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Perspectivas de la fe Lección Magistral Inaugural del año académico 2012-2013
Tulio Espinosa
U niversidad M onteávila
Perspectivas de la fe Lección Magistral Inaugural del año académico 2012-2013
Tulio Espinosa
U niversidad M onteávila
Introducción El Santo Padre Benedicto XVI, en una Carta apostólica llamada La puerta de la fe [Porta fidei] ha proclamado un Año de la Fe entre dos fechas que en realidad abarcan trece meses: • desde el 11 de octubre de 2012 –50° aniversario de la apertura del Concilio Vaticano II, y 20° aniversario de la publicación del Catecismo de la Iglesia Católica, “promulgado por el beato Papa Juan Pablo II, con la intención de ilustrar a todos los fieles la fuerza y la belleza de la fe” Benedicto XVI, Carta apostólica Porta fidei (11-X-2011), n. 1. Parece interesante resaltar que el Romano Pontífice convoca una año de la Fe (2011), después de haber publicado sendas encíclicas sobre la ESPERANZA (2007) y la CARIDAD (2009). Podemos verlo como el cierre de un gran ciclo que se refiere a las tres virtudes que “llamamos teologales o divinas porque atañen a Dios directamente: creemos en Dios, en Dios esperamos y a Dios amamos”… La fe es el fundamento, está en la raíz; pero la principal es la caridad, pues “las demás virtudes, tanto teologales como morales, nos conducen a Dios, pero es la caridad la que nos une a Él” (L. Trese, La fe explicada, pp 141 y 50)
• hasta el 24 de noviembre de 2013 –fiesta de Jesucristo Rey del universo, y cumbre de nuestra fe, solemnidad con que la Iglesia cierra siempre el año litúrgico. Y, en medio, la Jornada Mundial de la Juventud en Río de Janeiro, 2328 de julio de 2013. ¿De cuál fe se trata? Obviamente se refiere a la fe cristiana, que compara con una puerta que abre el paso a un camino que recorre toda la vida. Si uno se pregunta qué motivos pudo tener el Papa Benedicto XVI para convocar un Año de la fe, puede acudir a lo que en sus propias palabras nos dice: “Desde el comienzo de mi ministerio como Sucesor de Pedro he recordado la exigencia de redescubrir el camino de la fe” para que ilumine la alegría y el entusiasmo de quien la tiene y la renueva, y para que los cristianos puedan ‘ponerse en camino para rescatar a los hombres del desierto y conducirlos al lugar de la vida, hacia la amistad con el Hijo de Dios, hacia Aquel que nos da la vida, y la vida en plenitud’. Hay dos aspectos aquí que son complementarios: redescubrir la fe, por parte de quienes ya la Ibid., n. 2. La cita interna es de la Homilía en la Misa de inicio del Pontificado (24 abril 2005).
tienen; y rescatar del desierto de la falta de fe y de vida, a quienes no la tienen. En esta exposición, trataremos tanto la fe como la falta de fe. Tocaremos algunos aspectos psicológicos y culturales relacionados con el hecho de creer o no creer. Y nos referiremos a algunos de los contenidos de la fe. El hombre tiene necesidad de creer en algo. Pero debemos afirmar que también tiene necesidad de la verdad. Nos dice el sabio Aristóteles al comienzo de su Metafísica, que “todos los hombres por naturaleza desean saber”, que los más inclinados a lo filosófico “sólo por el ansia de saber”. Y que “el fin del pensar es la verdad”. En términos de nuestro tema de hoy, acercarse a la verdad puede ocurrir de dos modos: la especulación o pensamiento propio, que se enfrenta a evidencias; y la fe o aceptación de lo que otro con autoridad presenta como verdadero. Deteniéndonos en la fe, digamos que hay, en primer lugar, una fe humana, que ejercitamos a diario cuando aprendemos una ciencia, o leemos el periódico o vemos televisión, y aceptamos aquello como verdadero –por la aparente seriedad o autoridad de quien propone aquello, aun sabiendo que no tenemos acceso directo a
Metaf. I,1: 980 a22 Ibid. I,2: Ibid. II,1:
la “fuente” y que debe haber una cierta reserva, porque los que informan pueden equivocarse unas veces u otras veces pueden tener intención de engañar o de filtrar la verdad. Y en segundo lugar hay una fe divina, que ejercitamos cuando aceptamos una verdad –a la que tampoco tenemos acceso directo, pero que tomamos como venida de Dios, que es quien la revela, y quien no puede engañar ni engañarse. Para ejercitar esa fe, además de la “apertura” de la mente, y la confianza en quien revela, Dios mismo nos dota de una luz especial en la inteligencia y la voluntad. No sólo para “creer” con esa fe divina, sino para intentar “vivir” a partir de esa fe. Vivir con fe repercute en todo lo que somos y hacemos. En la familia, el trabajo, la cultura, la política, las relaciones humanas… En muestro modo de pensar y valorar los acontecimientos: el sentido mismo de la vida, nuestras actuaciones concretas y las de otros, que es lo que se llama coherencia. No es nuestro tema en esta ocasión la moral o la ética. Pero según creemos, así actuamos. El mundo que nos ha tocado vivir La llamada globalización ha acercado a la gente en los mercados, puertos y aeropuertos mundiales; especialmente mediante los medios electrónicos de comunicación. Pero nuestro mundo occidental cristiano sigue siendo otro mun
do que el de los pueblos no cristianos. Introduzco el adjetivo cristiano junto al de occidental, porque no cabe duda de que en los últimos 21 siglos, es el cristianismo el que ha dado a nuestra civilización los rasgos más resaltantes. No sólo en su desarrollo social e institucional, y en sus formas mentales y espirituales, sino hasta en su desarrollo material. (“Civilización” occidental o cristiana no coincide con “Iglesia cristiana”, aunque el término “cristianismo” se puede decir que engloba las dos cosas.) Si comparamos nuestro mundo con el de hace unos pocos siglos hay muchos contrastes. En lo material, tenemos muchos más bienes de consumo –sin olvidar que hay alguna gente que tiene muchísimo y mucha gente que tiene poquísimo. En lo intelectual, hay mucha más gente instruida –sin que falte mucha ignorancia disfrazada de saber. En lo moral, tenemos mucha conciencia de nuestros derechos –junto a conductas aberrantes aceptadas y aun promovidas. En lo político, mucha mayor sensibilidad democrática –aunque abunden gobernantes con frecuencia despóticos o aprovechadores. Nuestro mundo se caracteriza por mucha tecnología increíble, que nos comunica en un Bastaría mencionar los estudios de Christopher Dawson. Bibliografía más reciente puede verse en Thomas E. Woods, How the Catholic Church built Western Civilization, Regnery, Washington DC 2005.
grado y a una velocidad enormes. Surcamos la tierra, el mar y el aire como queremos. La oferta de bienes materiales tiene una variedad y riqueza increíble. Nos vestimos de todas las maneras. La diversión no conoce límites: vemos deportes en cualquier lugar del mundo, acudimos a ciudades enteramente dedicadas al entretenimiento, llevamos juegos electrónicos en los aparatos que usamos. Conocemos de todo, comemos de todo, opinamos de todo. … Estas cosas son una realidad, aunque digamos que parecen increíbles, difíciles de creer. Pero está claro que mucha gente ha dejado de creer en sentido fuerte: ¡es descreída o está descristianizada! No tiene la fe cristiana, pero sí tiene fe en una serie de pequeños absurdos o en supersticiones muy divulgadas: - seguro que hay gente que cree más en el horóscopo que el en calendario litúrgico, - cree más en la astrología y los signos del zodíaco que en las profecías, - cree en la santería pero no en la santidad, - cree en la impersonal meditación zen, en vez de la conversación personal con Dios de la oración cristiana , - cree en la energía y el poder, antes que en el Dios que ama al hombre. En la práctica también se refleja qué valoramos más: - Cuando nos importa más la terapia intensi-
va del moribundo, que ofrecerle los sacramentos de la Confesión y la Unción de enfermos - Cuando ponemos enormes esfuerzos para cuidar el cuerpo, y descuidamos el cuidado del alma - Cuando hacemos grandes sacrificios por razones deportivas o dietéticas, y no nos abnegamos para agradar a Dios o servir al prójimo - Cuando en las ciudades hay personas que tienen todo, que viven indiferentes junto a otras a quienes casi todo les falta También podemos creer en ideologías mal fundamentadas: - El marxismo como doctrina liberadora del ser humano, antes que la liberación obrada por Cristo - El evolucionismo natural y universal como explicación suficiente de la vida, antes que en la Causa de las causas, el Dios Padre todopoderoso - La madre naturaleza (Gea), la ecología y la conservación de las plantas y animales, antes que el ser humano con alma inmortal - El libre mercado y las fuerzas económicas, antes que la libertad del hombre para aplicar su industria con solidaridad y justicia Y una especie de ‘ideología’, que es más bien una actitud resultante del contraste de ideas y de la superficialidad: el relativismo, que está presente en personas, en grupos sociales, en muchas leyes actuales. Consiste en pensar o creer que
en el fondo no hay unas cosas más importantes que otras, que no hay verdades firmes, que el bien y el mal no están claros, que todo depende del punto de vista. Con la excusa de evitar conflictos y lograr mayor tolerancia en la convivencia, cualquier postura es aceptada, tolerada, con tal de que no agreda a otros. Puede verse con una vertiente de la llamada neutralidad ante los valores: como todos los valores (subjetivamente considerados) tienen igual validez, nadie podría decir que lo que cree vale más que lo que cree otro, y cualquiera tendría el derecho de creer y vivir como quisiera, sin ser molestado. Detrás de esa actitud hay algo muy válido: el respeto a la libertad. Sin embargo, esa validez depende del sentido auténtico de la libertad: no es lo mismo actuar libremente para el bien que para el mal. ¡El mal no tiene derechos! Un ladrón o un criminal, o un drogómano, o un pedófilo –aunque pueda haber un número creciente de ellos– no ‘tiene derecho’ a actuar así, por mucho que le agrade, u obtenga dinero, o crea que le conviene. Un mentiroso no ‘tiene derecho’ a mentir. Quien defienda eso ha perdido la sindéresis. Un problema diferente es cómo y quién puede ayudarle a rectificar. Pero la sociedad –y los particulares– sí ‘tienen derecho’ a defenderse, y eventualmente a sancionar con justicia a los que hacen el mal externo. Por todo esto, se puede concluir que los
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tiempos que vivimos son difíciles. Pero son los que nos toca vivir. Con palabras de Juan Pablo II, “¿Cuál debe ser la actitud del cristiano con respecto a su tiempo y, por ende, con respecto a la ‘mentalidad del hombre moderno’ o a la ‘mentalidad contemporánea’? …Alegrándose de los verdaderos triunfos de su época y participando en ellos, el cristiano, sin desdeñar el sano espíritu crítico y sin ignorar las amenazas que abundan en esta época, debe dar constantemente ‘testimonio de la esperanza que lleva dentro’. Pienso que esta forma de relación con su tiempo –sea cual fuere, no solamente el nuestro– puede ser considerada evangélica. Como una manera de identificarse con el tiempo en que se vive. “Sí, de ‘identificarse’, pues a fin de cuentas, ¡se trata de nuestra propia contemporaneidad! Hay en esto algo de ese kairos divino que nos otorga la Providencia.
“Identificarse”, es decir, saberse solidarios con todos –“ninguna cosa humana me es ajena” –, y al mismo tiempo interpelados a confrontar los retos, como luz y levadura hacia la verdad y el bien.
No tengáis miedo, p 171. Añade Frossard: “El kairos a que alude el Papa es el ‘tiempo favorable’ evocado por san Pablo en la 2a. Epístola a los Corintios (6,2)… De la presencia constante de Cristo entre nosotros resulta que todo tiempo, desde la Encarnación, es un tiempo favorable para la gracia y el anuncio del Evangelio” , Ibid. p 172
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La falta de fe Antes de seguir adelante, quizás debemos mostrar un panorama de posturas: por una parte, la de millones de personas que siguen diversas religiones; por otra, un número mucho menor, que parecen no seguir ninguna. Veamos algunas cifras que comparan la situación religiosa en los años 1910 y 2010. Se trata de estimaciones: Números absolutos 1910
2010
Población total
1.759.000.000
Cristianos Religión popular china Musulmanes Hindúes Budistas Agnósticos Ateos Religiones indígenas Judíos Nuevas religiones Espiritistas
Porcentajes 1910
2010
6.096.000.000
100
100
612.000.000
2.292.000.000
34,80
33,2
392.000.000
458.000.000
22,30
5,6
220.000.000 223.000.000 138.000.000 3.360.000 240.000
1.549.000.000 948.000.000 568.000.000 639.000.000 138.000.000
12,60 12,70 7,80 0,20 0,01
22,4 13,7 6,8 9,3 2,0
135.000.000
261.000.000
7,70
3,8
13.1000.000 6.860.000 320.000
14.600.000 64.400.000 13.900.000
0,70 0,40 0,02
0,2 0,9 0,2
Algunas observaciones pueden ser: - Los que se declaraban no creyentes en 1910 no llegaban al 1%; en 2010 llegan casi al 12% - La expansión de la no creencia (agnósticos y ateos) en todo el mundo, ha ocurrido especialmente bajo regímenes comunistas y la bajo la
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influencia del secularismo en Europa y América del Norte - En 1910, el 95% de los cristianos vivía en Europa y América del Norte: En 2010, más del 60% vive en África, Asia y América Latina - El cristianismo ha crecido notablemente en Asia, pero sobre todo en África central (del 1,1% al 81,7 % de la población) - El mayor crecimiento ha sido el del Islam - Hay más cristianos que musulmanes (33% vs 19,2%). Los católicos son el 52% de los cristianos, pero son sólo el 17,4% del total, menos que los musulmanes Hablemos de quienes no siguen ninguna religión. Dejemos de lado a quienes dicen creer en Dios pero no “creen en curas o en iglesias”. Yo diría que se trata de personas que han tenido alguna dificultad o experiencia negativa con algún representante de la religión, o interpretan críticamente alguna situación, y transitoriamente están distanciadas. Otros dicen no creer en Dios. Son lo que normalmente se llaman ateos. [Tendríamos que distinguir ateísmo, impiedad, agnosticismo, como mínimo. El ateo no cree en Dios. El impío quizás cree en Dios, pero no deja que influya en su vida. El agnóstico piensa que no puede creer en Dios por considerar que su razón no le proporciona elementos suficientes.] El ateísmo, la increencia, ha ido apareciendo en la civilización cristiana occidental, especial13
mente desde el siglo XVI, y ha ido penetrando en vastísimos sectores de la población. Y su reflejo social o cultural recibe diversos nombres con matices variados: secularización, descristianización, paganización… Y también en las civilizaciones orientales –que conocemos menos, a pesar de la creciente globalización del planeta–. Baste señalar los contrastes entre un Japón vaciado de sus antiguas creencias después de la II Guerra Mundial, y China, en que el confucionismo y el budismo fueron barridos por el comunismo hoy pragmatizado, muy diferentes de la India, o de varios países musulmanes, donde la religión ocupa un puesto central en la vida de la gente. En el continente africano también se ven señales de una religiosidad viva: las complejas y difíciles situaciones actuales no excluyen los signos de un vigoroso y fresco arraigo de la fe cristiana en varias regiones. En América Latina hay mucha variación entre países, todos católicos de nombre. Fijándonos en Venezuela, no puede dejar de percibirse el mismo enfriamiento de la fe que se nota en el resto del mundo occidental, a pesar de que perviven manifestaciones de religiosidad popular más o menos folclóricas y un mínimo de práctica religiosa. Decir “enfriamiento de la fe” es obviamente un eufemismo. Más bien habría que llamarlo “ateísmo práctico”: lo que se ve es un modo 14
de vivir como si Dios no existiera: una existencia volcada al mundo material, al cultivo del cuerpo a expensas del espíritu, a la búsqueda del bienestar y el placer por encima de todo, a la huída aterrorizada de cualquier forma de dolor o sufrimiento, al egoísmo como orientación fundamental, incluso al sacrificio de vidas ajenas para el logro de los propios objetivos científicos, económicos o políticos. Pero hablemos un poco del “ateísmo teórico”, que cuenta con su legión de militantes que atacan la fe en Dios y pretenden sustituirla. Unos atacan, pues ocurre lo que decía Proudhom: “el ateísmo se convierte en antiteísmo”. Otros quieren sustituirla, proponiéndose diversas formas de humanismo [sin Dios], ya que “eliminado Dios, queda el hombre”. Y en vastos sectores de la cultura se decreta la “muerte de Dios”. El historiador y filósofo Étienne Gilson ha dedicado un estudio al problema de la dificultad del ateísmo10. El ateísmo es difícil, porque implica un abandono de la orientación natural del hombre hacia una explicación del todo, que está
El humanismo clásico y el humanismo cristiano incluyen la relación del hombre con Dios. Pero han aparecido en Occidente diversas formas de humanismo: el científico, el político, y sobre todo el humanismo secular, como explícitamente opuesto al llamado humanismo cristiano. Cfr. J. Lacroix, El ateísmo moderno (Herder, Barcelona 1968), pp 11 y 13. 10 E. Gilson, L’athéisme difficile (Vrin, Paris 1979).
