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HISTORIA CANARIA

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HISTORIA CANARIA Departamento de Geografía e Historia y Departamento de Historia del Arte y Filosofía DIRECTOR A Clementina Calero Ruiz. Profesora Titular de Historia del Arte Moderno, Universidad de La Laguna. CONSEJO DE REDACCIÓN Adolfo Arbelo García. Profesor Titular de Historia Moderna, Universidad de La Laguna. Ana Viña Brito. Profesora Titular de Historia Medieval, Universidad de La Laguna. Carlos Castro Brunetto. Profesor Titular de Historia del Arte, Universidad de La Laguna. Carmen Milagros González Chávez. Profesora Titular de Historia del Arte, Universidad de La Laguna. Manuel de Paz Sánchez. Catedrático de Historia de América, Universidad de La Laguna. Ana María Quesada Acosta. Profesora Titular de Historia del Arte, Universidad de La Laguna. Domingo Sola Antequera. Profesor Colaborador de Historia del Arte, Universidad de La Laguna. Alberto Vieira. Vicepresidente del Centro de Estudios Históricos del Atlántico, CEHA, Madeira. John Everaert. Profesor de Historia Moderna, Universidad de Gante. Juan Sebastián López García. Profesor Titular de Historia del Arte, Escuela de Arquitectura de Las Palmas de Gran Canaria y Profesor Colaborador de la Universidad de Guadalajara, México. M.a Teresa Pérez Bourzac. Profesora Titular de Historia del Arte, Centro Universitario de Arte, Arquitectura y Diseño (CUAAD), Universidad de Guadalajara, México. Adela Fábregas. Profesora Titular de Historia Medieval y Licenciada en Filología Semítica, Universidad de Granada. SECRETARIO Juan Manuel Bello León. Profesor Titular de Historia Medieval, Universidad de La Laguna. CONSEJO ASESOR Antonio Bethencourt Massieu. (Catedrático Emérito de Historia Moderna, Centro de Humanidades «Millares Carlo», Las Palmas de Gran Canaria). Manuel González Jiménez. (Catedrático de Historia Medieval, Universidad de Sevilla). Ángel Luis Hueso Montón. (Catedrático de Historia del Cine, Universidad de Santiago de Compostela) Fernando Gabriel Martín Rodríguez. (Catedrático de Cine y de los Medios Audiovisuales, Brasil). Consuelo Naranjo Orovio. (Profesora Investigadora del Instituto de Historia del Centro de Ciencias Humanas y Sociales del CSIC). Alberto Vieira. (Vicepresidente del Centro de Estudios Históricos del Atlántico CEHA, Madeira). John Everaert. (Profesor de Historia Moderna, Universidad de Gante). Francisco Javier de la Plaza Santiago. (Catedrático de Historia del Arte, Universidad de Valladolid). Gerardo Fuentes Pérez. (Profesor Titular de Historia del Arte, Universidad de La Laguna y Real Academia de BBAA de San Miguel Arcángel, Tenerife). Juan Sebastián López García. (Profesor Titular de Historia del Arte, Escuela de Arquitectura, Universidad de Las Palmas de Gran Canaria y profesor colaborador de la Universidad de Guadalajara, México). Silvano Acosta Jordán. (Licenciado en Bellas Arte y Restaurador, Puerto de la Cruz) Myriam Serck-Dewaide. (Historiadora del Arte. Directora General Honoraria del Institut Royal du Patrimoine Artístique (IRPA), Bruxelles). M.a Teresa Pérez Bourzac. (Profesora Titular de Historia del Arte, Centro Universitario de Arte, Arquitectura y Diseño (CUAAD), Universidad de Guadalajara, México). Adela Fábregas. (Profesora Titular de Historia Medieval y Licenciada en Filología Semítica, Universidad de Granada). José Manuel Rodríguez Pérez. (Arquitecto, Santa Cruz de Tenerife). M.a Adelaide Miranda. (Profesora Titular Emérita do departamento de Historia da Arte, Universidade Nova de Lisboa, Portugal) Percival Tirapeli. (Profesor Titular de Historia del Arte, Instituto de Artes-Universidade Estadual Paulista, Brasil).

EDITA Servicio de Publicaciones de la Universidad de La Laguna Campus Central. 38200 La Laguna. Santa Cruz de Tenerife Tel.: +34 922 31 91 98 DISEÑO EDITORIAL Jaime H. Vera Javier Torres/Luis C. Espinosa PREIMPRESIÓN Servicio de Publicaciones ISSN: 0213-9472 Depósito Legal: TF 233/1993 Prohibida la reproducción total o parcial de esta obra sin permiso del editor.

Revista de

HISTORIA CANARIA 196

Servicio de Publicaciones

UNIVERSIDAD DE LA LAGUNA, 2014

REVISTA de Historia Canaria / Departamento de Historia e Historia del Arte. —Nº 117 (1957)—. —La Laguna: Universidad, Servicio de Publicaciones, 1957— Anual. Hasta Nº 170: trimestral. Hasta 1984 es responsable la Facultad de Filosofía y Letras. Es continuación de: Revista de Historia (1924-1956) ISSN: 0213-9472 1. Arte-España-Canarias-Historia-Publicaciones periódicas 2. Lingüística-Publicaciones periódicas 3. Literatura española-Canarias-Publicaciones periódicas 4. Canarias-Historia-Publicaciones periódicas 964.9(05) 7(649)(05) 806.0(649)(05) 82(649)(05)

NORMAS DE PUBLICACIÓN La Revista de Historia Canaria, heredera de la Revista de Historia creada en 1924, es una publicación que actualmente edita el Secretariado de Publicaciones de la Universidad de La Laguna con una periodicidad anual. Como su nombre indica, en ella se da cabida a trabajos de índole histórica, de Historia del Arte, edición de documentos, reseñas, etc., especialmente referidas al pasado del Archipiélago. Las personas interesadas en publicar sus artículos en la Revista de Historia de Canarias deberán tener en cuenta las siguientes normas de edición: –  Los originales se pueden remitir a lo largo de todo el año y se ordenan cronológicamente, según su recepción, para evaluación y publicación. –  Los trabajos se remitirán al Director/ra de la Revista (Departamento de Historia del Arte o Departamento de Historia, ambos en la siguiente dirección: Facultad de Geografía e Historia. Campus de Guajara. Universidad de La Laguna. La Laguna (Islas Canarias). Irán precedidos de una hoja en la que figuren: a) b) c) d) e)

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–  Se recomienda que los artículos tengan un máximo de 30 folios a 1,5 de interlineado, incluyendo las notas, gráficos, fotografías, cuadros, etc. Para las reseñas, se recomienda un máximo de cinco folios a espacio y medio, incluidas las notas, si las hubiese. –  Se acusará por correo electrónico al autor o autores la recepción del artículo. –  Los artículos remitidos para su publicación han de ser originales, inéditos y no estar aceptados para su publicación por ninguna otra entidad. Se enviarán en soporte informático (CD) y en los programas de procesamiento de textos habituales (Word, Word Perfect, OpenOffice). Al ejemplar informático le acompañará siempre una copia en papel. –  Los trabajos recibidos en la dirección postal señalada será evaluados por los miembros del Consejo Editorial y del Consejo Asesor. –  Antes de iniciar el texto del artículo, se especificará el título y se escribirá un breve resumen (10 líneas max.) del trabajo en la lengua en que esté escrito el artículo. Ese mismo resumen y el título también se harán en inglés (abstract), con indicación en ambos casos de las palabras clave (key words). –  Tipo de letra: Times New Roman, cuerpo 12, salvo las notas y las citas textuales con sangrado, que deben estar en tamaño 10 y en interlineado sencillo.

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SUMARIO/CONTENTS

11

Los exvotos en Tenerife. Vestigios materiales como expresión de lo prodigioso (ii) / The Ex-voto in Tenerife. Material remains as an expression of the Wonder (ii) José Manuel Padrino Barrera................................................................................................................

29

Retablos desaparecidos en el santuario del Cristo de Tacoronte / Altarpieces eliminated in sactuary of the Christ from Tacoronte Antonio Marrero Alberto............................................................................................................................

61

Política archivística: definición, alcance y modelo de análisis / Archival politic: definition, exent and model of analysis Victor M. Bello Jiménez...............................................................................................................................

75

De la cabaña rústica al templo Barroco: los jesuitas y las artes en La Orotava (y iv) / From the rustic cabin to the baroque temple: the Jesuits and the Arts in La Orotava (y iv) Jesús Rodríguez Bravo....................................................................................................................................

95

El «pleito de los naturales» y la asimilación guanche: de la identidad étnica a la identidad de clase / The «Pleito de los Naturales» and the assumption of ethnic class identity by the guanches Sergio Baucells Mesa........................................................................................................................................

139

Planes de invasión de las Islas Canarias en 1898 / US plans for invasión of the Canary Islands, 1898 Amós Farrujía Coello......................................................................................................................................

161

SUMARIO / CONTENTS

La memoria privada de los escribanos públicos de Tenerife depositada en su documentación pública / The private memory of Tenerife based historical solicitors deposited in its public documentation Lorenzo Santana Rodríguez....................................................................................................................

7

ARTÍCULOS / ARTICLES

Una ayuda inesperada. La decisiva intervención del duque de Medina Sidonia en la conquista de Tenerife y Melilla (1496-1497) / An inexpected help. The decialve intervention of the Duke of Medina Sidonia in the conquest of Tenerife and Melilla (1496-1497) Mariano Gambín García...........................................................................................................................

185

DOCUMENTOS / DOCUMENTS

SUMARIO / CONTENTS

8

Nuevos documentos de la Chancillería de Granada relativos al litigio del conde de La Gomera con don Álvaro de Fuentes / Documents from the Chancillería of Granada concerning the litigation between the Conde de La Gomera and don Álvaro de Fuentes Ana Viña Brito......................................................................................................................................................

207

ARTÍCULOS

LA MEMORIA PRIVADA DE LOS ESCRIBANOS PÚBLICOS DE TENERIFE DEPOSITADA EN SU DOCUMENTACIÓN PÚBLICA Lorenzo Santana Rodríguez Resumen Los escribanos públicos de la isla de Tenerife dejaron en sus protocolos anotaciones de carácter histórico y social. Estas se constituyen en una fuente documental válida en tanto en cuanto se tenga en consideración el ámbito reducido para el que estaban destinadas. Palabras clave: escribanos públicos, notas históricas, poemas, dibujos. Abstract

El uso de los protocolos notariales como fuente histórica no ha de detenerse necesariamente en el estudio de la documentación de carácter público que por su propia naturaleza contienen, sino que puede extenderse también a las anotaciones de carácter privado que los notarios, y sus oficiales y amanuenses, escribieron en ellos, como bien señala Reyes Rojas para el caso de los sevillanos: Un ejemplo de ello son estas notas marginales, que nos hablan de vivencias personales, de la percepción de la realidad por parte de los escribanos como profesionales de la escritura y de sus amanuenses como aprendices. Es, por tanto, una práctica personal y voluntaria de escritura dentro de un libro en el que sus asientos se realizan de forma reglada1.

Aunque pueden ser utilizadas como fuente histórica, es necesario no perder de vista, para su correcta contextualización, una característica de estas anotaciones, tal como señala esta misma autora:

Revista de Historia Canaria, 196; abril 2014, pp. 11-28; ISSN: 0213-9472

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«The private memory of Tenerife based historical solicitors deposited in its public documentation». The public notaries Tenerife island left in its protocols annotations historical and social character. The title provides a source document valid as long as it takes into consideration the limited scope for which they were intended. Key words: public notaries, historical notes, poems, draws.

(...) no se dejan por escrito para que sean leídas por un público amplio, ya que los documentos notariales estaban custodiados por sus propios artífices y tan sólo podían ser consultados por los miembros del grupo, el cabildo de los escribanos públicos, y ello con una autorización legal2.

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Se trata, en suma, de anotaciones destinadas a un círculo reducido, y de acceso controlado y restringido. Esto no implica necesariamente el que su contenido haya de ser necesariamente delictivo o peligroso para su autor, pero sí que podría ser el caso de la primera de las anotaciones que damos a conocer en este trabajo. Se encuentra de manera aislada, escrita en latín, y sin relación con ningún documento o minuta en el vuelto de una escritura otorgada a María de las Hijas en la villa de San Cristóbal de La Laguna el 16 de abril de 1516: «Christi [f]idelibus pauperibus vnum hospit[alis(?)] construeretur eis eis non parum»3; y cuya traducción vendría a ser: «Ellos construyeron un hospital para los pobres creyentes cristianos, por tanto no son poca cosa». Esta frase, de puño y letra de Antón de Vallejo, escribano público y mayor del Cabildo de la isla de Tenerife, como se deduce del cotejo de la caligrafía, ha de ponerse en relación con la fundación y construcción del hospital de Nuestra Señora de los Dolores de la ciudad de La Laguna, que en esas fechas Martín de Jerez y sus cofrades estaban llevando a efecto4. La segunda anotación a que nos referiremos corresponde al año 1639, y fue escrita en la portadilla de uno de los cuadernos que conforman el correspondiente protocolo notarial del oficio de Los Realejos: Oy, jueues en la noche, que se contaron catorze de el mes de abril de mill y seiscientos y treinta y nueue años, auiéndose enbarcado en el puerto de Garachico para la ysla de La Palma Su Señoría el Señor don Luis Fernández de Cordoua Arçe, general destas islas de Canaria, y presidente de la Real Audiençia en vn nauío que avía venido del reyno de Nápoles a Conrrado de Brier, auiéndose enbarcado en él el dicho señor general5 se alsaron con él, y el Sargento mayor desta ysla i otros caualleros. (Rúbrica de Juan Alonso Romero, escribano público)6.

1   Rojas García, Reyes (2004): «La memoria de lo privado en lo público: los escribanos públicos sevillanos», Historia. Instituciones. Documentos, 31, p. 577. 2   Ibídem, pp. 577-578. 3   AHPT: Sección histórica de protocolos notariales, 7, f. 200v. 4   González Yanes, Emma (1955): «Las primeras entidades de asistencia pública de Tenerife», Revista de Historia, 109-112, pp. 30-88. 5   Tachado: p. 6   AHPT: Sección histórica de protocolos notariales, 3.599, portadilla del 7º cuaderno, entre los folios [359] y 360. Este cuadernillo abarca desde febrero hasta mayo de 1639, lo que implica que la nota que estudiamos es coetánea a la redacción y composición del mismo.

7   Viera y Clavijo, José de (1776): Noticias de la Historia General de las Islas de Canaria, iii, Madrid, Imprenta de Blas Román, pp. 228-231. 8   Fernández de Béthencourt, Francisco et alter (1967): Nobiliario de Canarias, t. iv, La Laguna, J. Régulo, pp. 893-897. Rodríguez Yanes, José Miguel (2004): «Comercio y comerciantes flamencos (1560-1630). Algunos ejemplos de mercaderes», Flandes y Canarias. Nuestros orígenes nórdicos, t. i, La Laguna, Centro de la Cultura Popular Canaria, pp. 304-315. 9   Rumeu de Armas, Antonio (1991): Canarias y el Atlántico. Piraterías y ataques navales, t. iii, Canarias, Viceconsejería de Cultura y Deportes, p. 65. Rodríguez Yanes, José Miguel, art. cit. 10   Romeu Palazuelos, Enrique (1981): Biografía de Viera y Clavijo a través de sus obras. Santa Cruz de Tenerife, Aula de Cultura, Cabildo Insular de Tenerife. 11   AHPT: Sección histórica de protocolos notariales, 2.292, ff. 114v-115r. 12   Rodríguez Yanes, José Miguel, art. cit., pp. 309-312.

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Este episodio es recogido y narrado con cierta extensión por Viera y Clavijo7, aunque no hace referencia a que el barco le hubiese venido a Conrrado de Brier, mercader flamenco asentado en Garachico, y de quien procede el tronco de la familia de dicho apellido, que enlazaría con los Ponte, constituyéndose así en una de las familias que formaban la oligarquía de Tenerife8. Este detalle tampoco ha sido reflejado por historiadores posteriores9. El silencio, si acaso no fuera desconocimiento, de este detalle por parte de Viera y Clavijo tiene fácil explicación en la diferencia de ámbitos, pues mientras él escribía para el público en general —y en especial para congraciarse con la oligarquía canaria10, para lo cual hubiera sido inapropiado enemistarse con la familia Brier sacando a colación la relación del fundador del tronco familiar en aquel incidente—, al escribano Juan Alonso Romero no le suponía ningún perjuicio anotarlo en un lugar al que sólo podía acceder el reducido grupo de personas que se movían dentro de su escribanía de Los Realejos. Hemos intentado documentar la relación apuntada por el escribano, y aunque encontramos que el capitán Conrado de Brier se encontraba en Garachico en esa fecha, pues el propio día 14 de abril de 1639 otorgó allí un recibo a favor de Juan Tarner, mercader inglés11, no nos ha sido posible documentar su relación o no con dicho buque, explicitada por la nota. Sin embargo, sí está documentado que Nápoles entraba dentro de su acción mercantil, remitiendo allí para su venta orchilla, cebada, azúcar y otras mercancías12. El no haber localizado una fuente coétanea que recoja este detalle nos permite traer a colación un aspecto sumamente importante en la consideración de fuente documental válida que le estamos atribuyendo a estas anotaciones, y es que esta cualidad no se debe entender en tanto que asumamos la información que aportan como datos a incorporar sin más al discurso histórico, sino que, al igual que sucede con las demás fuentes históricas de carácter documental, la historicidad se debe atribuir únicamente al hecho de su redacción y a la intencionalidad redaccional, lo que constituye su formalidad, pero no en cuanto a su materialidad, que debe ser apreciada, juzgada y contextualizada. Pues incluso una mentira plasmada en una escritura pública constituye un dato útil para el historiador, en la medida que se pueda entender el contexto y la intencionalidad que la generó.

La existencia de noticias de esta misma índole, anotadas en los espacios en blanco, también ha sido señalada en Gran Canaria, como es el caso de un relato sobre una incursión de piratas moros en 1628, que se localiza en un protocolo notarial de Telde13. La tercera nota a considerar la hemos localizado en un protocolo notarial del año 1630, escrita al final de un folio en blanco, y que por su data se verifica fue escrita siglo y medio más tarde de su cierre:

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El día domingo 2 de julio de este año de 1787 se hurtó en San Pedro de Daute la lámpara de plata, que su peso eran 30 libras, y se halló un delinquente en casa de Francisco Gonzales de Aseuedo haciendo ebillas. El delinquente fue oy 7 para La Laguna y Francisco está preso. No se saue las resultas14.

El protocolo en el que se halla inserta esta anotación corresponde al oficio primero de Garachico, que en la fecha en que está datada, 1787, estaba a cargo del escribano público Ignacio Artacho Ramírez. De ello se deduce que alguien con acceso a los protocolos custodiados en el oficio de este escribano cogió el del año 1630 y utilizó una hoja en blanco para hacer la anotación que estamos analizando. Al intentar identicar a esta persona sólo contamos con las pistas de su caligrafía y de su relación con el oficio primero de Garachico. Para lograr su identificación, según estos indicios, consultamos el protocolo de 1787 correspondiente a este oficio15, y pudimos comprobar que en el mes de julio del dicho año hay escrituras públicas redactadas por la misma mano que la nota que nos ocupa, y en las que actúa siempre como testigo don Fernando Antonio Artacho y Suárez, lo que nos lleva a sospechar no sólo que éste fue el autor material, sino que ejercía de escribiente en dicha escribanía pública. La gravedad del hecho, un hurto sacrílego, justifica el deseo del escribiente por dejarlo reflejado entre los papeles viejos de la escribanía en que trabajaba. El robo de esta lámpara de plata de la iglesia parroquial de San Pedro Apóstol del lugar de San Pedro de Daute nos es conocido por unos autos incoados dos meses después, en septiembre de 1787, en Garachico y en el Puerto de la Cruz16, con la intención de averiguar si cierta plata majada que se había intentado empeñar podía corresponder a la misma, tal como algunos sospechaban. De ellos se colige que, efectivamente, la lámpara en cuestión había sido robada, tal como dice la nota inserta en el protocolo notarial, y que los acusados,

  Santana Pérez, Germán, Pérez Herrero, Enrique y Pérez Hernández, Noelia (2011): Documentos y estudio sobre el corsarismo en Canarias (Descripción archivística, transcripción y edición facsímil, Las Palmas de Gran Canaria, Beginbook, Gobierno de Canarias, pp. 69-72. 14   AHPT: Sección histórica de protocolos notariales, 2.109. Esta anotación se encuentra en un folio en blanco al final del protocolo. 15   AHPT: Sección histórica de protocolos notariales, 2.176. Este protocolo carece de foliación. 16   Anexo documental, 1 y 2. 13

La memoria escrita también se manifestaba en ocasiones en formas poéticas, como ya ha señalado para el caso de los protocolos tinerfeños Cioranescu19, entre otros poemas, publicó uno inserto en un protocolo de Garachico del año 1542, pero que data como compuesto y escrito en 1567, pues en él se hace alusión a la llegada del gobernador Francisco Mexía 20. El valor como fuente histórica de estas composiciones poéticas «notariales» también ha sido señalado para los de la isla de Gran Canaria, haciendo notar el interés socio-histórico de algunas de ellas21:

  Lo identificamos por su caligrafía.   AMLL, oficio 1º, libro 1º, f. 570v. Publicado por: Serra Ràfols, Elías y de la Rosa, Leopoldo (1965): Acuerdos del Cabildo de Tenerife, vol. iii, 1514-1518, La Laguna, Instituto de Estudios Canarios, p. 63. 19   Cioranescu, Alejandro (1959): «La musa de los escribanos», Estudios Canarios, 4, pp. 45-51. 20   Ibidem, p. 49. 21   Lobo Cabrera, Manuel y Arencibia Santana, Yolanda (1993): «Protocolos grancanarios y poesía», Anuario de Estudios Atlánticos, 39, pp. 649-665. 17

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Ayer, Viernes Santo, 24 de marzo de 1758, le dio a D. Lucas Pérez, escribano de Cabildo y público, como perlecía o apoplexía. Estava algo malo, levantose y diole dicha enfermedad. Es muy buen hombre, muy sosegado. Por ser escribano de cabildo digo aquí esto. Muy desinteresado. Murió sin hablar más desde que le dio el asidente, el lunes de Pascua, a las onse, y lo enterraron miercoles a las onse, por el pleito entre la parroquia de la Consesion, San Francisco y frayles de San Agustín, en su sepulcro debaxo del coro en San Francisco18.

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de quienes no se dan los nombres, todavía estaban presos: «A cuio tiempo preguntó que en qué paravan los de la lámpara de San Pedro, y les dixo que todavía presos». Aunque en estos autos no se mencionan expresamente las identidades de las personas detenidas bajo la acusación del robo, al señalar como indicio acusatorio que la que intentó empeñar la plata, Antonia, vecina del Puerto de la Cruz, que vendía ropa, «tenía conocimiento con Francisco González, platero», podemos plantear la identificación de este platero con el Francisco González de Acevedo en cuya casa se estaba convirtiendo la plata de la lámpara en hebillas. En general observamos en las escribanías públicas de Tenerife una aparente ausencia de notas de carácter privado o familiar, frente a la presencia de otras de carácter de crónica y de trascendencia colectiva, cómo es el caso de las tres que hemos recogido y analizado aquí. Sin embargo, alguien ajeno al mundo profesional de las escribanías públicas, el regidor José de Anchieta y Alarcón17, escogió un espacio en blanco del oficio primero del Cabildo de Tenerife, concretamente entre las sesiones celebradas los días 8 y 12 de enero de 1515, para insertar una nota de carácter biográfico sobre un escribano público, por considerar, como él mismo cuidó de manifestar, que era el lugar idóneo para ello:

El interés que para la investigación guardan los protocolos no se limita, sin embargo, al contenido estricto de esos textos por muy ricos que éstos sean, pues también se abre a través de ellos la posibilidad de conocer y estudiar otros aspectos tangenciales inmersos, sin embargo, en los registros, aun cuando no aparezcan recogidos en los distintos tipos documentales. Nos referimos en concreto a la poesía 22.

Dentro de estas poesías, esparcidas por los protocolos notariales, nos encontramos con algunas que, aunque no se refieran a hechos o sucesos concretos, son testimonios preciosos para el estudio de las mentalidades al ilustrar aspectos poco o difícilmente documentables, como es el caso de la que a continuación recogemos, y que se localiza en un protocolo del oficio séptimo de La Laguna, correspondiente a los años 1604 y 1605, convenientemente firmada, rubricada y fechada: Ninguna por ser morena desdeñe de su color ni lo tenga en disfauor que mi Dios ansí lo ordena. La blanca con la calor luego se para marchita. La morena resusita y se le abiba el color. No lo tenga en disfauor que esa es la perfeta y buena.

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Matheo Denis Villalobos (rúbrica). 4 julio 1624 años. Por la mañana, a la 923.

Así, en forma poética, Mateo Denis Villalobos nos dejó testimonio de las ventajas de las mujeres de raza negra sobre las blancas en cuanto a su preferencia inconfesable por parte de los varones de su época. Hemos intentado infructuosamente identificar a este personaje, y cuál era su relación con esta escribanía, pero desafortunadamente en el correspondiente protocolo del oficio séptimo de La Laguna falta el año 1624, en el cual fue redactado el poema que nos interesa, tal como reza su data 24; y tampoco hemos logrado recabar noticias en los años anteriores y posteriores, en los que se observa, a la luz de las escrituras públicas conservadas, poca actividad en esta escribanía. Sin embargo, conviene considerar que la memoria privada de los escribanos en la documentación pública no se reduce y agota en la escrita, sino que también se plasma en la gráfica, por lo que también hemos de tomar en consideración los

  Ibidem, pp. 650-651.   AHPT: Sección histórica de protocolos notariales, 1.025, f. s.n. al final del abecedario. 24   Ibidem, 1.031. 22 23

Fiel reflejo de esta presencia son los dibujos de barcos que incluimos en esa publicación, todos están extraídos del fondo de Protocolos notariales y con sus trazos toscos decoran las hojas en blanco que servían de separación a los cuadernillos de los protocolos notariales. Es sumamente revelador el hecho de que con ellos intentaran los escribientes aliviar el tedio de las horas muertas en su escritorio, y, plasmando la entrada y salida de barcos que tenían ante sus ojos, o fabulosos y aguerridos galeones, imaginaban quién sabe qué aventuras y viajes, quizá una nueva vida en Las Indias...27

  AHPT: Sección histórica de protocolos notariales, 636, f. s.n. antes del 223.   AHPT: Sección histórica de protocolos notariales, 629, f. 178r. 27   AA. VV. (2000): Documentos para la historia de Canarias. V. Navíos y gente de mar. Siglos xvi- xvii, Archivo Histórico Provincial de Santa Cruz de Tenerife, Islas Canarias, Viceconsejería de Cultura y Deportes, p. 11. 25

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dibujos que encontramos en los protocolos notariales, a manera de grafittis, con la prevención de que debemos distinguir entre los que recogen las imágenes que se presentan ante ellos y sus escribientes en la vida diaria, con lo que serían testimonios biográficos, y aquellos en los que se limitan a copiar o recrear imágenes ajenas a ellos. En este segundo grupo entrarían imágenes como la de Hércules luchando con la hidra de siete cabezas, que encontramos en un protocolo notarial del año 1552, correspondiente a uno de los oficios de La Laguna (lámina 1)25, con el cual el escribiente de turno plasmó el correspondiente relato de la mitología griega, y que refleja la repercusión cultural de este mito, pero en absoluto una vivencia vital de su dibujante. Este sería también el caso, remitiéndose a leyendas contemporáneas a su plasmación, de otro dibujo que se ubica en una escritura notarial del año 1545, otorgada en la ciudad de La Laguna. Adorna la letra capital con la que se inicia el texto, y representa un barco en un segundo plano, mientras que en el primer plano vemos un árbol que da ojos humanos por frutos (lámina 2)26, lo cual nos remite a los relatos de la época de los grandes descubrimientos geográficos. No obstante la dificultad que en primera instancia se plantea a la hora de distinguir, grosso modo, entre estas dos categorías de imágenes, ya se han publicado algunas que fueron dibujadas en los protocolos notariales de Tenerife, y que han sido presentadas por sus recopiladores como correspondientes a objetos y sucesos que los escribanos públicos y sus escribientes tuvieron ante sus ojos, y que en razón de ello se pueden analizar y estudiar como expresiones de su memoria privada y, en consecuencia, como fuente histórica. La aportación más destacada en este campo ha sido la llevada a cabo por el personal del Archivo Provincial de Santa Cruz de Tenerife, al publicar una serie de dibujos de barcos que fueron ejecutados en los protocolos notariales de Garachico del siglo xvi:

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Uno de estos dibujos, realizados en esas «horas de tedio» para reflejar algo que se había visto, y del cual ya dimos noticia en otra ocasión, se encuentra en un protocolo notarial de La Orotava correspondiente al año 1624 . Aunque carcomido por los insectos xilófagos, que tantos estragos han causado en la documentación del valle de Taoro, este dibujo a pluma parece representar un altar de descanso para la procesión del Corpus Christi (lámina 3)28. Bajo un arco rematado con una cruz se halla colocada una custodia monumental, adornada con flores y ramas. En la parte que correspondería a la sagrada forma vemos una representación suya, con el anagrama de Jesús, coronado por una cruz. En su parte inferior se aprecia un espacio en blanco, rodeado por una cenefa, lo que podría ser el cojín donde se colocaría la auténtica custodia. El dibujo parece ser de época, y la tinta es como la usada en los documentos del protocolo, por lo cual podríamos estar ante una representación de un altar de descanso de los empleados en el procesión del Corpus de La Orotava en aquella época. Así, los miembros del oficio del escribano Francisco Bienvenido podían verlo en la vía pública durante esa celebración29. Carecemos de restos o representaciones de estas manifestaciones de arte efímero, por lo que lo consideramos como un ejemplar único en su categoría. El segundo escollo que presenta el estudio de estos testimonios gráficos, tras el de su correspondencia o no con experiencias vitales de sus dibujantes, es la de su cronología, pues por su misma naturaleza de grafittis carecen de datación, es decir, no van acompañados de una anotación que indique su fecha y autor. Por convención metodológica aceptaremos que si no parece haber diferencias substanciales a simple vista entre la clase de tinta y de trazos con los del documento en el que se hallan insertos se puede dar como fecha inicial de su datación la de ese documento, pero sin olvidar que no podremos asegurar que el dibujo y el documento sean coetáneos. En este caso daremos como fecha aproximada la del protocolo en el cual se localiza, pues fue en ese momento cuando una vez adquiridas las resmas de papel nuevo se doblaron y cosieron para formar los cuadernillos en los que se redactarían los documentos notariales. Si más adelante quisiéramos saber si realmente es coetáneo del documento, sería necesario un análisis químico-físico que pudiera despejar las dudas. Hay ocasiones en que no parece factible determinar a priori la cercanía del amanuense al objeto representado en los espacios en blanco de los protocolos notariales. Este es el caso de dos cometas plasmados en un protocolo notarial de Garachico

28   AHPT: Sección histórica de protocolos notariales, 2.818, portadilla del cuaderno 14 de escrituras públicas. Publicado por: Santana Rodríguez, Lorenzo (2003): «Apuntes sobre los altares efímeros en el Corpus de La Orotava», Noticias. El Museo Canario, 8, pp. 16-18. 29   Cuando dimos a conocer este dibujo, también explicamos algunos detalles inéditos sobre la celebración de las procesiones del Corpus Christi en La Orotava: Santana Rodríguez, Lorenzo (2003): art. cit.

