Prácticas políticas y cambio cultural: anarquistas autodidactas hacia mediados de 1940 *

Publicado en: Estudos Ibero-americanos, vol. XXX, nº 1, junio de 2004, PUCRS, pp. 139-160 Prácticas políticas y cambio cultural: anarquistas autodida

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Publicado en: Estudos Ibero-americanos, vol. XXX, nº 1, junio de 2004, PUCRS, pp. 139-160

Prácticas políticas y cambio cultural: anarquistas autodidactas hacia mediados de 1940* Nicolás Quiroga** Resumen Este artículo analiza las representaciones anarquistas en torno a la figura del autodidacta y su impacto relativo en un ámbito específico (una biblioteca popular) en donde las prácticas gremiales, la promoción cultural y la lectura se articularon de forma compleja, a mediados de los años cuarenta en Mar del Plata (Argentina). Abstract This article discuss the anarchist's representations on autodidacticism, and their relative impact at one anarchist's library (Mar del Plata, Argentina). In the decade of 1940, this institution articulated trade unionism, cultural politics and reading practice in various and complexes ways. Palabras clave: anarquismo, autodidactismo, historia cultural. Keywords: anarchism, autodidacticism, cultural history.

Introducción Durante el período de entreguerras en Argentina, la preocupación por la adquisición y divulgación de las competencias ligadas al mundo de lo escrito fue compartida por todo el espectro institucional, aún cuando dicho objetivo fuera perseguido de formas diferentes. Son bien reconocidas las prácticas políticas anarquistas y sus relaciones con las instituciones desde las que surgieron (gremios, bibliotecas, compañías de teatro, impresos, etc.). La literatura al respecto remarca la promoción cultural como una de las constantes durante las últimas décadas del siglo XIX y

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Una primera versión de este trabajo fue presentada en las II Jornadas de Historia de las Izquierdas, organizado por el Ce.D.In.C.I, 12 y 13 de diciembre de 2002, Buenos Aires. ** Universidad Nacional de Mar del Plata. Grupo de Investigación "Movimientos sociales y sistemas políticos en la Argentina Moderna".

la primera mitad del siglo XX, si bien su intensidad y público de referencia sufrieran altibajos1. Una de las figuras más insistentes en ese terreno fue la del autodidacta obrero, en la medida en que conjugaba su incidencia en el plano de la lucha política con la adquisición de conocimientos, desde su experiencia de clase2. En tanto representación de expectativas concretas, sus características pretendieron “ordenar” formas específicas de participación política y de aprendizaje, además de intentar consolidar un corpus legítimo de lecturas y sus correspondientes interpretaciones. La autodidaxia mantuvo su vigencia entre los activistas más notables del anarquismo, pese a las dificultades para inscribir dichas aspiraciones en las instancias concretas de lucha y experiencia, y pese a que las prácticas de la lectura en las filas anarquistas acusaron gran diversidad y afección por otros tipos de literatura, menos comprometida con el canon libertario. Este trabajo pretende analizar las representaciones en torno al autodidactismo relevando, en un primer apartado, algunas insistencias en los escritos de los autores estudiados acerca de la figura del autodidacta, para luego considerar su impacto relativo en un contexto específico. Esta preocupación por investigar los entrecruzamientos entre prácticas culturales y prácticas políticas es el resultado de una investigación que hemos llevado a cabo en torno a las modalidades de lectura y las formas de sociabilidad en la Biblioteca Popular Juventud Moderna de Mar del Plata [en adelante JM], en la década de 1930 y principios de la siguiente, por lo que en más de una ocasión nos referiremos a ella3. No propugnaremos aquí conclusiones de tipo general; sin embargo, nos inclinaremos a mantener la hipótesis que sostiene que las prácticas culturales surgidas desde espacios populares como las bibliotecas anarquistas –concebidas como efectos de un programa de acción política

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Barrancos, Dora. Educación, cultura y trabajadores (1890-1930). Buenos Aires:CEAL, 1991; para un estudio sobre el anarquismo en Buenos Aires, con base en sus círculos intelectuales y a principios de siglo, ver Suriano, Juan. Anarquistas. Cultura y política libertaria en Buenos Aires, 1890-1910. Buenos Aires:Manantial, 2001. 2 Fabbri Cressatti, Luce. “Caracteres e importancia del autodidactismo obrero”. En Brecha, 23 de diciembre de 1998, número especial, Uruguay.

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enfocado hacia la construcción de un espacio sindical–, hacia mediados de los años cuarenta, pueden pensarse como residuales4 e intensas. Este aspecto está íntimamente ligado a los cambios que fueron produciéndose en la década del treinta en torno a lo que podríamos llamar la construcción de las audiencias culturales, y en términos menos precisos, los cambios en el consumo de bienes culturales de los espacios populares5. Esta ligadura entre un espacio institucional complejo y residual y un momento de fuertes cambios en las prácticas culturales, nos permitirá acercarnos, de forma general, a las apuestas que algunos mediadores culturales ligados a la clase obrera promovían – múltiples y, en muchas ocasiones, no articuladas–, y a las producciones de algunos autodidactas en particular. Por otro lado, dadas las características del período y ámbito estudiados (Mar del Plata, mediados de la década de 1940), una aproximación de esta naturaleza podría permitirnos evaluar procesos que por su escala y expresión “tardía” se diferencian de otros analizados con mayor rigurosidad (anarquismo a principios de siglo con sede en Buenos Aires). Analizaremos a lo largo de este trabajo una serie de escritos éditos que tiene como autores a sujetos que se percibían a sí mismos como autodidactas. Tres de ellos participaron, en mayor o menor medida de las actividades que en el período analizado surgieron de la sede de la biblioteca JM (ya sean de

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Quiroga, Nicolás. "Lectura y política. Los lectores de la Biblioteca Popular Juventud Moderna de Mar del Plata (fines de los años treinta y principio de los cuarenta)". En Anuario IEHS, número 18, 2003, pp. 449-474. 4 Preferimos utilizar aquí la noción de “espacio popular” antes que la de “sectores populares” para remarcar que la confluencia de intereses en determinados ámbitos no significó una amalgama de identidades. Con respecto a las bibliotecas populares como ejemplos de esos espacios, hay que señalar que no todas presentaron caracteristicas similares; en el caso de la JM, su organización estuvo a cargo de una mayoría de dirigentes anarquistas, y hasta la clausura del local –que compartía con la Unión Obrera Local [UOL], sede de sindicatos autónomos–, las actividades promocionadas desde sus comisiones directivas estuvieron influenciadas por un “ideario anarquista”. Por último, cuando hacemos referencia aquí al concepto “residual” estamos refiriendo lo escrito por R. Williams en Marxismo y literatura. La perspectiva de M. Agulhon sobre la importancia del dónde se practica sociabilidad obrera no es antagónica ya que “residual” no supone debilidad o fragilidad al interior de un grupo específico, sino que señala una formación cultural no hegemónica. 5 Respecto al tema de la lectura, la advertencia sobre estos procedimientos es tratada en: Radway, Janice. Reading the Romance. Women, Patriarchy, and Popular Literature. The University of North Carolina Press, 1991 y en Long, Elizabeth. “Women, Reading, and Cultural Authority: Some Implications of the Audience Perspective in Cultural Studies”. En American Quarterly, volumen 38, número 4, 1986, pp. 591-612.

