PRIMERAS APROXIMACIONES AL ANÁLISIS HISTÓRICO CONSTRUCTIVO DE LA ERMITA PARROQUIAL DE SANTA MARÍA DEL BARRIO, CELLORIGO (LA RIOJA)

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PRIMERAS APROXIMACIONES AL ANÁLISIS HISTÓRICO CONSTRUCTIVO DE LA ERMITA PARROQUIAL DE SANTA MARÍA DEL BARRIO, CELLORIGO (LA RIOJA) Trabajo de fin de máster bajo la dirección de:

Agustín Azkarate Garai-Olaun

Marta Pérez Angulo

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ÍNDICE 1- INTRODUCCIÓN _______________________________________________ 2 2- OBJETIVOS _____________________________________________ 3 3- METODOLOGÍA _________________________________________ 7 3.1- LA ARQUEOLOGÍA DE LA ARQUITECTURA ___________________ 8 3.2- MÉTODO DE ANÁLISIS _____________________________________13 3.3- DEBILIDADES_____________________________________________ 20

4- ESTUDIO_______________________________________________ 22 4.1- CONTEXTO ESPACIAL______________________________________23 4.2- EVOLUCIÓN HISTÓRICA____________________________________26 4.3- FUENTES DOCUMENTALES_________________________________28 4.4- FUENTES BIBLIOGRÁFICAS_________________________________29 4.5- ANÁLISIS DE LA FÁBRICA__________________________________34

5- CONCLUSIONES Y DEBATE_______________________________44 6- BIBLIOGRAFÍA _________________________________________ 51 7- AGRADECIMIENTOS_____________________________________58 8- ANEXOS _______________________________________________ 61

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. INTRODUCCIÓN

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Este trabajo pretende realizar un acercamiento a la historia constructiva de la ermita de Santa María del Barrio, en Cellorigo, La Rioja, con el objetivo de ser un primer paso para su futura puesta en valor, divulgación y restauración integral. Esta ermita se encuentra referenciada en el inventario artístico de la provincia riojana dirigido por J. G. Moya (1976), pero su estado de ruina avanzada, el uso doméstico del conjunto y el abandono del lugar, han acelerado de forma inmediata el proceso de degradación del edificio, relegándolo de esta forma al olvido de la comunidad científica y, lo que es igual o todavía más grave, a la comunidad riojana, la cual asiste a una gran pérdida patrimonial y a la destrucción de un elemento clave y enriquecedor para uno de los más importantes debates historiográficos españoles que aúna arquitectura y arqueología referido a la evolución de la arquitectura altomedieval peninsular y su sus orígenes (Caballero, 1994, 1995b). Es por ello, que creo importante la realización de un trabajo de este estilo, pues el primer paso para restaurar es conocer. Este proyecto será abordado desde la óptica estratigráfica, englobado en el conjunto de herramientas que dispone la Arqueología de la Arquitectura para determinar los momentos por los que ha pasado una construcción. La estratigrafía parte de la concepción de los monumentos construidos como entes “pluriestratificados” (Caballero, 1995a), cuya secuencia constructiva es necesario descodificar para comprender su evolución a lo largo de la historia y resguardar, a la vez, su valor como documentos. Hasta hace algunos años, las únicas herramientas empleadas provenían de la Historia del Arte, que según criterios formales y estilísticos definía la presencia o no de diferentes fases de un edificio. Actualmente, la comprensión estratigráfica permite discriminar secuencias constructivas que, a su vez, permiten conocer mejor la historia constructiva del edificio.

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. OBJETIVOS

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Este proyecto es el resultado de un proceso de investigación que consiste en la realización de un análisis histórico-constructivo de las ruinas de la ermita parroquial de Santa María del Barrio, ubicada en las proximidades de la localidad riojana de Cellorigo. Lleva como título significativo, “primeras aproximaciones”, debido a que se trata de una pequeña ermita situada en una zona rural, cercana a algún despoblado y a restos arqueológicos vagamente documentados, que se encuentra en un doble peligro. Peligro, en primer lugar, porque se trata de una ruina, con riesgos de desprendimiento de algunas zonas y la consiguiente pérdida de información de aquellas que ya no se encuentran en pie; y en segundo lugar, porque se trata de una ermita abandonada por el colectivo rural, por la comunidad investigadora y por las esferas políticas, lo cual la lleva lenta, pero inexorablemente, por el camino del olvido patrimonial. El estudio para su futura puesta en valor y restauración, ha sido realizado mediante el análisis estratigráfico de sus paramentos y la aplicación de la metodología arqueológica a través de la Arqueología de la Arquitectura, disciplina que ya se ha mostrado muy útil y adecuada para intervenciones semejantes1, en las cuales se ha perseguido como objetivo principal, que no único, el conocimiento de la historia constructiva, de los métodos y técnicas empleados, así como de las características formales de los edificios históricos. Además, es posible, en un último momento generar conocimientos sobre las sociedades que generaron estos edificios y servir como esenciales fuentes de guía e información para prácticas restauradoras; objetivo, que poco a poco se está logrando gracias a la intervención, cada vez mayor de los arquitectos y los equipos interdisciplinares (cfr. Azkarate, 2004). Para lograr este objetivo, emplearemos las diferentes herramientas de la disciplina, siendo la principal el análisis estratigráfico de los alzados de la ermita, con la realización de un minucioso y detallado proceso metodológico. Para ello, partimos de la consideración del edificio como un yacimiento pluriestratificado2, en vez de como un ente hierático, congelado a través de la historia; al que por su condición se pueden aplicar, adaptadas a las circunstancias, las técnicas de estudio arqueológico bajo cota cero, con la ventaja de que el proceso, a diferencia de la arqueología del subsuelo, no será un proceso destructivo que no permita volver a estudiar el yacimiento, sino un proceso enriquecedor para con su historia constructiva, su historia económica, y en última instancia, su historia social. Para ello, realizaremos un análisis de las diferentes fábricas que lo conforman, diferenciando aparejos, una pequeña tipología de los vanos, arcos y capiteles; todo ello 1

Véase los trabajos realizados por Luis Caballero Zoreda, Agustín Azkárate, Leandro Sánchez, o Juan Antonio Quirós, sólo por nombrar a algunos de los geográficamente más cercanos al entorno en el que se encuadra este trabajo. 2

Término acuñado por L. Caballero Zoreda, que se encontrará en el germen de la aplicación de técnicas provenientes de la arqueología para la restauración de edificios

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basándonos en criterios arqueológicos, como pueden ser la presencia de diferentes materiales, de dimensiones de los huecos, elementos ornamentales si los hay, etc. Con las conclusiones obtenidas del trabajo se podrá ampliar el conocimiento, tanto constructivo, como económico y social sobre la Alta Edad Media riojana, más concretamente, sobre esta zona de la Rioja Alta; así como realizar una puesta en valor de las arquitecturas rurales del entorno, gracias a la difusión y conocimiento de las mismas. Con las conclusiones obtenidas del trabajo se podrá ampliar el conocimiento, tanto constructivo, como económico y social sobre la Alta Edad Media riojana, más concretamente, de esta zona de la Rioja Alta; así como realizar una puesta en valor de las arquitecturas románicas rurales del entorno, gracias a la difusión y conocimiento de las mismas. En definitiva, se trata de desarrollar un primer acercamiento para poder dar pie a realizar un estudio de las formas de construir en la Alta Edad Media en La Rioja, superando las tradicionales adscripciones a un periodo construido basándose en criterios estilísticos sin tener en cuenta la secuencia evolutiva del edificio.

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. METODOLOGÍA

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3.1 ARQUEOLOGÍA DE LA ARQUITECTURA

DEFINICIÓN La Arqueología de la Arquitectura es una disciplina que nace ante la necesidad de registrar, analizar e interpretar los edificios históricos mediante los principios estratigráficos, superando una tradición historiográfica fundamentada en criterios estilísticos o analogismos formales. El método estratigráfico, desarrollado fundamentalmente para la excavación de subsuelo, en su aplicación a la arquitectura emplea la misma metodología teniendo por objeto la identificación e individualización de las diferentes acciones realizadas en los monumentos a lo largo de su dilatada historia, ya que son elementos vivos en continua transformación. Es decir, la lectura estratigráfica es el principal instrumento a través del cual se analizan los monumentos, aunque generalmente se acompaña y refuerza mediante otras herramientas entre las que destacan los estudios cronotipológicos o la lectura sintáctica del espacio (space syntax). (Azkarate, 2013). El edificio histórico, desde el punto de vista arqueológico se presenta como un objeto pluriestratificado y pluritipologizado. A cada momento del mismo le corresponde un estrato, y a cada estrato, diferentes tipos característicos. Es por ello que es posible aplicarle el método arqueológico como si fuera un yacimiento.

ANTECEDENTES A pesar de ser una disciplina relativamente reciente, la relación entre arqueología y arquitectura se remonta a época renacentista, en la cual los arquitectos ya realizaban análisis técnicos sobre los restos del antiguo Imperio Romano, pese a realizarse a la vez expolios tales como el uso del Coliseo como cantera, o el total desmantelamiento de la primitiva basílica de San Pedro (Azkarate, 2013: 272). A partir del siglo XIX comenzarán a aparecer las primeras obras sistemáticas de arquitectura y técnicas constructivas romanas, pero no será hasta la llegada de autores como M. E. Blake o G. Lugli, que se lleven a cabo los estudios más importantes, en el contexto de la Segunda Guerra Mundial. Estos trabajos, en especial la obra de G. Lugli, pronto serán analizados críticamente por arqueólogos de carácter más estratigráfico, como N. Lamboglia, quien pone de manifiesto los límites de los métodos comparativos, marcando de esta forma, una nueva manera de abordar los estudios de arquitectura, reivindicando la necesidad de un contexto estratigráfico (Ibidem). La arqueología anglosajona, en un contexto de postguerra, necesitada de herramientas que le permitiera responder de forma rápida y eficaz a la reconstrucción de ciudades 8