30   AHPT: Sección histórica de protocolos notariales, 2.291, portadilla del 2º cuaderno de poderes del año 1638. 31   El de la parte superior ha perdido el dibujo del interior de la cabeza por la rotura del papel, ocasionada por la oxidación de la tinta, y el posterior desprendimiento del correspondiente trozo de papel, que no hemos podido localizar. 32  Cf.: Sebastián, Santiago (1992): Iconografía el Indio Americano. Siglos xvi-xvii. Madrid, editorial Tuero. 33   Santana Rodríguez, Lorenzo (2012): «Imágenes canarias de indígenas americanos del siglo xvi», suplemento La Prensa del diario El Día de 21 de abril, Santa Cruz de Tenerife. 34   AHPT: Sección histórica de protocolos notariales, 386, portadilla antes del f. 56.

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del año 1638 (lámina 4)30. Observamos en estos dibujos dos representaciones de este fenómeno celeste, con sus cabezas31 y las características colas que se abren en abanico. ¿Los contempló su autor en los cielos de Garachico?, o ¿los copió de algún libro o grabado llegado de fuera del Archipiélago? Es esta una cuestión que sólo una investigación que excede el marco del presente trabajo podría intentar solventar. Hay otras ocasiones en que siendo posible dilucidar que las escenas representadas no tuvieron lugar en Canarias, y que muy posiblemente el amanuense las copió de una fuente llegada de otro lugar, sin embargo se convierten en una valiosa información por las circunstancias que rodean su transmisión. Este sería el caso de tres dibujos que representan escenas procedentes de las Indias, por su rareza y la temprana fecha en que las datamos32, todos ellos procedentes de los protocolos notariales de la ciudad de La Laguna33. La primera imagen se encuentra en un protocolo notarial del año 1520, y nos muestra una escena en la cual vemos a un guerrero mesoamericano, provisto de una maza con protuberancias afiladas, que sería la macana azteca (machete o porra de madera con filo o puntas de obsidiana); y de un escudo pequeño redondo: el chimalli (confeccionado con madera o cañas entretejidas y una espesa cubierta de plumas); vestido con túnica corta y penacho sobre la cabeza, al parecer de plumas, dejando caer libres sus testículos y pene. Parece ascender por una loma hacia un animal cuadrúpedo situado en la cima, y al que se le ha figurado el pelaje con unas líneas trazadas con menos presión y tinta que las que configuran el perfil de su figura (lámina 5)34. Nuestro primer impulso sería muy posiblemente el de identificar aquí una escena de caza, en la que se estaría representando al cazador y a su posible presa. Sin embargo, ciertos detalles no avalarían esa interpretación, pues los útiles empleados no parecen cinegéticos, sino más bien bélicos, es decir, armas para el combate cuerpo a cuerpo y no los adecuados útiles de caza, que serían el arco y las flechas, más tratándose de un cuadrúpedo al que no habría ocasión de acercarse para usar la maza. Podríamos estar ante la representación de una escena de la mitología azteca, y el animal seria el coyote cubierto de pieles y plumas que representa al dios Tezcatlipoca, que se enfrentó a Quetzalcóatl, figurado en el guerrero, el cual lo expulsó del cielo, transformándolo en felino. Este Tezcatlipoca, aunque fuese el gran rival de Quetzalcóatl, el más importante de los dioses del panteón azteca, y hubiese sido

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vencido por éste, seguía siendo un dios muy poderoso, capaz de dar y quitar la vida. Era el patrón de los guerreros, y protector de embaucadores, ladrones y brujas, pues era la personificación del sol original. En el segundo dibujo, que se encuentra en un protocolo del año 1529, contemplamos a un guerrero mesoamericano, acaso azteca, representado con más precisión que en el caso anterior. Además de la macana y el chimalli, apreciamos con mayor detalle la túnica de algodón acolchado que le servía de coraza ligera, decorada con bandas horizontales onduladas, e incluso llegamos a ver la parte colgante de su taparrabo, que faltaba en el dibujo precedente (lámina 6)35. Este dibujo puede muy bien ponerse en correlación con los guerreros aztecas pintados en el Códice Mendoza, conservado actualmente en la Biblioteca Bodeleian de Oxford36. Debemos destacar la gran antigüedad de estos dos dibujos, pues recordemos que Hernán Cortés completó la conquista del imperio azteca entre los años 1519 y 1521, lo que los remite a una época coetánea a los primeros contactos con esa civilización, lo que significa que corresponderían al impacto que causaron las primeras noticias que sobre estos pueblos llegaron a Canarias y Europa. Podemos suponer, con la prueba gráfica que nos proporcionan estos dos dibujos, que algunos códices mexicanos llegaron a Canarias, junto con algunas piezas artísticas, como se ha documentado que estaba sucediendo en España e Italia. El tercer dibujo se encuentra en un protocolo notarial del año 1530, siendo más tosco que los dos anteriores. Representa a un indio, con unas pocas plumas en la cabeza, que armado con un arco y una flecha se dispone a acometer a un grupo de tres pavos reales, apuntando al más grande de todos (láminas 7 y 8)37. Correspondería a un ambiente selvático, como deducimos por la fauna representada, lo cual no nos permite relacionarlo con ningún documento gráfico originario del mundo indígena americano que nos sea conocido, con lo que la vía de trasmisión de la imagen nos plantea un problema por ahora sin respuesta. Se da la circunstancia de que los dos primeros dibujos se localizan en sendos protocolos del mismo escribano de La Laguna: Alonso Gutiérrez, lo que nos lleva a sospechar que es en él y en su entorno de escribientes donde radicaba el foco de recepción de las noticias sobre el mundo mexicano precolombino. En cuanto al tercer dibujo, el del cazador de pavos, se encuentra en la escribanía de Bernardino Justiniano, aunque hay que hacer la salvedad de que el protocolo en cuestión contiene mucha documentación de otros dos escribanos: Bartolomé Joven y el mismo Alonso Gutiérrez del que acabamos de hacer mención, siendo una cuestión a dilucidar a cuál de los tres perteneció originariamente. Recibido: 8-1-2014. Aceptado: 19-2-2014

  AHPT: Sección histórica de protocolos notariales, 396, f. s.n. después del f. 582.   Ross, Kurt (1985): Un inestimable manuscrito azteca. El Códice Mendoza. Barcelona,

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Serbal.

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  AHPT: Sección histórica de protocolos notariales, 614, f. suelto s.n.

Siglas AHPT: Archivo Histórico Provincial de Santa Cruz de Tenerife. AMLL: Archivo Municipal de La Laguna, Tenerife.

ANEXO DOCUMENTAL 1 1787, septiembre, 9. Garachico. Autos incoados para averiguar el paradero de la lámpara de plata robada en la iglesia de San Pedro de Daute. AHPT: Sección histórica de protocolos notariales, 2.451, doc. s.n. En el lugar de Garachico, en nueve de septiembre de mil septecientos ochenta y siete años, el señor don Alonso Benítes de Lugo, alcalde maior de este dicho lugar y partido de Daute, dixo que ha estas oras, que heran las dies de la noche, poco más o menos, andando de ronda se le dio quenta a Su Merced por Antonia del Rosario, muger de Matías Barroso, y vecina de este lugar, como a vnas mugeres del Puerto de La Orotava, que venden ropa, se les havía dado plata como majada, y con presuntas de que sería de la lámpara que hurtaron en la yglesia de San Pedro, y que las mugeres del Puerto hallan en este lugar. Devía mandar y manda que dicha Antonia declare quién son las mugeres, y cómo se llaman, y quando les vio llevar, para que éstas después lo declaren, y se aberigue la verdad de todo, y el paradero de la plata.

En el lugar de Garachico, en dies de septiembre de mil septecientos ochenta y siete años, para el efecto de tomarle la declarazión Su Merced hiso compareser a su presencia a Antonia del Rosario, muger lexítima de Matías Barroso, de quién fue resevido juramento, que hizo en forma de derecho, y so cargo de él prometió desir verdad. Y, preguntada al tenor del auto que da principio a esta dilixencia, dixo que Gerónima, la que vende ropa, que llaman la Cabrera, dixo anoche en conberzazión, en casa de la testigo, que a su casa, en el lugar del Puerto, de donde es vesina, cómo fueron a su casa a empeñarle vna poca de plata del modo de vn almirés ajado y negro, con otro pedaso más suelto, que a su pareser sería como cosa de vna libra. Y que quién la llevó a empeñarla fue Antonia, que asimismo vende ropa, y tiene vna hixa que llaman Visenta. Y que no se la empeñó. A cuio tiempo preguntó que en qué paravan los de la lámpara de San Pedro, y les dixo que todavía presos. Siendo esto lo que puede desir, y la verdad en fuerza del juramento hecho. Que es de edad de veinte y siete años. No firmó, porque dixo no saber. Firmolo Su Merced. De que doy fee. Lugo (rúbrica). Ante mí, Pheliz Antonio de Mendivil, escribano público (rúbrica).

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Alonso Benítez de Lugo (rúbrica). Pheliz Antonio de Mendivil, escribano público (rúbrica).

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Y así lo proveió, mandó y firmó, de que doy fe.

En dicho día, mes y año, Su Merced hiso compareser a su presensia a Gerónima Cabrera, vecina del Puerto de la Orotava, y muger lexítima de Juan Agustín de la Cruz, por medio de el ministro Christóval Taxo, de quién fue resevido juramento, que hiso según forma de derecho, y so cargo dél prometió desir verdad. Y preguntada al tenor del auto y sita de la comberzazión, dixo que Antonia de tal, vecina del Puerto de la Orotava, de donde ella lo es asimismo, muger que vende ropas, y madre de Vizenta, fue a su casa en dicho Puerto, habrá tiempo de tres meses, más que menos, a empeñarle vna poca de plata machacada, como echura de vn almirés, y renegrida; y otro pedaso suelto, que no ha memoria su hechura, que a su pareser sería como cosa de vna libra, porque no lo pesó, ni tampoco se la empeñó. Y que es cierto las combersasiones que sitan tubo con Antonia del Rosario, y que le dixo la referida, que le fue a empeñar la plata, tenía conosimiento con Francisco González, platero. Siendo esto lo que pasó y puede desir, y la verdad en fuerza de su juramento hecho. Que es edad de sinquenta y tres años, poco más o menos. No firmó porque expresó no saver. Firmolo Su Merced. De que doy fee. Lugo (rúbrica). Ante mí, Pheliz Antonio de Mendivil, escribano público (rúbrica).

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2 1787, septiembre, 12 y 13. Garachico y Puerto de la Cruz. Autos incoados para averiguar el paradero de la lámpara de plata robada en la iglesia de San Pedro de Daute. AHPT: Sección histórica de protocolos notariales, 2.451, doc. s.n. Don Alonso Benítes de Lugo, alcalde mayor de este lugar de Garachico y partido de Daute, etcétera. Hago saver al señor don Rafael de Lima y Ocampo, alcalde real del Puerto de La Orotava, como por noticias que tube de la plata que se andubo empeñando en dicho lugar del Puerto, hize tomar las declaraziones que acompañan a esta carta requistoria. Y respecto a que resulta haver sido quién la andubo empeñando vna muger de esa jurisdizión, que anda vendiendo ropas, llamada Antonia, que no saven su apellido, sólo si que tiene vna hixa que llaman Visenta. Y presisando el que se averigue si es dicha plata de la lámpara que hurtaron en la yglesia de San Pedro, se hase presizo el remitir a Vuestra Merced estas dilixencias y requisitoria para que se sirva haser las dilixencias que pueda a fin de saver de donde hubo la plata la tal mujer, quién o quienes se la dieron y su paradero, y en qué piesas la llevó. Que además de ser esto en servisio de vna co[s]a hurtada a dicha yglesia, yo al tanto m[e] ofresco siempre que a Vuestra Merced otra así se le ofresca. Garachico, y septiembre, doce de mil sep[tecientos] ochenta y siete años. Alonso Benítes de Lugo (rúbrica). Pheliz Antonio de Mendivil, escribano público (rúbrica).

En el Puerto de la cruz de la villa de La Orotava de Tenerife, en trece de septiembre de mil setecientos ochenta y siete años, el señor subteniente don Rafael Pereyra y Botello, alcalde real de este dicho Puerto y su jurisdición, en vista de la requisitoria antecedente, hiso comparecer a su precencia a Antonia de Avila, viuda de Bernardo López de Vergara, vecina de este lugar, de quién recivió juramento por Dios y la cruz, según derecho. Prometió decir verdad, y preguntada al tenor de dicha requisitoria, y sita que se le hace por el segundo testigo, dijo que abrá tiempo de tres meses, poco más o menos, que hallándose la declarante en cierto apuro se balió de Francisca Morales, mujer de Andrés Casañas, para que le prestase vna prenda para empeñarla. Que en efecto le dio vn cubo de plata, a manera de vn almirés, y vn tenedor con tres garjos, con lo que fue a algunas partes a empeñarlo en cuatro pesos, siendo vna de ellas a la casa de Gerónima Cabrera. Y no halló quién lo empeñase, por lo cual lo llebó Vicente López, su hija a la citada Francisca. Que todo es la verdad bajo su juramento. Es de edad de quarenta y tres años, no firma, porque dijo no sabe. Doy fee. Y advierte que dicho cubo era largo de arriba, y angosto de abajo.

Pereyra (rúbrica). Ante mí, Nicolás de Curras y Abreu, escribano público (rúbrica).

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En dicho día, Su Merced hiso pareser a su presencia a Francisca de Castro Morales, mujer de Andrés Casañas, de quién se recibió juramento por Dios y la cruz, según derecho, prometió de desir verdad. Y preguntada a tenor de la sita que se le hase dixo que es sierto su contenido. Y puso de manifiesto el cubo que se expresa, que se reduse a una jícara antigua, y un tenedor, todo de plata, que por su antigüedad y falta de uso está negro. Y que lo que lleba dicho es la verdad, so cargo de su juramento, y que es de edad de beinte y nuebe años. Y no firmó porque espresó no saber. Hisolo Su Merced conmigo. De que doy fee.

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Rafael Pereyra (rúbrica). Ante mí, Nicolás de Curras y Abreu, escribano público (rúbrica).

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Lámina 1.

Lámina 2.

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Lámina 3. 25

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Lámina 4.

Lámina 5.

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Lámina 6.

Lámina 7.

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Lámina 8.

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LOS EXVOTOS EN TENERIFE. VESTIGIOS MATERIALES COMO EXPRESIÓN DE LO PRODIGIOSO (II) José Manuel Padrino Barrera Historiador del Arte

Resumen Dentro del heterogéneo mundo de las ofrendas votivas, en el occidente cristiano existen dos tipologías bien definidas: las figuras de cera y las reproducciones de barcos a tamaño reducido. Los primeros, desterrados de la mayor parte de los templos de Tenerife —circunstancia que también se hace extensible al resto del territorio nacional—, y los otros, vinculados principalmente a recintos cultuales costaneros, conformando, en este sentido, una interesante nómina de ejemplares que actualmente encontramos dispersa por la geografía insular. En el presente texto expondremos los antecedentes de esta práctica devota y su desarrollo a lo largo de la historia tinerfeña, centrando nuestra atención en aquellas unidades que consideramos más interesantes, al ser objetos con una cualidad plástica explícita o por el hecho de estar vinculados a unos acontecimientos históricos concretos. Palabras clave: exvotos de cera, exvotos marítimos, barco votivo, maqueta, religiosidad popular.

«The Ex-voto in Tenerife. Material remains as an expression of the Wonder (ii)». Within the heterogeneous world of votive offerings, in the Christian West there are two distinct types: wax figures and reproductions of small size boats. The first, banished from the majority temples of Tenerife —circumstance also is extended to the rest of the national territory—, and the other, related from coastal cultic enclosures, and forming, in this respect, an interesting list of specimens currently scattered over the island. In this text we’ll present the history of this devout practice and development along Tenerife’s history, focusing our attention on those units that we consider most interesting, being objects with a expressive quality explicitly or by virtue of being linked to a specific historical events. Key words: wax ex-voto, naval ex-voto, votive ship, model kit, traditional religiousness.

1. INTRODUCCIÓN En el precedente artículo, aparte de abordar el estado de la cuestión en Canarias acerca del estudio de los exvotos, su definición, características, finalidad

Revista de Historia Canaria, 196; abril 2014, pp. 29-60; ISSN: 0213-9472

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Abstract

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y clasificación; en lo concerniente a las principales manifestaciones en Tenerife, nos centramos en los de tipo pictórico y en las figuras de metal. Una información que se completará en el actual texto, donde serán abordadas dos tipología específicas y con una carga simbólica más que evidente: las figuras de cera y las reproducciones de embarcaciones a tamaño reducido. Respecto a los primeros, los más comunes, su ofrenda ha estado tradicionalmente vinculada a los estratos más humildes de la sociedad, habida cuenta de lo económico de la materia prima que se utiliza para su confección. Sin embargo, ello no fue impedimento para que —en aras de una muestra de agradecimiento más intensa y expresada a través de un gasto más elevado—, el exvoto lo evidenciara en su tamaño y acabado, dando lugar a una pieza genuina y revestida de cierto valor estético. En la actualidad son pocos los templos que aún los exponen, es más, en unos casos parece que el tiempo se ha detenido, pues pese a formar parte de un repertorio importante de objetos votivos, la efigie destinataria ya no recibe este tipo de presentes con regularidad. No obstante, de su elocuente silencio se desprende la importancia que dichas ofrendas han tenido para una imagen sagrada determinada, la cual ha sido testigo de un cambio sustancial en un rito que hoy en día ha mutado hacia la ofrenda pecuniaria, floral o lumínica. Por otro lado, las reproducciones a tamaño reducido de veleros y barcos a motor que encontramos, principalmente, en recintos cultuales de costa, nos hablan de nuestra propia historia. Una historia vinculada al mar, ese gran azul que físicamente nos aísla y que a su vez actuó como única vía para acceder a otros territorios allende el horizonte, así como de personas que invocaron y agradecieron a entidades inaprensibles su ayuda por llegar indemnes a puerto seguro. Un tipo de exvoto atractivo en sus variadas formas, escaso en cuanto a su número y que también se ha visto sujeto a cambios sustanciales en lo que concierne a su ofrenda, como es el caso de compartir espacio con aquellas otras embarcaciones de pequeñas dimensiones y maquetas que son colocadas en recintos sagrados por pura escenografía, resultando una pieza ornamental. 2. FIGURAS REALIZADAS EN CERA La utilización de materias primas fácilmente moldeables para la confección de exvotos ya se prodigaba desde la Antigüedad. Conocidos son los repertorios que se almacenaban en santuarios helenos, etruscos y romanos, allí donde la cera y la terracota cobraban forma (ya en su color natural o policromados), para materializarse en la más variada suerte de figuras de naturaleza animal o humana (pies, cabezas, manos, brazos, vísceras, genitales, etc.)1.

 Véanse Perea Yérbenes, Sabino: «Exvotos sexuales. Una aproximación a la ‘Medicina Sagrada’ antigua a través de la epigrafía griega», en Erotica antiqua. Sexualidad y erotismo en Grecia y Roma, Signifer. Monografías y Estudios de la Antigüedad Griega y Romana, vol. 28, Madrid, 2007, 1

Con el transcurso de los siglos y la implantación del cristianismo en Occidente, esta práctica tomó carta de identidad, manteniéndose algunos aspectos del rito; pero, en el caso que nos ocupa, cambiando la entidad sobrenatural receptora 2, llegándose incluso a enaltecer su entrega frente a otro tipo de presentes más suntuosos3. En este sentido, podemos decir que el uso de la cera para la confección de exvotos se debe, principalmente:

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pp. 121-148; y Fabbri, Fabiana: «Votivi anatomici dell’Italia di età medio e tardo-repubblicana e della Grecia di età classica: due manifestazioni culturali a confronto», en Bollettino di Archeologia on line, Direzione Generale per le Antichità, Volume Speciale, Roma, 2010, pp. 22-32. [en línea]. Dirección URL: http://www.bollettinodiarcheologiaonline.beniculturali.it/bao_document/poster/4_FABBRI. pdf. [Consulta: 9 septiembre 2013]. 2   Un testimonio gráfico bastante significativo lo hallamos en el retablo de Sant Vincenç de Sarriá (Museu Nacional d’Art de Catalunya-Barcelona) de Jaume Huguet, en una de cuyas tablas aparece la efigie yacente del santo diácono dispuesta bajo numerosos exvotos (figurativos de cera y lámparas). En lo que respecta a la presencia y la representación de ofrendas votivas en la pintura gótico catalana, véase Llompart, Gabriel: «Aspectos folklóricos en la pintura gótica de Jaume Huguet y los Vergós», en Revista de Dialectología y Tradiciones Populares, Consejo Superior de Investigaciones Científicas, t. xxviii, 1972, pp. 39-54; asimismo, destacaremos el análisis específico que Pierre-André Sigal realizó acerca de la producción votiva en el Mediterráneo noroccidental entre los siglos xii y xv, a partir de un prolijo estudio de libros de milagros, vidas de santos y procesos de canonización. En su texto, el autor llegó a determinar el incuestionable protagonismo que en dicho periodo adquirió el exvoto de cera (84% de los objetos identificados), llegando, incluso, a establecer tres grupos específicos dentro de esta tipología: panes de cera bruta, velas, y, finalmente, manifestaciones figurativas (estatuas antropomorfas, figuras anatómicas representando una parte del cuerpo, y las imágenes de animales y de objetos diversos), véase Sigal, Pierre-André: «L’exvoto au moyen âge dans les régions du nord-ouest de la Méditerranée (xiie-xve siècle)», en Provence Historique, fascicule 131, tome 33, Fédération Historique de Provence, Marseille, 1983, pp. 14-31, [en línea]. Dirección URL: http:// provence-historique.mmsh.univ-aix.fr/n/1983/Pages/PH-1983-33-131_02.aspx [Consulta: 14 noviembre 2013]; paralelamente, ya Bocaccio exponía en su Decameron el hábito de ofrecer la propia efigie del donante en cera, costumbre que en la Florencia del Trecento era habitual entre los estratos sociales más populares, pues las clases acomodadas tenían la costumbre de remitir a los templos principales de la República armas, escudos y estandartes, en un alarde de ostentación y pública devoción en nombre de su comunidad, como así aconteció durante los brotes de peste negra de 1348 y 1365, véase Panzanelli, Roberta: «Una presencia innegable: efigies de cera en la Florencia Renacentista», en El Poder de las imágenes: Exvotos, ofrendas y otras prácticas votivas, Revista Sans-Soleil. Estudios de la Imagen, Centro de Estudios de la Imagen Sans Soleil (CEISS), vol. 5, núm. 2, Barcelona, 2013, pp. 77-78. 3   Al tratarse de piezas «...no menos agradables a los ojos de Dios, que las ricas preseas de los poderosos; porque los quilates de lo que se ofrece a Dios, se reputan por la pureza del corazon de quien lo dá, mas que por el valor que ha puesto la vana estimacion de los hombres...», véase Amada, José Félix de: Compendio de los Milagros de Nuestra Señora del Pilar de Zaragoza, Zaragoza, 1796, p. 159.

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–  Al hecho de tratarse de una sustancia cuya plasticidad a la hora de ser modelada, junto a la resistencia que presenta bajo determinadas condiciones ambientales, le permite ser trabajada con mayor facilidad que otros materiales al

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uso —metal o madera, p.e.4 —. Sin embargo, ello no fue impedimento para que, en aras de su consolidación estructural, se recurriese a otros elementos como el cartón, el papel maché, la madera, la caña, etc. –  A que cuando se le añade colorante o, simplemente, adquieren con el tiempo una generosa pátina, presentan una gran semejanza con la piel humana. Momento en el que entra en juego la idea de la mímesis en la pieza5 y razón ésta por la que efigies de personas o partes de su anatomía nunca dejan indiferente a quien tiene la oportunidad de contemplarlas6. –  Y, finalmente, debido a que se trata de una materia prima mucho más asequible7, a la par que reciclable, permitiendo su reutilización para la confección de

4   «...Es polivalente, reproducible y metamórfica, exactamente igual que los síntomas que debe representar por una parte, y conjurar por la otra. Ahora bien, en esta constante metamorfosis, nunca deja de afirmar esa identificación indestructible con su referente: permite, si lo podemos decir así, una ganancia carnal, de esa carne a la que imita tan perfectamente y a la cual torna tan obstinadamente... Esa carne que reemplaza y a la que hace subsitir; por semejanza, ciertamente, pero también por contacto, ya que se define como un material orgánico (una ‘carne’ maleable que misteriosamente procede del cuerpo de las abejas), y como consecuencia de que su plasticidad es resultado de esta ‘vida’ que le confiere el simple calor de nuestras manos...». Véase Didi-Huberman, Georges: Ex voto, Raffaello Cortina Editore, Milano, 2007, pp. 40-43. 5   Encontramos interesante el repertorio ejecutado por trabajadores de cera italianos o ceraiuoli, entre los que destacó la familia Benintendi, uno de cuyos miembros, Orsino di Nicolo, llevó a cabo bajo el asesoramiento de Andrea Verrochio tres imágenes votivas a tamaño natural de Lorenzo de Medicis, con las cuales el oferente pretendía dar gracias por su pronta recuperación tras la conocida «Conspiración de los Pazzi», en 1478. De hecho, es notorio destacar cómo una de dichas figuras vestía de forma idéntica al momento en el que el político y humanista sufrió el atentado, incluyendo las manchas de sangre. Con ello se subrayaba la deliberada intención, por parte del donante, de otorgar al objeto entregado una mayor semejanza respecto a su persona; pues con la verosimilitud icónica se buscaba —junto a la consabida función propagandística— una mayor eficacia en el acto votivo: en este caso el efigiado goza de buena salud gracias al milagro obrado y el exvoto es, en ese aspecto, testimonio fehaciente de ello. Sobre la credibilidad o retórica de la mímesis en la ceroplástica votiva, véanse Freedeberg, David: Verosimilitud y semejanza: «De la montaña sagrada a las figuras de cera», en El Poder de las imágenes, Cátedra, Madrid, 1992, pp. 264-268; y Panzanelli, Roberta: op. cit., pp. 76-90. 6   Y no es de extrañar, pues la visión de dichas figuras, de forma instantánea, nos provocan sensaciones muy dispares —donde la carga negativa está siempre presente— pero evocando la enfermedad y el dolor (ajeno o propio), más que por el hecho de que, en esencia, dichos exvotos son la confirmación palpable de una sanación. 7   Ahora bien, ello no fue óbice para que, en aras de una ostentación pública y personal, el devoto también pudiese equiparar su grado de agradecimiento con la entidad receptora del exvoto mediante un mayor desembolso económico que quedaría evidenciado en las dimensiones o en la calidad plástica del objeto ofrendado, lo que se materializaría en una efigie seriada a tamaño natural (véanse algunas promessas de cera que actualmente se dispensan en comercios de artículos religiosos de Portugal y que son depositadas en los santuarios más concurridos) o mediante la confección de una pieza genuina cuya opulencia se expresa en el tratamiento anatómico y los indumentos que la revisten (como es el caso de los voti in figura). Asimismo, se sabe que en Italia se encontraba el núcleo más sobresaliente de la representación verista de exvotos en cera y, aunque numerosos son los lugares de producción europeos, Florencia se perfiló como un centro de primer orden en su ejecución. De hecho, en el siglo xvi, la iglesia de la Santissima Annunziata atesoraba centenares de efigies a tamaño

otros exvotos u objetos vinculados al culto (candelas, cirios, blandones, agnusdéis, reliquias, etc.), poniendo de manifiesto su carácter trascendente al estar sujetos, muchos de ellos, a un ciclo de continua transformación o regeneración.

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natural acumuladas en la nave, pasillos laterales, galerías superiores y suspendidas del techo, vestidas según su rango y dispuestas cronológicamente y en orden decreciente de importancia, empezando por las más cercanas al altar. Véase Panzanelli, Roberta: op. cit., p. 79; de forma paralela, sobre el impacto que dicha «escenografía votiva» podía provocar en el visitante del templo, en un sentido visual menos congestivo, la iglesia de Santa María della Grazie en Mantua se perfila como un eco atenuado de dicha práctica. A este respecto, véanse Freedbeg, David: op. cit., pp. 182 y 264; y Daninos, Andrea: «Wax Figures in Italy. Outline for a story yet to be written», en Waxing Eloquent. Italian Portraits in wax [Catálogo de la exposición Avere una bella cera. Le figure en cera a Venezia e in Italia], Fondazione Musei Civici Venezia, Milano, 2012, p. 20. 8   Llegados a este punto, podemos suponer que el acto de entrega de un exvoto en unas circunstancias concretas encontró en Canarias un espacio idóneo para contribuir, igualmente, a su paulatina introducción en el Nuevo Mundo. No obstante, en la actualidad, la escasa presencia en América de piezas confeccionadas con cera, denota la predilección por el uso de otros materiales —como el metal, la madera y la escayola—, encontrando en Puerto Rico uno de los escasos lugares en los que subsisten algunos ejemplares elaborados con la sustancia que tratamos. Sin embargo, su progresiva desaparición y sustitución por los de factura metálica es consecuencia manifiesta de la preferencia de otras materias primas más resistentes frente al deterioro por la acción de agentes ambientales —como la humedad tropical— y/o biológicos —como es el caso de polilla de la cera (Gallería Mellonela L.)—. Véase Vidal, Teodoro: Los Milagros en metal y en cera de Puerto Rico, Ediciones Alba, San Juan de Puerto Rico, 1974, pp. 109-110. 9   La abundancia y aprovechamiento de los enjambres silvestres y abejeras en esta isla viene refrendado por la «temprana presencia de acuerdos municipales en relación a las mismas, así como su posterior conversión en propiedad del Cabildo sujeta a arrendamiento...». Véase Martín Hernández, Ulises y Lorenzo Perera, Manuel J.: Los colmeneros, historia y tradición en la isla de Tenerife. Estudio Histórico y Etnográfico, Excmo. Cabildo Insular de Tenerife, Tenerife, 2005, p. 11. 10   «...a causa que se saca de esta isla, ordenar que nadie saque ninguna corambre de cordobán, cera y sebo», véase Serra Ràfols, Elías y Rosa, Leopoldo de la: Acuerdos del Cabildo de Tenerife II (1508-1513), Instituto de Estudios Canarios, La Laguna, Tenerife, 1996, doc. 222, 13 de agosto de 1512, f. 328 r., p. 156; «...y asimismo el sebo y la cera; y pues en esta isla hay abundancia de todo ello, que se pregone que todos los que tienen, dentro diez dias lo vengan a manifestar y registrar; y los que lo tienen fuera de esta ciudad, hasta el día de Corpus, y no lo puedan sacar de esta isla», Serra Ràfols, Elías y Rosa, Leopoldo de la: Acuerdos del Cabildo de Tenerife iv (1518-1525), Instituto de Estudios Canarios, La Laguna, Tenerife, 1970, doc. 394, 22 de mayo 1523, f. 375, p. 203.

