Palabras clave: actitud intercultural, aprendizaje, chino, paisaje de formación, copresencia, estilo de vida

La actitud intercultural en la clase de chino María de Lourdes Cuéllar Valcárcel Resumen: El desarrollo y/o fortalecimiento de una actitud intercultu

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La actitud intercultural en la clase de chino María de Lourdes Cuéllar Valcárcel

Resumen: El desarrollo y/o fortalecimiento de una actitud intercultural es fundamental en el proceso de enseñanza aprendizaje de una lengua, sobre todo cuando la lengua-cultura meta resulta tan diferente a la lengua materna. Si no se desarrolla una sensibilidad de aceptación y respeto, la comunicación que se establezca con la gente de otra cultura, aun cuando se base en un perfecto dominio gramatical, no será completa, no se registrará como una conexión plena. Sin embargo, una actitud no es algo que se pueda “enseñar” de la misma manera que se enseña la gramática o la fonética. La actitud y el comportamiento hacia una determinada cultura se basan en el paisaje de formación del aprendiente, constituido por todos los elementos tangibles e intangibles con los que un individuo se formó y desde donde interpreta el mundo y se relaciona con él. Este paisaje es determinante en la formación de las actitudes frente a lo distinto, que pueden ir desde la simpatía o aceptación, hasta la degradación o el rechazo. Desde esta perspectiva resulta fundamental incluir el desarrollo de la actitud intercultural y establecer estrategias para el desarrollo de tal actitud en la clase de chino.

Palabras clave: actitud intercultural, aprendizaje, chino, paisaje de formación, copresencia, estilo de vida

LA ACTITUD INTERCULTURAL EN LA CLASE DE CHINO La intención de esta disertación es poner en relevancia algunos elementos de la interculturalidad que hoy están cada vez más presentes en la sensibilidad de la época. Muchos de ellos corresponden a lo intangible o a un aprendizaje que valore los registros internos del hacer y no sólo los datos tangibles del mundo externo que ya no parecen convencer como la única verdad. Los intangibles son parte fundamental en las relaciones humanas y la interculturalidad es una de las afortunadas consecuencias de la mundialización (que no globalización) que están acercando y facilitando el acercamiento con culturas tan lejanas como la china. Hoy ya no nos resulta tan extraño ver chinos, coreanos o japoneses por las calles de nuestras ciudades y hasta logramos distinguir entre distintas nacionalidades asiáticas. Podemos probar sus gastronomías y comprar sus productos, podemos escuchar sus lenguas y observar sus costumbres. El mundo no está cambiando, el mundo cambió.

1. La actitud intercultural El desarrollo y/o fortalecimiento de una actitud intercultural es fundamental en el proceso de enseñanza aprendizaje de una lengua, sobre todo cuando la lengua-cultura meta resulta tan diferente a la lengua materna. Si no se desarrolla una sensibilidad de aceptación y respeto, la comunicación que se establezca con la gente de otra cultura, aun cuando se base en un perfecto dominio del idioma, no será completa, no se registrará como una conexión plena. Sin embargo, una actitud no es algo que se pueda “enseñar” de la misma manera que se enseña la gramática o la fonética. Una actitud es “una orientación selectiva y activa del hombre en general, en relación con una situación o un problema cualquiera” (Abbagnano 1963: p. 17). Esta orientación presupone una disposición hacia el tema en cuestión. Cuando hablamos de una actitud intercultural, estamos haciendo alusión a cierta orientación o disposición hacia la cultura en general, una cultura en particular o un conjunto de culturas diversas. ¿Pero qué es

cultura? Abbagnano señala dos significados fundamentales: 1) la formación del hombre, su mejoramiento y perfeccionamiento y 2) el producto de esta formación, esto es, el conjunto de modos de vivir y de pensar cultivados, civilizados y pulimentados (Abbagnano 1963). Una actitud intercultural podría definirse entonces como la manera en que un individuo (o conjunto de individuos) se orienta o se dispone con respecto a la formación del hombre mismo, o con respecto al conjunto de modos de vivir y pensar de las distintas civilizaciones del mundo. Las formas culturales que se adoptan en cada región geográfica son convenciones sociales, códigos compartidos por una comunidad que no necesariamente son comprendidos o aceptados por otra. La actitud intercultural es la perspectiva desde la que se actúa frente al otro superando las verdades absolutas que impone subliminalmente la propia cultura.

