Puntos sobresalientes Juan 17 a 21, semana del 3 de Junio Capítulo 17

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Puntos sobresalientes Juan 17 a 21, semana del 3 de Junio 2013. Capítulo 17 lr cap. 48 pág. 255 Tú puedes vivir en el pacífico nuevo mundo de Dios

“desarroll[ar] el anhelo” por el alimento espiritual que Dios da (1 Pedro 2:2) y no quedarse satisfecho con las enseñanzas bíblicas básicas, sino indagar en las más profundas (Hebreos 5:12-14). ¿Nos intimidan tales enseñanzas porque creemos que son muy difíciles de entender? Si así es, recordemos que Jehová es el “Magnífico Instructor” (Isaías 30:20). Él sabe transmitir las verdades profundas a la mente humana y bendice los esfuerzos sinceros que hacemos por comprender lo que nos está enseñando (Salmo 25:4).

Abramos la Biblia en Juan, capítulo 17, versículo 3. Allí encontramos estas palabras del Gran Maestro: “Esto significa vida eterna, el que estén adquiriendo conocimiento de ti, el único Dios verdadero, y de aquel a quien tú enviaste, Jesucristo”. Según dijo Jesús, ¿qué tenemos que hacer para vivir para siempre?... Lo primero es adquirir conocimiento de nuestro Padre celestial, Jehová, y también de su Hijo, quien dio su vida por nosotros. Eso significa que debemos estudiar la Biblia. Este libro, APRENDAMOS DEL GRAN MAESTRO, nos ayuda a hacerlo.

8 ¿Por qué no reflexionar sobre lo que opinamos de algunas de “las cosas profundas de Dios”? (1 Corintios 2:10.) No son temas aburridos como los que quizás debatan los teólogos y eclesiásticos; son doctrinas provechosas que nos permiten percibir fascinantes aspectos de la mente y el corazón de nuestro amado Padre. Tomemos, por ejemplo, el rescate, el “secreto sagrado” y los diversos pactos que Jehová ha utilizado para bendecir a su pueblo y cumplir sus propósitos, temas que, al igual que muchos otros, nos reportan deleite y satisfacción cuando los investigamos en nuestro estudio personal (1 Corintios 2:7).

¿Cómo nos ayudará el conocimiento de Jehová a vivir para siempre?... Pues bien, igual que todos los días necesitamos comer, también todos los días necesitamos aprender acerca de Jehová. La Biblia dice: “No de pan solamente debe vivir el hombre, sino de toda expresión que sale de la boca de Jehová” (Mateo 4:4).

9 Conforme aumenta nuestro conocimiento de las verdades espirituales más profundas, hemos de cuidarnos de un peligro que puede acompañarlo: el orgullo (1 Corintios 8:1). El orgullo es peligroso, porque aleja a los hombres de Dios (Proverbios 16:5; Santiago 4:6). Recordemos que nadie tiene motivos para jactarse de su conocimiento. Para ilustrarlo, pensemos en estas palabras del prólogo de un libro que reseña los últimos adelantos científicos: “Cuanto más descubrimos, más nos damos cuenta de lo poco que sabemos. [...] Todo cuanto hemos aprendido es insignificante si lo comparamos con lo que todavía desconocemos”. Reconforta percibir humildad en este comentario. Pues bien, tocante al mayor campo del saber —el conocimiento de Jehová Dios—, tenemos aún más motivo para seguir siendo humildes. ¿Por qué?

También necesitamos adquirir conocimiento de Jesucristo, pues Dios envió a su Hijo para borrar nuestros pecados. La Biblia enseña que “no hay salvación en ningún otro”, y también dice que “el que ejerce fe en el Hijo tiene vida eterna” (Hechos 4:12; Juan 3:36). Pero ¿qué significa ‘ejercer fe’ en Jesús?... Significa que creemos en él y reconocemos que sin él no podríamos vivir para siempre. ¿De verdad creemos eso?... Si así es, continuaremos aprendiendo sobre el Gran Maestro todos los días y haremos lo que él dice. w02 15/12 págs. 8-10 ‘Acerquémonos a Dios’

10 Fijémonos en algunas frases bíblicas que hablan de Jehová. “Muy profundos son tus pensamientos.” (Salmo 92:5.) “Su entendimiento es superior a lo que se puede relatar.” (Salmo 147:5.) “No se puede escudriñar su entendimiento.” (Isaías 40:28.) “¡Oh la profundidad de las riquezas y de la sabiduría y del conocimiento de Dios!” (Romanos 11:33.) Obviamente, nunca lo sabremos todo de Jehová (Eclesiastés 3:11). Él nos ha enseñado muchas cosas maravillosas, pero siempre tendremos ante nosotros un infinito caudal de conocimiento del cual aprender. ¿Verdad que es una perspectiva emocionante y que, a su vez, nos infunde humildad? Según vayamos aprendiendo, pues, usemos siempre el conocimiento para acercarnos a Jehová y para ayudar al prójimo a hacer lo mismo, nunca para ensalzarnos sobre los demás (Mateo 23:12; Lucas 9:48).

Sigamos “adquiriendo conocimiento” de Dios 5 Según Juan 17:3, Jesús dijo: “Esto significa vida eterna, el que estén adquiriendo conocimiento de ti, el único Dios verdadero, y de aquel a quien tú enviaste, Jesucristo”. Muchas traducciones difieren un poco de la Traducción del Nuevo Mundo en este pasaje, ya que en vez de usar la expresión “estén adquiriendo conocimiento” de Dios, emplean otras como “conocerte” o “que te conozcan”. Sin embargo, varios eruditos observan que el sentido de la palabra griega original implica algo más: revela un proceso continuo que puede incluso llevar a una amistad íntima.

El concepto de llegar a conocer a Dios íntimamente no era nuevo en los días de Jesús. En las Escrituras Hebreas, por ejemplo, leemos que cuando Samuel era niño, “todavía no había llegado a conocer a Jehová” (1 Samuel 3:7). ¿Significa esto que Samuel sabía muy poco de Dios? No. Sin duda había aprendido mucho de él, gracias a sus padres y los sacerdotes. Sin embargo, la palabra hebrea utilizada en este versículo, según cierto especialista, “se emplea para referirse a la relación más íntima”. Samuel aún no había llegado a conocer a Jehová al grado que lo haría más adelante sirviéndole de portavoz. A medida que crecía, iba conociendo realmente a Jehová, cultivando así una estrecha relación con él (1 Samuel 3:19, 20). 6

it-1 pág. 1021 Gloria En otra ocasión, Jesús oró: “Padre, glorifícame al lado de ti mismo con la gloria que tenía al lado de ti antes que el mundo fuera”. (Jn 17:5.) Empleó aquí este término para referirse a la posición exaltada que tuvo en los cielos, antes de venir a la Tierra. En respuesta a su oración, Jehová ‘glorificó a su Siervo, Jesús’, resucitándolo y llevándolo nuevamente a los cielos. (Hch 3:13-15.) jv cap. 2 págs. 20-21 Jesucristo, el Testigo Fiel Testimonio del nombre de Dios

¿Estamos adquiriendo conocimiento de Jehová a fin de tener una íntima relación con él? Para ello, se necesita 7

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Jesús enseñó a sus seguidores a orar: “Padre nuestro que estás en los cielos, santificado sea [o “sea tenido por sagrado; sea tratado como santo”] tu nombre”. (Mat. 6:9, nota.) La última noche de su vida terrestre, Jesús dijo también en oración a su Padre celestial: “He puesto tu nombre de manifiesto a los hombres que me diste del mundo. Tuyos eran, y me los diste, y han observado tu palabra. Y yo les he dado a conocer tu nombre, y lo daré a conocer, para que el amor con que me amaste esté en ellos, y yo en unión con ellos”. (Juan 17:6, 26.) Este era, en realidad, el propósito principal de Jesús al venir a la Tierra. ¿Qué implicaba dar a conocer el nombre de Dios?

final de su ministerio terrestre, Jesús dijo acerca de sus discípulos: “Cuando estaba con ellos yo los vigilaba por causa de tu propio nombre que me has dado; y los he guardado, y ninguno de ellos es destruido sino el hijo de destrucción, para que la escritura se cumpla” (Juan 17:12). Al llamar a Judas “el hijo de destrucción”, Jesús dejó claro que no habría esperanza de resurrección para Judas. No permanecería en la memoria de Dios, y no iría al Seol, sino al Gehena. Pero ¿qué es el Gehena? 14 Jesús condenó a los líderes religiosos de su día porque hacían a cada uno de sus prosélitos “merecedor del Gehena” (Mateo 23:15). En aquella época, la gente conocía el valle de Hinón (o Gehena), un lugar donde se arrojaban desperdicios y los cadáveres de los criminales ejecutados que no merecían un entierro digno. Anteriormente, Jesús mismo había hecho mención de aquel lugar en su Sermón del Monte (Mateo 5:29, 30). El significado simbólico del término Gehena no dejaba dudas a sus oyentes: representaba la destrucción completa, sin esperanza alguna de resurrección.

Los seguidores de Jesús ya conocían y empleaban el nombre divino. Lo veían y leían en los rollos de la Biblia hebrea de sus sinagogas, así como en la Septuaginta, una traducción griega de las Escrituras Hebreas que usaban en la enseñanza y la escritura. Si conocían el nombre divino, ¿en qué sentido se lo hizo manifiesto o dio a conocer Jesús? En tiempos bíblicos los nombres no eran simplemente etiquetas. Un léxico griego-inglés, A Greek-English Lexicon of the New Testament, de J. H. Thayer, dice : “El nombre de Dios representa en el N[uevo] T[estamento] todas las cualidades que ese nombre encierra para sus adoradores, y por las cuales Dios se da a conocer a los hombres”. Jesús dio a conocer el nombre de Dios no solo al usarlo, sino al revelar a la Persona que había tras el nombre, su propósitos, actividades y cualidades. Puesto que Jesús ‘había estado en la posición del seno con el Padre’, nadie mejor que él para explicar cómo es el Padre. (Juan 1:18.) Además, reflejaba a su Padre con tanta perfección que los discípulos podían ‘ver’ al Padre en el Hijo. (Juan 14:9.) Por lo que dijo e hizo, Jesús dio testimonio del nombre de Dios.

w12 1/3 pág. 5 “No son parte del mundo” “El mundo los ha odiado, porque ellos no son parte del mundo.” (JUAN 17:14) ¿A qué se refería Jesús? Él no era parte del mundo porque no intervenía en las cuestiones sociales y políticas de su tiempo. “Si mi reino fuera parte de este mundo —explicó—, mis servidores habrían peleado para que yo no fuera entregado a los judíos. Pero, como es el caso, mi reino no es de esta fuente.” (Juan 18:36.) También enseñó a sus discípulos a rechazar actitudes y formas de hablar y de comportarse censuradas en la Biblia (Mateo 20:25-27). w04 15/8 págs. 17-18 Jehová, nuestra “plaza fuerte en el tiempo de angustia”

it-2 pág. 440 Mundo Jesús no oró a favor del mundo como sociedad humana alejada de Dios y, en realidad, en enemistad con Dios, sino solo por aquellos que salieron de ese mundo y pusieron fe en él. (Jn 17:8, 9.)

“La salvación de los justos proviene de Jehová; él es su plaza fuerte en el tiempo de angustia.” (SALMO 37:39.) JEHOVÁ es todopoderoso. Tiene el poder de proteger a sus fieles siervos de la forma en que desee. Incluso podría separarlos físicamente del resto del mundo y colocarlos en un ambiente seguro y pacífico. Sin embargo, en oración a su Padre celestial, Jesús pronunció estas palabras respecto a sus discípulos: “Te solicito, no que los saques del mundo, sino que los vigiles a causa del inicuo” (Juan 17:15).

cl cap. 11 pág. 110 párr. 7 “Todos sus caminos son justicia” 7 Primero, Dios es santo. Como vimos en el capítulo 3, es infinitamente puro y recto, lo que le impide actuar de modo injusto. Pensemos en lo que entraña lo anterior: la santidad de nuestro Padre celestial es una poderosísima razón para confiar en que nunca maltratará a sus hijos. Esta era la certeza que tenía Jesús, quien en su última noche de vida en la Tierra oró: “Padre santo, vigílalos [a los discípulos] por causa de tu propio nombre” (Juan 17:11). En las Escrituras, la fórmula “Padre santo” se aplica en exclusiva a Jehová, y es lo propio, pues ningún padre humano puede comparársele en santidad. Cristo tenía plena fe en que sus discípulos estarían a salvo en manos del Padre, quien se distingue por la más absoluta pureza y la más completa separación de todo pecado (Mateo 23:9).

