Planes y modelos de crecimiento de China tras la crisis

Planes y modelos de crecimiento de China tras la crisis Carlos Pascual Pons Consejero económico y comercial de España en Shanghai Introducción La Asa

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anales de psicología 1998 vol. 14, nº 1, 13-25 © Copyright 1998: Servicio de Publicaciones. Universidad de Murcia Murcia (España). ISSN: 0212-9728 R

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Planes y modelos de crecimiento de China tras la crisis Carlos Pascual Pons Consejero económico y comercial de España en Shanghai

Introducción La Asamblea Popular China aprobó en marzo de 2011, tras un laborioso y complejo proceso de discusión, el XII Plan Quinquenal (2011-2015), que recoge las líneas maestras de la política económica y social para los próximos cinco años. Paralelamente, el régimen se prepara para completar un relevo generacional en la cúpula del Partido y el Gobierno en 2013, cuando la actual generación gobernante, encabezada por Hu Jintao y Wen Jiabao, dé paso a nuevos líderes y sea sustituida, según todos los pronósticos, por Xi Jinping y Li Keqiang. Pudiera pensarse que estos acontecimientos fueran a traer un cambio sustancial en el devenir del gigante asiático. Sin embargo, en sintonía con el gradualismo en la articulación de las reformas y la aversión a los golpes de efecto que ha venido caracterizando a los dirigentes chinos -a pesar de la profunda transformación que han obrado en el país-, no cabe esperar giros sustanciales en las políticas adoptadas hasta el momento. Por una parte, lo que conocemos del nuevo plan quinquenal no supone un cambio radical, y profundiza en la orientación de las reformas ya iniciadas por los X y XI Planes previos (2001-2005) y (2006-2010), tendentes a apuntalar el modelo de rápido crecimiento con un patrón más sostenible o “armónico”. Asimismo, según la mayoría de analistas, los nuevos líderes son un producto perfecto del aparato del Partido y, aunque tratarán de imprimir su impronta personal a las reformas, no se atisba en su discurso, hasta el momento, un planteamiento marcadamente diferenciador. Parece, por tanto, que el régimen tratará de seguir alimentando el “modelo” de crecimiento que tantos éxitos ha venido proporcionando en los últimos 30 años, al tiempo que intenta paliar los desequilibrios sociales, económicos y medioambientales que este ha generado. Sin embargo, los nuevos líderes asumen el poder en un momento trascendental y tendrán que arriesgar en la puesta en ejecución de algunas de las reformas, para que estas dejen de

ser un mero enunciado de los discursos y se conviertan en realidad, no pudiendo confiar por mucho más tiempo en la inercia del modelo. Dos son los motivos que acuciarán en el futuro próximo a los dirigentes chinos a la hora de desplegar las políticas previstas por el nuevo plan. En primer lugar, la dinámica interna del crecimiento ha acelerado la urgencia de las reformas ya previstas en los planes anteriores, que si bien en algunos casos se iniciaron en los últimos años, sufrieron un importante parón como consecuencia de la crisis económica a partir de 2008. Y en segundo lugar, precisamente porque la crisis internacional ha puesto de manifiesto que China es ahora una potencia global y, como tal, debe asumir un nuevo papel en la gobernanza del orden económico internacional, abandonando su tradicional segundo plano. China deberá formular sus políticas siendo consciente de que, dados su tamaño y posición, sus desequilibrios internos afectan y se transmiten al resto del mundo, con la dificultad añadida de que dicho orden global se mueve bajo unos parámetros de los que China no ha sido artífice. El presente artículo reflexiona sobre las incertidumbres y retos a los que se enfrenta el modelo chino, y concluye que China se encuentra en un importante punto de inflexión, en el que los dirigentes deberán adoptar estrategias valientes de reforma económica, e iniciar una "segunda generación" de reformas. La primera concluyó en 2001 con la incorporación de China a la OMC, gracias a la cual el país ha vivido unos años de espectacular crecimiento. En la primera parte del artículo se analiza el efecto que la crisis económica ha tenido sobre el proceso de reformas y se comprueba cómo, efectivamente, la crisis operó una suerte de parón reformista. En segundo lugar, se describen ciertos aspectos del proceso de planificación quinquenal y se concluye que este es, precisamente, un importante y desconocido instrumento a la hora de explicar el éxito de muchas de las políticas hasta ASIA Y OCEANÍA

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ahora acometidas. En el tercer apartado se repasan los dos condicionantes que operarán sobre su economía en los próximos años: la propia dinámica interna del modelo de crecimiento y el nuevo papel internacional de China en el mundo.

