o parresíasta?

Jack y Ennis: ¿amor ético, moral y/o parresíasta? Mtro. Gabriel Zaldívar Reconociendo al amor como una vivencia ética que está más allá del ejercicio

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Jack y Ennis: ¿amor ético, moral y/o parresíasta? Mtro. Gabriel Zaldívar

Reconociendo al amor como una vivencia ética que está más allá del ejercicio de las sexualidades y apostando a la transformación del amor homosexual-moral en amor gayético, Ang Lee presenta un discurso parresiasta a nivel mundial, desde la plataforma hollywoodense. En Brokeback Mountain (2005), cinta ganadora del Premio Oscar al mejor director del 2006, al León de Oro en el Festival de Venecia 2006 y a varios premios más de la crítica internacional, Lee define al amor ético no como retórica moral sino como acciones y hechos no planeados ni impostergables vividos por cualquier ser humano: hetero u homosexual, pero además sostiene que los homosexuales lo viven en el silencio que marca la moral y los gays en la apertura ética. La historia cinematográfica del también director de El Tigre y el Dragón (2000), viola el discurso hegemónico porque decide involucrarse con el tema de la homosexualidad, porque significa su concepto de amor ético como ajeno a las sexualidades insertándolo en un escenario icono del machismo estadounidense (el de los vaqueros) y porque apela a la conversión del amor homosexual-moral en amor gay-ético, valiéndose del parresiastés Jack. Articulamos la reflexión en tres apartados: en el primero nos ocupamos de una narracióndescripción de la historia de amor en Brokeback… y el comportamiento ético y moral de sus personajes centrales; la segunda escala está marcada para discutir los significados y resignificaciones morales del amor homosexual y éticas del amor gay y finalizamos nuestra exposición, en un tercer apartado, caracterizando el discurso de Brokeback.

Palabras clave: Ética, moral, amor gay, amor homosexual y parresía.

Esperar, coincidir, convivir, conversar, sonreír, beber, proteger, ayudar, apasionar, entregar, fusionar, dormir, enamorar, compartir, contemplar, despedir, mirar, golpear, herir, sufrir, recordar, reencontrar, estrujar, jalar, arrugar, transpirar,

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regularizar, pelear y necesitar. Amar.

1. A LOVE THAT WILL NEVER GROW OLD Jack Twist y Ennis del Mar, protagonistas del relato de la escritora Annie Proulx, ganadora del Premio Pulitzer por esta historia, esperan la oportunidad de un trabajo en las montañas. El primero desea alejarse de la dependencia económica del padre y acercarse a una experiencia ajena a la familia que le aguarda, mientras el segundo quiere tener dinero, un trabajo para sobrevivir y forjarse un futuro luego de la soledad causada por la muerte de sus padres y el alejamiento de los hermanos. Mientras el pretexto aparece en la historia, disfrazado del empleador Aguirre (Randy Quaid), Ennis espera sentado en el escalón del tráiler-oficina. Jack se recarga en su camioneta para rasurarse y escudriñar almodovarianamente a Ennis, auxiliado por el espejo retrovisor del auto que lo llevó allí. Hasta ahora el amor no existe, ni se inventa, solo espera. Surgirá intempestivo. …yo te buscaba y llegaste, Y has refrescado mi alma que ardía de ausencia. Safo Jack y Ennis coinciden en el verano de 1963 para cuidar ovejas en la montaña. Bajo la condición establecida por el contratante, de no regresar con una oveja de menos, cientos de animales marcados, dos caballos y una mula, emprenden el viaje por el valle. Estos hombres, encarnados por los actores Jake Gyllenhaal (Jack) y Heath Ledger (Ennis), aprenden a convivir. Con el cuidado de las ovejas, Jack y Ennis alternan la preparación de la comida, la limpieza de los utensilios y artefactos que poseen para sobrevivir a la experiencia, la organización del campamento improvisado y la procuración mutua de su cansancio. Jack es rítmico como su apellido –Twist-, sonriente, aventurado, conversador, amable, habla de sus sentimientos, de sus planes a futuro, de su historia. Ennis se comunica verbalmente con monosílabos producidos por un rostro imperturbable como el

