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Retiro de Adviento 2011 Una voz grita en el desierto. Escúchala 0. Orientaciones para la preparación del Retiro: Para crear el ambiente del Retiro se pueden colocar un letrero de acogida con el lema del Retiro en la puerta de entrada y repartir en el salón con letra grande y visible los tres títulos de las meditaciones. En el fondo se coloca una imagen de Fray Antonio de Montesino. Preparar un lugar especial y adornado con un mantel morado para colocar la Biblia. Delante se coloca la Corona de Adviento. 1. Cantos de Adviento que nos preparen a la oración. 2. Introducción El Señor nos ha regalado esta hermosa oportunidad de participar en este Retiro de Adviento centrado en el lema del mes: “Una voz grita en el desierto” tal como nos lo indica nuestro Plan de Pastoral al celebrar este mes los 500 años del Sermón de Adviento en defensa de los indígenas. Pongamos oídos atentos a esa voz que en nombre del Señor nos hablará a través de Juan Bautista, del Apóstol Santiago y de Fray Antonio de Montesino y que contemplaremos hecha carne en Jesús en el pesebre adorado por los pobres pastores. Es un Retiro de Adviento, que tiene un doble objetivo: avivar en nosotros la esperanza en la manifestación total y definitiva de Jesucristo en nuestras vidas y en la humanidad y prepararnos a las fiestas de Navidad que se aproximan para que la celebremos valorando desde Jesucristo la dignidad de cada persona que está a nuestro lado. Recordemos que el Señor nos ha reunido para hacer un RETIRO, que es una experiencia distinta de una convivencia o curso de formación. El verdadero trabajo en un retiro es interior, es lo que ocurre dentro. Dejémonos guiar por el Espíritu Santo. Dejemos que el Señor nos hable al corazón. Dejemos que el fuego de la esperanza nos encienda en el amor a Dios y a nuestros hermanos, que se traduzca en una opción decidida por los más pobres. Iniciemos entronizando la Palabra de Dios en el centro de nuestra Asamblea acogiéndola con amor dispuesto a escucharla con la mayor atención posible. (Se trae la Biblia entre luces y flores mientras se canta un canto de Adviento. Luego, se coloca sobre un lugar bien preparado y destacado con un paño morado y delante la corona de Adviento).
3. Invocación del don del Espíritu Santo para vivir este Retiro cantado con unción. 4. Primera Meditación: Una voz que grita en el desierto aviva la esperanza y prepara la venida del Señor. 1
El Adviento es un tiempo especial para escuchar a los profetas, que son esas personas elegidas por Dios para hablar en su nombre recordando la Alianza entre su pueblo y El. Ellos de diversas formas alertan y denuncian al pueblo de sus infidelidades a esa Alianza y al mismo tiempo su voz se vuelve anuncio de un futuro mejor, el futuro de Dios que vendrá a favor de ese pueblo si vuelve sus pasos hacia Dios. Por eso, los profetas son las voces de Dios que avivan la esperanza del pueblo en medio de situaciones difíciles y problemáticas a la vez que remueven la conciencia de los que le escuchan moviéndolos a un arrepentimiento sincero y verdadero para que puedan alcanzar la promesa de Dios que está por llegar. El último de los profetas del Antiguo Testamento fue Juan Bautista a quien le tocó preparar el camino para el gran profeta Jesús de Nazareth, la Palabra del Padre que nos ha dado a conocer el plan del Padre con nosotros y lo ha iniciado en nuestro mundo. Con esa actitud propia del Adviento que es la escucha de la voz de Dios dispongámonos a oír atentos la voz fuerte y decidida de Juan el Bautista. Escucha la voz: Lucas 3,1-1 Sigamos escuchando la voz del Señor que nos habla a través de Juan el Bautista leyendo y releyendo este texto contestándonos estas preguntas: ¿Cuáles son los personajes que intervienen en esta lectura? ¿Qué hacen cada uno de ellos?
