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POSINDEPENDENCIA Y PROYECTO CULTURAL EN LA LITERATURA HISPANOAFRICANA M'bare N'gom MORGAN STATE UNIVERSITY
La literatura africana de expresión castellana es un proyecto cultural que ha recibido muy poca atención crítica y teórica tanto en África, como en Europa o en América en general. Si bien los críticos y estudiosos del hecho cultural africano están de acuerdo que el nacimiento de la literatura africana escrita en lenguas europeas se puede ubicar en el período de entre-guerras mundiales, los estudios del mismo, se habían limitado, hasta hace poco, a los antiguos territorios bajo ocupación francesa, belga o británica. A partir de los años 70, este proceso se abrió a las antiguas o entonces colonias portuguesas. Salvo muy raras excepciones, y valga la redundancia, el hecho literario hispano-africano no empezó a llamar la atención de los críticos hasta principios de los años noventa. Si bien había estudios precursores como el artículo de Carlos González Echegaray, «El África Ecuatorial a través de la novela y de la poesía», publicado en cuatro entregas (de mayo a agosto de 1965), en la revista misional La Guinea Española, éste se limitaba a la literatura colonial. La aparición de la revista África 2000, a mediados de los años 80, editado y publicado por el Centro Cultural HispanoGuineano de Malabo en Guinea Ecuatorial, abrió un nuevo y activo foro de discusión y de difusión del hecho literario guineoecuatoriano o guineano.' Por último, mencionar que la tesina de Carlos Nsué Otong sobre la novela de Donato Ndongo-Bidyogo, Las tinieblas de tu memoria negra (1987), defendida en la universidad gala de Toulouse-le-Mirail para la obtención de la Maitrise-és lettres, marca la entrada en sociedad (académica) de la literatura africana de expresión castellana. A partir de 1985, empezaron a aparecer de forma regular, estudios críticos sobre la literatura de Guinea Ecuatorial, así como reseñas bibliográficas sobre los últimos textos escritos por autores guineo-ecuatorianos. También cabe mencionar de paso, que revistas como Mundo Negro, publicada por los misioneros cambonianos en Madrid, incluía de forma esporádica, algún que otro trabajo sobre la literatura africana de expresión castellana. Podemos destacar: Carlos González Echegaray, «La novela en lengua española sobre Guinea Ecuatorial» (África 2000, 1989); Donato Ndongo-Bidyogo, «La literatura guiñearía, una realidad emergente» (Mundo Negro, febrero, 1985); Jesucristo Riquelme, «Las tinieblas de tu memoria negra» (África 2000); Vicente Granados, «Ekomo» (Mundo Negro, junio 1989); Anselmo N. Eworo Micue, «El reencuentro» (África 2000, 1987); Ciríaco Bokesa, «Ekomo, toda una novela» (África 2000, 1989).
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Guinea Ecuatorial, país cuya producción literaria nos ocupa aquí, fue colonia española durante casi dos siglos. La república de Guinea Ecuatorial es la única comunidad subsahárica del continente con herencia hispana y, por ende, una literatura escrita en lengua española. Mientras el viento de las independencias soplaba por el continente africano entre 1955 y 1960, España se valió de maniobras políticas dilatorias para retener y convertir sus territorios del Golfo de Guinea en apéndice o extensión de la península ibérica en el corazón de África. Primero, Madrid cambió el estatuto jurídico de los mismos de colonia a provincias, y más tarde, al de territorios autónomos. Pero, a la larga, España tuvo que inclinarse ante la presión interna e internacional. En este trabajo, nos proponemos explorar ciertos aspectos de la literatura guineana escrita en español como proyecto cultural plural y de desarrollo tras la independencia del país. Por lo cual, el contexto de nuestro estudio se enmarca dentro de lo que algunos críticos llaman poscolonial, y que nosotros denominaremos de la posindependencia. Consideramos que el concepto de poscolonialidad como realidad histórica, política, social y económica por un lado, y como instrumento teórico y crítico por el otro, es muy complejo. Además, la situación poscolonial no significa lo mismo para todos los países que, en algún momento de su evolución histórica, fueron o siguen siendo territorios colonizados por los europeos o por otros africanos en el caso de África.2 En 1989, Ashcroft, Griffiths y Tiffin publican The Empire Writes Back. Theory and Practice in Post-colonial Literatures, el primer texto que intenta establecer de forma sistemática, un marco teórico y crítico para los estudios poscoloniales. Ashcroft, Griffiths y Tiffin definen lo poscolonial: to cover all the culture affected by the imperial process from the moment of