REPERTORIO DE POESÍAS PARA EL CONCURSO DE RECITADO. 1. Romance del reino perdido. Anónimo Serranilla VII. Marqués de Santillana

2013 - 2014 REPERTORIO DE POESÍAS PARA EL CONCURSO DE RECITADO 1. Romance del reino perdido. Anónimo. …………………………………… 2 2. Serranilla VII. Marqués

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2013 - 2014

REPERTORIO DE POESÍAS PARA EL CONCURSO DE RECITADO

1. Romance del reino perdido. Anónimo. ……………………………………

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2. Serranilla VII. Marqués de Santillana. …………………………………….

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3. La Cena Jocosa. Baltasar Alcázar. …………………………………………..

4

4. Vuestra soy, para vos nací. Santa Teresa de Jesús. ……………..

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5. A mis soledades voy. Lope de Vega. ………………… …………………..

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6. Entre los caballos sueltos. Luis de Góngora. ………………………….

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7. El Estudiante de Salamanca (1ª parte.Fragmentos). J. de Espronceda.

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8. La Toná de la fragua. Manuel Machado. …………… …………………..

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9. Confianza. Pedro Salinas. ………………………………………………………..

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10. Oda al gato. Pablo Neruda. …………………………………………………..

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1. ROMANCE DEL REINO PERDIDO Anónimo Las huestes de don Rodrigo desmayaban y huían cuando en la octava batalla sus enemigos vencían.

Él, triste de ver aquesto, gran mancilla en sí tenía, llorando de los sus ojos desta manera decía:

Rodrigo deja sus tiendas y del real se salía, solo va el desventurado, sin ninguna compañía; el caballo de cansado ya moverse no podía, camina por donde quiera sin que él le estorbe la vía.

“Ayer era rey de España, hoy no lo soy de una villa; ayer villas y castillos, hoy ninguno poseía; ayer tenía criados y gente que me servía, hoy no tengo ni una almena, que pueda decir que es mía.

El rey va tan desmayado que sentido no tenía; muerto va de sed y hambre, que verle era gran mancilla; iba tan tinto de sangre que una brasa parecía.

¡Desdichada fue la hora, desdichado fue aquel día en que nací y heredé la tan grande señoría, pues lo había de perder todo junto y en un día!

Las armas lleva abolladas que eran de gran pedrería; la espada lleva hecha sierra de los golpes que tenía; el almete de abollado en la cabeza se hundía; la cara llevaba hinchada del trabajo que sufría.

¡Oh muerte! ¿por qué no vienes y llevas esta alma mía de aqueste cuerpo mezquino, pues se te agradecería?”

Subióse encima de un cerro, el más alto que veía; desde allí mira su gente cómo iba de vencida; de allí mira sus banderas y estandartes que tenía, como están todos pisados que la tierra los cubría; mira por los capitanes, que ninguno parescía; mira el campo tinto en sangre, la cual arroyos corría.

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2. SERRANILLA VII Marqués de Santillana Moza tan fermosa non vi en la frontera, com'una vaquera de la Finojosa.

Bien como riendo, dijo: «Bien vengades, que ya bien entiendo lo que demandades; non es deseosa de amar, nin lo espera, aquesa vaquera de la Finojosa».

Faciendo la vía del Calatraveño a Santa María, vencido del sueño, por tierra fraguosa perdí la carrera, do vi la vaquera de la Finojosa. En un verde prado de rosas e flores, guardando ganado con otros pastores, la vi tan graciosa, que apenas creyera que fuese vaquera de la Finojosa. Non creo las rosas de la primavera sean tan fermosas nin de tal manera; fablando sin glosa, si antes supiera de aquella vaquera de la Finojosa; non tanto mirara su mucha beldad, porque me dejara en mi libertad. Mas dije: «Donosa -por saber quién era-, ¿dónde es la vaquera de la Finojosa?»

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3. LA CENA JOCOSA Baltasar Alcázar En Jaén, donde resido, vive don Lope de Sosa y diréte, Inés, la cosa más brava de él que has oído.

Porque allí llego sediento, pido vino de lo nuevo, mídenlo, dánmelo, bebo, págolo y voyme contento.

Tenía este caballero un criado portugués... Pero cenemos, Inés si te parece primero.

Esto, Inés, ello se alaba, no es menester alaballo sola una falta le hallo: que con la priesa se acaba.

La mesa tenemos puesta, lo que se ha de cenar junto, las tazas del vino a punto: falta comenzar la fiesta.