y qué dicen
¿Cuáles son las palabras o las frases de Juan Bautista que más te llegan a lo profundo de tu ser? ¿Con cuáles de esos personajes te identificas? ¿Dónde te pondrías en este texto, qué harías, qué dirías? Medita lo que has escuchado. La voz de Juan pronunciada ayer se hace nueva hoy entre nosotros en este Adviento 2011. El se define como la voz que grita en el desierto atribuyendo a sí mismo lo que ya había dicho el profeta Isaías (40,3-5). Juan se siente ser la voz de una Palabra que no era él, sino otro como lo confirma el evangelista Juan al llamarlo testigo de la luz (1,6-8). El se declara como la voz que clama en el desierto. Todos sabemos que el desierto es una tierra árida, seca, donde no se da nada, donde escasea el agua, donde hay un calor insoportable. Más que a un lugar Juan se está refiriendo al desierto interior que muchas veces se da en nuestros corazones tanto a nivel personal como a nivel de todo un pueblo. Ese desierto surge en la persona, en la familia y en la sociedad como consecuencia del pecado que nos endurece y nos vuelve tierra infecunda. Pero, el anuncio de Juan no es para condenar a la gente y su desierto, sino que es una invitación a la conversión del corazón, es decir, a cambiar de mentalidad y volverse a su Dios que tiene misericordia. El mismo nombre Juan quiere decir “Dios tiene misericordia”. Se trata de preparar los caminos para que el Señor llegue y realice su obra. El quiere transformar el desierto en un jardín lleno de fuentes de agua como anunciara 2
el Profeta Isaías (Is 41,17-20). Sólo necesita que escuchemos su voz y nos pongamos en acción para rellenar el barranco, para enderezar lo torcido, para nivelar lo escabroso o desaparejado, para aplanar los montes que están muy altos. Se trata de realizar esto con acciones concretas como responde Juan a los que les preguntan: ¿Qué debemos hacer? Esta pregunta hecha con sincera disponibilidad y no para acomodar la exigencia siempre surge en la mente y en el corazón que quieren convertirse de verdad. Las respuestas de Juan responden a situaciones concretas de egoísmo y acaparamiento de los bienes mientras crece la pobreza a nuestro alrededor, del soborno y corrupción de parte de los cobradores de impuestos y de la búsqueda de dinero sin justificación de parte de los soldados. Ante esto, Juan les propone lo que Dios quiere y lo que hace que florezca el desierto que es el compartir generoso con el que no tiene, no puede, no sabe; que es la honestidad en los asuntos públicos que nos toca manejar; que es el buen trato a las personas y el hablar la verdad siempre y en todo lugar. Compartir con el más pobre, honestidad, buen trato y verdad construyen el camino por el cual puede llegar el Señor a nuestras vidas, a nuestras familias, a nuestra Iglesia y a nuestra sociedad. Juan, también, habla del juicio severo que le espera al que no quiera arrepentirse: el hacha está a la raíz del árbol, quemar la paja, limpiar la cosecha y reunir el trigo. No es para asustarse, sino es para que nos despertemos y avancemos hacia Aquel que viene detrás de Juan, que bautizará con Espíritu Santo y fuego. Ahora en el silencio de nuestro corazón preguntémonos: ¿Cómo está mi corazón en este momento? ¿Es un desierto o es un jardín que da frutos? ¿De qué necesito convertirme en este Adviento 2011? ¿Cuáles son mis montes, mis piedras en el camino, lo torcido, mis hoyos? ¿Cómo se desarrollan en mí estas acciones que preparan el camino del Señor que quiere renacer en nosotros como son: compartir con el más pobre, honestidad, buen trato a los demás y verdad? ¿Cómo estás dispuesto a dejarte llevar por la voz de Juan que te invita a la conversión? ¿Con cuáles hechos concretos? Deja que resuene dentro de ti esa voz. Ahora nos quedamos en silencio durante media hora dejando que resuene esta voz de Juan en tu corazón. Deja que sea el Señor que te hable en lo más profundo de tu ser. Deja que el Señor entre en tu desierto y te hable al corazón para que convirtiéndote a El tu vida se vuelva un jardín hermoso. Responde a esa voz. Ahora en pequeños grupos de 3 a 5 personas oración, que se hace siguiendo este orden: 3
respondamos al Señor con nuestra