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por encima de él mismo. Un abandono que a su vez está arraigado en otra orientación que tienta al hombre para que autónomamente dé una explicación suficiente desde sí mismo11. Sin pretender hacer justicia al ateísmo individual, es necesario describir aunque sea someramente, cómo se ha llegado a la resultante del ateísmo cultural, en particular como decíamos desde el siglo XVI. La sumatoria de hilos o fragmentos se remonta en unos casos a pensadores concretos, en otros casos a movimientos y estados de opinión más o menos anónimos –que van pasando del teocentrismo del creyente al antropocentrismo o ‘humanismo’ del increyente. Se trata aquí del humanismo que se declara autónomo frente a cualquier autoridad o enseñanza recibida, así sea de Dios. Esquemáticamente, se podría decir lo siguiente: En el giro del hombre hacia dentro de sí mismo tienen gran peso: - el subjetivismo religioso que se remonta a Martín Lutero (s. 16) [1483-1546]; - el subjetivismo filosófico, cuyo padre se reconoce en Renato Descartes (s. 17) [15961650]; 11 La presencia de estas dos orientaciones es evidenciada en la experiencia. La doctrina que da razón de ello es la de la “caída” o “pecado” original del género humano, en contexto bíblico.
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- el subjetivimo emotivista, difundido por Juan Jacobo Rousseau (s. 18) [1712-1778]; En la búsqueda de explicaciones globales al margen de Dios, con una reducción del horizonte humano, todos en el siglo 19: - el positivismo, propuesto por Augusto Comte [1798-1857]; - el evolucionismo, inicialmente formulado por Charles Darwin [1809-1882]; - el marxismo, que se inspira en Carlos Marx [1818-1883]; - el nihilismo de Federico Nietzsche [18441900] En la propuesta de la irresponsabilidad del hombre ante sí mismo, en el siglo 20: - el pansexualismo de Sigmund Freud [18561939] (Planteamientos todos ellos nacidos en el mismo mundo occidental, a veces como “ideas cristianas vueltas locas”, diría Chesterton) Y han ocurrido revoluciones, que han pretendido barrer los sistemas anteriores y exaltar el individualismo o el socialismo: las libertades y los derechos individuales, o el poder de las masas y del estado centralizado. En medio, la creciente conciencia –con altibajos– de las ventajas del sistema político democrático. Las dos grandes Guerras Mundiales, y las menores pero terribles guerras que continúan,
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también han dejado su huella de escepticismo en el hombre contemporáneo. La productividad creciente de bienes de consumo, el desarrollo de tecnologías de todo orden, han hecho que el hombre se vierta hacia afuera de sí mismo, pero siempre en función de sí mismo. Y sin detenernos en ello, no hay duda de que para muchos la existencia del mal no es compatible con un Dios bueno. Su perplejidad, y su falta de argumentos, los lleva a apartarse de Dios. En pocas palabras se puede decir que la increencia no es un estado “natural” de la mente humana, sino un estado “adquirido” (o si se quiere artificial). En los últimos tiempos, muchos han llegado a él como resultado de un proceso intelectual que me atrevería a llamar “sustractivo” (porque disminuye elementos de juicio) o también “contaminado” (porque introduce prejuicios antes de completar la información y el razonamiento). Ese proceso va permeando el sistema educativo de muchas naciones, como resultado de una continuada influencia de esas ideologías que están presentes y que quizás de modo diluido dejan restos en el ambiente general, ya que sus formas “puras” o descaradas a veces producen un rechazo inmediato. Esos restos generalmente se justifican por la existencia de desórdenes más o menos generalizados,
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que la ideología diluida explica o enfrenta, y el prejuicio refuerza. La llamada “mentalidad ilustrada” (desde la Ilustración o Iluminismo del siglo 18) es quizás la que resume la mayoría de los prejuicios que hoy operan pacíficamente. Entre ellos: que la fe se opone a la razón; que la moral es antinatural; que la ciencia, al ofrecer explicaciones fundadas, sustituye la creencia en fuerzas inexplicadas; que si Dios existe, no se ocupa de las menudencias humanas; que la Iglesia Católica es una institución retrógrada y sin autoridad. Son ideas sembradas por unos personajes de la época que se autocalificaban de philosophes. De los otros prejuicios no podremos ocuparnos en este momento. Sí quiero hacer un paréntesis para afirmar que lo que se dice de la Iglesia contradice los hechos. No hay institución en el mundo que pueda mostrar mayor apertura –no discriminatoria–, o mayor interés por los necesitados, o mayor atención a los enfermos, o mayor esfuerzo educativo en todos los niveles, o mayor protección y defensa a la mujer o a los niños… No quiere esto decir que cada miembro de la Iglesia sea un dechado de las virtudes que reflejan estos esfuerzos. Lo que quiere decir es cuáles son las intenciones y los esfuerzos reales de la Iglesia como tal. A esos prejuicios añadamos, más recientemente, la manipulación de las categorías morales relativas la libertad y el “derecho”, para
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justificar cualquier capricho o desorden placentero… Y en el terreno de los hechos, no hay que olvidar las persecuciones más o menos veladas a quienes sostienen otra posición: en nombre de supuestas mayorías, se pretende imponer una serie de nuevos valores (antivalores más bien) y suprimir los restos de la moral tradicional. Se utilizan modernos mecanismos de presión para acallar lo “políticamente incorrecto”, y crear un estado de opinión política conformista con los antivalores. Cuál fe tener Así como hay personas sin fe, hay muchas que tienen fe.12 Son personas también inteligentes y no ingenuas, muchas son cultas, algunas son científicas de profesión; practican su religión con fervor: hacen oración, cumplen sus deberes, tratan bien a sus prójimos, acuden regularmente al templo... En todo el planeta, y en todas las épocas, el hombre ha buscado un apoyo religioso de su existencia. Todas las religiones proponen creencias y prácticas referentes a lo divino, lo moral y lo espiritual. En todas las religiones serias hay seguidores observantes. Pero no todas las religiones tienen el mismo 12 Obviamente, no es lo mismo tener fe que vivir de ella: Cf. Ratzinger, Introducción al cristianismo, p 30)]
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valor, aunque quienes las sigan tengan buena voluntad, y todas ellas tengan elementos válidos. Por poner una comparación: ocurre una explosión y se hacen varios intentos de explicarla: alguno dirá que ocurrió por combustión espontánea, por causas calóricas, químicas o eléctricas; otro dirá que fue intencionada, que alguien la produjo, aun valiéndose de causas semejantes. La explicación que llegue a la verdad de lo ocurrido, y en la medida de lo posible a todos los factores intervenientes, será la explicación de mayor valor. La explicación que sea verdadera, es la explicación. El hombre, creado “a imagen y semejanza” de Dios, tiene la capacidad de conocer a Dios con su razón a partir de las cosas creadas. Puede conocer tanto al Dios personal como a la ley moral natural. Pero “en las condiciones históricas en que se encuentra, el hombre experimenta muchas dificultades –‘por parte de los sentidos y la imaginación, así como de los muchos deseos nacidos del pecado original… y es fácil que los hombres se persuadan de la falsedad o al menos de la incertidumbre de las cosas que no quisieran que fueran verdaderas’ ”.13 En su búsqueda, algunos hombres elaboran sistemas religiosos, con mayor o menor racionalidad, con mayor o menor fantasía y poesía. En el caso del judaísmo y el cristianismo, en 13
Pío XII, Enc. Humani generis, DS 3875)” (CEC 37)
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cambio, Dios mismo interviene para darse a conocer, se revela como es y enseña la verdad al hombre; y entonces la situación es muy diferente. El Dios personal ha querido iluminarnos en la revelación de Sí mismo y de lo que espera de nosotros para que seamos verdaderamente humanos. Volveremos sobre este punto. Si quiséramos ver los tipos de religión, hay que empezar por lo básico: hay religiones que defienden que hay varios dioses (llamadas politeístas)14 y religiones que adoran un solo Dios (monoteístas)15. Cuando se especula al respecto, puede parecer más espontánea la adoración de las fuerzas de la naturaleza que no controlamos. Pero la historia también muestra que en esas mismas tradiciones politeístas ha habido momentos en que pensadores de mayor rigor analítico han llegado a la concepción de un solo Ser supremo, origen de todo16. E incluso que es más antiguo el monoteísmo que el politeísmo. (V. Anexo I) Como señala Benedicto XVI17, la Iglesia Ca14 Muchas de las civilizaciones más antiguas –egipcia, mesopotamia, india, china… 15 Judaísmo, Cristianismo, Islam 16 Así por ejemplo en la India, la evolución desde el vedismo hasta el hinduismo del Brahmán, ser eterno, que se manifiesta en la triple acción creadora, conservadora y transformadora. O en Egipto, el tránsito por el monoteísmo de Akenatón. O en Grecia, la reflexión de Anaxágoras sobre la Inteligencia creadora, completada por Platón y Aristóteles. 17 Introducción al cristianismo, p 109
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tólica, para referirse a Dios, prefirió el Dios de los filósofos a los dioses de otras religiones. “La Iglesia primitiva … expresó así su fe: nosotros no veneramos a ninguno de vuestros dioses; cuando hablamos de Dios nos referimos al ser mismo, a lo que los filósofos consideran como el fundamento de todo ser, al que han ensalzado como Dios sobre todos los poderes; ése es nuestro único Dios.” (p 110)
Un solo Dios verdadero. Un Dios inteligente y poderoso, que se comunica con el hombre. El Dios que se había revelado a Israel desde tiempos antiguos, y que los cristianos reconocen como el único Dios. ¿Por qué el Dios de los filósofos griegos? Para entenderlo, bastará un poco de historia. Los filósofos griegos de la Jonia, en el siglo VI a.C., se habían empezado a preguntar el porqué y el cómo de la Naturaleza. Ante la visión del orden que hay en el universo –y que el orden es un resultado inteligente–, el filósofo Anaxágoras concluyó que el fabricante del universo era la Inteligencia. El logos implica un nous.18 18
“que el orden y la belleza que existen en las cosas o que se producen en ellas, tengan por causa la tierra o cualquier otro elemento de esta clase, no es en modo alguno probable: ni tampoco es creíble que los filósofos antiguos hayan abrigado esta opinión. Por otra parte, atribuir al azar o a la fortuna estos admirables efectos era muy poco racional. Y así, cuando hubo un hombre que proclamó que en la naturaleza, al modo que sucedía con los animales, había una inteligencia, causa del concierto y del orden universal, pareció que este hombre era el único que estaba en el pleno uso de su razón, en desquite de las divagaciones de sus predecesores. Sabemos, sin que ofrezca duda, que Anaxágoras se consagró al
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Después, el griego Aristóteles, que al decir de Whitehead, es el filósofo que –sin tener la fe– ha tratado con mayor profundidad de Dios: en su tratado de Metafísica, dice: “Dios pasa por ser la causa y el principio de todas las cosas” (I, 2). “Es preciso que examinemos igualmente cómo el Universo encierra dentro de sí el soberano bien, si es como un ser independiente que existe en sí y para sí, o como el orden del mundo; o, por último, si es de las dos maneras a la vez, como sucede en un ejército.” (XII, 10). “Hay necesariamente una esencia eterna” (XII, 6). “Si Dios goza eternamente de esta felicidad, que nosotros sólo conocemos por instantes, es digno de nuestra admiración, y más digno aun si su felicidad es mayor. Y su felicidad es mayor seguramente. La vida reside en él, porque la acción de la inteligencia es una vida, y Dios es la actualidad misma de la inteligencia; esta actualidad tomada en sí, tal es su vida perfecta y eterna. ... La vida y la duración continua y eterexamen de este punto de vista de la ciencia. Puede decirse, sin embargo, que Hermotimo de Clazómenas lo indicó el primero. Estos dos filósofos alcanzaron, pues, la concepción de la Inteligencia, y establecieron que la causa del orden es a un mismo tiempo el principio de los seres y la causa que les imprime el movimiento.” (Aristóteles, Metafísica, I, 3) Sin embargo, hay un desencanto: “estos filósofos no saben en verdad lo que dicen. Porque no se les ve nunca, o casi nunca, hacer uso de sus principios. Anaxágoras se sirve de la Inteligencia como de una máquina, para la formación del mundo; y cuando se ve embarazado para explicar por qué causa es necesario esto o aquello, entonces presenta la inteligencia en escena; pero en todos los demás casos a otra causa más bien que a la inteligencia es a la que atribuye la producción de los fenómenos.” (Ibid. I, 4)
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na pertenecen, por tanto, a Dios, porque este mismo es Dios” (XII, 7) Continúa Benedicto XVI: “A lo largo de la historia se fue creando una enemistad cada vez más fuerte entre los dioses míticos de las religiones y el conocimiento filosófico de Dios; tal enemistad aparece en la crítica de los mitos hecha por los filósofos desde Jenófanes hasta Platón, que quería desechar el clásico mito // homérico para sustituirlo con un mito nuevo, con un mito lógico.” (pp 110111) Además, “La investigación moderna se pone cada día más de acuerdo en que existe un paralelismo sorprendente, tanto temporal como ideológico, entre la crítica filosófica de los mitos de Grecia y la crítica profética de los dioses en Israel. Cada una de ellas parte de supuestos distintos y tiene metas también distintas; pero el movimiento del logos en contra del mito, llevado a cabo en la explicación filosófica del espíritu griego –movimiento que conduce finalmente a la caída de los dioses– está en íntimo paralelismo con la explicación de los profetas y de la literatura sapiencial, en su desmitologización de las potencias divinas en favor del único Dios. Aun dentro de su contraposición, ambas tendencias coinciden en la búsqueda del logos.19” (p 111) 19 “La palabra griega logos, en su sentido más amplio, corresponde en cierto modo a la raíz hebrea ‘mn (‘amén’) y significa palabra, inteligencia, razón, verdad”, J. Ratzinger, Introducción al cristianismo, p 54, nota.