La ensalada y salpicón hizo fin: ¿qué viene ahora? La morcilla, ¡oh gran señora, digna de veneración!

Rebana pan. Bueno está. La ensaladilla es del cielo; y el salpicón, con su ajuelo, ¿no miras qué tufo da?

¡Qué oronda viene y qué bella! ¡Qué través y enjundia tiene! Paréceme, Inés, que viene para que demos en ella.

Comience el vinillo nuevo y échale la bendición: yo tengo por devoción de santiguar lo que bebo.

Pues, ¡sus!, encójase y entre, que es algo estrecho el camino. No eches agua, Inés, al vino, no se escandalice el vientre.

Franco, fue, Inés, este toque, pero arrójame la bota; vale un florín cada gota de aqueste vinillo aloque.

Echa de lo trasañejo, porque con más gusto comas: Dios te guarde, que así tomas, como sabia mi consejo.

¿De qué taberna se trajo? Mas ya..., de la del Castillo diez y seis vale el cuartillo, no tiene vino más bajo.

Mas di: ¿no adoras y aprecias la morcilla ilustre y rica? ¡Cómo la traidora pica; tal debe tener de especias!

Por Nuestro Señor, que es mina la taberna de Alcocer; grande consuelo es tener la taberna por vecina.

¡Qué llena está de piñones! Morcilla de cortesanos, y asada por esas manos hechas a cebar lechones.

Si es o no invención moderna, vive Dios que no lo sé, pero delicada fue la invención de la taberna.

¡Vive Dios!, que se podía poner al lado del Rey puerco, Inés, a toda ley, que hinche tripa vacía.

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El corazón me revienta de placer; no sé de ti. ¿Cómo te va? Yo, por mí, sospecho que estás contenta.

Pues sabrás, Inés hermana, que el portugués cayó enfermo... Las once dan, yo me duermo: quédese para mañana.

Alegre estoy, vive Dios: mas oye un punto sutil: ¿no pusiste allí un candil? ¿Cómo me parecen dos? Pero son preguntas viles; ya sé lo que puede ser: con este negro beber se acrecientan los candiles. Probemos lo del pichel. ¡Alto licor celestial! No es el aloquillo tal, ni tiene que ver con él. ¡Qué suavidad! ¡Qué clareza! ¡Qué rancio gusto y olor! ¡Qué paladar! ¡Qué color! ¡Todo con tanta fineza! Mas el queso sale a plaza la moradilla va entrando, y ambos vienen preguntando por el pichel y la taza. Prueba el queso, que es extremo, el de Pinto no le iguala; pues la aceituna no es mala: bien puede bogar su remo. Haz, pues, Inés, lo que sueles, daca de la bota llena seis tragos. Hecha es la cena: levántense los manteles. Ya que, Inés, hemos cenado tan bien y con tanto gusto, parece que será justo volver al cuento pasado.

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4. VUESTRA SOY, PARA VOS NACÍ Santa Teresa de Jesús Vuestra soy, para Vos nací, ¿qué mandáis hacer de mí?

Dadme riqueza o pobreza, dad consuelo o desconsuelo, dadme alegría o tristeza, dadme infierno o dadme cielo, vida dulce, sol sin velo, pues del todo me rendí: ¿qué mandáis hacer de mí?

Soberana Majestad, eterna sabiduría, bondad buena al alma mía; Dios alteza, un ser, bondad, la gran vileza mirad que hoy os canta amor así: ¿qué mandáis hacer de mí?

Si queréis, dadme oración, si no, dadme sequedad, si abundancia y devoción, y si no esterilidad. Soberana Majestad, sólo hallo paz aquí: ¿qué mandáis hacer de mi?

Vuestra soy, pues me criastes, vuestra, pues me redimistes, vuestra, pues que me sufristes, vuestra pues que me llamastes, vuestra porque me esperastes, vuestra, pues no me perdí: ¿qué mandáis hacer de mí?

Dadme, pues, sabiduría, o por amor, ignorancia; dadme años de abundancia, o de hambre y carestía; dad tiniebla o claro día, revolvedme aquí o allí: ¿qué mandáis hacer de mí?

¿Qué mandáis, pues, buen Señor, que haga tan vil criado? ¿Cuál oficio le habéis dado a este esclavo pecador? Veisme aquí, mi dulce Amor, amor dulce, veisme aquí: ¿qué mandáis hacer de mí?

Si queréis que esté holgando, quiero por amor holgar. Si me mandáis trabajar, morir quiero trabajando. Decid, ¿dónde, cómo y cuándo? Decid, dulce Amor, decid: ¿qué mandáis hacer de mí?