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rostro Del Mar, “tiene un aura de macho occidental silencioso del siglo XXI. Posee la agresividad y el miedo, como los dos lados de la navaja”, dijo de él Ang Lee en entrevista reciente. Ellos coinciden en un tiempo y un espacio que los orillarán a acciones aparentemente no predeterminadas. Jack y Ennis conversan pasados los primeros días en un lugar de Signal, Wyoming. El mismo Jack se sorprende y se lo hace saber: es la primera vez que Ennis habla de corrido, articula frases sobre su familia, de sus sueños de matrimonio y vida apacible, del hartazgo de la soledad de la montaña, de las condiciones del trabajo y de Alma, la novia que desea convertir en su esposa. Sonríen y beben. Son. Jack y Ennis se protegen ante las jugadas de la naturaleza y de los animales que la habitan. Lobos, osos, daños y heridas físicas, la nieve y la lluvia son el chispazo para cuidarse cuando solamente se tienen a sí mismos. Hacen su comida, lavan sus trastes, doblan su ropa, ponen su tienda de campaña al cambiar de lugar. Se ayudan. Jack y Ennis se apasionan. La conversación se extiende y mientras el frío se incrementa el alcohol mantiene la temperatura del cuerpo, así hasta que el cansancio agota y la tienda de campaña es lo de menos, el clima es lo de menos. Ennis quiere pasar la noche bajo el cobijo de las estrellas, cuando la noche es “todo estado que suscita en el sujeto la metáfora de la oscuridad (afectiva, intelectiva, existencial) en la que se debate o se sosiega” (Barthes, 1991: 185). Jack se preocupa, lo invita a ingresar a la tienda para cobijarse del intempestivo aire que hiela por fuera. Ennis duerme bajo las estrellas y logra conciliar el sueño, pero el frío ambiental y el calor interior lo interrumpen. Decide ingresar a la tienda de campaña, en donde la atmósfera es más cálida y el cuerpo de Jack lo es aún más. Jack toma la iniciativa y, con la brusquedad que caracteriza a Ennis, responde primero con miedo y luego aproximando su cuerpo al de Jack que lo recibe… se entregan y fusionan en una soledad convertida en compañía. Duermen tranquilos. Jack y Ennis se enamoran. El despertar del día siguiente marca el principio de una pasión propensa al amor. Porque el “sujeto amoroso se vuelve a encontrar, al despertar, sitiado por la inquietud de su pasión” (Barthes, 1991: 96).

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Conversan, comparten, contemplan a sus ovejas y a la montaña testigo del suceso. Ennis guarda silencio, Jack rompe silencios. Ennis está contrariado, Jack pleno. Pero ninguno de los dos es “marica”, ninguno transgrede lo moral. Me estremece de nuevo desatador, …agridulce alimaña invencible, Amor. Safo Jack y Ennis se despiden. Una montaña se prepara para el adiós. El principio del retorno es camaradería entre dos hombres abrazados. “El gesto del abrazo amoroso parece cumplir, por un momento, para el sujeto, el sueño de unión total con el ser amado” (Barthes, 1991: 24). Se miran. Ennis se entrega en un silencio reflejo del conflicto interior, Jack –propenso a mostrar sus emociones- se enfurece… ama al que se va. Se golpean para afianzar una masculinidad aprendida en la fuerza del rodeo, para cristalizar el conflicto ético y mostrar su incapacidad al manejar las emociones; para manifestar el dilema ante la moral y dejar constancia de su estado de alteración: “Producción breve, en el campo amoroso, de una contraimagen del objeto amado. Al capricho de incidentes ínfimos o de rasgos tenues, el sujeto ve alterarse e invertirse repentinamente la buena imagen” (Barthes, 1991: 33). Se hieren hasta las primeras manchas de sangre que permanecerán como huella del amor, la camisa de Jack, única prueba material de lo inolvidable, se transforma, se tiñe de malva el amanecer. Jack y Ennis sufren con la separación. El descenso de aquel bosque de crueles temperaturas en invierno es el encuentro con la realidad, la continuación de los proyectos existentes antes de subir. Los planes de matrimonio de Ennis habrán de continuar. Jack hunde su mirada en Ennis, quizá demanda respuestas o soluciones, atrevimiento o locura, tal vez un comportamiento ético. Ennis se despide, Jack se marcha en su camioneta. Ennis, frente a una pared convertida en Muro de los Lamentos, golpea furioso mientras llora, pero no con lágrimas de arrepentimiento sino con la humedad provocada por quien se condena moralmente por no actuar en congruencia ética: El tipo de acción y sus consecuencias son muy variadas, pero la exigencia de actuar es indispensable para poder adquirir este carácter (ethos) masculino ejemplar… Los sentimientos y los afectos intervienen en sus decisiones pero nunca pueden convertirse en determinantes

