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Pedro Páramo: texto e ideología
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i.
Introducción «De nobis ipsis sikmus»
La lógica productiva del texto responde a la radical historicidad del campo ideológico denominado «Literatura» 1; es decir, la «Literatura es el producto peculiar de un inconsciente ideológico segregado desde una matriz histórica, propia de unas relaciones sociales dadas» 2; radical historicidad condicionada por la historicidad de la matriz ideológica que resulta negada tanto por el positivismo empirista cuanto por el historicismo de tipo fenomenológico-kantiano que operan a partir de la hipóstasis mítica del sujeto (y sus traducciones sinonímicas «espíritu humano», «artista»..., y nociones epistémicas como «écart», «transformación»...), según se trate de un enfoque formalista o sociologista 3. El texto se legitima por el hecho de ser producido en cuanto práctica significante translingüística y objeto de conocimiento: el efecto ideológico denominado «Literatura» se define como «derivación filosófica investida en y por la representación verbal, sometida a esta representación; como puesta en escena de la filosofía por la captación de los sujetos sociales» 4 . El concepto de dialogismo y paragrama kristevianos 5 describe puntualmente el proceso de trabajo entre la producción del saber y la producción del texto «literario»: «Todo texto, lejos de vincular con una "verdad" eterna o con una subjetividad creadora, remite a su situación histórica mediante la relación con otros textos de los cuales se muestra más o menos capaz de leer o reescribir los efectos» 6. El texto sólo será descodificable por referencia al metatexto: la Sociedad y la Historia. Todo texto es absorción/transformación de una multiplicidad de otros textos, atravesado por la intertextualidad, el
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Cf. J. C. RODRÍGUEZ (1974), 5-26. Cf. J. C. RODRÍGUEZ (1974), 25. 3 Para el concepto de «ideología», cf. L. ALTHUSSER (1974), en AA. VV. (1974), 181-185; L. A1.THUSSER (1977), 69-126, y M. HARNECKER (1976), cap. VI, 97-103. Para las nociones de «mentira metonímica» y «discurso metafísico y logocéntrico», cf. R. BARTHES (1980) y J. DERRIDA (1971). Cf., asimismo, I. AMBROGIO (1975), 12 ss., para una crítica del mecanicismo plejanovista y el empirocriticismo machístico de Bogdanov. 4 Cf. «Tesis Generales» de Tel Quel, núm. 44 (1971), reproducido en AA. VV. (1976), 87-92. 5 Cf. J. KRISTEVA (1978), 228 y 238-253. 6 Cf. J. KRISTEVA (1974), 83-85 para los conceptos de «genotexto» y «fenotexto». 2
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ideologema, la logosfera y la poliglotía 7. La producción textual es una práctica política, relativamente autónoma, conectada a una postura ideológica 8 más o menos explícita o enmascarada, pero a través de la cual el autor percibe/refleja 9 el proceso histórico: la «Literatura», en cuanto forma ideológica histórica es un proceso material (que produce efectos imaginarios) que se inscribe en el nivel de las superestructuras 1D. Según E. Balibar y P. Macherey, «lo que produce el texto literario es fundamentalmente la eficacia de una o varias contradicciones ideológicas en tanto que precisamente tales contradicciones no pueden ser realmente resueltas en la ideología» 11. Ahora bien: el discurso ideológico originario aparece travestido en el texto en su materialidad escrituraria (síntesis imaginaria 12 de las contradicciones) y la producción simultánea de efectos de ficción y realidad puesto que el escritor «no es más que en apariencia el autor de la ideología contenida en su obra; de hecho esta ideología se ha constituido independientemente de él» 13. Entre el texto y la realidad histórica se interponen una serie de intermediarios: AEI libro no es un reflejo directo de lo real y no Viay, por consiguiente, un espontaneísmo de la significación» u ; de ahí que «la relación del espejo con el objeto que refleja (la realidad histórica) es parcial; el espejo efectúa una escogencia, selecciona, no refleja la totalidad de la realidad que se le ofrece» 15. La ilusoria totalidad reflejada viene determinada por la asimetría textual y la imposibilidad de una reproducción mecánica. El texto posee un contenido ideológico, pero formaliza específicamente este contenido: La obra es, a la vez, reflejo y ausencia de reflejo; en palabras de L. Althusserr «El arte (...) no nos da en sentido esctricto un conocimiento y no reemplaza, por tanto, al conocimiento (...); sin embargo, lo que nos da mantiene cierta relación específica con el conocimiento» 17j) y J- K R I S T E V A (I?&)„ 147-148; tamV>é»\ y para la noción át «poligloüa», cf