Veis aquí mi corazón, yo le pongo en vuestra palma, mi cuerpo, mi vida y alma, mis entrañas y afición; dulce Esposo y redención, pues por vuestra me ofrecí: ¿qué mandáis hacer de mí?

Dadme Calvario o Tabor, desierto o tierra abundosa; sea Job en el dolor, o Juan que al pecho reposa; sea viña fructuosa o estéril, si cumple así: ¿qué mandáis hacer de mí?

Dadme muerte, dadme vida: dad salud o enfermedad, honra o deshonra me dad, dadme guerra o paz crecida, flaqueza o fuerza cumplida, que a todo digo que sí: ¿qué mandáis hacer de mí?

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Sea José puesto en cadenas, o de Egipto adelantado, o David sufriendo penas, o ya David encumbrado; sea Jonás anegado, o libertado de allí: ¿qué mandáis hacer de mí? Esté callando o hablando, haga fruto o no le haga, muéstreme la ley mi llaga, goce de Evangelio blando; esté penando o gozando, sólo vos en mí vivid: ¿qué mandáis hacer de mí? Vuestra soy, para vos nací, ¿qué mandáis hacer de mí?

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5. A MIS SOLEDADES VOY Lope de Vega A mis soledades voy, de mis soledades vengo, porque para andar conmigo me bastan mis pensamientos.

Sólo sé que no sé nada, dijo un filósofo, haciendo la cuenta con su humildad, adonde lo más es menos.

¡No sé qué tiene la aldea donde vivo y donde muero, que con venir de mí mismo no puedo venir más lejos!

No me precio de entendido, de desdichado me precio, que los que no son dichosos, ¿cómo pueden ser discretos?

Ni estoy bien ni mal conmigo; mas dice mi entendimiento que un hombre que todo es alma está cautivo en su cuerpo.

No puede durar el mundo, porque dicen, y lo creo, que suena a vidrio quebrado y que ha de romperse presto.

Entiendo lo que me basta, y solamente no entiendo cómo se sufre a sí mismo un ignorante soberbio.

Señales son del jüicio ver que todos le perdemos, unos por carta de más otros por cartas de menos.

De cuantas cosas me cansan, fácimente me defiendo; pero no puedo guardarme de los peligros de un necio.

Dijeron que antiguamente se fue la verdad al cielo; tal la pusieron los hombres que desde entonces no ha vuelto.

Él dirá que yo lo soy, pero con falso argumento, que humildad y necedad no caben en un sujeto.

En dos edades vivimos los propios y los ajenos: la de plata los extraños y la de cobre los nuestros.

La diferencia conozco, porque en él y en mí contemplo, su locura en su arrogancia, mi humildad en su desprecio.

¿A quién no dará cuidado, si es español verdadero, ver los hombres a lo antiguo y el valor a lo moderno?

O sabe naturaleza más que supo en otro tiempo, o tantos que nacen sabios es porque lo dicen ellos.

Todos andan bien vestidos, Y quéjense de los precios, De medio arriba romanos, De medio abajo romeros.

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Dijo Dios que comería su pan el hombre primero con el sudor de su cara por quebrar su mandamiento;

Sin ser pobres ni ser ricos, tienen chimenea y huerto; no los despiertan cuidados, ni pretensiones, ni pleitos.

y algunos inobedientes a la vergüenza y al miedo, con las prendas de su honor han trocado los efectos.

Ni mumuraron del grande, ni ofendieron al pequeño; nunca, como yo, firmaron parabién, ni Pascua dieron.

Virtud y filosofía peregrinan como ciegos; el uno se lleva al otro, llorando van y pidiendo.

Con esta envidia que digo y lo que paso en silencio, a mis soledades voy, de mis soledades vengo.

Dos polos tiene la tierra, universal movimiento; la mejor vida el favor, la mejor sangre el dinero. Oigo tañer las campanas, y no me espanto, aunque puedo, que en lugar de tantas cruces haya tantos hombres muertos. Mirando estoy los sepulcros cuyos mármoles eternos están diciendo sin lengua que no lo fueron sus dueños. ¡Oh, bien haya quien los hizo, porque solamente en ellos de los poderosos grandes se vengaron los pequeños! Fea pintan a la envidia, yo confieso que la tengo de unos hombres que no saben quién vive pared en medio. Sin libros y sin papeles, sin tratos, cuentas ni cuentos, cuando quieren escribir piden prestado el tintero.