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extensión cultural, ya sindicales)6. Además de su origen social, estos sujetos tienen en común su experiencia como trabajadores y, en dos de los casos, su adhesión al credo anarquista. El primer aspecto nos parece de suma importancia y traza los límites del vínculo autodidaxia / clase obrera. En ese sentido, la inclusión del ejemplo de RVM apunta a remarcar que no todos las estrategias de la autodidaxia estuvieron orientadas hacia la práctica política o confluyeron en una identidad proletaria. Sin caer en el legitimismo7, creemos que los casos de autodidactas obreros no son representativos de un colectivo como “la clase obrera”, y que los hábitos de los grupos sociales y políticos referidos, incluso en el marco institucional que le damos a este trabajo, distan mucho de resumirse en los que observamos en quienes se consideran autodidactas obreros. El segundo aspecto, por su parte, le otorga una "profundidad" al objeto de nuestro trabajo: aunque en términos absolutos, la clase obrera no determine las características del autodidacta y en ningún caso su adhesión a programas políticos o su filiación ideológica, nos encontramos ante un complejo institucional (en el sentido de prácticas sociales) en el que clase obrera, autodidaxia y anarquismo convergen de forma específica. Por otro lado, retomamos a lo largo del trabajo algunos otros escritos de sujetos – de los que no todos se reivindican como anarquistas pero sí como autodidactas y obreros–, con el propósito de delimitar con mayor precisión los aspectos propios de un nexo entre relaciones sociales, estrategias culturales y expresiones políticas contemporáneas8. 6

Los escritos de los tres sujetos ligados a la JM son: Woollands, Héctor. Memorias de un anarquista. Mar del Plata: Grupo Editor El Martillo, 2000 [en adelante WMA]; Vuotto, Pascual. Vida de un proletario. Buenos Aires: Reconstruir, 1975 [en adelante VP]; Orfei, Ricardo. Recuerdos de un viejo marplatense. Mar del Plata, 1992 [en adelante RVM]. 7 A partir de cambios en el consumo suelen sostenerse supuestos no confirmados que tienden a homologar audiencias (en este caso, en espacios populares) y consumo / masividad. Para una revisión de los debates entre posiciones culturalistas y populistas, de una larga lista, hemos recurrido a: Martin-Barbero, Jesús. De los medios a las mediaciones. Comunicación, cultura y hegemonía. Barcelona:Gustavo Gilli, 1998; Zubieta, Ana María (comp.). Cultura popular y cultura de masas. Buenos Aires:Paidós, 2000; Sarlo, Beatriz. “Los estudios culturales y la crítica literaria en la encrucijada valorativa". En Revista de Crítica Cultural, número 15, Noviembre de 1997; Passeron, J.C. y Grignon, Claude. Lo culto y lo popular. Miserabilismo y populismo en sociología y en literatura. Buenos Aires: Nueva Visión, 1991. 8 Los otros textos consultados son: Grunfeld, José. Memorias de un anarquista. Buenos Aires: Grupo E. Latinoamericano, 2000 [en adelante, GMA]; Riera Díaz, Laureano. Memorias de un luchador social,1926-1940. Buenos Aires: s/d, 2 tomos, 1979-1981; Reyes, Cipriano. Yo hice el 17 de octubre. Buenos Aires: CEAL, 1984, 2 tomos [en adelante H17]; Nario, Hugo. Bepo: Vida

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En su mayoría, los escritos consultados pertenecen al género autobiográfico. Desde un punto de vista metodológico, esto sin dudas abre un abanico de problemas. El abordaje de este tipo de documentos no será contrastado con fuentes que revisen y discutan las proposiciones de los autores. Creemos que, como mediadores culturales, los autodidactas promovieron un conjunto de fórmulas que hacen las veces de polo magnético en un supuesto escenario en el que se debaten las instituciones de la élite letrada y el Estado (educación formal, canon literario) y las instituciones "populares" o no tradicionales (educación informal, asociaciones, crotaje), en permanente fricción y ambigüedad. Debido a ello, la operación analítica no consiste, así lo entendemos, en destramar lo verdadero y lo falso de dichos postulados, sino en percibir de qué manera intervienen y afectan los circuitos de comunicación. A esto denominamos el aspecto “simbólico” en nuestro análisis. Asimismo, nos hemos distanciado de una interpretación que subraye las actualizaciones de adquisiciones previas de los agentes (capital cultural), privilegiando el carácter disruptivo de los actos de lectura que los autores de las autobiografías consultadas reconstruyen en sus escritos9. Los autodidactas En la introducción apuntábamos aspectos comunes a los autores que tomamos aquí como ejemplos. Subrayamos dos; por un lado la referencia a un mismo período histórico, y por el otro su experiencia como trabajadores. En efecto, Héctor Woollands y Pascual Vuotto son afectos a indicar los fines de la década del 30 y principios de la siguiente como un período clave en su formación, aunque ambos mantuvieron una militancia social a posteriori (en la JM, en cooperativas y en sindicatos). En el caso de Vuotto, la atención sobre el período tiene otras particularidades debido a que fue uno de los "presos de Bragado" y por su liberación los grupos anarquistas se movilizaron

secreta de un linyera. Buenos Aires: CELA, 1988 [en adelante BG]; Borda, Angel. Perfil de un libertario. Buenos Aires:Reconstruir, 1987. 9 Adoptamos ese procedimiento de Hébrard: “Logo [desde una perspectiva que retoma el concepto de capital cultural], a leitura é mais facilmente pensada como processo de confirmação cultural do que como motor de um deslocamento ou de uma progressão no mesmo campo.” Hébrard, Jean.

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intermitentemente por más de una década (salió de la cárcel en 1942, luego de 11 años). R. Orfei también hace referencia a los años treinta y cuarenta, pero en su caso el giro epocal posee connotaciones diferentes: ya no se trata de señalar un período de efervescencia política, sino de recordar las cualidades sobresalientes de una cultura urbana añorada. Woollands describe el período a través de una imagen: pasado el mediodía, uno podía pararse en Colón e Independencia (un reconocido cruce de calles de la ciudad) y de esa forma ver la calle saturada de bicicletas descendiendo la loma10. La imagen pretende condensar las implicancias del crecimiento urbano, del aumento de la oferta en el mercado de trabajo y de la militancia nucleada en los sindicatos. Orfei, por su parte, recuerda sus años de canillita enumerando algunas canciones que desde algunos comercios inundaban el centro de la ciudad, o bien, nombrando paseos, barrios, calles, objetos perdidos. Su atención está puesta en dar forma a aquello que añora: No puedo nombrarlos a todos mis queridos amigos que hoy ya son un recuerdo difuso; pero, que eran los dueños de aquel antiguo Mar del Plata de los años 20, 30, hasta los 50....Después nuestra ciudad, cambió tanto y todos aquellos pioneros del ayer, volaron hacia otra dimensión! (RVM, p. 14)

Existen diferencias en cuanto a la experiencia política de los autores, pero también otras, inherentes al contexto de publicación de los escritos, y al interior de los mismos. Es notoria la ausencia de posiciones políticas en el texto de Orfei. Pero, además, el libro de Orfei significa una apuesta diferente frente a la escritura y un uso particular de las herramientas intelectuales. El libro de Vuotto es resultado directo de la lucha por su libertad11; el de Woollands, fruto de una compilación realizada luego de su muerte12; y el de Orfei, producto de

"O autodidatismo exemplar. Como Valentin Jamerey-Duval aprendeu a ler?" En Chartier, Roger (org.). Práticas da leitura. São Paulo:Estação Liberdade, 2001 [1985 en francés], p. 38. 10 Entrevista a H. Woollands, video, Biblioteca Juventud Moderna, 1990. 11 Gran parte del libro vuelve específicamente sobre ese tema y es su prologuista (Osvaldo Bayer) el que repara en los aspectos autobiográficos ligados a su formación, a su infancia y a sus primeros años como obrero. 12 Compilación que se basa principalmente en una autobiografía inédita pero que inserta en el libro cartas, publicaciones y discursos de H. Woollands.

