Tato López Su mirada sobre el fútbol uruguayo
Identidad Entrevista a Ignacio Guido Montoya Carlotto
Nicolás Dibble El gusto por el dribling y el mano a mano
publicación gratuita sobre la identidad del fútbol uruguayo ENERO/FEBRERO 2016_edición_08 - issn 2393-5995
Palito Pereira
“SOY EL URUGUAYO MÁS FELIZ” 1
túnel ENE- FEB 2016
La invención de la necesidad
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Con tantas cosas vividas, cada vez que llego al pueblo naufrago entre la emoción y la reflexión, como cuando se extraña lo que fue propio y ya no lo es. No sólo que lo siento, sino que me doy cuenta de que lo siento. Fui un niño feliz en esta ciudad: era la fracción de mundo que me bastaba para entender o explicar el tiempo que vivía. Hace un rato que almorzamos con mi señora madre, pero decidí que hoy no habría tiempo para la siesta. Luego de la charla esperé pacientemente a que dijera su salmo preferido: “Me voy a tirar un rato, Huguito”. Quince minutos después, con las chicharras como cómplices de una tarde rabiosa de diciembre, salí a dar un paseo. Peino canas hace más de treinta años pero lo recuerdo claramente. Sestear cuando gurí era el castigo más grande que podíamos recibir. Dudo que alguno de mis amigos respetara esa necesidad horizontal de nuestros padres. Pero más nos valía no hacer el mínimo murmullo porque el reto podía ser grande, en mi caso, con sanciones que iban desde penarme la práctica de fútbol o, mucho peor, abrir el cuaderno de deberes el domingo por la mañana y tener que explicarle a mi viejo y su cara de camarada teniente general soviético cada una de las tareas que mandaba la maestra. De todas formas, eso pasaba sólo si molestábamos dentro de casa o en la vereda. Porque, egoístas ellos, si nos íbamos a jugar al campito de más abajo, allá donde no molestáramos a nuestra vecindad, todo estaba permitido, hasta el griterío. Como si alrededor de donde jugábamos a la pelota no existieran personas mayores con derecho a dormir la siesta. Eso, los otros, poco les importaba a nuestros padres. Previo a comer con la viejita leí el diario. Miré la tapa y sus titulares, pero inmediatamente lo di vuelta para vichar la parte deportiva. Es diciembre y se confirmaron los entrenadores que dirigirán las selecciones sub 18 y mayores del pueblo en el campeonato de la Organización del Fútbol del Interior, la vieja OFI. A diferencia de antes, no conozco ni uno de los citados. Sí al técnico de la mayor, que era uno de los más jóvenes cuando salimos campeones del interior a principios de los noventa. Desde el mismo momento que ojeé la noticia, como si fuera un mandato desde los intestinos, se me instaló la necesidad de pasar por el estadio.
Subí por la calle de los naranjos. Transpiré todo lo que el sol de las tres de la tarde quiso. A falta de pocas cuadras comencé a ver su enorme tribuna como la proa de un barco cargado de ilusiones. Más que caminar aquello era escalar. Interminable cuesta arriba que, quizá en el punto más alto de toda la ciudad, es coronada por el coloso de cemento. El fútbol también está más cerca del cielo. Ya no estoy para estos trotes, pensé, pero el consuelo fue que lo bueno de estar arriba es que el resto va en bajada. El estadio estaba cerrado. Lucía igual que siempre, como casi todo en el interior del país. Declinarse gloriosamente ante el paso del tiempo es un arte necesario de llevar bien. Algún maquillaje le han hecho, es verdad, pero la esencia la conserva como un abuelo sus arrugas. Miré por una hendija entre el portón principal y la pared. La cancha semiverde y semipelada torraba en paz. De mis ídolos del ayer no quedaban ni señales. Al borde de la insolación y sin almacenes a la vista para comprar una botella de agua –no es por insistir, pero la religiosidad de la siesta no se negocia– resolví volver a casa. Cuando estaba a punto de convencerme de que era el único hereje de un poblado que dormía, a cinco cuadras del estadio, una pelota sale desde las paredes como una exhalación y cruza la calle. Golpea el cordón, pica un par de veces y encuentra la calma. En ese momento un chiquilín de pelo enrulado cruza a buscarla. Se la mete bajo el brazo y grita con cabeza levantada: “La próxima pateá más suave porque si no la vas a buscar vos, bestia humana”. Cercado por las dos mismas casas de toda la vida y por un alambrado de cinco hilos al fondo, el campito donde correteaban cuatro gurises era el mismo donde jugué mil tardes hace como cinco
décadas. Ya no se ve, han pintado las paredes con un color de promoción, pero en una de sus paredes rezaba “V.U.S.A.”, sutil manera de llamar a los Vagos Unidos Sociedad Anónima. Bajo la sombra de un árbol encontré refugio y tribuna para ver aquel dos contra dos por toda la cancha. Más de una ganamos, más de una nos corrieron a pelotazos, otras tantas decidíamos los partidos a trompadas limpias. Cuando descubrí que en ese campito se jugaba al fútbol todos los sábados y domingos, creo que a los diez años, mi vida cambió para siempre. Nunca encontré otra forma de sentirme mejor en el pasto, fue uno de los lugares donde aprendí a desconfiar de las normas así como de la mirada del zaguero contrario. En aquella cancha de la VUSA –porque la llamábamos en femenino– aprendimos a forzar la épica, a reconocer lo que duele una patada, a discutir en plenarios o convenciones si fue gol o pasó por encima de la camiseta, es decir: fue palo; con la pelota del gordo y con las que no nos devolvió el vecino descubrimos que la amistad tiene forma de pared tuya y mía, que al enemigo se lo castiga con la indiferencia de no mirarlo cuando se le llena la canasta de goles, que el débil sufría por dentro y al resto no le importaba, que si hay luz hay esperanza de empatarlo, que cuando se iba el sol era momento de volver a casa con el sabor del corazón transpirado. Miro estos cuatro chiquilines. Hijos de los hijos de los padres recreando su propio tiempo, fiel a sí mismos. No sé cómo van, pero se juegan todo. El más chiquito es una máquina de maltratar sus ropajes contra la tierra pelada –y sus rodillas y codos pelados–. Pude verle la cara de goce luego de que volara para sacarla de abajo contra el palo, cuando sólo él sabía que llegaría a manotearla. A pesar del esfuerzo, sus contrarios lo vacunaron luego del córner. Gol, y no pudo evitar que la pelota cruzara otra vez la calle. Al verme sentado –creo que fue la primera vez que se percataron de que yo estaba ahí– no dudó en pedirme que le alcanzara la pelota. Desconfié del adoquín para apoyarme y tocarla con el pie, ya no soy el de antes. La cacé con la mano y se la devolví. Me dio las gracias y, tras darse la vuelta, le dijo a sus amigos: “Cuatro a cuatro, el que hace el gol gana. Vamos a ganarle, Santi. Tenemos que volver a casa antes de que mamá se despierte”. _Mintxo
SÍ, LA VERDAD QUE SÍ
Se abre el telón No importa lo que diga la mitología de los cánticos ni cuántos cuernitos apuntemos hacia el suelo en el momento en que el delantero rival toma carrera para tirar un penal: el público no influye de manera alguna sobre el resultado. Es lo mismo que estar viendo una película con los protagonistas contando una historia delante de nuestras narices. La diferencia es que no hay red social ni compañero de trabajo que pueda quemarte el final, porque el guion (y esa es la magia del fútbol) se escribe en vivo y en directo. Para que un partido nos resulte entretenido es indispensable decidir qué equipo encarnará al héroe, al bueno de la película, al “muchachito”. Si una de las escuadras es la dueña de tu corazón, la decisión es más que sencilla, pero se puede encontrar al “muchachito” en casi cualquier encuentro, incluso entre equipos que jamás escuchaste nombrar. Por los colores, por ese puntero izquierdo petisito que la rompe, o porque (y esto ocurre la mayoría de las veces) el equipo contrario salió a comerse la cancha y a uno siempre le tira hinchar por el
más débil. Lo importante es designar al protagonista de nuestro relato. La acción comienza con las veintidós cartas sobre la mesa. Y aunque tengamos décadas de experiencia presenciando esta clase de espectáculo, no podremos adivinar el resultado. Claro que habrá elementos que dirijan la historia en una u otra dirección, pero hasta los factores más determinantes están ahí sólo para ser derrocados y convertir al cuento en una gesta heroica. Si hay héroes es porque existen los villanos, que casi siempre los superarán en número, en cifras de catorce a once, dado que la terna arbitral indefectiblemente existe para hacerle la vida imposible al “muchachito”. Más allá del campo de batalla hay otros enemigos, desde abogados que revolotean los escritorios de las asociaciones en busca de puntos carroñeros, hasta intereses políticos que irán siempre en contra del más débil (porque el más débil tiene menos convocatoria y al político le servirá el triunfo que sea celebrado por una mayor cantidad de gente). La función dura poco más de noventa minutos. Abundan las vueltas de tuerca,
y aquel que se encontraba a punto de caer por el borde del precipicio puede recuperarse y quedarse con la princesa. La copa. O al menos los tres puntos. El público se involucra en la historia como puede, abucheando al villano y culpándolo de todos los errores del héroe. E igual que si miraran una película desde atrás de la pantalla, los espectadores del lado de enfrente ven todo al revés y están convencidos de que ese maldito que se retuerce el bigote es en realidad quien merece quedarse con la gloria. Una vez que todo termina en celebrada victoria, vergonzosa derrota o uruguayísimo empate, es hora de regresar a la vida real. Algunos no logran disociar esta narración de la que de verdad protagonizan y son un azote en las oficinas y la vía pública. El resto espera confiado el nuevo episodio de las aventuras de nuestro héroe, para continuar por la buena senda (o para recuperarla), sabiendo que el pitazo final del juez no es otra cosa que el cartel de “Continuará”. _Ignacio Alcuri
Dónde se consigue o lee la revista Túnel Gol al futuro Estadio Centenario Sala Franzini Museo del Fútbol Estadio Centenario Socio Espectacular 18 de Julio 1618 y Carlos Roxlo Gussi Libros Yaro 1119 y Durazno Libros de la Arena Benito Blanco 962 y Avenida Brasil El Yelmo de Mambrino Gutiérrez Ruiz 1156 y Maldonado Librería Las Hortensias Chucarro y Massini Libros Libros Br. Artigas 1825, Tres Cruces Librería Papacito 18 de Julio 1409 frente a la Intendencia Librería Papacito 18 de Julio 888 y Convención Librería La Lupa Bacacay y Buenos Aires Librería Lautréamont Maldonado y Pablo de María Pocitos Libros Avenida Brasil 2561 Librería Luzgala Avenida Lezica, Colón Librería Purpúrea Plaza del Entrevero, 18 de Julio y J. Herrera y Obes Librería Abrazo Gral. Flores 272 local 2, Colonia del Sacramento Librería Babilonia Tristán Narvaja 1591/1601 y Mercedes Nueva Galería Libros Tristán Narvaja 1536 y Colonia Byblosur Libros Magallanes 922 Librería Martín Fierro Atlántida Librería Ganesha Ciudad de Canelones Pompona Libros José Enrique Rodó 280, Ciudad de Canelones Librería ABC Independencia 802, Florida Librería La Canasta Sarandí 644, San José Maca libros Ciudad de Durazno Centro Cultural de España Rincón 629 Centro Cultural Florencio Sánchez Grecia 3281, Cerro Biblioteca Alfredo Zitarrosa Ciudad del Plata Km 29.500 Av. Penino Ariel García Ramón Bergalli 485 A.4 Maldonado Biblioteca Club Banco Hipotecario Colonia 2189 y Alejandro Beisso AEBU Camacuá 575 y Reconquista Restorán y Parrillada Lo de Silverio Rossell y Rius 1651 y 4 de Julio Cerveza Mastra Mercado Agrícola, Martín García y José L. Terra Palacio del Café Mercado Agrícola, Martín García y José L. Terra Bar Andorra Canelones 1302 y Aquiles Lanza Casa de comidas Ginebra Piedras 511, Ciudad Vieja Silex Ciudad Vieja, Buenos Aires e Ituzaingó Bar Palacio Garibaldi y Tuyutí Rotisería 2 Acordes Giannattasio y Becú, Lagomar Restorán El Figón, La Floresta Pizzería y Parrilla El Luichi, Gaboto 1300 y Charrúa Cafetería del Teatro Politeama Tomás Berreta 310, Ciudad de Canelones Bar Las Flores Bulevar España 2051 y Blanes Club Tito Borja Cerro Club Esparta Colonia Valdense AlPecho Remeras y Margass Galería del Virrey, 18 de Julio y Quijano Peluquería Dawer Orinoco y Amazonas Peluquería Mauro Francisco Canaro y Mario Cassinoni Centenario Fútbol 5 Luis Alberto de Herrera y 8 de Octubre La Blanqueda, CF5 Uruguay 1998 y República Cordón Paquín Bulevar España y Benito Blanco Quiosco Galicia 1146 esquina Ejido Estación Petrobras Ellauri y Gabriel Pereira Helvecia Libros Café Luis A. de Herrera 1020 Nueva Helvecia Intendencia de Rocha Dirección de Deportes Se distribuye además a los integrantes de los cuerpos técnicos de los clubes afiliados a la AUF, al cuerpo técnico de la selección nacional en todas sus categorías, a los docentes de los cursos de entrenadores del ISEF y de la ACJ, al departamento técnico de OFI, a la Facultad de Comunicación de Udelar y en la Tecnicatura de Gestión en Instituciones Deportivas de la Facultad de la Cultura del CLAEH.
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Tato López, una mirada crítica
En todas las canchas
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El básquetbol fue su modo de vida. Creció y se formó con reglas y valores del juego colectivo. Es desde ahí que analiza, con profundidad y franqueza, el deporte más popular y polémico de todos: el fútbol.
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–Papá, me voy a jugar a Europa. –No, quedate que puedo conseguirte una beca en Estados Unidos. –Me vinieron a buscar del Barcelona, papá, yo me voy. –Y yo no te firmo la salida del país. Esta vez no me gana, pensó Horacio López a pesar de una frustración que lo carcomía. Su disco duro almacenaba un revés semejante, cuando a los doce años le prohibió viajar a China para competir en un campeonato mundial de ping-pong, deporte que abandonó el mismo día que tuvo que desarmar la valija. Pero esta vez se prometió no salir vencido y siguió con el básquetbol. Hoy, a 38 años de aquella orden que –según dice– hubiera cambiado el rumbo de su carrera, logra verlo con la objetividad propia del paso del tiempo, o quizás con ojos de padre (tiene dos hijas y una nieta). “La España post Franco era un quilombo y mis padres estaban preocupados. Era un contexto complejo, además decían que no podían dejarme ir con un catalán desconocido”, rememora. Ese catalán, José María Minguella –acota–, tiempo después salía abrazado en fotos con Diego Maradona. “El deporte colectivo consiste en sumar cualidades para potenciar las individualidades, y que el conjunto sea mejor que la suma de cada parte”, afirma Tato López. (Foto: Rodrigo López)
Ping-pong y básquet, ¿nunca fútbol, como la media de los niños uruguayos? Mi padre y mi abuelo eran periodistas de turf, y me crié dentro de Maroñas. Soñaba con ser jockey, pero a los nueve años ya era
más alto que cualquiera de ellos. Entonces fui a jugar al baby fútbol en el Ceibo Aguada. En aquel momento no era por edad sino por altura; estaba con chiquilines dos años más grandes que yo. ¿En qué puesto? Arquero. Era titular, y cuando fuimos a disputar la final, que ganamos 2-1, el técnico puso a un botija que no había jugado en todo el año. El tipo me peló. Y encima habíamos ido a la iglesia antes del partido, yo no rezaba nunca. Si algo me faltaba para no entrar más a una iglesia era eso. Al año siguiente me fui a medir y estaba fuera de categoría, no pude seguir. La misma altura que lo excluyó del fútbol le abrió las puertas del básquetbol y lo incitó a una prematura carrera que le planteó un debut en la selección celeste siendo quinceañero. Pero fue en Estados Unidos –jugó becado en dos oportunidades– donde descubrió todo: límites de entrenamiento, conceptos de juego, progresiones. Eso, además de participar en un mundial de clubes con los tops del momento; por lo que a los diecinueve años ya tenía una formación y una experiencia inusuales para las canchas rioplatenses. ¿Qué tienen en común el básquet y el fútbol? El fútbol evolucionó muchísimo tomando cosas del básquet. Cuando aprietan al rival 5
contra las líneas, o cuando tiran un centro y se cortinan, son cosas del básquetbol desde que existe. En lo que refiere a los principios generales del deporte tienen todo en común: es mucho más factible que tu equipo sea ganador si construís desde la solidez defensiva. Lo que no tienen en común es que en el fútbol el resultado no siempre está directamente relacionado con las capacidades desarrolladas por el equipo. De repente podés plantear la estrategia de jugar a no jugar. En el básquet eso es imposible, debés tener la pelota si querés ganar.
“Si en el deporte que
¿Los valores deportivos son los mismos? En el libro La fiesta inolvidable hablás de trabajo, determinación y paciencia. Sí, eso no cambia. Aunque sucedió algo entre el chiquilín de quince años que era súper alto y coordinado con lo que sucede hoy. En aquel momento, por los volúmenes de trabajo y el conocimiento sobre el entrenamiento, los deportistas eran setenta por ciento de talento natural y treinta por ciento de trabajo. El crack de mi época era el flaco que jugaba y después iba al boliche, como Diego [Maradona] o Sócrates. Me resulta una época maravillosa del deporte porque todo eso influía en el mundo social y político, eran tipos que hablaban. Pero claro, tampoco se rompían entrenando. Hoy es al revés. Si en el deporte que sea te encontrás con un diamante en bruto que no hace el trabajo y con otro que sin ser un diamante en bruto se mata trabajando, cuando ambos lleguen a los veinte seguro que le irá mejor al segundo. Incluso el concepto de talento ha cambiado, en mi época era una persona con brazos largos, que corría, saltaba, tenía buen feeling con el juego y facilidad para la técnica. Hoy el talento está en una persona que tiene la capacidad mental de desarrollar sus condiciones y llevarlas hacia la excelencia.
le irá mejor al segundo.