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“Una tarea primordial de la fe cristiana es la teología, discurso comprensible, lógico (rationale, racional-inteligible) de Dios. Aquí radica el derecho inamovible de lo griego en lo cristiano. Estoy plenamente convencido de no fue pura casualidad el que el mensaje cristiano, en su primera configuración, entrase en el mundo griego y que se mezclase así con el problema de la comprensión, de la verdad.” (p 56)
Este es un punto muy importante: el gran respeto a la razón que desde sus comienzos ha tenido la religión cristiana. En el comienzo del evangelio del apóstol san Juan, a la segunda Persona de la santísima Trinidad, el Hijo que se hace hombre, se la llama Logos (Lovgo”) (Jn 1,1.14) –que se suele traducir como Verbo o Palabra. Y san Pablo invita a agradar a Dios, ofreciéndole un culto racional o lógico (logike latreia, logikh; latreiva) (Rm 12, 1). Los Apóstoles son los primeros que exponen y explican la fe en Jesucristo en un lenguaje inteligible. Sus escritos son recogidos en lo que llamamos el ‘nuevo testamento’ de la Biblia. Poco después, y durante varios siglos, van apareciendo esas grandes figuras cristianas que llamamos los Padres de la Iglesia, que aplicaron sus excepcionales inteligencias al estudio y la investigación de la verdad con la doble ayuda de la fe y la razón, en continuidad con la tradición de la fe vivida, y transmiténdola. Muchos de los puntos capitales de la fe recibida, son aclarados y definidos con conceptos y vocablos tomados de 26
la filosofía griega; y sucesivos Concilios ecuménicos discriminan con el máximo rigor esos puntos capitales, para declarar el sentido que realmente tienen (dogmas). El uso combinado de fe y razón es continuo en la historia del cristianismo, desde la Antigüedad y el Medioevo (cuando juegan un papel importante las universidades que se empiezan a crear), hasta los tiempos actuales, con innumerables estudios y publicaciones. El Magisterio de la Iglesia ha estado pendiente de garantizar la distinción y el equilibrio entre fe y razón. Con ocasión de las controversias de comienzos del siglo XIX, en el Concilio ecuménico Vaticano I, la Constitución Dei Filius deslinda los campos para evitar los extremos del racionalismo y del fideísmo20. Y en sucesivas intervenciones, ha alertado sobre los peligros para el recto uso de la razón que constituyen el inmanentismo, el agnosticismo, o la filosofía marxista, o las erróneas interpretaciones de tesis del evolucionismo, del existencialismo y del historicismo21. “El Magisterio no se ha limitado sólo a mostrar los errores y las desviaciones de las doctrinas filosóficas. Con la misma atención ha querido 20
Esa Constitución partía de la cognoscibilidad natural de la existencia de Dios, y concluía con la afirmación solemne de que hay un doble orden de conocimiento, distinto no sólo por su principio, sino también por su objeto. Cfr. Juan Pablo II, Fides et ratio, 53. 21 Cfr. Fides et ratio, 54
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reafirmar los principios fundamentales para una genuina renovación del pensamiento filosófico, indicando también vías concretas a seguir. En este sentido, el Papa León XIII con su Encíclica Æterni Patris dio un paso de gran alcance histórico para la vida de la Iglesia. Este texto ha sido hasta hoy el único documento pontificio de esa categoría dedicado íntegramente a la filosofía. … Más de un siglo después, muchas indicaciones de aquel texto no han perdido nada de su interés tanto desde el punto de vista práctico como pedagógico; sobre todo, lo relativo al valor incomparable de la filosofía de santo Tomás.”22 “El Concilio Ecuménico Vaticano II, por su parte, presenta una enseñanza muy rica y fecunda en relación con la filosofía. … un capítulo de la Constitución Gaudium et spes es casi un compendio de antropología bíblica, fuente de inspiración también para la filosofía. En aquellas páginas se trata del valor de la persona humana creada a imagen de Dios, se fundamenta su dignidad y superioridad sobre el resto de la creación y se muestra la capacidad trascendente de su razón. También el problema del ateísmo es considerado en la Gaudium et spes, exponiendo bien los errores de esta visión filosófica, sobre todo en relación con la dignidad inalienable de la persona y de su libertad.”23
Muy cerca de nosotros, el gran Pontífice Juan Pablo II, el 14 de septiembre de 1998, publica una encíclica dedicada directamente al 22 23
Ibid. 57 Ibid .60
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asunto que nos ocupa, la fe y la razón [Fides et ratio]. Uno de los temas que aborda, motivo de su preocupación, y que sorprende, es “la desconfianza en la razón que manifiesta gran parte de la filosofía contemporánea, abandonando ampliamente la búsqueda metafísica sobre las preguntas últimas del hombre, para concentrar su atención en los problemas particulares y regionales, a veces incluso puramente formales.”24 En múltiples ocasiones, Juan Pablo II invita al hombre actual, creyente o no, a confiar en la capacidad de la razón humana para conocer la verdad. Sin embargo, nuestro Dios no es sólo el Dios de los filósofos. Él no es mecanismo o motor o cosa. Es un Dios personal: el “Dios de Abraham, Isaac y Jacob”. Para los filósofos como Aristóteles, Dios está tan por encima del hombre, que no es posible una relación amistosa entre ambos. Para los cristianos, Dios ha tomado la iniciativa de estar cerca del hombre. Dice su Sabiduría: “[estaba] jugando con el orbe de la tierra, y me deleitaba con los hijos de los hombres” (Proverbios 8, 31).25 Todo en función de Cristo, como se 24
Ibid. 61 Dice un comentador: “[La Sabiduría] se recrea en contemplar sus obras y, sobre todo, en comunicarse a los hijos de los hombres, a fin de hacerlos sabios e inteligentes. El prólogo [del Evangelio] de san Juan y otros pasajes paralelos [de las Epístolas] de san Pablo son explicaciones de este texto al hablarnos del Verbo, por quien todo fue creado y 25
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pregunta el Salmo: “¿Qué es el hombre para que te acuerdes de él, o el hijo del hombre para que lo visites? Lo hiciste sólo un poco inferior a los ángeles, lo coronaste de gloria y honor, y has sometido todo bajo sus pies” (Salmo 8, 5-7, citado por san Pablo y aplicado a Cristo, Hebreos 2, 6-8). También se dice que [la Sabiduría] “se comunica a las almas santas de cada generación, y las convierte en amigos de Dios y profetas, pues Dios ama sólo a quienes viven con la sabiduría” (Sabiduría 7, 27-28). El mismo Cristo dice: “Nadie tiene mayor amor que el que da su vida por sus amigos… os he llamado amigos, porque todo lo que oí a mi Padre os lo he hecho conocer” (Juan 15, 13-15) [Sigue Benedicto XVI] “No olvidemos la otra cara del hecho. La fe cristiana se decidió solamente en favor del Dios de los filósofos; en consecuencia este Dios es el Dios a quien se dirige el hombre en sus oraciones y el Dios que habla al hombre. Pero al tiempo la fe cristiana dio a este Dios una significación nueva, lo sacó del terreno de lo puramente académico y así lo transformó profundamente. Este Dios que antes aparecería como algo neutro, como un concepto supremo y definitivo; este Dios que se concibió como puro ser o puro pensar, eternamente cerrado en sí mismo, sin proyección alguna hacia el hombre y hacia su pequeño mundo.” (p 115) todo subsiste (Juan 1, 3; Colosenses 1, 15ss). Nácar-Colunga, Sagrada Biblia (BAC, Madrid 1955, 6ª edición), nota al pasaje.
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“Para apreciar en su justa medida la transformación que experimentó el concepto filosófico de Dios mediante su equiparación al Dios de la fe, debemos de acudir a algún texto bíblico que nos hable de Dios. [Benedicto XVI se fija en la parábola de la oveja y la dracma perdida. Un hombre tiene cien ovejas y pierde una; va a buscarla y cuando la encuentra se alegra más por ella que por las noventa y nueve que no tuvo que buscar. Así hay más alegría en el Cielo por un hombre pecador que hace penitencia que por noventa y nueve que no necesitan penitencia.] “Si queremos deducir de este texto [de la oveja y el dracma perdidas y la alegría de recuperarlas: Lc 15,1-10] quién es Dios, diremos que es el Dios que nos sale al encuentro, el Dios antropomórfico y afilosófico… padece y se alegra con los hombres, busca, sale al encuentro. No es la geometría insensible del universo, no es justicia ni efecto alguno; tiene un corazón, está ahí como amante” (pp 116-117) “Desenmascaremos un ulterior prejuicio. Siempre nos parece evidente que lo grande ilimitado, el espíritu absoluto, no puede ser sentimiento ni pasión, sino solamente pura matemática de todo. Sin darnos cuenta afirmamos así que el puro pensar es mayor que el amor, mientras que el mensaje del evangelio y de la imagen cristiana de Dios corrigen la filosofía y nos hacen ver que el amor es superior al puro pensar. El pensar absoluto es un amor, no una idea insensible, sino creadora, porque es amor.” (p 118) “El Dios de la fe es, en cuanto pensar, amor. La idea de que el amor es divino domina toda su
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concepción. El Logos de todo el mundo, la idea original creadora es también amor. Aparece así la identidad original de la verdad y el amor; allí donde se realiza, no hay dos realidades yuxtapuestas o contrarias, sino una, el único Absoluto.” (p 119)
Un Dios no lejano sino cercano Son 21 siglos de cristianismo en Occidente, durante los cuales ha ocurrido una gran elaboración intelectual y una gran proyección social. ¿Y dónde arranca todo? En un personaje histórico, muy intrigante, llamado Jesús, nacido en Belén de Judea y criado en la aldea de Nazaret; un personaje tan importante, que el tiempo se divide en antes y después de él. Estamos en el año 2012, que se cuentan desde su nacimiento. [En realidad, cuando se fijó la fecha hubo un error de cálculo; parece que nació 4 ó 6 años antes]. Ese momento no es un momento cualquiera: san Pablo lo llama “plenitud de los tiempos” (Gal 4,4). El tiempo anterior fue de preparación, y el tiempo posterior ha sido de cumplimiento. La preparatio evangelica tiene varios elementos curiosos: desde más o menos el siglo VII a.C. en diferentes lugares del mundo aparecen unos signos de maduración intelectual y moral notables: la Grecia preclásica, la India del Buda, la China de Confucio y Lao-tse, el Israel de los profe-
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tas… que también se desarrollarán en los siglos siguientes. El tiempo posterior, o tiempo de la Iglesia, ha producido un florecimiento espiritual y civilizacional extraordinario. Sus seguidores lo acogieron como el Mesías prometido por Dios al pueblo Judío, y por eso lo llaman Jesús el Cristo o Jesucristo. [Cristo es la palabra griega que equivale a la palabra hebrea Mesías, que significan “ungido”: ungido y enviado especialmente por Dios, con una misión única.] Y ya en el siglo I se llamaron cristianos (Cfr. Hech 11, 26). Este personaje –cuya vida está mejor documentada que la de cualquier persona de la Antigüedad– de unas enseñanzas elevadísimas, apoyadas en unas señales o milagros extraordinarios, tiene un final también intrigante, como decía: padece, muere y es sepultado; y al tercer día resucita para no volver a morir26. Sin estar loco, dice de sí mismo que es Hijo de Dios, y 26
Hace notar C.S. Lewis, en su ensayo sobre “El mito hecho realidad” (“Myth become a fact.”, en God in the Dock: Essays on Theology and Ethics, Eerdmans, Grand Rapids 1970) que los mitos de las religiones primitivas expresaban un anhelo profundo de que el Dios trascendente se acercara al hombre para salvarlo; concretamente, que “el viejo mito de un Dios que muere [y resucita], baja del cielo de la leyenda y la imaginación a la tierra de la historia. ¡Ocurre! En una fecha determinada, en un lugar determinado, seguido de consecuencias históricas definibles. Pasamos de Balder o de Osiris, que mueren no se sabe dónde o cuándo, a una Persona histórica que es crucificado en tiempos de Poncio Pilato” (pp 66-67).
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que con su Padre y el Espíritu Santo son uno solo, un solo Dios. Su nombre, Jesús (Joshua) significa Salvador. Con su muerte libremente aceptada, nos salva del alejamiento de Dios, nos redime (nos rescata), a todos los seres humanos. Con su Resurrección (y Ascensión al cielo) nos abre el camino al Reino de los Cielos en esta vida y en la vida futura. Estamos todos invitados a seguir ese camino, con la condición de que libremente lo queramos y que libremente busquemos seguir los Mandamientos, resumidos en el Mandamiento del amor a Dios y al prójimo. Para ayudarnos a ello, fundó su Iglesia [que significa Convocación, o reunión de los convocados], encargándola a sus Apóstoles y sus sucesores, y dotándola de una doctrina y unos Sacramentos. Este Mesías se declara a sí mismo Dios. Los que designó Apóstoles y otros que convivieron con él y lo siguieron convencidos de que era Dios –por sus milagros, su doctrina, su poder de perdonar los pecados, su resurrección de la muerte…–, nos han dejado su testimonio. Nos dicen cómo continúa y perfecciona la revelación que Dios ha hecho de sí mismo27. Lo 27
Dice el autor de la epístola a los Hebreos (1,1-2): “Muchas veces y de muchas maneras habló Dios en el pasado a nuestros Padres por medio de los Profetas. En estos últimos tiempos nos ha hablado por medio del Hijo a quien instituyó heredero de todo, por quien también hizo el universo”
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más sorprendente: que el Dios único “incluye” tres Personas –Padre, Hijo y Espíritu Santo– y que después de la Encarnación de la segunda Persona, también nosotros estamos llamados a ser hijos y amigos de Dios cuando aceptamos al Hijo28. Que la tercera Persona, el Espíritu Santo, también es enviada a nosotros para hacernos partícipes del Amor que hay en Dios y que se nos da cuando luchamos para no vivir según la carne sino según el espíritu29. ¿Cómo es este Dios de Jesucristo? Dios es absolutamente perfecto, infinito, uno, todopoderoso, sabio, eterno, bueno. Es Creador y Padre… De las descripciones de Dios que podrían darse, tomemos algunas de su propia revelación en la Sagrada Escritura: el Dios en quien creemos es luz, es vida, es amor. (V. Anexo II) LUZ. La luz es uno de los fenómenos más sorprendentes de la naturaleza. Se conecta con el 28
“Pero a todos los que lo recibieron les dio poder de hacerse hijos de Dios, a los que creen en su nombre” (Jn 1 12)
29 “Como el Padre me amó, yo también os he amado a vosotros; permaneced en mi amor. Si guardáis mis mandamientos, permaneceréis en mi amor, como yo he guardado los mandamientos de mi Padre, y permanezco en su amor. Os he dicho esto, para que mi gozo esté en vosotros, y vuestro gozo sea colmado. Este es el mandamiento mío: que os améis los unos a los otros como yo os he amado. Nadie tiene mayor amor que el que da su vida por sus amigos… No os llamo ya siervos, porque el siervo no sabe lo que hace su amo; a vosotros os he llamado amigos (Jn 15, 9-15)
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calor. Para la tierra, la principal fuente de luz es el sol, el 44% de cuyas radiaciones son en forma de luz visible. Para nosotros, los seres humanos, tiene conexión con la alegría de vivir. Así como la luz material permite la visión del colorido y las formas de las criaturas, así la luz en el alma [en la inteligencia] permite captar la verdad, el bien y la belleza., y con esa luz podemos ‘ver’ a Dios por la fe. Y así como el fuego que ilumina puede prender otros fuegos sin perder su propia luminosidad, así la luz de la fe prende en muchos. Dios, como fuente de luz, nos hace participar de su luz, incluyendo su gracia, que es germen para la luz de la gloria futura (lumen gloriae), en que lo veremos a Él ‘cara a cara’. VIDA. La condición de viviente es la condición de no ser inerte, inanimado. Las funciones vitales son una maravilla en el universo –que dan la autoconservación, la homeostasis, la continuidad, la integración unitaria (orgánica). En sus formas superiores incluyen la percepción y la sensibilidad, la inteligencia y la voluntad… Y según la revelación de Dios, además de esta vida temporal, ahora, hay una vida eterna con Dios, después, Para los seres humanos, que tenemos que morir (perder la condición de vida actual), la vida no termina así, sino que habrá una resu36
rrección al final de los tiempos. Y es el espíritu, no la carne, es el que nos capacita para la vida eterna, en que se consumará el premio o el castigo por esta vida temporal. Después de la resurrección, volveremos a tener vida en el cuerpo resucitado en su nueva condición. AMOR. Una de las manifestaciones más sublimes de la vida humana es el amor, en todas sus formas. La forma suprema de amor es la que por analogía atribuimos a Dios. El mismo Jesucristo nos habla continuamente del amor en Dios, y nos pone como meta última de la vida el crecimiento en el amor inteligente, libre, entregado –a Dios y al prójimo. A veces se distingue entre los distintos modos de amar. Dice san Agustín: “Algunos opinan que la caridad o el aprecio (dilectio, ajgavph) es una cosa, y el amor (amor, filiva, e[rw”) es otra, como si la primera fuera un afecto bueno y el segundo malo… Las Escrituras de nuestra religión, cuya autoridad preferimos a cualquier otro escrito, no hace distinción alguna entre amor, dilectio y caritas… La voluntad recta es [por tanto] amor bien orientado, y la mala voluntad es amor mal orientado. Amor, ansiar tener lo amado, es deseo; tenerlo y disfrutarlo, gozo; huir lo que se le opone, temor; y sentir lo que se le opone, cuando ha ocurrido, tristeza. Pues estos movimientos son malos, si el amor es malo; buenos, si el amor es bueno.” (Ciudad de Dios, XIV, 7)
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Hablando del amor, unas palabras de Juan Pablo II sobre los jóvenes: “La juventud… es tiempo dado por la Providencia a cada hombre, tiempo que se le ha dado como tarea, durante el cual busca… la respuesta a interrogantes fundamentales. Si en cada época de su vida el hombre desea afirmarse, encontrar el amor, en ésta lo desea de un modo aún más intenso ... Tiene necesidad de guía30 “Es también el período de comunión. Saben que tienen que vivir para los demás y con los demás., saben que su vida tiene sentido en la medida en que se hace don gratuito para el prójimo. Esta vocación al amor es, de modo natural, el elemento más íntimamente unido a los jóvenes31 “Hay que preparar a los jóvenes para el matrimonio, hay que enseñarles el amor. El amor no es cosa que se aprenda, ¡y sin embargo no hay nada que sea más necesario enseñar! Siendo aún un joven sacerdote, aprendí a amar el amor humano. Este es uno de los temas fundamentales sobre el que centré mi sacerdocio, mi ministerio desde el púlpito, en el confesonario, y también a través de la palabra escrita. Si se ama el amor humano, nace también la viva necesidad de dedicar todas las fuerzas a la búsqueda de un ‘amor hermoso’. Los jóvenes, en el fondo, buscan siempre la belleza del amor, quieren que su amor sea bello. Si ceden a las debilidades, imitando modelos 30 31
Juan Pablo II, Cruzando el umbral de la esperanza, p 131 Ibid., p 132
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de comportamiento que bien pueden calificarse como ‘un escándalo del mundo contemporáneo’ (y son modelos desgraciadamente muy difundidos), en lo profundo del corazón desea un amor hermoso y puro. Esto es válido tanto para los muchachos como para las muchachas. En definitiva, saben que nadie puede concederles un amor así, fuera de Dios. Y por tanto están dispuestos a seguir a Cristo, sin mirar los sacrificios que eso pueda comportar.32 “Que los jóvenes [descubran] a Cristo, que camina a través de los siglos con cada generación, con cada hombre. Camina con cada uno como un amigo. Importante en la vida de un joven es el día en que se convence de que éste es el único Amigo que no defrauda, con el que siempre se puede contar.33
Dios que sigue con nosotros. La Iglesia de Jesucristo y el Espíritu Santo La fe cristiana es, pues, fe en Dios que se revela al hombre, y que se ha acercado a él –al punto de que se ha hecho como él, con la Encarnación del Hijo de Dios en un momento histórico determinado. Al final de esos cortos años en la tierra, Jesucristo, Dios encarnado, entrega su vida libremente para la salvación del género humano: muere en la cruz por nuestros pecados pasados, presentes y futuros; resucita por su propio poder, y asciende al cielo. Pero no se 32 33
Ibid., p 133 Ibid., p 135
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fue, dejándonos sólo un recuerdo. Se quedó con nosotros, al fundar su Iglesia y enviarnos al Espíritu Santo. ¿Qué es la Iglesia de Jesucristo? Primero fue una convocación de las personas que lo conocieron y lo siguieron, entre las que destacaban aquellos doce hombres que eligió, constituyéndolos Apóstoles, cuyos nombres nos son perfectamente conocidos, y entre los cuales eligió uno para ser la roca fundamental, el apóstol Pedro. Los fue preparando durante aproximadamente tres años; fueron testigos de sus enseñanzas, de sus milagros y de sus acciones sacramentales. Después de su Ascensión, el Padre y el Hijo envían a la tercera Persona de la santísima Trinidad, el Espíritu Santo, Paráclito [abogado, consolador], Espíritu de verdad, para que nos asistiera y nos configurara a imagen del Hijo (Cfr. 2 Cor 3, 17-18). Creer en la Iglesia depende enteramente de creer en Jesucristo y creer en el Espíritu Santo (Cfr. CEC 748-749). V. Anexo III La Iglesia es el pueblo que Dios reúne en el mundo entero. La palabra ‘Iglesia’ tiene tres significados inseparables: designa toda la comunidad entera de los creyentes (en el mundo); o la comunidad local (la Iglesia en Caracas); o la asamblea litúrgica, sobre todo eucarística (Cfr. CEC 752). El apóstol san Pedro escribe: “vosotros sois linaje escogido, sacerdocio real, nación santa, 40
pueblo adquirido en propiedad, para que pregonéis las maravillas de Aquel que os llamó de las tinieblas a su admirable luz” (1 Pedro 2,9).34 Es decir, ‘los cristianos son el nuevo y definitivo pueblo de Dios’ (Biblia de Navarra, nota a este texto) Y así, la designación ‘Pueblo de Dios’, que en el Antiguo Testamento se refería al pueblo de Israel, en el Nuevo Testamento tiene un nuevo centro, pues Cristo se designa la Cabeza y la Iglesia se designa su Cuerpo. San Juan en el Apocalipsis la llama ‘Jerusalén de arriba’ y ‘esposa del Cordero’. Y san Pablo acude a la imagen de los esposos para referirse a la relación entre Cristo y su Iglesia. Dirá san Agustín: “el Cristo total, cabeza y cuerpo… Como Cabeza él se llama ‘esposo’ y como cuerpo ‘esposa’” (Ps. 74, 4). Dice la Constitución Lumen gentium: “El Señor Jesús comenzó su Iglesia con el anuncio de la Buena Nueva, de la llegada del Reino de Dios prometido desde hacía siglos en las Escrituras” 34
El ‘sacerdocio’ real (regio) de que aquí se habla es lo que se conoce como el sacerdocio común de todos los fieles bautizados, que participan del sacerdocio de Cristo: “Todas sus obras, oraciones, tareas apostólicas, la vida conyugal y familiar, el trabajo diario, el descanso espiritual y corporal, si se realizan en el Espíritu, incluso las molestias de la vida, si se llevan con paciencia, todo ello se convierte en sacrificios espirituales agradables a Dios por Jesucristo” (LG n 34). El sacerdocio común es diferente del sacerdocio ministerial, que sólo poseen los fieles que han recibido el sacramento del Orden Sacerdotal.