2 Jehová ha optado por no ‘sacarnos del mundo’. Más bien, es su voluntad que vivamos entre las personas de este mundo a fin de proclamarles Su mensaje de esperanza y consuelo (Romanos 10:13-15). Sin embargo, por vivir en el mundo estamos expuestos a los ataques del “inicuo”, como da a entender la oración de Jesús. La humanidad desobediente y las fuerzas espirituales inicuas causan mucho dolor y angustia, y los cristianos no son inmunes a tal aflicción (1 Pedro 5:9). 3 Debido a estas pruebas, es natural pasar por momentos de abatimiento (Proverbios 24:10). En la Biblia hallamos numerosos relatos de siervos fieles que padecieron diversas penalidades. “Son muchas las calamidades del justo, pero de todas ellas lo libra Jehová.” (Salmo 34:19.) En efecto, hasta al “justo” le acaecen desgracias. Al igual que el salmista David, a veces puede que incluso nos sintamos ‘entumecidos y aplastados hasta grado extremo’ (Salmo 38:8). Pero nos consuela saber que “Jehová está

w05 1/5 pág. 16 párrs. 13-14 ¿Quiénes resucitarán? 13 Comparemos la situación de David con la de Jesús, el David Mayor. Uno de sus doce apóstoles, Judas Iscariote, se hizo traidor como Ahitofel. La traición de Judas revistió mucha mayor gravedad que la de Ahitofel, pues obró contra el Hijo unigénito de Dios. En una oración que pronunció al

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cerca de los que están quebrantados de corazón; y salva a los que están aplastados en espíritu” (Salmo 34:18; 94:19).

palabra en la Santa Biblia, y hacemos bien en contrastar con ella nuestras creencias y normas de conducta (Juan 17:17).

4 En armonía con la oración de Jesús, Jehová realmente nos vigila. Él es nuestra “plaza fuerte en el tiempo de angustia” (Salmo 37:39). El libro de Proverbios emplea términos muy parecidos cuando dice: “El nombre de Jehová es una torre fuerte. A ella corre el justo, y se le da protección” (Proverbios 18:10). Este texto bíblico revela una verdad fundamental sobre el tierno interés de Jehová por sus criaturas. Dios ofrece su protección en particular a los justos que lo buscan con presteza, como si corrieran a refugiarse en una torre defensiva.

Al comparar lo que creemos con la Palabra de Dios imitamos a los cristianos de la antigua Berea, quienes se aseguraron de que las enseñanzas de Pablo armonizaran con las Escrituras. Lejos de criticarlos, Lucas los encomió por su actitud, pues “recibieron la palabra con suma prontitud de ánimo y examinaban con cuidado las Escrituras diariamente en cuanto a si estas cosas eran así” (Hechos 17:11). En vista de las enseñanzas religiosas y morales tan contradictorias que circulan hoy día, es importante que sigamos el ejemplo de los bereanos de corazón noble. Otra forma de identificar la verdad espiritual es ver cómo influye en la vida de la gente (Mateo 7:17). Regirse por la verdad de la Biblia debería hacernos mejores esposos y padres o esposas y madres, lo que redunda en familias más felices y en mayor satisfacción personal. “¡Felices son los que oyen la palabra de Dios y la guardan!”, exclamó Jesús (Lucas 11:28).

¿Cómo podemos correr a refugiarnos en los brazos de Jehová, nuestro Padre celestial, cuando atravesamos problemas angustiosos? Veamos tres pasos esenciales para recibir su ayuda. Primero, debemos acudir a él en oración. Segundo, tenemos que trabajar en armonía con su espíritu santo. Y tercero, hemos de buscar el alivio que proporciona la compañía de otros cristianos, obedeciendo así lo que Dios ha dispuesto. 5

it-2 pág. 943 Santificación Cristo Jesús ha puesto el modelo para aquellos que son santificados. (Jn 13:15.) Dijo en oración a Dios: “Me santifico a favor de ellos, para que ellos también sean santificados mediante la verdad”. (Jn 17:19.) Jesús se mantuvo sin culpa y conservó así su condición de apartado para el propósito de santificar a sus seguidores. De igual manera, ellos deben mantener su santificación hasta el final de su carrera terrestre. Para ello han de permanecer alejados de cosas deshonrosas y de las personas que las practican, con el fin de que cada uno sea un “vaso para propósito honroso, santificado, útil a su dueño, preparado para toda buena obra”. (2Ti 2:20, 21.) Tienen que darse cuenta de que se les ha comprado con la propia sangre de Cristo y de que, por la voluntad de Dios, “[han] sido santificados mediante el ofrecimiento del cuerpo de Jesucristo una vez para siempre”. (Heb 10:10.) Se les ha aconsejado que “sigan tras [...] la santificación sin la cual nadie verá al Señor”. (Heb 12:14.)

w05 15/7 págs. 29-30 ¿Somos fieles en todas las cosas? Mantengámonos separados del mundo En una oración a Dios, Jesús dijo de sus discípulos: “Yo les he dado tu palabra, pero el mundo los ha odiado, porque ellos no son parte del mundo, así como yo no soy parte del mundo. Te solicito, no que los saques del mundo, sino que los vigiles a causa del inicuo. Ellos no son parte del mundo, así como yo no soy parte del mundo” (Juan 17:1416). Puede que estemos firmemente resueltos a mantenernos separados del mundo en grandes cuestiones, como la neutralidad, las fiestas o costumbres religiosas y la moralidad sexual. Pero ¿y las cosas más pequeñas? ¿Es posible que, incluso sin darnos cuenta, hayan influido en nosotros los caminos del mundo? Por ejemplo, si no tenemos cuidado, fácilmente podríamos adoptar un estilo de vestir impropio o poco digno. Ser fieles exige reflejar “modestia y buen juicio” en el modo de arreglarnos (1 Timoteo 2:9, 10). En efecto, “de ninguna manera estamos dando causa alguna para tropiezo, para que no se encuentre falta en nuestro ministerio; antes bien, de toda manera nos recomendamos como ministros de Dios” (2 Corintios 6:3, 4). 16

w96 15/7 págs. 11-12 La familia de Jehová disfruta de preciosa unidad Factores que promueven la unidad La unidad de los adoradores de Jehová se funda en la obediencia a la Palabra de Dios correctamente entendida, y en especial a las enseñanzas de Jesucristo. Al enviar a su Hijo al mundo a fin de que diera testimonio de la verdad y muriera en sacrificio, Jehová abrió el camino para la formación de la congregación cristiana unida. (Juan 3:16; 18:37.) Que entre sus miembros debería reinar auténtica unidad quedó claro cuando Jesús oró: “Hago petición, no respecto a estos solamente, sino también respecto a los que pongan fe en mí mediante la palabra de ellos; para que todos ellos sean uno, así como tú, Padre, estás en unión conmigo y yo estoy en unión contigo, que ellos también estén en unión con nosotros, para que el mundo crea que tú me enviaste”. (Juan 17:20, 21.) Los seguidores de Jesús alcanzaron una unidad análoga a la que existe entre Dios y su Hijo, y ello debido a que observaron la Palabra de Dios y las enseñanzas de Jesús. La misma actitud constituye un factor importante ahora en la unidad de la familia mundial de Jehová. 8

Como deseamos honrar a Jehová, vamos dignamente vestidos cuando asistimos a las reuniones de la congregación y a las asambleas. Nuestra indumentaria ha de ser apropiada y presentable, pues sirve de testimonio a quienes nos observan. Hasta los ángeles se fijan en nuestros actos, como hicieron con Pablo y sus compañeros cristianos (1 Corintios 4:9). Debemos ir siempre bien arreglados. Para algunos, la fidelidad en la elección de la ropa quizás parezca un asunto de muy poco peso, pero Dios lo considera importante. 17

w05 1/7 pág. 5 “Felices son los que tienen conciencia de su necesidad espiritual” “Tu palabra es la verdad”

it-2 pág. 641 Perfección

El apóstol Pablo escribió: “Toda Escritura es inspirada de Dios y provechosa para enseñar, para censurar, para rectificar las cosas” (2 Timoteo 3:16). Su afirmación concuerda con la que hizo Jesús en una oración a Dios: “Tu palabra es la verdad”. En la actualidad, encontramos esa

Además, la unidad completa se consigue por medio del “vínculo perfecto” del amor, lo que hace que los verdaderos cristianos sean “perfeccionados en uno”. (Col 3:14; Jn 17:23.) Naturalmente, esta perfección también es relativa y no significa que desaparecerán

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todas las diferencias de personalidad, como aptitudes, hábitos, conciencia y otros factores individuales afines. Sin embargo, cuando se alcanza, su plenitud conduce a acción, creencia y enseñanza unificadas. (Ro 15:5, 6; 1Co 1:10; Ef 4:3; Flp 1:27.)

4 ¿Cómo podía Jesús enfrentarse a una situación tan peligrosa sin perder ni un solo momento la compostura ni el dominio de sí mismo? La respuesta se resume en una sola palabra: valor. Pocas virtudes son tan admiradas o tan esenciales en un líder, y en esto ningún hombre jamás ha igualado —y mucho menos sobrepasado— a Jesús. En el capítulo anterior aprendimos sobre su humildad y mansedumbre, cualidades por las que se le llamó apropiadamente “el Cordero” (Juan 1:29). Sin embargo, su valor lo hace merecedor de una designación muy distinta. La Biblia dice del Hijo de Dios: “¡Mira! El León que es de la tribu de Judá” (Revelación 5:5).

w08 1/5 pág. 21 Cómo escoger una buena traducción de la Biblia ¿Qué hay de las traducciones libres? Los traductores de las comúnmente llamadas paráfrasis de la Biblia se toman la libertad de alterar en alguna medida lo que dicen los textos originales. ¿De qué manera? O bien insertando expresiones que reflejan su opinión sobre el posible significado del texto original, o bien omitiendo alguna información. Las paráfrasis pueden resultar atractivas porque son fáciles de leer. Sin embargo, a veces, su estilo libre oscurece o cambia el significado del texto original.

Se suele asociar al león con la valentía. ¿Se ha encontrado usted cara a cara con un león adulto alguna vez? En tal caso, lo más probable es que haya estado separado de él por una valla protectora en el zoológico. Con todo, la experiencia puede ser sobrecogedora. Al mirar a la cara a este corpulento y fiero animal, mientras él nos clava los ojos, difícilmente nos lo imaginemos huyendo despavorido de algo. La Biblia dice que el león “es el más poderoso entre las bestias, y que no se vuelve atrás de delante de nadie” (Proverbios 30:30). Así de valeroso es Cristo. 5

Veamos, por ejemplo, la forma en que una traducción libre vierte la famosa oración modelo de Jesús: “Padre nuestro que estás en el cielo: Que todos reconozcan que tú eres el verdadero Dios” (Mateo 6:9, Traducción en lenguaje actual [TLA], también conocida como Biblia en Lenguaje Sencillo). Pero una traducción más exacta sería esta: “Padre nuestro que estás en los cielos, santificado sea tu nombre”. Observemos también de qué manera se vierte Juan 17:26 en algunas Biblias. Según la traducción libre ya citada, Jesús dirigió estas palabras a su Padre la noche que fue arrestado: “Les he dicho quién eres” (TLA). Sin embargo, una traducción más fiel es la siguiente: “Les he dado a conocer tu nombre”. ¿Se da usted cuenta de cómo algunos traductores en realidad ocultan el hecho de que Dios tiene un nombre que debemos usar y honrar?

w98 1/4 págs. 14-15 párrs. 18-19 Un libro para todo el mundo 18 La coherencia de los escritores de la Biblia también muestra que sus trabajos son dignos de confianza. Es verdaderamente notable que cuarenta hombres que escribieron en un lapso de unos mil seiscientos años concuerden incluso en los más mínimos detalles. Sin embargo, no se trata de una armonía tan premeditada que infunda sospechas de confabulación. Al contrario, hay una falta patente de intención en la concordancia de diversos detalles; muchas veces se ve que la armonía es claramente una coincidencia. 19 Para ilustrarlo, veamos un incidente que ocurrió la noche de la detención de Jesús. Los escritores de los cuatro Evangelios dejaron constancia de que uno de los discípulos sacó una espada y atacó a un esclavo del sumo sacerdote, a quien cortó una oreja. No obstante, únicamente Lucas nos dice que Jesús le “tocó la oreja y lo sanó” (Lucas 22:51). Pues bien, ¿no es lo que esperaríamos de un escritor al que se conocía como “el médico amado”? (Colosenses 4:14.) El relato de Juan dice que, de todos los discípulos presentes, fue Pedro el que blandió la espada, lo que no sorprende en vista de la tendencia de Pedro a ser precipitado e impetuoso (Juan 18:10; compárese con Mateo 16:22, 23 y con Juan 21:7, 8). Juan aporta otro detalle aparentemente innecesario: “El nombre del esclavo era Malco”. ¿Por qué es Juan el único que da el nombre de esta persona? La explicación reside en un dato de menor importancia que se cita de pasada solo en el relato de Juan: este “era conocido del sumo sacerdote”. También lo conocía la casa del sumo sacerdote; los servidores lo conocían a él y él a los servidores (Juan 18:10, 15, 16). Es natural, por tanto, que Juan mencionara el nombre de la persona herida, mientras que no lo hicieron los demás escritores de los evangelios, para quienes dicha persona era por lo visto un extraño. Es asombrosa la concordancia entre todos estos detalles, pero obviamente fue involuntaria. Hay muchísimos ejemplos parecidos en la Biblia.