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En lo que respecta a Canarias, debido a que se trata de una práctica indisociable de la imagen sagrada, es lógico pensar que en Tenerife, como en el resto del Archipiélago, la implantación del cristianismo como religión oficial —tras el proceso de conquista— trajo consigo la propagación de la ritualística votiva, así como la del tipo de ofrenda que la acompañaba. De esta manera, las costumbres arraigadas en el continente europeo se extrapolaron a estas tierras y con ellos la industria que las surtía8. Además, en lo que concierne a la cera, ya desde inicios del siglo xvi se sabe que Tenerife estaba bien abastecida y que el Cabildo Insular velaba por su control9, evitando, en la medida de lo posible, su exportación10, recurriendo a su adquisición

en zonas excedentarias cuando la necesidad así lo requiriese11 y no dudando en ejercer una justicia punitiva con sentencias ejemplarizantes para quienes quebrantasen las ordenanzas y prohibiciones establecidas12. Asimismo, junto al uso doméstico, es evidente la importancia que la cera tuvo para el culto durante el Antiguo Régimen, quedando ya explicitada, a comienzos del siglo xvii, en las «Sinodales» de Cámara y Murga su importancia y consumo13. Un hecho que, siglos después, Álvarez Rixo refrenda, exponiendo igualmente el principal uso al que estaba destinada, las peculiaridades de esta materia prima en el Archipiélago y la importancia que poseían las importaciones de dicha sustancia en su época14. Sin embargo, no podemos dejar de lado otro referente en cuanto a la presencia de cera en la isla; pero, en este caso, vinculado a la introducción de una advocación mariana en época prehispánica y la posterior difusión de su culto. Unos hechos que quedarían singularizados a partir de la milagrosa aparición de cera en las costas de Tenerife15, así como la frecuente visión de un cortejo procesional de ángeles a lo largo del litoral de Güímar, Candelaria y Abona. Acontecimiento extraordinario e impregnado de un halo de sacralidad, a partir del cual fray Alonso de Espinosa, además de dejar constancia escrita de los acontecimientos referidos16, encontró en ellos un material de primer orden para enaltecer el culto a la Virgen de Candelaria y pregonar sus virtudes y portentos:

  «Porque hay necesidad de cera se manda libramiento para que el Bach. Belmonte sepa en Icode y Daute quién tiene cera y por tanto la tome para provisión de la isla» Serra Ràfols, Elías y Rosa, Leopoldo de la: op. cit., doc. 173, 3 agosto 1520, f. 119, p. 65. 12   «...ninguna persona del estado ni condición que sea non sea osado de castrar colmena salvaje, cera ni miel ni enxambre, so pena de cientaçotes, e que ninguna persona sea osada de comprar cera ninguna syn licencia de los deputados, para que sepa dónde prendió la dicha cera; e cualquier persona que lo conprare syn la dicha licencia yncurra en pena, por primera vez seyscientos mrs. para los propios e por la segunda mcc mrs. e por la tercera cientaçotes». Véase Serra Ràfols, Elías: Acuerdos del Cabildo de Tenerife i (1497-1507), Instituto de Estudios Canarios, La Laguna, Tenerife, doc. 302, 11 marzo 1503, f. 39 r., pp. 46-47. 13   «...mandamos, que porque la cera es uno de los mayores gastos de las Iglesias, si tuviere posibilidad, se compre en pan, y se labre, o si no, se compre a moderado concierto...», véase Cámara y Murga, Cristóbal: Constituciones Synodales del Obispado de Gran Canaria, Madrid, 1631, p. 169 v., Edición electrónica a cargo de la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria, Biblioteca Universitaria, Memoria Digital de Canarias, 2005. 14   «...la cosecha de este precioso material, aunque de calidad excelente, muy limitada en nuestras Canarias, con respecto al considerable consumo que hay para el culto divino, que es el principal uso á que la destinamos, entran partidas muy cuantiosas de fuera, que logran buen despacho». Véase Álvarez Rixo, José Agustín: Cuadro Histórico de estas islas de Canarias o noticias Generales de su estado y acaecimientos más memorables durante los cuatro años de 1808 a 1812. Estudio preliminar a cargo de Simón Benítez Padilla, Ediciones de Gabinete Literario, Las Palmas de Gran Canaria, 1955, p. 69. 15   Y bajo diversos aspectos (panes, gotas, restos de candelas), cuya enigmática aparición las transmutó en codiciadas reliquias dotadas de singulares propiedades. 16   «...se halla por la orilla de la mar gran cantidad de gotas de cera que de las procesiones que los ángeles hacen en honra de la Candelaria gotean, y yo doy fe que las he hallado y visto, y las tengo en mi poder y oído a otros muchos lo propio». Véase Espinosa, Alonso de: Historia de Nuestra Señora de Candelaria, Goya Ediciones, Santa Cruz de Tenerife, 1980, p. 65.

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Por este instrumento se echa de ver el cuidado que esta Señora de Candelaria tenía de proveer de cera para sus festividades, pues siempre esta cera parecía cuatro o cinco días antes de la fiesta de la Candelaria, que es la Purificación, para que hubiese lugar de hacer della candelas para su celebración. Y de aquí quedó en costumbre que todos lo años después de acá, se dan como por reliquia unas pequeñas candelas a los que vienen a esta santa casa, con las cuales ha obrado Dios Nuestro Señor, por los merecimientos de su madre, hazañas admirables, así apagando fuegos encendidos como aplacando tormentas furiosas de mar, echando las candelillas en ella, como en partos de mujeres o en truenos y relámpagos, y tempestades, encendiéndolas17.

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  Ibid., p. 69.   O en bruto, como las «diez libras de cera en pan» ofrendadas a la Virgen de la Misericordia de Catí (Castellón) por José Roda, tras salir indemne de una caída desde un puente. Véase Celma, Francisco: Historia del Santuario de Nuestra Señora de la Misericordia y de Fuente de la Vella, Valencia, 1759, p. 155; igualmente, dentro de la historiografía relacionada con la temática exvoto, durante la Edad Media, el denominado pain de cire brute se encontraba entre las ofrendas más humildes que se podían entregar a una entidad sagrada. Véase Sigal, Pierre-André: op. cit., p. 15. 19   Semejante al ofrecido por el cerero madrileño Juan Bautista Bernardo, en 1598, a Nuestra Señora de Atocha, por haber recuperado una remesa de cera blanca que le habían robado y con el peso «...de una arroba, como lo avia prometido, donde escrivio la merced que la Virgen le avia hecho». Véase Quintana, Jerónimo de: Historia del Origen y Antigüedad de la Venerable y Milagrosa Imagen de Nuestra Sa de Atocha, Madrid, 1637, p. 88. 20   Una práctica que desde el medievo se la conocía como contrapeso y mediante la cual el interesado que ha recibido la gracia depositaba como exvoto su peso o su medida en dicha sustancia. Véase M-Bautier, A.: «Typologíe des ex-voto mentionnés dans les textes antérieurs à 1200», Actes du 99 Congrès national des sociétés savantes, i. La pieté populaires au Moyen Âge, Paris, Bibliothèque nationale, 1977, pp. 262-281, citado por Didi-Hubermann, Georges: op. cit., pp. 73-79. 21   Como aconteció a una niña que volvió a la vida por intercesión de Santo Tomás de Villanueva y cuyos padres agradecidos al verla viva «...truxeron al sepulcro deste Santo la mortaja, y lo que pesó de cera, como auian ofrecido», véase Salón, Miguel Bartolomé: Vida y milagros del Islustrísimo y Gloriosísimo Padre de los Pobres Santo Tomás de Villanueva, arçobispo de Valencia, Madrid, 1670, p. 460. 22   Un ejemplo lo encontramos en el entregado al Santo Cristo de Burgos, en 1454, por la hermana de Francisco de Bilboa, aquejado de una pérdida del sentido a causa de la peste bubónica. Véase Hudobro, Pedro de: De los Milagros del Sancto Crucifixo, de San Agustín de la Ciudad de Burgos, Burgos, 1622, p. 46. 17

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En otro orden de cosas, junto a la entrega como exvoto de una figura de cera convenida, de cera sin labrar18, o un cirio determinado19, la costumbre «pesar a cera»20 es una modalidad de ofrenda votiva que, con frecuencia, suele aparecer reseñada en la variada relación de «vidas y milagros» de Cristos, Vírgenes y Santos, manifestándose esta singular expresión bajo dos aspectos bien definidos: por un lado, la entrega del peso de la persona en cera sin labrar21; o a través de la ofrenda de cirios, que en este caso pueden ser una unidad estipulada —con el tamaño, grosor o peso del donante o de una parte de su anatomía—, conocido también como estadal 22; o bien una

cantidad concertada de velas, cuyo número equivaldría al peso del devoto. Un hábito que, como era de esperar, también encontró su correspondencia en Tenerife23. Por otro lado, en Canarias, y particularmente en esta isla, la manufactura de exvotos de cera estuvo tradicionalmente radicada en los núcleos urbanos —vinculada a oficiales cereros y recintos conventuales24 —. De hecho, es interesante la relación mantenida, a finales del xix, entre la cerería de Lorenzo Rojas y González —sita en la Calle Anchieta esquina a la de Viana, en la ciudad de La Laguna—, y la ermita de San Antonio Abad de La Matanza de Acentejo25, establecimiento que surtió en numerosas ocasiones al mencionado recinto cultual26. Paralelamente, en las zonas geográficamente más aisladas, los exvotos figurativos de cera eran confeccionados por el propio donante o un artesano local, corriendo de su parte el aprovisionamiento de la materia prima 27. Asimismo, los obradores de este tipo de unidades —que encontraban su clientela, de forma preferente, en los alrededores de los templos28 — estarían sujetos a la provisión de un mercado exterior complementado

  Hechos que fueron reseñados también por el fray Alonso de Espinosa y que se corresponde con el milagro núm. 54: la esposa del Adelantado, Pedro Fernández de Lugo, por ver a su hija curada de las heridas que presentaba en pies y manos, ofreció su peso en cirios. Véase Espinosa, Alonso de: op. cit., p. 208. 24   Como en el caso de las «Concepcionistas» de Garachico. 25   Sin lugar a dudas, a través de las cuentas de mayordomía de dicho templo, se puede tener una visión pormenorizada de este vínculo comercial, especificándose las remesas solicitadas del producto en un momento concreto, sus características (velas, promesas, candelas, etc.), su finalidad (culto, ofrenda, recuerdo), la procedencia (local o importada) y el costo. Así, como ejemplo de ello destacaremos el recibo expedido en La Laguna, a 22 de enero de 1890, y donde reza: «Recibí de los Sres. Dn. Ramón Ascanio y José Díaz Savedra encargados de la mayordomía de la ermita ... la cantidad de cincuenta y tres pesetas doce céntimos por las labores de ciento veinte libras y ocho onzas de cera que le e labrado con orden siguiente; secenta libras en velitas pequeña(s) para regalar á los debotos de dicho santo y secenta libras y ocho onza(s) para las promesas...». Archivo Histórico Diocesano de La Laguna (en adelante AHDLL), Fondo Parroquial de El Salvador (La Matanza de Acentejo) y Fondos Asociados, Mayordomía de la ermita de San Antonio de La Matanza de Acentejo. Años 1890-1891, Leg. 1, doc. 1, recibo núm. 8. 26   Ello no fue impedimento para que, ocasionalmente, la provisión de cera se importara directamente desde la Península. Como así lo expresan varios recibos expedidos por la empresa Sucesores de Monzó Hermanos y C º, establecida en la localidad valenciana de Albadia. AHDLL, Fondo Parroquial de El Salvador (La Matanza de Acentejo) y Fondos Asociados, Mayordomía de S. Antonio Abad, en el pueblo de la Matanza. Recibos para las cuentas de 1 de septiembre de 1894 a 8 de junio de 1914, Leg. 2, doc. 2, recibos núms. 113 y 232. 27   Como testimonio de este quehacer, mencionar a Dña. Jerónima Romero Negrín, vecina de la localidad de Taganana, quien aprendió esta labor durante su infancia y por iniciativa de una maestra suya. A este respecto, véase Martín Hernández, Ulises y Lorenzo Perera, Manuel J.: op. cit., p. 469. Paralelamente, junto a este aprendizaje «tutleado», en esta misma órbita no es de extrañar que existiese otro basado en el autodidactismo, donde el artesano trabajaría por pura intuición y lo cual se vería reflejado en una producción de modelado simple. 28   Priorizando su actividad allí donde se ubicaban las advocaciones más solicitadas, siendo ejemplo de ello el puesto ambulante que encontramos en el Santuario de Ntra. Sra. del Pino, en la Villa de Teror (Gran Canaria), manifestando un modelo de venta que en la actualidad prácticamente ha desaparecido del Archipiélago Canario.

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29   Esta noticia, tan reveladora para el estudio que abordamos, nos la faciltó el comerciante de un bazar, sito en Santa Cruz de La Palma, confirmándonos que él llegó a vender en su establecimiento exvotos realizados con este material, siendo surtido por una pastora local que se encargaba de su manufactura. 30   «...Iten que el sebo labrado lo vendan a 20 mrs. libra y este precio dure hasta Pascua Florida...». Véase Serra Ràfols, Elías y Rosa, Leopoldo de la: Acuerdos del Cabildo de Tenerife iv (1518-1525), Instituto de Estudios Canarios, La Laguna, Tenerife, 1970, doc. 183, 22 de octubre de 1520, f. 123 v., p. 67. Paralelamente, en lo que concierne a la adulteración de la cera, son interesantes las indicaciones que nos proporciona, a mediados del siglo xix, Le-Normand en su célebre manual del cerero, advirtiéndonos acerca de las peculiaridades que delataban la presencia de sebo en la composición de vela. A este respecto, al contrario que la cera pura, la presencia de una elevada proporción de grasa en las luminarias «...manifestaba su presencia por el olor, el tacto, la trasparencia, la prontitud con que se consumen las bujías, y la luz mortecina que dan...». Véase Le-Normand, L. Seb.: Manual del Cerero ó fabricante de cera, Madrid, 1843, p. 46. 31   Obtenida cuando dichos animales quedaban atrapados en la costa insular. Interesante es la referencia aportada por un habitante de la zona de Taganana y en la cual expone cómo parte del pueblo se surtió de los despojos de una ballena que había quedado inmobilizada en una playa cercana. Véase Martín Hernández, Ulises y Lorenzo Perera, Manuel J.: op. cit., pp. 463-464. 32   Henríquez Jiménez, Félix y Paricio Núñez, Enrique: Manual práctico de apicultura para las Islas Canarias, Consejería de Agricultura y Pesca (Gobierno de Canarias), Santa Cruz de Tenerife, 1989, pp. 41-42. 33   Así, las unidades se obtienen seriadas a partir de moldes, siendo cuidadosamente plastificadas y dotadas de un lazo para su prendimiento. Además, frente al color natural del producto, algunas de ellas suelen presentar la cera pigmentada en azul, negro o rojo.

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con una producción local, cuando las circunstancias así lo permitiesen. Debido a esta dependencia alóctona, es lógico pensar que, en momentos de carestía, la cera tendría que ser sustituida o adulterada con un sucedáneo que satisfaciese igualmente la demanda insular. Por ello, no es de extrañar que se recurriese también a sustancias que tenían como base primordial la grasa de animal y con ello nos referimos al sebo, siendo el de carnero (Ovis orientalis aries) uno de los más preciados29. De hecho, a comienzos del siglo xvi, esta materia prima recibía una protección similar a la cera, ya que también se utilizaba en la fabricación de luminarias30. Igualmente, cuando las circunstancias así lo obligaban, la lejanía de los centros urbanos y el autoabastecimiento, también propició en el pasado el uso eventual de otro tipo de materia orgánica animal sustitutiva, como fue la grasa de cetáceo31. Finalmente, y conforme la industria petroquímica comenzaba a despuntar, se introdujo la cera de parafina, una práctica que actualmente se encuentra en vigor. De la misma manera, el abandono de métodos tradicionales en la apicultura, reflejado en la utilización de cuadros de «cera estampada» para la obtención de polen y miel —ahorrándose las abejas con este método la construcción de panales con cera propia32—, también ha tenido un evidente reflejo en el abandono del carácter artesanal en el tipo de exvoto que tratamos33. [Foto 1] En otro orden de cosas, a día de hoy son escasos los ejemplos de figuras votivas de cera que se exhiben al público, respondiendo, por un lado, a esa tenden-

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Foto 1. Exvotos de cera industriales (colección del autor).

cia generalizada por desterrar su impronta de los templos34 y, por otro, al hecho de utilizar como matera prima una sustancia que con el transcurrir de los años tiende a deteriorarse, razón por la cual muchos de ellos son desechados o —tal y como se apuntó con anterioridad— reutilizados. De todos modos, aunque conocemos efigies que reciben estos exvotos en circunstancias puntuales a lo largo de la geografía insular, pondremos en relieve aquellos ejemplos provistos de un repertorio copioso y morfológicamente variado35. Destacando, a grandes rasgos, los que se hallan expuestos en los siguientes recintos:

  Recordemos que nos hallamos ante una práctica que, formalmente, entronca con rituales precristianos. Por ello, no es de extrañar que la Iglesia basculara entre su eliminación del espacio cultual o su tolerancia, al ser prueba irrefutable de los milagros de la efigie sagrada a la que están destinados. Véase Rodríguez Becerra, Salvador: «Los exvotos como expresión de las relaciones humanas con lo sobrenatural: nuevas perspectivas desde Andalucía», en México y España. Un océano de exvotos: gracias concebidas, gracias recibidas, [Catálogo de la exposición homónima], Museo Etnográfico de Castilla y León, Zamora, 2008, pp. 111-116. 35   Sirvan como testimonio los que se localizan en los siguientes recintos cultuales: San Roque (La Laguna y Garachico), San Isidro Labrador (Las Carboneras-La Laguna), Ntra. Sra. del Rosario (Machado-El Rosario), «Santo Hermano Pedro» (El Médano-Granadilla de Abona) y San Antonio de Padua (Icod de los Vinos). 34

1.  San Antonio Abad (La Matanza de Acentejo). En esta ermita, emplazada en las medianías del norte de Tenerife, se encuentra una de las efigies más «activas» del territorio insular en lo que concierne a la recepción de piezas votivas y ello lo corrobora: a. La excepcional colección de exvotos metálicos que atesora36; b. Las ofrendas en cera que con frecuencia son depositadas en su altar; y c. El extraordinario «cuarto de milagros» emplazado en una estancia aneja al templo. Habitación provista de estantes, donde se colocan las piezas más singulares37 y dotada de un mostrador-vitrina para el «alquiler» de milagros de cera durante las Fiesta Patronales38. Por otro lado, entre los exvotos de cera que aquí se custodian, encontramos toda suerte de formas39, donde el color de la materia prima y su pátina evidencian, en la mayoría de los casos, la antigüedad de las piezas. Ahora bien, nos llama la atención aquellos ejemplos que, como consecuencia de su singular aspecto, precisan tener una estructura sólida para garantizar su estabilidad, traduciéndose esta en un armazón de cartón o madera, y presentándose, indistintamente, en su color natural o con restos de policromía40. Entre ellos destaca una cruz con peana en la que se ha escrito el nombre de la oferente: «Clara Mendoza». La unidad presenta en el travesaño restos de decoración floral en relieve que, asimismo, se encuentra

  Ejemplificado en 114 unidades que, a día de hoy, evidencian que nos encontramos ante la colección más copiosa que posee un templo de Tenerife. Véase Padrino Barrera, José Manuel: «San Antonio Abad y su culto en La Matanza de Acentejo (Tenerife). Paralelismos iconográficos con un trasfondo votivo», en El Poder de las imágenes: Exvotos, ofrendas y otras prácticas votivas, Revista Sans-Soleil. Estudios de la Imagen, Centro de Estudios de la Imagen Sans Soleil (CEISS), vol. 5, núm. 2, Barcelona, 2013, pp. 138-154. 37   Otrora dispuestas en «Dos perchitas de pinsapo», AHDLL. Fondo Parroquial de El Salvador (La Matanza de Acentejo) y Fondos Asociados, Inventario por copia de la ermita de San Antonio Abad, 1892, Leg. 1, doc. 1, f. 4 v. 38   Un ritual genuino, donde la entrega de exvotos de cera al Santo titular sigue el patrón «adquisición por parte del devoto» > «ofrenda de la unidad» > «recuperación de la pieza por parte del templo», como así se deja claro en un cartel donde reza: «los exvotos no se sacan de la iglesia / Son promesa-no se venden». Un sistema cerrado que, prácticamente, no se ha visto alterado con el tiempo. De hecho, junto con la contribución pecuniaria de particulares (limosnas y recaudación privada), la venta de estampas, del excedente de cera (labrada y en bruto) y de exvotos —dispensados en el mismo templo— constituían unos ingresos suplementarios para el sustento del recinto cultual, como así se desprende de las cuentas de mayordomía del periodo 1893-1894. AHDLL. Fondo Parroquial de El Salvador (La Matanza de Acentejo) y Fondos Asociados, Cuenta de mayordomía de San Antonio Abad en La Matanza que comprende del 21 de Mayo de 1891 á 1º de septiembre de 1894, Leg. 1, doc. 1. 39   Entre las que sobresale el ganado (bovino, ovino, caprino y porcino), junto con animales de compañía y frutos de la tierra. No obstante, la remesa se ha visto incrementada hace unos años con la inclusión de otras piezas «de molde» (pechos, vísceras, rodillas, gargantas, casas, automóviles, etc.). Agradecemos a D. Luis Joaquín Gómez Jaubert, párroco de la iglesia de El Salvador en La Matanza de Acentejo, la facilitación de estos datos. 40   Sobre estos últimos, se trata de los ejemplares más antiguos e interesantes, pues, fuera de alejarse de la figura seriada, el hecho de no haber utilizado molde para su elaboración los convierte en piezas únicas.

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Foto 2. Exvoto de cera (Ermita de San Antonio Abad. La Matanza de Acentejo).

bastante desgastada, cuarteada y con pérdidas considerables de cera en algunos puntos. [Foto 2] Finalmente, dentro de esta colección, también merecen ser enunciados algunos exvotos de cera «escénicos», donde las figuras son dispuestas sobre una superficie plana (cartón, madera), igualmente recubierta de dicha sustancia, y constituyendo un elenco de ejemplos exclusivos41. Entre éstos destaca un pastor, ataviado con manta y sombrero de ala tendida, sosteniendo una vara con su mano derecha y siguiendo a cinco ovejas. Aunque el conjunto, en un principio, contó con otro animal más (no sabemos discernir si correspondía a otro óvido o a un perro). El exvoto evidencia su antigüedad en la pátina, la pérdida de algunos fragmentos de la base y otros elementos de la escena.

41   En lo que concierne a esta categoría de exvoto en cera que rememoran las circunstancias de un milagro concreto y siguiendo este tipo de ofrenda escénica, valgan como muestra el prometido a San Luis de Tolosa por la esposa de un marino marsellés y el cual representaba el barco con su correspondiente tripulación; o el presentado, en 1347, por un pisano que, tras ser declarado inocente de haber cometido un asesinato, después de invocar a San Gerardo Gagnoli, se presenta ante su imagen y entrega una pequeña recreación de su ejecución. Véase Sigal, André-Pierre: op. cit., p. 21.

  Acerca de la relación de portentos obrados por la titular de este templo, véase Pereira Pacheco, Antonio: Historia de Tegueste y noticias de las funciones de la Parroquia de San Marcos (1848-1854), edición y estudio crítico de Manuel Hernández González, Ayuntamiento de la Villa de Tegueste, Tenerife, 2001, pp. 106-114. 43   Agradecemos encarecidamente a D. Gonzalo Suárez Díaz —cincuenta años vinculado a la iglesia e hijo de Juan Suárez Pérez, Hermano Mayor y Mayordomo del templo—, su absoluta predisposición a la hora de facilitarnos estos datos. 42

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Igualmente, aunque la pieza votiva se mantiene en su color natural, las figuras presentan restos de policromía en ojos y bocas. [Foto 3] 2.  Ntra. Sra. del Socorro (Tegueste). Este templo, modelo de acendrada religiosidad y materialización de milagros42, contó en su día con un panel de exvotos situado en el lateral izquierdo de su única nave. No obstante, en la actualidad esta colección se encuentra localizada en una estancia que se emplaza sobre la sacristía, oculta a la mirada de fieles y visitantes. Aquí, en su nueva ubicación, las figuras de cera comparten el espacio que les brinda la estructura que les sirve de soporte con otro tipo de ofrendas votivas (fotografías, estampas, reproducciones de barcos a tamaño reducido, gorros militares, etc.). Sin embargo, a día de hoy su número no aumenta, es más, los feligreses prefieren entregar dinero, flores o encender lamparillas43, en

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Foto 3. Exvoto de cera «escénico» (Ermita de San Antonio Abad. La Matanza de Acentejo).

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Foto 4. Panel de exvotos (Iglesia de Ntra. Sra. del Socorro-Tegueste).

un evidente cambio sustancial de actitud de los devotos ante la imagen sagrada44. [Foto 4] 3.  Gran Poder de Dios (Puerto de la Cruz). La iglesia de Ntra. Sra. de la Peña de Francia alberga a un Cristo con una de las advocaciones más solicitadas en esta isla y vinculado a una excepcional colección de exvotos de cera custodiados con fervor por su homónima Hermandad45. Unas piezas que son expresión palpable del fervor que sus más fieles devotos depositaron en momentos de aflicción46 y entre las cuales destaca la que representa a un Sagrado Corazón: una antigua ofrenda —teñida de rojo—, que está caracterizada por presentar una herida abierta, así como una corona de espinas y un remate flamante —estos últimos confeccionados con pábilo—. [Foto 5]

44   Y muestra fehaciente de que los fieles se amoldan a las circusntancias cuando se les priva de un referente y se estimula otro, mutando en consecuencia un hábito arraigado desde siglos. 45   Sirva de agradecimiemto y sentido recuerdo a D. Pedro Melián Escobar, Hermano Mayor, y a su esposa Dña. «Conchita» Carrillo Bethencourt, Camarera del «Gran Poder», por los datos aportados y su desinteresada ayuda para acceder a este material. 46   Prueba de ello son, también, los que actualmente posee y aún recibe otra imagen del Gran Poder de Dios, pero en este caso localizada en la isla de La Palma (iglesia de San Andrés-San Andrés y Sauces).

3. BARCOS VOTIVOS: REPRODUCCIONES A TAMAÑO REDUCIDO Y MAQUETAS Desde antaño, el hombre ha mantenido una relación ambigua con el océano a consecuencia de las múltiples facetas que éste le llegaba a mostrar47: por un lado era el espacio apacible, el marco alternativo a tierra firme que le suministraba una parte de los recursos necesarios para su subsistencia, al tiempo que le permitía acceder a nuevas rutas de comunicación en su inexorable proceso de expansión por el globo; por otro, el medio marino se manifestaba como un entorno hostil, cuyo poder destructivo le infundía un respeto más que justificado, máxime cuando las

 «...Aguas en movimiento, la mar simboliza un estado transitorio entre los posibles aún informales y las realidades formales, una situación de ambivalencia que es la de la incertidumbre, de la duda, de la indecisión y que puede concluirse bien o mal. De ahí que el mar sea a la vez imagen de la vida y la muerte», en Chevalier, Jean y Gheerbrant, Alain: Diccionario de los símbolos, Herder Editorial, Barcelona, 1986, p. 689. 47

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Foto 5. Exvoto dedicado al «Gran Poder de Dios» (Iglesia de Ntra. Sra. de la Peña de Francia-Puerto de la Cruz).

posibilidades para domeñarlo eran nulas48. Además, a ello también se añadía el peligro que comportaba la presencia de otros males singularizados en toda suerte de piratas, corsarios y naves de guerra de alguna nación enemiga. En fin, una serie de percances —directos o no— cuyo desenlace, en la mayor parte de las ocasiones, solía resolverse de la forma más desfavorable para el navegante, dando lugar al naufragio49. Pues bien, va a ser en este contexto donde se dispongan los cimientos de una historia plagada de pasiones y desencuentros entre el ser humano y el medio marino, un escenario idóneo donde el hombre protagonizó las más singulares hazañas toda vez que también fue partícipe directo de sus más desasosegantes temores. Canarias es territorio insular y, como tal, su historia va aparejada al mar. Un entorno al que concurrieron naves de diversa morfología, función y nacionalidad, máxime cuando estas islas fueron incorporadas a la corona castellana50. A partir de ese momento, la navegación —ya fuese de cabotaje, cabotaje mixto u oceánica— respondería, por un lado, a la acuciante necesidad de mantener unos

  El mar, dentro de la poética kantiana de lo sublime, participaba de dos singulares cualidades bien definidas: en un extremo encontraríamos lo que el filósofo alemán denominó sublime matemático, vinculado a aspectos dimensionales y que lo convierten en algo inaprensible a los ojos del ser humano; y, por otro, el sublime dinámico, donde el hombre es consciente de su debilidad ante la fuerza del océano. A este respecto, véase Guillén, Esperanza: Naufragios, Ediciones Siruela, Madrid, 2004, p. 20. 49   Ya, en la segunda mitad del siglo xvi, el tratadista Juan Escalante de Mendoza se expresaba en los siguientes términos acerca de los riesgos y peligros que podrían hacer hundirse a una embarcación: «De una de quatro maneras se suelen perder las naos que navegan el mar; la primera es por zozobrar con las velas encima llevándolas alzadas y tendidas; la segunda, por encallar ó dar en tierra; la tercera, por grande golpe de mar que las anega; la quarta, por jugar la madera y deshacerse é ir al fondo; é de otra se podrían consumir, que es por fuego...». Véase Escalante de Mendoza, Juan: «Itinerario de Navegación de los mares y tierras occidentales. (1575)», inserto en Disquisiciones náuticas. A la mar madera, vol. v, de Cesáreo Fernández Duro, edición a cargo del Ministerio de Defensa, Instituto de Historia y Cultura Naval, Madrid, 1996 [1880], pp. 442-443. 50   «...el tipo de navío que se construye en las islas es estas primeras décadas del xvi se corresponde con pequeñas embarcaciones, de porte medio (35-50 toneladas) o barcos —generalmente carabelones— destinados a la pesca o al comercio interinsular», en Bello León, Juan Manuel: La Pesca en Andalucía y Canarias en el tránsito de la Edad Media a la Moderna (siglos xv-xvi), Ediciones Idea, Santa Cruz de Tenerife, 2008, p. 139; asimismo, junto a estas naves, también se prodigaron otro tipo de embarcaciones salidas de las atarazanas por impulso real: carabela, urca o charrúa —propia de los Países Bajos—, felibote, nao, galeón, galizabra, fragata y galeoncete, así como también la denominada barca, nave construida en las carpinterías de ribera insulares, caracterizada por su pequeño arqueo y cuyo diseño fue explotado por armadores y mercantes canarios. A este respecto, véase Alfaro Hardisson, Emilio: «Canarias y el mar», en Navíos y gente de Mar (siglos xvi-xviii), Documentos para la Historia de Canarias, vol. v, Archivo Histórico Provincial de Santa Cruz de Tenerife, La Laguna, 2000, pp. 13-18; por otro lado, la isla de La Palma se convirtió, a lo largo del siglo xix y comienzos del xx, en un enclave singular para la construcción naval a vela, actividad centrada en la familia Arozena y de cuyos astilleros salieron embarcaciones de dispar tipología, destino y ocupación, relación que también nos aporta una información de sumo interés para discernir la variedad de naves que surcaban nuestras aguas por aquel entonces: pailebot, bergantín, goleta, bricbarca, cúter, fragata, balandro y gabarra. Véase Hernández Gutiérrez, A. Sebastián: Arquitectura naval en Canarias [1827-1919], CICOP, Servicio de Publicaciones, Tenerife, 1998, pp. 40-41.

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cauces comunicativos entre las distintas islas que conforman el Archipilélago51 y, por otro, a su singular enclave geográfico, al servir de lugar de tránsito en las rutas intercontinentales. Igualmente, a través de sus principales puertos no solo se recibían mercancías del exterior y se daba salida a la producción local, sino que por el mar se transferían contingentes poblacionales en procesos colonizadores y migratorios. De forma paralela, la explotación de los recursos pesqueros también creó un sector específico, cuyas vicisitudes conforman un episodio singular dentro del desarrollo económico de las islas52 y de su religiosidad popular53. Como es sabido, desde sus orígenes, el transporte marítimo canario no estuvo exento de contratiempos, pues en los albores de la navegación insular los miedos del hombre de aquel entonces se solían materializar en la interrupción de un viaje por una inesperada tempestad, por la agresión de un barco de pabellón hostil o por una simple colisión entre embarcaciones, situación que, aunque parezca extraordinaria, podía haber tenido lugar a tenor de la descripción que, sobre el modo de pilotar de sus coetáneos, nos dejó Álvarez Rixo a comienzos del Diecinueve:

51   «...que permitían complementar las economías insulares y crear un mercado regional, estableciendo una navegación a larga distancia que favorecía conectarse con el exterior, especialmente Europa y después con África y América». Véase Lobo Cabrera, Manuel: «La navegación entre las Islas Canarias en la Edad Moderna», en Islas y Sistemas de Navegación durante las Edades Media y Moderna, La Nao, Adela Fábregas García (ed.), Granada, 2010, pp. 92-93. 52   En este contexto destacaremos a Bello León, Juan Manuel: op. cit.; así como a Pascual Fernández, José: Entre el mar y la tierra. Los pescadores artesanales en Canarias, Interinsular Canaria, Tenerife, 1989, quien centra su investigación en la actividad pesquera desarrollada en tres centros concretos: Agaete (Gran Canaria), El Pris (Tacoronte-Tenerife) y Tajao (Abona-Tenerife). 53  Véanse Hernández Murillo, Pedro: «Las advocaciones religiosas de los mareantes en las Canarias Occidentales», en Revista de Historia Canaria, Servicio de Publicaciones de la Universidad de La Laguna, núm. 184, La Laguna, Tenerife, 2002, pp. 199-216; y también Hernández González, Manuel: «Las devociones marineras en Canarias durante el Antiguo Régimen», en El Pajar. Cuaderno de Etnografía Canaria (La cultura del Mar. Más allá del mar), Asociación Cultural Día de las Tradiciones Canarias, 2ª época, núm. 16, La Orotava, Tenerife, 2003, pp. 38-43. 54   Álvarez Rixo, J.A.: op. cit., p. 47.

