Story Transcript
El obispado de Santiago entre 1810 y 1814. La revolución de 1810 encontró a cargo del obispado de Santiago, como vicario capitular, a don José Santiago Rodríguez Zorrilla, que cumplió dicho cargo hasta la llegada de don José Antonio Martínez de Aldunate. El señor Martínez de Aldunate nombró provisor y vicario general a don Domingo Errázuriz y Madariaga, racionero interino de la catedral. Cuatro meses más tarde, el 8 de abril de 1811, fallecía, sin haber logrado gobernar efectivamente su diócesis. El cabildo eligió como vicario capitular a don José Antonio Errázuriz y como delegado especial para los monasterios de monjas, a don José Santiago Rodríguez Zorrilla. Más tarde, con la revolución del 4 de septiembre de 1811 y el advenimiento de la junta formada por Rozas, Rosales, Calvo Encalada y Marín, dieron a lugar los primeros rozamientos entre el gobierno y el clero. La junta exigió imperiosamente que el clero y las órdenes se pronunciaran a favor de la independencia. Además de esto, la junta presentó para el obispado de Santiago a don José Santiago Rodríguez Zorrilla, quién dentro de la iglesia había sido secretario de cámara de los obispos Alday, Sobrino y Minayo y Marán, párroco de Renca, racionero del coro de la catedral de Santiago y vicario capitular a la muerte del señor Marán en 1807. Luego del golpe militar del 15 de noviembre de 1811, que había entregado el gobierno a son José Miguel Carrera, en 1812, fue redactado el nuevo reglamento constitucional, el que el señor Rodríguez se negó a jurar y que trajo como consecuencia que Carrera, pasando por sobre la junta y con acuerdo del procurador de la ciudad y del Senado, lo declarara reo del estado. Así ordenó al vicario capitular, don José Antonio Errázuriz que presentara su renuncia y, el 22 de diciembre de 1812 fue elegido vicario el señor Andreu y Guerrero. El obispado de Santiago entre comienzos de 1814 hasta los primeros meses de 1817. El señor Rodríguez Zorrilla sólo pudo entrar en posesión de su diócesis con la Reconquista. El 7 de octubre de 1814, cinco días después del desastre de Rancagua, el obispo entró triunfalmente a Santiago, y el 12 del mismo mes, el cabildo le transmitió la jurisdicción espiritual y temporal; el 14 tomaba posesión del gobierno de su diócesis. Su decidido realismo lo convirtió en blanco predilecto de los ataques de los patriotas exaltados. Mientras tanto, en 1810, en Chile, de 500 eclesiásticos regulares que había en Chile en 1810, solo 64 se pronunciaron por la independencia. Los 436 restantes permanecieron fieles a España, unos activa y otros pasivamente. Como medida a estos resultados, por iniciativa de Cienfuegos y de don Joaquín Larraín, a los párrocos se les despojo de los derechos de estola y el fisco cesó la entrega de pensiones, por lo que muchos de ellos abandonaron sus parroquias. Esta situación, más la fusión del Seminario y del Instituto, amenazaba dejar al país sin sacerdotes y se temía que si no se reestablecía la disciplina en los conventos, las órdenes iban a disolverse o arrastrar una vida llena de escándalos. El 10 de diciembre de 1814 quedaban reestablecidos los derechos de los párrocos. Cediendo a las exigencias del fiscal don Prudencio Lazcano, los pocos párrocos patriotas fueron enjuiciados y suspendidos de sus cargos. Se suspendió al padre Aránguiz, superior de los franciscanos, y se le reemplazó 1
por el religioso español fray Tadeo Cosme. En 1815, fray Agustín Carvallo era elegido provincial de los agustinos y fray Ramón Alvarez, de los mercenarios. Más tarde, El 2 de abril de 1816, anclaba en Valparaíso la fragata Gaditana, portadora del duplicado de las bulas, que instituían obispo al señor Rodríguez y el 29 de junio Rodríguez Zorrilla quedaba consagrado obispo de Santiago de Chile. El obispado de Santiago entre 1817 y el 21 de agosto de 1822. El 16 de febrero de 1817 O'Higgins es ungido director supremo de Chile; el 26 del mismo mes, el señor Rodríguez Zorrilla recibía la orden de partir a Mendoza, debiendo antes nombrar como gobernador del obispado al canónigo don