QUÉ RECOMPENSA DARÁ EL HOMBRE? Por el élder Mark E. Petersen Del Consejo de los Doce

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Conferencia General Octubre 1973

¿QUÉ RECOMPENSA DARÁ EL HOMBRE? Por el élder Mark E. Petersen Del Consejo de los Doce

El Salvador enseñó con muchas parábolas, y ellas son bien conocidas; pero también enseñó con pertinentes y agudas preguntas. Una de ellas fue ésta: "¿... qué recompensa dará el hombre por su alma?" (Mateo 16:26). Esto es particularmente importante cuando nos damos cuenta de que el Señor definió la vida eterna como el más grande de todos los dones de Dios. Esto es particularmente importante cuando nos damos cuenta de que el Señor definió la vida eterna como el más grande de todos los dones de Dios. Cada uno de nosotros tiene un alma que salvar y la oportunidad de obtener la vida eterna. Ya que nuestras almas son tan preciosas, no debemos dejar de hacer lo que esté a nuestro alcance por salvarlas. El Salvador ilustró este gran hecho con una de sus parábolas mejor conocidas. El dijo: " ... El reino de los cielos es semejante a un mercader que busca buenas perlas, "que habiendo hallado una perla preciosa [una perla de gran precio], fue y vendió todo lo que tenía y la compró" (Mateo 13:45-46). "Además, el reino de los cielos es semejante a un tesoro escondido en un campo, el cual un hombre halla, y lo esconde de nuevo; y gozoso por ello va y vende todo lo que tiene, y compra aquel campo" (Mateo 13:44). En otra palabra, El nos está diciendo que la salvación es la perla de gran precio, que la salvación es el tesoro en el campo; y que si nos diésemos cuenta de su valor, daríamos todo lo que tenemos para merecerla. ¿No aprenderemos esta importante lección?, viene de los labios de Dios el cual nunca miente. Lo que es de más valor para nosotros es estar al servicio del Señor. Esto significa que no debemos cegarnos por el brillo del oro, la tentación de una alta posición, el placer o el falso placer del pecado. Debemos abrir nuestros ojos al hecho de que servir a Dios es la misión más grande en el mundo. Ser salvo en su presencia es el don más grande que puede venir a nosotros; y traer a nuestra familia con nosotros al gozo de la salvación será el logro más grande de nuestra vida. Pero debemos entender que la salvación no es un don gratuito. La oferta es gratis por medio de la expiación del Salvador, pero su gozo debe ser ganado, no con

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un poco de esfuerzo sino con toda el alma, y un concentrado esfuerzo por desarrollar un programa que es conocido como el evangelio del Señor Jesucristo. Si creemos en la inmortalidad, debemos, también creer en Dios, y si creemos en El, debemos aceptar el hecho de que es posible que lleguemos a ser como El. Realmente esto es lo que Dios espera de nosotros. El nos dio a su amado Hijo Jesucristo como un modelo de vida, y por medio de El podemos llegar a ser perfectos, aun como Dios. ¡Qué maravilloso destino! ¡Qué oportunidad! ¿Por qué maravillarnos de que las Escrituras, la llamen la perla de gran precio? Entonces, ¿no debemos hacer cualquier esfuerzo para lograrla? Pero, por otra parte, si no lo hacemos, ¿qué estamos dando a cambio de nuestra alma? El Salvador nos dijo que en la casa de su Padre muchas moradas hay. El apóstol Pablo nos dio mayores detalles de que en el mundo por venir hay varios grados de gloria. Seremos asignados a ellas de acuerdo a nuestros hechos. Seremos juzgados de acuerdo a nuestras obras. Las recompensas en el día del juicio serán diferentes, como una estrella es diferente de otra en gloria. Pablo dijo también que más allá de la gloria de las estrellas está otra gloria que comparamos con la brillantez de la luna, en contraste con las estrellas. Y todavía otra es mencionada por él; la gloria celestial la cual es tan superior a las otras como la luz del sol supera a la de la luna y las estrellas. En la revelación moderna se nos dice que sólo aquellos que están dedicados a Dios y a seguir su ejemplo, llegarán a la gloria celestial y que, sólo aquellos que vayan a esa gloria, llegarán a ser como El. Todos los demás, yendo a las glorias menores, tendrán la restricción de que no podrán llegar a ser como El. ¿Yo os pregunto hoy: ¿Dónde deseáis pisar la eternidad? ¿Dónde os gustaría que vuestras familias estuviesen? Si supiereis que por vivir el evangelio podríais obtener la gloria celestial en lugar de una menor ¿no valdría la pena el esfuerzo para obtenerla? ¿Quién estaría satisfecho con el titilante parpadeo de una estrella si pudiera gozar de la brillantez del sol? ¿Quién se contentaría con la luz de la luna, si pudiera tener el sol radiante? ¿Quién cambiaría el privilegio de llegar a ser como Dios, por las, muy discutibles y temporales ventajas de este mundo? ¿Quién, en su sano juicio, preferiría las corrupciones de la carne, los placeres sensuales y el falso placer del pecado, en lugar de la oportunidad de llegar a ser