¿Estás de acuerdo con la frase que reza que un buen deportista “juega y hace jugar”? De repente elegiría otra frase: “Juega y hace mejor a sus compañeros”. Hay presencias
sea te encontrás con un diamante en bruto que no hace el trabajo y con otro que sin ser un diamante en bruto se mata trabajando, cuando ambos lleguen a los veinte seguro que […] Hoy el talento está en una persona que tiene la capacidad mental de desarrollar sus condiciones y llevarlas hacia la excelencia”.
que hacen bien a todos, es el caso de Mascherano o de Godín. Hay otros jugadores que son fantásticos pero no veo que le hagan mejor al conjunto. No creo que quienes juegan con Ronaldo, por ejemplo, se potencien. El deporte colectivo consiste en sumar cualidades para potenciar las individualidades, y que el conjunto sea mejor que la suma de cada parte. El Barcelona marcó un paradigma en ese sentido, porque consiguió que figuras como Messi, Neymar o Suárez pusieran sus cualidades al servicio del conjunto. Si sacás a Iniesta de ese cuadro y lo llevás a otro, ¿jugará tan bien como en el Barcelona? No lo sabemos; lo cierto es que levanta el techo de lo colectivo. Hay que tener humildad para ceder determinadas cosas en pos del conjunto, sobre todo cuando se trata de deportistas mediáticos, millonarios e ídolos. Igual, al
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Se dice de mí
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“Hay algo que se escucha en la calle y con lo cual no estoy de acuerdo, eso de que Uruguay podría jugar otro fútbol. En la construcción que viví como deportista y que veo que los deportistas de hoy siguen teniendo es que lo que importa es el resultado. A un chiquilín que juega al básquet no tenés que explicarle que debe defender cada pelota como si fuera la última, porque lo trae en su ADN, lo escucha desde que es un bebé. Pero eso no significa que no podamos tener un fútbol hilvanado, con manejo de pelota, con propuestas hacia el rival y no esperar siempre a lo que el rival plantea. No estoy de acuerdo con eso. Uruguay es un equipo con una inteligencia estratégica generalmente superior al rival, entonces haciendo menos o pareciendo que hace menos consigue los resultados. Si le metés los goles de cabeza a Chile es porque está clarísimo que los chilenos por arriba son un desastre. ¿Vas a tocar la pelota 28 veces entonces? Muchas veces se desconoce la inteligencia estratégica que un cuerpo técnico es capaz de plantear y que los jugadores son capaces de ejecutar”.
mismo tiempo el conjunto se los retribuye con resultados. ¿El juego colectivo es la mayor virtud de la selección uruguaya? Claro. Lo que el cuerpo técnico uruguayo logró fue generar un equipo funcional dentro de un contexto disfuncional como es el fútbol uruguayo, donde no están claros los roles, los límites, el calendario, las competencias, y ahora encima hay personas internacionalmente detenidas. Cada club en su interna también es disfuncional. Dentro de ese contexto, el cuerpo técnico de Washington Tabárez creó un cuadro funcional. Primero que nada logró una adhesión, el interés de ser parte de, y luego la construcción de las categorías formativas. La posibilidad de que los chiquilines que nacen aquí tengan lo mínimo necesario para desarrollar su talento. Y los resultados son maravillosos. ¿Profesionalizó al fútbol? Diría que maximizó las posibilidades del fútbol uruguayo en el contexto mundial actual. La acumulación de trabajo y experiencias a lo largo de estos años permitieron crear un piso; entonces cuando comienza una eliminatoria, a pesar de estar despatarrado, el equipo entra a la cancha sabiendo qué puede dar y qué no. Te confieso que no pensé que iba a ver esto: un Uruguay cuarto en un mundial, campeón de América luego de ganar una final por tres goles en Argentina, que las selecciones formativas clasifiquen a los mundiales en sus respectivas categorías. Es un fenómeno similar al del ballet nacional. ¿Cómo es posible que vengan de distintas partes del mundo a audicionar para el ballet uruguayo? Eso sucede gracias a un diagnóstico previo, gente capacitada, una planificación y la aceptación de las realidades que presenta el medio. ¿Este equipo desterró la nostalgia de hazañas pasadas, como el maracanazo? Este equipo logró desterrar aquello de levantar a patadas al rival, aunque sin convertirse en algo que no es. Es muy valioso pasar de ser el cuadro que te pudre el espectáculo o un campeonato a esto de ahora, donde vamos y respetamos al rival. A Uruguay le hizo muy bien volver a entender el sentido de la hombría; había una interpretación errónea de ese concepto. ¿Por todo esto fue que escribiste El camino es la recompensa, el libro sobre Tabárez? La ideóloga del libro fue la hija de Washington, Tania. Cuando me convocó me encantó la idea. Estaba escribiendo otro libro en ese momento y lo dejé para hacer el de Tabárez. En medio del proceso
La selección uruguaya dirigida por el Maestro Tabárez “logró desterrar aquello de levantar a patadas al rival, aunque sin convertirse en algo que no es. Es muy valioso pasar de ser el cuadro que te pudre el espectáculo o un campeonato a esto de ahora, donde vamos y respetamos al rival. A Uruguay le hizo muy bien volver a entender el sentido de la hombría; había una interpretación errónea de ese concepto”.
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puedo entrenar de mañana y de noche. Tengo todo solucionado”, decía. Después la vida fue maravillosa conmigo, porque pude vivir del deporte. Cuando veo a Los Teros o las chiquilinas de hockey pienso que ese pudo haber sido mi plan de vida. Por eso los admiro tanto y los defiendo, lo suyo es muy valioso, es de una salud mental y emocional que impresiona.
“Lo que tiene el deporte es que le da voz a quien lo practica y si a esa voz la usás para decir más que ‘fue un partido difícil pero por suerte lo ganamos’, sos una piedra en el zapato”. (Foto: RL)
creativo, pensé: “Si tengo a la persona acá, lo mejor que puedo hacer es que hable y no ponerme a narrar lo que yo entiendo del tema”. Siempre escribo sobre las cosas que me mueven, no puedo escribir de cualquier cosa, y me parecía que estaba bueno que cuando el disfuncional fútbol uruguayo se volviera a comer de nuevo a la selección, quedara registro del tipo que logró revertir eso. No el análisis de tal o cual periodista, sino su propia palabra.
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Cosa de chicos
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En un mundo en el que el fútbol “salva”, basta que un niño toque la pelota más o menos bien para que padres, busca talentos, representantes y dirigentes sueñen con el futuro Messi. Y entonces el tiempo de juego libre se transforma en un horario con rigor de oficina, y un mínimo desacierto se convierte en un drama; no vaya a ser que la gallina de oro se olvide de empollar los huevos. “Hay una etapa en la vida de las personas donde el juego nunca puede dejar de ser un juego y el objetivo, divertirse”, recalca Tato. Y si el mercado se ensaña en fabricar futuros monstruos del fútbol mundial, “lo mejor que se puede hacer es no escolarizar demasiado a los chiquilines, dejarlos quietos. Cuanto más libres los dejás, menos homogéneos se vuelven. Cuando les das la oportunidad de crecer con creatividad, aparecen los Messi, los Neymar y los Suárez”. ¿De niño sentiste alguna vez esa presión? Jamás. Eso de ahora que los padres discuten con el árbitro o se pelean entre ellos, eso nunca. Jamás me pusieron esa mochila. Tampoco era necesario; a los
“Confieso que no pensé que iba a ver esto: un Uruguay cuarto en un mundial, campeón de América luego de ganar una final por tres goles en Argentina, que las selecciones formativas clasifiquen a los mundiales en sus respectivas categorías. Es un fenómeno similar al del ballet nacional. ¿Cómo es posible que vengan de distintas partes del mundo a audicionar para el ballet uruguayo? Eso sucede gracias a un diagnóstico previo, gente capacitada, una planificación y la aceptación de las realidades que presenta el medio”.
catorce años ya tenía armado mi plan de vida. Quería jugar al básquetbol, eso lo tenía muy claro, y de 13 a 19 horas pensaba trabajar en un banco. “Con el sueldo de bancario me puedo comprar unos buenos championes, los suplementos alimenticios,
¿Qué objetivos te trazaste cuando trabajaste en las divisiones formativas de básquetbol? ¿Qué hay que inculcarle a los niños? En aquel momento [de diciembre de 2002 a agosto de 2004] el gran objetivo era brindarles a los talentos locales la oportunidad de contar con las condiciones mínimas para desarrollarse. Que pudieran tener aquí lo mismo que un botija nacido en Serbia. Además, si bien era un espacio de básquet, en la etapa formativa no importa tanto el jugador sino la persona. Y eso se traducía en decisiones puntuales, como trabajar con dos psicólogas –no con la especialización deportiva– que se preocupaban del ser en su visión más integral. Trabajaban en la conformación y el relacionamiento del grupo, y al mismo tiempo hacían intervenciones individuales. Se daban casos de chiquilines que tenían otros intereses. Una vez me senté a charlar con uno que me dijo que su pasión era la música, no el básquet. Y le dije: “Si tu pasión es esa, no lo dudes, te voy a ir a ver tocar”. Pero al mismo tiempo trataba de tranzar para que fueran al menos una vez por semana a entrenar. ¿Cuán importante es la motivación para un deportista? Es muy importante. En mi caso la tenía estructurada claramente. Yo decía: “Esto lo hago porque me encanta, me gusta el estadio lleno, la competencia, el hecho de perder y no poder dormir en toda la noche, o ganar y salir campeón. No preciso nada más allá de esto para dar el cien por ciento”. Pero cuando llegaban los momentos de agotamiento, no me gustaba el cuadro o había algo que no funcionaba pensaba que era un trabajo. Vengo de una familia que trabajó toda la vida, entonces para mí era sagrado. ¿La adversidad motiva o por el contrario? Pienso en el partido que jugó Suárez contra Inglaterra en el último mundial. Motiva. Eso también está en el ADN uruguayo y no somos conscientes de que lo tenemos. Pero claro, Suárez además tiene una capacidad técnica y un conocimiento de juego que puede decir “los tengo a todos cocinados”. Existe una aptitud mental que te permite manejar la situación, entonces cualquier cosa que anda suelta por ahí juega a tu favor. Por eso muchos de
nuestros deportistas juegan con un estadio lleno en contra y lo usan para su propio beneficio. Lo dice en tercera persona; justo él, que al regreso de su suspensión de seis meses por posesión de marihuana los hinchas rivales le dieron la bienvenida al son de “falopero” e “hijo de puta, tendrías que estar en la cárcel”. Tato, que estuvo internado en el Hospital Vilardebó por este hecho sucedido en plena dictadura, cuenta que el periodismo hablaba mucho sobre el tema. Incluso en un programa hasta llegaron a hacer una encuesta sobre cuánto debía extenderse la suspensión y hubo quienes lo sentenciaban al banco eterno. ¿Te afectó mucho el periodismo en aquel momento? Claro, era tenebroso. No te olvides que yo era una figura de izquierda declarada. En el 84, saliendo de una dictadura hacia un gobierno de derecha, me dieron el premio al mejor deportista del año. Todos los directivos de la federación eran de derecha. Lo que tiene el deporte es que le da voz a quien lo practica y si a esa voz la usás para decir más que “fue un partido difícil pero por suerte lo ganamos”, sos una piedra en el zapato. Entonces cualquier periodista que te partía al medio quedaba bien con un montón. Lo que siempre digo es que por suerte jugaba bien, cuando empezaba el partido las cosas se arreglaban bastante [suelta una carcajada]. ¿Tu posición política truncó algún pase? Hay una anécdota de 1987, cuando me fui a Ferro, en Buenos Aires. Yo venía de jugar a tope en Italia, estaba quebrado por la separación de mi mujer, acá jugaba en un cuadro que era un desastre y firmé contrato para irme a Argentina. Llegué en enero y en marzo íbamos a jugar un Sudamericano así que me puse a entrenar fuerte. Le ganamos la final a un equipo brasilero que era el bicampeón. Estábamos festejando el campeonato y en un momento un
“El fútbol evolucionó muchísimo tomando cosas del básquet. Cuando aprietan al rival contra las líneas, o cuando tiran un centro y se cortinan; son cosas del básquetbol desde que existe. En lo que refiere a los principios generales del deporte tienen todo en común: es mucho más factible que tu equipo sea ganador si construís desde la solidez defensiva. Lo que no tienen en común es que en el fútbol el resultado no siempre está directamente relacionado con las capacidades desarrolladas por el equipo”.
dirigente del club se me acercó y me dijo: “Te voy a contar algo, uruguayo, las noticias que llegaban de tu ciudad sobre vos eran tan malas que no te querían traer. Y en una reunión yo les dije que nadie se olvidaba de jugar al básquetbol”. Uruguay no tenía ni siquiera la capacidad para proteger a sus jugadores. Cuando eso pasa, estás en un ambiente perdedor. El deporte de elite es mucho más duro de lo que uno se imagina, advierte. “Es una forma de vida”. Hoy si bien las primeras
cinco páginas del diario que lee en forma compulsiva son las que hablan de básquetbol, elige otra vida: la del escritor, la del periodista, aunque no se considere tal. “Carlos Muñoz me ofreció para trabajar en Deporte total, que iba a ser el primer programa de canal 5 en competir con los privados. No sabía cómo era ese mundo, y en él tuve la oportunidad de conocer a Mario Bardanca, Diego Muñoz –hijo de Carlos–, Martín Franco y Diego Tabárez. Y también al amigo Enrique Yannuzzi, que para mí fue un compañerazo, de esos que sin decirte nada te enseñan; siempre hacía comentarios que traían consejos constructivos. Cuando me ofrecieron hacer el libro de Tabárez fue al primero que llamé para que me hiciera un paneo de situación. Es un personaje muy valioso del periodismo deportivo”. ¿Ahora sobre qué estás escribiendo? Acabo de terminar un ciclo en 180.com.uy llamado Lo no dicho –igual que el libro–, que tiene como objetivo poner sobre la mesa qué es y cómo funciona la adicción, tanto individual como colectivamente [se formó como operador terapéutico para abordar la temática]. Tengo algunas ideas de libros, pero prefiero no adelantar mucho, aunque estuve pensando en escribir sobre el retiro del deportista. Cuando sos un adolescente y tu vida apunta hacia el deporte profesional tenés que estar al tanto de un montón de cosas, entre ellas, qué te espera al abandonar el deporte. Él lo dejó en 1997, porque sentía que el básquet le estaba robando la vida. En este caso, el deporte no abandonó al deportista sino al contrario. ¿A qué se dedicó? A viajar por el mundo, y de esos periplos nacieron publicaciones como La vereda del destino y Almas de vagar. Con 55 años, es el mismo de dos metros de alto y brazos largos que aquel que decidió seguir en el básquet a pesar de los infortunios. Y hoy el conjunto se lo retribuye. _Carla Rizzotto
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Miguel del Río, ex futbolista y poeta
“Abrir las puertas y las ventanas del alma” Cualquier día es propicio para reunirse en nombre de la poesía. Pero este viernes de diciembre, soleado y cálido, parece haber querido celebrar también los versos de Miguel del Río, ex futbolista nacido en el Cerro, que presenta su libro Estos que parecen ser poemas. Cae la tarde y un grupo de personas se ha arrimado al Centro Cultural Rescate 11, en el cruce de las calles Grecia y México. La elección del lugar tiene su significado: en ese edificio, el del viejo liceo 11 de la Villa, estudió Del Río. A las siete y treinta, puntualmente, comienza el acto cultural. El autor, un hombre con una presencia física que denota su pasado de deportista, toma asiento junto a quien lo presentará, Danilo Urbanavicius. Enfrente se ubican varias decenas de personas, entre las que puede verse a Carlos Barcos, quien acompañara al autor en la mitad de la cancha en el mítico Central Español campeón uruguayo de 1984; familiares del poeta, no pocos allegados y una referente cultural del barrio: Mirta, una señora mayor que se sienta en primera fila. Un detalle curioso: desde una mesa situada a un costado de la sala, vía internet, desde España, la esposa y otros integrantes de la familia del poeta están presentes. En la próxima hora será posible desentrañar, al menos en parte, de qué manera, desde su infancia transcurrida en el emblemático barrio montevideano, su posterior pasaje por las canchas y los avatares de una peripecia vital novelesca, que lo llevó a recorrer varios puntos del planeta, forjó su personalidad literaria este uruguayo que en la actualidad reside en Moià, un pueblito de seis mil personas en las cercanías de Barcelona. “Soy un autodidacta. Nunca fui a un taller de escritura”, sostiene. Esta forma de abrirse paso en el terreno de las letras quizá tenga que ver con la temprana pérdida del padre, lo que lo obligó a aprender a valerse por sí mismo desde chico. Sin embargo, la niñez también le reservaba un encuentro tan afortunado como definitorio. Nacido en 1957, en la década del sesenta asistió a la escuela Canterán. Al llegar a sexto año, le tocó en suerte tener como docente a Eda Amestoy.
Ella le franqueó las puertas de ese universo maravilloso al que se accede a través de la lectura y la escritura. “Fue una maestra que nos marcó muchísimo a los gurises que estábamos en aquel grupo. Tuve la suerte de que cinco o seis de mis compañeros escribían muy bien las redacciones que nos mandaban, con lo cual se formó una competencia sana que nos retroalimentó”, explica. Aquella mujer inspirada incluso logró que algunas de las producciones de sus alumnos se publicasen en La Revista del Pueblo. Miguel se había iniciado; de allí en más, el interés por las letras sería una constante en su vida. Pocos años después, ya en la adolescencia, la compra de su primer libro marcaría otro hito en el nacimiento de su vocación poética. Conoció a un premio Nobel de Literatura –no en persona pero sí, y tal vez más importante, a través de sus textos–. En efecto, la lectura de Crepusculario, de Pablo Neruda, lo incentivó a escribir sus primeros versos. Pero su amor por la literatura no excluía otras pasiones que distinguen desde siempre a los botijas del Cerro: el fútbol, tal vez la principal. En 1975 alcanzó un sueño: jugar en Rampla Juniors, uno de los clubes emblemáticos del barrio. En 1978, comenzó a estudiar veterinaria, pero a los pocos años tuvo que decidir entre su carrera universitaria y la deportiva. Eligió esta última, empero, sus inquietudes poéticas no se detuvieron. Mientras tanto, con el equipo picapiedra fue campeón de la B en 1981. Luego de jugar en un equipo del interior continuó en Central Español, donde logró el histórico título de 1984. Permaneció en el club hasta 1986. Su trayectoria prosiguió en Centroamérica. Al cabo de algunas temporadas, regresó a Uruguay y terminó su carrera en Sportivo Italiano. Como le ocurre a la inmensa mayoría de los futbolistas, al retirarse no había ganado una de esas fortunas de fábula a las que sólo accede una elite tan reducida como excepcional. Había que seguir trabajando por un sueldo para vivir. Obtuvo el título de entrenador y se desempeñó como ayudante de Gerardo Pelusso en Cerro, durante la recordada incursión del equipo albiceleste en la Copa Libertadores de América de 1995.
