Panorámica Iglesia y Parque Principal del Municipio de Rondón. Fotografía Hisrael Garzón

Panorámica Iglesia y Parque Principal del Municipio de Rondón Fotografía Hisrael Garzón La historia de Rondón, bello e inmenso municipio del Centro O

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Panorámica Iglesia y Parque Principal del Municipio de Rondón Fotografía Hisrael Garzón

La historia de Rondón, bello e inmenso municipio del Centro Oriente de Boyacá, está íntimamente ligada al devenir nacional y departamental. En sus orígenes, importante asiento prehispánico y hermoso parque natural, se constituyó a la llegada de los conquistadores en importante despensa agropecuaria y en obligado punto de tránsito para viajeros, colonizadores y evangelizadores de todo el antiguo Lengupá; pese a su larga asimilación administrativa al Municipio de Zetaquira, hasta 1904, es factible rastrear e identificar el talante y el sello de sus gentes, cuya comunidad se concentró en la Vereda y posterior Corregimiento de LA GALERA, dentro de una organización estable, con poca movilidad social y acendrado apego a la vida rural; pese al acentuado mestizaje que se produjo en Colombia en la época colonial, la población de origen hispánico en Rondón siempre fue ligeramente mayoritaria, aunque sus patrones culturales (costumbres, tradiciones, creencias, propósitos colectivos, etc.), son productos genuinos del sincretismo cultural que provocó la Conquista de América; podríamos sintetizar algunas de las etapas más importantes de la evolución histórica de Rondón de la siguiente forma:

Se han escrito eruditos tratados en relación con los Chibchas, pero hasta ahora no se ha dado una solución exacta acerca de la época en que éstos aborígenes se establecieron en algunas de las altiplanicies hoy de Colombia. Todo ha quedado cubierto con los mantos de la conjetura y de la fantasía. El origen de los Chibchas es incierto y se ha prestado a discusiones sin haber llegado a un resultado verídico. Se dice que tribus emigrantes de Asia se dirigieron a la América del Norte y se extendieron por todo el Continente. Por la isla Atlántida pasaron de África a América algunos pobladores. Naves fenicias fueron destinadas a dar la vuelta al África, pero una furiosa tempestad llevó las pequeñas embarcaciones hasta las costas del Brasil y naufragaron en las cercanías de Río de Janeiro. Los indios de la tripulación se encaminaron hacia la Cordillera de los Andes, se establecieron en tierras hoy de Bolivia y se mezclaron con los naturales de este país. De tal fusión vinieron a la vida los indios aymaraes. Esta nación extendió su poderío por la Cordillera de los Andes. De la tribu Aymará descienden los Chibchas de Colombia, los Quitos del Ecuador y los Incas del Perú. Los Chibchas poseían algún adelanto cultural como lo han demostrado muchos escritores en obras históricas y científicas. No tuvieron conocimiento de la escritura, pero en miles de piedras dejaron grabados numerosos jeroglíficos, figuras que todavía no han sido traducidas por los arqueólogos que se han dedicado a hacer descubrimientos precolombinos y a analizar tales símbolos mudos. Se cree que esas figuras encierren la historia de la nación que gobernó un vasto imperio durante dilatados siglos antes del arribo de los conquistadores a estas comarcas. El historiador Don Vicente Restrepo dice en su libro «Los Chibchas», en relación con los jeroglíficos: «Mudos en razón misma de su origen, condenados esos signos, por la mano inconsciente de los que trazó, a un silencio eterno, jamás podrá la vara mágica de la ciencia hacerlos hablar». Los Chibchas tuvieron poesía. No se conservan muestras de los versos, pero es una realidad de que los naturales contaron con bardos. Los aborígenes lucían sus ingenios poéticos, por medio de cantares populares, en las fiestas dedicadas a Bochica, en las siembras y cosechas de las sementeras, en las peregrinaciones en honor de Zipas, Zaques y Caciques, en las procesiones a las lagunas sagradas, en los bailes, en las posesiones de nuevos soberanos, en los matrimonios de la realeza indígena. El conquistador Don Gonzalo Jiménez de Quesada dice de los cantos chibchas: «Antes que vaya un señor a la guerra contra otro, están los unos y los otros un mes en los campos, en la puerta de los templos toda la gente en la guerra, cantando de noche y día, sino a pocas horas que hurtaron para el comer y el dormir, en los cuatro Cantos están rogando al Sol y a la Luna y a los otros ídolos a quienes adoran, que les dé victoria; y en aquellos que tanto les están cantando toda las causas justas que tienen para hacer aquella guerra y vienen victoriosos para dar gracias de la victoria, es de la mesma manera otros ciertos días; y si vienen desbaratados lo mesmo, cantando como en lamentación aún el desbarato». El historiador Piedrahita habla de los regocijos populares: «Danzaban y bailaban al compás de sus caracoles y fotutos, cantaban juntamente algunos versos canciones que hacen en su idioma y tienen cierta medida y consonancia, a manera de villancicos y endechas de los españoles. En este género de versos refieren los sucesos presentes y pasados, y en ellos vituperando engrandecen el honor y deshonor de las personas a quienes componen: en las

materias graves mezclan muchas pausas, y en las alegrías guardan proporción; pero siempre parecen sus caras tristes y frías, y lo mismo sus bailes y danzas». El historiador Fray Pedro de Aguado dice enseguida que los naturales cantaban y bailaban en sus ratos de esparcimiento: «El vino que beben en estas fiestas es muy espeso, y todo lo que les basta para comida y bebida, la cual beben muy a menudo, porque dando cinco o seis vueltas a la redonda puestos unos las manos sobre los otros, cantando con cierto compás de pies que concierta con el tono que de cantar llevan; y les dan de beber y luego se levantan y tornan a bailar y a cantar y tornan otras tantas vueltas y tórnanse a sentar y beber; cuando han bebido todos, un indio principal a quien es encargado, comienza a llorar y a hacer conmemoración por el Cacique muerto y luego siguen todos con sus llorosas voces muy a compás y en cese de llorar el principal, luego cesan todos y se levantan a proseguir el baile y cánticos tan sin pesadumbre como tristura no hubiera pasado por ellos, y así duran las fiestas y llanto cuánto dura el vino, que como dije suelen ser tres o cuatro días con sus noches». El historiador Fray Pedro Simón se refiere así a los mil cuadros populares indígenas: «Asíanse de las manos hombres y mujeres, haciendo como cantando ya canciones alegres, ya tristes, en que referían las grandezas de los mayores, cantando todos a una y llevando el compás con los pies, ya compás mayor, ya a compases según lo tenían los que cantaban al son de unas flautas o fotutos tan melancólicos y tristes que más parecían música del infierno que de este mundo».

El 6 de abril de 1536 don Gonzalo Jiménez de Quesada salió con su expedición de Santa Marta. Después de larga y penosa marcha ocuparon en 1537 el cercado del Zipa. Los indios de los dominios del Zipa informaron a los conquistadores que en el pueblo llamado Somondoco existía una mina de esmeraldas de propiedad del Cacique Sumindoco. Los castellanos al oír la noticia, para ellos agradable, emprendieron la marcha en busca de la piedra indicada. Descubrieron a varios caseríos prehistóricos del territorio del Zipa y entraron en Turmequé del mando del Zaque. Fueron hasta Somondoco y regresaron por Lengupá (hoy Miraflores) y penetraron en suelo de Baganique (hoy Ramiriquí). Un indio de esta tribu denunció ante los españoles el cercado del Zaque. Habló así: «Capitán, pues te llevas la poca hacienda que tenía, no será bien que persona como la tuya se contente con tan poca presa, ni deje libre al dueño que la poseía cuando puede servirle de mayor interés; llévame contigo y te asistiré en la forma que lo hacen los demás criados que te acompañan en buen traje, aunque de nación y calidad diferentes que la mía. Ser tu esclavo me basta y para no ser conocido de los míos, córtame los cabellos y desnúdame de la noble vestidura que me cubre, y te importará tanto aceptar esta oferta, que te prometo guiar donde halles innumerables tesoros, y si son de oro y plata los que estimas, yo soy quien única y fielmente te encaminara a la dicha de conseguirlos. Ninguno te revelará este secreto, temeroso de las órdenes y rigores del Zaque de Tunja, que como supremo señor de todos, lo tiene encargado; y aunque yo sea uno de los que han vivido debajo de su potencia, también soy uno de los que están ofendidos con su crueldad. Con su amparo desterraré los miedos y me animaré a lograr la ocasión de tan justa venganza como la que emprendo de este tirano que quitó a mi padre la vida en dilatadas prisiones. Lo que te aseguro es que, si fiado en mi palabra, sigues tu fortuna, tendrás toda la riqueza que baste a colmar los deseos

de tus compañeros; pero la condición sea que el asalto de la corte y palacio se ejecute con buenas armas para los que intentaren oponerse; y con presteza, porque no tenga lugar el Zaque de ocultar sus tesoros con maña». La anterior arenga demuestra que las chibchas tenían buen grado de cultura intelectual. Antes de la conquista española, el territorio boyacense era asiento de la parte más densa y mejor desarrollada de la cultura chibcha; se destacaban algunos indicios de conglomerados humanos y los cultivos de algodón, el que hilaban y tejían; la papa, maíz y tabaco eran importantes. Tenían sus propios sistemas para la explotación de oro, sal y gemas; el trueque era el medio usual en el comercio. Religiosamente eran politeístas, pero reconocían ciertas verdades supremas como la inmortalidad del alma, el juicio final y la resurrección de la carne y sus leyes sociales daban preeminencia al soberano para disponer totalmente de los bienes y vidas de los súbditos. Practicaban la poligamia. Es probable que una gran parte de la población viviera en casas aisladas en sus tierras agrícolas, pues hasta ahora no se han encontrado sitios muy grandes o profundos que indiquen evidencia de núcleos urbanos. En el aspecto social distinguían dos clases, la de los plebeyos y la de los nobles, estos últimos muy celosos de la pureza de su sangre. Sobre sus leyes civiles es muy poco lo que se conoce, pero en el aspecto penal se sabe que el homicidio, la deserción y ciertos crímenes nefastos eran castigados con la muerte. Los Chibchas reconocían la propiedad particular de las tierras, la que se transmitía por herencia a sus mujeres e hijos. El intercambio de mercancías lo hacían en algunos lugares especiales y sus relaciones comerciales los llevaba hasta parajes lejanos donde sus productos eran cambiados por oro, el que no explotaron en grandes cantidades. Otras tribus que habitaban el territorio boyacense eran los Muzos y los Colinas de cultura inferior a los chibchas. Respecto a las demás tribus pobladoras del Departamento muy poco se sabe, en general eran antropófagos, de costumbres bárbaras, vengativos y eminentemente nómadas. Una vez conquistada la América el gobierno fue ejercido por un gobierno general, nombrado directamente por el Rey; más tarde se creó la Real Cédula, oficina encargada de manejar todos los asuntos administrativos de las Indias; para una mejor organización se establecieron las encomiendas que a la postre no produjeron los beneficios que de ella se esperaban, razón por la cual se creó el Consejo de Indias, tribunal supremo encargado de defender a los naturales de América. El Emperador Carlos V ordenó la creación de la Audiencia de Santafé de Bogotá, sistema que tuvo resultados funestos. Después de varios siglos de dominación española y tras arduas y heróicas batallas se obtuvo la libertad definitiva y los nuevos pueblos fueron aceptados en el concierto universal de las naciones cultas como estados independientes y soberanos. La Constitución de Cúcuta en 1821 dividió el país en departamentos; éstos en provincias, las provincias en cantones y estos últimos en parroquias; así inició su vida como entidad administrativa el Departamento de Boyacá, integrado por las Provincias de Tunja, Pamplona, Socorro y Casanare. Por virtud de la Ley 15 de junio de 1857 Boyacá obtuvo su creación como entidad soberana, formada por las Provincias de Tunja, Tundama, Casanare y los Cantones de Chiquinquirá y Vélez; pero cuando las provincias se convirtieron en estados soberanos, tuvieron que proceder a organizarse y según la Ley del 31 de octubre de ese año creó para su mejor organización cuatro departamentos: Tunja con 42 distritos; el de Oriente con 6, el de Tundama con 46, y el de Casanare con 21. Mediante la Constitución de Ríonegro en 1863 las divisiones administrativas de Boyacá sufrieron varias modificaciones; según la Ley 10 del mismo año se adoptó una nueva división en seis departamentos: Casanare, Tundama, Norte, Occidente, Oriente y Centro. La Constitución de 1886 de carácter centralista dividió el país en departamentos: éstos en provincias y las provincias en municipios. Posteriormente fueron suprimidas las provincias, desde entonces Boyacá ha sufrido muy pocas variaciones como el caso del territorio del Casanare, ya que por decreto ejecutivo No. 306 de 1911 varios municipios del departamento fueron desmembrados para

constituir la Comisaría Especial del Arauca. Años después los municipios pertenecientes a la Orinoquía formaron la Intendencia del Casanare, unidad administrativa que desapareció y su territorio fue anexado nuevamente al actual Departamento de Boyacá, y luego Casanare fue segregado de Boyacá según la ley 19 de 1973, para así establecer la configuración que hoy en día mantiene.

Boyacá ha visto surgir y traerá un reino indígena de variados méritos, así como a un imperio colonial, y ha sido teatro para la formación de un estado democrático. A Boyacá se le llama «La tierra de la libertad». Hacia esta secuencia histórica queremos por el momento dirigir la atención.

Además de otros grupos indígenas de la ante-conquista, tales como los Muzos, los Tunebos y muchos de los Llanos, los indios Chibchas ocuparon la mayor y mejor porción del territorio de Boyacá. Se establecieron ellos en las planicies interandinas, donde formaron tres principalidades: la del Zaque, la del Iraca y la del Tundama. El Zaque, autoproclamado descendiente del dios, Chibchacum («soporte de los Chibchas»), era el rey local más poderoso. Su capital estaba en Hunza (la Tunja de hoy), donde construyó grandes cercados y palacios de madera y cañas entretejidas, adornados de platillos y caracoles de oro que sonaban al aire. Vivía en casi constante lucha con su vecino del sur, el Zipa de Bacatá o Bogotá, no menos valiente, aunque de abolengo más terrenal. Los Chibchas parece que estaban formando una nación política al estilo de la de los Incas o Aztecas; pero la llegada de los españoles detuvo este proceso de amalgama de los pequeños principados en un verdadero reino. El Iraca, un potentado teocrático, era elegido entre los jefes de Firavitoba y Tobaza (Tobasía). Tenía su capital en Sugamuxi (el Sogamoso de hoy), donde está construido el templo mayor y más importante de los chibchas y donde bajo el sacerdocio de xeques se efectuaban sacrificios humanos periódicos y adoraban al Sol y a Bochica, el héroe cultural desaparecido por allí cerca. El Tundama era un jefe semidependiente cuyos dominios estaban en la porción nortecentral de Boyacá. Los datos más antiguos que se conocen sobre la historia de los Chibchas se refieren a la guerra entre los zaques y los zipas. Varias batallas que pelearon en regiones limítrofes, especialmente en Chocontá, Quemuenchatocha, el último Zaque de Hunza, y Tisquesusa, Zipa de Bacatá, acababan de negociar una tregua cuando llegaron los españoles. Estos indios ya habían desarrollado una agricultura sedentaria y domesticado con éxito varios tubérculos, entre ellos la papa. Aún más: aunque la sociedad era eminentemente agrícola, se habían establecido otras industrias, tales como la metalurgia, la de tejido de mantas, el beneficio de la sal y la minería. Reyes como Nemequene habían promulgado leyes y organizado la sociedad. Todo indicaba que ésta nación chibcha estaba a punto de hacer cristalizar una impresionante civilización.

Gonzalo Jiménez de Quesada y sus hombres llegaron a Bacatá en los primeros meses de 1537, y al ser informados por el zipa acerca de las minas de esmeraldas de Somondoco viajaron al norte, a Turmequé, a donde llegaron en junio del mismo año. Los indios no dejaron saber dónde estaba la

residencia de su rey. Sin embargo, después de la marcha a Somondoco, uno de los vasallos del Zaque, el Cacique de Ramiriquí, traicionó a su jefe y ofreció a Quesada llevarlo a Hunza. Los conquistadores, esperanzados en capturar el tesoro del zaque, siguieron al norte apresuradamente. Aunque Quemuenchatocha sabía de la llegada de estos «hijos del sol» o Suagagua, decidió no huir y esperarlos en su sagrada capital. Así fue capturado en Hunza junto con sus riquezas. La fama de Sugamuxi y la del templo del Sol, llevó a los españoles aún más al norte, donde batieron al Iraca y al Tundama. Luego de dominar a la nación Chibcha sin mucho esfuerzo, Quesada regresó a la Sabana de Bacatá, donde fundó en 1538 a la ciudad de Santa Fe de Bogotá. El Capitán Gonzalo Suárez Rendón procedió a su vez a fundar la ciudad de Tunja, arriba de los cercados de Hunza, el 6 de agosto de 1539. Siguieron otras fundaciones, tales como la Villa de Leyva y Vélez, para que sirvieran como «parroquias de españoles». En ella debían residir los blancos. A los indios se les organizó en comunidades llamadas «pueblos» y se les dio tierra en forma de «resguardos». Casi todos los municipios del Boyacá de hoy tienen sus antecedentes en estas comunidades indígenas; parece que éstas cubrieron prácticamente toda la sección montañosa del departamento. La vida durante este período colonial era por lo regular monótona. Los indios trabajaban sus tierras por el sistema de resguardos ya mencionado, o iban a prestar sus brazos en las haciendas españolas por medio de «concertaje». La mezcla de las razas y el decaimiento de la cultura india promovieron eventualmente la decadencia de los resguardos y pueblos y la formación de un nuevo tipo social, el del «mestizo». Pero el sistema socioeconómico continuó siendo agrícola y, hasta cierto punto, paternalista. Los efectos de las guerras continentales de la metrópoli pronto se dejaron sentir en estas lejanas provincias, especialmente en la forma de tributos extraordinarios. Estos recursos fueron tan socorridos que empezaron a producirse levantamientos en son de protesta durante la segunda mitad del siglo XVIII. El que se formó en el Socorro en 1781, denominado de los Comuneros, casi logró derrocar al gobierno de Santa Fe. Muchas de las comunidades de Boyacá, sufridas a causa de tremendos ajustes y liquidaciones de resguardos, se adhirieron a este movimiento, y sus delegaciones marcharon detrás de las banderas que enarbolaban los capitanes Juan Francisco Berbeo y Ambrosio Pisco. Aunque los altos impuestos eran ostensiblemente la causa de la guerra, para los desesperados indios era en realidad un movimiento nativístico, de resurgimiento y retorno a la indianidad. Pisco, un descendiente del Zipa, fue proclamado Señor de Chía y Rey de Bogotá. Pero el movimiento fracasó debido a la traición de los gobernantes y a la poca visión de Berbeo y sus conmilitones. Treinta años más tarde, los sucesos de la Península Ibérica una vez más lanzaron aires de revolución por este lado del Atlántico. Las colonias se alzaron en defensa de Fernando VII contra los Bonaparte. Sin embargo, lo que nació como una conmoción de solidaridad pronto se transformó en movimiento separatista: en esta forma las Revoluciones de Francia y los Estados Unidos con su ideología democrática nacionalista, empezaban a cosechar frutos. Siguiendo el ejemplo de Santa Fé y Cartagena, Tunja proclamó su independencia de España el 9 de diciembre de 1811.

Las provincias de Tunja, se adhieron, en principio, a la Junta Suprema organizada para el gobierno del Reino de Santa Fé el 20 de julio de 1810. No obstante, las provincias favorecían el sistema federalista del gobierno y se oponían a los planes centralistas que advocaba el Presidente Antonio

Nariño. Este tuvo que ir a la guerra contra Tunja; pero sin obtener victoria firme tuvo que entrar en negociaciones con el Gobernador Juan Nepomuceno Niño. Una de las consecuencias de este arreglo fue la primera reunión del Congreso Nacional, hecho efectuado en la Villa de Leyva el 4 octubre de 1812. La lucha entre Nariño y el Congreso convirtió a Boyacá en un campo de batalla donde se libraron las primeras guerras civiles de Colombia. El caos de la Patria Boba no vino a terminar sino bañado en sangre de próceres al regreso de los españoles en 1816. Pero tres años más tarde los ejércitos libertadores de Bolívar y Santander cruzaron el Páramo de Pisba y cayeron sorpresivamente sobre las fuerzas españolas del General Barreiro. La batalla culminante de la guerra de independencia de Colombia se llevó a cabo el 7 de agosto de 1819 en el pequeño Valle de Boyacá, a unos 20 km al sur de Tunja. En honor de esta victoria de los patriotas, las provincias de Tunja, Leyva y Sogamoso fueron bautizadas con el glorioso nombre de Boyacá por mandato del Congreso de 1821.

Boyacá siguió siendo teatro principal de contiendas en el siglo XIX, entre centralistas y federalistas, clericales y anticlericales, conservadores y liberales. Las disposiciones de José Hilario López en 1850 y años subsiguientes causaron resistencias entre los habitantes de Boyacá; cuando el radical José Antonio Melo depuso al Presidente José María Obando en 1854, estas provincias levantaron varios ejércitos con los cuales el Vicepresidente Tomás Herrera (también ayudado por los Generales Mosquera y Herrán) pudo regresar a Bogotá y sostener el modus vivendi de las luchas civiles sin que tuvieron eco sangriento en Boyacá. Al triunfar las fuerzas federalistas momentáneamente, a Boyacá se le hizo estado soberano en 1857. Las guerras civiles tomaron entonces características más provinciales: los cantones se rebelaban, no contra el gobierno en Bogotá sino contra el del estado en Tunja. A veces el gobierno nacional era parte interesada en estas luchas locales, como lo demuestra, por ejemplo, la rebelión del general Jesús María Chaparro contra el presidente del estado, Felipe Pérez, en 1871. Las guerras internas de 1854, 1860, 1876 y 1885 trajeron muerte y destrucción a Boyacá; pero los problemas que las motivaron nunca parecían tener solución. Rafael Núñez no pudo controlar el caos en 1886, cuando la presente Constitución Colombiana fue promulgada, y nuevos conflictos se desencadenaron en 1895 y desde 1899 a 1902. Ésta era la época de caudillos tales como Pedro María Pinzón, José María Ruiz, Gabriel Vargas Santos, Rafael Uribe Uribe, Benjamín Herrera y Foción Soto, liberales; y Rafael Reyes, Próspero Pinzón, Manuel Casabianca y Ramón González Valencia, conservadores, quienes condujeron a los boyacenses y a todos los colombianos a luchar por caros ideales o a defender diversos principios constitucionales. Cincuenta años de paz interna unos hechos casi sin rivales en la América Latina hicieron posible que se restañara la sangre y cicatrizaran las heridas abiertas en el siglo anterior. Carreteras y ferrocarriles empezaron a abrirse paso en Boyacá, especialmente la importante vía que une a Tunja con Bogotá (1906). El Ferrocarril del Norte empezó a funcionar en 1929, aunque los boyacenses continuaron siendo belicosamente activos en política, especialmente en tiempo de elecciones, la tendencia durante este período fue indudablemente de paz y de progreso. Así se efectuaron dos democráticas entregas de poder entre los partidos, uno en 1930 por Miguel Abadía Méndez y otro en 1946 por Alberto Lleras Camargo.

Cuando luego del asesinato de Jorge Eliécer Gaitán en 1948, la lucha por el poder entre los partidos tradicionales pasó de plano ordenado y democrático a uno de intimidación y violencia, Boyacá se convirtió una vez más en uno de los teatros de la guerra civil. Los Llanos Orientales declararon su independencia del gobierno central durante el período presidencial de Laureano Gómez y Roberto Urdaneta Arbeláez (1950-1953), cuando leyes especiales fueron dictadas para poder hacer frente a tan delicada situación. La guerra fue especialmente cruel en El Cocuy, Miraflores, Zapatoca y otras regiones. Esta lucha llegó a su término el 13 de junio de 1953, cuanto el Teniente General Gustavo Rojas Pinilla tomó el poder. La pacificación de los Llanos permitió al Presidente Rojas devolverlos a su tierra natal durante el año 1954.

Resulta por demás aventurado, precisar el pasado prehispánico de Rondón, particularmente porque hace falta una investigación de campo muy exhaustiva y especializada, que demanda tiempo y recursos, no obstante, se sabe que este inmenso territorio selvático de cerca de 204 kilómetros cuadrados, no sólo fue un parque natural incomparable, sino un punto de encuentro entre diversas culturas indígenas, estratégico por su ubicación en aquellos días de contiendas, intercambios comerciales y exploraciones con diversos propósitos: (caza, pesca, medicinas, etc.); si bien Rondón claramente hizo parte de los dominios del Imperio Chibcha que abarcó todo el Altiplano Cundiboyacense, no es menos cierto su asimilación y cercanía con los Indios Teguas, cuyo asiento principal se encontraba un poco más al sur, en predios del actual municipio de Campohermoso, y cuya cultura invadió también buena parte de las provincias de Márquez y Lengupá; al Conquistador no le interesaban tanto las divergencias o diferencias culturales entre una u otra familia aborigen; habido como estaba de riqueza y reconocimiento, le interesaba más incrementar sus políticas de sometimiento y dominio territorial, como consta en los Documentos de los Cronistas de Indias que registraron los años de Conquista. Por todo lo anterior, resulta interesante conocer algunos aspectos de la cosmogonía, el medio geográfico, las costumbres y algunos episodios interesantes y significativos de las dos principales culturas aborígenes, que originariamente poblaron el Municipio de RONDÓN.

Nuestros aborígenes tienen lindísimas leyendas. Las transmitieron de generación en generación y muchas han llegado milagrosamente hasta nosotros para formar la hermosa literatura de la Colombia prehispánica.

Explica el misterio de la aparición de la luz del primer amanecer. Antes todo era oscuro entre los hombres. El Dios Chiminiguagua quien guardaba la luz, lanzó una de las enormes aves negras que arrojaban luz por el pico iluminando todo el mundo; pero aun había oscuridad, pues no había sol ni luna. El Cacique de Ramiriquí ordenó entonces a su sobrino quien era Cacique de Sogamoso, que subiera al cielo y alumbrara al mundo. El Cacique de Sogamoso subió y se convirtió en sol que iluminaba a los indios todos días. Pero las noches seguían siendo oscuras, por lo cual el Cacique de Ramiriquí decidió subir al cielo y convertirse en luna.

El primer día del mundo, una mujer llamada Bachué, emergió de una profunda laguna (Iguaque fuente de la vida la que hoy se llama «San Pedro» cerca a Villa de Leyva) con un niño de tres años. Cuando el niño creció se casó con ella y tuvieron cuatro hijos, a la vez, ellos fueron poblando la tierra; anduvo la pareja por todas partes y ya viejos regresaron a la laguna, se convirtieron en serpientes y desaparecieron.

La esposa del Cacique Guatavita cometió un gran pecado y al ser castigada por su marido huyó con su hija arrojándose a la laguna. Arrepentido ordenó buscar los cadáveres, pero la culebra o dragoncillo que vivía en la laguna se desposó con la mujer y se comió los ojos de la niña. Desde entonces cada cacique elegido hacía una travesía en balsa cubriendo en polvo de oro su cuerpo, se sumergía y echaban en la laguna ofrendas preciosas para implorar protección de los espíritus de las aguas.

El Cacicazgo de Guanatá lo rodeó también la leyenda tejida en torno a la bella hija del cacique, Patanoa y el Conquistador Ramiro de Mendoza. «El Cacique Guanatá descubrió que entre Ramiro y su hija Patanoa se cruzaban miradas muchas más expresivas que las palabras. Por esta razón el malicioso cacique rondaba con más frecuencia y disimulo el bohío que se le había señalado; provisto de una flecha, al amparo de las hojas del platanal o dentro de los surcos del maíz, horas enteras rumiando su vencimiento o espiando la oportunidad, iba y venía de la sementera al rancho y del rancho al manantial de agua familiar, escrutando con los ojos y el pensamiento todo movimiento del español y de su hija». Pasado un medio día, Guanatá rondaba, al igual que la tragedia, la pasividad del bohío, mientras la esposa Juracambita (mujer fuerte) y su hija preparaban los alimentos; a través de los cañizos que servían de muro, las chispas de fuego alternaban con los ojos de Patanoa, fulgurantes de juventud, los pequeños espacios del tejido del chusque, en tanto que afuera en el patio y a la sombra del Pomar donde enredaba el granadillo, Ramiro simulando dormir la siesta, cubierto los ojos con un brazo, en realidad miraba y esperaba la salida de Patanoa. Largos minutos se llevaron la espera y el silencio, un fuerte sol hacía reverberar la tierra y una infinita quietud arropaba las copas de los árboles, cuando un grito de Ramiro rompió el espacio, seguido de ruido de hojas secas y el inconfundible traqueteo de una serpiente cascabel en fuga. Ramiro herido por el ofidio en la mejilla, angustiosamente se estrujaba la cara entre las manos, en tanto que Patanoa salía presurosa del bohío, la aguerrida doncella india, recordaba entonces las lecciones de sus vecinos, los teguas; para estos accidentes aconsejaban extraer con la boca el mortal veneno, de rodillas, juntando a su pecho la cabeza de Ramiro y luego a sus labios la mejilla herida, fuertemente, con la fuerza de quien pretende arrancar la vida a la muerte, succionaba la sangre el mancebo que, presa de profunda emoción, no sabía si era el amor que la acosaba o el dolor de la mordedura que se iba. En esos precisos momentos Guanatá surgió de entre el platanal como una sombra, lívido y tembloroso, trabados los dientes en crujimientos de incontenible cólera, levantó la flecha y mientras

reducía el diámetro del arco, sus ojos fosforescentes por la ira, como de fiera acorralada, parecían por lo fijos en el cuerpo de Ramiro, como si quisiera señalar la ruta del arpón de guadua y soltó la caña que silbante fue a clavarse en la espalda del intruso, abriendo más ancha herida la vibrante penetración del dardo envenenado. Ramiro intentó gritar, pero un borbotón de sangre le detuvo el grito en la garganta, tiñendo de púrpura las cariñosas manos del Patanoa. Guanatá preso de profunda crisis nerviosa soltó una carcajada y arrojando el arco de la flecha a los pies de la víctima agonizante, levantó a su hija y abrazándola estrechamente le gritaba: Patanoa! jataca! jataca! (jamás, jamás) y forzada pero lentamente la fue retirando de aquel trágico lugar. El español vacío ya de sangre el corazón, tronchada la cabeza para el final desgonzamiento lanzó su última mirada de agradecida ternura a la joven india que lo despedía con besos, y cual si quisiera llevar su imagen grabada eternamente en las pupilas yertas, quedó así con los vidriosos ojos inmensamente abiertos ante la impasibilidad del horizonte, ya que a medida que se alejaba Patanoa, tras ella se le iba yendo la vida». (Leyenda tomada de Lecturas Dominicales por Julio Roberto Galindo Sierra).

