulteney, movieron a la opinión pública a favor de la guerra con España por cuanto se afirmaba que el gobierno español no había pagado el 25 de mayo de 1738, la deuda compensatoria que debía pagar de acuerdo con la Convención de El Pardo, a las naves inglesas interceptadas, con el pretexto de que un escuadrón inglés bajo el mando del Almirante Handdock, amenazaba las costas mediterráneas del imperio español. Para estimular la animadversión contra los españoles, llevaron al Comité de la Cámara de Representantes a cierto Capitán Jenkins, a quien en 1731, cuando transitaba en su navío “Rebeca”, fue interceptado por un guardacostas español al mando del Capitán Academia de la Historia de Cartagena de Indias

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Juan León Fandiño, y despojado de su carga que iba de Jamaica a Inglaterra, y como castigo le cortaron la oreja derecha, que mostraron en el parlamento, afirmando que el capitán de Guardacostas había dicho: “ve y dile a tu rey que le haré lo mismo, si a lo mismo se atreve.” En el Consejo de Gobierno Inglés del 15 de junio de 1738 se toma la decisión de tomar represalias en contra de las posiciones españolas en Suramérica, consideradas las más vulnerables. Se entregan instrucciones al Comodoro Charles Brown para que tome “medidas agresivas” en contra de los buques españoles en el mar Caribe. En julio se convoca a reunión en el almirantazgo para estudiar las acciones pertinentes contra España. Allí fue invitado el Capitán Eduard Vernon, perteneciente a una vieja familia de origen normando; decían que habían llegado a Inglaterra en 1066, que desde 1722 pertenecía a la Cámara de los Comunes por el partido Whigs, que estaba inactivo desde 1728 y había sobresalido en los debates del parlamento inglés en 1738 en contra de los acuerdos de España, y en contra de la política de paz del Ministro R. Walpole, había constituido un grupo de su partido que se autodenominaron “patriotas” y luego “intereses del país”. En la reunión en el Almirantazgo, el Capitán Vernon sostiene su argumento de que “con sólo 6 barcos se tomaba a “Puerto Bello” y que, “también se podía tomar a Cartagena de Indias” concluyendo que: “tomada Portobello y Cartagena de Indias, todo estará perdido para España en América.” La argumentación del capitán Vernon fue acogida y, para sorpresa suya, es llamado al Whitehall; sin haber obtenido los tres grados anteriores de Contralmirante, fue nombrado Vicealmirante, Comandante y Jefe del Escuadrón Azul. La Marina Real Inglesa estaba dividida entonces en tres escuadrones: el blanco, principal y de combate, comandado únicamente por Almirantes, Vicealmirantes 18

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y Contralmirantes; la azul, de reserva naval y por último la roja, que congregaba a los navíos no pertenecientes a la Armada Naval. Su nombramiento fue aprobado por el Comandante y jefe de la Marina, Almirante Sir John Norris y el primer Lord del Almirantazgo Charles Wagner. El Vicealmirante Vernon recibe el 16 de junio de 1739 las instrucciones de “acometer todo tipo de hostilidades en contra de los españoles que se consideren apropiadas”. En efecto, el 5 de noviembre de 1739, menos de un mes después de que Inglaterra le declarara la guerra a España el 19 de octubre y aun cuando las instrucciones no fueron específicas, se tomó a Portobello el 22 de noviembre de 1739 con seis barcos, como lo había predicho en donde encontró pobre resistencia. Esta toma fue magnificada con gran fervor patriótico en Inglaterra por la corona, el parlamento y el pueblo. El Gobernador de Portobello, Javier Martínez de las Vega y Retes en forma negligente, no había dispuesto de las defensas y pertrechos necesarios para defender el puerto. Del Gobernador, había comentado el Marqués de Villagracia, Virrey del Perú: “supremamente incalificado para ocupar el cargo, de escaso talante y de cobarde disposición.” En 1739 se restablece el Virreinato de nueva Granada, y es nombrado para el cargo el Militar Sebastián de Eslava, quien el 13 de diciembre de ese año se reúne con los marinos españoles, Blas de Lezo y Rodrigo Torres y el francés Marqués de Antin, para decidir la localización de la escuadra española y francesa, dándose prioridad al puerto de Santa Marta. En febrero 25 de 1740 el Vicealmirante Vernon, con una escuadra de 7 barcos parte de Port Royal, Jamaica, hacia Cartagena de Indias con el objetivo de reconocer al puerto y sus cercanías, para efectos de diseñar operaciones futuras de asedio y toma. La flota inglesa llega a Cartagena el 2 de marzo y baja anclas en frente de la “playa grande”, Academia de la Historia de Cartagena de Indias

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al sur de la ciudad. En ese momento el escuadrón español dentro de la bahía era superior, consistía de 5 barcos de líneas y 5 galeones. El veterano comandante marino español don Blas de Lezo, permaneció inactivo en el mar cuando Vernon bombardeó la ciudad el 6 de marzo. La artillería local respondió desde las fortificaciones causando muy pocas bajas en la flota inglesa y recibiendo unas menores, en la catedral y el colegio de los jesuitas, hoy Museo Naval del Caribe. Vernon pretendía intimidar a Blas de Lezo y aterrorizar a la población. Cuando quiso devolver algunos prisioneros españoles tomados en Portobello, el Almirante español le escribió, insinuándole que, “su clemencia no era producto sino del miedo y lo llamó cobarde por haber desmantelado a Puertobello y no haber tenido el coraje de retenerlo.” El 10 de marzo de 1740 el Vicealmirante Vernon levanta anclas para tomarse la debilísima población de Chagres en Panamá y de allí iría a Jamaica desde donde en compañía del Contralmirante Sir Chaloner Ogle y el Brigadier General Thomas Wentworth zarparían para tomarse a Cartagena, según se acordara en consejo de guerra de febrero 10 de 1741. Pero como ya es parte de la historia, la misión terminó en fracaso.

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UNA MIRADA CRÍTICA A LA HISTORIA DE NUESTRA PRIMERA INDEPENEDENCIA DE UN LIBRO DEL ESCRITOR E HISTORIADOR MANUEL DOMINGO ROJAS Por MANUEL DOMINGO ROJAS SALGADO Cartagena de Indias celebra el bicentenario de su Independencia absoluta de España. En efecto, el 11 de noviembre de 2011, se cumplen 200 años de la declaración de independencia absoluta de la Provincia de Cartagena. Esta celebración es ocasión propicia para, a doscientos años de distancia, hacer reflexiones y análisis desapasionados y objetivos sobre el proceso histórico que culminó en esa declaración de independencia absoluta y destacar algunos aspectos que de un tiempo a esta parte han sido revaluados por los nuevos historiadores, especialmente a partir de fines de la década de los ochenta del siglo pasado. Este trabajo busca analizar en el proceso independentista, los aspectos de las relaciones y tensiones de Cartagena de Indias, como capital de la Provincia de Cartagena con sus territorios interiores, y, especialmente, con Santa Cruz de Mompox como segunda ciudad de esa provincia; los alcances de la declaración de la independencia de esta última el 6 de agosto de 1810, y la participación de las clases populares y de algunos líderes como Pedro Romero y los hermanos Piñeres, especialmente Gabriel, en los acontecimientos que culminaron en la declaración de independencia absoluta de la Provincia de Cartagena el 11 de noviembre de 1811. Concretamente, se trata de revisar algunas tesis de la historiografía tradicional para, con fundamento en los enfoques de nuevos historiadores del país y del exterior:

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-Hacer énfasis en que en el proceso de la Independencia que terminó en el primer experimento de autogobierno en la Nueva Granada (1810-1815), se dieron tensiones no sólo entre Cartagena y Santafé, sino entre Cartagena como capital de la Provincia de Cartagena y sus territorios interiores, especialmente con Mompox como segunda ciudad de la Provincia, por los diferentes talantes e idiosincrasia de sus pobladores y de sus élites dominantes, que se tradujeron en diferentes maneras de concebir la independencia frente a la Corona española y la participación en ella de los sectores populares; y en enfrentamientos no sólo en lo político, sino en lo económico y aún en lo religioso, aspecto este último que no desarrollaremos ahora por razones de tiempo y espacio, pero del cual esperamos ocuparnos en ampliación del presente trabajo. -Destacar la rectificación histórica del pretendido desconocimiento de que el 6 de agosto de 1810, Mompox proclamó su independencia absoluta de España. Tratar de reducir la independencia momposina a su separación de Cartagena de Indias, como lo hizo la historiografía tradicional, y aún lo sostienen excepcionalmente algunos historiadores, no solo es incompatible con los antecedentes de las dos ciudades y de sus élites gobernantes sino también con innumerables documentos y testimonios históricos que sustentan la declaración de independencia absoluta del reino de España que proclamó Mompox el 6 de agosto de 1810. El argumento del extravío del acta de independencia, a los ojos de la nueva historia, no tiene validez alguna, pues, del análisis de todo el contexto de la época, tenemos que concluir que esa declaración no podía ser distinta a la de “INDEPENDENCIA ABSOLUTA DE ESPAÑA I DE CUALQUIER OTRA NACIÓN EXTRANJERA”, como expresamente lo consagraron los momposinos y que Mompox fue la primera ciudad de Hispanoamérica en declarar la independencia absoluta de España, como hoy lo sostienen historiadores a nivel no sólo nacional, sino internacional. -Resaltar la corrección que los nuevos historiadores han hecho del desconocimiento sistemático de la historiografía tradicional sobre 24

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la participación de las masas populares, compuesta por pardos, mulatos, zambos y negros en los diferentes episodios del proceso independentista para destacar el papel cumplido por algunos líderes populares, como es el caso del artesano pardo de Getsemaní, Pedro Romero Porras, y de algunos venidos de la provincia como Gabriel Piñeres, parte del patriciado de Mompox, e Ignacio Muñoz Jaraba, “El Tuerto Muñoz”, integrante de una clase profesional de Corozal, cuyas calidades de auténticos líderes populares ha pretendido ser desvirtuada calificándoles de demagogos y bribones. De la misma manera, destacar que cuando la historiografía tradicional ha reconocido la presencia popular, le niega conciencia de los verdaderos alcances del movimiento revolucionario para sentar la falsa tesis de que los sectores populares sólo fueron instrumentos ciegos del patriciado criollo. - Rescatar para la costa Caribe su papel de cuna de nuestra independencia y para Cartagena, con sus territorios interiores, el papel pionero cumplido en el proceso independentista. Si comparamos la visión histórica que se tenía cuando la celebración del primer centenario de la independencia con la que hoy se tiene, tenemos que concluir que son dos visiones completamente distintas. La visión centralista, elitista y excluyente que imperó por mucho tiempo, ha sido remplazada por una visión que reconoce la diversidad regional con sus respectivas características y la participación decisiva de unos sectores sociales y raciales hasta hace poco invisibilizados en el proceso independentista. Si bien el autor de este trabajo es sólo un aficionado a los temas históricos en cuanto no es historiador profesional, ha creído conveniente aventurarse en este análisis, dirigido más al ciudadano común, para que se haga conciencia de que muchos conceptos y enfoques de la historiografía tradicional han sido rectificados y corregidos en épocas recientes por historiadores tanto en Colombia como fuera de ella. Academia de la Historia de Cartagena de Indias

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Si se logra una exposición didáctica y sencilla de la nueva valoración histórica que hoy prevalece, se habrá alcanzado el fin buscado, porque es frecuente escuchar voces que reclaman una revisión histórica que en mucho ya se ha cumplido. El Bicentenario de la Independencia absoluta de Cartagena, constituye escenario propicio para balances y debates que nos permitan comprender y hacer comprender mejor nuestra historia común como aporte a la construcción de nación. Para el análisis que a continuación se hace, se han aplicado dos criterios fundamentales: primero, que para su mejor comprensión, el proceso de nuestra independencia en la época colonial, tanto a nivel local como continental, hay que enmarcarlo en el contexto internacional de esos tiempos; y, segundo, que en contraste con esa mirada global, para una mejor comprensión de ese proceso histórico, hay que tener en cuenta no sólo las particularidades sino las contradicciones regionales y locales. La parroquia y el Cosmos, lo local y lo global complementándose, como lo concibió Tolstoi (“Conoce tu aldea y conocerás el mundo”) y como hoy se entiende con el concepto de lo “Glocal”, por lo que el proceso revolucionario neogranadino es la sumatoria de unos procesos locales que se cumplieron con sus propias especificidades y con su particular visión de los acontecimientos europeos de la época y, particularmente, de la crisis de la monarquía española.

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CONFERENCIA PRONUNCIADA EN LA ACADEMIA DE LA HISTORIA DE CARTAGENA DE INDIAS LA CARRETERA DE LA CORDIALIDAD, UN SAFARI DE HACE 100 AÑOS Por RAÚL PORTO CABRALES La historia de la vieja carretera que une a Cartagena con Barranquilla, conocida con el nombre de la Cordialidad, es remota, interesante y atractiva. En algún tiempo fue reconocida –por tener características de una autopista– como “la mejor carretera del país”, con sus prolongadas rectas que se perdían en el horizonte y las peligrosas curvas que cobraron más de una víctima fatal, por aquellos accidentes que ocurrían por el exceso de velocidad. El viaje se realizaba como máximo en dos horas. En el tiempo en que era abandonada y el mantenimiento brillaba por su ausencia, abundaban los huecos y los inacabables trayectos destapados. Su tránsito se convertía entonces en fatigante y molesto, casi que eterno, el viaje era un suplicio de seis y más horas. ¿PERO CÓMO SE ABRIÓ LA RUTA? La comunicación entre Cartagena y Barranquilla se dio desde tiempos coloniales, utilizando inicialmente el llamado Camino Real o Recua de Mulas que fue una trocha abierta desde la Heroica siguiendo el sentido noreste hacia el río Magdalena al sitio de la Barranca de Malambo, a 30 leguas de Cartagena. La recua estaba compuesta entre 25 a 40 mulas. Desde ahí las mercancías y personas tomaban la vía fluvial ya hacia el norte si se trasladaban a las barrancas de San Nicolás, o al sur si se dirigían a algún punto de la nación por medio de canoas con remeros indígenas, los primeros bogas.

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A principios de 1800, desde la hacienda San Nicolás partían 3 caminos reales, uno a Sabanilla, otro a Malambo y un tercero a Galapa (Encomienda del portugués Pedro Barros, compañero de Pedro De Heredia cuando la conquista de “Tierra adentro”) y Baranoa. Ya el primero estaba en la historia, porque en sus costas estuvo una avanzada del almirante inglés Edward Vernon cuando la invasión de 1741 a Cartagena. Luego en octubre de 1811, Sabanilla se habilita como puerto para exportar “labores y crías” de los agricultores de la región. Intentar el tránsito por vía marítima desde Cartagena y afrontar el ingreso por las Bocas de Ceniza era temerario y peligroso. Desde 1820 fue habilitado el puerto de Sabanilla por el gobernador de la Provincia de Cartagena –el venezolano Pedro Gual– debido a que Cartagena seguía en manos de los españoles, y de ahí por caños, como el de la Piña y de la Culebra, se lograba llegar al Magdalena en bongos, y en partes usando carros de mula que los había por montones y que prestaban oportunos y rápidos servicios por las trochas de difícil mantenimiento. Tanto los caños que se secaban en verano, como los caminos que eran intransitables en invierno, se convirtieron en el primer escollo a superar para lograr la primacía portuaria. El 16 octubre de 1840 ocurre un hecho trascendental, cuando los cantones de Barlovento, creados en 1833, se rebelaron contra Cartagena, constituyendo el Estado Federal del mismo nombre con capital en Barranquilla y sus habitantes piden la habilitación de Sabanilla para el comercio exterior. Luego, el 24 de febrero de 1849 el general Tomás Cipriano De Mosquera designa a ese puerto para la importación. Un año antes ya se había firmado el contrato para construir la primera Aduana en el sitio antiguo de la Loma de San Antonio, fuerte español de Santa Bárbara, la cual funcionó hasta 1876 cuando fue trasladada a la ciudad. En el momento que la República se llamaba Estados Unidos de Colombia, el Congreso dictó la Ley de 28 de mayo de 1864, en 28