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del desenlace final de sus acciones, que siempre deben guiarse por esa recta razón que caracteriza al hombre virtuoso (Coll, 2000: 178).

Ennis deja ir al amor y Jack sufre lo propio recurriendo a la primera vista que tuvo de Ennis: el espejo retrovisor de su camioneta, que poco a poco lo ve alejarse. El amor es despedida aplazada pero ansiosa de segunda parte, aunque quienes somos espectadores no sepamos cómo sucederá esto. Jack adivina la manera: regresando al tráiler-oficina al pie de la montaña, como quien por segunda ocasión busca un empleo de temporada pero que esconde tras de sí el deseo de coincidir con Ennis, una vez más. Recuerdan su ausencia. Sufren por un pasado que sigue presente pero acompañados de la realidad moral: matrimonio y convencionalismo heterosexual que cumplen al pie de la letra. Sonrisa, coqueteo, primeros acercamientos, viajes al campo, admiración mutua, ¿deseo?… boda y rápidamente hijos. Ennis se casa con Alma (Michelle Williams) y Jack con Laureen Newsome (Anne Hathaway). Ang Lee, quien en 1993 nos contó otra historia de amor homosexual entre un inglés y un oriental (Banquete de Bodas), quisiera no permitirnos el olvido para las historias de amor moralmente aceptadas. Sin la calma que tuvo para narrar el surgimiento y coronación del amor entre Jack y Ennis, en unos minutos de música a cargo de Gustavo Santaolalla, nos pone al día de lo sucedido en la vida heterosexual de los personajes. Jack y Ennis se reencuentran y el encuentro es el regreso “al tiempo feliz que siguió inmediatamente al primer rapto, antes que nacieran las dificultades de la relación amorosa” (Barthes, 1991: 107). La montaña no es barrera para que se abra la posibilidad. Una postal es la imagen impresa que promete la visita postergada. Pero el amor no es impostergable. Jack aparece en el hogar que Ennis comparte con una mujer amante del imperturbable y dos hijas que lloran y piden, una mujer acostumbrada a la incomunicación de lo verbal y dispuesta a la comunicación de lo corporal. La aparición de Jack rompe la imperturbabilidad de Ennis quien sale corriendo de su casa para recibirlo, las emociones escatimadas por el tiempo que duró la separación –cuatro años- de pronto son visibles en

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un rostro que se alienta y ansía hasta bajar con rapidez la escalera que lo fundirá en un abrazo fraternal. Los asistentes a la proyección, observadores de Jack y Ennis, no sabemos si sólo esperar un abrazo fraternal. Jack llevado por el placer arrastra a Ennis hasta la parte trasera del hogar, y vuelve a ser el Jack conocido, el que habla, externa sus sentimientos, confiesa el amor, el que olvida lo moral para actuar en congruencia ética. Ennis no responde con palabras, nunca fue lo suyo, sino entregándose al reencuentro con un beso almacenado, al contacto de una piel que tuvo y vuelve a gozar, sin perder su rústico estilo. Se estrujan, jalan, arrugan, transpiran, olvidan la condena social mientras son descubiertos desde la ventana por Alma –la esposa de Ennis- a quien cae de golpe la realidad y odia mientras calla. Jack y Ennis regularizan su relación. Los encuentros pasan de la casualidad a la estructura. Espaciados pero organizados tienen cada temporada como testigo a la montaña, es el regreso a Brokeback Mountain. La pesca es el pretexto a los ojos de sus familias, para tenerse al menos por unos días, mismos que aprovecha Jack para insistir en la posibilidad de un mundo nuevo construido por y para ambos, en su necesidad de tener a Ennis de tiempo completo. La posesión del objeto amado. Ennis, quien una vez más se disculpa por su negativa, reconoce la necesidad del amor y su imposibilidad para vivirlo, posponerlo ante lo que tiene tras y frente a sí. Tras de sí el recuerdo de un niño de 9 años llevado por su padre para conocer el castigo infringido a un hombre que vivía con otro hombre, cuya muerte Ennis atribuye a su propio padre. Como máxima que imposibilita está un hecho, representante de la moral social, formador de Ennis y traducido en barrera para su felicidad. Frente a sí, Ennis tiene una esposa e hijos a los que no se atreve a dejar y un Jack al que niega su amor, pues en sus reglas eso “podría ser así toda la vida y hay que soportarlo ya que no tiene fin”, sentencia Ennis. Su vida transcurre rápidamente porque el cine así lo hace parecer, pero nos encontramos frente a 20 años de dos vidas. Jack con su hijo y sus suegros garantes de una vida cómoda y algunas aventuras homosexuales que Tijuana ofrece. Ennis acatando