Para analizar la estructura familiar y las relaciones, ya que la línea femenina es la que se usa para establecimiento de filiación entre los pueblos primitivos. (Leyenda tomada de la obra de Fray Esteban de Ascensio, sobre la Fundación de Santa Fé. Según esa leyenda después de que se convirtió en luna el Cacique de Ramiriquí tomó el nombre de Hunzahua y se trasladó a Hunza (Tunja). Este Hunza se enamoró de una hermana que tenía buen parecer y no pudiendo conseguir sus sensuales instintos por la vigilancia con que la aguardaba la madre, dio traza de hacer viaje a la provincia de los Chipataes a comprar algodón de que aquella provincia ha sido abundantísima, con intentos de que lo acompañara su hermana para cumplir con ella lo que traía de su afición como sucedió pues, dándole licencia a la madre para que fuera con él. A pocos días de cómo volvieron hecho de ver la madre el mal recado, viendo que le crecía el vientre y pechos, conque encendida en cólera cuando lo adivinó, tomó la «sana» que es el palo con que se rebulle la chicha (la estaban haciendo en ese momento) y arremetiendo con la mozuela para darle, ella para ampararse del golpe se puso detrás de la gacha y (olla) donde se hacía, que no le fue poco provecho pues le descargó sobre ella la ira de madre quedando la moza cerca de la chicha derramada y la gacha quebrada, en memoria de la cual se abrió la tierra y recibiendo la chicha quedó hecho un pozo de ella aunque convertida en agua que ahora se llama «De Donato» comillas. Hay que tener en cuenta que los chibchas llamaban a los primos con el nombre de hermanos.

(Tomado del libro de leyendas titulado «Retablo Aborigen» de Max López Guevara) «En las rocas de Iza, al marcharse dejó estampada la huella de su pie Bochica, maestro, legislador y providencial dios de los Muiscas. Y la multitud lloró la desaparición del Moisés, apóstol y conductor supremo, cuando en frases postreras les prometió el envío de un profeta engendrado por Zuhé en el vientre de una Virgen de la raza y les dijo que volvería por los caminos del bien, la fertilidad de las tierras, la exuberancia de las cosechas, la posibilidad de las industrias, y la benevolencia del sol. También les predicó sobre la necesidad de proscribir a Huitaca, la diosa de las borracheras. Innumerables lunas pasaron sobre el imperio chibcha y hubo sequías, guerras y privaciones sin que llegara el profeta prometido. Pero los jeques y los Augures al fin, anunciaron la proximidad del arribo.

Entonces, todas las doncellas tuvieron la esperanza de ser elegidas y el sol comenzó a palpitar en sus entrañas vírgenes, cuando sobre su epidermis cobriza hacía contacto. Ocurrió que un buen día Zuhé fecundó los vientres Chuecuta y Siratá, hijas del Ramiriquí y su esposa Farquentá, las cuales, por mucho tiempo, ansiosas esperaban desnudas en los Cerros de Guachita y de Caguata los ósculos fervientes del astro del calor y la luz... las jóvenes chibchas persiguieron con su mirada vaga el vuelo de las mariposas, la madurez de los frutos y los ocasos de la diosa Chía. Sintieron palpitaciones extrañas y el agua de la fuente sació su sed mientras cada vez se hacía más ostensible el crecimiento del hijo. Y estupefactas dieron a luz dos esmeraldas transparentes, que, bajo sus manos y arrullos maternales, fueron creciendo hasta hacerse hombres. A ellos la tradición les ha reconocido con los apelativos sagrados de GORANCHACHA y FONZAQUE. Y relatan las crónicas que los hijos del Sol fueron de manera esmerada y solemne educados en la Cuca, habitación reservada a los herederos del mando y que cuando fueron púberes, se les condujo al Bohío Hunzativa, la vieja consejera de los muiscas, quien debía señalarle su destino. Cuando llegaron, con la majestad de una iluminada, ordenó a su nieta ICARIMA diera a los visitantes dos simbólicas ofrendas. Entonces la niña con el rostro oculto por su líquira entregó a Goranchacha la macana de mando y a Fonzaque, la Chirimía de los pregoneros... Recluidos en la real habitación hasta completar la mayor edad, los primos hermanos jamás lograron avenir sus caracteres. Como un filósofo pensativo y concentrado, Goranchacha llega a los 24 años comienzo de su vida pública, según las normas de los antepasados. Fonzaque, siempre travieso, disipado y burlón, tanto que, en presencia de la venerable Hunzativa, no le importó la solemnidad de la ceremonia y por varias veces intentó mirar el rostro de Icarima descubriéndole la venda que ocultaba su faz. Y así crecieron los reales primos entre disputas y múltiples contrariedades. Los separaba el temperamento, pero nunca su comunidad de origen. Cuando llegaron a los 24 años, desde la cima de los cerros donde habían sido concebidos, la chirimía de Fonzaque anunció la iniciación de una nueva era en el Imperio Chibcha. Entonces, en el adoratorio de la Guacamaya, el supremo señor de Tamiriquí en acto ritual previsto por los cánones sacerdotales, hizo la consagración ordenada por las deidades aborígenes: Goranchacha como hijo de Zuhé enviado de Bochica y a Fonzaque como pregonero vitalicio... Y Goranchacha comenzó su apostolado por los mismos sitios donde había nacido y crecido. En el ara y el púlpito de piedra de la Guacamaya, origen del sacerdocio muisca, enseñó al animal sagrado sus sermones y doctrinas que debía transmitir a la posteridad. Desde entonces, este animal sagrado para los chibchas, tuvo el privilegio de hablar. El Enviado de Bochica señaló el curso de las aguas del Ritoque que debía fecundar las tierras y los bosques de Baganique y eligió a Turmequé como centro del trueque y de las transacciones comerciales del imperio. Recorrió caseríos y veredas en números sin cuento, recordando las enseñanzas nobles y fecundas de Bochica. Predicó la obligación de adorar a los dioses. Y con dogmática moral casi cristiana, les enseñó la veneración de los caciques, la conservación de la paz, el laboreo de las tierras, el tejido de las mantas y la práctica de la Caridad. En sus peregrinaciones será siempre presidido por la Chirimía incansable del Fonzaque que anunciaba su llegada. Cuentan las tradiciones aborígenes que los pueblos de Ramiriquí, Ciénaga, Boyacá, Zetaquira, Tibaná, Chiriví y Hunza, le vieron y le oyeron predicar en la cúspide de los cerros. Un día cuando en tierras de Gachaneca un cerro de Ráquira, enseñaba el arte de modelar el barro, ya olvidado desde la aparición de Bochica, Fonzaque con su chirimía estridente, distrajo a los artífices de la cerámica. Entonces, Goranchacha, el profeta, castigó la impertinencia de su primo, a

quien levantándole las orejas se las hizo crecer como las de un zorro o lobo posteriormente dió muerte al Cacique de Ramiriquí por despiadado y cruel con sus súbditos y convirtió a la agorera Hunzativa en Sijita o Rana, símbolo del trabajo y del propio Imperio Chibcha. Luego, se radicó en Hunza la capital de los zaques. Ya en Hunza se dedicó a la meditación y al ayuno. Fue entonces cuando concibió la idea de construir un templo de extraordinarias proporciones. Algo maravilloso y colosal que congrega a todos los pueblos de la raza y desafiara los tiempos por venir. En desarrollo de sus planes, de canteras y bosques se transportaron ingentes moles de piedra y pesados troncos de finas maderas; los ceramistas construyeron enormes gachas decoradas con esplendor; de los sitios bajos se traían en caravanas interminables tapetes de fique, junco y esparto; en las fraguas se modelaron ídolos y láminas gigantes; varias docenas de monjes servían para que a través de sus carnes impúberes penetraran a la tierra las columnas; y estaban listos los dijes de oro, las esmeraldas y los símbolos todos de las ceremonias litúrgicas y de los ritos sagrados cuando los huéspedes del Zipa, gran Señor de Bacatá invadió los territorios del Zaque, supremo gobernante de Hunza; con la guerra vino la muerte y la desolación; se diezmaron los hombres de la gleba y los constructores del templo también sucumbieron tras la furia fratricida de los contendores. Goranchacha, el profeta que predicó la paz, la justicia, el trabajo y la caridad, resolvió morirse de tristeza y desconsuelo. Y volvió a predicar para anunciar la proximidad de una raza extraña que los esclavizaría y llenaría de oprobio y vejación. Cuando quiso decir frases de esperanza y hacer promesas en favor de su dolorosamente amada Hunza, sus palabras las acalló una columna de neblina fría y opaca que ascendió en espiral, se llevó el cuerpo magro del profeta y lo desparramó por el espacio; «por eso Tunja es todavía árida y opaca; porque el cuerpo yerto y sin vida de Goranchacha se esparce por sus calles y aposentos. Y la raza extranjera llega como lo anunciara el enviado de Bochica para someterlos a un rey desconocido, pero también a un nuevo y verdadero apóstol, Jesucristo». (Lectura tomada del libro de leyendas titulado: «Retablo Aborigen» de Max López Guevara).

Los indios chibchas se habían quedado atrás. Ahora estaba el Capitán Juan de San Martín con sus treinta soldados españoles en la parte sur de un territorio deshabitado, selvoso, cálido y húmedo. Era la hoya del Río Lengupá. Dos siglos después, esta región iba a formar el Cantón de Miraflores, perteneciente a la Provincia de Tunja. Un cantón que para entonces y hasta tres siglos después era apenas celda tupida en sus 74 leguas cuadradas, que abarcaban desde Zetaquira, al occidente, hasta Campohermoso, San Luis de Gaceno y Santa María al oriente, con las hoyas de sus afluentes los ríos Fucha, Rusa, Aguablanca, Tunjita. Selva impenetrable por todas partes, con sus árboles de quina, sus cauchos gigantescos, gaques, estoraques, robles, jalapos y gualandayes. Selva primitiva y fluorescente en sus cuatro divisiones, en las 57 leguas cuadradas de cerros que tiene, como en las de los páramos, y en la única de llano. Una topografía agreste, prolífica en su fauna salvaje, enmarañada en su flora Virgen. Juan de San Martín con sus treinta soldados caminaba, y entonces, por la parte sur de esta hoya, buscando siempre el oriente, vía Casanare. Había atravesado el páramo de la serranía divisoria entre los territorios de Garagoa y Miraflores. Después, inició el descenso hacia la hoya de Lengupá, y se ubicó en territorios de lo que hoy es Campohermoso, parte sur de del posterior Cantón de Miraflores. Los chibchas se habían quedado atrás, y ahora estaba aquel conquistador en un nuevo país, el de los indios «teguas», muy distintos en lengua, y en costumbres y el físico a aquellos. Pronto iba a saberlo.

Los españoles caminaban lentamente porque las laderas eran fangosas y enmarañadas, los bosques tupidos en los pequeños ríos tormentosos. Un silencio profundo reinaba en las cálidas vegas. Sólo el ruido de las aves, el transitar de los reptiles y el zumbido de los mosquitos. Eran días interminables. Largas y sudorosas jornadas terminaban y sin embargo los llanos seguían distantes y ansiados. Tal vez allí estaría el dorado, y la fiebre obsesiva del oro los impulsaba sin que hiciera presencia la fatiga, ni el temor, ni la naturaleza hostil. Un buen día llegaron a «un río no muy ancho, pero de corriente tan rápida que para atravesarlo el más diestro nadador perdió la confianza de sus bríos, a causa del movimiento impetuoso que llevaba por el despeño de unas rocas, y tal que aún el agua no se veía por la mucha espuma que los golpes formaba», según refieren las crónicas. Era el río que mucho más tarde se llamó Tunjita, nacido en las montañas del gran ramal divisorio de las hoyas de Garagoa y del Lengupá, ramal que se desprende de los inmensos páramos de Gachaneque, y río que va a desembocar al Lengupá en territorios de Campohermoso. Un río que también atraviesa una extensa región selvosa, que baña lo que mucho más tarde vino a constituir las veredas de Teguas, los Cedros, Hoyogrande, Chome y Curapo, que primero pertenecieran a Miraflores, otras veces a Macanal y actualmente son de Campohermoso. Como el río impedía el paso, cinco de los soldados de San Martín recibieron comisión que se les confirió de buscar el sitio más adecuado para vadearlo. El esguazo, como decían los españoles. Camino de las aguas y despejando malezas, examinaba lentamente, por entre el sordo ruido captado en las márgenes de aquella impetuosa quebrada, cuando de pronto se encontraron frente a un indio. El primero que veían en varios días de recorrido. Pero no era un indio chibcha. No llevaba mantas ni adornos, ni hablaba el idioma de los chibchas. Estaba semidesnudo, era arrogante, ágil y esbelto. Era un miembro de la tribu Tegua, que otros llamaban Tecua o Tergua. El indio se sobresaltó. Dado que fue de súbito como se vio rodeado de los cinco soldados españoles cinco raros hombres de color y con barba no tenía modos de huir. Pero como portaba un fuerte garrote, con él inició su defensa, sin amedrentarse, atacando con coraje y destreza. El cronista que oyó de los españoles el relato, lo refiere así: «bajaron más abajo cinco soldados para ver si hallaban esguazo, y a poca distancia encontraron un indio descuidado de ver en sus tierras a hombres de tal extrañeza en barba y color; y así las primeras vistas se halló con el susto que el caminante cuanto menos cauto se ve salteado de repentina fiera, y viendo con los pies, remite a más no poder su defensa a las manos, haciéndolo valiente en riesgo forzoso el mismo peligro que lo acordaba en el empeño voluntario. «Así, pues, el bárbaro, viéndose rodeado de los cinco infantes, y hallándose con un tronco nudoso en las manos, se les opuso feroz, que pudo dar lecciones de valiente al más arrestado montañero; porque jugando el bastón a todas partes, acometiendo unas veces y retirándose otras, hizo tan dudoso el combate, que ya se hallaron lastimados los cuatro y con dudas de poderle rendir por haber intentado desde los principios cogerlo vivo para servirse de él como guía en la jornada, de que resultó defendérseles tanto tiempo». El combate era desigual en número, pero igual en valentía. El indio Tegua repartía garrote a diestra y siniestra, caía y se erguía, derribaba y era derribado. Como dice el relato transcrito, a cuatro de ellos tenía dolorosamente lastimados, pero aun así no le era posible escapar. Seguía, pues, combatiendo. Sólo cuando entendió que apenas pretendían utilizarlo como guía según trataban de hacérselo entender, para que les indicara el lugar del vado, cedió y se contuvo. Les mostró entonces, un paso que causó asombro entre los españoles, por lo inusitado.

El historiador ha relatado estos momentos en la siguiente forma: «Pero recobrados a su acostumbrado valor, se dieron tal maña y, sin herirlo, lo derribaron en tierra (al indio) aunque era tan forzudo el bárbaro, que se los llevaba arrastrando a todos cinco por la cuesta que declinaba al río, forcejeando para precipitarlos con manos y pies, puñadas y mordiscos que repartía con grave daño a los cinco soldados. Más estando ya rendido al combate y amenazas que le quitarían la vida, y trocándolas en halagos y señas amigables, le dieron a entender que sólo pretendían les mostrase paso en aquel río: con lo cual más sosegado el bárbaro, los encaminó bien cerca de donde se hallaban a un puente de juncos tendidos, pendiente de los árboles más altos, que se hallaban en la una y otra banda del río: invención ni artificio que ninguno de los conquistadores más práctico de la tropa habían visto en las peregrinaciones de tan diferentes climas como tenían corridos, y así no había entre ellos quien se atreviese a pasar por ella; porque además de ser fábrica frágil, en forma de zarzo, con las cañas o mallas muy largas, sospechaban ocultarse en ella algún engañoso peligro o trampa artificiosa en que pereciesen todos». Después, otros puentes de bejucos similares iban a encontrar los españoles en esa región, y en otras como en Antioquía. Se ha dicho con razón que tales puentes colgantes inspiraron los colgantes de la arquitectura moderna. Era un sistema de transporte que hasta muy recientes días subsistió, inclusive sobre el propio río Lengupá y el Upía, sólo que después fueron hechos con gruesos cables y pequeñas tablas, a cuyo paso se balanceaba al pasajero como en perezosa hamaca. Pero para aquellos cinco valientes españoles el sistema de transporte era insólito, y despertaba la natural desconfianza. Ninguno se atrevía a utilizarlo. En el grupo iba un Rodríguez. Era Juan Rodríguez Gil, un soldado rodelero, conforme al escalafón del ejército conquistador, quien en muchas otras ocasiones había dado muestras inequívocas de su arrojo. En las luchas recientes contra los Panches, al Occidente de Boyacá, habíase distinguido por su fuerza y valor. Fue él quien entonces agarró y sujetó por la espalda un panche loco que absolutamente solo embistió salvajemente en tierra de los Muzos contra los españoles, poniendo en serio peligro a Juan de San Martín. Fue también él quien ahora en esta nueva ocasión incierta que le ofrecía la tierra de los Teguas frente al misterioso puente de bejuco suspendido, tomó la iniciativa para recorrerlo o cazarlo, desafiando el peligro. «Iba en la tropa Juan Rodríguez y, de quienes hemos tratado en otra ocasión continúa el cronista, y por más atrevido subió en el puente a reconocer las ligaduras; y pareciéndole bien aseguradas las amarras, fue caminando por él y reconociendo poco a poco (aunque extrañaba los vaivenes del columpio ordinario, que tienen semejantes puentes cuando los pasan) hasta que llegó a la otra parte de Río». Una vez dado el ejemplo por Rodríguez Gil, y demostrando que el puente de bancos podría ser utilizado sin riesgo y sin fraude por los infantes españoles, quedaba aún un problema: había que buscar la manera de pasar por entre el río los caballos, sin peligro, escogiendo el sitio y la forma más adecuados. Buscaron entonces la parte por donde la corriente era menos rápida, e idearon atarle a un caballo una soga que sería tirada de la orilla opuesta, y otra más que sería sostenida desde la ribera en donde se encontraba. Era lo que en Indias llamaban «aladera». Así controlarían el paso del caballo por el río, sostenido el se ató al animal desde las dos márgenes, halándolo si era necesario, esto es, si era arrastrado por la corriente. Pero ¿Quién llevaría la soga a la orilla opuesta pasando a nado, que era la única forma, para desde allí tirar al semoviente? Fue

entonces cuando el valiente Diego Gómez se aventuró a hacerlo. Sobre cómo lo hizo y en qué circunstancias, lo relata así el cronista, que lo oyó de labios de aquellos conquistadores: «De este único remedio sólo podía usarse en el estado en que se hallaban; pero ninguno de los soldados había quien no temiese tentar el paso, si no era Diego Gómez, de nación portugués, hombre determinado y diestro nadador, que se aventuró con el fin de remediar el daño de todos; más apenas tocó en la corriente mañoso cuando a pesar de su fuerza venció como superior la del río, llevándoselo y golpeándolo de una peña otra, de suerte que los compañeros hacían ya muy poca cuenta de su vida; mas su valor y destreza pudieron tanto en el riesgo, que sin soltar la soga de las manos, venció la pujanza de las aguas, dejándose primero llevar de ellas (traza bien pensada para seguirla contra el curso de la mala fortuna) y tomó la ribera contraria, a donde, por el orden referido, lanzaron los caballos al agua, y animándolos con gritos los fueron pasando de uno en uno, y siendo sólo por Diego Gómez conducidos: y concluido el esguazo, no sin pequeña fatiga de todos dieron vuelta al puente para pasar por él las sillas y bagaje que llevaban para la jornada». LA CARDEÑOSA DE LENGUPÁ Los expedicionarios habían logrado atravesar el pequeño pero tormentoso río. Estaban en su margen oriental, sanos y salvos. Pero aquel indio indómito y bravío que les había señalado el insólito puente de juncos se limitó a mostrárselo, porque luego se alejó a observarlos, distante y cauteloso. Vió así asombrado, el paso a nado de aquellos raros animales conducidos por tan experto nadador. Después, desapareció entre la maleza. Y los españoles se quedaron sin guía en su ansiosa búsqueda de los Llanos. ¿Cómo llegar hasta ellos? Indudablemente los había engañado la perspectiva cuando dieron tan próximos desde el cerro de San Sebastián. Hasta llegaron a pensar que había sido una simple alucinación, un espejismo. Sin embargo, ya habían encontrado un indio, de otro dialecto y otra indumentaria - si es que aquello podía llamársele así -, desconocidos hasta entonces por los expedicionarios españoles. Este indígena no podía estar distante de su tribu. Pronto la encontrarían. De suerte que decidieron continuar la marcha hacia el oriente, pero siempre hacia el oriente. Así lo convinieron y lo realizaron. La caravana empezó a avanzar nuevamente al día siguiente por aquel territorio que seguía siendo montañoso y hostil, húmedo y cálido. Eran laderas ásperas, sobre las cuales ascendían unas veces, descendían otras, casi gateando. Pusieron los infantes a la cabeza, esto es, los soldados a pie, a manera de heraldos, que abrían el paso rompiendo la maleza y señalando la ruta que facilitaría el retorno. A las horas del lento caminar hacían tediosa la jornada. Por ninguna parte encontraban indígenas, ni casas, ni alimento. De pronto se ven enfrente a dos indios de la misma tribu de la anteriormente conocida. Eran «dos indios gandules, de valientes cuerpos con dos bastones valientes de macana», según refiere el Cronista Fray Pedro Simón. Pero éstos no demostraron asombro, ni temor. Se les acercaron impávidos. Y de súbito uno de ellos descargó una gruesa barra sobre el español que tenía más cerca, y «le partió la rodela en dos pedazos, como si con alfange la hubieran cortado (tan poca es la diferencia que le hacen la macana)», comentó el Cronista Piedrahita. El soldado español sacó

rápido su espada y con ella embistió al indio en un abrir y cerrar de ojos. «De un revés lo abrió por los pechos», agrega el mismo historiador, viendo lo cual su compañero se asombró y emprendió rápido la fuga. Y se perdió entre la tupida maleza. La marcha continuó una vez que llegaron los soldados retrasados. Y a pocos pasos encontraron un rancho construido con maderas y hojas, de una gran pobreza. Estaba habitado y vivían en él quince personas de ambos sexos. Con cautela se acercaron los expedicionarios, cercaron la casa y la invadieron. Los indígenas permanecieron atónitos ante las sorpresivas visitas de seres tan extraños. No les ofrecieron resistencia. El Capitán San Martín examinó uno a uno a los moradores de aquel rancho pajizo. Con gran sorpresa advirtió entre ellos la presencia de una mujer alta, de belleza singular, joven y de cierto donaire y algún recato, que la hacían más atractiva. Su belleza esplendorosa atrajo su atención y la de todos sus compañeros, y les recordaba otra bella indígena que entre los indios Tayronas de Santa Marta habían encontrado españoles, a la que llamaron Cardeñosa. Como su porte era idéntico, igual su belleza, la denominaron de igual modo. Este vino a ser, entonces, la «Cardeñosa de Lengupá». El historiador que relató el incidente, lo dijo en los siguientes términos: «... y después de haber llegado la demás gente, pocos pasos dieron en la casa donde cogieron quince personas y entre ellas una india que en cualquier parte del mundo pudiera señalarse con hermosura (tan pródiga anduvo la naturaleza en disposición de perfecciones de que dotó el sujeto) era de aspecto grave, achaque de que adolecen todas aquellas que tienen confianza de su beldad y no la aplican a objetos ilícitos; a ésta la llaman la Cardeñosa, por el aire que daba su rostro al de otra dama que los españoles conocían en las costas de Santa Marta». Otro tanto nos relata el cronista Fray Pedro Simón, quien dice que después se encontraron los españoles «en unos ranchuelos a una india tan hermosa, modesta y grave, que podía competir con la española más adornada de estas prendas, y porque se parecía en más a una que los soldados habían conocido en Santa Marta que se llamaba la Cardeñosa, le pusieron a la India ese nombre». Después San Martín y sus soldados inspeccionaron por los alrededores y encontraron nuevas casas, muy distantes unas de otras, con pocos habitantes. Estaban en el centro del territorio Tegua, los indígenas vivían en estado muy bárbaro y eran gentes esquivas, raras en sus costumbres, poco sedentarias. Sin cultivos, escasos de comida. ¿Quiénes eran estos indios Teguas? Hoy se sabe que constituían una rama del grupo Achagua que pobló los Llanos de Casanare y las estribaciones de la cordillera que allí termina, indígenas que a su turno provenían del estado de Falcón, de Venezuela; que tenían una lengua agradable, culta, rica y fácil, dulce y elegante, según los calificativos que le dieron los jesuitas que los evangelizaron. Sin embargo, entre los Achaguas existieron grupos o tribus con diferencias idiomáticas. Los españoles «buscaron por allí mantenimientos de que padecían mucha falta», dice el cronista Piedrahíta. «Pero no bastaron sus diligencias agrega para descubrir el grano de maíz, aunque suplieron por las algunas tortas de casabe amasadas con hormigas, que solas y tostadas es todo el sustento de cierta nación que habita aquel país, cuya brutalidad y dejamiento se contenta con ellas, y al tiempo de tostarlas para ese efecto, dan el mismo olor que los quesillos que se labran para comer asados», añade el mismo historiador. Ese tipo de alimentación que revelaba un pueblo no agrícola y de extrema pobreza y abandono es confirmado por otros historiadores, y refiere que «ese territorio lo hallaron habitado por la gente más

pobre, bárbara y miserable que quizás se encontraba en las Indias, pues su único alimento eran las hormigas que allí se criaban, las cuales comían moviéndolas en grandes cantidades para convertirlas en especie de pastas mezclada con alguna fruta o granos de maíz, si acaso podían adquirirlos». También sobre esta original alimentación nos refiere algo el cronista Fray Pedro de Aguado, en breve reseña de aquella expedición. Hablando de San Martín dice que «prosiguiendo su descubrimiento, bajó hasta junto a los propios Llanos, donde halló una gente tan paupérrima y faltos de todas las cosas necesarias para el humano sustento, que solamente comían y se sustentaban de un género de hormigas gruesas, las cuales criaban aposta junto a sus casas, y dellas y otras silvestres raíces hacían tortas y comidas, con que se sustentaban. Y viendo esta monstruosidad de naturaleza, no curó pasar de allí». Encontraron por aquellos contornos los españoles una nueva planta alimenticia: El maní, «que viene a ser una mata - nos dice el cronista - que de las raíces tiene pendientes ciertas vainillas no mayores que las de los garbanzos, y dentro de ellas tienen unos granos que fuera de la cáscara parecen meollos de avellana». El descubrimiento le fue muy útil, pues numerosas plantas de esa clase les solucionaron parcialmente el problema alimenticio, del que ya padecían. De otra parte, los Teguas eran indios de una sorprendente longevidad, a pesar de su escasa y rudimentaria alimentación. Ordinariamente pasaban de los 100 años, «y al cabo mueren sin enfermedad», lo relata el cronista Fray Pedro Simón. Una semblanza de los indios Achaguas nos la da el padre Juan Rivero, quien los conoció directamente y los describe así: «es esta gente bien dispuesta, de forma gallarda y de buen talle: usan las cabelleras bien pobladas y dilatadas casi hasta la cintura, no sólo las mujeres sino también los hombres. Sus armas son arcos y flechas». En otra parte agrega: «El vestido por lo común es el natural, como en las demás naciones de estos sitios, desnudos nacen y desnudos mueren, si bien cubren esta desnudez con variedad de matices y colores con que se pintan desde los pies hasta la cabeza». «Las cabezas de ordinario las tienen teñídas de encarnado, de suerte que semejan los cabellos, como si los tiñeran con alinagre, úntanlos con cierto aceite otras veces como lo hacían los hebreos». «Es muy raro el indio de esta nación a quien le nazcan las barbas; al cabo de la vejez suelen apuntarles algunas, lo cual puede ser que provenga de la guerra contínua que traen contra ellas desde mozos, arrancándolas de raíz». «No adoran ídolos los Achaguas (...) agoreros si tienen muchos, y adivinadores de los sucesos futuros, ya por el canto de los pájaros, ya por el encuentro de los animales terrestres, y ya por los peces que flechan». «Son pusilánimes los indios, por una parte, y tan vengativos por otra». «Los Achaguas son por naturaleza dóciles, agradables y blandos, y más capaces y vivos de ingenio que otras naciones que tenemos en nuestra reducciones». Pero el destino en la expedición de San Martín eran los Llanos, que tan próximos vieron desde el Cerro de San Sebastián y, que ahora les parecían tan distantes e inaccesibles. Pidieron entonces a los indios Teguas que les indicaran la ruta a seguir, pero éstos, desconfiados e ignorantes, se negaron a hacerlo. «Ellos, en respuesta nos relata Piedrahíta se tapaban los ojos, significando con aquella acción que jamás habían llegado a ver aquellas tierras, ni sabían camino ni vereda por donde poderlos guiar». Los españoles estaban desconcertados, y veían inminente el fracaso de su empresa. «Más no por eso desistieron los nuestros de su pretensión, siguiéndola a tino por aquélla derecera, que los empeñó la suerte en montes cerrados y profundos arroyos murados de peñas, imposibles de vencer, en que gastaron diez días faltos de comida y sin rastro ni señal que notase haber habitación que no