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la que autorizaba al Ejecutivo realizar un plan de obras públicas, contemplando “la apertura de un camino de ruedas, de cualquier sistema que sea, entre la bahía de Cartagena y el río Magdalena…” Además, desde el 1º de enero de 1871 empezó a funcionar el ferrocarril de Puerto Salgar a Barranquilla –llamado Ferrocarril de Bolívar– autorizado por ley del 4 de mayo de 1865 por la Convención Constituyente del Estado de Bolívar que mandaba la “construcción de un camino de carriles de hierro servido por máquinas de vapor, para comunicar a Barranquilla con el puerto de Sabanilla”, realizado por los contratistas Ramón Jimeno y Ramón Santodomingo Vila y manejado por la empresa alemana de los señores Julio Hoenisbergh y Martin Wessel, inaugurado el 31 de diciembre de 1870. El nombre de Puerto Salgar fue en homenaje al presidente Eustorgio Salgar y remplazó el de Sabanilla. Este sistema de transporte va definitivamente a consolidar a Barranquilla como ciudad comercial. Pero el 21 de mayo de 1876 se marca un gran hito en la comunicación entre Cartagena y Barranquilla, cuando comienza a funcionar el sistema de envío de mensajes por telégrafo por primera vez. Más tarde, en 1879, el ferrocarril se prolongó hasta Puerto Belillo, sitio que se va a llamar Puerto Colombia, donde podían atracar vapores de alto bordo. Con la inauguración del muelle de Puerto Colombia el 15 de junio de 1893 en la bahía de Cupino –iniciado en 1888– la comunicación marina mejoró totalmente y el intercambio entre las dos ciudades se dio más a menudo. Eso además coincide con la puesta en funcionamiento del ferrocarril Cartagena – Calamar el 1º de agosto de 1894 –contratado en noviembre de 1889 con Sam McConnico– lo que hace que para aquellos que le temían a la navegación por mar abierto escojan la nueva fórmula. Cinco horas en el tren de los miércoles que partía a las 10.30 a.m. y llegaba a Calamar –el puerto situado a un lado del Canal del Dique–, la vía fluvial abierta por Pedro Zapata De Mendoza en 1650, en el mismo lugar en donde estuvo la Hacienda Malambitos cuando el progresista Academia de la Historia de Cartagena de Indias

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gobernador español la empató con el torrentoso Magdalena– a las 3.30 p.m., para tomar el vapor expreso a prima noche para llegar a Barranquilla el jueves en la mañana, en un desplazamiento rápido ayudado por la corriente del río. Esos vapores eran Adelaida, San Jorge y Santander, que cada dos días (lunes, miércoles y viernes) hacían el recorrido entre la Heroica y la Arenosa. La agencia Pineda López & Co. señalaba que era “un viaje rápido, económico, sin molestias de mareos, ni tropiezos aduaneros”. Al descender del vapor, los pasajeros eran llevados al hotel por el tranvía de mulas, medio de comunicación que abarcaba todo el, perímetro urbano de la “Arenosa” desde el 26 de abril de 1890. En él, los cansados viajeros se acomodaban en el coche llamado “Imperial”. SURGE LA IDEA La llegada del automóvil y su evolución inició la era de las carreteras y con ello el mejoramiento de los caminos existentes para adecuarlos a los nuevos vehículos. Aquel romántico trasegar por el camino de hierro y luego por agua, se va a ver amenazado por una idea que nace en el cerebro de un inquieto joven cartagenero –domiciliado en la Arenosa– con alma de explorador, llamado Agustín Núñez Zubiría, quien le propone a su círculo de amigos llegar a Cartagena por tierra, partiendo desde Barranquilla, un día cualquiera del mes de junio de 1912. A Núñez se le ocurre esa idea, debido a que meses antes, los hermanos Alberto y Ramón Urueta Méndez habían organizado una excursión a Puerto Colombia conduciendo sus vehículos a través de caminos y vericuetos, por el camino de Galapa, durante seis horas. En ese viaje, Núñez y sus amigos acompañaron a los avezados conductores. La aventura sería utilizando como medio de locomoción sus propios automóviles de diferentes marcas. Todos ellos fueron convencidos por Núñez, dejándose llevar del entusiasmo que éste le imprimía al descabellado proyecto. Así, en un momento dado, se comprometieron 30

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con él Arturo De Castro Palacio –el primer chofer de Barranquilla quien desde 1905 condujo el primer vehículo, de marca REO, traído por su padre el General Diego De Castro–, Manuel Armella, Andrés Obregón, Juan y Carlos Ujueta, Julio Noguera y José Martínez, para realizar ese cruce por tierras desconocidas impulsados por la curiosidad y el entusiasmo. En aquel tiempo, en Barranquilla ya existían 20 modelos importados por distinguidos y acaudalados caballeros de la ciudad. Los jóvenes aventureros no lo pensaron más y a los pocos días comenzaron a acondicionar dos vehículos REO de los llamados convertibles, escogidos como los más fuertes –de propiedad de Carlos Ujueta y José Martínez– despojándolos de elementos que se pudieran convertir en estorbos para la travesía, como lujos, guardafangos y capotas, sabedores de las dificultades que se podrían presentar en el trayecto, además del aprovisionamiento de alimentos, agua, medicinas y herramientas necesarias y útiles para una empresa como la que estaban a punto de emprender. SE INICIA EL SAFARI El martes 16 de julio del año antes citado, los ocho intrépidos barranquilleros se levantan más temprano que nunca y se encuentran en el lugar asignado para iniciar su odisea, la plaza de San Nicolás, escogido como punto de partida y con destino a Cartagena. Tienen pinta de exploradores, cascos y ropa cerrada. Muchas personas –entre amigos, parientes y curiosos– se dan cita para despedir a estos locos, pertenecientes a familias pudientes y acomodadas de Barranquilla, quienes al decir de los presentes no tienen por qué salir a arriesgar sus vidas por un camino desconocido, amén de su inexperiencia en estas lides. Terquedad y extravagancia mayor no se habían visto jamás. Qué necesidad tenían de realizar semejante locura. ¡Cuidado con las culebras y los tigres!... Les advertían sus familiares. Pero nada los hace echar atrás, eso está decidido y así se hará, como se ha planeado. Van dispuestos a romper todos los “records”. Academia de la Historia de Cartagena de Indias

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Son las seis de la mañana. Así lo indica el número igual de campanadas que se escuchan cuando el viejo reloj público instalado el 19 de diciembre de 1876 en una de las torres de la iglesia de San Nicolás, marca aquella hora. Rugen los motores de los vehículos –situados al frente del templo en el mismo lugar en donde se enfrentaron el 11 de febrero de 1885 las fuerzas revolucionarias comandadas por el general Ricardo Gaitán Obeso y las del gobierno al mando del general Vicente Carlos Urueta, llamado Calle Ancha desde el año siguiente–, señal de que la partida se aproxima, se tiran voladores, suenan sus cornetas como signo de despedida, los aplausos y los adioses de la multitud se confunden mientras que aquellos se pierden en la primera curva, conducidos por sus propietarios, dejando una nube de polvo como recuerdo de su paso. Van hacia el oeste –monte adentro– tomando el viejo camino real hacia Galapa (hoy calle 38), a buscar en primer término las denominadas “Ceibas de Rondón” desde donde se podía observar en las tardes dominicales el paisaje inolvidable de los atardeceres, y luego andando las explanadas del departamento del Atlántico, a vadear los innumerables arroyos que se van a encontrar en el trayecto, a superar las diversas elevaciones del territorio bolivarense y a pasar por algunas rancherías perdidas en el mapa, cuyos habitantes, al ver pasar a los vehículos, se escondían del miedo que les causaba, al confundirlos por monstruos peligrosos. Provistos de picas, hachas, machetes y palas, y con la ayuda de algunos voluntarios que iban encontrando esporádicamente por el camino, fueron poco a poco metiéndose por aquella zona hasta ahora desconocida, perdidos en la manigua sin comunicación alguna con el exterior. Con esas herramientas se tumbaban árboles centenarios, se quitaba la maleza de quién sabe cuántos siglos de existencia, se removían piedras que se interponían, se rellenaban zanjas y baches, se pasaba por el lecho de arroyos secos, hasta construir puentes por donde pudieran pasar los vehículos. La llegada del crepúsculo era el indicador para detenerse y acampar, luego de encender una fogata para romper las tinieblas de la noche que 32

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llegaba y alejar así a los posibles animales salvajes que merodeaban por el sector. Con las primeras luces de la mañana empezaba la siguiente faena de 12 horas en promedio. Hicieron de zapadores para arreglar los pasos de difícil acceso y así poco a poco la trocha se iba abriendo. La atrevida empresa iba dando resultados; las peripecias sin número y los riesgos que se corrían por parte de estos intrépidos deportistas, quedarían como historias del futuro para contarlos a sus hijos y nietos. El avance era lento y difícil, pero seguro. Nadie daba muestras de debilidad, como tampoco se escuchaba la palabra regresemos. Lianas, bejucos, espinas, avispas, serpientes y toda clase de bichos se cruzaban por el sendero. Ya estaban metidos en el lío y la idea era seguir hacia adelante. Atrás quedaba el camino ancho, despejado, aquel mismo que años después serviría para trazar la primera carretera. En el primer intento quedó abierto, algo para la historia. CUATRO DÍAS DE VIAJE Los ocho intrépidos barranquilleros se gastaron cuatro días con sus noches en la travesía, a ratos caminando y a ratos a bordo de los dos vehículos, para llegar a la meta escogida: Cartagena de Indias, cumpliendo una labor titánica, agotadora y fructífera. Los odómetros marcaron 110 leguas recorridas. El entusiasmo siempre se mantuvo vivo entre ellos, sólo por saber que eran los primeros en realizar esa hazaña. Fue todo un acontecimiento la llegada de las dos máquinas, si se tiene en cuenta que en aquel momento existían tres en la ciudad. Se reconoció que esta expedición automovilística había sido una de las más arrojadas y sensacionales que se hayan ejecutado en América. Los primeros que con las ruedas de sus autos hayan marcado la senda del progreso, que debe unir en forma de carretera a las dos ciudades hermanas. Declararon que en general el camino transitado era plano y las mayores dificultades presentadas fueron los pantanos, los barrizales y la carencia de puentes. De testigo quedó el cuaderno en donde se hizo el recuento de la odisea. Una hazaña nunca antes intentada en Colombia. Ni las culebras ni los tigres pudieron con estos audaces. Academia de la Historia de Cartagena de Indias

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La población de la ciudad –que estaba avisada del asunto– sin distingos de color, sexo, edad, condición social y religiosa, los recibió como auténticos héroes a su llegada el sábado 20 de julio en la plaza de la Aduana, los colmaron de saludos y besos, se celebraron fiestas pomposas y se realizaron paseos en su honor. A su recibimiento –en el sector de Alcibia– fueron los tres vehículos que en aquel entonces rodaban en la ciudad, a bordo de los cuales iba la comitiva integrada por Arturo y José Martínez, Antonio Jaspe, Carlos y Marceliano Vélez, Domingo Díaz Granados, Juan De Sanctis, Manuel Araújo Jiménez, Emilio Núñez, Carlos Torres y Felipe Escalante’. En el instante en que entraban triunfantes, se celebraba en la Catedral un Te Deum por la fecha histórica de la independencia nacional. Los dos periódicos de la época dieron cuenta en detalle de esta aventura. El mismo día de la llegada lo hizo el vespertino La Época, constituyéndose en la “chiva” de la fecha. Al día siguiente lo hizo el matutino El Porvenir, decano en aquel entonces de la prensa nacional. Fueron guiados al novísimo Club la Popa y luego al Club Cartagena –únicos centros sociales de la urbe en aquellos tiempos– en donde se les brindó la cordial bienvenida por parte de sus directivos y del gobernador Juan Antonio Gómez Recuero quien señaló “que el camino abierto marca la civilización y eso significa una obra de progreso”. Luego hasta los lustrabotas del Portal de los Dulces les rindieron homenajes sin descanso a estos “ingenieros de carreteras” como se les denominó. Las muestras de simpatía de los últimos llegaron hasta el punto que les embolaron gratuitamente los enfangados y sucios zapatos blancos que hacían parte de su vestimenta. Los excursionistas se hospedaron en la casa del matrimonio de Manuel Núñez Ripoll –último presidente radical del Estado Soberano de Bolívar– y Victoria Zubiría de Núñez, padres del artífice de la idea, Agustín Núñez Zubiría, quienes abrieron su inmensa y señorial mansión ubicada en la esquina que hacen las calles de la Iglesia y Mantilla –donde hoy se encuentra funcionando la Librería Ábaco– 34

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a esos emprendedores y temerarios jóvenes, mientras los vehículos fueron guardados, lavados y arreglados para el regreso, en el amplio patio de la casa. En ese entonces la oferta hotelera de la ciudad no era muy boyante, ya que sólo existían los hoteles Americano, Walters, Magdalena, Santander y Jiménez. Además, Cartagena sufría con la carencia del servicio de correo urbano por no existir nomenclatura, ateniéndose al sistema de los recados, manejados por la Agencia Postal y con el cual todo el mundo se enteraba de lo que alguien quería comunicarle a otro. En el momento en que arribaron los excursionistas, Cartagena se debatía en una crisis de servicios, por la carencia de agua debido a la escasez del líquido en el acueducto de Matute a causa del terrible verano de los dos últimos años y la suspensión de la energía eléctrica por la instalación de las nuevas chimeneas en la planta eléctrica. También estaba azotada por las epidemias de viruela y cólera que cobraban sus víctimas entre la población infantil, además de existir la amenaza de la fiebre bubónica. El cuadro lo completaba la presencia de un grupo de gitanos harapientos que se dedicaban a las raterías, sin que las autoridades pudieran dominarlos. ¿CÓMO FUE EL RECORRIDO? 16 de febrero - 17 de febrero - 18 de febrero - 19 de febrero - 20 de febrero -

Salida de Barranquilla – 6 a.m. Llegada a Colombia - 6 p.m. Salida de Colombia - 6 a.m. Llegada a Luruaco - 7 p.m. Salida de Luruaco - 7 a.m. Llegada a Santa Catalina - 6.30 p.m. Salida de Santa Catalina - 7 a.m. Llegada a Bayunca - 7 p.m. Salida de Bayunca - 6 a.m. Llegada a Cartagena - 10.30 a.m.

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Después de salir de Barranquilla pasaron por las poblaciones de Galapa, Baranoa, Sabanalarga, Colombia, Arroyo de Piedras, Luruaco, Santa Catalina, Bayunca y Caimán (caserío que luego fue absorbido por el barrio Olaya Herrera). Esas huellas dejadas por esos ocho valerosos jóvenes barranquilleros, en ese camino abierto a punta de hacha y machete, fue apenas el comienzo de un desarrollo y un progreso que empezó a desbordarse como un torrente impetuoso, por toda esa geografía descubierta y abierta. Desde entonces empezó a hablarse de la carretera Cartagena – Barranquilla, señalando una de las propuestas que pasara en su recorrido por las poblaciones de Santa Rosa, Villanueva, Repelón, Arroyo de Piedra, Molinero, Isabel López y Usiacurí, sacándole el cuerpo a la laguna del Luruaco. Pero desde Barranquilla, se proponía que el trayecto tomara por Sabanalarga, Santa Catalina, Bayunca, Doña Manuela y Cartagena. Hacer este último era más corto y costaría cinco mil dólares.

