PRESENCIA ARGENTINA EN LOS MARES DEL SUR

Alberto N. Manfredi (h) PRESENCIA ARGENTINA EN LOS MARES DEL SUR A mediados del siglo XIX Julio Verne publicó una novela titulada El Faro del Fin del

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Alberto N. Manfredi (h)

PRESENCIA ARGENTINA EN LOS MARES DEL SUR A mediados del siglo XIX Julio Verne publicó una novela titulada El Faro del Fin del Mundo, que se encontraba ambientada en la Isla de los Estados, en el extremo sur argentino, promontorio rocoso separado de la península oriental de Tierra del Fuego por el estrecho de Le Maire, nombre de su descubridor. En su libro, Verne narra las aventuras de tres marinos argentinos, Vázquez (el personaje central), Felipe y Moriz, torreros que tenían a su cargo el faro que las autoridades nacionales habían erigido en el lugar para facilitar la navegación de las embarcaciones que se aventuraban más allá del Estrecho de Magallanes en dirección al Cabo de Hornos, temible confín del continente. Los tres torreros son atacados por una banda de piratas que desde hacía tiempo se hallaban varados en la isla y vivían del saqueo de los barcos que adrede, durante las noches de tempestad, hacían encallar contra sus costas. Esos piratas eran una peligrosa banda de argentinos y chilenos, prófugos de la justicia, una docena en total, verdaderos forajidos de los mares, cuyo jefe era un temible bandolero llamado Kongre, oriundos la mayoría, del litoral patagónico, al que secundaba un chileno llamado Carcante. Los piratas matan a Moriz y Felipe y a continuación se apoderan del faro, al que apagan. Mientras eso sucede, Vázquez, que ha huido, se refugia en el interior de la isla, escapando así a la muerte. Dueños de la situación, los piratas capturan un barco chileno, el “Maule”, de Valparaíso, con el que pensaban pasar al Pacífico para piratear y casi enseguida hacen encallar en los acantilados a una nave norteamericana, el “Century Mobile”, provocando la muerte de todo el pasaje y su tripulación a excepción del segundo de a bordo, John Davis, al que Vázquez rescata y esconde en su refugio. A todo esto, los piratas se hallan empeñados en reparar el buque chileno, cuya tripulación también había perecido ahogada. Mientras eso sucede, Vázquez y Davis planean retrasar a toda costa la partida de aquellos, hasta la llegada del “Santa Fe”, navío argentino que, proveniente de Buenos Aires y al mando de su comandante, el capitán Lafayette, debía traer el relevo. Finalmente los dos náufragos logran averiar seriamente a la “Maule”, rebautizada por los filibusteros con el nombre de “Carcante” y acto seguido, corriendo grave peligro, encienden nuevamente el faro. De esa manera logran orientar al “Santa Fe”, cuyos marinos desembarcan y persiguen a los piratas hasta el interior de la isla donde acaban con ellos a excepción de Kongre, que logra escabullirse pero que, finalmente, acosado por sus perseguidores, se arroja desde lo alto de un acantilado para acabar con su vida. Este relato, apasionante desde el comienzo hasta el final, no hace más que demostrar que ya desde el siglo XIX se tenía conocimiento en Europa de la presencia argentina en los lejanos mares del sur. En los primeros años de aquella centuria, mucho antes de que Palmer descubriera el continente blanco, marinos oriundos de Buenos Aires, cazadores de focas y lobos marinos, desembarcaron en las Islas Shetland para explorarla y hacer de ella su centro de actividad. Tiempo después, en 1821, el norteamericano Davis volvió a avistar esos parajes aunque, al parecer, de acuerdo con sus relatos, es posible que navegantes españoles hayan avistado por primera vez la Antártida en el siglo XVII. Aquel mismo año (1821) el alemán Bellinghausen, al servicio del zar de Rusia, circunnavegó el continente helado y dos años después el inglés Wedell recorrió y exploró el mar que hoy lleva su nombre. En este punto reparamos nuevamente en la figura de Luis Piedrabuena, intrépido navegante de nuestro extremo sur, incansable explorador de las costas patagónicas y

