PROCESO INTELECTUAL DEL URUGUA. Y

ALBERTO ZUM FELDE PROCESO INTELECTUAL DEL URUGUA.Y Y CRITICA DE SU LITERATURA 1 TOMO 11 1 .· EDICION SUBVENCIONADA POR. LA COMISION NACIONAL

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FELDE

PROCESO INTELECTUAL DEL URUGUA.Y Y

CRITICA

DE

SU

LITERATURA

1 TOMO 11 1



EDICION SUBVENCIONADA POR. LA COMISION NACIONAL DEL CENTENAR.IO. z MONTEVIDEO 1930

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PROCESO INTELECTUAL DEL URUGUA.Y V

CRITICA

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EL POSITIVISMO Y EL MODERNISMO. LOS CENACULOS. - JOSE ENRIQUE RODO. - JULIO HERRERA Y REISSIG. - FLORENCIO SANCHEZ.- JAVIER DE VIANA - DELMIRA AGUSTINI. MARIA EUGENIA VAZ FERREIRA.CARLOS REYLES. - OTROS ESCRITORES.----------------------

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Y a en las postrimerías del siglo XIX, aeúsanse en el ambiente intelectual del Uruguay nuevas tendencias estéticas e ideológicas. El realismo literario y el positivismo filosófico, - ya decliuantes hasta cierto punto, en Europa, Re encuentran, algo retardados en su marcha hacia América, - con las novísimas formas del simbolismo decadente y del socialismo revolucionario, a la sazón en auge transatlántico. Hasta entonces - y desde haéía veinte años- había imperado, soberano, en las letras, ·el grandilocuente romanticjsmo de corte hugoniano. N o se extinguieron, sin embargo, de súbito, sus prestigios; su crepúsculo fué largo, como el de los estíos; y atravesando el pórtico del nuevo siglo, prolongó sus últimos resplandores retórico:5 hasta después de un lustro. Mas, hacia el 95 cobran impulso las nuevas modalidades mentalef:l, - hasta entonces encogidas en un ambientt hostil, - que han de conquistar e imperar en la época que comprende el primer cuarto del Novecientos.Una generación más joven que la del .Ateneo, avanza al primer plano de la escena, cuando ya xos mejores hombres de aquella, en la madurez de -11-

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su vida, se han alejado de toda actuación propiamente intelectual, en su dedicación absorbente a la política o al foro. En esa nueva generación hallan campo propicio de cultivo, las nuevas modalidades intelectuales- realismo literario 7 positivismo ideológico - que la pléyade cívica del Ateneo, adicta al idealismo romántico, babía rechaza.do en mayoría. La "Revista Nacional de Literatura y Ciencias Sociales", publicada desde Marzo del 95 hasta Noviembre del 97, durante casi tres años, es el órgano de expresión más representativo de las nuevas tendencias, ya que en él, de mono más definido y categórico, repercute el míútiple movimiento operado en el seno de la cultura occidental, durante aquel último tercio del XIX. La intelectualidad uruguaya hallábase. en efecto, hasta entonces, algo rezagada con respecto a la evolución de la cultura europea, pues que permanecía fiel al repertorio del idealismo romántico. Recién hacía el 95 y en las páginas de la ''Revista Nacional", cuajan las corrientes modernas y encuentra resonancia aquella compleja agitación que en los centros de ultramar había renova,.to tan profundamente, en los últimos lusiros, las ideas y las formas. Complejo, si, y aun más, heterogeneo, decimos de ese movimiento, ya que carecía, aparentemente al menos, de aquella soberana unidad que imperara en épocas anteriores. Así el neo-clasicismo del siglo XVIII, como el romanticismo del XIX, congregaron en torno a sus principios y a sus uormas, perfectamente definidas, todos los caracteres di-

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PROCESO INTELECTUAL DEL URUGUAY versos, dándoles - en su plural unidad - rasgos fundamentalmente específicos. Ambas grandes escuelas eran estados rle alma colectivos, formas psicológicas universales, que determinaban normas morales y estéticas de identidad com1m no obstante la multiplicidad de temperamentos. Clasicismo y romantici~mo en las letras, humanismo e idealismo en la filosofí11, fuer0n a modo de grandes ríos caudalosos -- sereno y majestuoso el uno, quebrado y tumultuoso el otroque atravesaron sus respectivas épocas, y a los cuales convergían, alimentándoles y fundiéndose en ellos, todas las corrientes menores. Pero el movimiento intelectual del {utimo tercio del XI:X, que la "Revista Nacional" trasmitía en gran parte al ambiente uruguayo - era semejante a esa confusa diversidad de corrientes y de cannles en que suelen dividirse los grandes ríos, en los deltas complicados de su desembocadura. El siglo XIX llegaba a su desembocadura histórica dividido en multitud de conientes; a veces netamente delimitadas, de caracter2.~ y direcciones distintas; a veces, entremezcladas, inciertas, sin rumbo. Ninguna época de la cultura occidental fué más diversa y contradictoria en sus doctrinas y en sus formas; ninguna tampoco, más múltípJe en ideologías y en escuelas. Tal vez en ello, le fuera sólo comparable la decadencia helénica, el mundo mediterraneo a tiempo de aparecer el cristim.rismo. ~ N o se trataba, acaso, de otra "decadencia" ~ .. . u le su1:s l'Empire, a la fin de la ilecadence ... ", había dicho Verlaine, uno de sus poeta~ mayores. J tmto al realismo literario, sostenido aú.'1 por