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la decisión que su esposa sí se atrevió a tomar: la ruptura, momento aprovechado por Jack para demandar su compartir. Ennis –instalado en la moral social- sigue sin atreverse mientras las lágrimas de Jack –producidas por su comportamiento ético- tienen como tope el largo cigarrillo que sostiene con los labios que guardan el deseo del amor, mientras en la radio se escucha una canción: A love that will never grow old. Jack y Ennis se pelean y necesitan. La montaña debe despedir a sus fugitivos como cada temporada, y lo hace de la misma manera en como los recibió hace años: con pasión y violencia. Jack es la pasión que demanda atención total para vivir como la pareja que son, Jack es: el que desea lo que no está seguro de poseer, lo que no existe al presente, lo que no posee, lo que no tiene, lo que le falta. Esto es, pues, desear y amar. El amor es el amor de alguna cosa; en segundo lugar, de una cosa que le falta (Platón, 1975: 370).

Ennis es la violencia de los golpes frente a la autoimpuesta barrera mezclada con el celo por las visitas de Jack a México. Jack marca el principio del fin para la no consolidación de su historia luego de reclamar la insuficiencia que significa su relación con Ennis, mientras éste acata las decisiones del idealista, enamorado y ansioso que omite callar y es asesinado. Ennis recibe la noticia y recuerda… y recupera. Por primera vez la esposa de Jack conoce su voz, parca, concreta. Por primera vez Ennis conoce a los padres de Jack, cómplices de un futuro que nunca llegó, guardianes de los restos del amor: una camisa teñida de malva al amanecer de una montaña, dadores de la oportunidad para atreverse aún a pesar de la muerte de Jack. Jack Twist, el hombre que esperó y dijo siempre su verdad a Ennis del Mar, dejó de estar y de orillarlo a vivir la vida como él quería vivirla. Ennis, abrazado a lo único material que conserva de Jack, una camisa tinta en sangre, solo reconoce el triunfo del discurso de Jack con una promesa: “Jack te juro…”.

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2. ÉTICA DEL ALIMENTO Y MORAL DE LA CONTRADICCIÓN Los hechos, las situaciones, las cosas, son siempre las mismas. Los seres humanos somos quienes cambiamos y cada transformación –más allá de su causa o sentido- nos obliga a conocer desde una perspectiva distinta. El amor homosexual y el amor gay son algunos de los hechos o situaciones cuya perspectiva moral y ética se mueve. La significación dada por siglos al amor entre personas del mismo género tiene como marca la condena moral. Las religiones, con ahínco la católica pero sin minimizar la labor de otros credos y culturas que pusieron su parte y fueron ayudadas por las estructuras de los estados totalitarios y conservadores, construyeron el discurso hegemónico de la antinaturalidad y la inmoralidad. Aunque en las éticas personales fue más común de lo que imaginamos, la heterosexualización del discurso a fuerza de repetición acabó considerándose pauta de lo “normal”. Y si seguimos el suplemento Letra S publicado por el diario La Jornada en primer jueves de abril, el discurso persiste para Brokeback Mountain: Ahora van a premiar según anuncian una película donde se trata el amor homosexual; esa es ahora, esa ha sido siempre la ofensiva contra el matrimonio, contra la familia, contra Dios (…) sobre todo la televisión arrastra, pervierte, trastorna los valores (…), entonces siempre debemos estar en este combate heroico, descomunal contra las fuerzas del Maligno (Mario de Gasperín, Obispo de Querétaro). (En la película Secreto en la Montaña) hay una clara intención de ir metiendo en el ámbito de la sociedad la convicción de que una orientación sexual desviada puede ser considerada completamente normal (…) El homosexualismo es una orientación desviada de personas que necesitan ayuda y la Iglesia se las puede dar (José Guadalupe Martín Rábago, Presidente de la Conferencia del Episcopado Mexicano).