La fábrica del mundo ante la crisis El avance económico de China en los últimos años ha sido vertiginoso y esta nación se ha erigido en una potencia económica mundial: ya es la segunda mayor economía del planeta y la primera en cuota de exportación, tenencia de reservas internacionales y prestamista. El país ha sido capaz de llegar a esta posición después de casi tres décadas de crecimiento ininterrumpido a un ritmo medio del 10% anual, siendo especialmente relevante el período desde su entrada en la OMC en 2001 hasta la irrupción de la crisis en 2008, años en los que triplicó el PIB y la renta per cápita. El desarrollo económico ha sido descrito y estudiado en innumerables ocasiones (véase por ejemplo Soler, 2008), pero cabe decir que este responde a la aplicación de una serie de políticas económicas que han sabido aprovechar la favorable dotación de factores de producción disponibles y que le han permitido acometer su proceso de

transformación desde una sociedad eminentemente rural, cerrada y con un tejido industrial ineficiente hasta convertirse en la “fábrica del mundo”, avanzar considerablemente en el proceso de urbanización y protagonizar el mayor fenómeno de reducción de la pobreza jamás acontecido. El modelo de crecimiento ha permanecido, en lo fundamental, relativamente invariable en este período, en el que China, a través de un proceso de apertura controlada, se ha integrado en las cadenas de producción globales con un éxito contundente (Gráfico 1), pasando de representar apenas el 3% de las exportaciones de bienes y del PIB mundial antes del año 2000 a suponer en 2010 más del 10% del comercio mundial de bienes y el 9,3% del PIB mundial (más del 13% en paridad de poder de compra). El modelo de crecimiento se ha configurado a partir de la industria como motor principal, que ha dispuesto de una cuasi ilimitada oferta de mano de obra, especialmente sin cualificar, de las zonas rurales, así como de un acceso ventajoso al resto de factores de producción: suelo, capital y energía. La industria ha sido apoyada con una activa política industrial desde distintos frentes (transferencia tecnológica, educación, protección del mercado interno, etcétera) y con una fuerte inversión para dotarse de in-

Gráfico 1. Participación china en las exportaciones mundiales % 14

12

10

8

6

4

2

0 1999

2000

2001

China Fuente: OMC.

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REGIONES Y PAÍSES

2002

2003

Alemania

2004

Japón

2005

2006

EE.UU.

2007

2008

2009

BRIC (excepto China)

2010 (p)

fraestructuras y servicios de apoyo de calidad. Este cóctel de factores baratos y políticas ha inducido importantes ganancias de productividad, ha permitido a la industria la acumulación de enormes beneficios y la consolidación de una posición competitiva internacional. Una parte de la industria, liderada inicialmente por multinacionales y empresas asiáticas que se han servido del país como plataforma de ensamblaje y exportación, se ha enfocado a la conquista de los mercados internacionales, con el éxito antes comentado. Otra parte no menos importante, con origen en buena medida en la reestructuración del antiguo tejido industrial público, sirve fundamentalmente al mercado interno y alimenta el ingente proceso de urbanización. Se trata de sectores como el siderúrgico, construcción, energético o transportes. En este grupo, el papel de la inversión extranjera, atraída por las posibilidades del mercado interno, ha sido tanto o más importante que el de la industria exportadora y ha permitido a las empresas chinas adquirir y asimilar las más modernas técnicas de producción. Se trata en su mayor parte de una industria con fuertes lazos públicos, relativamente fragmentada y, en algunos casos, con un claro problema de sobredimensión (Cámara de Comercio de la Unión Europea en China, 2009). China es ya, por ejemplo, el primer mercado mundial de automóviles, del ferrocarril y de construcción de infraestructuras energéticas; sus grupos industriales, que tienen asegurado un vasto mercado interior, están compitiendo con las empresas occidentales en los mercados de países desarrollados e, incluso, en el primer mundo 1. Mucho se ha discutido sobre el verdadero valor “chino” de las exportaciones, considerando que más del 50% de sus ventas al exterior, especialmente de los productos de alta tecnología, corresponden a comercio de procesamiento, es decir, se trata de productos en los que China sólo se dedica a ensamblar componentes importados de otros mercados, y que el 60% de las exportaciones son en el fondo realizadas por multinacionales extranjeras. También se ha argumentado ampliamente sobre la calidad de su producción y sobre la falta en sus empresas de talento innovador o de gestión, que las permita convertirse en líderes globales, pero la realidad es que ya están apareciendo 1

La inversión china en el exterior ha estado centrada en zonas en desarrollo, como África o Latinoamérica, y muy ligada a los recursos naturales, pero empresas chinas de ferrocarril ya empiezan a licitar proyectos en mercados desarrollados y grupos energéticos chinos están empezando a construir infraestructuras importantes en el exterior.