Junto al mismo director técnico se fue al O’Higgins, de Rancagua, Chile, en 1997; en 1999 y 2000 dirigió los juveniles de Rampla y finalmente estuvo a cargo del primer equipo. En 2001 y 2002 fue técnico de los juveniles de Racing. Llegó la crisis y sus turbulencias arrasaron la economía uruguaya. Sin empleo, como consideraba que “el proceso del fútbol está muy contaminado” y no es hombre de “estar llamando a uno y a otro” para conseguir un trabajo, decidió emigrar. “Tuve que tomar una difícil decisión, no por mí, sino a favor de los que venían detrás”, afirma, con tono reflexivo. Así las cosas, sin papeles, marchó a Nueva Zelanda, donde trabajó como peón rural, entre otras cosas. “Esa locura me enriqueció mucho como ser humano. No me arrepiento y la volvería a hacer”, concluye. En 2003 se trasladó a España, donde trabajó en una textil y actualmente lo hace en una empresa de alimentación ecológica. En tierras peninsulares volvió a relacionarse con el mundo del fútbol; y, precisamente de ese vínculo, nació la posibilidad de publicar su obra literaria. “Vivo en un pueblito y, desde hace ocho años, trabajo con el cuadro de fútbol de allí; lo he hecho con los cadetes, los juveniles y el primer equipo. Este libro surge por la madre de un jugador juvenil que yo tenía. Ella trabaja en la Generalitat de Catalunya, en la parte de edición. Le dije que escribía y que sabía que no podía proponerle este libro a las grandes casas editoras de Barcelona”. A pesar de lo cual, con la ayuda de ella, luego de presentar sus textos y de mantener algunas conversaciones con los directivos, una editorial independiente se interesó por su material y, a comienzos de 2015, fue aceptado para su publicación. Una suerte de milagro propio del “fuero judicial poético”. Mientras se apresta a leer algunos de Estos que parecen ser poemas, lúcidamente, Miguel reflexiona en torno a que “en estos tiempos tan jodidos, en los que un chip de un teléfono es más barato que un libro”, el suyo es un sueño hecho realidad. “Siempre tuve la ilusión de tener este libro en la mano. Y a los cincuenta y ocho años ya no lo esperaba”. La obra es una selección surgida de la relectura que hizo de la veintena de 11
“Provengo del mundo del fútbol y sé lo que es vivir haciendo los ‘dribblings’ que muchos jugadores y entrenadores tienen que hacer para mantenerse allí. Tal vez podría estar todavía en ese lugar, pero ese no es mundo para mí. Decidí salir del fútbol. Pero les digo que soy mucho más feliz trabajando en mi pueblito, donde lo que gano me da
Miguel del Río, campeón uruguayo con Central Español en 1984, víctima de la crisis económica de 2002, tuvo que marcharse del país, trabajó en Nueva Zelanda como peón rural y posteriormente emigró a España. Actualmente reside en Moià, en las proximidades de Barcelona.
para vivir, que en muchos lugares donde estuve trabajando por dinero. No reniego de esa época, pero me marcó y me enseñó que hay otras cosas para seguir viviendo”.
cuadernos en los que a lo largo de su vida escribió poemas. Un “diario íntimo”, podría decirse, puesto que el género poético es reconocido como el que expresa la interioridad, transmutada en “yo lírico” de quien escribe. El libro se divide en
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BAJO LA cumbre No creo en ti cumbre de prolongados protocolos caras de consecuencia y mandatarios de cuello alto que se duermen al primer discurso No creo en tu carácter grave y urgente tus suculentos almuerzos tus hoteles cinco estrellas ni tus decisiones de eclipse No creo en ti por tu secuencia bianual tus rebuscados acuerdos tus serias declaraciones tus compromisos infames tan lejos de ser humanos Disculpa cumbre que desconfíe y te escriba con minúscula pero no estás a la altura de tu nombre tan alto y estás llena de borrascas.
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cinco partes, que el poeta explica así: “Las ordené según debe ser el camino de la vida de cualquier ser humano. Porque todo hombre, a lo largo de las etapas de su vida, debe ser auténtico y asumir lo que le toque plenamente. La primera se llama ‘El derecho a dudar’, puesto que uno se plantea la duda casi siempre en la niñez. La segunda, ‘Hay una incógnita a descifrar’, que surge en la adolescencia. La tercera es ‘La actividad enciende el fuego’, porque en la etapa posterior la persona se aclara. La cuarta parte está dedicada al amor, uno de los sentimientos más hermosos que tiene esta vida; quien no siente amor es como si no existiese. Y la última es una colección de haikus, poemas de tres versos en los que es necesario decir algo en un espacio
HACERES Sabemos qué hacer con la mirada y con las manos con el sabor a sal de las heridas sabemos qué hacer con el olvido con la escasez de bondad con las sobras de ternura sabemos qué hacer con el oficio repetido de vivir para seguir muriendo y de morir para vivir un día pero qué hacer con el picor de la vergüenza con la infección del arrepentimiento
muy breve; cuando los editores los leyeron, tuvieron una muy buena impresión”. A pesar de que se trata de una edición pequeña, el ex jugador considera su libro como un éxito, pero no en el sentido que se le suele dar en la actualidad a este término. “Provengo del mundo del fútbol, y sé lo que es vivir haciendo los ‘dribblings’ que muchos jugadores y entrenadores tienen que hacer para mantenerse allí. Tal vez podría estar todavía en ese lugar, pero ese no es mundo para mí. Decidí salir del fútbol. Pero les digo que soy mucho más feliz trabajando en mi pueblito, donde lo que gano me da para vivir, que en muchos lugares donde estuve trabajando por dinero. No reniego de esa época, pero me marcó y me enseñó que hay otras cosas
RAZONES La razón siempre se pierde por motivos de tristeza por desgaste de los años o amores casi imposibles que pierden a la cabeza la primera tiene cura la segunda vive impresa y la tercera se sana comiéndose una manzana o jugando a la ballesta hay razones que se pierden en trasteros de la vida esas son las peligrosas se nos olvidan las cosas por causas desconocidas
10 HAIKUS AL PORVENIR tanto dura el porvenir que nunca sabe llegar bien lo sabe el porvenir que no tiene porvenir antes que un porvenir yo prefiero un aquí estoy toditos los porvenires se mueren de soledad cuando llega un porvenir es porque nunca existió
qué hacer con el mal que hicimos quien espera un porvenir lleva tiempo de esperar
para seguir viviendo”. El significado de sus dichos se comprende mejor cuando se lee uno de sus versos: “La poesía no hace la felicidad, / tan sólo la guía”. En la misma línea, profundiza su razonamiento, y cuenta que antes de la presentación estuvo en la escuela Canterán, con los niños de sextos año. El suceso le provocó una satisfacción inmensa. “Entrar allí, dejar un libro en la biblioteca y que el día de mañana alguien pueda leerlo, ya me basta”. Puesto que “si de cien niños, a uno le puede abrir las puertas y las ventanas del alma”, ya habrá cumplido con creces su cometido. Pero las gratificaciones profundas que le han dado sus versos no se agotan en eso. Creador comprometido con el tiempo que le tocó vivir, el día anterior participó, inesperadamente, de un acto en el Memorial de los Desaparecidos, allí leyó su poema ‘Los perdidos’, dedicado a quienes “izaron ante el verdugo / una simbólica enseña, / que no cesa de elevarse”, y que transformados en “extraviadas cartas sin destinatario fijo / andan no obstante rondando / millones de pensamientos”. La presentación se ha transformado en un recital de poesía. Miguel del Río lee sus poemas e invita al público a dialogar sobre ellos. En su voz, los versos adquieren una musicalidad que tiene mucho de canción. Al respecto resulta esclarecedor un comentario del autor: “Me gusta cantar” e incluso “le puse música al poema que abre el libro”. En el plano del contenido, los poemas que el público escucha con recogida atención “tienen algo de los Cantos de vida y esperanza, de Rubén Darío”, sostiene
el porvenir es un duende que sueña que va a soñar se pasó para el pasado un porvenir distraído y todavía no ha vuelto prohibieron a un porvenir que casi pudo llegar
“Vivo en un pueblito y, desde hace ocho años, trabajo con el cuadro de fútbol de allí; lo he hecho con los cadetes, los juveniles y el primer equipo. Este libro, Estos que parecen ser poemas, surge por la madre de un jugador juvenil que yo tenía. Ella trabaja en la Generalitat de Catalunya, en la parte de edición. Le dije que escribía y que sabía que no podía proponerle este libro a las grandes casas editoras de Barcelona”.
Mirta, y profundiza en su comentario: “Metabolizás la angustia esencial. El tiempo es un enemigo, porque se termina”. Señala, además, una coincidencia estética: como algunos poemas de Líber Falco, los del autor parten de un “yo lírico” que luego integra a los demás. Asimismo, le reconoce un oficio intuitivo, natural, para la poesía. Él continúa desgranando sus versos. Los memoriosos lo recuerdan como a un recio y elegante jugador que dominaba
MAESTRA Eda maestra de grandes ojos y bien abiertos hoy justo hoy muy tarde hoy tarde viniste a mi memoria muy a destiempo Eda Amestoy, maestra que has estallado mi ardor poeta de doce años verbo por verbo como quien monta piedra por piedra el verso el muro el universo tan sólo gracias grabarte puedo Eda, maestra tierna energía que abrió mis sueños
el mediocampo. Uno no puede dejar de pensar entonces que resulta llamativo cómo mientras se prodigaba por las canchas de Uruguay y varios países, Miguel plasmaba una obra poética que se destaca por un delicado trabajo con la palabra. Y no puede menos que establecer un paralelo entre su etapa de técnico, en la que debió ordenar a los jugadores y sus movimientos en la cancha, y su capacidad para disponer los versos sobre el blanco de la hoja, creando ritmos y sonoridades con sentido. En alguna medida, se puede concluir, el poeta y el hombre de fútbol tienen en común la necesidad de crear algo sorprendente y bello: una jugada, un gol, un poema. Del Río culmina la lectura de una selección de piezas poéticas que atravesó las cinco partes de su libro. Un emotivo aplauso le agradece. Al tiempo que algunos se dirigen a la habitación contigua, donde la celebración continuará con un brindis, el autor comienza a autografiar los ejemplares de su obra. Mientras viaja en el taxi de regreso hacia el centro de Montevideo por la rambla portuaria, el cronista vuelve la vista hacia el Cerro. Al otro lado de la bahía, la oscura ladera se enciende de lucecitas, como una continuación del cielo estrellado. En varios puntos de aquella constelación terrestre –se dice–, muchos niños sueñan con bajar a una cancha rodeada de tribunas repletas de rugientes hinchas pero, quizá, también alguno enhebra palabras que le ensanchan el espíritu; y, aunque no lo sepa, aprende a manejar “un arma cargada de futuro”. _Luis Morales
¡te debo tanto! y no sé por qué hoy justo hoy muy tarde hoy llegó volando tu rostro bueno tú me mostraste de mis cenizas todo el incendio donde te encuentres sana o no salva ¡gracias te debo!
En el Centro Cultural Rescate 11 de su Cerro natal, Miguel del Río presentó su libro de poemas recientemente publicado en España.
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Foto: Leonidas Martínez
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El Calle China Stadium
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El arco que daba a la cabecera de la calle Polonia estaba ubicado varios metros antes de la esquina, casi en la puerta de La Casa de la Bebida. El de la calle Puerto Rico, en la puerta de la casa de Blanquita. Y claro, porque si alguien “chumbeaba” y la pelota se iba Polonia o Puerto Rico hacia abajo, nadie quería correrla. Cuatro paños de pura emoción. Las tribunas laterales daban una a la vereda del viejo Cardozo y la otra a lo de Simón. El monopolio publicitario, o mejor dicho propagandístico, se lo disputaban entre comunistas, socialistas y tupamaros, con las innumerables estáticas estratégicamente ubicadas en puertas y ventanas. Cada 25 de diciembre, cuando bajaba un poquito el sol, el máximo referente futbolístico de la cuadra y del barrio salía a su palco ubicado en la tribuna Viejo Cardozo y ahí comenzaba todo. En menos de cinco minutos quedaban hechos los arcos que contaban con las medidas reglamentarias de quien los marcaba con un pedazo de ladrillo. Digamos que, como en las viejas copas Libertadores, cada equipo buscaba incomodar o sacar ventaja deportiva de su rival de distintas maneras. Saltaban al césped de cemento el Gabi, el Santi, el Ruben, el Omar, el Eduardo, el Cristian, el Pepe, el Fede, el Mauri, mi hermano Juancho, el otro Ruben, el Carlitos, el Ale, el Martín y el capitán de todos los tiem-
pos. El que todo lo controla y todo lo protesta. Comienza indicando: vos para allá, vos quedate acá, vos, vos y vos conmigo, y vos y vos con el Gabi. Así arrancamos. No sin que alguno le protestara porque el cuadro quedó robado, pero en el fútbol todo puede pasar y los partidos hay que jugarlos. Rápidamente el partido se pone 2-0 a favor del equipo del capitán, que juega notoriamente mejor, aunque es sabido que no hay resultado más traicionero que un 2-0 parcial a favor. Con dos lentas y geniales gambetas del Gabi, un jugador clase A oriundo de Carmelo, y un gol mío empatamos el partido. El equipo contrario se lanza todo al ataque. El Pepe, muy borracho, corta el ataque y roba la pelota, no sin antes darle semejante patada al Martín, que se queja con su seseo característico: “Bo, te zarpaztez, ¿zomoz todoz amigoz o qué?”. Todos protestan. El partido se vuelve electrizante. La jugada sigue. El Pepe descarga para el Gabi que, con otra gambeta magistral, se saca dos rivales y pone en carrera al Omar, quien me habilita por derecha. De primera, toco con el Fede que, ante la salida de su padre y capitán, toca al medio para el Santi que se metió a espaldas del Ruben que, medio mamado, no llegó a cubrir el lateral y con un toque sutil propio de los zurdos cracks… ¡gooool! ¡Golazo! La pelota, como pidiendo permiso, se mete contra el palo ya
casi invisible. ¡Explota “el Calle China Stadium”! David vence a Goliat. ¡Pero muchacho! ¡Qué gol ni gol!, grita Del Río que, casi en cuclillas, indica con las dos palmas extendidas en dirección del vertical izquierdo. ¡Pasó por arriba del palo! Y sigue protestando. ¡A llorar al cuartito, Miguel!, lanza una madre emocionada desde la tribuna Simón. El partido sigue. Friccionado. El clima se enrarece. Y al igual que cuando fue campeón uruguayo con Central Español, el capitán lo detecta. Sabe manejar los tiempos y grita con voz de mando: “El que mete gol gana”. Todos interpretan el mensaje, menos los niños que, por inexperiencia, quieren seguir jugando para siempre. En realidad, todos queremos jugar para siempre. El gol no llega y el score se mantiene pero el partido termina sin vencidos ni vencedores, como en aquella Guerra Grande que no fue ni tan guerra ni tan grande. De a poco se retiran los jugadores. La tribuna se vacía y el tránsito vuelve a la normalidad. Cada uno regresa a su mundo. Casi nada queda de aquel “Calle China Stadium”. Sólo el césped transitado por autos, camiones y motos ruidosas. Sólo alguna tímida estática queriendo resistir y sobrevivir a sus ideales. _Danilo Urbanavicius
BABY - FÚTBOL –A ver. Déjame pensar. Tenemos un diplomático, dos diputados... –Mejor sería cambiarlos por un edil. Son más prácticos –intervino Macoco. –¿Qué es un edil? –preguntó Bobbie. Y hubo que explicarle que los ediles no anunciaban lluvia. Se confundía con alguaciles. –Bueno, regio –seguí yo anotando–. Con un neurólogo, que están de moda, y dos o tres tipos como Macoco que no son nada, ya está. –¿Cómo, che, que no soy nada? ¡Soy hacendado! –protestó el aludido–. ¡El único que paga al firme las detracciones! –¿Qué son detracciones? –preguntó Bobbie. Y hubo que explicarle que las detracciones eran como los impuestos, pero al revés y siempre que la bolsa o las operaciones cambiarías no inclinaran la balanza de pagos y... –Puedo dormir perfectamente sin saber en qué consisten –dijo Bobbie aturdida–. De todos modos a mí me giran las rentas de Australia y allí hay sólo ovejas y no esas cosas raras que complican la vida... –Vos estás loca si pensás que en Australia no hay detracciones –le replicó Macoco–. ¡Si habrá! Lo que sucede es que no te enteras y entonces... –¡Bueno, bueno, qué opio! Estamos hablando en serio de la gente que vamos a invitar el jueves y vos salís con pavadas tipo fisco que son el bodrio –si los dejaba no terminaban nunca. –Tengo la impresión de que nos falta un elemento distinto. La duquesa de Alba invita siempre toreros... –¿Cuál de ellas? –dijo Macoco–. ¿La vestida o la desnuda?
–¡Ay, no seas grosero! ¡Cayetano sólo desciende de la vestida! –Me parece brutal –comentó Bobbie entusiasmada–. Pero aquí no hay toreros. ¿O hay? –No, no hay, nena –le contestó Macoco–. Hay jugadores de fútbol. ¿Te da lo mismo? –Genial –grité yo–. ¡Súper! ¡La caída! ¡Un hombre primitivo, qué divino! –Déjamelo a mí –chilló Bobbie–. ¡Vos estás casada! –Estoy casada –le dije–, ¡pero con Macoco! –¡No sean absurdas! ¿De dónde van a sacar un jugador? ¿Y de dónde sacaron que los jugadores sean primitivos? ¿Te parece primitivo que te paguen un millón de pesos por dar una patada? –¿Nada más que un millón? –los ojos verdes de Bobbie se le saltaban entre sus pestañas violetas–. ¡Cualquiera de mis maridos me costó el doble! –Está decidido. Vamos a invitar a ese que tiene un nombre raro, algo así como Stokovski... o Malcuzynsky... –¡Querrás decir Sienkiewicz! –aclaró Macoco–. No va a venir. Están en pleno training. –¿Qué quiere decir training? –preguntó
Bobbie. Y hubo que explicarle que cuando estaban en training no podían ni tomar, ni comer, ni... –¡Pero che!... ¡Entonces yo viví casada con jugadores de fútbol sin saberlo! –fue su comentario. Lo cierto es que vino Sienkiewicz y tuvo un éxito de locura. Al final la duquesa de SirioCoturno y Bobbie se pelearon por él y hubo que llamar a un referee.
Mónica fue a la vez el seudónimo y el personaje creados por Elina Berro (1923-1971) para su serie de columnas humorísticas publicadas entre 1964 y 1971, primero en Peloduro y luego en Marcha. Las andanzas de la pituca Mónica, su marido estanciero Macoco, su amiga multidivorciada Bobbie y el resto de sus amistades, asociados y conocidos (incluyendo al Bocha Pacheco Areco) fueron un éxito absoluto en su época, tanto en la prensa como recogidas en dos libros por la editorial Arca y en una obra de teatro que sólo se estrenó después del prematuro fallecimiento de su autora. Mónica por Mónica y Mónicas prontas de seguridad se reeditaron en 2015 en un solo volumen por el sello Irrupciones, y de ahí se extrae este ‘Baby-fútbol’.