Quizá el resultado más dramático de esta preceptiva no sea la condena sino la ignorancia, un dejar aparte eso que estuvo, está y estará. Perdimos una vista más de la historia de la humanidad, cortamos de tajo el avance del amor entre parejas del mismo género en su perspectiva moral y ética: Supongo que en toda sociedad la producción del discurso está a la vez controlada, seleccionada y redistribuida por cierto número de procedimientos que tienen por función conjurar sus poderes y peligros, dominar el acontecimiento aleatorio y esquivar su pesada y terrible materialidad. En una sociedad como la nuestra son bien conocidos los procedimientos de exclusión. El más evidente, y el más familiar también, es lo prohibido. (Foucault, 2002, p. 14).

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Así como las y los especialistas en estudios de Género apelan a reescribir la historia desde lo femenino para verla de una manera distinta, cual Visión de los Vencidos (León Portilla, 1989); pensemos en la posibilidad del paradigma desde la visión homosexual. ¿Aparecerían nuevos personajes en la Biblia?, ¿interpretaríamos igual los amores de los griegos?, ¿Aquiles y Patroclo serían solo una pequeña mención para la Iliada?, ¿entenderíamos la pasión de Alejandro Magno?, ¿qué historias macabras se revelarían de la Edad Media? ¿apreciaríamos distinto el trabajo de Miguel Ángel o Da Vinci?, ¿leeríamos igual De profundis (Wilde, 2005) o Teleny (Wilde, 1994)?, ¿despojaríamos a Emiliano Zapata de todas las avenidas, calles y ciudades, que de nombre le pertenecen para no manchar con murmuraciones el nombre del yerno de Porfirio Díaz? Es un escenario del imposible posible. Un panorama a la Historia Mundial de la segunda mitad del siglo XX y principios del siglo XXI, a partir de sus temas de moda, estaría marcada –entre otros- por el terrorismo, la social-democracia, la migración, el neoliberalismo, los medios masivos de comunicación y la homosexualidad. Un abanico diverso, enredado e incompleto, en donde pareciera que los hechos no guardan relación entre sí, pero reculemos hacia el último asunto mencionado y objeto de interés: la homosexualidad, específicamente en lo tocante al amor, la ética y la moral. De muy reciente factura, los términos de amor homosexual y amor gay nos llevan a preguntarnos por qué los temas tabú de pronto inundan los discursos mundiales y -antes de cualquier intento de respuesta- debemos reconocer su presencia y permanencia en el imaginario

social,

como

preocupación

por

algo

indefinido,

desconocido.

La

sobreabundancia informativa generada por los modelos económicos del presente, el derribamiento de barreras territoriales –imaginadas y reales- el capitalismo salvaje, el intercambio cultural, la conciencia del otro, la inmersión de las personas en las sociedades de la información, la visibilidad de la diversidad… estas medidas con todas sus desigualdades pusieron en el escenario lo existente. La homosexualidad es solo una pequeña parte de todo eso de lo que de pronto nos dimos cuenta:

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“Sea cual sea el prisma desde el que contemplemos un concepto tan amplio y abstracto como la homosexualidad, probablemente incurramos en su estereotipo ideológico –positivo o negativo- con el que estemos fijando arbitrariamente su carga semántica” (Andrés, 2000: 122).