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(n 5). La Iglesia es el Reino de Cristo “presente ya en misterio” (n 3). Cristo continúa su acción salvadora mediante la Iglesia. Por eso se la llama “sacramento universal de salvación” (LG n 48), en sentido analógico, pues la obra salvífica de su santa Humanidad se manifiesta y actúa en los siete sacramentos que entregó a la Iglesia. Mediante estos sacramentos, el Espíritu Santo distribuye la gracia de Cristo, que es la Cabeza, en la Iglesia que es su Cuerpo (Cfr. CEC 774). La Iglesia es un instrumento de Cristo para la unión íntima con Dios y también para la unidad de todo el género humano (Cfr. LG n 1, CEC 775). Eligió a los Doce, entregándoles los poderes sacramentales a ellos y a sus sucesores. Y envió al Espíritu Santo, tanto a la Iglesia como a cada uno de los fieles bien dispuestos, a los que hace ‘templos del Espíritu Santo’. Dice el Papa Pablo VI: “Dos son los elementos que Cristo ha enviado… para continuar su obra: el apostolado y el Espíritu. El apostolado obra externa y objetivamente; forma el cuerpo… material de la Iglesia, le confiere sus estructuras visibles y sociales; mientras el Espíritu obra internamente, dentro de cada una de las personas, como también sobre la entera comunidad, animando, vivificando, santificando”.35 35 Pablo VI, Discurso en la sesión de apertura del Concilio Vaticano II, cit. p. P. Rodríguez, Iglesias particulares y prelatu-
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Y comenta un autor: “La potestad (exousia) de Cristo está pues presente en la Iglesia de dos maneras: a través de la potencia del Espíritu… y a través e la sagrada potestad de los Apóstoles. [Y hay dos formas de actuación:] la primera –el Espíritu– actúa vivificando, y los creyentes, movidos por el Espíritu, actúan in Spiritu Christi; la segunda –los Apóstoles–, en cambio, estructurando a los creyentes de manera sacramental y pública, y el Apóstol actúa in nomine Christi, incluso in persona Christi.” 36
Esta Iglesia tiene unas notas que se mencionan en el Credo: es una, santa, católica y apostólica. Una, por su fundador Jesucristo, y por su alma el Espíritu Santo (CEC 813). Aunque desde el principio hubo gran diversidad de condiciones y tradiciones particulares, el Cuerpo es uno, la Esposa es una. Históricamente, por la limitación humana, ha habido rupturas de esa unidad, tristemente. Esos creyentes separados son cristianos, que ras personales (U de Navarra, Pamplona 1985), pp 128-129. Cursivas añadidas. 36 P. Rodríguez, Iglesias particulares y prelaturas personales (U de Navarra, Pamplona 1985), pp 130-131. Dicho de otra manera: para que la Iglesia realice su misión, “el Espíritu Santo ‘la construye y dirige con diversos dones jerárquicos y carismáticos’ ” (CEC 768). Jerárquicos, para constituir la autoridad espiritual de la Jerarquía de la Iglesia, por el sacramento del Orden –diáconos sacerdotes y obispos–; carismáticos para el crecimiento espiritual y apostólico de todos.
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también tienen “muchos elementos de santificación y de verdad” (LG n 8), y estos bienes que reciben deben impulsar hacia la unidad querida por Cristo. (CEC 817-819) Santa, porque Cristo –que con el Padre y el Espíritu Santo son “el solo santo” –, se entregó a la Iglesia para santificarla y la llenó del don del Espíritu Santo (CEC 823). Y ella es santificadora, porque Cristo depositó en ella “la plenitud total de los medios de salvación” (UR n 3). Y aunque la Iglesia abraza en su seno a los pecadores, sus miembros –que se reconocen pecadores–, están llamados a la santidad (CEC 827). Y algunos de ellos responden a esa llamada con heroísmo sostenido, y la Iglesia los declara santos (canonizados) después de su muerte. Católica, que quiere decir ‘universal’. Porque Cristo, Redentor de todos los hombres, está presente en ella, y de Él recibe la plenitud: la confesión de una fe recta y completa, vida sacramental íntegra, y ministerio ordenado en la sucesión apostólica (CEC 830). Es Católica también por haber sido enviada por Cristo en misión a la totalidad del género humano (CEC 831) Y es Católica en cada una de las Iglesias particulares, que están unidas a sus pastores, cuan-
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do están en comunión con la Iglesia de Roma. (CEC 832-825) “Todos los hombres, por tanto, están invitados a esta unidad católica del Pueblo de Dios... A esta unidad pertenecen de diversas maneras o a ella están destinados los católicos, los demás cristianos e incluso todos los hombres en general llamados a la salvación por la gracia de Dios” (LG 13; CEC 836) Apostólica, por estar fundada sobre los Apóstoles. En su origen, está edificada sobre los Apóstoles, testigos escogidos y enviados en misión por el mismo Cristo. Guarda y transmite, con la ayuda del Espíritu Santo la enseñanza, el buen depósito que recibió de los Apóstoles. Los que suceden a los Apóstoles enseñan, santifican y dirigen en continuidad con ellos: los obispos y presbíteros, juntamente con el sucesor de Pedro. Y todos los miembros de la Iglesia participan de ese ‘envío’ al mundo entero: “la vocación cristiana, por su misma naturaleza, es también vocación al apostolado” (CEC 857-863). La fecundidad de todos en este apostolado depende de la unión vital con Cristo (CEC 864). Es decir, que miembros de la Iglesia Una, Santa, Católica y Apostólica somos todos los bautizados. Aunque a veces en el habla común, nos 45
referimos a ‘la Iglesia’ como algo externo a nosotros, como si fueran los sacerdotes y los obispos (“¿por qué la Iglesia no dice algo sobre tal cosa?”, o “la Iglesia tiene muchos problemas”), en realidad este es un modo impreciso de entenderla. Yo soy parte de la Iglesia, yo soy Iglesia, la Iglesia es mi familia espiritual, y de alguna manera respondo por ella. Uno de los artículos del Credo se refiera a la Comunión de los santos., que es la Iglesia. Eso quiere decir que hay una comunión, una comunicación entre todos los fieles católicos. Dice santo Tomás de Aquino: “Como todos los creyentes forman un solo cuerpo, el bien de los unos se comunica a los otros… Es pues necesario creer que existe una comunión de bienes en la Iglesia. Pero el miembro más importante es Cristo, ya que Él es la cabeza… Así, el bien de Cristo es comunicado a todos los miembros, y esta comunicación se hace por los sacramentos de la Iglesia” (Symb. 10) “Como esta Iglesia está gobernada por un solo y mismo Espíritu, todos los bienes que ella ha recibido forman necesariamente un fondo común” (Catec. Rom. 1, 10, 24) (CEC 947) “La expresión ‘comunión de los santos’ tiene entonces dos significados estrechamente relacionados: ‘comunión en las cosas santas’ y ‘comunión entre las personas santas’” (CEC 948). Hay una solidaridad entre todos, incluyendo los miembros de la Iglesia que están en el Cielo y 46
en el Purgatorio. Y los que estamos en la tierra, también somos llamados ‘santos’: “Saludad a todos los santos. Todos los santos os saludan. A todos los santos que viven en Efeso. A todos los santos en Cristo Jesús, que están en Filipos.” -¿Verdad que es conmovedor ese apelativo -¡santos!- que empleaban los primeros fieles cristianos para denominarse entre sí? (Camino 469)
En la comunión de los santos no puedo ser sólo pasivo, receptor. Debo contribuir también al conjunto, con mi esfuerzo por buscar la santidad a la que todos en la Iglesia estamos llamados.37 “Todos los fieles, de cualquier estado o régimen de vida, son llamados a la plenitud de la vida cristiana y a la perfección de la caridad [hacia Dios y hacia el prójimo]” (LG n 40). Y el camino “pasa por la cruz… El progreso espiritual implica la ascesis [ejercitación esforzada] y la mortificación [renuncia al egoísmo, sacrificios voluntarios]” (CEC 2015). ¡Qué estimulantes resultan las palabras de san Josemaría Escrivá: “Los santos no han sido seres deformes; casos para que los estudie un médico modernista. 37 En el Antiguo Testamento, Dios se proclama santo, y Él santifica a los demás. El motivo y el modelo de santidad es la santidad de Dios: “Sed santos porque yo soy santo” (Lev. 19, 3). En el Nuevo Testamento se dice lo mismo, pero se pone como modelo más próximo a Cristo: hay que buscar la unión íntima con Cristo, que transforma nuestra naturaleza hasta convertirla en una “nueva criatura” (Gal 6, 15). Cfr. F. Spadafora (dir), Diccionario bíblico (ELE, Barcelona 1959), s.v.
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Fueron, son normales: de carne, como la tuya. -Y vencieron.” (Camino 133) “Un secreto. -Un secreto, a voces: estas crisis mundiales son crisis de santos.” (Camino 301)
Volviendo a la Iglesia Católica: se trata, desde todo punto de vista, de una gran institución. Tiene una dimensión de misterio, invisible, en que actúa Dios, en el conjunto y en sus miembros. Y una dimensión visible, que podríamos llamar humana, siendo ambas dimensiones inseparables. Si nos fijamos ahora en su dimensión visible (su constitución jerárquica, su organización, su disciplina, sus iniciativas educativas y asistenciales, su servicio a los más necesitados, su defensa de la vida y de la familia, su arraigo en todo tipo de tradiciones culturales, sus contribuciones a la paz, su estímulo del pensamiento y de las artes, su voz ante las injusticias y atropellos…), veremos que ha sobrevivido –con altibajos y adaptaciones– durante 21 siglos, sin cambiar su naturaleza fundacional. Ha tenido que enfrentar innumerables dificultades. Unas externas (desde persecuciones sangrientos hasta oposición insidiosa: calumnias, incomprensiones, campañas difamatorias, cárceles, privación de bienes…). Otras internas (herejías, cismas, falta de integridad de algunos de sus representantes conspicuos, desacierto en la corrección de errores –tardanza en corregirlos, endurecimiento en el modo–…). Es decir, que además de muchos
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bienes, no ha faltado la acción del mal, fuera y dentro.38 Entre lo que es verdad y lo que se ha inventado, se han llenado bibliotecas. Como cristianos, debemos descubrir y agradecer la belleza de la Iglesia.39 Ha sobrevivido, y ha mantenido la fidelidad a su Fundador, con su ayuda. Como había prometido: “Sabed que yo estoy con vosotros todos los días hasta el fin del mundo” (Mat 28, 20). Y sigue con los brazos abiertos a todos los hombres, también a los que no comparten todavía la fe. En las últimas décadas, el afán ecuménico [ecuménico es otro modo de decir universal] de la Iglesia Católica es un acercamiento 38
Se preguntaba un evangélico convertido al catolicismo: “¿Qué pasará con mi ancestro Hugonote y Escocés? ¿Seré capaz de ponerme del lado de los papas Borgia, de los cardenales enjoyados y duques altivos, contra los valerosos grupos de creyentes aplastados bajos las inquisiciones y las masacres de san Bartolomé? Mirar atrás a la historia del cristianismo es una de dos: o encontrarse encendido en un ardor renovado de venganza, o tener el corazón roto; quizás las dos cosas… [Pero] ¿quién lanzará la primera piedra?... Cuando oramos por la unidad de la Iglesia, como debemos hacer si tomamos en serio la oración del Señor en Juan 17, sólo pondremos dificultades a nuestras oraciones si mantenemos viva en nosotros la memoria de los traumas históricos”. T. Howard, Evangelical is Not Enough (Ignatius, San Francisco 1984, pp 150-151. 39 Jacques Maritain tiene un libro notable, De l’Eglise du Christ [On the Church of Christ], U of Notre Dame P, 1973], algunos de cuyos epígrafes son de mucho interés: La Iglesia tiene una personalidad sobrenatural que trasciende la de sus miembros. La ‘Persona’ de la Iglesia es santa sin defecto; su ‘personal’ no lo es. Los miembros de la Iglesia aquí en la tierra son todos pecadores y la Iglesia misma es sin pecado. La Iglesia es plenitud de Cristo, y es al mismo tiempo penitente. Considerada integralmente, la Iglesia está simultáneamente en la gloria y en el tiempo.
