Política ISSN: 0716-1077
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Reseña de "Los partidos políticos" de Michel Offerlé Política, núm. 43, primavera, 2004, pp. 337-342 Universidad de Chile Santiago, Chile
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Los libros presentados a continuación corresponden a la exposición que sus autores hicieron en el Instituto de Asuntos Públicos el 14 de septiembre de 2004, con motivo de su publicación en castellano por la editorial LOM. El acto de presentación se realizó en el marco del proyecto Ecos-Conicyt “La competencia política: un análisis comparado de los casos francés y chileno” (Proyecto C01H02), coordinado por Daniel Gaxie y Alfredo Joignant.
LOS PARTIDOS POLÍTICOS MICHEL OFFERLÉ Michel Offerlé es profesor de ciencia política de la Universidad de París-I Panthéon-Sorbonne y especialista en sociología de los partidos políticos, de la participación y movilización políticas, y en socio-historia de lo político.
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En los años ochenta, el estudio de los partidos políticos había sido dejado de lado en Francia. En ese tiempo la obra de Maurice Duverger1, publicada en 1951, parecía haberlo dicho todo desde el punto de vista de la teoría general de los partidos. Sus grandes aportes habían sido progresivamente validados por los investigadores, pero sobre todo por los historiadores, puesto que los cientistas políticos se habían ampliamente desinteresado del estudio sociológico de tal o cual partido francés, a excepción, por cierto, del Partido Comunista (el cual por mucho tiempo fue denominado como “El” partido).
RESEÑAS DE LIBROS
POLÍTICA
Nº 43, Primavera 2004, pp. 337-347
Vale señalar a este respecto que no se entiende el trabajo de Maurice Duverger sin tener en cuenta que el PC francés era entonces el único partido de “masas” (esto es, en el contexto francés, que contaba con gran número de adherentesmilitantes y con una estructuración particular). Tanto es así que fue el Partido Comunista francés el que sirvió de modelo ideal típico para pensar el partido de masas en Francia. Tampoco se puede entender gran parte de la vida política francesa hasta el ascenso de François Mitterrand al poder en 1981, si no se tiene en mente la fuerza del PC en la izquierda francesa: recordemos que este partido aunaba en su seno a más de cuatrocientos mil miembros, que concentraba entre 20 y 26% de los votos entre 1945 y 1978, y que contaba con un potente sistema de acción sindical y social. Frente a esto, el resto de los partidos políticos, que fueron denominados en gran parte partidos de “cuadros”, no interesaba mayormente a los investigadores.
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Duverger, Maurice. 1951. Les partis politiques. Paris: Armand Colin, traducido al castellano: Duverger, Maurice. 1957. Los partidos políticos. México: Fondo de Cultura Económica
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Cabe añadir aquí que los esquemas de análisis sobre los partidos políticos y asimismo sobre todos los objetos sociológicos, no son nunca totalmente, exclusivamente intelectuales. Por una parte, su construcción se basa sin duda en la socialización del investigador en relación con los objetos, la que deriva tanto de experiencias cotidianas como del nivel de familiaridad que se tenga con las cosas que parecen “evidentes”. Y cuando un investigador escribe sobre los partidos políticos, su estatuto de “indígena” nacional lo obliga primero a hablar de su país y de los partidos políticos respecto de los cuales existe una documentación cotidiana en la prensa y en los trabajos que lee. En este marco, si bien existen en Francia muchos intercambios y vínculos con otras tradiciones de análisis que dan testimonio de la curiosidad intelectual de los investigadores franceses, cuando se trata de partidos extranjeros, más que monografías, la tendencia es a leer sobre todo síntesis sobre estos partidos. Sin embargo, estoy convencido de que las monografías que se basan en un amplio trabajo de campo tienen mucho que aportar a la teoría de los partidos… aun cuando éstas no sean todas “exportables”, dado que para percibir toda su riqueza, sin duda es necesario “ser miembro” tal como lo escribía el etnólogo Goodenough, es decir, ser capaz de reconocer empíricamente los nombres, los lugares, las convenciones, todo aquello que es “evidente” y que la