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LOS PRIMEROS DIPLOMÁTICOS DEL ESTADO DE CARTAGENA DE INDIAS (1811-1815) Por JORGE PALLARES BOSSA Cartagena de Indias no vivía al momento de la independencia sus mejores años. La situación económica de la ciudad, que un par de décadas atrás era floreciente, atravesaba en 1811 un período difícil con el decrecimiento del situado fiscal y el recorte de los recursos financieros, provenientes de España, que se destinaban a las obras de defensa de la plaza. Pero, además, la ciudad acrecentaba su rivalidad con Santafé, que por ser la capital del Virreinato le generaba problemas administrativos, porque a la par que el puerto incrementaba su comercio, Santafé no había podido materializar el Consulado de Comercio a que aspiraba y que a Cartagena, la Corona le había reconocido. A Cartagena de Indias, la Independencia la tomó como a tantas otras ciudades importantes de Hispanoamérica, con escasa preparación política e institucional, por más de que sus élites estuvieren imbuídas del espíritu de la Ilustración y reclamaran mayor autonomía para sus respectivas regiones. De cierta forma, era la respuesta adecuada a un régimen como el de Carlos IV, manejado por el favorito Godoy, que hacía de España un rey de burlas y por tanto, vulnerable a la hegemonía napoleónica, entonces, el eje central de la política europea. En tales circunstancias, la invasión de los soldados franceses a la Península y el acceso al trono español de José Bonaparte, después de la abdicación del monarca y príncipe en Bayona, no entrañaba nada distinto a la culminación de un proceso que el emperador aspiraba a continuar en las colonias de ultramar. Frente a semejante escenario, cabía esperar que sobreviniera un periodo caracterizado por la indisciplina ciudadana y las vacilaciones de la dirigencia criolla, en la que Cartagena no fue, por supuesto,

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la excepción, donde los reclamos y las acusaciones de desgobierno abundaban, afectando especialmente a las ciudades capitales que veían cómo las urbes de cierta importancia, que dependían de ellas, se declararon en rebeldía frente a aquellas. El caso de Mompox, de junio de 1810, que declaró la independencia absoluta de España, es bien representativo de lo que estaba ocurriendo en otras latitudes hemisféricas. El “juntismo”, un fenómeno que proliferaba desde el Rio de La Plata hasta Nueva España, se convertía así en el hecho político tan destacado como recurrente, porque denotaba muy bien el desconcierto de la dirigencia frente al dilema de reconocer a qué autoridad peninsular atendían o a negar definitivamente la relación de obediencia con la Corona. Con una dirigencia polarizada en torno a esas dos tendencias –piñerista y toledista–, Cartagena se aprestaba después de la Declaración de la Independencia de 11 de Noviembre de 1811, a mantener una relación muy débil con otras provincias de la Nueva Granada, cuya forma estatal no estaba definida o se obligaba a defender el “status” de Estado soberano que la convertía en sujeto de derecho internacional. Y para ello, debió comenzar por elaborar una Constitución del Estado, que finalmente se expidió el 21 de junio de 1812 y simultáneamente declarar la guerra a las ciudades que se rebelaban contra su autoridad o que fuera de su jurisdicción comprometieran su nueva condición, como ocurrió con Mompox o Santa Marta. Para todo ello, se necesitaba el dinero que escaseaba y que la guerra demandaba y en esa medida, era imprescindible el inicio de una intensa actividad diplomática que hasta ese momento nunca había desarrollado, por lo que debió echar mano de individuos de otras nacionalidades. Surge así para Cartagena de Indias, un auténtico “derecho de legación activo”, que recae sobre una nueva clase de dirigentes cuya función es inseparable de la soberanía del Estado representado y a los que se acreditaba para suscribir instrumentos internacionales conjuntos con otros países y para firmar tratados, si fuere necesario. Nacen así los primeros diplomáticos del Estado de 38

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Cartagena de Indias. En cumplimiento de ese propósito, el Presidente Manuel Rodríguez Torices no vaciló en designar muy rápidamente a los agentes diplomáticos que deberían acometer la tarea de conseguir el apoyo financiero de los países poderosos y la solidaridad de los Estados vecinos. El primero de los diplomáticos de Cartagena es José Ignacio Cavero, un mexicano afincado en la ciudad que fungía como Canciller del Estado y quien gozaba de toda la confianza de Rodríguez Torices. Cavero se desplazó a Jamaica, una vez aprobada la Carta Fundamental en 1812, se dice que en una misión secreta, en la que pudo movilizarse hasta Haití o Yucatán, en México. El mismo Cavero retornaría después a Jamaica en octubre del mismo año con un objetivo muy concreto: entrevistarse con el Duque de Manchester, gobernador de la isla, con la intención de conseguir la autorización para la construcción de una flotilla de buques, que debían ser pagados con las menguadas fortunas de los cartageneros, y sirviera para proteger a la ciudad de una eventual represalia española. A dicha misión diplomática, lo acompañaron el Senador por Cartagena, Henrique Rodríguez y los ciudadanos Narciso De Francisco Martín y Maxwell Hyslop, súbdito inglés residente en Cartagena4. El segundo de los agentes diplomáticos que el Estado de Cartagena de Indias utilizó en su corto periodo de vida jurídica, fue Manuel Palacio Fajardo, un intelectual venezolano, seguidor del ideario del precursor Francisco de Miranda, al que acompañó hasta su capitulación frente a Monteverde, en julio de 1812 en Venezuela. Fue en ese momento cuando consiguió escapar a la Nueva Granada y dirigirse a Cartagena donde bien pronto entró en contacto con las autoridades de la ciudad encabezadas por Rodríguez Torices, quien lo acreditó como su representante ante los gobiernos de los Estados Unidos y Francia, una vez confirmados sus vastos conocimientos de los idiomas inglés y francés. En cumplimiento de la misión, Palacio 4 MUÑOZ ATUESTA, Francisco. Cartagena de Indias; compilación histórica. P. 198 - 199. Academia de la Historia de Cartagena de Indias

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Fajardo llega a Washington en diciembre de 1812 e inmediatamente entra en contacto con el presidente norteamericano James Madison y con su Secretario de Estado James Monroe, a quienes expuso en detalle la situación que se vivía en Venezuela y la Nueva Granada. Sin embargo, después de una serie de entrevistas y frente a la situación de guerra que se vivía con Inglaterra y que obligó a Madison a huir de la Casa Blanca, los Estados Unidos decidieron que si bien apoyaban la causa patriota, no podían acompañarlos en la medida en que tenían compromisos con España que implicaban la negociación de algunos territorios en beneficio de la Unión Americana. En tales condiciones, al joven diplomático Palacio Fajardo no le quedó otro camino que dirigirse a París adonde llegó el 13 de marzo de 1813. Allí, gracias a su habilidad diplomática, logró interesar al propio Napoleón con quien se entrevistó, así como con el Papa Pío VII, que a pesar de su temperamento tranquilo y conciliador, había sido puesto en prisión en Fontainebleau, por el gobierno francés. Palacio Fajardo se convenció bien pronto de que no había tampoco ambiente en Francia para el cumplimiento de la misión confiada y así terminó consignándolo en los informes que rindió al gobierno de Cartagena de Indias5. El último de los diplomáticos cartageneros es Pedro Gual, calificado por algunos como el fundador de la diplomacia latinoamericana y quien llegara a ser, posteriormente, Presidente de Venezuela. La relación de Gual con la vida política cartagenera comienza cuando a fines de 1812, coincide en Washington, capital de los Estados Unidos, con su coterráneo Palacio Fajardo a quien acompañó y posiblemente introdujo en las altas esferas norteamericanas. A partir de entonces, mantuvo una estrecha vinculación con la ciudad a la que, dado el fin de la Primera República en Venezuela, llega a mediados de 1813 y se establece en ella. Después de agosto de ese mismo año, Gual escribe en el periódico “El Observador Colombiano”, en cuyas columnas promueve la 5 PIONEROS EN VENEZUELA. Manuel Palacio Fajardo (1784 – 1819)

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integración entre Venezuela y la Nueva Granada, y en particular con Cartagena. Su rápido ascenso político fue tal que en diciembre de 1813 es elegido para ocupar un cargo en la legislatura de Cartagena y desde allí consigue que la ciudad declare a Simón Bolívar, “Hijo Benemérito” de la ciudad y se le comisiona para que entregue dicha distinción en Caracas, en abril de 1814 y le haga saber el propósito de crear una confederación entre Venezuela y el Estado de Cartagena. Gual regresaría a la ciudad en septiembre de ese mismo año, para asumir la gobernación del Estado de Cartagena de Indias en enero de 1815, antes ser comisionado de nuevo como agente diplomático en Estados Unidos, donde lo sorprendió el Sitio de Pablo Morillo.

BIBLIOGRAFÍA GUTIÉRREZ ARDILA, Daniel. La diplomacia constitutiva en el Nuevo Reino de Granada (1810 -1816). Historia Crítica: Universidad de Los Andes, No. 33. Enero – Junio de 2007. MUÑOZ ATUESTA, Francisco H. Cartagena de Indias; compilación histórica, 2012. PALLARES BOSSA, Jorge. La independencia de Cartagena de Indias en el contexto de la Ilustración. Cartagena: Ediciones Unicolombo, 2012. PIONEROS EN VENEZUELA. Manuel Palacio Fajardo (1784 – 1819).

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LA FOTO DEL RECUERDO

El 15 de junio de 1927 fue fundado el periódico El Mercurio, que funcionó en la calle de Don Sancho, y cuyo propietario era don Dionisio Vélez Torres. La orientación del periódico era conservadora, y concluyó labores el 2 de febrero de 1934. Fueron directores don Benjamín J. Moreno Torralvo y Lázaro Espinosa Espinosa. Fue administrador Comercial, Enrique Vélez Torres, y Colaborador, Moisés Pinaud Plazas. 42

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BASES Y FUNDAMENTOS DEL PENSAMIENTO HUMANO E HISTÓRICO Por JORGE PÉREZ VILLA Tendríamos en primera instancia, que hacer esta pregunta: ¿Existen unas bases y fundamentos del pensamiento humano e histórico? Sí. En el tema de las bases y fundamentos del pensamiento humano e histórico, en principio no me voy a referir a que hay una primera etapa de la humanidad en la que los primeros pensadores se preocuparon por descubrir el principio de todas las cosas (Tales de Mileto, Anaxímenes, Anaximandro, Heráclito de Éfeso, Demócrito, etc.). Lo que es el tema en sí, se empieza a desarrollar con la influencia del pensamiento de Aristóteles que estaba conectado a la forma en primera instancia, de la estructuración del universo. Aristóteles mismo compartió por ejercicio la visión que tenía Tolomeo e Hiparco, sobre la conformación del universo.6 Ellos tenían la convicción de que la tierra era el centro del universo y que los demás planetas, incluido el sol, giraban alrededor de la tierra. De otro lado, el pensamiento humano e histórico, en cuanto hace el enlace del ser y el mundo que lo rodea en su interpretación, estaba condicionado a la lógica Aristotélica. Recuérdese que es Aristóteles, hijo de Nicómaco (médico del rey Filipo), quien en su obra “Organon”, descubre las causas primarias y finales de las cosas, a más de las categorías y el silogismo Aristotélico, que viene a constituirse en la obra gloriosa de Aristóteles. También es importante anotar, en forma paralela y simultánea, la influencia en el pensamiento humano e histórico del aporte de Arquímedes y Euclides. En el caso de Arquímedes (287-212 A.C.), 6 Sobre la visión geocéntrica del Universo, no solamente se puede ver en la Historia Universal, sino también en serios apoyos que dio el Filósofo Aristóteles, como la metafísica de él, donde se compromete con dicha posición geocéntrica. Pero es importante anotar que, desde esa misma época, el primer pensador que se opuso a la teoría geocéntrica fue Aristarco de Samos, quien creía con seria convicción que el sol es el centro del universo y todos los planetas, incluidos la tierra, giran alrededor del sol. Academia de la Historia de Cartagena de Indias

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que era griego, perfeccionó el sistema numérico griego y se le atribuyen incluso, algunos inventos mecánicos como las palancas, muflas, e ingenios bélicos aparte de que formuló el principio de que “todo cuerpo sumergido en un fluido experimenta un empuje vertical dirigido de abajo a arriba, igual al peso del fluido que desaloja”. Ahora bien: En el caso de Euclides (Siglo XI A.C. ), quien también era griego y matemático, en su obra “ Los elementos”, formula el que se llamó el axioma de Euclides, según el cual, “desde un punto del plano, sólo se puede llevar a una recta determinada”7. Así las cosas, todas estas fundamentaciones del pensamiento humano e histórico, influyeron fuertemente hasta el siglo XV. Pero en el decurso del siglo XV se dieron nuevamente varios hechos que, a mi juicio, transforman aun más el pensamiento humano e histórico. En primer lugar, la destrucción de la unicidad religiosa. Como es sabido, se dan las guerras de religión, la reforma protestante con Martín Lutero y el advenimiento del protestantismo. También se aclara la idea del descubrimiento de la tierra, pues unos creían que la tierra era plana y otros redonda (se da el Descubrimiento de América), donde por primera vez, un hombre da la vuelta al mundo y se demuestra la rotundidad del planeta. Otro hecho que cambia el pensamiento humano e histórico en el siglo XV, es que a más del descubrimiento de la tierra, se descubrió nuevamente el cielo. Fluye una nueva interpretación del sistema planetario. Aparece liderando este nuevo redescubrimiento del cielo, HYCHO BRAHE, su discípulo Kepler y de otro lado Copérnico, quienes orientados por Brahe, el mejor observador de los cielos de aquella época, llegan a la conclusión, de que realmente la tierra no 7 El raciocinio lógico-matemático, desplegado por Arquímedes, Euclides, también fue vital en el desarrollo del pensamiento humano e histórico, porque a través de ellos y en especial por la matemática, se pudo entender que toda realidad natural tiene una explicación matemática, que no se estacionó en la historia, sino que fue recogida después por René Descartes y otros matemáticos. Al respecto, véase Historia Universal en donde se tienen en cuenta las obras de Euclides y Arquímedes, como son “Los Elementos” y “Las Palancas”. Historia Universal, Pág. 80, año 2001.

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es el centro del universo, que el verdadero centro del universo es el sol, y alrededor del sol como centro del universo, giran la tierra y los demás planetas (teoría heliocéntrica – por oposición a la teoría geocéntrica de Tolomeo). Vemos aquí indiscutiblemente otro hecho que conmueve los cimientos del pensamiento humano e histórico y de la ciencia. Y todo este redescubrimiento del pensamiento humano e histórico avanza en el siglo XV, con Sir Francis Bacón, 1561 – 1626, quien en su obra: “Novum Organon sciencictiarium”, propone una nueva clasificación de las ciencias y en esta obra, se opone al método deductivo de Aristóteles y hace énfasis en el sentido de que existe un método que contribuye en mejor forma al desarrollo de las ciencias sociales y es el método inductivo8. Tiempo después, este redescubrimiento del pensamiento humano e histórico que orienta al mundo de la época, termina con René Descartes 1596 – 1650, Filósofo – matemático y físico francés, que creó toda una teoría del conocimiento y el pensamiento humano e histórico, basado en la “duda metódica”, según la cual se puede dudar de todo, pero de lo único de lo cual no se puede dudar, es de la consciencia y del pensamiento, que siempre están en movimiento. En el Siglo XVI se da un nuevo fluir del pensamiento humano e histórico, que deviene de la revolución Inglesa de 1640 a 1658. En este nuevo Siglo XVI, se da indiscutiblemente una nueva clasificación del pensamiento humano e histórico con el pensador empirista inglés JOHN LOCKE, quien se esforzó por probar que a partir de la experiencia sensible se forjan las ideas y es Locke el promotor del liberalismo político, con la creación de la división de los poderes públicos –legislativo, ejecutivo y confederal–, que materializan la estructura estatal de todas las naciones del mundo. ¿Será que ésta no es una base fundamental del pensamiento histórico para todos los estados del mundo?

8 Véase en Sir Francis Bacon, en su obra “Novarum Órganon”, Ediciones Populares, 1990, pág. 40. Academia de la Historia de Cartagena de Indias

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Es importante anotar que en este periodo nos encontramos con la tercera etapa del pensamiento humano en desarrollo con Emmanuel Kant 1724 – 1804, con lo cual se amplifica una idea racional y moral del pensamiento humano e histórico. Es indudable que con Kant, Hegel, Fichte y Shellin, se inicia y termina una gran etapa del raciocinio humano e histórico (idealismo), con grandes tesis filosóficas en la búsqueda del conocimiento absoluto de las cosas y la realidad histórica enlazadas a la idea moral9. Otros hechos en los cuales el pensamiento humano e histórico contribuyó al desarrollo de la historia y de la humanidad, son la Revolución burguesa de los Estados Unidos, con la expulsión de los ingleses de América (Jorge III de Inglaterra) y el insurgimiento de la declaración de Derechos de Virginia de 1776, y la Revolución Francesa con la implementación de la declaración de los derechos del hombre y del ciudadano de 1789, hechos históricos que dieron origen al estado democrático liberal, con las constituciones de los Estados Unidos de 1787, que entró en vigencia en 1789 y la Constitución Francesa de 1791. Es importante recordar que para el tracto de toda esa época, lo que era Cartagena de Indias pertenecía a España, pues éramos una provincia de ultramar de los españoles e influidos por su pensamiento histórico. No sobra retraer que perteneciendo Cartagena de Indias a España, vencimos a los ingleses (al Almirante Sir Eduard Vernon) en la Batalla Naval de Cartagena de Indias de 174110. Una cuarta etapa con la cual se amplifican las bases del pensamiento humano e histórico la vemos en la Revolución Industrial de Inglaterra, que se da entre 1848 y 1914, cuando atisbamos un fuerte efluir del pensamiento humano con la creación de numerosos inventos 9 Recuérdese que Jorge Guillermo Federico Hegel, precisó que la historia es un espíritu gobernado por la razón y que tiene actividad, movimiento, contradicción, logros y fines, todos ellos encadenados en la procura de construir las civilizaciones. Véase en Filosofía de la Historia de Jorge Guillermo Federico Hegel. Pág. 60, Ediciones de Palma. Año 1983. 10 Véase en Thomas Carlyle, quien tiene una concepción histórica basada en el heroísmo de los grandes hombres que se constituyen en arquitectos de la historia, basados en la heroicidad de sus actos y fines. Véase en los Héroes. Pág. 80, Editorial Spasa Galpe. 1978. Véase también en Filosofía de Manuel García Moran, Principios Filosóficos, 1980.

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y desarrollo de las fuerzas productivas, en donde observamos un fuerte desarrollo de la razón y el pensamiento humano y la creación de grandes máquinas, automóviles, tractores, barcos y aviones de propulsión, sustentados en la maquinaria pesada y semi pesada. Otros hechos que forjaron el desarrollo del pensamiento humano e histórico en la idea de la paz y el respeto por los derechos humanos, fueron la primera y segunda Guerra Mundial que trajeron por efecto la creación de la Sociedad de las Naciones, la ONU, y como colofón, la Carta Internacional de los Derechos Humanos de 1948. (Primera parte).