Colocado como tema inmoral, el primer auge de lo homosexual debe reconocerse a finales de la década de los 60, cuando las primaveras mundiales del 68 incitan al cambio estructural, incluida la construcción de la sexualidad. Con la liberación femenina como bastión, la comunidad homosexual se visibiliza para exigir su posibilidad de salir del clóset de los inmorales para insertarse en la moral pública y legitimar su derecho al amor, entre otras cosas. Esta es la gestación en la modernidad de los movimientos de validación del amor homosexual. La ideología de la identidad homosexual, que consiste en teorizar una pretendida especificidad de los homosexuales en torno al hecho único de su sexualidad, tiene su fundamento objetivo en la condición de opresión impuesta a los homosexuales en la sociedad capitalista, y constituye la forma de alienación específica de los homosexuales frente a la ideología dominante. Esta ideología encuentra su fundamento material en las diversas formas del ghetto, que son otros tantos lugares de reclusión para los homosexuales (Nicolás, 1995: 37).

Durante casi 20 años se conforman las primeras comunidades que, a la vista o atrincheradas, van tomando forma y ganando espacios abiertos o underground en varios países del mundo. Un segundo momento de auge de lo homosexual lo ubicamos en los años 80, esta vez provocado por la epidemia rosa detectada en San Francisco, California. Mientras el discurso

hegemónico

utiliza la

nueva

peste

para

retomar

la

condena

moral

empequeñecida en los 70, la comunidad homosexual aprovecha el cierre de los centros de reunión para refrendar el reclamo del derecho a vivir, ya no solo su amor, sino su vida a la luz del día. Bajo el Virus de Inmunodeficiencia Humana (VIH) mutable a Síndrome de Inmunodeficiencia Adquirida (SIDA), a la comunidad homosexual se suma el estigma de diseminadora del virus descubierto por Robert Gallo y Luc Montagnier. Con el discurso asociativo de homosexualidad y enfermedad, se pierde parte del terreno ganado en 1973 cuando la homosexualidad desapareció de la lista de enfermedades de la Asociación Psiquiátrica Americana, pero esta vez la moral dominante no logra la contención total. La moral y la policía han sido expulsadas del sexo en la liberación, pero en la posliberación, el sida ha traído a la profilaxis como nueva instancia de categorización. Una instancia amoral,

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inhumana, pero eficaz, al sostener tanto la viabilidad del contacto, como la seguridad en el riesgo (González, 2002: 68).

A partir de aquí, asistimos un tercer momento en la historia de los movimientos de la comunidad homosexual. Con un discurso nuevo en mensajes, lecturas, visiones y actores, vemos que la sexualidad no pudo ser contenida por el discurso hegemónico de lo inmoral y brincó al espacio de lo público para instalar significaciones y resignificaciones, lo homosexual y lo gay. Lo homosexual, de tintes negativos en el discurso hegemónico, es lo depravado, el hombre o la mujer que tienen sexo con los de su género, el enfermo mental. Lo homosexual, en los espacios de la diversidad, no está fuera del clóset. Lo homosexual es para unos y otros algo inmoral, insano, porque la homosexualidad “ya no está dada por la biología, sino que se construye y se expresa a través de un estilo de vida, una comunidad y una sensibilidad cada vez más conciente de sí misma” (Castañeda, 2001: 54-55), y su conciencia da paso a lo gay. Lo gay, en el discurso hegemónico, no es moral ni inmoral, esas consideraciones carecen de importancia porque los “gueis” pagan impuestos, consumen productos, son un mercado potencial con alto poder adquisitivo del que no importa su sexualidad mientras no nos afecte. “Los homosexuales descubrieron que podían salir del clóset, pero sólo si cumplían una condición: parecerse a los heterosexuales” (Castañeda, 2001: 235). Lo gay, en los espacios de la diversidad, es lo que se incorpora, lo que vive y deja vivir, sin importar si se diluye o desdibuja, es amoral aunque, según los integrantes de una comunidad tendiente a la masificación, la moral cambió: Antes de renunciar advertimos que la aventura liberadora no fue en vano. No regresamos inermes. De la oquedad retornamos otros, nos hicimos diferentes. Ciegos –deslumbrados por la nada-, nos asumimos únicos y continuamos en un viaje inercial que nos reafirma. El flamígero estandarte se volvió nuestra divisa. En la lucha contra el poder nos vencimos a nosotros mismos, nos creamos, nos resumimos en el sexo y ahí reconocimos nuestro yo. Entonces nos volvimos gays (González, 2002: 36).