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su participación en un grupo literario, el cual financia parte de la publicación del libro13. Es posible suponer aquí dos tipos de prácticas sustentadas en el autodidactismo. Mientras que Woollands y Vuotto son ejemplos de una confluencia de formación política y formación cultural, Orfei por su parte, prescinde de la primera. Aunque los tres autores tengan una extracción social común, es posible pensar sus textos como expresiones disímiles. En ese sentido, R. Orfei estaría vinculado a otro tipo de autodidacta, presente también entre los lectores de la JM a principios de los 40, más preocupados por su formación como escritores14, y, tal vez, con una intención de testimoniar el éxito individual de una vida plagada de dificultades, razón de su distinción. La lectura como síntoma Sin embargo, a la hora de analizar lo expresado en torno al tema de la autodidaxia en los tres textos observamos recurrencias importantes. Estas recurrencias –que iremos citando a lo largo del desarrollo de este apartado– no nos indican una "comunidad interpretativa"15 por sus lecturas específicas ni por su posición social, sino más bien por sus estrategias de lectura, por su atención al contexto de lectura y por el carenado mítico con el que rodeaban a este ejercicio, principal herramienta formativa. De acuerdo con Martin Lyons16, habiéndoseles negado la doble herencia del capital económico y el capital cultural del que habla Bourdieu en La distinción, los autodidactas desarrollaron procedimientos heterodoxos para acrecentar sus disposiciones culturales. Estos procedimientos son parte de los dispositivos culturales que, lejos de funcionar como meros sustitutos, conformaron un mundo particular y

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Colaboró en su edición el taller “Encuentros Literarios” bajo la dirección de Esmeralda Longhi Suárez. 14 Un ejemplo en ese sentido es el poeta Eugenio Urbina García, lector de la JM a principios de la década del ’40, quien publica poemas en La Capital y en 1952 edita con fondos propios su libro de poemas Canto de soles por venir. 15 El concepto pertenece a Stanley Fish. "¿Hay algún texto en esta clase?". En Palti, Elías (comp.). Giro lingüístico e historia intelectual. Buenos Aires, Universidad Nacional de Quilmes, 1998; e “Interpreting the Variorum”. En Finkelstein, David. y McCleery, Alistair. The History of the Book Reader. New York: Routledge, 2001. 16 Martyn Lyons. "The Reading Experience of Worker-Autobiographers in 19th -Century Europe". Paper presentado en el International Congress of Historical Sciences, Oslo, 2000. En su trabajo, Lyons utiliza fuentes éditas (más de 150 autobiografías de obreros ingleses y franceses) para caracterizar la relación entre autodidaxia y clase obrera.

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sumamente ambiguo, en el que la fuerza del origen y el deseo de acervo cultural, encarnaron marcadas tensiones17. Un universo en el que competían y se amalgamaban la experiencia de vida y la educación libresca; la resistencia y la deferencia hacia las instituciones “burguesas” (en especial hacia la educación formal); la representación y la distinción respecto al origen. En los textos, las evocaciones de las carencias económicas (falta de tiempo, de material de lectura, de espacio, de luz) se multiplican con perficiencia. El aprendizaje, más allá de sus móviles muchas veces contrapuestos, se transforma en una obsesión y las carencias se suplen con ingenio y tenacidad. Y la cristalización de esta carrera profana es casi siempre una imagen, una construcción discursiva que condensa todos los materiales y sus usos. Woollands hace referencia en una de sus entrevistas a sus lecturas en los galpones, con escasa luz de vela, mientras el resto de la peonada dormía. En WMA escribe sobre otro sujeto, en iguales condiciones: Nos llamó la atención encontrar en ese lugar un catre apartado de todos los demás, en cuya cabecera lucía una mesa de 'luz' consistente en un cajón de envasar latas de kerosene, en el cual había, entre otros papeles, un ejemplar de la revista 'cultura' muy leída en aquellos tiempos por gente curiosa. Deducimos que el ocupante de ese 'hábitat' no debía ser un provinciano indiferente sino alguien con inquietudes. (p. 23)

Vuotto por su parte escribe en su VP: El primer día de trabajo, a las 12, el jefe me mandó a almorzar. Este almuerzo consistió en leer algunas páginas de un libro. Regresé llevando, en vez de mondadientes en la boca, un dardo en el corazón. (p. 33)

Estas escenas no son excepciones a la regla. Citemos a otros autodidactas para luego reflexionar sobre el conjunto. Grunfeld, al contar su primera visita a un prostíbulo, da cuenta de su obsesión por la lectura: Yo no había conocido esas ‘instituciones’ anteriormente y seguía virgen, influenciado por la lectura de una novela que resaltaba la tragedia de una muchacha modesta engañada por un galán habilidoso en las lides amatorias. (GMA, p. 86)

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Aunque la noción de acervo cultural difiere de acuerdo a los contextos históricos en los que reparemos, es posible suponer, a los fines de este trabajo, una ligadura entre su significado y lo que la élite letrada intentaba naturalizar, tanto en la formación de un canon literario desde el campo intelectual, cuanto en los programas que sustentaban la educación pública.

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Hay que señalar la estrecha relación entre cada una de estas escenas y el espacio en el que se desarrollan: la estancia, la fábrica, la escena urbana. O el campo indómito, personificado por el viento, en esta figura en el libro de Nario sobre uno de los crotos más conocidos en el país: Con qué avidez leía por entonces los diarios. Conocía la política internacional sin perderme detalle. En cuanto un croto tenía diez centavos compraba Crítica. Luego el diario circulaba de ranchada en ranchada, hasta hacerse pedazos, y cuando acababa la lectura empezaban las discusiones. A veces había andado días sin nada que leer y de golpe el viento alzaba las hojas de un diario y las pegaba contra el alambrado. Salíamos corriendo para no dejarlas escapar, aunque fueran noticias viejas para leerlas hasta el último renglón. (BG, p. 96)

La combinación entre ámbitos y saberes despierta la admiración y curiosidad de Cipriano Reyes, quien luego dice encontrar las respuestas en su experiencia de luchador social: Lo veía con su pantalón y blusa azul, traje limpio y diario de trabajador pensante, moverse y conversar con facilidad de palabra y expresión clara, despertando en mí una afectuosa admiración que me llevaba a preguntarme a veces: ¿Cómo podía saber tanto y tantas cosas, vestido con ese traje azul de cambrona, la camisa gris, el pañuelo blanco al cuello y alpargatas negras?...¿Cómo podía saber tanto si tenía sus manos duras de callos y trabajaba sin descanso? (H17, p. 21)