Pedro Vivar, con todas las atribuciones y lleno de facultades. El 18 de mayo, el anciano Vivar renunciaba, delegando el gobierno de la diócesis en el presbítero don José Alejo Eyzaguirre. Por imposición de O'Higgins, Rodríguez Zorrilla, el 7 junio de 1817 extiende el título de vicario a don José Ignacio Cienfuegos. Fue al señor Cienfuegos a quién, el 12 de febrero de 1818, le correspondió jurar la independencia de Chile. Cienfuegos, no logró imponerse al clero, en su mayoría realista, ni a las ordenes; O'Higgins declaró las intervenciones del vicario exentas de su jurisdicción debido a las dificultades que ocasionaba. Debido a esto se puso termino a las funciones de Cienfuegos, y se designo vicario a don José Antonio Errázuriz, que gobernó hasta su fallecimiento en octubre del mismo año, reemplazado interinamente por don José Antonio Briseño. El 21 de agosto de 1822 el señor Rodríguez Zorrilla reasume el gobierno del obispado por autorización de O'Higgins. El 25 de enero del mismo año, sale de Valparaíso don José Ignacio Cienfuegos con rumbo a Roma, para buscar un entendimiento con la Santa Sede para solucionar las dificultades de la iglesia chilena; a lo que el pontífice prometió hacer todo lo que fuera posible. La Misión Muzi, 1823. De acuerdo a la petición realizada por Cienfuegos al Papa en 1823, Roma envía a Chile a Monseñor Juan Muzi con amplísimos poderes para resolver las dificultades existentes y asesorado por Juan María Mastai−Ferretti, quién sería el Papa Pío IX, como vicario apostólico, ya que no podía enviar un nuncio, pues este posee carácter diplomático y Chile no era reconocido como nación independiente El 6 de marzo de 1824 el prelado llega a Santiago, mientras Freire gobernaba el país, Muzi planteó la necesidad de conservar la comunión con la Santa Sede y la independencia de la iglesia. Debido a las dificultades de comunicación entre las ordenes religiosas y sus generales, el Papa para remediar esta situación le otorgó al señor Muzi la especialísima facultad para administrar estas órdenes. Sin embargo esta misión estaba desde un comienzo destinada a fracasar, ya que el gobierno estaba decidido a crearle todo tipo de dificultades al vicario hasta que este debiese volver a Roma; por ende no tardó en entrar en conflicto con el gobierno por problemas de jurisdicción, lo relacionado con el patronato, la supresión de conventos que tuviesen menos de ocho miembros y la confiscación de los bienes del clero regular, con el propósito de saldar el défisit fiscal y estimular la prosperidad económica del país. El 19 de octubre de 1824 Muzi vuelve a Roma al considerar que los decretos del gobierno chileno y los asuntos eclesiásticos eran incompatibles; las relaciones entre Chile y la Santa Sede quedaron cortadas. 2
El 2 de agosto de 1824, el director supremo suspendió al señor Rodríguez Zorrilla del gobierno del obispado y se le obligó designar como vicario al señor Cienfuegos. En Julio de 1825, el gobierno recibió una gaceta de Madrid enviada por Mariano Egaña desde Londres. En esta se publicaba la Encíclica del Papa León XII, que insinuaba los méritos de Fernando VII como legítimo soberano; se solicitó al obispo Rodríguez Zorrilla que enviara una comunicación al clero y al pueblo advirtiéndoles sobre la encíclica, la cual se diputaba apócrifa, cosa que no hizo. Además se supo que mantenía correspondencia con su hermano Fray Diego en la cual blasfemaba al señor Muzi y pedía que lo llamaran a Roma y levantó cargos contra el señor Cienfuegos, entre ellos usurpación de las funciones del obispo; estas cosas desencadenaron su expulsión del país el 22 de diciembre de 1825; con dirección a México y luego a España. Falleció en Madrid el 5 de abril de 1832. El obispado de Santiago entre 1824 y 1830. Al saberse que el obispo estaba fuera del país y que no había nombrado vicario, el cabildo eclesiástico se reunió y el 30 de diciembre de 1825, eligió a don José Ignacio Cienfuegos como vicario capitular, quién, entusiasmado con el federalismo hizo aprobar una ley que establecía la elección popular para