determinadas empresas capaces de competir en los mercados internacionales 2. La contrapartida del modelo de crecimiento por el lado de la demanda ha sido la inversión, que se ha configurado como el principal motor , lo que tiene perfecta lógica en un país que ha renovado su tejido industrial y que debe transformarse más para poder alojar en sus ciudades a casi 1.000 millones de personas en torno al año 2025, considerando que hace escasamente 20 años apenas albergaban a 300 millones. La inversión ha sido espoleada y dirigida por un sistema financiero y un esquema de gobierno corporativo fuertemente intervenidos, con estrechos lazos con los poderes públicos, que han proporcionado una financiación ilimitada a precios reducidos a los grandes grupos ligados de una u otra forma a los distintos niveles de la Administración. El modelo descrito ha venido funcionando a pleno rendimiento, más o menos inalterado, durante casi 30 años, a pesar de haber introducido importantes reformas internas y haber dado pasos para convertirse en una economía de mercado. Por ejemplo, a comienzos de la década de 2000 el Gobierno acometió el mayor proceso de privatización de la historia al transferir la titularidad del derecho de uso de las viviendas a sus inquilinos, facilitando la aparición de millones de propietarios y dando el pistoletazo de salida para la creación de un mercado inmobiliario muy dinámico y, de paso, el desarrollo de la clase media. Asimismo, el cumplimiento de los compromisos para la adhesión a la OMC ha llevado a China a tener que dotarse de un completo sistema legal, propio de una economía de mercado (Ley de propiedad privada, Ley de marcas, Ley de competencia, etcétera), cuya asimilación por los agentes es sin embargo más lenta, lo que hace que su aplicación sea considerablemente discrecional. Este modelo ha venido, por otra parte, acumulando desequilibrios, ampliamente conocidos y diagnosticados, que si bien no parece que pongan en peligro su sostenibilidad en el corto plazo, sí generan una evidente tensión dentro del régimen y la sociedad chinos. Al margen del obvio desequilibrio medioambiental, el futuro de la economía china pasa por conseguir reequilibrar su estructura, reduciendo la dependencia de la inversión y la industria y permitiendo el desarrollo de una economía de consumo y servicios, en la 2 Boston Consulting Group identifica hasta 33 empresas chinas como competidores globales (Global challengers), capaces de competir por los mercados globales en sus respetivos productos (Verma et al. 2011).

ASIA Y OCEANÍA

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que toda la población pueda acceder a los beneficios del rápido crecimiento. Es cierto que el despegue de las clases medias chinas es ya imparable, pero la desigualdad no ha hecho más que crecer estos últimos años y la dinámica del modelo ha ido creando diversas resistencias a la puesta en marcha de nuevas reformas. En China, las decisiones rara vez son impuestas de modo unilateral y, por lo general, suelen conllevar largas discusiones y consensos. El poder de las regiones, con fuertes intereses económicos y propietarias de grandes grupos industriales; el poder de grandes ministerios que regulan servicios esenciales y son, a su vez, propietarios de las empresas monopolistas que prestan dichos servicios; y el poder también creciente del sector empresarial privado, que permite en muchos casos sostener la actividad y el empleo de grandes zonas y logra el respaldo de los gobiernos regionales, suponen un contrapeso a la adopción de nuevas reformas. De esta forma se genera una tensión entre el deseo de seguir alimentando la maquinaria del crecimiento económico a toda costa y la necesidad de orientar el modelo hacia sendas más sostenibles, lo que implicaría, probablemente, sacrificar en el corto plazo algún punto de crecimiento. Como un aliado del inmovilismo se sitúa la creencia, muy extendida entre la población, de que China necesita alcanzar como mínimo un 8% de crecimiento anual para poder mantener el ritmo de creación de empleo y así la paz social. Otro elemento que opera a favor de esta inercia es el sistema de valoración de los funcionarios, que ha venido ensalzando y primando aquellas regiones y ciudades que eran capaces de lograr un mayor crecimiento de su PIB. La historia reciente demuestra que la ingente maquinaria china resulta mucho más eficaz y, sobre todo, reacciona con más rapidez, cuando se trata de relanzar el crecimiento y cebar el binomio industria-inversión, que cuando debe tirar de las riendas para frenar la actividad y poder acometer reformas estructurales. De hecho, los enunciados para lograr un crecimiento más sostenible se encontraban ya expuestos, aunque de un modo secundario, en el X Plan (2001-2005), que preveía, por ejemplo, potenciar sectores más avanzados tecnológicamente, acelerar el crecimiento del sector servicios, reducir el peso de la industria pesada, potenciar el consumo privado y fortalecer la protección medioambiental. En 2003 la todavía hoy gobernante cuarta generación (Hu y Wen), accede al poder bajo los efectos de la crisis asiática y hace una apuesta clara por el crecimiento, inducien-