fuese de fieras y animales bravíos, hasta que dieron en otro río mucho más impetuoso que el pasado y de más difícil tránsito, por lo inaccesible de los peñascos por donde corría». Habían llegado los españoles a las márgenes del río Lengupá, al que llamaron «Río Grande». Ahora les resultaba imposible continuar la marcha, como ellos lo reconocían, porque la anchura del río, su impetuosidad, los peñascos por entre los cuales se deslizaba eran circunstancias superiores a sus posibilidades. Perdidas las esperanzas de continuar la búsqueda de los Llanos, el Capitán San Martín, malhumorado y agotado, ordenó regresar a Garagoa, por el mismo camino que habían utilizado en la ida. Fue un regreso que se hizo más penoso con el hambre y el cansancio de los expedicionarios, a pesar de lo cual lograron retornar en su totalidad los treinta conquistadores, extenuados pero sanos y salvos. Habían gastado 40 días en la fracasada empresa, un término que había triplicado al concedido por Quesada, quien ya se encontraba intranquilo y preocupado por la suerte de sus soldados. Toda esta hazaña ocurre en 1537, como está dicho. Desde entonces se buscó el camino a los Llanos. Hoy, después de 400 años, los colombianos no hemos logrado construir una vía carreteable por esa ruta histórica que desde entonces intuyeron los españoles, como la vía natural de acceso a los Llanos Orientales. LOS TEGUAS Y EL TEGUISMO La nación indígena de los Teguas había alarmado a los españoles con su primitivismo, su miseria y su barbarie. Porque habían encontrado un pueblo poco numeroso, no agrupado en aldeas sino repartido en humildes chozas muy distantes unas de otras, y viviendo en condiciones paupérrimas. En cambio, los españoles habían advertido en aquellos indígenas un característico y general conocimiento de las plantas, en particular de las medicinales. Gozaba la región, y sigue gozando, de una abundantísima y variada vegetación, de suerte que la naturaleza misma, que les era tan prodigiosa, les brindaba los elementos necesarios para sobrevivir ante la acción destructora de reptiles, insectos, fieras, jejenes y bichos de la más variada índole, que pululaban en esos territorios. Las plantas medicinales eran abundantes, el pueblo Tegua las conocía, sabía de su aplicación y de su utilidad. Así se protegían de la naturaleza cuando les era hostil, con los frutos que ella misma les brindaba. Desde luego no fue la nación Tegua la única indígena que en la época de la conquista tuvo conocimiento e hizo aplicación de las plantas medicinales, sino que ésta fue una condición bastante generalizada. Pero es claro que ese conocimiento y esa utilización fueron más abundantes a medida que mayores peligros les ofrecía la naturaleza y más bondad y generosidad les brindaba su flora. Las tribus de las zonas cálidas y costeras del país supieron de antídotos y de venenos, de sahumerios y bebedizos, de infusiones y menjurjes, de bebidas curativas que extraían de yerbas y de árboles, a las que daban diversos usos en el tratamiento de las múltiples enfermedades. Personas especiales dentro de la tribu se dedicaban a esos tratamientos. Eran los médicos-brujos de las tribus que unas veces se llamaban mohanes, otra shamones, o piaches, u ogques, según la tribu quienes en sus curaciones añadían frases mágicas, ídolos zoomorfos, exorcismos y ritos, porque entendían a las enfermedades como castigo de espíritus y de dioses. Eran profesionales que en algunas tribus heredaban el oficio. Entre los Teguas era muy general la profesión de curanderos. Fueron indudablemente ellos los indígenas colombianos que primero practicaron la medicina popular, pues la profesionalidad era una

habilidad del común de la población. De generación en generación se fueron transmitiendo sus conocimientos, los que se fueron haciendo extensivos a un núcleo de población cada vez mayor. Esta tribu y no como privilegio de unos pocos trataba las enfermedades con infusiones o aplicaciones de yerbas, con succiones, con medidas extraídas de hojas y animales, con hojas marcadas. Utilizaban las quinas, la ipeca, la raíz de algunos árboles, diversas resinas, zumos de frutas, para tratar las más variadas enfermedades. Desconocidas muchas de éstas para los europeos, los tratamientos indígenas fueron examinados y estudiados y a veces utilizados por ellos. Pasaron los años y la tradición fue conservando esta sabiduría popular entre los moradores de las veredas ocupadas por los Teguas. En 1556, esto es, diecinueve años después de la llegada de los primeros treinta expedicionarios españoles que comandaba San Martín, llegaron a esos territorios teguas los padres dominicanos, a cuya labor debieron tales indígenas su evangelización. Fueron éstos los primeros colonos y misioneros que pisaron esta región. Dentro de su labor estuvo la de estimular la actividad curandera de los indígenas y la de aprovechar sus conocimientos sobre vegetales. Luego viene la Colonia y la República, y a través de estas etapas perduró la ciencia médica de aquellos primitivos pobladores de las riberas del Lengupá. A principios de este siglo XX un campesino oriundo de la Vereda de Teguas entonces de la jurisdicción municipal de Macanal y residente en Bogotá, revivió el nombre de su tierra natal e inauguró el teguismo, introduciendo inclusive esa expresión en el léxico colombiano. Era José Domingo Muñoz, curandero de profesión, a quien la gente de la capital llamaba «El Tegua», en razón de su origen. Sus dones de yerbatero eran bien conocidos, su fama volaba de boca en boca. Muchas gentes decían haber sido curadas por este humilde analfabeto. Sus medicinas consistían únicamente en ungüentos y aguas que obtenía de diversos vegetales. Como otros yerbateros actuaban sin escrúpulos o sin los conocimientos de Muñoz, ejerciendo sin relato su profesión, los médicos con título profesional exigieron la intervención estatal para que tal actividad fuera reglamentada. Fue así, como se dictó la Ley 12 de 1903 y su Decreto Reglamentario el número 592, de 8 de junio de ese año, según los cuales para ejercer la medicina se requería ostentar el correspondiente diploma universitario. En tales condiciones José Domingo Muñoz quedó inhabilitado para recetar. Pero un día enfermó Liborio Neira, y dado que se trataba de una persona de prestancia social, obtuvo éste que el entonces presidente de la República, General Rafael Reyes, diera licencia escrita para que excepcionalmente en ese caso único pudiera ser recetado por Muñoz, quien lo asistió y lo curó. Su fama se acrecentó, como era de esperarse. Las gentes hablaban del «tegua» como el acertado curandero que no ostentaba título académico. Desde entonces los vocablos «tegua» y «teguismo» se utilizaron en Bogotá y después en toda Colombia para designar a ese profesional anónimo y a esa actividad empírica médica, para escándalo de los egresados universitarios. «Teguas» fue la denominación que dimos a todo curandero no titulado, y por extensión, a quien ejerce sin el debido título cualquier profesión liberal. En junio de 1908 dirigió José Domingo Muñoz una carta al señor ministro de institución pública en solicitud de la licencia que lo autorizara para ejercer su oficio en todos los casos y oportunidades. En dicha carta se identificó el remitente diciendo de dónde era oriundo, y agregó: «Es la vereda de Teguas, en Macanal, una sección en donde sus hijos poseen, sin que les sea dado de explicar cómo ni por qué, el don de conocer las enfermedades sin tocar a las personas y la manera de curarlo sin emplear jamás la cirugía, ni remedios con las cuales peligre la vida de quienes los tome. Para toda medicina se emplean vegetales inofensivos, muy conocidos desde luego». Muñoz agregó a su carta multitud de certificaciones expedidas por personas que declaraban haber sido curadas por el «tegua», a pesar de lo cual la decisión gubernamental se mantuvo. Con toda esa

documentación publicó un pequeño folleto que circulaba haciéndole ambiente favorable pero inútil a su petición. El empirismo quedó derrotado. Sólo quedó un nombre, el del «tegua» con el que primero se designó como apodo a Muñoz, para luego designar a todo curandero. Fue, eso sí, un nombre con que se enriqueció nuestro léxico colombiano no importa que no lo haya aceptado la Academia de la Lengua, como testimonio de una tribu indígena integrada por yerbateros, moradores de la ribera occidental del Lengupá. PESCA, LUGAR DONDE SE UBICABA EL SEMINARIO CHIBCHA EN LIMITES CON RONDON En Pesca, según la tradición, hubo una CUCA. Allí aprendían los estudiantes aborígenes todas las ceremonias litúrgicas y al cabo de doce años podrían ser elegidos Chuques o Jeques, como los llamaron los españoles. (Gabriel Camargo Pérez).

Hacha en piedra encontrada en RONDON, actualmente la posee el Señor JOSE ANGLE SOLOR ROMERO

En la CUCA o seminario aprendían también los seminaristas, no sólo los dogmas fundamentales de su religión, sino ciertos secretos mágicos o médicos exclusivos de la casta sacerdotal. Cuando el estudiante era considerado digno de presidir los sacrificios en algún templo, se le perforaban las orejas colocándole en ellas zarcillos de oro. Las costumbres sacerdotales, las describe el Obispo Piedrahita, quienes sacan una gran lección al relatarlas: «trataré de sus costumbres para que algunas de ellas sirvan de confusión a los que somos indignos ministros de Dios: no se les permitía casarse, vivían castamente y si había presunción de lo contrario se les privaba del Ministerio. Pues decían que las manos con que se hacían las ofrendas y sacrificios a los Dioses en sus templos, debían ser limpias y no polutas. Vivían en notable recogimiento y eran tan abstinentes que cuando comían era muy poco y ligero. Hablaban pocas palabras y dormían menos, porque las más de las noches las gastaban en mascar ayo». Los curas jeques, chuques o mohanes, distintos nombres para designar a los sacerdotes chibchas, después de tan larga y austera formación en LA CUCA DE PESCA, eran distribuidos por todo el imperio o jurisdicción del sumo pontífice de Suamox, para ofrecer sacrificios, organizar las festividades religiosas y encabezar procesiones. HISTORIA DEL MUNICIPIO Y LA PARROQUIA DE ZETAQUIRA, NÚCLEO POBLACIONAL PREDECESOR DE RONDÓN El territorio de Rondón fue derivado de Zetaquira por razones eminentemente prácticas que invocaron los pobladores de la época para solicitar a las autoridades civiles y eclesiásticas la fundación de nuevos municipios y parroquias. Así también nació Zetaquira, 159 años antes que Rondón, una comunidad creada y organizada en sus comienzos por los hijos y nietos de los primeros conquistadores que abriéndose paso por entre una naturaleza agreste y hostil, sometieron y evangelizaron a los aborígenes de Lengupá y echaron las primeras bases para convertir este rico territorio en tierra de promisión, de abundante agricultura y ganadería portentosa. Los primeros evangelizadores que llegaron a Colombia fueron los sacerdotes pertenecientes a la Compañía de los Dominicos, los cuales se extendieron por todo el territorio para llevar la palabra Dios. Cuando llegaron a cristianizar los indígenas de Ramiriquí, se desplazaron a colonizar el vecindario de Zetaquirá el cual era muy reducido. Sin embargo, allí levantaron una pequeña ermita que llamaron de Nuestra Señora del Rosario, bellísima imagen muy venerada por los habitantes

debido a los muchos milagros que se digna obtener de la Providencia para los fieles que fervorosamente evocan su nombre; se afirma que es copia fiel del lienzo de Nuestra Señora de Chiquinquirá. Esta fue la primera capilla de la región. Quedamos ignorando la identificación de aquellos pioneros de la de la región. Quedamos ignorando la identificación de aquellos pioneros de la cultura de la que los historiadores de la conquista refieren poco a los nombres y a los trabajos que realizaron los primeros sacerdotes que llegaron al Nuevo Reino de Granada. Pero sin duda fueron ellos los fundadores de la ermita que más tarde fue incluida dentro de la Parroquia de Lengupá cuyo centro era Berbeo. La distancia hizo que las obligaciones religiosas se cumplieran con dificultad, no sólo por los sacerdotes sino también por los feligreses. Tal motivo obligó a los vecinos del municipio a exponer sus problemas ante el gobierno eclesiástico para que se les tuviera en cuenta y fundasen allí una nueva parroquia. A continuación, transcribo la solicitud que hicieron los vecinos de Zetaquira a las autoridades eclesiásticas para elevar el poblado a la categoría de parroquia durante la época hispánica, año de 1745. Petición: Sr. visitador y juez eclesiástico. Nosotros los vecinos del maestro don Ignacio Navarro de los sitios que se comprenden desde la quebrada de Rusia para arriba ante Vmd. Parecemos en la mejor vía y forma que hubiere lugar en derecho y al bien de nuestras almas convenga y decimos que mediante a haber sido Dios Nuestro Señor servido que se dividiera este Valle de Lengupá en dos curatos para el bien de todos los feligreses y haber sido una obra tan del servicio de Dios Nuestro Señor bien y utilidad espiritual para todos los habitantes de dicho valle decimos como nos cupo estar nosotros viviendo de la mediación de dicho beneficio desde donde puede dicho nuestro cura administrar toda su feligresía sin los trabajos y dificultades que se ofrecían cuando era sólo un curato y que no podía menos nuestro cura que vivir en el pueblo en Lengupá por ser entonces la mitad de todo el valle de donde sale la consecuencia clara porque si antes era la mitad del curato en la iglesia de Lengupá mal puede si ahora que está dividido en dos la mitad de lo uno ni de lo otro como lo verá Vmd. y que de quedarse nuestra Iglesia en dicho sitio de Lengupá quedamos en las mismas dificultades y trabajos que antes teníamos particularmente en tiempo de invierno el cual dura ocho meses y en cual tiempo quedamos sin oír misa cuatrocientas y cincuenta almas chicas y grandes como lo verá sumerced a por este apunte que ante Vmd. Presentamos con la solemnidad necesaria siendo imposible el poder ir a misa por lo muy lejos, ríos caudalosos, malísimos caminos y no tener donde ocurrir a misa como lo pueden hacer los que viven del otro lado de Rusia y Suna los cuales pueden ocurrir con facilidad a oírla a la Parroquia del Señor San Joaquín de Miraflores, según tenemos entendido pretende el Maestro Blas Ignacio de Rojas fundar dicha parroquia y que de lo contrario se nos sigue a toda esta vecindad los mismos trabajos que antes de partirse dicho valle experimentamos muriéndose muchos sin confesión como lo probaremos en caso necesario porque por lo dilatado que está en el pueblo de Lengupá ríos y malos caminos como tenemos dicho no se podía llamar a nuestro cura y cuando venía estaban ya muertos o estaban que no podían recibir los sacramentos y se volvía dicho nuestro cura con la aflixión de no haber podido administrarles como también quedar los feligreses con la aflixión de ver enterrar los deudos sin el acompañamiento de su cura haciendo los entierros hasta los dos o tres meses que venía nuestro cura como también tener el trabajo no poder ir la más gente que este lado a cumplir con el precepto anual y así se quedaban por más tiempo de dos o tres meses después de la pascua y haber mucha gente impedida no tener forma de avisarle y todos los que habitan en este lado a los más ser bautizados de seglares por el riesgo que hay de llevarlos a bautizar al pueblo por lo que tenemos dicho de que viendo dichos vecinos si podíamos tener algún alivio como lo hemos tenido muchas veces asistiendo nuestros curas en la iglesia de Nuestra Señora de Zetaquira hemos puesto

el cuidado en ornamentarla de todo lo necesario como lo verá Vmd. y que fue la primera iglesia que se visita en el trabajo no poder ir la más gente que este lado a cumplir con el precepto anual y así se quedaban por más tiempo de dos o tres meses después de la pascua y haber mucha gente impedida no tener forma de avisarle y todos los que habitan en este lado a los más ser bautizados de seglares por el riesgo que hay de llevarlos a bautizar al pueblo por lo que tenemos dicho de que viendo dichos vecinos si podíamos tener algún alivio como lo hemos tenido muchas veces asistiendo nuestros curas en la iglesia de Nuestra Señora de Zetaquira hemos puesto el cuidado en ornamentarla de todo lo necesario como lo verá Vmd. y que fue la primera iglesia que se visita en este valle antes que hubiera la del pueblo y estar dicha iglesia en poco más o menos de la mitad del curato del Maestro don Ignacio Navarro en tierras firmes y en tierras propias y de la Santísima Virgen donde pueden poblarse muchos vecinos sin que haya quien los contradiga por lo cual y mucho más que pudiéramos poner ante la alta consideración de Vmd. Se sirva de mirarnos en caridad dándole posesión nuestro cura a quien su causa hubiere en la iglesia de nuestra Señora de Zetaquira para que en dicho sitio tenga su residencia para el consuelo de toda su vecindad y que fuera de tener la dicha iglesia con la docencia que hasta aquí se ha podido de aquí en adelante nos obligamos a fabricarla de teja con el fomento de nuestro cura y dado caso que le parezca nuestro cura no estar en la mitad de su beneficio nos obligamos hacer en la iglesia de paja en tierras de Guanatá las cuales tierras tienen prometidas Pedro de Rojas para la iglesia y su contorno las cuales están libres de censo hipoteca y enajenación y así mismo para la seguridad presentaremos la cesión de todos sus herederos para que en ningún tiempo tengan que alegar como no lo han hecho por las cuatro cuadras que donó a Nuestra Señora de Zetaquira mediante lo cual a Vmd. Pedimos y suplicamos provea y mande según que llevamos pedido en que recibiremos bien y merced con justicia que pedimos y por no saber firmar los más de los vecinos rogamos al señor alcalde lo hiciera por nosotros y juramos lo necesario en debida forma. José Antonio de la Serda, Pedro de Rojas y Estrada. A ruego de Gregorio de La Parra de Buenaventura de Morales, Tomás Fernández Cortés, Juan Crisóstomo de Morales, Ignacio Javier de Rojas, Juan Francisco de Morales, de Juan Sánchez, de Javier Ortiz, de Gerardo de La Cuesta, de Antonio de La Parra, Cristóbal de Morales, Francisco Niño, de Pedro de Herrera, de Pablo de Amaya, de Miguel Pinzón de José Pinzón, yo el alcalde José Antonio de la Serda. A ruego de Anselmo Morales, de Santiago Ramírez, de Juan Ramírez, de Roque Leguísamo de Francisco Huérfano, de Fabián de Morales, de Julián de Morales, de Alejandro Morales, de Jacinto Albarracín, de Miguel Albarracín, de Tomás Pérez de Laureano Agudelo, de Salvador Camacho, de Jerónimo de La Peña, de Francisco Fernández, Gabriel corredor. (siguen varias firmas). RESPUESTA FISCAL Señor Provisor y Vicario General: El Promotor Fiscal Eclesiástico de este arzobispado a esta vista dice: que según las diligencias acentuadas por el Juez nombrado para las diligencias mandadas hacer lo conveniente así para la administración como para evitar disturbios y controversias entre los dos curas, el que el uno tenga su residencia e iglesia en el sitio de Zetaquira y el otro en tierras de don Andrés Patiño en el sitio contiguo a la casa de Visitación Martín. Santa Fé - septiembre 6 de 1745 firma Doctor Cruz (Archivo de la Curia). Hoy se encuentra la población, las casas que allí se levantaron fueron de paja, lo que contribuyó para que un incendio arrasara con la mayoría de las habitaciones y la totalidad de la ermita y la casa cural. SIGNIFICADO DEL NOMBRE DE ZETAQUIRA Etimológicamente el nombre del municipio proviene del lenguaje chibcha.

ZETA: significa culebra. QUIRA: ciudad, región, zona o morada. Lo que quiere decir «ciudad de la culebra». Zetaquira fue el nombre que tomó el municipio desde su fundación, pero en el año 1858 los vecinos acordaron cambiarle el nombre primitivo por el de SAN JOSÉ DE LA FLORIDA, nombre que no tuvo tiempo de acomodarse entre los habitantes ya que por órdenes superiores en el año de 1869 volvió a tomar el original. Así dice el Decreto: Decreto número 40 del 17 diciembre de 1869 que expide el presidente del Estado Soberano de Boyacá doctor FELIPE PÉREZ. Artículo 1º la nomenclatura de los distritos del estado para los usos oficiales, será la misma que dichos distritos tenían en 1858 en consecuencia, el Distrito de Padua se llamará en adelante «Ventaquemada»; el de Colón «Chiriví»; el de Quebradas «Gachantivá»; el de San José de la Florida, « Zetaquira»; y el de Ricaurte, «Covarachía». INSTITUCIÓN MUNICIPAL EN EL PERIÓDO DE LA COLONIA Al iniciarse la Colonia, en todo el territorio se formaron grupos de población, al principio con fines puramente económicos si tenemos en cuenta la recomendación que hizo Felipe II cuando determinó que tales centros urbanos debían ser establecidos en lugares con clima propicio para la agricultura... y agregaba: no sobra que todo esté dentro de una moralidad estricta. Pero con el paso de los años el objetivo fue principalmente religioso ya que para entonces el servicio eclesiástico estaba íntimamente vinculado al civil por las leyes del Patronato Regio y más que todo por la profunda religiosidad de reyes y súbditos. Los nombres que tomaron estas primeras agrupaciones de colonos fueron distintos, pero no tuvieron ninguna relación con el número de población. Así vemos llamar ciudades a pequeños grupos de uno o dos centenares de habitantes la diferenciación en los nombres como: ciudad capital, ciudad privilegiada con fueros, ciudad meramente o de provincia, villa y pueblo; lo hacían de acuerdo a disposiciones oficiales. El mérito del lugar donde estuvieran localizadas tenía mucha influencia en la determinación de su categoría. A estas ciudades se les asignaba a alguna administración civil compleja según la categoría, con sus alcaldes mayores, ordinarios de primero y segundo votos, pedáneos, independientes de corte o designación real, corregidores y regidores. El número variaba de acuerdo al mérito del municipio; Cárdenas Acosta no da un ejemplo: si el pueblo alcanzaba a cuarenta casas podía tener un alcalde pedáneo y si ochenta, dos. A estos se les permitía aprehender indios, negros, mestizos y mulatos, en delitos graves y castigar con penas de azotes, en los leves. El gobierno central estaba localizado en Tunja y tomó el nombre de Cabildo Metropolitano, tenía un gran poder político y económico. A su cargo estaba la guarda del orden público, el adelanto de las obras, la vigilancia en la justicia, la elección de los funcionarios municipales y la segunda instancia de los procesos jurisdiccionales. Para el territorio de Zetaquira el Virrey Mesías de la Zerda, expidió en Santa Fé (Bogotá) el 21 de mayo de 1765 el nombramiento del primer alcalde pedáneo, el cual recayó en don Francisco Antonio de Mendoza, quien se posesionó el 18 de julio del mismo año. Desde esta fecha Zetaquira que ya

figuraba desde 1745 como parroquia nace a la vida civil, con autonomía administrativa la cual en un principio fue incipiente, pero luego ha ido evolucionando de acuerdo a las exigencias de la cultura. El nombramiento de dichos alcaldes tenía su trámite: el Cabildo de Tunja presentaba los candidatos al Presidente de la Real Audiencia o al Virrey éste los nombraba siempre y cuando reunieran las cualidades exigidas por las Cédulas Reales; el futuro alcalde presentaba juramento de fidelidad ante el Cabildo y tomaba posesión de su cargo. Podía ser reelegido varias veces. ANTECEDENTES HISTÓRICOS DE LA FUNDACIÓN DE RONDÓN La administración española durante la colonia, fue bastante variada y compleja en lo referente a funcionarios, funciones y repartimiento y asignación de tierras. La formación de los pueblos estuvo más atada a la consolidación de una feligresía estable, que a la administración planificada de una unidad territorial. La iglesia católica cumplió una misión preponderante en la «HUMANIZACIÓN» de la Conquista y la Colonia, y su papel fue determinante en la evangelización, educación y protección de los indios. Muchos sacerdotes y religiosas asumieron una actitud paternal, virtuosa, a veces heroica y auténticamente cristiana de defensa de los aborígenes, contra los abusos y la tiranía de los Conquistadores y dignatarios de la Colonia. El proceso ulterior de sincretismo racial, la consecuente decadencia de los resguardos y la expedición de los primeros títulos de propiedad a los mestizos, fueron consolidando paulatinamente la identidad Granadina, alrededor de cuatro ejes fundamentales: 1. La lengua española 2. La religión católica 3. La fidelidad a la Corona 4. Y un vínculo muy íntimo y trascendental con la tierra y la naturaleza, sobre todo en el caso de Boyacá. Dentro de este contexto cultural y con lógicas y explicables particularidades, nace RONDÓN en 1904, un pueblo auténticamente boyacense, enclavado en el corazón del departamento, privilegiado geográficamente, heterogéneo en su formación étnica, portentoso por su riqueza y adornado además por una raza pujante, emprendedora y de vocación universal. Volver los ojos a RONDÓN, después de estos cien años de luchas y desvelos, es rendir un tributo a sus gentes, cuya mayor virtud es el trabajo honesto y cuyo derrotero esencial es el engrandecimiento de la patria, como acertadamente lo corroboraremos ahora, revisando y rememorando algunos episodios de su historia. SEGREGACIÓN DE UN NUEVO MUNICIPIO RONDÓN Don Edmundo Quevedo en su libro «Monografía de Rondón» se refiere a esta segregación en los siguientes términos: «lo que hoy es territorio de San Rafael hacía parte del vecindario de Zetaquira; debido a la considerable distancia de La Galera a la Parroquia de Zetaquira. En 1902 el doctor Ignacio Arístides Medina Avila - Párroco de Zetaquira - y don Adolfo Quevedo nacido el 3 de febrero de 1869 trabajaron ahincadamente ante el Prefecto de la Parroquia de Neira, señor don Milciades Chávez, para que erigiese el sitio de La Galera en corregimiento del Municipio de Zetaquira. El Señor Prefecto atendió el deseo de los solicitantes y nombró de corregidor al señor Abelardo Vargas.

Más tarde los vecinos lucharon para que el corregimiento fuera elevado a la categoría de Municipio. Levantaron documentación a la Asamblea de 1904 y la Corporación expidió la siguiente ordenanza: Ordenanza número 5 julio 30 de 1904, por la cual se crea un Municipio, la Asamblea del Departamento de Boyacá, en uso de sus facultades legales, ORDENA: Artículo 1° Creáse el municipio de San Rafael, en la Provincia de Neira, compuesto de las veredas: Galera, Porquera, Renanica y Gacal, del municipio de Zetaquira, lindando con los municipios de Chinavita, Tibaná, Ramiriquí, Ciénaga, Viracachá, Toca y Pesca, y por lo que hace a Zetaquira, con la quebrada llamada «Santa Rosa» desde su nacimiento en los límites de Pesca hasta su desembocadura en el Río Mueche, todo éste abajo hasta donde le entra la Quebrada llamada «Renanica» toda ésta arriba hasta su confluencia con la Quebrada de «La Laja» y de aquí siguiendo el curso de ésta última hasta el límite con Chinavita. Artículo 2°. Segréguese del Municipio de Zetaquira las veredas a que se refiere el artículo anterior. Artículo 3º. Esta Ordenanza empezará a regir el 24 octubre del presente año y queda encargado el prefecto de la provincia en Neira para su cumplimiento. Dada en Tunja, a 27 de junio de 1904 El Presidente, Federico Farías. El Secretario, Joaquín Reyes. Gobernación del Departamento. Tunja, 30 de junio de 1904. Publíquese y ejecútese. Francisco Mendoza P. El 20 de marzo de 1916 elevaron una petición al ordinario diocesano en la cual indican la conveniencia de eregir una nueva parroquia, segregando el territorio del de Zetaquira, con párroco independiente, que pueda atender a las necesidades de los vecinos del municipio, ya que el sacerdote subía cada mes de Zetaquira a oficiarles misa y administrar los sacramentos. Por eso el día 29 junio de 1920, el Obispo de Tunja por mandato de S.S. Ilustrísima de Roma, concedió al pueblo el privilegio de eregirse en parroquia.