Y. L O T M A N (1978), 27.
8 Cf. las declaraciones de P. GUYOTAT en La Notwelle Critique, n ú m . 42 (marzo 1971), 61-67, reproducidas en A A. VV. (1975), 61-75. ^ Cf". E. BALIBAR y P. MACHEREY (1973), 27: «La categoría marxista del "reflejo" es esencialmente distinta de una imagen, la imigen empirista y sensualista de la reflexión en un "espejo"»w Cf. L. ÁLTHVSSEK (i97?)v 76-7$ para el cctnceLpta de «totalidad sackl» n o hegeliana. " Cf. E. BALIBAR y P M A C H E R E Y (197?), J4> v F- V E R N I E R (1975). « 13 i* »5
Cf. E. BALIBAR Cf. P. M A C H E R E Y Cf. P. M A C H E R E Y Cf P. M A C H E R E Y
y P. (1974), (1974), («074),
MACHEREY
(1975)» 3 5, para la «puesta en escena» de la ideología-
nj. 119. 121.
«" Cf. L. ALTHU5SER (1974b),, 86. "
Cf A. BADIOU (1974). 9i-
»» Para una lectura critica de la teoría leninista del reflejo, cf. £ . PRÉVOST (1973). Complementariamente, cf, A. S Á N C H E Z V Á Z Q U E Z (ed. 1970), y su crítica del socialrealismo. 19 Cf. Y. L O T M A N (1978), *3-
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cia, produce y crea una cierta realidad y un cierto efecto social en cuanto práctica semiótica. Las homologías entre texto y clase no son mecánicamente isótopas, sino que entre ellas se establece una relación indirecta de tipo estructural complejo claramente explkitado por L. Goldmann 20 en su definición del texto novelesco como biografía y crónica social; por G. Della Volpe 21 en su delimitación de la «artisticidad» (valores semánticos-estilísticos, contextuales-orgánicos o polisentido connotativo); por K. Kosik 22 en su crítica de la petrificación mitologizante y la mixtificación fetichista del factor económico como objeto autónomo; y, sobre todo, por G. Lukács 2 3 con su teoría de la totalidad cerrada del texto en cuanto clausura y universalización tipificadora» 24: «Hay una interrelación muy complicada entre situación social, concepción del mundo, comprensión artística e intención de la personalidd credora en una situación histórica determinada y determinante; esa interrelación determina la elección y la aplicación de una técnica determinada» 25 sin que sea posible divorciar la objetividad de la subjetividad estética estructurante y su efecto producido: la particidad íntimamente conectada con la objetividad niega la aporía idealista del carácter metahistórico del texto 26: «La historicidad de la realidad objetiva cobra precisamente en las obras de arte su forma subjetiva y objetiva» 27 , puesto que, como dice A. Egórov, la imagen artística «posee un valor cognoscitivo y, además, un valor ideoestético» 28; imagen que es definida por L. Timoféiev como «un cuadro concreto y a la vez generalizado de la vida, creado mediante una ficción que posee significado estético» 29 en la que descubrimos la interrelación dinámica entre transfiguración y reproducción creadora puesto que, en palabras de A. Zis «lo estético implica lo ético» 30 así como lo típico supone la unidad de la generalización y de la individualización: «La producción produce, por tanto, no sólo el objeto para el sujeto, sino también el sujeto para el objeto» 31; o, como quiere C. Pérez Gallego 32, el cerco narrativo implica una conducta estilística materializada en forma de metáfora social que es, a la vez, «una microestructura de la realidad» 33; microestructura que, para
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L. G O L D M A N N (1975), *°- Como indica V. B O Z A L (1976), 23-24, el simplismo plejanovista y la determinación mecánica de la infraestructura sobre la superestructura, incurrió en un monismo idealista y dogmático al negar la coexistencia del lenguaje propio de la poética con el contexto social. 21 Cf. G. D E L L A VOLPE (1966) y su análisis lógico del texto como polisentido. 22 Cf. K. K O S I K (1967), 154: «La obra de arte (...) es una estructura compleja, un todo estructurado, en el que se vinculan en unidad dialéctica elementos de distinta naturaleza: ideológicos, temáticos, de composición, de lenguaje». 23 24
Cf. G. LUKÁCS (1965), (1982). Cf. V. B O Z A L (comp.) (1976), 45-178
25
Cf. G. LUKÁCS (1965), 202.