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arrasadas en la década de los cuarenta, implantó el método estratigráfico, perfeccionando las herramientas documentales. Estas experiencias fueron las que sentaron las bases de la sistematización realizada por E. C. Harris en 1979 de los sistemas de registro estratigráfico, con la introducción del diagrama (matrix) y el llamado “sistema Harris”. Los primeros autores que darán consistencia teórica al análisis estratigráfico de los alzados son italianos, desarrollando una pionera labor en la Lombardía desde finales de la década de 1980 siguiendo modelos británicos de la década anterior. Destacan especialmente los trabajos de T. Mannoni (1984), R. Parenti (1985) y G. Brogiolo (1988). Esta trasmisión de los sistemas estratigráficos fue debido, por una parte a la necesidad por parte de los italianos de un método para el análisis de su arquitectura histórica; y por otra, al importante desarrollo de la arqueología medieval, unido a la cantidad de restos arquitectónicos conservados en los centros históricos italianos, los cuales necesitaban ser estudiados bajo una nueva óptica. El punto de inflexión hacia una consideración disciplinar en Italia lo constituye el encuentro realizado en Siena en 1987, publicado un año después, considerado como la “asamblea constituyente” del análisis estratigráfico aplicado a los alzados (Azkarate 2001:7). No será hasta principios de los noventa cuando se comience a hablar de archeologia dell’architettura3 como término englobante de otros precedentes como archeologia muraria, archeologia degli elevati, archeologia dell’edilizia storica, o archeologia del construito. La nueva denominación de esta forma pasaba a definirse como la arqueología “basada en los caracteres constructivos y en las transformaciones de los edificios, es decir, en el análisis objetivo de los mismos artefactos” (Mannoni, 1996: 5). En el mundo anglosajón, los estudios centrados en arquitectura partiendo de una perspectiva arqueológica conformaron un ámbito de investigación de sólida tradición historiográfica con enfoques muy diversos, conocido con el término de archaeology of architecture. (Azkarate, 2008: 13) En España, la vía de entrada fue a través de la experiencia italiana en el encuentro de Siena. El impulsor, sin duda se trata de L. Caballero Zoreda, quien desde un primer momento, tuvo en cuenta tanto las necesidades de carácter histórico como las derivadas de la restauración arquitectónica. Con la llegada de los años noventa, el uso y aplicación del lenguaje estratigráfico, se fue haciendo paulatinamente más común. Dos publicaciones tuvieron un papel protagonista en el proceso de divulgación de los T. Mannoni será quien explique las razones de esta nueva denominación: “Es evidente… que si existe una ‘historia de la arquitectura’ basada tanto en los estilos y cánones estéticos como en las fuentes escritas e iconográficas, debe existir también una ‘arqueología de la arquitectura’, basada en sus caracteres construidos y en las transformaciones de los edificios, es decir, en el análisis objetivo de los mismos artefactos” (Mannoni 1996:5; según Azkarate 2001:3 –las comillas y entrecomillados, del segundo–). 3

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principios estratigráficos: el monográfico titulado «Leer el documento construido» que se publicó en la revista Informes de la Construcción (Caballero y Latorre, 1995), y las Actas de las Jornadas realizadas en Burgos sobre «El método arqueológico aplicado al proceso de estudio y de intervención en edificios históricos» (Caballero y Escribano, 1996). En el año 2002 se realizará en Vitoria el primer Seminario Internacional de Arqueología de la Arquitectura, donde se reflexiona sobre el estado de la disciplina tanto en Italia como en España, evidenciando un nivel de madurez disciplinar en nuestro ámbito de trabajo. De esta experiencia surgirá la publicación de la revista Arqueología de la Arquitectura cuyos dos primeros volúmenes reflejan los resultados del seminario. (Sánchez, 2007). Sin embargo, a pesar de los esfuerzos llevados a cabo por algunos investigadores, no se ha alcanzado todavía una normalización de los sistemas de registro y análisis de los edificios históricos, lo que dificulta la puesta en común de los resultados alcanzados durante los estudios arqueológicos de los diversos equipos. Después de casi diez años de haberse celebrado el Seminario Internacional de Arqueología de la Arquitectura en Vitoria-Gasteiz (2002), sigue habiendo una importante diversidad en las aproximaciones arqueológicas a la arquitectura, con equipos operando con instrumentos y estrategias diversas, pero es precisamente, en su capacidad de adaptación y metamorfosis, donde reside la potencialidad de la Arqueología de la Arquitectura y la garantía de su futuro (Azkarate, 2013:289).

CRONOTIPOLOGÍA En 1970, bajo las directrices de T. Mannoni comenzaron a surgir los primeros trabajos en los que se establecieron clasificaciones tipológicas relativas a elementos arquitectónicos concretos, exactamente, vanos de puertas y ventanas. El siguiente avance consistió en la ampliación del campo de estudio a los aparejos murarios, proponiéndose clasificaciones tipológicas de los mismos. T. Mannoni propondrá una clasificación de las técnicas más importantes, basándose en los aspectos constructivos y funcionales más allá de los formales, defendiendo los estudios cronotipológicos como un método de datación absoluta a escala regional. Para ello, elabora una metodología que pasa por la consideración del elemento a estudiar como el resultado de una serie de condicionantes que hacen que dicho elemento tenga una consideración concreta dentro del proceso productivo. Su labor será valiosa, pero será R. Parenti (1983) quien haga una primera clasificación, la cual será importada a España por M. A. Tabales (1997), ya que algunas de las tipologías recogidas en sus tablas podrán ser extrapoladas. (Vargas Lorenzo, 2013) En España habrá que esperar a finales de los años noventa y principios del nuevo siglo para ver los primeros resultados de los análisis cronotipológicos relativos a la 10

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Arqueología de la Arquitectura. Destaca de nuevo la labor de L. Caballero Zoreda, pionero en los estudios de paramentos; sus trabajos en torno a las técnicas constructivas altomedievales serán abordados bajo una perspectiva estratigráfica, fundiendo las características tipológicas de los aparejos y elementos arquitectónicos con el discurso constructivo, evolutivo, y productivo del edificio, dejando patente que el término “técnica constructiva” se emplea frecuentemente como sinónimo de “aparejo” o de “fábrica”, remitiéndose únicamente a la tipología muraria o arquitectónica, cuando en realidad hace referencia a un ciclo productivo con una serie de actividades organizadas y una finalidad concreta que comienza en la cantera y termina en la ejecución del edificio. (Caballero, 2009:171) Otro caso de estudio es el realizado en la Catedral de Santa María de Vitoria-Gasteiz (Azkarate, 2001). Su sistema de lectura cronotipológica se fundamenta en la identificación de una serie de variables que concentra en grupos de variables o “clusters” de carácter técnico y formal llevada a cabo tras la lectura previa de los principales elementos constructivos. La práctica de ambos ejercicios de análisis lleva a la elaboración final de una serie de cuadros en los que se exponen los resultados: por un lado la analítica de variables, y por otro, los edificios con esas variables asociadas por cronologías. Partiendo del sistema de “clusters” de A. Azkarate, L. Sánchez (2007) emprenderá un importante estudio sobre arquitectura altomedieval alavesa. Desde la vía iniciada por T. Mannoni en la década de los 80, la tipología ha sido en los últimos años objeto de trabajos de investigación que han potenciado a la par que justificado su presencia como parte fundamental e imprescindible de cualquier análisis arqueológico de un edificio (Vargas Lorenzo, 2013:10)

LA ARQUEOLOGÍA RESTAURADORA

DE

LA

ARQUITECTURA

EN

LA

PRÁCTICA

El instrumento estratigráfico, de manera temprana mostrará su utilidad para secuenciar los diferentes procesos acaecidos en el edificio histórico así como los problemas estructurales del mismo; por lo que rápidamente entrará a formar parte del ámbito de la intervención de monumentos (Azkarate, Caballero, Quirós, 2002). La Arqueología de la Arquitectura se trata de una manera de gestionar, estudiar y conservar una parte de la cultura material de las sociedades pasadas. Las estructuras murarias constituye, quizás, el patrimonio material heredado más notable y destacado, tanto por su voluminosidad y significado como por su continuidad funcional. (Quirós, 1994) Actualmente, la realización de proyectos de restauración monumental, cada vez promueve más investigaciones que de forma paralela permitan conocer el edificio en su integridad, en aras de una actuación más respetuosa con el mismo. Sin embargo, en ocasiones, los contrastes entre arquitectos y arqueólogos en el campo de la restauración 11

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son continuos, y en ocasiones, la incomprensión mutua impide el diálogo, quedando relegado el papel del arqueólogo al de mero indagador preliminar que justifique la intervención (Ibidem). El proceso restaurador debe ser visto como, por una parte, una operación orientada a la conservación del monumento; pero por otra, como una ocasión única de conocimiento. Urge, por lo tanto, desacralizar el objeto, la “pérdida de la inocencia” de la arqueología de la arquitectura4 y el fomento de la participación de equipos interdisciplinares (Azkarate, 2004) en la que cada disciplina renuncie “a la permanente reivindicación de lo propio, y en consecuencia, de la incorporación de todas ellas al cumplimiento de unos objetivos previamente consensuados” (Ibidem:44).

CONCLUSIONES La Arqueología de la Arquitectura genera la posibilidad de obtener una visión radicalmente nueva acerca de la historia de la arquitectura, desligándola de la historia de los estilos, y convirtiéndose así en una historia de los modos de construir. Las construcciones no son entes unitarios, sino que han sido configurados a lo largo del tiempo por múltiples reformas, cambios de proyectos, ruinas, ampliaciones y demoliciones. Esas acciones dejan su huella sobre las fábricas, huellas que pueden ser descodificadas gracias a las herramientas arqueológicas adaptadas al trabajo en construcciones en pie. El descubrimiento del enorme potencial de la arquitectura como medio para generar conocimiento histórico, por medio de la determinación de los contextos sociales y productivos, es una de las ideas principales de esta disciplina, y el estudio de las técnicas constructivas permitirá reconocer la existencia de cambios de carácter socioeconómico, tales como el aumento o descenso en la capacidad de generar excedentes, o un mayor o menor capacidad de control de unos individuos sobre otros, así como la mayor o menor capacidad de llevar a cabo la realización de ciclos productivos complejos.

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Término acuñado por G. Brogiolo en 1997

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3.2. MÉTODO DE ANÁLISIS

El objetivo principal del análisis estratigráfico murario es la lectura, documentación e interpretación de las diferentes fases constructivas del documento construido. Su aplicación conlleva el estudio y documentación de los materiales y técnicas constructivas que componen el edificio, proporcionando un minucioso y atento conocimiento de la materialidad del mismo. También, su conocimiento resulta clave para la redacción de un proyecto de restauración, que atento a los datos estratigráficos, apueste para la conservación de la materialidad, reduciendo la pérdida o la eliminación de los datos mismos. El método del estudio aplicado a los edificios históricos se trata de un método de análisis de la estratificación nacido en el mundo de la arqueología y que, en un principio, se aplicó de forma predominante a la estratificación arqueológica. El momento clave de la sistematización del método fue cuando E. C. Harris (1979) publica “Principios de Estratigrafía arqueológica” (Mileto, Vegas 2003:190).