COLOMBIA: INDEPENDENCIA Y VIDA REPUBLICANA HASTA 1904

Durante la dominación española formó Colombia el Virreinato de Santa Fé; el 20 de Julio 1810 estalló la revolución en Bogotá, extendiéndose por casi todo el país. Las rivalidades surgidas entre provincias impidieron que se fortificase el nuevo régimen y cuando, después de su Restauración, quiso Fernando VII restablecer su autoridad, halló el camino fácil. Morillo se apoderó de Cartagena tras largo sitio, extendió su autoridad por casi todo el país, haciendo reinar el terror y Sámano consumó con su victoria de la Cuchilla de Tambo en 1816, la derrota de liberales, pasando a Venezuela, los que no se sometieron para ayudar a Bolívar. Éste emprendió desde allí la Campaña Libertadora de 1819, señalada por las victorias de Boyacá (1819), Carabobo (1821) y Pichincha (1822). Durante algún tiempo quedó unida Colombia, Venezuela y Ecuador, pero en 1830 se separaron de ella Venezuela con Páez, y el Ecuador con Flórez. Sucediéronle en el mando de la República de Nueva Granada: Santander, Márquez que luchó con la Revolución (Guerra de los jefes supremos) de 1839 a 1841. Herrán, Mosquera, López, cuyas reformas liberales causaron otra guerra civil, Obando, que hizo aprobar una constitución Liberal, pero fue derrocado (1854) por el Dictador Melo, vencido a su vez el mismo año. Le sucedieron los Conservadores Mallarino y Ospina (1855 y 1856). Durante la Presidencia de Ospina se promulgó la Constitución Federal de la República, que adoptó el nombre de CONFEDERACIÓN GRANADINA. Ciertas leyes del Nuevo Gobierno provocaron la Revolución Liberal de 1860, capitaneada por Mosquera. Este, después de su victoria, estableció un gobierno provisorio y reunió una Convención Nacional en 1863, tomando el país el nombre de: ESTADOS UNIDOS DE COLOMBIA. Por entonces, invadió el territorio colombiano un ejército ecuatoriano, pronto vencido en Cuaspud. Mosquera, Presidente en 1866, no pudo sin embargo sostenerse, siendo derribado y desterrado de 1867. Siguió un período de calma con las Presidencias de Acosta Gutiérrez, Salgar, Murillo Toro y Pérez. Aquileo Parra (1876) después de dominar la Guerra Civil, tuvo que retirarse, sucediéndole el General Trujillo, y en 1880 el doctor Rafael Núñez. Elegido éste nuevamente en 1884, llegó a convertirse en Dictador de Colombia, conservando un poder cada vez creciente, hasta su muerte en 1894. Los liberales, que ayudaron a su elección en 1884, creyéndole algo favorable a sus ideas, no tardaron en desengañarse; en 1884 estalló una Revolución pronto dominada, a consecuencia de la cual decidió Núñez, cambiar en Unitaria la Constitución Federal del país. Reinó una paz relativa hasta 1894, pero a la muerte de Núñez reanudaron los liberales la Guerra Civil contra el Vicepresidente Caro, siendo derrotados por el General Reyes en Enciso. El anciano San Clemente, Presidente en 1898, abandonó el poder en manos del Vicepresidente Marroquín. Volvió la Guerra Civil, que duró hasta 1903, agotando las fuerzas de la nación. LA GUERRA DE LOS MIL DÍAS La debilidad de los gobiernos conservadores presididos por San Clemente y Marroquín, y la ambición de los jefes liberales para ganar el poder, enfrentaron a unos y otros en la Guerra Civil más cruenta y más larga que haya tenido la República. Tres largos años de 1899 a 1903, duró el país en contienda fratricida, destacándose las batallas de Bucaramanga, Peralonso, y Palonegro. Esta última duró 26 días, en la que se enfrentaron 15.000 legitimistas, comandados por el General Próspero Pinzón,

contra 14.000 Revolucionarios al frente de Rafael Uribe Uribe, Benjamín Herrera y Gabriel Vargas Santos. Después de la GUERRA DE LOS MIL DÍAS, vinieron las epidemias que segaron más vidas que el machete y el Grass. Los campos empobrecieron por falta de mano de obra. Vino la hambruna y la economía del país se resintió gravemente. Se cerraron escuelas y hospitales, porque el presupuesto del Estado se destinó a pagar los costos de la guerra. Los otrora furibundos combatientes, arrastraban sus laceradas humanidades contraídas y mutiladas. Eso fue lo que ganaron los ciegos de la soberbia y la pasión fanática. Los otros, los que no pelearon, fueron los grandes y triunfadores del poder y de la abundancia. LUCHAS CIVILES Las guerras civiles tornaron a los pacíficos agricultores en violentos guerreros. Edmundo Quevedo F. narra así estos enfrentamientos: «En la madrugada del 23 de mayo de 1867, cuando el partido radical se apoderó del poder, soldados de Miraflores que se habían incrustado en la Guardia de Honor traicionaron a Mosquera para entregar, el mando al general Santos Acosta. En los Chancos, Manizales, Garrapata, Mutiscua, y la Donjuana, Santos Acosta y Sergio Camargo vieron en los calentanos mirafloreños la gente más aguerrida de su causa. Después Palonegro constituye el mejor recuerdo de nuestra anterior generación. De allí parte su ideología, allí se conocieron los dirigentes unidos bajo la efigie de la paz que reclamaban la familia y la patria, volvieron al valle materno por el Camino Real, rememorando sus hazañas reconociendo en la ferocidad de la guerra un castigo de Dios».

LENGUPÁ Y EL ORIGEN DE SUS PARTIDOS POLÍTICOS Juan Francisco Berbeo y los jefes Comuneros que se establecieron en la región hicieron del Lengupá un baluarte enemigo del pueblo español. Y más tarde Santos Acosta y los radicales que lo acompañaron la convirtieron en un fuerte liberal por tal motivo los gobiernos conservadores se vieron obligados a recurrir a forasteros para ocupar los puestos oficiales. Los Morales, Buitragos, Quevedos y Pinedas llegaron como empleados del gobierno, rematadores de las salinas, de la rentas o como cobradores del peaje de caminos y puentes. Alrededor de estos nuevos jefes se fueron formando los grupos conservadores. Solamente a ellos les estaba permitida la forja y cuando los liberales se declaraban hostiles, sus caballos quedaban inmovilizados por carencia de herraduras. Los que siguieron la corriente conservadora exploraron las gargantas del Peñol y La Galera, trazaron caminos y se localizaron en el municipio de Rondón y algunas veredas que hoy pertenecen a Zetaquira. Esta huida no terminó con los enfrentamientos personales, los que aumentaron con la Guerra de los Mil Días. La historia nos cuenta que algunos dirigentes de Zetaquira hacían daño a sus vecinos y muchas veces sus casas se vieron incendiadas y robados sus ganados, y exaltados los ánimos organizaron una represalia armada contra Zetaquira, se juntaron los hombres más fuertes y tomaron cinco barbacoas donde colocaron los fusiles simulando cadáveres. Algunos se disfrazaron de mujeres llevando canastos repletos de cartuchos, con la estrategia de la simulación del entierro enteraron a Zetaquira. Sus gentes no se preocuparon. Los de la mortuoria llegaron a la capilla de los muertos situada en la plaza, se armaron y abalearon varias casas siendo víctimas del asalto varias damas distinguidas del pueblo. Desde entonces los vecinos de La Galera no volvieron a contar con las autoridades y se vieron privados de la administración de los sacramentos. Tales enfrentamientos justificaron la independencia de la sección conservadora. Paulatinamente estos pueblos fueron aprendiendo a vivir en sociedad, cuando esta experiencia histórica les hizo llegar a la conclusión de

que es más cómodo, útil e importante vivir como gentes amigas ayudándose y respetándose y no como seres hostiles que acechan, estorban y destruyen recíprocamente. RONDÓN Y EL ENTORNO REGIONAL DURANTE LA ÉPOCA ACIAGA DE LA VIOLENCIA POLÍTICA Adscrito en una época a la PROVINCIA DE LENGUPÁ, Rondón no escapó, como casi ningún municipio colombiano, a los días angustiosos del sectarismo, el fanatismo y la ceguera política que asoló y llenó de violencia a la sociedad colombiana; a mediados del Siglo XX, el Historiador Boyacense GUSTAVO HUMBERTO RODRIGUEZ, relató con acierto y objetividad cómo afectó a toda esta región esa violencia, y qué implicaciones y consecuencias tuvo para sus habitantes, y en general para todo Boyacá. «Sin duda alguna una de las etapas más sombrías y luctuosas de la historia colombiana es la que corresponde al período comprendido entre los años de 1948 a 1953 del presente siglo, que suele denominarse época de la violencia. Se inicia después del 9 de abril de 1948, cuando cae asesinado en Bogotá el líder liberal Jorge Eliécer Gaítán, aunque con anterioridad se dieron esporádicos actos de persecución política en diversos lugares de la república. Desde entonces se aplicó la política oficial de «sangre y fuego», como sistema de gobierno, se organiza una política que el vulgo denominó chulavita y grupos civiles armados destinados expresamente a esa persecución y violencia. Las estadísticas oficiales registran que en ese lapso hubo más de 100.000 muertos, más de 30.000 casas quemadas, más de 400 aldeas arrasadas por completo, más de 330 regiones del país declaradas zonas de violencia, esto es, casi el 40% del territorio nacional. El país ofreció un cuadro sombrío y aterrador: miles de mujeres violadas en las plazas, de hombres castrados y torturados o quemados, de gentes arrojadas vivas desde los aviones, o a quienes obligaban a cavar su propia sepultura. Las grandes ciudades se llenaron de refugiados que abandonaban sus bienes y haciendas, o a quienes obligaban a vender a menor precio sus propiedades. Desde 1950, especialmente esa violencia se hizo sentir con todo el peso de la tragedia en Lengupá. Fue en los primeros meses de ese año cuando sorpresivamente llegaron en un amanecer 200 policías a Miraflores, penetraron violentamente a todas las casas del centro urbano, sometieron las residencias y sus moradores a una insolente requisa. y los concentraron en la plaza principal para identificarlos y hacerles sentir el peso del nuevo orden que imperaba en la república. Los días que siguieron fueron aciagos. La policía uniformada y los civiles adiestrados para sembrar el pánico, empezaron a aplicar sus consignas de tortura, de terror y de odio. Ciudadanos de vida puritana, gentes humildes sin tradición política, dirigentes locales, eran sometidos a la humillación y a la amenaza. Algunos fueron encarcelados, obligados a limpiar los sanitarios de las cárceles y los basureros, a pagar contribuciones forzadas, a renegar de su partido político. Tratamiento similar se daba en las poblaciones restantes de Lengupá. En Zetaquira se instaló un retén policivo, y otro en el sitio de Rancho Grande, de Rondón, en los que los pasajeros de los vehículos que por allí transitaban eran sometidos a humillantes requisas y ultrajes. Establecieron igualmente retenes policivos en el sitio de Buenavista, sobre el camino que de Miraflores conduce a Campohermoso y Páez, en el de El Mincho, sobre la misma vía, y en la población de Páez, hasta donde llevaban forzadas a gentes inocentes a las cuales eliminaban cuando exhaustos por el cansancio no podían continuar la marcha veloz a que eran sometidos. Las gentes de Lengupá empezaron a evacuar la región, abandonando sus pertenencias vendiéndolas a precios irrisorios. Muchos emigraron hacía Bogotá y Tunja, sin recursos, sin trabajo, sin presente y sin porvenir. Otros más, como muchos de diversas regiones de Boyacá y de Colombia,

emigraron hacía los Llanos de Casanare, al igual que en los tiempos de la independencia, a organizarse en guerrillas. Así aparecieron en Casanare grupos guerrilleros comandados por Eliseo Velásquez. Eduardo Fonseca, Eduardo Franco Isaza, Carlos Rodríguez, Jesús Solano, los hermanos Antonio y Alvaro Villamarín, Rafael Sandoval. Por estas razones, además, la persecución política se iba extendiendo paulatinamente hasta las últimas estribaciones de la Cordillera Oriental que caen sobre la llanura casanareña, en las cuales se producía igual fenómeno migratorio. Gentes de Lengupá, como Víctor Manuel Mendoza, Quintiliano Barreto, Ignacio González, Jesús Umaña, Aureliano Vaca, Efraín Torres, Juvenal Quintero, Celio Carranza, Rolfe Ramírez, José Ramírez, Marco Fidel Hernández, Guillermo Holguín, Pablo Alonso, Pablo Pinzón, Luis Rojas, Campo Elias Ruiz, abatidos por la insania, valerosos y resueltos, jugaron su última carta: emigraron para Casanare y allí organizan la guerrilla. Pronto se hicieron presentes los jefes que iban a comandar estos grupos de insurgentes. Esos jefes fueron los hermanos Bautista Vivas oriundos de Miraflores e hijos de Rubén Bautista, herrero de profesión, quien más adelante se vinculó a la burocracia local. Ellos fueron, Tulio Bautista Vivas, el primero, quien vivía en Iguaro con su esposa Guillermina Vargas y su hija Tulia, en propiedades de sus hermanos medios Antonio y Encarnación Morales, y quien sacado por la violencia engrosó pronto las filas guerrilleras para destacarse como el jefe valeroso, temerario y táctico. De treinta años de edad, estatura baja, hablar pausado, mirada esquiva, cutis moreno y agradables facciones, rústico y poco expresivo, se había formado como hombre de campo, endurecido por la brega diaria, para la cual no hay fatiga, inviernos ni soles caniculares. Roberto Bautista Vivas, quien para entonces vivía en El Secreto, en propiedades de sus mismos hermanos medios, hombre fiero cuya decisión y valentía constituían asombro de sus propios compañeros de lucha, curtido también en la dura faena de la vaquería. Manuel Bautista Vivas, quien vivía en Sabanalarga con su esposa Cecilia Vargas y sus tres hijos, valeroso y sagaz, fuerte y rebelde, igualmente formado en trajines similares. Pablo Bautista Vivas, alto, nervioso, locuaz y atrevido, blanca tez y coraje a toda prueba, quien vivía vinculado como guarda de rentas a la administración pública, en Miraflores y en Bogotá. Rubén Bautista Vivas, el menor, con edad aún escolar, de gran temple y decisión. Y el propio padre, Rubén Bautista, para quien no fue óbice su ancianidad para estar al lado de sus hijos en la lucha guerrillera. Desde 1950 los hermanos Bautista toman asiento en las faldas de la cordillera que caen sobre Casanare, y a partir del río Upía, en asocio del exteniente Jorge González Olmos, oriundo de Garagoa y hombre de temple y de escuela militar, fervoroso adicto a la causa política que se veía perseguida. Hacen del río Upía, en el puente de El Guamal, sobre la vía que conduce de Páez a Monterrey, su frontera. Su impenetrable trinchera. Una y otra vez la policía, y el ejército, intentan el cruce del puente, una y otra vez son repelidos por las tropas revolucionarias que no pierden ocasión de causarles bajas. Las fuerzas guerrilleras de Casanare se organizaron en grupos independientes que ocupaban diferentes zonas. Las de los Bautista constaban de 180 hombres armados y algunos más que ejercían funciones civiles de Comisarios, o se dedicaban al labrantío y ocupaban toda la zona comprendida entre el Upía y el Cusiana. Era la llamada «7ª Zona», de acuerdo con la organización guerrillera, la cual estaba dividida en 4 grupos comandados respectivamente por Tulio Bautista, Manuel Bautista, Pablo Bautista y Dumar Aljure, un aguerrido girardoteño que había desertado del ejército cuando en esa época una de sus unidades, a la cual pertenecía, ocupaba a Sabanalarga. Carlos Neira Rodríguez actúa de secretario de Tulio Bautista, y Jorge González Olmos instruía militarmente a la tropa y en ocasiones dirigía operaciones.

Habían empezado su hazaña guerrillera en 1950, con unos pocos hombres, una carabina peruana, tres fusiles y algunas escopetas, insignificantes elementos militares con los cuales hicieron ese año el primer asalto, a la población de Pajarito, sobre la vía que de Sogamoso conduce a Casanare. Muchos otros ataques realizaron hasta 1953; y entre uno y otro variaban de campamento, amparados por la densa montaña, sufriendo el rigor del clima, la escasez de alimentos, las penalidades de largas jornadas por entre la maraña del trópico, manteniendo una rígida disciplina interna que en ocasiones les causó trastornos y contadas deserciones, imponiendo la ley guerrillera en toda la vasta región sometida a su control y a su influencia, esperanzados siempre en que las directivas nacionales del partido político perseguido auspiciara su empresa, y en que la paz retornara a la república. Otro día, en 1951, la guerrilla de la 7ª Zona, con Tulio Bautista a la cabeza, se traslada hasta Chámeza, en donde saben que se encuentra el Obispo de Casanare en la anual labor de impartir confirmaciones a los fieles. Con sus hombres rodea la pequeña población, y Tulio Bautista se presenta solo y de improviso en la casa cural. Se le identifica al Obispo y le pide que intervenga para que la docena de soldados allá acantonados le haga entrega de las armas, bajo la amenaza de tomarse la población a sangre y fuego. El Obispo intercede y logra esa entrega. El Cabo Ciendúa, quien comandaba ese pelotón de soldados, deserta igualmente y va a engrosar las filas de la revolución. En otra ocasión las tropas de Pablo Bautista hicieron una incursión hasta San Eduardo, infiltrándose sigilosamente por los predios controlados por el ejército y la policía, y atacaron a algunos de sus moradores de los campos, se aprovisionaron de algunos elementos y regresaron velozmente a sus bases. En enero de 1951 Tulio Bautista planeó y ejecutó un audaz asalto a la guarnición acantonada en Páez. Burlando la vigilancia establecida en el sector se presentó de improviso una mañana con sus hombres, entre los cuales iban sus hermanos y los guerrilleros oriundos de Páez y de Miraflores. Al despuntar el día, Pablo Bautista rodeó el pueblo y Tulio Bautista hacia las 6 de la mañana penetró al cuartel con una pequeña escolta, vestidos todos con uniformes de la policía y una nota con sellos oficiales en la cual daba cuenta el cuartel de Miraflores de que los portadores estaban destinados a hacer el relevo de la policía acantonada en Páez. Tulio penetró hasta el dormitorio en donde aún desperezaba el sargento que comandaba aquella guarnición, simuló el encargo que ordenaba la nota, pero bien pronto aquel suboficial advirtió el engaño e intentó tomar su fusil, cuando una descarga le cegó la vida. Se inició el tiroteo, del cual cayeron abatidos tres unidades de la policía, y obtuvieron la entrega de sus armas. Entre tanto, Pablo Bautista se hizo presente en la plaza, eliminó al jefe de rentas que quiso hacer actos de protesta, y reforzó la toma de la guarnición. Tulio Bautista tomó además los uniformes de la policía, y a sus unidades los vistió de paisanos y les ordenó regresar a Miraflores a dar cuenta del insuceso. Estas acciones guerrilleras despertaban la reacción oficial. Fue así como el Batallón Tarqui, acantonado en Miraflores recrudeció la acción represiva. Corresponde al mismo enero de 1951 la fecha en la cual llevaron al ex-capitán de la Policía Tito Orozco, a quien habían capturado y llevado desde Melgar a Miraflores, atado y torturado hasta el tristemente célebre sitio de Buenavista, en donde lo arrojaron por los despeñaderos tajantes que la serranía allí presenta en un gigantesco precipicio que termina sobre las aguas del Lengupá. Y fue también poco después cuando las autoridades militares dieron la orden y realizaron la evacuación de la población residente en el área urbana de Miraflores, para convenir la ciudad en un gran cuartel. Solo le permitieron la permanencia a tres elementos liberales, por razones explicables y obvias: el juez, el médico y el agente de las cervecerías Bavaria. A partir de aquel día de 1951, Miraflores no pudo ser sino un desolado campo

militar, con vigilantes en todas direcciones, alertas al esperado ataque guerrillero. Un hermoso bosque de corpulentos robles y palmeras que adornaba la colina que al sur de la ciudad la guarecía y adornaba, sufrió la tala inclemente para destruir toda posibilidad de parapetos y de sombras que mimetizaran a los esperados invasores. Y en los primeros meses de l953 la furia contra los chusmeros calificativo que dieron a los guerrilleros hizo blanco en el busto del general Santos Acosta que por ley de la república se erigía en la plaza principal de Miraflores. Lo decapitaron, dejando huérfano su pedestal, y lo arrojaron a las aguas del río Lengupá. Para entonces, la vida guerrillera se tornaba áspera en su disciplina interna, agobiados por la larga duración de la empresa, por la sostenida acción guerrera, con todos sus sinsabores y permanente alerta. Los mismos guerrilleros eliminaron a Pablo Bautista el 22 de diciembre de 1952, atemorizados por el rigor de la disciplina que imponía, y temerosos de represalias hicieron lo propio en Planadas con Manuel Bautista al día siguiente. Tulio Bautista cayó igualmente acribillado en vecindades de su campamento de Iguaro, entre la misma espesura del bosque que le había dado refugio, y desde la cual emergía de improviso resuelto al ataque, con el valor y la temeridad que lo hicieron famoso. Roberto había muerto en un ataque guerrillero hecho a las tropas oficiales que merodeaban el Guavio. El 13 de junio de 1953 asumió el poder el general Rojas Pinilla con su lema de «no más sangre, no más depredaciones». El coronel Olivo Torres buscó entonces la entrega de las tropas guerrilleras de la 7ª Zona. En Sabanalarga se entrevistó con Guadalupe Salcedo y Jorge González Olmos para acordar los términos de esa entrega, que finalmente se perfeccionó en Monterrey en donde la guerrilla de los Bautista depositó sus armas en manos del general Duarte Blum, Comandante General de las Fuerzas Armadas. La normalidad regresó al territorio nacional, y desde luego a Lengupá, adonde ya no regresaron muchos de los exiliados políticos porque habían encontrado ocupación y a veces fortuna en otras ciudades colombianas, o porque el recuerdo atormentado del terruño se lo impidió. Lentamente, en Miraflores, por ejemplo, volvieron los amables tertuliaderos de «La Cascada», de «El Rubí» y de «La Copa», los piqueteaderos de la «Universidad» y de «El Infierno» volvieron a tener alegre movimiento. En alguna de aquellas tertulias se comentaba la supervivencia de la antiestética y gigantesca cruz que los militares en la ingrata época del Coronel Cuervo Araoz habían construido y dejado en la mitad de la plaza principal, en sustitución del busto decapitado del general Santos Acosta, con la siguiente leyenda: «Los caídos por Dios y por la Patria, presentes. Cdo. Tte. Cor. Daniel Cuervo Araoz. Miraflores julio de 1953». Dado el sitio escogido, el carácter burdo de la construcción, y la sustitución con ella empleada, la aludida cruz significaba una afrenta para la localidad. Se comentaba igualmente que ya la Junta Militar de Gobierno había atendido el reclamo telegráfico que el 27 de julio de 1957 habían dirigido prestantes ciudadanos de Miraflores, encabezados por Santos Acosta, Vicente Pineda, Pablo E. Ramírez, Italo Daza, Hernando Barreto, Leonidas Romero y otros, para que autorizara su demolición, cuando el abogado Luis Botía Correa sugirió dirigirle un telegrama al Presidente de la República de Venezuela solicitándole la donación de un busto del Libertador Bolívar, dada la circunstancia de que ese funcionario habita el Palacio de Miraflores en Caracas. El telegrama fue puesto y más tarde se recibió respuesta positiva del presidente venezolano. En el verano de 1961 el busto había llegado a Miraflores. Fue entonces cuando el abogado Vicente Pineda, animador principal de las festividades cívicas de la localidad y prestante dirigente de la misma, tomó la iniciativa de celebrar con regocijos populares su inauguración. El Embajador de Venezuela en

Colombia fue invitado especial a tales actos, y el pueblo entero destinó tres días a festejar la presencia de Bolívar en la plaza mirafloreña, entregado al regocijo general, como si una pesadilla hubiera terminado y se conmemorara un nuevo amanecer. Efectivamente, había renacido Lengupá». SURGIMIENTO DE LAS PRIMERAS PARROQUIAS EN LA REGIÓN DE LENGUPÁ De conformidad con las investigaciones del historiador GUSTAVO HUMBERTO RODRIGUEZ, «El territorio del actual municipio de Zetaquira junto con el de Rondón, al dividirse en dos parroquias la hoya del Río Grande, quedó haciendo parte del curato de Lengupá. Sin embargo, había sido Zetaquira el lugar de donde se había levantado la primera capilla o ermita, denominada de Nuestra Señora del Rosario, la que fue obra de los Padres Dominicos que llegaron a Ramiriquí y luego, más en obra de colonización que en evangelización porque la población indígena era ínfima, se desplazaron hasta esos lugares se trataba de una capilla que atendía con dificultad el cura de Lengupá, dado que el asiento de esa parroquia estaba ubicado al otro lado del río, en lo que hoy es Berbeo. de este hecho iban a derivar un derecho aquellos feligreses de Zetaquira, que para entonces apenas eran 400. Era evidente que el territorio de Zetaquira, ubicado al noroeste del Valle, les resultaba muy distante y difícil para asistir a misa, bien se tratara de la iglesia de Lengupá o de la proyectada en Miraflores, pues también de ésta estaban separados por dos ríos caudalosos, el Rusia y el Suna, el primero de los cuales separaba a los dos curatos. Fue así como en el año de 1745, el alcalde de todo el Valle de Lengupá aún no existían en él los municipios, José Antonio de la Zerda, atendiendo la solicitud de los vecinos de Zetaquira entre los cuales se contaban Pedro de Rojas y Estrada, Gregorio de La Parra, Buenaventura Morales, Juan Crisóstomo de Morales, Ignacio Javier de Rojas, Gerardo de la Cuesta, Miguel Pinzón, Santiago Ramírez, Antonio Ramírez, Juan Ramírez, Roque Leguízamo, Francisco Huérfano y otros más, cuyos apellidos denotan su condición españolísima, dirigieron un memorial suplicante a las autoridades eclesiásticas del virreinato para que se les erigiera en parroquia independiente, petición que comienza diciendo: «Nosotros los vecinos del maestro don Ignacio Navarro de los sitios que se comprenden desde la quebrada de Rusia para arriba, ante vuestra merced...». Alegan en su memoria los argumentos antes expuestos y luego agregan: «...pedimos y suplicamos a vuestra merced se sirva mirarnos con caridad dándole posesión a nuestro cura a quien su causa hubiere en la iglesia de Nuestra Señora de Zetaquira para que en dicho sitio tenga su residencia para el consuelo de toda su vecindad...» Añaden en su alegato que cuando la región constituía un solo curato «no podía menos nuestro cura que vivir en el pueblo de Lengupá por ser entonces la mitad de todo el valle, de donde sale la consecuencia clara porque si antes era la mitad del curato en la iglesia de Lengupá mal puede si ágora que está dividido en dos la mitad del uno ni del otro como lo verá vuestra merced y que de quedarse nuestra iglesia en dicho sitio de Lengupá quedamos en las mismas dificultades y trabajos que antes teníamos particularmente en tiempo de invierno el cual dura ocho meses y en el cual tiempo quedamos sin oír misa cuatrocientas almas chicas y grandes como lo verá su merced por este aporte que ante vuestra merced presentamos con la solemnidad necesaria, haciendo imposible el poder ir a misa por lo muy lejos, ríos caudalosos, malísimos caminos y no tener donde concurrir a misa como lo pueden ver los que viven al otro lado de Rusia y Suna los cuales pueden concurrir con facilidad a orilla a la Parroquia del Señor San Joaquín de Miraflores, según tenemos entendido pretende el maestro Blas Ignacio Rojas fundar dicha parroquia...».