mejor etnografía del mundo no podría explicar. Para los cientistas políticos que trabajan sobre los partidos en Francia, el análisis sistémico y el funcionalismo fueron significativos, en particular cuando se debatió sobre las “funciones” de los partidos políticos y sobre el concepto de “fonction tribunitienne” [referido a dar tribuna a los “sin voz”] utilizada por Georges Lavau2 y, que desde entonces, es parte integrante del lenguaje político. En su sentido inicial, este concepto se refiere a la tribuna de un partido comunista fuerte y contestatario en los años sesenta y setenta, por tanto ya no a un partido revolucionario. Quince años después, este concepto es utilizado para dar cuenta del auge electoral del populista, llamémoslo así, Jean-Marie Le Pen, quien es el presidente del Frente Nacional francés (el cual entre 1988 y 1995 logra obtener el 16% de los votos y logra pasar a segunda vuelta en las elecciones presidenciales del año 2002). Las teorías de Lipset y Rokkan3 son extremadamente dominantes en Europa para el análisis de los “clivajes” de los sistemas de partido sobre los cuales se basan y que traducen: me refiero a la religión, a la propiedad, al trabajo, la etnia… Pero si estas teorías permitieron perfeccionar ciertos análisis marxistas, parecen ser menos aplicables al caso francés, caso que constituye sin embargo un terre2 3
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Lavau, Georges. 1981. À quoi sert le parti communiste français ?, Paris: Fayard. Lipset, Seymour M., Rokkan, Stein (editores). 1967. Party systems and voter alignments: cross-national perspectives. New York: The Free Press.
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no de observación particularmente rico y desestabilizante para quien quiera entender la estructuración de las empresas partidistas. Si se sigue a Lipset y Rokkan, las configuraciones partidarias no se habrían transformado en la mayoría de los países considerados para la comparación. En tal sentido, el hecho de que las siglas de los partidos sigan siendo en general las mismas desde hace casi un siglo, potencia la elaboración de la tesis de la “congelación de los clivajes” y conduce a las interrogaciones actuales sobre su eventual “descongelación”. Pero yo sostengo, por una parte y contra todo, que el caso francés no se puede explicar de esta manera. Las siglas no paran de cambiar y ciertas organizaciones francesas no tienen equivalentes en otros países, ni desde el punto de vista ideológico, ni desde el punto de vista de su funcionamiento, lo cual se ve claramente reflejado en el caso de los partidos “gaullistas” [por referencia al General de Gaulle]. Por otra parte, si bien las teorías económicas de la democracia fueron tempranamente introducidas en la Revue française de science politique, en particular la traducción de un texto de Anthony Downs, éstas no tienen éxito en Francia, salvo cuando son utilizadas en la prensa para distinguir la gestión de lo político como sub-categoría de la gestión económica. Dicho esto, el libro que escribí en francés en 1987 podría haberse llamado Sociología de los partidos políticos. En efecto, si bien el editor prefirió conservar el título Los partidos políticos por considerarlo más atractivo, mi proyecto consistió concretamente en realizar una sociología, sentando bases para un programa sociológico sobre los partidos políticos y no solamente sobre los partidos franceses. Para simplificar, se puede de todos modos decir que este texto toma como punto de partida una tradición de análisis y que se enraíza en líneas directrices iniciales. La tradición de análisis es sociológica. No se trata de una repetición sino de un énfasis voluntario. Si la ciencia política francesa presenta una originalidad, ciertamente es ésa: la de ser sin duda mucho más sociológica (y habría que agregar también: mucho más historicista) que los otros medios profesionales comparables. El test del índice, de la temática y de la onomástica es revelador de esta característica de la Ciencia Política francesa. De hecho, en otros lugares, raras son las ocasiones en que he visto referencias a Marx y Weber junto con referencias a Michels u Ostrogorski, o a Elias, Bourdieu y Boltanski, o a Becker o a Goffman. El recurso a la historia para comprender los tiempos largos de los partidos políticos también es una característica de las investigaciones francesas: no se trata simplemente de dar cuenta de implementos decorativos, sino de explicar la génesis de las construcciones sociales, que son aquellas organizaciones perennes en las cuales se objetivan obligaciones específicas en función del tipo de formación partidaria del cual se trate. A esto se suma la tendencia a potenciar la 339
