Quevedo y «el pobre Lope de Vega» en un sonp.to trnncrorino. soneto gongoríno

Quevedo y «el pobre Lope deVega» en un sonp.to trnncrorino soneto gongoríno Ana Cristina López Viñuela Universidad de Salamanca-Toulouse Ya van siend

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Quevedo y «el pobre Lope deVega» en un sonp.to trnncrorino soneto gongoríno Ana Cristina López Viñuela Universidad de Salamanca-Toulouse

Ya van siendo numerosos los estudios sobre las polémicas literarias (o, por mejor decir, «entre literatos»), que tuvieron lugar en la España del XVII1. Mi intención al redactar esta breve nota no es sino la de aportar algunos datos nuevos, que espero contribuirán a medir el alcance exacto de los ataques que Góngora inflige a Quevedo y Lope de Vega en una de sus poesías más conocidas y frecuentemente citadas2, que compuso con motivo de la publicación, en 1609, del Anacreón castellano. Me refiero concretamente al soneto: Anacreonte español, no hay quien os tope, que no diga con mucha cortesía, que ya que vuestros pies son de lejía, que vuestras suavidades son de arrope. ¿No imitaréis al terenciano Lope, que al de Belerofonte cada día sobre zuecos de cómica poesía se calza espuelas, y le da un galope? Con cuidado especial vuestros antojos dicen que quieren traducir al griego, no habiéndolo mirado vuestros ojos.

1 Para una visión de conjunto, vid. Dámaso Alonso, «Amistades y enemistades literarias de Góngora [...]», en Góngora y el Polifemo, Madrid, Gredos, 1985, t. I, cap. III, pp. 61-72. Son también muy interesantes los estudios de Emilio Orozco Díaz, especialmente, Lope y Góngora frente a frente, Madrid, Gredos, 1973. 2 Mantengo la atribución tradicional, por razones que explicitaré más adelante.

Studia Áurea. Actas del III Congreso de la AISO, I, Toulouse-Pamplona, 1996

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Prestádselos un rato a mi ojo ciego, porque a luz saque ciertos versos flojos, y entenderéis cualquier gregüesco luego.3 Sobre la interpretación de este soneto y, en especial, de la alusión a Lope contenida en el segundo cuarteto, aparentemente desconectado del resto del poema, se han sostenido diversos pareceres, ya incluso en la época. La mejor comprensión de esta obra permitirá esclarecer algunos puntos que permanecían oscuros, no ya sólo en esta composición, sino también en el marco más amplio de la controversia en que se inscribe. El deslizamiento del poema desde la crítica de la traducción quevediana hasta el ataque directo y personal a su autor, no pasó inadvertido a sus contemporáneos pues ya en 1627 el Padre Pineda, en su denuncia ante la Inquisición de la edición del Hornero español preparada por Vicuña4, afirma de ese soneto que «es contra don Francisco de Quevedo; además de nombrar y señalar persona, es muy picaril, e inmundo»5. Por esa misma razón es significativo que Salcedo Coronel, en el segundo tomo de las Obras de Don Luis de Góngora, editado en 1645, oculte el nombre de la persona agredida y se refiera a Quevedo por medio de una perífrasis: Burla en este soneto don Luis de uno de los más ilustres ingenios que tiene España, así en la profesión de la poesía, como en otros estudios, en que es al juicio de propios y extraños eruditísimo, pero nada amigo de nuestro poeta, y así pudo más en don Luis el enojo que el conocimiento, si bien presumo que ninguno le conocía tan bien.6 Se evidencia en esta nota la intención conciliadora del comentarista7 pero, aunque se achaque a apasionamiento y falta de objetividad por parte de Góngora, no puede negar que este soneto no estaba destinado a encomiar a don Francisco, sino a burlar de él. En cambio, Salcedo presenta el segundo cuarteto como una alabanza a Lope de Vega, pues lo interpreta como una invitación a Quevedo para que emule a nuestro Terencio español: 3