Capítulo 18 cf cap. 4 págs. 35-36 “¡Mira! El León que es de la tribu de Judá”* UNA violenta muchedumbre sale en busca de Jesús. Los hombres van armados con espadas y con palos, y los acompaña una tropa de soldados. Alentados por un mismo propósito malvado, cruzan las oscuras calles de Jerusalén y se encaminan hacia el monte de los Olivos, en el valle de Cedrón. Aunque es noche de luna llena, portan lámparas y antorchas. ¿Para qué? ¿Para alumbrar el camino porque las nubes ocultan la luz de la luna? ¿O será que piensan que su presa está escondida entre las sombras? Una cosa es cierta: quien crea que Jesús se va a asustar no lo conoce. Aunque conoce el peligro que se avecina, Jesús no se mueve de donde está. La muchedumbre se acerca, con Judas a la cabeza. Este, que había sido uno de los amigos de confianza del Maestro, lo traiciona descaradamente identificándolo con un saludo hipócrita y un beso. Jesús permanece tranquilo. Dando un paso al frente, pregunta: “¿A quién buscan?”. “A Jesús el Nazareno”, responden ellos. 2

w02 1/9 págs. 10-11 párrs. 10-11 “Jamás ha hablado otro hombre así” Tenemos el segundo ejemplo en el incidente que se produjo en la noche de la Pascua del año 33 E.C., cuando una turba se disponía a arrestar a Jesús. Los discípulos de este le preguntaron si debían luchar para defenderlo (Lucas 22:49). Sin esperar la respuesta, Pedro le cortó la oreja a un hombre con una espada (aunque es posible que intentara causarle un daño más grave). Aquel acto fue contrario a la voluntad de su amo, quien estaba 10

Cualquiera retrocedería aterrorizado ante semejante multitud armada. Quizás eso es lo que ellos esperan que haga el hombre que tienen delante. Pero Jesús no se acobarda, no huye, no se escuda en una mentira. Simplemente dice: “Soy yo”. Su porte revela tanta serenidad y valentía que los hombres retroceden asombrados y caen al suelo (Juan 18:1-6; Mateo 26:45-50; Marcos 14:41-46). 3

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totalmente preparado para entregarse. ¿Cómo reaccionó Jesús? Con su paciencia característica, le hizo tres preguntas: “La copa que el Padre me ha dado, ¿no la he de beber?”. “[¿]Crees que no puedo apelar a mi Padre para que me suministre en este momento más de doce legiones de ángeles? En tal caso, ¿cómo se cumplirían las Escrituras en el sentido de que tiene que suceder de esta manera?” (Juan 18:11; Mateo 26:52-54.)

el relato de Marcos está en contraste: “Pero cierto joven que llevaba puesta sobre su cuerpo desnudo una prenda de vestir de lino fino se puso a seguirlo de cerca; y trataron de prenderlo, pero él dejó atrás su prenda de lino y se escapó desnudo”. (Marcos 14:50-52.) Así que se contrasta la reacción inicial de los 11 apóstoles con la del discípulo cuyo nombre no se revela, de modo que es lógico concluir que este no era uno de los apóstoles. Este suceso se menciona solamente en el Evangelio escrito por uno de los primeros discípulos de Jesús, el discípulo Juan Marcos, primo de Bernabé. Por consiguiente, hay motivo para creer que Marcos fue el “cierto joven” que empezó a seguir a Jesús cuando lo habían arrestado, pero que huyó sin la prenda de vestir que lo cubría cuando la chusma trató de aprehenderlo a él también. (Hechos 4:36; 12:12, 25; Colosenses 4:10.)

11 Reflexionemos por un instante en este relato. Jesús, rodeado por una turba encolerizada, sabía que su muerte era inminente y que sobre sus hombros pesaba la responsabilidad de limpiar el nombre de su Padre y salvar a la familia humana. Aun así, en ese mismo momento dedicó tiempo a grabar verdades importantes en la mente de Pedro haciéndole preguntas. ¿No es evidente que Jesús comprendía el valor de las preguntas?

En algún momento durante aquella noche el apóstol Pedro también siguió a Jesús, desde una distancia prudente. En este sentido hay una similitud; el joven discípulo (Marcos) empezó a seguir a Jesús, pero dejó de hacerlo, mientras que posteriormente dos de los apóstoles que habían huido empezaron a seguir a su Amo arrestado. En el Evangelio del apóstol Juan leemos: “Ahora bien, Simón Pedro —y lo mismo otro discípulo— iba siguiendo a Jesús. Aquel discípulo era conocido del sumo sacerdote, y entró junto con Jesús en el patio del sumo sacerdote”. (Juan 18:15.)

w12 1/4 pág. 9 ¿Lo sabía? ¿Quién era el tal Anás que se menciona en los Evangelios? ▪ En la época en que se juzgó a Jesús se menciona a un “sacerdote principal” llamado Anás, o Anán (Lucas 3:2; Juan 18:13, 19; Hechos 4:6). Él era el suegro de Caifás, el sumo sacerdote de Israel de aquel entonces. El propio Anás había ocupado ese puesto desde el año 6 ó 7 de nuestra era hasta que el procurador romano Valerio Grato lo destituyó en el año 15. Aun así, por haber sido sumo sacerdote, tenía mucho poder en Israel. Además de su yerno, cinco de sus hijos ocuparon el mismo puesto.

El apóstol Juan usa el nombre “Juan” respecto a Juan el Bautizante, pero nunca se refiere a sí mismo por nombre. Por ejemplo, escribe sobre “el discípulo que da testimonio acerca de estas cosas y que escribió estas cosas”. De igual manera: “El que lo ha visto ha dado testimonio, y su testimonio es verdadero, y ese hombre sabe que dice cosas verdaderas”. (Juan 19:35; 21:24.) Note también Juan 13:23: “Ante el seno de Jesús estaba reclinado uno de sus discípulos, y Jesús lo amaba”. Eso fue poco antes del arresto de Jesús. Más tarde aquel día, Jesús, fijado en un madero, distinguió a un discípulo, a quien Juan menciona en términos parecidos: “Al ver a su madre y al discípulo a quien él amaba, de pie allí cerca, [Jesús] dijo a su madre: ‘Mujer, ¡ahí está tu hijo!’”. (Juan 19:26, 27; compárese con Juan 21:7, 20.)

Mientras Israel fue una nación independiente, el nombramiento de sumo sacerdote era de por vida (Números 35:25). Sin embargo, durante la ocupación romana, los gobernadores y los reyes impuestos por Roma nombraban y deponían al sumo sacerdote a su antojo. De acuerdo con el historiador Flavio Josefo, fue Quirinio —gobernador romano de Siria— quien destituyó al sumo sacerdote Joazar en el año 6 ó 7 y nombró a Anás en su lugar. Parece que los romanos al menos trataban de elegir al sumo sacerdote de entre las familias sacerdotales.

La misma característica de no mencionarse por nombre es patente en Juan 18:15. Además, Juan y Pedro están juntos en el relato de Juan 20:2-8, después de la resurrección de Jesús. Estos indicios dan a entender que el apóstol Juan fue “aquel discípulo [que] era conocido del sumo sacerdote”. La Biblia no suministra información sobre cómo pudiera el apóstol galileo (Juan) haber llegado a conocer al sumo sacerdote, y haber llegado a ser conocido de él. Pero el hecho de que fuera conocido de la casa del sumo sacerdote le permitió a Juan pasar por donde estaba la portera y entrar en el patio y lograr que Pedro entrara también.

La familia de Anás era conocida por sus inmensas riquezas y por su codicia. Por lo visto, dentro del templo tenían el monopolio de la venta de palomas, ovejas, aceite y vino, además de otras cosas necesarias para los sacrificios. Josefo escribió que Ananías, un hijo de Anás, tenía “unos criados sumamente malvados, los cuales [...] se apoderaban por la fuerza de los diezmos pertenecientes a los simples sacerdotes, y a los propietarios que no se los entregaban no dejaban de golpearlos”.

it-2 pág. 624 Pedro Una vez que Pedro llegó a la casa del sumo sacerdote, otro discípulo que debía haberle seguido o acompañado le ayudó para que pudiese entrar hasta el mismo patio. (Jn 18:15, 16.) Una vez allí, no permaneció discretamente callado en algún rincón oscuro, sino que fue y se calentó en el fuego. El resplandor hizo posible que se le reconociese como compañero de Jesús, y su acento galileo dio pábulo a las sospechas. Al ser acusado, Pedro negó por tres veces que conociese a Jesús, y, finalmente, llevado por la vehemencia de su negación, llegó a echar maldiciones. Desde alguna parte de la ciudad se oyó a un gallo cantar por segunda vez, y Jesús “se volvió y miró a Pedro”. Este, abatido, salió fuera y lloró amargamente. (Mt 26:69-75; Mr 14:66-72; Lu 22:54-62; Jn 18:17, 18; véanse CANTO DEL GALLO; JURAMENTO.) Sin embargo, la súplica que Jesús había hecho a favor de Pedro con

w91 1/4 pág. 31 Preguntas de los lectores ▪ Juan 18:15 menciona a un discípulo conocido del sumo sacerdote. ¿Es este el mismo discípulo que antes huyó “desnudo”, como se informa en Marcos 14:51, 52? No; parece que la persona a quien el sumo sacerdote conocía era el apóstol Juan, mientras que quien huyó “desnudo” fue el discípulo Marcos. Para examinar esos relatos en orden cronológico, empecemos en el jardín de Getsemaní. Los apóstoles se atemorizaron cuando Jesucristo fue arrestado. “Todos lo abandonaron y huyeron.” El mismísimo versículo siguiente en

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anterioridad recibió respuesta, y su fe no desfalleció por completo. (Lu 22:31, 32.)

Cuando arrestaron a Jesús, nadie había imputado cargos en su contra. No fue sino hasta que lo detuvieron que los sacerdotes y el Sanedrín —el tribunal supremo judío— se pusieron a buscar testigos, pero ni siquiera hallaron dos que concordaran en su testimonio (Mateo 26:59). Fuera como fuera, no le correspondía al tribunal buscar testigos. El jurista y escritor A. Taylor Innes comentó: “Celebrar un juicio capital sin especificar con antelación el delito que se le imputa al acusado es una verdadera atrocidad”.

g88 8/11 pág. 19 ¿Es el conocimiento de Dios solo para una minoría selecta? Durante los tres años y medio de su ministerio, Jesús abarcó una gran parte del territorio de Israel. ¿Lo hizo de manera clandestina? ¿Visitó únicamente a un grupo restringido de iniciados? No. Predicó su mensaje públicamente, con frecuencia, ante multitudes. Poco antes de su muerte, cuando las autoridades religiosas judías le interrogaron acerca de su manera de enseñar, explicó: “Yo he hablado públicamente al mundo. Siempre enseñé en una sinagoga y en el templo, donde concurren todos los judíos; y no hablé nada en secreto”. (Juan 18:20.)

La turba que arrestó a Jesús lo llevó a la casa de Anás, quien había sido sumo sacerdote. Anás comenzó a interrogarlo (Lucas 22:54; Juan 18:12, 13). Lo que hizo violaba la ley, pues las acusaciones de un delito castigado con la pena de muerte no debían atenderse de noche, sino de día. Además, cualquier investigación tenía que hacerse en audiencia pública, no a puertas cerradas. Consciente de que tal interrogatorio era ilegal, Jesús respondió a Anás: “¿Por qué me interrogas? Interroga a los que han oído lo que les hablé. ¡Mira! Estos saben lo que dije” (Juan 18:21). Y es que eran los testigos —no el acusado— quienes se suponía que declararan. Con las palabras de Jesús, un juez honrado habría entendido que debía seguir el procedimiento correcto, pero esa no era la intención de Anás.