De aquí se desprenden los patrones para caracterizar al amor homosexual como amor moral y al amor gay como amor ético pues se viven de manera distinta.

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El amor homosexual está atrapado en la moral social, oculto en las paredes de la privacidad, vive al pendiente del qué dirán, su pareja no es tal, sino un amigo, un primo, un socio, un viejo compañero del trabajo o de la escuela. Las acciones que definen su amor solo suceden cuando nadie mira. El espacio público es el de las apariencias y la respetabilidad mientras que el espacio privado es el de la realidad. Estuvo y está en el discurso cinematográfico de Querelle (Fassbinder: 1982); El Silencio de los Inocentes (Demme: 1991) o Doña Herlinda y su hijo (Hermosillo: 1985); en textos como Maurice (1998) o Corydón (1989); en músicos y cantantes como Iggy Pop, David Bowie o Morrisey en The Smiths. Es un amor, en el discurso, enfermo, depravado y sodomita, propio de Wilde. Es un amor prohibido, maquillado, anti-natura, perverso e imperdonable a los ojos de algún dios. Es lo anormal y está asociado a discursos sobre drogas, oscuridad, crímenes pasionales, robo o pederastia. Es un amor conflicto para quien lo vive dada su moralización. Se vive de fuera hacia dentro. El amor gay es resignificación y masificación. Está en series de televisión norteamericana como Wiil and Grace, Queer as Folk y Six Feet Under; en telenovelas mexicanas como La bella más fea (Ocampo: 2006); en músicos y cantantes como George Michael o Airah; en historias de la literatura como California (Mendicutti: 2005), Muy lejos de casa (Bowles: 1992) o En jirones (Zapata: 1994); o en el cine nacional o internacional como Philadelphia (Demme: 1993) o Puños Rosas (Gómez: 2004). La esencia de la identidad gay en la actualidad, implica elegir día con día un estilo de vida, vivir públicamente lo que antes se ocultaba, enfrentar la discriminación social y ya no padecerla pasivamente. También entraña cierto orgullo, el gay pride, un evento joven en la historia. “Nunca antes los homosexuales habían asumido su orientación con orgullo, ni habían exigido respeto en lugar de compasión (Castañeda, 2001: 57). En estos discursos los personajes gay enfrentan, discuten y asumen su situación – apoyados o no por los círculos familiares y de amigos- para construir su destino. El discurso gay forma parte de la vida cotidiana y la comunidad gay incorpora su vida al resto de la sociedad, sin atrincheramientos y enfrentando los problemas que surgen en las mentes más conservadoras. “La identidad gay no consiste en la asunción personal del

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estereotipo; es la autoaceptación, y el comportamiento social consecuente, de la preferencia homosexual dominante en un sujeto. Aceptación personal y demostración social de esa aceptación” (González, 2002: 42). El amor gay es el de hombres y mujeres en cuya realización personal el amor es un apartado adicional al desarrollo profesional, familiar, social, cultural o financiero. Se expresa en el espacio público, no se esconde ni adecua a las circunstancias sociales. Responde a la ética de quien lo vive antes que a la moral social. Se vive de dentro hacia fuera. El amor son acciones y hechos no planeados ni impostergables que no eligen sexo de manera previa. Con sus innegables diferencias en las formas, el amor –homosexual, gay o heterosexual- es la necesidad de algunos de estar en pareja o la decisión de ajustarse a otro discurso dominante: el amor es la media naranja, la mitad perdida. El gran reto que enfrentan los homosexuales de nuestra época es redefinir en qué se parecen al resto de la sociedad, y en qué difieren de ella, amén de decidir qué semejanzas y qué diferencias quieren conservar (Castañeda, 2001: 237).

El amor homosexual desde un ángulo moral contraría y desgasta mientras que el amor gay -por ser ético- alimenta. La elección es personal y depende de la superación de una innegable diferencia de visión en un mundo no hecho para la diversidad. El problema del amor homosexual es moral y se gesta en el homosexual para reproducirse en el discurso hegemónico. El amor gay es ético pero se ha lanzado a la esfera pública como perteneciente a todos.