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EN TORNO A RAFAEL NÚÑEZ Por RODOLFO NIEVES GÓMEZ Afirma Lozano y Lozano en su obra “Quién es Núñez”, respecto de éste, lo siguiente: “…sobre su memoria pesan densas sombras. Vacilante, insincero, egoísta, calculador, dominado por un gran desdén hacia los hombres, incapaz de amar nada con verdadero fervor, lleno de odios implacables y de pasiones violentas…”.11 . De Núñez se había dicho que era el San Agustín Criollo. Y agrega Lozano. “¿Podemos inclinarnos ante el nombre histórico de Rafael Núñez? Sin duda, dentro del medio y el ambiente colombiano fue un hombre excepcional, por su inmenso, desconcertante talento, por su dilatada actuación sobre la vida nacional, por el conjunto de su obra literaria que no puede dejar de ser apreciada por ningún intelectual, por las tempestades que suscitó a su paso, por el influjo incontestable que durante largos años ejerció sobre la opinión pública, por su probidad personal en el manejo de las cosas del estado”.12 Eduardo Santos, por su parte, en el prólogo a la obra “Núñez” del escritor Liévano Aguirre (pags. XIV, XV) en relación con Núñez hace la siguiente afirmación: “No tenía ninguna de las condiciones externas que parecen en nuestra América determinantes de la popularidad; jamás alcanzó glorias militares, ni fue un orador capaz de arrebatar a las multitudes. No tenía, ni con mucho, la prestancia de Obando, ni la majestad romana de un Caro. De cuna muy modesta jamás dispuso de bienes apreciables de fortuna y según sus íntimos no era una de esos conversadores cuya brillantez seduce al interlocutor.- Pero era una inteligencia en marcha de proporciones extraordinarias y ponía esa inteligencia al servicio de pasiones tan fuertes y tenaces como 11 Lozano, Carlos. Quién es Núñez, p. 45-46. 12 Lozano y Lozano, Ibíd., p. 46.

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nunca las sospecharon sus adversarios. Era contradictorio, como todos los grandes políticos. “Sería grave error verlo como el autor de algún nuevo sistema filosófico o como una de esos grandes pensadores que abren nuevos caminos a la mente humana y dan nuevas interpretaciones a la vida. Nada de eso fue el doctor Núñez. Fue un gran político que se dio prodigiosamente cuenta de las realidades colombianas, que supo con la sola fuerza de su inteligencia y de su pasión crear nuevas corrientes en la conciencia colectiva, que poseyó una destreza incomparable en el manejo de los hombres, y que supo conocer -a veces con cruel escepticismo y sin embarazarse demasiado por escrúpulos moralestodos los resortes, altos y bajos, del alma humana. Pero creo yo que sus pasiones, los errores monumentales de sus adversarios y las confusiones inevitables que crean las luchas políticas deformaron y falsificaron sus ideas.”.…. “que otros más reciamente doctrinarios que él y más fríos, aprovecharon de su victoria y lo llevaron de un exceso a otro exceso y de los errores del libertinaje y del sectarismo a los errores del sectarismo y de la reacción autoritaria.”13

Poco antes de morir, Núñez, según refiere Rodríguez Piñeres en su obra “El Olimpo Radical”, pronunció estas terribles y conmovedoras palabras: “Desde que fueron entregadas las armas al ejército de reserva del general Canal, yo quedé convertido en leño inerte que arrastra la corriente y que no sabe a qué playas va a reposar”. Núñez quedó prisionero en la misma jaula que había fabricado para encerrar a los Radicales. Era un vencido. “La vida de Rafael Núñez- según afirma Liévano Aguirre- es la victoria de una familia de vencidos, es el triunfo de una ambición lastimada durante varias generaciones por la adversidad y la derrota. Rafael Núñez es la cumbre victoriosa de una ambición y, por lo tanto, su final”. Y agrega el mismo autor: “Por ser el heredero de una 13 Santos, Eduardo, en Liévano Aguirre, op. cit., p. 14 - 15. Academia de la Historia de Cartagena de Indias

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tradición de humillación y dolores, su vida presenta a veces aspectos de venganza atávica”. (Núñez, p. 31). El español José María Moledo llegó a América en 1790. En 1810 contrajo nuevas nupcias con la mejicana María Rafaela García del Ferro, con quien tuvo una hija, Dolores Moledo, que fue la madre del Regenerador. Dolores Moledo pasó al cuidado de don Vicente García del Real, caballero con quien contrajo matrimonio su madre, después de haber enviudado, “joven, hermosa, llena de ilusiones, todo lo esperaba de la vida y del amor”. A los 14 años conoció a su primo, el Coronel Francisco Núñez García, con quien posteriormente contrajo matrimonio. Poco tiempo después, nació el primogénito de esa unión a quien se le dio el nombre de Rafael Wenceslao Núñez Moledo. Las actividades de la guerra y la política alejaron al Coronel Núñez de su hogar, y lejos de él tuvo una aventura amorosa de la cual nació su segundo hijo, Miguel Núñez. Doña Dolores Moledo, en la soledad de su hogar y padeciendo los sufrimientos de su abandono, concentró todo su afecto en su hijo Rafael, a quien rodeó de toda suerte de cuidados y ternuras que dejaron una honda huella afectiva en el alma sensible de Rafael, cuyo eco se percibe en muchas estrofas de su obra poética y en manifestaciones íntimas de su vida personal. Desde corta edad demuestra una extraordinaria y precoz inteligencia, una recóndita inclinación al cultivo de la poesía y un deseo incontenible de adquirir conocimientos que le llevan a devorar con avidez los libros que llegan a sus manos en la placidez de su hogar. Después de haber participado en la guerra civil de 1840, denominada de “Los Supremos”, en la que le tocó combatir en un bando contrario al que participó su padre, terminó sus estudios de bachillerato a los 17 años. Luego hace su ingreso a la universidad de Cartagena, donde obtiene el título de abogado en 1845. Posteriormente funda un periódico “La Democracia”, en el que se revela como extremista y radical, y con el cual se inicia en las tareas del periodismo, actividad para cuyo ejercicio revela aptitudes excepcionales, y que será el 50

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instrumento más adecuado para la expresión y divulgación de sus reflexiones políticas. Y a través del periodismo hará conocer al país las páginas magistrales de su “Reforma Política”, desde el ámbito de su ciudad natal, y desde Bogotá. Algún tiempo después, en 1849, ocupó el cargo de Secretario de Gobierno del Gobernador de la Provincia de Bolívar, General José María Obando. Esta posición le permitió conocer de cerca y descubrir los secretos del mundillo de la política, actividad por la cual sentía una irresistible vocación. “Allí –como afirma Liévano– comprende que en la política no son suficientes los méritos y la preparación para poder triunfar, sino que es necesario cierta capacidad de intriga, cierta sutil simpatía que atraiga a los hombres, y que en ella en infinidad de ocasiones es más fácil ascender por la amistad de un hombre que por una gran labor administrativa”. (Núñez, p.17). En 1851 fue designado Juez de Hacienda del Distrito de Alanje, con residencia en David (Panamá). El mismo año contrajo matrimonio con doña Dolores Gallego, mujer de singular belleza, cuñada de don José de Obaldía, personaje de gran influencia política y magníficas relaciones sociales en el Istmo. En 1852 fue Secretario de Gobierno del Gobernador de Cartagena, General Juan José Nieto, de quien fue objeto de un especial afecto. En ese mismo año desempeñó el cargo de Rector de la Universidad del Magdalena y del Istmo (Universidad de Cartagena). En 1853 fue elegido Diputado a la Cámara de Representantes por el Distrito Panameño de Chiriquí. Fue designado en 1854 como secretario de Gobierno del Presidente José María Obando. En 1855 fue nombrado Secretario de Guerra y luego Secretario de Hacienda del Presidente Manuel María Mallarino. En 1859 fue Senador por el Estado de Panamá. En 1862, Secretario del Tesoro del General Tomás Cipriano de Mosquera, y como tal le correspondió la ponderosa tarea de redactar y poner en ejecución el controvertido decreto sobre desamortización de bienes de manos muertas. De Núñez había expresado Mosquera que era un joven con “una inteligencia oceánica”.

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En 1863 fue miembro de la Conversión de Rionegro como Delegado por Panamá, pero a raíz de disturbios ocurridos en este Estado, fue removido de su cargo. Luego viaja a estados Unidos como periodista. En 1864 es designado por el General Mosquera como Cónsul en “El Havre”, y posteriormente Cónsul en Liverpool. Todos estos últimos triunfos se debían al conocimiento que Mosquera había tenido de Núñez con motivo de haberlo relacionado doña Gregoria de Haro con el controvertido general caucano. La permanencia de Núñez en Europa, especialmente en Inglaterra, le permite a este agudo pensador y fino observador de la realidad Social y política europea, relacionarse con los grandes pensadores y filósofos de la época, especialmente con las obras de Herbert Spencer, saturadas de relativismo filosófico, para ir con auxilio de las doctrinas políticas imperantes en la tierra de Disraeli y Gladstone, modelando su pensamiento e iluminando su visión del mundo y de las cosas, aprendizaje que sería posteriormente el fundamento de las ideas que propagaría diez años después, a su regreso a Colombia, y que constituirían el tejido conceptual de su Reforma Política que denominaría “La Regeneración”. Al regresar a su patria, Núñez aspira a la presidencia de la república, enfrentándose al candidato radical Don Aquileo Parra, pero la maquinaria oficial le cierra el paso, y es derrotado. Parra asciende a la primera magistratura para el periodo 1876-1878. En 1876 estalla la revolución conservadora de ese año, y Núñez, elegido Presidente del estado Soberano de Bolívar, permanece fiel al gobierno de Parra. Los conservadores, pensando en un posible resentimiento de Núñez por su anterior derrota electoral, le solicitaron ayuda bélica para la contienda, pero la aguda visión de Núñez le hizo comprender lo absurdo de esa cooperación y le contestó a los que requirieron esa ayuda: “Yo no me embarco en nave que se va a pique”, y siguió observando inalterable fidelidad del gobierno. Por gestiones de Núñez, es elegido Presidente de los Estados Unidos de Colombia, el General Julián Trujillo, militar que se había distinguido en la revuelta de 1876, como vencedor en la batalla de “Los Chancos”, elección que comprendía el período de 1878-1880. Siendo el cartagenero Presidente del Congreso, le correspondió tomar el juramento de posesión 52

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como primer mandatario, al General Julián Trujillo, con ocasión de lo cual pronunció una maciza y enjundiosa oración que tuvo una gran resonancia nacional, en la cual planteaba la urgencia de un cambio radical de las instituciones, y en la cual manifestó perentoriamente a Trujillo: “El país se promete de vos una política diferente, porque hemos llegado a un punto en que estamos confrontando este preciso dilema: “Regeneración administrativa fundamental o catástrofe”. Núñez fue designado Secretario de Hacienda del Presidente Trujillo. Ninguna de las reformas propuestas por el Secretario tuvieron eco en el Parlamento de mayoría radical. Designado posteriormente Ministro de la nación ante los Estados Unidos, los radicales se opusieron y vetaron su nombramiento fundado en su actitud en aspectos relacionados con la vida privada de Núñez. Este aspiró a la presidencia de la República para el período de 1880-1882 y triunfó. El radicalismo emprendió una campaña de oposición a su gobierno, adelantada especialmente por don Santiago Pérez en su periódico titulado “La Defensa”. Ante esta oposición sistemática del radicalismo y la indecisión del conservatismo, concibió la idea de fundar el Partido Nacional. Durante este período Presidencial realizó una fructífera labor que comprendió la creación de la Secretaría de Instrucción Pública, la Academia Nacional de Música, la Escuela Militar, y la fundación del Banco Nacional, antecedente del Banco de la República. En vista de que Núñez necesitaba llevar hasta su final la reforma política, y deseando llegar nuevamente a la presidencia de la República, escogió como su sucesor al doctor Francisco Javier Zaldúa, quien fue elegido en contraposición al General Solón Wilches. El canto de las sirenas del radicalismo logró seducir al susceptible presidente y atraerlo a su causa, mientras Núñez y sus amigos se debatían para lograr dominar en el actual y próximo Congreso. Al fin se produjo el rompimiento entre éste y el primer mandatario, quien al momento de tomar posesión de su cargo pronunció un discurso en el que campeaba una serie de frases que constituía por lo menos una desobligante descortesía para con el ex presidente Núñez. Como consecuencia de la tirantez entre el Congreso y el Ejecutivo, a Zaldúa, ya entrado en años y delicado de salud, le negó el congreso permiso Academia de la Historia de Cartagena de Indias

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para ejercer el poder desde la población de Tena, lo que prácticamente constituía una condena a muerte. Con motivo de esta decisión, Zaldúa pronunció su célebre frase: “Ni me someto, ni renuncio, ni me muero”. En diciembre de 1882, recibió Núñez en Cartagena la noticia de la muerte de Zaldúa. Asumió la presidencia como segundo designado, por ausencia de Núñez, el señor José Eusebio Otálora. El radicalismo, enemigo cerval de Núñez, tentó también a Otálora, despertando en él vanas aspiraciones presidenciales, y en desarrollo de esa nueva maquinación radical, según cuenta Eduardo Lemaître en su obra “Contra Viento y marea”, el propio Ministro de Guerra, Juan Mateus, se dirigió al general Ezequiel Hurtado, Presidente del Estado del Cauca, en una comunicación en la que, entre otras cosas, le decía que Otálora “arrastrado por la fuerza de los acontecimientos y por el poder de la opinión” se iba a ver en la necesidad de no entrar en lucha contra la voluntad nacional que venía brindándole la candidatura presidencial”, comunicación que Lemaître califica de pérfida y maquiavélica. (Eduardo Lemaître, ob, cit. p.144). La actitud vacilante y sospechosa del presidente encargado es lo que se ha llamado “La evolución Otálora” con términos eufemísticos. Esta rectificó posteriormente su posición, y se dirigió a Núñez manifestándole su adhesión. En 1883 el conservatismo le ofreció a Núñez su colaboración y esta circunstancia posibilitó su aspiración por segunda vez a la primera magistratura para el período 1884-1886. Esta coalición con los conservadores permitió a los radicales la propagación de la controvertida especie de la traición a Núñez. Elegido éste, no se posesionó de la presidencia inmediatamente, razón por la cual lo hizo en su lugar el general Espinosa, pero habiéndose dejado también tentar por los radicales el general Hurtado, quien dictó una serie de medidas que iban en contravía con el pensamiento de Núñez, éste decidió regresar al país y tomar posesión efectiva del mando, lo que en efecto hizo el 10 de agosto de 1884. Asumido el gobierno, trató de ganarse la adhesión de los radicales, pero todo fue en vano. Este grupo político se había convertido en 54

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su implacable enemigo. Durante este segundo período presidencial del regenerador, estalló la funesta revolución de 1885 que tuvo por antecedente inmediato una disputa por la presidencia del estado de Santander, entre Francisco Ordóñez, socio del general Solón Wilches, elegido para tal cargo fraudulentamente, y el general Eustorgio Salgar, candidato del radicalismo. Sofocada la revolución por el Gobierno, y después del desastre de la “Humareda”, Núñez, ante una manifestación pública organizada en Bogotá, se asomó al balcón del palacio y pronunció estas terribles palabras: “La Constitución de 1863 ha dejado de existir”. Parece que esta revolución hizo cambiar fundamentalmente el pensamiento de Núñez acerca de la manera de llevar a cabo la Regeneración. Elegido por tercera vez Presidente de la nación por el sexenio 1886-1892, compartió el gobierno con los generales Eliseo Payán, José María Campo Serrano y don Jorge Holguín. Durante este período se expidió la Constitución de 1886 que recogía en gran parte el pensamiento de Núñez sobre la Regeneración, y se celebró el Concordato con la Santa Sede en 1887, cuya conveniencia para garantizar la soberanía del estado colombiano frente al Vaticano ha sido objeto de ardorosas y prolongadas polémicas. Para esta época se entonó en Cartagena, el 11 de noviembre de 1887, aniversario de la independencia absoluta de la Provincia, el himno que con el correr de los años sería adoptado como Himno Nacional de Colombia. Deseoso de continuar su obra, se hizo elegir Núñez por cuarta vez como primer magistrado de la Nación para el período de 1892-1898, con la Vicepresidencia de don Miguel Antonio Caro, quien ejerció efectivamente el mando, y en cuyo gobierno autoritario y controvertido estalló la revolución de 1895, que ensangrentó nuevamente al país. De Caro manifestó Carlos Lozano y Lozano en su obra “Quién es Núñez” que su “concepción imperial del estado era la de la Roma posterior a Diocleciano”. (Lozano, ob. cit. p. 22). Núñez murió en Cartagena el 18 de septiembre de 1894. Había nacido en la misma urbe el 28 de septiembre de 1825.