2. Elementos de la actitud intercultural ¿Qué hace que una persona tenga una actitud intercultural? Las personas más dispuestas a comprender y aceptar culturas distintas son aquellas que han vivido una experiencia de choque o encuentro con personas de culturas distintas; aunque también es importante hacer notar el interés por otras culturas generado por el proceso de mundialización y el desarrollo de los medios de comunicación e información. Cuando un individuo se encuentra inmerso en una cultura distinta, no tiene más remedio que vivir la experiencia, con agrado o desagrado, con comprensión o sin ella. Frente a esa situación las respuestas pueden ser de lo más diversas, pero la experiencia misma lleva a un develamiento de al menos algunas características de la propia cultura. El choque cultural pone en tela de juicio valoraciones y conceptos que forman parte de la propia visión del mundo, lo que puede generar registros internos, corporales, de inestabilidad, disgusto, molestia o incomprensión, o lo contrario: un registro de admiración o sorpresa frente a lo que el otro es o manifiesta en el mundo. Si no se reflexiona y se integra intencionalmente esta experiencia al estilo de vida del individuo, los registros de lo vivido resultan ambiguos, pues no devienen en construcción de nuevo conocimiento, pero sí quedan como

comportamiento o actitud general hacia la cultura de que se trate. La actitud intercultural tendría que considerar la revaloración de estas experiencias, de manera que se esté en situación de aceptar las diferencias como parte de la diversidad del mundo. Cuando se habla de actitud intercultural frecuentemente se enfatiza en el respeto y la tolerancia hacia la otra cultura, que siempre serán un buen principio para generar comunicación directa y profunda con el otro, pero no es suficiente. Tolerar no necesariamente es aceptar, ni tampoco implica un compromiso de comunicación o relación con la otra parte. Aceptar que el punto de vista del otro, aunque distinto, puede ser igualmente válido, me compromete con el otro, me pone en el mismo nivel del otro, y esta actitud es más que tolerar. Otro elemento importante de la actitud intercultural es entonces el compromiso con quienes tienen una perspectiva distinta del mundo, un compromiso que me liga con el ser humano en general. Para lograr una sincera actitud intercultural se tendrá que ir más allá de la propia cultura, se requerirá orientarse hacia el otro con conciencia de que se mira desde el propio paisaje cultural, lo cual es inevitable, pero aceptando que ese paisaje mío no es ni universal ni mío, pues proviene de una cultura que no puede ser impuesta a otros como el ejemplo a seguir. La actitud intercultural implica: reconocimiento de las características de la propia cultura, respeto y tolerancia frente a las otras culturas, aceptación y validación de los diversos puntos de vista evitando prejuicios y estereotipos y compromiso con la otra cultura (la cultura humana). 3. Paisajes y miradas La actitud que se asume frente a otra cultura tiene como base la visión del mundo que se tiene desde la propia cultura, es decir del paisaje externo e interno desde el cual se percibe la realidad. La psicología descriptiva del pensador argentino Silo plantea que “paisaje externo es lo que percibimos de las cosas; paisaje interno es lo que tamizamos de ellas con el cedazo de nuestro mundo interno. Estos paisajes son uno y constituyen nuestra indisoluble visión de la realidad” (Silo 1990, p. 72). El paisaje interno no sólo está