Cito por la edición de Sonetos completos de Biruté Ciplijauskaité, Madrid, Castalia, 1985, p. 275. Aunque centraré el estudio esencialmente en los dos cuartetos, lo transcribo en su totalidad. Las alusiones escatológicas del final han sido explicadas por Biruté Ciplijauskaité en la publicación ya citada y, sobre todo, en su edición crítica (Madison, 1981). Varío únicamente la expresión «de lejía», que ella transcribe «de elegía», basándome en la opinión de Salcedo Coronel que cito más adelante. 4 Obras en verso del Hornero español, que recogió luán López de Vicuña..., Madrid, Viuda de Luis Sánchez, 1627. 5 Calificación del Padre Juan de Pineda a la edición de Vicuña, publicada íntegramente por Dámaso Alonso en el prólogo a su edición facsímil de la misma, en Madrid, Clásicos Hispánicos, C.S.I.C, 1963,

p. xxxn. Modernizo sistemáticamente la ortografía de las citas, dado que el artículo no tiene ninguna finalidad de crítica textual, y lo contrario supondría un lastre innecesario a la lectura. 6 García de Salcedo Coronel, Segundo tomo de las obras de don Luis de Góngora comentadas por... Primera parte, Madrid, Diego Díaz de la Carrera, 1645, p. 621. 7 No hay que olvidar que tanto Salcedo como Quevedo pertenecían a la Orden de Santiago, ni tampoco que, en el momento de la redacción de este comentario (que se finalizó en abril de 1643, como muestran los preliminares del libro), don Francisco se encontraba encarcelado en San Marcos de León por orden del Conde-Duque y no fue puesto en libertad hasta junio de 1643.

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[...] persuadiéndole a que mude estilo, imitando el del famoso Lope de Vega, Terencio español, dignamente aplaudido en toda Europa, por haber sido el que dio crédito a la comedia española, con envidia y admiración de todas las naciones.8

La anotación al verso No imitaréis al terenciano Lope mantiene el mismo tono encomiástico que la anterior, así como las restantes referencias a este poeta, de forma que la mayor parte de las escasas cuatro páginas que en esta edición ocupan este soneto y sus comentarios se dedican al elogio de Lope. No imitaréis al terenciano Lope. No imitaréis en vuestro estilo la dulzura del terenciano Lope. Justamente le llama así, por haber sido el que con más acierto ha escrito en España las comedias, y así como Terencio entre los latinos fue el príncipe en este género de poesía, así entre los españoles tiene el primer lugar Lope de Vega.9 Sin embargo, le resta credibilidad su manipulada transcripción del texto, ya que puntúa el segundo cuarteto de forma diferente a las otras versiones de este poema, anulando los signos de interrogación, con lo que la frase se pasa a presentar en forma enunciativa: No imitaréis al terenciano Lope, por lo que evidencia su voluntaria falsificación de las intenciones de don Luis, como ya antes había hecho en sus anotaciones a otros sonetos gongorinos10. Sin embargo, no fue el único que leyó este segundo cuarteto como si fuera una alabanza, puesto que el propio sobrino de Quevedo, don Pedro Aldrete, atribuyó su autoría a Pérez de Montalbán, siendo como era uno de los más entusiastas seguidores de Lope de Vega, en un documento fechado en 1626: [...] contándose que se aumentó el encono de mi tío, y escribió La Perinola contra Montalbán, para vengarse de la burla y desprecio que le hizo éste por su Anacreonte en el siguiente soneto, que corrió mucho por Madrid: «Anacreonte español, no hay quien os tope».11

8

¡bidem,p.62l. Ibidem, p. 622. 10 De no diferente tenor son sus comentarios al soneto Patos del aguachirle castellana (pp. 632-635) y al apócrifo Señor, aquel dragón de inglés veneno (pp. 610-611), hasta el punto de que uno se pregunta por qué Lope estaba tan resentido por «el cúmulo de alabanzas» que Góngora le dirigía en sus poesías. No es más que una muestra de la mentalidad de Salcedo, de la que también es señal que no considere necesario anotar los tercetos, tal vez porque su clara agresividad era difícilmente mitigable y, posiblemente, también para eludir la explicación de las alusiones escatológicas de los últimos versos, que merecieron que este soneto fuera calificado de inmundo por el Padre Pineda. 11 Aureliano Fernández Guerra, «Documentos», en Obras de Don Francisco de Quevedo Villegas, Madrid, Biblioteca de Autores Españoles, t. XLVIII, documento CXVII, p. 667 b. En la nota a pie de página señala: «Apuntamientos del sobrino de Quevedo [...], quien no estuvo nada bien enterado en este particular». Antonio Carreira, que recoge la advertencia de Juan Millé, fundamentada a su vez en este testimonio, considera «poco probable» la atribución de este soneto a Pérez de Montalbán («Los sonetos de Góngora», El Crotalón, I, Madrid, 1984, p. 1028). 9