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Adentrarse en el océano constituía una verdadera aventura, pues los incidentes podían manifestarse en cualquier momento del viaje, pudiéndose trastocar una situación rutinaria en una pesadilla de consecuencias luctuosas, como así aconteció a un barco que, saliendo el 9 de septiembre del Puerto de Santa Cruz de Tenerife con destino a Candelaria, cargado con barriles y unas veinte personas de pasaje, «..haviendo tenido un tiempo algo malo e ir mal cargado se bolcó y se haogaron hasta 12 entre ellas algunas mugeres que havian venido á vender loza de la que se

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La gente de mar aunque de buenas costumbres y atinada para sus derroteros, era empero mui bárbara y temeraria. Su pasión dominante cosistía en regatear; es decir, navegar a la porfía, por ver cuál barco andaba más, y no ceder nunca el paso a otro aunque por posición y reglas náuticas le compitiese...54.

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fabrica en dicho Lugar»55, siendo los supervivientes rescatados por un barco pesquero que en sus cercanías estaba. Por esta razón, no era de extrañar que, en ocasiones, entre los futuros viajeros que hacían largas travesías se realizara un testamento o se diesen poderes concretos a alguien cercano a su persona antes de la partida, pues la incertidumbre acerca de los imprevistos que podrían surgir en su singladura así lo requería. A este respecto, es notorio referir el poder que otorgó a su consorte, a comienzos del siglo xviii, Carlos Gaules, vecino de La Orotava, antes de embarcarse con destino La Habana, estableciendo que la antedicha «... en su nombre y representando a su persona pueda regir y administrar y gobernar todos sus bienes raíces y muebles que tiene y le pertenecían vendiéndolos en todo o en parte arrendándolos o tributándolos o en otra cualquier manera...»56. Igualmente, en ocasiones se explicitaba en la documentación oficial las causas que podían llevar al traste con el viaje por realizar como así consignó hacia 1787 Domingo Martín, vecino de La Laguna y con destino al Puerto de La Guaira, en Venezuela, «...Cuyos riesgos son de mar, vientos, incendios, corsarios, amigos o enemigos y demás accidentes que según costumbre suelen suceder»57. Sin embargo, cuando la fatalidad se hacía patente y la congoja ante un destino aciago atenazaba al navegante, había momentos en que éste lograba resolver la situación recurriendo a las entidades sagradas, último baluarte para repeler su hado y circunstancia en el que se ponía de manifiesto su particular religiosidad. Así, ya fuese a través de la plegaria58, mediante la utilización de expresiones apotropaicas consignadas en documentos específicos59 o, en otros casos, con el empleo de objetos atenuantes de lo fatuo —estampas o reliquias de la Virgen, Cristo o algún Santo60 —, lo cierto es que el milagro era obrado y el agradecimiento

55   Guerra y Peña, Lope Antonio de la: Memorias (Tenerife en la segunda mitad del siglo Cuaderno iii, años 1778-1779, El Museo Canario, Las Palmas, 1957, p. 12. 56   Archivo Histórico Provincial de Tenerife (en adelante AHPT). Sección histórica de Protocolos notariales, 947, ff. 9 r y siguientes, escribanía de Francisco Betancourt Soria y Pimentel, 02/5/1727. 57  AHPT. Sección histórica de Protocolos notariales, 947, ff. 195 r. y siguientes, escribanía de Francisco Betancourt Soria y Pimentel, 26/4/1787. 58   El propio padre Quirós nos lo hace entrever cuando hace referencia al Cristo de La Laguna aseverando que «...Bien puedo afirmar por no parecer ingrato, haber experimentado su misericordia, en la navegación que hice de las Islas a España»; véase Quirós, P. fray Luis de: Milagros del Santísimo Cristo de La Laguna, edición con introducción de Enrique Roméu Palazuelos, Excelentísimo Ayuntamiento de San Cristóbal de La Laguna, Tenerife, 1988 [1612], pp. 335. 59   Como fue el caso del anónimo capitán del navío de registro Santísimo Sacramento, Nuestra Sra. de Candelaria, San José y Las Ánimas, alias El Santiago, que, partiendo de Santa Cruz de Tenerife el 16 de julio de 1757 con destino al puerto de La Habana —con 80 hombres de recluta para el regimiento de dicha ciudad y 30 familias para La Florida—, concluía las anotaciones preliminares que daban inicio al texto del cuaderno de bitácora de su derrota con los siguientes términos: ¡Dios nos guarde!, al tiempo que concluia su reseña, tras 37 días de singladura, con la expresión gratulatoria Laus Deo. Archivo Histórico de La Laguna. Fondo Documental Montañez-Carta. Legajo iii, doc. 235, ff. 1r. y siguientes. 60   En esta ocasión, así quedó manifestado en el milagro núm. 34 de la Virgen de Candelaria: «...Y el piloto sacó de su arca una candelita de las que en la casa de esta Señora se dan a los romeros, y otras reliquias de las ropas de Nuestra Señora que tenía, y atándolas a un cabo de una línea, las hechó

xviii),

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al hinchado y espumoso mar, con la más devoción que pudo... las olas que batiendo en el navío lo traían de mal arte y lo tenían casi deshecho, parece que huyen de él y se arredran y apartan, y en ese punto cesa la tempestad...», véase Espinosa, Alonso de: op. cit., pp. 188-189. 61   Reseñado, igualmente, en el milagro 21 de la Virgen de Candelaria y en el cual se menciona una historia acaecida hacia 1595, donde un navío malagueño se libró de una tempestad por la intercesión mariana y «para memoria de esto sacaron el batel y lo pusieron en la puerta de la iglesia, donde largo tiempo estuvo». Véase Espinosa, Alonso de: ibid., pp. 172-173. 62   Como así lo detalla Lope Antonio de la Guerra y Peña en un suceso acaecido hacia el 8 de abril de 1766 y en el cual «por la mañana dio fondo en el Puerto de Sta. Cruz la fragata nombrada Sto. Xpto de Sn Roman, alias, la Constante de Canarias, su Cap.n D.n Manuel de Acosta...Havia salido del Puerto de la Havana... y el prim.o de Marzo de Madrugada antes de entrar en el canal comenzaron a experimentar una formidable tormenta, que huvo de echar a pique la Embarcación que la hallaron ya con solo seis brazas de agua. En aquel conflito arrojaron un ancora, i se detuvieron anclados hasta que después de 24 horas se sosegó; en ella hizieron votos á S. M. i ofrecieron el Trinquete á la Imagen del Sto. Xpto de La Laguna, en caso de salir en bien, i en efeto el 18 del mismo Mes de Abril presentaron d ho. Trinquete i hizieron una funcion en acion de gracias en el Conv.to de S.or S.n Franc.co de esta Ciudad a la Imagen de dho Sto. Xpto, en que predicó f r. Francis.co Guzmán, i concurrió mucho pueblo», véase Guerra y Peña, Lope Antonio de la: Memorias (Tenerife en la segunda mitad del siglo xviii), Cuaderno ii, años 1771-77, El Museo Canario, Las Palmas, 1955, p. 92; igualmente, también es interesante el pedazo de maroma que se custodia en el «cuarto de milagros» de la iglesia de Nuestra Señora del Socorro (Tegueste), exvoto que venía acompañado de una tablilla con un texto (hoy desaparecida), pero que fue transcrito a tinta sobre papel y en el que reza lo siguiente: «Hallándose dado fondo en la bahía del Puerto de Santa Cruz de Tenerife entre otras varias embarcaciones el Bergantín nombrado Ntra. Sra. de los Dolores á las cuatro y media de la madrugada del 16 de Diciembre del año de 1779, principió un horroroso temporal que duró 24 horas; y habiendo visto su piloto Dn. José Machin el inminente peligro que amenazaba á su Bagel, y perdidas cinco de las embarcaciones que se hallaban en el mismo puerto, se encomendó de todo corazón á Ntra. Sra. del Socorro, en quien halló segura protección durante las 24 horas antedichas, después de (ilegible) calmó dicho temporal por el Sudsudoeste, notando con la mayor admiración, que desde que invocó el expresado Piloto á esta Señora, se mantuvo firme el referido bergantín, burlandose de tan deshecha y furiosa tempestad, con un solo cable de 10 ½ pulgadas, que tenía de agua dos meses y cinco días». 63   Un sector poblacional heterogéneo en sus quehaceres pero unidos por el medio marino, entre los que se encontraban maestres, militares, marineros, grumetes, armadores, carpinteros de ribera, pescadores y, cómo no, el pasaje. 64   Enciclopedia General del Mar, vol. iv. Ed. Garriga, Barcelona, 1987, p. 238.

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tomaba cuerpo, por lo general, a través de un exvoto. Unos singulares presentes, ejemplificados a partir de una variedad de modelos como naves íntegras61, despojos de embarcaciones62, etc., y entre los cuales destacan los barcos votivos, siempre vinculados al mar y a las vicisitudes de sus protagonistas63. La Enciclopedia General del Mar especifica que «los navegantes de todas las épocas han llevado a los santuarios, con los barcos exvoto, buena muestra de su acendrada religiosidad y particular agradecimiento a la protección recibida del Cielo en momentos de peligro»64. Y no es de extrañar, pues el origen de esta expresión se pierde en la misma historia de la Humanidad, ya que barcos de esta tipología se encuentran presentes en todas las culturas con profunda tradición marinera. De hecho, numerosos son los vestigios que nos proporcionan las civilizaciones que se desarrollaron en torno al Mediterráneo y sirvan como ejemplo los localizados en

el área de influencia fenicia65, en la Cerdeña Nurágica66, la Hélade67 y, finalmente, en Roma68. Igualmente, como ocurre también con otro tipo de ofrendas votivas, el cristianismo encontró en estas embarcaciones un objeto simbólico, heterogéneo en su morfología y variado en lo que concierne a las entidades receptoras, pero, eso sí, concreto en su propósito: poner de manifiesto el carácter gratulatorio de quien lo ofrece, perpetuando con esta ofrenda el recuerdo de la salvífica intercesión. Llegados a este punto, Canarias no iba a quedarse al margen respecto a la presencia de naves exvoto, máxime cuando se trata de un territorio insular que se define por su singular emplazamiento atlántico. Así, junto con las maquetas, estas pequeñas naves votivas son, por lo general, modelos a tamaño reducido, ya que aquéllas suelen ser reproducciones a escala de lo que representan y no todos los exvotos evidencian esta característica69. En este sentido, una de las principales peculiaridades que las define es el tratamiento ingenuo con que se manufacturan,

  Como es el caso de un fragmento cerámico que representa a un híppos —nave caracterizada por exhibir un prótomo con cabeza de caballo sobre el tajamar— y que fue encontrado en el yacimiento sevillano del Carambolo. Véase Escacena Carrasco, Álvaro Fernández et al.: «Sobre el Carambolo: un híppos sagrado del santuario iv y su contexto arqueológico», en Archivo Español de Arqueología, Centro Superior de Investigaciones Científicas, vol. 80, Madrid, 2007, pp. 5-28. 66   Los cuales cumplían la función complementaria de lucerna o sahumador. Estas unidades se identificaban, en su mayoría, por presentar una argolla en el remate distal del mástil para ser colgados de la techumbre del recinto cultual y estaban dotados, igualmente, de una akroteria con forma de bóvido, ciervo o muflón. Véase Guerrero, Víctor M.: «Barcas exvotos de bronce de la Cerdeña Nurágica», en Akros, Revista del Museo, núm. 3, Melilla, 2004, pp. 15-26. 67   De otra cultura náutica, como fue la griega, nos quedan singulares modelos de barcos en terracota o bronce dedicados a un sinfín de deidades, si bien es cierto que muchos de ellos fueron concebidos para favorecer la navegación mística, es decir, que el alma del finado llegase a buen puerto tras su muerte, por lo que el destinatario no sería para algunos casos la divinidad en sí, sino el difunto (marinero o pirata, principalmente). Véase Rodríguez López, María: «Arqueología y creencias del mar en la antigua Grecia», en Zephyrus, lxv, enero-junio, Universidad de Salamanca, 2008, pp. 177-185. 68   En este contexto, es interesante la pieza de bronce representando un barco con su navegante y que fue hallada, hacia 1763, en la comuna de Bleseey (Francia). Sobre este singular ejemplo y otro similar existe un detallado estudio técnico-morfológico en Duval Paul, Marie: «Les barques gallo-romaines en bronze de Blessey (Côte-d’Or) et de Cerveau (Saône-et-Loire)», en Travaux sur la Gaule (1946-1986), Publications de l’École française de Rome, núm. 116, 1989, pp. 849-861. 69   Las maquetas de barco más fieles al modelo real, en cuanto a calidad técnico-artística, estarían en la línea de las unidades realizadas por las compañías navieras, empleadas para apoyar sus estrategias publicitarias y comerciales; a las creadas en los astilleros o en las mismas instalaciones donde se construían los barcos que representaban; a los modelos utilizados por las escuelas de náutica y cuya finalidad pedagógica va aparejada a la minuciosidad de los detalles que mostraban; a unidades caracterizadas por presentar el casco seccionado longitudinalmente, para así poder contemplar su obra interna, cumpliendo la misma función que las elaboradas para las navieras; y, finalmente, las realizadas por puro divertimento, por el placer que produce su construcción y el gusto estético de disfrutar de una réplica a escala de un barco concreto.

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70   En los albores del siglo xx, este tipo de embarcaciones ya llamaban la atención a los pocos estudiosos que los investigaban, apuntando que en «estas antiguas naos, se suprimen detalles de minuciosa ejecución, y únicamente pueden mostrar su aplicación decorativa en un conjunto adecuado; son de cierta condición escenográfica, diríamos, que la moda aceptó de momento», véase Cavestany, Julio: «Exvotos Náuticos», en Arte Español. Revista de la Sociedad Española de Amigos del Arte, núm. 7, Madrid, 1927, año xvi, t. viii, p. 255; con posterioridad, en la década de los 30 del pasado siglo, dicha singularidad también fue objeto de referencia, como fue el caso del capitán de corbeta Julio Guillén y Tato, quien se expresaba en los siguientes términos al mencionar determinados barcos votivos caracterizados por «...su atrayente ingenuidad, lo rudo y casi grotesco de su técnica, cierto afán de exagerar dimensiones o detalles impresionantes, un casco macizo y casi perfecto de líneas, y por fin un realismo tan minucioso como útil al estudio de todo cuanto verdaderamente tiene específico interés marinero», en Guillén y Tato, Julio F.: Exvotos Marineros, su origen, clases, arte y técnica. Publicaciones de la Sociedad Geográfica Nacional, Serie B, número 35, Madrid, 1934, p. 16; una labor que, sin duda alguna, en ciertos casos se aleja de la idea de armonía visual requerida para que este tipo de exvoto «...forme un conjunto artísticamente agradable» lo cual se reflejaría a través del «gusto en las formas, en la distribución de partes i en la elección de adornos», así como en el «esmero en la ejecución», unas consignas que se solían requerir a los constructores de barcos pero de compleja exigencia al devoto oferente. A este respecto, véase Monjo i Pons, Juan: Curso Metódico de Arquitectura Naval aplicada a la construcción de los buques mercantes, Barcelona, 1856, pp. 115-116. 71   En el inventario correspondiente al 8 de julio de 1859, se constatan en la ermita de San Telmo de Santa Cruz de Tenerife «tres barcos de palo de promesa», cantidad que se había incrementado hacia 1883, llegando a contabilizarse hasta cinco unidades. Archivo Parroquial de la Iglesia Matriz de La Concepción de Santa Cruz de Tenerife. Inventario de Enseres, ropas, muebles y alhajas pertenecientes a la ermita de San Telmo de esta ciudad de Santa Cruz de Tenerife, y a la Ymagen de N.S. Del Buen Viaje que se veneran en ella, Caja 166, s.n. 72   Como el que representa a un pequeño vapor y que es custodiado en el Santuario de Nuestra Señora de Guadalupe, en la isla de La Gomera. 73   Utilizadas, preferentemente, en la arboladura, sustituyendo de esta guisa al velamen, como así se evidencia en dos ejemplos localizados en la ermita de San Telmo (Santa Cruz de Tenerife) y en la iglesia parroquial de Nuestra Señora de la Peña de Francia (Puerto de la Cruz). 74   Entre los que podemos encontrar maquetas diseñadas por empresas especializadas en el modelismo naval o ejemplos de factura simple y vendidos como souvenires en determinados bazares de zonas turísticas. 75   En cierto modo, algunos ejemplares reseñados han sido introducidos en los templos como simple atrezzo, en un ingenuo acto de multiplicación de dones para solaz de fieles, turistas y estudiosos de la materia.

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ya que su creador no siempre tiene la destreza y los recursos necesarios para elaborar una copia fidedigna del modelo original70. Junto a su diversidad fisonómica —entre los que se encuentran todas las variedades de transporte náutico—, estos exvotos presentan acabados de diversa calidad, donde priman los de naturaleza lignaria71 frente a los que se confeccionan incorporando otros materiales como el cartón, el latón, el alabastro72, la cera, o, incluso, conchas de bivalvos73. Finalmente, si lo que primaba en un principio era su carácter artesanal —situación que los convertía en piezas únicas—, la introducción paulatina de unidades industrializadas o realizadas en serie74 también pone de manifiesto un cambio sustancial en este tipo de expresión devota75.

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Foto 6. Barco votivo para colgar (Iglesia de Ntra. Sra. del Socorro-Tegueste).

En lo concerniente a su tipología, y sin menoscabo de lo que exponen algunos autores76, estableceremos dos clasificaciones: A. Dependiendo del tipo de disposición para el fueron concebidos A.1.  Pendientes. Presentan una análoga correspondencia al denominado hanging model de los ingleses o aquellos que, conmemorando gestas militares o comerciales, fueron colgados indistintamente en templos, edificios admi-

76   Basten como ejemplo dos, elegidos a partir de una época y contexto cultural diferentes. Así, Guillén y Tato establece tres tipologías —para colgar, procesionales y personales—, véase Guillén y Tato, Julio F.: op. cit., p. 17; mientras que Carbou establece una clasificación más heterogénea: modelos procesionales gigantes; modelos reducidos suspendidos o protegidos en globos de cristal; barcos en botellas, de caja o incluso semicascos, a este respecto véase Carbou, Elise: «Les ex-voto marins en Europe. Origine, histoire et aspects actuels de cette practique dévotionnelle», en La devotion populaire et la mer, Les Cahiers de IATAN, núm. 1, Association des Thésards en Antropologie de Nice, France, 2003, pp. 1-12.

nistrativos y lonjas. Esta variedad de exvoto es ejecutado para contemplarse sin ningún obstaculo visual77. [Foto 6] A.2.  De peana. Actualmente es el soporte más utilizado, pues permite al barco ser dispuesto sobre cualquier superficie horizontal del templo (hornacinas, bancos, pedestales, tirantes, etc.). [Foto 7] A.3.  Procesionales. Sin lugar a dudas, están revestidos por un carácter simbólico añadido, pues proclaman su razón de ser no sólo en el templo sino también

  A esta tipología, salvando matices constructivos, correspondieron los desaparecidos de la ermita de Las Angustias (Icod de los Vinos); San Telmo (Santa Cruz de Tenerife), donde, a finales del siglo xix, el periodista Isaac Latimer describía su interior, relatando que «...En cada viga que cruzaba la ermita para sostener el techo estaba colgada la maqueta de un barco y también en otras partes». Véase Latimer, Isaac: Notas de un Viaje a las Islas de Tenerife y Gran Canaria (Un clima de verano en invierno), estudio crítico de Manuel Hernández González, La Laguna, Tenerife, [1887], 2002, p. 62; Nuestra Señora del Socorro (Tegueste) «...Un barquito que pende del techo», AHDLL. Fondo Parroquial de la iglesia de Ntra. Sra. del Socorro-Tegueste, Inventario de alajas y enseres de Ntra. Sra. Titulada del Socorro, 1881, Legajo 12, Doc. 12; sin embargo, ejemplares actuales que presenten esta disposición los podemos contemplar también en otras islas del Archipiélago Canario, como es el caso de la ermita de San Telmo, en Las Palmas de Gran Canaria. 77

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Foto 7. Barco votivo sobre peana. (Ermita de Ntra. Sra. de Los Reyes-Garachico).

cuando se les lleva en una comitiva religiosa. Aunque exvotos de esta categoría no se encuentran en Tenerife, en otros lugares de Canarias podemos diferenciar dos modalidades específicas: A.3.1.  Los que se emplean como andas de una determinada efigie, como en el caso de la imagen de San Telmo que recibe culto en la ermita homónima de Santa Cruz de La Palma78; A.3.2.  Los exentos, que acompañan a una imagen determinada, como el velero que procesiona junto a otro San Telmo, pero en este caso localizado en el Puerto de La Estaca, isla de El Hierro79. A.4.  Protegidos por una estructura o recipiente. En este caso suelen seguir la costumbre de ubicar la unidad ofrendada dentro de una vitrina, encontrando piezas singulares en la ermita de San Telmo (Santa Cruz de Tenerife), así como en la iglesia de Ntra. Sra. del Rosario de Valle de Guerra (San Cristóbal de La Laguna) y en la de Ntra. Sra. del Carmen (Los Realejos); o dentro de una botella, modelos que responden a una técnica muy arraigada entre los amantes del modelismo y la cultura del mar, como el de la ermita de San Telmo (Santa Cruz de Tenerife), donde existe un ejemplar de pequeñas dimensiones. [Foto 8]

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B. Dependiendo de la técnica empleada en su realización B.1.  Populares. Denotan una traza que no respeta escalas ni fisonomías. Principalmente, son embarcaciones que se ejecutan «de memoria», pudiendo presentar una evidente ausencia de elementos contructivos básicos y limitándose, para el caso de los veleros, al casco y la arboladura. Junto a ellos también se prodigan los que, aun incorporando detalles significativos, denotan la falta de pulcritud en el objeto resultante. Respecto al material empleado, no existen límites para su elección (primando la madera, el plástico, el alambre, etc). [Foto 9] B.2.  Artesanales. Presentan unas líneas más armoniosas, pues se trata de maquetas que se han realizado a partir de planos a escala o bien se han adquirido, prefabricados, para su posterior montaje. Al igual que los anteriores, su aspecto es heterogéneo, pero priman las embarcaciones a vela. Para su confección

78   Acerca del origen de esta pieza y su fuente de inspiración, su vinculación simbólica con la barroca Nave de la Iglesia y la presencia de otras naves similares, véase Pérez Morera, Jesús: «San Telmo», en Magna Palmensis. Retrato de una Ciudad, [Catálogo de la exposición homónima], Servicio de Publicaciones de la Caja General de Ahorros de Canarias, núm. 242, Santa Cruz de Tenerife, 2000 pp. 128-129; y «Galeón de San Telmo», en Arte en Canarias [Siglos xv-xix]. Una mirada retrospectiva. [catálogo de la exposición homónima], Gobierno de Canarias, 2001, t. ii, pp. 125-126. 79   Un velero de tres palos que es una reproducción del que se quemó en el incendio del templo en el año 2000.

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Foto 8. Barco votivo en una urna (Ermita de San Telmo-Santa Cruz de Tenerife).

Foto 9. Barco votivo popular (Ermita de Ntra. Sra del Rosario-Machado-El Rosario).

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Foto 10. Barco votivo artesanal (Ermita de San Roque-Garachico).

se utilizan maderas específicas (ramín, sapelli, boj, nogal africano, etc.) y velas cosidas. [Foto 10] B.3.  Industriales. En este apartado se engloban aquellas reproducciones seriadas que, en cierto modo, emulan o reproducen todo tipo de embarcaciones —históricas o no—, y que se suelen dispensar en bazares turísticos. Por lo general, sus acabados son también variados y dependen de sus respectivos fabricantes. [Foto 11] En lo que concierne a la distribución de estos exvotos en el recinto cultual, existen ubicaciones singulares para depositarlos, al estar supeditada la pieza a las peculiaridades del espacio que la acoge y, a este respecto, optándose por colocarlos pendientes o sobre los tirantes, elementos sustentantes que caracterizan la arquitectura de raigambre mudéjar canaria80, frente a otras disposiciones —p.e. emplazarlos junto a la efigie receptora81 [Foto 12] o sustituyendo el atributo de la efigie corres-

  Y sobre todo cuando se trata de ermitas, pues en otros templos del territorio nacional, por lo común, se suelen disponer pendientes de la clave de un arco o bajo una bóveda. 81   La cercanía de estos exvotos respecto a su imagen-referente —por lo general ubicados a sus pies—, la encontramos en San Telmo (Santa Cruz de Tenerife y Puerto de la Cruz) y Nuestra Señora del Rosario (Valle de Guerra-La Laguna). 80

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Foto 11. Barco votivo industrial (Ermita de San Telmo-Santa Cruz de Tenerife).

Foto 12. Izq.: San Telmo con barcos votivos a sus pies (Ermita de San Telmo-Puerto de la Cruz); Der.: Barcos votivos dispuestos sobre los tirantes (Ermita de San Roque-Garachico).

pondiente82—. Por otro lado, también es pertinente exponer la presencia de naves votivas en sacristías y recintos anejos, fuera de la vista del público y respondiendo a diferentes motivos83. Ahora bien, dos piezas singulares merecen ser enunciadas en esta relación: 1. Bergantín «El Audaz»84

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Si entre los motivos que justifican la ejecución de este tipo de manifestación devota destacan, grosso modo, el hecho de representar la salvación de la tripulación y su pasaje durante un percance concreto, o también, hacer público el agradecimiento por haber tenido una buena travesía; la reproducción del presente barco evidencia el testimonio material de la búsqueda de la redención (espiritual) de quien lo confecciona en las postrimerias de su vida85. Como así se desprende de su oferente, un personaje controvertido, con una vida novelizable y no exenta de episodios excecrables, cuyo exvoto es una de las piezas más interesantes que incorporamos a este estudio por dos cuestiones simples: sus excepcionales dimensiones86; y la singular historia que le viene aparejada87. El presente exvoto, dispuesto en una urna localizada en la iglesia de Ntra. Sra. del Carmen (Los Realejos), representa a un bergantín; un tipo de nave, generalmente

82   Como es el caso del San Telmo que recibe culto en la ermita homónima de Santa Cruz de Tenerife, cuyo galeón de plata fue reemplazado por un barquillo de madera. Agradecemos sinceramente a D. Esteban Reyes Melián por su ayuda y la información facilitada sobre este templo. 83   Por un lado, se atribuye esta «reubicación» a la escasez de espacio físico para distribuirlos por el templo a la vista de los concurrentes —San Telmo (Santa Cruz de Tenerife) y San Roque (Garachico)—; otras, porque se han agrupado junto a repertorios votivos y no existe intención de desvincularlos de dichos conjuntos —Nuestra Señora del Socorro (Tegueste); y, finalmente, la tercera causa responde al hecho de no disponer de los recursos necesarios para exponerlos con total seguridad, así como por tratarse de piezas excepcionales y dotadas de un valor patrimonial indiscutible, como ocurre con un buque de propulsión mixta que se encuentra en la parroquial de Taganana. 84   Agradecemos a D. Germán Francisco Rodríguez Cabrera —historiador del arte y miembro de la Venerable Hermandad y Cofradía del Carmen de los Realejos— su desinteresada ayuda para poder acceder a este exvoto y por la información aportada. 85   Nave entregada a la Virgen del Carmen de Los Realejos por Ángel García, un pirata tinerfeño del siglo xix conocido popularmente como Cabeza de Perro que, según cuenta la tradición, «...antes de ser ajusticiado por sus crímenes en el castillo de Paso Alto, de la capital tinerfeña, construyó, pieza a pieza, la embarcación que luego hizo enviar como ofrenda a la Virgen del Realejo». Véase Hernández García, José Javier: Los Realejos y Nuestra Señora del Carmen, Aula de Cultura del Cabildo de Tenerife, Tenerife, 1990, p. 124. 86   Determinadas por 150 cm de largo, 80 cm de ancho y 163 cm de alto. Un volumen sólo comparable al que también encontramos en la ermita de San Roque (Garachico) y que en este caso se corresponde con un navío del siglo xviii, depositado en junio de 2010 por D. Orlando Acosta García, vecino del lugar y modelista naval. 87   A este respecto, véase Jerez Sabater, Pablo: «Barco de Cabeza de Perro», en Vitis Florigera. La Virgen del Carmen de Los Realejos, emblema de fe, arte e historia, Parroquia de Nuestra Señora del Carmen, Los Realejos, 2013, pp. 117-118.

En el archivo parroquial sito en la iglesia de Ntra. Sra. de las Nieves, Taganana, está depositado sobre un estante la reproducción de un barco. Una nave de propulsión mixta y pabellón francés que evoca un hecho luctuoso para la navegación internacional, acaecido durante la madrugada del 16 de febrero de 1898. La pieza representa al vapor francés Flachat, perteneciente a la Compagnie Générale Trasatlantique o French Lines, que cubría la línea Marsella-Colón y que encalló en la Punta de Anaga —a barlovento del Faro—, pereciendo ochenta y seis personas, entre pasajeros y tripulación90. Respecto a las causas principales de este percance, se alude la espesa «niebla amarilla» que desvió la nave de su rumbo,

88   Para profundizar más sobre esta modalidad de barco, véase Ruiz Godia, Josu: Arquitectura y Tecnología en el diseño del estándar mercante bergantín, Tesis Doctoral, Departamento de Ciencias y Técnicas de la Navegación y de la Construcción Naval, Universidad de Cantabria, Santander, 2010, pp. 23-25. 89   A quien agradecemos su estimada atención e información aportada. 90   Una pormenorizada crónica de este trágico accidente se encuentra descrita en el Liberal de Tenerife, Diario de la Mañana, del sábado 19 de febrero de 1898, núm. 1945, así como en Padrón Albornoz, Juan A.: «El hundimiento del Flachat». El Día, 10/08/1975, sección «La Isla y los barcos».