constituido por creencias, sino también por recuerdos, sensaciones, sentimientos, imágenes sobre uno y los otros, sobre los hechos, los valores y el mundo en general. Y nuestra visión de la realidad está formada por todos estos elementos culturales que no elegimos, pero que tenemos arraigados en lo más profundo de nuestra conciencia. Si para mostrar nuestra tolerancia e interculturalidad decimos que todos somos iguales, habría que preguntarse ¿iguales a quién? Pues cuando se trata de interpretaciones de la realidad, resulta que no somos tan iguales; de hecho somos muy distintos y qué bueno. Esa es la gran riqueza de la humanidad: ser diversos. Ahora bien, ¿en qué momento se consolida nuestra visión de la realidad? En la etapa de la vida en la que empezamos a socializar y en la que se empieza a formar nuestro criterio. A esa etapa, la sicología descriptiva le llama “paisaje de formación”, y está constituido por todos los elementos tangibles e intangibles con los que un individuo se forma y desde donde interpreta el mundo y se relaciona con él. Este paisaje es determinante en la formación de las actitudes frente a lo distinto. Normalmente se cree que los valores que nos inculcan de pequeños, así como las creencias, valoraciones y aspiraciones de nuestra época de formación, son incuestionables y no se duda de su validez universal, pero ¿qué sucede cuando esas creencias chocan con las de otros, cuando encontramos opiniones o creencias opuestas, cuando no somos capaces de comprender y aceptar la cultura del otro, o cuando ni siquiera la consideramos como válida? Los alumnos de chino, como cualquier persona, llegan al salón de clases con un paisaje cultural y una mirada propia, entendiendo mirada no como un simple acto pasivo de recepción de datos, sino como un acto, complejo y activo, con el que un individuo organiza los paisajes (Silo 1990, p. 122). Las miradas llevan implícito un sistema de creencias ya establecido, basado en la cultura, la época y la manera habitual de pensar; además de las valoraciones y emociones de la propia experiencia y la intencionalidad de cada ser humano. En la consolidación de esta forma de mirar no necesariamente existen experiencias cognitivas concretas que lleven al individuo a la aceptación de otras miradas posibles, tal vez ni siquiera se haya tenido contacto alguno con otras culturas y el salón de

clases sea apenas una primera experiencia en este sentido. Es muy distinta la actitud de quien ha vivido en el extranjero o ha tenido relación con extranjeros, de quien no ha tenido este tipo de experiencias; y también es distinta la actitud de quien ha vivido esas experiencias como algo interesante, de aquellos que no reconocen en esas experiencias, positivas o negativas, algo interesante o formativo para sus vidas. Si el alumno llega a la clase de chino sin haber tenido una experiencia intercultural previa será importante producir una experiencia o, al menos, una reflexión sobre estos temas dentro del ámbito educativo, pero ¿cómo se enseña una actitud?

4. Proceso de enseñanza-aprendizaje Enseñar una actitud no es tarea fácil y no compete exclusivamente al profesor o al ámbito educativo formal. Aprender, sobre todo si de actitudes se trata, “es esencialmente una actividad intencional, activa y muy dinámica de la compleja estructura psíquica que llamamos conciencia” (Aguilar 2011, p. 25). El aprendizaje entonces no es un simple pase de información que va de la persona que sabe a la persona que ignora, sino un proceso bastante más complejo que implica una postura tan activa por parte de quien enseña como por parte de quien aprende. Cualquier conocimiento —y por supuesto también las actitudes— se aprenden porque algo se hace con lo que se percibe. Las actitudes se aprenden por las experiencias vividas, pero sobre todo por lo que el individuo hace con esas experiencias, es decir, por la manera en que las integra, procesa y graba en todo su aparato de siquismo, que se manifiesta a través del comportamiento. Las maneras de aprender son de hecho parte del estilo de vida de un individuo. Para enseñar la cultura china se puede enfatizar en el paisaje externo de dicha cultura y enseñar entonces los hechos históricos, las expresiones artísticas, la geografía, la gramática, la filosofía, etc., y esto por supuesto que es de gran importancia para comprender el contexto de la lengua y la manera de pensar, pero para enseñar una actitud intercultural esto no es suficiente. Según Mario Aguilar y Rebeca Bize, “el ser