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a todos los cristianos no católicos40, entre los cuales hay algunos más cercanos (las Iglesias orientales ortodoxas, o algunos grupos de anglicanos y luteranos) y otros más distantes. También se ha propuesto acercarse en un diálogo amistoso con grupos religiosos no cristianos, y propugna la fraternidad universal y la convivencia pacífica, en apoyo “a la dignidad humana y los derechos derivados de ella”, con rechazo de “cualquier discriminación o vejación realizada por motivos de raza o color, de condición o religión” (NA 5). Antes de pasar al último punto de esta exposición, unas palabras sobre la Virgen María, la Madre de Cristo, que tiene un papel muy importante en la vida de la Iglesia y de cada fiel católico. [“Cristo. María. El Papa. ¿No acabamos de indicar, en tres palabras, los amores que compendian toda la fe católica?”, palabras que escribió san Josemaría Escrivá en 1934] “Que todos, bien unidos al Papa, vayamos a Jesús, por María. «Omnes cum Petro ad Iesum per Mariam!»” (Cfr. Forja 647)
En el desarrollo de la vida de la Iglesia, la veneración y devoción a María ha ido arraigando en los fieles, y los teólogos y el Magisterio han ido desarrollando la doctrina sobre su pre40
“Por ‘movimiento ecuménico’ se entiende las actividades e iniciativas que se emprenden y organizan para fomento de la unidad de los cristianos” (UR 4).
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eminencia especial, como elegida por Dios para ser la Madre del Hijo encarnado, según la carne. Como había profetizado Isaías: “He aquí que una virgen concebirá y dará a luz un hijo y le pondrán por nombre Enmanuel [Dios con nosotros]” (7, 14). Y como le predijo el ángel Gabriel en la anunciación: “Has hallado gracia delante de Dios: concebirás en tu seno y darás a luz un hijo, y le pondrás por nombre Jesús… El Espíritu Santo descenderá sobre ti y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra. Por eso, el Santo que nacerá de ti será llamado Hijo de Dios”” (Lucas 1, 30-35) “Dios Omnipotente, Todopoderoso, Sapientísimo, tenía que escoger a su Madre. ¿Tú, qué habrías hecho, si hubieras tenido que escogerla? Pienso que tú y yo habríamos escogido la que tenemos, llenándola de todas las gracias. Eso hizo Dios. Por tanto, después de la Santísima Trinidad, está María”. (Forja 482)
Madre de Dios, concebida sin pecado original, llena de gracia; virgen antes, durante y después del parto; asunta al cielo en cuerpo y alma gloriosos –son verdades de fe aceptadas firmemente por la Iglesia católica. Se la llama Señora y Reina. Desde que Cristo en la cruz, hablando con su Madre y con el apóstol san Juan les dijo: “Aquí tienes a tu hijo… aquí tienes a tu madre” (Juan 19, 26-27), los cristianos entendieron que nos la dio a todos como Madre. Ya en los primeros 51
días, “todos perseveraban unánimes en la oración, junto con algunas mujeres y con María, la madre de Jesús” (Hechos 1, 14). Se la nombra particularmente, como elemento de unión. Y los Padres de la Iglesia añaden a sus títulos el de mediadora (mesivth”, mediatrix) de las gracias de Cristo. Dice san Efrén (siglo IV): “Después del Mediador [Jesucristo], tú eres la mediadora de todo el mundo” (Oratio IV ad Deiparam, 4ª lección).41 Es decir, que si bien Cristo es el Mediador único y perfecto entre Dios y los hombres (Cfr. 1 Tim 2, 5), dado que Él solo con su muerte en la cruz, reconcilia a Dios y el hombre, no se excluye que de algún modo otros puedan ejercer una mediación secundaria, subordinada a la de Cristo. En el caso de María Santísima, no es que estemos obligados a pedir las gracias por ella, ni que su intercesión sea intrínsecamente necesaria para obtenerlas, sino que por el ordenamiento positivo de Dios, la gracia redentora de Cristo no se confiere a nadie sin la real intercesión cooperadora de María.42 Dice san Epifanio (+ 403): “A María debe honrársela, pero al Padre, al Hijo y al Espíri41
Otros testimonios, entre muchos. San Germán de Constantinopla (+733): “Nadie puede alcanzar la salvación sino a través de ti… nadie puede recibir un don de gracia sino a través de ti” (Orat. 9, 5). Y san Bernardo (+1153): “Dios quiso que no obtengamos nada, sino de las manos de María” (In Virg. Nativit. Domini serm. 3, 10) 42 Cfr. Ludwig Ott, Grundriss der Katolischen Dogmatik (Manual de teología dogmática), libro III, parte 3, § 7.
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tu Santo debe adorárseles. Nadie debe adorar a María” (Haer. 79, 7) El hombre, libre ante Dios El ser humano que conocemos –el que siempre hemos conocido desde que hay registros históricos– no ha variado. No sólo tiene cabeza, cuerpo y extremidades, cerebro, ojos, corazón e hígado y demás órganos; sino que tiene inteligencia y voluntad libres, y pasiones y afectos y ambiciones… Hoy en día, sin duda, tenemos clara convicción de la importancia de la libertad.43 A primera vista, tener mayor conciencia de la libertad es un progreso en la valoración del hombre, por tratarse de una cualidad humana suprema. Sin embargo, una mirada más atenta revela que hay concepciones y usos abusivos de la libertad, cuando se la desliga de otras cualidades humanas o cuando se usa para elegir lo que no beneficia a la persona. “Sin la ayuda de emociones entrenadas, el intelecto es impotente contra el organismo animal. Preferiría jugar a las cartas contra un hombre que tuviera un cierto escepticismo sobre la ética, pero estuviera educado en la convicción de que “un caballero no hace trampas”, antes que contra un irreprochable filósofo moralista que hubiera sido criado entre truhanes. En la 43
“En la conciencia de la humanidad actual, la libertad aparece como el bien más alto”. J. Ratzinger, La fe como camino (Eiunsa, Barcelona 1997), p 13
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batalla, durante la tercera hora del bombardeo, no son los silogismos los que mantendrán en su puesto a los reacios músculos y nervios. El más crudo sentimentalismo (como el que haría estremecer a Gayo y a Tito) hacia la bandera o la patria o el regimiento, serán de mayor utilidad. Todo esto nos lo dijo Platón hace tiempo. Así como el rey gobierna por su ejecutivo, así la Razón en el hombre debe gobernar los meros apetitos mediante el “elemento espiritual”44. La cabeza gobierna al vientre a través del tórax —que, como nos dice Alano45, es el asiento de la Magnanimidad, de las emociones organizadas en sentimientos estables mediante hábitos entrenados. Tórax - Magnanimidad - Sentimiento —éstos son los indispensables oficiales de enlace entre el hombre cerebral y el hombre visceral. Se puede incluso decir que es mediante este elemento medio que el hombre es hombre: porque es mero espíritu por su intelecto y es mero animal por su apetito.” (C.S. Lewis, La abolición del hombre, I)
[Me gusta recordar a Sócrates –cuyo noble modo de ser está tan bien dibujado en la Apología que hizo al final de su vida y que nos ha legado Platón –, admirable ejemplar de ser humano: libre, recto, generoso, irónico, agudo… Como vivió hace 25 siglos, surge espontánea la pregunta de si hemos avanzado en la calidad humana, o si esa calidad depende en cualquier época de unas decisiones que cada hombre toma, sin que 44 45
República, 442 B, C Alanus ab Insulis, De Planctu Natura Prosa, iii
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el ser humano tuviera antes o tenga ahora una dotación diferente. Es obvio que los acusadores de Sócrates tenían valores diferentes de los suyos, buscaban otra cosa en la vida, preferían la tranquilidad a la reflexión: por ello, en algún sentido, eran menos humanos, pues él mismo les recordó que “una vida no examinada no era la vida propia de un hombre “ (Platón, Apología 38 a) No se trata de cuán inteligente, o cuán instruido o competente, o cuán apasionado o cuán sano sea alguien… sino cuán dirigida esté la vida hacia lo bueno o lo malo46, o cuánto se esfuerce cada uno por dirigirse libremente por el rumbo correcto.] Que sea correcto es lo interesante. Para saber si es correcto, Aristóteles señala que debe ser recta la razón y recto el deseo: una rectitud que no es espontánea sino reflexiva a lo largo de la vida; y que la rectitud tiene que ver con la verdad en los juicios. No es lícito salirse por la tangente, haciendo como Pilato la pregunta retórica: ‘¿Qué es la verdad?’ La verdad hay que buscarla hasta encontrarla, pues no siempre es clara a primera vista. Y la búsqueda de la verdad –la verdad so46 En su obra la Política, Aristóteles había notado que “Sólo el hombre tiene percepción del bien y del mal, de lo justo y lo injusto...; porque el hombre es el mejor de los animales cuando alcanza su desarrollo perfecto, pero es el peor de los animales cuando se separa de las normas y de la justicia”. (Política, I: 1253 a 18ss, 32ss). Y la Sagrada Escritura en varios lugares nos indica el doble camino que tenemos delante:
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bre el hombre, en primer lugar– es inseparable de la búsqueda del bien. Para buscar la verdad y el bien contamos con dos facultades supremas; la inteligencia y la voluntad libre: justamente, el objeto de la inteligencia es la verdad y el de la voluntad es el bien. [Sin olvidar la búsqueda de la belleza, aunque aquí jueguen un mayor papel la sensibilidad afectiva y la imaginación, sin dejar de tener alguna relación con la verdad y el bien] La posibilidad de elegir la verdad y el bien está siempre presente en el ser humano normal. Pero también está presente la posibilidad de alejarse de la verdad y el bien: no es tan difícil caer en la falsedad y el mal. [Sobre todo cuando el yo se afirma a sí mismo, enfrentándose al Dios que le habla desde dentro de sí mismo, desde lo que llamamos la conciencia.] Esto no ha cambiado desde que el hombre es hombre, y hay ejemplos recurrentes de ambas cosas, también en la biografía personal de cualquiera. Uno de los resultados de esas desviaciones ideológicas que mencionamos antes es el de haber dado un soporte teórico justificatorio a determinados alejamientos de la verdad y el bien. Se trata de justificaciones inteligentes, más aún brillantes… pero falaces. Como hace notar Paul Johnson en su durísimo recuento de la vida y obra de algunos conocidos intelectuales de los últimos cuatro siglos, a muchos de ellos “la veracidad les importa muy 56
poco”,47 pues sólo les interesa su verdad, la que ellos proponen con la pretensión de que su subjetividad se convierta en la regla válida para todos. Muchos pensadores brillantes han mostrado esa arrogancia: se creen profetas enviados a la humanidad para librarla de supuestos errores anteriormente aceptados. Es lo que Eric Voegelin, historiador de las ideas, ha llamado la rebelión egofánica y la exacerbación de la libido dominandi (en que el propio yo es convertido en canon y medida de todo), parecida a la rebelión del niño contra la autoridad cuando busca afirmar su yo, pero en este caso expresada mediante un articulación perfectamente racionalizada, pues para eso son brillantes. Es una rebelión y un ansia de dominio que arranca de una raíz profunda del alma humana –eco de la rebeldía original de Adán y Eva, que relata la Biblia, cuando desobedecen la restricción [el límite] que Dios les puso en el Paraíso. ¿Por qué no lo voy a hacer? ¿Por qué tiene alguien –aunque sea Dios– que poner un límite al ejercicio de mi libertad? ¿Por qué no puedo, autónomamente, dictarme mis propias reglas? Si Dios pone reglas, yo también puedo ponerlas a mi gusto. Es la tentación de que, al rebelarnos, “seremos como dioses”. Aquí está el drama de la libertad y de la con47 P. Johnson, Intellectuals [1988]. Trad. cast. Intelectuales (Vergara, Buenos Aires 1990), p 277
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ciencia. Libertad y conciencia son dos realidades que manifiestan del modo más radical la humanidad de la persona humana. Y ambas tienen una dependencia directa con la verdad y el bien. Como dijimos antes, la conciencia tiene afinidad con la inteligencia y el juicio –cuyo objeto es la verdad. La libertad tiene afinidad con la voluntad –cuyo objeto es el bien. En un agudo análisis el psiquiatra vienés Víctor Frankl dice: “Si preguntamos ‘de qué’ es libre el hombre, la respuesta es: de ser impulsado, es decir que su yo tiene libertad frente a su ello; si preguntamos ‘para qué’ el hombre es libre, contestaremos: para ser responsable. La libertad de la voluntad humana consiste, pues, en una libertad de ser impulsado para ser responsable, para tener conciencia”. 48 Para resumir el doble aspecto, cita a Marie von Ebner: “Sé dueño de tu voluntad y siervo de tu conciencia”,49 y puntualiza: “Como señor de mi voluntad soy creador, como siervo de mi conciencia soy criatura”.50 El mismo Frankl añade: la conciencia es la voz de la trascendencia; no es la última instancia, sino la penúltima. Se requiere un poco de humildad para no quedarse a mitad de camino, sino llegar a la última instancia, que es Dios. El planteamiento ético se convierte en religioso.51 48
V. Frankl, La presencia ignorada de Dios, p 55 Ibid. 50 Ibid., p 58 51 Cfr. Ibid. pp 59-61 49
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El yo no puede ser responsable ante sí mismo [solamente]. “La conciencia, como enseña el Concilio [Vaticano II], ‘es el núcleo más secreto y el sagrario del hombre, en el que éste se siente a solas con Dios, cuya voz resuena en su intimidad [...] En la fidelidad a la conciencia los cristianos se unen con los otros hombres para buscar la verdad y para resolver según verdad los muchos problemas morales que surgen en la vida individual y en la vida social. Cuanto más prevalece la conciencia recta, tanto más las // personas y los grupos sociales se alejan de la ciega arbitrariedad y se esfuerzan por conformarse a las normas objetivas de la moralidad. No rara vez, sin embargo, ocurre que la conciencia sea errónea por ignorancia invencible, sin que por esto pierda su dignidad. No puede decirse esto, en cambio, cuando el hombre se preocupa poco de buscar la verdad y el bien, y cuando la conciencia se hace casi ciega como consecuencia el hábito del pecado’ (Dignitatis humanae n 16). A la luz de su enseñanza [del Concilio] podemos decir que la esencial utilidad de la fe consiste en el hecho de que, a través de ella, el hombre realiza el bien de su naturaleza racional. Y lo realiza dando una su respuesta a Dios, como es su deber. Un deber no sólo hacia Dios, sino también hacia sí mismo”.52
Relacionada con la libertad y la conciencia está la realidad del pecado. Nos dice Juan Pablo II: 52 Juan Pablo II, Cruzando el umbral de la esperanza, pp 191-192
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“la noción de pecado está ligada a la dignidad de la persona humana (digo: noción de pecado, lo cual no es lo mismo que el pecado), al igual que la noción de la remisión de los pecados interesa a todo el futuro espiritual de la persona. Esta aseveración está extraída de del mismo corazón del Evangelio. Para comprobarlo, basta recordar las primeras palabras del llamamiento de Cristo en el Evangelio según san Marcos: ‘El tiempo se ha consumado, el Reino de Dios se acerca. Convertíos y creed en el Evangelio’. A través de todos los actos y palabras de Cristo y de todo lo que nos dicen su cruz y su resurrección, se advierte claramente que el hombre necesita siempre convertirse para recobrar su grandeza espiritual y la dignidad que le es propia. Por él vino Cristo, para brindarle la posibilidad de una conversión efectiva, es decir de la remisión de los pecados… “¿Por qué la noción de pecado está ligada a la dignidad del hombre? Porque esta dignidad exige también que el hombre viva en la verdad. Ahora bien, la verdad del hombre es que obra mal, que es pecador. Quienes se afanan por tachar la noción de pecado del vocabulario de los corazones y borrarla del lenguaje humano confirman de diferentes maneras esta verdad. Borrar la noción de pecado equivale a empobrecer al hombre en un punto que parte de la experiencia de su humanidad. “Si se quiere eliminar la noción de pecado es para liberar al hombre de la perspectiva de una ‘conversión’ (y, en consecuencia, de la ‘penitencia’ sacramental). Pero este afán desemboca en el vacío o, mejor dicho, graba al subconsciente
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con la idea del mal inevitable y, en cierto modo, normal. Viene a continuación la necesidad de no llamar al mal mal sino bien, a fin de poder sucumbir a él, incluso en el ámbito de las exigencias morales más fundamentales. “Cristo es a la vez misericordioso e intransigente. Él llama al bien y al mal por su nombre, sin transacción ni compromiso; pero también se muestra siempre dispuesto al perdón. Todo lo que hace, cada una de sus palabras, refleja su fe en el hombre, que no puede ‘renovarse’ más que convirtiéndose, haciéndose cada vez más hombre, y hombre libre… Y la Iglesia, que nunca vacila en llamar al bien y al mal por su nombre y que jamás cesa de perdonar los pecados, en definitiva, sirve al bien del hombre en el sentido más profundo, incluso diría también, el más constitutivo de su humanidad…”53
El hombre es pecador, pero nuestro Padre Dios es perdonador. Siempre. “Donde abundó el pecado, sobreabundó la gracia; para que así como reinó el pecado en la muerte, así también reine la gracia para la vida eterna mediante la justicia por nuestro Señor Jesucristo” (Rom 5, 20-21). “Para intentar comprender lo que es el pecado, es preciso en primer lugar reconocer el vínculo profundo del hombre con Dios” (CEC 386). Por ser de Dios y para Dios, cuando el hombre rechaza y se opone a Dios, abusa de su libertad y se hace un daño enorme a sí mismo. 53 “No tengáis miedo”. André Frossard dialoga con Juan Pablo II, pp 83-84
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En el caso concreto del ‘pecado original’ (el pecado de desobediencia que cometieron nuestros primeros padres, Adán y Eva)54, ese pecado fue una desgracia para Adán y Eva –que perdieron la santidad original en que Dios los había constituido–; pero es un pecado que ‘contraen’ todos sus descendientes, aunque no lo hayan ‘cometido’. No es una falta personal nuestra, sino un estado de privación de santidad y de justicia. La naturaleza humana quedó apartada de Dios, y debilitada e inclinada al mal, sujeta a ignorancia, malicia, debilidad y pasiones desordenadas. Por esa herida original, a la que se suman después los pecados personales de cada uno, hay una influencia negativa en situaciones comunitarias y estructuras sociales que a su vez batallan contra el bien del hombre. Pues el mundo “todo entero queda en poder del maligno” (1 Juan 5, 19; cfr 1 Pedro 5, 8). “Tras la caída, el hombre no fue abandonado por Dios. Al contrario, desde el principio, Dios lo llama y le anuncia la victoria sobre el mal y el levantamiento de su caída” (CEC 410). Durante un largo tiempo, Dios fue preparando y ayudando a la humanidad. “Pero al llegar la plenitud de los tiempos, envió Dios a su Hijo, nacido de mujer, para rescatar a los que se hallaban bao la ley [del pecado], y para que recibiésemos la filiación adoptiva” (Gálatas 4, 4-5). 54
Para lo que sigue, Cfr CEC 396-412.