Cada uno comparte con los demás sobre la frase bíblica o sobre algún punto de la meditación que le ha llegado a lo más profundo de su ser. Se tiene un momento de alabanza, de bendición y de acción de gracias al Señor a partir de la voz que hemos escuchado. Se tiene un momento de peticiones, suplicando al Señor que convierta nuestro desierto en un jardín donde demos los frutos de Cristo Se concluye con un canto de Adviento como: “Vamos a preparar los caminos del Señor”. Segunda Meditación: Una voz que surgió en el Adviento del 1511 sigue gritando: ¿Con qué derecho? ¿Con qué justicia? ¿Con qué autoridad atropellan la dignidad humana? En esta segunda meditación seguiremos escuchando la voz del Señor a través de sus profetas. La que escucharemos en estos momentos es la voz de un profeta que alzó su voz en el Adviento del 1511 en esta Isla nuestra. Se trata de Fray Antonio de Montesino que fue designado por su comunidad de frailes dominicos para que se convirtiera en “la voz de Cristo que grita en el desierto de esta Isla”. La esterilidad del desierto que encontraba el predicador era la “de las conciencias de los españoles de esta isla y la ceguedad en que vivían; con cuánto peligro andaban de su condenación, no advirtiendo los pecados gravísimos en que con tanta insensibilidad estaban continuamente zambullidos y en ellos morían” . Y el pecado mortal gravísimo que cometían “ la crueldad y tiranía que usan con estas inocentes gentes “, es decir, los indígenas cruelmente maltratados, explotados y hasta asesinados. Obedezcamos nosotros, también hoy, a la llamada de Fray Antonio de Montesino cuando nos dice: “conviene que con atención, no cualquiera, sino con todo vuestro corazón y con todos vuestros sentidos, la oigáis” para escuchar a Cristo que nos habla en este Adviento 2011. Escucha la voz: Santiago 5,1-6 Sigamos escuchando la voz del Señor que nos habla a través de Juan el Bautista leyendo y releyendo este texto contestándonos estas preguntas: ¿A quiénes se dirige el Apóstol Santiago? ¿Qué hacían esas personas?¿Cuál es la palabra que Dios les dirige? Ahora escuchemos a Fray Antonio de Montesino Esta voz, es “que todos están en pecado mortal y en él viven y mueren, por la crueldad y tiranía que usan con estas inocentes gentes. Digan, ¿Con qué derecho y con qué justicia tienen en tan cruel y horrible servidumbre a estos indios? ¿Con qué autoridad han hecho tan detestables guerras a estas gentes que estaban en sus tierras mansas y pacíficas; donde tan infinitas de ellas, con muertes y estragos nunca oídos, han consumido? ¿Cómo los tienen tan opresos y fatigados, sin darles de comer ni curarlos en sus enfermedades, que de los excesivos trabajos que les dan incurren y se les mueren, y por mejor decir, los matan, por sacar y adquirir oro cada día? ¿Y qué cuidado tienen de quien los doctrine, y conozcan a su Dios y criador, sean bautizados, oigan misa, guarden las fiestas y domingos? ¿Estos, no son hombres? ¿No tienen ánimas racionales? ¿No son obligados a 4
amarlos como a ustedes mismos? ¿Esto no entienden? ¿Esto no sienten? ¿Cómo están en tanta profundidad de sueño, tan letárgico, dormidos? Tengan por cierto, que en el estado que están no se pueden más salvar que los moros o turcos que carecen y no quieren la fe de Jesucristo.” (Fray Bartolomé de las Casas, Historia de las Indias, Libro tercero, capítulo cuatro). Preguntémonos: ¿Cuáles son las 10 preguntas que hace Montesino a sus oyentes? ¿Por qué se las hace? ¿De qué les advierte? Medita lo que has escuchado El Apóstol Santiago nos advierte en su Carta la suerte que le espera a los que se enriquecen a costa de empobrecer a otros, de ser injustos, de oprimir y hasta de matar para obtener ganancias. Es el mismo grito que sale de la boca de Fray Antonio de Montesino al dirigirse a sus hermanos cristianos que abandonando el Evangelio se dedicaron a adorar al dios oro cometiendo atrocidades contra aquellas indefensas gentes que no tenían mayor delito que habitar esta Isla antes que ellos llegaran. Como explican nuestros Obispos dominicanos en su Mensaje del 27 de Febrero de este año: “La opresión a que estaban sometidos los indios era tan grave que podía compararse con el cumplimiento de una sentencia condenatoria a causa de algún crimen cometido. Ello supondría la existencia de un derecho vigente, de una autoridad que juzgara y fijara la sentencia, así como de una “justicia” que la ejecutase. Por eso los frailes preguntaban: ¿con qué derecho, con qué autoridad y con qué justicia sucede todo esto?