¿Se fijó usted en que el mensaje de Jesús se dirige a un público muchísimo más extenso que simplemente el de Palestina? ¡Se dirige al mundo entero! Jesús no dijo: ‘He hablado la palabra a todo el pueblo’, es decir, a todos los judíos. En vez de eso, con un sentido profético escogió la palabra específica para “mundo”. Por lo tanto, la doctrina que Jesús predicó no era de ninguna manera esotérica; era para todos, en todas partes.

La respuesta de Jesús solo logró que uno de los oficiales le diera una bofetada, una de tantas agresiones que tuvo que soportar aquella noche (Lucas 22:63; Juan 18:22). La ley sobre las ciudades de refugio —registrada en el capítulo 35 del libro bíblico de Números— señala que el acusado tenía derecho a ser protegido mientras no se le declarara culpable. Jesús merecía tal protección.

Es cierto que Jesús empleaba lenguaje figurado, en especial cuando enseñaba por medio de parábolas o ilustraciones. Pero este método simplemente le permitía seleccionar a sus oyentes. Los que no estaban verdaderamente interesados en la enseñanza de Jesús sencillamente escuchaban sus parábolas y se iban sin tratar de profundizar en el asunto. Los que tenían verdadera sed de conocimiento se quedaban para escuchar explicaciones adicionales. De modo que el conocimiento estaba al alcance de todos los que lo buscaban con sinceridad. (Mateo 13:13, 34-36.)

Luego, sus captores lo condujeron a la casa del sumo sacerdote Caifás, donde el juicio ilegal continuó durante la noche (Lucas 22:54; Juan 18:24). Allí, por encima de los principios de justicia, los sacerdotes “busca[ron] testimonio falso contra Jesús a fin de darle muerte”, aunque ninguno de los testigos concordó en cuanto a lo que Jesús había dicho (Mateo 26:59; Marcos 14:56-59). De modo que Caifás lo instigó a hacer algo que lo inculpara preguntándole: “¿No respondes nada? ¿Qué es lo que estos testifican contra ti?” (Marcos 14:60). ¡Qué táctica tan sucia! Taylor Innes, antes citado, afirmó: “Plantearle preguntas al acusado y condenarlo en función de su respuesta constituyó [una] violación de la justicia formal”.

w11 1/4 págs. 19-22 El juicio más infame de la historia Un atropello tras otro La Ley que Moisés dio al pueblo de Israel ha llegado a conocerse como “el mayor y más avanzado sistema de jurisprudencia nunca antes promulgado”. Sin embargo, para el tiempo de Jesús los rabinos legalistas le habían añadido un sinnúmero de reglas orales, muchas de las cuales se pusieron por escrito más tarde en el Talmud (véase el recuadro “Las leyes judías en los primeros siglos”, en la página 20). ¿Hasta qué grado tuvo el juicio de Jesús fundamentos bíblicos y extrabíblicos?

Finalmente, el sumo sacerdote le preguntó: “¿Eres tú el Cristo el Hijo del Bendito?”. A lo que Jesús contestó: “Lo soy; y ustedes verán al Hijo del hombre sentado a la diestra del poder y viniendo con las nubes del cielo”. Los sacerdotes interpretaron esta respuesta como una blasfemia, y “todos ellos lo condenaron, declarándolo expuesto a muerte” (Marcos 14:61-64). De acuerdo con la Ley mosaica, los juicios se debían realizar en público (Deuteronomio 16:18; Rut 4:1). Pero el de Jesús se celebró en secreto. A nadie se le permitió siquiera intentar decir algo a su favor. Tampoco se comprobó si era el Mesías, como afirmaba ser, ni se le dio la oportunidad de presentar testigos en su defensa. Además, el jurado nunca emitió un veredicto oficial.

Concentrémonos primero en su arresto. Para que este fuera legal, tenían que presentarse dos testigos ante el tribunal acusándolo de un delito específico. En la Palestina del primer siglo, quien creyera que se había violado una ley tenía que formular los cargos ante un tribunal en sus sesiones regulares. Los tribunales no actuaban de fiscales, sino que se limitaban a investigar las acusaciones. Los únicos fiscales eran los testigos del supuesto delito. El proceso se abría solo cuando concordaban las declaraciones de un mínimo de dos testigos, cuyo testimonio constituía el cargo y conducía al arresto (Deuteronomio 19:15). Ahora bien, en el caso de Jesús, las autoridades judías sencillamente “busca[ron] de qué manera les sería eficaz deshacerse de él”. Así pues, pensaron que “una buena oportunidad” para arrestarlo “sin que estuviera presente una muchedumbre” sería de noche (Lucas 22:2, 5, 6, 53).

Ante Pilato Como se dijo antes, parece que los judíos no tenían autoridad para ejecutar a Jesús. Por tanto, lo llevaron ante el gobernador romano Poncio Pilato, quien les preguntó: “¿Qué acusación traen contra este hombre?”. Sabiendo que la blasfemia no era un delito en Roma, trataron de que lo condenara sin presentar pruebas. “Si este hombre no fuera delincuente, no te lo habríamos entregado”, replicaron (Juan 18:29, 30). Pilato rechazó tal argumento, lo cual los obligó a fabricar el siguiente cargo: “A este hombre lo hallamos subvirtiendo a nuestra nación, y prohibiendo pagar impuestos a

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César, y diciendo que él mismo es Cristo, un rey” (Lucas 23:2). De modo que cambiaron astutamente la falsa acusación de blasfemia por la de traición.

gente porque asaltaban a los israelitas acaudalados y provocaban grandes trastornos al gobierno romano”, señala The Anchor Bible Dictionary

Jesús jamás prohibió pagar impuestos, y los judíos lo sabían. De hecho, él había enseñado lo contrario (Mateo 22:15-22). Ahora bien, ¿cómo reaccionó Pilato ante la acusación de que Jesús se había hecho rey a sí mismo? Era tan obvio que el acusado no suponía ninguna amenaza para Roma, que declaró: “Yo no hallo en él ninguna falta” (Juan 18:38). Pilato sostuvo esa misma postura durante todo el juicio.

Capítulo 19 cf cap. 7 págs. 68-69 “Consideren con sumo cuidado [...] al que ha aguantado” Lo que Jesús aguantó 7 Al aproximarse el fin de su vida en la Tierra, Jesús aguantó una crueldad tras otra. Aparte de la gran tensión mental que experimentó la última noche, piense en las desilusiones que debió de sufrir y en las humillaciones que soportó. Traicionado por uno de los suyos y abandonado por sus amigos más allegados, fue sometido a un juicio ilegal por el tribunal religioso más importante del país, cuyos miembros se burlaron de él, le escupieron y le dieron puñetazos. Sin embargo, aguantó todo con imperturbable dignidad y fortaleza (Mateo 26:46-49, 56, 59-68).

Este gobernante romano trató de liberar a Jesús valiéndose de la costumbre de soltar a un preso con motivo de la Pascua. No obstante, terminó liberando a Barrabás, quien era culpable de sedición y asesinato (Lucas 23:18, 19; Juan 18:39, 40). En un nuevo intento de liberar a Jesús, Pilato ofreció una solución intermedia: mandó que lo sometieran a la flagelación romana y dejó que lo ataviaran de púrpura, le pusieran una corona de espinas, lo golpearan y se mofaran de él. Entonces volvió a declararlo inocente. Fue como si les hubiera dicho a los sacerdotes: “Ya estarán satisfechos, ¿verdad?”. Quizás pensó que si veían a Jesús flagelado se compadecerían un poco o saciarían su sed de venganza (Lucas 23:22). Sin embargo, no fue así.

8 En sus últimas horas de vida, Jesús experimentó gran dolor físico. Fue flagelado de una manera tan brutal que —según se dice— los azotes le causaron “profundos cortes en forma de tiras y una considerable pérdida de sangre”. Luego fue clavado en un poste, ejecutado de un modo que producía “una muerte lenta con el máximo dolor y sufrimiento”. Piense en el terrible martirio que debió de haber sufrido cuando le hincaron largos clavos en las manos y los pies (Juan 19:1, 16-18). Imagínese el indescriptible dolor que soportó cuando alzaron el madero y todo el peso de su cuerpo quedó suspendido de los clavos, con su espalda desgarrada rozando la áspera superficie del poste. Y Jesús soportó este despiadado tormento a la vez que llevaba sobre sí una pesada carga emocional, como se mencionó al comienzo del capítulo.

“Pilato siguió buscando cómo ponerlo en libertad. Pero los judíos gritaron, diciendo: ‘Si pones en libertad a este, no eres amigo de César. Todo el que se hace rey habla contra César’.” (Juan 19:12.) Tiberio, el emperador romano de aquel tiempo, tenía la fama de asesinar a todo el que considerara infiel, aun si se trataba de un oficial de alto rango. Como Pilato ya había provocado la ira de los judíos, no podía arriesgarse a empeorar las cosas, y mucho menos a que lo acusaran de traidor. Los gritos de la muchedumbre suponían una amenaza indirecta para Pilato, un chantaje que le infundió miedo. De modo que cedió a la presión e hizo que Jesús, un hombre inocente, fuera fijado en un madero (Juan 19:16).

Como seguidores de Cristo, ¿qué cosas pudiera tocarnos aguantar? Jesús dijo: “Si alguien quiere venir en pos de mí, [...] tome su madero de tormento y sígame de continuo” (Mateo 16:24). La expresión “madero de tormento” simboliza aquí el sufrimiento, la vergüenza y hasta la misma muerte. Seguir a Cristo no es fácil. Las normas cristianas nos hacen diferentes, y el mundo nos odia porque no somos parte de él (Juan 15:18-20; 1 Pedro 4:4). Aun así, estamos dispuestos a tomar nuestro madero de tormento, sí, estamos listos para sufrir —y hasta morir— antes que dejar de seguir a nuestro Modelo (2 Timoteo 3:12). 9

w11 1/4 pág. 10 ¿Lo sabía? ¿De qué delitos era culpable Barrabás? ▪ Según los Evangelios, el hombre a quien el gobernador romano Poncio Pilato puso en libertad en lugar de a Jesús era un “salteador” y un “preso famoso” (Mateo 27:16; Juan 18:40). En ese momento se encontraba en Jerusalén, bajo custodia romana, junto con “los sediciosos, que en su sedición habían cometido asesinato” (Marcos 15:7).

g 11/07 pág. 7 3. Coherencia interna Diferencias lógicas. Es verdad que en algunos relatos existen ciertas diferencias, pero ¿no es lo que se esperaría? Imaginemos que un grupo de personas presenciara un asesinato. Si cada una mencionara los mismos detalles con las mismas palabras, ¿no sospecharíamos que hubo complicidad? Lo normal sería que su testimonio variara algo, en función de su perspectiva personal. Así fue en el caso de los redactores de la Biblia.

Aunque no existen pruebas extrabíblicas de los delitos de Barrabás, su inclusión entre los sediciosos permite a algunos eruditos relacionarlo con grupos subversivos de Israel. El historiador Flavio Josefo, por ejemplo, dejó constancia de que las bandas de forajidos estaban entre los principales males de la época. Estos bandidos alegaban luchar contra supuestas injusticias que sufrían los oprimidos campesinos judíos. A mediados del siglo primero, la rebelión contra los romanos y la nobleza judía alcanzó enormes proporciones. Más tarde, las bandas ya mencionadas conformaron gran parte de las fuerzas judías que expulsaron de Judea a los romanos en el año 66.

Tomemos por ejemplo el manto que llevaba Jesús el día de su muerte. ¿Era de color púrpura, como indican Marcos y Juan, o escarlata, como dice Mateo? (Mateo 27:28; Marcos 15:17; Juan 19:2.) En realidad, ambas descripciones son correctas. El púrpura es un rojo intenso que tiende al violeta, así que, dependiendo del ángulo de visión del observador, el reflejo de la luz y el fondo podrían haber matado su intensidad y haberle dado diferentes tonalidades al manto.

“Barrabás debió de pertenecer a una banda de salteadores rurales. Estos bandidos eran bien vistos por la

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La coherencia entre los escritores de la Biblia, incluida su concordancia no intencionada en los detalles, imprime un sello de autenticidad a sus relatos.

proceso “buscaban testimonio falso contra Jesús a fin de darle muerte”. Finalmente pronunciaron a Jesús culpable de blasfemia y dijeron que, por eso, estaba “expuesto [...] a muerte”. (Mateo 26:59, 60, 65, 66.) Pero después que “tuvieron consulta contra Jesús para darle muerte”, lo llevaron al gobernador romano, Pilato. (Mateo 27:1, 2.)

w91 1/1 pág. 9 “¡Miren! ¡El hombre!” Por eso, según lo que exigen —y con más deseo de complacer a la muchedumbre que de hacer lo que sabe que es correcto— Pilato pone en libertad a Barrabás. Toma a Jesús y hace que le quiten la ropa y lo azoten. No se trata de una flagelación ordinaria. Una revista de la Asociación Médica Estadounidense describe así la práctica romana de azotar:

Estas circunstancias han llevado a muchos a concluir que en aquel tiempo los judíos no tenían permiso de los romanos para ejecutar a Jesucristo por aquella acusación religiosa. Este punto de vista aparentemente está confirmado por la respuesta de los judíos cuando Pilato les dijo que juzgaran al acusado según la ley judía. Ellos respondieron: “A nosotros no nos es lícito matar a nadie”. (Juan 18:31.) De hecho, una tradición que se relata en el Talmud de Jerusalén dice que unos 40 años antes de que Jerusalén fuera destruida en 70 E.C. los judíos perdieron la autoridad de ejecutar a los malhechores.