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REGIONES Y PAÍSES

do una fuerte expansión crediticia, que supuso el preludio a la etapa de mayor crecimiento del país, hasta la irrupción de la crisis en 2008. Tras la corriente de medidas de liberalización y reforma que concluyó con la adhesión a la OMC, el nacionalismo económico en China ha ganado influencia, ha limitado considerablemente el avance en la apertura de nuevos sectores y explica igualmente determinadas políticas proteccionistas 3 (Sally, 2011). Durante estos años los desequilibrios se han hecho más visibles. Si bien el PIB y la renta per cápita se han triplicado, la participación de las familias en la renta disponible se redujo hasta un mínimo del 57,5% en 2007 (cuando en 1999 alcanzó casi el 68%), al tiempo que empresas y administraciones veían cómo se elevaban sus respectivas participaciones. El consumo privado, asimismo, redujo su participación en el PIB del 46% en 1999 al 35% en 2008, siendo la inversión y el sector exterior los componentes más dinámicos y que más han tirado del crecimiento. A pesar de todo, Hu y Wen han seguido manteniendo la consecución del crecimiento científico y armónico como su principal discurso, perfectamente visible en los postulados del XI Plan (2006-2010). Si bien el XI Plan (2006-2010) no ha supuesto un cambio drástico de los planteamientos anteriores, sí que apuntala la senda del reequilibrio y pone las bases para el lanzamiento de determinadas políticas con el fin de facilitar la reorientación del crecimiento. Especialmente visibles y, en cierta medida, eficaces han sido los planes para la reducción de la intensidad energética. Estas políticas se pudieron articular de una manera más activa cuando el crecimiento tocaba a su cénit en 2007, momento a partir del cual también se empezaron a adoptar una serie de medidas tendentes a penalizar la industria y las exportaciones manufactureras de bajo valor añadido, a facilitar la consolidación de la industria pesada contaminante, y a desacelerar el crecimiento de la construcción para enfriar el mercado inmobiliario. Se impulsaron medidas para mejorar la protección social de los trabajadores y, lo que resulta más relevante, se intensificaron las exigencias a las empresas para su cumplimiento. 3 Políticas como el sistema de devolución de IVA a la exportación, que permite una discriminación selectiva de sectores incentivados; los diferentes estándares técnicos, que han venido tratando de impulsar estándares nacionales, como en la telefonía móvil de tercera generación; el catálogo para la inversión extranjera, que ha venido reduciendo el ámbito de actividades incentivadas; o el sistema de certificación obligatoria y la política de innovación indígena, que actúan como barreras de acceso de actores foráneos a las compras públicas.

Gráfico 2. Aportación al crecimiento del PIB (%) 16 14 12 10 8 6 4 2 0 -2 -4 -6 1978-1982

1983-1987

1988-1992

Consumo

1993-1997

1998-2002

Inversión

2003-2007

2008

2009

2010

Demanda exterior

Fuente: China Statistics Bureau.

Dicho momento, a medio camino en el recorrido del XI Plan, podría haber supuesto un punto de inflexión importante, que habría permitido acelerar el ritmo de las reformas. No obstante, la irrupción de la crisis evidenció que el crecimiento seguía siendo la máxima prioridad. Ante el pánico de un eventual derrumbe en la actividad, el Gobierno se embarcó en un plan de estímulo sin precedentes y tomó medidas monetarias y fiscales cuyo impacto combinado total se calcula en más del 20% de la demanda agregada en 2009. Las reformas que se habían desplegado fueron rápidamente revertidas: se volvieron a activar los beneficios fiscales para las exportaciones, con independencia de su contenido tecnológico y su impacto medioambiental; se relajó el control sobre los beneficios laborales para aliviar los costes de las empresas; y se impulsó de nuevo la actividad del sector inmobiliario. Los grandes grupos industriales recibieron un mar de financiación barata para satisfacer los planes de infraestructuras en los que se habían embarcado los gobiernos regionales. La aportación de la inversión al crecimiento pasó de 4,1 puntos porcentuales en 2008 a 8,2 en 2009, lo que compensó sobradamente el hundimiento del sector exportador, y puso de manifiesto la flexibilidad y capacidad de movilización de las decisiones de política económica (Gráfico 2). Una de

las medidas adoptadas por la crisis que más controversia ha suscitado, especialmente en el exterior, ha sido la paralización en la apreciación nominal de la moneda, que desde 2005 se venía apreciando a un ritmo lento de, aproximadamente, el 5% anual. El comportamiento de las exportaciones a partir de la segunda mitad de 2009 ha demostrado que dicha medida fue innecesaria, probablemente errónea, y sólo ha contribuido a generar más recelo proteccionista.

La planificación como instrumento de política económica Tras la retórica y parafernalia que suelen acompañar la presentación de los planes quinquenales, se esconde un ejercicio fundamental de decisión, acción y control. La planificación actual dista mucho de su origen como instrumento de asignación indicativa de recursos, propia de una economía centralizada, y se puede decir que ahora es un complejo, dinámico y sofisticado proceso de recopilación de información, análisis y desarrollo de políticas, que no se acaba nunca y que está en constante evolución (Melton, 2010). El plan y el proceso de planificación asociado reflejan en buena medida el éxito de adaptación de China en estos últimos años a la consecución y coordinación ASIA Y OCEANÍA