los párrocos. Cienfuegos presentó la renuncia de la vicaría capitular el 14 de noviembre de 1827 para dirigirse a Roma y, al día siguiente el cabildo elegía vicario al canónigo don Diego Antonio Elizondo. Cienfuegos, después de consagrarse en Roma, desembarcó a mediados de 1829 con rumbo a Chile, trayendo las bulas y el nombramiento de vicario de don Manuel Vicuña. Cuando llegó ya había estallado la guerra civil. Mientras tanto, el 16 de noviembre de 1829, don Francisco Ramón Vicuña era reconocido por el cabildo como vicario capitular. Luego de esto, el congreso plenipotenciario anuló todos los actos del congreso anterior, pero ratificó al pase a la bula que instituía obispo al señor Vicuña, a pesar de las protestas de algunos patriotas exaltados. El obispado de Concepción entre 1810 y 1830. Entre los años 1810 y 1830, los problemas y luchas que se dieron lugar en el obispado de Concepción, reflejan la suerte que corrieron en esta sección del país todos los aspectos de la vida nacional. Al iniciarse el movimiento revolucionario de 1810, gobernaba el obispado don Diego Martín de Villodres. El obispo de Concepción, el señor Rodríguez Zorrilla a pesar de ser español y profundamente realista, obedeció sin dificultad al gobierno nacional, creado el 18 de septiembre de 1810. Al darse cuenta de las aspiraciones independentistas encamino sus esfuerzos a conservar el enorme prestigio que la iglesia tenía en la intendencia de concepción, con el propósito de convertirlo en un núcleo de resistencia para cuando llegara el momento de la Reconquista. Con el desembarco de Pareja, el año 1813, al señor Villodres se le designó el mando moral de la intendencia de Concepción. Más tarde con motivo de la entrada de Carrera a Concepción, se vio obligado a huir, radicándose en Perú. Luego de esto, el clero realista eligió vicario al canónigo penitenciario don Joaquín Unzueta, quién asumió el gobierno de la diócesis en abril de 1814. El 17 de diciembre de 1815 Martín de Villodres reasume el gobierno de su diócesis hasta fines de 1816, en donde es ascendido a obispo de la paz y viaja con rumbo a Perú, dejando como vicario a don Diego María 3
Martín de Villodres, su primo. En mayo de 1817 O'Higgins lo destituye, y hace que el clero elija como vicario al señor Andrade. Al caer Concepción, en manos de Osorio, asume el obispado, el señor Unzueta; después lo recobra el señor Andrade hasta su fallecimiento en 1828; a raíz de esto es designado vicario, don Isidro Pineda, quién falleció en 1830. Después de su muerte, el gobierno presenta para el obispado, a don José Ignacio Cienfuegos, y en noviembre de ese año, el cabildo lo elige vicario capitular. Relaciones entre la Iglesia y el Estado Chile (1810 − 1830) Introducción Al comenzar los movimientos revolucionarios en nuestro país, alrededor del años 1810, la iglesia católica y el gobierno eran dos instituciones profundamente ligadas, al igual que en gran parte del mundo, más aún tomando en cuenta que el gobierno de Chile venía de España, el país más católico, designado su emperador como defensor de la fe. Por lo tanto, los sucesos que afectaban al gobierno repercutían indudablemente en la iglesia y viceversa. Con la naciente independencia de Chile, no solo en el ámbito civil y gubernamental se produjeron divisiones, sino que también en el ámbito religioso, en especial dentro de los monasterios, en los cuales las discrepancias entre los criollos patriotas y entre los peninsulares realistas se acrecentaban cada vez más y lo mismo ocurría con el clero, ya con la expulsión de los españoles que da inicio a la llamada patria vieja, estas discordias se acrecentaron más aún, ya que un gran porcentaje de sus miembros se mantenía como defensor de la causa real, lo que provocó una reacción contraria hacia ellos, por parte de los patriotas, lo que hizo disminuir notoriamente su influencia y prestgio sobre la sociedad. Durante este período, (1810−1830) la iglesia católica chilena pasó una serie de acefalías en el gobierno de la diócesis, las divisiones de los religiosos y del cleo secular, con