26
Cf. G. LUKÁCS (1982, vol. I), 23 y 25.
27
Cf. G. LUKÁCS (1982, vol. I), 25.
28
Cf. A. E G Ó R O V (1978), 175.
para
la visión
de Marx-Engels
de lo «literario».
29
Cf. L. T I M O F É I E V (1979), 55. 30 Cf. A. Zis (1982). 31 Cf. A. K. D R I O M O V , en A A . VV. (1980), 289. 32 Cf. C. P É R E Z G A L L E G O (1975) para las relaciones texto y contexto. 33
Cf. C. P É R E Z G A L L E G O (1973), 29.
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J. Leenhardt, supone una relación directa con la «maqueta de la estructura global» 34 donde todo elemento «es significativo», según T. Todorov 35.
2.
Rulfo j la literatura laocoontiana
Como en otro lugar apuntamos 36} los textos ruínanos remiten inequívocamente a un tipo de producción que entiquetamos dé laocoontiana por cuanto sus focos de cristalización obedecen a una óptica intuicionista e ir racionalista cuyos dos ejes eductores primarios serían el terror pánico 3 7 y la absolutización de un «ethos» solipsista y fatalista de estirpe schopenhauriana (ontológica y noéticamente) carnavaleada como vivencia angustiante (agonistas afectados por el valor de la falsedad —expresión del absurdo existencial— y cuyo código proairético 38 se sustancializa como una antítesis entre un «a se» y un «ab alio» ptafrástico del tema «ignoramus et ignorabimus» — E , Du Bois-Reymond—, fenomenológicamente esquizomorfo en cuanto glosa del «Como si» y el «Solus ipse» y que podríamos calificar de duda escéptíca, pero no metódica). La mimesis esticomítica y el descentramiento mecanicista devienen neutralización del correlato histórico en beneficio de una concepción mítico-sintética y fantasmátíca 39 a partir de un analogismo que niega toda causalidad veritativa: la objetividad resulta ritualizada como totalidad, subjetivizada al máximo, gracias a una serie de efectos especulares encabalgados y/o yuxtapuestos que actúan como reforzadores de una visión thanatófora, nihilista y nadificadora en el sentido de Kierkegaard 40 y Heidegger 4 1 : la lógica determinista (eliminación del «numerus motus» 4 2 de una temporalidad no teleológka) connotan una adialexis secuenciaüzada como estrambote del hegeliano «Entáusserung» 43 y el marxiano «Entfremdung» 44: la conciencia infeliz y el motivema de la «escisión óntka» —la dehiscencia— transforman el texto producido (Pedro Páramo) en un epicedio alegorizante sobre el comportamiento s< Cf. J. L E E N H A R D T O97O, 248. » Cf. T . T O D O R O V (1975),
ÍJ
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*> Cf. J. CALVINO IGLESIAS (1983), 18-27, y J. C A L V I Ñ O IGLESIAS (1984), 216-217, nota 470. 37 Cf. E. R. D O D D S (1983).
38 Cf. R. B A R T H E S (1980), 13.: «llamaremos código proairético a este código de las acciones y de los comportamientos». 3^ Cf, P. CARUSO (1969), 91, donde M. Foucault llega a soscener: «nada hay de can mítico como U carencia, de mitos totalizantes». *> La visión thanatocémrica de Rulfo se une a la abismática entre lo finito/lo infinito del Kierkegaard de El concepto de la angustia (I, 5) y su teoría de desamparo y la orfandad radical del ser humano. *i Para Heidegger (¿Qué es la metafísica?) la existencia, radicalmente contradictoria, es un estar sosteniéndose en la nada y en la indeterminación absoluta, como en Rulfo. « La definición aristotélica es sobradamente conocida: «Tempus est numerus motus secundum prius et postenus». Rulfo parece alinearse al lado de la definición platórúco-plotiniana del tiempo como imagen móvil de la eternidad («aión») o la agustiniana «Distentio animi». Rulfo entronca con la «durée bergsoniana» y su concepción antiutópica de la existencia. Como dice J. Lacan (Cf. P. C A R U S O , 1969, 109) «el tiempo específicamente estructural está constituido por el elemento de repetición». « Cf. G. W. F. H E G E L y su Fenomenología del Espíritu (FCE, 1973). 44 Cf. K. Marx: Manuscritos económico-filosofeas (Alianza Editorial, 1983).
