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Reflexiones acerca de la docencia de la danza. Jürgen Pagels, catedrático de Universidad de Bloomington, USA Comentario de Rosario María Moreno Fuentes
Tras una vida entregada por entero a su vocación, Jügen Pagels, catedrático de danza clásica, falleció el 3 de mayo de 2010 a los 85 años de edad en la ciudad de Lübeck. Nacido en 1925 en Alemania, aunque a partir de 1955 se trasladó y vivió en Estados Unidos.
En su vocación de ayudar a los futuros docentes realizó una valiosa y aparentemente sencilla síntesis que llamó Pensamientos para y sobre el maestro y que adjuntó a su último libro, traducido al español, que fue publicado en Estados Unidos y El Salvador.
El objetivo de este artículo es comentar esta valiosa síntesis de reflexiones fruto de sus enseñanzas y de su larga experiencia docente, cuyo objetivo a su vez es invitarnos a reflexionar acerca de la docencia.
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Pagels se formó con Tatjana Vestena, prima ballerina de The Latvian National Ballet con sede en Riga, con el maestro Hans Rausch, perteneciente a The Cecchetti Society y con Nadine Nicolaeva-Legat en Londres; así como con Olga Preobrajenskaya en Paris, y con Ana Roje, profesora de origen croata.
Desde el principio de su carrera profesional como bailarín, interpretó roles tanto de solista como de bailarín principal en compañías de ballet de diferentes óperas nacionales alemanas, así como en la compañía Ballet Theater Company también en Alemania, en el Ballet Legat en Reino Unido, Ballet Etoile en París y en el Yugoslav National Ballet.
Además interpretó roles de solista como bailarín invitado en muchas capitales europeas, llegando a recibir el Alexander Volonine Prize al Mejor Bailarín.
En 1955 fue invitado a impartir docencia en Nueva York. Pronto fundó su propia escuela de danza en Dallas, Texas. Su gran implicación y aportación a la mejora de los estándares en la labor docente, como en la evolución de la técnica de la danza, favorecieron que Dallas se convirtiese pronto en una cantera de donde surgen brillantes solistas que nutren las compañías más relevantes de Estados Unidos, Canadá y Europa.
Como ponente, impartió docencia en muchas universidades, escuelas de danza e innumerables congresos de Estados Unidos. Se retiró como catedrático emérito después de veinte años a la cabeza del Departamento de Danza de la Jacobs School of Music, Universidad de Bloonington, USA.
Conocido como experto en diferentes técnicas y métodos de danza clásica, trabajó con frecuencia con Dame Margot Fonteyn, quien lo recomendó para trabajos en América Central y Brazil, entre otros destinos.
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También impartió docencia en numerosas compañías profesionales y trabajó como coaching de solistas en Alemania, Reino Unido, Francia, Egipto, Venezuela y Ecuador. De igual manera desarrolló estas facetas en Leningrado, Budapest, Yugoslavia y Dinamarca. En calidad de director artístico trabajó para el Ballet Nacional de Guatemala y el Ballet Clásico de San Salvador.
Como experto en danza de carácter, Pagels publicó su libro Character Dance tanto en Alemania como en Estados Unidos.
Su libro Class Variations in Classical Ballet, 100 Different Classes for the Advanced Student, Professional Dancer, and Teacher fue publicado en Estados Unidos, El Salvador y Alemania.
En 1988 la Pacific Western University, Los Angeles, Calif., le otorgó el grado de Doctor of Fine Art. En 1989 representa como jurado a Estados Unidos en el 7º y 8º Concurso de Ballet de Perú, donde además impartió docencia a los participantes.
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Pagels defiende que el pedagogo es quien otorga el fundamento para la educación de futuros bailarines/as. Este se convierte en su guía por el largo y frecuentemente difícil camino hacia una profesión, que con frecuencia puede ser algo corta. Según él, esta es su primera responsabilidad, por lo que el docente debe poseer el instinto e intuición para influenciar positivamente y guiar correctamente al alumnado. No debe ser el objetivo de nuestra labor conseguir únicamente un correcto funcionamiento de la técnica, puesto que tratamos de formar artistas. En su reflexión, cita al coreógrafo John Cranko, y advertía que un centro donde se imparte danza no debe convertirse en una especie de fábrica, donde crear bailarines sobre una faja trasportadora.