HERRAMIENTAS: LA ESTRATIGRAFÍA La aplicación del método del análisis estratigráfico a la arquitectura es relativamente reciente. Sin embargo, en los últimos treinta años, diferentes investigadores se han ocupado de su sistematización metodológica, entre ellos G. Brogiolo, R. Parenti, R. Francovich, F. Doglioni, L. Caballero etc. La base de este sistema de análisis está en las ciencias naturales. La estratigrafía, surge al fin y al cabo de la geología; y la clasificación por tipos, es heredera de la taxonomía, base de trabajo en biología. La construcción del dato estratigráfico es un proceso en el que se combinan inducción y deducción de forma recursiva. Las hipótesis teóricas van tomando materialidad mediante procedimientos de prueba y error, donde inducción y deducción se van alternando hasta conseguir una cierta adecuación entre el objeto de estudio y los modelos generados para su explicación. A partir de la experiencia se elaboran una serie de hipótesis que deben ser contrastadas con más datos, para lo que se debe recurrir a la observación de nuevos casos de estudio o a la reinterpretación de los ya analizados (Sánchez Zufiaurre, 2007:70). En este trabajo, el protocolo de trabajo seguido forma parte del trabajo “Ensayo de un modelo de arqueología aplicado al patrimonio edificado” (García, Plata, Solaun, 2005), presentado en el IV Congreso Peninsular de Arqueología de Garo, celebrado en el año 2004. La Arqueología de la Arquitectura aspira a desvelar los significados históricos que la arquitectura atesora, y para lograr estos objetivos, es necesario emplear una serie de 13

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instrumentos analíticos con los que afrontar el estudio y la documentación del objeto material. En el siguiente cuadro (Ibidem) aparece una serie de herramientas analíticas, resaltadas las empleadas en este trabajo, diversas en su naturaleza, pero necesariamente complementarias para alcanzar los objetivos propuestos. (Fig. 1)

Figura 1: Cuadro con el procedimiento seguido marcado en diferentes colores, cada uno perteneciente a una fase de desarrollo del proyecto

Efectivamente, el principal instrumento empleado para este trabajo será el estudio estratigráfico. La idea básica de esta herramienta analítica es, en palabras de Carandini, que “la secuencia estratigráfica es, ante todo, una serie de resultados materiales de acciones ordenadas en el tiempo relativo: ‘primero esto, después aquello’. En el campo de las acciones mínimas lo que cuenta es el ‘antes y el después’, es decir, la concatenación continua de los acontecimientos” (1997:139)5. Una vez establecida la secuencia relativa, será posible dotar a algunos de los eslabones de la cadena de una fecha más o menos ajustada en función de diferentes criterios, llegando, de esta manera, al establecimiento de una secuencia con cronologías absolutas que asigna rangos más o menos acotados en función de los elementos que hayan podido ser datados.

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Tomado de Sánchez Zufiaurre 2007:72

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Las fuentes documentales e historiográficas no aparecen citadas en este punto puesto que se les dedican posteriormente diferentes apartados dentro del capítulo cuatro: “El estudio”.

EL PROCESO DE TRABAJO Con este método se diferencian, ordenan y datan las fases por las que han pasado los edificios hasta llegar a su estadio actual, analizando todos los elementos que los componen y que se le fueron añadiendo, y las distintas actividades y procesos destructivos y constructivos que sufrió. Se trata de un método flexible, auxiliar que permite la posibilidad de adecuarse a circunstancias muy variadas. El trabajo llevado a cabo, puede ser dividido en dos grandes fases, siguiendo las ideas de A. Carandini6, que a su vez se dividirán de nuevo según las necesidades de cada una. Estas dos grandes fases que hemos diferenciado son, por un lado, la realizada en el trabajo de campo; y la fase de narración y edición. Primera fase: trabajo de campo Dentro de esta primera fase, englobamos todos los trabajos que han sido necesarios desarrollar in situ, allí en Cellorigo, sino en su totalidad, en un porcentaje muy alto. La lectura de datos En primer lugar, realizamos la lectura de datos mediante la atenta observación de las fábricas que componen el edificio, analizando las discontinuidades entre materiales y técnicas constructivas diferentes. Para ello, es necesario verificar que los principios de la estratigrafía son perfectamente aplicables a los elementos que lo conforman. Estos principios, explicados por L. Caballero (1995a:38), son: 1) El de superposición, sucesión y continuidad: los elementos de un edificio, al igual que los estratos, se superponen y adosan unos a otros, de modo que un elemento superpuesto a otro es posterior a él. 2) El de horizontalidad original y continuidad lateral: los elementos se extienden horizontalmente pero de modo limitado, tendiendo a ocupar todo el hueco que encuentran libre o la superficie útil del edificio como si fuera una “cuenca de sedimentación”. 3) El de las relaciones de cruce o corte: los elementos también se cortan los unos a los otros, de modo que los que cortan son posteriores a los cortados.

6A.

Carandini (1997:134-142) divide el trabajo arqueológico en dos momentos sucesivos. Estos dos momentos principales de la labor arqueológica comprenden la identificación y documentación, en un nivel analítico inferior; pasando en un escalón interpretativo superior a la narración y edición.

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4) El de los fenómenos de la discontinuidad temporal y la mayor importancia de los hiatos en el registro estratigráfico: en la práctica la seriación de elementos nunca se presenta completa, de modo que el tiempo representado por los elementos es mucho menor que él no representado por ellos y que corresponde a hiatos. 5) El de la identidad tipológica y los fragmentos incluidos. 6) El de la interdependencia de las acciones. 7) El del actualismo y el uniformismo 8) El del catastrofismo y evolucionismo. Documentación gráfica y documentación de datos. L. Caballero (Ibidem: 41), a la hora de hablar de la documentación gráfica, explica que: “la documentación gráfica –planimétrica y fotográfica– no es sólo la etapa previa del análisis; se puede considerar su propia esencia. De alguna manera documentar, como sinónimo de leer un documento, supone en el análisis de la construcción histórica lo que la excavación en un yacimiento.” En el mismo momento que realizamos la lectura de datos, documentamos de forma gráfica todo el edificio histórico, mediante el dibujo y la toma de fotografías para disponer de un soporte gráfico a la hora de diferenciar y ordenar las diferentes fases por las que ha pasado hasta llegar al estado actual; además de realizar la toma de medidas necesarias para poder dibujar una nueva planta, ya que las de la bibliografía poseían pequeños errores. Finalmente, el dibujo de una nueva planta no fue posible realizarlo, por lo que en el trabajo empleamos la planta dibujada por J. G. Moya Valgañón, a nuestro parecer, la más correcta de las disponibles. En segundo lugar, una vez obtenido el soporte gráfico, desarrollamos la documentación de los datos, transcribiendo todas las observaciones realizadas en la lectura, y originando de esta forma una serie de planos de análisis estratigráfico, en los que dibujamos los contornos de las diferentes unidades estratigráficas. La Unidad Estratigráfica, o UE se trata del objeto fundamental del análisis, la acción construida menor individualizable estratigráficamente. (Caballero Zoreda, 1995a). Es, por lo tanto una operación constructiva homogénea caracterizada por una superficie, horizontal o vertical, delimitada por un contorno, con una anchura que permite determinar su volumen, con una posición estratigráfica relativa en el tiempo respecto a otras, y una cronología absoluta (Carandini, 1997; Parenti, 1996). Los múltiples tipos de acciones que van creando una construcción pueden ser divididas básicamente en dos grandes grupos: las positivas (añadidos, recrecidos, rellenos…) y las negativas (rupturas, demoliciones, cortes, abandonos…), pudiendo cualquiera de ellas forma partes más o menos amplias del conjunto, siendo uno de los objetivos básicos del análisis su correcta identificación (Sánchez Zufiaurre, 2007:82).

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Para ello, nos apoyamos en el uso de fichas analíticas que permitieron diferenciar cada elemento. En ellas se describen los elementos, las acciones que actuaron desde su creación y las relaciones que poseen con los demás elementos. Estas fichas pueden ser de elementos e interfaces –es decir, elementos negativos– y también de estructuras. Cada ficha se debe acomodar al objetivo concreto del trabajo y a las características físicas del edificio, pero siempre deberá tener unos campos fijos: la identificación de la unidad estratigráfica a través de un número, su nombre e identificación; su descripción; acciones que crearon la unidad descrita y sus relaciones con los demás elementos, en cuadro y diagrama. Además, también deben aparecer la interpretación y las referencias a otros elementos en el caso de que sea necesario. En el caso de Santa María del Barrio, realicé treinta y nueve fichas estratigráficas, una por cada unidad diferenciada, en las que incluí los siguientes campos:  Número de la UE7  Tipo de la UE  Fotografía  Descripción  Secuencia estratigráfica  Diagrama o cuadro de relaciones  Relaciones de igualdad/equivalencia  Interpretación Además de las fichas, realizamos un listado en el que cada línea resumía una ficha. En él, la descripción se reduce al número y nombre de la UE; y cada línea, contienen además el número de las demás UEs en relación directa con ella, ordenadas por anteroposterioridad; el periodo al que pertenecen que engloba las relaciones de coetaneidad y las referencias a los planos. El objetivo principal de esta primera fase fue la identificación e individualización de la morfología de la estructura, a partir del reconocimiento de una serie de partes homogéneas realizadas en su mayoría con el mismo material, los mismos instrumentos Como bien lo expresa L. Caballero (1995a:42), a la hora del orden de la numeración, “lo normal es que sea muy difícil distinguir a primera vista el orden estricto en que se depusieron o construyeron todos y cada uno de los elementos, debido fundamentalmente a la simultaneidad de cada muro que representa una serie estratigráfica individual y a la abundancia de relaciones de corte. Por ello es imposible hacer coincidir el ‘orden’ de numeración con el histórico de deposición, desde el más reciente hasta el más antiguo, como se propone en la excavación. Ello obliga a que la numeración sea aleatoria siguiendo sólo el orden de nuestro proceso de trabajo.” 7

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y la misma función específica. Una vez identificadas las UE, el siguiente paso del análisis se basó en la lectura de las relaciones entre los distintos elementos, lo cual permite interpretar la secuencia de intervenciones que la construcción ha sufrido. Lectura de datos. El diagrama estratigráfico Basándonos en el cuadro de relaciones de cada ficha, dibujamos un diagrama estratigráfico final, un sistema de representación del tiempo que engloba todas las UEs reconocidas, en el que los elementos se ordenan cronológicamente según sus relaciones de diacronía en columnas verticales, y de sincronía en líneas horizontales. El objetivo final de esta fase del trabajo, por tanto, fue aislar y secuenciar cada intervención ocurrida a lo largo de la vida del edificio, es decir cada UE describiendo sus características y materiales, estableciendo una secuencia estratigráfica relativa del conjunto. Este análisis de las relaciones estratigráfico/constructivas es la parte más delicada del proceso, ya que en él se mezclan tres lecturas distintas: por un lado, la de situación espacial de los elementos; la de la acción constructiva que los creó, emparejada a esta primera; y finalmente la secuencia temporal (crf. Caballero, 1995a) Periodización e hipótesis de periodos construidos La última etapa de la realización de los diagramas conlleva su periodización a través de la cronología relativa obtenida por la situación en los diagramas de los elementos, horizontal y verticalmente, y de sus características, acciones que los relacionan, tipologías de sus materiales, y en el caso de que los hubiera, datos de cronología absoluta. A través de ellos se deducen los periodos históricos en la vida del edificio. En muchos casos ocurre que no se pueden definir correctamente los periodos a los que pertenecen muchas de las UEs, quedando dudosa su situación en el diagrama entre otras superiores o inferiores que, a su vez, pueden estar también indefinidas. Sin embargo, hay que decidirse por colocarlas en una posición dejando claro que es dudosa. Esta situación se puede denominar flotante –“de ascensor”, pues las UEs pueden detenerse a la altura de uno u otro periodo según el criterio que se decida –. La situación de estas UEs en el diagrama debe leerse como de cronología variable entre el suelo y el techo, que representan las que la limitan. En el caso de Santa María del Barrio, ha sido imposible realizar ninguna datación de tipo absoluto al carecer de los conocimientos y herramientas necesarias para ello, por lo que fue necesario recurrir a las fuentes, tanto bibliográficas como documentales para poder establecer una secuenciación lo más objetiva posible. Segunda fase: narración y edición La segunda gran fase, fue la de narración y edición. Una vez articuladas las partes menores del edificio, fue necesario, para poder comprenderlo correctamente, elevar a un 18

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nivel de análisis superior todos los datos obtenidos y sus correlaciones, articulándolos en un grado de síntesis superior que permitiera explicar, con mayor eficacia y claridad la historia constructiva de la ermita. En esta fase, fue incluida la búsqueda de documentación bibliográfica y el vaciado archivístico para poder fundamentar el análisis estratigráfico con el aporte de las fuentes documentales. La determinación de la cronología de las diferentes fases de la ermita, no podía ser realizada de otra forma, ya que no contamos con la posibilidad de aplicar métodos de datación absoluta, razón por la cual debimos recurrir a la documentación escrita, la cual, efectivamente, posibilitó la periodización de algunas de las fases constructivas de la ermita. Estas dos grandes fases, por un lado, la identificación y documentación; y por otro, la narración y edición, fueron realizadas de forma sincrónica, ya que, con el tiempo el radio de acción con respecto a la búsqueda de documentación, tanto bibliográfica como documental; así como los testimonios de personas que conocieron el lugar; fue haciéndose más amplio, permitiendo alcanzar un mayor conocimiento de las diferentes fases, o pequeñas partes que configuraban la ermita.