3. ENCUENTRO, EXHORTACIÓN Y CONFLICTO Brokeback Mountain es un discurso parresiasta y el personaje de Jack es el estandarte de dicho discurso. Si “el hecho de que un hablante diga algo peligroso – diferente de lo que cree la mayoría- es una fuerte indicación de que es un parresiastés” (Foucault, 2004: 41); Jack lo es cuando apela a la transformación de Ennis de homosexual

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a gay bajo la premisa del merecimiento del amor. Aunque en nuestra opinión Jack debiera ser empático al sentimiento de Ennis, el parresiastés que dice todo cuanto tiene en mente: no oculta nada, sino que abre su corazón y su alma por completo a otras personas a través del discurso… utiliza las palabras y las formas de expresión más directas que puede encontrar… actúa sobre la opinión de los demás mostrándoles, tan directamente como sea posible, lo que él cree realmente (Foucault, 2004: 36-37);

se extiende al proceso de comunicación con un público desconocedor del tema de la homosexualidad y lo gay: el compromiso implicado en la parresía está vinculado a cierta situación social, a una diferencia de estatus entre el hablante y su auditorio, al hecho de que el parresiastés dice algo que es peligroso para él mismo y que comporta, de este modo, un riesgo, etc. (Foucault, 2004, p. 38).

A pesar del conflicto de Ennis, Jack “prefiere ser alguien que dice la verdad antes que un ser humano que es falso consigo mismo” por lo que declara su amor y su necesidad de Ennis aunque “el peligro viene siempre del hecho de que la verdad que se dice puede herir o enfurecer al interlocutor” (Foucault, 2004: 43). Jack hace uso de su libertad y escoge la franqueza en lugar de la persuasión, la verdad en lugar de la falsedad o el silencio, el riesgo de muerte en lugar de la vida y la seguridad, la crítica en lugar de la adulación (Foucault, 2004: 46).

Brokeback… es un discurso que apela al amor como una serie de acciones y hechos lejanos a una retórica del amor romántico del discurso hegemónico. Jack y Ennis dedican el tiempo posible a esperar, coincidir, convivir, conversar, sonreír, beber, proteger, ayudar, apasionar, entregar, fusionar, dormir, enamorar, compartir, contemplar, despedir, mirar, golpear, herir, sufrir, recordar, reencontrar, estrujar, jalar, arrugar, transpirar, regularizar, pelear y necesitar. Amar es hacer antes que soñar. Brokeback… sostiene que el amor no es planeado ni impostergable. Nada de lo sucedido estaba escrito en la historia de Jack y Ennis y más allá de la muerte de Jack, Ennis toma la decisión de superar su barrera moral. Brokeback… muestra que el amor entre hombres no es el del discurso hegemónico. Lejos está del imaginario para surgir en cualquier esfera social, incluida el recio mundo de los vaqueros norteamericanos, adicionando a su contexto que el amor entre personas del mismo género no implica travestismo ni femenización.

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Brokeback… confronta el amor homosexual moral con el amor gay ético. Ennis representa al amor atormentado con complejo de culpabilidad al que pesa más el conflicto moral que el deseo de vivir, lo cual explica la falta de atrevimiento comentado líneas atrás. Por su parte, Jack figura al amor que en un twist desea vivir éticamente bajo el cielo de Signal, Wyoming. Brokeback… debe reconocerse por su capacidad de mostrar el conflicto de lo homosexual y lo gay, impactado en el amor. Ello y su masificación lo convierten en un discurso clave en la transición cultural de lo homosexual a lo gay, no solo en la población homosexual sino en la sociedad en general. Brokeback… instala, aprovechando la maquinaria hollywoodense, una vertiente que amplía la perspectiva de los no relacionados con el tema, más allá de la generación de simpatías, y da información que deconstruye imaginarios sociales hegemónicos e invita a pensar de nuevo o a suavizar posturas. Brokeback… lanza un mensaje a favor de la salida del clóset. La respuesta final de Ennis del Mar es el triunfo de Jack.

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