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DIÁLOGO ENTRE DOS GENERACIONES DE HISTORIADORES: “MI ABUELO MATERNO”. DOS INTENTOS DE APROXIMACIÓN A Roberto, mi bien amado hermano. Por EDUARDO CAMACHO PIÑERES

INTRODUCCIÓN Del abuelazgo sólo he tenido una percepción conceptual. En mi niñez, no tuve oportunidad de decirle esa palabra a persona alguna con la que me uniera esa relación consanguínea. Ahora, ya en mis años maduros, no ha querido la suerte que, al menos hasta el momento, pudiera escucharla de quien la pronunciara con esa amorosa candidez que yo, en mi ignorancia, le atribuyo a los nietos. Con ello quiero decir que no conocí a ninguno de mis abuelos ni a ninguna de mis abuelas (ni paternos, ni maternos), incluido, desde luego, don Eduardo Gutiérrez de Piñeres. El primero y casi único contacto que he tenido con él, forzosamente de naturaleza espiritual, ha sido la lectura de esta prodigiosa obra que, con el auspicio de la Academia de la Historia de Cartagena y el apoyo de su presidente, León Trujillo Vélez, hoy relanzamos, con la esperanza de recuperar tan importante legado y ponerlo a disposición de las generaciones presentes y venideras. UNA APROXIMACIÓN IMAGINARIA Mientras mi mirada corría por entre los datos y apreciaciones históricas que nutren este libro, trataba de encontrar, agazapada quizás en el contexto de un párrafo destinado a dejar testimonio de algunas de las tantas proezas bélicas escenificadas en estos lares, una oración, una frase, o siquiera una simple exclamación, que diera cuenta de 56

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la personalidad del escritor. A través de esa, acaso repetidamente inadvertida, válvula de escape, he intentado recrear en mi mente una imagen del temperamento de mi abuelo y una noción del carácter que supo desarrollar a través de las dificultades que marcaron su vida. Algo hay al respecto. Salta a mi memoria un aparte contenido en el prólogo escrito por él, que delata el cariño sin fronteras que sintió por su cónyuge y por sus hijos. Su contenido textual es el siguiente: “Veces ha habido, y no han sido pocas, en que, abstraído en la rebusca de algún dato o en la redacción de algún párrafo, he tenido que suspender súbitamente esa tarea, para atender a ocupaciones de distintas especies, más urgentes para mí cuanto son éstas las que me dan el pan de cada día para mi numerosa familia”.14 Su numerosa familia estaba compuesta por su señora, Josefina Tono Maciá, y por sus hijos Simón, Eduardo, Víctor, Josefina, Roberto, Ernesto, Augusto, Luis Carlos, Mercedes María, Abel, Teresita (mi madre), Rosa Amelia, Francisco, Matilde y Cristina Gutiérrez de Piñeres Tono (dieciséis personas en total). Otras anotaciones me dan a entender que fue persona franca, claridosa, directa y tal vez un poco malgeniada y algo psicorígida. Por ejemplo, cuando se ocupa en describir lo que era la Cartagena de 1911, se duele, citando nombres propios, de la poca o ninguna colaboración que determinadas personas prestaron a sus investigaciones. Se trataba de impresores, boticarios y propietarios de establecimientos comerciales de variada índole, que se negaron a dar información alguna en torno a sus negocios. La narración de la entrevista que sostuvo con don Amaranto Jaspe, en la que se le comunica el extravío de un mapa contentivo de los islotes que salpicaban el cuerpo de agua situado en lo que hoy es el Camellón de los Mártires, resuma una delicadeza y una elegancia 14 URUETA, José P. y GUTIÉRREZ DE PIÑERES, Eduardo, Cartagena y sus Cercanías. 1912. Academia de la Historia de Cartagena de Indias

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que sólo se pueden dar en almas especialmente sensibles. El comedimiento de la conversación, la corrección de los modales, la sobriedad de las descripciones, la ponderación de los conceptos que se intercambian, la sencillez del lenguaje, la composición de tiempo y lugar, como dirían algunos, fluyen con tan refinada naturalidad, que el lector siente que hace parte del coloquio y llega, incluso, a percibir el frescor de las brisas febreranas penetrando impetuosas por entre los ventanales.15 Porque lo único impetuoso sería eso, lo demás discurre dentro del marco de la etiqueta más estricta. Sin embargo, por entre los resquicios de la frialdad del trato se llegan a colar destellos de camaradería. También se aprecia una carencia absoluta de vanidad. Cuando se lee el relato de los sucesos del 11 de noviembre de 1811 y lo acontecido en la guerra civil ocurrida entre 1839 y 1841, nadie podría imaginar que quien escribe era nieto del General don Juan Antonio Gutiérrez de Piñeres Vásquez y Mondragón, y que éste, a su vez, era hijo de don Vicente Celedonio Gutiérrez de Piñeres Cárcamo. Con lo que entre Don Eduardo y don Vicente Celedonio Gutiérrez de Piñeres existió una relación de bisnietedad o, si se quiere, de bisabuelidad. Recordemos que el primero (Juan Antonio Gutiérrez de Piñeres) fungió como Supremo de Cartagena durante la confrontación también denominada Guerra de los Conventos, y el segundo (Vicente Celedonio Gutiérrez de Piñeres), fue uno de los gestores del grito libertario momposino y hermano de Gabriel Gutiérrez de Piñeres, quien suscribió, junto con otros diecinueve (19) próceres, el acta de la Independencia de Cartagena. Tampoco hace alusión alguna al parentesco que existió entre doña Josefina Tono Maciá, su esposa, como ya está dicho, y don Rafael Tono Llopis: doña Josefina, hija de don José Antonio Teodoro Tono Ramírez, fue nieta del eximio militar. 15 URUETA, José P. y GUTIÉRREZ DE PIÑERES, Eduardo, Cartagena y sus Cercanía. 1912. Páginas 37 y 38.

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Tales misiones se deben, seguramente, a que, como buen cervantino que era, junto con el Quijote estaba convencido de que el hombre es hijo de sus actos. EL LARGO SIGLO XIX Eduardo Gutiérrez de Piñeres –hijo de don Simón Gutiérrez de Piñeres y Gutiérrez de Piñeres y de doña María Rosa Amelia Lemaitre Torres– nació el 8 de marzo de 1853 y murió el 28 de agosto de 1929. Perteneció casi que íntegramente al largo siglo XIX, el que, según el decir de estudiosos, finalizó en 191416. Fue una época caracterizada por el signo de la ruptura. Se inició con el aniquilamiento del ancienregime; el pretendido inicio de las monarquías constitucionales (como si en las anteriores el poder de los reyes hubiese sido realmente absoluto)17; continuó con el surgimiento, desarrollo y languidecimiento del romanticismo; las primeras repúblicas europeas (la de lo que hoy constituye los Estados Unidos de Norteamérica es del siglo anterior); la revolución de 1848; la elección de Luis Napoleón Bonaparte como presidente de Francia y el posterior golpe de estado que lo convirtió en el emperador Napoleón III; la comuna de París, con sus emblemáticas barricadas que perfeccionaron las de 183018; la Tercera República Francesa; el socialismo romántico; el socialismo marxista; las internacionales obreras; la primera encíclica en que se abordan los problemas sociales (Rerum Novarum, de León XIII; anteriormente Pío IX, en el cenit de su intransigencia tardía19, había publicado el Syllabus Errorum, documento en el que condena lo que consideraba los mayores 80 errores de la época, entre ellos el liberalismo, el socialismo, y la 16 BRUUN, Geoffrey. La Europa del Siglo XIX (1815 – 1914). Fondo de Cultura Económica. 1993. 17 Ver el concepto de Estado Segmentario. BERND MARQUART. Historia Universal del Estado. Grupo Editorial Ibáñez. 2007. 18 Ver El Hombre Romántico. Alianza Editorial. 1997. Capítulo El Revolucionario escrito por BRONISLAW BACZKO, páginas 273 a 319. 19 JHONSON, Paul. Historia del Cristianismo. Editorial Vergara, 2005, páginas 522 y 523. Academia de la Historia de Cartagena de Indias

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masonería);el surgimiento del estado de derecho; la estructuración del primer régimen sistematizado de seguridad social; el siglo de Alexis de Tocqueville (1805 . 1859), de Víctor Hugo (1802 – 1885), de Frederick Karl Von Savigny (1779 – 1861). Sólo España, con el retorno de Fernando VII y la reinstauración del Tribunal del Santo Oficio, persistía en su anquilosamiento, sin olvidar, por supuesto, el breve respiro de la que fue su Primera República (febrero de 1873 a diciembre de 1874). Durante la última década de su vida se llegaron a perfilar algunos de los rasgos esenciales del siglo XX: las Constituciones de Querétaro de 1917 (Méjico) y de Weimar de 1919 (Alemania), embriones de lo que se concebiría después como el estado social de derecho; la revolución rusa de 1917; la evolución y el desenlace de la Primera Guerra Mundial; la creación de la Sociedad de Naciones y de la Organización Internacional del Trabajo; la entronización del fascismo en Italia. En lo que a partir de 1886 constituye la República de Colombia20, la época no fue menos azarosa. Los 76 años, 5 meses y 20 días que duró la existencia terrenal de don Eduardo Gutiérrez de Piñeres, también estuvieron, en su patria, marcados por el síndrome de una ruptura que, si no fue tan estruendosa como la de gran parte de la Europa continental, no fue por ello menos profunda y significativa: De la situación de coloniaje en que había vivido el hemisferio americano desde que fue insertado a la civilización occidental, se pasó a un estado de independencia absoluta, al menos desde el punto de vista político, lo que implicó un proceso de acondicionamiento a las nuevas circunstancias y desafíos, entre ellos el de la creación de una aún imprecisa nacionalidad. Muestra de lo anterior lo constituye la variedad de nombres adoptados por el Estado entre 1853 y 1929, extremos temporales, para utilizar 20 RESTREPO PIEDRAHÍTA, Carlos. Constituciones Políticas Nacionales de Colombia. Cuarta Edición. Universidad Externado de Colombia. 2007. Página 393.

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una expresión muy del gusto de los abogados laboralistas, de lo que fue la vida de quien fungiera como cofundador y primer presidente de la Academia de la Historia de Cartagena. Entre 1853 y 1858 nuestro solar patrio se denominó República de la Nueva Granada; entre 1858 y 1863 su nombre fue el de Confederación Granadina; entre 1863 y 1886 fue llamado Estados Unidos de Colombia, y, finalmente, de 1886 hasta el día de hoy, se le ha designado como República de Colombia. En ese interregno se dieron cuatro Constituciones de carácter nacional, en las que, partiéndose de un sistema centrista, heredado de la Corona Española, se llegó a otro moderadamente federalista, al que le siguió un federalismo a ultranza, para, finalmente, desembocar en una Carta que, con matices autoritarios, aspiró a que las tendencias unitarias y federales se conciliaran bajo la consigna de “centralización política y descentralización administrativa”. Álvaro Tirado Mejía resume así las causas de esta proliferación de normatividades supralegales: “Las transformaciones constitucionales, los cambios de nombre y las guerras, eran expresión de un debate de intereses que comenzaba en la prensa o en la tribuna, pasaba frecuentemente por los campos militares y se plasmaba en actos constitucionales que concretizaban los intereses, ideas y aspiraciones de los vencedores”21. El nacimiento de don Eduardo Gutiérrez de Piñeres apenas antecedió en dos meses a la promulgación de la Carta Política de 21 de mayo de 1853, la cual, como ya lo anotara Tirado Mejía, fue consecuencia, al igual que las constituciones anteriores, de la lucha entre intereses sociales y económicos contrarios, esta vez entre draconianos y gólgotas, cuyo resultado fue el total aniquilamiento de los primeros22. Qué lejos se estaba entonces del 21 TIRADO MEJÍA, Álvaro. El Estado y la Política en el Siglo XIX. Nueva Historia de Colombia. Editorial Planeta, 1989. Páginas 155 y 156. 22 Al referirse a la Constitución de 1853, escribe RODRIGO LLANO IZASA en su obra Los Draconianos – Origen Popular del liberalismo colombiano. Editorial Planeta. 2005.: “… la de 1853 fue una Constitución liberal…puso fin al patronato eclesiástico; creó el matrimonio civil y el divorcio; el registro de nacimiento se lo entregó a los notarios… fue la primera y Academia de la Historia de Cartagena de Indias

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ideal aristotélico según el cual las constituciones deben perseguir la articulación total de la sociedad y nunca ser resultado de condiciones impuestas a los vencidos por parte de los vencedores.23 Coincide, pues, la llegada de mi abuelo a este mundo con la expedición de un documento crucial en la historia del país, pues él (el documento) determinó un giro de gran envergadura respecto al proyecto político-social desarrollado en constituciones anteriores. 1853 fue, en consecuencia, un año de profundos cambios dentro de un siglo que, como ya se ha expresado, estuvo signado por los cambios. Para un mejor entendimiento de la situación conviene resaltar cuatro características que singularizaron la mencionada ley fundamental, dos de ellas revisten particular relevancia y las otras dos son de orden circunstancial, debiéndose colacionar la última a guisa de reconocimiento a nuestro inmortal Pensador del Cabrero. Las características en cuestión son las siguientes: 1ª) Ha sido la más breve en la historia institucional del país, apenas 64 artículos con vocación de permanencia y uno de carácter transitorio. 2ª) También fue la primera que de manera decidida se pronunció contra la esclavitud: su Artículo 6º enfatizó sin eufemismos: “No hay ni habrá esclavos en la Nueva Granada”. 3ª) Marcó un viraje en la forma de elección del Presidente y Vicepresidente de la República, de los Magistrados de la Corte Suprema de Justicia y del Procurador General de la Nación, los cuales, única vez en nuestra historia constitucional que la nación fue definida como una república democrática…” (página 173). “Los gólgotas sabían lo que hacían al impulsar y convertir en Carta Fundamental de la nación, la Constitución de 1853. Mataban dos pájaros de una sola pedrada, barrían a los conservadores y le daban un golpe mortal a los draconianos. Ya los conservadores habían fracasado con el alzamiento de 1851 y por ello los tenían aplastados en sus pretensiones… a los draconianos, sólo les dejaron abierta la puerta del golpe, por la que se despeñaron creyendo en todas las teorías que habían leído de los socialistas utópicos franceses… (página 179). 23 FIORIVANTI, Mauricio. Constitución de la antigüedad a nuestros días. Editorial Trotta, 2001, página 22.

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según su articulado, accederían a esos cargos a través del voto directo de los ciudadanos. Las Constituciones de 29 de febrero de 1832 y de 8 de mayo 1843 consagraban, para la escogencia de quienes iban a regir los destinos del país, un sistema de elección indirecta en el que los electores cantonales eran quienes finalmente decidían. 4ª) Uno de sus signatarios fue el doctor Rafael Núñez, quien actuó en calidad de delegado por parte de la provincia de Chiriquí.24 Las guerras civiles que ensangrentaron al país a lo largo del siglo XIX tuvieron, igualmente, su génesis en conflictos de intereses tanto políticos, como económicos, sociales y religiosos. Entre 1853 y 1929 se dieron las siguientes confrontaciones internas de carácter nacional: la de 1854, la de 1859 a 1862, la de 1876 a 1877, la de 1895, y la de 1899 a 1902 o de los Mil Días. Cinco guerras en el lapso de cuarenta y ocho años, lo que arroja un promedio de una cada nueve años y medio. Entre 1855 y 1880 gobernaron casi ininterrumpidamente los liberales radicales -exceptuados los regímenes conservadores de Manuel María Mallarino (1855 a 1857) y Mariano Ospina Rodríguez (1857 a 1861), quienes, de alguna manera, apoyaron el idearium del partido dominante-. Siguió la Regeneración, que derivó en una hegemonía conservadora prolongada hasta el inicio de la administración Olaya Herrera (1930 – 1934), en la que se vivió el amanecer de la segunda, distinta y fugaz República Liberal. Gutiérrez de Piñeres en su lecho de muerte quizá aún escuchaba los desgarradores gemidos de quienes muy cerca, en la zona bananera del Departamento del Magdalena, habían sido masacrados por tropas gubernamentales en aras de la defensa de intereses foráneos y vernáculos, empeñados éstos en quebrar las aspiraciones negociales de quienes les brindaban su fuerza de trabajo25. Se avecinaban nuevos 24 Gaceta Oficial No. 1530 de 23 de mayo de 1853. 25 Ver LEGRAND, Catherine. El conflicto de las Bananeras. Nueva Historia de Colombia. Tomo III, Relaciones Internacionales – Movimientos Sociales. Editorial Planeta. 1989. Páginas 183-217. Academia de la Historia de Cartagena de Indias

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tiempos y Don Eduardo lo sabía muy bien. Tal vez la blandura de los colchones que daban reposo a su noble continente fue única testigo de la silenciosa tristeza que le causaba el aceptar que su tiempo, próximo a concluir, no le alcanzaría para relatar las vicisitudes, sacudimientos y epopeyas que le esperaban a su ciudad nativa y a su patria. En el libro Cartagena y sus Cercanías, Eduardo Gutiérrez de Piñeres y José P. Urueta se ocupan –en forma magistral y, no dudo en afirmarlo, insuperable– de lo sucedido en la Ciudad Heroica a partir de su refundación por los españoles hasta el año de 1911. Cualquier anotación de mi parte sobre esos tópicos no conseguiría cosa distinta a mancillar tan excelente esfuerzo. UN INTENTO DE APROXIMACIÓN REAL Sólo me resta intentar acercarme a la personalidad real de ése quien fuera uno de mis inconocidos abuelos. Tarea que, puntualizo desde ahora, no es fácil, pues en este momento desconozco que se haya escrito alguna biografía en torno a él, y quienes tuvieron la oportunidad de tratarlo personalmente, hace rato que le siguieron en el viaje definitivo. Don Eduardo Gutiérrez de Piñeres y doña Josefina Tono Maciá contrajeron matrimonio católico el 23 de marzo de 1879. Una década después, el 2 de septiembre de 1889, ante el Juez Segundo del Distrito de la en ese entonces capital del Estado Soberano de Bolívar, la pareja redujo el sacramento a contrato matrimonial26. En esta segunda ocasión figuraron como testigos instrumentales don Antonio Cowan y don Augusto Hannabergh Tono, lo que de ninguna manera fue fortuito, ya que el primero se había desposado con Teresa, hermana de Josefina, y el segundo, Hannabergh Tono, era hijo de Catalina, otra de las hermanas de la contrayente. 26 Acta de diligencia de matrimonio civil conseguida en el archivo de la Academia de la Historia de Cartagena.