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3.3 LIMITACIONES

A la hora de realizar este trabajo sobre la ermita de Santa María de la Piscina hemos encontrado con una serie de limitaciones que hemos creído conveniente resaltar. En primer lugar, la ermita está completamente arruinada. No conserva cubierta alguna a excepción de la cabecera; aunque la documentación afirma que el resto de la construcción se cubriría con una techumbre de madera. Se encuentra situada en una especie de plataforma muy estrecha, rodeada de campos de cultivo y vegetación, lo cual también ha influido a la hora de documentarla gráficamente, impidiendo la realización de fotografías de paramentos completos, y haciendo necesario recurrir a programas como “Photoscan Pro”, o “Panorama Maker” para poder obtener una imagen completa de algunos de estos muros. Por otra parte, la zona superior de los muros de prácticamente toda la iglesia, así como la construcción superior, la llamada “casa del peregrino” se han perdido por completo, por lo cual, todas las lecturas van a estar mediatizadas por este hecho, perdiendo una parte relativamente importante de la información de los procesos y reconstrucciones que ha sufrido el edificio. Debido a su carácter de ruina, el estado de abandono del edificio es total8, lo cual ha permitido que la naturaleza lo domine. En su interior, las primeras veces que lo visitamos, había una importante cantidad de maleza, incluso algún árbol que impedía la lectura total de los elementos murarios. Asimismo, hay gran cantidad de enredaderas que cubren parte de estos muros, en algunos casos tanto al exterior como al interior. Tras una efectiva limpieza por parte del alcalde del pueblo, el lugar quedó mucho más visible, pero en el exterior no se actuó, por lo que hay muros en los que ha sido completamente imposible realizar ningún tipo de lectura estratigráfica. También el hecho de que la mayoría de muros estuvieran enfoscados supuso una dificultad añadida para la lectura de los mismos. El vaciado archivístico fue otra complicación más a la hora de realizar el trabajo. Debido a que Cellorigo se trata de una localidad muy pequeña, con unos quince habitantes en invierno, el archivo de la parroquia se decidió trasladarlo al Archivo Diocesano de Logroño. Una vez en él, la búsqueda del libro de fábrica no fue fructífera, ya que éste había desaparecido probablemente en el traslado o por una donación. Las pocas fuentes documentales sobre las que pude trabajar que trataran sobre la ermita, 8

En fiestas del pueblo, en verano se realizan romerías a la ermita, con lo cual, pese a que se trate de un monumento relativamente olvidado por parte del pueblo, mantiene una vinculación de carácter ritualista en la mentalidad colectiva

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hablaban sobre una cofradía fundada allí mismo. Estos documentos, transcritos y editados por J. G. Moya Valgañón, pese a ser muy ricos en información sobre la cofradía, acerca de la iglesia hacían muy pocas menciones; con lo cual, desde un principio para realizar este trabajo sólo contaba con las referencias bibliográficas, que realizaban un estudio de la iglesia basándose solamente en criterios estilísticos. En definitiva, se trata de una ermita abandonada9, en estado avanzado de ruina y olvidada por parte de su pueblo, el cual, a su vez, también está sufriendo un importante proceso de envejecimiento y abandono sobre todo en invierno debido a las pocas comodidades e infraestructuras que posee. Estos motivos hacen tan importante actuar de forma rápida en el patrimonio de esta zona, para ponerlo de nuevo en valor y dinamizar el entorno, compuesto por pequeños núcleos en una importante fase de abandono.

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J.G. Moya Valgañón escribe un artículo en el periódico “La Rioja” el 9/06/1996, en el que bajo el elocuente título de “Expolio en la Morcuera critica de forma dura el abandono, expolio y deterioro de los restos históricos de esta zona, sufriendo un proceso de degradación que en muchos de ellos se ha vuelto ya irreversible. Además de la ermita de Cellorigo, Moya habla sobre la ermita rupestre de San Martin en Castilseco y la de Santiago en Sajuela.

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. ESTUDIO

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4.1. CONTEXTO ESPACIAL

El territorio histórico de La Rioja tiene una extensión de 5.054 km². Limita al norte con Álava, al noreste con Navarra, al sureste con Aragón y al oeste y al sur con Burgos y Soria (fig.2) Se trata de un territorio muy variado desde el punto de vista geográfico, dividido en siete valles por los principales ríos que la recorren, los cuales van a desembocar al río Ebro, frontera natural con el territorio alavés, exceptuando la zona conocida como la Sonsierra riojana, la cual abarca tres municipios: Briñas, San Vicente de la Sonsierra y Ábalos. La línea que une el cerro del castillo de Grañón con la Peña Luenga de Cellorigo cruza longitudinalmente una porción de la cuenca del río Tirón jalonada por numerosas manifestaciones artísticas medievales, vinculadas principalmente con la tradición románica. Desde el punto de vista físico, este espacio forma parte de la depresión del Ebro, cuenca del nordeste peninsular configurada en la era Terciaria, cuando el plegamiento alpino propició su hundimiento y la paralela elevación de los sistemas montañosos que la flanquean.

Figura. 2: Contexto geográfico del estudio. Mapa físico-político del territorio riojano. Mapa general, 2010. Comunidad Autónoma de La Rioja

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Cellorigo es una pequeña población altorriojana localizada en la zona elevada de la parte más meridional de los montes Obarenes en la sierra de Cantabria, situada en la base de un territorio muy abrupto y característico formado por grandes riscos calcáreos (fig. 3). Esta localidad es conocida popularmente como el “Púlpito de La Rioja” ya que forma una atalaya natural, desde la que se domina las cuencas bajas de los ríos Tirón y Oja. La ermita se encuentra alejada unos 500 metros aproximadamente del núcleo urbano de la localidad de Cellorigo, situada en el rincón más noroccidental de la comunidad autónoma de La Rioja. Esta construcción se enclava en un paraje singular, tras las escarpadas agujas de piedra de los montes Obarenes, junto al arrollo que viene desde “la Zárata”10 y levantada sobre un pequeño altozano situado al lado de la carretera de acceso al enclave, lugar estratégico desde el cual se domina buena parte de la región (fig. 4).

Figura 3: Emplazamiento de la localidad de Cellorigo (azul) y la ermita de Santa María del Barrio (amarillo) dentro de la C.A. de La Rioja. Cartografía y Topografía Básica 1:10.000, Comunidad Autónoma de La Rioja. Edición 2006.

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Término al que dio su nombre una mujer con reputación de hechicera, que en la zona vivió siglos atrás.

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Figura 4: Vistas generales de la localidad de Cellorigo, La Rioja

Esta zona se caracteriza por la proliferación de núcleos de población de pequeña entidad, organizados administrativamente en buen número de municipios independientes: Foncea, Cellorigo, Galbárruli, Sajazarra, Fonzaleche, Treviana, San Millán de Yécora, Tirgo, Cuzcurrita del río Tirón, Ochánduri, Herramélluri, Leiva y Tormantos. Desde la década de 1970, la comarca ha sufrido un fuerte declive demográfico. La actividad económica primordial era una agricultura de base cerealista, en favor de la cual se desarrollaron los planes de concentración parcelaria. La pérdida de competitividad de este tipo de cultivos, el desarrollo industrial de las regiones vecinas y las oportunidades que ofrecía la vida en las ciudades, han incidido negativamente en el devenir socioeconómico de la zona que, a día de hoy, carece de vías alternativas de desarrollo.11

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En este aspecto, cabe destacar la labor realizada por el Centro de Interpretación del Románico de La Rioja Alta, incluido en el programa de Desarrollo Rural y ubicado en la localidad de Treviana, que además de estudiar, conservar y divulgar el patrimonio cultural de los diecisiete pueblos de la comarca participantes en el proyecto, también contribuye al desarrollo y la dinamización socioeconómica de la región.

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4.2. EVOLUCIÓN HISTÓRICA

La Rioja Alta, región en la que se ubica la localidad, es una zona clave, en cuanto a que su especial situación le ha hecho jugar simultáneamente un papel de frontera y de transición entre Castilla, Navarra y Aragón. Es también zona de asiento de importantes monasterios, con San Millán de la Cogolla a la cabeza; de sedes episcopales: Nájera en un primer momento, y luego compartida con Calahorra, y Santo Domingo de la Calzada; así como de importantes familias nobiliarias como los Haro. Estas características permiten que haya sido una región estudiada en profundidad (García de Cortázar, 2009). Esta área tempranamente quedará inmersa en el proceso de expansión cristiana. Desde finales del siglo IX, leoneses y castellanos serán los protagonistas de los primeros esfuerzos de ocupación del territorio. Esta ocupación, lenta y pacífica en un primer momento, se va a ver doblada a comienzos del siglo X pasando a ser de tipo militar y suponiendo una ocupación sistemática del territorio a partir de puntos iniciales de establecimiento cristiano, a la vez que se desarrolla de forma simultánea un proceso de delimitación progresiva de las diferentes vinculaciones –espiritual, política y jurisdiccional–. Fue su emplazamiento estratégico lo que permitió que durante los siglos IX y X, Cellorigo jugara un papel clave. Su importancia radica en que la localidad es de las primeras documentadas de la zona, ya que consta su existencia anterior a la ocupación cristiana de La Rioja (Ubieto, 1966:68, 69). Efectivamente, la primera mención documental aparece en la Crónica Albeldense, denominándola como “Castrum Celloricum”12. Esta Crónica se incluye en las fuentes que narran, en relación con las actividades bélicas entre cristianos y musulmanes, lo que sucede en esta zona del valle del Ebro en el siglo IX. Concretamente, trasmite el relato de las batallas de Cellorigo, entre los años 882-88313, en los que la fortaleza fue asediada por expediciones musulmanas cordobesas, y defendida por el conde de Álava, Vela Jiménez.