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una generación de novelistas hercúleos, cunéJía, antagónica, la corriente esteticista, de refinados sensualismos y de ironías parado jales; y, al par de las músicas vagas y sutiles del simbolismo, todo-subjetivo, brillaba, todo impasible y plástico el lapidario preciosismo de los parnasianos. Si múltiple y contradictoria er3. la épo(la en el plano de la literatura, más aun lo era en el de la Filosofía. Al Positivismo científico y evolucimlista de la escuela spenceriana, se oponía el pesimismo metafísico alemán, de schopenhauriana cepa; el socialismo materialista y dogmático- con su concepción económica de la Historia, - se rlebatía por un lado con la jurisprudencia política burguesa, y por otro con el individualismo de carácter anárquico. Cosas, pues, tan opuestas como la sociología igualitaria de Marx y el tragicismo aristócratico de Nietzche, el misticismo evangélico de Tolstoy y el escepticismo irónico de Wilde, la objetividad experimental de Zola y el subjetivismo emotivo de V erlaine, se agitaban confusamente, en el ~en.o de ese ''fin de siglo'' magnífico y atormentado. Ciertamente que, en medio a esa confusa multiplicidad y dispersión de la vida espiritu¿¡J, y a traves de esa contradictoria complejidad de ideas y de normas, pueden establecerse ahora, muy a posteriori, y merced a la perspectiva objetivi7.adora del tiempo, ciertos rasgos psirológicos comunes, que dan entidad expresiva a la época. Epoca de criticismo agudo cual ninguna, es aquella, también, época de escepticismo general nunca igualado; todas las creencias religiosa5 y fi-

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PROCESO INTELECTUAL DEL URUGUAY losóficas se hallaban postradas¡ todos los principios morales y estétieos en derrota; de1 derrumbe de toda arquitectura espiritual, solo había quedado en pie el individuo entregado a su arbitrio y desorientado entre la multitud heterogenea ; el individualismo, en moral y en arte, es el rasgo psicológico típico de la época; y él impera hasta en aquellos sectores y en aquellas doctrinas que, como el socialismo marxista, parecerían oponérsde por sus disciplinas económicas, ya que, en sus bases materialistas, no puede invocar ningún principio metafísico superior a las conveniencias del indiv:id.uo. Si cada época espiritual tiene su palabra simból;ica, la de esta época decadente del "fin del siglo" es "Yo". Mas, esa soledad del Yo, ese es~epticisruo espiritual, y esa compleja desorientación de rumbos, trajeron consigo una inquietud profundamente dolorosa, una ansiedad indefinible, y una tristeza moral que casi afectaba a lo biológico. Esa inquietud, esa ansiedad y esa tristeza, fueron la enfermedad del "Fin del Siglo", que en vano procuraban curar los esplendores de un arte refinado y suntuoso hasta el preciosismo, y embriagar las voluptuosidades de una sensibilidad atormentada hasta la neurosis. José Enrique Rodó, - uno dt"' los jóvenes directores de la "Revista Nacional", y su máa conspicua figura, expresaba aquel estado de alma de su generación en un breve estudio- verdadero documento intelectual - titulado: "El que Vendrá", y publicado en aquel órgano; decía: ··- "l1a. vida literaria, como culto y celebración de un mismo ideal,

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como fuerza de relación y de amor antre las inteligencias, se nos figura a veces, próxima e. extinguirse. De la última y gran protesta sólo dura en la atmósfera intelectual que respiramos la vaga y desvanecida vibración en que se prolonga el golpe metálico del bronce" . . . "Las voces que concitan se pierden en la indiferencia; los esfuerzos de cltlsificación resultan vanos y engañosos; los imanes de las escuelas han perdido su fuerza de atracción y son hoy hierro vulgar que se trabaja en t':llaboratorio de la crítica. Los cenáculos, como legione~ sin armas, se disuelven; los maestros, como los clioses, se van ... '' ''Nu estro corazón y nuestro pensamiento están llenos de ansiosa incertidumbre. Esperamos, no sabemos a quien, nos llaman, no sabemos de que mansión remota y oscura. También nosotros hemos levantado en nuestro corazón un templo al dios desconocido", ... Y repetía, el goven ct--director de la Revista, como un eco náufrago, el grito angustioso que allá en Francia lanzara Paul Bourget : - ''Quien ha de pronunciar la palabra elE. porvenir y de fecundo trabajo que necesitamos para dar comienzo a nuestra obra~ ... ; quien 110s devolverá la divina virtud de la alegría en el esfuerzo, y de la esperanza en la lucha~ ... '' Así, bajo el desolado signo de la Decadencia apareció en el crepúsculo del siglo aquf'Ua generación intelectual que, no obstante, habría de dar a las letras uruguayas nombres y obras de catE..goría superior a las logradas hasta entonces, tales como las de Rodó, Reyles, Viana, V az Ferreira, Heuera y Reissig, Delmira Agustini, Florencio Sánchez. -16-