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como Dios; de tener inteligencia inspirada o de algún día manejar los poderes que Dios usa en su gloriosa majestad? ¿Quién de nosotros vendería sus derechos de primogenitura por un plato de lentejas? ¿No es aconsejable que nos hagamos la pregunta del Salvador: " ... qué recompensa dará el hombre por su alma"? Nos demos cuenta o no, contestamos esa pregunta cada día de nuestra vida con lo que pensamos, decimos y hacemos. Nuestras acciones demuestran si estamos trabajando para llegar a ser como Dios o como el mundo. “ ... ¿qué recompensa dará el hombre por su alma?" ". . .¿qué recompensa dará la mujer por su alma?" ¿Qué recompensa darán los padres por las almas de sus hijos pequeños, esos chiquitines que el Todopoderoso ha puesto a su cuidado, para que ellos les enseñen los principios de justicia y los conduzcan en la vida por el camino apropiado? ¿Existen padres que cambiarían el futuro de sus hijos por un plato de lentejas el cual consumirían verazmente? ¿Se atreverían a sacrificar el bienestar de sus pequeños para satisfacer sus egoístas intereses? Niños descuidados ¡Qué frecuente es esto! ¿Cuál es el valor del alma de un niño? ¿Cuál es el valor de un alma cualquiera? ¿La cambiaríais por una emoción? ¿O por una ganancia en los negocios? ¿Por la vida social, por la emancipación del hogar y la familia, por un movimiento de liberación femenina? ¿Por alguna cantidad de dinero? ¿Cuál creéis que sea su valor? Nos demos cuenta o no, estamos haciendo esta misma clase de tratos si preferimos las cosas mundanas por encima de nuestra religión. La única manera de salvar nuestras almas es poner a Dios primero en nuestras vidas. Si invertimos el proceso y relegamos a Dios a un segundo, tercero o cuarto lugar, estamos haciendo un cambio que nos causará pesar y tristeza por toda la eternidad. Es posible perder nuestra salvación por hacer omisiones. Dándonos cuenta de esto, ¿nos permitiremos el lujo de ser otra cosa que miembros activos de la Iglesia? ¿Podemos permitirnos el lujo de descuidar a nuestras familias, y mezclar lo mundano con lo sagrado, aun teniendo conocimiento de que no se mezclan y sabiendo además, que Jesús dijo que no podríamos servir a Dios y a las riquezas?

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El Señor nos enseña que a menos que seamos valientes en su servicio, perderemos la oportunidad de ganar la gloria celestial, ser valiente significa estar anhelosamente consagrados a una causa justa. Significa servirle con toda diligencia, con la vista puesta en su gloria y trabajar en su reino con todo nuestro corazón, alma, mente y fuerza. Pero esto debe ser en su reino, no en ningún otro grupo religioso o no religioso. Así ¿qué daremos a cambio por nuestra alma? ¿Podrían ser las ventajas mundanas, o dinero, o placer, o la corrupción del pecado, pensando que el mal da suficientes emociones para compensar por todas sus miserias? ¿Qué dará un hombre en recompensa por su alma? Padres y madres, ¿estáis escuchando? Escuchad al Salvador llamándonos a vosotros y a vuestros hijos pequeños. Escuchad sus palabras: "Venid a mí todos los que estáis trabajados y cargados, y yo os haré descansar. Llevad mi yugo sobre vosotros, y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón; y hallaréis descanso para vuestra alma; porque mi yugo es fácil, y ligera mi carga" (Mateo 11:28-30). Y escuchad también estas palabras de vuestro Salvador y Redentor: "Y además, si hubiere en Sión, o en cualquiera de sus estacas organizadas, padres que tuvieren hijos, y no les enseñaren a comprender la doctrina del arrepentimiento, de la fe en Cristo, el Hijo del Dios viviente, del bautismo y del don del Espíritu Santo por la imposición de manos, cuando estos tuvieren ocho años de edad, el pecado recaerá sobre la cabeza de los padres. "Porque ésta será una ley para los habitantes de Sión. O cualquiera de sus estacas organizadas. "Y sus hijos serán bautizados para la remisión de sus pecados cuando tengan ocho años de edad, y recibirán la imposición de manos. "Y también han de enseñar a sus hijos a orar y a andar rectamente delante del Señor" (D. y C. 68:25-28). ¿Estamos haciendo esto, padres de familia, o estamos haciendo otras cosas que quizá más tarde lamentaremos? Podéis oír la palabra del Salvador, hablando por la revelación moderna y diciendo: " ... amarás al Señor tu Dios de todo tu corazón, alma, mente y fuerza; y en el nombre de Jesucristo lo servirás" (D. y C. 59:6). ¿Estamos haciendo esto, o estamos haciendo en cambio cualquier otra cosa? Le escucháis decir: "Amarás a tu prójimo como a ti mismo" (D. y C. 59:6). ¿Obedecéis?