Tres elementos pueden distinguirse en estas “escenas” que hemos citado arriba. En primer lugar, la transformación del hábito de la lectura, de actividad de tiempo libre a profesión de fe, a práctica iniciática. En segundo término, la conjunción entre el saber libresco y la experiencia de vida –fórmula que los autores revisitados hallaban ausente en la educación formal–, clave para el juicio literario. Por último, la sapiencia de no formar parte del “mundo burgués” y de diferenciarse de otros obreros, quienes poseyendo su misma experiencia, son “indiferentes” o “sin inquietudes”18. Respecto al primer elemento, hay que señalar que se trata de un rito de pasaje de “lector común” a lector formado. En el caso de quienes asumen un protagonismo político, la lectura “bulímica” está ligada a un programa y a una praxis (Woollands, Vuotto, Grunfeld, Reyes); en el caso de Orfei parece estar vinculada propiamente con la su condición de escritor. De acuerdo con Lyons, 18

Un cuarto elemento debe ser considerado: la instancia de escritura, en tanto acontecimiento que actualiza y resignifica a los otros tres. Ver Hébrard, op. cit., p. 42.

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los autodidactas obreros ingleses y franceses, como escritores, tendían a imitar a las figuras literarias de la cultura legítima, lo cual los ponía en una situación contradictoria: a la deferencia, la cultura oficial respondía con homenajes caricaturescos19. Aun así, el hábito de leer se transforma en un acto digestivo en todos los autores citados. Además del almuerzo de Vuotto, Grunfeld nos presenta otras imágenes: "Lo cierto es que leía, tragaba libros de todo tipo. Leía a toda hora, incluso cuando estábamos a la mesa para almorzar y cenar" (GMA, p.20). Y recordando una reunión de cooperadora escolar, en la que sostuvo posiciones extremas, escribe: "Tras muchas discusiones, las maestras comentaron en chanza que yo estaba empachado de lecturas mal digeridas. Pienso que tenían razón" (GMA, p. 106)20. El segundo aspecto que remarcamos espesa la especificidad del tipo de sociabilidad en el que la autodidaxia toma distancia de la formación. Así, si bien algunos de los autores citados han pasado fugazmente por la escuela, la mayoría ha tenido como precarios maestros a algún miembro de su familia (Woollands, Vuotto, Reyes21), o mencionan los consejos y guías de lectura de compañeros, o bien reflexionan sobre la importancia de alguna condición en particular de su vida en su aprendizaje (Grunfeld dice que, como judío, estaba predispuesto a la práctica de la lectura y la escritura). Aunque el rótulo "autodidacta" aparenta indicar, literalmente, una forma de educación solitaria y 19

Lyons, “The Reading Experience...”. La escritura de Orfei bien puede pensarse en esos términos. Por otro lado, respecto a los argumentos de Lyons, habría con atender a los de R. Altick cuando hace referencia a una coyuntura a mediados del s. XIX en la que la burguesía ponderó los relatos de los hombres que venciendo extremas dificultades lograron hacerse de un capital cultural. Altick, Richard. The English Common Reader : A Social History of the Mass Reading Public, 1800-1900. Ohio State University Press, 1998, capítulo 11, “The Self-made Reader”. 20 Laureano Riera Díaz también hace referencia a su formación en los mismos términos: Memorias de un luchador...op. cit., t. 2, p. 13. 21 H. Woollands expresa claramente la relación ambigua con la educación formal. Su padre no lo envió a la escuela debido a sus convicciones ideológicas (anarquista), y aprendió a leer con él. Sin embargo, en WMA, escribe: “Una de las dificultades que más frecuentemente se observan en la militancia, sea esta ideológica, gremial, vecinalista, etc., es la escasez de compañeros con la capacidad mínima para escribir y hablar en público.[...]De ahí que me propusiera capacitarme en tales aspectos con el fin de ser útil a las tareas que había emprendido. Con ese objeto leía bastante, solicitando a compañeros mayores que me orientaran en la elección de lecturas. Pero eso no era suficiente. Decidí entonces concurrir a una escuela nocturna a recibir lecciones de gramática" (p. 45-46). Reyes, por su parte, dice: "Comencé a bucear en la fuente de la literatura de avanzada concepción social revolucionaria y además de los libros que me indicaban mis compañeros y amigos yo buscaba por mi cuenta todos aquellos que me hicieran vislumbrar el camino que anhelaba recorrer" (H17, p. 36-37).

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desligada de los ámbitos colectivos oficiales en los que el aprendizaje tiene lugar, a la hora de aproximarnos con mayor certeza al término, hemos de tener en cuenta que pocos casos se pueden asociar a una experiencia individual: otras instituciones como las familias, las redes informales de parientes, amigos, vecinos o cofrades, o las instituciones barriales, por citar algunos ejemplos, adquieren importancia capital en las trayectorias de vida de los autodidactas22. Y esto no hace más que subrayar el núcleo histórico del término, que adquiere características particulares de acuerdo a la coyuntura social en la que se inscribe. El estereotipo de autodidacta –en el que la experiencia como trabajadores y la lucha por la formación cultural adquieren densidad en la praxis– conjuga el ámbito y la posición que los agentes ocupan. Así, Bepo Ghezzi –vía Nario– desiste de una falsa contradicción entre obreros urbanos lectores y crotos de vía: Cuánto he aprendido de ellos –decía– en los años en que viví allí. Ellos son hombres de lectura [los canteristas]. Yo lo miraba a Quirurga. ¿Y lo que había aprendido yo de él?¿Y cuando me enseño a prender fuego con un papel enrollado? ¿Y cuando cazamos perdices contra el alambrado?¿Y cuando calentaba la tierra antes de acostarse para luchar contra el frío? (BG, p. 72)

Al igual que C. Reyes —que funde la camisa de cambrona y el saber—, Ghezzi desestima una disyuntiva presente en quienes podían hacerse de un salario abandonando las vías. Woollands, por su parte, recordando a su padre (Luis Woollands, Juan Crusao), potencia su obra debido a su conocimiento de saberes no académicos: La elemental sabiduría del gaucho que él había observado en su infancia y su juventud, le había dejado valiosísimas enseñanzas de las que extraía útiles resultados. Luego, ya mozo fue autodidacta hasta llegar a ser un periodista y escritor que exponía con precisión su pensamiento (WMA, p. 13).