humano es tal en relación a un medio, tanto natural como social; o sea, es humano en tanto fluye ese nexo entre lo interno y lo externo” (Aguilar 2011, p.25). Desde esta perspectiva, el aprendizaje es una construcción que acontece en el mundo interno del individuo para plasmarse desde allí hacia el medio externo como acción, como comportamiento. El aprendiente no es en lo absoluto pasivo frente a lo que se le enseña, pues a los datos recibidos agrega sus percepciones, experiencias, emociones y reflexiones con lo que construye o actualiza su visión del mundo. Enseñar una actitud o aprenderla involucra no sólo al profesor y al alumno, sino todo lo que interviene de manera directa o indirecta en el proceso de enseñanza-aprendizaje. Profesores y alumnos tendrán que comprender y grabar nuevas respuestas y a mayor cantidad de posibilidades, mayor posibilidad de flexibilizar y aceptar la diversidad. El profesor, por su parte, tendrá que estar atento no solo a lo que dice, sino también a sus propias actitudes frente a lo distinto, sea referido a lo chino o a la interrelación dentro del mismo salón de clases. También tendrá que buscar estrategias que permitan al alumno rescatar sus propios registros internos en ambientes o situaciones interculturales y propiciar una reflexión sobre ellos de manera que se puedan generar mecanismos de respuesta más adecuados para la comprensión de una cultura distinta. 5. Presencia y copresencia Los datos que ocupan el campo central de la atención se ubican en lo que Silo llama “campo de presencia”, mientras que los elementos no pensados, como las opiniones, creencias, supuestos, a los que rara vez se atiende, se encuentran en la “copresencia”. (Silo 2010) Dentro del proceso de aprendizaje y dado que éste es un proceso en actividad permanente, los datos de copresencia juegan un papel fundamental. En el ámbito educativo, los aprendientes no sólo escuchan al profesor ni atienden exclusivamente a los aspectos lingüísticos de la lengua, sino que perciben, aun sin prestar atención en ello, todos los elementos externos que hay alrededor (por ejemplo el pizarrón, la grabadora, la puerta abierta, la ventana rota, la banca, la televisión, los ruidos, los olores, etc.), pero además perciben y sienten actitudes, gestos, comentarios, molestias, desencuentros,

asombros, inconformidades, sorpresas, etc. Todo este bagaje se graba de manera paralela al tema de la clase, y tomará relevancia sólo cuando surja una situación nueva a la que se deba dar respuesta. Entonces se recuerda lo que dijo el maestro o el compañero, la vergüenza que se produjo en uno ante una situación dada, la emoción de descubrir algún aspecto interesante de la cultura, o la experiencia de aquel que viajó a China y regresó horrorizado porque los chinos hacen ruido al comer. Esos datos a los que no se presta atención se guardan en memoria y aportan elementos y referencias de comparación. Al ampliarse el campo de copresencia se amplía la posibilidad de relacionar datos y, por tanto, se amplía también la capacidad de comprensión de lo distinto y, como ya se ha mencionado, la capacidad de dar respuestas diferentes y más intencionadas frente a lo nuevo. Las oportunidades de multicontacto cultural enriquecen nuestra visión del mundo y amplían el repertorio de situaciones o respuestas posibles o aceptables. Relacionar datos es lo que permite ampliar o fortalecer el conocimiento sobre cierto objeto de estudio, que bien puede ser el dominio del idioma o la compresión de una cultura. “Cuando el sustrato con el que se cuenta varía o cae, es la imagen del mundo la que cambia o se transforma” (Silo 2010, p. 42). Cuando se amplían los datos de presencia y copresencia en la experiencia del aprendizaje del chino, se está modificando la imagen del mundo de los aprendientes (y, por cierto, del mismo profesor) y se está posibilitando no solo una mayor comprensión de la lengua-cultura meta, sino una modificación de la percepción que se tiene del mundo en general. Esto incluye por supuesto la actitud intercultural.

1. La actitud intercultural en la clase de chino Los alumnos que llegan a la clase de chino traen su propio paisaje desde el cual perciben e interpretan la lengua y la cultura chinas. Algunos han tenido experiencias interculturales fuertes y otros no. Algunos tienen un genuino interés por esta cultura y otros un mero interés laboral o comercial. Llegan además con sus creencias, prejuicios y estereotipos sobre la lengua y la cultura y sobre las personas chinas.

