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Oh Dios Padre, única fuente de santidad, te damos gracias porque nos has dado en el Beato Giovanni Antonio Farina un pastor infatigable, un maestro intrépido y un padre de los pobres. Alimentado de tu Palabra y de la divina Eucaristía, encendido de la caridad del corazón de tu Hijo y de la Virgen María, lo hiciste fuerte en las pruebas de la vida y lleno de compasión ante el sufrimiento de los hermanos. A imitación suya concédenos amor y fidelidad a la Iglesia, sentimientos de misericordia y ternura para servirte en los pequeños, en los pobres, y en los enfermos. Danos tu santo espíritu para colaborar contigo en la construcción de tu Reino y abrir las puertas del mundo a Cristo tu Hijo. Concédenos Señor por su intercesión, la gracia que necesitamos. (Tres glorias)
EL MILAGRO El jueves 3 de Abril de 2014 el Papa Francisco ha firmado el decreto sobre el Milagro reconocido para la Canonización del Beato Giovanni Antonio Farina. La noticia ha sido comunicada desde la sala de prensa de la Santa Sede, después de la audiencia privada concedida por el Papa al Cardenal Ángel Amado, Prefecto de la Congregación de la Causa de los Santos.
Con la promulgación del Decreto sobre el milagro, la Canonización del Beato Farina ahora es real. Tendrá lugar sin duda en Roma, aunque todavía no podamos conocer la fecha concreta, por un motivo ligado al procedimiento canónico. Como la proclamación de un Santo es una declaración del Magisterio infalible de la Iglesia, el Papa debe convocar un Consistorio Ordinario, durante el cual confirmará oficialmente el parecer de los Cardenales y de los Obispos que aprobaron el milagro y anunciará la fecha de la futura Canonización.
EL MILAGRO DEL BEATO Y LA CERTEZA DE LOS POBRES "Dios, Dios" interrumpe el anonimato, "siempre Dios: aquellos que no pueden valerse por sí mismos, que no tienen la fuerza, siempre tienen a este Dios para ponerlo en juego, como si él les hubiera hablado. (A. Manzoni, I promessi sposi, tapa. XXI)
Incluso Kumari, una mujer joven con nueve meses de embarazo, pobre y analfabeta, que vivía en un pequeño pueblo del estado indio de Andhra Pradesh, le había pedido a Dios que salvara su vida, recurriendo a un padre que nunca conoció, pero que las hermanas Doroteas le habían sugerido que invocara.
Siempre había sostenido en la mano la estampita toda arrugada, mirando la foto del Obispo que le había dado tanta fortaleza cuando la dejaron dar a luz sola en una habitación pequeña y aislada, sin un médico y un equipo necesario, porque “ella estaba infectada", habían dicho. Los médicos y las enfermeras estaban seguros de que moriría en el parto, porque la hepatitis B, de la que había sido víctima durante el embarazo le causaría ciertamente un sangrado incontrolable, del cual era imposible salvarla. Además el feto, lo más probable, es que sufriera daños neurológicos que pudrían comprometer irremediablemente el sistema nervioso central.
La situación de la madre era también muy grave por haber sufrido otras complicaciones en las últimas semanas de gestación, tanto que dos hospitales se habían negado a atenderla por falta de instalaciones adecuadas para un caso tan delicado. Y cuando el párroco del pueblo se había ofrecido para llevarla al hospital católico pensando: "por lo menos aquí no la rechazarán”, el médico de turno no quiso aceptarla, “Vale la pena que usted pague por esta mujer que seguramente morirá en el parto? le dijo y, por la insistencia del sacerdote le hizo firmar el “testamento de alto riesgo”, donde el marido de kumari puso como firma una cruz.
En la aldea de Kuchipudi son casi todos jornaleros que viven en chozas de tierra y paja mezclada con estiércol de búfalo, con el techo de hojas de plátano, agrupados en los cultivos de arroz de los terratenientes. Como todos los demás, también Kumari y su familia encuentran trabajo solamente en temporadas de siembra y cosecha de arroz, moviéndose de pueblo en pueblo. En las otras épocas del año, tienen que recurrir a todas las posibilidades que se les presenten para encontrar lo necesario para sobrevivir.
Unas semanas antes del parto Kumari había solicitado a las hermanas el dinero para pagar el médico y los exámenes clínicos, la superiora le facilitó lo necesario y al mismo tiempo le apoyó sobre la cabeza una estampita del Beato Giovanni Antonio Farina, invitándola a que le pidiera la ayuda, le aseguró también que ellas (las hermanas Doroteas) iban a rezar con fe para alcanzar esta gracia.
Así que, mientras Kumari se encontraba en peligro de vida en el hospital y desahuciada por los médicos, en su pueblo la gente se reunía todos los días en la Iglesia para orar. El catequista -uno de los pocos que sabía leerproclamaba frase por frase la oración al Beato Farina y todos repetían las palabras en voz alta.
Y cuando en el momento del parto las condiciones de Kumari se agravaron, ellos incrementaron la oración también con la Adoración Eucarística y el ayuno. Oraban juntos, católicos y protestantes, parientes y amigos y también aquellos que, hasta entonces, no habían nunca entrado en una Iglesia.
A pesar de las predicciones de los médicos, el 02 de septiembre de 2001 nació prematuramente una niña sana y el parto se resolvió de un modo inexplicablemente positivo, sin la temida e incontrolable hemorragia.
Después del parto las condiciones de Kumari se agravaron por el aumento de la hepatitis y de otras complicaciones, pero sólo algunos días después la mujer regresó a su casa completamente curada, junto con su pequeña hija que fue bautizada con el nombre de Giovanna, en memoria de su Santo Protector.
La madre contó que pocos momentos antes del parto ella vio “aquel padre”; una figura vestida de blanco que le daba fortaleza y mucha paz.
La suya era la certeza de los pobres que se dirigen a Dios, porque no pueden defenderse por sí mismos, y “ponen en él toda su confianza, como si él les hubiera hablado". … El anónimo lo había intuido y Kumari estaba en lo cierto: Dios había respondido a su pedido. Albarosa Inés Bassani postulador