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fueguinas, que al mando de su no muy sólida embarcación, el “Luisito”, fue protagonista de verdaderas hazañas y hechos heroicos, rescatando centenares de náufragos, recorriendo islas, explorando lejanas comarcas y dejando establecido el dominio argentino en aquellas latitudes. Piedrabuena, quien fuera grumete de David Jewett, corsario al servicio de Buenos Aires, tomó parte en la toma de las Malvinas cuando en 1820 el marino norteamericano llegó en nombre del gobierno de las Provincias Unidas del Río de la Plata. Estuvo también en el Canal de Beagle, hizo pie en la Isla de los Estados, navegó el Estrecho de Magallanes y recorrió el Cabo de Hornos para convertirse en uno de los primeros hombres en habitar la Antártida por un período más o menos prolongado. Eso fue en 1852 cuando el ballenero norteamericano “John Davidson” se vio obligado a desembarcar su tripulación en Bahía Margarita, a 68º de latitud sur, por espacio de un mes. Numerosas expediciones de diversas nacionalidades tuvieron lugar a partir del siglo XX, una de ellas la del noruego Roald Amundsen (diciembre de 1911) y la del británico Robert F. Scott (enero de 1912). Sin embargo, con anterioridad, el 31 de diciembre de 1901, llegó a las costas antárticas la expedición del explorador sueco Otto Nordenskjöld, a bordo del navío “Antartic”, uno de cuyos oficiales era el argentino José María Sobral, que por aquellos tiempos ostentaba el grado de alférez de fragata. En su viaje hacia el sur, el “Antartic” pasó por Puerto Stanley, oportunidad en que el joven oficial argentino dejó asentado en su diario su desagrado al ver el archipiélago en manos británicas1. En febrero de 1904, después de una breve escala en las Malvinas, el buque escocés “Scotia” ancló en la isla Laurie, desolado páramo antártico del grupo de las Orcadas del Sur, donde el explorador escocés William S. Bruce había levantado la base Omond House, con el objeto de pasar el invierno, después de quedar varado en el hielo. Por iniciativa del Dr. Wenceslao Escalante, ministro de Agricultura y Ganadería de la Nación, se decidió instalar una base en aquellas latitudes, para lo cual fue emitido un decreto publicado en el Boletín Oficial con fecha 2 de enero de 1904. Aquella base dispondría de un observatorio meteorológico y magnético y una oficina de correo (la primera que funcionó en el continente antártico), designándose jefe de la misma al señor Hugo Acuña, todo ello después de recibirse las instalaciones de Omond House de manos de su fundador, el Sr. Bruce. Los argentinos llegaron a las Orcadas a bordo del “Scotia”, encabezados por Edgar C. Szmula, encargado de la oficina meteorológica, el mencionado Sr. Acuña y Luciano H. Valette, uruguayo, empleado de la Oficina de Zoología del Ministerio de Agricultura. Así fue como la bandera argentina comenzó a flamear en la Antártida, dando comienzo a una presencia que se extiende hasta el día de hoy. En 1913, el gobierno británico hizo llegar al Ministerio de Relaciones Exteriores de nuestro país, un memorando firmado por el canciller del Reino Unido por medio del cual, se hacía saber que Su Majestad Británica cedía a la República Argentina su soberanía sobre las Orcadas del Sur en tanto el gobierno de Buenos Aires se comprometiese a garantizar a los súbditos británicos los derechos de pesca en la región. La propuesta fue rechazada por el gobierno nacional por considerar que de esa forma se reconocía la soberanía británica sobre tierras argentinas, ocupadas desde 1904 y porque a cambio de ella se debían hacer concesiones. Entre 1941 y 1942 tuvo lugar la expedición del capitán de fragata Alberto J. Oddera quien, el 8 de febrero de aquel último año, tomó posesión formal en nombre del gobierno argentino del sector antártico comprendido entre los meridianos 74º O y 25º O, el paralelo 60º S y el Polo Sur, ello después de izar la bandera celeste y blanca en las islas Melchior y Decepción.

