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Requerimientos de inversión para una estrategia de desarrollo con equidad Saul N. Keifman* Resumen A partir de un diagnóstico de la situación actual en términos de recursos ociosos, y capacidades de ahorro y generación de divisas, el documento analiza los requerimientos de inversión necesarios para implementar una estrategia de desarrollo con equidad, con énfasis en el crecimiento del empleo, y evalúa, asimismo, su viabilidad según las brechas de financiamiento interno y externo, tomando en cuenta las restricciones del balance de pagos que surgen de las obligaciones externas y la evolución probable del comercio exterior. En particular, se estudian cuatro desafíos para la política económica. El desafío del empleo plantea la pregunta de cuáles son las tasas de crecimiento y de acumulación de capital necesarias para reducir rápidamente y de manera sostenible el desempleo y la pobreza. El desafío de la inversión se refiere a la cuestión de transformar el ahorro interno en inversión reproductiva, evitando la fuga de capitales y otros destinos especulativos. Este punto obliga también a considerar los límites de la capacidad de ahorro interno compatible con los objetivos de redistribución del ingreso y la riqueza. El desafío de la sostenibilidad externa se vincula con el problema de transformar parte de la inversión reproductiva en capacidad de generación de las divisas necesarias para sostener el ritmo deseado de acumulación del capital, lo cual exige revisar el carácter de la inserción externa de la Argentina en las dimensiones productiva, comercial y financiera, y examinar los límites que imponen la deuda externa y la desnacionalización de la economía y las oportunidades. Finalmente, el desafío tecnológico plantea el problema de la inversión de recursos físicos y humanos dirigidos a una transformación de la estructura productiva que permita un crecimiento sostenido de los niveles de vida de la población.
El requisito central de una estrategia de desarrollo con equidad es mantener una expansión vigorosa del empleo que permita primero reducir rápidamente la desocupación y la subocupación, y mantenerlas luego en niveles bajos. La situación social ha mejorado desde el abismo en que cayera con la crisis y colapso de la Convertibilidad, pero aún sigue siendo muy seria. De acuerdo a la última medición efectuada por el INDEC, la incidencia de la pobreza fue del 40 por ciento de la población en el segundo semestre de 2004. La expansión del empleo que acompañó la recuperación de la economía desde 2002 ha sido muy significativa pero aún queda un trecho importante que recorrer. En el segundo trimestre de 2005 la desocupación fue del 12,1 por ciento1 en los aglomerados urbanos relevados por la Encuesta Permanente de Hogares del INDEC. Sin embargo, si 1
Este cómputo cuenta como ocupados sólo a los beneficiarios del Plan Jefes y Jefas de Hogar que realizaron alguna contraprestación laboral.
contamos como desocupados a los beneficiarios del Plan Jefes y Jefas de Hogar, la tasas de desocupación fueron de 13,9 por ciento2, o del 15,7 por ciento3. Obviamente, el aumento del empleo, especialmente de puestos bien remunerados, depende crucialmente del sostenimiento de la expansión del (Producto Interno Bruto) PIB. La coyuntura actual corresponde a la transición de la recuperación al crecimiento. El rápido aumento del PIB y del empleo en la recuperación fueron posibles gracias a la reducción de la gran capacidad ociosa generada en la depresión que empezó a mediados de 1998 y terminó en el primer trimestre de 2002. Sin embargo, como el PIB de 2005 ya superará ligeramente el pico anterior de 1998, en adelante, la expansión del PIB y el empleo dependerán del crecimiento de la capacidad productiva, es decir, del comportamiento de la inversión. Un horizonte de crecimiento sostenible podría ayudar a resolver la incipiente puja distributiva que se observa. Si se piensa en términos de un nivel dado de producto, el conflicto distributivo es un juego de suma cero que puede desembocar en la inflación. Si, en cambio, si adopta un punto de vista de más largo plazo, el conflicto podría resolverse a través del compromiso de invertir las ganancias empresarias en nueva capacidad productiva que a través de la generación de nuevos empleos y el aumento de la productividad permita elevar los ingresos futuros de los trabajadores. Las preguntas que se discuten en este trabajo son las siguientes: ¿cuáles son los volúmenes de inversión necesarios para alcanzar los objetivos mencionados en el primer párrafo?