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de determinadas políticas a lo largo de un territorio tan extenso. Entre ellas, cabe citar la reestructuración de las empresas públicas de principios de la década pasada, la privatización del sistema de viviendas públicas, o los programas de eficiencia energética. Es cierto que también se señala a la planificación como origen de alguno de los problemas o inercias de la política económica. Por ejemplo, el excesivo énfasis en los indicadores cuantitativos ha llevado a primar crecimiento económico en detrimento de la eficiencia en el uso de los recursos. Para describir el funcionamiento y verdadero alcance del plan, cabe apuntar las siguientes características: a) No se trata de un único documento, sino que cabe entenderlo como un ejercicio a través del cual el plan nacional se descompone verticalmente en cientos de planes provinciales y municipales y, a su vez, es el origen de otros tantos planes, regulaciones y acciones transversales, que abarcan más de una política o más de una región (por ejemplo, el Plan para el desarrollo de las provincias del Oeste). b) Más que el contenido del Plan en sí mismo, su importancia radica en su condición de mecanismo de formulación de políticas. Se trata de un proceso continuo de recopilación de información, coordinación, consulta, análisis y control, relativamente abierto y participativo. Cuando el Plan lleva en marcha escasamente dos años, comienza el “Mid Term Evaluation”, en el que participan diversas instituciones. En la evaluación del XI Plan se contó con diversos analistas externos, entre ellos, la universidad de TsingHua y el Banco Mundial. Realizada dicha evaluación, comienzan los preparativos del siguiente plan. De este modo, aunque muchas de las políticas anunciadas en un plan tarden cierto tiempo en ponerse en marcha, cuando lo hacen incorporan buena parte de las evaluaciones y correcciones que han aportado la experiencia o las pruebas piloto. c) Se trata de un ejercicio de asignación de responsabilidades y rendición de cuentas entre los distintos departamentos sectoriales y niveles de gobierno. Teniendo en cuenta la elevada descentralización existente en el país y la extensión y presencia de la Administración en la economía, la planificación permite ejercer el control sobre todos los estamentos públicos a través de una serie de indicadores de cumplimiento y desempeño, que también sirven para evaluar a los funcionarios. Sin embargo, es-

332

REGIONES Y PAÍSES

te proceso de evaluación no es sólo una expresión del poder autoritario, sino más bien el resultado de un proceso pragmático de alineación de objetivos e intereses. d) Uno de los elementos más conocidos del Plan es su batería de indicadores y objetivos. No todos ellos tienen la misma importancia, ni se persiguen con la misma disciplina. Por ejemplo, el XI Plan (2006-2010) tenía 22 objetivos principales, de los que sólo 8 eran obligatorios (las agencias públicas deben diseñar políticas para alcanzarlos), y sólo tres 4 han merecido una atención especial y acciones decididas a lo largo de los cinco años. Los objetivos e indicadores van evolucionando a lo largo del tiempo, en parte para reflejar la cada vez mayor preocupación por aspectos cualitativos y no meramente cuantitativos, pero en parte también como respuesta a la constatación de que determinados indicadores conducían a políticas que introducían incentivos erróneos o perversos. Las novedades del XII Plan Quinquenal (2011-2015) podrían resumirse en los cuatro elementos siguientes: a) Búsqueda de un reequilibrio en el patrón de crecimiento. Aunque la búsqueda de un patrón de crecimiento apoyado más en el consumo privado y en el sector servicios ha sido una constante en los últimos planes quinquenales, parece que ahora los líderes en Beijing tratan de priorizar esta tarea complicada. Se ha rebajado la ratio objetivo de crecimiento anual prevista para el quinquenio al 7% y aunque el objetivo del plan anterior (7,5%) se ha rebasado sistemáticamente, el nuevo plan recalca la necesidad de mejorar la calidad del crecimiento y hacer que éste redunde en mayores beneficios para la sociedad. En la presentación del XII Plan se ha puesto especial énfasis en tratar de convencer a los dirigentes regionales de que los días del crecimiento a toda costa han terminado. Sin embargo, como muestra de las dificultades a que se enfrenta este objetivo, no hay ninguna provincia que haya fijado un objetivo de crecimiento por debajo del establecido por el plan para el conjunto de la nación, con lo que la consecución del 7% está, de momento, poco interiorizada, y todo apunta a que será rebasada sobradamente. 4

Preservación de la superficie agrícola, contaminación y eficiencia energética. Este último objetivo, expresado en términos de reducción del gasto energético por unidad de PIB en un 20% ha llevado a que, en 2010, último año de cumplimiento, muchas provincias ordenaran el cierre de plantas industriales y duras medidas de ahorro energético para cumplir con las cuotas establecidas por Beijing.

b) Mayor redistribución de la riqueza. La evidencia de que ni los hogares ni las familias han participado en buena medida de la “fiesta” del crecimiento durante los últimos 30 años ha llevado al Gobierno a incorporar dos indicadores -participación de los salarios en la renta nacional y porcentaje del consumo doméstico en el PIB- como indicadores del próximo plan. Este ha incorporado nuevos indicadores obligatorios y prevé medidas para mejorar el sistema de pensiones, la asistencia sanitaria, y la construcción de viviendas sociales. c) Eficiencia energética y contaminación. Este seguirá siendo uno de los ámbitos más relevantes de la planificación. Habiendo sido una de las metas con mayor grado de éxito bajo el XI Plan, el nuevo plan vuelve a anunciar objetivos de reducción de la intensidad energética (en torno al 17%), pero acompañados de otros como los límites a la emisión de determinados contaminantes y también la reducción de las emisiones de CO2 un 40% por unidad de PIB en 2020 desde los niveles de 2005, en línea con los compromisos asumidos por China en la Conferencia de Copenhague de las Naciones Unidas. Asimismo, el Plan habla por primera vez del cambio climático y prevé la necesidad de prevenir los efectos de la climatología extrema. El país seguirá impulsando notablemente la industria medioambiental y las nuevas energías, y los objetivos, por ejemplo, en términos de desarrollo de la industria eólica han vuelto a ser revisados al alza. d) Menos industria pesada y más tecnología. La nueva lista de los sectores prioritarios sigue destacando los tecnológicamente avanzados, como las nuevas energías, la biotecnología o el vehículo eléctrico, pero como principal novedad destaca la desaparición de la construcción, que hasta el pasado plan se había mantenido como un sector estratégico.