Según Pagels, la expresión artística y su proyección, no se obtienen en el escenario una vez dominada la técnica en clase, sino que ambos aspectos deben desarrollarse simultáneamente en el aula, donde la proyección debe ser enseñada junto con la técnica. Y advierte lo fácil que resulta dar una clase y lo difícil que es enseñar. Ya que par esto último, el pedagogo/a debe conocer la materia que imparte a la perfección, y ser un estímulo constante en la formación y desarrollo artístico del alumnado.
Para que en una clase de danza se dé un proceso de enseñanza-aprendizaje real, es necesario generar una atmósfera artística en el aula que dependerá en gran medida del tono de voz del profesor/a. Dicho tono debe exigir apropiadamente, ya que la clase requiere disciplina, pero se invita a evitar convertirla en algo militar, con órdenes que se repitan durante toda la clase. El maestro Pagels defiende que el acto de gritar no es cuestión de temperamento, sino una expresión latente de impaciencia, desequilibrio o inseguridad del profesorado. Este tipo de atmósfera solo sirve para alterar la sensibilidad y la seriedad del estudiante, destruyendo la integridad de la clase. En sus libro describe además otros hábitos docentes innecesarios, como pueden ser el dar constantemente palmadas para marcar el ritmo mientras suena la música o mientras el pianista trata de mantener el compás y producir música adecuada al ejercicio, ya que en dicho caso se corre el peligro de eliminar completamente en el alumnado el sentido natural del ritmo, a la vez que se convierte en una especie de desfile en el campo de instrucción.
Nuestro autor anima al profesorado a realizar una breve autoevaluación que consiste en reflexionar acerca cuestiones sencillas pero muy profundas, que se citan a continuación.
¿Me he entrego totalmente a mi profesión y a mi alumnado? ¿Enseño de forma coherente? ¿Están mis métodos de trabajo basados en la respuesta de la clase? ¿He preparado la clase incluyendo un hilo conductor a través de cada ejercicio, que los completa y conecta? ¿Es la clase quizás demasiado complicada, exige demasiado o es aburrida y tediosa? ¿Se lo pongo fácil al alumnado con la esperanza de incrementar mi popularidad a expensas del conocimiento y vigor de mi alumnado? ¿Me repito constantemente?
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¿Demando solo técnica olvidando el aspecto artístico que es tan necesario para el crecimiento del alumnado avanzado, del bailarín profesional e incluso del solista? ¿Utilizo el vocabulario completo de pasos y son las secuencias lógicas y fluidas, o son arrojadas todas a la vez sin pensar mucho? ¿Es solamente difícil? El maestro Pagels advierte que un alumno bañado en sudor no significa en absoluto que nuestra clase haya transcurrido con éxito, ya que con frecuencia el completo agotamiento conduce a un desarrollo imperfecto de la musculatura dando pie a lesiones. Solo cuando el alumnado concluye la clase con una sensación de ánimo y excitación podremos dar por hecho que hemos trabajado bien y se habrán logrado objetivos. Pagels insiste en que hemos de comprender el propósito que encierran los ejercicios de clase como fundamento para crear la danza. Esta debe ser la meta final del docente, teniendo siempre en cuenta que bailar bien no significa simplemente ejecutar un cierto número de pirouettes, muchos entrechat six o dix seguidos, lograr un tour jeté en manege espectacular o un double tour muy efectivo. Crear danza tampoco significa combinar una variación de batería de tal modo que convierta un petit allegro en algo imposible de realizar. Y a colación del petit allegro, Pagels advierte que esta parte tan importante de la clase parece haber caído poco a poco en el olvido entre los docentes. Por tanto si, según Pagels, crear danza es el principal objetivo que debe ocupar al docente, ¿cómo podemos conseguirlo? Crear danza es sensibilizar acerca de cómo debe realizarse cada paso, cada transición, cada pose, afirma Pagels, y se centra en dos aspectos fundamentales que logran que todo ejercicio se convierta en danza: el uso consciente del épaulement, que debe ser limpio, preciso y ejecutarse con fluidez; y la inclusión constante de la proyección de la expresividad, que debe ser fundamentalmente reflejo del gozo que se experimenta al bailar. Por tanto, es preciso entender que la técnica es y solo debe ser la base de la danza, su principio y el instrumento del que se sirve para esta pueda producirse, es decir, un medio. Y no debe ser nada más. Pagels advierte que lamentablemente hoy en día, prevalece con frecuencia la técnica y la danza casi se ha perdido. Como guía, se invita al docente a trabajar en la barra agrupando pasos que pertenezcan a la misma categoría para desarrollar después de manera coherente la clase. Este consejo debe ser tenido aún más en cuenta a la hora de construir el centro. El autor también recomienda que las secuencias para el centro, incrementen el énfasis, el propósito y los acentos musicales de cada paso. Además deben ser especialmente estéticas, armoniosas y fluidas, incluirán momentos álgidos y otros más tranquilos, y se pondrá especial énfasis en movimientos particulares y en el fraseo, atendiendo siempre a su efectividad desde la perspectiva del espectador. A este respecto, Pagels cita a Fokin, quien afirmaba que no es suficiente bailar al compás de la música, sino que el movimiento debe fluir a través del ritmo. Acerca de las correcciones, Pagels asegura que deben darse de forma clara y con prontitud. Estas deben contener propuestas de mejora y aclarar qué objetivo se persigue con cada una de ellas.