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Pero contamos con testimonios coetáneos en sentido contrario, como el romance Poeta de ¡Oh, qué lindicos!, en respuesta a esta poesía, tradicionalmente atribuido a Quevedo12, que considera que a Lope «se lo ha llevado de paso» Góngora, en su empeño por atacar a don Francisco, siendo ésta una expresión poco apropiada para indicar que se le presenta como un modelo que debería seguir: Y al pobre Lope de Vega te lo llevaste de paso

solo por llamarse Lope, de tu consonante esclavo.13

Ya antes Dámaso Alonso había señalado la conexión entre estos dos textos14, pero sin dedicar especial atención al comentario de este fragmento del romance. Otros, como Ángel Pariente, se han fijado principalmente en el último de los versos: de tu consonante esclavo , para presentar el problema como una cuestión de rima15. Sin embargo, creo que es a la evidente vinculación de todo este pasaje con un conocido refrán: «Este mi hijo don Lope, no es hiél, ni miel, ni vinagre, ni arrope», a la que se refería el romance cuando aseguraba que esa alusión se debía solamente a «llamarse Lope» nuestro famoso comediógrafo y a la consonancia de este nombre con la palabra arrope.

La amplia difusión del dicho popular, que inexplicablemente ha pasado inadvertido a los críticos hasta el momento, se demuestra porque aparece atestiguado al menos en dos importantes obras contemporáneas: el Vocabulario de refranes del maestro Correas16, de 1627, y El viaje entretenido11 de Agustín de Rojas Villandrando, publicado por primera

12 Sin embargo, esta atribución se opone frontalmente a las propias palabras del romance: «Advierte que ni Quevedo / ni Lope harán de ti caso, / para honrarte con respuesta, / que fuera grande pecado. / Yo que soy un poetilla / hijo de todos los diablos [...] / así yo, poeticomienzo / para ver cómo lo hago, / atreveréme después / a satirizar cristianos». Cito por la edición de Miguel Artigas, Biografía y estudio crítico de Góngora, Apéndice IV, Madrid, Revista de Archivos y Bibliotecas, 1925, pp. 369-370, que transcribe el ms. R-I-9-27 de la Biblioteca Menéndez y Pelayo. 13 Ibidem,p. 369. 14 Dámaso Alonso, op. cit., pp. 66-67. 15 Ángel Pariente, en el prólogo de su edición de poesía gongorina (Góngora, Madrid, Júcar, 1982). Efectivamente, la necesidad de rima puede condicionar el uso de las palabras, pero parece que en esta ocasión la consonancia entre «Lope» y «arrope» ha sido buscada voluntariamente, dada la infrecuencia de la rima en -ope (éste es el único caso que conozco). Caso de que exista condicionamiento, creo más razonable pensar que es la anterior rima la que motiva la aparición de «galope» o «tope», y no al contrario. 16 «Este nuestro hijo, don Lope, ni es miel, ni hiél, ni vinagre, ni arrope; o este nuestro yerno, don Lope; o este mi hijo, don Lope». Cito por la edición de Louis Combet, en Bordeaux, Instituí d'Études Ibériques et Ibéro-americaines, 1967, p. 152 a. 17 Agustín de Rojas Villandrando, El viaje entretenido, Madrid, Castalia, 1972, p. 163. Al comienzo de uno de los capítulos, el personaje Rojas interpela a Ramírez, que no había articulado palabra desde hacía rato, diciendo: «¿Cómo calla tanto Ramírez? Por él se puede decir: este mi hijo don Lope, ni es hiél, ni miel, ni vinagre, ni arrope». Éste es uno de los numerosos casos en que se cita en esta obra un refrán sin propiedad alguna, ya que se suelen emplean a tiempo y a destiempo, sin meditar demasiado si su uso es acorde o no con el contexto en que se insertan, puesto que a un silencio prolongado no se le puede aplicar un proverbio que fustiga la

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vez en 1603 y frecuentemente reeditado a lo largo del siglo. Además no es la única vez que nuestro poeta hace alusión él. En Las firmezas de Isabela, los criados Laureta y Tadeo se intercambian las siguientes réplicas: TADEO LAURETA TADEO LAURETA TADEO

LAURETA

¿Tan desesperado estoy? ¿Y yo tan menospreciada? Yo al fin soy paje de espada. Yo sin fin doncella soy. ¿Doncellas perpetuas son las que, sin filosofía, son cenizas y agua fría nos declaran a Platón? ¿Lacayo es pajizo aquel, que la edad le cincha hoja, medio arrope, y medio aloja, que ni es vinagre ni es miel?18