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Las menciones cronísticas más antiguas de Cellorigo, confirmadas en los documentos de los siglos IX, X y XI, hacen referencia al castellum. Se trataría, por tanto, de un núcleo que juega un papel de cierto relieve en la ordenación administrativa del espacio, seguramente como asiento de alguna autoridad delegada del poder público. Sin embargo, los testimonios posteriores, lo mencionarán como castrum, asiento, por lo menos, de forma eventual, de un senior, teniente o dominante. En este caso, el vocablo castellum parece entrar en juego con el de castrum, confirmando, de esta forma, su papel como centro estratégico durante los siglos altomedievales. (García de Cortázar, 2009:229) 13En

su Diccionario geográfico-histórico de España, Ángel Casimiro Govantes (1846:53) transcribe parte de esa batalla. Las aclaraciones entre paréntesis son añadidos suyos: «En la era 920, reinando D. Alonso III Almundar, enviado por su padre Mahomat, Rey de Córdoba, con 800 hombres, mandados por

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En el año 923 la coalición asturiano-pamplonesa conquista Nájera y, desde ese momento, las tierras riojalteñas quedan desvinculadas de los poderes musulmanes. Se inicia entonces un período de más de dos siglos en el que el territorio va a ser disputado entre pamploneses y asturleoneses, primero, y entre pamploneses y castellanos, después. De hecho, no será hasta el año 1177 cuando el rey navarro Sancho VI el Sabio acepte que, tanto La Rioja, como La Bureba, queden bajo soberanía castellana. Su castellum,14 del que no queda rastro, defendía principalmente los territorios de la Hoz de Foncea y la Hoz de la Morcuera15, manteniéndose a cargo de los condes de Álava hasta la primera mitad del siglo XI, momento en el que fue donado por el rey de Castilla Fernando III. Cellorigo vuelve a aparecer citado en el año 1040, en la carta de arras dada a Doña Estefanía por su marido García, el de Nájera; es decir, García Sánchez III de Pamplona. (Rodríguez y Rodríguez Lama, 1992). En el año 1288 el rey de Castila, Sancho IV, cambió el rumbo del castillo y del pueblo de Cellorigo, quitándole su hegemonía de villa independiente para pasar a ser aldea de Miranda de Ebro. La carta otorgada por el rey a favor del concejo de Miranda fue firmada en Haro el día 1 de julio de 1288. Así se extinguía también su título como cabeza de alfoz (García, Pérez, Arrúe, Moya, 2008).

Abuhalit, después de haber combatido las fortalezas de Zaragoza y Tudela sin rendirlas, poseídas por los Zimaeles, hijos de Muza, enemigos del Rey de Córdoba, talando el ejército cordobés todo el país, llegó reforzado con Ababdella, anteriormente amigo nuestro, a los términos de nuestro reino (de Asturias); primeramente acometió al castillo de Cellorigo, defendido por Vela Jiménez, Conde de Álava, pero fue rechazado con pérdida de mucha gente; de allí pasó con su ejército al estremo de Castilla a combatir el castillo de Pontecurbo (Pancorbo), que atacó por tres días, pero solamente consiguió perder mucha gente al filo de los vengadores aceros: era Conde de Castilla Diego, hijo de Rodrigo (…) En la era siguiente de 921 (año 883), hizo la misma expedición, corrió desde Zaragoza, talando los campos y saqueando cuanto encontraba; pero sin poder rendir castillo alguno: volvió a combatir el castillo de Cellorigo, defendido por el Conde de Álava Vela, viéndose obligado a renunciar su empresa con no corta pérdida; sucediéndole lo mismo en el castillo de Pancorbo defendido por su Conde Diego» (Cron. Alb. Num. 66, 67, 68, 69) 14

En la Hoz de la Morcuera de Cellorigo existió, según consta en un documento de compraventa del año 1049, un monasterio dedicado a San Pelayo, que habría pertenecido a San Felices de Oca. En este documento, el senior Muño Téllez vende el dicho monasterio al obispo Gomesano y al abad de San Millán de la Cogolla. Pocos años después esta propiedad fue usurpada, hasta que en 1060, el monasterio fue finalmente entregado a San Millán por un caballero llamado Tello Muñoz. En la cata de ofrecimiento del mismo, se dice que estaba situado junto al castillo de Cellorigo (García, Pérez, Arrúe, Moya, 2008). 15

En cuanto a estos topónimos, Moya Valgañón (1982:5) hace una importante referencia a su aproximada localización: «En La Campaña de la Morcuera se habla del paso de la Morcuera, identificándolo con la Hoz de Foncea, y del Alto de la Morcuera, que identifica con el actual paso de la Ventilla. Desde luego, es en este último paso donde realmente estuvo Morcuera. (…) En el siglo XVI se citan en Cellorigo topónimos como Carramorcuera, el camino de Cellorigo a San Miguel de la Morcuera o el Camino de Cellorigo a la Venta de la Morcuera».

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4.3. FUENTES DOCUMENTALES

Las noticias documentales más antiguas que hacen referencia al entorno de la ermita datan de 1049, año en el que uno de los habitantes del pequeño caserío cercano, Ozenari Lopez de Barrios actuaría de fiador en una escritura de San Millán de la Cogolla16. Referenciando ya a la propia ermita parroquial de Santa María del Barrio, los documentos son algo más tardíos, de comienzos del siglo XV y más concretamente, de 141517, fecha en la que el canónigo de Valpuesta instituye una cofradía en la ermita “aneja de la parroquial de San Millán de Cellorigo” (Moya Valgañón, 1968:47), denominada ‘Cofradía de Santa María y los Doce Apóstoles’. Existe abundante documentación sobre la cofradía, entre la cual destacan los libros de cuentas desde finales del siglo XVI a la primera mitad del XIX; además de la Regla de la misma y un cartulario con diversas noticias sobre propiedades, modificaciones de capítulos y diferentes avatares de la cofradía entre los años 1415 y 1629. Probablemente se trata de una de las más antiguas cofradías religiosas de la Rioja, ocupada principalmente de aspectos religiosos y de rendir las honras fúnebres del fundador y de los miembros. Los cofrades eran todos de la zona de Cellorigo y de sus proximidades, igual que las tierras y bienes que poseía, todos localizados en aldeas de Miranda de Ebro, como Galbárruli, Castilseco, Sajazarra o el mismo Cellorigo. (Moya Valgañón, 1982). Hay asimismo constancia documental de otras obras realizadas en la misma iglesia, entre los siglos XVII y XVIII, en las que se añadieron dependencias como la capilla en el lado de la epístola en 1660, y la casa del ermitaño, construcción de uso residencial ubicada en el mismo muro sur, en 1703 (García, Pérez, Arrúe, Moya, 2008). También, durante esta época se produjeron arreglos de carácter general en la ermita, vagamente documentados como la construcción del arco triunfal.

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Dicha escritura trata sobre la venta del monasterio de San Pelayo en la Morcuera, sito a unos tres kilómetros de la localidad de Cellorigo, al monasterio riojano (Moya Valgañón, 1968). 17

La fundación de dicha cofradía fue establecida por Don Juan Martinez de Cellorigo, dignidad de capiscol en la colegiata de Valpuesta en su testamento. A su muerte, se redactó la Regla de Nuestra Señora del Barrio de los doze Apostoles en un cuaderno de ocho folios en pergamino escrito en letra gótica textual caligráfica del siglo XV. En 1693, “por ser su letra antigua y no bien legible”, el cura de Cellorigo y abad de la cofradía, el licenciado Agustín de Angulo, mandó hacer una copa del cartulario al notario Juan Pérez de Borayta (Moya Valgañón, 1982).

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4.4. FUENTES BIBLIOGRÁFICAS

El análisis de este tipo de edificaciones históricas ha sido realizado a través de la Historia del Arte, realizando un estudio de la edificación como un modelo estático perteneciente a un estilo concreto, con una serie de reformas posteriores que alteraron ligeramente la configuración original de la misma. Se trata de una iglesia románica, fechada por criterios estilísticos en las postrimerías del siglo XII, de una sola nave, con cabecera cuadrangular18, más estrecha y baja que el cuerpo central (fig.5). Construida sobre muros de sillarejo, la nave central cerraría su cubierta con una techumbre de madera, hoy desaparecida en su totalidad, mientras que la cabecera lo haría con una bóveda de cañón apuntado, la cual se conserva aún. Esta bóveda arranca de una imposta sencilla que recorre los muros norte y sur de la cabecera, rematando en un arco triunfal de medio punto sobre pilastras toscanas.

Figura 5: Planta de la ermita según J. G. Moya Valgañón

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Moya Valgañón (1968), realiza un pequeño trabajo sobre las diferentes iglesias que comparten la peculiaridad de la cabecera cuadrangular, en detrimento de las de hemiciclo en la zona de la Rioja Alta, más concretamente en el área geográficamente delimitada por la cuenca del río Tirón y los montes Obarenes, zona estratégica de fricciones políticas entre Castilla y Navarra, y de tensiones religiosas, ya que en ella se encontraban los límites de Valpuesta, Álava, Nájera y Oca. En general, analiza iglesias que se caracterizan por corresponder a poblados de muy corto vecindario, desaparecidos actualmente y de un fuerte carácter rural, apreciado sobre todo en la realización del remate cuadrangular, más sencillo de realizar que el de hemiciclo y la general pobreza decorativa de todas ellas; sin descartar que este tipo de cabecera pueda obedecer a una tradición constructiva anterior.

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La sacristía, al igual que la capilla y la casa del ermitaño aparecen clasificadas como obras posteriores realizadas en el transcurso de los siglos XVII y XVIII; obras de mampostería con sillarejo en los esquinales y vanos. Los antiguos vanos del siglo XII quedan cegados en estas reparaciones: la pequeña aspillera ubicada en el centro de la cabecera y el acceso antiguo, una puerta situada en el muro norte, con arco de herradura descansado sobre un dintel monolítico. Respecto a ese antiguo acceso, se ha considerado como una obra perteneciente a una primitiva iglesia ubicada en el mismo lugar, la cual se aprovechó para construir la iglesia románica. De esta fase inicial, asimismo, se reconocen restos de una disposición a soga y tizón en la zona más baja de los muros norte y sur de la nave. El acceso norte (fig. 6), cercano a la cabecera constaría de un arco de herradura poco acusada y trasdós no paralelo, lo que según J.G. Moya Valgañón (1968) indicaría una obra visigoda, remontable al siglo VII. En el arco, efectivamente, el trasdós se aleja del intradós en las dovelas, lo cual parece afirmar que se trataría de una obra de carácter visigodo. Sin embargo, la combinación entre el arco y el dintel monolítico, enlaza con ejemplos similares ubicados en el monasterio de San Millán de la Cogolla de Suso, en el que aparecen dos vanos tipológicamente idénticos, con dintel monolítico descargado sobre arco de medio punto, los cuales enlazan con una ampliación del monasterio realizada por Sancho III el Mayor (García, Pérez, Arrúe, Moya, 2008).