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2. Vapor Flachat

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de dos mástiles, que aparece en la segunda mitad del siglo xvii y fue utilizada de forma sistemática hasta la decimonovena centuria. Su principal característica era la gran superficie vélica que desplegaban para sus desplazamientos a otros países, por lo que eran tenidos por unos barcos extremadamente rápidos y ágiles en la maniobra, y apropiados para el tráfico entre continentes. Hecho que también los convirtió en los más eficaces para ejercer el corso o la piratería. Sin embargo, el presente exvoto evidencia una variante de dicha nave, denominándosele «redondo» o «brig», con ambos palos arbolados en su totalidad con velas cuadras más otra denominada cangreja o aurica que, en este caso, es un poco más pequeña que la del bergantín común88. A pesar de ello, la presente pieza evidencia un anacronismo singular, ya que la posición tradicional de sus dos palos verticales —trinquete y mayor— en este caso han sido sustituidos por mayor y mesana, circunstancia que nos hizo pensar en un momento que la reproducción no podía haber sido construida por un marino experimentado. No obstante, esta ofrenda náutica fue restaurada en 1998 por don José Luis Rodríguez de Guillama89, quien nos aseguró que su trabajo se centró, principalemente, en la reconstrucción íntegra del barco a partir de su casco, ya que sólo éste y los dos palos desbaratados eran lo único que se había conservado hasta entonces. Sin embargo, como nos comentó el antedicho artesano, la presencia en la pieza original del peculiar mascarón de proa con forma de cabeza de perro que, a modo de explícito sello de autoría, evidencia su homonimia con el apodo del pirata/autor, nos deja una puerta abierta hacia un estudio más concienzudo acerca del origen de esta ofrenda votiva. [Foto 13]

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Foto 13. Exvoto del bergantín redondo El Audaz (Iglesia de Ntra. Sra. del Carmen-Los Realejos).

fenómeno meteorológico que evidentemente alude a la calima o polvo sahariano en suspensión y que también fue la causa de otros desastres similares acaecidos en las aguas de Canarias91. Asimismo, entre los restos que se pudieron rescatar del

91   Como el reseñado por Guerra y Peña en 1783 donde hacia el 2 de julio «...llegó al Puerto de Santa Cruz una Embarcación Portuguesa, que salió de Lisboa con destino a la Madera cargada de Trigo y sal; pero la Niebla que estaba sobre dicha Isla no se la dejó ver, y se propasó á estas en donde se hallaron con la misma Niebla, y conociendo su peligro hicieron varias promesas para llegar en bien y el Capitan y otros pasaron a Candelaria á cumplir alguna», con posterioridad, el 14 de julio «...se supo que por el mismo motivo havia varado una Embarcación Francesa en los Islotes de Lanzarote: la Tripulacion se salvó haviendosele socorrido en dicha Isla, y mucha de la carga también se sacó aunque haveriada...», véase Guerra y Peña, Lope Antonio de la: Memorias (Tenerife en la segunda mitad del siglo xviii), Cuaderno iv, años 1780-1791, El Museo Canario, Las Palmas, 1959, p. 137; de la misma manera, en la centuria siguiente encontramos otro relato sobre el naufragio «de una fragata inglesa, el 31 de enero de 1832, en La Fajana Grande, Garafía. El navío, llamado Eclipse, encalló en La Fajana. Una densa niebla le impidió ver la costa. En el incidente murió una persona», véase Lorenzo Arrocha, Jesús Manuel: Galeón, Naufragios y Tesoros, Servicio de Publicaciones de La Caja de Ahorros de Canarias, núm. 229, Historia-31, Santa Cruz de La Palma, 1999, p. 137.

hundimiento destacan dos efigies de bulto que representan a un Crucificado92 y una Inmaculada Concepción93, imágenes que en la actualidad reciben culto en la parroquial de Taganana. En lo que concierne al exvoto, se representa como un barco de propulsión mixta (vapor y vela), arbolando tres palos y con una fisonomía propia de las naves de su época: proa recta, puente descubierto, hélice de cuatro palas, así como chimenea y manguerotes rojos, color que corresponde a su Compañía. Finalmente, a tenor de

92   «...se le llama del Naufragio, a causa de haber aparecido en la playa de Anosma (PuntaAnaga), después del naufragio del vapor francés Flachá [sic]. Fue recogido por el Señor Don Antonio López Laurelio, torrero mayor del faro de Anaga, que lo encontró abandonado en aquella playa pagando de su peculio particular a individuos que lo transportaran a esta iglesia», AHDLL. Fondo Parroquial de La iglesia de Las Nieves-Taganana, Legajo 7, Doc. 8, Inventario del 30 de enero de 1927, p. 4. 93   «...nueva y de buen tamaño, fue traida a esa iglesia por gestiones del cura ecónomo que fue de esta parroquia, D. Santiago Izquierdo, cerca de la vecina punta de Anaga, que la tenía en su poder. Fue encontrada por este en la Playa, arrojada por el oleaje, después del naufragio del vapor francés «Flacha» (sic)». AHDLL, Fondo Parroquial de la iglesia de Las Nieves-Taganana, Legajo 7, Doc. 7, Inventario del 1 de marzo de 1927, p. 3.

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Foto 14. Exvoto del vapor Flachat (Iglesia de Ntra. Sra. de las Nieves-Taganana).

las escasas representaciones gráficas que hay de esta embarcación94, podemos aseverar que, salvo algunos matices, manifiesta una correspondencia formal respecto al barco original. [Foto 14]

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Recibido 8-12-2013. Aceptado: 19-2-2014

94   Una de ellas aparecida en el semanario francés L’ illustration (núm. 2.870, 26 de febrero de 1898, p. 165) y aparejada a la noticia de su hundimiento.

RETABLOS DESAPARECIDOS EN EL SANTUARIO DEL CRISTO DE TACORONTE Antonio Marrero Alberto Historiador del Arte

Resumen En 1661, llegó a Tacoronte, un pueblo situado en el norte de la isla de Tenerife, una imagen que cambiaría la devoción cristiana de sus habitantes. Se trataba del Cristo de los Dolores, imagen aún hoy venerada por todos los canarios. Con motivo de esta devoción, la iglesia se enriquece con la donación y encargo de retablos e imágenes diversas, llegando a contar con más de seis retablos. En la actualidad, sólo restan tres debido a los cambios y la eliminación de obras de arte efectuados por el parroco D. Armando Montoliu en los años 60 del siglo xx. Aun así los ecos de un pasado mejor, mucho más rico y suntuoso, siguen vivos en la mente de los tacoronteros que vivieron dicho esplendor. Con este artículo pretendemos el análisis pormenorizado de dichos retablos, estudiándolos a partir de los documentos encontrados que hablan de su realización, posibles restauraciones y las imágenes titulares que aún se conservan en las iglesias de Tacoronte. Palabras clave: retablos, barroco, naoclasicismo, Tacoronte.

Key words: altarpieces, baroque, neoclassicism, Tacoronte.

Revista de Historia Canaria, 196; abril 2014, pp. 61-74; ISSN: 0213-9472

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«Altarpieces Eliminated in Sanctuary of the Christ from Tacoronte». In 1661, there came to Tacoronte, a people placed in the north of the island of Tenerife, an image that would change the Christian devotion of his inhabitants. He was the Christ of Dolores, image still today venerated by all the canaries. On the occasion of this devotion, the church prospers with the donation and order of altarpieces and diverse images, managing to rely on more than six altarpieces. At present, there are only three of these patrimonial goods, due to the changes and the elimination of works of art effected by the priest D. Armando Montoliu in the 60s of the 20th century. Even this way the echoes of the richest best, great and sumptuous past, they are still alive in the mind of the tacoronteros that they lived through the above mentioned brilliance. With this article we claim the analysis detailed of the above mentioned altarpieces, studying them from the opposing documents that they speak about his accomplishment, possible restorations and the titular images, which still remain in Tacoronte’s churches.

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Abstract

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Desde que en 1889 se decidiera ocultar los balcones que comunican la Capilla Mayor del Santuario del Cristo de Tacoronte y la casa del Capitán D. Tomás de Castro y Ayala con un retablo de corte clasicista, diseñado y ejecutado por el artista Gumersino Robayna y Lazo, muchos son los bienes que se han visto intervenidos, ahogando su decoración por cuestiones ideológicas o con una supuesta intención renovadora ante la situación de abandono que presentaban algunos de estos. Es de valorar que, a diferencia de otros templos canarios, la sustitución de retablos en los siglos xvii y xviii venía motivada por la creación de otros nuevos (en algunos casos se optó por la reutilización de nichos y elementos, lo cual permite disfrutar hoy en día de testigos evidentes de las primeras piezas y manifestaciones artísticas que decoraban nuestros templos) y en los siglos xix y xx, cuando más desprotegido se encontraba el patrimonio a merced de los cambios y los conflictos, en Tacoronte la desacralización y la llegada de ideas ilustradas proveniente de Europa, no tuvieron el efecto destructivo del que se hizo gala en otros lugares. Aunque la Desamortización de Mendizabal (1837) fue el germen de la desacralización del convento agustino, sería el párroco D. Armando Montoliu quien, a través de interpretaciones y cuestiones personales de gusto, efectúo los cambios más devastadores en el Templo del Cristo, con la eliminación de retablos, de las escaleras situadas a los pies de la iglesia que ascendían al coro, la colocación de placas de granito que rodeaban internamente el perímetro del edificio o la cubrición con pintura de tono oscuro del retablo mayor. En la Iglesia de Santa Catalina se cubrió, del mismo modo, el retablo mayor dedicado a la santa patrona del municipio, al igual que las paredes del presbiterio y del antepresbiterio de dicha iglesia. En aquellos bienes en los que sólo se procedió a la cubrición de la policromía y el dorado primigenio, todavía podemos soñar con su recuperación, como ya ha ocurrido en otros casos. Sin embargo, en otros la pérdida es irreparable y sólo resta material de archivo para su conocimiento. En el caso que nos ocupa, sabemos que las paredes laterales del Santuario de Santísimo Cristo de los Dolores contaban con una serie de retablos que no han llegado hasta nuestros días, pero que tienen su mejor testimonio en unos documentos referentes a su intervención y recuperación de 18921. Se referencian tres retablos, aunque sólo se específica el de Nuestra Señora de la Consolación. Sabemos por otros documentos anteriores que Santa Rita también contaba con retablo propio2. Y si tenemos en cuenta la anotación al margen presente en el doc. 3, que cita 80 duros para Robaina, podemos concluir que el otro retablo sería el del Nazareno, el cual presentaba, antes de la última restauración que sacó la policromía original con fondos rojos y verdes y decoración dorada, un repinte bien efectuado de fondo blanco y cartelas marmoleadas en tonos rosa y azul pastel con embellecedores dorados al estilo del retablo mayor del Cristo, el cual fue descrito por Carmen Fraga afirmando que:

  Archivo Diocesano de Tenerife (en adelante ADT), Santa Catalina Mártir de Tacoronte. Fondo Asociado. Cofradía del Santísimo Cristo de los Dolores 10/01/1892 doc. 2 y 16/01/1892 doc. 3, Tacoronte, Leg. 1. 2   ADT, Cuentas y relación de hermanos de la cofradía del Santísimo Cristo de Tacoronte 1738, Libro 079, s/f. 1

Este retablo a modo de frontis griego, al gusto neoclásico, eleva sus cuatro columnas doradas, sobre una pretendida base retranqueada que se decora con cartelas que imitan un marmoleado que recordaría al que tuvo el retablo del Nazareno antes de su ya comentada restauración. A su vez, el del Cristo presenta una inscripción, escondida tras el frontal y sagrario de plata, que versa así: ESTE RETABLO HA SIDO PROYECTADO, DIRIGIDO Y PINTADO POR D. GUMERSINDO ROBAYNA, SIENDO MAYORDOMO EL SR. DR. DN. DAMIÁN MARTÍN HERNÁNDEZ, BENEFICIADO DE ESTE PUEBLO, Y DN. PEDRO GUEZALA. AÑO DE 1888,

3   Fraga González, María del Carmen. Robayna. Gumersindo y Teodomiro Robayna. Biblioteca de Artistas Canarios. Viceconsejería de Cultura y Deportes, Gobierno de Canarias, 1993.

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aquí no podía competir con la magnífica talla escultórica representando a Cristo, la cual había sido importada de Castilla en el siglo xvii, de modo que es de lamentar el efecto visual del retablo clasicista en el cual se ha incluido dicha imagen y las dos pinturas de Robayna 3.

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Fig. 1. Retablo Mayor de Gumersindo Robayna, Santuario del Santísimo Cristo de los Dolores (Tacoronte) (1888).

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Fig. 2. Retablo del Nazareno, después de la restauración, Santuario del Santísimo Cristo de los Dolores (Tacoronte) (s. xviii).

por lo que las hipótesis planteadas en cuando a la forma constructiva y la decoración polícroma, que enlazaría dichos retablo, cobra sentido. Por lo tanto, si observamos el Retablo Mayor, la evolución del Nazareno y atendemos a las descripciones dadas en los documentos (apéndice documental núm. 1), podemos afirmar que se tratarían de estructuras básicas, sin grandes alardes técnicos, más bien formas pobres, marcados por un carácter eminentemente funcional, con nichos para imágenes y áticos coronados por lienzos pintados. Atendiendo a los libros de la cofradía del Cristo de Tacoronte (apéndice documental nº 2), la información es muy numerosa: –  En 1824 que en los altares de Nuestra Señora de Consolación y de Santa Rita se pongan igualmente crucifijos: las piedras de ara encajonadas: y en este ultimo tambien una tarjeta de cuarenta dias de indulgencias a los fieles que rezaren un Padre Nuestro, Ave María y gloria Patri, delante de la imagen de dicha Santa Rita4 , por lo que sabemos que no sólo contaba con las imágenes principales, sino con sendos crucifijos.

  Op. cit., ADT Cuentas y relación de hermanos..., 1824.

4

  Ídem, 1843.   Alloza Moreno, Manuel Ángel: La pintura en Canarias en el siglo xix. Aula de Cultura de Tenerife, Excmo. Cabildo Insular de Tenerife, 1981, pp. 94-98. 7   Ídem, p. 94. 5 6

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–  En 1843 doscientos ochenta y cinco reales que costó la pintura del retablo de Santa Rita y del Púlpito, según el recibo de Diez y siete de Agosto numo. 42, en que no va cargado eljornal del pintor Dn. Marcos Baeza, por que hizo gracia: ni tampoco su manutención porque yo la suministré demi casa 5, dándose el nombre del artista. Para nosotros es de sobra conocido el pintor Marcos Baeza y Carrillo, descrito en el libro La pintura en Canarias en el siglo xix 6, pero este nace en 1858, por lo que se hace evidente la imposibilidad de que él sea el autor del repolicromado de las obras tacoronteras. Cabría la posibilidad de pensar que se trate de su padre, Marcos Baeza, pero como señala Alloza Moreno, la familia de Marcos Baeza y Carrillo no veía con agrado esa afición que aumentaba cada vez más en el chico, por lo que éste tuvo que vencer la presión a que se le sometía para convencerle de que el porvenir que le esperaba no era muy brillante 7, por lo que se deduce la negativa del padre a que el hijo desarrolle su don en la práctica de las bellas artes. Cabe destacar que, al listado de retablos mencionados, se une el púlpito de la iglesia, que sigue

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Fig. 3. Púlpito, Santuario del Santísimo Cristo de los Dolores (Tacoronte) (s. xviii).

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el mismo esquema compositivo que el que tenía el retablo del Nazareno y en el que, en aquellas zonas con pérdidas de capa superficial de policromía, se vislumbra una capa pictórica inferior. –  En 18468 doscientos veinte y dos y medio reales costo depinturas y trabajo del pintor, en los dos frontales quese hicieron, para el diario, uno de ellos para el Altar del Nazareno, y el otro para resguardar el deplata del Altar Mayor, todo lo que se justifica con el recibo de veinte y cuatro de Diciembre, numo. 92. No se especifica el autor, pero menciona dos frontales de altar, hoy inexistentes. –  En 18489 por un duro pagoal Carpintero Francisco Lara por encajonar las cinco piedras deara delos Altares segunlo dispuso S. Iltma. envisita Pastoral Documento numero cuatro, por lo que se confirma la existencia de al menos 5 altares con sus respectivos retablos. Por secenta y tres pesos cinco rta. seis cuartos pagos de Pintor Cristoval Espinosa pr pintar tres retablos inclusa pintura Na. documento numero nueve, se da el nombre otro pintor de retablos, Cristóbal Espinosa, posiblemente encargado de policromar el resto de retablos existentes en el templo y retocar el trabajo de Marcos Baeza. Por dos pesos al mismo pr. pintar el pulpito inclusa pintura documento numero diez, entran en contacto en esta obra las labores de los dos pintores mencionados, con cinco años de diferencia entre cada uno. –  En 184910 dos pesos al Pintor Cristoval Espinosa por pintar la casa y cruz de Jesus Nazareno, Documento Numero cuatro, en este caso, observamos un trabajo tangencial de Espinosa, encargado de repolicromar la imagen del Nazareno, titular del retablo ya mencionado. Por nueve pesos importe de tres varas de lampaso compradas a Dn. Pedro Ponte para unas enaguas dela Virgen de Consolacion según recibo Numero diez y nueve. Por cinco pesos corrientes importe de unas enaguas de moé azul compradas para un manto dela misma Imagen recibo Numero veinte. Aparecen referencias también a donaciones textiles para vestir a las diferentes imágenes. –  En 185011 por veinte y dos pesos un rta. impte. de quinientos treinta ydos pies de tablones de pinsapo comprados a Dn. José S. Bueno para la construcción de un retablo documento Numero nueve, pudiendo tratarse de un nuevo retablo o de la adquisición de los materiales para el retablo mayor. Por catorce pesos tres rta doce cuartos importe de dos tablones de cedro comprados a Julian Robaina para chapiteles de dicho retablo Documento Numero diez. Llama la atención de ambas citas el citado de los materiales, pinsapo y cedro, muy abundantes en los montes de la zona alta de Tacoronte. –  En 1854 por cuarenta y nueve pesos dos rta. ocho cuartos pago por empastar las columnas arcos tra. de la Iglecia, pintar el todo de ella y retablo, puertas ventanas

  Op. cit., ADT Cuentas y relación de hermanos..., 1846.   Ídem, 1848. 10   Ibídem, 1849. 11   Ibídem, 1850. 8 9

Partiendo de la información recopilada, podemos afirmar la existencia de los siguientes retablos: el Mayor, del Nazareno, de la Virgen de la Consolación, de Santa Rita y sumamos el de San José, ya mencionado por Jesús Casas Otero, el cual, al hablar de imágenes desparecidas, menciona la imagen del santo, conservado en la actualidad en la iglesia de Agua García, pero que estuvo en el santuario del Cristo hasta el año 1961 en que, con motivo de una «restauración» de la iglesia, se trasladó

  Ibídem, 1854.   Ibídem, 1855.

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pulpito tra. según cinco recibo numeros cinco a nueve12. De nuevo, se encarga la mejora del templo y sus bienes. –  En 1855 por nueve pesos tres rta seis cuartos costo de un habito pa. S. Agustín: tres y cuarta varas bruceta pa. los niños de San José y la Virgen de la Consolación y la toca de la misma ynueve varas de encage para el altar mayor. Documento numero seis13. Finalmente, se encargan hábitos para las diversas imágenes ubicadas en los retablos y no tenemos constancia de nuevas reformas de importancia en los retablos del santuario del Cristo hasta 1892, a través de la solicitud de restauración de tres retablos, documentación ya mencionada.

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Fig. 4. San José, Iglesia Ntra. Sra. de Fátima, Agua García (Tacoronte) (s. xviii)

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Fig. 5. Retablo de la Soledad, Santuario del Santísimo Cristo de los Dolores (Tacoronte) (s. xviii)

a la nueva parroquia de Ntra. Sra. de Fátima, creada en el lugar de Agua García. Es una imagen de vestir con el Niño Jesús de talla. En el año de 1760, se hace referencia a esta imagen con motivo de dorar su retablo, y en 1787, Dña. Ángela Perera, viuda de Baltasar Ramos, dotó a la misma de 50 pesos para un día de novena14. Resultan en total cinco retablos, pero cabría preguntarse: ¿cuál es el motivo que lleva a los cronistas, anteriores al sacerdocio que D. Armando Montoliu ejerce en el municipio, a no citar estos retablos? Para contestar a esta pregunta, citaremos lo que dice de los retablos del templo Sergio F. Bonnet Suárez: solamente uno, el de Dolores ofrece bastante interés, es de un barroco exuberante con profusión de dorada hojarasca, frutas, angelotes y pajarracos. Las dos columnas laterales se truncan en su tercio superior para surgir de ellas sendas cariátides infantiles que sostienen sobre sus cabezas los ricos capiteles corintios. Las figuras pintadas en su color natural y el resto básicamente dorado15.

14   Casas Otero, Jesús: Estudio Histórico-Artístico de Tacoronte. Aula de Cultura de Tenerife, Excmo. Cabildo Insular de Tenerife, 1987, p. 146. 15   Bonnet Suárez, Sergio F.: «Tacoronte y su templos», en El Museo Canario, Año v, julioagosto-septiembre, núm. 11. Las Palmas de Gran Canaria, 1944, pp. 35-36.

Este autor volverá a redundar en esta idea en su artículo publicado en el periódico La Tarde en 196116. Resulta llamativa la posibilidad de que un retablo de las características del de La Soledad consiga eclipsar la existencia del resto de retablos del templo, que, como diría Alfonso Trujillo, es perfectísimo en sus formas, y constituye una magnífico colofón para esta tipología (de pabellón-baldaquino) del retablo barroco en las Islas17. No obstante una parte de los retablos analizados se ha perdido, las imágenes bajo la cual estaba su advocación se han conservado, todas en Santa Catalina (salvo el San José que, como ya dijimos anteriormente, se encuentra en la parroquia de Agua García). Recibido: 6-1-2014. Aceptado: 19-2-2014

 Diario La Tarde, septiembre, 1961.   Trujillo Rodríguez, Alfonso: El Retablo Barroco en Canarias. Excmo. Cabildo Insular de Gran Canaria, 1977, pp. 176-178. 16 17

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Fig. 7. Santa Rita, Retablo de la Inmaculada Concepción o de San Lorenzo. Iglesia de Santa Catalina mártir de Alejandría (Tacoronte) (s. xviii)

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Fig. 6. Nuestra Señora de la Consolación. Retablo del Patrocinio o de San José, Iglesia de Santa Catalina mártir de Alejandría (Tacoronte) (s. xviii)

APÉNDICE DOCUMENTAL NÚM. 1 Archivo Diocesano de Tenerife (ADT), Santa Catalina Mártir de Tacoronte. Fondo Asociado. Cofradía del Santísimo Cristo de los Dolores, Tacoronte, Leg. 1. Propiedades Patrimonio: restauración de retablo. Mayordomos del Cristo de los Dolores. 1892 – Enero – 10 Doc. 2 Iltmo. Sor. Obispo de Tenerife Dn. Damian Martin Hernández parroco propio del Pueblo de Tacoronte y Dn. Pedro Quesada Acosta, propietario, mayordomos del Sto. Cristo de los Dolores que se venera en dicho pueblo con el debido respeto ante SSI. exponen en: que existen en la Iglesia de la expresada imagen dos retablos bastante deteriorados y cuya composición, pinturas y dorado importa doscientos duros ó sean mil pesetas, pero necesitando para emprender estos trabajos el permiso de SSI. Por tanto Suplican a SSI. se digne autorizarlos para tomar de los fondos de la mayordomía la cantidad indicada con el fin de arreglar los dichos retablos. Gracia que en justicia esperan alcanzar de la bondad y rectitud de SSI. por redundar en bien de la Iglesia, y para que sean lo sores. romeros que el sobrante se invierte en objetos piadosos. Dios guie a SSM. ml. al. Pueblo de Tacoronte a diez de Enero de mil ochocientos noventa y dos.

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Firman Damian Martin Hern Pedro Quesada

Laguna 15 de Febrero de 1892 Por presentada esta solicitud y como se pide, debiendo a su debido tiempo los Srs. Mayordomos justificar la inversión de la cantidad invertida. Lo decretó, manda y firma S.S. Iltma el Obispo, mi Señor de que certifico. Ramon Obispo de Tenerife Dr. Gabriel Jose Serrano Propiedades. Patrimonio: restauración del retablo de N.S. de la Consolación. Mayordomos del Cristo de los Dolores. 1892 – Enero – 16 Doc. 3 Itmo. Sor. Obispo de Tenerife Dn. Damian Martin Hernández parroco propio del Pueblo de Tacoronte y Dn. Pedro Quesada Acosta, propietario, mayordomos del Sto. Cristo de los Dolores que se venera en dicho pueblo con el debido respeto ante SSI. exponen en: que existe aun en la Iglesia dela

expresada imagen un Retablo -llamado de Nuestra Señora de la Consolación – bastante deteriorado, cuya composición, pinturas y dorado importa unos noventa duros, pero necesitando para emprender dicho trabajo el permiso de SSI. Por lo tanto: Suplican a SSI. se digne autorizarlos para tomar de los fondos de la mayordomía la cantidad indicada con el fin de componer dicho retablo Gracia que en justicia esperan alcanzar de la bondad y rectitud de SSI. por redundar en bien de la Iglesia, y para que sean lo sores. romeros que el sobrante de la fiesta se invierte en objetos piadosos. Dios guie a SSI. ml. al. pueblo de Tacoronte Enero diez y seis de 1892. Firman Damian Martin Hernz. Pedro Quesada Laguna 18 de Enero de 1893 Por recibido y como se pide. Lo decretó, manda y firma SSIltma. el Obispo, mi Señor, da que certifico Ramón Obispo de Tenerife. Dr. Gabriel José Lerrainz (En el borde se lee 80 duros para Robaina)

Certifico yo el infrascrito Secretario de Camara y Gobierno como en el espediente de cuentas dela Cofradia del Santo Cristo delos Dolores cita en la Iglecia Parroquial del Pueblo de Tacoronte presentadas por el Presbitero Dn. Jose Hernandez Antunes, obran las que ala letra siguen___ Cuentas pertenecientes a la Cofradía del Santo Cristo de los Dolores que da el Presbitero Dn. Jose Hernandez Antunez, por los años queestuvo a su cargo la referida Cofradia. Data Año de 1824 Pastoral Visita del año de 1847 = El Iltmo. Sor. Dn. Luis Folgueras Sion, Obispo de esta Diocesis del Consejo de S.M. Na., mi Sor; constituido en el Puablo de Tacoronte, acompañado de sus familiares, el dia de la fecha que abajo se espresará, a efecto de visitar canonicamente la Iglecia del extinguido Convento de PP. Agustinos, sita en el mismo Pueblo, donde se da culto a la muy devota imagen del Santo Cristo de los Dolores; fue recibido y entró en ella con las formalidades de estilo y habiendo precedido e inspecciono todo cuidadosa y detenidamente, según consta del acta entendida, firmada y autorizada con esta propia fha;

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Archivo Diocesano de Tenerife (ADT), Cuentas y relación de hermanos de la cofradía del Santísimo Cristo de Tacoronte, Libro 079, s/f (1738)

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APÉNDICE DOCUMENTAL NÚM. 2

en la que S.S.I. se reservó dar los oportunos mandatos, remitido que fuese a la Secretaría de Camara por el Vene. Párroco del repetido Pueblo, el libro donde se les da asiento, que es el presente: y como resultado de dicha Visitacion Canonica, tuvo a bien acordar éstos = Mandatos Generales (...) 2º Que hallandose en estado poco conforme a la decencia del templo las Tribunas colocadas en ambos lados de laCapilla principal, yamenazando ruina, se pongan debidamente y recojan algun tanto, demodo quepueda sacarse el Señor de un trono para las procesiones y volverse a colocar sin peligro y con todo desahogo; a cuyo fin el Vene. Párroco y actual mayordomo se pongan deacuerdo con el Patrono, si lo hubiere y den los pasos conducentes, y a un tiempo cuenta del resultado y ejecucion delo dispuesto (...) Que en los altares de Nuestra Señora de Consolación y de Santa Rita se pongan igualmente crucifijos: las piedras de ara encajonadas: y en este ultimo tambien una tarjeta de cuarenta dias de indulgencias a los fieles que rezaren un Padre Nuestro, Ave María y gloria Patri, delante de la imagen de dicha Santa Rita (...). Cuenta que yo Dn. Manuel de Torres y Molina, doy en virtud de lo mandado por el Iltmo. Sor. Obispo de esta Diocesis como Mayordomo del Santo Cristo de los Dolores de lo que ha ingresado en mi poder durante el tiempo transcurrido desde el dos de Marzo de mil ochocientos treinta y nueve en que comense a desempeñar aquel cargo hasta la fecha: y es como sigue ___ Descargo

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1843 Doscientos ochenta y cinco reales que costó la pintura del retablo de Santa Rita y del Púlpito, según el recibo de Diez y siete de Agosto numo. 42, en que no va cargado eljornal del pintor Dn. Marcos Baeza, por que hizo gracia: ni tampoco su manutención porque yo la suministré demi casa --- 285 1846 Cincuenta y tres reales pagados al Maestro Domingo Rodriguez por el trabajo de sentar los husillos de las dos elevaciones y materiales que se emplearon en esta operación en los termino que constan delrecibo de diez y nueve de Diciembre, numo. 91 --- 53 Doscientos veinte y dos y medio reales costo depinturas y trabajo del pintor, en los dos frontales quese hicieron, para el diario, uno de ellos para el Altar del Nazareno, y el otro para resguardar el deplata del Altar Mayor, todo lo que se justifica con el recibo de veinte y cuatro de Diciembre, numo. 92 --- 222,17 Certifico: yo el infraescrito secretario del Gobierno Eclesiastico de este Obispado de Tenerife sede vacante como es el expediente de cuentas dela Cofradia del Santo Cristo de los Dolores cita enla Iglesia del extinguido convento Agustino del Puevlo de Tacoronte, precentadas por el antual Mayordomo Dn. Manuel de Torres y Molina obran las que ala letra siguen ___ Año de mil ochocientos cuarenta y ocho. Cuenta que el infrascrito Mayordomo dela Cofradia del Santo Cristo de los Dolores presenta al Sr. Gobernador de este Obispado delas existencias que resultaron en su poder según su ultima cuenta de seis de Noviembre de mil ochocientos cuarenta ysiete de loque ha ingreado desde aquella fecha y entodo el año de mil ochocientos cuarenta yocho ydelo gastado en el mismo tiempo asaber ___

Data Por un duro pagoal Carpintero Francisco Lara por encajonar las cinco piedras deara delos Altares segunlo dispuso S. Iltma. envisita Pastoral Documento numero cuatro --- 20 Por secenta y tres pesos cinco rta. seis cuartos pagos de Pintor Cristoval Espinosa pr pintar tres retablos inclusa pintura Na. documento numero nueve --- 955,4 Por dos pesos al mismo pr. pintar el pulpito inclusa pintura documento numero diez --- 30 Ingresos en mil ochocientos cuarenta ynueve Data Dos pesos al Pintor Cristoval Espinosa por pintar la casa y cruz de Jesus Nazareno, Documento Numero cuatro --- 30 Feria doctrinal Festividad del Santo Cristo Por cuatro pesos al Secretario del Gobierno Ecco. Dn. Juan Reyes, pr. licencia pa. la traslacion de San Juan Evangelista al calvario de este Pueblo y lade que pueda venir el clero procesionalmente a celebrar las funciones numero diez y seis --- 60

Ingresos en mil ochocientos cincuenta Data Festividad del Sto. Cristo Por veinte y dos pesos un rta. impte. de quinientos treinta ydos pies de tablones de pinsapo comprados a Dn. José S. Bueno para la construcción de un retablo documento Numero nueve --- 331,30 Por catorce pesos tres rta doce cuartos importe de dos tablones de cedro comprados a Julian Robaina para chapiteles de dicho retablo Documento Numero diez --- 220,20 Año de mil ochosientos cincuenta y cuatro – cuenta que el infrascrito Mayordomo de la Cofradia de Santo Cristo de los Dolores Presenta al Sor. Gobernador de este Obispado de los ingresos de todo el año de mil ochocientos cincuenta y cuatro y de los gastado en el mismo, con balance del anterior, a saber ___

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Por cinco pesos corrientes importe de unas enaguas de moé azul compradas para un manto dela misma Imagen recibo Numero veinte --- 75

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Por nueve pesos importe de tres varas de lampaso compradas a Dn. Pedro Ponte para unas enaguas dela Virgen de Consolacion según recibo Numero diez y nueve --- 135

Festividad del Santo Cristo Por cuarenta y nueve pesos dos rta. ocho cuartos pago por empastar las columnas arcos tra. de la Iglecia, pintar el todo de ella y retablo, puertas ventanas pulpito tra. según cinco recibo numeros cinco a nueve --- 739,24 Año de mil ochosientos cincuenta y cinco – cuenta que el infrascrito Mayordomo de la Cofradia de Santo Cristo de los Dolores Presenta alSr. Gobernador de este Obispado de los ingresos en todo el año de mil ochocientos cincuenta y cuatro y de lo gastado en el mismo, con balance del anterior a saber ___ Festividad del Santo Cristo

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Por nueve pesos tres rta seis cuartos costo de un habito pa. S. Agustín: tres y cuarta varas bruceta pa. los niños de San José y la Virgen de la Consolación y la toca de la misma ynueve varas de encage para el altar mayor. Documento numero seis --- 141.10

POLÍTICA ARCHIVÍSTICA: DEFINICIÓN, ALCANCE Y MODELO DE ANÁLISIS* Víctor M. Bello Jiménez

Doctor en Historia Archivero del Ayuntamiento de San Bartolomé de Tirajana

Resumen Las políticas archivísticas han sido una constante a lo largo de la Historia, pues todos los sistemas de gobierno han establecido medidas de producción y conservación de documentos. Fundamentalmente lo han hecho para arrogarse el control de la información; aunque estas políticas han pivotado, según el modelo de gobierno, entre el secretismo y la transparencia. Lo que proponemos en este artículo es un modelo de análisis de las políticas archivísticas que puede ser útil tanto para analizar las del pasado como para proponer las futuras según las intenciones de quienes gobiernan y de las demandas ciudadanas. Palabras clave: documento, archivo, poder, administración, política archivística.