El tercer elemento que enumeramos más arriba nos permite citar algunos párrafos en los que los autores indican las diferencias con sus compañeros, las cuales delinean, de alguna manera, las características más ríspidas del mundo de los autodidactas obreros: su percepción de las 22

En las escrituras de los autores citados, las referencias a tradiciones en las que podrían incluirse sus propios relatos están borradas. Sólo P. Vuotto hace mención a Mis universidades

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conductas de aquellos que no profesaban la misma inclinación por la lectura, pero también las reacciones que sus hábitos provocaban en los demás. Woollands, al respecto, dice en WMA: El público que seguía las alternativas de esos debates estaba constituido por los cuatro hijos del chacarero, a los que algunas veces se sumaba el padre también. Aquellos jóvenes muchachos de la campaña nunca habían oído hablar de las cosas que nosotros abordábamos y estaban admirados de nuestros conocimientos y «sabiduría». (p.23)

Y si bien es cierto que en dicho párrafo la idea de auditorio desdibuja un poco las tensiones propias de establecer una diferencia entre “muchachos de la campaña” y protagonistas de los debates23, podemos inferir esto que Orfei hace más explícito: Recuerdo que yo como buena ‘rata de biblioteca” que era para leer, me devoraba diarios y revistas y recién tenía 15 años de edad. Cosa que no hacían mayormente otros diareros que lo único que más le interesaban era jugar a las ‘moneditas’, comerse tortas negras y sanguches. (RVM, p. )

Grunfeld expone la distancia y en algunos casos el aislamiento del autodidacta, en su medio obrero: Confieso que, por mi parte, no sabía qué decir en esas interminables discusiones. El tema [fútbol] no me interesaba, no lo conocía, y nada hice para ello. En cambio, solía expresar mis opiniones sobre las necesidades de un sistema de sociedad superior en procura de mayor igualdad, motivo por el cual se burlaban de mis opiniones y de mí. (GMA, p. 86)

Las fricciones, que provocaba la distinción entre comportamientos promovidos y los que efectivamente tenían lugar entre los grupos sociales de origen de los autodidactas, no eran fáciles de resolver. Algunas respuestas provienen de la construcción de rituales específicos, los que solían condensarse en el uso del término “inquietud”: factor que identificaba, principalmente, a quienes leían; pero también a quienes sostenían un programa político, militaban (Vuotto, Woollands, Grunfeld, Reyes) o a quienes se

de Gorki, libro de considerable circulación entre los lectores más vinculados a la JM. 23 Cuando los autores citados hacen referencia a este tipo de debates en los sindicatos o entre el crotaje dirán, de otros o de sí mismos, que no participaban de ellos sino hasta haber sido “iniciados” por sucesos fortuitos que reclamaron su ingreso (ausencia de un orador, por ejemplo). La exclusión identificaba por la negativa el carácter de “entendidos” de los participantes.

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distinguían de los crotos de juntada (obreros golondrina) y se definían como “crotos de vía” (Ghezzi, Reyes)24. Para finalizar este apartado es necesario reparar en la forma que la lectura estaba grillada por ritos que la provocaban y le daban sentido. Reyes (H17, p. 73-74) describe las normas del canje de libros entre los crotos: en una ranchada se encuentra con un viejo e indagan si tenían libros. Luego, Reyes le da Iras Santas de Chocano, y recibe a cambio La guerra y la paz de Tolstoi. Antes del canje, cada uno de ellos, en el libro que entrega escribió "de A a B, en tal lugar y en tal fecha". Otro caso nos llega vía Osvaldo Baigorria, quien –basándose en testimonios de crotos “históricos”– describe una cueva cerca de San Nicolás: Junto a un arroyo, donde los crotos se bañaban o lavaban sus ropas, se cavó la barranca y se instaló una barrica: una pequeña biblioteca sin bibliotecario y con un salón de lecturas ilimitado. Dice Finamori «había más que nada libros anarquistas. La conquista del pan (de Kropotkin), los diarios de La protesta, La Antorcha...Por ahí se encontraban medio destruidos, pero siempre se encontraba algo, porque si uno había comprado por ejemplo un diario, después no lo iba a guardar, no se lo 25 podía llevar en la linyera, al hombro. Así que lo dejaba para que lo leyera otro».

Estos ejemplos deben, sin embargo, considerarse en un plano en el que los rituales van más allá de las modalidades de la lectura y adquieren trascendencia a partir de la relación entre éstas y un programa político26.

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Acaso una noción que supera los borrosos límites de la prédica anarquista, puesto que algunos socialistas entrevistados prefirieron el mismo término para recordar sus actitudes frente a la lectura. 25 Baigorria, Osvaldo. En pampa y la vía. Crotos, linyeras y otros transhumantes. Buenos Aires: Libros Perfil, 1998, p. 66. Libro al que referimos con reservas, ya que traza relaciones míticas en torno a comparaciones como las de gaucho-croto, caballo-ferrocarril, territorialidad-desterritorialización. En ese mismo sentido, en su testimonio en el libro de Ángel Borda, Perfil de un libertario, Hugo Nario escribió: “Mientras la mayoría vagabundeaba sobre el lomo de los trenes cargueros, él y sus compañeros lo hacían sobre el lomo del río Paraná. En lugar de ir de estación en estación, iban de puerto en puerto, a donde lo llevasen los barquitos y lanchones que lo surcaban”. Borda, op. cit., p. 236. 26 El acto de leer no siempre significa una misma operación. Hoggart sugiere que las lecturas obreras de los periódicos no eran en absoluto crédulas; M. Lyons y D. Barrancos, para contextos diferentes, nos entregan algunos ejemplos de lectores que no sabían leer. Al respecto, el párrafo siguiente de Vuotto es esclarecedor: "Días antes había adquirido Memorias de un revolucionario , de Kropotkin, del que sólo comprendí el significado de la tapa, que conmovió todas mis fibras sensibles. Representaba ésta una cadena de deportados en viaje por la estepa hacia Siberia, los que eran azotados por los cosacos. Así empecé a conocer las ideas de renovación social, la lucha de clases, a comprender la vida" (VP, p. 28). La importancia de la lectura icónica es revisada en Hébrard, "O autodidatismo exemplar...".

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Anarquismo, tradición oral y oratoria De acuerdo con Maurice Agulhon, la sociabilidad informal y la formal están imbricadas y no puede decirse que allí donde las instituciones establecen su legalidad, la tradición informal no continúe influyendo sobre las interacciones personales27. En instituciones como las bibliotecas, la trama de sociabilidad está compuesta por figuras entretejidas por la tradición oral y la cultura letrada. El acto de la lectura, de acuerdo con Michel de Certeau, está profundamente ligado al registro oral: “Desde la del niño hasta la del científico, la lectura está dispuesta y es posible gracias a la comunicación oral, ‘autoridad’ innumerable que los textos casi nunca citan”28. Las lecturas comentadas, por ejemplo, son el resultado de una formalización de prácticas de sociabilidad en ámbitos como el salón de lectura, en donde la identidad que se promueve pretende diferenciarse tanto de ámbitos de sociabilidad más "indiferentes" (el bar), cuanto de otros propiamente burgueses (el salón literario)29. Incluso Orfei recuerda reuniones de lecturas, pero su recuerdo difiere al de los demás autores citados: Yo entonces, como muchos de mi generación, éramos ávidos lectores de libros y más libros que enseñaban a conocer el espíritu de las parnasianas glorias de los novelistas y poetas del siglo XIX, que solazaba a nuestras almas de pobres trabajadores y bohemios, que con el autodidactismo, teníamos la guía para suplir la carencia de los estudios secundarios, y al mismo tiempo enriquecían nuestra gramatical concepción tan edificante en esas plumas de la filosofía y el saber. Recuerdo que nunca faltaba en tales reuniones el avidísimo lector que sabía de memoria de pe a pa, repetir páginas enteras de los más grandes literatos y filósofos del saber... (RVM, p. 11)