Figura 6: Estado actual del acceso norte

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La iglesia, de acuerdo con sus funciones de parroquial, poseía una pila bautismal románica de finales del siglo XII (cfr. Sáez Rodríguez, 2002:105), con forma de gran cuenco más o menos semiesférico sin pie, similar a las de las parroquias de El Collado y Turza; apropiada para el bautismo de inmersión horizontal combinado con el de infusión y completamente exenta de decoración. Actualmente la pila se exhibe en el Museo del claustro de la catedral de Santo Domingo de la Calzada, pero hasta su traslado, se situaba en el ángulo noroeste de la ermita. De la ermita proceden también dos capiteles realizados en alabastro (fig. 7). Uno de ellos, labrado de forma similar por sus cuatro caras, que hace muy difícil el precisar cuál fue su destino primitivo en la iglesia19. Este capitel posee grandes volutas macizas en las esquinas, según Noack y Arbeiter (2006:21) “imitando un tipo califal del siglo X corintizante”, con decoración muy esquemática, técnica de bisel y algunos puntos de trépano. La pieza posee también un collarino de doble sogueado que la conecta con la serie leonesa de capiteles mozárabes (Ibidem). Este capitel se encontraba en la casa parroquial y servía para sostener una jofaina con oficio de pila de agua bendita.

Figura 7: Capitel. Fuente: http://www.condadodecastilla.es/arte/ermita-de-santamaria-de-barrio-en-cellorigo

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J. G. Moya Valgañón (1968), supone que formaría parte de una arquería exenta, muy difícil de situar en el interior de tan reducida planta.

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El segundo capitel (fig. 8) es más sencillo, con collarino de sogueado simple y una corona de hojas, hélices y volutas de igual tamaño, enroscadas como espirales, características que según Noack y Arbeiter podrían corresponder a un románico tosco (Ibidem: 22).

Figura 8: Capitel. Fuente: http://www.condadodecastil la.es/arte/ermita-de-santamaria-de-barrio-encellorigo

De forma general, los autores concuerdan en datar la iglesia a finales del siglo XII, en la misma época de la construcción del grupo de iglesias ubicado entre la cuenca del Tirón y los montes Obarenes, grupo al cual geográficamente pertenece, realizadas por diferentes cuadrillas especializadas de canteros y albañiles, que trabajaron tanto en esta zona, como en la zona de Santo Domingo de la Calzada en la construcción de la catedral, y en la zona de la Bureba burgalesa. (García, Pérez, Arrúe, Moya, 2008). Con el devenir del tiempo, la iglesia quedaría obsoleta, por lo que se vio la necesidad de añadirla una sacristía al norte de la cabecera, una capilla al sur de la nave central y una edificación de tipo residencial, la llamada casa del peregrino sobre la última; así como varias reparaciones a lo largo de los siglos XVII y XVIII. Sin embargo, a la hora de hablar de la primitiva iglesia, comienza a haber diversidad de opiniones. Los restos, localizados en el arco de herradura y los dos capiteles, según Mª Ángeles de las Heras (1986), suponen una muestra de arquitectura de repoblación, con formas asturianas sedimentadas sobre tradiciones visigodas, y también probablemente influjos árabes, focalizados en los capiteles, a los que fecha, sin desplegar argumentos, en el siglo VII. J. G. Moya Valgañón repasando la documentación de Albelda, sin embargo, considera la posibilidad de que primitiva iglesia perteneciera al siglo X y fuera levantada por 32

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mozárabes autóctonos20, ya que en esta zona no debió de haber una repoblación tan intensa como en otras zonas, permaneciendo bajo administración cristiana las mismas gentes que previamente habían estado bajo liderazgo musulmán. De esta forma explicaría la pervivencia del arco de módulo visigodo combinado con dintel.

20

Entendiendo por ello que se trataría de una obra de moros en tierra cristiana, en este caso, llevada a cabo entre los siglos X y quizás XI en la Rioja Alta. (Moya Valgañón, 1981)

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4.5. ANÁLISIS DE LA FÁBRICA

La construcción está formada por cuatro grandes fábricas, insertadas en los cuatro periodos en los que la iglesia sufre procesos constructivos y destructivos que modifican su apariencia. Para diferenciarlas, las denominaremos: fábrica prerrománica21, fábrica románica y fábrica barroca, basándonos en las fechas que da la documentación para cada una de las construcciones.

FÁBRICA PRERROMÁNICA En primer lugar, aparecen restos de la fábrica prerrománica, con un aparejo formado por sillarejos de traza bastante irregular y mediano-gran tamaño, compuestos por calizas de sustrato local, probablemente extraídas de una cantera cercana o de los mismos riscos que coronan la localidad de Cellorigo; con una disposición, en zonas muy localizadas, de soga y tizón. Estos restos se presentan de forma muy puntual en los muros norte, oeste y sur de la nave, debido a que prácticamente todas las evidencias de esta construcción se han perdido. Asociada a esta fábrica, aparece en el muro norte de la nave un vano de arco de herradura descargado sobre un dintel monolítico, que probablemente hiciera las funciones de acceso. El vano está ligeramente inclinado en su zona oriental y presenta una factura muy poco cuidada, la cual nos ha hecho valorar diferentes hipótesis, entre ellas que fuera una reconstrucción de época posterior, más concretamente del momento de construcción de la iglesia románica, y su forma fuera la de un arco de medio punto levantado por la labor de los albañiles que realizaron la obra. Sin embargo, para ello, sería necesaria una continuidad con el tramo de muro que consideramos de los momentos de construcción de la cabecera, cosa que no sucede, ya que este muro se adecúa a la forma del arco, apoyándose en él. También, la disposición de sus jambas daba pie a dudar de su posición original, debido a que algunas de las piedras que la conformaban se encontraban colocadas de forma vertical, produciendo la inclinación del arco, pero la revisión de ejemplos similares, aunque de época posterior22, nos hizo darnos cuenta de que, efectivamente, se trataba de otra tipología constructiva y no de la adecuación de los elementos líticos disponibles en el entorno y su posterior reutilización para levantar un vano (fig. 9).

21

Empleamos el término “prerrománico” aquí en su sentido etimológico, no estilístico

22

El acceso principal del hospital medieval de San Vicente de la Barquera, en Cantabria presenta la misma disposición en sus jambas.

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Figura 9: Vano prerrománico semicegado.

De esta fábrica, efectivamente quedan pocos restos y debido a la erosión de los mismos no se puede apreciar con qué instrumental fueron trabajados, pero corresponden a un trabajo de albañilería para la construcción de un pequeño edificio rural. (fig. 10 y 11)

Figura 10: Aparejo de la fábrica prerrománica.

Figura 11: Restos prerrománicos en planta.

FÁBRICA ROMÁNICA La fábrica románica se caracteriza por la presencia de un aparejo de sillarejo de unas dimensiones más regulares, de pequeño tamaño, con presencia de nuevo de rocas calcáreas, y por primera vez, arenisca y piedra toba, empleada esta última en la construcción de la bóveda de cañón que cubre la cabecera rectangular (fig. 12). Las piedras están colocadas siguiendo hileras bastante regulares, con presencia de gran cantidad de mortero y restos de enfoscados posteriores. A esta fábrica pertenece la construcción del primitivo altar, de tamaño más pequeño que el actual. Como elementos destacables, aparece el vano situado en el muro este del ábside, de pequeño tamaño, abocinado y coronado con un arco de medio punto. No presenta 35

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continuidad al exterior, ya que actualmente se encuentra cegado (fig. 13). Este aparejo no presenta continuidad al exterior, pero sí que aparece en el muro norte, en su zona más oriental adosado al arco de herradura en su parte inferior y haciendo esquina con el muro de cierre de la cabecera, con el cual se enlaza constructivamente. (fig. 14)

Figura 12: Aparejo de la fábrica románica

F F i g u r a Figura 13: Vano de medio punto

También aparece asociada a esta fábrica una especie de zapata interior en los muros norte y oeste de la nave, de una hilera y con una altura máxima de unos veinte cm. que en la esquina entre ambos muros se transforma en una plataforma de 1m² sobre la que seguramente iría instalada la pila bautismal románica de la ermita.

Figura 14: Restos románicos en planta

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FÁBRICA DEL XVII A esta fábrica corresponde la construcción de la capilla levantada en el lado de la epístola y las dos ventanas que aparecen cegadas en ella, una en la parte superior del muro este, cercana a la cabecera; y la otra localizada en el muro sur, a una altura más baja. (fig. 15) La capilla se realiza mediante mampuestos de mediano tamaño de caliza, alguna arenisca y una presencia casi anecdótica de piedra toba, calzados con ripios tanto de ladrillo como, sobre todo, de piedra. Los esquinales, sin embargo, están compuestos por sillares de arenisca, muy desgastados por la erosión del viento, habiendo llegado en algunos puntos casi a desaparecer. Estos sillares, muy bien trabajados, son de un tamaño relativamente grande en comparación con los mampuestos del interior del muro. (fig. 16)

Figura 15: Restos de la fábrica del siglo XVII en planta

A este tipo de aparejo aparece asociada una tipología concreta de ventana. Se trata de pequeños vanos toscamente formados por entre cuatro y seis sillarejos irregulares, que no presentan ningún tipo de derrame, ni al interior ni al exterior. (fig. 17 y 18) Esta fábrica presenta al exterior gran cantidad de argamasa, y lo que probablemente sean restos de algún tipo de enlucido que enmascarara la fábrica original. Al interior de la sacristía, el aparejo no se distingue bien debido a que se encuentra enfoscado en un grado alto, aunque este recubrimiento, no está asociado a esta fase, sino a la siguiente que veremos. Cabe destacar que el muro oeste de la capilla se encuentra completamente derruido, pero sin embargo, los esquinales del muro sur demuestran que ambos muros fueron realizados en un mismo momento. No sabemos si en este muro existió algún tipo de acceso o vano, sólo la arqueología en un futuro podrá responder a este tipo de cuestiones. (fig. 19)

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Figura 16: Aparejo del siglo XVII con el detalle de los esquinales realizados en arenisca

Figura 17: Ventana cegada en el muro este de la capilla

Figura 18: Ventana cegada en el muro sur de la capilla

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Figura 19: Estado actual del muro oeste de la capilla

FÁBRICA DEL XVIII Esta fábrica responde a la construcción de la sacristía en la esquina norte de la cabecera, y a las diferentes reparaciones necesarias en la iglesia, en los muros norte, oeste, sur, y los accesos, tanto a la iglesia, formado por un vano coronado con un dintel monolítico, como a la sacristía, con un arco de medio punto con sencillos capiteles; así como el arco triunfal que separa la nave de la cabecera (fig. 20). La sacristía está realizada mediante filas de mampuestos y lajas calizas mucho más regulares que los de la capilla, calzados con ripios de piedra y con presencia de esquinales mucho más trabajados, con forma de pseudosillares, también de piedra caliza (fig. 21). En este caso, el empleo de la arenisca es casi anecdótico.