Key words: record, archive, power management, records policies.

Uno debe entender el entorno político, económico, social y cultural de una determinada sociedad para entender sus archivos. Terry Eastwood

Revista de Historia Canaria, 196; abril 2014, pp. 75-94; ISSN: 0213-9472

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«Archival politic: definition, exent and model of analysis». The political files been always a constant throughout the History, as all the government system´s have produced measures production and keeping the documents. Basically this has been done in order to have the control of the information; although these politics have changed the government styles between secrecy and transparency. What we propose in this article it is a model of analysis of the politic of filing that could be useful as to analyze the past than to propose the futures ones according the intentions of whom are in power at that moment an also the citizens demands.

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Abstract

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ENFOCANDO LA UTOPÍA La tecnología desarrollada en el siglo xxi con el foco dirigido hacia la Sociedad de la Información y la Comunicación (SIC) ha provocado una gran explosión de información y datos que se expanden formando un universo cuyos límites se desconocen. Tanto en lo positivo (enormes fuentes de información para el ciudadano) como en lo negativo (escasa regulación legislativa y altísima exposición de la vida privada de los ciudadanos). El resultado es lo que se conoce como Big Data, que está derivando a su vez en un Big Brother al más puro estilo orwelliano. En este contexto, cada día es más fácil acceder a información sobre el ciudadano, tanto por parte de sus propios vecinos como por los gobiernos o sistemas de poder. De igual modo, a un mismo tiempo, es de suponer según lo que plantea la legislación que está siendo promulgada en los últimos tiempos1, el ciudadano también podrá acceder a información sustancial para conocer no sólo quién le gobierna sino también cómo se está llevando a cabo la labor de gobierno. Aunque este último extremo aún está por ver si se hará realidad tal y como se plasma sobre el papel, o si más bien pervivirá el acceso desigual a la información, como viene sucediendo de forma tradicional, y ésta será usada con mayor profusión para que quienes ostentan el poder, o entes colaterales a ellos, obtengan beneficios, que para limitar los abusos y establecer una rendición de cuentas eficaz por parte de los dirigentes públicos y el funcionariado. Como es sabido, el uso de la información por parte de sistemas de poder no es nada nuevo. Sólo cambian los métodos y las técnicas empleadas. Y, en este sentido, ante la ausencia de la tecnología actual, los archivos y los sistemas de archivo han sido un baluarte esencial para la administración, pues constituyen una fuente de información de gran riqueza tanto para el poder gobernante como para el aspirante. Y todavía hoy continúan siéndolo, dado que el hecho de archivar y de dar acceso a los documentos es el resultado de una decisión meditada que no se puede desligar de los intereses políticos y económicos de quienes deciden qué se ha de archivar. Por tanto, deconstruir los elementos de cualquier política archivística nos puede ayudar a comprender cómo se han ido estableciendo las dinámicas a las que los archivos han estado sometidos a lo largo de la historia, lo que a la postre nos es útil para comprender cómo se ha llegado a la situación actual, cuáles son las fuentes que alimentan el cauce por el que en estos momentos discurren los archivos, y qué intereses han mediatizado las decisiones adoptadas acerca de los mismos. Unos mecanismos que bien nos pueden servir de referencia para planificar actuaciones futuras, o al menos vislumbrar los factores de riesgo de una política archivística determinada, en tanto que el establecimiento de aquéllas no son arbitrarias sino consentidas por los órganos

*  El presente artículo es un extracto del capítulo dedicado a metodología y marco teórico de mi tesis doctoral titulada Políticas archivísticas y actuación del poder en la administración local canaria (siglo xv-xxi), defendida en la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria el día 22 de noviembre de 2013, dirigida por el doctor Germán Santana Pérez. 1   Es el caso, por ejemplo, de la Ley 19/2013, de 9 de diciembre, de transparencia, acceso a la información pública y buen gobierno.

POLÍTICA ARCHIVÍSTICA: DEFINICIÓN Y ALCANCE La obligación que tienen las administraciones públicas desde antiguo de realizar todo acto administrativo mediante su plasmación por escrito, hace que los documentos sean útiles tanto para el control de la población como del territorio; para el establecimiento de normas a seguir tanto por los gobernantes como por los gobernados (ya sean normas políticas, jurídicas o administrativas, así como normas de convivencia en sociedad o para el control económico). También como títulos de propiedad o como instrumento de control del gobierno. Todo esto hace que el documento sea el pilar básico de una administración burocratizada2, por lo que

2   Como señalaba Weber, toda actuación de la administración burocrática debe ser registrada: las discusiones preliminares, las propuestas y las decisiones finales. Las disposiciones y las instruccio-

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de poder. Unos órganos que no siempre tienen en cuenta todos los factores que deben confluir en el diseño de una política archivística adecuada a cada tiempo, de manera que puede resultar ventajoso tenerlos definidos para que como referentes de lo ideal nos ayuden a medir el porcentaje de acierto o defectos de una política archivística cualquiera. El desarrollo de estos factores son los que nos permitirán caminar hacia la situación más ajustada al momento histórico que vivimos con rumbo a lo que quizá sólo sea una utopía, toda vez que los elementos necesarios para implementar una política archivística coherente no suelen ser tenidos en cuenta por los sistemas de poder. Y en tanto que esto es así, es labor de los profesionales del sector hacerles llegar los diversos análisis y estudios que se realicen en este sentido para procurar soslayar las deficiencias con que determinadas actuaciones nacen en torno al archivo. Es una evidencia que la historia de los archivos es también la historia de la sociedad en la que se crean. Los sistemas políticos, la economía, la educación, el nivel cultural y de participación de la sociedad, así como la tecnología de cada época condicionan la relación que se establece entre el archivo y su entorno: en definitiva, entre la información y sus potenciales usuarios para crear conocimiento o extraer un provecho. Unas cuestiones que determinan el interés por analizar las políticas archivísticas vinculadas a los diversos sistemas de gobierno, así como la necesidad de meditar y planificar de forma metódica y exhaustiva la política archivística a implantar en un momento concreto. Un asunto nada baladí, toda vez que el éxito o el fracaso del servicio que los archivos deben prestar a su entorno depende de su adaptación al tipo de entidad al que pertenece y al periodo histórico en el que se desarrolla y nos permite observar desde otro punto de vista cómo son las relaciones entre el poder y el ciudadano. Para contribuir a esto, a continuación se analiza el concepto de política archivística, los objetivos que en mi opinión debe alcanzar, los elementos necesarios para su implementación, así como un posible modelo de análisis de las mismas.

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todos los sistemas de gobierno se han preocupado por la gestión de los documentos, por su custodia, y la cuestión de la apropiación de la información ha sido de forma constante un problema a resolver. Esta necesidad ha impulsado la concreción de políticas archivísticas imbricadas con las políticas administrativas. Con esto, el cambio provocado en las segundas debe redundar en la mutabilidad de las primeras para evitar que convivan unos métodos obsoletos con otros más avanzados. Una premisa que hace que sea necesario programar e implantar la política archivística consecuente con cada época, por lo que es necesario analizar ésta para conocer cuáles son sus demandas y qué aspectos de la política archivística deben ser desarrollados para cumplir con las expectativas de una forma metódica y estructural. Pero antes de proponer un modelo de análisis de las políticas archivísticas se ha de definir ésta y mostrar los elementos que la conforman. La legislación española en materia de archivos no es lo bastante explícita al establecer qué es lo que debemos entender por política archivística. Generalmente las normas autonómicas en materia de gestión de documentos y archivos establecen cuáles son sus objetivos, pero no llegan a definirla con exactitud. Y la bibliografía archivística ha sido explícita en contadas ocasiones3. Por este motivo interesa acotar el término de modo que se ajuste al modelo de análisis que se presenta en este artículo. El diccionario de la RAE, en la acepción número once de la voz Política, dice que es el arte o traza con que se conduce un asunto o se emplean los medios para alcanzar un fin determinado; y en la acepción número doce la define como orientaciones o directrices que rigen la actuación de una persona o entidad en un asunto o campo determinado. Por tanto, si definimos la Archivística como la ciencia que estudia los archivos y los documentos para desarrollar un conjunto de principios, métodos y normas sobre el tratamiento que se les debe aplicar con el fin de procurar la continuidad en las actividades de los organismos, que se protejan tanto sus intereses como los de sus empleados, así como los de los ciudadanos, y además se garantice el cumplimiento de los requisitos legales mediante la rendición de cuentas, podemos establecer que política archivística es el conjunto de directrices emitidas para favorecer la implementación de las técnicas archivísticas en un organismo o un conjunto de ellos. Pero para

nes de toda índole se ponen por escrito, las cuales propician que las actividades desarrolladas por la administración tengan continuidad y orden, pues un proceso de trabajo de este tipo, y que da como resultado las oficinas en las que los funcionarios desarrollan su labor, garantiza la racionalidad del trabajo, la precisión, la estabilidad, la seguridad de los organismos, pudiendo proporcionar además previsiones de los resultados. Además, quienes ostentan el poder tienen tendencia a incrementarlo mediante el conocimiento derivado de la experiencia que queda recogida en los expedientes, y de esta aspiración a acumular poder procede el concepto de «secreto oficial», que no es un concepto específicamente burocrático, pero sí específicamente burocratizado. Weber, M. (2007): Sociología del poder. Los tipos de dominación. Madrid, Alianza editorial, pp. 71-82. 3   Heredia Herrera, A. (1983): Archivística general. Teoría y práctica. Sevilla, Diputación Provincial de Sevilla, p. 200. Arevalo Jordán, V.H. (2003): Diccionario de Terminología Archivística. Córdoba (Argentina), Ediciones del Sur. Cruz Mundet, J.R. (2011): Diccionario de Archivística. Madrid, Alianza editorial.

Las respuestas dadas a estas preguntas contestan a su vez a lo que Francisco Fuster considera las claves fundamentales de una política archivística. Para este autor dichas claves no deben ceñirse a algo tan elemental como evitar la destrucción de los documentos sino a propiciar la conservación y utilización de los mismos, por lo que hay que decidir: qué conservar y utilizar, dónde conservarlo y utilizarlo, y decidir quién debe conservar, dar tratamiento técnico y facilitar su utilización4. Unos extremos que están presentes, en mayor o menor extensión, en toda la normativa administrativa o archivística dictada con la intención de garantizar la producción y conservación de documentos.

  Fuster Ruiz, F. (1995): Política y planificación de Archivos. Murcia, Editorial DM, p. 5.

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a. ¿Cuándo?: que define el periodo histórico en el que se desarrolla una política archivística determinada. b. ¿Quién?: que dice quién es el responsable de su dictado en cada momento. c. ¿Por qué?: que habla de los motivos por los que los documentos son producidos y conservados. d. ¿Qué?: que argumenta qué documentos son generados y se deben conservar. e. ¿Cómo?: que da opción a averiguar cómo se deben custodiar los documentos. f. ¿Para quién?: que define quiénes pueden acceder a los documentos.

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cercar más nuestra búsqueda de una conceptuación genérica de política archivística, podemos definirla como las acciones y decisiones adoptadas por los gobernantes para la correcta producción de documentos, el buen funcionamiento de los archivos, la adecuada organización de los documentos, prestar un buen servicio a todos los agentes relacionados con ellos y, en consecuencia, fomentar la eficacia administrativa de un organismo o un conjunto de los mismos, propiciar la participación ciudadana mediante el control y transparencia de la administración, favorecer la investigación y garantizar la pervivencia de la memoria. Una definición que nos sirve de referente para explorar cómo han sido las diferentes políticas archivísticas que se han dado a lo largo de la historia, además de sugerir las variables a tener en cuenta en el momento de diseñar una nueva. En cualquier caso, hay que considerar, como marco de estudio, que siempre deberá hablarse de política archivística, en singular, si su planteamiento y desarrollo es correcto, lo que significa que los ejes administrativos que la conforman (estatal, autonómico o local) convergen en un mismo nexo central y concomitante; mientras que deben ser denominadas en plural si divergen las intenciones y acciones desarrolladas por cada uno de los ejes participantes. Además, se ha de tener en cuenta que si la política archivística es un medio para conseguir un fin, hay que analizar en cada periodo el fin del archivo; el motivo por el que se ordena su adecuación para prestar un servicio óptimo a un interés y agente determinado. En consecuencia, a partir de este planteamiento y definido qué es la política archivística, para delimitar la que se desarrolla en cada periodo histórico se deben abordar seis cuestiones:

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LOS OBJETIVOS DE LA POLÍTICA ARCHIVÍSTICA El objetivo final de una política archivística adecuada y escalable desde la diseñada por el Estado hasta la propia de cada administración local, es dar fin a la situación existente durante mucho tiempo en el ámbito archivístico: que la gestión de cada archivo sea una experiencia propia de cada archivero; que la normalización sea inexistente. Contra esta realidad debe luchar una política archivística coherente para articular los mimbres necesarios con los que desarrollar un objetivo, metodología y servicio afín para todos los archivos. La normalización es esencial, y aunque las políticas diseñadas a gran escala deban ser adaptadas al contexto de cada administración y a su propia casuística, las matizaciones que se puedan realizar deberían ser casi imperceptibles, cosa que no suele ocurrir. Los objetivos plasmados en las leyes autonómicas tienen como denominador común básico el prisma de los principios democráticos bajo los que se promulgan. Esto es favorable para la sociedad actual, pero no tanto para establecer los objetivos generales de una política archivística adaptada a cualquier sistema de gobierno. La razón estriba en que todas ellas hacen hincapié en la organización de los archivos y el dictado de legislación para engrandecer el Patrimonio Documental de los pueblos y las comunidades autónomas; y, sobre todo, para ponerlos al servicio de la sociedad. Quizá donde más directamente se plasma esto es la ley de Andalucía, a todas luces imbuido por los preceptos de la Sociedad de la Información y la Comunicación en la que nos movemos en los momentos actuales, pero muy distante de lo caracterizado en épocas pasadas. Esto hace que debamos buscar una finalidad común para todos los periodos históricos. Y, para ello, aunque lo pudiera parecer, no será atrevido referirnos a una norma tan en boga actualmente como la Norma ISO 15489: 2001 de gestión de documentos. Esta norma plantea que las políticas tienen por objeto crear y gestionar documentos auténticos, fiables y utilizables, capaces de sostener las funciones y actividades durante tanto tiempo como sea necesario. Una idea que ha estado presente al menos desde Alfonso x. Además, la norma plantea que las políticas archivísticas deben ser adoptadas al más alto nivel de decisión y promulgadas, comunicadas e implementadas en todos los niveles de la organización, cuestión que venimos heredando en Canarias desde las pragmáticas de los Reyes Católicos. Por lo demás, no basta únicamente con el diseño de la política archivística, sino que ésta debe obligar a todos los empleados a crear y mantener documentos que cumplan con las necesidades de la organización en materia legal, reglamentaria, fiscal, operativa, archivística e histórica; y también es importante la supervisión del cumplimiento de la política5. En definitiva, el objetivo de la política archivística es fijar unas medidas de producción, control y servicio de los documentos, formuladas mediante normas, directivas o resoluciones, correspondiendo velar por el cumplimiento a diversos agentes, que en el

5   Cruz Mundet, J.R. (2006): La gestión de documentos en los organismos. Madrid, Editorial Pirámide, pp. 88-90.

caso de las administraciones públicas son los órganos de gobierno, tanto unipersonales como colectivos, el funcionariado y la justicia. Un hecho que se procura llevar a término desde los Reyes Católicos y sus sucesores. En la normativa de la época, aunque con otra terminología, ya se recoge cómo se han de producir los documentos y cómo han de ser tratados. Aunque antes, al igual que ahora, los sistemas de control no eran lo suficientemente eficaces, por lo que la política no era cumplida con exactitud. ELEMENTOS NECESARIOS PARA UNA POLÍTICA ARCHIVÍSTICA ADECUADA Para desarrollar una política archivística adecuada, ésta debe estar apoyada por tres elementos sustanciales por sí mismos y que bien imbricados favorecerán la consecución de los objetivos marcados. Dichos elementos son: una normativa adecuada a cada periodo histórico y social que sea cumplida por todos los agentes relacionados con ella y que sancione su incumplimiento; un sistema archivístico eficaz que sea capaz de desarrollar la política en todos sus extremos; y la formación del personal que la debe hacer efectiva en un corpus teórico apropiado así como el fomento de la investigación sobre el desarrollo del mismo.

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La política archivística no puede existir sin un corpus legislativo y una normativa que la ampare, respalde y exija su desarrollo. Todas las leyes anuncian en su preámbulo, o en el inicio de su articulado, que su objeto es crear y desarrollar una política archivística en la región a la que atañe cada una de ellas. La cuestión esencial es que la legislación debe ser escalable y consonante desde el nivel estatal hasta el local, siendo la primera aplicable directamente en toda la nación y la segunda en cada uno de los ayuntamientos, cabildos o diputaciones. En este sentido, tanto el Estado como las Comunidades Autónomas deben promulgar las leyes necesarias para la correcta gestión y servicio de los archivos, con sus respectivos reglamentos que las desarrollen. Tanto en un caso como en el otro, deben ser precisas y concernientes exclusivamente a los archivos y al patrimonio documental, contrariamente a lo que ocurre con la Ley 16/1985 de Patrimonio Histórico Español, que a la vista de la situación de muchos archivos, se demuestra totalmente insuficiente. Además, si lo que se desea es una gestión normalizada de los archivos, debería existir una normativa técnica aplicable directamente en los mismos, independientemente de su titularidad (estatal, regional, local, pública o privada), un tema que se está abordando con la publicación de diversas normas, pero que no es seguida y aplicada por todos. En el ámbito de una institución concreta, la normativa debe estar presidida por el Reglamento de Archivo o del Servicio de Gestión de Documentos y Archivos; una colección de circulares de orden interno para regular y normalizar cuestiones puntuales, ya sean coyunturales o estructurales, que pueden afectar al servicio de

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A. Normativa

archivo; y, finalmente, una normativa técnica considerada y acatada por toda la institución, como es el caso de las normas de clasificación, descripción, digitalización, etc. La imbricación de estos tres tipos de normativa hará que la organización y servicio que los archivos deben prestar estén normalizados. El panorama parece fácil de articular, pero se encuentran deficiencias sustanciales: a nivel nacional existe una ley; todas las comunidades autónomas, con mayor o menor acierto en su redacción, cuentan con una ley, y en muchos casos sus respectivos reglamentos; pero el mayor problema lo encontramos en que muchos ayuntamientos carecen de reglamento de archivo. El problema no es baladí, dado que por ser las administraciones locales las más cercanas al ciudadano, son las más necesitadas de regular el acceso a la información con garantías y sin partidismos. La normativa estatal es un denominador común a todo tiempo histórico. A nivel regional, en algunos casos ya se han promulgado hasta tres generaciones de leyes de archivos adaptadas a las necesidades de la realidad administrativa y social6. En cambio, en los municipios, a pesar de poseer archivos más antiguos que las Comunidades Autónomas, la inexistencia de una reglamentación oportuna se ha convertido en un lastre secular para el desarrollo de la archivística y los archivos.

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B. Sistema archivístico La legislación autonómica establece entre sus objetivos primordiales la creación de un sistema archivístico comunitario. El sistema archivístico, del mismo modo que la legislación, consta de tres niveles: estatal, regional y local. Todos ellos pueden ser definidos como el conjunto de normas, órganos, centros y servicios, responsable de la gestión eficaz de los documentos y archivos7. El sistema archivístico de una comunidad autónoma está constituido por un órgano de gestión y un órgano asesor, por los archivos públicos y privados que integren el sistema y por un archivo regional encargado de recoger, conservar y servir los fondos documentales permanentes generados por la comunidad autónoma correspondiente. Debe contar con una normativa que lo cree y respalde, unos centros archivísticos, redes de archivo, centros técnicos y docentes y los recursos humanos y materiales necesarios para la salvaguarda del patrimonio documental de dicha comunidad. Los archivos integrantes de estos sistemas archivísticos tienen una serie de derechos y obligaciones que cumplir. Evidentemente, los organismos titulares tienen la obligación de respetar, organizar y conservar adecuadamente su patrimonio documental. A su vez, y como compensación por su pertenencia al sistema archivístico, algunas comunidades autónomas han desarrollado programas

  Sobre la evolución de la legislación archivística en España, puede verse Fernández Ramos, S. (2005): «Políticas y normativas archivísticas». En Los Archivos municipales en la España democrática. Zaragoza, 20-22 de oct. de 2005. Ministerio de Cultura, Ayuntamiento de Zaragoza, CD-ROOM. 7   Cruz Mundet, J.R. (2011): Op. cit. 6

Desde el siglo xix se reclama la necesidad de un corpus teórico que avale el quehacer archivístico. En España, desde esa época, dos archiveros como Porras Huidobro y Troche y Zúñiga mantienen una tensa polémica sobre este asunto. El punto de partida de la misma se sitúa en que mientras Troche consideraba que el archivero

  Sobre los sistemas de archivos y los programas de colaboración con las administraciones locales, puede verse: VV.AA. (2001): Los Sistemas de Archivos de las Comunidades Autónomas. Jornada Técnica. Toledo 28 de nov. 2001. Junta de Comunidades de Castilla-La Mancha; VV.AA (2002): Políticas públicas en el ámbito de los Archivos municipales. Jornada Técnica. Toledo 18-19 dic. 2002. Junta de Comunidades de Castilla-La Mancha. Alcalde Martín-Calero, C. (2006): «Programa de organización de Archivos municipales de la Diputación de Valladolid: un intento de servicio integral de apoyo a los archivos de los pequeños municipios». El Archivo, ¿un servicio público? I Congreso de Archivos de Canarias. ASARCA, Anroart ediciones, Las Palmas de Gran Canaria, pp. 375-417. 9   Jaen, L.F. (2003): «Los modelos teóricos de unificación de archivos». Anales de documentación, núm. 6, p. 123. 10   Llansó Sanjuan, J. (2006): Buenas prácticas en gestión de documentos y archivos. Manual de normas y procedimientos archivísticos de la Universidad Pública de Navarra. Universidad Pública de Navarra, Pamplona. 8

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C. Corpus teórico: formación e investigación

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de colaboración y ayudas tales como: asesoramiento técnico, restauración de documentos, formación y cualificación del personal de archivo, e incluso colaboración económica para dotación de material e infraestructura a los archivos8. A nivel local también es necesario implantar un sistema archivístico institucional mediante el que se integren todos los archivos de un ayuntamiento (oficinas, intermedio, histórico) y los tres elementos que constituyen dicho sistema: la institución productora, como marco de producción y acumulación de los documentos; el fondo documental, como la suma de todos los documentos conservados por la institución; y la sistematización de la organización de ese fondo documental, para ponerlos al servicio de los usuarios internos y externos9. Lo que hace este sistema es establecer una estructura de administración de los archivos sobre los que fluye el patrimonio documental de la institución a través de las etapas de su ciclo de vida, con diferentes regulaciones para su organización, conservación, tratamiento y difusión10. La creación de este sistema archivístico tiene como base el sistema de gestión de documentos, cuyos criterios encontramos definidos en la norma ISO 15489 para garantizar la creación de documentos auténticos que soporten con fiabilidad las acciones administrativas desarrolladas por los organismos públicos y su conservación mientras sea necesario para el uso de los diversos agentes que interactúan con el documento, y en evitación de manipulaciones fraudulentas. Ambos, el sistema autonómico y el local, deben estar en consonancia, para de ese modo favorecer el desarrollo de políticas archivísticas adecuadas y crear el engranaje necesario para su puesta en práctica.

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precisa de un escaso número de libros para poder cumplir con su trabajo, Porras afirmaba lo contrario, y mantiene que el archivero necesita leer incesantemente11. El tiempo ha dado la razón al segundo, con quien estoy plenamente de acuerdo. Quizá el agravante de esta cuestión reside en la actualidad en la gran abundancia de tratados, manuales y artículos especializados a los que recurrir. La oferta actual a la que acudir para estudiar cualquier tema archivístico abre una panoplia de opiniones y conceptuaciones diferentes acerca de una misma función o de un mismo concepto que, en ocasiones, puede dificultar su compresión, y esta situación puede volverse en contra del propio archivero. De acuerdo con Porras, el archivero, como cualquier otro profesional, debe estar al día de las novedades teóricas surgidas en el sector, y como todos requiere de una formación continuada para adaptar su proceder a la necesidades de cada momento, pero en el panorama actual nos encontramos con un serio problema de formación a consecuencia del exceso de manuales antes referido, y que por lo demás son divergentes en muchos casos, por lo que quizá deberían ser concretados en un número menor y con unos planteamientos teóricos normalizados. Si, como se ha señalado, el objetivo de una política archivística adecuada es dar carpetazo a la idea de un archivo como reflejo de una experiencia personal del archivero, en la formación debe ocurrir otro tanto: es fundamental concretar y fijar el corpus teórico; sentar las bases teóricas que deben desembocar en una praxis normalizada. Es una evidencia que la formación, que en muchas comunidades autónomas es sectorial por su dependencia de los programas formativos desarrollados por las asociaciones profesionales o empresas, debe provenir en esencia de las universidades. En este camino todavía queda mucho por recorrer en nuestro país, y es necesario encaminar la trayectoria errática que ha caracterizado la formación archivística hasta ahora hacia una formación sólida, reglada y con titulación oficinal12. Otro factor clave en el desarrollo del corpus teórico es la investigación en archivística. En cierto modo sigue perviviendo en estos momentos en España la tradición decimonónica: la exposición de experiencias de cada archivero en el terreno en el que desarrolla su trabajo, y así se observa en numerosas publicaciones de jornadas y congresos. Lejos de normalizar la archivística, esto expande la concepción de sus normas con tendencia al infinito al existir casi tantas interpretaciones como archiveros trabajan en ellas. Una dispersión que en nada ayuda al desarrollo profesional. Contra este esparcimiento debe trabajar la investigación profesional. En algunas universidades españolas ya se han presentado resultados de investigación en archivística13, pero las universidades canarias permanecen ajenas a los debates

  Martín-Pozuelo Campillos, M.P. (1996): Opus cit., pp. 34-38.   Sobre la formación archivística puede consultarse: Mauri Martí, A. (2008): «La formación en Archivística: un objetivo posible». Revista d’Arxius. Associació d’archivers i gestors de documents valencians. Valencia, pp. 91-121. 13   En diversas universidades en los últimos años se han realizado tesis doctorales en el contexto de la archivística, la gestión de documentos y los archivos. En la Universidad Carlos iii de Madrid, por ejemplo, en los últimos años se presentaron diversas tesinas, como la titulada Análisis 11

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prospectivo de la relación archivos y tecnología: un contexto para el estudio de la rentabilidad del software libre para archivos, de José Luis Arranz, o la tesis Formulación de un modelo de gestión integral para la documentación de archivo del Tribunal Superior de Justicia del Estado de México, de Meizande Ramínez Aceves; en la Universidad de Salamanca ocurre otro tanto, como es el caso de la tesis Valoración y selección de documentos en los archivos españoles, de Luis Hernández Olivera. También en la Universidad Carlos iii se ha creado el Observatorio de Prospectiva Archivos y Sociedad. Para una categorización de los tipos de estudios realizados en años anteriores al 2000 puede verse en Bonal Zazo, José Luis (2000): «La investigación universitaria sobre archivos y archivística en España a través de las tesis doctorales». Primer Congreso Universitario de Ciencias de la Documentación, pp. 351-358. 14   Como señalan Tejada y Moreiro, la universidad es responsable de la formación de profesionales y debe estudiar la inserción laboral y el desarrollo profesional de sus graduados para así poder mejorar sus programas académicos. Tejada Artigas, C. y Morerio González, J.A. (2003): «Mercado de trabajo en Biblioteconomía y Documentación. Estudios sobre la inserción laboral de los titulados universitarios». El profesional de la información, vol. 12, núm. 1, enero-febrero de 2003, p. 8. En Canarias existe mercado de trabajo en el sector de los archivos y la documentación, en cambio existe una gran deficiencia en cuando a la formación de los profesionales que puedan abocarse hacia este sector. Estamos con Moreiro cuando señala que la universidad debe tener claros los perfiles profesionales a los que se dirige cada titulación. Moreiro González, J.A. (2009): «¿Por qué «Bolonia» en los estudios de información y documentación?» Anuario ThinkEPI 2010, p. 42. 15   Sobre los campos de investigación de la archivística, puede consultarse: Couture, Carol y Ducharme, D. (1998): «L’importance de la recherche en archivístique. In Groupe Interdisciplinaire de recherche en archivistique». La place de l’archivistique dans la gestion de l’ information: perspectives de recherche. Symposium en archivistique. Montreal. Universidad de Montreal. Services des Archives, pp. 15-28; Couture, C. y Ducharme, D. (1998-1999): «La recherche en archivistique: un état de la question». Archives, volumen 30, núm. 3-4; Couture, C. (2001-2002): «La formation et la recherche en archivistique. Élements révélateurs de l’état de développement de l’archivistique contemporaine. Synthèse d’un projet de recherche». Archives, volumen 33, núm. 2, pp. 21-51; Conde Villaverde, M.L. (2006): «La investigación en archivos. Evaluación de su contexto y contenido». ARBOR. Ciencia, pensamiento y cultura. clxxxii, 717 ene-feb., pp. 33-37; Guilliland, A. y Mckemmish, S. (2006): Nuevos métodos de investigación en archivística. Tendencias, 5, Ayuntamiento de Cartagena, 3000 Informática, Cartagena; Martín-Pozuelo Campillo, M.P. (2009): «El futuro inmediato de la investigación archivística: cuestiones de prospectivas para una redefinición de la disciplina». Tábula 12. Archivos híbridos. Las transformaciones en materiales, procesos y productos, pp. 85-1095.

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sobre normas y paradigmas archivísticos. Sin duda, su impulso es esencial para el desarrollo de la disciplina y la profesión en esta Comunidad Autónoma. Los campos de estudio están abiertos a nivel nacional e internacional, por lo que perfectamente pueden ser implementados en las universidades de nuestra Comunidad Autónoma. La investigación abrirá nuevas vías y orientaciones laborales14 y potenciará la formación. Ambas, formación e investigación, se retroalimentan para provocar un avance tanto cualitativo como cuantitativo de la archivística en Canarias, lo que a su vez redundará en el desarrollo de la política archivística más adecuada como respuesta a las necesidades15. En Canarias es necesaria una profesionalización de la investigación archivística. Pero ¿a quién corresponde realizar las investigaciones? Generalmente, la investigación en nuestra disciplina está realizada por los profesionales del sector: los archiveros. Más no creemos que sea función de éste la investigación archivística más allá de su campo de actuación. Pedro López afirma que:

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por investigación archivística podemos entender la que se realiza sobre cualquier área de conocimiento de la Archivística: formación profesional, conservación, selección, organización y descripción de los documentos, acceso, recuperación de la información, archivos en su unidad y diversidad, historia de los archivos, gestión de documentos, administración de archivos, terminología, arquitectura de los edificios de los archivos, preservación, etc.16.