¿cómo se comparan con los volúmenes actuales?¿qué podría hacerse para alcanzarlos si éstos no fueran suficientes? Para discutir estas cuestiones utilizaremos el marco conceptual de Roy Harrod (1939), basado en los conceptos de tasa de crecimiento natural y tasa de crecimiento garantizada. El ejercicio numérico que sigue debe verse como una primera aproximación a un debate que creemos necesario. La tasa de crecimiento natural se define como la tasa de crecimiento del PIB que mantiene constante la tasa de desempleo. En consecuencia, el PIB debe crecer a una tasa superior a la natural para reducir el desempleo. La tasa natural de crecimiento es igual a la suma de la tasa de crecimiento de la población económicamente activa (la oferta de trabajo) y la tasa de aumento de la efectividad del trabajo (determinada por el progreso técnico). Estimaciones razonables de
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Contando como desocupados a los beneficiarios que realizaron una contraprestación laboral y buscaron activamente trabajo. 3 Contando como desocupados a todos los beneficiarios del Plan que realizaron una contraprestación laboral.
la tasa natural para Argentina la ubican en torno al 3 por ciento anual.4 En el largo plazo, ninguna economía puede crecer por encima de la tasa natural. Al respecto, es sugestivo que en la oferta de canje de bonos de la deuda externa con acreedores privados, se proyectó que la tasa de crecimiento del PIB tendería suavemente al 3 por ciento anual. Nos falta relacionar la tasa de crecimiento del PIB con el esfuerzo de inversión. El concepto que vincula a ambas es la tasa garantizada de crecimiento, que define la tasa de crecimiento del producto que es sostenible en el tiempo porque las expectativas empresariales se ven satisfechas, es decir, aquella que cumple la igualdad ahorroinversión ex ante: ŶG=(I/Y)/v - δ
(1)
El miembro izquierdo de (1) es la tasa garantizada de crecimiento; I/Y, representa el cociente entre inversión bruta interna y el PIB; δ es la tasa de depreciación del stock de capital. El coeficiente v, el cociente incremental entre el stock de capital y el producto potencial, mide cuanto debe crecer el stock de capital para que el PIB potencial crezca en una unidad; v será también igual al cociente entre el stock de capital y el PIB potencial, o relación capital-producto, si el cociente incremental es estable. La estabilidad de la relación capital-producto a precios constantes según las últimas estimaciones del stock de capital de Argentina (INDEC, 2004)5, sugiere que esta relación es una buena aproximación al cociente incremental capital-producto, por lo que asignaremos a v ambas interpretaciones. La ecuación (1) nos dice cual sería la tasa de crecimiento sostenible en el tiempo dado un esfuerzo de inversión I/Y. Nótese que la tasa garantizada puede interpretarse cono la tasa de crecimiento del producto (y de la inversión) que mantiene constante cierto porcentaje de utilización de la capacidad instalada, presumiblemente, en el nivel deseado por los empresarios. De (1) puede deducirse el esfuerzo de inversión necesario para alcanzar cierta tasa de crecimiento Ŷ que sea sostenible: I/Y=v(Ŷ + δ) 4
(2)
La población económicamente activa urbana creció al 2 por ciento anual en 1994-2004, según el INDEC. La tasa de progreso técnico de la Argentina ha sido muy baja, cercana a cero (Keifman, 1998; Coremberg, 2004). Supondremos una tasa de crecimiento de la efectividad del trabajo del 1 por ciento anual para hacer una hipótesis conservadora sobre la capacidad del crecimiento del producto de reducir el desempleo. 5 Las estimaciones de stock de capital publicadas por el INDEC en 2004 son el esfuerzo más importante realizado en la materia desde el trabajo pionero de Balboa y Fracchia.