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Foto: Pablo Cribari
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Nicolás Dibble: el sueño de la pelota, el talento y las locuras
A pesar de todo Las historias en Colonia parecen tranquilas. Eternas, gloriosas y amigables. Tienden a ser bondadosas, espirituales y llamativas. Esta no escapa a esa realidad y reúne las características típicas de un joven que vislumbra sus sueños a través de una pelota. Con errores, con aciertos, con garra y con talento, Nicolás Dibble camina despacio por las calles empedradas de su Colonia del Sacramento natal y sueña, en grande, como nunca lo hizo ningún conquistador español o portugués.
Las metas no existen, porque siempre va a haber una por superar. Los sueños se rompen sólo porque se consiguen. Las ganas, el amor y el sacrificio siempre pueden más. A pesar de los contratiempos, las fallas y las malas decisiones, este joven talentoso de Plaza Colonia se hace eco en cada movimiento atípico que presenta en la cancha. Sus amagues, sus giros, sus enganches, su potencia, lo hacen un jugador distinto, de poca regularidad y con algo que no se compra en ninguna parte: garra. De pasar hambre para ir a entrenar, de trabajar en la construcción o de delivery, de volverse tres veces de las juveniles de Defensor Sporting sólo por un amor, hoy dice que “no tiene nada”, pero al menos está tranquilo y sabe que va por el bueno camino. Que un equipo grande lo quiere, que el Villarreal lo vislumbra, que es una de las revelaciones del Apertura 2015; todo eso lo motiva, pero por ahora va tranquilo, con esa calma que le da Colonia y con ese madurez formal que lo caracteriza y que lo hace disfrutar cada paso que da con la camiseta de los pata blanca. Contame cosas de tu niñez en Colonia del Sacramento. Mis recuerdos son de la etapa de baby fútbol. Estuve un año en Peñarol, me acuerdo que el primer día que jugué hice tres goles; el último de ellos me la pasó el golero y me eludí a todo el cuadro. ¡Un golazo! Después pasé a Plaza Colonia y estuve hasta los once años y luego recalé en Juventud. Me tocó defender a la selección de Colonia del Sacramento y los últimos años a la selección de Colonia. Me acuerdo que hacía muchos goles. ¿Eran bravos esos partidos? Porque se defendía al pueblo… Pah, eran sí. Pero se ponía muy lindo. En
la selección de Colonia me acuerdo que jugamos la final contra Interbalnearia de Montevideo y dimos vuelta un 2-0. Ahí me vio Walter López, que miraba jugadores para llevarlos a Nacional y me arrimó. ¿A Montevideo? Sí, fui a entrenar a Montevideo y fue todo un cambio. Practiqué en el club y me ficharon. Estaba todo pronto para irme a vivir a la casona del club. En eso, me llamó mi tía y me ofreció ir a vivir con ella (que vivía en Montevideo) para que no estuviera solo y me cuidara un poco más. Acepté y llamé a Nacional para avisar. A la semana de eso mi tía me llamó para contarme que había conseguido trabajo en Punta del Este y que se tenía que ir. Cuando volví a llamar a Nacional para ocupar el lugar en la casona ya había como 200 chiquilines en lista de espera por ese lugar. Llegué a ir a algunas prácticas a diario desde Colonia pero no aguanté. ¿Cómo te adaptaste al fútbol, a los compañeros, a otra ciudad? Iba a entrenar dos veces por semana con el plantel antes de que me ficharan. Fue difícil adaptarme. Me tocó empezar a jugar en fútbol más grande. En Colonia las canchas eran muy chicas. Había jugadores que la rompían en baby y en otras canchas no les iba bien. Pero me adapté bien. Yo jugaba de volante. Fue una etapa muy rápida, pasar al equipo grande, a las formativas. Pienso que podía haberme ido bien, pero fue todo rápido. Volver a Colonia me bajoneó. ¿Qué hiciste cuando volviste? También me costó el ritmo en Montevideo, que es muy acelerado. La gente tiene otro estilo. Acá en Colonia tenemos el silencio, disfrutar un mate, la calma. Cuando volví
estuve un año sin hacer nada. No estudiaba, no trabajaba, fui al liceo y lo dejé. Sólo por no haber quedado en Nacional me puse mal. Al otro año me agarró Javier Cabrera, de Wembley School, que es una escuela de fútbol en la que pagás todos los meses y vas a formarte. Se juega contra equipos de todos lados. Allí estuve un año y Cabrera me llevó a Nacional de Nueva Helvecia, donde hice Sub-15, Sub-17, Sub-20 y Primera. ¿No estudiaste más? No. En casa igual me rompían un poco las bolas porque tenía que estudiar. Porque si me iba mal en el fútbol qué iba a hacer. Yo no visualizaba eso. Le daba con todo en el fútbol para llegar. Aparece la jodita, vienen cosas lindas y no estudiaba. ¿Te gustaba la jodita? No sé si estaba para la jodita, pero no quería estudiar. Quería jugar. En Nacional de Nueva Helvecia me fue bien. Me adapté bien a la cancha de once. Ahí jugaba de media punta, suelto, arriba. Era muy rápido y encarador. Hacía muchos goles. Me pagaban los pasajes para ir y venir a Nueva Helvecia. La condición era que Javier Cabrera, que tenía contactos, me iba a llevar a Defensor Sporting. ¿Ese era el fin? Esa era la meta, meter para ir. Allá fuimos con otros dos compañeros. Quedé yo. Fuimos a Pinchincha, Cabrera conocía a Juan Ahuntchain. Íbamos cuando hacían fútbol. Me probaron con la generación 93, estaban Laxalt, Rolan, Gino. Fui a varias prácticas y después decidieron ficharme. Creo que me ficharon porque me fue bien. Te daban puntajes. En la primera práctica me dieron cinco puntos. Me puse mal y empecé a meter, a mejorar, crecí. 17
arranqué. Estuve cuatro meses. Era herrero en la construcción. No me importaba nada. Nada. ¿Sabés lo que es que no te importe nada?
Tres veces abandonó las formativas de Defensor Sporting para volver a su Colonia natal, donde lo esperaba una novia y un trabajo como delivery. Hoy deslumbra en Plaza Colonia. (Foto: PC)
¿Cómo fue recalar en Defensor Sporting? Fui a vivir a la casona para jugar en Sub-16. Fui campeón con José Chilelli. Fue divino. Jugué todos los partidos, hice goles, agarré confianza. Estaba Giorgian de Arrascaeta y era suplente. Entraba por mí. Yo llegué y él estuvo unos meses antes que yo. Él era muy callado, apagado, muy flaco, pero se veía que tenía flor de condiciones. Viví en la casona con él, con Gino, con Alaniz, con Charamoni, con Lucas Barrios, con Franco Pizzichillo. O sea que te adaptaste bien. Sí. No supe aprovechar eso. Fue una etapa mala en mi vida, que no aproveché.
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¿Qué te pasó? Me enamoré. Fui al cumpleaños de una amiga de mi madre y conocí a una chica. Empezamos a salir. Me volvía todos los fines de semana de Montevideo para estar con ella. Hasta que dejé todo y me volví a Colonia. ¡Me venía sólo por ella! Mi padre hacía un esfuerzo y me pagaba los pasajes. En Defensor me daban un viático de $ 1.700 y lo gastaba en eso.
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¿Todo por amor? Me vine a Colonia y dejé todo. Mi familia me preguntaba qué hacía. Pero me bancaron. Me fui, dejé todo. Me fui a trabajar de delivery en una carnicería. Fue mala ella, me hizo mal. ¿Valía la pena? No sé, yo quería estar con ella. No me importaba nada. Hasta que un día me llamó Ahuntchain a ver si quería volver a Defensor. Y bueno, me fui. Un año entero estuve en Colonia. Estuve otra vez en Wembley, pero esa vez no pagaba. El tipo me quería representar y no pagué. Me volví otra vez a
“Me gusta encarar. Mi cabeza está en el mano a mano. El juego corto, la boluda esa del pase la hace cualquiera. Pero no he visto jugador que haga el mano a mano. No digo que sea el mejor. Pero me animo a encarar y voy para adelante. Me falta definición cuando entro al área, es cierto, es algo que debo aprender. Pero el cambio de ritmo, y sacarme uno de encima, lo tengo. De chico siempre me gustó encarar, ir, venir, tuya y mía”.
Defensor. Estuve con Meroni. Otra vez me fue bien. ¿Y aquella? Estaba en Colonia, seguíamos siendo novios. Igual me llamaba. Ese año estuve en Defensor y ¿qué hice otra vez? Hice Quinta y qué hice. Dale, decime. ¿Te volviste a ir? ¡Sí! Lo mismo. Hice todo Quinta y me volví. Todo por ella. Ahí tenía 18 años. Me volví a Colonia y empecé a trabajar en la construcción. Entré a una empresa y
¿Preferías eso antes que jugar en Defensor? Pero, como te digo, ella no me ayudó. Fue una mujer mala para mí. No me ayudó en nada. Ella trabajaba, pero nunca me dijo que me fuera a jugar. Estuve en la construcción seis meses. Me peleé con ella. Ya no daba para más, a pesar de que yo hacía todo por ella. Ahí estuve solo y mi cabeza viajó. Había perdido todo por ella. Y me dejó. Llamé a Ahuntchain, me atendió como diciendo “este qué quiere, si ya se fue dos veces”. Le dije que me arrepentía y que por favor me diera otra chance. Fui a su casa, hablamos, y me dio la chance. Estuve en Cuarta División con Fernando Curutchet, pero no jugaba mucho. Ya habías perdido continuidad y credibilidad quizá. De todas las veces que me fui ya no me tomaban en serio. Fue la etapa en la que Defensor jugó una copa Libertadores Sub-20, en Perú. Pensé que Curutchet me iba a llevar a ese torneo. No me llevó. Me calenté y me fui para Colonia. ¿Te calentás con Curutchet, te vas, pensando que dejás el fútbol de nuevo? ¿Quién vuelve? ¿Vuelve aquella? Claro, y otra vez me vengo a Colonia. Me había enojado. En la vida, a ningún jugador le dan tres chances. A mi sí. Tuve mucha suerte. Ahí dejé todo. Y me puse a laburar de delivery otra vez. ¡Nada que ver! Yo tenía tremendas condiciones y no me daba cuenta. Al tiempo me arrimé a la Cuarta de Plaza Colonia. Fui, me conocían, probé y quedé. Estuvimos segundos en la B con la Cuarta. Al tiempo vino Carlos Manta y me subió a Primera. Arrancamos la etapa con Añón, ahí yo había madurado. Tomé las cosas de otra manera. Luego vino Espinel. En el primer partido no me citó. Siempre me citaban. Me dijo que le habían hablado bien de mí. Pero no me citó. Me requemé. Al otro partido no me citó. Al tercero entré y no salí más. Eras profesional, ¿se cumplía un sueño? Ya era otra cosa. Se cumplía un sueño, no era lo que yo aspiraba. Era parte del camino. Después que vine a Colonia me arrepentí de todo, del esfuerzo de mi familia... ¿Cómo voy a tirar todo por la borda?, pensé. Sabía que estaba en la B, en Plaza, pero que podía llegar a más. Fue un sueño ascender con Plaza. Soy hincha del club, desde chico. Fue algo muy especial. Ahí me cambió la vida, para bien. Conocí otra chica, que es mi actual novia, una chica sana. Hoy vivo con ella y nos va bien. En la
B tuve muchos problemas. Vengo de una familia humilde. Mi abuela me dio para que viviera en una pieza chica al fondo de su casa. Quedaba a tres cuadras de la cancha de Plaza. No tenía baño. A veces iba sin comer a Plaza. El sueldo era muy chico y mis padres no podían ayudarme. Cobraba un sueldo de cinco mil pesos. No me daba, a pesar de que no pagaba alquiler. Mi novia trabajaba y a veces ella me daba plata para comer, y ella comía en su casa. Yo era un jugador joven, entonces no me animaba a decir nada en el club. Cuando me mostré más y me fue bien lo comenté, y me subieron a ocho mil pesos. ¿Cómo te acomodaste a jugar en Primera? Cuando ascendí me cambió la vida. Jugar contra Peñarol, Nacional, subir el sueldo. Es un cambio muy radical. Hay muchos buenos jugadores. Hay mucho dinamismo. En la B el juego era muy parado. No había buenas canchas. Jugar contra los grandes te cambia. ¿Por qué parece que hace mucho que jugás al fútbol y que tuviste mucha continuidad? Juego seguro. Espinel me da mucha confianza. Igual creo que tengo mucho más para dar. Me faltan muchas cosas para aprender, por suerte soy joven y tengo tiempo. Soy seguro en la cancha, me tengo tremenda fe. Soy un gran jugador y sé que me falta mucho por dar. A medida que pase el tiempo y me adapte voy a dar más. ¿Qué disfrutás más? Me gusta encarar. Mi cabeza está en el mano a mano. El juego corto, la boluda esa del pase la hace cualquiera. Pero no he visto jugador que haga el mano a mano. No digo que sea el mejor. Pero me animo a encarar y voy para adelante. Me falta definición cuando entro al área, es cierto, es algo que debo aprender. Pero el cambio de ritmo, y sacarme uno de encima, lo tengo. De chico siempre me gustó encarar, ir, venir, tuya y mía.
“Pasé de no tener nada, a que no me falten cosas. Igual todavía no tengo nada. Pero al menos no voy con hambre [a entrenar]. De a poco me hago conocer. Es lindo que la gente en la calle me felicite, me salude. Que me diga que me merezco que me vaya bien por mi esfuerzo. Yo me mandé cagadas, es cierto, pero siempre en mi cabeza estuvo llegar, y mi sueño era jugar en el Centenario. Lo conseguí, pero no me quedo con eso, quiero ir a más”.
Ascenso, romperla en Primera, fue un gran año el 2015… Fue todo muy rápido. Me pasó volando todo el año. Fue todo muy lindo. Pasé de no tener nada, a que no me falten cosas. Igual todavía no tengo nada. Pero al menos no voy con hambre. Y de a poco me hago conocer. Es lindo que la gente en la calle me felicite, me salude. Que me diga que me merezco que me vaya bien por mi esfuerzo. Yo me mandé cagadas, es cierto, pero siempre en mi cabeza estuvo llegar, y mi sueño era jugar en el Centenario. Lo conseguí, pero no me quedo con eso, quiero ir a más. ¿Con qué soñás? ¿Pensás en pases? No tengo meta, entro a la cancha a divertirme. Va en la cabeza. Muchos se meten presión y no disfrutan. Hay cosas
maravillosas. Me pasó de jugar contra Peñarol y me metía presión, pero me di cuenta de que tenía que disfrutar eso. Cualquier jugador piensa en pases. Pero quiero jugar en el hoy. Primero acá, primero Plaza. No voy a pensar en lo que puede venir. Después se verá. Estoy hace tres años en Plaza, me gustaría tener un pase importante. ¿Qué te pasa por la cabeza cuando dicen que el Villarreal te tiene bien junado? Son rumores. Nada concreto. Es algo especial que la gente hable de vos y te reconozca. También me llegan rumores de que me quieren clubes importantes del medio. No caigo en lo que estoy viviendo. Pongo la cabeza en la almohada y digo: “¿Qué me está pasando?”. ¿Cómo es Dibble? Vivo en Colonia, con mi novia, alquilamos. Me gusta tomar mate con ella, mirar tele. Tenemos una moto y paseamos por Colonia. Voy a entrenar en bicicleta. El día antes de ir a jugar con Peñarol me fui a entrenar en bicicleta y la gente me saludaba. Y yo decía “mañana juego contra Peñarol en el Estadio. ¿En qué habrá ido a entrenar Forlán? ¿Y Aguiar? En tremenda camioneta. ¿Y yo?”. Bueno, son etapas de la vida. Si llega, o no llega, nunca podés perder tus costumbres y tus orígenes. ¿Quién es Dibble? A veces cualquier jugador se la cree, pero yo estoy tranquilo. Estoy bien. Estoy en una linda casa, con mi novia, no me falta nada. Soy un chico tranquilo, humilde, que vive el día a día. Sueño con llegar a un club bueno. Me gustaría llegar al Villarreal, por ejemplo. Que no sea un rumor, que sea concreto. ¿Paso a paso? Paso a paso, quemando etapas. Estoy disfrutando esto porque no se da todos los días. Disfruto lo máximo. Vivo el día a día y estoy muy contento. _Diego Martini
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Foto: Andrés Cribari
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Palito Pereira, “el uruguayo más feliz”
Cultura de barrio La calle Centauro está en pleno barrio Punta de Rieles. Termina, incluso, algunas casas más allá del hogar de los Pereira Barragán. Abro el portón con confianza de vestuario y nadie parece sorprenderse. Verónica me reconoce, me saluda y enseguida le avisa a su hermano Palito que llegamos. El lateral izquierdo de la Selección Uruguaya atraviesa espectralmente la cortina de tiritas plásticas e irrumpe en el patio. Nos damos un fuerte abrazo y casi como en un ritual intercambiamos camisetas. Recibe la de Miramar y se la pone sin que medie la razón. El cuerpo la reconoce, las mil rayas negras vibran sobre las blancas y todos los niños que fuimos corren por ellas tras un sueño que no es más que eso, un sueño.