“Por lo general el instrumento que se usaba era un látigo corto (flagelo) con varias tiras de cuero sueltas o trenzadas, de largo diferente, que tenían atadas a intervalos bolitas de hierro o pedazos afilados de hueso de oveja. [...] Cuando los soldados romanos azotaban vigorosamente vez tras vez la espalda de la víctima, las bolas de hierro causaban contusiones profundas, y las tiras de cuero con huesos de oveja cortaban la piel y los tejidos subcutáneos. Entonces, a medida que se seguía azotando a la víctima, las heridas llegaban hasta los músculos esqueléticos subyacentes y producían tiras temblorosas de carne que sangraba”.

Entonces, ¡cuán extrañas parecen las palabras de Pilato en Juan 19:6! En respuesta a los clamores de los líderes religiosos pidiendo que Jesús fuera fijado en un madero, Pilato les dijo: “Tómenlo ustedes mismos y fíjenlo en el madero, porque yo no hallo en él falta alguna”. Esta declaración parece estar en conflicto con lo que los judíos habían dicho en Juan 18:31. El historiador judío Flavio Josefo presenta un relato de testigo ocular que quizás arroje luz sobre este conflicto. Él informa que durante el ataque romano a Jerusalén en 70 E.C. los rebeldes se retiraron al recinto del templo. Algunos de aquellos luchadores ensangrentados se hallaban en terreno donde antes no habrían podido entrar, por lo sagrado de aquel lugar. El general Tito, con repugnancia por esta profanación de lo que hasta los romanos tendían a ver como terreno sagrado, clamó:

Después de esta tortura llevan a Jesús al palacio del gobernador; y todo el grupo de los soldados se congrega. Allí los soldados siguen insultándolo mediante entretejer una corona de espinas y ajustársela con fuerza en la cabeza. Le ponen una caña en la mano derecha y lo visten con una prenda de vestir de púrpura, como de realeza. Entonces se burlan de él y dicen: “¡Buenos días, rey de los judíos!”. Además, escupen contra él y le dan bofetadas. Le quitan la gruesa caña que le han puesto en la mano y la usan para pegarle en la cabeza, lo cual hunde más aún en su cuero cabelludo los espinos afilados de su humillante “corona”.

“Decid, hombres perversos y llenos de maldad, ¿no habéis vosotros cercado el santo lugar con rejas? ¿No habéis hecho tablas escritas en letras griegas y romanas, con las cuales vedáis y prohibís que ninguno ose pasar de lo que está cercado? ¿No os concedimos que mataseis a quien lo contrario hiciese, aunque fuese romano? Pues, ¿para qué, ¡oh gente muy dañada!, habéis puesto debajo de vuestros pies los muertos en este mismo lugar?”—Guerra de los judíos, traducido por Juan Martín Cordero, tomo II, pág. 167; cursivas nuestras.

La extraordinaria dignidad y fortaleza de Jesús ante aquel maltrato impresiona tanto a Pilato que una vez más trata de ponerlo en libertad. Dice a las muchedumbres: “¡Vean! Se lo traigo fuera para que sepan que no hallo en él ninguna falta”. Puede que él piense que se les ablandará el corazón al ver la condición de Jesús después de la tortura. Mientras Jesús está de pie ante la chusma despiadada, coronado de espinos, teniendo sobre sí la prenda de vestir exterior de púrpura y con el rostro adolorido ensangrentado, Pilato proclama: “¡Miren! ¡El hombre!”.

Por eso, aunque los romanos no dejaran que los judíos emplearan la pena capital por ofensas civiles, parece que sí otorgaban autoridad para ejecutar a alguien por ciertas ofensas religiosas graves. Los judíos que entregaron a Jesús en manos de Pilato quizás pensaron que era deseable dejar que los romanos efectuaran la ejecución, posiblemente para hacer más repugnante su muerte, y para que cualquier clamor público fuera contra los extranjeros. (Gálatas 3:13; Deuteronomio 21:23.) Sin embargo, Pilato quizás quiso evitar aquel problema, y les dijo: “Tómenlo ustedes mismos y fíjenlo en el madero”. También, quizás indicaba que, desde su punto de vista, si la cuestión era un asunto religioso de suficiente gravedad, los líderes judíos debían llevar responsabilidad por ejecutar a Jesús.

Aunque herido y golpeado, aquí está de pie el personaje más sobresaliente de toda la historia, ¡ciertamente el hombre más grande de todos los tiempos! Sí, Jesús muestra una dignidad y serenidad que revela una grandeza que hasta Pilato se ve obligado a reconocer, pues parece que sus palabras reflejan una mezcla de respeto y lástima. (Juan 18:39–19:5; Mateo 27:15-17, 20-30; Marcos 15:6-19; Lucas 23:18-25.) w88 1/7 pág. 31 Preguntas de los lectores ▪ ¿Tenían los judíos autoridad legal para ejecutar a Jesús, como sugieren las palabras de Pilato en Juan 19:6?

w08 1/6 pág. 27 ¿Lo sabía? ¿Por qué sintió miedo Poncio Pilato cuando oyó la acusación de que Jesús se había declarado “hijo de Dios”? (Juan 19:7.)

No podemos saber con seguridad si en aquel tiempo los romanos otorgaban a los judíos autoridad para llevar a cabo ejecuciones.

Hay que tener en cuenta que, después de su muerte, Julio César había sido elevado al rango de dios por el Senado romano. A partir de entonces, su hijo adoptivo y sucesor, Octavio, fue declarado divi filius, es decir, “hijo de Dios” o “hijo de un ser divino”.

Después que los líderes judíos instigaron el arresto de Jesús, celebraron una especie de juicio. Durante aquel

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Tal designación latina se convirtió en un título solemne de los emperadores, lo cual se puede comprobar en numerosas inscripciones grabadas en altares, estatuas, monedas y templos romanos. Así que cuando los judíos dijeron que Jesús se había declarado “hijo de Dios”, prácticamente lo estaban acusando de adoptar un título oficial, y hacer eso equivalía a traición.

enfermiza suspicacia lo llevó a torturar y asesinar a personas simplemente porque sospechaba que lo estaban traicionando. La misma obra apunta: “Si lo que cuentan los historiadores de la época es exacto, Tiberio disfrutaba con los entretenimientos más crueles y obscenos. En el mejor de los casos, era un feroz asesino que mataba casi a capricho”. No sería de extrañar, pues, que la reputación de este emperador hubiera influido en Pilato cuando cedió a la presión de los judíos y ordenó la ejecución de Jesús (Juan 19:13-16).

Para cuando Jesús fue procesado, Tiberio ya había heredado el título divi filius. Este temido emperador tenía la reputación de asesinar a cualquiera que considerara su enemigo. No es de extrañar que Pilato sintiera “mayor temor” cuando los judíos le insinuaron que sería desleal a César si no condenaba a Jesús. Finalmente, este gobernador romano cedió a la presión y ordenó la ejecución de Jesús (Juan 19:8, 12-16).

w11 15/11 pág. 21 Preguntas de los lectores ¿Es posible determinar con exactitud la hora en que Jesucristo fue fijado en el madero? Esta pregunta surge debido a una aparente contradicción entre los relatos inspirados de Marcos y Juan sobre la muerte de Jesús. Marcos señala: “Era ya la hora tercera, y lo fijaron en el madero” (Mar. 15:25). Sin embargo, Juan dice que “era como la hora sexta” cuando Pilato entregó a Jesús a los judíos para que lo fijaran en el madero (Juan 19:14-16). Aunque los comentaristas bíblicos han tratado de resolver esta supuesta contradicción con diversas explicaciones, la realidad es que la Biblia no brinda suficiente información al respecto. Con todo, hay un factor que podría ayudarnos a entender la diferencia: la manera de medir el tiempo en los días de Jesús.

w11 1/4 pág. 4 Jesús: su origen Jesús: su origen “[Pilato] entró otra vez en el palacio del gobernador y dijo a Jesús: ‘¿De dónde eres tú?’. Pero Jesús no le dio respuesta.” (JUAN 19:9) EL GOBERNADOR romano Poncio Pilato le hizo esta pregunta a Jesús durante el juicio que lo condenaría a la pena de muerte. Ahora bien, él ya conocía de qué zona de Israel era el acusado (Lucas 23:6, 7). Además, había notado que aquel no era un hombre común y corriente. Entonces, ¿acaso quería saber si Jesús había tenido una vida anterior? ¿Será que este gobernador pagano tenía la intención de aceptar la verdad sobre el origen de Jesús y actuar en consecuencia? No lo sabemos. El hecho es que Jesús se negó a contestar, y al final quedó claro que a Pilato no le preocupaban la verdad y la justicia, sino su carrera política (Mateo 27:11-26).

En el siglo primero, los judíos dividían en doce horas el período del día en el cual hay luz, que comienza con la salida del Sol (Juan 11:9). Por lo tanto, “la hora tercera” iba de las ocho a las nueve de la mañana, y “la hora sexta” terminaba a eso del mediodía. Claro está, la salida y la puesta del Sol varían dependiendo de la época del año, y lo mismo pasa con el período de luz diurna. Además, como en tiempos bíblicos la hora se determinaba observando la posición del Sol, no se trataba de un cálculo preciso. Así que, cuando las Escrituras Griegas Cristianas mencionan la hora tercera, sexta o nona (es decir, novena), por lo general se refieren a una hora aproximada (Mat. 20:3, 5; Hech. 10:3, 9, 30). Los escritores solo hacían alusión a horas más exactas, como “la hora séptima”, cuando era indispensable precisar el momento en que algo ocurrió (Juan 4:52).

w08 15/4 pág. 32 Puntos sobresalientes del libro de Juan 19:11. Al hablarle a Pilato del hombre que lo había entregado, ¿se refería Jesús a Judas Iscariote? En lugar de pensar en Judas o en alguna otra persona específica, parece que Jesús estaba incluyendo a todos los que compartían la culpa de su asesinato. Entre ellos estaban Judas, “los sacerdotes principales y todo el Sanedrín” y hasta “las muchedumbres” que se dejaron convencer y pidieron a Barrabás (Mat. 26:59-65; 27:1, 2, 20-22).

Al relatar lo que pasó el día en que murió Jesús, los evangelistas coinciden al indicar las horas en que ocurrieron otros sucesos. Por ejemplo, los cuatro señalan que ya había amanecido cuando los sacerdotes y los ancianos se reunieron y entregaron a Jesús al gobernador romano Poncio Pilato (Mat. 27:1; Mar. 15:1; Luc. 22:66; Juan 18:28). Además, Mateo, Marcos y Lucas dicen que fue en la hora sexta, mientras Jesús estaba en el madero, cuando una oscuridad se apoderó del país “hasta la hora nona” (Mat. 27:45, 46; Mar. 15:33, 34; Luc. 23:44).

w09 1/1 pág. 19 ¿Lo sabía?

Algo que hay que tomar en cuenta al hablar de la hora en que Jesús fue ejecutado es que la flagelación se consideraba parte de la ejecución. De hecho, en ocasiones los latigazos eran tan brutales que mataban a la víctima. En el caso de Jesús debieron ser bastante severos, pues cuando tuvo que cargar el madero, no pudo hacerlo, y hubo que dárselo a otro hombre (Luc. 23:26; Juan 19:17). Es obvio que entre los azotes y el momento en que Jesús fue clavado en el madero tuvo que pasar algún tiempo. Por eso es comprensible que los evangelistas hayan registrado horas distintas. Todo depende de la etapa del proceso que cada cual considerara como el inicio de la ejecución.