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La unión sacramental se verificó recién cumplidos por Don Eduardo los 26 años de edad y se prolongó hasta la muerte de su cónyuge, ocurrida en ciudad de Panamá el 7 de agosto de 1919. Fueron, me atrevo a decirlo, algo más de cuarenta años de completa felicidad. Don Eduardo se educó en Francia27, donde, seguramente, fue influenciado por el intenso movimiento intelectual de ese país y por los historiadores franceses y alemanes de la época (Fustel de Coulanges –1830 a 1889–, Francois Guizot –1787 a 1874–, Leopoldo Von Ranke –1795 a 1886–, Theodore Momsem –1817 a 1903), de los que aprendió los secretos de la historiografía, pues sus libros Documentos para la Historia del Departamento de Bolívar y Cartagena y sus Cercanías están soportados en sólidas y meticulosas investigaciones documentales, lo que para esos años, y especialmente en nuestra ciudad, carente de archivos históricos, significó no sólo una labor de ratón de biblioteca sino el despliegue de formidables facultades de rastreador. Era tal su pasión por los documentos antiguos, que sacrificó una porción apreciable de su exiguo peculio en la adquisición de añosos manuscritos. Copia de los cuales, hecha de su puño y letra, donó al Departamento.28 Como pedagogo, Don Eduardo Gutiérrez de Piñeres alcanzó virtuosidad ejemplar no sólo en calidad de docente, sino también de propietario - director de dos colegios, de director de otro y de autor de varias obras de enseñanza, entre las que se encuentra la titulada Noción de la Gramática Castellana, que llegó a ser reeditada al menos 18 veces. De los retos asumidos por don Eduardo tal vez éste, en su aparente sencillez, fue de los más complejos. Y es que inculcar en una mente 27 Así se lee en el obituario publicado en el periódico El Mercurio del jueves 29 de agosto de 1926. Archivo de la Academia de la Historia de Cartagena de Indias. 28 Obituario publicado en el periódico el Mercurio en la edición del jueves 29 de agosto de 1929. Archivo de la Academia de la Historia de Cartagena de Indias. Academia de la Historia de Cartagena de Indias

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infantil los rudimentos de la gramática constituye tarea extremadamente difícil. Se trata de una disciplina que implica sutilezas filosóficas y lógicas de la mayor envergadura, ya que por medio del lenguaje construimos el concepto que nos formamos del mundo, verbalizamos la idea que hemos adquirido acerca de las cosas y de las personas, así como los sentimientos que profesamos hacia ellas, expresamos nuestros deseos, nuestras aspiraciones y nuestras frustraciones. De ahí que los griegos –como lo anotara Walter Porzig– no distinguieran con claridad los límites que separan esas áreas29, y que Albert Soboul escribiera con un dejo de vehemencia: “La lengua opera la realización completa del pensamiento, cuya comunicación permite; la lengua, o con mayor exactitud, la palabra, reviste así un verdadero poder demiúrgico”30. Nuestro historiador-pedagogo fundó y dirigió, como ya se ha anotado, dos planteles educativos. El primero se denominó Colegio de María, el cual, fundado en 1895, operó hasta 1898, era exclusivamente de señoritas y llegó a tener más de 100 alumnas; el segundo se llamó Colegio de Heredia, fue fundado en 1903 y clausurado en 1906 a consecuencia de quebrantos de salud que aquejaron a quien era su dueño y rector31. Mi abuelo, al referirse a la breve existencia de los mencionados centros de enseñanza, comenta lo siguiente: “Acaso algunos lectores extranjeros extrañen tal número de Colegios privados, porque están acostumbrados a ver perdurar por muchos años y aún por siglos, en 29 PORZIG, Walter. El Mundo Maravilloso del Lenguaje. Editorial Gredos,-1986. El autor, al referirse a los conceptos de sujeto y predicado, escribe: “…tienen una historia larga y cargada de problemas. Efectivamente, fueron acuñados por Aristóteles… cuando investigaba la relación de la expresión lingüística con el ser de las cosas. Por eso acabaron siendo términos técnicos tanto en la gramática como en la lógica. Todo fue bien en tanto que ambas ciencias fueron cultivadas en estrecho contacto, o sea hasta muy entrado el siglo XIX. Pero cuando primero la lingüística y pronto también la lógica y la ontología se abrieron caminos propios, vino a ser incómoda la posesión común de conceptos tan fundamentales. Mas no se litigó precisamente para ver quién podría reclamarlos… sino, que por el contrario, se les consideró por ambas partes como cosa extraña que no se acomodaba a la esfera propia. Así puede notarse hoy que el lógico considera sujeto y predicado como huevos de cuco gramaticales en la lógica, y el gramático, en cambio, considera los mismos conceptos como huevos de cuco lógicos en la gramática”. Pág. 148. 30 SOBOUL, Albert. La Revolución Francesa. Principios Ideológicos y Protagonistas Colectivos. 1987. Pág. 86. 31 URUETA, José P. y GUTIÉRREZ DE PIÑERES, Eduardo. Cartagena de Indias y sus Cercanías. Pág. 343.

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su país, establecimientos de esa clase; pero debemos tener en cuenta que es éste un país nuevo y relativamente poco poblado y pobre, en que esos establecimientos no pueden durar, por lo general, más de cuatro o cinco años, y con frecuencia, menos, por el estado general de la población y por la formidable competencia que naturalmente hacen los establecimientos oficiales de esa índole. Además, por las guerras civiles… el primer acto de las autoridades, al iniciarse una revolución, es cerrar los establecimientos de instrucción…”32. Cuenta Rafael Enrique Acevedo Puello33 que durante la Guerra de los Mil Días se suprimieron en Cartagena los siguientes colegios: el de Tatis, el de María Auxiliadora, el de María (que, como ya se consignó, fue de propiedad de Don Eduardo Gutiérrez de Piñeres), el de San Fernando, el de Heredia, el de Nuestra Señora del Socorro, el Colón y el Universitario de Bolívar (ocho en total). Relación que contiene un dato discutible, pues en el libro Cartagena y Sus Cercanías, quien fuera propietario del plantel, afirma que el Colegio de Heredia había sido fundado en 1903, luego de terminada la contienda finisecular que durante tres años asoló el territorio patrio. Lo que corrobora Gabriel Porras Troconis en nota necrológica redactada por él y publicada en el Boletín Historial de la Academia34. Como no encuentro razón que hubiese llevado a Don Eduardo a distorsionar un hecho como el que se comenta, ni movido a Don Gabriel a acolitarlo en ese cometido, creo, sin reservas, en lo anotado por mi abuelo y confirmado por el distinguido historiador que, además, le fue contemporáneo. Gutiérrez de Piñeres también fue rector del Colegio Pinillos de Mompox –uno de los más prestantes del país– y profesor de la 32 URUETA, José P. y GUTIÉRREZ DE PIÑERES, Eduardo. Cartagena de Indias y sus Cercanías. Páginas 343 y 344. 33 ACEVEDO PUELLO, Rafael Enrique. Escuelas y Políticas Educativas en la Provincia de Cartagena entre 1903 – 1939. Artículo publicado en internet. 34 PORRAS TROCONIS, Gabriel. Boletín Historial número 54 de la Academia de la Historia de Cartagena, publicado en septiembre de 1921. Academia de la Historia de Cartagena de Indias

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Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Cartagena, oportunidad ésta en que compartió docencia con eminentes catedráticos como lo fueron don Francisco Garcerant (presbítero), don Francisco Escobar, don Constantino Pareja, don Miguel Gómez, don Francisco Franco, don Fernando Gómez Pérez, don Nicomedes Flórez, don Sebastián Castell, don Annio Anglés (presbítero), don Camilo S. Delgado, don Luis Patrón, don Reginaldo Villalobos, don Manuel Pareja, don Manuel Pájaro, don Manuel De Lavalle, don Gabriel Porras Troconis, don Armando Patrón Grau, don Francisco Cruz, don Agustín Simancas, don Juan Saladén, don José María Muñoz (presbítero) y don Jorge Gómez H.35 Corría el año de 1911, era el 17 de noviembre de la enunciada calenda y en un salón ubicado en el centro amurallado de la ciudad de Cartagena se llevaba a cabo una reunión cargada de solemnidad. A los congregados los unía el designio de fundar un Centro de Historia, filial de la Academia Nacional de la Historia de Bogotá –el que, posteriormente, en 1915, se transformaría en lo que hoy es la Academia de la Historia de Cartagena–. Los allí reunidos, eran: Don Eduardo Gutiérrez de Piñeres, don Luis Patrón Lozano, don Lácides Segovia, don Camilo S. Delgado, don Manuel Dávila Flórez, don Manuel Posada, don Manuel Pájaro H., don Fidel J. Pérez Calvo, don Miguel Gómez Fernández y don Gabriel Porras Troconis36. Don Eduardo contaba a la sazón 68 de edad. Para esa época complementaba el libro Cartagena y sus Cercanías, escrito inicialmente por Don José P. Urueta, y se aprestaba a ser el primer presidente del mencionado Centro. Lo que, efectivamente, ocurrió a partir del 21 de enero de 1912, fecha en que, ante el Gobernador del Departamento de Bolívar, don Rafael Calvo C., se llevó a cabo su instalación oficial.

35 URUETA, José P. y GUTIÉRREZ DE PIÑERES, Eduardo. Cartagena y sus Cercanías, pág. 305. 36 Tomado de PORRAS TROCONIS, Gabriel. Síntesis Histórica – Academia de la Historia de Cartagena de Indias. 1968. Archivo de la Academia de la Historia de Cartagena.

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De ahí en adelante la actividad intelectual de don Eduardo se vio incrementada con la redacción de incontables e importantes ensayos publicados en el Boletín Historial de la Academia. Fueron también los años en que redactó los Documentos para la Historia del Departamento de Bolívar y acaso, de eso no estoy seguro, en los que realizó las admirables traducciones que del francés hizo al español. Poco a poco declinaban sus energías. La llama de su vida, según el bello símil que usa nuestra ley civil en uno de sus artículos, se iba apagando lenta e imperceptiblemente. Su existencia había sido fructífera, lo rodeaban multitud de nietos y los recuerdos de sus realizaciones, entre las que se contaban haber sido Secretario de Hacienda Departamental, Gobernador Encargado, miembro de las Academias de Historia de Caracas y de Bogotá. La quietud de las horas y los días era interrumpida por la constante visita de sus amigos, y así, entre la vocinglería de los niños y el susurro sosegado de las conversaciones, el tiempo se iba disolviendo como volutas de humo perdiéndose en el infinito, mientras él, pacientemente, esperaba la llegada de la nada o del Absoluto. Sólo la partida habría de resolver esa incógnita. LA ÚLTIMA ESCENA Es entrada la noche del 27 de agosto de 1929. Por los corredores de la casa donde mora don Eduardo Gutiérrez de Piñeres, partiendo de la sala y esparciéndose por entre las habitaciones, corre un rumor de rosarios y jaculatorias. Las señoras, situadas en la zona social de la vivienda, sentadas en imponentes mecedores momposinos y envueltas en los ropajes de la época, ni siquiera intentan reprimir el dolor, se entregan a un llanto contenido. Por los recodos de las estancias se ocultan algunos hombres solitarios, quienes, parapetados en un silencio que suponen impenetrable, no pueden disimular la recurrente sacudida del sollozo.

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Del cuarto principal apenas se pueden percibir murmullos de frases incompletas, fragmentos dispersos de los arcanos de una conversación que jamás podrá ser repetida y jamás podrá ser olvidada. Teresita, bella y bondadosa, como siempre, en compañía de sus catorce hermanos, vela con devoción junto a la cabecera del moribundo y no pierde detalle de sus palabras y sus gestos. De un momento a otro el semblante de don Eduardo, deformado por los sufrimientos de una larga enfermedad, se suaviza, y su mirada, a la que la vejación de sus males había conferido cierta dureza, recupera destellos de ternura. Los cinco sentidos de Teresita están volcados sobre su padre. Por eso no se le escapa ni la sorprendente sonrisa que se dibuja en sus labios ni la sutil fragancia de azucenas, que, en ese mismo instante, empieza a flotar por la alcoba, purificando todos sus rincones y elevándose hasta el techo sin exceder el límite de las claraboyas. El olor paulatinamente se transforma en un aroma dulce, penetrante y cálido, como una mezcla de violeta, lirio e incienso, cuyos efluvios se apoderan de los espíritus de cada uno de los quince hermanos, quienes, estremecidos por un súbito vértigo, se sienten transportados a un éxtasis en el que el pesar se confunde con la resignación y la paz. De todos los Gutiérrez de Piñeres Tono, Teresita es la primera en comprender lo que sucede: Don Eduardo acaba de morir y la emanación mística que se respira no es cosa distinta al olor a santidad.

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POSESIÓN DEL DOCTOR LEÓN TRUJILLO VÉLEZ COMO MIEMBRO DE HONOR DE LA SOCIEDAD BOLIVARIANA DE COLOMBIA. NUESTRO PRESIDENTE FUE CONDECORADO POR MIGUEL SANTAMARÍA DÁVILA, PRESIDENTE DE LA SOCIEDAD BOLIVARIANA DE COLOMBIA.

MUSEO NAVAL DEL CARIBE, 18 DE OCTUBRE DE 2012.

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HONORES AL LIBERTADOR SIMÓN BOLÍVAR EN EL PARQUE QUE LLEVA SU NOMBRE EN EL CENTRO AMURALLADO DE CARTAGENA

En la foto aparecen Jorge Dávila Pestana, León Trujillo Vélez, Presidente de la Academia de la Historia de Cartagena de Indias, Darío Morón Díaz, Vicepresidente, y Miguel Santamaría Dávila, Presidente de la Sociedad Bolivariana de Colombia.

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IN MEMORIAM A DOS HISTORIADORES DE LA ACADEMIA DE CARTAGENA DE INDIAS, DOCTORES ARTURO MATSON FIGUEROA Y JAIME ANGULO BOSSA

En la foto se encuentran en primer plano a mano izquierda, el escritor e historiador Jaime Angulo Bossa, Miembro Correspondiente de la Academia de Historia de Cartagena, cuando leía apartes de una conferencia en el mes de diciembre de 2011. Lo acompañan al fondo, el historiador Arturo Matson Figueroa, Presidente Honorario de la Academia, y los doctores León Trujillo Vélez, Presidente titular de la Academia y Carlos Gustavo Méndez Rodríguez, Vicepresidente. El doctor Jaime Angulo Bossa falleció en Cartagena el 22 de enero de 2012, a los 87 años, y el doctor Matson, en fecha más reciente.

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ACTA DE POSESIÓN DE NUEVOS MIEMBROS DEL IGSED (INSTITUTO GRANCOLOMBIANO DE ESTUDIOS SOCIOECONÓMICOS Y DIPLOMÁTICOS) El 15 de Noviembre de 2012 se realizó en la sede la Academia de la Historia de Cartagena de Indias, el acta de posesión de nuevos Miembros de la corporación con sede en esta ciudad.

En la fotografías figuran de izquierda a derecha, los siguientes miembros: Dr. Jorge Pérez Villa, Rodolfo Nieves Gómez, Dr. Jorge Pallares Bossa, Ing., León Trujillo Vélez, Francisco Latorre Vargas, Presidente, y Fredy Cifuentespantoja de Santa Cruz. Después de la ceremonia de posesión, se ofreció una copa de vino para los asistentes.