“No me despierten del sueño que estoy soñando” me dijo un día, y en esa nebulosa de la querella volvemos a encontrarnos, con la realidad una vez más superando a la ficción, pasándonos la ficción por la raya al medio de la memoria. Es el cumpleaños de uno de sus sobrinos. Los niños corretean desde el living al patio, desde el patio al fondo y otra vez por el living. En el posabrazos que nos separa descansan las camisetas cansadas de lidiar con ilusiones. Uno se alimenta de lo que se cansa. El cansancio es símbolo de que hubo vida, lo mismo que el orden de los dormitorios o de la casa. El fútbol es una casa desordenada donde juegan niños y deambulan grandes. “Nosotros vivimos encapsulados acá. Cuando me fui a Argentina rompí esa cápsula. Rompí ese cascarón y me encontré con el mundo. Agarraba el bondi e iba de acá para allá. Amigos por acá, amigos por allá. Pateando, recorriendo desde calle Corrientes hasta Quilmes, iba y venía, tenía mis pesos en el bolsillo. Acá en el barrio a veces pasa eso bien de pueblo, de cápsula, de ver qué tiene el otro, qué no tiene, qué hace uno o qué no hace el otro. Mi padre se dio cuenta de que yo seguía siendo el mismo cuando fue a Porto. Vio la casa en que vivíamos, pero también vio que yo andaba así de chinelas, de short, así nomás como ando ahora. Yo también aprendí a conocer a mi padre sacándolo del barrio, llevándolo por el mundo conmigo. A mí me cambió la cabeza así”. “El pájaro rompe el cascarón, el cascarón es el mundo. Para nacer hay que
romper un mundo”, ese pasaje de Demian, de Herman Hesse, se aparece entre las jugadas de mi mente. “Ya sé cómo es mi familia, cómo es mi barrio y cómo es mi vida, y con eso tengo que ver qué hago”. Mamá Ana está en la cocina con Danilo –flor de lateral derecho– que presenta su torta de repostería y frutillas,
“Cuando fui a cerrar sentí el golpe, y recuerdo que al rato había alguien tocándome el pecho. Eran los de la FIFA. Yo pensé que había salido en camilla pero con las imágenes vi que salí caminando en realidad. Cuando lo veo a Fucile que va corriendo me di cuenta y le dije que no salía nada. Ni loco salía. Volví a entrar y a la primera fui fuerte abajo. El inglés quedó recaliente. ‘¡Crazy, crazy!’ me decía. ‘No, no, easy, easy’, le respondí yo. Y bueno soy así, soy de Punta de Rieles”.
besa a su hija y se sienta un rato con nosotros. Somos tres hombres grandes hablando como botijas, recordando a los viejos amigos, las anécdotas de siempre que se transforman con el tiempo, se vuelven fábulas de nuestra personalidad, son como capítulos de nuestra historia. Ana dice que sólo la vengo a ver cuando viene Palito. Ella es como las madres épicas del baby fútbol, todos por un rato somos sus hijos, y el barrio y el cuadro son un romance tácito con la vida. Todo lo casero va a parar a la mesa del patio que da a la calle Centauro. Una malla sombra nos separa de la vereda y nos cubre del sol. Una mesa de madera con caballetes y unas cuantas sillas invitan a varias conversaciones que son un solo murmullo. El cumpleaños sigue su rumbo de calesita acelerada. Los niños juegan un partido que nunca se sabe cómo termina ni cuándo. Los vecinos entran y salen, el beso a Palito vale un ciento. La foto otro tanto más. El “moreno de ahí abajo” es ahora la cara de la selección. La imagen de la gloria. La sonrisa nuestra de cada tanto, la particular mueca del fútbol uruguayo, como si el futbolista uruguayo o el uruguayo en sí que siempre tiene algo que decir sobre fútbol fuera una raza distinguida por sus rasgos. Rasgos de negro. No existe selección uruguaya sin rasgos de negro. No existe el deporte sin rasgos de negro. No existe la historia del mundo. El hombre blanco oprime, el negro reprime, a veces al revés. Hay una raza que discrimina que involucra todas las pieles. Desde Martin Luther King a Leandro Andrade, desde el Negro Rada 21
“Yo fui al Inter y estuve casi dos años hasta que pensé ¿para qué quiero más plata? Si mis hijos pasan encerrados, no ven el sol. Están tapados de nieve, juegan en un espacio de cuatro por cuatro. Nos fuimos para Brasil y nos gozamos. Y ahora en Argentina estamos en nuestra casa, los nenes van a la escuela, tienen sus amigos”.
a Palito Pereira, de Mandela a BB King. La contradicción quirúrgica de Michael Jackson no es más que la explicación masiva de quiénes somos y cómo somos. Mateo tiene las mismas cejas que Álvaro (“Yo soy Palito, Álvaro me decían en la escuela”). Un par de cejas que disponen la cara a la ternura. Tiene todo el barrio de su padre arriba. Es un gurí de campito bien educado y bien morfado, un botija de mundo que habla idiomas, pero que entiende (acá tampoco media la razón) que una pelota salva una tarde y que una tarde es la vida, porque el futuro son ellos mismos, él y su hermano Lucio que reposa sin berrinches en brazos de Cintia, la platense que acompaña los sueños altos y los sueños diarios. “Cuando estaba viniendo en Buquebús, engancho el auto en la bodega y me preguntan si voy a Peñarol. Yo respondí que no, que venía a Uruguay de vacaciones, que estaba bien en Estudiantes. Ellos respondieron contentos, ya que eran todos bolsos. Hasta ahí todo bien, yo ando así nomás, pero a veces hay gente con envidia, como unos que estaban en la vuelta, tocaron de oído y dijeron: ‘Se queda en Estudiantes para seguir agrandando
la hipoteca’. ¿Lo qué?, pregunté yo. ‘Para seguir engordando la cuenta’. ¿Y vos qué sabés? ‘Y bueno, ustedes ganan bien’. ¿Y vos qué sabés cuánto gano y además qué te importa? Ahí se terminó la conversación”. Luego de un rato entre parientes, vecinos y niños, caminamos hasta el fondo para prender la grabadora. Atrás de la casa de los Pereira Barragán construye Danilo, el repostero de los centros envenenados, y más atrás Verónica, quien además de recibirnos es la mamá del cumpleañero, y cuando un niño cumple años, su mamá de alguna manera también los cumple. Palito entra a uno de los espacios en plena construcción y saca dos cajones de refrescos que van a hacer de asientos. La sombra de la medianera nos resguarda del sol de diciembre y el perro ladra como en una canción del Sabalero. El peinado europeo se desarma con el viento del barrio, los pastos están crecidos porque la obra está demorada, las hormigas hacen lo suyo y los pájaros ni que hablar, cantan la tarde. “Yo fui al Inter y estuve casi dos años hasta que pensé ¿para qué quiero más plata? Si mis hijos pasan encerrados, no ven el sol. Están tapados de nieve, juegan en
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Historias de fútbol, historias de vida.
En librerías.
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un espacio de cuatro por cuatro. Nos fuimos para Brasil y nos gozamos. Y ahora en Argentina estamos en nuestra casa, los nenes van a la escuela, tienen sus amigos. La mayoría de la familia de Cintia es de Estudiantes y si no eran se hicieron hinchas ahora”. No hay preguntas establecidas, no quiero saber nada que no quiera contarme. No tengo más estrategias que la de seguir el curso del domingo. Palito habla sin saber que la grabadora está encendida, sabe de todas formas que hay cosas que no salen del vestuario. Suena la cumbia en el barrio. Los niños dejaron la pelota a un lado pero no pierden chance de patearla. El perro les ladra cuando pasan corriendo porque los picaron a las escondidas. “Cuando entré contra Chile la hinchada gritaba y gritaba. Yo pensé que era por Lodeiro pero alguien me avivó que era conmigo. ‘¡Tabárez poné a Palito!’ se sentía. Encima entro y hago el gol. Imaginate. Yo intento mantenerme sereno, hay que estar preparado para todo porque del amor al odio sólo hay un paso. Hay que preparase para todos los escenarios. Pero a mí la selección me vuelve loco. Puedo estar en el Real Madrid pero con la selección no se compara”. Una latita herrumbrada es el objetivo. Las piedras en la mano son el instrumento. La consigna es meterla, sentir el ruido de la lata repicada. Desde que nos sentamos en los cajones somos nosotros los que jugamos, mientras los niños continúan su peregrinaje lúdico de parlamentos fantásticos. Tiro yo, una, dos, tres piedras. Pasan cerca. Tira Palito, una, dos, tres piedras. La última roza el filo de la lata y desprendemos un “¡Uh!” casi al unísono. “Mi sueño era jugar un Mundial y terminé jugando dos, además Copa América, Copa Confederaciones, todo. Llevo 76 partidos, hace siete años que estoy convocado. Cintia dice que parece que fuera ayer que me llamaron por primera vez y atendió ella, era Celso Otero. Ella se pensó que eran de una radio o algo así. Teníamos un Nokia 1100. Estábamos en Rumania, yo había jugado y estábamos concentrados porque jugábamos de vuelta por Champions. Estaba en la habitación con Emmanuel Culio. Él se durmió como a las cuatro de la mañana y yo no me podía dormir. Faltaba como un mes para ir a la selección y yo no podía dormir. Estaba como loco. Fue para un amistoso contra Francia, me acuerdo que llegué tarde por los vuelos y el Maestro me preguntó si podía
“Mi padre se dio cuenta de que yo seguía siendo el mismo cuando fue a Porto. Vio la casa en que vivíamos, pero también vio que yo andaba así de chinelas, de short, así nomás como ando ahora. Yo también aprendí a conocer a mi padre sacándolo del barrio, llevándolo por el mundo conmigo. A mí me cambió la cabeza así”. (Foto: AC)
cambiarme en el ómnibus. ‘Obvio’ le dije, como si nunca lo hubiera hecho. En ese partido me salieron todas”. Uno no siempre tiene al autor de los libros que lee sentado en un cajón de cerveza dispuesto a conversar. Tampoco pasa seguido con las bandas que uno escucha. Podemos dilucidar cosas, elucubrar explicaciones y eternizar mitos en cuanto a lo que dicen los párrafos o los versos, pero generalmente nunca tenemos de primera mano la verdad de la milanesa. En este caso yo tenía enfrente al jugador que pido cada vez que juega la celeste, que es casi el mismo jugador que dejó surcos en los costados zurdos de las canchas
picadas de las juveniles de Miramar, mientras yo me debatía en el fondo con nueves ásperos de ilusiones intensas. En una de las ramas no aceptadas del arte, yo iba a tener mis respuestas, porque aparte de ser mi entrevistado, también es mi amigo: “Yo venía diciendo que en San Pablo íbamos a ser locales. La única pena fue que jugamos en cancha de Corinthians. Fue la vuelta de Luis, además, y yo tampoco había jugado mucho. Unos hinchas me gritaron en un momento y yo para saludarlos, para que vean que los había visto, les hice el gesto de la Torcida Independiente [una cruz con los antebrazos] y justo me agarraron 23
“Hay que estar preparado para todo porque del amor al odio sólo hay un paso. Hay que preparase para todos los escenarios. Pero a mí la selección me vuelve loco. Puedo estar en el Real Madrid pero con la Selección no se compara”.
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(Foto: LM)
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en una foto y ahí la hinchada se volvió loca. Fue un partido intenso. Con la selección es así, no hay amistosos, no importa nada. Cada vez que aparece mi nombre en la convocatoria soy el uruguayo más feliz. Lo vivo como hincha, eso es lo que pasa, y no siento presión. Presión tiene el que vive con la justa. Cuando fui a cerrar sentí el golpe, y recuerdo que al rato había alguien tocándome el pecho. Eran los de la FIFA. Yo pensé que había salido en camilla
pero con las imágenes vi que salí caminando en realidad. Cuando lo veo a Fucile que va corriendo me di cuenta y le dije que no salía nada. Ni loco salía. Volví a entrar y a la primera fui fuerte abajo. El inglés quedó recaliente. ‘¡Crazy, crazy!’ me decía. ‘No, no, easy, easy’, le respondí yo. Y bueno soy así, soy de Punta de Rieles”. Yo lo dejo hablar. Uno de los protagonistas del libro nunca escrito de la Celeste me está contando la misma historia que yo había visto por televisión con el corazón en la mano y los ojos de pez.
“Y en San Pablo cuando volví me pasó lo mismo, contra Criciuma. Apenas me recuperé del desmayo di el pase de gol. La hinchada cantaba ‘¡Ey Álvaro! ¡Ey Álvaro!’. Después del partido se me trababa la lengua. Me tuvieron que llevar al hospital. La hinchada, mientras, cantaba mi nombre. Yo escuchaba eso como lejos mientras me sacaban en ambulancia”. Habla de Cintia como una protectora. Es importante que ella y los niños estén bien, porque ellos son su barrio mientras anda por el mundo, son su patria. “Conseguí por Antonio Carlos el número del de Puma y le pedí cuarenta camisetas de Uruguay. Le regalé a todos mis compañeros, a los utileros, médicos y kinesiólogos. Estuve en el Mundial gracias a ellos porque yo venía jugando poco en el Inter. Rogerio Ceni, Kaká, Pato, Luis Fabiano, Michel Bastos... Teníamos un cuadrazo. Soy un agradecido, pero como en la selección no me sentí en ningún equipo: los días antes de jugar se hacen las pelotas quietas, pero antes de que terminen nosotros ya estamos pensando en el picado. Me divierto mucho, la paso muy bien. Los pibes me dicen que soy fundamental, que contagio, pero yo sólo me divierto”. Hay una niña que se ríe y se esconde detrás de nosotros. Hay otro niño que la busca y otro que le garronea la pica detrás. El perro vuelve a ladrar. La lata herrumbrada sigue tentando a los hombres que somos al juego. Las piedritas siguen cargadas en las manos a punto de sobrevolar el patio. Habremos repetido este ritual pagano varias veces entre las tribunas del Méndez Piana. “A mí me tocó subir a hacer fútbol con quince o dieciséis años en Miramar, y para mí los jugadores de la primera eran próceres. Los veía así. A veces no sabía si darle la mano o cómo saludarlos. Ahora
es distinto. No sé si está bien o está mal pero es distinto. Yo me divierto mucho con los pibes, siempre ando rodeado de los que recién ascienden, trato de descontraerlos un poco porque se pasan muchos nervios. Yo pasé por eso. Es difícil llegar a primera pero más difícil es estar en el día a día. Hace poco vi al viejo Darwin Quintana, cuando fuimos a Ecuador, está enterito. También recuerdo siempre al Pelado De Castro. A Juanjo Díaz hace poco le mandé unas entradas para el Estadio, para que vaya con su hijo. El Mudo López, el Raviol Varela y el Frula, Leo Bordad, Gonza Noguera, el Canario Cardozo... Nos juntábamos en la vieja sede de Rivera y Julio César, comíamos y salíamos en caravana para la cancha. El cariño siempre va a estar en Miramar. Es el club de donde uno salió, donde uno creció. Hasta hoy tengo amigos de la categoría 85. Que no vaya o no me arrime tanto no quiere decir que no lo lleve en el corazón. ¿Y Ottonello? Un fenómeno, se merece todo el reconocimiento. Lo que ha hecho por las juveniles y
por Miramar en sí. Por pibes que a lo mejor no llegaron a primera. El esfuerzo era para todos igual, las becas, los boletos, las canastas familiares. Esas cosas son difíciles de olvidar. Ottonello luchó y sigue luchando. Lo mismo el Gordo Gustavo, William, el Cabeza Rondeau, Gustavo Sosa, de toda esa gente te acordás y sacás fuerzas para seguir adelante”. En la grabadora quedó el viento del verano, los gritos de los niños, nuestras voces viajando por el mundo, jugando partidos que ya alguna vez jugamos, cortando con risas la emoción, jugando a quién emboca más piedritas en la lata. Es que de eso se trata la vida, de las cosas simples. Beso a los niños, abrazo a los grandes, saludo a los vecinos y me dispongo a una caminata por el barrio hasta Camino Maldonado. Palito me despide en el cordón de la vereda. Será hasta la próxima convocatoria, o hasta que los sueños se renueven, cosa que pasa casi siempre. _Agustín Lucas Los vecinos entran y salen, el beso a Palito vale un ciento. La foto otro tanto más. El “moreno de ahí abajo” es ahora la cara de la selección. La imagen de la gloria. (Foto: AC)
CENTENARIO FÚTBOL 5 CORDÓN DEPORTE Y RECREACIÓN • 2 canchas de fútbol 5 cerradas • Parrillero • Salón de eventos y cumpleaños • Vestuarios • Gimnasio • Servicio de cantina
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Doping positivo
Agarrame que lo mato “A los uruguayos no nos gusta que nos mojen la oreja, Mucho menos que nos
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falten el respeto. Y los uruguayos, enojados, son los peores rivales”.