Si regresamos a nuestro soneto, percibimos de forma inmediata los evidentes puntos de contacto con el refrán, comenzando por la rima «Lope-arrope», como sugería el autor del romance al decir «de tu consonante esclavo», pero también la dualidad de elementos contrarios (en el soneto la aspereza y amargura de la lejía frente al empalago del vino dulce; en el refrán, el amargor de la hiél y la acritud del vinagre, en contraposición a la dulzura de la miel y del arrope, respectivamente). Pero, sobre todo, nos da la clave del sentido de la palabra imitación en este contexto: ni se está animando a Que vedo a seguir los pasos de Lope, ni se afirma que Lope emule al latino Terencio como Quevedo al griego Anacreonte, como asegura Salcedo Coronel; lo que Góngora utiliza es el significado del refrán, tal y como lo define el Diccionario de Autoridades en su entrada «arrope»: Este nuestro hijo don Lope, ni es miel, ni hiél, ni vinagre, ni arrope. Refrán para significar algunos hombres, que no son buenos ni malos, y son inútiles para todo.19

falta de personalidad y la indeterminación del carácter, y que podríamos traducir al lenguaje moderno como «no es ni frío, ni caliente», o más castizamente, «no es ni chicha, ni limoná». 18 Luis de Góngora, Las firmezas de Isabela, acto II, vv. 1208-1219. Cito por la edición de Obras completas, de Juan e Isabel Millé y Giménez, Madrid, Aguilar, 1956, pp. 743-744. Las palabras de Tadeo juegan con el equívoco entre «doncella» como «condición profesional» y «virgen»; las de Laureta responden a la arrogancia del criado, que presume de ser «paje de espada» y no un servidor de clase inferior. El refrán, no enunciado directamente, pero sí en su sentido y en varios de los elementos citados («arrope», «vinagre», «miel»), sirve para «bajar los humos» a Tadeo, cuya presunción es mayor que su mérito, al menos a ojos de Laureta. Incluso se podría encontrar la relación entre esas «cenizas y agua fría» y la lejía, que como explica Salcedo Coronel «es el agua cocida con ceniza para colar los paños» {op. cit., p. 622). 19 Aut., ed. facs., Madrid, Gredos, t. I, p. 419.

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Lo que tienen en común ambos poetas, desde el punto de vista de Góngora, es la ausencia de talento poético personal, cada uno en su género, y así lo entendió el autor del romance «en respuesta», que continúa: ¿Qué te movió a poner lengua en dos ingenios tan raros [...] Como Errostrato [sic] quisiste,

hallándote despreciado, quemar lo mejor del mundo, abrazar dos templos altos [...]20

En cambio, la negación de ambos presupuestos que se daba en el refrán, para concluir que ni uno, ni otro, se pueden aplicar al caso concreto, se ha resuelto aquí decididamente a favor de la lejía, dada la estructura sintáctica de la frase: «como vuestros versos son ásperos como la lejía, si algo tenéis suave, sin duda procederá del arrope que bebéis». También el romance «responde» a esta acusación, inviniendo los términos: Sus suavidades llamaste de arrope, y has acertado,

que es mosto dulce, y él hizo dulce el mosto con su canto.21

El comentario de Salcedo Coronel dedica bastante espacio al segundo cuarteto, pues (dejando a un lado los extremados elogios, que ya hemos visto) se explaya eruditamente sobre las implicaciones mitológicas de la perífrasis «el de Belerofonte»22 y nos aturde con abundantes citas latinas que demuestran la distinción entre la tragedia y la comedia por el tipo de calzado empleado en la representación, en el primer caso coturnos y en el segundo zuecos23. Pero cuando se ve obligado a explicar las alusiones que atacan directamente a Lope, resulta mucho menos explícito y esquiva los aspectos desfavorables para el comediógrafo:

20

Miguel Artigas, op. cit., p. 369. Ibidem, p . 369. 22 «Esto es, al caballo Pegaso. Belerofonte fue hijo de Glauco y de Éfire, de quien se enamoró Estenobea, mujer de Preto, rey de los argivos; y habiéndole declarado su amor, y no siendo admitido de Belerofonte, indignada dijo a su marido que él la solicitaba, y dando crédito el rey al engaño de su incasta esposa, no queriendo violar las leyes del hospedaje, le envió con cartas a Iobates, rey de Licia y suegro suyo, para que le matase; el cual, aficionado a la bizarría y gala de Belerofonte, no queriendo manchar su casa con tan generosa sangre, reconociendo su valor, le encomendó varias y peligrosas empresas, pareciéndole que en ellas perdería la vida. Pero habiendo vuelto de todas victorioso, le ordenó a lo último que fuese a matar a la Quimera. Consiguió gloriosamente esta empresa, llevando el caballo Pegaso, que pudo coger estando bebiendo en la fuente Pirene, favorecido de Neptuno. Admirado lobato del valor de Belerofonte, le casó con otra hija suya y le dio en dote parte de su reino, y Estenobea se quitó desesperada la vida, habiendo sabido el suceso» (op. cit., p . 623) 21

23 Zuecos es un género de calzado que usaban en la Antigüedad los que representaban las comedias, de la suerte que los actores de tragedia los coturnos, y así se toma el zueco por la comedia y el coturno por la tragedia. Consta de Horacio en su Poética: Hunc socci cepere pedem, grendesque cothurni. Y más abajo: Ac prope socco / dignis carminibus. Y en el lib. 2, epist. I: Quam non adstricto percunat pulpitu socco. Plinio en el lib. 7, cap. 30, hablando de Menandro, Magnum et Menandro in cómico socco testimonium regum Aegypti et Macedoniae contigit. (op. cit., pp. 623-624).

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Aludiendo, pues, a esto don Luis, dice hablando con el sujeto a quien escribe: no imitaréis al terenciano Lope, que sobre los zuecos de la poesía cómica se calza las espuelas, y cada día le da un galope al caballo de Belerofonte: esto es, que cada día en estilo cómico manifiesta su furor poético.24 Salcedo realiza una explicación bastante parcial, puesto que «cada día en estilo cómico manifiesta su furor poético» sólo explicaría el hecho de «cabalgar» sobre Pegaso, ya que éste abrió con sus cascos la fuente Hipocrene o Helicona, custodiada por las Musas 25 , pero no el «calzarse espuelas» y «dar un galope». En la silva antigongorina, también atribuida a Quevedo, que comienza Alguacil del Parnaso, Gongorilla, se vuelve a hacer alusión a nuestro soneto (aunque se afirme explícitamente que es la contestación a una «décima» de Góngora), para «defender» a los dos agredidos, como observamos por la referencia a si Quevedo sabía o no griego, e incluso por la alusión a la «latinidad» de Lope, dado que en el soneto se le había calificado de «terenciano»: No sea griego Quevedo, sea troyano, mas en romance, ingenio soberano; no sea Lope latino, mas fecundo escritor dulce, divino.26 La referencia a la dulzura del verso lopesco resultaba casi obligada, dado que ésta es la característica principal del arrope, palabra con el que su nombre se había hecho rimar, pero ¿por qué hablar de su fecundidad? Si el caballo alado poseía entre sus características la de la rapidez27, cuánto más si era espoleado... ¿Se estará haciendo eco nuestro don Luis de la opinión general de que Lope escribía comedias casi en serie y a toda velocidad, prácticamente una «cada día»? En todo caso, no se explicaría que el autor de la silva aluda a la «facilidad» del ingenio del Fénix, si ésta no hubiera sido atacada previamente. También el vocablo «zueco» poseía una serie de connotaciones negativas en esa época, que Salcedo nos ha escamoteado hábilmente, y podemos comprobar en el propio Diccionario de Autoridades, que señala en la tercera entrada de esa palabra: Figuradamente se llama la poesía en estilo llano y sin lo conceptuoso y realzado del estilo heroico, con alusión a las comedias antiguas, que se representaban con zuecos, a distinción del coturno, que se usaba en las tragedias y otras representaciones heroicas. Aplícase también al discurso o disertación en prosa, pero en dicho estilo llano.28 No es la primera vez que el racionero de Córdoba moteja a Lope de «llano», puesto que ese era el hilo conductor, por ejemplo, del soneto Patos del aguachirle castellana, en 24

ibidem, p. 624. Vid. Ovidio, Metamorfosis, lib. V, v. 262. 26 Ibidem, p. 374. 27 Ovidio le califica de «veloz» (Metamorfosis, lib. IV, v. 785) y Cicerón llegó a emplear de forma figurada la palabra pegaso para referirse a un mensajero rápido {Pro Quinctio, 80). 28 A«f.,edcit.,p. 572. 25