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endopático 45 del sujeto, acechado por una parálisis acatalépsica 46 que entronca con el pirronismo 47 por su mitografía (el falocratismo endocéntrico) emblemática; el proceso de la desyoización ofrece como sustrato el sentimiento de la algofilia (culpa originaria 48 , pecado original, aceptación de la pasividad y la anomia larval, casi protoplasmática...), reforzando por la duplicidad del «ser-para-sí y el ser-para-otro» 49 , vía que conduce directamente a la disgregación (alienación y cosificadón) y al desmembramiento psicótico-autista. Complementariamente, surge la proyección invertida de la teoría platónica de la anamnesis (los muertos son fuerzas actanciales investidas figuralmente por una anagnórisis obsesiva) polarizada metonímica o metafóricamente 50: la histeria sufre de reminiscencias porque de lo que se trata es del triángulo freudiano (padre/madre/hijo) complementado por un sujeto que «piensa» el triángulo desde el umbral de un espejo poligonal en cuyo eje se halla la metáfora paterna: la anamorfosis vendría a ser, en consecuencia, el investimiento simbólico de toda la trama.
3.
E/ texto como laberinto
El trasfondo mítico que traspasa la textualidad —el paisaje trágico— de Pedro Páramo entronca ideológicamente con el ocaso del sujeto trascendental 51 , la liquidación del utopísmo y la mutilación de la objetividad, litera turnados desde Kleist, Blake, Hólderlin y Strindberg, hasta Kafka, Baudelaire, Rimbaud, Musil, Lowry, Celine, Poe o Beckett. El «pathos» subjetivista entraña una radical antinomia entre el yo y la realidad empírica: el hiato eglógico-arcádico entre una Cómala edénica (el «topoi» virgiliano del «locus amoenus» y la dualidad averroísta «natura naturans/natura naturata») y una Cómala infernal (el «horridus locus»), enfatiza esta impresión de paranoia apocalíptica monádicamente petrificada: entre la soledad de la Naturaleza y la del Yo se establece una homología torturante en tanto marca aureática de la disfunción entre el sujeto y su objeto. Para Rulfo la sociedad no existe como problema histórico, sino como problema moral individual. En palabras de E. Subirats: «El vacío del yo se vuelve conciencia de separación de la vida misma. Se trata del desdoblamiento: para el sujeto racional que es portador de esta experiencia de su negatividad su 45
La vivencia endopática, en el sentido instaurado por R. Vischer, se opone a la comprensión objetiva de objetos y procesos al tratarse de una forma de petrificación cosista del sujeto. 46 La objetividad resulta hipostasiada nouménicamente al no ser objeto de la gnosis por hallarse intermediada por reflejos rizomáticos. 47 Pirronismo asociado al «Esse es percipi» de Berkeley (Principies, I). SÍ para éste el fundamento último es Dios, para Rulfo es una metafísica trascendentalidad, hábilmente disfrazada por la escatología folklórica («ánimas en pena»), como señalan, entre otros, J. S. BRUSHWOOD (1973), 60; O. PAZ (1967), 17-18; O. PAZ (1969), 14-15, y S. J. LEVINE (1971). 48 Cf. P. CARUSO (1969), i2i, donde J. Lacan afirma: «La culpabilidad (...) es la principal protección contra la angustia». 49 Cf. J. P. Sartre, El Ser y la Nada y La Náusea. 50 Cf. J. Lacan (1972). Ello viene a confirmar uno de los postulados de G. BACHELARD (1973). 27> cuando afirma que «toda psicología es solidaria a los postulados metafísicos». 51 El idealismo objetivo propende a ia creación de arquetipos mitologizantes; ejemplos señeros serían el «Ich», de Fichte la «Bewusstsein überhaupt» de Kant o el «Weltgeist» de Hegel.