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investigación de campo de corte etnográfico en las tesis de doctorado, lo cual ha dado origen a una literatura francesa muy particular. Por cierto mi libro tiene una filiación bourdieusiana. En primer lugar, porque la postura inicial que reivindica y que puede ser calificada de constructivista, pone especial énfasis en estudiar cómo los agentes sociales construyen continuamente la realidad sobre la cual actúan y por la cual son actuados. Esto significa que las palabras que utilizamos para designar los objetos sociales que manipulamos están constantemente cargadas de tensiones, que pueden constantemente ser objeto de luchas de sentido y servir de operaciones de legitimación o de estigmatización. El lenguaje partidista que busca dar una definición fija de ciertos vocablos arriesgaría por tanto transformarse rápidamente en un debate normativo. Por ello en francés, pero supongo que también es el caso en castellano, las expresiones “la base”, “los militantes”, “los notables”, “el aparato”, deben ser tanto instrumentos como objetos de análisis (y aquí retomo la fórmula de Boltanski). La expresión misma “partido político” debe por cierto ser incluida en el análisis. Y a modo de evitar tanto el debate sobre lo que es un “verdadero partido” como para especificar de qué partido se trata en cada caso y, por lo tanto, definir el tipo de investigación que se va a llevar a cabo, los remito a la pequeña nota que se les entregó a la entrada. Los principios de análisis que intenté elaborar remiten a Max Weber, quien escribía en Politik als Beruf: “Todas las luchas partidarias no son entonces únicamente luchas por fines objetivos. Pero ellas son también y sobre todo rivalidades para controlar empleos”. Uno de los grandes debates de la sociología política es determinar si ese “sobre todo” de Weber se aplica a las rivalidades en todos los casos y, de qué manera. En segundo lugar, para escribir este libro sobre los partidos políticos me apoyé en los conceptos bourdieusianos adaptándolos a la competencia intra o interpartidaria: estos conceptos son: campo, mercado, posición, capitales, habitus, inversión, juego, disposiciones, competencia política, bienes, ganancias, oferta política, interés y empresa. También asumí una postura sociológica referida a la idea de que no se puede comprender adecuadamente a los actores-agentes sociales sino “relacionalmente”: esto es en sus interacciones visibles de cooperación y de competencia… pero también en sus interacciones “invisibles”, es decir aquéllas que constriñen a todo individuo actuante en un espacio de competencia. A lo anterior hay que añadir que sólo podemos entender a estos individuos a condición de saber quiénes fueron y quiénes son (su trayectoria social, sus roles sociales y partidarios) para comprender cómo en definitiva realizan (hacen) lo que hacen. Pensar un partido es entonces estudiar el encuentro entre un capital colectivo (un nombre, un logo, una historia, una organización, rutinas, referencias ideológicas, 340
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electorados etc.) y estudiar a la vez a los individuos que lo habitan, lo sirven y se sirven de él. Obviamente, no tengo tiempo aquí para volver sobre cada uno de estos aspectos, ni tengo tiempo de hablar sobre cómo los partidos han trabajado, o sobre cómo han envejecido o sobre cómo han sido contrarrestados. De modo que para efectos de esta breve presentación, podemos decir que la forma de definir a los partidos como empresas y particularmente como empresas de aquéllos que tienen intereses involucrados en ellas (por múltiples razones y usos) levantó varias interpretaciones en su momento en Francia. Me referiré aquí a tres interpretaciones principales. Cuando el libro fue publicado por primera vez, el vocabulario económico no estaba aún diseminado en la prensa francesa para designar objetos políticos. El uso que yo hacía del término “empresa” se refería a Weber vía Bourdieu: y más que de un empresario cabía hablar en realidad de un “emprendedor”, es decir de alguien que