¿Tenía razones Poncio Pilato para temer al emperador? Los líderes judíos querían que el gobernador romano Poncio Pilato ordenara la ejecución de Jesús. Para presionarlo, le dijeron: “Si pones en libertad a este, no eres amigo de César” (Juan 19:12). ¿Quién era ese “César”? El emperador romano Tiberio. Pero ¿había alguna razón por la que Poncio Pilato debiera temerle? Investiguemos qué clase de persona era Tiberio César. Para cuando tuvo lugar el juicio de Jesús, hacía años que Tiberio se había convertido en “un hombre que parecía interesarse únicamente en sus propios deseos y en buscar formas cada vez más depravadas de satisfacerlos”, según explica The New Encyclopædia Britannica. Además, su

El apóstol Juan escribió su relato décadas después de que los demás evangelistas lo hicieran, por lo que tuvo acceso a los escritos de ellos. Es cierto que la hora que él señaló no coincide con la que Marcos indicó, pero esto demuestra que Juan no se limitó a copiar a

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Marcos. Ambos Evangelios fueron inspirados por Dios. Y aunque la Biblia no ofrece más detalles que nos permitan conciliar la diferencia, podemos confiar plenamente en ella.

lo que explica por qué a los soldados les interesaba tanto obtener una. w10 1/9 pág. 15 ¿Lo sabía?

it-1 pág. 466 César En ninguna parte del Imperio romano podía gobernar un rey sin el consentimiento del César. Al parecer este fue el motivo por el que Pilato concentró el interrogatorio de Jesús en la cuestión de la realeza de este. (Mt 27:11; Mr 15:2; Lu 23:3; Jn 18:33-37.) Él mismo trató de libertar a Jesús declarándolo inocente, pero los líderes religiosos gritaron: “Si pones en libertad a este, no eres amigo de César. Todo el que se hace rey habla contra César”. (Jn 19:12.) La expresión “amigo de César” era un título honorífico que a menudo recibían los gobernadores de las provincias; no obstante, es probable que en esta ocasión los líderes religiosos lo hayan usado en un sentido general, dando a entender que a Pilato mismo se le podía acusar de tolerar alta traición. El temor a un emperador receloso fue un factor importante para que Pilato dictase sentencia de muerte contra un hombre inocente. Mientras tanto, los sacerdotes proclamaron en voz alta su lealtad al trono imperial, diciendo: “No tenemos más rey que César”, y de ese modo rechazaron cualquier gobierno teocrático. (Jn 19:13-16; compárese con Isa 9:6, 7; 33:22.) Además, intentaron en vano cuestionar el título de “rey de los judíos” que Pilato había colocado en el madero de Jesús. (Jn 19:19-22.) Los romanos tenían la costumbre de clavar una inscripción que identificaba el crimen por el que se condenaba al criminal.

¿Estaba emparentado Jesús con alguno de sus doce apóstoles? ▪ La Biblia no ofrece una respuesta concreta a esta pregunta. No obstante, tanto algunos pasajes de las Escrituras como la tradición extrabíblica parecen indicar que varios apóstoles estaban emparentados con Jesús. En los Evangelios se revelan los nombres de las mujeres que estaban presentes mientras Jesús agonizaba en el madero. Por ejemplo, Juan 19:25 se refiere a cuatro de ellas: “Su madre [María] y la hermana de su madre; María la esposa de Clopas, y María Magdalena”. Al comparar este versículo con los relatos paralelos de Mateo y Marcos, podemos llegar a la conclusión de que la tía de Jesús —“la hermana de su madre”— era Salomé. Aparentemente, esta mujer era la madre de los hijos de Zebedeo (Mateo 27:55, 56; Marcos 15:40). Por lo tanto, sus hijos —a quienes la Biblia identifica como Santiago y Juan— serían primos hermanos de Jesús por parte de madre. Estos dos hombres, que eran pescadores, fueron invitados por Jesús a ser sus discípulos (Mateo 4:21, 22). Por otra parte, la tradición asegura que el esposo de una de las mujeres antes mencionadas —llamado Clopas o Alfeo— era hermano de José, el padre adoptivo de Jesús. Si esto es cierto, entonces otro de los apóstoles —Santiago hijo de Alfeo— también sería primo de Jesús por parte de padre (Mateo 10:3).

w09 1/7 pág. 22 ¿Lo sabía? cl cap. 29 págs. 291-292 párr. 7 “Conocer el amor del Cristo” ¿Por qué les interesaba tanto a los soldados romanos la prenda de vestir interior de Jesús? La Biblia dice que los cuatro soldados encargados de la ejecución de Jesús se repartieron su ropa. “Pero la prenda de vestir interior —señala Juan 19:23— era sin costura, pues era tejida desde arriba toda ella.” Como a los soldados les interesaba mucho dicha prenda, decidieron echar suertes sobre esta en vez de dividírsela. ¿Qué la hacía tan especial? Al parecer, la prenda de vestir interior solía ser una túnica de lino o de lana que llegaba hasta las rodillas o los tobillos. Normalmente, consistía en dos retazos cuadrados o rectangulares que se cosían por arriba y por los lados, dejando aberturas para la cabeza y los brazos. También se confeccionaba otra clase de túnica más costosa. Consistía en “una sola pieza larga de tela doblada por la mitad, con un corte en medio para la cabeza”, señala el libro Jesus and His World (Jesús y su mundo). Este tipo de túnica se cosía únicamente por los lados y luego se hacía un dobladillo en los bordes. Ahora bien, las prendas sin ninguna costura —como la de Jesús— se hacían exclusivamente en Palestina. Se tejían en un telar vertical que contaba con dos grupos de hilos colgados del travesaño superior, uno por delante y otro por detrás. Cada grupo de hilos verticales formaba una urdimbre. Mediante una varilla llamada lanzadera, el tejedor entrecruzaba el hilo horizontal de la trama por la urdimbre delantera y continuaba por la trasera. “De este modo —indica cierta obra de consulta—, se formaba una sola pieza cilíndrica.” No todo el mundo tenía una prenda de esta clase,

7 Encontramos un ejemplo muy conmovedor de su amor abnegado en Juan 19:25-27. Imaginémonos cuántas cosas tendría Jesús en la cabeza y el corazón la tarde en que falleció. En pleno tormento del madero, se preocupó por sus discípulos, por la predicación y, sobre todo, por su propia integridad y el efecto que esta tendría en el nombre de su Padre. Ciertamente llevaba sobre sus hombros el futuro de toda la humanidad. Con todo, muy poco antes de morir, mostró interés por su madre, María, quien por lo visto era viuda para entonces. Por ello, le pidió al apóstol Juan que la cuidara como si fuera su propia madre, y más tarde, este se la llevó consigo a su casa. Así, Cristo se encargó de que se atendieran las necesidades físicas y espirituales de ella. ¡Qué muestra tan tierna de amor altruista!

w10 15/8 págs. 11-12 ¿Cómo exaltó Jesús la justicia de Dios? ¿Qué logró Jesús con su muerte? 15 En el madero de tormento, justo antes de exhalar su último suspiro, Jesús exclamó: “¡Se ha realizado!” (Juan 19:30). ¡Cuántas cosas grandiosas hizo él con la ayuda de Dios durante los tres años y medio que pasaron desde su bautismo hasta su muerte! Tan pronto como murió, se produjo un violento terremoto y el oficial romano que estaba a cargo de la ejecución reconoció: “Ciertamente este era Hijo de Dios” (Mat. 27:54). Al parecer, este soldado reaccionó así debido a que había visto cómo se burlaban de él porque afirmaba ser el Hijo de Dios. A pesar de tantos sufrimientos, Jesús se mantuvo fiel hasta el final y demostró que Satanás es un despreciable mentiroso. Recordemos que siglos atrás el Diablo había hecho esta afirmación desafiante acerca de quienes apoyan la soberanía de Dios: “Si de salvar la vida se trata, el hombre es capaz de todo” (Job 2:4, Traducción en lenguaje actual).

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No obstante, la fidelidad de Jesús demostró que Adán y Eva hubieran podido superar la prueba a la que fueron sometidos, que fue mucho menos difícil. Y lo más importante es que con su vida y muerte defendió y exaltó la justicia de Jehová como Soberano (léase Proverbios 27:11). Ahora bien, ¿logró algo más Jesús con su muerte? ¡Claro que sí!

10:10). En tu caso, eso implicaría predicar a tus compañeros de escuela.

16 Jehová consideró justos al gran número de siervos suyos que vivieron antes de que Jesús viniera a la Tierra, y a todos ellos les dio la esperanza de resucitar (Isa. 25:8; Dan. 12:13). Pero para poder ofrecer estas maravillosas bendiciones a seres humanos imperfectos, nuestro santo Dios Jehová necesitaba establecer una base legal. ¿Cuál fue? La Biblia contesta: “Dios [...] presentó [a Cristo] como ofrenda para propiciación mediante fe en su sangre. Esto fue con el fin de exhibir su propia justicia, porque estaba perdonando los pecados que habían ocurrido en el pasado mientras [...] estaba ejerciendo longanimidad; para exhibir su propia justicia en esta época presente, para que él sea justo hasta al declarar justo al hombre que tiene fe en Jesús” (Rom. 3:25, 26).

w02 1/2 págs. 10-11 Una lección de Nicodemo

17 Jehová recompensó a su Hijo resucitándolo y concediéndole una posición muy superior a la que tenía antes de venir a la Tierra. Ahora Jesús es una gloriosa criatura espiritual que goza de inmortalidad (Heb. 1:3). Y en su posición de Sumo Sacerdote y Rey, el Señor Jesucristo puede seguir ayudando a sus discípulos a exaltar la justicia de Dios. ¡Qué agradecidos estamos de que nuestro Padre celestial recompense a todos los que, como su Hijo, lo ensalzan y le sirven lealmente! (Léanse Salmo 34:3 y Hebreos 11:6.)

w11 15/8 pág. 16 párr. 17 Hallaron al Mesías 17 Lo herirían con una lanza, pero no le romperían ningún hueso. Zacarías anunció: “Los habitantes de Jerusalén [...] mirarán a Aquel a quien traspasaron” (Zac. 12:10). Y David predijo en Salmo 34:20: “[Jehová] está guardando todos los huesos de aquél; ni siquiera uno de ellos ha sido quebrado”. Un testigo ocular, el apóstol Juan, confirma que así le sucedió a Jesús: “Uno de los soldados le punzó el costado con una lanza, y al instante salió sangre y agua. Y el que lo ha visto [es decir, Juan mismo] ha dado testimonio, y su testimonio es verdadero [...]. De hecho, estas cosas sucedieron para que se cumpliera la escritura: ‘Ni un hueso de él será quebrantado’. Y, de nuevo, una escritura diferente dice: ‘Mirarán a Aquel a quien traspasaron’” (Juan 19:33-37).

g02 22/3 págs. 10-11 ¿Cómo puedo predicar a mis compañeros de escuela? Si eres un joven cristiano, tal vez te suceda lo mismo de vez en cuando. Claro está, todos tememos que nos rechacen, de modo que es muy normal que sientas algo de ansiedad al hablar de religión con un compañero. Pero no hay razón para quedarse paralizado de miedo. ¿Recuerdas al personaje bíblico llamado José de Arimatea? Él creía en lo que Jesús enseñaba. Sin embargo, la Biblia dice que “era discípulo de Jesús, pero secreto por su temor a los judíos” (Juan 19:38). ¿Cómo te sentirías si un amigo tuyo quisiera mantener tu amistad en secreto? (Lucas 12:8, 9.) Por tanto, no es de extrañar que Dios espere que todos los cristianos hagan “declaración pública” de su fe (Romanos

José de Arimatea superó el temor, al menos hasta el punto de pedir permiso para enterrar el cuerpo de Jesús. ¿Cómo puedes superar tus miedos?