Claro es que el archivero debe poseer conocimiento de todos estos campos, pues se insertan en el desarrollo de sus competencias, pero en mi opinión su labor no es investigar para desarrollarlos sino conocerlos para adaptarlos a su ámbito de trabajo. Si se analiza el tiempo de trabajo de un archivero municipal, por poner un ejemplo concreto, se comprobará que un altísimo porcentaje del mismo está destinado a la descripción de documentos y el servicio a las oficinas, por lo que es poco lo que le resta para dedicarse a la investigación profesional17. Cuestión aparte es que realice las tareas de investigación fuera del horario de trabajo. El único modo de profesionalizar la investigación archivística vinculada a una mejor formación y así poder fomentar la creación y desarrollo de un tejido archivístico en la sociedad, es ligándola a centros de investigación como son en parte las universidades. Y, dadas las transformaciones que se han producido en la archivística en los últimos años, puede ser necesario presentar un nuevo enfoque de investigación científica. Como señala Martín Pozuelo, habría de establecerse una prospectiva archivística para el estudio del futuro de la archivística, de sus profesionales y de los campos que les afectan18. Por el contrario, lo estudios realizados hasta el momento en Canarias tienen mayormente un carácter retrospectivo; es decir, conocer qué se ha hecho y cómo se ha llevado a cabo. Ante este panorama se nos abre una duda razonable, cuya respuesta puede ser esencial para el desarrollo de la investigación en archivística, que como se observa claramente es el más deficiente de los elementos que constituyen una política archivística ajustada: ¿es la archivística una disciplina interpretativa o se presta a la predicción?19. En mi opinión, la archivística interpreta las necesidades que la administración tiene en lo concerniente a la gestión de documentos y, consecuentemente, plantea soluciones de mejora. De la misma forma, debe interpretar las insuficiencias de la sociedad en materia informativa y cómo puede proporcionarle elementos que cubran determinadas necesidades, fundamentalmente aquéllas en las que la información es el factor elemental. Por tanto, considero que no se puede predecir una archivística para el futuro. El futuro dará por sí mismo la

  López Gómez, P. (1998): «Los archiveros y sus investigaciones». Métodos de investigación, volumen 5, núm. 22-23, pp. 38. 17   Debe entenderse por investigación profesional, la investigación remunerada. 18   Martín–Pozuelo Campillos, M.P (2010): «Prospectiva archivística: nuevas cuestiones, enfoques y métodos de investigación científica». Revista española de documentación científica, núm. 33-2, abr.-jun., pp. 201-224. 19   La prospectiva ha sido definida como la ciencia que estudia el futuro para influir en él, por lo que la prospectiva archivística pretendería analizar el futuro de esta disciplina para influir en su mejora. 16

archivística necesaria para resolver sus problemas administrativos y de información. Pero para posibilitar que en el futuro se facilite la respuesta más adecuada, deben intervenir ahora unos elementos esenciales: formación e investigación que tengan como resultado, insisto, una aplicación práctica. Sin estos dos elementos no se puede garantizar la respuesta más acertada y, por tanto, se desatenderán las necesidades de la sociedad y la creación de una memoria colectiva. MODELO DE ANÁLISIS DE LAS POLÍTICAS ARCHIVÍSTICAS

por lo que para entenderlo plenamente debemos apreciar el contexto en el que se produce, toda vez que es éste el que le dará sentido. Para estudiarlo se proponen dos ejes de análisis, que son los que he definido como espacio contextual y espacio relacional del documento, que se detallan a continuación. El proyecto InterPARES 121 ha definido los diversos contextos que configuran al documento y que lo presentan tal y como es, diferenciándolo así de los demás.

20  En Delgado Gómez, A. (2007): El centro y la x: una introducción a la descripción archivística contemporánea. Colección Tendencias, 7. Ayuntamiento de Cartagena, 3000 Informática, Cartagena, p. 12. 21   Investigación Internacional sobre Documentos Auténticos Permanentes en Sistemas Electrónicos. Dicho proyecto comenzó en 1994, como resultado del proyecto Preservation of the Integrity of Electronic Records, desarrollado por la School of Library, Archival and Information Studies de la University of Brithish Columbia, que definió los requisitos para crear, tratar y conservar documentos electrónicos activos fiables y auténticos; es decir documentos de uso cotidiano por los órganos productores en el desarrollo de sus actividades. Con posterioridad, el proyecto se orientó hacia la conservación a largo plazo de documentos electrónicos inactivos auténticos. Aunque el proyecto fue

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los documentos nunca son auto-contenidos; siempre son parte de un contexto más amplio: no sólo los otros documentos del expediente, ni sólo los otros expedientes en el sistema de clasificación del expediente, ni sólo otros sistemas de clasificación relacionales, sino también parte de las culturas organizativas, del lenguaje burocrático, los sistemas legales...20,

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Cualquier modelo de análisis, independientemente de la ciencia en la que se desarrolle, debe tener unos focos hacia los que dirigir su mirada. Unos puntos elementales sin los cuales aquello que se desea estudiar o planificar no podría existir, por lo que conforman los pilares esenciales que sustentan el objeto de estudio. El foco primario de cualquier política archivística es el documento, que debe ser la constatación de las actividades de los organismos. Pero se ha de tener en cuenta que aquél no es un producto aislado, sino que pertenece a un contexto determinado que constituye el foco secundario de la política archivística y que debe ser analizado con meticulosidad, dado que el documento no es comprensible por sí mismo. En palabras de Terry Cook,

Para InterPARES el contexto es el marco en el que la acción en la que el documento participa tiene lugar. Cada contexto incluye a su vez:

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1.  Contexto jurídico-administrativo: referido al sistema legal y organizativo al que pertenece el organismo creador de documentos. Por ejemplo, una administración pública en cualquiera de sus niveles (estatal, autonómico o local). 2.  Contexto de procedencia: atañe al organismo creador de documentos, sus normas, su estructura y funciones. 3.  Contexto procedimental: alude al procedimiento administrativo seguido para crear un documento cualquiera, que suele estar regulado por una norma. 4.  Contexto documental: relacionado con el fondo archivístico al que pertenece el documento y su estructura interna; es decir, el modo en que se van a clasificar los documentos para definir series, por ejemplo. 5.  Contexto tecnológico: concerniente a las características de los componentes técnicos del sistema informático en el que se crean los documentos22. A estos contextos los denomina Alejandro Delgado subcontextos23, lo que me parece más apropiado por ser todos ellos partes de un contexto general aglutinador. En adelante, y en lo que a este trabajo se refiere, denominaré a cada uno de ellos como subcontexto jurídico-administrativo, subcontexto de procedencia, subcontexto procedimental, subcontexto documental y subcontexto tecnológico. Aunque el proyecto InterPARES está enfocado hacia documentos electrónicos, considero que la configuración de subcontextos que ofrece es perfectamente válida para cualquier tiempo histórico y para todo soporte documental. Los documentos producidos en cualquier época están generados según unas normas de procedimiento y unos sistemas jurídico-administrativo que, en el caso de Canarias, ha evolucionado desde los dictados por los Reyes Católicos hasta la actualidad. De igual modo, todos están producidos por un órgano muy concreto y bien acotado en lo que a atribuciones competenciales y funciones se refiere, como es el ejemplo de los cabildos para el período cronológico iniciado con la anexión de Canarias a la Corona de Castilla y que finaliza en 1835, y los ayuntamientos contemporáneos que se crean en esta última fecha y se mantienen vigentes. Otro tanto ocurre con el subcontexto documental, que se ha pretendido respetar desde tiempos ancestrales para lo que se han propuesto diversas metodologías anteriores a la consolidación de la ciencia archivística. Finalmente, el subcontexto tecnológico ha estado presente a lo largo de la historia, en tanto que la tecnología aplicada a la producción de documentos se ha orientado desde la invención de la imprenta básicamente en dos sentidos:

iniciado por Terry Eastwood y Luciana Duranti, se ha internacionalizado contando con la participación de profesionales de todo el mundo. 22   Duranti, L. (ed.) (2005): La conservación a largo plazo de documentos electrónicos auténticos. Hallazgos del Proyecto InterPARES. Colección Tendencias, 4, Ayuntamiento de Cartagena, 3000 Informática, Cartagena, p. 450. 23   Delgado Gómez, A. (2007): Opus cit.

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a.  Empleo de la tecnología para propiciar el aumento del volumen de documentos producidos por un coste menor y unas posibilidades mayores de difusión. b.  Pretendiendo la consecución de la pervivencia de una memoria cada vez mayor y de conservación a más largo plazo. En definitiva, el marco contextual descrito por InterPARES es completamente válido para esta propuesta de modelo de análisis. Además, al igual que ocurre con esa investigación internacional, toda norma administrativa y archivística desde Alfonso x hasta la actualidad ha perseguido la conservación de los documentos a largo plazo sin distinción entre activos e inactivos. A partir de aquí tenemos definido el primero de los ejes de análisis que rige una política archivística cualquiera, y que se denomina espacio contextual del documento. Gráficamente se representa como se ve en la figura 1.

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Figura 1. Espacio contextual del documento. Elaboración propia.

Por derivación de todo lo antedicho, los archivos, como lugares en los que se custodian los documentos y como fondo documental sobre el que se aplican las técnicas archivísticas de clasificación, ordenación, descripción e instalación, también están influidos por el espacio contextual. Aunque probablemente mediatiza más la atención que se le presta y la usabilidad que se le otorga el segundo de los espacios. El documento de archivo es ante todo la evidencia de una transacción realizada en un contexto determinado. Para Erik Ketelaar y Alejandro Delgado, el documento comporta un proceso largo que pasa por tres fases:

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1.  La archivalización, que es el momento en que se decide que algo merece la pena ser convertido en documento24. 2.  La archivación, que es el momento en que se escribe el documento25. 3.  Archivar en sentido estricto, que es el momento en el que el documento ya escrito pasa a ser conservado como valor26. Este proceso es el que concede ciertos valores a los documentos. En el caso de la administración local, por ejemplo, la fase de archivalización está determinada por la legislación que obliga a recoger todo acto por escrito. La fase de archivalización se relaciona con el hecho de documentar un procedimiento administrativo o una decisión, de manera que está otorgando al documento unos valores de testimonio jurídico-administrativo, fiscal o contable, que son los que dan sentido a la producción de documentos, y que se denominan valores primarios27. Finalmente, la fase de archivar, es decir, la decisión de conservación del documento provoca que transcurrido un plazo de tiempo determinado el documento pueda poseer valor como fuente de investigación, definiéndose éste como valor secundario del documento28. Los valores primarios y secundarios son los que determinan el modo en que los documentos se relacionan con el contexto en que se producen. De esta manera, podemos establecer dos horizontes de relaciones en función del uso que se hace de ellos y de la accesibilidad permitida a la información que contiene: el horizonte de la administración y el horizonte del ciudadano. 1.  El horizonte de la administración está formado por:

  Actio en la diplomática tradicional.   Conscriptio en la diplomática tradicional. 26   Ketelaar, E. (2007): «Las narrativas tácitas: los significados de los archivos». Tábula 10: Combates por la memoria. Archivística de la posmodernidad, p. 138; y Delgado Gómez, A. (2007): Opus cit., p. 50. 27   Son los que motivan la producción de los documentos. 28   Se denomina de este modo porque no es un motivo por el que los documentos se produzcan sino una consecuencia de su conservación. 24 25

a)  La administración productora de los documentos, que suele utilizarlos para apoyar la toma de decisiones sobre nuevos actos administrativo29 o para demostrar una actuación determinada30. b)  Otras administraciones de entidad mayor, que consulta documentos municipales, pongamos por caso, para aprobar o censurar una decisión o un acto administrativo, fiscalizándolos31. c)  La administración de justicia, que solicita documentos municipales para comprobar la corrección de las actuaciones de la administración y penar las malas acciones32. 2. El horizonte del ciudadano está formado por:

29   Es el uso principal de los documentos municipales. Por ejemplo, cuando un ciudadano solicita una licencia de obra menor a un ayuntamiento para reformar un local, ésta es dirigida al departamento administrativo responsable de su tramitación, que para concederla debe realizar diversas comprobaciones como puede ser si tiene licencia de primera ocupación, y en el caso de que en el local se desarrolle una actividad concreta, si tiene licencia de apertura. Si cumple todos los requisitos necesarios, le será concedido el permiso demandado. 30   Es el caso de los certificados de cursos realizados. 31   Por ejemplo la ratificación de ordenanzas municipales por parte de las Cortes de Castilla en la etapa moderna, o la obligatoriedad de enviar los decretos y acuerdos de gobierno municipales a los gobiernos autónomos y Delegación de Gobierno. 32   Tal es el caso de los juicios de residencia en la Etapa Moderna o la lucha contra la corrupción urbanística actual.

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Indudablemente, ambos horizontes están mediatizados por la legislación administrativa y la política archivística que se ha querido adoptar en cada periodo, siendo dispar la relación de un horizonte y otro con respecto al documento. El horizonte de la administración tiene un acceso a los documentos ilimitado siempre que esté en su esfera de actuación, mientras que el acceso de los componentes del horizonte ciudadano es mucho más restrictivo. Estos dos horizontes forman lo que se denomina como espacio relacional del documento. Gráficamente se representa como puede verse en la figura 2. Estos dos espacios definidos, y el modo en que se desarrollan, determinan la política archivística de cada periodo. Y la suma de ambos es lo que da lugar al modelo de análisis que proponemos. Que gráficamente se representa como se observa en la figura 3. Como se expone con anterioridad, el modelo puede servir tanto para analizar el pasado como para proponer el futuro. Si lo que se desea es estudiar políticas archivísticas pasadas, se pueden comenzar las pesquisas indagando los subcontextos del

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a.  El ciudadano, con potestad de acceso a los documentos públicos y aquellos expedientes en los que es parte, tanto para hacer velar un derecho como para demostrar el cumplimiento de un deber. b.  El investigador, que hace uso del valor secundario de los documentos.

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Figura 2. Espacio relacional del documento. Elaboración propia.

espacio contextual y, con posterioridad, observar cómo repercute esto en el espacio relacional. Y, en el caso contrario, es decir, si lo que se quiere es proponer el desarrollo de una política archivística nueva acorde a un sistema político-social determinado, se deberá plantear cómo se articulará el espacio relacional; es decir, qué entidades se van a relacionar con el documento y de qué modo. En definitiva, a quién se va a permitir el acceso a según qué tipo de información. Y consecuentemente se definirá el espacio contextual atendiendo a cuáles son las necesidades elementales para su desarrollo, así como los elementos que deben ser tenidos en cuenta, tal y como ya han sido definidos en este artículo. CONCLUSIONES El estudio de cada uno de los espacios que se han fijado como modelo de análisis, correlacionándolos entre sí, nos ayudarán a establecer la genealogía de cada una de las políticas archivísticas adoptadas en cualquier ámbito, para de esa manera poder tipificarlas, definirlas y caracterizarlas. Y, además, según el objetivo final a alcanzar por una política archivística que se planifica, se podrán vislumbrar los elementos que se deben tener en cuenta y cómo deben ser desarrollados. Toda política archivística, su diseño e implantación, debe ir precedida de un principio filosófico (la razón por la que se diseña), una razón social (el modo en

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que repercutirá en la sociedad) unos postulados teóricos (formación e investigación), una metodología (modelo archivístico), y un desarrollo posterior de la política archivística diseñada (legislación, instalaciones, personal, etc.). Para adecuar esto, es necesario concatenar una secuencia de actuaciones que conduzcan hacia su solidez:

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Figura 3. Marco de investigación de la tesis. Elaboración propia.

una formación reglada de los profesionales, incentivar la investigación y desarrollo en materia de gestión de documentos y archivos, dictar normas de obligado cumplimiento con un sistema de supervisión por parte de las autoridades superiores en la jerarquía administrativa y, finalmente, su implantación. Esto significa que en su desarrollo deben implicarse diversos agentes: legisladores, políticos, universidades y profesionales. Todos deben conformar los pilares de un mismo edificio, que es el de una administración segura, transparente y de calidad que dé garantías al ciudadano de que tantos sus derechos son respetados como que su memoria colectiva se construye de forma adecuada y con el menor sesgo posible.

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Recibido: 8-1-2014. Aceptado: 19-2-2014

DE LA CABAÑA RÚSTICA AL TEMPLO BARROCO: LOS JESUITAS Y LAS ARTES EN LA OROTAVA (Y IV) Jesús Rodríguez Bravo

Licenciado en Historia del Arte

Resumen La cuarta y última parte de esta investigación analiza lo ocurrido con el Colegio de San Luis Gonzaga de La Orotava tras la expulsión de la Compañía de Jesús, los usos posteriores del edificio, su incendio en 1841, y la construcción de la Casa Díaz Flores sobre sus restos. Palabras clave: Colegio de San Luis Gonzaga, La Orotava, Compañía de Jesús, arte en Canarias, arquitectura, casa Díaz Flores. Abstract

1. INTRODUCCIÓN Toda historia tiene un final. Cuando en 1695 se puso la primera piedra del Colegio de la Compañía de Jesús en La Orotava se pensaba en una construcción para la eternidad. No sólo de su fundador, el noble Juan de Llarena, y sus descendientes, sino también del propio edificio. Pero los avatares de la segunda mitad del siglo xviii pusieron fin a la idea jesuita de establecerse en las Islas, de levantar sus colegios para el desarrollo de la sociedad insular y de construir unos edificios en los que la belleza de las formas fuera reclamo de su identidad. Hasta 1767 los jesuitas llegados a Canarias, pese a los vaivenes económicos, habían conseguido salir del atolladero histórico en el que parecía sumirse la Compañía y erigir sus tres colegios. En su última fundación, la del Colegio de la Inmaculada de La Laguna, comenzaban a diseñar proyectos para construir un templo anexo al edificio que ya usaban; en Las Palmas de Gran Canaria habían conseguido ter-

Revista de Historia Canaria, 196; abril 2014, pp. 95-138; ISSN: 0213-9472

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Key words: San Luis Gonzaga Jesuit College, La Orotava, Society of Jesus, art in the Canary Islands, architecture, casa Díaz Flores.

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«From the rustic cabin to the baroque temple: the Jesuits and the arts in La Orotava (iv)» examines what happened with the San Luis Gonzaga Jesuit College after the expulsion of the Society of Jesus; the future use of the building; its fire in 1841; and the construction of Díaz Flores house on his remains.

minar su espléndida iglesia de San Francisco de Borja; y en su primera fundación, el Colegio de San Luis Gonzaga de La Orotava, su inacabada iglesia, levantada a imagen y semejanza de su hermana grancanaria, dominaba, aún sin terminarse, el espacio urbano de la Villa. Pero en el contexto de un convulso Setecientos todos los planes se vieron truncados. A comienzos de 1767 se decretaba la expulsión de la Compañía de Jesús de España y con ella quedaban abandonados los edificios, huérfanos sin sentido en un mundo cambiante. Perdían aquella idea original que dijera Matías Sánchez en su manuscrito, sobre la vanidad de los hombres y las magnificencias de la Arquitectura. El paso del tiempo haría el resto. Tiempo que se detenía de repente en el caso orotavense al incendiarse el edificio en una noche de junio de 1841, haciéndonos perder para la eternidad esa magnificencia que decía el jesuita. Sin embargo, la construcción que se levantó posteriormente sobre los restos del colegio permitió, paradójicamente, conservar su iglesia, o lo que quedaba de ella, en un extraño caso de simbiosis o absorción arquitectónica que este trabajo pretende sacar a la luz. Por lo tanto, recorremos el último tramo de existencia del edificio, desde que fueron expulsados los jesuitas hasta la actualidad, y reflexionamos sobre la acción del tiempo en el arte y la vanidad de los hombres1. 2. EL FIN DE UNA IDEA: LA EXPULSIÓN Y EL PASO DEL TIEMPO

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2.1. La expulsión de 1767 El 27 de febrero de 1767 Carlos iii firmaba el decreto real de expulsión de los jesuitas de todos sus «Dominios de España, e Indias, Islas Filipinas y demás adyacentes», que debía llevarse a cabo en Madrid el 1 de abril y en el resto de España el día 3, por la necesidad en que se hallaba de «mantener en subordinación, tranquilidad y justicia» su reino2. En Canarias el efecto sorpresa quedó anulado porque se retrasó la expulsión hasta el 24 de abril, probablemente por el fallecimiento del comandante general Domingo Bernardi, ocurrida inesperadamente a finales de marzo. Su sucesor interino, el corregidor Gabriel Agustín del Castillo, fue el encargado de poner en

1   Para conocer los artículos anteriores de esta investigación, véanse Rodríguez Bravo, Jesús: «De la cabaña rústica al templo barroco: los jesuitas y las artes en La Orotava (i)», en Revista de Historia Canaria, Universidad de La Laguna, número 193, 2011, pp. 71-113; «De la cabaña rústica al templo barroco: los jesuitas y las artes en La Orotava (ii)», en Revista de Historia Canaria, Universidad de La Laguna, número 194, 2012, pp. 123-160; y «De la cabaña rústica al templo barroco: los jesuitas y las artes en La Orotava (iii)», en Revista de Historia Canaria, Universidad de La Laguna, número 195, 2013, pp. 95-138. Descargable desde la dirección: http://publica.webs.ull.es/publicaciones/ volumen/revista-de-historia-canaria-volumen-195-2013/. 2   Colección General de Providencias hasta aquí tomadas por el gobierno sobre el extrañamiento y ocupación de temporalidades de los regulares de la Compañía, que existían en los Dominios de S.M. de España, Indias, e Islas Filipinas, a consequencia del Real Decreto de 27 de febrero, y Pragmática-Sanción de 2 de abril de este año, Madrid, Imprenta Real de la Gazeta, 1767.

práctica la orden real3. Para ello se dirigió una carta a todos los pueblos en que existían casas de la Compañía y a sus jueces reales ordinarios con pliego reservado, con las órdenes a las que se había de dar cumplimiento, en la que se decía que «a nadie ha de comunicar el recibo de ésta, ni el pliego reservado... previniéndose a V. con esta precisión el secreto, prudencia y disimulo que corresponde...»4. Al escribano escogido no se le podían comunicar las diligencias hasta «poco antes de empezarlas» y una vez hecho esto no podía «separarlo de su lado» y el gasto del procedimiento se obtendría de los propios caudales y bienes de los jesuitas. La instrucción dada a las comisiones para el extrañamiento es significativa de las medidas tomadas para que la operación tuviese el éxito deseado y consistía en que «disimuladamente se echara mano de la Tropa; tomando desde antes del día las avenidas del Colegio», no revelando «sus fines a persona alguna», impidiendo que se

  Escribano Garrido, Julián: Los jesuitas y Canarias. 1566-1767, Facultad de Teología, Granada, 1987, pp. 605-615. 4   Colección General de Providencias..., 1767. 5   Y «Evitarán con sumo cuidado los encargados de la conducción el menor insulto a los Religiosos... se les entregará para el uso de sus Personas toda su ropa y mudas usuales que acostumbran, sin disminución; sus caxas, pañuelos, tabaco, chocolate, y utensilios de esta naturaleza...». Ibidem. 6  «El día 24 amaneció rodeado de soldados el colegio de La Laguna». Véase De la guerra, Lope de: «Memorias de don Lope de la Guerra», en El Museo Canario, núm. 9, 27-28, 1948, pp. 63-140. 7  Véanse Escribano Garrido, op. cit., pp. 605-615, y Archivo Histórico Provincial de Santa Cruz de Tenerife (en adelante ahpt), Inventario de los Bienes del Colegio de Padres Jesuitas de la Villa de La Orotava..., 1767. Perteneciente al Archivo Zárate Cólogan. 3

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Hasta la madrugada del día 23 de abril no tuvo lugar el asalto y arresto del colegio grancanario; la noche siguiente sucedió lo mismo en los colegios de La Laguna y La Orotava6. En el caso de este último la acción corrió a cargo del contador de la Real Hacienda y veedor general Pedro Catalán. Siguiendo las instrucciones dadas, los padres fueron recluidos en la habitación que servía de aposento a los visitadores y al día siguiente el rector Mateo Pérez fue conducido por el teniente coronel Antonio de Franchi y Ponte al convento agustino. El padre Bernabé Delgado y los hermanos coadjutores Francisco de Mesa e Ignacio Román fueron llevados a Santa Cruz por el capitán José Benítez de Lugo7. Como depositario y administrador de los bienes fue nombrado el citado Antonio de Franchi. Todos los jesuitas de Canarias fueron conducidos a Santa Cruz de Tenerife bajo la atención de su alcalde, José Moreno, y la autoridad de Gabriel Agustín del Castillo, donde permanecieron hasta su partida hacia el Puerto de Santa María el 15

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abran las Puertas del Templo, pues éste debe quedar cerrado todo el día, y los siguientes, mientras los Jesuitas se mantengan dentro del Colegio... Dentro de veinte y cuatro horas, contadas desde la intimación del Extrañamiento, o quanto más antes, se han de encaminar en derechura desde cada Colegio los Jesuitas a los Depósitos interinos, o Caxas que irán señaladas, buscándose el carruage necesario en el Pueblo, o sus inmediaciones5.

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de mayo. Salieron en un paquebote de bandera inglesa llamado La Unión, en el que iban los once jesuitas y el cocinero del colegio grancanario, que deseó ir con ellos. En el puerto gaditano debían reunirse todos los jesuitas procedentes de América, Filipinas y Canarias. El destino final eran los Estados Pontificios. El trayecto estuvo lleno de penurias, sobre todo de tipo alimenticio, a pesar de que se había ordenado proveer los navíos con todo lo necesario. Varios son los testimonios que dan noticia de estas circunstancias, como el del padre Isla o el de otros jesuitas expulsos8. La decisión de expulsar a los jesuitas no era repentina. Los recelos continuos hacia la Orden, la propia evolución de las mentalidades en el siglo xviii, la lucha de intereses en los estados europeos o la imagen negativa de los jesuitas, acumulada a lo largo de los años, y fomentada desde sectores reformistas, pero sobre todo desde la propia Iglesia Católica, se convirtieron en un cúmulo de circunstancias desfavorables que desembocaron en el extrañamiento. A comienzos de 1759 los jesuitas lisboetas habían sido recluidos en sus residencias y en abril desterrados de Portugal. Las causas habían sido muchas, algunas relacionadas con las misiones en Paraguay, pero también con la muy negativa imagen de la Orden entre la población de Lisboa, aleccionada por constantes rumores sobre actuaciones escandalosas, entre ellas el haber participado supuestamente en la trama para el intento de asesinato del rey José i. Las complejas circunstancias de éste y otros hechos, como la relación con el terremoto de Lisboa en 1755, que los jesuitas definieron como castigo divino por los pecados de Portugal, no hicieron más que acelerar una decisión que el jefe del gabinete, Sebastiao José de Carvalho, marqués de Pombal, tenía tomada mucho antes, dada su enemistad manifiesta hacia la Compañía de Jesús, como deja muy claro Jonathan Wright en su magnífico libro9. Pombal no había sino encendido la mecha de lo que iba a ser un continuo enjuiciamiento público de la Compañía de Jesús por toda Europa y que se extendería hacia todas las colonias, desde América a China. En 1762 el Parlamento de París mandó quemar libros de jesuitas y cerrar sus residencias. Si algún lugar con anterioridad a todos estos hechos había demostrado un rechazo claro a la Compañía, ese era Francia. A finales de 1764 la Orden era disuelta, aunque se permitió a sus miembros seguir en el país, al contrario de lo que había sucedido en Portugal10. Hay que entender que en Francia la situación era aún más compleja, ya que la presencia jesuita había sido siempre blanco de las críticas de los sectores ilustrados pero también de todos aquellos enfrentados a Roma.

 Véanse Giménez lópez, Enrique y Martínez Gomis, Mario: «Los diarios del exilio de los jesuitas de la provincia de Andalucía (1767)», en Revista de Historia Moderna: Anales de la Universidad de Alicante, núms. 13-14, 1995, pp. 211-252; y Ferrer Benimeli, José A.: «La alimentación de los jesuitas expulsos durante su viaje marítimo», en Homenaje a Antonio de Béthencourt Massieu, tomo i, Seminario de Humanidades Agustín Millares Carló, Ediciones del Cabildo Insular de Gran Canaria, Las Palmas de Gran Canaria, 1995. 9   Wright, Jonathan: Los jesuitas. Una historia de los «soldados de Dios», Debate, Buenos Aires, 2005, p. 197 y siguientes. 10   Ibidem, p. 203. 8

11   Salas Salgado, Francisco: «Agustinos contra Jesuitas: dos conflictivas provisiones de cátedra de gramática en La Laguna del siglo xviii», en Anuario de Estudios Atlánticos, núm. 36, Madrid-Las Palmas, 1990. Y a pesar de que los ignacianos encontraron apoyos en el Cabildo y en la Audiencia, la cátedra fue restituida a los agustinos. Años después, en 1767, volverá a presentarse la misma oportunidad de ocupar dicha cátedra y de nuevo se enfrentarán las dos órdenes por dominarla, aunque en este caso el decreto de expulsión favoreció lógicamente a los agustinos. Resulta curioso que en ambos casos el Cabildo se posicionara a favor de la Compañía, tal vez por la existencia de un enfrentamiento anterior con la orden de San Agustín o porque se pensara que la enseñanza jesuita era realmente mejor que su oponente, tal y como se había puesto de manifiesto en la primera ocasión del enfrentamiento.

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Y cuando en 1766 el pueblo de Madrid se levantó en motín para protestar por la mala situación económica, los primeros rumores apuntaron a la Compañía como instigadora. El Consejo de Castilla falló en su contra el 29 de enero de 1767 y en marzo el edicto real puso en marcha el proceso de secuestro de sus bienes y la toma de sus residencias. Indiscutiblemente no había sido el motín la causa para tomar esa decisión pero sí la excusa perfecta para deshacerse de quienes, desde hacía tiempo, resultaban molestos. Esa posición combativa hacia lo que la Compañía de Jesús representaba desde su fundación, unas veces dotada de certeza y otras fruto de rumores infundados, también se reflejaba en Canarias. Recordemos la oposición encontrada en La Orotava a la hora de fundar su colegio entre los miembros de las otras órdenes religiosas por el peligro de tener que repartir con los jesuitas lo que ellos ya habían ganado. A todo esto se unía el miedo a lo que los jesuitas significaban en el ámbito de la enseñanza. Frente al modelo y la pedagogía tradicionales basadas en una repetición de esquemas escolásticos de los monasterios, los jesuitas iban a suponer la introducción de un nuevo enfoque en los estudios. En ese sentido basta recordar lo acaecido con la cátedra de gramática en La Laguna en 1741, por la que pugnaban los agustinos, a quien finalmente fue a parar, pero que pone de manifiesto la imagen que se había creado de la Compañía. Los frailes enviaron un escrito a la Corte en el que lanzaban graves acusaciones contra la Orden, llegando a decir que los jesuitas eran culpables de la situación económica atravesada por las islas11. Por lo tanto, la animadversión hacia los jesuitas y hacia lo que representaban era un caldo de cultivo estupendo para ratificar las razones que llevaban a su expulsión, poniendo de manifiesto que ese rechazo no sólo estaba motivado por un criterio pedagógico o metodológico diferente o por cuestiones sólo de índole política, que eran sin duda fundamentales para entender tan drástica medida, sino también por la necesidad de la supervivencia de las demás órdenes, en un territorio acotado física y socialmente. Con todo, la expulsión de la Compañía vino a significar el comienzo de un proceso de deslegitimación del poder de la Iglesia y de su acumulación de bienes, que terminará desembocando en la Desamortización del siglo xix. Y aunque posteriormente se volviera a admitir a la Orden, ya no volvió a ocupar su espacio en la trama urbana, que ellos mismos habían contribuido a definir desde su llegada a

Fig. 1. Reconstrucción figurada de la fachada del colegio de San Luis Gonzaga en 1767. Dibujo del autor.

finales del siglo xvii. Y los edificios en los que habían depositado sus esperanzas de eternidad cambiaron de uso y comenzaron una andadura diferente.