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6. ENTRE LOS CABALLOS SUELTOS Luis de Góngora Entre los sueltos caballos de los vencidos Cenetes, que por el campo buscaban entre la sangre lo verde,

«Valiente eres, capitán, y cortés como valiente: por tu espada y por tu trato me has cautivado dos veces.

aquel español de Orán un suelto caballo prende, por sus relinchos lozano, y por sus cernejas fuerte,

Preguntado me has la causa de mis suspiros ardientes, y débote la respuesta por quien soy y por quien eres.

para que le lleve a él, y a un moro cautivo lleve, un moro que ha cautivado, capitán de cien jinetes.

En los Gelves nací, el año que os perdistes en los Gelves, de una berberisca noble y de un turco matasiete.

En el ligero caballo suben ambos, y él parece, de cuatro espuelas herido, que cuatro alas le mueven.

En Tremecén me crié con mi madre y mis parientes después que perdí a mi padre, corsario de tres bajeles.

Triste camina el alarbe, y lo más bajo que puede ardientes suspiros lanza y amargas lágrimas vierte.

Junto a mi casa vivía, porque más cerca muriese, una dama del linaje de los nobles Melioneses,

Admirado el español de ver cada vez que vuelve que tan tiernamente llore quien tan duramente hiere.

extremo de las hermosas, cuando no de las crueles, hija al fin de estas arenas, engendradoras de sierpes.

Con razones le pregunta, comedidas y corteses, de sus suspiros la causa, si la causa lo consiente.

Cada vez que la miraba salía un sol por su frente, de tantos rayos ceñido cuantos cabellos contiene.

El cautivo, como tal, sin excusas le obedece, y a su piadosa demanda satisface desta suerte:

Juntos así nos criamos, y Amor en nuestras niñeces hirió nuestros corazones con arpones diferentes.

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Labró el oro en mis entrañas dulces lazos, tiernas redes, mientras el plomo en las suyas libertades y desdenes.

Apeóse del caballo, y el moro tras él desciende, y por el suelo postrado la boca a sus pies ofrece.

Apenas vide trocada la dureza desta suerte, cuando tú me cautivaste: ¡Mira si es bien que lamente!»

«Vivas mil años, le dice, noble capitán valiente, pues ganas más con librarme que ganaste con prenderme.

«Esta es la causa, español, que a llanto pudo moverme; mira si es razón que llore tantos males juntamente.»

Alah se quede contigo, y te dé victoria siempre para que extiendas tu fama con hechos tan excelentes».

Conmovido el capitán de las lágrimas que vierte, parando el veloz caballo, pare sus males promete. «Gallardo moro, le dice, si adoras como refieres, y si como dices amas, dichosamente padeces. ¿Quién pudiera imaginar, viendo tus golpes crueles, cupiera un alma tan tierna en pecho tan duro y fuerte? Si eres del Amor cautivo, desde aquí puedes volverte, que me pedirán por voto lo que entendí que era suerte. Y no quiero por rescate que tu dama me presente ni las alfombras más finas ni las granas más alegres. Anda con Dios, sufre y ama, y vivirás, si lo hicieres, con tal que cuando la veas hayas de volver a verme.»

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7. EL ESTUDIANTE DE SALAMANCA José de Espronceda

(1ª PARTE. FRAGMENTOS)

Segundo Don Juan Tenorio, alma fiera e insolente, irreligioso y valiente, altanero y reñidor: siempre el insulto en los ojos, en los labios la ironía, nada teme y todo fía de su espada y su valor.

pone un sello de grandeza don Félix de Montemar. …. ….

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Bella y más pura que el azul del cielo, con dulces ojos lánguidos y hermosos, donde acaso el amor brilló entre el velo del pudor que los cubre candorosos; tímida estrella que refleja al suelo rayos de luz brillantes y dudosos, ángel puro de amor que amor inspira, fué la inocente y desdichada Elvira.

Corazón gastado, mofa de la mujer que corteja, y hoy, despreciándola, deja la que ayer se le rindió. Ni el porvenir temió nunca, ni recuerda en lo pasado la mujer que ha abandonado, ni el dinero que perdió.

Elvira, amor del estudiante un día, tierna y feliz y de su amante ufana, cuando al placer su corazón se abría, como al rayo del sol rosa temprana, del fingido amador que la mentía la miel falaz que de sus labios mana bebe en su ardiente sed, el pecho ajeno de que oculto en la miel hierve el veneno.