La raíz principal del abuso cometido contra los indios y, por lo tanto, la razón fundamental de la denuncia consistió en la falta de reconocimiento de la dignidad humana de los mismos. De ahí la interpelación: ¿acaso éstos no son personas?, ¿acaso no tienen almas racionales? Los otros argumentos, como la necesidad de que los indios sean evangelizados y bautizados, presuponen el anterior” (nos. 17-18). Ahora bien, lo que dice Santiago y lo que dice Fray Antonio de Montesino no es algo lejano distante de nosotros. Tristemente, todavía la dignidad de tanta gente es pisoteada, burlada, dañada, desconsiderada y hasta aniquilada. Por eso, es que dicen nuestros Obispos: Una voz clama en los nuevos desiertos de nuestra República Dominicana y nos pregunta ¿con qué derecho y con qué justicia tenemos a nuestro pueblo en tal cruel y horrible servidumbre?” (no. 24). En este momento invitamos a que cada uno se sitúe frente a esta voz de Cristo que grita en el desierto de esta Isla y se pregunte: ¿Con qué derecho, con qué autoridad y con qué justicia atropello con palabras y hechos la dignidad de los que comparten conmigo la misma casa? ¿Con qué derecho, con qué autoridad y con qué justicia atropello con palabras y hechos la dignidad de los que comparten conmigo el mismo Sector, o con los que me relaciono 5
en la calle o en el trabajo? ¿Con qué derecho, con qué autoridad y con qué justicia se atropella con palabras la dignidad de los pobres en este país, a la mujer, a los niños, a los más débiles? ¿Cuál es mi postura ante tantas situaciones que surgen entre nosotros? Finalmente, escuchemos la voz profética de nuestros Obispos que nos dicen: “En este estado de incertidumbre, desigualdad social, pobreza, delincuencia, carencia en la educación, violencia, impunidad, pérdida de valores e identidad, no puede haber una convivencia humana digna. La sociedad necesita un cambio de mentalidad, ser más solidaria, afianzarnos en los valores humanos y cristianos; que trabajemos en conjunto para erradicar los grandes males que afectan a los dominicanos. Hoy más que nunca se necesita la unificación de criterios y trabajo en conjunto de todos los líderes e instituciones del País, la unidad de las familias, de los sectores y comunidades y de toda persona de buena voluntad. Necesitamos que nuestras voces proféticas se encaminen por ideales patrios, que beneficien a toda la sociedad y no tanto a particulares. Para que haya patria sana no basta que las voces clamen solas en el desierto donde nadie las escuche, se requieren voces que clamen paz y justicia en la sociedad. Se requiere que todos los dominicanos nos preocupemos para revertir el desierto de pecado e injusticia en el que hemos sumergido nuestro país, luchando y trabajando unidos con signos de esperanza, de cambio y salvación, y haciendo visible el Reino de Dios en todas las personas y en todos los acontecimientos” (nos. 25-27). Deja que resuene dentro de ti esa voz Ahora nos quedamos en silencio durante media hora dejando que resuene esta voz del Apóstol Santiago, la de Fray Antonio de Montesino y la de nuestros Obispos dominicanos en tu corazón. Deja que sea el Señor que te hable en lo más profundo de tu ser. Deja que sea el Señor que te haga descubrir las veces que no has respetado la dignidad de los demás y te haga sentir cuando has sido indiferente a esos maltratos y a esas situaciones de injusticias que sufren otros. Responde a esa voz. Ahora en pequeños grupos de 3 a 5 personas oración, que se hace siguiendo este orden:
respondamos al Señor con nuestra
Cada uno comparte con los demás sobre lo que más le ha llegado a lo más profundo de su ser. Luego, todos se arrodillan para pedir a Dios por las veces que ha maltratado la dignidad de otras personas o por las veces que sólo se queja de esas situaciones injustas pero no hace nada para superarlas. Se concluye rezando el Yo confieso y con un canto de Adviento como: “Somos un pueblo que camina”. Se recuerda el Acto Penitencial de la Parroquia y se invita a que todos se acerquen a confesarse antes de Navidad. 6