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vida misma constituye una exterioridad» 52 traducida en la conciencia del vacío («páramo»: Páramo) desde la que el climaterio fáustico queda plenamente asumido al resultar catalizado por el sentimiento de culpa y sus redundancias (el rencor, el laxismo, la nostalgia visionaria...). En esta perspectiva del solipsismo (liquidación del sujeto por irrupción de lo esquizofásico y lo esquizofrénico) cobra plena validez la lógica de los espejos y los paralelismos, los contrastes y las transgresiones como índices subsumidos por la ambigüedad y la equivocidad pseudoapodíctica por la que el sujeto sólo puede existir en un estado de alucinación progresiva (llegada de Juan a Cómala; caballo de Miguel; Susana y sus delirios eróticos...) de la que su único demiurgo es un «Id» trascendentalizado sacralmente 53. En el universo rulfiano las relaciones humanas se manifiestan bajo el aspecto de un fetiche o de un Golem, en la tradición que va desde el «amor fati» de Nietzsche y el «ser-para-la-muerte» de Hiedegger hasta la situación «du vis-á-vis de rien» de Sartre 54. El falso dilema es planteado como una antinomia insoluole: voluntarismo/fatalismo; libertad/determinismo, etc., según G. Luká.cs 55, y que entraña una mimesis introyectiva (El Yo en cuanto traspositor de la exterioridad en interioridad) de tipo hipnótico donde la comunicación participativa es neutralizada por el monólogo, el soliloquio y el diálogo telepático: la catexia libidinal y la obnubilación alucinatoria (Florencio, el mar, etc. son irrealizaciones fantasmáticas) de Susana, por ejemplo, son mecanismos de sublimación tanto contra la mala conciencia producida por sus relaciones edípico-incestuosas con Bartolomé, su padre, cuanto contra el «voyeurismo» y el acecho erotómano (la faloforía) de Pedro Páramo. Cómo nota, E. Rodríguez Monegal: «La necrofilia general de la novela encuentra aquí su expresión más terrible» 56: Susana se convierte en el símbolo —según un pastiche procedente del esquema platónico de la mujer inasequible que se arquetipifica en las poéticas de la lírica provenzal, el «dolce stil nuovo» y el petrarquismo— de la inocencia asediada, como sugiere G. J. Langowsky 5 7 , anacronismo que padece y vehicula la muerte (Bartolomé, Pedro, Cómala, ella misma) por ser una figura que semantiza el texto entero. Las comparaciones con la Catalina de Cumbres borrascosas, la Ofelia shakespeariana, la Afrodita clásica o la Aurelia de Nerval 5 8 resultan absolutamente injustificadas; el propio Rulfo*sale al paso de tal 52
Cf. E. SUBIRATS (1979), 47. El texto de Rulfo se emparenta, en este como en otros aspectos, con el «gotic tale» y su tránsito desde la matriz ideológica del neoclasicismo hacia el furor romántico y posromántico por la catarsis escatológica: El Castillo de Otranto (1764), de H. Walpole; Melmoth, el Errabundo (1820), de Ch. Maturin; El Monje (1796), de M. Lewis; Los elixires del diablo (1810), de E. T. A. Hoffmann, etc., hacen de este género la forma literaria probablemente más representativa de un siglo esquizofrénico que se debate entre la Razón y lo Irracional, entre Voltaire y Cagliostro, como atinadamente subraya T H . ZIOLKOWSKI (1980), 85. 54 En el punto de mira del intuicionismo, el agnosticismo y el solipsismo del idealismo subjetivo (Schopenhauer, Kierkegaard, Dilthey, Nietzsche, Bergson...) se halla, como contravalor, la Libertad y la Razón. 53
55
Cf. G. LUKÁS (1975). Cf. E. RODRÍGUEZ MONEGAL (1974), 189. 57 Cf. G. J. LANGOWSKY (1982), 166. 58 Cf., respectivamente, J. DE LA COLINA (1965), 20; A. L. LUIS (1972), 390 ss., y A. BENÍTEZ ROJO (1969), 66. 56
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ARIZMENDI
(1971), 188; J.
RODRÍGUEZ
simplificación cuando declara que Susana «no es un personaje» 59 sino «una cosa ideal, una mujer idealizada a tal grado, que lo que no encontraba yo era quién la idealizaba» ó0. De nuevo nos hallamos ante la esquizoidía desmaterializadora 61 como denotatutn del ideologema rulfiano de la reificación universal por ser trasunto de una culpabilidad ubicua, tal y como han apuntado, entre otros, julio Ortega 62, L. Leal 63, H. R. Alcalá 64, M. Portal 6S; culpabilidad que G. J. Langowsky asocia al «malinchismo» 6