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El sacramento del Bautismo borra el pecado original y devuelve el hombre a Dios, pero las consecuencias de la debilidad y la inclinación al mal persisten en el hombre y lo llaman al combate espiritual. “Esta doctrina del pecado original es, por así decirlo, el ‘reverso’ de la Buena Nueva de que Jesús es el Salvador de todos los hombres”, que precisamente vino para ofrecer a todos la salvación y nos dejó los sacramentos de curación –el Bautismo (para el pecado original), la Penitencia (para los pecados personales) y la Unción de los enfermos (para la enfermedad). Esto es un aspecto importante del realismo sobre la condición humana. “Ignorar que el hombre posee una naturaleza herida, inclinada al mal, da lugar a graves errores en el dominio de la educación, de la política, de la acción social y de las costumbres” (CEC 407). Si nos preguntamos por qué Dios hizo al hombre si sabía que iba a pecar, o por qué no impidió que pecara, “responde san León Magno: ‘La gracia inefable de Cristo nos ha dado bienes mayores que los que nos quitó la envidia del demonio’ (Serm 73, 4). Y santo Tomás de Aquino: “Nada se opone a que la naturaleza humana haya sido destinada a un fin más alto después del pecado. Dios, en efecto, permite que los males se hagan para sacar de ellos un mayor bien. De ahí las palabras de san Pablo: ‘donde abundó el pecado, sobreabundó la gracia’ (Ro63
manos 5, 20). Y el canto del Exsultet: ‘¡Oh feliz culpa que mereció tal y tan grande Redentor!’ ” (S. Th. III, 1, 3 ad3). En el ejercicio de la libertad, así como podemos pecar, está el poder regresar a Dios para ser perdonados y fortalecidos. [Como decía un cartel junto a una iglesia evangélica, Si vas en la dirección equivocada, Dios permite la vuelta en ‘u’ ] En una conversación con el Papa Juan Pablo II, Vittorio Messori comenta que al hombre contemporáneo le es difícil volver a la fe, porque le asustan las exigencias morales que la fe le presenta. El Papa responde: “Esto, en cierto modo, es verdad. El Evangelio es ciertamente exigente. Es sabido que Cristo, a este respecto, no engañaba nunca a Sus discípulos ni a los que Le escuchaban. Al contrario, los preparaba con verdadera firmeza para todo género de dificultades internas y externas, advirtiéndoles siempre que ellos también podían decidir abandonarLe. Por tanto, si Él dice. ‘¡No tengáis miedo!’, con toda seguridad no lo dice para paliar de algún modo sus exigencias. Al contrario, con estas palabras confirma toda la verdad del Evangelio y todas las exigencias en él contenidas. Al mismo tiempo, sin embargo, manifiesta que lo que Él exige no supera las posibilidades del hombre. Si el hombre lo acepta con disposición de fe, también encuentra en la gracia, que Dios no permite que le falte, la fuerza necesaria para llevar adelante esas exigencias… ¡Cuántas son en el mundo las personas que atestiguan con su vida cotidiana que la moral evangélica es hace-
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dera! La experiencia demuestra que una vida humana lograda no puede ser sino como la de esas personas… Estas dos dimensiones no pueden estar separadas entre sí: de una parte, las instancias morales, propuestas por Dios al hombre; de la otra, las exigencias del amor salvífico, es decir, el don de la gracia, al que Dios mismo en cierto sentido se ha obligado. ¿Qué otra cosa es la Redención de Cristo sino esto?”55
La respuesta personal a la fe Y todo esto, ¿a dónde nos lleva a cada uno? Con esta pregunta llegamos al punto central y final de esta exposición. El Año de la Fe es una invitación personal que hace el Papa a cada uno, a cada cristiano, a “redescubrir [y profundizar] el camino de la fe” y a “ponerse en camino para rescatar a los hombres del desierto y conducirlos al lugar de la vida, hacia la amistad con el Hijo de Dios, hacia Aquel que nos da la vida, y la vida en plenitud”. La fe es un camino para tener personalmente amistad con Dios y para vivir de la vida sobrenatural que Él nos da. Es ocasión para llevar la fe a otros. El mundo secularizado es el de contactos superficiales.56 Pero también hay en nuestra época movimientos espirituales positivos, con afán de libertad y de amor –superficial, mal orientado a veces, pero real. 55
Cruzando el umbral de la esperanza, pp 216-217 Cfr. M. Buber, ¿Qué es el hombre? (FCE, México 1997), passim. 56
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Decir que esto es algo personal, implica que se trata de algo sobre todo interior, espiritual. Y decir que es algo interior, me parece que afecta sobre todo a la libertad y la conciencia, que son dos dimensiones subjetivas, íntimas de cada quien. Nuestro Dios viene a nuestro encuentro. Jesucristo nos da sus palabras y su vida, tiene la mano tendida y el corazón abierto para recibirnos. Cada uno, libremente, puede también tender su mano, y abrir su mente y su corazón para abrir el camino a la intimidad con Dios –para llegar a tener esa relación ‘de corazón a corazón’ (cor ad cor), que era el lema del Beato Cardenal Newman. “Enciende tu fe. -No es Cristo una figura que pasó. No es un recuerdo que se pierde en la historia./ ¡Vive!: “Jesus Christus heri et hodie: ipse et in saecula!” -dice San Pablo- ¡Jesucristo ayer y hoy y siempre!” (Camino, 584)
Permítanme que recuerde las encendidas palabras del gran Papa Juan Pablo II, en el comienzo de su Pontificado: “¡No tengáis miedo! ¡Abrid, más aún abrid de par en par las puertas a Cristo! [spalancate le porte a Cristo!] Abrid a su potestad salvadora los confines de los Estados, los sistemas económicos, y los políticos, los extensos campos de la cultura, de la civilización y del desarrollo. ¡No tengáis miedo! Cristo conoce ‘lo que hay dentro del hombre’. ¡Sólo Él lo conoce! Con frecuencia el hombre actual no sabe lo que lleva dentro, en
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lo profundo de su espíritu, de su corazón. Muchas veces se siente inseguro sobre el sentido de su vida en este mundo. Se siente invadido por la duda que se transforma en desesperación. Permitid, pues, –os lo ruego, os lo imploro con humildad y con confianza– permitid que Cristo hable al hombre. ¡Sólo Él tiene palabras de vida, sí, de vida eterna!”57
Como la fe es ‘don’, ‘compromiso’, ‘fundamento de la esperanza’58, hay que pedirla a Dios. Cuando se tiene, hay que pedir a Dios que nos la aumente59, al Espíritu Santo que “perfecciona nuestra fe con sus dones”. Recordemos una sentencia del Antiguo Testamento: “Considera que hoy he puesto a tu vista la vida y el bien, de una parte, y de otra, la muerte y el mal” (Deuteronomio 30, 15). La vida y el bien vienen de Dios. Y la raíz está en la fe. Con la ayuda de Dios, viviremos la alegría de la fe, para aumentar nuestra esperanza de vencer en las luchas diarias por vivir los mandamientos de Su ley, que se resumen en el amor a Dios y al prójimo. ¡Alimentemos la fe! ¿Un programa? Estoy seguro de que muchos de ustedes –y la universidad misma– querrán proponerse al57
Homilía del Papa Juan Pablo II en el comienzo de su Pontificado, 22 de octubre de 1978. 58 Cfr. No tengáis miedo, pp 63-71 59 “Los apóstoles le dijeron al Señor: –Auméntanos la fe”. Lucas 17, 5
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gunos esfuerzos durante este año, para reflexionar sobre la fe y para vivirla con alegría en la vida diaria. a) Para vitalizar la fe: - Conocimiento (estudio) del contenido de la fe (la teología, admirablemente resumida en el CEC) - Conocimiento directo de JC (los Evangelios y el NT) - Cultivo de la amistad con JC (la oración; los sacramentos, especialmente Reconciliación frecuente y Eucaristía) - La guía espiritual b) Para extender la fe: - Dar razón de la fe vivida - La catequesis - Profesar la fe con las obras: ‘veritatem facientes in caritate’ - Crecer en el ‘amor hermoso’ en todas sus formas, incluyendo la amistad fraterna c) Para aumentar la cultura religiosa: - Conocer la historia de la Iglesia - Conocer algunos documentos recientes del Magisterio de la Iglesia, en particular los del Concilio Vaticano II y las Encíclicas principales de los Papas - Conocer los Padres de la Iglesia - Conocer vidas de santos 68
- Conocer la obra de algunos autores católicos principales Termino con una súplica de san Josemaría Escrivá: “María, Madre nuestra, auxilio de los cristianos, refugio de los pecadores: intercede ante tu Hijo, para que nos envíe al Espíritu Santo, que despierte en nuestros corazones la decisión de caminar con paso firme y seguro, haciendo sonar en lo más hondo de nuestra alma la llamada que llenó de paz el martirio de uno de los primeros cristianos: veni ad Patrem [S. Ignacio de Antioquía, Epístola ad Romanos, 7, 2 (PG 5, 694).], ven, vuelve a tu Padre que te espera.” (Es Cristo que pasa 66)
Caracas, 23 de octubre de 2012
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ANEXO I- Monoteísmo y politeísmo (1) A. Pacios López, Monoteísmo. Noción (GER, 16, 227) Monoteísmo estricto es propio del judaísmo, el cristianismo y el Islam; también parece que lo es el budismo primitivo; y se podrían considerar también el de sectas de la India que centran todo su culto en Vishnú o en Shiva, aunque no se niegue el nombre divino a otros seres; o el de aquellos pueblos primitivos que admiten la creación de la nada En sentido lato, se da también cuando –aun aplicando el nombre divino a muchos seres–, se establece y cree de tal modo en la superioridad de uno de ellos que los demás se conciban como criaturas suyas, o al menos como totalmente subordinados y simples administradores de su providencia en determinados aspectos. (2) E. Burkhart, El monoteísmo en la historia de las religiones (GER, 16, 228) Según el relato bíblico, la creación de nuestros primeros padres (Adán y Eva) y su elevación al orden sobrenatural a un estado de amistad con Dios, se ve que la religión originaria del género humano fue el monoteísmo. El politeísmo no fue más que una desviación del hombre debilitado por el pecado y cegado por sus propias concupiscencias. Los hombres, en su declinar, “trocaron la gloria del Dios incorruptible por una representación en forma de figuras de hombres mortales, de aves, cuadrúpedos y reptiles” (Rom 1,23). Como consecuencia de la idolatría se desembocó también en un cúmulo de depravaciones morales.
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Desde el siglo XVIII, con los comienzos de la Etnología, surgieron teorías que ponían el politeísmo como religión primitiva que habría evolucionado hacia el monoteísmo, pasando por el henoteísmo (creencia en un dios superior a las demás divinidades); después se consideró como religión originaria el fetichismo, el manismo, el animismo, etc., tomando siempre el monoteísmo como una forma de religión característica de pueblos muy desarrollados. Investigaciones científicas del siglo XX desprestigiaron esta hipótesis. Se vio que los antiguos pueblos de la supuesta religión politeísta originaria pertenecían a épocas culturales relativamente recientes. La época cultural primitiva es la que corresponde a la situación en que el hombre se dedicó exclusivamente a la caza. Como pueblos primitivos se han tomado entre otros los indios de Tierra del Fuego, algunas tribus muy primitivas de California y del sudeste de Australia, y los pigmeos de África central. (Cfr. W. Schmidt, Ursprung der Gottesidee, IIX, Münster 1917-49). Las investigaciones a fondo de todos estos pueblos demuestra que han conservado, con muy pocas variaciones, el conocimiento y la fe en un solo Ser supremo, que tiene además, para todos estos pueblos, una serie de elementos comunes: unidad, nombre, cualidades, etc. Esto hace pensar que las características comunes debieron de darse ya antes de la separación y dispersión de aquellos antiguos pueblos. Se puede comprobar también que el monoteísmo de estos pueblos no depende de culturas más recientes. Excavaciones en el Cercano y Medio Oriente
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han confirmado, además, la existencia del monoteísmo hasta los albores del género humano. (Cfr. L. Vannicelli, “Monoteísmo”, en Enciclopedia católica, Ciudad del Vaticano 1952). A pesar del pecado original, el hombre no queda incapacitado para conocer a Dios: “Dios, principio y fin de todas las cosas, puede ser conocido con certeza por la luz natural de la razón humana partiendo de las cosas creadas, ‘porque lo invisible de Él se ve, partiendo de la creación del mundo, entendido, por medio de lo que ha sido hecho’ (Rom 1,20)” (Concilio Vaticano I, Const. Dogm. Dei Filius) (3) A. Pacios López, El monoteísmo en los diversos pueblos (GER, 16, 228-239) La Historia de las Religiones y la Etnología dan pie para establecer en casi todos los pueblos una poderosa corriente monoteísta, que coexistía con la politeísta en unos mismos individuos, y que se manifiesta especialmente en los momentos graves (especialmente el momento de la muerte). Quizá pudiera describirse esa situación como un monoteísmo de fondo, que aparece extemporáneamente, y un politeísmo de expresión, que es el predominante. En el antiguo Egipto, ha sido probado por Drioton la existencia de esta doble corriente ambivalente, monoteísta-politeísta. Una verdadera doctrina monoteísta está atestiguada por documentos que se remontan al Imperio Antiguo; y ha inspirado sin discontinuidad nuevas obras literarias de un extremo a otro de la época faraónica. Se conservaba principalmente mediante los libros de sabiduría en-
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señados en las escuelas de los escribas, y llegaba a toda la clase cultivada. En la India, los documentos antiguos presentan a Varuna con tales características (omnisciencia, omnipotencia, moralidad y bondad) que es casi monoteísmo puro. Aunque le rodeen otros dioses, ya uno de los himnos más antiguos del Rig Veda (I,164) nos advierte que se trata de nombres diferentes aplicados a un mismo Ser: “Le llaman Indra, Mitra, Varuna, y también celeste Garutman de bellas alas: el ser real es UNO, aunque los sabios le den varios nombres”. Más tarde, aunque coexiste la doble vertiente panteísta y personal, el pueblo seguirá la corriente de la creencia en un Dios personal. Hoy es la creencia que predomina en la India, y no hay hindú que la ignore. En la China [histórica] hay politeísmo, pero la corriente monoteísta aparece viva en la descripción que los textos hacen del Cielo, su Dios supremo, personal: “El Cielo te protege con gran seguridad, te hace virtuoso para que puedas gozar de toda dicha… ilumina y gobierna este bajo mundo… El gran Cielo es inteligente y te acompaña en todos tus caminos; todo lo ve, y está presente a tus yerros y condescendencias… a toda facultad y parentesco dio su ley… lo justo es manifestar en la conducta conformidad con el Cielo: es la vía del Cielo” La misma ambivalencia se observa en la religión de las regiones mesopotámicas: baste recordar la figura de An, padre y rey de todos los dioses, cuyo culto perdurará hasta el período helenístico, y por cuya delegación gobiernan todos los demás dioses de turno. Del dios cananeo El (“creador de todas las cosas”), cuyo permiso necesitan para actuar los
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demás dioses (incluido el mismo Baal), tomaron el nombre los patriarcas para designar a su Dios único. De la América recién descubierta hay testimonios de misioneros y viajeros de la época. Según Las Casas, en las Antillas conocían al Dios verdadero, Cemí. Cuenta Cabeza de Vaca que preguntó a los indios de la costa de Florida a México a quién adoraban y pedían agua y salud, dijeron que era un hombre que estaba en el cielo, llamado Aguar, que había creado todo; al preguntarles cómo sabían eso, contestaron que se lo habían dicho sus padres y abuelos, que tenían noticia de ello desde mucho tiempo, y sabían que todas las cosas buenas las enviaba aquél. En México, según Sahagún, se invocaba a Ometecuhtli, “padre y madre de todos los dioses”. Al Ser supremo lo llamaban Teotl en Teotitlán y Texcoco, considerándolo como causa primera universal, invisible. Irrepresentable en figuras; le daban epítetos indicando que “lo posee todo por sí mismo”, y “nos hace vivir”. Entre los mayas está el dios Humabku, que literalmente significa “Dios único”, que parece ser el único que primitivamente adoraron. En el Perú, sobre todos los dioses, incluido el Sol, está el Ser supremo Pachacamac o Viracocha: todos podían invocarlo, aunque sólo se le dirigían oraciones mentales; se le consideraba creador e infinitamente poderoso, adorable, indefinible. No le ofrecían ofrenda alguna, porque no podía ofrecérsele nada que no fuera suyo. Garcilaso de la Vega no vacila en identificarlo con el Dios de los cristianos.