Unos seis meses más tarde, en la Pascua del año 33 E.C., Nicodemo contempla cuando bajan el cuerpo de Jesús del madero de tormento y, junto con José de Arimatea, otro miembro del Sanedrín, prepara el cuerpo para el entierro. A tal fin, lleva “un rollo de mirra y áloes” que pesa 100 libras romanas (33 kilogramos), lo que representa un considerable desembolso de dinero. También requiere valor de su parte exponerse a las consecuencias de que lo relacionen con “ese impostor”, como llamaban a Jesús los demás fariseos. Los dos preparan sin dilación el cuerpo y lo colocan en una tumba conmemorativa nueva que se halla cerca de allí. Sin embargo, ni siquiera en este momento dice el relato que Nicodemo sea discípulo de Cristo (Juan 19:38-42; Mateo 27:63; Marcos 15:43). Por qué no actuó Aunque el Evangelio de Juan no revela por qué Nicodemo no ‘tomó su madero de tormento’ y siguió a Jesús, contiene algunos datos que tal vez expliquen su indecisión. En primer lugar, Juan señaló que este gobernante judío “vino a [Jesús] de noche” (Juan 3:2). Un escriturario propone la siguiente interpretación: “Nicodemo acudió de noche, no por temor, sino para que las multitudes no interrumpieran su entrevista con Jesús”. No obstante, Juan se refirió a Nicodemo como “el hombre que la primera vez vino a [Jesús] de noche” en el mismo contexto donde afirma que José de Arimatea era “discípulo de Jesús, pero secreto por su temor a los judíos” (Juan 19:38, 39). Por consiguiente, es probable que Nicodemo realizara su visita al amparo de la oscuridad por “temor a los judíos”, tal como a otras personas de la época les daba miedo tener algo que ver con Jesús (Juan 7:13). ¿Pospone usted la decisión de convertirse en discípulo de Cristo por lo que puedan decir sus parientes, amigos o compañeros de trabajo? “El temblar ante los hombres es lo que tiende un lazo”, afirma el proverbio. ¿Cómo superar ese temor? El proverbio continúa diciendo: “Pero el que confía en Jehová será protegido” (Proverbios 29:25). Para fortalecer tal confianza en Jehová, usted debe convencerse personalmente de que Dios lo sustentará si se halla en serios apuros. Pídale a Jehová que le dé el valor necesario para tomar hasta las más pequeñas decisiones relacionadas con la adoración pura. Poco a poco, su fe y confianza en Jehová aumentarán hasta el punto de que tomará decisiones importantes en armonía con la voluntad divina. Es posible que la posición y el prestigio con que contaba Nicodemo por pertenecer a la clase gobernante también hayan sido impedimentos para dar el importante paso de repudiarse a sí mismo. Con toda probabilidad, por entonces todavía sentía gran apego por su puesto en el Sanedrín. ¿Se retrae usted de abrazar el cristianismo porque puede perder un cargo prestigioso o porque tal vez deba sacrificar sus perspectivas de obtener un ascenso? Nada de esto puede compararse con el honor de servir al Altísimo del universo, que está dispuesto a concederle las peticiones que armonicen con Su voluntad (Salmo 10:17; 83:18; 145:18). Otra posible razón para que Nicodemo aplazara su decisión tal vez tenga que ver con su riqueza. Quizá estaba influido por los demás fariseos, “que eran amantes del dinero” (Lucas 16:14). El que pudiera permitirse comprar un costoso rollo de mirra y áloes

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es prueba de que disponía de medios económicos. En la actualidad, hay quienes siguen retrasando la decisión de asumir las responsabilidades cristianas porque están preocupados por sus bienes materiales. Sin embargo, Jesús aconsejó a sus seguidores: “Dejen de inquietarse respecto a su alma en cuanto a qué comerán o qué beberán, o respecto a su cuerpo en cuanto a qué se pondrán. [...] Pues su Padre celestial sabe que ustedes necesitan todas estas cosas. Sigan, pues, buscando primero el reino y la justicia de Dios, y todas estas otras cosas les serán añadidas” (Mateo 6:25-33). Capítulo 20

la tumba, Pedro y Juan ya habían partido. Inspeccionó el interior de la tumba y quedó atónita al ver a dos ángeles vestidos de blanco. Después, al volverse hacia atrás, vio a Jesús de pie, y pensando que era el hortelano, le preguntó dónde estaba el cuerpo para poder atenderlo. Cuando él respondió: “¡María!”, descubrió su identidad y ella le abrazó impulsivamente, a la vez que exclamó: “¡Rabboni!”. Pero no era momento para expresiones de afecto. Jesús iba a estar con ellos poco tiempo. María debía apresurarse a informar a los otros discípulos sobre su resurrección y su ascensión, como él dijo, “a mi Padre y Padre de ustedes y a mi Dios y Dios de ustedes”. (Jn 20:11-18.) w08 15/4 pág. 32 Puntos sobresalientes del libro de Juan

g98 22/12 pág. 24 La Sábana Santa de Turín: ¿el sudario de Jesús? Los evangelistas cuentan que José de Arimatea bajó del madero el cuerpo de Jesús y lo amortajó “en un lino limpio y fino” (Mateo 27:57-61; Marcos 15:42-47; Lucas 23:50-56). El apóstol Juan agrega: “También Nicodemo [...] vino trayendo un rollo de mirra y áloes, como cien libras de ello. De modo que ellos tomaron el cuerpo de Jesús y lo envolvieron con las vendas con especias, así como tienen costumbre los judíos de preparar para el entierro” (Juan 19:39-42). Los hebreos solían lavar los cadáveres y luego ungirlos con aceites y especias (Mateo 26:12; Hechos 9:37). A la mañana que siguió al sábado, varias amigas de Jesús fueron a completar la preparación del cuerpo, que se había colocado en una tumba. Pero cuando llegaron con las ‘especias para untarlo’, ya no estaba en el sepulcro (Marcos 16:1-6; Lucas 24:1-3). Poco después llegó Pedro y entró en la sepultura. ¿Qué encontró? Nos lo refiere Juan, testigo ocular: “Vio las vendas echadas, también el paño que había estado sobre la cabeza de él, no echado con las vendas, sino aparte, arrollado en un lugar” (Juan 20:6, 7). Observamos que no hay mención alguna del lino fino, sino solo de las vendas y el paño de la cabeza. Dado que Juan habla en específico de tales artículos, ¿no sería lógico que hubiese consignado el lino fino (la sábana) de haber existido? Examinemos otro punto más: Si las prendas funerarias de Jesús hubiesen llevado su imagen, ¿no cabría esperar que alguien hubiera reparado en ella y se hubiese convertido en tema de conversación? Lo cierto es que, aparte de lo que dicen los Evangelios, la Biblia guarda silencio absoluto sobre tales vestiduras. Hasta los escritores de los siglos III y IV que afirmaban ser cristianos no dijeron nada de un sudario con la imagen de Jesús, y eso que muchos refieren una multitud de supuestos milagros relacionados con numerosas reliquias. Algo difícil de entender si tenemos en cuenta que los observadores de los siglos XV y XVI “afirman —según el docto jesuita Herbert Thurston— que las impresiones del sudario tienen tanta viveza de detalles y color como si acabaran de producirse”. it-2 pág. 318 María Después del entierro de Jesús, María Magdalena y otras mujeres fueron a preparar especias y aceite perfumado antes del anochecer, cuando comenzaba el sábado. Luego, al terminar el sábado y despuntar el alba, en el primer día de la semana, María y las otras mujeres llevaron el aceite perfumado a la tumba. (Mt 28:1; Mr 15:47; 16:1, 2; Lu 23:55, 56; 24:1.) Cuando María vio que la tumba estaba abierta y al parecer vacía, se apresuró a contar las asombrosas noticias a Pedro y Juan, quienes corrieron hacia aquel lugar. (Jn 20:1-4.) Para cuando María llegó de nuevo a

20:17. ¿Por qué le dijo Jesús a María Magdalena que dejara de colgarse de él? Parece que María se colgó de Jesús porque pensaba que él estaba a punto de ascender al cielo y no lo volvería a ver. Por eso, para tranquilizarla, Jesús le dijo que dejara de colgarse de él y que fuera, más bien, a darles la noticia de su resurrección a los demás discípulos.

w90 15/3 pág. 25 Joyas del Evangelio de Juan Durante una de las apariciones de Jesús después de su resurrección saludó a sus discípulos con las palabras: “Tengan paz” (20:19). Entre los judíos ese era un saludo común. (Mateo 10:12, 13.) Para muchos, el uso de esas palabras tal vez no haya significado mucho. Pero no fue así en el caso de Jesús, pues antes había dicho a sus seguidores: “La paz les dejo, mi paz les doy”. (Juan 14:27.) La paz que Jesús dio a sus discípulos se basaba en la fe que tenían en él como el Hijo de Dios, y sirvió para calmar el corazón y la mente de ellos. De igual manera, nosotros podemos disfrutar de “la paz de Dios”. Estimemos esta incomparable tranquilidad que se deriva de estar en estrecha relación con Jehová mediante su amado Hijo. (Filipenses 4:6, 7.) w96 15/4 págs. 28-29 Preguntas de los lectores Jesús dijo: “Si ustedes perdonan los pecados de cualesquiera personas, les quedan perdonados; si retienen los de cualesquiera personas, quedan retenidos”. ¿Significan estas palabras que los cristianos tienen la potestad de perdonar los pecados? Las Escrituras no suministran base alguna para concluir que los cristianos en general, ni siquiera los ancianos nombrados de las congregaciones, están investidos de autoridad divina para perdonar los pecados. Sin embargo, lo que Jesús dijo a sus discípulos en Juan 20:23 citado arriba, indica que Dios confirió a los apóstoles este poder especial, y puede que sus palabras tengan conexión con lo que dijo en Mateo 18:18 acerca de las sentencias celestiales. Los cristianos pueden perdonar ciertas ofensas, en conformidad con el consejo del apóstol Pablo en Efesios 4:32: “Háganse bondadosos unos con otros, tiernamente compasivos, y perdónense liberalmente unos a otros, así como Dios también por Cristo liberalmente los perdonó a ustedes”. Pablo se refería aquí a problemas personales entre los cristianos por cosas como la ligereza al hablar. Estos habían de esforzarse por componer los asuntos y perdonarse mutuamente. Recuerde las palabras de Jesús: “Por eso, si estás llevando tu dádiva al altar y allí te acuerdas de que tu hermano tiene algo contra ti, deja tu dádiva allí enfrente del altar, y vete; primero haz las paces con tu hermano, y luego,

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cuando hayas vuelto, ofrece tu dádiva”. (Mateo 5:23, 24; 1 Pedro 4:8.) Sin embargo, el contexto de Juan 20:23 sugiere que Jesús se refería a pecados más graves, como lo indican sus palabras complementarias a aquel auditorio específico. Veamos por qué. El día de su resurrección Jesús se apareció a sus discípulos, que se hallaban reunidos a puerta cerrada en un lugar de Jerusalén. El relato dice: “Jesús, por eso, les dijo otra vez: ‘Tengan paz. Así como el Padre me ha enviado, yo también los envío’. Y después de decir esto, sopló sobre ellos y les dijo: ‘Reciban espíritu santo. Si ustedes perdonan los pecados de cualesquiera personas, les quedan perdonados; si retienen los de cualesquiera personas, quedan retenidos’”. (Juan 20:21-23.) Con toda probabilidad, los discípulos mencionados eran principalmente los fieles apóstoles. (Compárese con el versículo 24.) Al soplar sobre ellos y decirles: “Reciban espíritu santo”, Jesús les anunció de forma simbólica que en breve se derramaría espíritu santo sobre ellos; luego añadió que tendrían autoridad para perdonar los pecados. Es razonable pensar que estas dos declaraciones están entrelazadas, que la una lleva a la otra. Cincuenta días después de su resurrección, el día de Pentecostés, Jesús derramó espíritu santo. ¿Con qué resultados? Por un lado, los que lo recibieron nacieron de nuevo como hijos espirituales de Dios con la esperanza de gobernar con Cristo en el cielo. (Juan 3:3-5; Romanos 8:1517; 2 Corintios 1:22.) No obstante, el derramamiento del espíritu logró algo más. Algunos de los beneficiados adquirieron poderes milagrosos: unos podían hablar en lenguas extranjeras que no conocían, otros gozaban del don de profetizar y había quienes podían sanar a los enfermos y resucitar a los muertos. (1 Corintios 12:4-11.) En vista de que las palabras de Jesús en Juan 20:22 señalaron a este derramamiento de espíritu santo sobre los discípulos, sus palabras inmediatas alusivas al perdón de los pecados parecen significar que a los apóstoles se les confirió la autoridad singular de perdonar o de retener los pecados por permiso divino y mediante la acción del espíritu. (Véase The Watchtower del 1 de marzo de 1949, página 78.) La Biblia no relata cada una de las ocasiones en que los apóstoles hicieron uso de dicha autoridad, como tampoco recoge todo incidente en que se valieron de un don milagroso para hablar en lenguas, profetizar o sanar. (2 Corintios 12:12; Gálatas 3:5; Hebreos 2:4.) Un episodio en el que estuvo implicada la autoridad apostólica para perdonar o retener los pecados fue el de Ananías y Safira, que pretendieron engañar al espíritu. Pedro, que había oído lo que Jesús dijo en Juan 20:22, 23, desenmascaró a los dos esposos. Primero se dirigió a Ananías, quien murió en el acto. Luego, cuando entró Safira y continuó con la farsa, pronunció sentencia contra ella. En vez de perdonar su pecado, le dijo: “¡Mira! Los pies de los que enterraron a tu esposo están a la puerta, y te sacarán a ti”. Ella también murió al momento. (Hechos 5:1-11.) En esta ocasión, el apóstol Pedro ejerció autoridad especial para expresar la retención categórica de un pecado, sabiendo de manera milagrosa que Dios no perdonaría la falta de Ananías y Safira. Parece ser también que los

