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Presentación Informe sobre el Agua en España, para la Fundación Encuentro. 3 de julio de 2008. Madrid Por Jorge Bielsa Callau Buenas tardes. Ante todo, muchas gracias a la Fundación Encuentro por invitarnos a realizar este informe sobre al agua en España y por la colaboración recibida a lo largo de todo este tiempo. También muchas gracias por permitirnos presentarlo en este acto. Tanto mis compañeros Chaime Marcuello y Jesús Clemente como quien les habla somos profesores e investigadores de la Universidad de Zaragoza en los campos de la Economía y la Sociología. A pesar de que ha llovido mucho desde que terminamos el informe (y no porque haya pasado mucho tiempo, sino porque realmente ha llovido mucho) queremos animarles a que lo lean. Déjenme proponerles un pequeño juego mental. Imagínense, por un momento, que se producen unos movimientos sísmicos en la meseta española y que culminan con dos resultados inesperados: A) En primer lugar: nace un nuevo río en los Picos de Europa. Este río neonato aporta un considerable caudal que además es constante a lo largo de todo el año, ya que parece que procede de algún gigantesco y profundo acuífero que ha sido liberado tras el terremoto. Este río es inmediatamente denominado De Profundis, en honor a su procedencia y a las importantes expectativas y cambios que promete. B) En segundo lugar, se forma un valle longitudinal que primero en dirección hacia el Este y luego en dirección Norte-Sur, va bordeando a la Meseta castellana tomando prestado una estrecha franja de territorio de las cuencas hidrográficas interiores. La formación de este valle no afecta núcleos habitados, lo cuál no es por desgracia tan difícil como pudiera parecer en la actual España interior. Sin que nadie se lo pida, De Profundis se divide en tres ramales: uno que cae por gravedad en la cuenca del Júcar, otro que acaba juntándose con el Segura y un tercero que termina siendo un afluente más del Guadalquivir.
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Ante esta situación les pregunto: ¿acabaría este nuevo río con los problemas del agua en España? Si su respuesta es SI, tienen que leer nuestro informe, porque son ustedes entusiastas de las soluciones definitivas, de la ciencia ficción y del agua para todos, por lo que necesitan cierta dosis de realismo para afrontar lo que se nos viene encima. Si su respuesta ha sido NO, también tienen que leer nuestro informe, porque en él les explicaremos las razones por las que, desgraciadamente, podrían estar ustedes en lo cierto. Puede que su respuesta haya sido algo más ecléctica “depende de nuestra capacidad para recargar el acuífero con lluvia, ya que a largo plazo estamos exactamente igual que antes. Incluso, es posible que los problemas aumenten si no sabemos gestionar las expectativas que, sin duda, se van a generar”. Las expectativas son sin duda un factor central. Pensemos por ejemplo, en un embalse que se encuentra, objetivamente, al 50 % de su capacidad. Para algunos, especialmente para los medios de comunicación, el embalse está medio vacío ¿Por qué? Pues, obviamente, dirán, porque ha llovido la mitad de lo que se esperaba o bien porque el trasvase prometido no ha sido realizado. Así que, por alguna razón, los embalses se vacían y dejamos la tarea de llenarlos a la Madre Naturaleza o, en su defecto, a otras madres más prosaicas como Obras Públicas, Fomento o alguna de sus diversas admoniciones. Así que los problemas del agua vienen de la “pertinaz sequía” o, más recientemente, de la “pertinaz insolidaridad” de los habitantes de otros lugares. Con esos principios, no es de extrañar que, tal como obtenemos en nuestro informe, allí donde aparentemente falta el agua, ni se consume menos por habitante ni se paga más cara en términos generales. Pero habría otra forma de ver ese embalse: podemos pensar que el embalse está medio lleno porque nuestra buena gestión ha permitido ahorrar el agua que 2