El provisor y vicario general del arzobispado de la Nueva Granada dio pronto diligenciamiento a la solicitud, para lo cual envió un funcionario a inspeccionar el territorio. En el Lengupá oyó a los vecinos, y tomó nota de las distancias, comprobó que en efecto los feligreses del sector de Zetaquira no podían ir a misa sin grandes dificultades al sitio indicado para la iglesia de Miraflores, y que eran aún mayores para ir a la de Lengupá. Conceptuó, entonces, que la solución era crear un tercer curato, dejando el ya acordado de San Joaquín de Miraflores. El vicario general envió el expediente, así conceptuado, al Promotor fiscal Eclesiástico para que dictaminara, lo que hizo éste el 6 de septiembre de 1745, ordenando que «para evitar disturbios y controversias entre los dos curas», uno «tuviera residencia e iglesia en el sitio de Zetaquira». El 10 de enero de 1748 se aprobó lo resuelto sobre las parroquias de Zetaquira y Miraflores. Como es en esta fecha en la que adquieren independencia los curatos, ella es la que debe considerarse como de fundación de las parroquias. Fue así como se fundó la Parroquia de Zetaquira, teniendo como base la ermita de techo pajizo que desde antes allí existía, a cuyo alrededor se fueron construyendo casa cural y viviendas para el vecindario. De esta parroquia hicieron parte los actuales territorios del municipio de Rondón. Años más tarde aquel sitio fue víctima de un pavoroso incendio que todo consumió. A ceniza fueron reducidas la iglesia, la casa cural, las casas de los vecinos. Se buscó, entonces, otro sitio para reconstruir el pueblo, el actual, que no ofrece las mismas condiciones topográficas ventajosas de la anterior, pero en cambio sí tiene la hermosa vista de un paisaje que abarca todo el valle. La Parroquia de Rondón se creó en tiempos relativamente recientes. Por las mismas razones por las cuales solicitó Zetaquira se le erigiera en curato autónomo, independiente de Lengupá y de Miraflores, alegando las grandes distancias y dificultades de los caminos, así también los vecinos de Rondón terminaron pidiendo su propia parroquia, segregándola de Zetaquira. Esas causas motivaron que el cura de Zetaquira de finales del siglo pasado, Padre Ignacio Medina bajo cuya jurisdicción estaba Rondón, interesara a los vecinos para que construyeran una ermita de paja en el Peñón de La Galera, sobre la Serranía de Caguata, frente a Zetaquira, al lado opuesto del Río Lengupá. Y en 1902, a instancias del mismo cura y del zetaquireño señor Adolfo Quevedo, entonces Prefectura de la Provincia de Neira así se llamaba administrativamente la Región de Lengupá erigió aquel territorio en Corregimiento de Zetaquira, y dos años después fue convertido en municipio, con el nombre de San Rafael. Teniendo ya la categoría en municipio, se le erigió años más tarde su parroquia. Como se observa, dada la época en que ello ocurrió, el proceso allí fue inverso: primero fue la constitución civil y después la eclesiástica. Al contrario de lo que ocurrió con Miraflores, Berbeo, Zetaquira y Campohermoso, dado su origen colonial, época en la cual lo primero era la iglesia, lo segundo el poder civil. En cuanto al territorio que al sur de Lengupá se llamó Teguas, hoy Campohermoso, se tiene que fue de los primeros evangelizados, pues ya en 1556 los Padres Dominicos se trasladaron a esa región en plan de misión. En 1778 los indios Teguas fueron anexados a la Encomienda de Sutatenza, y entonces se retiraron los misioneros y el pueblo que empezaba a nacer se extinguió. En efecto, el 10 de enero de 1778 le aprobaron al Corregidor Campusano y Lanz, de la Provincia de Tunja, su proyecto de reunir los tres pueblos de Guateque, Teguas y Tiribita, al de Sutatenza, cuyo resguardo quedó así ampliado. En virtud de esa unión, los pueblos trasladados quedaron exonerados de tributos durante un año, para facilitar esos traslados, o como estímulo a los mismos, pues por ello los indios se veían obligados a abandonar sus tierras y sus casas. El mismo estilo de

concentraciones se repitió durante el periodo en que gobernó el aludido corregidor, quien refería haber suprimido hasta 22 concentraciones indígenas en colaboración con la iglesia, justificando su conducta con el argumento de que así se evitaba construir tantas iglesias. Con el pretexto de educar a los indios, de empadronarlos, de enseñarles la religión, eran constreñidos como ocurrió con los de Teguas a «reducirse» a la vida civil en sitios especialmente señalados y que no podían abandonar, en los cuales debían levantar sus casas. A esos «pueblos de indios» se le llamaron «reducciones». Por ello, Sutatenza fue así una «reducción». Por las actas dadas a conocer por el historiador Ramón C. Correa en sus Monografías se sabe que fue años más tarde en el tercer tercio del siglo XVIII cuando el español Juan José de Neira compró las tierras del resguardo indígena de Teguas y se propuso construir allí un pueblo. Para tal efecto se levantó capilla, y para sostenimiento del culto le donó a la iglesia un hato de numerosas reses. Existiendo tal base, quedaba expedito el camino para erigir allí una parroquia. En efecto, a finales de 1778, el Procurador de la Real Audiencia, Miguel Pulido, mediante poder que le confirieron los vecinos de Teguas elevó memoria ante el doctor José Gregorio Díaz Quijano, Provisor y Vicario General del Virreinato para que se creara la parroquia, en la cual expuso: «Que como es notorio y consta de la certificación del corregidor y juez ordinario de Tenza, el pueblo de Teguas se extinguió por haber agregado los indios que en él había al de Sutatenza y habiendo quedado el numeroso vecindario que había agregado a dicho pueblo, sin cura, ni pastor espiritual y por imposibilidad de agregarse a la parroquia más circunvecina porque la más inmediata que es la de Miraflores dista dos días y medio con mucha incomodidad y riesgo de la vida por la fogosidad de los caminos como se evidencia de la certificación del Corregidor que yo presentaba y que la del doctor don José Antonio de Vargas cura de dicha parroquia de Miraflores que con igual solemnidad presentó. En esta atención deliberaron mis partes para ocurrir a tan gran necesidad espiritual fundar parroquia y para ejecutarlo mediante haber comprado don Juan José de Neira las tierras del Resguardo de dicho pueblo de Teguas y salía con los demás vecinos y reconocido el sitio más proporcionado lo asignó para la fundación y tienen construida capilla decente y costeado varios ornamentos y un hato de 150 reses para la manutención de la lámpara de Nuestro Amo, como también se evidencia de la cita certificación del Corregidor y en esta atención se ha de servir vuestra señoría erigir dicha parroquia con el título del Señor de San Roque y Nuestra Señora de los Dolores de Teguas...». Corrido traslado de la solicitud al Fiscal Promotor, éste ordenó el 20 de marzo de 1779 «librar despacho al cura de la Parroquia de Miraflores para que haciendo congregación del vecindario que se halla dentro de la demarcación que fue del pueblo de Teguas explore si es voluntad de todos la erección de parroquia que se solicita y si todos se obligan a construirla congrua sustentación del cura y demás cargos a que son obligados, y en caso responder afirmativamente procedan a otorgar la correspondiente escritura y obligación en bastante forma. Y que el comisionado informa si los dichos tienen bienes bastantes que aseguren el que podrán cumplir todo aquello a que se constituyen obligados...». A juzgar por el asentimiento que dió el fiscal para que se nombrara párroco el 23 de febrero de 1780, es lógico deducir que a finales de 1779 se rindió por el cura de Miraflores informe favorable y en consecuencia fue creada de inmediato la Parroquia de Teguas, como segregación de la de Miraflores.

La de Teguas tuvo su capilla pajiza y su núcleo urbano sobre la sierra que ocupaban los indígenas en 1537 cuando llegó hasta ellos el Capitán San Martín. Más tarde, en 1823, cuando se trasladó al valle actual de Campohermoso, y tomó este nombre. FUNDACIÓN DEL MUNICIPIO DE SAN RAFAÉL La Constitución Política de 1843 había dividido el país en provincias, a éstas en Cantones y a los Cantones en Distritos Parroquiales (municipios). La ley y los decretos se encargaban de crear, reformar, adicionar y suprimir Cantones. Fue así como por decreto del 20 de abril de 1850 se crearon los Cantones de Guateque, Garagoa y Miraflores, este último compuesto por los Distritos Parroquiales de Miraflores, Zetaquira, Campohermoso y Chámeza, con cabecera en Miraflores, al cual se refieren Codazzi y Ancízar en sus publicaciones. En esa forma se modificaba la distribución que se había hecho en 1814, según la cual la Provincia de Tunja había quedado dividida en cinco departamentos, uno de los cuales se llamó del Sur y estaba compuesto por los distritos parroquiales de Miraflores, Garagoa, Pachavita, Tenza, Capilla, Macanal, Teguas, Somondoco, Guateque, Sutatenza, Yoteguengue, San Fernando y Zetaquira. Es de advertir que el de Zetaquira se llamó así hasta 1858, pues entonces tomó la denominación de San José de la Florida, nombre que conservó hasta 1869, año en el cual volvió a denominarse Zetaquira. En efecto, el Presidente del Estado de Boyacá, Felipe Pérez, dictó decreto número 40 de 17 de diciembre de 1869, en cuyo artículo lo dispuso: «Artículo 1° La nomenclatura de los distritos del estado para los usos oficiales, será la misma que dichos distritos tenían en 1858. En consecuencia, el distrito de Padua se llamará en adelante «Ventaquemada»; el de Colón, «Chiriví»; el de Quebradas, «Gachantivá»; el de San José de la Florida, «Zetaquira», y el de Ricaurte, «Covarachía». De igual modo se hizo necesario delimitar con precisión los linderos que separaban el Distrito de Zetaquira del de Miraflores, de lo cual se encargó la ley 36 de 1878, noviembre 13 expedida por la Asamblea Legislativa del Estado de Boyacá, la cual dispuso: Artículo 1o.: Los límites entre los distritos de Miraflores y Zetaquira serán, en lo sucesivo, el río Rusa desde sus cabeceras hasta su desembocadura en el «Guadalupe». Artículo 2o.: El poder Ejecutivo dictará las órdenes del caso a fin de que las contribuciones que gravan a los habitantes de la parte segregada, se paguen en el Distrito de Miraflores. Esta ley fue propiciada por el doctor Matías Herrera, quien presidía tal Asamblea, y su secretario, el mirafloreño Pedro Muriño. La sancionó el Presidente del Estado, José Eusebio Otálora. Antes, el Decreto del 11 noviembre de 1867, de la Asamblea Legislativa del Estado de Boyacá, presidida por F. Pulgar, dispuso: «Artículo 1o.: Segrégase del Distrito de Zetaquira el partido de Suna, y se agrega al de Miraflores. Artículo 2o.: Segrégase del Distrito de Miraflores el territorio comprendido entre la quebrada de Chiguanza hasta el río Tunjita y se agrega al de Macanal. Sanciona este Decreto el Presidente del Estado, Bernardo Cuéllar». La superficie territorial de Zetaquira abarcacaba tres vertientes: la del río Fuche, que nace en Pesca, la del Mueche o Lengupá, que nace en la cima del Peñón de La Galera (limítrofe entre Rondón y Siachoque) y la del río Rusa, que nace en tierras limítrofes con Chinavita. El casco urbano estaba, y sigue estando, asentado en la margen noroeste del río Lengupá, de suerte que una gran porción del territorio que entonces tenía, estaba ubicada en la otra margen, con gran dificultad para su tránsito, aparte de lo dilatados que son tales terrenos.

Fue por estas razones como ya lo enunciamos en el capítulo décimo que el propio párroco de Zetaquira, Ignacio Medina Ávila, quien tenía que visitar aquellos retirados parajes de La Galera en su misión pastoral, con grandes dificultades de transporte, resolvió en 1902 levantar allí, en La Galera, en la Serranía de Caguata, una ermita de paja, precisamente donde hoy se levanta la iglesia de Rondón. La ermita contó con una feligresía considerable, en términos tales que a su alrededor se fueron construyendo casas de habitación, hasta formar una pequeña aldea, acontecimiento éste que movió al mismo párroco y a don Adolfo Quevedo para intervenir ante la Prefectura de la Provincia de Neira, de la cual hacían parte estos distritos, y que tenía su cabecera en Garagoa, para que erigiese el sitio de la ermita, o de La Galera, en un Corregimiento. La solicitud encontró eco, de suerte que así se fundó el Corregimiento de La Galera, aquel mismo año, para el cual fue nombrado como primer Corregidor el Señor Abelardo Vargas. Nada ilustra mejor el nacimiento de un pueblo como Rondón, que el sentimiento de uno de sus hijos frente a esta magna y portentosa epopeya, en la que toda una comunidad organiza su vida con orgullo y altivez alrededor de un proyecto común que será en adelante hogar para sus hijos y para incontables generaciones futuras. En este bello poema de autor anónimo, se sintetizan la grandeza y las virtudes de este pueblo noble y aguerrido.

EPOPEYA DE RONDÓN

Ya se escuchan los pasos del hombre en los rincones escondidos del bosque; son los pasos de un viajero sin nombre que seguido viene de su fiel gozque...

Fue el Padre Medina el principal artífice para que de la ermita se erigiera un templo y naciera nueva población. Y hay quien dice que Rojas y Quevedos dieron el ejemplo.

De lejos venía buscando una tierra que fuera buena y que fuera fértil, y al traspasar la nebulosa sierra la encontró allí tan bella y gentil.

Olvidando en Zetaquira sus nobles ancestros y fundaron en la montaña aquel nuevo pueblo ¡San Rafael! fue llamado por esos maestros por la imagen pintada en un viejo retablo. Llegaron las guerras civiles y sin cuartel hubo centenas de muertos por odio o venganzas reyertas no escritas en tinta o papel. Son vergüenza de su historia las matanzas. En las que cayó sin vida Peregrino Rojas y Leví Jiménez víctimas de aquella ruindad; y las vidas de otros cayeron como hojas y quedaron las viudas llorando su propia soledad...

Descendiendo presuroso del Peñón de Galera que guarda en su seno la bella laguna y salvando el vacío cual una escalera llegó con la luz de estrellas y Luna. Esa gente venía de un pueblo: Ciénega. Eran Soleres, Jiménez, Gómez, Muñoz; hicieron su ranchos en toda la vega y sus armas fueron machete, arado y la hoz. Por otros caminos y con los mismos pasos venían los Galindo, los Cepeda, los Barón; de Viracachá eran oriundos estos altivos descendientes hispanos de capa y blasón. Desafiaron a las selvas y a los tiempos tejiendo entre los surcos arduas labores a pesar de los rigores del frío y los vientos y sin pensar nunca en premios ni honores. Y allí entre el verdor oculto por la niebla nacieron cien estancias y muchas haciendas porque ante la fatiga ni el peligro tiembla de esta gente admirable de tan grandes prendas.

Hombres de mente esclarecida clamaron que aquella cruel y despiadada guerra acabara con los ríos de sangre que hicieron gentes extrañas que venían de otra tierra. Ya los hombres con los ánimos calmados trajeron al pueblo alegría y progreso; se trocaron los fusiles por los arados y Rondón nació por orden de la Asamblea. Hoy esta tierra, noble Rondón idolatrada prosigue con afán su marcha triunfadora y adalid de ella es aquella gente ilustrada que mira el mañana como una brillante aurora...

APUNTES HISTÓRICOS EN TORNO A LOS PRIMEROS AÑOS DE SAN RAFAÉL Es realmente escasa y limitada la historiografía existente en torno a los primeros años de Rondón; no obstante, existen documentos serios, valiosos y rigurosos, que es necesario rescatar para la posteridad, en aras de consolidar un juicio histórico ponderado y objetivo sobre la historia del municipio. Hacia 1954, se escribió una pequeña MONOGRAFÍA DE RONDÓN PRIMER CINCUENTENARIO, apoyado el Autor en su conocimiento directo de los hechos, y en una investigación que para la época, resultó valiosa y afortunada; es posible rastrear en sus escritos, un gran amor por su pueblo y una preocupación permanente por preservar para el futuro, los acontecimientos más importantes en la vida de RONDÓN; de lo que significó y representó RONDÓN para sus gestores y pobladores, de los momentos gloriosos y también desafortunados del Municipio nos cuenta el Autor sus impresiones con entusiasmo y espíritu abierto y conciliador; conozcamos, por su valor documental, algunos apartes del libro.

DOCTOR IGNACIO ARISTIDES MEDINA AVILA PRESBÍTERO El iniciador de la parroquia de San Rafael de la Diócesis de Santiago de Tunja en el departamento de Boyacá, que dió origen al actual municipio de Rondón, pertenecía a una de las más ilustres familias de Tenza, donde nació en 1867. Hijo segundo de don Ignacio Medina y de doña Teodosia Ávila Gómez, después de cursar estudios primarios en su lugar natal, hizo los secundarios en el Seminario Menor de Tunja hasta su ingreso al Mayor, en el cual los siguió satisfactoriamente en preparación para obtener las sagradas órdenes. Ungido sacerdote en 1894 de manos del Excmo. Sr. Doctor José Benigno Perilla y Martínez, segundo Obispo de Tunja, fue destinado como coadjutor del Párroco de Belén de Cerinza de 1895 a 1898. Una vez capacitado para el buen desempeño de una parroquia el Padre Ignacio Arístides Medina administró con el mayor acierto la de Viracachá de 1898 a 1902, la de Zetaquira de 1902 a 1915. Después fue Párroco de Sutatenza, Tibaná y nuevamente de Viracachá, la primera y la última que desempeñó y la que guarda sus restos mortales. Su hermano doctor Demetrio Medina lo acompañó siempre con su familia. El sentido fallecimiento del Padre Medina Avila ocurrió en su postrera morada el lunes 25 de abril de 1938. El celoso Ministro del Señor dejó apreciables obras: en Sutatenza, como en Zetaquira, Tibaná y Viracachá los templos y las casas parroquiales recibieron mejoras esenciales; en esta última construyó el Humilladero, la portada del cementerio y comenzó el artístico frontis de piedra del templo. Manifiesta era su vida ejemplar; su caridad siempre se patentizó; sus bienes de fortuna se redujeron a los libros que necesitó. Tuvo dos hermanos (menores) doctor Demetrio, casado con la señora Agripina Galindo Guerra y doctor Guillermo, con la señora Encarnación Bohórquez; una hermana mayor, doña Tránsito, y dos menores, doña Cándida de Leguizamón y doña Aureliana de

Celis y una hermana media; doña Ramona Forero de Quevedo, esposa de don Adolfo Quevedo Suárez, institutor graduado. ADOLFO QUEVEDO SUAREZ Don José Adolfo Quevedo Suárez hijo de Hilario Quevedo y Raimunda Suárez (abuelos paternos Leandro Quevedo y María Rojas, abuelos maternos: Antonio Suárez y Tránsito Galindo) nació en Zetaquira el 3 de febrero de 1869. Hizo sus estudios secundarios en la Escuela Normal de Tunja, donde obtuvo el título de institutor en 1889. Regentó por varios años las escuelas de Zetaquira, Miraflores, Ramiriquí y San Rafael. Fue comandante militar de la región de Lengupá durante la Guerra de los Mil días. Sus actuaciones le hicieron merecedor del título de General, cuya categoría reconoce el Escalafón de Antiguos Militares en revisión fechada el 5 de junio de 1939. Ocupó los cargos de Notario, Registrador, Alcalde, Concejal y Personero por varios períodos. En Zetaquira, estos tres últimos cargos también los ocupó en San Rafael. También fue agricultor y ganadero. Poseyó una finca en Renanica al pie del Alto del Tambor y otra en la Vereda de Junín al pie del Boquerón del Peñón de La Galera. Contrajo matrimonio el 16 de enero de 1904 con Ramona Forero dejando diez hijos: Jesús María, Teodosia, Nohemí, Hilario, Pedro María de Jesús, Hildebrando, Alberto, Teódulo Edmundo, Carlos Arturo y Ramón Antonio; lo distinguió su espíritu caritativo, simpático y amable, su acentuado cristianismo y el papel político que jugó tanto en Zetaquira como en Rondón. Los habitantes de ambos municipios reconocían en él a su maestro, a su médico y a su consejero. Murió en Tunja el 5 de octubre de 1947. FRAGMENTOS DE LA DOCUMENTACIÓN EXPEDIDA POR LA ACADEMIA BOYACENSE DE HISTORIA El Suscrito Secretario de la Academia Boyacense de Historia, Certifica: Que en «el Boyacense», periódico oficial del Departamento, Número 963, del 27 de noviembre de 1899, 1024 del 21 de marzo 1901 y 1027 del 10 de abril de 1901, se encuentra el Decreto y oficios Siguientes: DECRETO No. 70 DE 1899 - noviembre 24 Por el cual se hace un nombramiento. El Jefe Civil y Militar del Departamento. En uso de sus facultades legales y extraordinarias. Decreta: Artículo único. - Establécese la Comandancia Militar de la Plaza de Zetaquira y nómbrase Comandante Militar de ella al señor Adolfo Quevedo. Comuníquese y publíquese. Dado en Tunja, a 24 de noviembre de 1899. Francisco Mendoza P. El Secretario General, Enrique Forero

ENTREGA DE GUERRILLAS Zetaquira, Ramiriquí, 13 de marzo de 1901. Señor Secretario de Gobierno: Tunja. Guerrilla liberal de esta región, capítuló ayer deponiendo las armas ante el Comandante Eustorgio García. «Valle de Lengupá» queda completamente pacificado. Adolfo Quevedo El Secretario Perpetuo de la Academia Boyacense de Historia. Ramón C. Correa ALGUNOS DATOS HISTÓRICOS SOBRE EL ORIGEN DEL MUNICIPIO Y DE LA PARROQUIA DE RONDÓN Con el nombre de «La Galera», fue en tiempos remotos conocido el territorio selvático que vino a constituir lo que hoy forma el Municipio de «San Rafael». Esta porción de territorio fue rematada en pública subasta por don Pedro González, quien el veintidos (22) de agosto de 1846 la vendió a Sebastián Jaime y éste a Valentín Vásquez, el 26 de febrero de 1853. A la muerte de Vázquez la heredaron sus seis hijos, quienes, subdividida la vendieron a los actuales poseedores. Hasta esta fecha hallábase este inmenso territorio cubierto de selvas vírgenes, con excepción de unas quinientas fanegadas donde Valentín Vázquez tenía su habitación, prados y plantíos; y sólo a su muerte comenzó la tala y destrucción de las selvas. El territorio de San Rafael se ha poblado en su totalidad por emigrantes de las poblaciones vecinas de Ramiriquí, Ciénaga, Viracachá y Pesca. En la fatal reyerta política de los tres años 1900, 1901, 1902 - los moradores de las veredas de Gacal, Galera, Porquera y Renanica, consecuentes con sus ideas de verdaderos católicos, empuñaron las armas en defensa del gobierno legítimo, y como la mayor parte de los demás vecinos de Zetaquira era entonces liberal, la hostilidad y opresión dejáronse sentir sobre los laboriosos habitantes de las veredas prenombradas de tal manera, que a fines de 1902 el señor cura de Zetaquira, doctor don Ignacio Medina, de acuerdo con el señor Alcalde don Adolfo Quevedo, juzgaron conveniente la segregación de estas veredas y al manifestar sus proyectos al Señor Prefecto de la Parroquia don Milciades Chávez, quien por entonces practicaba visita oficial en Zetaquira, éste obligó al Concejo Municipal a firmar el acuerdo por el cual se erigió el Corregimiento de la «Galera». Esta medida política fue la base del Municipio de «San Rafael», cuyo nombre se debe a un cuadro del arcángel (primer adorno de la capilla) que poseía Ignacio Vázquez, vecino principal de esta vereda. Fue primer Corregidor Abelardo Vargas, quien con los vecinos principales demarcó el área de la población e inició trabajos en la construcción de la capilla, casa cural, casa consistorial, locales para escuelas. Todos estos edificios y las casas que cubrieron la plaza fueron construidos de bahareque y paja. En febrero de mil novecientos cuatro (1904) un incidente ingrato ocurrido en Zetaquira decidió al doctor Ignacio Medina acudir al Señor Gobernador del Departamento, doctor Francisco Mendoza Pérez, para que solicitase de la Asamblea Departamental la creación del municipio de San Rafael, por necesidad moral y política. Con la Ordenanza Quinta de 1904 fueron segregadas las Veredas Gacal, Galera, Porquera y Renanica del municipio de Zetaquira y creado en este territorio el municipio de San Rafael que se inauguró el 24 octubre del mismo año. Dos años de vida llevaba el municipio cuando algunos vecinos proyectaron trasladar la cabecera municipal al lugar denominado «Paloparido». Pero las condiciones topográficas y morales del primer sitio triunfaron sobre las comerciales pero excéntricas del segundo; y en 1908 el Señor Gobernador doctor Arístides Rodríguez, en la visita oficial que practicó, zanjó las divergencias determinando que el pueblo continuaría en este lugar.

Creado el corregimiento, los ediles de estas veredas constituyeron por orden del señor doctor Ignacio Medina una capilla y casa cural, pajizas en el mismo lugar en que hoy se encuentran el templo y la casa cural. En febrero de 1904, el sacerdote doctor Medina obtuvo del prelado las licencias necesarias para erigir y bendecir la capilla pública y el cementerio, para facilitar el cumplimiento de sus deberes religiosos y la administración de los santos sacramentos a los habitantes del corrimiento, para quienes era muy difícil la concurrencia a Zetaquira. La bendición de la capilla y el cementerio se verificó el 8 y 18 de marzo respectivamente. Lienzo de la Panorámica de la iglesia de San Rafael

En el lapso que medió entre 1904 y 1906 los habitantes del 1920 Municipio trabajaron de modo infatigable, no sólo por el desarrollo civil del municipio, sino también por empezar la construcción del templo, casa cural, cercar el cementerio, conseguir campanas, vasos sagrados y demás objetos necesarios para el culto y administración de los sacramentos. El 20 de mayo de 1916 los vecinos del Municipio elevaron al prelado un memorial manifestando la conveniencia de que se erigiera aquí una nueva parroquia y pidiendo un sacerdote que los administrase independientemente de Zetaquira. El 12 de septiembre del mismo año llegó a este municipio el presbítero doctor don Santiago Picón enviado por el Prelado, en calidad de administrador de esta feligresía. Pasado un año, el señor Obispo doctor don Eduardo Maldonado Calvo, en la primera visita pastoral que practicó, el 12 de diciembre de 1917, muy satisfecho con el espíritu cristiano y costumbres de los fieles, por su número de habitantes, extensión del territorio, después que se llenaron algunos requisitos canónicos indispensables para erigir la parroquia. El 28 de agosto en 1918 llegó para suceder al señor doctor Rincón suscrito párroco. Con la cooperación de sus feligreses llenó los requisitos necesarios para obtener la erección de la parroquia. Del 12 al 21 de noviembre de 1919 los padres de San Vicente de Paúl dieron las primeras misiones traídos a costa del párroco. El decreto de erección de la parroquia se firmó el 29 de junio de 1920, se publicó el 29 agosto del mismo año, en la misa mayor del último día de las Cuarenta Horas, celebradas para solemnizar este grandioso y trascendental acontecimiento en los anales de la parroquia. A estas Cuarenta Horas (las primeras) asistieron siete sacerdotes y dos seminaristas. Al presente cuenta la parroquia con una iglesia de cal y canto, rafa y teja terminada y bendecida el 6 de abril de 1919, de 35 metros de longitud por 10 de ancho con una nave lateral, con todos los ornamentos, vasos sagrados imágenes y objetos necesarios para el decente servicio de la parroquia. Hay casa cural de teja y buen cementerio. Actualmente el pueblo está formado por dieciséis casas de teja, siete de dos pisos y las demás pequeñas; y por veintiséis de paja habitadas todas por veintitrés familias. La parroquia consta de diez veredas: Bolívar, Nueva Granada, Junín, San José, Centro, Nariño, San Antonio, San Isidro, Ricaurte y San Ignacio, pobladas por 5000 feligreses. Claudio José Pineda, Presbítero San Rafael, septiembre de mil novecientos veinte (1920). Es copia auténtica del original y expedida en Rondón (San Rafael) a 20 de agosto de mil novecientos cincuenta y cuatro (1954). (Estos datos fueron suministrados por don Adolfo Quevedo, según testimonio del Reverendo Padre Claudio José Pineda, iniciador del primer libro parroquial donde se encuentran consignados).

Nos cuenta el Historiador Edmundo Quevedo, que el Párroco Jorge Arsenio López desde 1951 a 1962 estuvo confiada la construcción del templo y la carretera que era la más importante para el pueblo y máxima obra espiritual símbolo de la cristiandad. HISTORIA El territorio de San Rafael hacía parte del vecindario de Zetaquira. Debido a la considerable distancia de La Galera la parroquia de donde dependía, el benemérito sacerdote señor doctor don Ignacio Arístides Medina Ávila levantó en el lugar donde hoy se contemplan la iglesia, una pequeña ermita de paja para celebrar de vez en cuando el sacrificio de la misa. Años después el doctor Medina dio principio a la construcción de una iglesia de teja, en el sitio de la primitiva ermita. En 1910 fui acólito en Zetaquira del doctor Medina y ayudé a misa, en distintos días del año, en la capilla del ya municipio de San Rafael. En 1902 el Presbítero Medina y el Señor don Adolfo Quevedo trabajaron ahincadamente ante el Prefecto de la Provincia de Neira, Señor don Milciades y Chávez, para que erigiese el sitio de La Galera en corregimiento. El señor prefecto atendió el deseo de los solicitantes y nombró de corregidor al señor Abelardo Vargas. El señor doctor Medina, el señor Ignacio Vázquez, el señor Quevedo, la familia Soler y otros vecinos honorables de La Galera, como los señores Peregrino Rojas, Luis F. Vásquez, Peregrino Vargas, etc., etc., lucharon para que el corregimiento fuera elevado a la categoría de municipio. Levantaron documentación a la Asamblea en 1904 y la corporación expidió la ordenanza: NACIMIENTO DE UN PUEBLO: EL LUGAR GEOGRÁFICO Más allá de las estribaciones de la Cordillera Oriental se extienden los LLanos del Casanare surcados por el Orinoco y sus afluentes. Al subir por el Meta y el Upía se encuentra el Lengupá, impetuoso río que difícilmente se abre paso por entre las últimas ramificaciones de la cordillera y la virgen vegetación de aquella exuberante región tropical. Las cabeceras de este escarpado valle estaban destinadas por Dios para morada de un grupo de gentes bravías que llegado el tiempo tomarían la denominación del llanero más valiente que peleó al lado de Bolívar en la emancipación americana.