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En 1948 la Argentina inauguró el Destacamento Naval Decepción y en 1951 las bases “Almirante Brown” y “General San Martín” esta última, estación del Ejército ubicada por debajo del Círculo Polar Antártico. Le siguieron la base Esperanza, perteneciente a la misma arma y el destacamento naval Bahía Luna, rebautizado “Teniente Cámara”, ambas en 1953 en tanto, en 1955, se hizo lo propio con la base “General Belgrano”, la más austral del mundo hasta entonces. El 28 de enero de 1957, los argentinos crearon por decreto el Territorio Nacional de Tierra del Fuego, Antártida e Islas del Atlántico Sur, que comprendía en su jurisdicción regiones en litigio como las islas Malvinas, Georgias y Sándwich del Sur y otros sin delimitar, como los correspondientes a la región antártica. Pocos meses después, la Fuerza Aérea Argentina inauguró un servicio al continente blanco en tanto un grupo de turistas emprendían un crucero a esas regiones organizado por el Comando de Transportes Navales. El 4 de noviembre de 1965, una escuadrilla integrada por un bimotor Douglas C-47 y dos monomotores Beaver de de la Fuerza Aérea, al mando del comandante Mario L. Olezza2, realizó el primer vuelo transpolar de la historia, aterrizando en la base norteamericana McMurdo, en la Antártida Oriental (11 de noviembre). El 4 de octubre de aquel mismo año, la expedición del coronel Jorge Leal partió por tierra de la Base “General Belgrano”, alcanzando el Polo Sur, después de 66 días de penosas marchas a través de 2500 kilómetros a razón de 44 km. diarios, una proeza de la que se hizo eco la prensa internacional. En octubre de 1969 la Fuerza Aérea inauguró sobre una extensa meseta, la Base “Vicecomodoro Marambio” (64º de latitud sur), con una pista de aterrizaje de 1500 metros de extensión, situada a solo 200 metros de la costa, sobre la que comenzaron a operar, incluso, aviones de gran envergadura. En 1965 la Argentina, empeñada seriamente en la carrera espacial, disparó desde la Base Matienzo, en la Antártida, dos cohetes Gamma Centauro de fabricación nacional, convirtiéndose en la tercera nación después de EE.UU. y Rusia, en efectuar lanzamientos desde el continente blanco. Diez años después, el 30 de septiembre de 1975, disparó un cohete Castor, vector de gran envergadura (dos etapas), cuya carga útil debía realizar el estudio de los campos eléctricos y magnéticos en altura, los puntos neutros, la temperatura y el perfil de electrones y a los siete días (30 de octubre), le siguió otro de iguales características. En diciembre de 1973, la aeronáutica argentina llevó a cabo otra proeza polar cuando el brigadier general Héctor Fautario, al comando de otro Hércules C-130, efectuó el primer vuelo transpolar intercontinental de la historia, uniendo Buenos Aires con Canberra, Australia. El avión despegó del Aeroparque Metropolitano el jueves 4 a las 21.15 hs. y tras hacer escala en la Base Marambio (madrugada del 5 de diciembre), siguió viaje hacia Oceanía, atravesando el desierto blanco y el Polo Sur que se extendían debajo, mientras seguía una ruta similar a la de su compatriota, Mario Luis Olezza. A las 03.46Z del día 6 la nave argentina aterrizó en Canberra y el 8 despegó hacia la base Christchurch de Nueva Zelanda, primera escala en su triunfal regreso a la patria. En 1980, dos años antes de la guerra de las Malvinas, se inauguró una línea comercial transpolar con Australia, Nueva Zelanda y otros puntos de Asia y Oceanía que quedaría interrumpida a raíz del conflicto. En cuanto a los archipiélagos del Atlántico Sur, en 1904 se estableció en la Isla San Pedro, sobre la Bahía Cumberland, en el grupo de las Georgias del Sur, una factoría ballenera perteneciente a la Compañía Argentina de Pesca cuyo gerente era un