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Figura 20: Restos de la fábrica del siglo XVIII en planta

A este tipo de aparejo aparece asociada una tipología concreta de ventana. Se trata de ventanas asaetadas, con derrame tanto hacia el interior como el exterior, de tamaño moderadamente grande (0’70mt. de anchura X 1’30mt. de altura aprox.) formadas por bloques de arenisca bien trabajados, dándoles un aspecto muy regular. Aparecen en la ermita tres ventanas que responden a esta tipología: la ventana de la sacristía, construida en el mismo momento que esta última, y las ventanas abiertas en el muro sur de la cabecera, y en el muro sur de la capilla (fig. 22, 23 y 24). Está asociada a ellas la amortización de los dos antiguos vanos abiertos en la etapa anterior, ahora colmatados debido a la apertura de nuevas ventanas. Figura 21: Aparejo correspondiente a la sacristía del siglo XVIII

Figura 22: Detalle ventana de la sacristía

Figura 23: Detalle ventana de la cabecera

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Figura 24: Detalle ventana de la capilla

Tanto el arco triunfal como el arco que da acceso a la capilla son, así mismo, construcciones pertenecientes a esta fábrica. En ambos casos se trata de dos arcos de medio punto, formados por sillares de arenisca con capiteles muy sencillos, toscanos en el caso del arco triunfal. (fig. 25, 26, 27 y 28)

Figura 26: Detalle del capitel del arco de la capilla

Figura 25: Detalle del arco de acceso a la capilla

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Figura 27: Detalle del arco triunfal

Figura 28: Detalle del capitel del arco triunfal

En el interior de la ermita, el aparejo cambia completamente. Se trata de un sillarejo, de arenisca principalmente, de tamaño bastante pequeño, trabajado de forma bastante regular, y asociado a grandes lechadas de mortero. A este aparejo corresponde una tipología diferente de ventanas, presentes en la parte superior del muro de separación entre cabecera y nave, y a los pies de la iglesia. Consisten en pequeñas ventanas formadas cuatro lajas irregulares y muy finas, con derrame al interior. Estas obras aparecen en la parte superior de los muros norte y oeste de la nave, al igual que en el muro de separación entre la cabecera y el resto de la iglesia (fig. 29).

Figura 29: Detalle de la ventana del muro oeste y del aparejo asociado.

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Por último, con respecto a esta fábrica aparece un último aparejo (fig. 30), formado por mampuestos de muy pequeño tamaño, muy irregulares y cubiertos con grandes lechadas de mortero. Este aparejo aparece asociado a las antiguas cubiertas de la ermita de madera, las cuales se han perdido, pero de las que conservamos en la actualidad los arranques de las vigas. Esta fábrica, sólo se puede apreciar en el muro norte y en parte del muro oeste, sobre el vano de acceso adintelado (fig. 31)

Figura 30: Detalle del aparejo de la parte superior del muro norte

Figura 31: Detalles interior y exterior del vano adintelado de acceso

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. CONCLUSIONES Y DEBATE

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Uno de los aspectos de la repoblación sufrida en esta zona norte del territorio español que mayor atención ha recibido ha sido la llegada de cristianos mozárabes desde el sur de la península al reino asturiano durante el siglo IX. Ésta, sería una de las principales motivaciones de la posterior expansión del reino, gracias al aporte poblacional, que además trae consigo un importante programa ideológico, eje impulsor de las nuevas iniciativas cristianas, facilitadas a su vez por la descomposición del poder en AlÁndalus. Esta emigración mozárabe, adquiere relevancia debido a que sería la responsable de una importante parte de la producción arquitectónica del periodo (Sánchez Albornoz 1966:271; 1976:777-788)23. Como, efectivamente afirma L. Caballero Zoreda (1994), el estudio de la Alta Edad Media presenta dudas. No hay consenso cronológico para muchas de sus manifestaciones artísticas, especialmente, la escultura y la arquitectura de entre los siglos VII y IX, principalmente debido a una indefinición que imposibilita ordenarlas de forma tanto cronológica como cultural, agravada por las posturas historiográficas, metodológicas y teóricas de los investigadores; así como por la mitificación del año 711, año que continúa siendo una importante fuente de contradicciones. Para la arquitectura altomedieval de la península, se ha establecido en estos últimos años una corriente que procura revisar las edificaciones en función de nuevos criterios, con la estratigrafía como eje vertebrador del análisis; y mediante una lectura crítica de los criterios estilísticos de datación empleados hasta entonces. Este nuevo paradigma lleva a una revisión del clásico modelo de carácter visigotista para pasar a uno nuevo en el que algunos de los edificios considerados como visigodos en esta corriente, realmente hubiesen sido construidos posteriormente a la mítica fecha del 711. (Sánchez Zufiaurre, 2007) Frente a este modelo cerrado, que articula tanto arqueología como escultura en grupos estáticos muy bien acotados, L. Caballero ha venido llamando la atención sobre, “las contradicciones que los nuevos elementos aportados por el paso del tiempo y el lógico avance de la investigación han provocado en el esquema clásico”, resaltando, especialmente, tanto las acusadas diferencias entre testimonios que pertenecen al mismo grupo como las importantes semejanzas que se plantean entre aquellos otros que deberían pertenecer teóricamente, a grupos distintos (Azkarate, 1996). Para el modelo “visigotista” tradicional, el arte peninsular no quedaría afectado por los nuevos elementos orientales, introducidos con la invasión árabe, sino que directamente derivaría de la tradición tardorromana y visigoda hasta el siglo XI. La sociedad visigoda, fue lo suficientemente vital como para desarrollar un arte derivado de la romana y de influjos bizantinos. La llegada de los musulmanes a la península supuso una ruptura profunda, que colapsó la producción, la cual no se reanudaría hasta la 23

Tomado de Sánchez Zufiaurre, 2007.

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llegada de Abderramán I. Mientras tanto, la tradición visigótica arraigaría en el territorio asturiano, dando lugar a un nuevo arte derivado del primero. Sólo ya entrado el siglo X surgiría una producción nueva en el reino de León, que unida al influjo árabe, la tradición visigoda y regenerada por el arte asturiano, daría lugar a una nueva tradición artística denominada mozárabe. De esta forma, lo asturiano, lo mozárabe y lo andalusí, grupos evolutivos cerrados y sucesivos temporalmente deberían su originalidad a la creación artística local de los siglos VI-VII, aunque con cierto influjo bizantino. Un importante grupo de edificios religiosos se han venido fechando, en aras de esta tradición, de época visigoda dentro del siglo VII. Suponen un importante precedente para las artes medievales peninsulares, y formarían un puente entre ellas y el arte tardorromano, con cierta influencia bizantina. Las razones que han consensuado esta teoría, son principalmente razones de carácter histórico, que obligan a justificar la importancia que históricamente tuvo esta etapa en la península.24 Estas iglesias de época visigoda presentan datos de cronología muy dudosos, basados en dos razonamientos. Por un lado, testimonios documentales, entre los que destaca una inscripción que atribuye la fundación de la iglesia de Baños a Recesvinto entre los años 652-661; y por otro, criterios estilísticos y el empleo de la escultura decorativa como seguro fósil director. Hay muy pocos datos referentes a excavaciones, y son menos todavía, los edificios que se han documentado y analizado bajo una perspectiva arqueológica. Esta falta de concreción ha dado lugar a importantes contradicciones en la adscripción de elementos que ofrecían dudas a la hora de ser ubicados culturalmente, lo que ponía en evidencia la ausencia de límites precisos entre lo considerado visigodo y lo no visigodo. De esta forma, se integraron cada vez más elementos de adscripción dudosa, para poder justificar, cerrar y reforzar los círculos de relaciones. Sin embargo, ya existía otra corriente historiográfica que contradecía a la teoría canónica, suponiendo a las iglesias tradicionalmente consideradas como visigodas, de época posterior al 711. Teoría apoyada por fuentes documentales medievales y razonamientos estilísticos, que a pesar de ello, no tuvo admisión por parte de los círculos investigadores, ni consenso. Esta corriente, buscaba resolver las contradicciones a las que la teoría tradicional no aportaba solución, partiendo de la teoría de que una serie de edificios y decoraciones que ofrecían soluciones semejantes a las consideradas visigodas, eran perfectamente fechables como elementos plenamente medievales, traspasando prácticamente todas las manifestaciones visigodas a los siglos VII al IX. 24

Al margen de su exactitud, o lo correcta que pueda ser, se aprecia cómo late en el fondo de esta teoría una ideología nacionalista, españolista e incluso germanista. Esta ideología está agravada por una fuerte corriente de escuela, la cual dificulta salirse del marco referencial heredado, y que, sólo admite las nuevas aportaciones experimentales que refuerzan su propia línea.

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Al retrasar la fecha de construcción de estas iglesias, se abrió paso a la posibilidad de considerar una solución de carácter continuista entre el influjo islámico y las posteriores producciones cristianas de la Alta Edad Media, aceptándose de esta manera, que existió una corriente musulmana que intervino en el proceso de producción de las formas características asturianas. Con un método de análisis, principalmente de carácter estilístico, al que se suman diferentes valoraciones arqueológicas, L. Caballero propone una redefinición del sistema de época visigoda25, entendiendo esta etapa como un momento en el que no fue necesaria la construcción, ya que los edificios construidos en época tardorromana seguirían en uso plenamente durante el siglo VII, testimonios finales de procesos de reformas y ampliaciones que en aras de consolidar esta teoría tradicional, han quedado ocultos en su sentido diacrónico para ser estudiados como entes estáticos26. Sin embargo, esta teoría no queda exenta de importantes vacíos que requieren su explicación, así como ciertas contradicciones, que el mismo L. Caballero, afirma son necesarias resolver. A la hora de observar el mapa con la distribución de las iglesias altomedievales de la Península realizado por M. A. Utrero (fig. 32), se puede apreciar que existe una red poco uniforme, con algunos espacios con una alta concentración de edificios y otros con lagunas destacables. Entre los espacios con alta concentración destacan Cataluña, Asturias y el ámbito que concierne a este trabajo, el ámbito riojano-burgalés. El norte de la península tiende a una densidad relativamente alta de construcciones, que se distribuyen desde Galicia hasta Cataluña, pero con un importante vacío que comienza en el País Vasco, continúa por Navarra y sigue hasta Aragón, que sólo documenta tres casos. Sobre todo, es particularmente destacable el caso navarro, que con una total ausencia de edificaciones consideradas como anteriores al románico, da pie a dudar que se trate de una circunstancia real.