La construcción de una sociedad armónica Como se ha visto, el modelo de crecimiento chino se ha basado en un proceso de industrialización y urbanización intenso, apalancado en un acceso favorable a factores de producción y favorecido también por unos mercados internacionales que, embarcados en un proceso de consumo y endeudamiento, han demandado sus bienes manufacturados y han acumulado créditos a favor del

país. La pregunta obvia que subyace es si las ventajas competitivas ganadas y la propia maquinaria de crecimiento interno harán posible que el modelo chino siga funcionando para permitirle completar la transición hacia una economía de consumo y servicios, y cerrar el proceso de urbanización, al igual que ha sucedido en otros países asiáticos, como Japón, Corea o Taiwán. Parece que la respuesta a dicha pregunta es un sí sujeto a condiciones. China cuenta con importantes fortalezas que le garantizan suficiente combustible para que los engranajes del modelo sigan funcionando, por lo menos otros 10-15 años. Sin embargo, se enfrenta a la necesidad de adoptar cambios en su estrategia para poder superar desafíos internos y externos. El modelo cuenta con los siguientes elementos que facilitarán su continuidad en los próximos años. Primero, el proceso de urbanización debe completarse, según la mayoría de los cálculos, en torno a 2020-2025, cuando la población urbana se acerque a los 1.000 millones de personas, lo que supone añadir todavía otros 200-300 millones de habitantes a las ciudades. De este modo, el país contará en los próximos años con una boyante demanda interna de nuevas infraestructuras, y también con más amplios y sofisticados mercados de consumo. Son varios los analistas que están poniendo de manifiesto que el advenimiento de la sociedad de consumo en China, del que lleva hablándose mucho tiempo, está comenzando a ser una realidad (Kroeber, 2010). Hasta ahora el desarrollo de las clases medias ha pivotado fundamentalmente sobre las clases medias-bajas (con un nivel de renta entre 4.000 y 12.000 dólares), que está previsto pasen de los 100 millones de personas en 2006 a más de 500 millones en 2020. Pero, junto a este grupo, ya se está empezando a notar el tirón de las clases medias-altas (con una renta superior a 12.000 dólares anuales), que pasarán de 10 millones en 2006 a entre 70 y 100 millones en 2020 5 (Interchina, 2011). El hecho de que China se haya convertido en el primer mercado automovilístico mundial y para muchas marcas de bienes de consumo de lujo sea ya el primer mercado por volumen y crecimiento demuestra que el despegue de las clases medias y el consumo es una realidad. Además, se calcula que 5

Son múltiples las proyecciones y segmentaciones de la evolución de las clases medias, aunque todas apuntan en la misma dirección. Agrupando por hogares, otras proyecciones señalan que el número de hogares con capacidad de consumo relevante (gastos superiores a los 7.500 dólares anuales) en China podría rondar los 100 millones, unos 300 millones de personas (Kroeber, 2010).

ASIA Y OCEANÍA

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el volumen de su economía sumergida podría rondar el 15% del PIB y que el 80% de los ingresos generados estarían concentrados en el 20% de la población más rica (Wang, 2010), lo que permitiría conciliar mucho mejor las señales del desarrollo de la sociedad de consumo en China con las de la renta por hogar publicadas por el Gobierno. Adicionalmente al mercado de consumo cada vez más boyante, las necesidades de infraestructuras ligadas al desarrollo de las ciudades harán que la inversión siga tirando con fuerza del crecimiento. Ferrocarriles de alta velocidad y urbanos, autopistas y carreteras, aeropuertos, centrales de generación eléctrica, sistemas de gestión de residuos y tratamiento de aguas, son sólo algunos ejemplos de los ingentes volúmenes de inversión que seguirá moviendo la economía china. Y segundo, la posición competitiva lograda por el país en los mercados internacionales no parece que esté en peligro a corto y medio plazo, ya que no hay alternativa en términos de escala y capacidad a la potencia manufacturera china (Borgonjon, 2011). Los costes, especialmente los laborales, tienen todavía una importante ventaja frente a países desarrollados y no se están comportando peor que en otros países emergentes. En 2008, el coste laboral horario en su industria era el 87% de Filipinas, el 22% de México, el 12% de Eslovaquia o el 3% de la Zona Euro (Gráfico 3). La fuerte inversión en infraestructuras y la mejora notable del capital humano, entre otros factores,