Ni vió el fantasma entre sueños del que mató en desafío, ni turbó jamás su brío recelosa previsión. Siempre en lances y en amores, siempre en báquicas orgías, mezcla en palabras impías un chiste a una maldición.

Que no descansa de su madre en brazos más descuidado el candoroso infante que ella en los falsos lisonjeros lazos que teje astuto el seductor amante: dulces caricias, lánguidos abrazos, placeres ¡ay! que duran un instante, que habrán de ser eternos imagina la triste Elvira en su ilusión divina.

En Salamanca famoso por su vida y buen talante, al atrevido estudiante le señalan entre mil; Fueros le da su osadía, le disculpa su riqueza, su generosa nobleza, su hermosura varonil.

Que el alma virgen que halagó un encanto con nacarado sueño en su pureza todo lo juzga verdadero y santo, presta a todo virtud, presta belleza. Del cielo azul al tachonado manto, del sol radiante a la inmortal riqueza, al aire, al campo, a las fragantes flores, lla añade esplendor, vida y colores.

Que su arrogancia y sus vicios, caballeresca apostura, agilidad y bravura ninguno alcanza a igualar; que hasta en sus crímenes mismos, en su impiedad y altiveza,

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Cifró en Don Félix la infeliz doncella toda su dicha, de su amor perdida; fueron sus ojos a los ojos de ella astros de gloria, manantial de vida. Cuando sus labios con sus labios sella, cuando su voz escucha embebecida, embriagada del dios que la enamora, dulce le mira, extática le adora.

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8. LA TONÁ DE LA FRAGUA Manuel Machado

(Seguiriyas gitanas)

Mi pena es mu mala, porque es una pena que yo no quisiera que se me quitara.

A la vera tuya no puedo volver... ¡Cómo por unas palabritas locas se pierde un querer!

Vino como vienen, sin saber de dónde, el agua a los mares, las flores a mayo, los vientos al bosque

Yo voy como un ciego por esos caminos. Siempre pensando en la penita negra que llevo conmigo.

Vino, y se ha quedado en mi corazón, como el amargo en la corteza verde del verde limón.

Ya se han acabado los tiempos alegres. Las florecitas que hay en tu ventana para mí no huelen.

Como las raíces de la enredadera, se va alimentando la pena en mi pecho con sangre e mis venas.

Desde que te fuiste, serrana, y no vuelves, no sé qué dolores son estos que tengo, ni dónde me duelen.

Yo no sé por dónde, ni por dónde no, se me ha liao esta soguita al cuerpo sin saberlo yo.

Esta cadenita, mare, que yo llevo, con los añitos que pasan, que pasan, va criando hierro.

Pensamiento mío, ¿adónde te vas? No vayas a casa de quien tú solías, que no pués entrar.

Los bienes son males, los males son bienes... Las mis alegrías, ¡cómo se me han vuelto fatigas de muerte!

A pasar fatigas estoy ya tan hecho que las alegrías se me vuelven penas dentro de mi pecho.

Toíta la tierra la andaré cien veces, y volveré a andarla pasito a pasito, hasta que la encuentre.

Mare de mi alma, la vía yo diera por pasar esta noche de luna con mi compañera.

Se quebró el jarrito pintao del querer. ¡Cómo plateros ni artistas joyeros lo puen componer!

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La prueba del frío, la prueba del fuego... ¡Cómo ha salido mi corasonsiyo del mejor acero!

En los caracoles, mare, de tu pelo, se me ha enredado el alma, y la vida, y el entendimiento.

Yo corté una rosa llenita de espinas... Como las rosas espinitas tienen, son las más bonitas.

Horas de alegría son las que se van... Que las de pena se quedan y duran una eternidad.

El cristal se rompe del calor al frío, como se ha roto de alegría y pena mi corasonsiyo.

Cuéntame tus penas, te diré las mías... Verás cómo al rato de que estemos juntos todas se te olvidan.

Yo sentí el crujío del cristalito fino que se rompe del calor al frío.

Estando contigo, que vengan fatigas... Puñalaítas me dieran de muerte, no las sentiría.

Maresita'r Carmen, guiarme los pasos, pa que me aparte de la mala senda que vengo pisando.

La quiero, la quiero, ¿qué le voy a hacer?... Para apartarla de mi pensamiento no tengo poder.

Las que se publican no son grandes penas. Las que se callan y se llevan dentro son las verdaderas.

¡Vaya un amaguito tan dulce que tienen los ojos azules que tanto me gustan..., que tanto me ofenden!