emprende. Pero ciertas personas vieron en esta concepción del partido como empresa la expresión de un economicismo estrecho, lo cual en definitiva avalaba la visión muy contemporánea de las organizaciones políticas como maquinarias orientadas hacia la maximización de las ganancias políticas, en los mercados electorales, en beneficio de sus dirigentes: esto es una visión cercana al rational choice en la cual los partidos son brokers, service vendors, etc. Esta interpretación tuvo como efecto erróneo el haberme integrado entre los teóricos de la elección racional. Otros en cambio vieron en mi concepción una visión bourdieusiana de las relaciones sociales, la cual de hecho yo no oculté, y estimaron por lo tanto que los mismos cargos que se le hacían a la sociología de Bourdieu podían ser aplicados a esta sociología de los partidos políticos: holismo, neomarxismo, mecanismo, ignorancia de las capacidades estratégicas de los sujetos actuantes, etc. Dicho sea de paso en cuanto a esta sociología, constatemos que más allá de las celebraciones devotas que siguieron a la muerte de Bourdieu en enero del 2002, existe desde entonces en Francia un debate bastante más sereno en torno a su obra como parte del patrimonio sociológico, en virtud de lo cual dicha sociología también está hecha para ser superada. Es decir la sociología de Bourdieu está disponible para pensar “en contra” y también para pensar “junto” con ella. Por último y progresivamente, algunos han encontrado en mi propuesta sobre los partidos políticos un programa demasiado orientado hacia los emprendedores políticos, lo que desmerecería los lazos sociales, las redes a las cuales los dirigentes políticos se dedican y que fundan los recursos pertinentes de los cua341
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les ellos hacen uso, en el marco de la competencia intra-partidaria. En esta interpretación, mi propuesta desmerecería también lo que Jacques Lagroye llama los ámbitos partidarios. Este análisis societal de los partidos políticos, tal como ha sido denominado, redescubre a otro teórico francés de los partidos políticos, Georges Lavau. El mismo autor que en 1953 criticaba a Maurice Duverger por tener una visión demasiado organizacional de los partidos, al definirlos como “nivelaciones de realidades profundas y ramificadas”. Este balanceo entre la organización, nunca totalmente cerrada sobre sí misma, y las diversas redes sociales en las cuales los miembros, los dirigentes y los auxiliares de los partidos se encuentran insertos, constituye uno de los puntos más interesantes en el estudio de los partidos políticos, junto con la cuestión weberiana del “sobre todo”. Para terminar, quiero decir que hacer de los partidos políticos un objeto sociológico es desprenderse de una visión inmediata, política, de la competición política y partidaria. También es enriquecer el objeto irrigándolo de descubrimientos sociológicos: un partido es un espacio de competición de tipo particular, pero es primeramente un espacio social hecho de interacciones entre actores y de obligaciones y de roles, más o menos endurecidos según las organizaciones políticas de las cuales se trate. En síntesis, estudiando los partidos políticos se podrá practicar de este modo un vaivén clásico en sociología: entre aquello que la sociología en general hace a los partidos políticos y aquello que el objeto “partidos políticos” nos enseña desde el punto de vista sociológico en general.
LA DEMOCRACIA REPRESENTATIVA DANIEL GAXIE Daniel Gaxie es profesor de ciencia política de la Universidad de París-I Panthéon-Sorbonne. Sus líneas de investigación son la participación política (el voto, las opiniones o actitudes políticas y el militantismo), el personal político, su selección y los partidos.
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Esta obra presenta un análisis sobre la democracia representativa desde el punto de vista de las ciencias sociales y se esfuerza por explicar sociológicamente el funcionamiento de este régimen político particular. Su objetivo no es apologético ni crítico. Este punto de vista sociológico difiere de otros análisis corrientes, sean políticos, ideológicos o de sentido común y requiere, para su realización, descartar deliberadamente las problemáticas usuales (pluralismo, hegemonía, soberanía del pueblo, libertades, Estado de derecho).
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