La inversión bruta interna se recuperó en los últimos años de la caída que había sufrido en la depresión y alcanzó en 2004 un porcentaje del PIB similar al de los años noventa: 19 por ciento. ¿Será suficiente para generar una rápida reducción del desempleo? Para responder la pregunta debemos cuantificar las coeficientes de (1). Utilizando las estimaciones de la inversión bruta interna de Cuentas Nacionales y las estimaciones del stock de capital arriba citadas a precios constantes, se puede estimar la tasa de depreciación promedio implícita.6 Según este cálculo, la tasa de depreciación promedio del capital en 1993-2004, fue de 5,6 por ciento anual. La estimación de la relación capitalproducto es siempre más opinable porque el denominador del cociente, el producto potencial, no es una variable observable. En este ejercicio, el valor de v se calculó como el cociente entre el stock de capital de 2003 y el PIB de 2004, tomando ambos a precios de fines de 2003.7 Métodos de cálculo más complejos, no resultan en cálculos de v demasiado diferentes. Así estimamos un coeficiente v igual a 2,65. Esta estimación es mayor que 2,39, el valor que surge de valuar el PIB y el stock de capital a precios de 1993. La diferencia puede interpretarse como efecto del cambio de precios relativos entre bienes de capital y producto. Si el esfuerzo de inversión se mantuviera en los niveles de 2004, es decir, 19 por ciento del PIB, con nuestras estimaciones de v y δ, la tasa garantizada de crecimiento sería de 1,6 por ciento, inferior aún al 3 por ciento necesario para mantener constante la tasa desempleo en sus altos niveles actuales. Cabe señalar que el volumen de ahorro interno de 2004 fue de 26 por ciento del PIB, mucho más elevado que el volumen de inversión. La diferencia se explica por el enorme superávit comercial o desahorro externo que fue de 7 por ciento del PIB. El superávit comercial externo ha sido en los últimos años muy superior a lo necesario para atender el pago de intereses de la deuda externa o dividendos por inversión extranjera. De hecho, financió una gran fuga de capitales (detenida en 2004) y la recomposición de las reservas internacionales del Banco Central. De manera, que existe por este lado un buen margen para destinar más ahorro interno a la inversión. Sin embargo este margen desaparecería si el gobierno utilizara el alto superávit externo para cancelar la deuda con el FMI y otros organismos multilaterales de crédito. Esta es una señal de alerta para la política de “desendeudamiento” del FMI. 6
Como Kt = It + (1 - δ)Kt-1 => δ = 1 - (Kt - It)/Kt-1, donde Kt es el stock de capital al final del período t, e It es la inversión bruta interna del período t. 7 O sea, YPt = v Kt-1, el PIB potencial del período t es función del stock de capital existente al final del período anterior. El cómputo es simple y claro, y la hipótesis implícita será conservadora en términos del poder de la inversión de generar crecimiento del producto.
Suponiendo que el esfuerzo de inversión tuviera un nada despreciable aumento de 4 puntos porcentuales del producto y fuera de 23 por ciento del PIB, la tasa garantizada de crecimiento sería de 3 por ciento anual, apenas suficiente para mantener constante la tasa de desempleo. ¿Qué se podría hacer entonces? No parece haber mucho lugar para elevar el ahorro interno muy por encima del 26 por ciento alcanzado en 2004, que se compara con 18 por ciento promedio en 1993-2001. El nivel de ahorro interno aumentó muy significativamente luego de la devaluación, probablemente por el efecto de redistribución del ingreso desde la clase con menor propensión a ahorrar, es decir trabajadores, a las clases con mayores propensiones a ahorrar, los propietarios del capital y la tierra. Sin embargo, gravar los consumos suntuarios de las clases media y alta, podría o bien alentar un aumento marginal del ahorro de las mismas o, elevar el ahorro del sector público. Tampoco parece razonable esperar que el ahorro externo revierta su signo dados los compromisos de pagos externos, y la experiencia de la moratoria.