Tercera Meditación: La Palabra que anunciaba la voz se hizo pobre entre los pobres para enriquecernos con su generosidad. En esta tercera meditación nuestros ojos se fijan en Jesús que siendo Dios por pura generosidad se hizo pobre entre los más pobres de su tiempo para engrandecer más nuestra condición humana concediéndonos la posibilidad de ser hijos de Dios. Esta generosidad de Jesús es la que marca nuestra propia generosidad hacia los demás, en especial, hacia los más pobres, los más sufridos, los más marginados de la historia. Es esta generosidad de Jesús la que celebramos en cada Navidad con tanto gozo y tanta fiesta. Esta generosidad de Jesús es la que fundamenta lo que llamamos la dimensión social de nuestra fe. La fe abarca mi relación personal con el Señor pero me lanza a la relación con los demás en un amor verdadero que implica la justicia, el compartir los bienes y pasar haciendo el bien comprometidos con Jesús y como El a sacar los demonios donde quiera que hieran y quieran destruir la dignidad humana. Por eso, la fe no se puede reducir a una relación individualista con Dios, a una relación con Dios que no mira la necesidad de los demás y no busca transformar este estado de injusticias en ese Reino de Dios que El ha iniciado con el nacimiento de su Hijo y con su cruz y su Resurrección. Contemplemos a Jesús nacido como el más pobre y que se convirtió en buena noticia para los más pobres de su tiempo que descubrieron en El la respuesta de siglos esperando un salvador. Escucha la voz: Lucas 2, 1-20 Sigamos escuchando la voz del Señor que nos habla a través de Juan el Bautista leyendo y releyendo este texto contestándonos estas preguntas: ¿Cuáles son los personajes que intervienen en esta lectura? ¿Qué hacen cada uno de ellos?
y qué dicen
¿Cuáles son las palabras o las frases de este texto que más te llegan a lo profundo de tu ser? ¿Dónde te pondrías en este texto, qué harías, qué dirías? Medita lo que has escuchado En esta hermosa escena descubrimos a Jesús que nace en un pesebre porque no habían encontrado posada. No hay un lugar más pobre donde pueda nacer una persona; un lugar de animales y en mal estado. Allí le rodeaban su madre y su padre adoptivo también dos personas pobres que le ofrecieron todo su amor desde su pobreza. Y los primeros que recibieron la Buena Noticia fueron los pastores, que eran personas pobres y con no tan buena fama en su tiempo. Toda una indicación y anuncio de la predilección que ese Niño que ha venido a salvar a su pueblo tendrá por los pobres y los pecadores. 7
En medio de tanta pobreza surge el esplendor de la gloria de Dios que llega a envolver a los pobres pastores y a darles la importancia que ellos tenían ante Dios. Y se da, también, algo que es característica de los pobres que es la alegría a pesar de todas las circunstancias duras de su vida. La alegría de encontrar al Niño, a María y a José los lleva a contarles lo que habían visto y oído sobre este Niño. Se vuelven desde ya mensajeros suyos y no pueden contener la alegría que expresaron en alabanzas al Padre Dios. Esta escena nos lleva a comprometernos más en esta opción preferencial por los pobres. Nos lleva a descubrir en el rostro de los niños pobres el rostro de Jesús y nos lleva a trabajar para que sobre ellos brille el resplandor de la justicia de Dios que quiere que todos los hombres y mujeres vivan con dignidad como hijos suyos que son. Nos lleva a poner de nuestra parte para que en la sociedad dominicana los pobres puedan alegrarse por la fe en Dios y por las condiciones de vida que Dios quiere que todos tengamos. Se trata de