colonization to the present day. This is because there is a continuity of preoccupations throughout the historical process initiated by European imperial aggression (2). Partiendo de esas premisas, podemos afirmar que la poscolonialidad no empieza con la descolonización, sino que abarca también la experiencia colonial. Y que tampoco se limita única y exclusivamente a África, sino que se extiende a los cinco continentes e incluye a países tan dispares como Australia, Canadá, EE.UU., Nueva Zelanda, y México, por citar unos cuantos ejemplos. De ahí su carácter desigual, heterogéneo y problemático tanto en el tiempo como en el espacio. En este sentido, es legítimo hacerse eco de la pregunta de Peter Hulme (1996), en un artículo publicado en la revista Casa de las Amé ricas: ¿Justamente cuándo hay poscolonialismo? (4, cursiva del autor).3 Algunos críticos fijan el 2
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Por ejemplo, Namibia fue protectorado de la república de Sudáfrica hasta su independencia en 1990; Eritrea fue ocupada por Etiopía hasta 1991; por último, el Sahara Occidental está bajo ocupación marroquí desde 1975. La teoría poscolonial y la representación de la cultura en las Américas, Casa de las Américas 202 (enero-marzo 1996), págs. 3-8.
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año 1947 como el principio de la situación poscolonial, coincidiendo con la independencia de la India. A partir de ahí, el proceso se podría estirar hasta 1993, fecha de la independencia de Eritrea, en el caso de África. La situación se complica aún más, como por ejemplo en el caso un tanto insólito de las islas de Anjouan y de Mohéli en la república islámica federal de los Comores que solicitaron su separación formal de esta república africana, llegando incluso a organizar un referéndum, para luego pedir ser «recolonizadas» por Francia. Por último, cabe preguntarse el lugar que ocupa América Latina donde el proceso de liberación empezó a principios del siglo XIX para culminar en 1898, sin mencionar el estatuto de Puerto Rico. Por todo ello, hemos optado por el concepto más flexible de posindependencia al referirse a un período muy específico de la historia de cada país, pero sin perder de vista la experiencia colonial. La posindependencia africana es también una realidad heterogénea y compleja, una «pluralidad caótica aunque regida por una coherencia interna», según Achule Mbembe (1992). Desde la independencia de la mayoría de los países africanos en los años 60 hasta 1989, año de caída del muro de Berlín y el final de la llamada Guerra Fría, África era un espacio de confrontación ideológica y estratégica, así como un campo de batalla entre las dos superpotencias del momento, con países africanos interpuestos. Todo ello contribuyó a desestabilizar aún más a estos países que intentaban encontrar su propio camino y un lugar en el concierto de las naciones. La consecuencia inmediata fue la inestabilidad política, social, la pobreza endémica, y la incapacidad por articular un proyecto nacional de desarrollo coherente y acorde con las realidades de cada país. A ello se sumó la intervención «legal» de entes supranacionales como el Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional en los asuntos de muchos países africanos con los llamados programas de ajuste estructural. Esto provocó, en muchos casos, la desestabilización de la frágil paz social en los países donde se llevaron a cabo, sumiéndolos en un estado de crisis estructural permanente»4 Guinea Ecuatorial no fue una excepción. Guinea Ecuatorial accedió a la independencia casi diez años después de la mayoría de los países del continente. El 12 de octubre de 1968, la antigua Guinea Española entraba en el club de las naciones soberanas. A raíz de las primeras elecciones «casi» democráticas, Francisco Macías Nguema resultó elegido presidente de la república.5 Pero a los 5 meses de su investidura a la jefatura suprema del estado, Francisco Macías, alegando una tentativa de desestabilización de la legalidad constitucional, suspendió todas las garantías constitucionales, y declaró el estado de emergencia. A continuación, Francisco Macías pasó a asumir todos los poderes del estado al
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En 1991, treinta países africanos ya se habían acogido al programa de ajuste estructural del Fondo Monetario Internacional. Ver: World Press Review (August 1991), pág. 14. 5 Las elecciones presidenciales y generales fueron celebradas el 22 de setiembre de 1968. Al decir «casi» democráticas, me refiero a los esfuerzos del entonces gobierno español por influenciar y cambiar el resultado de las mismas con la elección de «su candidato».