Tampoco parece
deseable recurrir al endeudamiento externo, tomando en cuenta la experiencia de los noventa. ¿Qué queda por hacer? Una estrategia posible es tratar de influir sobre la composición de la inversión. El stock de capital está compuesto por capital reproductivo, que incluye maquinaria y equipo, y construcción no residencial (galpones, oficinas, caminos, puentes, etc.) y capital no reproductivo, es decir, construcción residencial. El crecimiento del PIB depende de la expansión del stock de capital reproductivo. El capital no reproductivo provee servicios de vivienda pero influye en la tasa de crecimiento del producto. En Argentina, un tercio del stock de capital está compuesto por construcción residencial (INDEC, 2004). Téngase en cuenta que este stock incluye además de la vivienda propia, casas para los fines de semana y las vacaciones (casas de campo, en la playa, en la sierra, etc.), que corresponden a rubros de consumo suntuario. Si la participación de la construcción residencial en la inversión pudiera reducirse a favor de maquinaria y equipo y construcción no residencial, las perspectivas de crecimiento mejorarían significativamente. Suponiendo que la composición de la inversión variara de manera que la construcción residencial redujera su participación en la inversión de 1/3 a 1/6, el coeficiente v bajaría a 2,17. Con este v más bajo, las tasas garantizadas de crecimiento aumentarían significativamente. En efecto, si el esfuerzo de inversión fuera de 19 por ciento del PIB, la tasa garantizada sería de 3,2 por ciento, mientras que con un
esfuerzo de inversión de 23 por ciento del producto, la tasa garantizada sería de 5 por ciento.8 La pregunta obvia que sigue es ¿cómo lograr un cambio en la composición de la inversión? Principalmente, a través de una fuerte intervención del Estado en la canalización del ahorro con el fin de desviarlo hacia la financiación de la inversión reproductiva. Esto podría hacerse a través de políticas tributarias que modifiquen los incentivos de la inversión y de políticas crediticias dirigidas a privilegiar el financiamiento de la inversión en maquinaria y equipo y construcción no residencial. Es preciso comprender que el ahorro privado tiene un sesgo hacia la inversión en construcción residencial. Por un lado existe una arraigada preferencia de los ahorristas hacia los “ladrillos”, que puede explicarse por la historia de crisis financieras de nuestro país, reforzada recientemente por el fin caótico de la Convertibilidad con “corralito” y “corralón” y por la concomitante burbuja especulativa del sector inmobiliario. Por otro lado, los bancos privados también prefieren realizar préstamos hipotecarios y para consumo, debido a los problemas de información asimétrica, a financiar la inversión de las empresas. En consecuencia, en un mercado de crédito liberalizado, el sistema financiero discriminará en contra de la inversión reproductiva. De hecho, antes de la liberalización financiera, existían regulaciones que buscaban canalizar el ahorro hacia la inversión reproductiva, tanto en países desarrollados como en países en desarrollo. La llamada “represión financiera” cumplía principalmente ese papel y probablemente, también contribuía a elevar las tasas de ahorro.9 Jappelli y Pagano (1994) probaron econométricamente que la desregulación financiera de los ochenta contribuyó a la reducción del ahorro y del crecimiento económico en los países de la OCDE. Stiglitz y Uy (1996) concluyeron que un factor importante en el éxito de las experiencias de desarrollo del Asia Oriental fue la moderada represión financiera implementada para alentar el ahorro y orientar el crédito hacia los destinos más productivos. Vittas y Cho (1996) concluyeron que en Japón y Corea del Sur, los programas de crédito dirigido fueron un “instrumento efectivo de desarrollo económico”, especialmente, porque se
8 El recálculo supone la misma tasa de depreciación que antes, lo cual es válido en el mediano plazo, ya que la depreciación agregada depende de la composición del stock. Sin embargo, en el largo plazo, la composición del stock de capital dependerá de la composición de los flujos de inversión. Como la tasa de depreciación de maquinaria y equipo es mayor que la de construcción, a la larga la tasa de depreciación aumenta ligeramente. 9 Gran Bretaña y Estados Unidos han sido un tanto diferentes por el papel jugado por el mercado de valores. Sin embargo, en el resto del mundo, el papel del los bancos ha sido fundamental en el financiamiento de la acumulación de capital.