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extraordinario marino, Karl S. Larsen, veterano cazador de ballenas e intrépido viajero noruego, fundador de Grytviken, capital del archipiélago, en 1904. Vale recordar que en 1892 Larsen exploró el Mar de Wedell y que regresó al continente blanco en la expedición sueca del “Antartic”, de donde, tras el hundimiento de su buque, fue rescatado por la corbeta argentina “Uruguay”, que lo trajo de regreso a Buenos Aires. En nuestra capital fundó la mencionada empresa, de la que fue presidente Pedro Christophersen, casado con una nieta del general Carlos María de Alvear, compañía de la que fue principal accionista y luego presidente, el argentino Ernesto Tornquist. A esa factoría ballenera, que contaba con dos veleros y un ballenero a vapor, le siguieron en las Georgias otras de diversos orígenes, tres noruegas, dos inglesas y una sudafricana. El 1 de febrero de 1905 arribó a Gritvyken el buque argentino ARA “Guardia Nacional”, para descargar durante 14 días consecutivos 1000 toneladas de carbón y pertrechos en tanto su comandante, el capitán Alfredo P. Lamas, iniciaba la balización de la bahía asistido por el navío “Fortuna”, de la Compañía Argentina de Pesca, gentilmente cedido para esa tarea por el Sr. Larsen. Tomaron parte en aquella actividad los oficiales Pedro Bran, Octavio de la Vega, León Scasso y Mario Storni. La veterana corbeta “Uruguay” efectuó viajes a las Georgias, haciendo escala en su ruta a las Orcadas del Sur, comandada por el teniente de navío Carlos Somoza. El 24 de febrero de 1909, el buque recaló en Bahía Moltke (Isla San Pedro), para efectuar reparaciones, pasando luego a Gritvyken, donde los recibió el propio Larsen, quien antes de que partieran hacia Buenos Aires los proveyó de carbón. Desde 1906 los ingleses tenían allí un destacamento, cuyo comandante fue oficializado por el gobierno de Londres dos años después. Otro marino argentino que pasó por las islas fue el teniente de navío Ricardo Vago, quien ancló en Gritvyken el 29 de enero de 1923 para esperar al ballenero “Rosita” que, de acuerdo al contrato que había firmado previamente con la Armada, iba a hacer el relevo anual en las Orcadas. Efectuado este, la embarcación emprendió el regreso a Buenos Aires tocando previamente la Isla de los Estados y otros puertos australes. También el velero “Tijuca” de la Compañía Argentina de Pesca hizo numerosos viajes a las Georgias llevando a bordo oficiales de la Prefectura Naval entre los años 1926 y 1933. Desmantelada la factoría ballenera, no hubo presencia argentina en el archipiélago hasta 1982. La Compañía Argentina de Pesca llevó también la bandera nacional, por primera vez, a las Sandwich del Sur en 1908, en esa ocasión, flameando en los mástiles del buque “Ondine”, de su propiedad. Con anterioridad, el remoto archipiélago había sido visitado por expediciones que se hicieron presentes después de que fueran descubiertas por el capitán James Cook, en 1775. Fueron algunas de ellas las de los buques rusos “Vostok” y “Mirny”, comandados por Fabian Gittlieb Von Bellinghausen y Miguel Lazarev, que habían zarpado de San Petersburgo el 17 de junio de 1819 y bautizaron a algunas de las islas con los nombres de tres oficiales de la expedición, a saberse, Zavodovski, Torson3 y Leskov. En 1830 se detuvo en las islas el norteamericano James Brown, con su goleta “Pacific”, lo mismo que el explorador John Biscoe que recorrió todo el archipiélago. Al mismo tiempo, balleneros noruegos se hicieron presentes a partir de 1905 y en 1908 hizo lo propio Larsen llevando consigo la enseña argentina. En 1911 el buque alemán “Deutchland” llegó a las Sandwich después de hacer escala en Buenos Aires y en las Georgias, en las que se detuvo el 21 de octubre. Estuvo en