PROCESO INTELECTUAL DEL URUGUAY Y es que, conviene recordarlo-la decadencia, en el sentido histórico-espiritual en que este t€rrnino se emplea con respecto a la época que comprende los últimos lustros del siglo XIX, (y primeros del XX), no significa en modo alguno decaiuuento e inferiodidad literaria, sinó acaso lo contrario. Epocas de decade1wia) en el sentido de la pr•tencialidad biológica, o de los valores ideales, épocas de curva descendente, ele fatigado retorno, épocas otoñales en que tma voluptuosidad ele morir parece haber sustituíclo a la voluntad de vivir ele las épocas jóvenes y ascendentes, tienen tma madurez semejante a la ele los frutos que ya van a desprenderse del árbol, tornasolando su brillo y adquiriendo un ambiguo sabor más deleitoso. Precisamente, en tales decadPncüts suele aumentar la riqueza de la filosofía y del arte, no en la creación ele obras fundamentales~ quizás, pero si en lujo, complejidad y sutileza. Ni:ngUil:t época, en efecto, más compleja¡¡. más sutil y más ;:;tmtuosa en las formas todas de su cultura que esa del "fin del sigló '' XIX, cuyo imperio crepuscular· se _prolonga amortiguándose, casi hasta nue~tros días. El período intelectual que se inicia en el U ruguay hacia los últimos años del siglo pasadr·, comprendiendo los primeros lustros del p1·ese:nte, con una duración aproximada de un cmn·to de siglo, es seguramente el más rico en talento.:: y en obras de valer intelectual positivo. Y sin embargo, toda esa generación, ele hombres y ele obras. está marrada, desde su aparición, con el signo fatal de la Decadencia, pecado original del que no pudo redimirse y que fué a la vez su tormento y su gloria.

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Generación esencialmente escéptica e individualista, sin ideales definidos ni orientaciones seguras, su agudo intelectualismo se resolvió en la inquieta delectación ecléctica del clilettante. Sufrió el mal angustioso del vacío metafísico, tan t enible para el espíritu, como el vacío físico para el cuerpo ; y se agitó en la neurosis anárquica del Y o, desprendimiento de toda raíz, flotante vagabundaje en el cosmos. Se deslumbró con las reverberaciones mágicas de la belleza, y estragó su paladar con los manjares refinados de la literatura; gustó loe frutos envenenados del Jardín de Berenice, y bordó áureos "acrósticos indolentes" bajo el ojo de los Bárbaros.

En nada creyó profundamente; nada esperó con fe verdadera. Aquellos de sus hombres y de sus tendencias que parecen expresión de idealismos más optimistas, no son, tampoco, en el fondo, sino escépticos, que se embriagan con las vagas sugestiones de las palabras. Así el ideal1'srno de Rodó, hijo del intelectualismo de Renán, procura llenar el gran vacío fundamental de una Fe, con el culto estético de algunas abstracciones literarias ; vino aparentemente generoso, pero en cuya hez amarga, sólo queda, como íutimo substractmn, la estoica soledad del Y o. Así también la ideología rebelle y la sodología revolucionaria de que se armaron, para combatir el régimen social existente, Florenc.ic Sánchez, .Armand Vasseur, Roberto ele las Carreras y otros muchos, solo tienen como última 1·aüo, un egotismo universal de base materialista, es dt:ccir, un escepticismo espiritual absoluto. Así el egotismo doc-

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PROCESO INTELECTUAL DEL URUGUAY trinario de Reyles, invertido en el sentido de la potencialidad capitalista, al proclamar la sobe1·anía utilitaria del dinero, y la negación radical de todo valor moral fuera de la realidad material del mundo. Así, el empirismo lógico de Vaz Ferreil'a, norma de su cátedra y sus escritos, adoptando una posición neutral y analítica respecto a todo sistema, y quedándose solo al fin, por toda certidumbre, con "algunos fenómenos" y con "algunas hipóte~is ". Y así, finalmente, en la poesía misma, eJ estetismo de Herrera y Reissig,- aureo juego exqui'Sito con las bellas apariencias del Univ.~rso, sirt to~ar las esencias; - y el erotismo trágico de Delmira .Agustilli, grito angustioso del sueño perdido en la sel~·a, oscura del instinto; y el pesimismo de María Eugenia, nocturno clamor de la soledad sin esperanza. Por eso, tan valiosos artisbs y escritoreE que fueron, siéntese hoy en su obra un vacío espiritual inmenso bajo el vigor realista o la fina esplendidez literaria. Padeció toda esa época el dolor al que ya su didacta mayor se refería, al iniciar¿.;e, en el 95, con estas palabras documentales : ''Todas las torturas que se han ensayado sobre el verbr·, todos los refinamientos desesperados del e~píritu, no han bastado a aplacar la infinita sed d0 expansjón del alma humana. Nuestros labios se abras

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