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el que se incluía un verso tan significativo como «con razón Vega, por lo siempre llana»29. Poco favorecía a Francisco de Quevedo la asimilación de su elaborada Krica, trabajada «con cuidado especial», y la «cómica poesía» de Lope; pero tampoco éste salía muy bien parado de ella, muy a pesar de Salcedo Coronel, ya que se le presentaba efectivamente como un modelo, pero «de lo que no se debía hacer», y no al contrario. Pero no se limitaba Don Luis a criticar una forma de escribir poesía, va mucho más allá, tras estos versos que acabamos de comentar a la luz del refrán, se esconden las alusiones personales, que no se detienen ante la burla de los defectos de su enemigo, e incluso se ceban cruelmente en sus malformaciones físicas. Sobre la confusión acústica entre de lejía y d'elegía comenta Salcedo: Admirable travesura tiene esta dicción, porque en el pronunciarla juntamente con la proposición [sic] se halla ambigüedad en el sentido, o puede entenderse que dice de lejía y de elegía, pero en lo escrito, no cometiéndose sinalefa en las primeras vocales, donde concurre la proposición [sic] y el nombre, dirá solamente de lejía, que es el agua cocida con ceniza para colar los paños [...]. Valiéndose, pues, don Luis de este equívoco, dice que sus pies son de lejía, notándole de poca dulzura en sus versos, a que llama pies, como en otras partes, y también de que cojeaba, mirando a los versos de la elegía, que se compone de dísticos, y cada uno de un verso hexámetro, que tiene seis pies, y de un pentámetro, que tiene cinco [...].30 A la burla de la cojera se une que la referencia al arrope, mosto concentrado y dulce, es una forma implícita de notar a su rival de «aficionado al vino», como ya había hecho Góngora en otras ocasiones, como en el soneto Cierto poeta en forma peregrina, donde, por cierto, también emplea un refrán para insultar a su rival, en este caso, «Camino de Santiago, tanto anda el cojo como el sano»: [...] a San Trago camina, donde llega: que tanto anda el cojo como el sano.31 Esa fue la lectura que refleja el manuscrito Varias poesías de Góngora, que introduce así esta composición:

29

Biruté Ciplijauskaité, op. cit., p. 295. Op. cit., p. 622. 31 Juan Millé y Giménez, «Comentarios a dos sonetos de Góngora», en Humanidades, XVIII, 1928, pp. 100-102, transcribe y comenta este soneto, junto al que comienza Con poca luz y menos disciplina. Por el contrario, y a pesar de la referencia que Dámaso Alonso ofrece (Góngora y el Polifemo, Madrid, Gredos, 1985,1.1, p. 66), no habla de nuestro poema, que sólo cita al comienzo de la página 100. 30

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A don Francisco de Quevedo, su contemporáneo, que quiso traducir en castellano un libro griego, no entendiendo él esta lengua, ni habiéndola aprendido y sabido jamás, y así la traducción salió muy mala. Era cojo y bebía bien, y motéjale de ello.32 Pero no acaban ahí las alusiones personales; más tarde traerá a colación que es corto de vista, al referirse a los infructuosos esfuerzos de sus anteojos por descifrar el texto griego, «no habiéndolo mirado vuestros ojos». Hasta el propio Quevedo bromeaba sobre el particular: «Dice [Góngora] que soy cojo y ciego: si lo negase mentiría de pies a cabeza»33. Este soneto consiste, por lo tanto, en una ininterrumpida sucesión de improperios a Quevedo, puesto que a los anteriores se suman el de que es un ignorante (que no sabe griego) y un presuntuoso (puesto que pretende traducirlo), que su poesía no vale para nada (más que para limpiarse con ella), etc. La breve referencia a Lope encaja perfectamente en ese contexto, pues el profundo desprecio manifestado a su poesía no es sino un nuevo insulto a Quevedo ya que, al contrario de lo que Salcedo Coronel le hace decir al segundo cuarteto, Góngora no estaba invitando a Francisco de Quevedo a seguir los pasos del Terencio español, sino que le estaba acusando de ser (o de estar en camino de llegar a ser), como el don Lope del refrán y como Lope de Vega, «ni hiél, ni miel, ni vinagre, ni arrope».

32

Este manuscrito perteneció a la biblioteca del Duque de Gor y se encuentra actualmente en la de Bartolomé March. Aparece citado por Biruté Ciplijauskaité en su edición crítica de los sonetos gongorinos (Madison, 1981, p. 514); para el manuscrito, ver p. 43, n. 124. 33 Cit. por Juan Millé, op. cit., p. 102.

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