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aunar en su propia persona, la representatividad de las máximas instituciones del estado: los poderes legislativo, ejecutivo y judicial. Luego, instauró el partido único. Al interrumpir el diálogo social y político y al privar a los actores sociales de toda clase de representatividad y, por ende, de su voz, se instaló el silencio en Guinea Ecuatorial. A falta de una base política y social, Francisco Macías se apoyó en el grupo étnico fang, en el subgrupo fang-esangui de su región natal, para darse la legitimidad popular que le faltaba. Esa legitimización de la etnia como único actor social y político inauguró una era que Max LinigerGoumaz (1983) ha llamado «afro-fascista». En su vertiente guineana, lo llamó «nguemismo». La etnicización del estado guineano marginó e invisibilizó a los otros grupos étnicos, lo cual se tradujo en la abrogación de la nación guineana como ente pluriétnico. Apoyándose en ese discurso monoétnico y monolítico por un lado, y en el discurso africanizante y nacionalista imperante de entonces, el nguemismo instauró lo que Ngugi Wa Thiong'o (1984) ha llamado «the culture of silence and fear» (38). La represión indiscriminada que siguió, así como la persecución de los trabajadores de la cultura, resultó en un éxodo masivo de la población fuera del país, lo cual provocó un vacío cultural. Durante casi diez años, el espacio de práctica del guineano fue reducido a la periferia que era, en este caso, un espacio transnacional al darse fuera de las fronteras del país. El foco más activo estaba en España donde residía una importante colonia de exiliados guiñéanos. Y fue allí, pues, donde empezó a gestarse el contradiscurso nguemista entre la diáspora guineana. Los textos de ese período son, en su mayoría, poéticos, y empiezan a aparecer hacia mediados de los años 70. En ellos, los autores parecen querer superar el trauma del alejamiento de la tierra natal y prohibida. Desde el exilio español, los creadores guiñéanos lloraron la tierra perdida y violentada. El poema anónimo El cinco de marzo recogido en la sección «Recuerdo y Poesía» de la revista El Molifugue informa (7 de setiembre de 1977), marca el principio de esa travesía del desierto: El desprecio por mi pueblo y un dictador sanguinario los crímenes y horrores, EL CINCO DE MARZO Los huérfanos de una patria murió la ley y la justicia el hombre perdió valor, EL CINCO DE MARZO. Los temas dominantes en los textos de ese período inicial del discurso de resistencia son, sobre todo, evocaciones nostálgicas de la tierra natal, Guinea Ecuatorial, por medio de la descripción de la diversidad de sus paisajes. En «Volveré» (1987), Juan Balboa Boneke escribe: Volveré Volveré algún día
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a cruzar mi arboleda a beber el agua clara en el remanso del Ilanché en el césped de Miókó y admirar el cielo estrellado de mi noche tropical (27); en «Nostalgia de mi tierra»(1984), Pedro Cristino Bueriberi Bokesa: Tierra mía, tierra mía! Qué lejos estás de mí! Mis ojos, suaves, anhelan fieles tu verde verdí (55); y en «La tierra mía» (1978), de Raquel Ilonbé: Así es la tierra mía, cimbreo de palmeras lánguida cadencia de ese mar en calma, ver como las olas van acariciando arenas doradas (6). La otra vertiente temática que recorre esos textos es la descripción de la experiencia del exilio como vivencia cotidiana. En la obra de un autor como Juan Balboa Boneke, que optó por huir de su isla natal, Fernando Póo (hoy Bioco) para refugiarse en otra isla (Mallorca), el exilio ocupa un lugar central. En ¿Dónde estás Guinea?, (1982), Juan Balboa Boneke expresa la angustia provocada por la vagancia y el desarraigo del exilio: ¿Quién soy yo? Se me ha arrancado de lo que era mi realidad, mi existencia, mi cultura (...). Ni soy de aquí, ni soy de allá. Y cuando me descubro a mí mismo resulta que para mis hermanos (mi pueblo), soy un extraño. Sigo sintiéndome extraño en esta sociedad porque no acabo de sentirme comprendido, porque no acabo de comprender (11). Incomprensión y desarraigo que también se manifiestan en «Prisionero de la Gran Vía»(1984), de Francisco Zamora: Si supieras que tengo la garganta enmohecida porque no puedo salirme a las plazas y ensayar mis gritos de guerra. Que no puedo pasearme por las grandes vías el torso desnudo, desafiando al invierno, y enseñando mis tatuajes, a los niños de esta ciudad (131).