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No creo que existan muchas distancias tan grandes como las que separan al entendimiento que el hincha uruguayo tiene del fútbol de la idea que tiene de ese entendimiento. En general, cuando ve un partido, el hincha uruguayo no entiende absolutamente nada de lo que está viendo, pero algo en su cerebro lo lleva a creer que la lógica de la acción se le está revelando con absoluta claridad y que su palabra no está menos calificada que la de nadie para dar cuenta de ello. Es cierto que opinar con autoridad de cualquier tema es una institución más uruguaya que la Jura de la Bandera, pero tiendo a creer que en ningún terreno como en el fútbol esto se manifiesta con tanta claridad. Cuando habla de política, por ejemplo, el uruguayo también se apasiona, pero si uno le mira bien los ojos podrá notar que, alternativamente, los mueve nerviosos hacia los miembros neutrales de su auditorio. Busca signos de amenaza, porque en el fondo sabe que en su argumentación puede existir un punto ciego, y su miedo mayor es que lo agarren pisando en falso. Pero en el fútbol, no. Allí el uruguayo muerde cuando opina, porque cree conocer lo que pasó con la misma certeza que el escribano que arregla los sorteos del 5 de Oro. (Yo soy uruguayo. Por lo tanto, me caben las generales de la ley. Sin embargo, para escribir esta columna, he decidido asumir el lugar imposible de ser un “no uruguayo”. De otra forma, escribirla sería lógicamente imposible, ya que la distancia existente entre lo que sé y lo que creo que sé de los que los uruguayos creen que saben de fútbol... sería insalvable. Por suerte, escribiendo se puede hacer trampa). Puesto que, en líneas generales, lo único que separa a un periodista deportivo oriental de un hincha es el acceso y el uso reiterado de un micrófono, esta misma idea puede aplicarse a muchos de nuestros profesionales de la información y la comunicación. Entre ellos, tal vez el caso más extremo sea el del gran Alberto
Kesman, quien, luego del último partido entre Uruguay y Chile por las eliminatorias, pronunció la frase que abre esta columna y, resumiendo como sólo él sabe el sentido común ciudadano, volvió a demostrar que, mal que le pese, el uruguayo es un pueblo futbolísticamente analfabeto. Un desarrollo de ese sencillo argumento puede verse en el informe que Bendita TV publicó el domingo siguiente al partido. Por supuesto, la construcción del relato tomaba la forma de una venganza: la victoria uruguaya –y en especial la forma en que se había producido– era un ajuste de cuentas por lo sucedido durante la última Copa América. ¿Por qué había ganado Uruguay? Porque es más guapo y estaba caliente. La victoria comenzaba a construirse a los veinte minutos, cuando una metida de pechera mutua entre varios jugadores uruguayos y chilenos, previa al tiro libre que derivó en el gol de Godín, venía a decirnos algo así como “¿vos, chilenito, nos querés ganar de guapo? Bueno, vamo a ver... Tomá, gol de Uruguay, sacatelá”. El cuentito del honor vengado se cerraba, en el mencionado informe, con la imagen de Egidio Arévalo Ríos, sudado y sin camiseta, caminando por el túnel al grito de “¡nos cogimos a estos putos, eh!”. El mito de la guapeza del fútbol uruguayo en su máxima expresión. Sin embargo, ¿cuánto resiste la idea de que un jugador uruguayo enojado es lo peor que puede pasarle a un rival? Nada. Por el contrario, no hay caramelo más fácil que un jugador uruguayo enojado y, sin ir más lejos, la expulsión de Cavani en la Copa América debería ser lección suficiente. Así que me disculpo de antemano, pues dudo mucho de que un psicólogo autorizara el uso que voy a darle a este concepto a continuación, pero creo que un futbolista uruguayo enojado es la viva imagen de la pulsión de muerte. ¿Qué quiero decir? Que nuestro hipotético compatriota pasado de revoluciones desea –simbólicamente– la muerte, esto es,
abandonar el campo de juego expulsado. ¿Nunca vieron a una persona que, claramente, no quiere estar en un lugar, pero como no se anima a irse hace todo lo posible para que la echen? Un ejemplo son esas parejas que ya no funcionan, en la que una de las partes –o las dos–, ante la mínima discusión, la pudre, con el secreto deseo de que la otra parte las mande a un lugar del que no puedan volver, buscando esa dosis de calma que inyecta el cerebro cuando las decisiones que afectan el curso de nuestras vidas son tomadas por otros y se nos figuran como irrebatibles. Con el futbolista uruguayo, cuando está enojado, pasa lo mismo: ya sea porque lo estén sobrando, goleando o aguantándole la pelota contra el córner mientras se escapan el tiempo y la clasificación, la ira lo gana y hace –de vuelta, perdón– un pasaje al acto sobre la humanidad del rival, que generalmente deriva en la expulsión. Abandona ese lugar en el que no quería estar, esa situación que le provocaba angustia, y transfiere la responsabilidad de esa decisión hacia el árbitro. Hay imágenes memorables de Paolo Montero viendo el cartellino rosso que ilustrarían fantásticamente esta idea, casi siempre en partidos en que su equipo iba perdiendo y algún delantero mimado –tipo Totti– le pisaba la pelota en la cara. O la de Maxi Pereira contra Costa Rica en el último mundial. Pero entonces, y ya que trajimos a colación al gran Ronald Paolo, ¿qué diferencia sus arranques de ira de reacciones como la de Godín, en la mencionada escaramuza contra Chile, que le valió una amarilla? ¿Por qué creo que el periodista de Tenfield que hacía campo de juego ese día –Jorge Muñoz, me parece– no estaba entendiendo nada cuando pedía que Godín “se calme”? ¿Dónde está el error de afirmar que Uruguay no debía “entrar en el juego de la conversa, que es el que propone Chile”? La diferencia es que Godín, que puteaba, provocaba, metía pechera y empujones,
(Foto: LM)
estaba haciendo una performance, mientras que Paolo lo hacía en serio. Entre la actitud violenta y el fuero íntimo de Paolo no había ninguna distancia, eran uno solo, mientras que Godín, en ese momento, estaba jugando el papel de matón que todo buen capitán debe saber jugar, pero sin creérselo. Como declaró al final del partido –y al escucharlo no parece haber razones para no creerle– “yo estaba tranquilo”. Y esto puede extenderse a todo el equipo uruguayo ese día, que no sólo no entró ingenuamente en el juego de la conversa que supuestamente favorecía a Chile, sino que más bien lo
propuso. Fueron los jugadores uruguayos los que buscaron un partido conversado, tenso –incluso a costa de alguna amarilla, que sabían que podía a llegar–, porque una estrategia fundamental para desarmar el fútbol chileno era lograr que sus futbolistas jugaran nerviosos. Cómo lagrimeó Arturo Vidal –gran jugador, por otra parte– al finalizar el partido: “Ellos son buenos para hablar mucho. Se dedicaron mucho a eso, pero así sacan diferencias”. Hay una fina línea entre proyectar una imagen –sabiendo que es mentira– y terminar creyéndola. Hoy Uruguay
tiene un capitán que maneja ese arte con sabiduría. Puede que el mito de guapeza –o el dogma del Fair Play– impidan comprenderlo. Nota: En esta columna no pretendo sembrar dudas sobre la legitimidad del 5 de Oro. No me consta ninguna falta ética o legal por parte de la Agencia de Loterías y Quinielas. Solamente quise usar una figura retórica para dar cuenta de una idea. Si funcionó, es porque el que duda eres tú. _Mauricio Bruno
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Ignacio Guido Montoya Carlotto: el nieto 114
Cuestión de identidad
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La historia la conocemos muy bien, aunque no nos deja de sorprender y emocionar: Estela de Carlotto, fundadora y cara más visible de la organización Abuelas de Plaza de Mayo, recupera a su nieto después de 36 pesados años de paciente búsqueda. Ese nieto, hijo biológico de Laura y Oscar, se iba a llamar Guido Montoya Carlotto, pero la trama quiso que se llamara Ignacio Hurban. Hoy, este músico de Olavarría se llama Ignacio Guido Montoya Carlotto. Su crónica daría pie para conversar sobre muchas cosas, sabidas o supuestas. A días de confirmar su identidad, se descubrió que era hincha de River Plate. Ni lerdos ni perezosos, los dirigentes de River lo homenajearon, junto a Estela, en el pasto del Monumental. Sabia decisión. Esa imagen, sumada a su admiración por Enzo Francescoli, nos dio la excusa perfecta para conversar con él. Ignacio, el nieto 114.
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Alguna vez comentaste que más allá del dolor por el descenso, la época en la B fue, para vos como hincha de River, fantástica. ¿Cómo viviste esa etapa? Tuve una época de hincha fanático, cuando jugaba Francescoli. Fanático de ponerme a llorar por River. Pero después dejé de ver fútbol, lo borré de mi vida, me fui del fútbol. Sólo volvía a sintonizarme cuando había un Mundial, pero hasta ahí nomás. No sé qué estupidez me pasaba por la cabeza, pero lo abandoné de mis intereses. Habrá tenido que ver con que empecé a estudiar música. Y volví a ver fútbol cuando empezaron los rumores de que nos íbamos a la B. El primer partido con el que retomé el lugar de hincha fue contra Lanús, luego de haber perdido contra Olimpo, cuando creció la sensación de que era inevitable la promoción. Entré a preocuparme. Fue como subirme al avión que estaba a punto de estrellarse. Y en el momento en que escuché a Daniel Passarella –quien era el presidente del club– decir que era imposible que River descendiera, me di cuenta de que íbamos a descender. Él no estaba viendo la gravedad del asunto. El primer partido de la promoción contra Belgrano lo vi en un estudio de grabación, mientras mezclábamos un disco. La revancha no la pude ver. Estaba en casa, con la tele prendida, pero tenía tantos nervios que caminaba por todos lados y no lo vi. Esa noche, la del descenso, tenía un concierto con una big band donde
había muchos hinchas de Boca. Y me di cuenta de la dimensión del asunto cuando ninguno de esos hinchas de Boca me dijo una palabra. Es más, estuve meses sin recibir una gastada sobre el tema. Un acto de nobleza increíble de parte de los “primos”. Incluso algunos padres les decían a sus hijos que no gastaran a otros niños en la escuela. Era terrible. Me acuerdo de la sensación de abrir un suplemento deportivo y no ver el escudo de River entre los equipos de primera. Posteriormente, durante la campaña en la B, fui muy feliz como hincha; el hecho de juntarse a ver a River sin importar si ganaba o perdía, una suerte de ritual. Sólo el hecho de ver a tu equipo significaba felicidad. Supongo que le sucederá a los hinchas de cuadros chicos: van a ver a su equipo, sabiendo que las posibilidades de perder son muchas. ¿Es cierto que la gran mayoría de los nietos recuperados son hinchas del mismo club que sus padres biológicos? Es así. Es algo muy loco pero se ha dado de esa forma, la estadística ha sido determinante. Incluso hay casos de nietos que son hinchas de clubes que no son particularmente populares en la ciudad donde crecieron, y ya recuperados se enteraron de que sus padres eran hinchas del mismo club. Hay algo muy fuerte allí, de trascendencia. En mi caso, mi abuela paterna y mi padre eran muy hinchas de River, así que heredé el sentimiento
por allí. Aunque esa historia es un poco más rica aún: supuestamente mi madre y mi padre integraban un grupo de amigos que una vez iban a ir a ver a River juntos, en barra. Parece que mis padres se cortaron solos y se fueron al cine, aún siendo amigos. Ese día habría comenzado su historia amorosa. Esto me lo ha comentado más de una persona que los conoció, aunque tampoco tengo tanta certeza de que haya sucedido exactamente así. ¡Ojalá que sí! Se puede decir que River tiene que ver hasta en tu gestación. Es que el club, sin quererlo, ocupa un lugar muy importante en mi historia. De hecho, el 5 de agosto del año pasado River ganó la Libertadores. Ese mismo día, pero un año antes, yo me enteraba sobre mi real identidad. Así que ese partido lo viví con una carga pesada, de responsabilidad. Y cuando ganamos lo tomé como un regalo de cumpleaños. ¿Cuán importante fue enterarte de que tu padre era de River? Fue muy importante. Mi abuela paterna, su madre, me dijo con orgullo: “Hincha de River como tu papá”. Fue como una confirmación para ella, como si ese dato terminara de certificar que yo fuese su nieto. Fuiste homenajeado junto a tu abuela Estela en la cancha del Monumental,
Estela de Carlotto, referente de Abuelas de Plaza de Mayo, acompañó a Ignacio al estadio de Núñez, en el homenaje que River Plate le realizó a su nieto, el nieto 114. Fotos proporcionada por el entrevistado.
lugar donde se estaba jugando un particular mundial en los días de tu nacimiento. ¿Cómo es tu relación con el estadio, considerando esa carga histórica? Creo que una de las intenciones del homenaje que me hicieron fue, justamente, exorcizar ciertos fantasmas, cerrar una historia que tuvo mucha oscuridad. Pensemos que Videla fue socio honorario del club por un tiempo, hasta que fue expulsado. Por eso acepté recibir el homenaje, más allá de mis vergüenzas. Además no había ido nunca a ver un partido al Monumental, hasta me daba un poco de pavor decirlo. Habías ido al estadio pero no a un partido. Claro, fui a conocerlo, a visitar el museo. Y en esa visita me sacaron una foto que después subí al Facebook. Por esa foto “descubrieron” que era hincha de River y gestionaron el homenaje. El fútbol y la música son vasos comunicantes muy poderosos. ¿Pueden ayudar en la búsqueda que lleva adelante Abuelas, junto con otras organizaciones? Sí, pienso seguido en ello. La gran mayoría de los clubes han dado su apoyo a las organizaciones, a su forma se han sumado a la búsqueda. Y desde la selección lo mismo, ya que, poco antes de mi encuentro, Messi, Mascherano y algunos otros referentes estuvieron con las abuelas y se sacaron
fotos con una pancarta de apoyo. El fútbol, como manifestación popular, sirve para muchas cosas, más allá de sus funciones obvias. Me encantaría que fuera una actividad más honrosa, dentro y fuera de la cancha, que fuera ejemplarizante. Creo que en el fútbol está todo muy exacerbado,
La mayoría de los nietos recuperados son hinchas del mismo equipo que sus padres biológicos. “Es algo muy loco pero se ha dado de esa forma, la estadística ha sido determinante. Incluso hay casos de nietos que son hinchas de clubes que no son particularmente populares en la ciudad donde crecieron, y ya recuperados se enteraron de que sus padres eran hinchas del mismo club. Hay algo muy fuerte allí, de trascendencia”.
hay mucha violencia, sólo sirve ganar y no importa cómo lo logres. No son valores positivos. El juego del fútbol es muy poético, tiene mucho de música, de estructura orquestal, en el que hay lugar para la improvisación, un plan general, apoyo entre los componentes, cierta armonía en los movimientos, etcétera. Pero aun con eso, teniendo una gran oportunidad, no suele utilizarse como ejemplo positivo. Te referiste a la poética futbolera. En Uruguay hay una rica tradición de componerle canciones al fútbol. ¿Incursionaste en esa área? ¿Te interesa? Compuse dos canciones instrumentales vinculadas al fútbol. Una se llama ‘Santa Rosa y La Rosales’, en honor a los dos clubes que se fusionaron y fundaron River. Y la otra es un vals que le dediqué a mi amigo Antonio, quien me hizo hincha de River en la escuela primaria. Lo escribí cuando descendimos, en un estado de total desazón y bronca, y lo titulé sutilmente “Antonio la reputa que te parió”…, embroncado con quien, en definitiva, era el responsable de mi sufrimiento. Todavía no grabé ninguna de las dos canciones, pero ya llegará el momento. ¿Cómo se transmite un mensaje futbolero, con sus metáforas, en una canción que no lleva letra? Es muy difícil, porque el fútbol tiene que ver mucho con la oralidad. Aún no 29
River, “sin quererlo, ocupa un lugar muy importante en mi historia. De hecho, el 5 de agosto del año pasado River ganó la Libertadores. Ese mismo día, pero un año antes, yo me enteraba sobre mi real identidad. Así que ese partido lo viví con una carga pesada, de responsabilidad. Y cuando ganamos lo tomé como un regalo de cumpleaños”.
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Ignacio recibió la camiseta 114 de River Plate, en un homenaje que le hizo el club millonario después de que recuperara su identidad. “Una de las intenciones del homenaje fue, justamente, exorcizar ciertos fantasmas, cerrar una historia que tuvo mucha oscuridad”, afirma.
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he logrado llevar el juego a una letra, como han hecho brillantemente tantos autores uruguayos, muchas veces a través de la murga, y que tanta admiración me genera. El fútbol es un juego lleno de metáforas, recrea muchísimas situaciones de la vida cotidiana: la ira, el amor, la desesperación, creer y descreer en Dios de un momento al otro. Aunque algunas cosas han cambiado; ahora, como le pasó a River en el Mundial de Clubes, hay cierta lógica en los resultados: el poderoso le gana categóricamente a su rival. En eso se está pareciendo más al básquetbol. Antes, y es algo que nos cuentan mucho los veteranos, las epopeyas se veían más seguido, un equipo de barrio le podía ganar al poderoso. Esa era una metáfora hermosa, la del “siempre se puede”. De hecho, la épica uruguaya está muy basada en eso, principalmente por Maracaná. He escuchado la canción de Tabaré Cardozo sobre el golero brasileño de esa final, “Barbosa”, quien cargó una pena terrible y lo mandaron a cuidar el pasto de la cancha. Cuentan que se llevó los palos del arco para quemarlos en la casa y exorcizarse. ¿Jugaste al fútbol? Pocas veces e informalmente, porque soy extremadamente malo. Es más, el día del homenaje en el Monumental, cuando estaba entrando a la cancha se me acercó el vicepresidente de River y me dijo “podés patearle al arco a Barovero que se va a dejar meter el gol”. Y yo vi la pelota en el pasto, el arco, todo precioso, y me dije “soy tan malo que la voy a tirar a la mierda, voy
a quedar pegado y no se lo van a olvidar más”. Así que me hice el boludo y no le pateé. Jugar al fútbol no es lo mío, me gusta filosofarlo, leerlo, me gusta la poesía futbolera, los cuentos de Fontanarrosa, de Sacheri, etcétera. De hecho he escrito algunos relatos que se publicaron en una revista de Rosario. Uno de ellos también fue dedicado a Antonio, en la misma tónica que la canción, donde fantaseo con que él se refugia en Paraguay, exiliado, huyendo de todos los hinchas de River que lo culpaban por la desgracia del descenso. Otro texto trata sobre una remontada que tuvo San Lorenzo en el campeonato, al mismo tiempoo en que se designaba al papa Francisco, reconocido hincha. Contra esa circunstancia “divina” poco se puede hacer. El River del 96 te agarró con 18 años, una edad plena para ver fútbol. ¿Cómo recordás ese equipo? Ese River lo disfruté muchísimo, era un equipo con mucho vuelo. Ya me gustaba ver al equipo entrar a la cancha, con Enzo adelante masticando chicle, con la cinta de capitán y la pelota debajo del brazo. Esa imagen era maravillosa. Se transmitía una sensación de seguridad, que realmente creí que no iba a volver a sentir, que no se iba a repetir jamás. Pero el equipo de Gallardo, que ganó todo en la temporada pasada, me generó la misma sensación, de cobijo, de que “va a estar todo bien”. Ojo, con la posibilidad de perder partidos, pero siempre estando a la altura y dando mucha pelea. El año pasado fue un año épico,
ganamos mucho, le ganamos a Boca. Fue particularmente maravilloso. ¿Qué lugar ocupa el concepto de identidad en todo eso? ¿Existe realmente la diferencia con Boca, entre el “paladar negro” y el “ganar como sea”? Creo que en algún momento eso existió, mucho más que ahora, pero se fue perdiendo y hoy en día todos queremos, ante todo, ganar. El cómo, lo vemos. De hecho, muchos partidos de la última Libertadores los ganamos como supuestamente gana Boca: metiendo mucho, haciendo un gol y especulando, sin el toque bonito histórico. La San Martín baja sí continúa siendo la tribuna del “paladar negro”, que demanda más y más aunque River vaya ganando 3-0 con goles de caño. Y en algún lugar me parece que está bien, porque en definitiva representa y defiende una biología. Pero no deja de ser una identidad construida, muchas veces, desde la necesidad. Sí considero que los hinchas de River y Boca tienen características diferentes, más allá de los colores, que hoy están consolidadas en lo que no le podemos perdonar a los jugadores. Un “bostero” no perdonaría que su jugador no diera esa patadita, y nosotros no perdonaríamos que el pase no llegara a destino. El gen identitario está en lo que no se perdona. Igualmente somos bastante parecidos. ¿Conociste personalmente a Enzo? Sí, lo conocí el día del homenaje y después lo vi un par de veces más. A veces uno tiene miedo de conocer al ídolo, por el riesgo de llevarse una decepción, pero no fue el
caso. Encontré un tipo muy sencillo, muy humano.