En ese sentido, la incidencia de la interacción personal en la conformación de los grupos que excedían los lazos primarios es un dato que, residual para el período, continúa ejerciendo su imperio entre los anarquistas, como parte tácita de un programa de militancia social. Sin embargo, no se trató de un fenómeno subtendido por una ideología en particular. Decíamos más arriba que el tipo de autodidacta al que nos aproximamos no se define por exclusivamente por sus adquisiciones culturales previas, sino

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Ver Agulhon, Maurice. Historia vagabunda. México: Instituto Mora, 1994. De Certeau, Michel. La invención de lo cotidiano. México: ITESO/UIA/CFEMCA, 1996, p. 181. 29 Ver Barrancos, Dora. “As «leituras comentadas»: um dispositivo para a formação da consciência contestatória entre 1914-1930”. En Cuadernos AEL – Anarquismo e Anarquistas. 28

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por los “usos” y condensaciones que la noción implica en determinados contextos. El hecho de que las representaciones en torno a la avidez gnoseológica estén imbricadas con un programa político y una práctica militante, hace de la autodidaxia un instrumento en absoluto “universal”. Resulta interesante articular las "escenas" que citábamos más arriba con estos párrafos que podríamos denominar condensaciones de programas militantes. Al respecto dice Woollands: Por eso ha sido que los inquietos propulsores de la emancipación de los trabajadores, en su afiebrado bregar, tuvieron siempre, como objetivo principal de su infatigable quehacer, la organización sindical. Crear el sindicato que tenía por misión proveer a la dignidad del trabajo. Luego fundar la biblioteca que hiciera posible la capacitación intelectual de las huestes productoras, y junto a la biblioteca, como un anexo del que no se puede prescindir, el teatro. (WMA, p. 133)

Crear el sindicato, fundar la biblioteca y luego el grupo de teatro. El plan de operaciones de Woollands es muy parecido al de Reyes: En pocos días quedó constituido el Sindicato. Alquilamos un local para esta labor, la secretaría la ocupaba el compañero Mariano. El moblaje era el corriente en esa época: unas sillas de paja, bancos largos de madera y una mesa rústica que habíamos conseguido al fiado...inmediatamente adornamos el local, formamos una pequeña biblioteca y comenzamos a realizar las primeras reuniones. (H17, p. 48).

Grunfeld, desde otro ángulo, define en el siguiente párrafo citado, los vínculos que el anarquismo poseía con instituciones en apariencia no muy afines: Mi formación como militante libertario fue muy deficiente. Carecí de formación acerca del acontecer político y social. Algo me salvó mi inclinación a la lectura. Pero la parcialidad del reducido grupo ‘Libre Acuerdo’ no me ayudó a comprender de qué manera actuaron los diversos sectores anarquistas en Rosario y en el resto del país. He resumido muy brevemente la existencia de la FORA, de la USA, de La Antorcha y otras publicaciones, pero no tuve mayores contactos con compañeros cuyo valor, entereza y conocimientos aprecié más adelante. Tampoco tuve contactos con el «crotaje» (derivado de la palabra «croto»). (GMA,p.98-99).

Actualidad política, lectura, sindicatos, prensa, crotos30, teatro31. El anarquismo es una corriente que no dejó de considerar este tipo de programas, Campinas: IFCH, número 8-9, 1998, pp. 151-161. Para un marco general sobre tradición oral, ver Ong, Walter. Oralidad y escritura. Buenos Aires: FCE, 1997, en especial capítulo III. 30 Los autores que revisamos aquí tienden a pensar a las crotiadas como una “escuela viva” o un “ejercicio de militancia”. Forma parte de lo que aquí llamamos “espacios populares” y las representaciones en torno a ellas no son escasas. Nombres que más se repiten en los archivos de la JM (Mario Penone, H. Woollands) aparecen también citados en el libro sobre Ghezzi, “participando” de viajes por el litoral argentino.

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por un lado ligados al asociacionismo, y por el otro a un credo implícito en el que "lo lejano", la perspectiva política de gran escala, y la perspectiva "cercana", la escala interpersonal, eran lo suficientemente elásticas como para intentar soportar los golpes hacia uno y otro punto del espectro: contra la expansión del régimen capitalista y contra el desarrollo de las formas masivas de interacción y la movilidad social. Al respecto, es destacable la posición de Grunfeld a la hora de definir una ética anarquista: Otro tanto sucedió con quienes se negaban a adquirir casa propia o un terrenito para edificar. Se había malinterpretado un aforismo de Proudhon: ‘La propiedad es un robo’. Asimismo, sucedió algo parecido con las jubilaciones: al principio fueron muy pocos los que aceptaron esta medida previsional y más adelante se generalizó su aceptación. En estos aspectos debe admitirse que esas costumbres tampoco eran generales y que muchos se casaron, anotaron a sus hijos, adquirieron propiedades e incluso, contrariando lo admitido, hubo una cantidad de compañeros comerciantes que lograron fortunas con su capacidad comercial o industrial, si por ello abandonar sus ideales. Hemos conocido casos en los que los compañeros en buena posición económica practicaron la solidaridad y el apoyo mutuo, a favor de los que sufrían persecuciones o tuvieron que radicarse en el país... (GMA, p. 104, [bastardillas mías, NQ] )

La caída de las posturas más radicalizadas de principios de siglo en el seno de los grupos anarquistas no significó su muerte como fuerza política. Su influencia en muy diferentes espacios debe ser tenida en cuenta a la hora de analizar su perdurabilidad hasta el período que investigamos. De todas maneras, hemos de remarcar que algunos aspectos de estas comunidades, son parte de una tradición que va más allá del sesgo ideológico. Uno de ellos es la compleja relación entre escritura y oratoria. Si bien es cierto que la escritura era, en el período, una herramienta intelectual muy considerada, y que el anarquismo, particularmente, era afecto al ritmo de los mimeógrafos, es cierto también que la oratoria fue una herramienta omnipresente en empresas "cercanas" o caras a la interacción personal.

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El teatro es una instancia muy considerada y presenta características correlacionables con el juicio literario: “ese juego escénico mediante el cual se representan pasajes del vivir cotidiano” dice Woollands (MA, p. 133); “no importa la calidad de los actores, ni la pobreza de sus interpretaciones. Estos cuadros servían, por lo menos, para reunir gente joven y leer obras de teatro” dice Riera Díaz, citado en Gutiérrez, Leandro y Lobato, Mirta. “Memorias militantes: un lugar para los trabajadores argentinos”. En Entrepasados, número 3, 1992. Cipriano Reyes, en su “programa”, lo pone junto a la tarea de fundar clubes deportivos en el barrio (H17, p. 98). Para observar algunos vínculos entre la JM y el teatro marplatense véase Cabrejas, Gabriel.