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Y le escucháis decir: " ... No hurtarás, ni cometerás adulterio, ni matarás, ni harás ninguna cosa semejante" (D. y C. 59:6). ¿Cumplís? ¿O anteponéis vuestros deseos personales a las palabras del Señor? ¿Suponéis sólo por un minuto que podéis separar la salvación de vuestras almas de la obediencia al evangelio? Uno de los más grandes mandamientos es la Regla de Oro. ¿Hacemos con otros lo que queremos que hagan con nosotros? Y si no, ¿qué clase de intercambio hacemos? ¿Qué diremos de aquel que engaña a un muchachito repartidor de periódicos que viene a cobrar el periódico que entregó durante todo el mes? ¿Qué clase de intercambio están haciendo ellos? ¿Y qué diremos de aquellos que se rehúsan a pagar la cuenta del médico o del hospital, pero en su hipocresía van a la Iglesia el domingo y cantan alabanzas al Señor? Y luego viene este llamado del Salvador: "... Y los habitantes de Sión también observarán el día del Señor para santificarlo" (D. y C. 68:29). "Y para que te conserves más limpio de las manchas del mundo, irás a la casa de oración y ofrecerás tus sacramentos en mi día santo" (D. y C. 59:9). ¿Cuántos cumplen con estos requisitos? Este es un mandamiento celestial dado a cada uno de nosotros; si fallamos en guardarlo, tenderemos a cambiar el bienestar de nuestra alma por las cosas mundanas tales como negocios o diversiones en domingo o vacaciones de fin de semana: ¿Qué recompensa dará el hombre por su alma? Debemos darnos cuenta de que el Señor indica precisamente lo que dice al tratar con nosotros. Nos ofrece las riquezas de las eternidades y mientras estamos en la mortalidad nos ofrece una vida abundante, con paz mental, verdadera felicidad y libre de la esclavizadora influencia del pecado. Pero esto puede venir sólo mediante la obediencia. ¿Y, por cuál obediencia? El Señor, desea que lleguemos a ser como El, porque somos sus hijos, y no podremos lograr la perfección por medios imperfectos. Para llegar a ser como Cristo, debemos hacer las obras de Cristo. El Señor no nos está quitando nuestro libre albedrío al darnos este mandamiento. El nos da una ilimitada e irrestricta libertad de elección. Pero también establece claramente, que si no le servimos, no recibiremos la recompensa. El hecho de pertenecer a la Iglesia no nos salvará la revelación dice:

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" ... porque aquel que es compelido en todo, es un siervo flojo y no sabio; por lo tanto, no recibe ningún galardón. "De cierto os digo, los hombres deberían estar anhelosamente consagrados a una causa justa... " ... Mas el que no hace nada hasta que se le manda, y recibe un mandamiento con corazón dudoso, y lo cumple desidiosamente, ya es condenado" (D. y C. 58: 2627,29). Y otra vez: "El que recibe mi ley y la guarda, es mi discípulo; y el que dice que recibe mi ley y no la guarda, no es mi discípulo y será expulsado de entre vosotros" (D. y C. 41:5). Así, podéis ver que lo que hacemos o dejamos de hacer determina nuestro estado ante El. No es solamente el ser miembros de su Iglesia lo que El nos pide; ni tampoco lo es estudiar las Escrituras, o pagar nuestros diezmos, sino la obediencia sincera y la fidelidad de corazón lo que cuenta. La elección está ante nosotros: apego a lo mundano o salvación. ¿Cuál elegiremos? No hay una posición intermedia en este asunto. La obediencia a medias es rechazada por el Señor. ¿Qué recompensa dará el hombre por su alma? El Salvador hizo otra pregunta pertinente: " ... ¿qué aprovechará al hombre, si ganare todo el mundo, y perdiere su alma?" (Mateo 16:26). Es necesario que haya oposición en todas las cosas. Es necesario que tengamos absoluta libertad de elección. Pero, conociendo los hechos, ¿Cambiaremos las divinas bendiciones, tanto de esta vida como de la venidera, por las dudosas cosas del mundo? ¿Es realmente concebible que elijamos las tinieblas en vez de la luz, o la tristeza en vez del gozo? Pues esto es lo que hacemos cuando nos apartamos de la actividad de la Iglesia. Este es el cambio que estamos haciendo. No olvidemos que el Señor nos ha prometido que si buscamos primeramente el reino de Dios y su justicia, todas estas cosas nos serán añadidas. Y este es mi testimonio para vosotros, en el sagrado nombre del Señor Jesucristo. Amén.

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