“El fútbol, como
Ustedes, los hinchas de River, tienen una relación con él que acá no se tiene. Aunque le dio mucho a la selección, le tocó jugar en épocas complejas y siempre se le demandó un poco más. Claro, quizás pase lo mismo con Messi acá. Para los hinchas del Barcelona es un dios incuestionable, mientras que en Argentina tenemos el tupé y la estupidez de cuestionarle que con la selección no juega como en su club. Enzo en River es un prócer, y se lo respeta como tal.
sirve para muchas cosas,
¿Qué lugar ocupa el jugador uruguayo en el hincha de River? Considerando lo de Enzo, pero también lo de Alzamendi en el 86 y lo de Carlos Sánchez y compañía el año pasado. El cantito “uruguayo, uruguayo” está pegado a las tribunas del Monumental, es como la voz del estadio, una institución. ¿Estás al tanto del fútbol uruguayo? El problema es que acá no se televisa, no tenemos mucha información. Antes, cuando TyC Sports transmitía algún partido, estaba más actualizado. La relación
manifestación popular, más allá de sus funciones obvias. Me encantaría que fuera una actividad más honrosa, dentro y fuera de la cancha, que fuera ejemplarizante”.
que tengo con el fútbol uruguayo es, principalmente, a través de los referentes que juegan en el campeonato argentino y a través de la selección uruguaya. Acá hay mucho hincha de la celeste. Algunos amigos son más hinchas, incluso, que de la propia selección argentina. Admiramos esa característica uruguaya de ir de puntos y ser muy peleadores y dignos. A nosotros nos pasa que creemos que tenemos los mejores jugadores y terminamos fracasando, porque eso no te asegura tener un buen equipo. También admiramos el sentido de
“Enzo en River es un prócer y se lo respeta como tal”, dice Ignacio, que conoció a Francescoli el día del homenaje. “A veces uno tiene miedo de conocer al ídolo, por el riesgo de llevarse una decepción, pero no fue el caso. Encontré un tipo muy sencillo, muy humano”, subraya.
pertenencia que los jugadores uruguayos han construido con su selección, algo que por acá añoramos. ¿Qué hiciste con la camiseta 114 que te regaló River en el homenaje? La volví a usar el día de la final de la Copa Sudamericana y el día de la final de la Copa Libertadores. Ahora está colgada al lado del piano, la voy a encuadrar y la voy a dejar ahí. Dio todo lo que tenía para dar. _Mateo Magnone
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Foto: Andrés Cribari
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SANTIAGO OSTOLAZA ANALIZA EL DESAFÍO DE LA CLASIFICACIÓN
El camino a Moscú Aceptó la invitación para evaluar lo que se vio en los primeros veinte partidos del torneo clasificatorio al Mundial de 2018, apenas algo más de la quinta parte del duro e impredecible trayecto. Para Santiago Ostolaza no todos los equipos han llegado con un rendimiento afinado; identifica a Chile, que mantiene una base de jugadores con decenas de juegos compartidos y con aliciente adicional del título de América, como la selección mejor armada y que más sobresale. Visualiza ausencias de liderazgos en varias selecciones y en ese plano destaca la figura de Godín como un diferencial a favor de Uruguay. He aquí un resumen de un diálogo que transitó además por distintos aspectos de su rica trayectoria como futbolista y entrenador. ¿Qué han mostrado las primeras cuatro fechas del torneo clasificatorio al Mundial de Rusia? Por el lado de los rivales que nos tocó enfrentar, Bolivia se veía como un equipo en plena formación, muy cascoteado, con problemas internos que se notaban dentro de la cancha, pero ellos tienen algo muy importante para hacerse fuertes: la altura. Nunca habíamos ganado en la altura. En este caso, Uruguay supo sobrellevar esa situación que es realmente complicada. Tuve la experiencia de jugar muchas veces ahí y sentí dolor de cabeza antes, durante y después del partido, a veces sale sangre de la nariz; uno deseaba que terminara el partido de una vez porque era muy sufrido estar ahí. Otros no pueden jugar, no lo pueden superar, como el lateral derecho, el caso de Maximiliano Pereira, que por esa razón no lo pusieron, es un problema fisiológico. Con Bolivia sentí que Uruguay pasó un momento importante histórico, al ganar en La Paz. Sabiendo en ese momento que el rival no estaba fuerte, de todas maneras Uruguay ya ha demostrado que Bolivia que va a ser un rival duro: ya sacaron un resultado positivo ante Venezuela. Después, haber jugado contra Colombia y demostrar también una forma de jugar que ha sido muy inteligente en cómo el entrenador posicionó al equipo. Esa ha sido la clave para que el plantel y hasta la gente (nosotros, que somos muy duros para la crítica) ha sabido posicionarse en dónde está el equipo: bien posicionado, con determinada forma de jugar. Él ha hecho declaraciones que se las ha transmitido a los jugadores y estos también han dicho que los rivales son superiores. Hay un posicionamiento de que el equipo está parado en ese sector, de que no va a salir
a avasallar al rival, va a trabajar el partido y que, por lo general, los rivales tienen la posesión de la pelota. Y a través del proceso Tabárez ha convencido a los jugadores de que es una buena forma. Y también a la gente. Vos ves los partidos y no hay una silbatina, como a veces nos pasaba que si en los primeros diez minutos no podíamos hacerle un gol al rival jugando acá de local, ya empezaban a insultarte o chiflarte y toda esa gente que iba a ver el partido, en lugar de ser una fortaleza y empujar al equipo, te ponía más nervioso. Al contrario, hoy ha hecho un buen posicionamiento de lo que es el equipo y de cómo se va a afrontar cada partido. Eso ha sido fundamental. Se nota una diferencia en la posesión de la pelota, da la sensación de mayor énfasis en algunas selecciones y menor en otras, como Uruguay y Paraguay, que privilegian más la recuperación. Y sí, los equipos paraguayo y uruguayo por sus propias características se preocupan mucho de la recuperación de la pelota. Pero uno siente que hay equipos que hacen la transición muy rápida. Chile hace muy rápido la transición defensa-ataque ataquedefensa, tal vez dejando a veces algunos espacios al descubierto que hace que sean vulnerables y tiene un juego aéreo que sufre muchísimo, tanto ahora en la era Sampaoli como anteriormente. Volviendo a repasar lo mostrado por los equipos, Colombia dejó entrever la falta de un líder dentro de la cancha, situación que mejoró contra Chile. La ausencia de Yepes, que es muy importante en lo anímico, tenía voz, cuando había lío se metía y empujaba… Si lo comparás con el futbol uruguayo donde había un Lugano o un Godín que van para adelante, eso le ha faltado a Colombia, por
lo menos en el partido contra nosotros se vio la falta de liderazgo. Colombia la va a sufrir; perdió contra nosotros, sacó un buen resultado contra Chile, pero Argentina le gana siendo local Colombia, en esa cancha supuestamente eran invulnerables y tenían los puntos asegurados. Hay muchas selecciones que están viviendo una transición. Quizás Chile llegó a este certamen mejor armado que otras. Chile es el que a mi juicio ha llegado mejor, y ahora, a través de los resultados, también Ecuador. Está fortalecido por haber salido campeón de América, lo que le dio la posibilidad de creer más en lo de ellos, además de tener jugadores que vienen jugando juntos hace tiempo. En el caso de Uruguay, hay muchos jugadores nuevos que se vienen incorporando y que no tienen ni cinco partidos juntos. En el caso de Chile, no digo treinta o cuarenta partidos, pero tienen una buena experiencia de haber jugado juntos. Siempre juegan los mismos: Bravo, Vidal, los defensas, Díaz, Alexis, Medel, etcétera. En esa nueva transición de jugadores, hay algunos equipos que la vienen sufriendo más, como Brasil y Argentina. A Argentina no se lo ve como un equipo sólido, capaz que el grupo no está fuerte. A Brasil le falta la personalidad de los jugadores que tenía antes. No tiene una buena defensa, no se ve a un mediocampista como Dunga, no hay líderes con la responsabilidad que agarren la pelota y jueguen. Si se observan los capitanes de algunas selecciones: Messi en Argentina, que no tiene un espíritu de líder, Neymar en Brasil, James Rodríguez en Colombia, allí es donde se aprecia una falta de 33
liderazgo. Porque Suárez no es el capitán de Uruguay, es Godín. Aquellos son más líderes futbolísticos que espirituales o anímicos. ¿Es esa una ventaja que tiene Uruguay? Compartiendo ese concepto, la llegada del liderazgo de Godín ha sido muy importante. Porque teníamos como estandarte a Lugano y yo me preguntaba: “¿Quién va a asumir esa función?” Lugano, fortalecido como líder, pero además atrás tenía al Loco Abreu, a Eguren, al Ruso [Diego Pérez], a Scotti, Castillo, Forlán, gente que empujaba. ¿Y ahora? Entra Godín y no sabíamos cómo iba a funcionar como líder, y la verdad es que se lo ha ganado fuera y dentro de la cancha. Adentro de la cancha, no sé si hay en otro equipo un defensa como él, y afuera ha demostrado liderazgo. ¿Puede haber alguna influencia del Cholo Simeone? Y también haber compartido con Lugano, de quien aprendió mucho, y lógicamente también con el Cholo, pero también con el Maestro: cómo le dio el capitanato después de Lugano. Porque a Godín lo eligió el Maestro: ya hay un trabajo de un proceso, que lógicamente no es de un día para el otro. Esa es la gran diferencia que tiene Uruguay en la parte futbolística y a favor.
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¿Qué es jugar bien al fútbol? Yo diría que jugar bien es que me creen pocas chances, que me lleguen al arco pocas veces, que no me creen situaciones de gol, tratar de controlar al equipo rival lo más lejos de mi arco, tratar de que mi equipo llegue al arco rival de diferentes maneras: con pelota a ras del suelo, a veces pasando líneas y mandando el pelotazo, llegando a hacer un contragolpe rápido, controlar el juego con pelota detenida, que no me hagan goles con pelota detenida, tratar de aprovechar el juego aéreo, y poder hacer jugadas de pelota quieta que puedan llegar a gol. Está también el tema mental de saber controlar las situaciones de juego tanto en momentos negativos como positivos. Es decir que es un conjunto de cosas: no es jugar todo el partido con la pelota a ras del piso y que no me hagan goles y que después yo pueda hacer ocho goles.
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Ahora bien, fijar ciertos énfasis y no otros, ¿puede producir desequilibrios en el rendimiento del conjunto? Me parece que es bueno trabajar la parte defensiva equis cantidad de minutos y la parte ofensiva equis cantidad de minutos y hacerlo de la mejor manera. En la semana voy a sumar cantidad de minutos en la parte defensiva y cantidad de minutos en la ofensiva. Es más difícil crear que destruir. En la creación, ¿puede haber un debe a nivel formativo, que se haya trabajado más la parte defensiva y que haya una carencia de jugadores de ofensiva para hacer un fútbol que permita más llegada? En la formación de los futbolistas siempre estamos expuestos a que donde entrenan los jóvenes no da como para hacer mucho trabajo de pases, jugadas combinadas, más que nada por temas individuales. Hay jugadores que son habilidosos, pero que han salido así porque canchas están tan malas, que mejor conducir que dar un pase. Pero eso sí siento que es un debe del fútbol uruguayo de mucho tiempo, que pasa por un tema de la poca infraestructura que tenemos y de la poca importancia que se le da a los jugadores en formación. Hay excepciones en algunos equipos, pero en general se le da poca importancia. A pesar de eso, somos milagrosamente el país que saca más jugadores de fútbol per cápita. Esos déficits de estructuras adecuadas, en especial el estado de las canchas, ¿se reflejan en el juego, en cómo el fútbol uruguayo hace las transiciones? En ese sentido hay jugadores que tienen la posibilidad de ser más completos para manejar las transiciones, pero en nuestro fútbol se hace lento, uno lo ve, domingo tras domingo, en el estadio, en buenas canchas como la de Defensor o en el Parque Central. Es un tema de nuestra mentalidad, de que no podemos hacer las transiciones con más rapidez. No sé si es un problema de falta de entrenamiento, de falta de preparación del jugador, o la mentalidad del fútbol nuestro. ¿Cómo ves a Venezuela? Respecto a Venezuela, siento que el recambio no ha sido bueno, se lo ve en las
selecciones juveniles que no hace buenas campañas. Eso lo va a sufrir, porque ¿de dónde van a salir jugadores? ¿Qué mostró el Perú de Gareca? Lo veo con grandes jugadores, que vienen con una escuela diferente como es la anterior con Markarian o Bengoechea, ahora Gareca le va a cambiar la forma de jugar. Los veo también con dudas también en el tema del liderazgo. No veo un equipo que tenga líderes y eso va a ir pesando en algunos momentos de la eliminatoria. Porque hay partidos – como le pasó a Uruguay– en donde tiene que apretar los dientes y sacar buenos resultados. Porque, por ejemplo, contra Colombia y Chile, si Uruguay no hubiera estado fuerte –y eso no se consigue de la noche a la mañana, tenés que trabajar, tenés que preparar el partido– no hubiera conseguido esos resultados. En una visita reciente al Complejo Celeste me decían que en el partido ante Chile, desde que salieron de allí hasta que llegaron al Estadio, todo el grupo cantando, dando para adelante, saludando a la gente, era un equipo que estaba fuerte, pero no uno solo sino todo el grupo. A Perú no lo veo como un grupo fuerte que esté comprometido con el país, desde lo que se deja ver. A Colombia, en este momento, con los partidos que jugó, no lo veo fuerte. Por ejemplo, el gol que le hace Biglia, no luchan una pelota, Argentina corre toda la cancha y le hace el gol y nadie de Colombia hace una corrida fuerte, agresiva, para quitarle la pelota. El Maestro posicionó bien al grupo. Él no le hace creer ni a los jugadores ni a la gente que este es el mejor equipo del mundo, sino que es un equipo que la trabaja, que tiene a todo el mundo comprometido, que “meten” todos, no tiene estrellas. Yo resalto lo de Cavani: lo que labura es impresionante, capaz que no esté de acuerdo con que vaya tan atrás, pero lo que corre, lo que labura, es impresionante. _Diego Graziosi
Veinte años de jugador, 15 de entrenador Vine de Bella Vista de Dolores a Bella Vista de Montevideo en 1979, ahí estuve hasta el 86 que pasé a Nacional, donde jugué hasta el 90, después al Cruz Azul de México dos temporadas, al Querétaro de México otras dos temporadas, luego fui a Gimnasia y Esgrima de La Plata, después a Kyoto Purple Sanga de Japón, regresé al país y jugué en Defensor un año, de ahí al Olimpia de Paraguay, después vine otra vez a Nacional en el 96, después me fui al Aurora de Guatemala, vine a Rentistas, volví a Defensor otro año y terminé en Wanderers con Daniel Carreño como entrenador en el año 99. Y después del 2000 empecé a trabajar como entrenador en River, fui a Deportivo Maldonado, a Wanderers a la Copa Libertadores, después me fui a México, al Real Zacatecas, que era una filial de Santos Laguna. Después vine a Nacional un período corto, después me fui a México, a Durango en la B, después estuve en Ecuador, fui otra vez a México, a Hermosillo. Ya llevo como nueve años en México, es mi segundo país. Y ahora mirando fútbol, haciendo el curso de gerente deportivo y sigo atrás de mi hijo. Los entrenamientos Cuando mi hijo estuvo en Portugal jugando, yo me fui tres meses con él y vi varios y muy buenos entrenamientos. Me gustó mucho el fútbol portugués. Es un estilo brasilero pero con mucho más dinámica. Ahora los entrenamientos se han igualado mucho. Yo tengo al profe mío, 31 años, preparador físico de Aguada, que es una fiera. Anduvo por toda Europa. Por otro lado, en el fútbol se enseñan también muchos valores. A veces la gente dice que se ganan la plata fácil, pero no es así. Lo que yo aprendí en el fútbol: valores, la forma de comportarte, la responsabilidad… Los entrenadores Para mí todos fueron muy importantes. En el baby fútbol: Tito Oroná, Raúl Filosi, Gorostiaga, que son de mi pueblo y no son conocidos. A mí me trae Sergio Markarian para acá, y en ese mismo momento conozco al Maestro Tabárez como técnico en Bella Vista. Es gente que me fue marcando. Aníbal Gutiérrez Ponce con los juveniles. Don Raúl Bentancor, el Nacho Prieto en Cruz Azul en México, Ángel Traverso. He tenido muchos entrenadores y de todos he robado un poquito de las cosas que me han gustado. Tengo una agenda desde cuando fui jugador, e iba anotando tanto las cosas que me gustaban como las que no. Ahora tengo la posibilidad de hacer una sobremesa con el Maestro Tabárez, por ejemplo, y hacerle preguntas, siempre tratando de aprender. A veces me reúno con Markarian y lo escuchás y te quedás así… Ahora estoy haciendo el curso con Julio Comesaña que está en Sud América. El título del 88 Para mí fue el triunfo del grupo, que era muy fuerte, muy unido; había una humildad enorme. Éramos todos uruguayos pero con mucha personalidad. Sobresalía Hugo de León por lejos: una prestancia, una categoría, una experiencia. Un grupo muy humilde, una familia, muy amigos. Y después, personalmente, que queda un poco feo decirlo, haber hecho goles en la final del mundo… Bueno, Palermo y yo somos los únicos jugadores que hicimos dos goles en una final del mundo. Hice goles en la final de la Copa Libertadores, en la Copa Interamericana también. Lo del 88 fue un momento muy importante en mi carrera, aunque siempre digo que lo más lindo que me pasó fue haber defendido a la Selección. Cuando tocan el himno, antes de los partidos, es una sensación muy linda. La selección nacional Estuve en el 81, con los juveniles que dirigía Gutiérrez Ponce, en el 83 en el Panamericano, que salió campeón y que el rival de la final
fue Brasil, siendo Dunga el capitán, con el Maestro de entrenador. Después, previo al Mundial del 86, estuve con Omar Borrás y jugamos unos torneos en Miami. Pero yo a ese Mundial no podía ir. Estuve entre los treinta y pico. Estaban Jorge Barrios, Batista, Mario Saralegui, Miguel Bossio, o sea un equipazo y yo en esa posición no podía jugar. Después estuve en el Mundial del 90 en Italia. También jugué en la Copa América del 89 en Brasil, donde perdimos la final 1-0; y en la Copa América del 93 en Ecuador. Marcar a Maradona En esa época, marcar a Maradona… Yo jugaba de 8 y el Chueco Perdomo de 5, y claro, por ese lado es donde caía Maradona. Nos hicimos muy amigos con el Chueco Perdomo. En los clásicos nos matábsamos, pero somos reamigos. En ese momento en la selección nos poníamos de acuerdo en cómo marcar a Maradona, cómo marcar a Valderrama, al Diablo Echeverry en Bolivia, a Bebeto, Romerito en Paraguay. “Cuando la agarre Maradona, yo voy y escaloname”. Eso nos enseñó Gregorio Pérez, como ayudante del Maestro: “Vos abrí los ‘caños’, que él te la pase entre los ‘caños’, entonces la larga y pierde el control de la pelota” y atrás venía el Chueco Perdomo y robaba. Nos poníamos de acuerdo. Cuando el Chueco se soltaba, le abría bien las piernas, Maradona le tiraba el caño y entonces yo venía de atrás y robaba. Nos escalonábamos. Si dejabas que te viboreara, no se la sacabas. Entonces, para marcar sin foul, la habíamos practicado así. Te unías para contrarrestar al rival. Maradona era un fenómeno. Otra cosa que nos decían los que lo conocían era que no lo hiciéramos calentar porque era peor, se agrandaba. Eso nos decían Francescoli, Ruben Paz, el Tano Gutiérrez. Entonces, cuando le pegábamos, le pedíamos disculpas y le decíamos “sos mi ídolo”, para no hacerlo calentar.