apóstoles poseían perspicacia sobrehumana en los casos en que estaban convencidos de que los pecados habían sido perdonados sobre la base del sacrificio de Cristo. De este modo, los apóstoles, facultados por el espíritu, podían perdonar o retener los pecados. La explicación anterior no significa que en aquel entonces todos los ancianos ungidos con espíritu poseyeran dicha autoridad milagrosa. Así lo revelan las palabras del apóstol Pablo sobre el hombre que había sido expulsado de la congregación corintia. No dijo: ‘Absuelvo a tal hombre de su pecado’, ni tampoco: ‘Sé que en el cielo lo han perdonado, así que acéptenlo de nuevo’. Antes bien, exhortó a toda la congregación a perdonar a este cristiano restaurado y mostrarle amor. Añadió: “Cualquier cosa que le perdonen bondadosamente a cualquiera, yo también se la perdono”. (2 Corintios 2:5-11.) Tan pronto como la congregación restableciera al ofensor, todos los hermanos cristianos podrían perdonarlo en el sentido de no guardarle rencor por lo que había hecho. Pero, primero, tendría que arrepentirse y ser restaurado. ¿De qué manera? Existen pecados graves, como el robo, la mentira y la inmoralidad crasa, de los que tienen que encargarse los ancianos de la congregación. Estos procuran corregir y censurar a los transgresores a fin de inducirlos al arrepentimiento. Ahora bien, si alguien se obstina en un pecado grave, los ancianos siguen la directriz divina de expulsar al malhechor. (1 Corintios 5:1-5, 11-13.) Las palabras de Jesús de Juan 20:23 no son aplicables en estos casos. Los ancianos no poseen dones milagrosos del espíritu, como la facultad de sanar físicamente a los enfermos o resucitar a los muertos; estos dones cesaron tras haber cumplido su propósito en el siglo I. (1 Corintios 13:8-10.) Además, los ancianos hoy no tienen autoridad divina para perdonar pecados graves en el sentido de pronunciar al ofensor limpio a los ojos de Jehová. Esta clase de perdón tiene que basarse en el sacrificio de rescate, y nadie salvo Jehová puede perdonar sobre esa base. (Salmo 32:5; Mateo 6:9, 12; 1 Juan 1:9.) Como en el caso del ofensor de la antigua Corinto, cuando un pecador desvergonzado rehúsa arrepentirse, debe ser expulsado. Si más tarde se arrepiente y produce obras propias del arrepentimiento, puede obtener el perdón divino. (Hechos 26:20.) En tal situación, las Escrituras dan a los ancianos razón para creer que Jehová en verdad ha perdonado al culpable. Entonces, una vez se le ha restablecido, pueden ayudarlo espiritualmente a fortalecerse en la fe. Los demás miembros de la congregación pueden perdonarlo del mismo modo que los cristianos corintios perdonaron al hombre expulsado que fue restaurado. Al proceder de esta manera, los ancianos no establecen sus propias normas judiciales, sino que aplican los principios bíblicos y siguen detenidamente los procedimientos trazados por Jehová en las Escrituras. Por lo tanto, cualquier perdón que otorguen o rehúsen otorgar será en el sentido de lo que Jesús dijo en Mateo 18:18: “En verdad les digo: Cualesquiera cosas que aten sobre la tierra serán cosas atadas en el cielo, y cualesquiera cosas que desaten sobre la tierra serán cosas desatadas en el cielo”. Sus actos simplemente reflejarían el punto de vista de Jehová sobre los asuntos así como los presenta la Biblia. Por lo tanto, las palabras de Jesús recogidas en Juan 20:23 no contradicen el resto de las Escrituras; más bien, indican que los apóstoles recibieron autorización especial tocante al perdón, en armonía con la función especial que desempeñaron durante la infancia de la congregación cristiana.

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w04 1/12 pág. 31 Preguntas de los lectores Una vez resucitado, ¿por qué impidió Jesús que María Magdalena lo tocara si más tarde le dijo a Tomás que lo hiciera? Algunas traducciones antiguas de la Biblia dan la impresión de que Jesús le dijo a María Magdalena que no lo tocara. Por ejemplo, la versión Torres Amat traduce así sus palabras: “No me toques, porque no he subido todavía a mi Padre” (Juan 20:17). Sin embargo, el verbo griego original, que suele verterse “tocar”, significa también “sujetar”, “agarrar”, “aferrarse”, “asirse”, “retener”. Es razonable concluir que Jesús no estaba objetando a que María Magdalena sencillamente lo tocara, pues permitió que otras mujeres que habían ido a la tumba ‘lo asieran de los pies’ (Mateo 28:9). Muchas traducciones en lenguaje moderno, como la Reina-Valera Actualizada, la Nueva Biblia Española y La Biblia de las Américas, nos ayudan a comprender el verdadero significado de las palabras de Jesús al traducirlas de la siguiente manera: “Suéltame”. ¿Por qué le diría esto a alguien tan cercano a él como María Magdalena? (Lucas 8:13.) Es probable que ella temiera que Jesús estuviera a punto de irse y ascender al cielo. Como tenía un intenso deseo de estar con el Señor, se asió de él para impedírselo. A fin de asegurarle que aún no se iba, él le mandó que lo soltara y fuera a decir a Sus discípulos que había resucitado (Juan 20:17). Ahora bien, la conversación entre Jesús y Tomás fue diferente. Cuando Jesús se apareció a algunos de sus discípulos, Tomás no estaba con ellos. Más tarde, este expresó dudas respecto a la resurrección de Jesús y dijo que no creería en ella a menos que viera las llagas causadas por los clavos y pusiera la mano en la herida de lanza que tenía en el costado. Ocho días después, Jesús volvió a aparecerse a los discípulos, y en esa ocasión Tomás estaba presente, por lo que el Maestro le dijo que tocara las heridas (Juan 20:24-27). De modo que, en el caso de María Magdalena, Jesús estaba tratando con una discípula que tenía el deseo equivocado de impedir que él se fuera; pero en el caso de Tomás, estaba ayudando a alguien que tenía dudas. En ambos incidentes tuvo buenas razones para actuar como lo hizo. g05 22/4 pág. 9 “Aquellos que son llamados ‘dioses’” Ahora bien, ¿por qué razón, cuando Tomás vio a Jesús resucitado, exclamó: “¡Mi Señor y mi Dios!”? Como se ha indicado, Jesús es un dios en el sentido de que es divino, pero no es el Padre. Jesús acababa de decir a María Magdalena: “Asciendo a mi Padre y Padre de ustedes y a mi Dios y Dios de ustedes”. Es preciso tener presente también la razón por la que Juan escribió su Evangelio. Tres versículos después del relato acerca de Tomás, Juan explicó que lo escribió para que sus lectores creyeran que “Jesús es el Cristo el Hijo de Dios”, no Dios mismo (Juan 20:17, 28, 31).

Pedro, Andrés, Santiago y Juan eran socios en el negocio de la pesca. (Mt 4:18, 21; Lu 5:3, 7, 10.) Al menos en una ocasión siete de los discípulos de Jesús —entre ellos Natanael y Tomás— pescaron juntos. (Jn 21:2, 3.) En el relato de este suceso (Jn 21:2) quedan sin identificar dos de los discípulos: tal vez uno haya sido Andrés, el hermano de Pedro, y el otro, Felipe, ya que era de Betsaida (que significa “Casa del Cazador [o, Pescador]”). (Jn 1:43, 44.) w10 1/4 págs. 25-26 Aprendió lo que significa el perdón Perdón sin reservas Jesús les dice a sus apóstoles que vayan a Galilea, donde se encontrará otra vez con ellos. Cuando llegan, Pedro decide ir al mar a pescar, y varios de los discípulos lo acompañan. Una vez más, Pedro se encuentra en las aguas donde ha pasado la mayor parte de su vida. El crujir de la madera del bote, el movimiento de las olas y el peso de las redes entre sus manos sin duda lo hacen sentirse cómodo. ¿Estará pensando en el rumbo que tomará su vida ahora que el ministerio de Jesús en la Tierra ha terminado? ¿Le resultará atractiva la idea de volver a la vida sencilla de un pescador? Es posible. Pero en toda la noche no pescan nada (Mateo 26:32; Juan 21:1-3). Al amanecer, una figura les dice desde la costa que arrojen las redes por el otro lado de la barca. Así lo hacen... ¡y atrapan nada menos que 153 pescados! Al reconocer Pedro quién les habla, rápidamente salta de la barca y nada hasta la orilla. En la playa, Jesús les da de comer algunos pescados que ha cocinado sobre carbón. Entonces se dirige a Pedro. Señalando la gran cantidad de peces que habían atrapado, Jesús le pregunta: “¿Me amas más que a estos?”. ¿Podría el amor que siente Pedro por la pesca competir con el amor que siente por Jesús? Hace unos días, Pedro negó a Jesús tres veces. Ahora Jesús le da la oportunidad de reafirmar tres veces su amor por él frente a sus compañeros, lo cual Pedro hace. El Maestro le pide a su vez que se lo demuestre. ¿De qué manera? Poniendo en primer lugar el servicio sagrado: cuidando al rebaño de Cristo, es decir, a sus seguidores (Juan 21:4-17). De este modo, Jesús le hace entender a Pedro que todavía es una persona valiosa tanto para él como para su Padre, y que será muy útil en la congregación bajo la dirección de Cristo. ¡Qué prueba tan sobresaliente de perdón! Seguramente la misericordia de Jesús le llegó al corazón. Pedro cumplió fielmente su comisión por muchos años. Fortaleció a sus hermanos, tal como Jesús le había mandado en la víspera de su muerte. Con paciencia y amor, cuidó de las ovejas de Cristo. Simón, a quien Jesús había llamado Pedro, hizo honor a su nuevo nombre —que significa “piedra” o “trozo de roca”— y llegó a ser una persona fuerte, firme y confiable para todos en la congregación. Esto se evidencia en las dos afectuosas cartas escritas por él, que llegaron a ser parte de la Biblia. Estas cartas también demuestran que Pedro nunca olvidó la lección que recibió de parte de Jesús sobre el significado del verdadero perdón (1 Pedro 3:8, 9; 4:8). Aprendamos nosotros la misma lección. ¿Le pedimos a diario perdón a Dios por los muchos errores que cometemos? ¿Aceptamos ese perdón con la seguridad de que borra lo que hayamos hecho? ¿Perdonamos a los demás? Si así lo hacemos, estaremos imitando la fe de Pedro y la misericordia de su Maestro.

Capítulo 21 it-1 pág. 450 Caza y pesca

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w05 15/1 pág. 13 Cristo: el centro de las profecías Más iluminación para los leales de Dios Después de su resurrección, Jesús se aparece a sus discípulos junto al mar de Galilea. Allí le dice a Pedro: “Si es mi voluntad que [Juan] permanezca hasta que yo venga, ¿en qué te incumbe eso?” (Juan 21:1, 20-22, 24). ¿Indican estas palabras que el apóstol Juan viviría más que los demás apóstoles? Parece que así es, porque sirvió a Jehová fielmente otros casi setenta años. Sin embargo, el comentario de Jesús da a entender algo más. 14

15 Las palabras “hasta que yo venga” nos recuerdan lo que dijo Jesús acerca de que verían al “Hijo del hombre viniendo en su reino” (Mateo 16:28). Juan permanece hasta la venida de Cristo en el sentido de que posteriormente se le da una visión profética en la que Jesús viene con poder real. Cerca del fin de la vida de Juan, mientras está desterrado en la isla de Patmos, recibe la Revelación con todas las asombrosas señales proféticas de los sucesos que tendrían lugar durante “el día del Señor”. A Juan lo conmueven tan profundamente estas espectaculares visiones que cuando Jesús dice: “Sí; vengo pronto”, él exclama: “¡Amén! Ven, Señor Jesús” (Revelación 1:1, 10; 22:20).

En la pregunta de Jesús registrada en Juan 21:15, ¿a qué se refería el con la palabra “estos”? [3 de jun., w08 15/4 pág. 32 párr. 11.] w08 15/4 pág. 32 Puntos sobresalientes del libro de Juan 21:15, 19. Jesús le preguntó a Pedro si lo amaba más que a “estos”, es decir, a los peces que tenían ante ellos. Con esta pregunta, Jesús le remarcó a Pedro la importancia de que, en lugar de dedicarse a la pesca, se dedicara a seguirlo todo el tiempo. ¿Qué hay de nosotros? A medida que analicemos los Evangelios, procuremos fortalecer nuestra resolución de amar a Jesús por encima de cualquier otra cosa que pudiera parecernos atractiva. Sí, continuemos siguiéndolo con todo el corazón. Fuente: Watchtower library 2012 Mi comentario de 30 segundos:

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