han permitido que la productividad haya crecido en China un 18% de media entre 2001 y 2007 y, aunque su crecimiento se ha frenado al 11% en el período 2008-2010, ha sido desde luego más rápido que en otros mercados, lo que le ha permitido ganar competitividad frente a los países competidores. El Logistic Performance Index, publicado por el Banco Mundial para medir la competitividad de los distintos países como bases exportadoras, pone en evidencia que la infraestructura para el comercio exterior de China está por encima de la de sus competidores, y entre las mejores del mundo (Gráfico 4). A pesar de las fortalezas expuestas en las que podrá apalancarse, el modelo de crecimiento estará condicionado en los próximos años por determinados elementos internos, propios del grado de madurez que está alcanzando. El primero y más evidente es consecuencia de la cristalización de la clase media urbana, con mayor poder adquisitivo, más envejecida y mejor informada. Estas clases, si bien empujan el consumo y el crecimiento, demandan cada vez con mayor contundencia nuevos servicios e infraestructuras sociales. Por ello, las administraciones, especialmente las municipales, deberán ser capaces de seguir atendiendo a las fuertes necesidades de inversión en el desarrollo físico de las ciudades, pero al mismo tiempo desarrollar políticas sociales, especialmente, en el terreno de la sanidad, la vivienda y el envejecimiento que supondrán un importante volumen de gasto.

Gráfico 3. Coste horario de la mano de obra industrial (2008) dólares 50

43,15

45 40 35

32,23

30

27,63

25 20 15

10,89 8,48

10

6,12

5

1,55

1,36

0 EE.UU.

Brasil

Fuente: US Labor Statistics Department.

334

REGIONES Y PAÍSES

China

México

Filipinas

Eslovaquia

España

Zona Euro (12)

Gráfico 4. Calidad de las infraestructuras para el comercio 4,1 3,9

3,86

3,88

EE.UU.

Hong Kong

3,7

3,49

3,5

3,29

3,3

3,14

India

Filipinas

3,20

3,05

3,1

2,96

2,9 2,7

3,12

2,76 2,61

2,5 2,3 Rusia

Indonesia

Vietnam

México

Brasil

Tailandia

China

Fuentes: Banco Mundial, Logistic Performance Index.

Realmente, no cabe hablar de la existencia de fuerzas antisistema de cierta envergadura; las crecientes protestas y malestar se focalizan principalmente en contra de determinados fenómenos como la corrupción, la desigualdad, los precios y calidad de los alimentos o la inaccesibilidad de la vivienda para los jóvenes. Estas protestas han encontrado en Internet un vehículo potente para su ejercicio y el mismo Gobierno, además de controlar estrechamente su desarrollo, lo promueve como fuente para que los ciudadanos denuncien, por ejemplo, situaciones de arbitrariedad o abuso de los poderes públicos. El Gobierno ya ha puesto en marcha una ambiciosa reforma sanitaria, pero todavía quedan importantes lagunas que esclarecer sobre su financiación y la provisión de los servicios sanitarios. Otro de los capítulos más publicitados del nuevo plan quinquenal es la financiación y construcción de más de 35 millones de viviendas sociales. Además, el tenor de los discursos en la presentación del XII Plan evidencia una mayor preocupación por la dimensión social del desarrollo y alguna de las medidas anunciadas parece apuntar a un cambio de tendencia. Quizás una de las más relevantes sea el anuncio de un nuevo sistema de evaluación de funcionarios y gobiernos regionales, no tanto por el PIB generado, como por el bienestar y felicidad alcanzada por sus ciudadanos. El segundo de los cambios estructurales, consecuencia fundamentalmente de factores demográficos, es el fin

de la etapa de oferta de mano de obra barata de carácter casi ilimitado. El agotamiento de los efectos del boom de natalidad de los años sesenta y setenta, junto con los efectos de la política del hijo único, hacen que el número de personas que cada año se incorpora al mercado de trabajo haya comenzado a descender (Gráfico 5), lo que unido a la mejora del nivel de vida en las zonas del interior, que eleva el coste de oportunidad de emigrar a las factorías de la costa este, están presionando al alza los salarios reales. Este fenómeno ha tenido un reflejo evidente en la generalización de huelgas a lo largo de 2010 en diversas factorías. Además, ha coincidido con la puesta en marcha de nuevas políticas laborales para generalizar las cotizaciones sociales y la negociación colectiva. China, por tanto, debe afrontar un cambio estructural en el que la mano de obra será un factor más restrictivo, que presionará al alza salarios reales e inflación. Esta última ya está dejándose ver con mayor claridad a lo largo de 2011. El mercado de trabajo debe ser capaz de absorber, en cualquier caso, más de 15 millones de trabajadores anualmente. Mayores salarios reales y la consiguiente mayor inflación no son necesariamente negativas para una economía en la que el consumo privado debe ganar protagonismo, pero sí que exigen un cambio en la política económica y en su explicación después de tantos años de fuerte crecimiento y baja inflación. ASIA Y OCEANÍA

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Gráfico 5. Demografía y mercado laboral millones de personas 30 25 20 15 10 5 0 -5 -10 2006

2007

2008

2009

Incremento anual neto de la fuerza laboral

2010

2011

2012

2013

2014

Nuevos trabajadores que se incorporan al mercado laboral

Fuentes: Economist Intelligence Unit (EIU), China Statistics Bureau, World Population Prospects.