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Para favorecer el desarrollo de futuros bailarines, el profesorado debe ofrecer estímulo y ayuda, no solo a nivel técnico, sino a nivel estilístico y respecto a la personalidad. Todo ello exige del docente que haga uso de la paciencia, así como de la generosidad en la trasmisión sin reservas de todas sus capacidades y habilidades, tanto técnicas como artísticas. Ayudar a al alumnado a formarse como artista, implica un gran esfuerzo por parte del docente en desarrollar también la personalidad y el gusto o sentido estético de su alumnado. En gran medida se establece una estrecha colaboración entre el alumnado y profesorado, de la que sabemos depende gran parte de sus mutuos logros. Por ello, la base de esta relación es el respeto mutuo, la disciplina, el decoro, la buena presentación, el desarrollo de una estética, el encanto y la elegancia. Por el contrario, se debe evitar cualquier gesto de arrogancia, la frialdad de trato, presunción, pereza, decaimiento, timidez, indiferencia, autosuficiencia y la búsqueda del lucimiento, tanto por parte del alumnado como del profesorado. Como base para una docencia de calidad se nos insta a demostrar en cada clase al alumnado que somos seres humanos comprensivos, que la disciplina y la amabilidad se dan la mano y, sobre todo, que poseemos sentido del humor. Del alumnado debemos exigir una ejecución clara y limpia de los ejercicios y esto con una proyección artística latente, acompañada de buen gusto y musicalidad. El apartado referente a la musicalidad es muy importante. Deberemos ayudar al alumnado a comprender que la buena música no tiene porque ser difícil, ya que la buena música es que aquella anima, da apoyo e inspira, más aun cuando la secuencia es difícil. Estos son los casos en los que la música sencilla se convierte en la mejor elección para reconducir la atención del alumnado hacia los pasos. Los ritmos complejos pueden ser abordados en otro momento. Al escuchar el tono de la música, el bailarín/a debe experimentar la sensación de que se trata de algo asequible y no excesivamente duro. Pagels advierte del peligro de construir secuencias difíciles en la barra y el centro, ya que estas suelen provocar un sentimiento de frustración en el alumnado. Aunque puede darse un resultado totalmente positivo si ponemos empeño en que los pasos fluyan, tengan un propósito, sean bailables, y estén bien adaptadas al nivel así como a las habilidades del alumnado. Al igual que para trabajar el cuerpo, las variaciones de clase deben servir para estimular la mente del alumnado, que debe desarrollar una clara habilidad para aprenderlas y realizarlas de forma rápida. Esta capacidad le abrirá muchas puertas en el futuro cuando trabajen con diferentes coreógrafos/as. A la hora de elegir los pasos y combinarlos, el docente debe hacer uso de su buen gusto y su sentido de la estética. Su objetivo debe ser siempre ayudar, guiar y facilitar al alumnado la dedicación a este arte.
Como conclusión, Pagels nos recuerda que no todo bailarín es automáticamente un buen profesor. Y que, aunque poseer experiencia escénica profesional como bailarín/a puede ser de enorme utilidad para el ejercicio de la docencia de la danza, no todo buen profesor/a fue un buen bailarín/a.
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Bibliografía Pagels, J. (1985) Charaktertanz. Grundlagen und Methodik. Wilhelmshafen: Heinrichshofen Verlag. Pagels, J. (1989). Class Variations in Classical Ballet. 100 Different Classes for the Advanced Student, Professional Dancer, and Teacher. Desconocido: Autor. Bloomington University. (2011). Im Memoriam. Departed Friends. Indiana: Autor. Extraído el 30 de diciembre desde: http://blogs.music.indiana.edu/iumusic-2011spring/wp-content/themes/iumusic/images/pdfs/IUM_38-41.pdf
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