emplearon para apoyar la industrialización y la producción exportable, en el marco de un plan creíble de desarrollo. Por otra parte, DeLong, J. B. y L. Summers (1991), probaron econométricamente que el crecimiento económico está determinado por la inversión en maquinaria y equipo, y no por la inversión en general. Mostraron también que la tasa de retorno social de la inversión en maquinaria y equipo es muy superior a la tasa de retorno privada. Esto implica que en una economía de mercado, la tasa de crecimiento y la inversión en maquinaria y equipo serán inferiores a los valores socialmente óptimos; en consecuencia, la maximización del bienestar requerirá algún tipo de incentivo especial, sea de carácter tributario o financiero, destinado a alentar la inversión en maquinaria y equipo. En conclusión, una estrategia de desarrollo con equidad no puede basarse solamente en el mantenimiento de precios relativos correctos. Sin duda, el problema central de la Convertibilidad fue el haber instalado un esquema de precios relativos insostenible en el largo plazo que perjudicó seriamente a la producción de bienes transables y al empleo. El mantenimiento de precios relativos sostenibles es una condición necesaria pero no suficiente para el desarrollo. De por sí, los precios relativos correctos ayudan a alcanzar la eficiencia estática, pero la eficiencia dinámica depende de la acumulación de capital reproductivo.
Los
mercados
libres,
particularmente,
los
mercados
financieros
desregulados, no son el vehículo más adecuado para alentar la acumulación de capital y canalizarla hacia sus usos más productivos. Es preciso abrir un debate sobre cuáles podrían ser las herramientas de intervención tributarias y financieras más adecuadas para el alcanzar el desarrollo con equidad.
* Licenciado en Economía, UBA. Doctor en Economía, Universidad de California, Berkeley. Profesor de Crecimiento Económico de la Universidad de Buenos Aires. Investigador del CONICET. Miembro del Proyecto Estratégico Plan Fénix
Bibliografía Coremberg, A. (2004) “La contribución del stock de capital a la productividad de la economía argentina durante la década del noventa. Un enfoque hedónico de valuación del capital”, Desarrollo Económico, vol. 43, Nº 172, enero-marzo. DeLong, J. B. y L. Summers (1991) "Equipment Investment and Economic Growth", Quarterly Journal of Economics, mayo, pp. 445-502. Harrod, R. (1939) “An Essay in Dynamic Theory”, Economic Journal, vol. 49, marzo. INDEC (2004) “Estimación del stock de capital fijo de la República Argentina 1990-2003”, Estudios 39. Jappelli, T. & M. Pagano (1994) “Saving, Growth and Liquidity Constraints”, Quarterly Journal of Economics, vol. 109, No.1. Keifman, S. (1998) “Accounting for Growth: Argentina 1947-1994”, Anales de la Asociación Argentina de Economía Política, 1998. Stiglitz, J. y M. Uy (1996) “Financial Markets, Public Policy, and the East Asian Miracle”, World Bank Research Observer, vol. 11, No. 2. Vittas, D. y Y. Cho (1996) “Credit Policies: Lessons from Japan and Korea”, World Bank Research Observer, vol. 11, No. 2.