¿Con qué representaciones mentales se llega a la clase de chino? Probablemente la más común y compartida es que el chino es difícil, y algunos profesores nos hemos empeñado en tratar de contrarrestar tal creencia generalizada, pero hay situaciones todavía más complejas y sutiles, como las representaciones que los mexicanos tienen, ya no de la lengua, sino de las personas chinas. Por ejemplo, durante el porfiriato e inicios de la época de la Revolución Mexicana hubo una fuerte discriminación hacia los chinos y hasta campañas sinofóbicas sobre todo en el norte del país (Gómez 1988). La sensibilidad hostil hacia los inmigrantes chinos, aun cuando fuera de su contexto original, sigue operando en la percepción de muchos mexicanos, como una herencia cultural que recién en los últimos años se empieza a modificar por la apertura de China y su presencia en prácticamente todos los campos de la ciencia, la industria y el comercio. Por supuesto que dichas campañas no son el único factor que ha generado representaciones mentales colectivas sobre los chinos, pero lo ponemos como ejemplo de los temas sobre los que no se reflexiona, pero se graban o se aprenden y generan actitudes y creencias hacia esta cultura. En este sentido es común pensar que no son muy limpios (“chino-cochino”), o que son muy trabajadores pero sumisos (“te vieron la cara de chino”, “como el chinito, nomás milando”, etc.). ¿De dónde vienen estas creencias? En la mayoría de los casos no hay una experiencia personal que las respalde. Incluso estas actitudes negativas se mezclan en la actualidad con el asombro que produce el acelerado crecimiento económico y el empuje con el que China se ha involucrado en el comercio internacional. Lo que resulta es una enorme curiosidad y muchas actitudes ambiguas o contradictorias. La actitud intercultural en el salón de clases tendría que hacer evidente el origen de tales ideas y buscar entre los alumnos si tales aseveraciones realmente tienen fundamento. Es importante asumir una actitud crítica y responsable, pero no sólo hacia la cultura china, sino también hacia la propia, pues en la vida cotidiana tendemos a dar por hecho muchas cosas que en realidad desconocemos y que seguramente no nos atreveríamos a sostener en un documento académico, aunque en el hablar y accionar de la vida cotidiana se manifiestan con frecuencia e influyen en los comportamientos hacia otras culturas. Estas

actitudes permean en las relaciones con otros, se perciben y se aprenden, mucho más si vienen de alguien a quien se le atribuye cierta autoridad, como podría ser un profesor. La reflexión sobre la actitud intercultural empieza por atender las propias creencias, prejuicios y estereotipos, analizar la propia mirada y el contexto de la propia mirada. Un requisito importante para un buen aprendizaje es una actitud positiva hacia lo que se quiere aprender, lo que incluye gusto, interés y emoción. Y en ese sentido los alumnos de chino, por lo menos en principio, vienen con gusto y con interés. Luego se tendrá que hacer el esfuerzo de entender la perspectiva china, el paisaje y la visión del mundo desde el otro lado del mundo. Si en un primer momento se requiere del esfuerzo de observar la propia mirada, ahora se requiere de un esfuerzo extra: movernos hacia el punto de mira del otro y ubicarnos en esa nueva perspectiva, tratando de mirar desde esa perspectiva. Y si queremos ponernos en los pies de un chino, vamos a tener que hacer un giro de 180 grados. La primera dificultad en este intento será que “aunque cambies de lugar, llevas contigo tu paisaje interno” (Silo 1999, p. 70), aunque hay que reconocer que el paisaje de los nuevos tiempos ya cuenta con elementos interculturales que no eran posibles en otros momentos. Es más fácil para los jóvenes asumir una actitud intercultural que para las generaciones adultas, pero aún hay mucho por andar. Cuando uno trata de comprender la cultura china, se topa con un gran obstáculo: la propia mirada y la propia cultura. Tomaré un ejemplo que le he escuchado en alguna conferencia a Liljana Arsovska: ¿cómo entender el concepto del Dao? Este concepto no existe en nuestra cultura ni se basa en la forma de pensamiento habitual de los occidentales. ¿Qué es el Dao? ¿es el todo o es la nada o es ambas cosas a la vez? ¿Quién lo creó? ¿Cuándo? ¿Es como Dios en la cultura occidental? Muchas veces en lugar de aceptar las diferencias, tratamos de acercar lo desconocido a nuestros conceptos. Cuando el ser humano percibe algo nuevo, busca en memoria algún elemento que le sirva de parámetro para relacionar, asociar y comprender. Este es un mecanismo normal en el funcionamiento del siquismo humano, pero quedarse allí nos puede llevar a simplificar demasiado y a sacar conclusiones precipitadas. Estos elementos