Los chibchas habían habitado porciones de ese valle. Descuajando los bosques, con sus hachas de piedra, cultivaron el algodón, el maíz, el ají, la arracacha, la calabaza, la ahuyama y el sagú. El nombre de Zetaquira en la denominación de sitios aledaños como Renanica, Caguata, Vijagual, Patanoa, Juracambita, Guanatá, Suna y Yoteguengue, nos recuerdan al ocupante aborigen que dejó a las futuras generaciones cultivos tan valiosos como el algodón Variedad «Lengupá», que ha constituido una fuente de riqueza en la región originando con su producción las fábricas de Hilados y Tejidos de Samacá.

El Capitán San Martín, uno de los lugartenientes de Don Gonzalo Jiménez de Quesada exploró la región en busca de riquezas siguiendo el camino que conducía de Zetaquira a Ramiriquí y que solían frecuentar los indios para el intercambio de sus productos. Dicen las leyendas que cuando el ambicioso español persiguió a los indígenas para arrebatarles sus tesoros, éstos huyeron tomando el camino que conducía a Ramiriquí. Al pie de la Cordillera de Caguata encontraron emisarios del Cacique de Ramiriquí que huían de los españoles, alarmados con la presencia de tan extrañas gentes. Al encontrarse en el vecindario de Rondón con los indios que huían de Zetaquira, se

dividieron en tres grupos y se internaron en la montaña. En el sitio donde se separaron hay una inmensa piedra donde los indios tallaron tres calaveras que con orientación distinta señalan la dirección que tomaron los emigrantes. A decir por la escultura, eran tres direcciones indecisas cuyo rumbo parecía llevarlos a una muerte segura. En todo caso los españoles encontraron deshabitado el Valle de Lengupá y de la raza aborigen no queda el menor vestigio.

Durante la Colonia los Dominicanos primero, los jesuitas después, establecieron misiones en aquel fértil valle. Luego los Comuneros que huyeron de la horca encontraron en esa hospitalaria región refugio seguro y con la afluencia de estas gentes de trabajo la comarca adquirió importancia económica; aparecieron entonces al lado de los Caseríos de Zetaquira, Chámeza y Yoteguengue los de Berbeo y Miraflores. Los obedientes vasallos del Virrey construyeron un camino de piedra desde Chámeza hasta Tunja para transportar la sal y movilizar el comercio. A esta vía debe la región su mejor etapa de progreso. LOS SOLDADOS LIBERTADORES La independencia encontró entre aquella gente perseguida a sus mejores soldados. Las heridas abiertas con la traición de Morillo no habían cicatrizado cuando las huestes libertadoras reclutaron a la El Libertador, creador e inspirador de nueva generación. Con entusiasmo inusitado los habitantes del la nacionalidad. Según Oleo del Lengupá formaron un grupo de combatientes que se unieron en Tunja maestro Camilo Castellanos el 6 de agosto de 1819 al Ejército Libertador. Pelearon en Boyacá, en las contiendas del Sur, atravesaron las cordilleras con la bandera de la libertad y su memoria humilde fue condecorada por los laureles que Bolívar recibiera a su paso y por la lápida de piedra que en los campos de batalla conmemora el holocausto de los soldados desconocidos. LAS LUCHAS CIVILES Las guerras civiles tornaron a sus pacíficos agricultores en violentos guerreros, que, al mando de Santos Acosta y Sergio Camargo, conductores idóneos, hicieron zozobrar la República en una era de pasiones políticas. En la madrugada del 23 de mayo de 1867, cuando el partido radical se apoderó del poder, soldados de Miraflores que se habían incrustado en la Guardia de Honor traicionaron a Mosquera para entregar el mando al General Santos Acosta. En los Chancos, Manizales, Garrapata, Mutiscua, y la Donjuana, Santos Acosta y Sergio Camargo vieron en los calentanos mirafloreños la gente más aguerrida de su causa. Después, Palonegro constituye el mejor recuerdo de nuestra anterior generación. De allí parte su ideología, allí se conocieron los dirigentes y unidos bajo la efigie de la paz que reclamaban la familia y la patria, volvieron al valle materno por el Camino Real, rememorando sus hazañas y reconociendo en la ferocidad de la guerra un castigo de Dios. Juan Francisco Berbeo y los jefes comuneros que se establecieron en la región hicieron del Lengupá un baluarte enemigo del pueblo español. Santos Acosta y los radicales que lo acompañaron la convirtieron en un fuerte liberal. Los gobiernos conservadores se vieron obligados a recurrir a forasteros para ocupar las posiciones oficiales. Los Morales, Buitragos, Quevedos y Pineda llegaron como empleados del gobierno, rematadores de las salinas, de las rentas o como cobradores del peaje del camino y de los puentes. Alrededor de estos nuevos jefes se fueron formando los grupos conservadores de la región que compartieron sus prebendas. Solamente a ellos les estaba permitida la forja y cuando los liberales se declaraban hostiles, sus caballos quedaban inmovilizados por carencia de herraduras. Pero la Guerra de los Mil Días redujo estos baluartes y solamente los colonos de Galera y Gacal escaparon a su influencia.

Ignacio Vázquez, Valentín Vázquez, Miguel Vázquez, María Isaza y Rita Flórez eran dueños de la mayor parte de los bosques del vecindario; agregando a estas propiedades las de Moras, Suárez, Vargas y Rojas, adquiridas en su mayor parte en tiempo de guerra, quedaba comprendido el vecindario de las Veredas de Renanica, Porquera, Galera y Gacal que constituyeron el municipio de San Rafael. Para el desmonte de las tierras los Vásquez recurrieron a los Soleres y Galindos, aquellas guapas gentes de Ciénega, hechas al trabajo duro de los bosques y a la brega de los combates. El golpe del hacha repercutía en las montañas y a los inmensos árboles que guardaban las fuentes, el fuego los redujo a cenizas para dar paso a la agricultura y a la ganadería de aquella pródiga región. Exploraron las gargantas del Peñón de La Galera, la inmensa muralla que encierra la región, trazaron caminos atrevidos y trochas para atravesar la selva evitando el encuentro con las gentes liberales de Zetaquira. Ellos habían luchado al lado del General Próspero Márquez y sabían ser fieles a su credo.

Los dirigentes liberales de Zetaquira propiciaban la hostilidad a los colonos godos de La Galera y muchas veces sus casas se vieron incendiadas y robados sus ganados. Pero sobre la choza quemada surgía una habitación mejor y los potreros verdeaban cada día en mayor extensión en las faldas de la cordillera. En las postrimerías de 1902 los conservadores ganaban la última guerra civil pero los pactos de paz permitieron que los liberales se aglutinaran en aquellas plazas. De ahí que a pesar de ser las autoridades conservadoras, los liberales continuaron sus desmanes. Exacerbados los ánimos de los colonos de La Galera se reunieron al mando de Zandalio Jiménez y organizaron una represalia armada contra Zetaquira. Se juntaron los hombres más fuertes y tomaron cinco barbacoas donde colocaron los fusiles simulando cadáveres. Algunos se disfrazaron de mujeres llevando canastos repletos de cartuchos. Con la estrategia de la simulación del entierro entraron a Zetaquira. Cuando los zetaquireños divisaron en el antiguo camino del Cerro al extraño grupo de gentes, tomaron las de Villadiego. Los de la mortuoria llegaron a la capilla de los muertos situada en la plaza de Zetaquira, se armaron y abalearon las casas de los Patarroyos, Medinas y Granados, llegando a ser víctimas del asalto varias damas distinguidas del pueblo. Llevando consigo botín del comercio y animales, volvieron a las tierras de La Galera con ánimo de independencia. Surgieron después serias dificultades; las gentes de La Galera eran azotadas en Zetaquira y el pueblo se solazaba con el escarmiento de las víctimas que llegaron a bajar al poblado. Desde entonces los vecinos de La Galera no volvieron a contar con autoridades y se vieron privados de la administración de los sacramentos. Con el asesinato de don Tomás Parada culminó la etapa de la barbarie a que había dado origen la querella de los godos de «La Galera» y los rojos de Zetaquira. La ferocidad de este crimen conmovió a las autoridades y desde aquel día se justificó la independencia de la sección conservadora.

En memorial escrito por Adolfo Quevedo, alcalde de Zetaquira, elevaron sus quejas al gobierno de Tunja y el señor Milciades Chávez, Prefecto de la Provincia de Neira, apareció un día en Zetaquira y con bayoneta calada obligó a los concejales a reunirse para aprobar el acuerdo por medio del cual se creaba el Corregimiento de «La Galera» con las veredas de Renanica, Porquera, Galera y Gacal.

Un mes después de haberse conseguido tal providencia se levantaban veinte casas pajizas. Peregrino Vargas, Peregrino Rojas, Adolfo Quevedo, Miguel Soler, Siervo Soler, Cantalicio Soler con otros vecinos honorables, entre los que sobresalen los apellidos Barajas, Galindos, Coroneles, López, Arias, Suárez, Jiménez, etc., con una cabuya de cien metros, una espina de fique en una tabla y algunas estacas trazaron la plaza. Los ingenieros que con el correr de los tiempos revisaron el trazado lo encontraron perfecto. Los fundadores buscaron en aquella tierra inclinada una planicie para ubicar el caserío. Desecharon el sitio que Peregrino Rojas había escogido a la orilla del Camino Real, en un lugar próximo a Palo Parido. Todavía se ven en aquel sitio los cimientos de la iglesia. Por quedar a merced de los zetaquiras que se enseñoreaban en aquella vía, buscaron un lugar en La Vega de Siervo Soler, pero la excesiva humedad los obligó a buscar el sitio del poblado dos kilómetros más arriba, en el corte de la montaña, en un lugar abundante en aguas que simulaba una repisa en la cordillera. Ignacio Vásquez puso todo el interés para que el pueblo se localizara allí; donó una enramada que sirvió de capilla por algún tiempo y en su primer altar colocó un cuadro del Arcángel San Rafael, el santo de su devoción, que luego iría a ser de la de todos los feligreses, y el que daba su nombre al nuevo pueblo. Raimunda Suárez llevó de Zetaquira cinco cauchos para sembrar en las esquinas y en mitad de la plaza y doce matas de pino para enmarcarla. A San Rafael llegó un día de 1902 el nuevo Corregidor. Venía de pueblo viejo y entró al poblado con la ruana doblada en el hombro, alpargatas nuevas, sombrero de jipa, vestido oscuro de manta Samacá, llevando en su mano un bordón de recatón. Sus bigotes entorchados, su tez morena y sus vivaces ojos le daban una presencia agradable. Su estatura era baja, su voluntad decidida, su voz fuerte. Su nombre respetable como primera autoridad que pisaba aquel suelo voló de boca en boca y a poco tiempo el nombre de Abelardo Vargas era familiar entre todos los vecinos del regimiento. En el caserío se le esperaba con ansiedad, sin que se hubiera pensado en que necesitaba de Casa Municipal. A su llegada algunos vecinos le abordaron en la plaza y al pie de un caucho joven atendió la primera demanda. Había que castigar al culpable. Con su vara trazó un círculo en el mismo lugar que hoy ocupa la Casa Municipal y lo conminó para que respetase a dicho lugar como cárcel. Para poder continuar despachando esa tarde las demandas, llamó a uno de los vecinos y sin previo consentimiento le dio investidura de comisario encargándole la vigilancia de los presos. Cuando alguno pisaba la raya el garrote del comisario sonaba sobre los pies de los presos haciendo respetar el círculo. Después vinieron casos más difíciles y hubo necesidad de instalar en la cárcel al aire libre, el cepo, el muñequero y los grillos. Más tarde se levantó una enramada pajiza.

Por medio de la Ordenanza No. 5 de junio 30 de 1904, se le otorgó al Corregimiento de San Rafael el título de Municipio. Los habitantes celebraron con alborozo tan magna fecha. Desde el mismo momento en que comenzó a divulgarse la noticia se oyeron los repiques de las campanas que comenzaron a reunir a los habitantes. Al día siguiente el cuadro de San Rafael, patrono del pueblo y el de la vicepatrona, Nuestra Señora del Rosario de Chiquinquirá, fueron conducidos en andas por las calles del naciente poblado, después de la celebración del Te Deum solemne con que se glorificó al Todopoderoso por tan señalado favor. El domingo siguiente el corregidor leyó en histórico bando la trascendental disposición e invitó a los vecinos a libar por el triunfo. Las primeras familias celebraron el acontecimiento con bailes y paseos animados, recorriendo las principales fincas. Desde entonces comenzaron a preparar las primeras fiestas reales que con gran pompa y animación se celebraron el 24 de octubre de 1904, día del patrono y fecha desde la cual San Rafael tendría la investidura de Municipio.

Cuando San Rafael obtuvo la categoría de municipio, Peregrino Vargas y Abelardo Soler, sus primeros alcaldes, construyeron una casa de piedra, adobe y teja, que desde entonces aloja al Gobierno Municipal. La iglesia fue más afortunada porque solamente alrededor de ella concebían los habitantes la fundación del Municipio. Circundando la choza que regalara Ignacio Vázquez, las gentes fueron acumulando maderas y materiales para la construcción del templo. El padre Ignacio Medina, progenitor del pueblo, construyó con adobe y teja la primera capilla, la dotó de un altar de madera, compró algunas imágenes viejas en Zetaquira y Ramiriquí y con ornamentos y vasos prestados fue dotando la iglesia. Cada mes subía de Zetaquira a darles misa y administrarles los sacramentos. Cada prédica era una orden, un consejo, una voz de aliento dedicada a sacar de tan sufrido vecindario un nuevo pueblo y una nueva parroquia. Este ilustre Pastor, después de una tenaz campaña, logró arrancar a la Asamblea de Boyacá la Ordenanza que le concedió a San Rafael el título de municipio.

Digno sucesor del padre Medina fue el Presbítero Claudio José Pineda, natural de Ventaquemada. Ordenado en el Seminario Conciliar de Tunja, llegó a San Rafael, su primera parroquia, cuando allí todo se iniciaba. El nuevo cura era un joven dinámico que llevaba en su ánimo la fogosidad del soldado de Cristo que sale a dar la primera batalla. A su celo y consagración se agregaba el cariño que tributó a aquellas gentes sencillas y trabajadoras que de rodillas caían a su paso implorando «el bendito» y ofreciendo sus limosnas para el culto y el templo. Los feligreses le correspondieron con cariño y admiración y su nombre se recuerda como uno de los más gratos entre los benefactores del pueblo.

Primer Altar de la Iglesia de San Rafael

Refiere el Padre Pineda cómo un domingo llamó a los vecinos para decirles que iba a construir un templo. Al día siguiente, con 80 yuntas de bueyes bajaron las vigas de la montaña. Con ánimo inusitado revive la escena y la describe: «adelante iba el párroco con su sombrero de corcho haciendo teza a un par de bueyes hoscos de Diego Soler Ramírez; le seguían Peregrino Vargas, Zandalio Jiménez gritaba animando al resto de las gentes que cruzaba por entre los fangales de una rastra de arcilla pegajosa. Los Soleres, Daniel Barajas, Domingo Orduña, Silvestre López y tantos más que escapan a mi memoria cerraban aquel desfile de entusiastas cristianos. Todos aquellos varones de tan ilustre generación vieron crecer los muros del templo que llegaron a sus hijos. Sucesivamente cada uno de los párrocos dejó su nombre ligado a una obra. S.S. Felipe Santiago Cuervo agregó la torre. Carlos Francisco Arenas construyó un altar. Luis Alfredo Buitrago una capilla. José Santos Quintero la sacristía. El padre Jacinto Vega, reconociendo que es un medio húmedo y que los muros de adobe constituían un peligro, emprendió la edificación moderna de cemento armado, piedra y ladrillo, que con tanta diligencia han continuado el Padre Guarín, el R. P. Barrientos, y el R. P. Torres y el actual párroco Padre Jorge Arsenio López. Al comenzar el año 1954 un domingo volví al templo de mis mayores: la moderna arquitectura desafía los años desde su sólida iniciación. En la parte antigua que quedaba aún sin derribar, el altar con las viejas imágenes me recordaba la iglesia que frecuentó mi inocente niñez transcurrida en aquella tierra noble y bravía. El R. P. Arsenio López exhortaba en su prédica a los feligreses para que con el mismo espíritu de nuestros antepasados continuaran la obra dedicada al Creador. Al salir de la misa las gentes abandonaron el mercado y regresaron a la caída del sol, trayendo los materiales acumulados en la carretera para la obra.

LA ADMINISTRACIÓN PÚBLICA Las gentes de mi tierra evolucionaron en igual forma. Cuando por primera vez visitó a San Rafael el General González en su calidad de Prefecto, se fue denigrando de la preparación de las autoridades en ejercicio, en vista de lo cual hubo necesidad de darles lecciones de instrucción cívica práctica. Refiere el Padre Pineda que los sábados y los domingos ensayaba a los concejales. Mientras él les aleccionaba, lo que hacía prácticamente, Adolfo Quevedo leía el Código Político Municipal, escribía el Acta modelo, leía la correspondencia oficial y le daba respuesta. Otras veces entraba a la alcaldía para mandarle quitar el sombrero y la ruana al alcalde, prohibirle entrar con bordón de recatón en el recinto y fumar tabaco mientras atendía al público. La mayor parte de las veces terminaba despachando, llevando la gente a la cárcel o sacando los zurrones y las maleteras llenas de los «presentes», que el alcalde guardaba en su despacho. Al año siguiente cuando el General Sánchez, nuevo prefecto de la provincia en Neira, visitó a San Rafael, se sorprendió de la preparación de las autoridades, del protocolo, de la facilidad de expresión y de la corrección de sus actos. Los fundadores se habían puesto a la altura de la evolución del pueblo para que sus hijos y las generaciones futuras las evocaran con respeto y orgullo siguiendo el ejemplo de su honradez, entereza y espíritu público. EL CASERÍO Al lado de la iglesia y de la casa municipal se levantaron casonas de dos pisos con balcones corridos y ventanas voladas. Peregrino Rojas, Siervo Soler, Cantalicio Soler, Abelardo Soler, Miguel Soler, Justino Soler, Felipe Soler, Marcos Muñoz, Jacinto Pedraza, Daniel Perico, Leví Jiménez, Cristóbal Soler, Peregrino Vargas, Rafael Vargas, Domingo Álvarez, Agustín Zorro, Roberto Soler, Cristóbal Muñoz, Isidro Borda, Adolfo Quevedo y otros más, fueron construyendo las primeras casas de San Rafael hasta enmarcar la plaza y formar las calles. En la actualidad el local de las escuelas de varones, el proyecto de la mansión de Francisco Soler, con enrejados y gradería de piedra labrada junto con la residencia de don Rafael Soler iniciaron la etapa de construcciones modernas en el pueblo. LA BONANZA En paz y trabajo transcurrieron los primeros años de San Rafael. Sus habitantes de costumbres sencillas llevaban una vida sin mayores alternativas y los mismos sucesos que solían comentarse no revestían ninguna importancia. Entre los comentarios domingueros se recuerdan la crecida de La Potrerana cuando arrastró la desfibradora, ahogándose con ella los trabajadores de vida licenciosa que no habían concurrido a las Misiones que celebraba el párroco. El derrumbe de la Vereda de Sucre. La apostura de los nuevos embotinados que llegaban al pueblo después de haber pisado colegio. Los escándalos de la loca Catalina con la leyenda de El hombre sin cabeza que llegaba a media noche a San Rafael en un caballo negro sacando chispas a los empedrados. El perro negro que daba vuelta a la plaza arrojando bocanadas de fuego. El caso del hombre con la cabeza amarrada que encontraron en la iglesia a altas horas de la noche al pie de un confesionario. Las alarmas que se producían cuando las mismas almas, al decir del sacristán, daban el toque de las ocho de la noche. Los lamentos y llantos nocturnos que se sentían en la iglesia. La perdiz clueca que bajaba del «Agua Caliente» en las noches de encantamiento, produciéndose luego las crecientes del río con olor a petróleo. Y todos aquellos cuentos que repetían Emilia Quevedo de Soler, Doña Carmen Parada, la señora Purificación Galindo de Soler y todas esas señoras comunicativas de la época que se ocupaban más de los fantasmas que de quitarle el cuero al prójimo.

LA TORMENTA Así transcurrieron muchos años... pero... en las elecciones para concejales de 1921 los gamonales de San Rafael se dividieron. Don Peregrino Rojas acordó una lista excluyendo a los Soleres; ante lo cual, ellos con Peregrino Vargas, Sandalio Jiménez y Adolfo Quevedo inscribieron otra. Así se inició la ruina moral del pueblo que aún no llegaba a sus 17 años de vida.

Adiestramiento de la mujer Rondinenses a mediados de 1948

El resultado de la elección dio el triunfo a los Soleres. A pesar de ser los otros sus copartidarios, el ánimo de don Peregrino Rojas montó en cólera y en esa tarde pasional de San Rafael el pueblo se sobrecogió de espanto y tinieblas a los gritos de los bandos que se disputaban el predominio municipal.

Don Peregrino Rojas, aquella figura varonil de la Guerra de los Mil Días, de vivaces ojos, bigotes aguerridos y presencia gallarda, después de planear una reyerta con los adversarios murió en las escaleras de su casa. Corría disfrazado en los mismos momentos en que comenzaba la agitación producida por el primer herido grave y que yacía en una charca de sangre y a quien el sacerdote prestaba los últimos auxilios. En ese instante se oyó una detonación en el interior de su casa y exánime, el cuerpo de don Peregrino Rojas se encontró en el descanso de las escaleras, sin que el sumario ni la investigación pudieran decir a los tribunales el nombre del asesino. Desde entonces las pasiones se desbordaron y una venganza ciega animada por suposiciones y maledicencias cegó vidas preciosas y arruinó hogares dignos de mejor suerte. La sangre de Julio Suárez, Octavio Mora, Leví Jiménez, Manuel Arias Borda, Luis Arias Borda, Antonio Arias Borda y tantos más se tornaron en maldición para aquella tierra descubierta por gentes honradas. Al espíritu alegre y efusivo sucedió la zozobra y como si fuera poco el trato hostil y amenazante de las familias en pugna; un día llegaron en calidad de prófugos del penal de Tunja, Ulloa, Cucacho, Saza y Bravo, los hombres fieros de la Penitenciaría para saciar la sed de una venganza incontenible. Ni debieran recordarse escenas como aquella que un observador desprevenido halló a la entrada del poblado: «un detective armado de fusil mientras que otro con el cráneo desbaratado ofrecía los sesos a la voracidad de perros y gallinas; el pueblo permanecía solo, con las puertas cerradas, sin autoridades; sumido en el silencio sepulcral que dejan el miedo y la ausencia de los amigos, mientras en el interior de uno de los hogares distinguidos luchaba el esposo para que su compañera se apartara del peligro, y protegiera a los hijos si era preciso. Los bandidos se enseñorearon en el pueblo; tomando el nombre de la autoridad hicieron abrir la puerta de la habitación de Leví Jiménez y le acribillaron a balazos dejando una cruz de plomo en su despedazado cuerpo. La muerte de Julio Suárez un domingo de mercado cuando después de recibir su grado de institutor regresaba a su tierra en alegre camaradería con compañeros de estudios. Sacudía el barro de las botas en el jardín de la casa de Hilario Soler, cuando los sorprendieron las balas de los fusiles de la policía a la orden de fuego que diera el alcalde, mientras él gritaba diciendo quién era. Cayó con el corazón hecho pedazos, a los ojos atónitos de un pueblo que lloraba en masa el más salvaje crimen perpetrado en San Rafael por las autoridades para servir intereses personales y banderizos y que quedó encubierto bajo la disculpa de una equivocación. Pero para qué renovar heridas y seguir narrando aquellos hechos vergonzosos. Toca a las nuevas generaciones borrar con olvido aquella era de violencia, continuando una vida de paz y de trabajo, ya que los frutos de la venganza nos convencieron de que su método feroz arruina a los propios y a los extraños.

LA CARRETERA La voz del fusil repercutió mucho tiempo en el letargo que dejó la violencia. El Gobierno abandonó con indiferencia a aquel pueblo díscolo. La carretera que penetraba la región anunciando progreso burló apasionadamente el Caserío de San Rafael, que quedó olvidado en su aislamiento como un castigo por la ideología de estas gentes que ignoran que la consecuencia fue la causa de la indiferencia del Gobierno durante los dieciséis años. Tremenda injusticia se cometió con San Rafael al privarlo de la carretera después de que el pueblo tomando primero la vocería, inició los trabajos haciendo varios kilómetros de explanación sin ayuda del Departamento, ni de la Nación.

Pintura Maestro Carlos Buitrago Castillo Estos vehículos utilizados una vez se abrió la carretera

Es de recordar aquel día memorable que corresponde al primer domingo de octubre de 1930 cuando los habitantes de San Rafael se congregaron en el atrio de la iglesia para oír el entusiasta llamamiento de sus jefes que les indicara construir con sus propios esfuerzos una vía que los pusiera en comunicación con los centros del comercio y la cultura. En la esquina de la plaza de donde habría de partir la carretera colocaron una piedra conmemorativa donde se lee: «Excelsior» el pueblo de San Rafael el 10 de octubre de 1930. Al día siguiente las escuelas y los vecinos dibujaron en la falda de la cordillera la carretera que ambicionamos desde hace veinticuatro años como el camino de redención. Dos generaciones han removido la tierra de aquel camino que la naturaleza despiadada ha borrado muchas veces y cada vez que hay un nuevo obstáculo por vencer, la muchachada del pueblo recuerda que juró solemnemente construir esa vía con sus brazos y que comenzó a trabajar antes que los demás pueblos de la región. A esa empresa de titanes están unidos los nombres del doctor Mijaeler L. y Jesús María Quevedo, quienes como ingenieros del trazado sirvieron desinteresadamente al pueblo en aquella trascendental empresa. Gracias a los auxilios del Gobierno Departamental en los últimos años han avanzado considerablemente los trabajos y es de esperar que esta obra sea concluida por la administración del doctor Alfredo Rivera Valderrama, nuestro ilustre Gobernador. A los doctores Luis S. Pinto. Alfonso Tarazona, Marco Antonio Molina y Guillermo Saravia, quienes como Gobernadores o ingenieros al servicio del departamento y demás empleados del Gobierno Seccional que se han preocupado por la terminación de esta vía, el pueblo tributa homenaje de gratitud. Ya en los últimos años, Rondón ha recobrado su tranquilidad y parece que ha entrado en una nueva etapa de progreso que tomará impulso con la terminación de la carretera. Las guerrillas de los Llanos y la turbación del orden público que tanto afectó a aquella rica región boyacense, encontró en Rondón un baluarte que ayudó en forma denodada al Gobierno hasta conseguir la pacificación. El 7 de agosto de 1953, el Excelentísimo Presidente de la República, General Gustavo Rojas Pinilla, otorgó la condecoración del valor a varios valientes hijos de Rondón por la colaboración prestada al Gobierno Nacional ayudando al ejército en la imposición de la paz. Bendiga Dios está tierra de gentes honradas y trabajadoras y les otorgue el bienestar que merecen. La historia de Rondón, la lucha de sus gentes por construir este sueño colectivo, ha recibido a lo largo de los años homenajes sencillos pero muy sinceros y de una calidez humana excepcional, como este pequeño ensayo que incluimos a continuación; la gran escritora y periodista Boyacense MARÍA ÁNGELA LASSO VEGA, concibió este bello mensaje a propósito de los 90 años de Rondón en 1994 en el que está sintetizado con innegable belleza literaria, todo el devenir histórico de Rondón.

RONDÓN LLEGA A SUS 90 AÑOS Sacudido por el temblor orográfico de las vértebras andinas, con las líneas del rostro desordenadas, se asomó Rondón al mundo por la ventana del ocaso de la Guerra de los Mil Días. Con un clima de 17 grados centígrados, a 2.075 metros sobre el nivel del mar y con una población de 4.460 habitantes. Su creación tuvo raigambre épica, la desmembración de un vasto territorio de la floreciente población de Zetaquira, que disentía entre sí en ideas políticas, originó su fundación por el Presbítero Ignacio Medina, entonces párroco del lugar; a su iniciativa se unieron los señores Peregrino Vargas, Adolfo Quevedo, Pablo Vargas y Siervo Soler. Ellos, decidieron un día luminoso de octubre plantar su propia tienda, tomaron posesión y soberanía del lugar, anclaron sus sueños y lo llamaron San Rafael. Nombre sonoro, de sabor negruzco y fácil deletreo, institucionalizado más tarde como Municipio (1904) por medio de la Ordenanza No. 05 de la Asamblea de Boyacá y en el año de 1936 su nombre primogénito fue cambiado por el que hoy tiene: Rondón. La riqueza de Rondón está en sus campos, porque a decir verdad su composición urbana es reducida, salvo su bella iglesia, el hotel turístico, la casa municipal, logran destacarse. Esto no significa que haya un marcado estancamiento, el reflejo auténtico de la violencia que golpeó sus campos, obligando a sus moradores a tomar rutas diferentes, que provocó su lenta evolución. Grandes Destinos: la feliz circunstancia de permanecer allí algunas horas, de disfrutar del calor humano de sus gentes y de un clima agradable, fue ocasión propicia para dialogar con las autoridades y dirigentes del lugar, tanto eclesiásticas como civiles, y otros que se han destacado en la administración del Departamento, con decisión han trabajado y trabajan por cristalizar los programas que proyectan para el desarrollo de la región. Ellos están convencidos que el pueblo está reservado para grandes destinos en el consenso de Boyacá y del país; su acelerada carrera hacia la constitución como Municipio vigoroso, es premisa fundamental para su desenvolvimiento social, cultural y económico, que hace que el Municipio marche al compás del progreso de la región y sea digno de conocerse a nivel nacional. Al concluir esta nota periodística, nos unimos con sincera simpatía al regocijo que embarga a los hijos de Rondón en la celebración de sus 90 años de existencia. Rondón está situado a 61 kilómetros de la ciudad de Tunja y comunicada por vías de acceso en regular estado. La joven población sufrió los embates de la violencia, azotando su anatomía indistintamente, hasta el punto de fraguarse su extinción; sus habitantes fueron presa del pánico, la orfandad y la pobreza. Reminiscencia: Hoy, la reminiscencia pertenece al pasado, a su espalda quedaron las cruentas luchas, se fugaron como animal herido, sus árboles ofrecen la sombra de la paz y de la prosperidad, las crestas de los empinados cerros que enmarcan a Rondón viven en eterna primavera, sus hijos que deambularon de un lado a otro regresaron al seno del hogar nativo. La geografía de Rondón desciende del Páramo de «Vijagual» y se lanza por los desfiladeros rematando en el fértil valle; el paisaje arisco, escarpado, va marcando la retorcida y escarpada carretera que conduce al poblado.