25

L. Caballero con ello no pretende dejar vacio el tiempo y el espacio visigodo de toda manifestación artística, sino que aboga por la definición de sus verdaderas peculiaridades para poder separar correctamente lo que pertenece a esta época de lo que no. Según su teoría, los elementos omeyas influirían en lo asturiano y lo mozárabe, y lo considerado visigodo del siglo VII presentaría una serie de características que impedirían afirmar fechas tan tempranas, pues requerirían la influencia andalusí para explicar sus peculiaridades, lo que retrasaría necesariamente su cronología a un momento posterior al 711. 26

De esta forma, entroncamos con uno de los pilares básicos de este trabajo, el estudio de los edificios como elementos “pluriestratificados” (crf. Caballero). El estudio de las técnicas constructivas ha funcionado como uno de los principales argumentos de diferenciación temporal y cultural de la arquitectura. La renovación del análisis de la arquitectura gracias a la aplicación de la metodología arqueológica ha introducido un cambio significativo. Así, el edificio no se comprende como un bloque unitario sino como un yacimiento, sometido a cambios que se han materializado en diferentes técnicas, que rememoran etapas constructivas, cuya ordenación se consigue a través de la aplicación del método arqueológico a sus estructuras murarias.

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La franja central de España, con una ausencia prácticamente total de restos constructivos de estos momentos es altamente significativa. La mitad sur tiene un reparto desigual, con una proporción especialmente baja y escasa en la comunidad andaluza, de acuerdo con la hegemonía musulmana.

Figura 32: Mapa de la Península Ibérica con las iglesias “prerrománicas” conocidas, a partir de Utrero 2006 (tomado de Sánchez, 2007:54)

Frente a la unidad que propone el sistema tradicional de época visigoda, este nuevo planteamiento supone una distribución en grupos de diferentes fechas y valor sociocultural, grupos que suponen la sucesiva evolución de un arte hispano-islámico hasta conformar un arte plenamente medieval. Estos grupos no parecen aislados o independientes27, sino que tienden a engarzarse de forma sistémica. El grupo que más nos interesa a la hora de encuadrar a Santa María del Barrio, se trata del grupo riojano-castellano. Formado por bastantes iglesias, las cuales mantienen una unidad básica pero con variantes personales, sus referencias documentales más antiguas no son anteriores a la Reconquista. Tradicionalmente, las más conocidas e interesantes se han adscrito a época visigoda, mientras que las demás han obtenido cronologías posteriores de Reconquista o mozárabes. Son iglesias construidas con técnicas muy similares que reutilizan sillería romana y de las cuales destaca las bóvedas realizadas en toba con las que realzan sus ábsides. La mayoría se elevan sobre pechinas que arrancan 27

El caso de Melque es llamativo. Fue considerada mozárabe, de finales del siglo IX por M. Gómez Moreno debido a la ausencia del fósil director de la escultura decorativa. Sin embargo, su excavación en los años 70 descubrió una escultura decorativa considerada de época visigoda, y una secuencia temporal de utilización del edificio, que parecía confirmarlo.

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con aristas y se unen en un anillo volado sobre el que descansa la bóveda, consiguiendo una sensación de mayor altura. Estas bóvedas tendrían, en el caso de ser aceptada la hipótesis, vinculaciones con las bóvedas sobre pechinas sirias omeyas, fechadas entre los años 708 y 739, de cronología inmediata. Sin embargo, es necesaria la presencia de eslabones que salven el intervalo entre estas últimas fechas sirias y las primeras de Reconquista de finales del siglo IX. La adscripción cronológica de los miembros de esta familia arquitectónica es históricamente incomprensible, ya que la homogeneidad de las técnicas y los resultados responde a un panorama cronológico homogéneo, que difícilmente puede durar tantos siglos (Caballero, Arce, Utrero: 2003). Esta nueva hipótesis se apoya en un sistema de paralelos mucho más cohesionado y coherente que la hipótesis tradicional, en la que precedentes y paralelos concuerdan en el mismo sistema de producción, con técnicas semejantes y una difusión, tanto geográfica como cronológica más inmediata y consecutiva; frente a la teoría tradicional, que no termina de explicar sin recurrir a contradicciones cómo fue posible la trasmisión de las formas, los estilos y las técnicas a través de la crisis del siglo VIII. Este nuevo modelo constituye una explicación histórica alternativa y una renovación del análisis metodológico y crítico de las fuentes y contenidos tradicionales. Las contradicciones del modelo tradicional y los interrogantes que planteaba han incentivado el avance de la metodología arqueológica, ahogada hasta ahora por la interpretación de las fuentes escritas y estilísticas, y reducida a una escasa práctica excavadora. (Caballero, Arce, Utrero: 2003).

Las propuestas de L. Caballero han revitalizado una corriente historiográfica (J. Puig, I. Cadafalch, J. Camón Aznar, I. G. Bango) oscurecida, quizá por el mayor peso de otro punto de vista casi unánimemente consensuado (M. Gómez Moreno, E. Camps Cazorla, H. Schlunk, J. Fontaine, Th. Hauschild, K. Kingley, S. Noack, A. Arbeitier…) y que, podríamos definir como “más ortodoxo”. Pasa este paradigma por aceptar y defender un modelo interpretativo que, estructurado en torno a conceptos muy precisos sobre la articulación del espacio arquitectónico y sobre determinados rasgos de carácter estereométrico, proporcional e incluso decorativo, permite calificar con relativa comodidad de “visigodo”, “asturiano” o “mozárabe” tanto los testimonios ya clásicos de nuestro patrimonio como los recientemente descubiertos. (Azkarate, 1996). Van de la mano los conceptos de vacío-cambio y continuidad-tradición; el grado de depresión o el grado de actividad del sustrato hispano en cada momento; y si llegó a darse una verdadera cesura hasta el definitivo arranque altomedieval (Caballero, 1995). Esta teoría obligará, también a replantear la terminología empleada, sobre todo en lo

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referente al caso cristiano, en el cual existe una auténtica algarabía, en la que se mezclan términos tipológicos, temporales, regionales y raciales.28 Este debate se está revelando como altamente fructífero, con un importantísimo proceso de revisión de toda la arquitectura medieval peninsular, en la que se busca el establecimiento de cronologías fiables, establecidas a partir del reconocimiento y secuenciación de las diferentes fases por las que los edificios han pasado. (Sánchez Zufiaurre, 2007) La aplicación del análisis arqueológico paramental participará de forma activa en esta propuesta, que ha tenido una influencia decisiva en la historia de la arquitectura peninsular, ya que, frente a la hipótesis tradicional, obliga a mirar las arquitecturas como el resultado final de complejos procesos constructivos, reivindicando el papel de la estratigrafía y la cronotipología como herramientas capaces de decodificarlos. (crf. Azkarate, 2013:295) El debate que rodea tanto a la arquitectura como al arte altomedieval peninsular revitalizado por el nuevo modelo explicativo propuesto por Caballero afecta a Santa María del Barrio, siendo un ejemplo enriquecedor del panorama arquitectónico y del campo de discusión de dicho periodo. Las reflexiones realizadas sobre los resultados obtenidos en Santa María del Barrio, por tanto, han de ubicarse en este debate historiográfico descrito. La iglesia podría haber pasado por alto, desapercibida y por tanto haber desaparecido con los años, como muchas iglesias y patrimonio rural, pero si por algo ha perdurado, ha sido por sus características particulares, que no hacen sino enriquecer este debate historiográfico, así como brindar la oportunidad de actualizarlo aportando nuevos resultados.

28

Véase, referido a Santa María del Barrio, la clasificación y denominación de la ermita como obra mudéjar por parte de Moya Valgañón (1981), basándose en criterios estilísticos referidos a los dos capiteles encontrados en su interior.

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. BIBLIOGRAFÍA

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. AGRADECIMIENTOS

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Tenía muy claro por qué elegí este máster. Tres palabras resonaban en mi cabeza: “Arqueología de la Arquitectura”, asociadas a una muy vaga y un poco idealizada idea de su significado. Palabras, que finalmente cristalizarían en este trabajo que con tanto cariño he realizado. Fueron muchas las opciones que me planteé, ninguna de ellas realmente válida, o que cumpliera las expectativas que quería lograr. Fueron semanas y meses de devaneo, con ideas algo más claras sobre conceptos como “patrimonio”, “edificio histórico” o “restauración”; pero con muchas incertidumbres sobre “técnicas constructivas”, o “Arqueología de la Arquitectura”. Mientras, el tiempo seguía pasando y yo seguía estancada. Sabía qué quería hacer, pero no sobre qué quería hacerlo, hasta que llegó marzo y con él las clases de arqueología de la arquitectura que yo tanto esperaba. Gracias a muchas equivocaciones y a la inspiración de la importante labor realizada por Leandro Sánchez Zufiaurre; presentada por mi profesor y tutor Agustín Azkárate en una de sus clases magistrales, por fin, comencé a comprender por qué mis anteriores propuestas fallaban, además de ver el comienzo de un camino en el que, a día de hoy, no he hecho más que recorrer el primer kilómetro. Todo ello, el largo camino recorrido en este año, en el máster, queda cristalizado en este trabajo, el cual espero que sea el comienzo, mi comienzo a la investigación, desarrollo y aplicación de la Arqueología de la Arquitectura

Quiero agradecer y dedicar este trabajo, en primer lugar, a mi familia, quienes en todo momento me han motivado, apoyado, y dejado muy claro desde muy pequeña que las cosas se consiguen, siempre que detrás haya esfuerzo, dedicación y lucha. Ellos han sido mi fuerza y empuje diario, quienes han posibilitado que llegue al lugar en el que hoy me encuentro, por lo que este trabajo es tan mío como suyo. En segundo lugar, a mi tutor Agustín Azkarate, quien ha seguido, tanto desde las aulas como desde su despacho todos los pasos que he ido dando, y sin el cual este trabajo jamás hubiera visto la luz. También quiero agradecer a todas las personas que me han ayudado y han perdido un poco de su tiempo para poder dedicarlo a este proyecto, que son muchas, y sin ellas, esto no hubiera funcionado. Tanto a profesores, compañeros del máster, amigas arquitectas y arqueólogos, que me han hecho aprender nuevas técnicas fotográficas, descubrir softwares, que han resuelto mis dudas, proporcionando segundas opiniones y correcciones estilísticas, o simplemente han aportado pequeñas ideas que han dado forma y sin las cuales esto perdería mucho. A todos vosotros, gracias. Asimismo, quiero agradecerle a Don Ricardo Miralles Palencia, catedrático de Historia Contemporánea en la UPV/EHU, a quien la casualidad me permitió conocer, dado que es el promotor de un excelente y ambicioso proyecto de puesta en valor del románico riojano a través del Centro de Interpretación del Románico en la Rioja Alta, proyecto al 59

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cual está sumada la iglesia de Santa María del Barrio de Cellorigo; tanto como por la ayuda académica, como por la oportunidad profesional, la confianza y la amistad que me ha brindado. Y es que, como acertadamente afirma un dicho, “la vida es un cúmulo de casualidades”. Y por último pero no por ello menos importante, agradecer a todas esas personas que han tenido una palabra de ánimo para mí en los momentos bajos, que han confiado en mí sin apenas conocerme y que han creído en ello en los momentos en los que yo no he sido capaz de hacerlo. Este trabajo lleva un pedacito muy grande de muchísimas personas, a todas ellas, GRACIAS.

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. ANEXOS

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