una inestabilidad tanto en sus lideres como espiritual , con continuos cambios, marcados odios, resentimientos y divisiones; todo esto fundido en el espíritu realista por parte de los españoles y su fidelidad a Fernando VII y por el espíritu patriota independentista de los criollos chilenos. El servicio religioso, fuera de Santiago se tornó irregular; un gran numero de parroquias estaban deterioradas. Muchos de los templos habían sido destruidos por los terremotos y muchas parroquias quedaron abandonasa. Después de la expulsión de los jesuitas, sólo quedaban cuatro ordenes regulares de varones. Entre 1823 y 1830, se cerraron varios conventos y el numero de frailes disminuyó. Además, dentro de las principales causas de las malas relaciones entre la iglesia y el estado estaba radicada en el derecho de patronato, que quiere ser mantenido por los gobiernos republicanos, junto con una serie de regalías que tenían los monarcas españoles sobre la iglesia de Indias. Conclusiones Las divisiones sufridas por la iglesia chilena entre patriotas y realistas, las expulsiones y las huidas de una considerable cantidad de sacerdotes y religiosos, pesaron adversamente sobre la iglesia y el prestigio del clero; más, las diversas manipulaciones y usurpaciones realizadas por el gobierno con los fondos y riquezas de la 4
iglesia dejandola con una deteriorada economía y dependencia del estado. Esto llevó a la iglesia a un período de crisis. Una de las razones más poderosas o fundamentales de las malas relaciones entre la iglesia y el estado, era el derecho de patronato que se hizo presente durante estos periodos, y que aumentaba el descontento por parte de la iglesia hacia el gobierno, ya que, haciendo uso de este, podía influir en la elección de altos cargos eclesiásticos, y por o tanto tomaba gran en los asuntos de la iglesia. Además de esto, las decisiones tomadas por Freire que afectaron especialmente a los conventos y ordenes religiosas y las trabas impuestas por su gobierno al vicario apostólico Juan Muzi, en cuanto a los bienes del clero regular, conjuntamente con una completa reforma de sus estructuras, provocaron no solo un brusco rompimiento de las relaciones entre la Iglesia y el estado, sino que también imposibilitaron el entendimiento entre el vicario y el gobierno, provocando su retiro de Chile, lo que finalmente logró la ruptura de las relaciones entre la Santa Sede y el gobierno chileno. Si bien el país era católico casi en su totalidad, iba directo a tropezar con el doble escollo de un clero desmoralizado y dividido por odios violentos; y de un bando político que deseaba provocar a toda costa la lucha contra el clero y contra el sentimiento religioso tradicional. No obstante de las medidas tomadas durante este período, (1810−1830), como fueron la confiscación de los bienes de la iglesia, las condiciones exigidas para recibir el hábito religioso, la supresión de conventos con menos de ocho miembros, y muchas otras medidas de esta ídole, que como fin tenían el de recuperar las arcas fiscales y otros, nunca se lograron recuperar y así la economía nacional se mantuvo en crisis debido a un nefasto manejo de la administración pública por parte del gobierno; quedando inclusive la Marina de Guerra y el Ejército botados a su suerte. Bibliografía • Historia de Chile, tomo 3, editorial universitaria, mayo 1985, Stgo.Chile.Novena edición. Villalobos R. Sergio, Silva G. Osvaldo, Silva V. Fernando, Estelle M. Patricio. • Biblioteca Fundamental; Historia y geografía de Chile, 1985, Stgo. Chile. Edición; equipo editorial Apuntes. Creación: investigación y redacción; prof. Fredy Soto Koa. • Historia de Chile; Encina−Castedeo, Tomo I, segunda edición, editorial zig−zag. 1956, Stgo.Chile. • Manual de Historia de Chile. Francisco Frías Valenzuela. Vigésima edición, editorial nascimiento, 1982. Stgo.Chile. • Conocinendo mi tierra y mi gente, libro de historia y geobraf´pia de chile de cuarto año de educación media. Editorial Salesiana. Raúl Cheix Montenegro y Jorge Gutierres Muñoz. Sexta edición, enero 1992, Stgo.Chile.
5