que busquemos que las autoridades y toda la sociedad velemos para que los derechos fundamentales que se consagra en nuestra Constitución Dominicana se cumplan. Ellos son: el derecho a la vida (Art 37), dignidad humana (Art 38), igualdad ante la ley (Art 39), a la libertad y seguridad personal (Art. 40), a la integridad personal (Art 42), al libre desarrollo de la personalidad (Art 43) a la intimidad y el honor personal (Art 44), a la libertad de conciencia y de culto (Art 45), a la libertad de tránsito (Art 46), a la asociación y reunión (Arts 47 y 48), a la libertad de expresión e información (Art 49), a la seguridad alimentaria (Art 54), a la familia (Art 55), a la protección de los niños, ancianos y discapacitados (Arts 56-58), a la vivienda (Art 59), a la seguridad social (Art 60), a la salud (Art 61), al trabajo (Art 62), a la educación (Art 63). Al igual que proteger los derechos culturales y deportivos (Arts 64-65), colectivos y de medioambiente (Art 66-67), entre otros (ver no.29 del Mensaje de los Obispos). De ahí que en esta Navidad al mirar el Nacimiento que colocamos en nuestros hogares hagamos lo que nos pide el Documento de Aparecida: contemplemos “los rostros sufrientes de nuestros hermanos, el rostro de Cristo que nos llama a servirlo en ellos: “Los rostros sufrientes de los pobres son rostros sufrientes de Cristo”. Ellos interpelan el núcleo del obrar de la Iglesia, de la pastoral y de nuestras actitudes cristianas. Todo lo que tenga que ver con Cristo, tiene que ver con los pobres y todo lo relacionado con los pobres reclama a Jesucristo: “Cuanto lo hicieron con uno de estos mis hermanos más pequeños, conmigo lo hicieron” (Mt 25, 40). Juan Pablo II destacó que este texto bíblico “ilumina el misterio de Cristo”. Porque en Cristo el grande se hizo pequeño, el fuerte se hizo frágil, el rico se hizo pobre” (no. 393). Muchos creen que si se habla de estas situaciones sociales no se está hablando de la fe y estamos tratando algo fuera de la espiritualidad. A contrario como nos advierte el Documento de Aparecida: “ser discípulos y misioneros de Jesucristo para que nuestros pueblos, en Él, tengan vida, nos lleva a asumir evangélicamente y desde la perspectiva del Reino las tareas prioritarias que contribuyen a la dignificación de todo ser humano, y a trabajar junto con los demás ciudadanos e instituciones en bien del ser humano” (no. 284) Preguntémonos: ¿Descubro a Jesús en el rostro de las otras personas, especialmente de los más pobres? ¿Uno mi fe en Dios con el amor a los más pobres que yo? ¿En qué se ve? 8
¿Me preocupo por las situaciones negativas que hay en el Sector donde vivo y en nuestro país? ¿Paso de largo? ¿Me uno con otros para buscar soluciones a esos problemas? Deja que resuene dentro de ti esa voz. Ahora nos quedamos en silencio durante media hora contemplando a Jesús en los más pobres de mi Sector. Deja que sea el Señor que te hable en lo más profundo de tu ser. Deja que el Señor te mueva a la misericordia que se traduzca en obras concretas a favor de los más pobres y en acciones comunitarias para resolver los problemas que nos agobian. Responde a esa voz Ahora en pequeños grupos de 3 a 5 personas oración, que se hace siguiendo este orden:
respondamos al Señor con nuestra
Cada uno comparte con los demás lo que más le ha llegado a lo más profundo de su ser en esta lectura y en esta meditación. Se le presenta al Señor la realidad que están viviendo los más pobres y las situaciones negativas de nuestro país que nos preguntan, Se tiene un momento de peticiones, suplicando al Señor que nos dé fuerzas para ser generosos y luchar por una sociedad más justa como El quiere Se concluye con el Padre Nuestro. Se entona un canto de Adviento dedicado a la Virgen Luego todos se dan un abrazo de paz.
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