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ANEXO II – Dios el Luz, Vida, Amor LUZ “Dios es luz y en Él no hay tiniebla alguna. / Si dijéremos que vivimos en comunión con Él y andamos en tinieblas, mentiríamos… / Pero si andamos en la luz, como Él [está en la] luz, entonces estamos en comunión unos con otros, y la sangre de Jesucristo nos purifica de todo pecado” (1 Jn 1,5-7) “Habita una luz inaccesible” (1 Tim 6,16). “En tu luz vemos la luz” (Sal 35,10). “Sois hijos de la luz y del día, no de la noche ni de las tinieblas” (1 Tes 5,5) “En otro tiempo fuisteis tinieblas; mas ahora sois luz en el Señor. Vivid como hijos de la luz; pues el fruto de la luz consiste en toda bondad, justicia y verdad” (Efes 5, 8-9) “Despojémonos de las obras de las tinieblas y vistamos las armas de la luz … / vestíos del Señor Jesucristo? (Rom 13,12.14) “[Pregonad] las maravillas de Aquel que os llamó de las tinieblas a su admirable luz” (1 Pt 2,9) “Tu salvación la has preparado ante todos los pueblos, luz para iluminar a las gentes” (Lc 2,3032) “Las tinieblas van desapareciendo y brilla ya la luz verdadera … Quien ama a su hermano permanece en la luz” (1 Jn 2, 8-10) “Sabemos que el Hijo de Dios vino y nos dio inteligencia para que conozcamos al que es verdadero, y estemos en el verdadero: su Hijo Jesucristo, verdadero Dios y vida eterna” (1 Jn 5,20) “Dios… ha hecho brillar la luz en nuestros co-
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razones, para que demos a conocer la ciencia de la gloria de Dios en el rostro de Cristo” (2 Cor 4,6) “En Él [el Verbo] estaba la vida, y la vida era la luz de los hombres… Juan vino como testigo, para dar testimonio de la luz… [El Verbo] era la luz verdadera que, viniendo a este mundo, ilumina a todo hombre” (Jn 1,4-9) [“La luz del rostro de Dios resplandece en el rostro de Jesucristo, “imagen de Dios invisible” (Col 1,15), “resplandor de su gloria” (Heb 1,3), “lleno de gloria y de verdad” (Jn 1,14): Él es “el Camino, la Verdad y la Vida” (Jn 14,6)” (Juan Pablo II, Enc. Veritatis splendor, 2)] [Somos “llamados a la salvación mediante la fe en Jesucristo, “luz verdadera que ilumina a todo hombre” (Jn 1,9), los hombres llegar a ser “luz en el Señor” e “hijos de la luz” (Ef 5,8), y se santifican “obedeciendo a la verdad” (1 Pet 1,22)” (Juan Pablo II, Enc. Veritatis splendor, 1) … pues “la verdad ilumina la inteligencia y modela la libertad del hombre, que de esta manera es ayudado a conocer y amar al Señor” (Juan Pablo II, Enc. Veritatis splendor, 1)] “Les dijo Jesús: Yo soy la luz del mundo; el que me sigue no anda en tinieblas, sino que tendrá luz de vida” (Jn 8,12) “Vosotros sois la luz del mundo… Alumbre así vuestra luz ante los hombres, para que vean vuestras buenas obras y glorifiquen a vuestro Padre que está en los cielos” (Mt 5,14-16) “Vino la luz al mundo y los hombres amaron más las tinieblas que la luz, porque sus obras eran malas. Pues todo el que obra mal odia la luz y no viene a la luz para que sus obras no le acusen. Pero
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el que obra según la verdad viene a la luz, para que sus obras se pongan de manifiesto, porque han sido hechas según Dios” (Jn 3, 19-21) “Una vez iluminados, gustaron el don celestial y fueron hechos participes del Espíritu Santo, / gustaron de la dulzura de la palabra de Dios y los prodigios del siglo venidero” (Heb 6,4-5) VIDA “Este es el verdadero Dios y la vida eterna” (1 Jn 5,20) “Como el Padre tiene vida en sí mismo, así la ha dado al Hijo tener vida en sí mismo” (Jn 5,26) “[Dios es el] autor de la vida” (Hech 3, 15). “[Jesucristo es el] verbo de vida” (1 Jn 1, 1) “Y éste es el testimonio –que Dios nos ha dado la vida eterna, y esa vida está en su Hijo. Quien tiene al Hijo de Dios tiene la vida; quien no tiene al Hijo, tampoco tiene la vida” (1 Jn 11-12) “Esta es la vida eterna: que te conozcan a ti, solo Dios verdadero, y al que enviaste, Jesucristo” (Jn 17,3) “El don [la gracia] de Dios es la vida eterna en Cristo Jesús” (Rm 6,23) [Dice Cristo] “Yo soy el camino, la verdad y la vida” (Jn 14,6). “Yo soy la resurrección y la vida” (Jn 11,25) [Dice Cristo] “Yo he venido para que tengan vida, y la tengan en abundancia” (Jn 10,10) “Yo soy el pan de vida… Yo soy el pan vivo que ha bajado del cielo. El que come de este pan vivirá eternamente”(Jn 6,35-58) “Yo soy el pan de vida” … Si alguno come de este pan, vivirá para siempre, y [este pan, mi carne
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es] vida del mundo… Yo he venido para que tengan vida y la tengan en abundancia” (Jn 6,48.51; 10,10) “El que cree en el Hijo tiene vida eterna, pero quien rehúsa creen en el Hijo no verá la vida, sino que la ira de Dios pesa sobre él” (Jn 3,36) “Quien no naciere de arriba, no podrá entrar en el reino de Dios … quien no naciere del agua y del Espíritu, no puede entrar en el reino de los cielos” (Jn 3,3.5) “Vuestra vida está escondida con Cristo en Dios. Cuando Cristo, vuestra vida, se manifieste, entonces también vosotros apareceréis gloriosos con él” (Colos 3,3-4) “Lo que era desde el principio, lo que vimos con nuestros ojos, lo que contemplamos y palparon nuestras manos acerca de la Palabra de vida –pues la vida se manifestó, y nosotros la vimos y damos testimonio, y os anunciamos la vida eterna que estaba ante el Padre y que se nos manifestó–, lo que vimos y oímos, os lo anunciamos, para que también vosotros estéis en comunión con nosotros: nuestra comunión es con el Padre y con su Hijo Jesucristo … Y este es el mensaje que oímos de él y os anunciamos: que Dios es luz y en él no hay tiniebla alguna. Si… caminamos en tinieblas, mentimos y no obramos la verdad. Pero si caminamos en la luz, estamos en comunión unos con otros, y la sangre de su Hijo Jesús nos purifica de todo pecado. Si decimos que no tenemos pecado, nos engañamos a nosotros mismos y la verdad no está en nosotros. Si confesamos nuestros pecados, fiel y justo es Él para perdonarnos los pecados y purificarnos de toda iniquidad”. (1 Jn 1,1-9)
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“El que siembra en su carne, en la carne cosechará corrupción; y en quie siembre en el Espíritu, en el Espíritu cosechará la vida eterna. No nos cansemos de hacer el bien, porque si perseveramos, a su tiempo recogeremos el fruto” (Gal 6,8-9) “Ya no viváis como viven los gentiles, en su vanos pensamientos, con el entendimiento oscurecido, ajenos a la vida de Dios, a causa de la ignorancia en que están por la ceguera de sus corazones” (Ef 4,17-18) [Por eso, cuando otros abandona el seguimiento de Jesucristo, san Pedro en cambio afirma:] “¿A quién iremos? Tú tienes palabras de vida eterna” (Jn 6,69) AMOR “El amor procede de Dios, y todo el que ama es nacido de Dios y conoce a Dios. El que no ama no conoce a Dios, porque Dios es amor” (1 Jn 4,7-8) “Así amó Dios al mundo, que le dio a su Hijo unigénito, para que todo el que crea en él no perezca, sino tenga vida eterna. Pues Dios no envió a su Hijo al mundo para juzgar al mundo, sino para que el mundo se salve por él”“ (Jn 3,16-17). “En esto se manifestó el amor de Dios hacia nosotros, en que envió a su Hijo unigénito al mundo, para que vivamos por él” (1 Jn 4,9) “En esto consiste el amor, no en que nosotros hayamos amado a Dios, sino que Él nos amó y envió a su Hijo como víctima propiciatoria por nuestros pecados… Nosotros amamos, porque Él nos amó primero” 1 Jn 4,10.19) “El Dios del amor y de la paz estará con vosotros” (Gal 13, 11)
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“Ved qué amor nos tiene el Padre, que seamos llamados hijos de Dios y lo seamos” (1 Jn 3,1) [Dice Cristo:] “Como el Padre me amó, así os he amado yo. Permaneced en mi amor… Os he dicho esto para que vuestra alegría sea completa” (Jn 15,8-11) “Como yo os he amado, amaos también unos a otros” (Jn 13,14) “Sabemos que hemos sido trasladados de la muerte a la vida, porque amamos a los hermanos” (1 Jn 3,14) “Si alguno dice que ama a Dios, y odia a su hermano, es mentiroso” (1 Jn 4,20) “A cuantos le recibieron [el Verbo hecho carne] les dio la potestad de ser hijos de Dios, a quienes creen en su nombre –no nacidos de la sangre, ni de la voluntad de la carne, ni del querer del hombre, sino de Dios” (Jn 1, 12-13) “A los que de antemano eligió también predestinó para que lleguen a ser conformes con la imagen de su Hijo, a fin de que él sea el primogénito entre muchos hermanos” (Rom 8,29) “Todos sois hijos de Dios por medio de la fe en Cristo Jesús. Porque todos los que fuisteis bautizados en Cristo os habéis revestido de Cristo” (Gal 3,26-27) “Al llegar la plenitud de los tiempos, envió Dios a su Hijo… para redimir[nos], a fin de que recibiésemos la adopción de hijos, Y, puesto que sois hijos, Dios envió a nuestros corazones al Espíritu de su Hijo , que clama: “¡Abbá, Padre!” “ (Gal 4,4-6) “Imitad a Dios como hijos queridísimos, y caminad en el amor, como Cristo, que nos amó y se entregó por nosotros” (Ef 5,2)
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“El amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones, por el Espíritu Santo que se nos ha dado” (Rm 5,5) “Amad a vuestros enemigos y rezad por los que os persiguen, para que seáis hijos de vuestro Padre que está en los cielos, que hace salir su sol sobre buenos y malos, y hace llover sobre justos y pecadores. Porque si amáis a los que os aman, ¿qué recompensa tenéis?” (Mat 5, 44-46)
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ANEXO III – Los Apóstoles. La Iglesia Los Apóstoles y sus sucesores “Habiendo llamado a sus doce discípulos, les dio potestad… Los nombres de los doce apóstoles son éstos: primero Simón, llamado Pedro, y su hermano Andrés; Santiago el de Zebedeo y su hermano Juan; Felipe y Bartolomé; Tomás y Mateo, el publicano; Santiago el de Alfeo, y Tadeo; Simón el Cananeo y Judas Iscariote, el que le entregó” (Mat 10, 1-3). “Convocó a los doce y les dio poder y potestad sobre todos los demonios y para curar enfermedades. Los envió a predicar el Reino de Dios y a sanar los enfermos” (Luc 9, 1-2) “Jesús le respondió: … yo te digo que tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia, y las puertas del infierno no prevalecerán contra ella. Te daré las llaves del Reino de los Cielos; y todo lo que ates sobre la tierra quedará atado en los cielos, y todo lo que desates sobre la tierra quedará desatado en los cielos” (Mat 16, 17-19) “Cuando llegaron subieron al Cenáculo donde vivían Pedro, Juan, Santiago y Andrés, Felipe y Tomás, Bartolomé y Mateo, Santiago el de Alfeo y Simón el Zelotes, y Judas el de Santiago [sólo falta Judas Iscariote]. Todos ellos perseveraban unánimes en la oración, junto con algunas mujeres y con María, la madre de Jesús, y sus hermanos” (Hech 1, 13-14) [Pablo les dijo] “Cuidad de vosotros y de toda la grey, en la que el Espíritu Santo os puso como obispos para apacentar la Iglesia de Dios, que Él adquirió con su sangre” (Hechos 20, 28) “Los apóstoles, los presbíteros y toda la Igle-
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sia… les enviaron este escrito: ‘hemos decidido el Espíritu Santo y nosotros no imponeros más cargas que las necesarias” (Hechos 15, 22-28) “Así pues, Pedro estaba encerrado en la cárcel, mientras la Iglesia rogaba incesantemente por él a Dios” (Hechos 12, 5) La Iglesia, Cristo y el Espíritu Santo “No sois vosotros los que vais a hablar, sino que será el Espíritu de vuestro Padre quien hable en vosotros” (Mat 10 20) “Id, pues, y haced discípulos a todos los pueblos, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, enseñándoles a guardar todo cuanto os he mandado. Y sabed que yo estoy con vosotros todos los días hasta el fin del mundo” (Mat 10, 19-20) “Todo pecado y blasfemia se les perdonará a los hombres; pero la blasfemia contra el Espíritu Santo no será perdonada… al que hable contra el Espíritu Santo no se le perdonará ni en este mundo ni en el venidero” (Mat 12, 31-32; Cfr. Luc 12, 10) ”Si me amáis, guardaréis mis mandamientos; y yo rogaré al Padre y os dará otro Paráclito para que esté con vosotros siempre: el Espíritu de la verdad… lo conocéis porque permanece a vuestro lado y está en vosotros” (Juan 14, 15-17) “Os he hablado de todo esto estando con vosotros; pero el Paráclito, el Espíritu Santo que el Padre enviará en mi nombre, Él os enseñará todo y os recordará todas las cosas que os he dicho” (Juan 14, 25-26) “Cuando venga el Paráclito, que yo os enviaré de parte del Padre, el Espíritu de la verdad que pro-
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cede del Padre, Él dará testimonio de mí. También vosotros daréis testimonio, porque desde el principio estáis conmigo” (Juan 15, 26-27) “Cuando venga Aquél, el Espíritu de la verdad, os guiará hacia toda la verdad” (Juan 16, 13) “La Iglesia gozaba de paz por toda Judea, Galilea y Samaría. Se consolidaba y caminaba en el temor del Señor y crecía con el consuelo del Espíritu Santo” (Hechos 9, 31) “Los fieles que procedían de la circuncisión y que habían acompañado a Pedro quedaron atónitos, porque también sobre los gentiles se derramaba el don del Espíritu Santo” (Hechos 10, 45) “Los discípulos quedaron llenos de alegría y del Espíritu Santo” (Hechos 13, 52) “No hay ya ninguna condenación para los que están en Cristo Jesús. Porque la ley del Espíritu de la vida que está en Cristo Jesús te ha liberado de la ley del pecado y de la muerte….Los que viven según al carne sienten las cosas de la carne, en cambio los que viven según el Espíritu sienten las cosas del Espíritu. Porque la tendencia de la carne es la muerte; mientras que la tendencia del Espíritu, la vida y la paz. Puesto que la tendencia de la carne es enemiga de Dios, ya que no se somete –y ni siquiera puede– a la Ley de Dios. Los que viven según la carne no pueden agradar a Dios… Así pues, hermanos, no somos deudores de la carne de modo que vivamos según la carne. Porque si vivís según la carne, moriréis; pero, si con el Espíritu hacéis morir las obras del cuerpo, viviréis. Porque los que son guiados por el Espíritu de Dios, éstos son hijos de Dios… recibisteis un Espíritu de hijos de adopción, en el que clamamos: ‘¡Abbá, Padre!’. Pues el Espíritu mismo