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El exilio como espacio de tensión y de experiencias trágicas y solitarias también se refleja en textos como «Morir en el exilio», de Anacleto Oló Mibuy (1987): Padre: Ha muerto un guineano más; no importa sexo, tribu, circunstancias, lugar. Ha muerto. Guineano, hermano, paisano que se apaga en un día, - y como todoscon la marea del exilio; con la soga de la nostalgia. Y... mueren para no volver ni a Guinea ni a la miseria (34).
La agresión al cuerpo guineano y su consiguiente mutilación es otro aspecto del discurso de la diáspora guineana. En «Epitafio» (1973), Donato Ndongo Bidyogo escribe: Un tiro certero... Ya nada, Nada más Que un cadáver Muerto. Tierra Fue un hombre (92); en «Libertas» (1984), de Constantino Ocha'a Nve: Mi tierra perdió su espíritu por la sangre de la guerra sacrilega y fratricida que sembraron tu pecado (109). El mismo tema recorre también los versos de «Vencedores y vencidos», de Juan Balboa Boneke y «A un joven fusilado de Santa Isabel» (1984:115), de Anacleto Oló Mibuy. El discurso alternativo utilizó también la prosa como medio de denuncia. Fueron, en su mayoría, ensayos donde sus autores reflexionan profundamente, y desde distintas perspectivas, sobre la realidad guineana durante el nguemismo. Historia y tragedia de Guinea Ecuatorial (1977), de Donato Ndongo-Bidyogo, ¿Dónde estás Guinea? (1978), Juan Balboa Boneke y El problema humano (1985), de Eugenio Nkogo Ondo, un conjunto de 23 ensayos escritos entre 1973 y 1977, se sitúan dentro de ese marco. El único texto de ficción de ese período es una colección de cuatro relatos cortos («El sueño», de Donato NdongoBidyogo; «La travesía», de Francisco Abeso Nguema; «Bea», de Francisco Za-
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mora y «La última carta del Padre Fulgencio Abad», de Maplal Loboch) recogidos en un librito titulado Nueva narrativa guineana. El tema central de estas narraciones es la experiencia del desplazamiento, la falta de ubicación y de lugar, así como la búsqueda de identidad. A diferencia del discurso nguemista, la práctica discursiva de la diáspora es incluyente. Su propósito es la superación de la fragmentación nacional y social de Guinea Ecuatorial, y, de paso, sacarla de la alienación en la que se encuentra. En este sentido, los versos de Anacleto Oló cobran más vigor que nunca cuando dice: Ha muerto un guineano más; no importa sexo, tribu, circunstancias, lugar. Ha muerto. Guineano, hermano, paisano...