Foto de Guillermo Bohorquez

Es un embeleso de los ojos contemplar desde un altozano que hace la carretera, la exuberancia de sus campos, la cinta platinada del río Mucana o Mueche

lame golosamente sus contornos, en sus riberas medran enjaezadas haciendas de considerable extensión. Once veredas integran su estructura, algunas tienen nombres místicos, otros apellidos de próceres; Bolívar, Ricaurte, Sucre, Nariño, Nueva Granada, Junín, San Ignacio, San Antonio, San Isidro, San José y Centro. Las tierras de Miraflores, Zetaquira, Ciénega, Pesca y Ramiriquí demarcan su territorio; prosperan en su suelo, café, caña de azúcar, plátano, renglones sobresalientes en la industria agrícola; en su solar existen esmeraldas, sal, azufre, carbón, fosfato, minerales inexplotados que esperan la técnica del hombre para ser rescatados. DE CÓMO LA ENERGÍA ELÉCTRICA, LLEGÓ A RONDÓN Sólo hasta 1969, hace 35 años, Rondón comenzó a disfrutar de la energía eléctrica. Esto nos indica que desde hace muy poco, entró Colombia por la senda del progreso definitivo; en los siguientes relatos, lúcidos y apasionantes, mostramos a nuestros lectores, cómo arrancó éste proceso en el mundo, cómo llegó a Colombia, a Boyacá, y finalmente a Rondón: la secuencia cronológica de éste acontecimiento, nos sirve para dilucidar, de dónde venimos y a donde debemos llegar. Veamos: HISTORIA DE LA ENERGIA ELECTRICA EN COLOMBIA ¿Cómo surgió la electricidad? La historia de la energía eléctrica se remonta a 1880, cuando Volta perfecciona la pila eléctrica, que empezó a tener utilidad práctica con la invención del telégrafo de Morse en 1844 y el teléfono de Bell en 1876. Las primeras máquinas generadoras, capaces de convertir la fuerza mecánica en energía eléctrica en cantidades utilizables masivamente, fueron construidas por Siemens y Gramme en 1873 y 1872, basados en el principio del electromagnetismo y perfeccionados por Ampera y Faraday. Este avance, completado por el perfeccionamiento de la bujía para alumbrado de arco voltaico, desarrollada por Jablokoff en 1876, con la incandescente de Edison en 1879 y con su máquina perfeccionada, permitieron que en Nueva York se prendiesen en Agosto de 1881 las primeras bombillas de alumbrado eléctrico permanentemente, público y privado. Y, mientras se ponía en servicio la primera central de luz y energía del mundo, en la calle Pearl Street de Nueva York, en París se inauguraba la gran Exhibición Eléctrica, acontecimiento grandioso que nuestro Cónsul ALFREDO ALDANA, en una correspondencia para el Diario Oficial describe de la siguiente manera: LAS VENTAJAS ATRIBUIDAS A LA ELECTRICIDAD «La faz más notable de la presente exhibición estriba en las ventajas atribuidas a la electricidad con un motor de vapor. Esta exhibición deslumbrante está acompañada por otra no menos grandiosa: Carruajes para ferrocarriles eléctricos, palancas magnéticas para trenes, enormes máquinas para la producción de cables y conductores, instrumentos manuales para medir la velocidad de los proyectiles, telégrafos de campaña, y maquinaria en moción que recibe fuerza motriz de aquella de energía sutil desarrollada por relación de un imán». Este acontecimiento abrió las puertas del desarrollo industrial y científico del mundo, y Colombia, como país inquieto por su desarrollo, lo recibió con gran expectativa. Londres no se quedó atrás; París un año después, en 1882 realizó la II Exposición Internacional de Electricidad y remplazó la molesta y costosa iluminación de gas por la lámpara de energía eléctrica, el invento de moda en el mundo entero. El buen ejemplo sigue en casa.

La siguieron las ciudades de Viena, en 1883, Filadelfia, en 1884, popularizado el alumbrado eléctrico y realizando las versiones III y IV de la Feria Internacional de la Electricidad. De esta forma la humanidad ganó una dura lucha contra la oscuridad y dio un gran paso para sustituir los aceites animales y vegetales y el gas que hasta esa época, eran las únicas alternativas para iluminar los recintos cerrados y calles de poblados y ciudades. A finales del siglo XIX la energía eléctrica, sin embargo, sólo representaba el modesto 2.3% del total de la energía en el mundo, siendo la menos representativa, después del petróleo y el gas, que participaban en un 7%, y el carbón que sumaba el 90% del total; sólo en los últimos años de ese siglo la energía eléctrica en sus modalidades hidráulicas y térmicas fue tomando fuerza en el mundo y su uso se fue generalizando paulatinamente. La utilización para el alumbrado público y doméstico se popularizó en 1881; en el transporte desde 1897, con la electrificación del tranvía en Londres; en la comunicación en 1899 cuando Marconi envió el primer telegrama de Inglaterra a Francia y en general su uso se generalizó en la industria desde la gran Exposición Universal Eléctrica de 1881. Como era de esperarse, en Bogotá causaron revuelo las noticias de Nueva York y París y se iniciaron las gestiones para gozar de las bondades de la energía eléctrica. Llega la luz Eléctrica a Bogotá. En diciembre de 1888 se dio por parte del gobierno el primer paso para el establecimiento en Bogotá de la luz eléctrica. El Ministro del Tesoro y encargado de Fomento, Carlos Martínez Silva, dictó una resolución que prestó el terreno para la empresa de luz eléctrica. En Julio de 1889, Pedronel Ospina Guzmán, firmó por el gobierno el contrato con la empresa «Bogotá Electric Ligth Company», como se llamó la sociedad, que estableció su sede principal en Nueva York, para atraer inversionistas y poder dar mayor auge a su actividad. El 7 de Diciembre de 1889, los habitantes de Bogotá, reunidos en la Plaza de Bolívar y sus alrededores vierón por primera vez los destellos de las bombillas de energía eléctrica que rompieron las tradicionales noches de oscuridad Capitalina, y lo celebraron con música, repicar de campanas y cohetes, como lo indicaba el programa impreso para la fecha. Bogotá tuvo electricidad, 8 años después que Nueva York conociera este invento, con grandes esfuerzos, gracias al empuje de empresarios privados. Sin embargo sólo en 1900, casi 10 años después de que se inventara la bombilla incandescente, Bogotá pudo introducir a sus hogares este invento, gracias al esfuerzo de la sociedad «SAMPER BRUNCH COMPANY» que masificó el alumbrado con la energía que empezó a generar la Hidroeléctrica de El Charquito. El uso de la energía eléctrica en el país, haciendo un recuento histórico y cronológico del uso de la energía eléctrica en las primeras ciudades del país, podemos decir que Panamá fue la primera en conocer la electricidad porque en septiembre de 1889, dos meses antes que Bogotá, empezó a funcionar una termoeléctrica alimentada con carbón importado de Estados Unidos. En Barranquilla se vio por primera vez un foco de Luz Eléctrica en 1883, debido al accionar, de un generador que portaba un barco de una compañía Alemana. En 1892 empezó a funcionar una termoeléctrica en Barranquilla y en el año siguiente iniciaron operaciones, plantas similares en Cartagena y Santa Marta. En Cúcuta, AUGUSTO DUPLAT, fundó la compañía de Alumbrado Eléctrico de Cúcuta, en 1893, y tres años después instaló la primera planta de energía en el Norte de Santander con capacidad de 240 Kw, en el sitio Los Colorados.

Medellín inauguró la primera hidroeléctrica en 1898, aprovechando las aguas del arroyo Santa Helena y dio al servicio el alumbrado público. EN BOYACA Sólo hasta mediados del año de 1953 se principió a trabajar en forma efectiva para resolver el problema eléctrico en este importante sector del País, Aunque el problema de la escasez de energía en Boyacá era nacionalmente conocido, su resolución ofrecía serias dificultades. Se decía que en Boyacá no se debían establecer centrales eléctricas porque no había ni podría haber nunca mercado para la energía eléctrica. Afirmaciones como la anterior venían seguidas por el aspecto de la pobreza regional, apellidado unas veces incapacidad financiera, y otras insolvencias económicas. Pero a quienes en la hora actual nos ha tocado en suerte afrontar el problema no pensamos que Boyacá sea pobre. Por el contrario, es muy rico y tiene todas las condiciones favorables para llegar a colocarse a la cabeza de las regiones que merezcan calificarse como importantes en nuestro país. El problema de electrificación de Boyacá no ha logrado su solución definitiva todavía, porque es imposible en esta materia pretender realizar en diez meses lo que ha dejado de hacerse en cincuenta años. Sin embargo, se ha hecho ya más de lo que se podría exigir, y el planeamiento para la solución definitiva se considera inobjetable. Hagamos un rápido análisis de la situación de la electrificación, para poner en claro los conceptos: En el mes de agosto de 1953, la potencia instalada en todo el Departamento de Boyacá era de 2214 KW; repartidos en pequeñas plantas hidroeléctricas o Diesel de muy reducida capacidad siendo la mayor de las instalaciones una planta de 340 KW. Es decir, la potencia instalada en Boyacá era de 2,6 vatios por habitante, en tanto que el promedio para todo el departamento era en la misma época, de 29 w y de 80 w para las principales ciudades de Colombia. EN RONDÓN En 1969, llega la transmisión y distribución de la energía eléctrica; parte de los trabajos se sostenían con colectas de los habitantes de Rondón; se promovían bazares y actividades con el fin de sufragar los costos que ésta obra demandaba; gracias a la gestión realizada por el entonces Alcalde Virgilio Jiménez y el Personero Municipal Luis Ángel Álvarez Arias, Así mismo por el cuerpo de profesores de la época: Alba Leonor Ávila, Gloria Cárdenas Plazas, Benedicto Sichaca Barahona, Marina Moreno, Blanca Cepeda Borda y otros que contribuían a estos trabajos en la administración municipal. En la actualidad, el municipio de RONDÓN cuenta con 1.024 usuarios de la energía eléctrica. 763 usuarios rurales y 261 urbanos.

PARROCOS DE SAN RAFAEL DE RONDON La Iglesia Católica ha cumplido un papel determinante en estos l00 años de vida independiente de Rondón, integrando con su mensaje y su tarea evangelizadora a toda la Comunidad, y contribuyendo al fortalecimiento del clima de tranquilidad y concordia que con algunas excepciones, ha disfrutado el municipio. Hacemos un reconocimiento a la labor social, pastoral y educativa de los Párrocos que han pasado por ésta jurisdicción, y de manera especial a Monseñor LUIS FELIPE SÁNCHEZ APONTE, actual Obispo de la Diócesis de Chiquinquirá.

Santiago Rincón Claudio José Pineda Felipe Santiago Cuervo Felipe Santiago Cuervo Carlos Eduardo Díaz Pioquinto Salcedo Hugo Orjuela Carlos Francisco Arenas Luis Alfredo Buitrago José Santos Quintero Jorge Castro C. O.P. José Francisco González Jacinto Vega Mamerto Mojica Dionisio de Jesús Hernández Néstor Guarín Florentino Barrientos Conto Luis Arturo Torres González

l9l6 - l9l8 l9l8 - l92l l92l - l923 l92l - l923 l923 - l924 l924 - l924 l924 - l924 l924 - l927 l927 - l933 l933 - l936 l936 - l937 l937 - l partida l937 - l940 l940 - l94l l94l - l94l l94l - l945 l945 - l949 l949 - l950

Vicario Sustituto FRANCISCO DIAZ l950 - l95l Jorge Arsenio López l95l - l962 Carlos Julio Silva C. (una) l962 Pompilio Ma. Gutiérrez l962 - l962 Luis Francisco Floréz 1963 - 1965 Julio Roberto Olmos l962 - l963 Carlos José Dueñas l969 - l970 Esteban Gordini (l970)l2 Partidas Augusto Soler. l970 - l972 Esteban Gordini l972 José Ramón Páez l972 - l975 Silvio Aguirre l975 - l976 Luis Felipe Sánchez Aponte l976 - l980 Juan Nepomuceno Ochoa l980 - l983 Severo Roa Fernández l980 - l984 Abelardo Arias l984 - l985 José Rodolfo Lache l985 - l993 Eutimio Niño l993 - l997 Lucinio Vásquez l997 - 2002 Segundo R. Ávila Pirazán 2002

Caserío de Rancho Grande

Rondón: Recuerdos de su rica tradición cultural y religiosa Fuente documental: Olga Escobar

DOCUMENTOS DE RONDON EN EL ARCHIVO HISTORICO DE BOYACA Según datos que hemos recogido en el Archivo Histórico anexo a la Biblioteca Alfonso Patiño Roselli de Tunja encontramos una interesante colección de documentos relacionados con la fundación de «San Rafael» hoy Rondón, años 1904, 1916, 1919, 1936 que reposara en el ARCHIVO HISTORICO DE BOYACA, acerca de diversos aspectos del terruño natal. Destacamos en primer lugar, los Registros del Censo Municipal realizado en 1916, en los que aparecen censados sus habitantes tanto en el casco urbano, como en cada una de sus veredas; produce emoción recorrer las páginas acerca de Rondón, los primeros tiempos, expresión de aquellos momentos importantes como componente valioso del patrimonio cultural y de identidad, que contribuyen a consolidar el sentido de pertenencia a la comunidad Rondinense. El descubrimiento de los documentos del Archivo, la Ordenanza que dio vida a Rondón como municipio en 1904, algunos documentos eclesiásticos relacionados con la creación, Jurisdicción y fundación de la Parroquia de San Rafael hoy Rondón, avalados y firmados por el Obispo de Tunja de la época, Monseñor EDUARDO MALDONADO CALVO, y por sus primeros párrocos. Reposan en este Archivo también, algunos documentos notariales importantes para conocer de la delimitación del municipio es decir el área precisa de sus derechos territoriales; no poca sorpresa causa el hallazgo del PRIMER MAPA, marcando sobre el plano de San Rafael siguiendo sus líneas topográficas naturales tales como cordilleras, simas y altos, ríos, quebradas y vías de comunicación, etc. Presentamos a nuestros lectores algunos facsímiles de estos documentos:

(Corresponden al Primer Censo Poblacional, realizado en San Rafael de Rondón y escritura 556 de 1906 de la Notaria Principal del Circuito del Centro. Otorgada por Peregrino Rojas y Otros, con destino a la construcción del Templo). IMPORTANCIA DE RONDON EN LA HISTORIA DE COLOMBIA Episodios trascendentales del devenir nacional, que siguen siendo determinantes en nuestros destinos, tuvieron lugar a finales del siglo XVIII y comienzos del siglo XIX, protagonizados por eminentes líderes boyacenses oriundos de las Provincias de Márquez y Lengupá; podemos señalar con orgullo, por ejemplo, que el nacimiento de nuestros partidos tradicionales (liberal y conservador), alrededor de los cuales, para bien o para mal, se ha construido nuestra nacionalidad, tuvo como gestores e ideólogos esenciales al ilustre Expresidente don José Ignacio de Márquez oriundo de Ramiriquí, y al eminente escritor y patricio mirafloreño doctor EZEQUIEL ROJAS RAMIREZ. Según los investigadores de la ciencia política, el partido que se puede considerar más antiguo es el «liberal», cuya doctrina apareció hacia la mitad del siglo XVIII, y del que todos los demás no son sino derivaciones. En efecto, el 29 de febrero de 1832 se proclamó una nueva Constitución Liberal y unitaria para el país, reducido a los límites territoriales anteriores a la independencia, con la inclusión de Panamá. Como presidente fue elegido el General Santander. Su sucesor, JOSÉ IGNACIO DE MÁRQUEZ, tuvo que enfrentarse con una sublevación de los conservadores en el Sur. Mientras tanto se conformó la moderna estructura de los partidos liberal y conservador que han dirigido la vida política colombiana hasta nuestros días. Las posiciones de ambos partidos desembocaron en un fuerte antagonismo. En la confusión tuvo lugar un fuerte rebrote federalista que terminó en enfrentamientos sangrientos. Alrededor de JOSÉ IGNACIO DE MÁRQUEZ, se aglutinaron los liberales moderados o ministeriales, fuertemente opuestos al ideario y a los métodos de los Progresistas y Civilistas, acaudillados por José María Obando y Vicente Azuero; la victoria temporal de Márquez desató una guerra civil de grandes proporciones, de la que fueron germinando posteriormente en forma gradual, nuestros dos grandes partidos tradicionales, cuya base ideológica hay que encontrarla en los postulados del notable jurisconsulto, político y orador colombiano JOSÉ IGNACIO DE MÁRQUEZ, y en los escritores Caro y Ospina para el caso del CONSERVATISMO, y en el aguerrido político Boyacense doctor EZEQUIEL ROJAS RAMIREZ, para el caso del LIBERALISMO; Rojas Ramírez, intelectual polemista y batallador, se inspiró en el bentamismo político o utilitarismo Inglés, para sentar, mediante sus Manifiestos, los fundamentos programáticos de lo que después sería el Partido Liberal Colombiano. Como se ve claramente, nuestra historia como nación nace a la libertad en las gloriosas Batalla de Vargas y Puente de Boyacá en 1819, y se consolida como nación políticamente independiente y creadora también en Boyacá, siendo RONDÓN, UN PUNTO CLAVE Y NEURÁLGICO de nuestra historia; en su seno y también en su entorno Provincial, comenzaría a perfilarse la futura Colombia, y como titulaba uno de sus libros un famoso escritor recientemente, «COLOMBIA, UNA NACIÓN, A PESAR DE SÍ MISMA».

JOSÉ IGNACIO DE MÁRQUEZ FUNDADOR DEL PARTIDO CONSERVADOR Estadista boyacense (Ramiriquí septiembre 9 de 1793 - Bogotá, marzo 21 de 1880), Presidente de la República entre 1837 y 1841. José Ignacio de Márquez Barreto es considerado como el presidente colombiano más respetuoso de la democracia en su más pura esencia del derecho, la constitución, las leyes y la filosofía política del «civismo». Hijo de José Gregorio Márquez Castañeda y Juana María Barreto, naturales de Somondoco, era el cuarto entre los dieciocho hijos de la familia Márquez Barreto. Establecido en Ramiriquí, donde poseía una hacienda de labranza y de ganado y una casa alta y de teja en la plaza principal, su padre llegó a ser alcalde de Ramiriquí y Corregidor del Partido de Chivatá, con jurisdicción en las poblaciones de Chivatá, Ramiriquí, Soracá, Viracachá, Siachoque, Toca y Pesca. El joven José Ignacio aprendió las primeras letras al lado de sus padres y del cura párroco de Ramiriquí, el padre Fernando Sarmiento y Otero; éste le dio las primeras lecciones de aritmética, latinidad e historia. El 2 de noviembre de 1807 Márquez fue recibido como estudiante del Colegio de San Bartolomé. Era un alumno de escasos recursos, muchas privaciones y con hábitos de orden, exactitud y austeridad. Sus profesores fueron José Félix Restrepo, José Ignacio de Herrera, Frutos Joaquín Gutiérrez, Crisanto Valenzuela, Emigdio Benítez, Custodio García Rovira y otros maestros de la ilustración y el civilismo granadino. Uno de sus compañeros fue Francisco de Paula Santander, con quien posteriormente le correspondió actuar en la organización civilista de la Gran Colombia y de la Nueva Granada. Cuando Márquez recibió el grado de bachiller en Derecho Civil, en 1812, tenía diecinueve años, y de inmediato fue destinado a la cátedra de filosofía. Durante cuatro años hizo la práctica forense bajo la dirección de Tomás Tenorio Carvajal, y en 1817 presentó examen riguroso como abogado ante la Real Audiencia. El 15 de septiembre de 1819 Márquez inició su carrera republicana, cuando el Libertador Simón Bolívar lo nombró en la Suprema Corte como ministro fiscal del ramo de Hacienda, afirmando su vocación política en las primeras elecciones colombianas de 1820, en las cuales fue elegido representante suplente por la provincia de Tunja ante el Congreso de Cúcuta, que sesionó en 1821. Sus competidores denunciaron su corta edad para llegar al Congreso, aun cuando su elección fue considerada válida, pues se comprobó que a la sazón tenía 27 años. Como algunos representantes principales no pudieron asistir, le correspondió a Márquez participar activamente en el Congreso de Cúcuta. A pesar de su corta edad, fue elegido dos veces presidente del Congreso de Cúcuta, y en esa importante posición le correspondió dar posesión de la Presidencia de la República de Colombia al Libertador Simón Bolívar, y de la Vicepresidencia al general Francisco de Paula Santander; así mismo, le correspondió firmar la Ley Fundamental de la República de Colombia. En 1825 Márquez fue nombrado Intendente de Boyacá, dedicando su actividad política al desarrollo de los diferentes ramos de la administración. Impuso en Boyacá un fuerte régimen económico con medidas especiales para evitar los fraudes y organizar las finanzas departamentales. Su principal preocupación fue la creación de escuelas primarias en todas las poblaciones de Boyacá; y en la misma forma el progreso de los colegios del Departamento. Fundó la Imprenta Departamental y el periódico El Constitucional, administración. Impuso en Boyacá un fuerte régimen económico con medidas especiales para evitar los fraudes y organizar las finanzas departamentales. Su principal preocupación fue la creación de escuelas primarias en todas las poblaciones de Boyacá; y en la misma forma el progreso de los colegios del Departamento. Fundó la Imprenta Departamental y el periódico El Constitucional, su órgano oficial. Los años finales de la década de los veinte en el siglo XIX corresponden a la crisis de la Gran Colombia. Después de la visita que hizo el Libertador a Tunja, en noviembre de 1826, Márquez, quien fue un gran adicto y defensor de la Constitución de Cúcuta y liberal moderado, renunció a su cargo oficial y pensó retirarse de la política. En 1827, en el Oratorio de San José de la Hacienda de Soconsuca, en el municipio de Sotaquirá, contrajo matrimonio con doña María Antonia del Castillo y Vargas Machuca; en esta hacienda vivió

Márquez con su esposa por varias temporadas. El matrimonio tuvo cinco hijos: Enriqueta, Carolina, Juana, María Ignacia y José Gregorio Márquez. En 1828 José Ignacio de Márquez fue nombrado primer rector de la Universidad de Boyacá; sin embargo, su actividad docente no fue efectiva, debido a sus actividades políticas y, en especial, a su participación en la Convención de Ocaña, instalada el 9 de abril de 1828. Márquez asistió como Diputado por la Provincia de Tunja. Con su brillante labor, fue elegido dos veces Presidente de la Convención, destacándose por su oratoria. Se manifestó partidario de la federación para Colombia, no en forma extremada, sino moderada. En la misma forma, lideró el grupo político de los liberales moderados, quienes se manifestaron fieles a los principios de respeto a la Constitución de Cúcuta. El liberalismo moderado de Márquez y sus partidarios consideraba que era preciso modelar la República sobre la base de la tolerancia y la conciliación. En 1830 el Libertador lo nombró Prefecto de Cundinamarca, cargo que desempeñó por pocos días, pues el Vicepresidente Domingo Caycedo, encargado de la Presidencia de la República, lo designó Ministro de Hacienda, mediante decreto del 10 de marzo de 1830. El país se encontraba en grave crisis económica, con una completa desmoralización en la percepción de rentas y decadencia en la industria. En pocos días Márquez puso orden en la administración financiera, empezó a organizar el cobro de la renta y fomentó la industria del tabaco. Estableció una política proteccionista en lo económico; fomentó la agricultura y el desarrollo industrial; insistió en la necesidad de desamortizar los bienes eclesiásticos, disminuir los días festivos y organizar los impuestos directos para el fortalecimiento de la economía. Fue partidario siempre de la austeridad económica, con su idea de gastar apenas lo necesario y economizar en lo supérfluo. En 1831 Márquez participó en el Congreso Constituyente de la Nueva Granada por la Provincia de Tunja; sobresalió por su oratoria y moderación. Fue el primer presidente del Congreso de la Nueva Granada y le correspondió firmar la Ley Fundamental, el 17 de noviembre de 1831. El 9 de marzo de 1832, el Congreso eligió al general Francisco de Paula Santander como Presidente de la Nueva Granada, y como Vicepresidente, a José Ignacio de Márquez, quien ya era conocido por su probidad, Granada, y como Vicepresidente, a José Ignacio de Márquez, quien ya era conocido por su probidad, economía, amor al trabajo y gran responsabilidad. Por ello Márquez reemplazó al presidente Santander durante ocho meses (de marzo 10 a octubre 7 de 1832) mientras el «Hombre de la Leyes» regresaba del exterior. Estableció un gobierno de paz, concordia. El 1 de abril de 1837 Márquez fue elegido Presidente de la Nueva Granada, con el apoyo de los liberales moderados y del grupo de los antiguos bolivianos, partidarios del Libertador Simón Bolívar. Triunfó sobre las candidaturas del general José María Obando, apoyado por Santander, y del ideólogo del liberalismo radical, Vicente Azuero. En la Presidencia de la Nueva Granada, Márquez se caracterizó por su espíritu civilista y legalista. Fue fundador de numerosas escuelas y colegios de segunda enseñanza, y se manifestó partidario de la educación popular, fundamental para el progreso de los pueblos; organizó las finanzas públicas y propició la moderación y la conciliación. Entre sus obras de gobierno más representativas están: la organización de la Hacienda Nacional; la definición de la deuda pública de la independencia en relación con Venezuela y Ecuador (a la Nueva Granada le correspondió asumir el 50%); el estímulo a la industria nacional y a la producción de tabaco, hasta entonces en decadencia. Márquez luchó por conservar el crédito nacional, haciendo los pagos correspondientes a tiempo; en la misma forma propuso promover la riqueza pública, por ello consideró muy importante para el progreso de la Nación, la obtención de una equilibrada proporción entre los ingresos y los egresos. Fomentó la agricultura y la industria, y, por ende, el proteccionismo económico contra el librecambismo. Márquez pensaba que la excesiva libertad de comercio influía en la baja de los productos granadinos, los cuales no podían competir en los mercados externos. Denunció la libertad de comercio como causa de la decadencia de los pueblos que antes fueron prósperos, como Tunja, Socorro, Pamplona y Bogotá; asimismo, como causa de la disminución del capital, la moneda y la decadencia de los pueblos. El presidente Márquez fue uno de los estadistas civiles del siglo XIX que más se preocupó por la educación popular; así lo expresó en su alocución del 1 de abril de 1837: «Sin la educación de las masas no hay espíritu social, ni verdadero interés

por las libertades públicas, ni puede afianzarse el sistema republicano sobre bases sólidas y estables. En una palabra, es de las luces comunes y de su difusión, la prosperidad de los Estados». Destacó la importancia de la educación cívica para la formación de las nuevas generaciones, pues ella hace amar las instituciones nacionales, señala la extensión y límites de los derechos y deberes de los ciudadanos y enseña los elementos de la felicidad general y particular. En su período presidencial, una de sus principales obras fue la instrucción pública. Creó numerosas escuelas primarias y, entre otros, los siguientes colegios: Colegio Académico de Cartago (1839), Colegio de Santa Librada de Neiva y Colegio de la Merced para la educación femenina en Bogotá. También creó los cursos universitarios de filosofía para Zipaquirá, Chocontá, Santa Rosa de Viterbo y Salazar; estableció una cátedra de medicina en el Colegio de Boyacá en Tunja y una de derecho canónico en San Gil. En relación con sus actividades pedagógicas universitarias, Márquez fue profesor de Derecho Público y Derecho Romano en diversas oportunidades. Miguel Samper, uno de sus discípulos, refiere en sus escritos político-económicos que «en la clase de Derecho Romano se extasiaba predicando amor a la República que confundía con la patria, por ser esa la forma de nuestro gobierno». Uno de los problemas que le correspondió afrontar fue la guerra de los Supremos o de los Conventos, en los años 1840 y 1841, un conflicto que desangró a la Nueva Granada. Esta guerra se inició en Nueva Granada. Esta guerra se inició en Pasto por motivos religiosos, pues su objetivo inicial fue impedir la ejecución de la ley de supresión de los conventos menores, es decir los de menos de ocho religiosos. La noticia de la supresión de tales conventos ocasionó incendios, tumultos y protestas entre las gentes de Pasto, donde se suprimían los conventos de San Agustín, Santo Domingo y La Merced. La rebelión fue iniciada por el padre Francisco Villota, superior de la Congregación de San Felipe Neri, quien fue nombrado jefe de las masas en una guerra llamada Guerra Santa o Guerra de los Conventillos de Pasto. El celo religioso de Pasto atrajo interés de los Supremos, los caudillos del sur, quienes aprovecharon la rebelión de Pasto para mostrar su oposición al gobierno del presidente José Ignacio de Márquez. El general José María Obando se pronunció ante el país como Supremo Director de la guerra en Pasto y General en jefe del Ejército restaurador y Defensor de la Religión del Crucificado. La guerra se generalizó en todo el país; en Antioquia se pronunció el general Salvador Córdova, en Boyacá lo hizo el general Juan José Reyes Patria, en Panamá, el coronel Tomás Herrera y en la Costa Atlántica, el general Francisco Carmona. Por su parte, el gobierno del presidente Márquez contó con el apoyo de los generales Pedro Alcántara Herrán, Tomás Cipriano de Mosquera y Juan José Neira. Entre los combates más importantes de la guerra de los Supremos, destacamos los siguientes: la Polonia, Huilquipamba, Buenavista, la Culebrera, La Chanca, y Buesaco, Honda, Aratoca, Ríosucio, Tescua, Riofrío y Ocaña. en las batallas de la Culebrera y Buenavista se destacó la acción del General Juan José Neira, decisiva para el triunfo del gobierno legítimo del presidente Márquez. Como consecuencia de esta cruenta guerra civil, el país vivió el estancamiento económico, la desolación de los campos tras el paso de los ejércitos y el azote de las epidemias. La guerra civil fue ganada por las fuerzas gobiernistas de Márquez, comandadas por los generales Herrán y Mosquera, quienes fueron los siguientes presidentes de la Nueva Granada. El presidente Márquez culminó su período presidencial el 2 de mayo de 1841. Le sucedió el general Herrán, quien gobernó entre los años 1841 y 1845. Márquez se dedicó posteriormente a sus actividades de jurisprudencia y docencia; fue Magistrado de la Corte Suprema de Justicia, dictó clases de Derecho en la Facultad Nacional y dedicó su tiempo a la jurisprudencia. (Ver tomo 2, Historia, «El Estado de la Nueva Granada (1832-1840)», y «La Guerra de los Supremos». Página 309-366). JAVIER OCAMPO LÓPEZ