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Así como en las actas de la biblioteca JM puede leerse la aceptación y el aprendizaje de los estilos propios de la escritura notarial y puede rastrearse el dominio de las expresiones "asambleísticas", así también puede observarse la ausencia todo conocimiento de las normas gramaticales. Esta dicotomía no es propiedad de este tipo de instituciones (recordemos aquí la escritura de Juan Carlos, protagonista masculino de Boquitas pintadas) y, tal vez, debamos vincularla con la ponderación de los buenos oradores. Ya el párrafo de Woollands, citado en la nota 14, señala la valía de escribir y hablar bien. Entre los otros autores tratados, el “hablar bien” tiene una importancia superlativa. En el libro sobre Bepo Ghezzi, Nario hace opinar a Bepo sobre Quirurga, uno de sus compañeros: "En las ranchadas casi nunca hablaba porque no había sido hombre de lecturas, y sólo por sus silencios sabía yo que algo le estaba pasando adentro" (BG, p. 60). Y más adelante: Pudimos haber estado toda la vida bajo un puente del Río Salado, por ejemplo, con un polaco, un chileno y un italiano. Habían sido los mejores días de Chinatti: como un orador, como un predicador, daba clases de historia, de luchas sociales, y anunciaba la sociedad en la que todos soñamos entonces... (BG, p. 84)

Por otro lado, Laureano Riera Díaz, en su libro Memorias de un luchador social, se expresa de este modo acerca de la oratoria: En la militancia obrera, la oratoria constituye una herramienta de trabajo imprescindible. En todos los países y en todas las épocas se han organizado giras de propaganda en base a exposiciones orales, no importa si mediocres, regulares o buenas. A las gentes de trabajo les llega más fácil la palabra oral que la escrita y 32 si es improvisada tanto mejor.

Y en otro párrafo, traza una semblanza de los oradores: Unos poquitos, muy pocos, de corbata voladora, eran los oradores, los tribunos del pueblo, los profetas de la Revolución. No hablaban con nadie. Parecían ensimismados. Nerviosos. Caminaban y daban vueltas. Estarían memorizando, cerebrando los discursos. Exprimiendo el alma, llenando la mente que, luego, enseguida, saldría en torrentes de frases redondas y sonoras del maravilloso registro de sus cuerdas vocales. Y cuando largaron la carrera ¡qué tribunos!. No leían, ni tartamudeaban. Hacían pausas. Empezaban en tono menor, como vacilando y tratando de desenredar la madeja. Después su voz se hacía más 33 fuerte, más llena y más pausada hasta que estallaba en una parrafada final

"Mar del Plata 1940: el amanecer de la crítica. Teatro y periodismo". En Asalto a la razón, nº 2, 2001. 32 Riera Díaz, L.: Memorias de un luchador...op.cit., p. 60. 33 Citado en Gutiérrez, L. y Lobato, "Memorias militantes...".

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Se trata de ese estereotipo del que habla R. Hoggart en The use of Literacy: the gift of the gab34. El arte de hablar bien pero también de convencer. Y esto, aunque no pueda indagarse con profundidad en estas páginas, permea todas las posiciones de los agentes de espacios populares como los estudiados35. Está en el corazón de la dialéctica del líder peronista que se avecina36, está en el "hablar claro" para un auditorio al que no podemos pensar uniforme, está en la dinámica de los medios de comunicación y en las nuevas formas que paulatinamente va adquiriendo eso que llamamos audiencia37. Cultura y política En otro lugar hemos hecho hincapié en desplazamientos de esa naturaleza para intentar acercarnos a la dinámica cultural en el interior de una biblioteca anarquista, observando comportamientos disímiles en cuanto a las formas de lectura de sus integrantes, refiriendo incluso algunas relaciones específicas entre libros y films estrenados en la ciudad38. Resulta pertinente repetir aquí que el grupo dirigente de la biblioteca (un número escaso de personas que forma parte de las comisiones directivas, de los gremios que tenían a la sede de la biblioteca como centro de reunión, que hicieron las veces de bibliotecarios, y que fueron lectores asiduos), insistió con diferentes maneras en promover la literatura anarquista (libros, diarios, periódicos, revistas, folletos), y a la vez, ponderar a los oradores, sin que ello significara contradicción alguna (aunque deberíamos anotar rápidamente que las 34

Hoggart, Richard. The Uses of Literacy: Aspects of Working-Class Life. Londres: Chatto and Windus, 1958. En especial capítulo VII. 35 Todos los entrevistados, no todos anarquistas, coinciden en señalar la importancia de la oratoria. Dice Ángel Albisetti, militante radical reconocido en esta localidad, refiriéndose a cuando militó en la Casa del Pueblo: “Había un tal Benito Muñoz, que era un buen carpintero, y hablaba bárbaro. Yo lo escuchaba. Quería aprender.”. Entrevista concedida a La Capital, 06/12/00, contratapa. 36 Ver James, Daniel. Resistencia e integración. Buenos Aires:Sudamericana, 1989, capítulo I. 37 Uno de los escritos con mayor difusión en las filas anarquistas, desde su aparición en 1922, fue La carta gaucha de Juan Crusao, citada por varios de los autores estudiados. Especie de bisagra entre el “hablar claro” y el mundo de lo escrito, y entre el hombre “formado” y el lector con inquietudes, su estructura será nuevamente puesta en juego (esa vez desde el diario socialista de la ciudad), en 1946, dirigiéndose a los obreros que adhirieron al laborismo, con el ánimo de convercerlos para que “abandonen el carro de un aventurero”. Woollands, Luis. “A los obreros del partido Laborista. Carta amiga” en diario El Trabajo, 20 de febrero de 1946; y del mismo autor Carta gaucha y la descendencia del viejo Vizcacha. Mar del Plata: Agrupación Libertaria, 1960 [original en diario La Protesta, año 1922].

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tensiones políticas entre los grupos anarquistas en oportunidades sirvió para exponer las desviaciones en el uso de la palabra escrita39), y –lo que nos parece más importante– sin intervenir o condicionar sobre los gustos de los hombres y mujeres que solicitaron libros en préstamo a la biblioteca. De ese modo, tendemos a considerar que las premisas que entronizaban cierto tipo de literatura y ciertos comportamientos circularon con mayor fuerza entre quienes conformaron ese núcleo dirigente del que hablábamos, antes que sobre el resto de los lectores (aquellos que no tenían participación en las actividades institucionales). El descenso en los volúmenes de préstamos domiciliarios que comienzan a hacerse patentes a principios de los años cuarenta – comparándolos con los préstamos domiciliarios de la Biblioteca Municipal de Mar del Plata–, y las dificultades de la comisiones directivas por “reconstruir” el catálogo de la biblioteca de acuerdo a los nuevos gustos de lectores (quienes reclamaban cada vez más material de estudio, "infantil" o técnico), señalan en alguna medida ciertos cambios en las prácticas de lectura del período. Sin embargo, mientras estos lentos desplazamientos en las preferencias de los lectores tenían lugar, la Casa del Pueblo iba teniendo cada vez mayor protagonismo en las luchas sindicales de la ciudad. Las reuniones y, en menor medida, las conferencias comenzaron a aparecer en la columna “noticias gremiales” del diario La Capital. En efecto, la actividad gremial de los sindicatos agrupados en la Union Obrera Local no concluiría sino más tarde, con la clausura del local (diciembre de 1947)40. Hacia 1943-1944 –años en los que comenzamos a registrar reuniones de mujeres en la Casa de Pueblo, a través de los registros de préstamos bibliotecarios– el aumento de concurrentes (advertido por los protagonistas), el incremento de la actividad gremial, y la tensión política emergente entre los sindicatos autónomos y la delegación local 38