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Divisiones formativas en Uruguay: la fuente inagotable de futbolistas
Nene patudo
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Hay quienes dicen que el fútbol uruguayo es un milagro, pero el trabajo que se hizo históricamente en las divisiones formativas es la explicación del inagotable surgimiento de futbolistas en el país. Algunos clubes le dieron la importancia necesaria a ese factor desde siempre; otros han empezado a profesionalizarse en los últimos años y ese trabajo se ve reflejado en los jugadores que aportan a las selecciones uruguayas juveniles primero, y en Primera División después. ¿Cuál es la importancia de las formativas y cómo pesan a la hora de llegar a Primera División? ¿Cómo incide esa profesionalización que viene ocurriendo en varios clubes? ¿Qué falencias existen en las divisiones formativas del fútbol uruguayo? ¿Qué hay que mejorar para poder dar el salto de calidad y competir a la par con otros países?
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En el primer semestre de la temporada 2015-2016 se jugó el Torneo Apertura y la Asociación Uruguaya de Fútbol (AUF) consignó en su sitio web el número de futbolistas que debutaron en Primera División. Fueron 30 los chiquilines que empezaron a dar sus primeros pasos en el fútbol profesional; el más joven es Facundo Vigo, de River Plate, con 16 años, y Nicolás Olivera, de Villa Teresa, el mayor con 22. Los otros 28 fueron Marcelo Saracchi (17 años), de Danubio; Rodrigo Amaral (18) y Leandro Otormín (19), ambos de Nacional; Federico Valverde (17) y Gastón Guruceaga (20), los dos de Peñarol; Darío Pereira (19), Camilo Núñez (20), Diego Fernández (20), Cristian Souza (20) y Paolo Dantaz (21), todos de Rentistas; Michael Guerra (19), de Sud América; Mathías López (21), de El Tanque Sisley; Facundo Rodríguez (20) y Octavio Colo (21), ambos de Villa Teresa; Juan Pintado (18), Esteban de Iacovo (19), Delis Vargas (21) y Juan Boselli (21), de Juventud; Maximiliano Gómez (19), Facundo Ospitaleche (19), Guillermo Fratta (20) y Gonzalo Carneiro (20), de Defensor Sporting; Nicolás de la Cruz (18) y Federico Martínez (19), ambos de Liverpool; Diego Vicente (17) y Santiago Ciganda (21), de River Plate; Agustín Sant’Anna (18), de Cerro; y Roberto Fernández (17), de Fénix. Durante toda la historia del fútbol uruguayo las canteras de algunos clubes fueron la grifa para mostrarse en Primera División y después en el exterior. Antes los jugadores de los
cuadros chicos pasaban por alguno de los dos grandes para dar el salto de calidad y ser transferidos al fútbol extranjero. Hoy la realidad es diferente. Hay clubes que siguen trabajando de buena manera, invierten en formativas, tienen un plan, un proyecto de formación y el beneficio se ve en la calidad de los futbolistas y en su estadía en el fútbol de elite. Esos clubes tienen siempre jugadores en las selecciones, llegan a la mayor, van al extranjero, se adaptan y se quedan. En cambio, hay otros que deslumbran, se van y al poco tiempo vuelven o directamente pasan desapercibidos porque se corta el hilo conductor de la formación integral, que es más importante que la deportiva. “Los equipos hoy por hoy tienen que ser multidisciplinarios, por ejemplo: todos los clubes que trabajan e invierten en juveniles tienen el área psicológica cubierta por un profesional, el área social con algún asistente, o profe o maestra; están atendiendo todos esos aspectos que son fundamentales. Hay una camada de entrenadores jóvenes que son muy inquietos, se turnan, están en todos los congresos, averiguan cómo se entrena en determinados lugares y lo traen adaptado, más que nada la periodización táctica y la progresión de enseñanza de fundamentos. Todo eso habla de que se están atendiendo todos los aspectos de la formación integral del jugador, se está encima de los estudios, de que tenga salud, salud bucal. Todo eso ayuda para que lleguen más chiquilines y en mejores condiciones”, le dijo Alejandro Garay a Túnel.
Garay, con experiencia en la formación de juveniles y reciente vicecampeón del Sudamericano Sub-15 con la selección uruguaya, apunta a un fútbol nacional que integre la capital con el interior del país, pero también hace hincapié en que hay que repensar nuestro calendario futbolístico: “Un elemento más para redondear todo eso que se está haciendo sería que varíen los calendarios, se haga otro tipo de campeonatos, más entretenidos. Ese es el elemento que hay que atacar ahora, un desafío de todos los estamentos del fútbol. Hay que evaluar la cuestión de la competencia, por ejemplo: en Séptima División habría que hacer tres tiempos de treinta minutos y que jueguen todos los chiquilines. Hay clubes que captan mucho, pero muchos no juegan en todo el año y se atrasan, se aburren y se van. Por lo menos en Sexta y Séptima es una propuesta por la que vengo peleando”. Luis González, coordinador de Juveniles y entrenador de la Primera División de Danubio, le da más importancia a la mejora de los campos de juego para entrenar y jugar: “Tener canchas de césped sintético para mejorar la calidad y la cantidad de trabajo; un equipo que tiene cancha sintética está cuarenta por ciento por encima del que no la tiene, en calidad y en cantidad de horas de trabajo. Mejorar la infraestructura, que los equipos tengan pelotas, materiales de trabajo, sala de musculación, alimentación, complementos vitamínicos para que los jugadores estén en una etapa de formación real”.
(Foto: AC)
Ignacio Silva, preparador físico de las divisiones formativas y de la Primera División del Club Trouville, con pasado en Unión Atlética y en las formativas de Wanderers y Cerro, le cuenta a Túnel que lo más importante es “generar hábitos saludables” para tratar de disminuir la falta
de recursos y la influencia que eso tiene en el crecimiento físico de los chiquilines. “El profe en algunos clubes no tiene recursos, tenés que jugar mucho con la imaginación, mostrar una metodología de trabajo para ir rotándolos y que todos puedan trabajar de la misma manera. En esas situaciones
Lo general pesa En 2015 el Danubio Fútbol Club se consagró campeón de la Tabla General de Juveniles por octava vez en su historia. En 1996, 1999, 2003, 2006, 2007 y 2013 también la había logrado, y desde el club se le dio mucha importancia a ese hecho tanto en las redes sociales como en su sitio web oficial. Los franjeados lograron la primera posición con 333 unidades; seguidos por Liverpool, que sumó 322; Peñarol, con 321; Defensor, con 320, y Nacional, con 318 puntos. Según Luis González, la importancia de esta tabla general radica en “el equilibrio del trabajo, porque no sólo estás hablando de una categoría. Cuando vos ganás la tabla anual quiere decir que tenés varias categorías peleando arriba. Es el trabajo global, no sólo hay buena materia prima sino que hay educadores que están haciendo bien las cosas”. Marcelo Saracchi también habló de la importancia de esta tabla pero desde el punto de vista del futbolista: “Si yo tenía que bajar a Quinta para dar una mano bajaba. Si el equipo estaba de acuerdo, claro”. “Cuando llegué a Danubio hacía ocho años que no ganaban la tabla Anual. Volví como coordinador de juveniles, no había estado en esta faceta, y eso me dio un espaldarazo como organizador de la institución. Lo primero que hicimos fue traer gente joven. Así arrancamos en 2013 y el primer año ganamos la general y tuvimos la suerte de meter dos categorías. Ya en 2014 no llegamos y salimos cuartos, pero siempre definiendo todos los campeonatos; esa vez fuimos campeones en Sub-17. Y ahora volvimos a ganar este año la Anual y una categoría”, agregó el actual entrenador danubiano.
lo ideal es ser proactivo, llamar, insistirle a los dirigentes, muchas cosas se terminan sacando, muchos clubes se mueven con las personas del barrio, se consiguen cosas prestadas, hacés vínculos con gimnasios, etcétera; si te quedás en el ‘no se puede’ te va a faltar mucho entrenamiento”. El salto de calidad se da con una buena planificación, un lineamiento general entre todas las divisiones formativas y la Primera División. Ese aspecto ha sido uno de los factores comunes que se encuentran a la hora de entrevistar a los protagonistas del deporte. Profesionalización, le dicen. “Con una buena organización y planificación se podrían conseguir mejores cosas. Hay que fomentar el estudio, ellos tienen que tener una herramienta para poder vivir si no llegan. Apuntar a un entrenamiento integral: no sólo físico, también psicológico, mental, las sanas costumbres. No todos lo hacen y es difícil llegar a ello. Un claro ejemplo es el de las selecciones uruguayas, que hoy en día están a la par y compiten internacionalmente, y todo es gracias a un proyecto –que claro que significa un gasto económico importante– que está bien ejecutado, organizado, hay un proceso que se respeta. Todo eso es algo que tendrían que imitar los clubes, a menor 37
(Foto: AC)
escala, para poder trabajar bien”. Además, el profe Silva agrega: “Algo que resalto y es muy positivo es el plan Gol a Futuro. Con ese plan reciben alimentación, cuidados médicos, materiales para los clubes para poder trabajar, y más. Hay que apuntar a eso, a las cosas buenas, pero siempre el profe sin perder el rol de educador. Muchas veces queda de lado la parte física y te tenés que basar más en ser un educador
para la vida de estos chiquilines; vos sos una referencia para ellos”. El proyecto a largo plazo Desde que comenzó el proyecto de selecciones uruguayas con Óscar Washington Tabárez a la cabeza en 2006 se disputaron doce torneos oficiales de la Confederación Sudamericana de Fútbol (Conmebol). Entre sudamericanos juveniles
túnel ENE- FEB 2016
Los mejores
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Se cerró el año de las divisiones juveniles y los campeones ya recibieron sus premios. La copa fue levantada por cinco clubes. En la categoría Sub-19 el campeón uruguayo fue el Liverpool Fútbol Club, que como ninguno en otra categoría se quedó con los tres torneos que disputó: el Apertura, el Clausura y por ende la Anual. En Sub-17 el campeón fue el Club Atlético Peñarol, que se había quedado con el Torneo Apertura y la Anual y tuvo que derrotar en la final a Danubio –campeón del Clausura– para consagrarse como el mejor de la temporada con un contundente 3-1. En la Sub-16 el mejor fue Danubio, que ganó el Clausura y la Anual y luego derrotó a Liverpool 2-0 en la final. La Sub-15 fue para el Defensor Sporting Club; en esa categoría los torneos se los repartieron Defensor (Apertura), Danubio (Clausura) y Nacional (Anual). Los tuertos tuvieron que derrotar a Danubio (1-0) en la semifinal y a Nacional en la final (2-0) para dar la vuelta olímpica. La categoría más chica, la Sub-14, fue para el Club Nacional de Football –campeón del Clausura–, que derrotó a Peñarol –campeón del Apertura– en la semifinal con el gol histórico de su golero tras salir desde su área eludiendo rivales y remató el campeonato en la final por 1-0 ante los carboneros.
y eliminatorias Uruguay, entre 2007 y 2015, en las categorías Sub-17, Sub20 y mayor entró en diez mundiales de doce posibles. El trabajo a largo plazo da sus frutos, nadie más que la selección uruguaya puede dar fe de eso. Muchos de los futbolistas que pasaron por las juveniles celestes, se calzaron la camiseta color cielo y se acostumbraron a pisar el Complejo Uruguay Celeste están hoy siendo parte de la selección absoluta, esa con la que sueñan chicos y grandes desde la tribuna. Marcelo Saracchi es uno de los proyectos de jugador que ha dado la cantera de Danubio y la selección uruguaya. El Chelo tiene 17 años y es uno de los descubrimientos en la Primera División del fútbol uruguayo. Saracchi nació en Paysandú y su primer club en el baby fútbol sanducero fue Progreso. Su segunda experiencia como futbolista fue en el campeonato de baby de la Organización del Fútbol del Interior (OFI), donde fue campeón con su selección y lo fueron a ver desde Montevideo. Danubio lo sedujo a pesar de que Defensor, Peñarol y Nacional fueron por él: “Me vine a Montevideo a los doce años a probarme en Peñarol y cuando fui a firmar en Séptima División terminé yendo a Danubio. No me quedé en Peñarol porque no me convencía: en el cuadro
grande cuesta mucho llegar a Primera. En Danubio te facilitan muchas cosas y tomé en cuenta que le da más chances a los juveniles, podés mostrarte más. Defensor me llamó para que me probara pero no fui, Nacional me tomó los datos pero nunca me llamó”. Sobre la profesionalización que se ocurriendo en los clubes del fútbol uruguayo en los últimos años Luis González, entrenador de Marcelo Saracchi, contó cómo se trabaja en Danubio. “Se les exige en la parte psicológica, técnico táctica, en el liceo, en las costumbres sociales; se los reeduca. Nos apoyamos mucho en el orden, la disciplina, y en hacer crecer la materia prima a través del equipo multidisciplinario que tenemos: psicólogos, asistentes sociales, nutricionistas. Todo lo que se les enseña después se ve terminado en Primera División. Un caso claro actual es el de Marcelo Saracchi. Cuando llegamos era Sexta División; hoy con 17 años está en un proyecto a futuro en Primera División para ser una de las piezas importantes de Danubio”. Otro que empezó a forjar su camino en Primera fue el cerrense Agustín Sant’Anna. Ya forma parte de la selección Sub-20 que se prepara a las órdenes de Fabián Coito para el Sudamericano Sub20, que se disputará en enero de 2017 en Ecuador. El chiquilín de dieciocho años se formó en el Club Atlético Cerro pero desde los tres a los siete años vivió en el departamento de Artigas, en la localidad de Baltasar Brum. En el fútbol infantil jugó en el Nacional de Artigas pero cuando su familia pegó la vuelta desde Artigas a
El entrenamiento de la velocidad Los factores relacionados con la velocidad de ejecución que determinan el rendimiento. De Gilles Cometti, profesor de la Facultad de Ciencias del Deporte de la Universidad de Bourgogne, Francia.
El salto de calidad se da con una buena planificación, un lineamiento general entre todas las divisiones formativas y la Primera División. Ese aspecto ha sido uno de los factores comunes que se encuentran a la hora de entrevistar a los protagonistas del deporte.
la capital se desempeñó en el Sauce del Cerro hasta que llegó a la Séptima División de Cerro. Sobre el camino para llegar al primero albiceleste Agustín cuenta que fue difícil: “Con lo poco que teníamos en Cerro hacíamos lo posible. Había lo básico: dos o tres pesas, unos kilos de más o de menos para los más chicos. Las canchas no ayudaban mucho pero tratábamos de tirar todos para adelante”. El lateral que puso Eduardo Acevedo en Primera División ya participó de un torneo internacional Sub18 con la selección uruguaya y notó las diferencias con respecto al fútbol interno: “Francia y Corea juegan muy bien al fútbol. Son fuertes, es casi lo mismo que jugar
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en Primera, capaz que más intenso. Ellos tienen mucho la pelota, muy pocas veces tenés el balón vos”. Hay quienes dicen que el fútbol uruguayo es un milagro, pero el trabajo que se hizo históricamente en las divisiones formativas es la explicación del inagotable surgimiento de futbolistas en el país. El comienzo de la nota puede ser el corolario de ella. No hay milagro, y Luis González lo refuerza: “Hay educadores muy buenos en Uruguay que saben trabajar con poca infraestructura y tienen que usar, a veces más allá de la planificación, la intuición. Hay entrenadores juveniles muy capacitados, por algo se ven tantos valores en un fútbol exportador. Se pone énfasis en la preparación. No es de un día para el otro, eso lleva tiempo, pagar buenos educadores, que los contengan bien. Eso se hace a través de un trabajo ordenado y serio”. Uruguayos, garra y calidad. Dice su mama que usté va a ir hasta “los cerros” lejos de aquí que tiene que aprender a escribir nunca se pudo. Nene patudo no va a tener teta ni libro ni lancha a motor leche su mama no tiene y yo vivo desnudo. ‘Nene patudo’, Alfredo Zitarrosa, 1970.
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Fútbol y tendencias
El delantero que eludía clichés Miguel Arias no era un puntero especialmente habilidoso, ni un goleador o un jugador que cambiara el partido al entrar, pero en algunos aspectos era único. No había visto en toda su vida una entrevista a un futbolista y jamás se quedaba a escuchar cuando le tocaba responder a algún compañero de equipo. Como cualquier persona sana, Arias cambiaba de canal después de que pasaban los goles. Esta particularidad, inofensiva en otras profesiones, quedó en evidencia cuando le hicieron la primera entrevista post partido, tras pasar a uno de los grandes de nuestro fútbol como parte de un paquete armado por un contratista para lavar dólares. –Ganaron 5 a 0. ¿Se lo esperaban? –preguntó el periodista. –Sí, sabíamos que iba a ser un rival fácil porque por algo va último. Juega muy mal y planteó el partido en forma poco inteligente. Hay algunos equipos que no son difíciles ni hay que respetarlos, y este fue un caso. El periodista de cancha, habituado a casetes propios y ajenos, no registró que por primera vez en 24 años había obtenido una respuesta distinta y siguió adelante.
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–Les quedan cinco finales hasta terminar el campeonato… –No, final jugamos si hay desempate. De los
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–Contanos cómo fue el gol –le pedían otras veces. –¿Pero cómo? ¿No lo transmitieron ustedes por televisión? –se asombraba inocentemente el puntero.
cinco que quedan hay por los menos tres que parecen una papa. Fue toda una revelación. La gente empezó a seguir a Arias para verlo en acción, pero no en la cancha, donde su desempeño no solía pasar de mediocre, sino en sus declaraciones al periodismo deportivo. Se volvió tan popular que DirecTV adquirió los derechos de las entrevistas, forzando a los usuarios del cable tradicional a cambiar de proveedor para verlas o acudir a Roja Directa. La revolución llegó a los propios movileros, que se vieron obligados a pensar preguntas por primera vez en décadas. –Desbordaste, viste que el arquero descuidaba el primer palo y la metiste justo ahí. –Sí –respondía Arias, y se callaba luego, esperando la pregunta.
El delantero también llevó su pulsión por eludir los clichés a las camisetas que se ponía por debajo de las de su equipo y que mostraba a las cámaras en los escasos goles que convertía. “Para vos, vieja, que me abandonaste cuando era chico”, decía una, escrita con marcador negro, y otra afirmaba: “No pertenezco a Jesús. Atletas Agnósticos”. Arias siempre se mostraba feliz cuando hacía un gol, aunque su club perdiera, y se manifestó una vez “contento en lo personal, aunque el equipo haya quedado eliminado”. Nunca decía “tuve la suerte de convertir hoy”, sino que culpaba a la torpeza del arquero, el defensa rival o tiraba un sincero “la rompí”. El puntero perdió la titularidad con rapidez, debido a su discreto desempeño, y fue olvidado rápidamente tras abandonar el fútbol profesional a una joven edad, pero su verdadero legado está aún intacto, esperando ser reconocido y reflotado por las futuras generaciones. Incursionó en el periodismo deportivo pero no logró triunfar debido a una peculiaridad imperdonable en el rubro: cuando no tenía nada interesante para decir, se callaba. _Martín Otheguy