El 3 de agosto de 1979, el régimen de Francisco Macías Nguema fue derrocado por un golpe de estado. Empezaba así lo que el periodista francés Gilbert Wasserman, aludiendo a otro contexto africano, llamaría «la segunda independencia» de Guinea Ecuatorial; era el tiempo de la esperanza. El nuevo régimen militar fue más laxo en el terreno de la producción cultural, ya que favoreció la fundación del Centro Cultural Hispano-Guineano de Malabo, así como de la editorial del mismo nombre. El Centro Cultural también publica dos órganos, África 2000 y El Patio. Pero en el terreno político y de las libertades individuales, el guineano seguía siendo un «sujeto poscolonizado», por usar la expresión de Achule Mbembe. La etnia seguía desempeñando un papel central en los asuntos de la nación, y la represión se volvió a instalar provocando el exilio de los pocos intelectuales que habían vuelto al país. Hacia mediados de los años noventa, empiezan a aparecer nuevas firmas en el escenario literario en Guinea Ecuatorial. Los textos que forman ese corpus integran la llamada nueva literatura guineana. Sus autores son, en su mayoría, jóvenes plumas que no han vivido directamente el trauma del «nguemismo» duro. Las experiencias que recogen en sus textos tienen más que ver con la realidad de la posindependencia en la mayoría de los países africanos, es decir, la crisis económica y la corrupción como en Adjá-Adjá y otros relatos (1994), de Maximiliano Ncogo, la búsqueda de identidad, como en El párroco de Niefang (1996), de Joaquín Mbomio. En poesía, pese a que Guinea y África siguen siendo los temas principales, los autores empiezan a experimentar con el lenguaje y exploran nuevas sendas líricas como en Poemas (1994), de Juan-Tomás Ávila Laurel; Álbum poético (1995), de Jerónimo Rope Bomabá y «Homenaje a Guinea», «Annobón» y «Autorretrato» (1990), de Carlos Nsué Otong. El espacio posindependiente también ha favorecido la aparición de nuevos discursos hasta ahora ausentes del escenario literario guineano. Por un lado, está la literatura escrita por mujeres cuya problemática y preocupaciones difieren
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bastante, al menos en sus objetivos, de la de los hombres. Ekomo (1985), «Adugu» (1993), ambos de María Nsue Angüe, «Exilio» (1997) y «Gusano» (1997), de María Caridad Riloha se enmarcan dentro de ese proceso. Y por último, la literatura infantil con Leyendas guineanas (1981), de Raquel Ilonbe, el único texto para niños publicado hasta ahora. En definitiva, señalar que el universo de la posindependencia es todavía, un espacio precario donde el guineano sigue operando desde la periferia al no permitírsele participar plenamente en la construcción del proyecto nacional. En estas circunstancias, la alternativa al exilio es, para los trabajadores de la cultura, la autocensura, y algunos se han acogido a ella. OBRAS CITADAS:
Ashcroft, Bill et al, The Empire Writes Back. Theory and Practice in Post-Colonial Literatures, London-New York: Routledge, 1993. Balboa Boneke, Juan, O' Boriba (El exiliado), Mataró: Agrupación Hispana de Escritores, 1982. —, Sueños en mi selva, Malabo: Ediciones del Centro Cultural Hispano-Guineano, 1987. —, ¿Dónde estás Guinea?, Palma de Mallorca: Imprenta Politécnica, 1978. González-Echegaray, Carlos, «El África Ecuatorial a través de la novela y la poesía», La Guinea Española, 1591-93 (1965). Ilonbe, Raquel, Ceiba, Madrid: Ediciones Madrid, 1978. —, Leyendas guineanas, Madrid: Ediciones Doncel, 1981. Liniger-Goumaz, Max, De la Guiñee Equatoriale. Eléments pour le dossier de I'Afrofascisme, Genéve: Les Editions du Temps, 1983. Mbembe, Achule, «The Banality of Power and the Aesthetics of Vulgarity in the Postcolony», Public Culture, vol. 4, n.° 2 (Spring 1992). El Molifugue Informa (sin lugar), 7 de septiembre de 1977. Ndongo-Bidyogo, Donato, Antología de la literatura guineana, Madrid: Editorial Nacional, 1984. Nkogo Ondo, Eugenio, El problema humano, León: Editorial Celayran, 1985. Nueva narrativa guineana, Madrid: URGE, s. a. Olo Mibuy, Anacleto, «Gritos de libertad y de esperanza», I y II, África 2000, 4-5 (1987), págs. 15 y 34. Wa Thiong'o Ngugi, «The Culture of Silence and Fear», South (May 1984), págs. 37-38.