DOCTOR JOSÉ EZEQUIEL ROJAS RAMÍREZ FUNDADOR DEL PARTIDO LIBERAL Estamos ahora en los albores del siglo XIX. Don Francisco Javier de Rojas quien en 1787 había ocupado el cargo de Alcalde de Miraflores, y al parecer, era pariente del primer cura de esta población, Blas Ignacio de Rojas, y de don Juan de Rojas, la persona que había ofrecido parte de sus vastas propiedades de la Vereda de Buenos Aires para que allí se fundara tal localidad era también un rico terrateniente del Lengupá y por ello persona de prestancia. Había casado con Manuela Ramírez, quien como él era hija de españoles. El 13 de septiembre de 1803 nació en Miraflores el primogénito de tal matrimonio, tal vez en la Vereda de Buenos Aires, tal vez al otro lado del Río Grande, del Lengupá, según la tradición oral, en territorio del actual Berbeo. Acompañado de los padrinos, Juan Nepomuceno Ortega y Melo y doña Ana Leznes, los felices esposos se trasladaron al despacho parroquial de Miraflores el 21 del mismo mes y año, y en la pequeña iglesia le dio el bautismo el cura de entonces, Concepción Caicedo. Lo llamaron José Ezequiel. Otros hijos tuvieron posteriormente el mismo matrimonio: Eleuterio y Concepción, quien casó con el político boyacense Ignacio Galán. Años más tarde murió Francisco Javier y su viuda contrajo segundas nupcias con otro hacendado de Lengupá, sesentón él, don Roque Lesmes, el mismo que había participado en el ejército de los Comuneros de Lengupá. Llegada la época de educar a los hijos, el matrimonio Lesmes - Ramírez se trasladó con ellos a Bogotá, en donde fijó asiento definitivamente; para ello contaban con la importante fortuna adquirida por don Francisco Javier, consistente especialmente en buena parte de las dilatadas vegas que hacían parte de la «Hacienda de Lengupá», loteada y vendida después de 1767, fecha en que fueron expulsados los Jesuitas del territorio nacional, y con los predios que aportó el propio Roque Lesmes, todos ellos con trapiches, plantíos de caña de azúcar y ganados. En Bogotá adquirieron y habitaron una casa ubicada a las orillas del río San Francisco, de dos plantas, unida al costado sur de la ciudad por un puente. Se le llamaba la «Casa de Lesmes». Hoy corresponde a la esquina de la Avenida Jiménez de Quesada con carrera cuarta. José Ezequiel Rojas Ramírez estudió y se doctoró en Derecho en la Universidad Central, en el año 1827. Para entonces su familia era amiga de la del general Santander cuya hermana Rita y su prima Juana vivían en la casa de Lesmes. Tenía además el novel abogado especial amistad con grandes patricios de la época: con José Ignacio de Márquez, quien había sido su profesor, con Francisco Soto, con Luis Vargas Tejada y muchos más. Llevado por esa amistad, y por sus conocimientos en la ciencia política, logró ser elegido miembro representativo de Boyacá a la Convención de Ocaña, convocada por Santander para darle una nueva Constitución a la República ante los amagos cesaristas de Bolívar. Esta Convención, reunida el 9 de abril de 1828, no admitió la credencial de Ezequiel Rojas, alegando que los reglamentos exigían una edad mínima de 25, y Rojas apenas había cumplido los 24. A su regreso a Bogotá encontró allí que se estaba organizando la «Sociedad Filológica», de la cual hizo parte y más tarde fue su presidente, una organización de la cual participaba la juventud estudiosa y brillante de su época, como también la que se había alineado en los postulados masónicos, e igualmente se hizo masón. En esa Sociedad Filológica, como en las Logias Masónicas se cultivaba el ideario democrático y se hacía una sorda oposición a los militares venezolanos que al amparo del Libertador se habían adueñado de la ciudad e implantaban un régimen pretoriano, prevalidos del fracaso de la Convención de Ocaña.

Fue entonces cuando desde tales centros se empezó a fraguar la conspiración septembrina, abortada el 25 de septiembre del mismo año. Pretendían simplemente someter a la impotencia política al Libertador y liberarse de sus Tenientes venezolanos, para organizar la República. Eran jóvenes ilusos, sin preparación militar, imbuidos de la doctrina democrática de los griegos y de los filósofos enciclopedistas. Algunos fueron reducidos a prisión. Otros se fugaron. Tardíamente Ezequiel Rojas quiso ausentarse de la ciudad, para la cual, a consejas de su madre se disfrazó de mujer, pero fue descubierto y aprehendido en las cercanías de San Victorino. Se le sometió a proceso, y aunque nada se comprobó de su participación en aquel golpe, fue detenido y sentenciado al destierro a Europa. A pesar de que esa era la sanción, se le mantuvo preso durante varios meses en la prisiones de Bocachica. En Europa mantuvo relaciones con los grandes pensadores Jeremías Benthan y Juan Bautista Say. Y a su regreso a Bogotá, en 1833, se dedica al profesorado universitario en el Colegio del Rosario, en cátedras de derecho y economía, transmitiendo las enseñanzas de aquellos pensadores. Fueron 45 años de profesorado que lo consagran como el Maestro de las Generaciones Radicales que implantaron la república liberal federalista de finales del siglo XIX, y al ejercicio de la abogacía, profesión en la cual se destaca de manera notable, y que le permite acumular una notable fortuna. La vida de los negocios tampoco le es ajena, de suerte que a ella también destina buena parte de su tiempo, incluida la actividad de prestamista, que simulaba la ideología de la época. Ezequiel Rojas fue elegido Representante a la Cámara por la Provincia de Tunja desde 1832 hasta 1849, sin interrupción. Después fue elegido Senador por la misma provincia desde 1858 hasta su muerte, ocurrida en 1873. Escribió diversas obras: Filosofía Moral, publicada en París, Proyecto de Constitución Política para el Estado Soberano de Cundinamarca, en 1863, La diferencia entre la teoría y la práctica del sistema representativo, Teoría del Crédito Público y Privado, Derecho de Propiedad, Tres Lecciones de Filosofía, Cuestión Textos, El Doctor Ezequiel Rojas ante el Tribunal de la Opinión. Además escribió numerosos artículos políticos y económicos en diversos periódicos capitalinos. En 1848, siendo parlamentario, reunió en su casa a un grupo de congresistas y desde allí fue lanzada la candidatura presidencial de José Hilario López en cuya elección hecha por el Congreso también intervino, y para sustentarla, así como para dar las bases ideológicas y estructurales del partido liberal colombiano, publicó el 16 de julio de 1848 en el periódico «El Aviso» un importante escrito bajo el título «LA RAZON DE MI VOTO», que es tenido como el primer manifiesto del partido liberal colombiano, y que termina diciendo: «En resumen, quiere el partido liberal que se organice un gobierno en beneficio de los gobernados: quiere República, sistema verdaderamente representativo, Congreso independiente, Poder Ejecutivo que no pueda ser sino lo que la ley le permite, responsabilidad positiva y para ello tribunales independientes, buenas leyes, una política en el Poder Ejecutivo eminentemente nacional y americana, justicia imparcial con todos, que en sus actos no se tenga en cuenta otra consideración que el bien público. Y quiere todo esto para que los que obedecen no sean esclavos de los que gobiernan; para que haya verdadera libertad; para podernos librar del gobierno teocrático; para que los granadinos tengan realmente aseguradas sus personas y sus propiedades; y para que las garantías no sean engañosas promesas». El propio Rojas fue escogido previamente en aquella reunión como candidato presidencial, a lo cual se negó. Santander, Vicente Azuero, Soto y otros más, venían predicando de tiempo atrás las ideas liberales. Pero aún no existía como organización el partido liberal. En verdad los partidos políticos son de reciente data según el sociólogo francés Duverger, nacen en Estados Unidos de América y datan de 1850. Habrá que modificar este dato diciendo que un granadino, Ezequiel Rojas, organizó el partido liberal colombiano en 1848, y que el partido conservador nació como tal en 1849, en manos de Mariano Ospina Rodríguez.

Ezequiel Rojas fue ministro de Hacienda de José Hilario López y en 1848, durante unos pocos meses. De 1850 a 1857 fue Ministro plenipotenciario ante los gobiernos de Francia, Inglaterra y la Santa Sede. En 1867 fue Presidente del Concejo de Bogotá. También fue elegido Designado a la Presidencia de la República, Magistrado de la Corte Suprema de Justicia, y primer Rector de la Universidad Nacional en 1868, pero no ejerció ninguno de esos cargos. Fue también el promotor y eminencia gris del golpe de Estado que otro coterráneo suyo, el general y doctor Santos Acosta, dio al general Mosquera el 23 de mayo de 1867. En 1840 casó con Zoila Gaitán, de quien tuvo una hija, Josefina, quien a su turno se casó con Guillermo M. Alberti, Conde oriundo de Florencia. Rojas murió en Bogotá, el 21 de agosto de 1873 y recibió los más grandes honores oficiales y populares. El Presidente de la República, su discípulo Manuel Murillo Toro, dictó un decreto de honores ordenando izar la bandera colombiana a media asta, y escoltado su féretro por un batallón de Guardia Colombiana, por miles de funcionarios, estudiantes, profesores, gentes del común, fue llevado al Cementerio Central en donde Santiago Pérez, Salvador Camacho Roldán, Jacobo Sánchez (Rector de la Universidad), José María Rojas Garrido, Aníbal Galindo y otros más pronunciaron elocuentes y sentidos discursos fúnebres. En su lápida se esculpió una hermosa frase: «Ezequiel Rojas, investigador de la verdad». EPISODIOS RECIENTES DE LA HISTORIA RONDINENSE A finales del mes Enero de 1998, Rondón fué sorprendido por un hostigamiento de la Guerrilla de las FARC, que causó algunos daños y produjo lesiones en la fuerza pública y en las columnas irregulares. Estos hechos, como es lógico, son consecuencia del conflicto de décadas que desangran a Colombia, y que solo será posible superar mediante una salida política y negociada. Incluimos a nuestros lectores, un Facsímil de ésta noticia, aparecida en el Semanario BOYACA 7 DIAS, el 30 de enero de l998. Durante seis horas casi un centcnar de guerrilleros estuvieron atacando las residencias de los agentes dc la Policia de esta localidad dc la provincia dc Márquez. Varios guerrilleros huyeron heridos Un sub oficial y un civil dejó como saldo la toma guerrillera a Rondón en la noche del miércoles LA GUERRILLA SE ACERCA A TUNJA Rondón, municipio ubicado en la provincia de Márquez, apenas a 61 kilómetros de Tunja, fué atacado en la noche del miércoles por un grupo de aproximadamente 100 guerrilleros, al parecer pertenecientes a las autodenominadas Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia Farc. El ataque, que tuvo una duración de seis horas, dejó como saldo dos personas heridas, el Cabo Alvaro Wilson Galindo Cortés y el ciudadano Ignacio Leguizamón, quienes fueron trasladados en las primeras horas del jueves a la Clínica de la Policía en Tunja y al hospital de Ramiriquí, respectivamente. Dos viviendas fueron destruidas totalmente y varias más resultarón averiadas como consecuencia del ataque guerrillero, realizado con fusiles y lanza cohetes.

Esta residencia ubicada en la esquina del parque principal, fue destruida a cauda de los impactos de fusil y lanza cohetes. Los guerrilleros también procedieron a incendiarla.

El coronel Luis Mesa, comandante operativo del Departamento de Policía Boyacá, dijo que el ataque se inició hacia las seis de la tarde y que solo se produjo el repliegue de la guerrilla hacia la una de la manaña cuando al municipio llegaron refuerzos del Ejército y Policía. NOCHE DE TERROR Uno de los habitantes del lugar en diálogo con Boyacá 7 días, dijo que el ataque de la guerrilla se inició desde varios frentes, uno de ellos la esquina del parque principal. Por varias horas los guerrilleros estuvieron disparando contra las residencias de los agentes de la Policía, ubicadas en diferentes lugares de la población. Simultaneamente otros guerrilleros disparaban indiscriminadamente desde la parte de arriba de la población. Es la primera vez que se produce un Los ocho agentes que prestan su servicio de vigilancia en ataque guerrillero a Rondon, municipio Rondón repelierón el ataque valerosamente y al parecer, ubicado apenas a 61 km de la capital causaron heridas a varios de los subversivos, según los rastros boyacense. de sangre que se pueden observar en varios lugares. La casa de uno de los agentes, ubicada en la esquina del parque principal, fue destruida con disparos de fusil y lanza cohetes y posteriormente incendiada, pero el Policía resultó ileso. En la misma residencia, cuatro menores y una señora de edad se salvaron de perecer cuando fueron evacuados por las ventanas por algunos vecinos.

Aunque el coronel Mesa no dijo nada sobre el particular, varios de los habitantes del pueblo aseguraron que los policias ya estaban advertidos de la toma y estaban esperando a la guerrilla. En toda la región se estaba hablando de hombres sospechosos que recorrían la Cordillera, por el páramo del Vijagual, dijo una señora. Sobre el particular, se conoció que hace menos de una semana, varios funcionarios del gobierno departamental suspendieron un viaje que deberían realizar por tierra hasta Miraflores, porque fueron advertidos por los organismos de seguridad de la presencia de una columna guerrillera. NIÑOS GUERRILLEROS El coronel Mesa informó que según los testimonios que fueron recogidos entre la población, gran parte de los guerrilleros eran jóvenes y niños. Algunos testigos dijeron a Boyacá 7 días que casi todos portaban radioteléfonos con los cuales estuvierón reportando permanentemente el resultado de la operación. Los guerrilleros no alcanzaron a llegar hasta la oficina de la Caja Popular Cooperativa, única entidad bancaria existente en el municipio. En el interior de una de las residencias atacadas fue encontrado un caballo de pura sangre muerto que al parecer fue llevado a ese lugar para protegerlo de la acción de las balas. La región en donde se encuentra Rondón está caracterizada por espesa vegetación y por una topografía irregular, lo cual dificulta la acción de las autoridades en la persecución de los subversivos. Hacia la media noche la Policía y el Ejército tuvieron el apoyo de dos aviones «Fantasma», que fueron trasladados al lugar desde la Base de Tolemaida y que lanzaron luces de bengala que ahuyentaron a los guerrilleros.

Es la primera vez que se produce una toma guerrillera en Rondón. «Desde 1952, en la época de la violencia, yo no sabía de la presencia guerrillera en Márquez y Lengupá, como ha venido ocurriendo en las últimas semanas, anotó una de las residentes del municipio». RONDON: FRAGMENTOS DE SU ANECDOTARIO HISTORICO La pequeña historia es como un rastro para seguir el camino de lo grande; el lector se emociona con un detalle, y de la noticia vaga pasa a la exposición documental. En l9l9, el naciente municipio de San Rafael, de la sencilla anécdota pasa a la minuciosa biografía. En éste punto de tanta expectativa de un futuro mejor, llegó MIGUEL VANEGAS a San Rafael de Rondón, considerando desde un principio como medio efectivo para establecer las relaciones industriales y comerciales con el auspicio de la Familia ARIAS BORDA (Isaías Arias y Julia Borda), instalar una pequeña empresa en la Vereda de Junín, en Foto: Hirrael Garzón el sector conocido como Las Canoas en terrenos de Bartolomé Cárdenas, para la época construyeron embalses con el objeto de mover una planta generadora de energía para alimentar la ESFIBRADORA DE FIQUE, hilandería de fique y el trapiche, de moler la caña de azúcar para la producción de la miel; dicha empresa toma auge, con el fin de sufragar las necesidades del municipio, y por qué no, de la Región de Lengupá; a todo esto hay que adherir que sobrevino una tragedia que consistió en un terremoto a causa de las fuertes lluvias; la Quebrada Potrerana se desbordó llevando sus aguas por las bocatomas artificiales construidas llegando a los campamentos y arrastrando con trabajadores, provisiones y demás existencias de la fábrica. El día 29 de noviembre de l9l9, la naturaleza echó de su seno a los maquinistas, como los llamaban las gentes de Rondón, dejando cuatro víctimas que se encontraban durmiendo en pozuelos, los cuales fueron a parar al Río Mueche; entre las víctimas que recuerdan testigos presenciales de los hechos, a una hija de Sildana N. Las otras tres personas ahogadas eran de la familia Vanegas. Continúan las gentes Rondinenses haciendo las preces de las 40 horas. El sacerdote que comienza a ejercer los destinos de la Iglesia asume una actitud de pregonero, entrometiéndose en afirmar que la tragedia comienza a ejercer los destinos de la Iglesia asume una actitud de pregonero, entrometiéndose en afirmar que la tragedia era por causa de los protestantes; el sacerdote no administró los sacramentos a las víctimas por causa de su religión; lo que sirvió de escarnio a los católicos. Fue una oportunidad para los anglicanos, el hacer fuerte su credo religioso. RESEÑA HISTÓRICA DEL COLEGIO DEPARTAMENTAL «SAN RAFAEL» DE RONDÓN Fué nacionalizado según decreto número 000288 del 2 de marzo de 1993 y teniendo en cuenta la ley 44 de 1989, Tomando el nombre del Colegio Nacionalizado « San Rafael»de Rondón. El Colegio fué Departamentalizado mediante ordenanza número 25 de diciembre de 1978 por la cual se departamentalizo el Colegio Cooperativo San Rafael de Róndón.

Colegio Nacionalizado San Rafael de Rondon Foto: Hisrael Garzón

MARCO INSTITUCIONAL Y SOCIAL Convencidos de la urgente necesidad de llevar a cabo la idea de realizar un sueño de educar a sus habitantes, la comunidad de Rondón en cabeza del presbítero SIERVO DE JESÚS AGUIRRE decidió apoyar la creación de un Colegio que en sus comienzos fue sostenido por los padres de familia y socios de la naciente entidad de carácter privado. Así que el 28 de septiembre de 1975 mediante la participación de 60 personas, conformaron la Cooperativa Especializada de Educación y, que posteriormente se convertiría en la más sólida de las bases para lo que hoy es el Colegio Nacionalizado San Rafael de Rondón. Entre los meses de octubre se trabajó arduamente para llevar a cabo la organización y planificación de lo que hasta entonces era una utopía. La Secretaría de Educación Pública del Departamento de Boyacá, envió al profesor Hermes Pineda como orientador y la Superintendencia Nacional de Cooperativas, a Milciades Rodríguez en calidad de delegado; para la respectiva inspección se establecieron unos estatutos y se eligió el primer Consejo Administrativo provisional así: Gerente: PABLO ANTONIO TORRES CARO Auditor: LUIS EDUARDO VARGAS QUEVEDO Tesorero: MARIO ERNESTO MUÑOZ SOLER El 2 de febrero de 1976, se recibieron en la Concentración urbana de «El páramo», ubicada en la cabecera municipal, a los primeros 40 estudiantes para dar inicio a tan noble y fundamental tarea; acompañados del padre Siervo de Jesús Aguirre quien fue el primer Rector del naciente Colegio, igualmente los primeros profesores fueron: Siervo de Jesús Soler Rodríguez y el Juez Alberto Guerrero; Secretario Daniel Eduardo Pabón, convirtiéndose en los fundadores del COLEGIO COOPERATIVO SAN RAFAEL DE RONDÓN. La Secretaría de Educación Pública del Departamento, mediante Resolución N° 000092 del 10 de febrero de 1976, y teniendo en cuenta el Decreto N° 2499 del 5 de diciembre de 1973, se concede licencia de funcionamiento a este establecimiento de educación media de carácter privado, de propiedad de la Cooperativa Especializada del Colegio Cooperativo San Rafael, para el ciclo básico de primero y segundo grado de bachillerato agropecuario, bajo la dirección del Padre Luis Felipe Sánchez Aponte.

Más tarde mediante Resolución Nº 000546 del 30 de junio 1976, la Secretaría de Educación con base en el Decreto número 2499, le concede permiso de fundación al Colegio Cooperativo San Rafael, para el ciclo básico de educación media con sede en el Municipio de Rondón- Departamento de Boyacá. El 27 de febrero de 1979, mediante Resolución Nº 000226, teniendo en cuenta el decreto número 1543 de 1978, autoriza a la Secretaría de Educación para expedir licencia de iniciación de labores al Colegio Cooperativo San Rafael, por haber cumplido los requisitos exigidos en el artículo 8º en los cursos de primero a cuarto de bachillerato de educación básica secundaria modalidad comercial. El Notario Primero de la Ciudad de Tunja, certifica que por escritura Nº 1756 del 9 de noviembre de 1976, se protocolizaron los Estatutos mediante Resolución N° 0769 29 de septiembre de 1976 emanada por la Superintendencia Nacional de Cooperativas, de la Cooperativa Especializada de Educación del municipio de Rondón Ltda. Desde el momento de su fundación, al colegio naciente hasta nuestros días, la comunidad Rondinense le ha ofrecido a la institución una gran colaboración y un desmedido apoyo por parte de la iglesia por encontrarse ligado a la memoria histórica del municipio; por sus aulas han pasado hombres y reconocen por su honestidad, brillantez, que le han dado gloria al departamento y al municipio, en los distintos campos del saber. Con 21 años de experiencia, esta institución educativa manifiesta una gran evolución histórica desde sus inicios como Colegio Cooperativo San Rafael, de carácter privado, posteriormente bajo la tutoría del departamento de Boyacá hasta convertirse en una entidad de carácter nacional. En cuanto a su aspecto académico, ha tenido distintos niveles de enseñanza desde modalidad agropecuaria, comercial, académico, y actualmente técnico agropecuario. A través del tiempo el plantel educativo ha mantenido un nivel ascendente tanto en su formación cultural como en su planta física debido al dinamismo de sus docentes en cabeza de sus rectores: Presbítero:

Siervo de Jesús Aguirre Aguirre

1976

Presbítero:

Luis Felipe Sánchez Aponte

1977-1980

Licenciado:

Jorge Aníbal Márquez Báez

1981-1982

Profesor:

Jairo Lora

1983-1984

Profesor:

Pablo Aponte Carreño

1984-1989

Licenciada:

Aura Esther Muñoz de Reyes

1990-1998

Licenciado:

Jaime Gómez

2004

Monseñor Luís Felipe Sánchez Aponte

GLOSARIO DE TERMINOS EDUCATIVOS Preescolar: Procesos de atención a los menores de cinco años. Establecimientos Educativos: Lugar donde se atiende el proceso educativo, la básica primaria, básica secundaria, o media vocacional con grupo de profesores bajo dirección de un directivo. Básica Primaria: Ciclo de uno a cinco elemental; primaria que se ofrece en una escuela o colegio de carácter oficial o privado. Básica Secundaria: Ciclo de sexto a noveno, de carácter oficial o privado. Media Vocacional: Ciclo de diez y once en colegios oficiales o privados, que expiden título de bachiller en distintas modalidades. Universitario: Estudios superiores que se realizan en distintas universidades y en cada una de las profesiones que existan. Docente: El profesional en educación especializada en preescolar, básica primaria, o en las distintas licenciaturas de las áreas del proceso de enseñanza-aprendizaje. Alumnos: Persona vinculada a una acción de formación profesional. Docentes: Funcionarios que diseñan, orientan y evalúan el proceso de enseñanza-aprendizaje. Centro de formación: Agrupación de especialidades o células técnicas de uno o varios sectores económicos con instalaciones físicas propias, planta de personal adscrita, asignación presupuestal definida y dotación de maquinaria, equipo y material didáctico para impartir información. ASPECTOS EDUCATIVOS DE RONDON Existe un Colegio de Bachillerato; funciona con seis cursos para los cuales hay matriculados 190 alumnos en el año de 2004 y laboran 25 profesores: hay un laboratorio de física. en la Institución Primaria funcionan 20 escuelas 2 de ellas en el sector Urbano; en las que se matricularón 468 alumnos en las escuelas urbanas laboran 10 profesores y en las rurales 25 profesoras. Los nombres de los establecimientos que a continuación los enunciamos: 1.

Colegio Nacionalizado San Rafael

11.

Escuela de Junín Bajo

2.

Concentración el Páramo

12.

Escuela de Junín Vásquez

3.

Concentración San Rafael

13.

Escuela Quebrada Honda

4.

Colegio Educación Básica Rancho Grande

14.

Escuela San Antonio Alto

5.

Escuela Antonio Nariño

15.

Escuela

Docentes: Funcionarios que diseñan, orientan y evalúan el proceso de enseñanza-aprendizaje. Centro de formación: Agrupación de especialidades o células técnicas de uno o varios sectores económicos con instalaciones físicas propias, planta de personal adscrita, asignación presupuestal definida y dotación de maquinaria, equipo y material didáctico para impartir información.

ASPECTOS EDUCATIVOS DE RONDON Existe un Colegio de Bachillerato; funciona con seis cursos para los cuales hay matriculados 190 alumnos en el año de 2004 y laboran 25 profesores: hay un laboratorio de física. en la Institución Primaria funcionan 20 escuelas 2 de ellas en el sector Urbano; en las que se matricularón 468 alumnos en las escuelas urbanas laboran 10 profesores y en las rurales 25 profesores. Los nombres de los establecimientos que acontinuación los enunciamos: 1.

Colegio Nacionalizado San Rafael

11.

Escuela de Junín Bajo

2.

Concentración el Páramo

12.

Escuela de Junín Vásquez

3.

Concentración San Rafael

13.

Escuela Quebrada Honda

4.

Colegio Educación Básica Rancho Grande

14.

Escuela San Antonio Alto

5.

Escuela Antonio Nariño

15.

Escuela San Antonio Bajo

6.

Escuela Bolívar

16.

Escuela San Ignacio

7.

Escuela el Higuerón

17.

Escuela San Isidro

8.

Escuela Granada Occidente

18.

Escuela San José

9.

Escuela Granada Oriente

19.

Escuela San Juan de las Picaderas

10.

Escuela de Junín Alto

20.

Escuela Sucre

SECTOR SALUD Cuenta con un Puesto de Salud, que tiene buena dotación y laboratorio, labora un Auxiliar de Enfermería en los campos de inyectología, primeros auxilios y curaciones, cuenta con un Médico de planta, una Enfermera Jefe y un Odontólogo. El Puesto de Salud cuenta con cinco camas, con su respectiva dotación. Entonces, para que este estudio logre aliviar los problemas que enfrenta el municipio de Rondón, principalmente en el Sector Salud es necesario contar con un diagnóstico que se ajuste a la realidad, para lo cual es indispensable hacer un análisis de información empírica existente, para luego pasar a cumplir con el objetivo general del trabajo en materia de salud preventiva que se ajuste a casos concretos de la situación de Rondón. En resumen, esta investigación pretende constituirse por lo menos en base de referencia de posteriores estudios que tiendan a la planeación y administración del desarrollo del sector salud en el pacífico municipio de Rondón.

Centro de salud del municipio de Rondon Foto: Hisrael Garzón

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