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BLOQUEO BRITÁNICO AL PUERTO DE CARTAGENA DE INDIAS EN 1814. Por EL HISTORIADOR E INVESTIGADOR FRANCISCO MUÑOZ

La isla inglesa de Jamaica y la ciudad de Cartagena de Indias, mantenían fluidas relaciones comerciales que eran vitales para el joven Gobierno de la ciudad amurallada. En aquella Isla se encontraban cierta cantidad de comerciantes españoles que habían visto afectado su comercio con la América Central, principalmente con el Istmo, punto por el cual introducían grandes cantidades de mercancías, que debido al Corso que bajo las banderas de Cartagena se ejercía en el Caribe y el cual estaba dirigido principalmente contra los barcos españoles , habrían causado ciertas tensiones que se mantenían tolerables gracias al volumen del comercio que Cartagena ejercía con las principales casas inglesas ubicadas en la Isla y sus filiales en Cartagena. El Corso era una práctica extrema que apoyaba las escasas finanzas con que contaba la Plaza, que luego de su gloriosa independencia había visto desaparecer los situados fiscales con que era apoyada para su funcionamiento durante el Gobierno español. El 13 de agosto de 1814, el bergantín inglés Emoulous, dejaba el puerto de Cartagena de Indias; las fortalezas de Bocachica que custodian el canal de acceso al puerto estrenaban nuevo Comandante, el coronel alemán Henry Lois Villaume Ducoudray Holstein, (1772 – 1839), quien apegado al reglamento, trataba de mostrar sus capacidades. Una antigua orden reglamentaba que a la entrada y salida del puerto todo barco debía fondear y ser inspeccionado por las autoridades apostadas en las fortalezas de Bocachica, ordenanza que el nuevo Comandante tenía presente y daría fiel cumplimiento.

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Pero por la ley ser antigua, algunos conocidos de anteriores comandantes simplemente no fondeaban y seguían como si no existiera el reglamento; entre estos “privilegiados” seguramente se creía encontrar el Comandante del Bergantín inglés Emoulous. Cuando la embarcación sobrepasó el punto de control sin detenerse para su inspección, se abrió fuego contra ella, un certero cañonazo dio contra el Emoulous y afectó seriamente las vitales relaciones con Jamaica, cuyas autoridades ordenaron el inmediato bloqueo del Puerto, que sería levantado hasta el 2 de octubre de ese mismo año, gracias a las gestiones diplomáticas del ilustre Presidente Gobernador del Estado de Cartagena de Indias, don Manuel Rodríguez Torices y las de su Secretario de Estado, el benemérito sacerdote Manuel Benito Rebollo y Amate. Los siguientes documentos detallan los acontecimientos: Carta del Secretario de Estado, don Manuel Benito Rebollo y Amate, al Comandante del bergantín inglés, Emoulous, agosto 14 de 1814: Su excelencia el señor Presidente Gobernador del Estado, me encarga manifieste a usted lo sensible que ha sido al Gobierno la desgraciada ocurrencia de Bocachica con el bergantín de su mando, de que le ha informado en su oficio de la fecha. Como varía substancialmente la relación que usted le hace del suceso de la que ha recibido del Comandante de las fortalezas, se ve en la necesidad para juzgar y proceder imparcialmente, de hacer la indagación del hecho, a que usted mismo le invita, y al efecto es dirigido el adjunto pliego para el coronel José María Durán a bordo del bergantín, que usted se servirá entregarle. Entre tanto tengo orden de S.E. para asegurar a usted que resultando de la información que va a recibirse algún exceso o culpa en el Comandante de las fortalezas, el Gobierno tomará la providencia conveniente, así para satisfacción del pabellón británico, como para escarmiento y que jamás se repitan tan desagradables ocurrencias. 78

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Por lo demás, usted podrá salir cuando tenga a bien, cierto de que no encontrará obstáculo a su salida. Dios guarde a usted muchos años. Cartagena, agosto 14 de 1814. Manuel Benito Rebollo – Secretario de Estado. Señor Comandante del bergantín de S.M.B. Emoulous.

Carta del Presidente Gobernador del Estado de Cartagena de Indias, al Real Almirante de las escuadras inglesas de S.M.B. en Jamaica, septiembre 24 de 1814. Excelentísimo Señor, nunca pudo presumir este Gobierno que a lo ocurrido con el bergantín de S.M.B. Emoulous en 13 de agosto a su salida de este puerto, había de darse un aspecto tan hostil y una interpretación tan odiosa y contraria a sus disposiciones y sentimientos después de la manifestación que de ellos hizo al Comandante del mismo buque, contestando al oficio en que le comunicó el suceso, del que incluyo copia a V.E. Pero por desgracia todo ha sucedido contra su persuasión, y las noticias recibidas, confirmadas las apariencias y hechos que instan, demuestran bastantemente, que lo ha sido puro efecto de un antiguo reglamento doméstico, sin el más remoto designio de provocación se ha recibido como tal, y ha causado la más viva sensación y ofensa. El Gobierno, pues, que ve frustradas de un modo tan sensible sus esperanzas e intenciones de conservar y estrechar más cada vez sus amigables relaciones con la Nación Británica, de que es testimonio irrefutable la diputación que con este objeto siguió de este puerto tocó en ese y a la fecha habrá llegado a Londres, y que desea remover y disipar cuanto pueda impedir, perturbar o hacer menos expedita y franca la Academia de la Historia de Cartagena de Indias

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feliz correspondencia que con recíproco interés han mantenido con esa Isla los nuevos gobiernos, se ve en el caso de anticipar a V.E. desde el momento en que considera necesaria las explicaciones que en su concepto deben hacer variar el que las circunstancias contrarias siempre a un Pueblo nuevo, habrán hecho formar de un suceso sensible a la verdad, pero en su origen a todas luces inocente. Existe pues, efectivamente, una orden o reglamento en este puerto, que previene el fondeo y reconocimiento de todo buque a su entrada y salida, y las fortalezas de Bocachica deben asegurar su observancia. No ha sido desconocido este reglamento a los antecesores de V.E. que han recibido reclamaciones de este Gobierno contra la conducta de buques de S.M.B. que han forzado el puerto, no queriendo sujetarse al fondeo, y sus contestaciones han sido bien satisfactorias, puesto que reconociendo el derecho con que podemos dictar providencias económicas de seguridad o conveniencia, ofrecieron hacerlas respetar por sus subalternos. Por otra parte, la práctica es bien general y su objeto muy justo y conocido. Evitar el contrabando, la emigración furtiva y la fuga de prisioneros de guerra, no puede ser cosa indiferente a ningún gobierno, mucho menos en nuestras circunstancias, y cuando las experiencias de todo género, entre las cuales se distingue la evasión del titulado Obispo de Santa Marta, nos ha enseñado a ser más cautos y prevenidos. Parece consecuencia necesaria, que el acaecido a la salida del bergantín Emoulous, no puede considerarse un acto de acto de enemistad ni agresión, en la ley o reglamento que lo motivó, pues no fue hecho para él, sino que existía ya de antemano, y se observa generalmente. Sólo podría considerarse como tal su mala aplicación en casos y circunstancias indebidas: Y aún entonces toda la culpa o responsabilidad cargarían sobre el subalterno, refluyendo solamente sobre el Gobierno mismo, cuando por su disimulo y tolerancia manifestase aprobación. 80

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No podrá inculparse a este Gobierno de tal inferencia. La cuestión era de hecho, las relaciones del suceso estaban varias, la Constitución del país no deja al ejecutivo la facultad de juzgar, un consejo de guerra debe conocer y está conociendo del negocio, que a la partida del buque conductor de este pliego estaría concluido definitivamente, a no haber sido necesario adelantar cierta diligencia informativa para mayor esclarecimiento y justificación de los hechos sobre que ha de librarse la sentencia. Entre tanto, el Gobierno hizo lo que estuvo al alcance de sus facultades. Luego que recibió la queja del Comandante inglés, dio comisión al Coronel Durán, pasajero del Emoulous, para practicar una información del hecho, relevó del mando y puso en arresto al Comandante de las fortalezas, y lo consignó al juzgado que según leyes había de conocer su causa; terminada esta, pasaré a manos de V.E. el proceso con lo sentenciado, que es todo lo que en mi concepto resta que hacer para su satisfacción. V.E. esté persuadido de que este Gobierno ha sido altamente sensible la ocurrencia que motiva esta comunicación, y que es tan decidido su propósito de conservarse en amistad y armonía con la nación Inglesa, que habría deseado que el Comandante de Bocachica hubiese disimulado el procedimiento del bergantín Emoulous, aún puesto en el caso de cumplir con las órdenes vigentes en las fortalezas, con lo que el Gobierno hubiera reclamado y no le habría negado V.E. la justa reparación por una violencia en menos precio de las leyes del país. Dios guarde a V.E. muchos años. Cartagena, septiembre 24 de 1814, cuarto año de nuestra independencia. Manuel Rodríguez Torices Presidente Gobernador del Estado. Excelentísimo señor Real Almirante de las escuadras inglesas de S.M.B. en Jamaica. Academia de la Historia de Cartagena de Indias

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Respuesta del Señor Comodoro W. Fothergill, al Gobierno de Cartagena de Indias, 2 de octubre de 1814. A bordo del navío Argos, en Puerto Real, a dos de octubre de mil ochocientos catorce. He recibido el oficio que condujo la fragata de S.M. Herald, y me es grata la persuasión de que no hubo propósito de insultar el pabellón británico. Consiguiente al fallecimiento de S.E. el Comandante en Jefe, dirigiré aquel oficio a mi Gobierno dejando copia para conocimiento del sucesor. Entre tanto he mandado que se retiren los buques que bloqueaban a Cartagena, y en retorno espero que se hará todo lo posible para impedir ese sistema ilegitimo de Corso que ha subsistido demasiado para detrimento de nuestro recíproco comercio. Tengo el honor. W. Fothergill Comodoro Al Presidente del Estado de Cartagena de Indias. Documentos obtenidos en el Archivo General de la Nación.

FRANCISCO MUÑOZ Bogotá, noviembre de 2012.

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LA AMANTE ESPIRITUAL DEL LIBERTADOR:

LOUISE JEANNE ARNALDE DENIS DE TROBRIAND. Por JORGE DÁVILA-PESTANA VERGARA (Especial para EL BOLETÍN HISTORIAL) La muerte prematura de “la amable hechicera de su alma”, como cariñosamente llamaba Simón Bolívar a su mujer, representó para él un demoledor golpe a su espíritu, que en principio no supo asimilar. Pero arribar a París, después de haber entregado a su suegro en Madrid, las pertenencias y joyas de la hija fallecida, significaron para el viudo de María Teresa del Toro, un aliciente en la vida que habría de sumarle experiencias y conocimientos en el deparar de su destino. Llegar un enlutado millonario a la siempre deslumbrante ciudad, en plena primavera, con la fogosidad e ímpetu que dan 20 años, alojarse en un hotel de la desenfadada calle Vivianne, y vivir cerca a las galerías de madera de Paláis Royal, rendez-vous por excelencia de principios del siglo XIX, era ni más ni menos que aterrizar en un bosque pagano rodeado de una vorágine de risas. No ha de pasar mucho tiempo, cuando vemos al joven Simón entregado a frívolas noches de desenfreno, devaneos y derroche de dinero. Las tabernas y casinos de la populosa urbe, son la cita obligada de sus francachelas. Es tanto el despilfarro en los juegos de azar, que una sola noche alcanza a perder la friolera de cien mil francos. Coristas, bailarinas y cocottes, sin reatos ni remordimientos fueron mantenidas por cuenta de su bolsillo. Bolívar, el dandi elegante y calavera, festejado por todos, que citaba los retruécanos de Brunet, y cantaba los couplets de boga, tonadillas algo picantes y un tanto

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groseras, flotaba sobre el éxito mundano en un estado de total embriaguez. Nadie podía imaginar que aquel mozuelo disoluto, más tarde encarnaría los nuevos ideales políticos, que por los años 1819 y 1820 se puso de moda entre los caballeros el célebre sombrero de fieltro gris, bordes levantados, y alta copa en forma de vaso, llamado chapeau bolívar. Tan popular se volvió, que las personas de ideas progresistas lo lucían, mientras las monárquicas se distinguían con otro llamado morillo. Fue tal su significado político, que sirvió para que Alexander Pushkin y Víctor Hugo, en sus obras Eugenio Onieguin y Los Miserables, le encasquetaran sendas chisteras bolívar a Onieguin y al padre de Cosette. Invitado por Louise Jeanne Arnalde Denis de Trobriand, condesa Dervieu du Villars, que se decía prima suya por parte de los Aristeguieta, concurre a varios Salones de París, palacetes y mansiones donde se daban cita lo más granado de la élite francesa, con el fin de debatir los sucesos del país, charlar temas políticos, morales, o filosóficos. Cotidianamente se reunían en ellos, personalidades de la aristocracia, científicos, políticos, cortesanas, poetas, artistas y también agitadores. Fue esta la manera como pudo el criollo alternar y empaparse de la efervescencia que significó para el mundo, la Ilustración. Eran la atracción que París ejercía, como eje del Siglo de las Luces, y lo que sin duda influyó en él, para escoger el rumbo de la política. Desde allí atalayado en una Francia que era el centro de Europa, contempla y analiza toda una época de convulsión, como se otea un paisaje desde las alturas de una colina, y en lontananza al horizonte. Pero la tertulia que definitivamente lo subyugó, y en la que vivió inolvidables episodios de un affaire romántico y apasionado, fue la de madame du Villars, catalogada como una de las más liberales del momento. Bolívar debió sentir de nuevo, el encanto de vivir 84

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al conocerla, y reflexionar que ante la fascinante mujer se le había olvidado por primera vez la pena que lo embargaba. En ese instante, también por la mente, debieron pasarle como un reproche, los recuerdos de la amada y desaparecida esposa. Para cortejarla bajo los impulsos de su nueva libertad, el viudo de Teresa del Toro se convierte en el más asiduo de los concurrentes de la casa de Fanny, como familiarmente la llamaban. Nace así el idilio con la bella mujer, y la pasión que enloqueció a Marco Antonio y Cleopatra, que Plutarco denominó furor báquico, los arroba. ¡Cupido con su arco de fresno y ciprés, certeramente había clavado la saeta cubierta de rodomiel! En la mansión de madame du Villar, sucedieron toda clase de anécdotas y rifirrafes protagonizados por el temperamento explosivo del caraqueño. En una ocasión, departiendo animadamente con Eugenio de Beauharnais, hijo de Josefina, el diálogo giró alrededor del parecido que tenían algunas personas con los animales. Pícaramente Fanny le pregunta al hijastro de Napoleón, con qué animal comparaba a Bolívar, a lo que aquél respondió, que se le parecía a un moineau (gorrión). Bolívar a pesar de hablar fluidamente el francés, confundido, creyó que le había encontrado parecido con un mono, y de inmediato y sin titubeos, agriamente respondió: Et vous ressemblez un corbeau” (y usted se parece a un cuervo). La oportuna explicación de la anfitriona, puso final al embrollo que habría podido pasar a mayores. En otra oportunidad, la Condesa brindó un banquete al que había invitado a tribunos, senadores, generales y algunas dignidades de la iglesia. En medio de las degustaciones y libaciones de ricas viandas y exquisitos vinos, Bolívar, en el fragor de la conversación, mostró su indignación contra Napoleón, desfogando acremente su opinión delante del coronel bonapartista Nicolás Charles Oudinot. Se produce entonces entre los dos una acalorada discusión, que afortunadamente no pasó de ahí, pero que pudo desembocar en duelo.

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Fanny le sirvió de destrón en la rutilante ciudad, fue amorosa y benevolente con él, introduciéndolo en el círculo social de sus amistades, y en más de una ocasión, gracias a sus súplicas, lo alejó del vicio del juego. Fue la persona que pudo arrancarle las ideas y proyectos políticos que le agitaban el cerebro, recónditos y febriles pensamientos de emancipación, que luego en América se convertirían en la única razón de su vigilia. Del vértigo de locuras, se entera su maestro y gran amigo Simón Rodríguez, quien acude desde Viena y le pide recapacitar. Se muda entonces a un barrio más alejado y sosegado, y ahí serenado de la principesca y estrepitosa vida, se matricula en la Escuela Politécnica y en la Normal Superior como pasante. Un cambio radical opera en el espíritu, entregándose entonces al estudio y a la reflexión. Pero en el diario discurrir de nuestra existencia, aquellas cosas que no enfrentan la muerte inexorable, perecen sin remedio a manos del tiempo, y es precisamente el tiempo el que va debilitando ese amor abrasador e insaciable, entre el criollo y la condesa. Mientras Simón iba transformándose en su personalidad, la pasión empezó a decrecer. Un día decide volver a América, le jura amor eterno y le entrega un anillo de oro grabado con la fecha 6 de abril de 1805. Ella, derrumbada y sin aliento, le solicita que recapacite, pero la única respuesta que recibe es que la decisión estaba tomada. Bolívar inicia entonces un breve recorrido por Italia, asiste a la coronación de Napoleón en Milán, recorre Venecia, Ferrara, Bolonia, Florencia, Peruggia, y Nápoles. Asciende al Vesubio con Humboldt, y en Roma, hace el célebre juramento del Monte Sacro. Abandona definitivamente la Ciudad Luz en el otoño de 1806, se dirige a Hamburgo, llega a Estados Unidos y finalmente arriba a Caracas en junio de 1807, encontrándose con una ciudad inmersa en un ambiente de gran agitación social y política.