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Gritvyken hasta el 1 de noviembre cuando emprendió el regreso a su patria. Sin embargo, un violento temporal lo arrojó hacia las Sandwich, avistando el día 4 la isla Leskov. Regresó inmediatamente al puerto de Husvik, en las Georgias y ese mismo mes enfiló hacia el continente. El marino irlandés Ernest Shackleton también pasó por las Sandwich (7 de noviembre de 1914) cuando a bordo del “Endurance” se dirigía al Mar de Wedell, donde naufragó. Logró, pese a las dificultades, rescatar a sus hombres y regresó en el “Quest” a Gran Bretaña (1917). Volvió a las Islas Georgias el 4 de febrero de 1922 en un nuevo viaje hacia la Antártida pero falleció a poco de llegar a Grytviken, donde fue sepultado el 5 de enero de 1922. Lo sucedió en el mando Frank Wild, quien antes de seguir viaje hacia el Mar de Wedell, hizo una exhaustiva exploración de las Sandwich. Una nueva expedición británica llegó al remoto archipiélago en 1930, la del “Discovery”, al mando del capitán N. M. Carey, seguido en 1937 por el “William Scorasby” que hizo marcación de ballenas para conocer sus rutas. La Segunda Guerra Mundial interrumpió las expediciones británicas hasta 1953 y las soviéticas hasta 1957. Por esos tiempos, la nave científica norteamericana “Eltanin” estudió las colonias de pingüinos de la isla Zavodovski y realizó otras observaciones. Los ingleses, que reclamaban el archipiélago como propio, arribaron a la Isla Candelaria el 6 de marzo de 1964, a bordo del HMS “Protector”, desembarcando científicos e infantes de marina que permanecieron en el lugar hasta el siguiente 22 de marzo. En la oportunidad, un helicóptero de la expedición aterrizó en el islote Freezeland. A partir de 1952, la Armada Argentina comenzó a potenciar su presencia efectuando los primeros balizamientos y construyendo un refugio en la Isla Thule cuando las fragatas ARA “Sarandí” y ARA “Hércules” al mando de los capitanes Domingo C. Luis y Carlos A. Viñuales, llegaron al lugar para cumplir la misión que les había encomendado el Alto Mando. En aquella oportunidad, se llevaron a cabo observaciones científicas y se hizo un desembarco en la isla Vosokoi, a cargo de un grupo de hombres encabezados por el capitán Jorge A. Castiñeiras Falcón. Otro desembarco tuvo lugar en la Bahía Cordelia, isla Saunders, el día 3 de marzo, misión que encabezó el comandante de la expedición junto a un grupo de hombres al que hubo que ir a rescatar a causa del mal tiempo, tarea que concretó el capitán de corbeta José C. T. Carbone con una sección de infantes de marina. El 18 de enero de 1955 llegó al archipiélago el rompehielos “General San Martín” al mando de Luis Tristán Villalobos y Alicio Ogara, quienes provenían del Mar de Wedell. Fondeó en la Bahía Ferguson, en la Isla Morell y allí su tripulación efectuó un desembarco para construir un refugio al que llamó “Teniente Esquivel”, colocando además, la baliza “Gobernación Marítima de Tierra del Fuego”. La expedición siguió viaje a las Orcadas y de allí regresó nuevamente a las Sandwich (diciembre de 1955), para instalar una nueva baliza en Punta Hewinson, “Teniente Sahores”, bautizada así en honor del oficial Alejandro Sahores, muerto durante los enfrentamientos armados de la Revolución Libertadora que derrocó al gobierno de Perón. En ese punto desembarcaron el guardiamarina Ricardo Hermelo, hijo y nieto de exploradores antárticos y dos radiooperadores civiles, Juan Villareal y Manuel Ahumada, quienes debían permanecer en el lugar hasta su relevo, varios meses después. El rompehielos zarpó rumbo a las Orcadas el 14 de diciembre, en el marco de la campaña antártica de aquel año. Las naves argentinas regresarían una y otra vez para efectuar relevamientos e investigar un posible desembarco ruso en la isla Zadovski donde, al parecer, se habían levantado edificaciones e incluso, la bandera soviética. El “San Martín” se hizo presente el 25 de enero de 1958, al mando del capitán Helvio Guosden, pero no encontró indicios de esa presencia. Se aprovechó la oportunidad para colocar una tercera baliza, denominada

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“Guardiamarina José D. Lemas”, en memoria de una de las víctimas del Fournier4 y poco después, la unidad emprendió el regreso a su base, sin avistar ningún buque británico. Así llegamos a 1976 cuando la Argentina decidió hacer permanente su presencia en el archipiélago, hecho que trataremos en capítulo aparte.

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Referencias 1 Reproducido, años después, en su libro de memorias. 2 Aviador militar argentino nacido en Buenos Aires el 25 de febrero de 1929, realizó el primer vuelo transpolar transcontinental sobre la Antártida el 3 de noviembre de 1965. Efectuó otros vuelos de importancia sobre el continente blanco en misiones de exploración, búsqueda y rescate. En uno de ellos, su avión se estrelló a poco de despegar de la estación científica norteamericana Ellsworth, rescatando a sus compañeros de entre las llamas y los hierros retorcidos, hecho que le valió ser condecorado por la Fuerza Aérea estadounidense (1962). Retirado con el grado de vicecomodoro, Olezza murió el 3 de junio de 1977 al estrellarse el avión en el que viajaba en la localidad de Virreyes, partido de San Fernando. Fue autor de una novela titulada Lejos del sol que narra la historia de un piloto que se accidenta en la Antártida y que el cabo de un tiempo, cuando todo el mundo lo daba por perdido, regresa a Buenos Aires. 3 Torson tomó parte en una revolución en Rusia por lo que su nombre fue remplazado por el de Visokoi, que significa “Tierras Altas”. 4 Dragaminas argentino construido en los Astilleros Sánchez & Cía de la localidad de Tigre, fue botado el 5 de agosto de 1939 e incorporado a la Armada el 3 de octubre del año siguiente, para ser destinado a la Escuadrilla de Rastreo y Minado. La nave estalló y se hundió en aguas jurisdiccionales chilenas (isla Dawson) en septiembre de 1949, al embestir una piedra submarina, pereciendo toda su tripulación.

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