todavía se encuentra allí almacenada. Los embalses tienen la mala costumbre de vaciarse porque el hombre, el río, y el mar necesitan el agua (el mar, si, ese lugar donde, según algunos, los ríos cometen la desfachatez de tirar el agua). Gestionar el agua es conocer nuestras disponibilidades y establecer algún sistema que las reparta entre las necesidades. En nuestro país, de cada 100 litros de agua que extraemos de los ríos, alrededor de 80 van a la agricultura, unos 14 a las poblaciones y sólo 6 a las industrias. Un ahorro de un 10 % en agricultura es capaz de solucionar casi cualquier problema en los otros dos usos. Pero la flexibilidad no ha sido una cualidad que haya adornado a la gestión del agua en nuestro país. Afortunadamente, hemos hecho de la necesidad virtud y hemos empezado a revisar los antiguos sistemas de gestión mientras esperamos la venida de De Profundis. También son interesantes los cambios hacia cultivos más acordes con nuestro clima que venimos experimentando últimamente. La eficiencia también es fundamental, pero eficiencia para llenar embalses y acuíferos, no para vaciarlos eficientemente. Es cierto que al precio actual del agua, la agricultura parece capaz de absorber tanta como pongamos a su disposición. Sin embargo, también es capaz en ocasiones de generar producciones de alto valor y, bajo ciertas condiciones, es una de las pocas cosas que se nos han ocurrido para evitar el declive demográfico y ambiental de la España interior. No obstante, no parece que sea el agua el factor fundamental que explica el desarrollo económico. Por más que lo hemos buscado, no hemos encontrado relación alguna entre disponibilidad de agua y crecimiento del PIB en nuestros territorios. El agua es muchas cosas, es un derecho, pero también es una mercancía. Si pensamos que toda el agua es un derecho, el conflicto está servido y la solución es el conjunto vacío. Los decretos redistribuyen el agua, no la crean. Podemos lamentar que no exista de forma permanente un río como De Profundis, pero no podemos olvidarlo. Vivimos en un país que, con carácter muy general, es semiárido. Nuestros 3
consumos y contaminaciones hacen que, a efectos hidrológicos, estemos mucho más cerca de Egipto que de Francia. El cambio climático parece que va en la dirección de acentuar este hecho. Por si fuéramos pocos, el medio ambiente ha venido a la reunión y quiere su parte. Hasta hace poco, llamaba a la puerta, le escuchábamos con cierta condescendencia, pero después lo hacíamos salir a la hora de tomar las decisiones. Finalmente, el medio ambiente ha venido con un documento bajo el brazo que lleva por título Directiva Marco del Agua, y no hemos tenido más remedio que dejarlo quedar hasta el final. Y no es que nuestros vecinos del Norte se hayan vuelto ecologistas radicales de la noche a la mañana. Ocurre simplemente que las sociedades avanzadas valoran y pagan por un medio hídrico mejor. En parte porque es bueno para el medio ambiente, pero también porque es bueno para el hombre. Lo cierto es que cada vez necesitamos más agua por habitante por miles de razones: para nuestra alimentación, para nuestra forma de urbanización, para nuestro ocio, para mantener nuestro medio ambiente. Esa agua, puede ser cercana, o venir de tierras lejanas en forma de cereales o productos cárnicos (la llamada agua virtual). En cualquier caso, tenemos que convivir con ello y acostumbrarnos a pagar más, directa o indirectamente, por el agua asociada a nuestro consumo, igual que lo hacemos por el petróleo o por la electricidad. Y no es que hasta ahora no hayamos pagado las facturas del agua. Lo que ocurre es que los gastos se han cargado casi totalmente en la cuenta del medio ambiente y en los presupuestos generales del Estado. El primero (el medio ambiente) no tiene banco, por lo que lo abona en degradación, contaminación y reducción de las disponibilidades. El segundo (El Estado) si que tiene cuenta abierta, pero al pagar las facturas entre todos ocurre que nadie sabe que gana cerrando el grifo o la compuerta.
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Eso no significa que el agua deba convertirse en una mera mercancía. A diferencia de otros recursos, el agua tiene un buen número de funciones que sobrepasan ampliamente la esfera privada y por las que pocos pagarían si saben que el resto van a correr con los gastos. Por último, hay una parte del uso de agua, el mínimo personal, que es un derecho que no puede depender de la situación económica de cada cual. En el informe que presentamos queremos que vean que la ensalada del agua en España necesita un poco de Economía, un poco de POLÍTICA y un buen chorro de sentido común. Necesitamos menos planes y más pactos, menos cemento y más intercambios. En definitiva, lo que necesitamos es, COMO EN TANTOS ORDENES DE LA VIDA, algo menos de derechos y algo más de responsabilidades y deberes.
Muchas gracias por su atención.
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