Rosita y mosquetas, claveles y nardos, en sus andares la mi compañera los va derramando.

Sin verte de día, serrana, no vivo... Y luego, a la noche, me quitas el sueño, o sueño contigo.

Negra está la noche, sin luna ni estrellas... A mí me alumbraban los ojitos garzos de mi compañera.

Compañera mía, tan grande es mi pena que el sol, cuando sale, con tanta alegría no me la consuela.

La persona tuya es lo que yo quiero. Tenerte en mis brazos, mirarme en tus ojos y comerte a besos.

¡Mírame, gitana, mírame, por Dios! Con la limosna de tus ojos negros me alimento yo.

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9. CONFIANZA Pedro Salinas Mientras haya alguna ventana abierta, ojos que vuelven del sueño, otra mañana que empieza.

Colores que a sus ausencias —mientras haya— siguiendo a la luz se marchan y siguiéndola regresan.

Mar con olas trajineras —mientras haya— trajinantes de alegrías, llevándolas y trayéndolas.

Diosas que pasan ligeras pero se dejan un alma —mientras haya— señalada con sus huellas.

Lino para la hilandera, árboles que se aventuren, —mientras haya— y viento para la vela.

Memoria que le convenza a esta tarde que se muere de que nunca estará muerta.

Jazmín, clavel, azucena, donde están, y donde no en los nombres que los mientan.

Mientras haya trasluces en la tiniebla, claridades en secreto, noches que lo son apenas.

Mientras haya sombras que la sombra niegan, pruebas de luz, de que es luz todo el mundo, menos ellas.

Susurros de estrella a estrella —mientras haya— Casiopea que pregunta y Cisne que la contesta.

Agua como se la quiera —mientras haya— voluble por el arroyo, fidelísima en la alberca.

Tantas palabras que esperan, invenciones, clareando —mientras haya— amanecer de poema.

Tanta fronda en la sauceda, tanto pájaro en las ramas —mientras haya— tanto canto en la oropéndola.

Mientras haya lo que hubo ayer, lo que hay hoy, lo que venga.

Un mediodía que acepta serenamente su sino que la tarde le revela. Mientras haya quien entienda la hoja seca, falsa elegía, preludio distante a la primavera.

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10. ODA AL GATO Pablo Neruda Los animales fueron imperfectos, largos de cola, tristes de cabeza. Poco a poco se fueron componiendo, haciéndose paisaje, adquiriendo lunares, gracia, vuelo. El gato, sólo el gato apareció completo y orgulloso: nació completamente terminado, camina solo y sabe lo que quiere.

ranura para echar las monedas de la noche. Oh pequeño emperador sin orbe, conquistador sin patria, mínimo tigre de salón, nupcial sultán del cielo de las tejas eróticas, el viento del amor en la intemperie reclamas cuando pasas y posas cuatro pies delicados en el suelo, oliendo, desconfiando de todo lo terrestre, porque todo es inmundo para el inmaculado pie del gato.

El hombre quiere ser pescado y pájaro, la serpiente quisiera tener alas, el perro es un león desorientado, el ingeniero quiere ser poeta, la mosca estudia para golondrina, el poeta trata de imitar la mosca, pero el gato quiere ser sólo gato y todo gato es gato desde bigote a cola, desde presentimiento a rata viva, desde la noche hasta sus ojos de oro.

Oh fiera independiente de la casa, arrogante vestigio de la noche, perezoso, gimnástico y ajeno, profundísimo gato, policía secreta de las habitaciones, insignia de un desaparecido terciopelo, seguramente no hay enigma en tu manera, tal vez no eres misterio, todo el mundo te sabe y perteneces al habitante menos misterioso,

No hay unidad como él, no tienen la luna ni la flor tal contextura: es una sola cosa como el sol o el topacio, y la elástica línea en su contorno firme y sutil es como la línea de la proa de una nave. Sus ojos amarillos dejaron una sola

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tal vez todos lo creen, todos se creen dueños, propietarios, tíos de gatos, compañeros, colegas, discípulos o amigos de su gato. Yo no. Yo no suscribo. Yo no conozco al gato. Todo lo sé, la vida y su archipiélago, el mar y la ciudad incalculable, la botánica, el gineceo con sus extravíos, el por y el menos de la matemática, los embudos volcánicos del mundo, la cáscara irreal del cocodrilo, la bondad ignorada del bombero, el atavismo azul del sacerdote, pero no puedo descifrar un gato. Mi razón resbaló en su indiferencia, sus ojos tienen números de oro.

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