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da testimonio junto con nuestro espíritu de que somos hijos de Dios” (Rom 8, 1-16) “Jesucristo… por quien hemos recibido la gracia y el apostolado entre todas las naciones para gloria de su nombre… amados de Dios, llamados a ser santos” (Rom 1, 1-7) “El amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones por medio del Espíritu Santo que se nos ha dado” (Rom 5, 5) “Vosotros sois campo de Dios, edificación de Dios… ¿No sabéis que sois templo de Dios y que el Espíritu de Dios habita en vosotros? Si alguno destruye el templo de Dios, dios le destruirá a él; porque el templo de Dios, que sois vosotros, es santo” (1 Cor 3, 9.16-17) “La gracia del Señor Jesucristo y el amor de Dios y la comunión del Espíritu Santo estén con todos vosotros” (2 Cor 13, 13) “El Señor es Espíritu, y donde está el Espíritu hay libertad. Todos nosotros, que con el rostro descubierto reflejamos como en un espejo la gloria del Señor, vamos siendo transformados en su misma imagen, cada vez más gloriosos, conforme obra en nosotros el Espíritu del Señor” (2 Cor 3, 17-18) “Los frutos del Espíritu son: la caridad, el gozo, la paz, la longanimidad, la benignidad, la bondad, la fe, la mansedumbre, la continencia… Los que son de Jesucristo han crucificado su carne con sus pasiones y concupiscencias. Si vivimos por el Espíritu, caminemos también según el Espíritu” (Gal 5, 22-25) “Ya no viváis como viven los gentiles, en sus vanos pensamientos, con el entendimiento oscurecido, ajenos a la vida de Dios, a causa de la ignorancia
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en que están por la ceguera de sus corazones. Indolentes, se dieron a la perversión, para obrar con avidez toda impureza… Abandonad la antigua conducta del hombre viejo, que se corrompe conforme a su concupiscencia seductora, para renovaros en el espíritu de vuestra mente y revestiros del hombre nuevo… No entristezcáis al Espíritu Santo de Dios con el que habéis sido sellados para el día de la redención” (Efes 4 17-19. 22-24. 30) “Mirad con cuidado cómo vivís: no como necios, sino como sabios… Por eso no os volváis insensatos, sino entended cuál es la voluntad de Dios. Nos os embriaguéis con vino, que lleva a la lujuria; al contrario, llenaos del Espíritu… dando gracias siempre por todas las cosas a Dios Padre, en el nombre de nuestro Señor Jesucristo” (Efes 5, 15.17-18. 20) “No consiste el Reino de Dios en comer ni beber, sino que es justicia, paz y alegría en el Espíritu Santo” (Rom 14, 17) “Sobre esta salvación investigaron e indagaron los profetas que vaticinaron sobre la gracia que recibiríais, buscando a qué momento y a qué circunstancias se refería el Espíritu de Cristo que moraba en ellos, y testificaba de antemano los padecimientos reservados a Cristo y su posterior glorificación. Les fue revelado que eran servidores de estas realidades no para su provecho, sino para el vuestro: las mismas que os han sido anunciadas por quienes os predicaron el Evangelio por el Espíritu Santo enviado desde el cielo” (1 Pedro 1, 1012) “Vosotros, queridísimos, edificándoos sobre vuestra santísima fe y orando en el Espíritu Santo, manteneos en el amor de Dios, aguardando que la
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misericordia de nuestro Señor os conceda la vida eterna” Judas, 20) “Como dice el Espíritu Santo: ‘Si hoy escucháis su voz, no endurezcáis vuestros corazones’ ” (Hebr 3, 7-8) “También nosotros éramos en otro tiempo insensatos, desobedientes, extraviados, esclavos de las concupiscencias y diversos placeres, viviendo inmersos en la malicia y en la envidia, aborrecibles y odiándonos unos a otros. Pero cuando se manifestó la bondad de Dios, nuestro Salvador, y su amor a los hombres, nos salvó, no por las obras justas que hubiéramos hecho nosotros, sino por el baño de la regeneración y de la renovación en el Espíritu Santo, que derramó copiosamente sobre nosotros por medio de Jesucristo nuestro Salvador para que, justificados por su gracia, fuéramos herederos de la vida eterna que esperamos” (Tito 3, 3-7) “Así como el cuerpo es uno y tiene muchos miembros, y todos los miembros del cuerpo, aun siendo muchos, son un solo cuerpo, así también Cristo. Porque todos nosotros, tanto judíos como griegos, tanto siervos como libres, fuimos bautizados en un mismo Espíritu para formar un solo cuerpo. Y todos hemos bebido de un solo Espíritu…Vosotros sois cuerpo de Cristo, y cada uno un miembro de él. Y Dios dispuso así en la Iglesia: primero apóstoles, segundo profetas, tercero doctores, después el don de curaciones, de asistencia a los necesitados, de gobierno, de diversidad de lenguas” (1 Cor 12, 12-13. 27-28) “El Espíritu y la Esposa dicen: ¡Ven!’ Y el que tenga sed, que venga; el que quiera que tome gratis el agua de la vida” (Apoc 22, 17)
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“”Entonces vino uno de los siete ángeles… y habló conmigo: ‘Ven, te mostraré a la novia, la esposa del Cordero’. Me llevó en espíritu a un monte de gran altura y me mostró la ciudad santa, la nueva Jerusalén que bajaba del cielo de parte de Dios, reflejando la gloria de Dios… La muralla de la ciudad tenía doce pilares y en ellos los doce nombres de los doce apóstoles del Cordero” (Apoc 21, 911. 14) “Te escribo esto… para que así sepas cómo hay que comportarse en la casa de Dios, que es la Iglesia de Dios vivo, columna y fundamento de la verdad” (1 Tim 3, 14-15) “Así deben los maridos amar a sus mujeres como su propio cuerpo… como Cristo a la Iglesia… Gran misterio es éste, pero yo lo digo en relación a Cristo y a la Iglesia”(Efes 5, 28-29. 32)
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ANEXO IV – Necedad. Sabiduría. Fe. Fidelidad
Necedad. Sabiduría “Dijo el necio en su corazón: no hay Dios. [Se han corrompido, han obrado la iniquidad]” Sal 14,1 = 53,2 “El hombre sensato cree en la palabra de Dios” (Sir 33, 3) “Los que teméis al Señor, amadle, y se iluminarán vuestros corazones. Los que teméis al Señor, tened fe en Él, y no os faltará vuestra recompensa” (Sir 2, 8-10) “Desde la creación del mundo las perfecciones invisibles de Dios –su eterno poder y su divinidad– se han hecho visibles a la inteligencia a través de las cosas creadas… Habiendo conocido a Dios no le glorificaron como Dios ni le dieron gracias, sino que se envanecieron en sus razonamientos y se oscureció su insensato corazón: presumiendo de sabios se hicieron necios… cambiaron la verdad de Dios por la mentira” (Rom 1, 20-22. 25) “Que el Dios de nuestro señor Jesucristo, el Padre de la gloria, os conceda el Espíritu de sabiduría y de revelación para conocerle, iluminando los ojos de vuestros corazones, para que sepáis cuál es la esperanza a que os llama, cuáles las riquezas de gloria dejadas en su herencia a los santos, y cuál es la grandeza de su poder a favor de nosotros, los creyentes, según la eficacia de su fuerza poderosa” (Ef 1, 17-19) “Me pongo de rodillas ante el Padre, de quien toma nombre toda familia en los cielos y en la tierra, para que, conforme a las riquezas de su gloria, os conceda fortaleceros firmemente en el hombre
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interior mediante su Espíritu. Que Cristo habite en vuestros corazones por la fe, para que, arraigados y fundamentados en la caridad, podáis comprender con todos los santos cuál es la anchura y la longitud, la altura y la profundidad; y conocer también el amor de Cristo, que supera todo conocimiento, para que os llenéis por completo de toda la plenitud de Dios” (Ef 3, 14-19) “Sean consolados sus corazones, unidos en la caridad, y alcancen en toda su riqueza la perfecta inteligencia y conocimiento de Dios, de Cristo, en quien están escondidos todos los tesoros de la sabiduría y la ciencia” (Col 2, 2-3) “Ningún mortal puede gloriarse ante Dios. De Él nos viene que estéis en Cristo Jesús, a quien Dios lo hizo para nosotros sabiduría de origen divino, justicia, santificación y redención, para que como está escrito, el que se gloría, que se gloríe en el Señor” (1 Cor 1, 29-31) “A Aquel que tiene el poder de confirmaros según mi evangelio y la predicación de Jesucristo, según la revelación del misterio oculto por los siglos eternos, pero ahora manifestado por las Escrituras que lo predicen, por disposición del Dios eterno, dado a conocer a todas las gentes para la obediencia de la fe, a Dios, el único sabio, ¡a Él la gloria por los siglos de los siglos! Amén” (Rom 16, 25-27) “El mensaje de la Cruz es necedad para los que se pierden, pero para nosotros, que somos salvados, es fuerza de Dios… Como el mundo mediante su propia sabiduría60* no conoció a Dios con su 60* Pablo no condena en todo este pasaje la auténtica sabiduría humana, don de Dios y capaz de conocer a Dios, sino a una sabiduría orgullosa, llena de presunción (Biblia de Jerusalén, nota al 1, 20).
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divina sabiduría, quiso Dios salvar a los creyentes mediante la necedad de la predicación. Porque los judíos piden señales y los griegos buscan sabiduría; nosotros, en cambio, predicamos a Cristo crucificado, escándalo para los judíos y necedad para los gentiles; pero para los llamados, sean judíos o griegos, predicamos un Cristo que es fuerza de Dios y sabiduría de Dios. Porque la necedad divina es más sabia que la sabiduría de los hombres, y la debilidad de Dios es más fuerte que la fuerza de los hombres” (1 Cor 1,17. 2-25) “Considero que todo es pérdida ante la sublimidad del conocimiento de Cristo Jesús, mi Señor. Por él perdí todas las cosas, y las considero como basura, con tal de ganar a Cristo, y vivir en él, no por mi justicia… sino por la que viene de la fe en Cristo, justicia que viene de Dios, fundada sobre la fe. Y de este modo, lograr conocerle a él” (Fil 3, 8-10) Fe
“La fe es fundamento de las cosas que se esperan, prueba de las que no se ven” (Heb 11,1) “Sin fe, es imposible agradar a Dios” (Heb 11,6) “El justo vivirá de la fe” (Rom 1, 17) “Continuemos corriendo con perseverancia la carrera emprendida: fijos los ojos en Jesús, iniciador y consumador de nuestra fe, que, despreciando la ignominia, soportó la cruz en lugar del gozo que se le proponía, y está sentado a la diestra del trono de Dios” (Heb 12, 1-2) “Acerquémonos con un corazón sincero y una fe plena, después de purificados los corazones de
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conciencia mala y lavados los cuerpos con agua pura” (Heb 10,22) “Tu fe te ha salvado” (Mt 9,22; Mc 5,34; Lc 7,50 y passim) “Vuestra fe es alabada en todo el mundo” (Rom 1,8) “A Abrahán la fe se le contó como justicia” (Rom 4,9) “La fe viene del oír, y el oír por la palabra de Cristo” (Rom 10,17) “Justificados, por tanto, por la fe, estamos en paz con Dios por medio de nuestro Señor Jesucristo, por quien también tenemos acceso en virtud de la fe a esta gracia en la que permanecemos” (Rom 5,1-2) “Vuestra fe no se fundamente en la sabiduría humana, sino en el poder de Dios” (1 Cor 2,5) “En Cristo Jesús no tienen valor la circuncisión ni la falta de circuncisión, sino la fe que actúa por la caridad” (Gal 5,6) “Fruto del Espíritu es… la fe” (Gal 5,23) “Mientras dispongamos de tiempo hagamos el bien a todos, pero especialmente a los hermanos en la fe” (Gal 6,10) “Por gracia habéis sido salvados mediante la fe; y esto no procede de vosotros, puesto que es un don de Dios” (Ef 2,8) “Me pongo de rodillas ante el Padre… para que, conforme a las riquezas de su gloria, os conceda fortaleceros firmemente en el hombre interior mediante su Espíritu. Que Cristo habite en vuestros corazones por la fe, para que, arraigados y cimentados en la caridad, podáis comprender … y conocer también el amor de Cristo, que supera todo conoci-
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miento, para que os llenéis por completo de toda la plenitud de Dios” (Ef 3,14-19) “Un solo Cuerpo y un solo Espíritu, como habéis sido llamados a una sola esperanza: la de vuestra vocación. Un solo Señor, una sola, un solo bautismo, un solo Dios y Padre de todos” (Ef 4, 4-5) “Vigilad, estad firmes en la fe, sed fuertes, tened ánimo” (1 Cor 16,13) “Vosotros, que en otro tiempo erais extraños y enemigos por vuestros pensamientos y malas obras, ahora sin embargo os reconcilió mediante la muerte sufrida en su cuerpo de carne, para presentaros santos, sin mancha e irreprochables delante de él, con tal de que permanezcáis cimentados en la fe, firmes e inconmovibles en la esperanza del Evangelio que escuchasteis, que fue predicado a toda criatura” (Col 1, 21-23) “Guarden el misterio de la fe con una conciencia pura” (1 Tim 3,9) “Sed sobrios y vigilad, porque vuestro adversario el diablo, como un león rugiente, ronda buscando a quién devorar. Resistidle firmes en la fe, sabiendo que vuestros hermanos dispersos por el mundo soportan los mismos padecimientos. Y, después de haber sufrido un poco, el Dios de toda gracia, que os ha llamado en Cristo a su eterna gloria, os hará idóneos y os consolidará, os dará fortaleza y estabilidad.” (1 Pet 5, 8-10) “Por el poder de Dios estáis custodiados mediante la fe hasta alcanzar la salvación preparada ya para ser manifestada en el tiempo último… cuando se manifieste Jesucristo, a quien amáis sin haberlo visto; y en quien, sin verlo todavía, creéis y os alegráis con un gozo inefable y glorioso, alcanzando
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así la meta de vuestra fe, la salvación de las almas” (1 Pet 1, 5.7-9) “La fe, si no va acompañada de obras, está realmente muerta” (Sant 2,17) “Esta es la victoria que ha vencido al mundo: nuestra fe” (1 Jn 5,4) “Los apóstoles le dijeron al Señor: --auméntanos la fe” (Lc 17,5) “[Jesús] le dijo a Tomás: no seas incrédulo sino creyente. Respondió Tomás y le dijo: ¡Señor mío y Dios mío!” (Jn 20,27)
Fidelidad
“Él es el Dios Fiel” (Deut 32,4) “El Señor es fiel en todas sus palabras y piadoso en todas sus obras” (Ps 145,13) “El hombre fiel será muy bendecido” (Prov 28,20) “[Abrahán] fue hallado fiel en la tentación” (Sirac 44,21) “[Samuel] Por su fidelidad se acreditó como profeta, por sus palabras, reconocido fiel a sus visiones” (Sirac 46,18) “El que os llama es fiel, y por eso lo cumplirá” (1 Thes 5,24) “El Señor sí es fiel y Él os mantendrá firmes y os guardará del Maligno” (2 Thes 3,3) “Sé fiel hasta la muerte y te daré la corona de la vida” (Apoc 2,10) “Le respondió el Señor: Muy bien, siervo bueno y fiel; como has sido fiel en lo poco, yo te confiaré lo mucho: entra en la alegría de tu señor” (Mt 25,21)
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Impreso en los talleres de Altolitho en Caracas, el 11 de octubre de 2012, día de inicio del Año de100 la Fe decretado por S.S. Benedicto XVI