El tercer elemento de la economía que requiere un nuevo enfoque estructural es el desarrollo del sector servicios y de todo el tejido empresarial que lo compone, fundamentalmente grandes monopolios públicos, protegidos de la competencia interna y externa. La liberalización de los servicios podría ser la “nueva generación de reformas”, capaz de impulsar la productividad y el empleo, pero su realización se enfrenta a importantes grupos de interés y al temor del Gobierno de perder el control sobre servicios públicos. De hecho, la tendencia visible desde la culminación de las reformas que permitieron el acceso a la OMC en 2001 hasta la actualidad ha sido precisamente la de reforzar estos grandes grupos públicos (Conway et al. 2010). Dentro del sector servicios, el mercado financiero se revela como fundamental para poder determinar con precisión el precio del capital y lograr inversiones más eficientes, cuando hoy son las autoridades las que fijan administrativamente los tipos de interés y asignan discrecionalmente buena parte del ahorro. El XII Plan recoge como objetivo la liberalización y reforma de los servicios monopolísticos, así como el aumento en 5 puntos, hasta el 47%, del peso del sector servicios en el PIB durante la vigencia del Plan, aunque no se han proporcionado detalles de cómo se plasmarán las medidas necesarias.

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Junto a estos elementos internos que, de alguna manera, limitarán el modelo actual y exigirán líneas de reforma, los líderes chinos deben incorporar una nueva variable en su quehacer diario: la gestión del papel de China como potencia económica internacional. El impacto de la crisis sobre los países desarrollados ha revivido la atención hacia la paridad de la moneda china como factor de competencia desleal, creando un potencial foco de tensiones proteccionistas. Sin embargo, el mero ajuste nominal del yuan no sería suficiente para revertir el desequilibrio comercial del China frente al resto del mundo y en especial frente a los países desarrollados, destino de sus productos (Plasschaert, 2011). Si se tiene en cuenta el diferente comportamiento de los precios, el tipo de cambio efectivo real se apreció un 20% entre 2005 y 2008, precisamente cuando las exportaciones chinas experimentaron una de sus mayores fases de expansión (Gráfico 6). El comportamiento de las exportaciones en 2010 ha puesto de manifiesto que la caída de 2009 fue debida a una contracción de la demanda de los países occidentales por los efectos de la crisis. Es evidente que el comportamiento de su economía no es inocuo para el resto del mundo y que sus desequilibrios se transmiten externamente. China ya ha comenzado -y tendrá que acostumbrarse- a discutir en los foros interna-

cionales sobre su propia economía, por ejemplo, sobre la necesidad de reducir el ahorro nacional o asumir determinados objetivos en términos de cuenta corriente, abandonando su tradicional postura de no injerirse en asuntos terceros, ni permitir injerencias en los propios. Su importancia en el contexto global exige una nueva responsabilidad, que los líderes chinos tendrán que saber asumir en unas instituciones que, por otro lado, tienen un marcado carácter atlántico. En definitiva, Occidente y China se han beneficiado durante más de dos décadas de la dinámica por la cual la última ha podido desarrollarse, creando una potente industria y dando empleo a gran parte de su población rural y Occidente se beneficiaba al acceder sus consumidores y empresas a bienes más baratos. Esta dinámica la reforzaba la acumulación de reservas por parte de China y su reciclaje en forma de financiación comprando los activos emitidos por los países occidentales, embarcados en un ciclo de consumo y endeudamiento. Pero este proceso también ha llevado pareja la acumulación de desequilibrios y la crisis internacional ha impuesto un límite, que exige una reconducción de las dinámicas del mismo.

Los países desarrollados han comenzado una fase de desapalancamiento y han iniciado también la reforma del sistema financiero. China, por su parte, ha adquirido importantes ventajas competitivas en este viaje, fundamentalmente, su posición de liderazgo en la fabricación mundial de manufacturas -sin excesivas tensiones en el resto del mundo-, pero debe dar pasos importantes para convertirse en el mayor mercado de consumo del mundo de bienes y servicios, algo a lo que su tamaño y población deberían conducir. Esto supondrá que el resto del mundo dejará de importar deflación de China y tendrá, por el contrario, que comenzar a financiar el desarrollo de la sociedad de consumo en el país asiático, asumiendo mayores precios en sus importaciones. Como contrapartida, al expandir su demanda interna, China debería erigirse en motor de la economía global y ofrecer un mejor acceso a su mercado interno. La ruta para las reformas es muy extensa, y el nuevo plan quinquenal dispone de algunos de los apoyos para empezar a andar en la dirección adecuada: aceptar un menor ritmo de crecimiento, permitir un aumento de los costes y reducir el desequilibrio externo, al tiempo que se elevan

Gráfico 6. Tipos de cambio (Tc) y exportaciones Crecimiento exportaciones (%)

Tc 2002=100 120

110

30

100 15 90

80 0 70

60

-15 2002

2003

2004

2005

Crecimiento exportaciones (izquierda)

2006

2007

Tc nominal (derecha)

2008

2009

2010

Tc efectivo real (derecha)

Fuente: EIU.

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los ingresos de las familias. Probablemente, el camino y los métodos que se emplearán tendrán, como casi todo en China, sus particularidades, que darán para ríos de comentarios y titulares. Sólo el tiempo demostrará si los nuevos líderes chinos conducen al país por una nueva senda y lo integran en una nueva dinámica positiva con el resto del mundo.

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