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En la bitácora de la gesta que pronto construiría el caraqueño, la condesa Dervieu du Villars plantó la impronta como la mujer culta y fascinante, que exaltó su imaginación y fortificó sus propósitos. Dejó así su grano de arena en el pensamiento de un hombre ávido de conocimientos, pleno de ideales y sueños de libertad, que luego materializaría a sangre y fuego, y ha sido la razón para que la historia la haya llamado, La amante espiritual del Libertador. OFRENDA FLORAL A “NOLI ME TANGERE”

El 11 de noviembre de 2012, en el Paseo de los Mártires en las horas de la mañana, se hizo una Ofrenda Floral en honor a la estatua Noli me tangere, por el Alcalde encargado de la ciudad, señor Bruce Mac Master. Academia de la Historia de Cartagena de Indias

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¿CUÁNDO LLEGÓ BOLÍVAR A CARTAGENA? Por ANDRÉS RAMÓN RODRÍGUEZ PIZARRO Uno de los puntos que ha traído de los cabellos a los amates de la historia ha sido conocer la fecha en la cual el futuro libertador de cinco repúblicas llegó a la ciudad de Cartagena, y de esta manera dio inicio en nuestra patria a su excepcional carrera de militar y de hombre de estado. No olvidemos en ningún instante que el hombre referente del cual versa el interrogante, llegaba sin adornos de ninguna índole, era el derrotado de la plaza de Puerto Cabello y, además, el que había puesto en prisión al general Francisco de Miranda. Ese era el Bolívar que, procedente de la Capitanía General de Venezuela, llegaba al Virreinato de la Nueva Granada. Transcurría entonces el año de 1812, primer año de la independencia del Estado Soberano de Cartagena. Referente a su partida de la Capitanía General, no existe duda alguna. En efecto, el Señor Comandante de la Guaira, con fecha 28 de Agosto de 1812, le manifiesta: “... al Señor General, en jefe Capitán General de Venezuela en Caracas”, que “Ayer a las nueve de la mañana se dio a la vela para Curazao la goleta española Jesús María y Josef con los individuos que la fletaron, a saber: Dr. Josef Félix Ribas, el Dr. Félix Tejero, Don Manuel Díaz Casado, Don Simón Bolívar y un sobrino de Ribas, nombrado Francisco, que venía incluso en el pasaporte que V.E. le dio” “También se embarcaron en el mismo buque los extranjeros Don Francisco Esmita Salías, Don Luis Bernardo Yatillon, Don Carlos Chansen, que tenía presos por temor de algún mal procedimiento; fueron además en el propio buque el Francés de Yanot y su mujer”. Dios guarde a V.E. muchos años. Guaira, 28 de agosto de 1.812 Francisco Cerveriz”37 37 Blanco, José Félix y Azpurua, Ramón. Documentos para la historia de la vida Pública del Libertador. Tomo 3 pág. 715.

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Por lo tanto, la fecha de partida de Don Simón Bolívar con destino a Curazao, fue el 27 de agosto de 1812. Pero ¿qué sucede con su fecha de llegada a Cartagena? ¿Cuánto fue su estadía en Curazao? ¿Cómo y cuándo se embarcó rumbo a Cartagena? ¿En qué buque hizo la travesía? son preguntas que debemos hacernos, pero por el momento tratemos de dar respuesta a una sola. ¿Cuándo llegó a Cartagena? En las “Memorias de General Daniel Florencio Q’Leary” se dice: “Cartagena era entonces capital de lo provincia del mismo nombre, y asiento de su gobierno, a cuya cabeza se hallaba el joven Manuel Rodríguez Torices, que había abrazado con ardimiento la causa de la patria y dedicándole sus talentos y virtudes”. “Bolívar llegó a aquella ciudad, a mediados de noviembre de 1812 y encontró allí a muchos de sus compatriotas, que también se habían librado de la anarquía de Venezuela y de la venganza de las autoridades españolas...”.38 El historiador Sergio Elías Ortiz Manifiesta: “...El futuro libertador, Simón Bolívar, había llegado a Cartagena a principios del mes de Noviembre, escapado de las manos de Monteverde,... ”39 Y para el Sr. Coronel Alberto Lozano Cleves, la situación es un poco diferente cuando afirma que “después de una serie de estrecheces económicas y vicisitudes padecidas, que habían templado su voluntad y afirmado su juicio, se embarcó a Cartagena en donde tremolaban la bandera de la libertad. Bolívar llegó a esta ciudad a fines de noviembre de ese mismo año...”40 38 Memorias del General Daniel Florencio O‘Leary. Narración. Tomo Primero. Imprenta Nacional Caracas, 1952. Pág. 130. 39 Ortiz, Sergio Elías. Franceses en la independencia de la gran Colombia. 1949 Biblioteca Eduardo Santos Val. 1 Cap. 24 40 Así se hizo la independencia. Segunda edición. Biblioteca Banco Popular, Bogotá, 1980 pág. 36. Academia de la Historia de Cartagena de Indias

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En este punto y hora es preciso comentar que la inquietud objeto de este escrito surge de un estudio sobre la vida y obra del promotor de la independencia en la Gran Colombia, Don Manuel Rodríguez Torices, donde me encontré un debate interesantísimo entre dos historiadores de primer orden, como lo fueron Don Alejandro Amador y Cortés y Don Gabriel Porras Troconis, ambos de la Academia de la Historia de Cartagena, quienes ante una solicitud de la Academia de la Historia del Valle de Cauca para que se le facilitarán los datos con las veces que el Libertador Simón Bolívar visitó a Cartagena, comisionó hacer el estudio y elaborar el riguroso informe al Presidente Honorario de la Institución, Dr. Gabriel Porras Troconis, y al leerse en sesión, el Dr. Amador y Cortes promovió el debate correspondiente. 41 Sostenía el Dr. Porras Troconis Que: “La primera vez que Simón Bolívar pisó la tierra de Cartagena de Indias fue en el año de 1812. Llegó a la ciudad el 14 de noviembre (Manuel Ezequiel Corrales, Efemérides y Anales de Cartagena) acompañado por José Félix Ribas, su tío político (Ribas estaba casado con Josefa Palacios, hermana menor de la madre del Libertador), después de la caída de lo primera República de Venezuela, y de haber perdido la plaza de Puerto Cabello por traición del oficial Francisco Fernández Vinoni, quien había aprovechado para su deslealtad, la ausencia del coronel Ramón Alrnerich, comandante del castillo de San Felipe que dominaba la plaza”.42

Y fundamentaba el aserto de la fecha del 14 noviembre de 1812 en un documento suscrito por el mayor general Don Tomás Mantilla y denominado “suscinta exposición de los sucesos militares del año de 1813” y donde él manifestaba: “...llegó V.E. a Cartagena el 14 de noviembre del mismo año (1812) y no bien pisó V.E. aquel suelo cuando conocidas sus ideas y el genio que tan altamente le 41 Boletín historial No 136 de la Academia de la historia de Cartagena de Indias. Pág. 73 42 Boletín historial No. 136 de la Academia de la historia de Cartagena de Indias. Pág.48

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ha distinguido se le asignó en 1 de diciembre a la expedición del Magdalena...”43 A su vez, el Dr. Amador y Cortés expresó que se debía tener en cuenta que el manifiesto elaborado y dirigido por Bolívar “a los americanos” tenía fecha 2 de noviembre 1812, por lo tanto, mal podría haber llegado Bolívar a tierras cartageneras el día 14 del mismo mes y año. Y agrega “... obsérvese que yo no sostengo que Bolívar LLEGARA, POR PRIMERA VEZ, a Cartagena el día 2 de noviembre de 1812, sino que en aquella fecha se encontraba él en esta ciudad, como lo demostraré adelante...” Adicional a ello, critica de fondo las afirmaciones efectuadas por el Sr. Mayor General Montilla, ya que efectivamente el mando de la expedición del Magdalena lo tenía el Coronel Pedro Labatut, y concluía con el análisis de un discurso pronunciado por Bolívar en Caracas y con una carta del Libertador al señor Richard Wellesley, de fecha 14 de enero de 1814, deduciendo que Bolívar llegó a Cartagena “en los primeros días del mes de octubre de 1812”. Dicha conclusión está de acuerdo con lo afirmado por los historiadores Baralt y Díaz, quienes dicen “Ocupada toda Venezuela por el nuevo mandatario Español Monteverde, en nombre de su Soberano Fernando 7º, el coronel SIMÓN BOLÍVAR, que por infame traición en el Castillo de San Felipe de Puerto Cabello había caído bajo su dominación, trató de salir del país para emprender en el extranjero los grandes proyectos que revolvía en su mente; y al intento, por la mediación de su noble y fiel amigo el honrado vizcaíno Don Francisco Iturbe, obtuvo el pasaporte correspondiente”. “Así, por uno de aquellos juegos caprichosos de la fortuna que confunden con frecuencia el saber humano, dos realistas dieron libertad al héroe que debía destruir el poder español en la América del Sur”. 43 Ibíd. Pág. 54 s.d. Academia de la Historia de Cartagena de Indias

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“Poco después de estar en Curazao, supo BOLÍVAR que sus bienes, harto cuantiosos, habían sido confiscados: con lo cual apresuró el viaje (que ya tenía resuelto) a Cartagena. A esta ciudad llegó a principios de octubre de 1812, acompañado de José Félix Ribas, de Manuel Cortés Campomanes, uno de aquellos fogosos españoles de la conspiración de San Blas, de los hermanos Miguel y Fernando Carabaño y de otros varios oficiales distinguidos. Para fines del año se hallaban reunidos en aquella ciudad casi todos los venezolanos que habían escapado de la tiranía de Monteverde, y muchos extranjeros, principalmente franceses, que habían tomado parte en la defensa de la independencia americana”. “BOLÍVAR se proponía nada menos que libertar a Venezuela por medio de la Nueva Granada, empresa que atendido el estado de las cosas, parecía descabellada aun a los más confiados. Porque si la primera, no tan dividida interiormente y con una población más guerrera, había sucumbido, ¿Cómo resistiría la segunda? Idénticos serán sus errores, menores sus medios de defensa, mayores sus peligros”. “A estos podía oponer BOLÍVAR su espada y sus talentos; pero sin influjo ni mano en el gobierno, ¿cómo apagarían el fuego las disensiones civiles y reformaría el sistema político adoptado? En estas circunstancias hizo lo que pudo. Ofreció sus servicios al gobierno para combatir contra sus enemigos y se sirvió del ejemplo de su patria para presentar a la Nueva Granada una severa lección de escarmiento. Con este objeto público un manifiesto en que explico muy por menor la conducta de Monteverde, y además una memoria relativa a las causas que habían, en su concepto, producido la ruina de la revolución en Venezuela. Estos escritos, los primeros de BOLÍVAR en materias políticas, son unas de sus más notables producciones. Este hombre singular poseía entre sus talentos el de escribir con raro desembarazo, fuerza y gracia, y en el segundo de aquellos opúsculos probó que tenía igualmente el ojo certero de un buen político, la energía de un hombre de revolución y los vastos y atrevidos proyectos de un guerrero.”44 44 Blanco, José Félix y Azpurua, Ramón. Op. cit., pág. 714 y Ss.

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Y concluye diciendo el Dr. Amador y Cortés: “... Podría extenderme a historia la permanencia de Bolívar en Curazao hasta el 8 de octubre de 1812 y su viaje a Cartagena, adonde debió llegar el 14, 15 de aquel mismo octubre, pero no creo que haga falta...”

Ahora bien, es mi opinión que la contundencia de los argumentos presentados por el Dr. Amador y Cortés sobreviven dentro del debate a cualquier duda, más aun cuando en artículo posterior publicado en el Boletín Historial No. 136. (Academia de la Historia de Cartagena). Presento un documento suscrito, entre otros por Bolívar, expedido en Cartagena el 5 de noviembre de 1812 en el cual se dice: “... Los infrascriptos certifican del modo más conforme y auténtico que el Cn. P.A. Leleux, sirvió en el Exto. de Venezuela con el empleo de primer capitán del Cuerpo Nacional de Ingenieros, con el talento y valor militar que lo distingue y recomienda entre los oficiales de su cuerpo, y para su satisfacción y resguardo le damos el presente certificado EN CARTAGENA, A 5 DE NOVIEMBRE DE 1.812. 2° de la independencia”.

“Simón Bolívar, Cor. Ayudte. GI. Del Exto. de Venezuela. L. 8. Chontillon, T. Coronel Comandante de Cazadores. Miguel Carabaño, Comandante de lnfanteria”. (Tomado Textualmente del torno 35 - Guerra y Marina, folio 634 vuelto. Archivo Nacional de Bogotá)... 45 Por todo ello, el Doctor Amador y Cortéz ratificó que la fecha probable de la llegada del futuro Libertador Simón Bolívar a 45 Boletín historial de la Academia de Historia de Cartagena, No. 136. Pág. 50. Academia de la Historia de Cartagena de Indias

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Cartagena fue entre el 14 y 15 de octubre de 1812, y mi pequeño aporte al magnífico debate presentado, es que encontrándome dentro de la investigación que anteriormente comenté del “magnánimo presidente” Don Manuel Rodríguez Torices, como lo denomino Simón Bolívar en comunicación del 8 de Febrero de 1813,46 encontré la siguiente manifestación efectuada por Don Gabriel Gutiérrez de Piñeres, quien en carta dirigida a Don Pantaleón Germán Ribón, carta que fue interceptada por los realistas, le dice: “...Octubre 16 de 1812, Aunque Vuestra Merced no tenga orden del presidente para lo relacionado proceda V. sin cuidado que tiene las facultades suficientes para las medidas de guerra-. La misión con el virrey es reducida a suspensión de armas y medidas de comercio, y más que todo a tener esas espías en aquel destino para que nos informen exactamente de quanto pasa en ambos emisferios-. Han entrado 57 emigrados mas franceses, y esperamos de hoy a mañana otro buque aseguran los que han salido de Curazao que el último paquete inglés que havía llegado a aquella plaza traía noticias de hoyar rendido los franceses a cadis con pérdidas de la tercera parte de la población-. Venezuela está sufriendo los horrores de la reconquista en las cárceles de Puerto Cavello y Caracas, donde tienen presos sobre Dos Mil Americanos los más ilustres, y a los que van despachando de noche sin perjuicio de las puñaladas y ultrages que aquellos vecindarios resiben de día. Del - Pech y Ducaila enviados por Miranda a la Martinica y San Bartolomé a comprar fuciles y reclutar tropas habiendo sabido la desgracia de Venezuela han ofrecido a este gobierno dos mil fuciles y 1500 soldados franceses armados y vestidos, cuya oferta ha sido echa por el conducto de Bergara un hijo de Santa Fe que viene encargado por ellos a tratar sobre este negocio exigiendo sólo por recompensa auxilio suficiente para librar a Venezuela la propuesta ha sido admitida con aplauso y ya se apronta un Buque a salir por este poderoso refuerzo que me parece lo veré efectuado de 40 días - A mi 46 Documentos importantes de Nueva Granada, Venezuela y Colombia. Tomo 1. Pág. 185. Restrepo José Manuel

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hermano y Sotomayor que tengan esta por suya, pues el tiempo no da lugar para hacerlo por separado - Haga usted espreso a Santa Fe anunciando nuestra situación, y frecuentes a esta comunicándonos la de Vuestra Merced, valor y Constancia son necesarios para conservar lo adquirido, si no queremos sufrir los infortunios que padece la desgraciada Venezuela - Páselo Usted bien y mande a su afectísimo amigo y servidor Q. B. 5. M. Gabriel Gutiérrez de Piñeres...”47

Por todo ello concluimos con otro interrogante: Según el Dr. Amador y Cortés, Bolívar llegó posiblemente el 14 o 15 de Octubre de 1812, pero conforme lo manifestado por Dr. Gabriel Gutiérrez de Piñeres, ¿No habrá sido el 16 o el 17 de octubre de 1812? Los expertos tienen la palabra...

47 (Documentos para la historia de Cartagena Roberto. Arrazola. Tomo 3, 1.810 pág. 244). Academia de la Historia de Cartagena de Indias

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Esta obra se terminó de imprimir en Alpha Editores, en el mes de Febrero de 2013.

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