Quiroga, “Lectura y política...”. Riera Díaz recuerda un consejo: “Tienes que aprender a escribir. La palabra, oral o escrita, domina al mundo. Trata de ser claro y sencillo y nunca te metas en lo que no dominas [...] Fijate en los «antorchistas»: mucho lirismo, pura retórica, pura compadrada literaria [...] La revolución tenemos que hacerla con los trabajadores y para que nos entiendan y tomen en serio debemos ponernos a su mismo nivel”. Riera Díaz, op. cit., p. 14. 40 No hubo consenso entre las filas peronistas con respecto a las estrategias adoptadas por la Federación Gremial Laborista para quebrar la representatividad de los sindicatos autónomos en algunos ámbitos (albañiles, obreros del pescado), las que revelaron poca efectividad. Respecto a esto último ver Tesón, año 1, número 10, Mar del Plata, 2 de agosto de 1946. 39

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de la Secretaría de Trabajo y Previsión, fueron fenómenos que, en el recuerdo de nuestros entrevistados, presuponían un crecimiento de la actividad “pedagógica” para el mismo período. Esa representación –presente también en los escritos revisados– es consecuente con el impacto de la “doble naturaleza” del acceso al conocimiento en instituciones con prácticas de promoción cultural y políticas, y nos permite acercarnos, provisoriamente, a las formas específicas de articulación entre estas dos prácticas desde una revisión del autodidactismo. Sin embargo, como arriesgamos más adelante, no debe convocar una interpretación lineal de esos procesos, en la cual se vinculen los “efectos” de prácticas de promoción cultural y efectos de prácticas políticas: contra la idea que supone una sociabilidad con signo político a partir de un catálogo de libros y lecturas, proponemos una perspectiva que presuponga un espacio institucional en absoluto cerrado, en el que tanto impactaron las fricciones entre soportes y formas de comunicación, cuanto la fricción entre las diferentes políticas sindicales en busca de consenso entre los trabajadores. Un abordaje de ese tipo implica reconocer el carácter “residual” de la prédica anarquista, pero también considerar los “caminos cruzados” que a mediados de 1940 se ponen en evidencia: los triunfos electorales y los efectos de “ampliación de ciudadanía” que lograron los grupos que apoyaron a la fórmula Perón-Quijano, el persistente consenso de los sindicatos agrupados en la UOL (incluso luego de resistir los descuentos por jubilaciones y de que el Sindicato Obrero de la Construcción –tras un brevísimo intento de conformar un frente con la UOL– pasara a formar parte de la CGT), y, finalmente, la insistencia con que los medios masivos de comunicación horadaron las formas de promoción cultural promovidas desde la JM. A modo de conclusión El estudio, en clave histórica, sobre una comunidad interpretativa como fue la de los anarquistas ligados a la Casa del Pueblo, nos permite considerar algunos tópicos en debate desde una perspectiva diferente. Uno en particular, sin duda, es el estudio de las representaciones políticas del período de entreguerras y su relación con el advenimiento del peronismo. Es un lugar

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común entre los autores citados (y entre las personas entrevistadas) ver al peronismo como el signo de un estado que, haciendo uso de la violencia y la manipulación, acabó con las instituciones en las que se tejía la sociabilidad promovida por aquellos. Woollands, Grunfeld, Ferreiro41, Ghezzi –vía Nario–, hablan de ello: cierre de bibliotecas populares y anarquistas, persecución de militantes (y crotos), clausura de sindicatos. Esa visión apocalíptica, que se apoya en el carácter efectivamente disruptivo del movimiento peronista, es también un nudo problemático sobre el que otros trabajos han llamado ya la atención42. Puede decirse, sin embargo, que concomitantemente con la violencia ejercida contra estos grupos durante el primer gobierno peronista, los cambios culturales, paulatinamente, fueron moldeando un público diferente. El avance de la educación formal, el aumento de los índices de escolarización, la aceptación masiva de la radio y el cine como formas de expresión populares43, son elementos a tener en cuenta a la hora de reflexionar sobre esos cambios. La caída de la figura del hombre comprometido con la militancia social y voraz lector obedece más a desplazamientos en las expectativas que primaron en los espacios populares, que a la dura garra del peronismo. El rol activo que la figura del autodidacta (como condensación de formas de acceso al conocimiento, posiciones éticas y modalidades políticas) tuvo en ese proceso fue considerable, aunque los efectos de ese rol, entre los protagonistas, hayan coagulado en un peronismo aniquilador y refractario a todas las prácticas promovidas desde la Casa del Pueblo.

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Rodolfo Ferreiro, miembro de la comisión directiva de la JM que resisitó la clausura del local; entrevista oral. 42 Ver Gutiérrez y Lobato, "Memorias militantes...". Otros trabajos observan continuidades entre uno y otro, por ejemplo: Romero, Luis A. y Gutiérrez, Leandro. “Sociedades barriales, bibliotecas populares y cultura de los sectores populares: Buenos Aires, 1920-1945”. En Desarrollo económico, volumen 29, número 113, 1989. Las fuentes que se analizan en dicho artículo son relativamente diferentes a las analizadas aquí. Ver, además, Lobato, Mirta. La vida en las fabricas: Trabajo, protesta y política en una comunidad obrera, Berisso (1904-1970). Buenos Aires: Prometeo Libros, 2001. En especial capítulos VII y VIII. 43 Procesos que desde fines de 1930 comienzan a advertirse por la prensa local. Para un panorama general de Mar del Plata durante dicho período ver: Pastoriza, Elisa. Los trabajadores de Mar del Plata en vísperas del peronismo. Buenos Aires: CEAL, 1993; y Pastoriza, Elisa y Da Orden, María L. “La formación de una ciudad moderna. Grupos sociales y ámbitos culturales”. En A.A.V.V. Mar del Plata, una historia urbana. Buenos Aires: Fundación Banco de Boston, 1991, pp. 165-207.

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Creemos que, para ámbitos con fuerte sociabilidad como la JM, una apuesta fuerte de lectura y militancia social, dio forma a múltiples actividades. Aun en momentos de cambios culturales, el autodidacta obrero, como figura capaz de condensar esas apuestas, fue una bandera para quienes se encontraban a la cabeza de la JM, incluso con todas las ambigüedades que imprimía a una pretendida identidad colectiva. Como intermediarios culturales, los autodidactas fortalecieron los circuitos de comunicación al aceptar y emplazar la mayor oferta de bienes culturales por un mercado editorial cada vez más autónomo; y de alguna manera contribuyeron a generar los cambios en las audiencias que, paradójicamente, los exorcizó. Los sueños de comunidad y empresas barriales darían paso a los sueños masivos que provocaron las formas de comunicación emergentes. Y los destinos prometeicos ya no tuvieron lugar; aunque los autores citados no lo advirtieran: aunque en los años siguientes asociaciones, bibliotecas y agrupaciones continuaron proliferando, la articulación entre autodidaxia y sociabilidad obrera, en tanto estereotipo del militante, no puede ser reconocida; sugiriéndonos que –como las expresiones políticas y gremiales– el ascenso de formas de sociabilidad más impersonales tuvieron su importancia en la decadencia de los circuitos anarquistas en la ciudad.

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