que nos ayudan a comprender, pueden convertirse en una mala traducción o interpretación que nos aleja de la perspectiva china. Si en la cultura china no ha existido nunca el concepto de Dios como ser único creador del mundo, por ejemplo, no tendríamos por qué buscar en la cultura china lo que represente el concepto occidental de Dios. Ni Dao ni Dios son conceptos universales. Si forzamos las equivalencias, en lugar de acercarnos a la comprensión y buen entendimiento, nos alejamos cada vez más. En la cultura china la preocupación se centró en comprender ese mundo en el que estaban puestos y no en indagar sus orígenes, y esta idea es tan válida como la contraria… ¿o no? Para los chinos resultaba claro que había cosas que podían ver y otras que no, que había un mundo tangible y otro intangible, y que estas dos facetas de un misma realidad eran mutuamente complementarias. De ahí surge esta idea del Dao, que pretende describir una suerte de totalidad en la que todo cabe, sea perceptible o no para el ser humano. Este concepto no tiene nada que ver con el del Dios creador. Pongo el ejemplo de Dao y de Dios porque esta idea oriental de dos elementos complementarios que componen la realidad, que está por cierto en la copresencia de todos los chinos, permea toda la estructura de la lengua-cultura, y es justamente en esta forma de interpretar la realidad percibida donde radica la mayor diferencia con nuestra cultura y tal vez la mayor dificultad para su aprendizaje. Intentar comprender conceptos que no existen en nuestro sistema de ideación o que incluso rompen nuestros paradigmas occidentales no es tarea fácil. Asumir una actitud de respeto y aceptación tampoco lo es. Frente al fenómeno de “incomprensión” se tiende a negar, rechazar o degradar ese conocimiento o esa forma que no se corresponde con la nuestra. No hay antecedentes en nuestro contexto, ni referentes; hay que construirlos, generarlos y aceptarlos para que pasen a formar parte de nuestro “universo mental”. ¿Cómo se enfrenta esta dificultad en el salón de clases? ¿Es posible, necesario o deseable incluir esta temática en una clase de chino? Estas reflexiones son fundamentales en la construcción de una actitud intercultural y por supuesto que esta actitud no es necesaria sólo en la clase de chino, sino en la clase de cualquier lengua-cultura.

Como conclusión me gustaría plantear un punto de partida: ¿Cuál es la esencia de la actitud intercultural? ¿Será necesario ir más allá de la propia cultura y más allá de la otra cultura para comprendernos? ¿Será este un buen camino para rescatar lo verdaderamente humano y dar un salto evolutivo como especie? La actitud intercultural es apenas un aspecto de lo que será el ser humano que se proyecta hacia el mañana. Siento que la actitud intercultural está presente en el nuevo mundo que se está gestando, en los jóvenes que se manifiestan en todo el mundo en una sintonía sin precedentes. La construcción del mundo nuevo no pasa por los profesores de lengua-cultura, pero ojalá podamos hacer nuestro pequeño aporte y seamos también el núm. 132.

Lourdes Cuéllar 29 de mayo de 2012

BIBLIOGRAFÍA: ABBAGNANO, Nicola, Diccionario de filosofía, Fondo de Cultura Económica, México, 1963. AGUILAR, Mario y Rebeca Bize, Pedagogía de la intencionalidad, Homo Sapiens Ediciones, Rosario, 2011. GÓMEZ IZQUIERDO, Jorge, “El movimiento antichino en Sonora”, en: Memoria del XII Simposio de Historia y Antropología, Volumen 2, pp. 143 – 163, Universidad de Sonora, Departamento de Historia y Antropología, 1988. SILO, Apuntes de psicología, Virtual Ediciones, Santiago de Chile, 2010. SILO, Humanizar la tierra, Plaza y Valdés, México, 1999.

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