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2.2. El edificio entre 1767 y 1841 Existe una limitación documental sobre el uso que se dio al Colegio de San Luis Gonzaga una vez expulsados los jesuitas, como consecuencia del incendio que sufrió el edificio en 1841, por esa fecha sede del Ayuntamiento. Este suceso será estudiado más adelante pero cabe mencionar que en él pereció buena parte de la documentación antigua de La Orotava y, salvo casos aislados, apenas existe presencia documental sobre los avatares de la municipalidad en la Villa hasta ese año12. A pesar de ello otras fuentes nos ayudan a establecer un hilo conductor sobre este período hasta esa decisiva fecha. El 24 de abril de 1767 se comenzó el Inventario de Temporalidades, bajo la supervisión de Pedro Catalán y Herbera, juez de comisión para el extrañamiento y ocupación de los bienes y haciendas de los jesuitas de La Orotava, actuando como escribano público José de Montenegro13. Se contó con la presencia de Juan Antonio

  De los libros de actas del ayuntamiento anteriores a 1841 se conservan los del período 1820-1823. 13   Pedro Catalán fue juez de comisión, veedor general de la gente de guerra y contador principal de la Real Hacienda, obras, fortificaciones y de Indias en las Islas. Este Inventario permaneció en el archivo de la familia Zárate-Cólogan durante mucho tiempo y hace unos años fue donado al Archivo Histórico Provincial de Tenerife. Agradezco el acercamiento a este documento al fallecido don Juan Zárate y también a don Manuel Rodríguez Mesa, a quien debo su primera consulta. 12

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mática, 1.

  Archivo Municipal de La Laguna (en adelante AMLL), C-I-10. Cátedra de Gra-

 Véase Rumeu de Armas, Antonio: «Notas históricas sobre la fundación de la Universidad de La Laguna (1792)», en Anuario de Estudios Atlánticos, núm. 38, Patronato de la Casa de Colón, Madrid-Las Palmas, 1992. 16   En septiembre de 1781 el obispo Joaquín de Herrera, de visita en La Orotava, dio órdenes de Evangelio y menores en el oratorio jesuita. Véase De la guerra, Lope, op. cit. 15

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de Llarena y del rector Mateo Pérez, que se encontraba en el convento agustino bajo la vigilancia de José Bermejo, prior del mismo, a la hora de inventariar el oratorio. Para la carpintería de la iglesia nueva se acudió a Ignacio Pacheco, oficial en la materia, y para el «secuestro» de todos los bienes raíces, tributos y muebles, al alférez del real cuerpo de artillería Mateo Romero y a su ayudante, Pablo Alayón Salcedo. El juez Pedro Catalán nombró como depositario y administrador interino a Antonio de Franchi y Ponte, vecino de La Orotava, y mandó poner las alhajas de oro, plata y ornamentos en dos arcas que fueron depositadas en el convento agustino, dejando dos llaves en manos del depositario y del prior. Así, el 1 de mayo, se dio por concluido el inventario de todos los bienes, incluidas las fincas y rentas. Siete días después el teniente coronel Gabriel Román Manrique de Lara, patrono principal del colegio de la Compañía en La Orotava, solicitó al Cabildo que nombrase maestros de primeras letras y gramática que continuasen con la labor emprendida por los jesuitas para poder así seguir cumpliendo con la obligación impuesta por su antepasado, Juan de Llarena. La institución accedió a nombrar provisionalmente a José de Oliva Sarrabia, clérigo presbítero, como maestro de gramática, y a Bartolomé de Cames para las primeras letras, a petición del propio patrono, percibiendo un salario, fruto de las rentas de los bienes de la fundación, y un título que acreditase su desempeño14. La Orden se había situado a la vanguardia de la enseñanza gracias a una nueva pedagogía. La labor educativa, que corría a cargo de las escuelas de gramática y los conventos, sobre todo de dominicos y agustinos, paliaba el traslado que los canarios debían hacer a universidades de la Península, algo que sólo podían permitirse las clases acomodadas. La expulsión truncó el proyecto iniciado décadas atrás y creó un problema en el ámbito de la enseñanza15. Pero no existió únicamente una preocupación educativa en Gabriel Román, sino también religiosa. Al tiempo que solicitaba la continuidad de la enseñanza suplicaba que volviera a abrirse el oratorio, que permanecía cerrado desde la expulsión. De hecho, los templos jesuitas debían continuar clausurados mientras permaneciese en ellos alguno de los padres, pero una vez abandonados definitivamente tenían que volver a ser abiertos para la asistencia de los fieles. Por esta razón el patrono expuso al Cabildo la necesidad de abrir de nuevo el oratorio y destinar capellanes que lo asistieran. Tal vez por la misma provisionalidad que había ofrecido mientras se estaba construyendo la nueva iglesia, no se accedió a esta petición, permaneciendo cerrado indefinidamente16. El 2 de julio del año siguiente el comisionado destinado para la ocupación de las Temporalidades expuso la conveniencia de aplicar el edificio de La Orotava

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a restablecer las enseñanzas de primeras letras y latinidades, atendiendo a la necesidad. Sin embargo, el obispo estimó que lo mejor era erigir un seminario o casa para enseñanza de primeras letras y latinidad o retórica, con habitación de maestros y el sobrante de vivienda para pupilajes, profanando el oratorio y repartiendo los vasos sagrados y las alhajas de oro y plata entre las parroquias pobres de la diócesis17. De esta forma parecía ponerse fin definitivo a la posibilidad de reabrir el oratorio o de concluir el templo nuevo. Tal y como recordaba el obispo Francisco Javier Venegas en carta a los eclesiásticos el 5 de junio de ese año, los bienes de la Compañía debían destinarse a obras pías «como es dotación de parroquias pobres, seminarios conciliares, casas de misericordia y otros fines piadosos»18. Con anterioridad a esta circular, el propio obispo había enviado el 11 de mayo una carta dirigida al rey pidiéndole las casas de los jesuitas de Las Palmas de Gran Canaria para Seminario Conciliar de la Catedral, exponiendo oportunamente las razones que le asistían para ello y recordando los años de la fundación jesuita y la labor educativa que se venía realizando19. El 26 de agosto de 1768, el Colegio fue cedido al Ayuntamiento por Real Orden para ser destinado a la enseñanza pública. Por lo tanto, no podemos concretar si la petición de Gabriel Román se había llevado efectivamente a cabo o no, y si los maestros nombrados por el Cabildo ejercieron ciertamente sus funciones. Lo cierto es que años más tarde, el 4 de diciembre de 1786, el Ayuntamiento de La Orotava suplicó el restablecimiento de las clases, lo que nos hace suponer que la primera solicitud no tuvo efecto, o al menos no se desarrolló durante mucho tiempo. Esta última sí tuvo sus frutos pues, por Real Orden de 11 de agosto de 1788, la oficina general de temporalidades entregó 5.963 reales provenientes de los bienes jesuitas al ayuntamiento para restablecer las clases20. A finales de 1790 estaba instalada en el

  Archivo Histórico Nacional (en adelante AHN), Jesuitas, leg. 160, núm. 1.   Carta del obispo de Canarias a todo el clero de la diócesis, fechada en La Laguna en 5 de junio de 1767, recogida en Caballero Mújica, Francisco: Documentos episcopales canarios iii. De Bernardo de Vicuña y Zuazo a Francisco Javier Delgado y Venegas (1691-1768), Real Sociedad Económica de Amigos del País, Las Palmas de Gran Canaria, 2001. 19   Ibidem. Carta solicitando para Seminario Conciliar los bienes de los jesuitas, 11 de mayo de 1767. Los bienes raíces y muebles debían ser subastados, tal y como establecía la Junta Provincial encargada de su venta. Las Juntas Provinciales se crearon en 1769 y de ellas dependían a su vez las Juntas Municipales. Véase Escribano Garrido, op. cit., p. 571. En julio de 1777 Tomás de Nava había ya expuesto la conveniencia de que el colegio jesuita de La Laguna se destinase, al menos en parte, a la nueva Real Sociedad Económica lagunera. También el Real Consulado tuvo intención de instalarse en ella posteriormente. Véase Rodríguez Mesa, Manuel y Macías Martín, Francisco J.: Materias Útiles. Datos para la historia de su aprovechamiento en la agricultura, el comercio y las artes de Tenerife durante los siglos xv-xviii, RSEAPT, La Laguna, 2012, pp. 184 y 198. 20   431 reales de las bodegas; dos censos, uno de 5.869 reales contra los herederos de Francisco de Mesa, y otro de una fanega de trigo anual de 30 reales que pagaba Tomás Conejero; y además 5.532 reales del fondo de temporalidades. El primero de marzo de 1785 el apoderado del Ayuntamiento en Madrid y el superintendente y director de los bienes de los jesuitas habían formalizado una escritura por la que se cedieron y traspasaron en propiedad a favor de la Villa los dos censos mencionados y 184.400 reales y de renta anual al 3% los 5.532 reales referidos, esta última sobre la Real Hacienda y renta del tabaco en Madrid. Esta renta se cobraba a través de la Casa de Comercio Cólogan del 17

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Puerto de La Orotava hasta 1804. El 30 de abril de 1807 se suplicó a Madrid que ordenase a la Real Tesorería de la capital que continuase pagando la renta. Mientras se resolvía este asunto, se instó a que se buscara quién pudiera suplir dicha renta en calidad de reintegro. Así, hasta el 4 de julio de 1810 la propia Casa de Comercio estuvo contribuyendo, momento en que dejó de hacerlo por los problemas con el reembolso. Archivo Municipal de La Orotava (en adelante amo), «Expediente formado en virtud de oficio del Señor Jefe Superior político para que se le envíe una relación de todas las fincas, rentas, fundaciones y obras pías que en cualquier tiempo hubieran estado sujetas a la enseñanza pública en este Pueblo, año 1845», en Propiedades de conventos. Con respecto al Colegio de La Orotava, parte de las cargas que lo gravaban fueron a parar al Hospital de la Santísima Trinidad, tal y como consta en un inventario de documentos hecho en 1835, perteneciente a esta institución. Los Reales Decretos firmados por Carlos iv en septiembre de 1798, estableciendo diversos arbitrios, implicaban la venta en subasta pública de bienes raíces, entre los que se encontraban los que aún quedaban tras las Temporalidades de la Compañía de Jesús. Véase Lecuona Prats, Emilio: Desamortización y otros arbitrios en las Islas Canarias durante el reinado de Carlos iv, tesis doctoral, Departamento de Disciplinas Jurídicas Básicas, Universidad de La Laguna. Descargable desde la dirección: ftp://tesis. bbtk.ull.es/ccssyhum/cs100.pdf. 21   En el expediente instruido por orden del Consejo de Castilla sobre el estado de la instrucción en la isla de Tenerife se dice que el pueblo tiene 1.581 vecinos y 7.544 habitantes; que existe una escuela para niños en el antiguo colegio jesuita y otras en los conventos de Santo Domingo y San Francisco. AMLL, C-ii, 1. Cátedra de Gramática, 2. Cuando se creó la Universidad de San Fernando en La Laguna en el año 1792, se decretó ocupar el colegio que los jesuitas tenían en aquella ciudad y aplicar como dotación el producto de los bienes y rentas de los jesuitas de Las Palmas de Gran Canaria y ciento ochenta mil reales de vellón del fondo de temporalidades de los jesuitas de Indias, entre otros. Véase también AHN, 1769-1787. Orotava, Colegio San Luis Gonzaga, 160, 1-5. En 1796 el francés André Pierre Ledru escribe al hablar de La Orotava que en ella los únicos establecimientos públicos son dos escuelas de gramática elemental pagadas con los antiguos bienes de los jesuitas. Véase Ledru, André-Pierre: Viaje a la isla de Tenerife. 1796, Madrid-La Orotava, 1982, p. 68. En 1772 se recomendó a los presidentes de las juntas que los libros de los colegios fueran entregados a los obispos de las diócesis; así ocurrió con los del colegio de la Inmaculada de La Laguna, como también el producto de los bienes enajenados a los jesuitas en Gran Canaria sirvió para que el obispo Cervera fundara en 1777 el Seminario Conciliar de Las Palmas. Las alhajas fueron divididas en tres categorías según su uso y valor, repartiéndose luego por diversos templos y ermitas de las islas; y lo mismo ocurrió con las imágenes. Véanse Escribano Garrido, op. cit., p. 572, y Rodríguez Bravo, op. cit., (iii). 22   En marzo de 1811 el ayuntamiento expresó la falta de educación de la juventud debido a la inexistencia de escuelas. El seguimiento de este asunto es dificultoso debido a la falta de documentación, pero pocos años después el restablecimiento de las clases de latinidad y primeras letras encontró la ayuda del presbítero Domingo Valcárcel, que costeó la reforma de las habitaciones dispuestas al efecto, incluyendo no sólo la cal y la madera sino también los libros. Según se desprende del libro de actas de 1820, las clases de primeras letras dieron comienzo el 2 de junio de ese año, posponiéndose hasta el lunes siguiente la apertura de las de latinidad. AMO, Libro de actas, 1820, núm. 1, legajo 1º, f. 8. 23   Ibidem, f. 26 v.

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edificio la escuela de primeras letras para niños, ocupando el puesto de maestro por oposición Vicente Ferrer21. El problema no terminó ahí, ya que se suscitó de nuevo en 1811 y 182022. Las clases eran costeadas por las rentas que brindaba el alquiler de las dos bodegas del edificio, arrendadas el 6 de abril de 1821 a Rafael de Frías, previa subasta pública, aunque en adeudamiento del importe que se le debía como preceptor de latinidad de la Villa 23. Meses más tarde, el 5 de septiembre, se le arrienda una de ellas a José Pantaleón y Acosta por el término de un año, como mejor postor, también

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en subasta 24. Aunque en principio estas bodegas fueron dadas a particulares, con el tiempo fueron destinadas a cárcel, y así permanecieron hasta 1841. Por esta razón no es extraño que, cuando en sesión del ayuntamiento de 1822 se lee un oficio del juez de letras en el que pide un edificio «combeniente y seguro para custodiar en él a dos reos», se nombre como único inmueble capaz de albergar con seguridad presos de este tipo al antiguo colegio de la Compañía de Jesús, señalando dos cuartos en la parte alta de la casa que ya anteriormente habían servido para ese fin25. El uso progresivo del colegio por parte del consistorio es reflejo del periplo al que se vio sometida la municipalidad en La Orotava en las primeras décadas del siglo xix, en busca de una sede en la que albergar el Ayuntamiento. Por esta razón, comenzó a ocuparse el edificio jesuita, aunque de manera provisional, ya que, por otra parte, se solicitó a la Diputación Provincial la iglesia del convento de San Nicolás como sala de sesiones y el resto del edificio como cárcel pública, dado que su cierre estaba próximo26. Pero el incendio del colegio jesuita en 1841 añadió un problema más a esa búsqueda y desembocó en la ocupación en 1868 del convento de San José, sobre el cual se levantó a finales del siglo xix el actual ayuntamiento27. En cuanto a las deudas y tributos, algunos fueron desviados al Hospital de la Santísima Trinidad: lo que se pagaba por la venta de unas casas terreras en la calle Viera; un tributo perpetuo de dos fanegas y media de trigo que Salvador García Abreu se había obligado a pagar a la Compañía por tres cercados de tierra en el Brezal; tributos diversos que se pagaban al Hospital y que fueron otorgados a favor de Mateo Hernández; o una memoria de cincuenta reales que Magdalena Valcárcel había dejado al Colegio; entre otros28. El citado Mateo Hernández, en escritura otorgada ante José de Montenegro en 1771, compró al Estado la denominada Huerta del Colegio, situada a las espaldas del edificio y lindante con la viña de la tenería, huerta del coronel Juan Domingo de Franchy y serventía, así como muchos de los bienes de los que se pagaba tributo al Hospital mencionado. Parte de esta huerta fue vendida en 1861 por su sobrina, Petra Alcántara Hernández, a su vecino Antonio Lercaro y Ponte en 1.280 reales de vellón con sus censos y adeudos, aunque su va-

  Ibidem, f. 58. También las tuvo arrendadas Juan Alberto Hernández.  AMO, Libro de actas, 1822, núm. 3, legajo 1º, f. 78, sesión de 18 de noviembre. 26  AMO, Libro de actas, 1823, núm. 4, legajo 1º, f. 37, sesión de 19 de febrero. 27   Junto con el edificio también corrieron distinta suerte algunos de sus elementos tras la expulsión. Como muestra de la dispersión y reutilización de los materiales, baste mencionar cómo en junio de 1823 el regidor Delgado hace una curiosa petición al ayuntamiento: solicita que se investigue dónde está el armazón de una puerta de los dos que se hallaban en las bodegas del colegio cuando fueron arrendadas a José Pantaleón Acosta y que se mencionan en el inventario como pertenecientes a la nueva iglesia. Uno de ellos había desaparecido, por lo que se solicita su devolución, ya que iban a ser utilizados en la puerta del cementerio provisional que se estaba construyendo. Véase AMO, Libro de actas, 1823, núm. 4, legajo 1º, f. 80, sesión de 16 de junio. 28  AMO, «Inventario de los Documentos y papeles pertenecientes al Hospital de la Santísima Trinidad de esta Villa de La Orotava hecho en este año de 1835», en Propiedades de Conventos. Este hospital fue el segundo más afectado por las medidas desamortizadoras tomadas bajo el reinado de Carlos iv. Sobre este tema, véase Lecuona Prats, op. cit. 24 25

lor se estimaba en 2.616 reales. La porción deslindada medía algo más de 2 áreas y lindaba por el naciente y al poniente con fincas de los herederos de José Hernández y de Domingo Hernández, «por arriba con atarjea pública y goteras del edificio que fue Colegio de Jesuitas», y por abajo propiedad de Rafaela Llarena 29. Como hemos visto, el antiguo Colegio de San Luis Gonzaga desempeñó diversas funciones, pese a sus limitaciones, durante casi setenta años tras la expulsión, aunque siempre relacionadas con la utilidad pública. Lógicamente el inmueble debió sufrir transformaciones internas para poder acoger esta diversidad de usos, pero aun así se adecuó lo suficiente como para atenderlas. Sin embargo, un incendio a comienzos de junio de 1841 puso fin a este ciclo dentro de su azarosa evolución y abrió las puertas de la que vendría a convertirse en la última etapa de su vida. 2.3. El incendio de 1841 y sus consecuencias

La madrugada dos de junio del corriente año 1841 amaneció ardiendo el ex-colegio de los Jesuitas de dicha Villa donde se custodiaban ambos registros [Archivo Municipal y Escribanía de Hipotecas] que han perecido en el incendio. Y parece se originó este desastre por no haber apagado bien las luminarias puestas en obsequio del Sr. Duque de la Victoria, como Regente de España. He aquí lo perjudicial que es impedir que las personas patrióticas y curiosas saquen copias de los documentos públicos. Si éstos existiesen en varias manos pudieran servir de algo a la posteridad, que maldecirá ciertamente el egoísmo, malicia e ignorancia de los manipulantes de esta clase de recuerdos civiles, cuya propagación debieran estimular y no impedir ni dificultar31.

Además, de cara a tener un criterio preciso sobre este suceso, nos parece oportuno traer a colación una frase del editorial publicada el 4 de junio en el periódico El Daguerrotipo:

  AHPT, PN 3333, ante Sixto González, 12 de diciembre de 1861, f. 950 v y siguientes.   AMO, Hipotecas. Expediente núm. 1. Formado a solicitud del Señor Síndico Personero Regalado en averiguación de haber perecido dicho oficio en el insendio de la Casa-Colegio. Manuel Rodríguez Mesa lo califica de sospechoso, véase Rodríguez Mesa, Manuel: Desde el Falansterio al Liceo de Taoro, Santa Cruz de Tenerife, 1985, p. 31. 31   Álvarez Rixo, José Agustín: Anales del Puerto de la Cruz de La Orotava (1701-1872), Cabildo Insular de Tenerife, Ayuntamiento del Puerto de la Cruz, Santa Cruz de Tenerife, 1994, p. 4. 29

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El 2 de junio de 1841 un incendio, cuyas causas han quedado sin esclarecer totalmente, destruyó lo que durante tantos años se había estado gestando. En él no sólo pereció el propio edificio sino también el importantísimo archivo que allí se guardaba30. A este respecto y para establecer un punto de partida, parecen claras las notas críticas que Agustín Álvarez Rixo dejó en sus Anales:

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Unos suponen que como en aquella noche se pusieron luminarias en celebración del nombramiento de Regencia, alguna pavesa ocasionaría esta desgracia irreparable; otros sospechan que el estado del archivo era muy a propósito para que ardiera por sí solo32.

Las agitaciones sociales y políticas de la España de la primera mitad del siglo xix habían generado un clima enrarecido en la regencia del país, que correspondía a la reina María Cristina de Borbón, tras la muerte de Fernando vii. El ascenso en el poder del Duque de la Victoria, el general Espartero (1793-1879), tras sus exitosas campañas contra el carlismo, supuso nuevos enfrentamientos y controversias políticas. La reina lo nombró jefe de gobierno en septiembre de 1840, y un mes más tarde firmaba su renuncia a la regencia. Tras la discusión sobre la regencia única o trina que establecía la constitución, el Duque de la Victoria se convirtió en regente de un país convulsionado, y a pesar de que llegó al poder del estado con cierto consenso popular debido a su lucha contra los carlistas y el apoyo político, la trayectoria de su regencia no fue tan positiva como se esperaba. Así, después de los acontecimientos surgidos a raíz del intento de restablecer a María Cristina y del aislamiento al que fue sometido su gobierno, la regencia de Espartero se vio en peligro y terminó cayendo tras la revolución de 1843. Como se había hecho en anteriores ocasiones con motivo del nacimiento de los infantes o de la subida al trono de un nuevo rey, la municipalidad festejó en el edificio del ayuntamiento la regencia del Duque de la Victoria y, como de costumbre, con luminarias que celebraban el acontecimiento. La versión oficial atribuye el inicio del fuego a que aquéllas no fueron apagadas correctamente, pero incluso en los informes realizados por el síndico se aprecia un atisbo de duda33. De hecho, entre las razones que se esgrimen para pedir la formación de un expediente sobre la ocupación que del edificio hacía el ayuntamiento se afirma que en él debería aparecer quién conservaba las llaves de aquella Casa; si se tuvo en el momento de apagar la iluminación con que se celebró el nombramiento de la Regencia del Excmo. Sr. Duque de la Victoria el debido cuidado y atención a no dejar en él ni el más pequeño indicio de fuego...34.

La importancia de la documentación que en él se guardaba hace pensar en un incendio intencionado y recuerda los intereses socio-económicos de los ricos propietarios, cuyos censos e hipotecas se custodiaban en el interior del edificio. Pero sea cual fuere la causa, lo cierto es que con el fuego desaparecieron muchos

  El Daguerrotipo, núm. 44, viernes 4 de junio de 1841. También el periódico El Teide se hace eco de la noticia, aunque va más allá en las causas, al acusar al encargado del archivo por su dejación y malas costumbres. Véase El Teide, núm. 8, 9 de julio de 1841. 33  «Vioce un oficio del señor Juez de primera instancia fecha de ayer manifestando que en la causa que se está formando sobre averiguar si el incendio de la Casa Colegio fue casual o no...», AMO, Hipotecas. Expediente núm. 1, op. cit., f. 4 v. 34   Ibidem, f. 5 v. 32

papeles comprometedores y se borraron muchos datos que hubiesen sido de gran ayuda para la historia. La labor del fuego debió ser rápida y destructora, habida cuenta de la madera propia del inmueble y de los documentos y muebles que en él se preservaban. De esta rapidez da debida cuenta el informe elaborado por el ayuntamiento y la reunión de éste de madrugada para tratar la desaparición de su archivo y Secretaría, el oficio de cenzos e hipotecas, la escuela de primeras letras y la Cárcel del Partido, sin que, a pesar del mayor esfuerzo se hubiera podido salvar ni un solo papel por lo fuertísimo y rápido de la llama, que en un instante se apoderó de todo el edificio; habiendo salido casi a milagro los reos que estaban presos...35.

Para atajarlo e impedir que se propagara a las viviendas fronterizas se desempedró parte de la calle para hacer hoyos en ella y estancar agua para salvar la casa frente al colegio36. Sin duda esto provocó un fuerte abatimiento entre todos los miembros del ayuntamiento y entre la población, que había acudido en masa a intentar sofocar el fuego37. Una vez extinguido el fuego, las medidas que se toman son inmediatas: reconocer el hecho mismo de la desaparición del edificio y de todo lo que en él se encontraba, custodiar las ruinas y examinar todo lo recuperable. El mismo día del siniestro se reúne el ayuntamiento en la casa del presidente

De nuevo reunidos por la tarde, nombran al regidor Jordán para que en unión de cuatro vecinos custodien las ruinas hasta las seis de la mañana, momento en el que debían ser relevados por otra cuadrilla, en previsión del pillaje sobre los restos. La pérdida del archivo implicaba la desaparición de los papeles que acreditaban la presencia en el inmueble del propio ayuntamiento, por lo que a instancias del síndico Regalado, en sesión del día siguiente, se pide que se forme un expediente que lo acredite39.

 AMO, Libro de actas, 1841, núm. 5, legajo 2º, f. 1, sesión extraordinaria de 2 de junio.   Este dato aparece publicado en el periódico El Teide, núm. 2, 18 de junio de 1841. 37   Los presos que escaparon de las llamas fueron trasladados a la capilla de Regla del convento agustino, que servía de improvisada cárcel. Precisamente el juez del partido les hace una visita para comprobar su estado y emite un oficio señalando que se encuentran juntos hombres y mujeres, en una celda sumamente «húmeda y asquerosa». AMO, Libro de actas, 1841, núm. 5, legajo 2º, sesión de 6 de junio. 38   Ibidem, f. 1, sesión extraordinaria de 2 de junio. 39   El expediente debía acreditar que en «dicho Colegio de Jesuitas estaban colocadas las Casas Capitulares, escuelas, y en lo bajo de él la Cárcel; que en sus piesas altas ecsistían la Secretaría y en esta oficina la Cédula del derecho de Villazgo, cuadernos de contribuciones, documentos, Padrones y todos los demás papeles pertenecientes a la misma Secretaría; que en virtud de Real disposición se hallaba el oficio 35

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para tratar de la funestísima ocurrencia del voraz incendio que en la madrugada de hoy redujo a pavezas la Casa que en este Pueblo fue Colegio de Jesuitas y donde actualmente se hallaban las Salas Consistoriales38.

Otra preocupación vino a unirse a todas estas: el aspecto que tomó el edificio incendiado y sus alrededores, y que, en opinión de la mayoría, ofrecía una imagen negativa del lugar, impropia de un pueblo civilizado. En este sentido, el ayuntamiento propuso cambiar el recorrido de la procesión del Corpus, pues «el aspecto desagradable que presenta el frente de la Casa Colegio incendiada» y «la ruina que sus paredes amenasan... causarían un disgusto de la mayor concequencia...»40. No será la única vez que se apele al sentido estético o al riesgo físico para intentar poner fin al hecho real de la existencia de estos escombros. Sin embargo, estas apelaciones de tipo oficial auspiciadas en pro del bien común chocan frontalmente con la visión que de aquella Orotava tenían los viajeros que la visitaban a finales del siglo xix y que no distaba mucho de la ruina piranesiana:

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Me ha impresionado tristemente el gran número de ruinas que encuentro a cada paso en La Orotava. La mayor parte de los palacios ha sido destruida por el fuego, exhibiendo aún sus huellas. No se les ha librado de sus cenizas. Viendo estos suntuosos restos, me he creído trasportado a Toledo, que presenta el mismo aspecto de abatida grandeza41.

Tristeza, abatimiento y ruina crean y en cierta medida glorifican el espíritu romántico que envuelve de manera innata al viajero decimonónico. Como una obra de la naturaleza, la ruina es elevada a la categoría de vestigio de un pasado anheladamente esplendoroso. Se asocian la destrucción y la belleza, generando en el observador gratas evocaciones que contrastan con la visión más práctica de los organismos oficiales. Este último criterio es el que prevalece en las sesiones de los siguientes días de junio, en las que se nombra a Agustín de León y a Juan Borges como oficiales de mampostería encargados de examinar e informar sobre el estado ruinoso de las paredes. A partir de este momento las sucesivas medidas que se van tomando adquieren un cariz decididamente económico. Desde estos primeros momentos concurre en el ánimo de los gobernantes un factor decisivo a la hora de interpretar el futuro de los restos del colegio jesuita: la urgente necesidad de sacar el máximo provecho de todo lo que pudiera encontrarse entre las ruinas. Como una especie de pillaje oficial,

de hipotecas de este Partido; y que estas interesantes oficinas fueron devoradas por las llamas...», Ibidem, f. 5, sesión de 3 de junio. En el incendio desapareció también un retrato de la reina Isabel ii que había realizado Fernando Estévez, con motivo de su subida al trono, y que se hallaba colocado bajo un dosel en las Casas Consistoriales. El artista había sido el encargado de diseñar y dirigir los actos civiles y religiosos organizados en 1812 con motivo de la constitución política de la monarquía. Para ello pintó, aparte de otras obras similares, los arcos triunfales que adornaban la plaza de la Constitución. Sobre este asunto, véase AMO, Libro de actas, 1842, núm. 6, Legajo 2º, f. 88 v y siguientes, sesión de 30 de marzo. 40  AMO, Libro de actas, 1841, núm. 5, legajo 2º, f. 13, sesión de 8 de junio. El párroco se niega a sacar la procesión a la calle si no es por el recorrido de costumbre, pero el ayuntamiento se ratifica en su postura. 41   Leclerq, Jules: Viaje a las Islas Afortunadas. Cartas desde las Canarias en 1879, Colección Clavijo y Fajardo, Madrid, 1990.

42   El 12 de junio se nombra una comisión formada por Ponte y Machado encargada de formar el presupuesto correspondiente para buscarle utilidad a los fragmentos de piedras y otros restos, y evitar así el costo que suponía el mantenimiento diario de una guardia. Dos días después se ordena recoger las piezas de madera y trasladarlas a un sitio seguro. Y en los meses posteriores se enajenan los sillares, la esquinería labrada, las rejas y la clavazón. El aprovechamiento llega a tal punto que, en febrero de 1843 a la hora de presupuestar los gastos necesarios para reparar la cárcel pública, se insta a una comisión a reconocer los escombros y hallar en ellos algo que pueda reutilizarse. Aún en esas fechas se encuentran una sobre puerta quemada, unas quinientas piedras o cabezas pero ninguna esquina, dos rejas de hierro, una hoja de puerta, un postigo, algunos cerrojos pequeños y cierta cantidad de clavos. Se verifica la subasta pública, de la que se obtienen poco más de diez pesos de manos de Pedro Perdigón, al que se le da libertad para hacer con los restos lo que estime conveniente. AMO, Libros de actas de 1841, 1842 y 1843. 43   A mediados de febrero de 1842 surge de nuevo la preocupación por la proximidad de la Semana Santa, ya que las obras de mejora no habían sido concluidas. En relación con el aspecto público de algunos edificios incendiados o abandonados, años más tarde, concretamente en febrero de 1867, el ayuntamiento mandará derribar el muro del solar que ocupaba la antigua iglesia del convento de San Lorenzo, incendiado en 1801, por lo peligroso que resulta, y ordena rehacerlo y alinearlo. AMO, Libro de Actas, 18 de febrero de 1867, f. 23. 44   Sobre la conveniencia del convento de San Nicolás para sede del ayuntamiento se dice: «...cuya fábrica es reciente, pues habiendo sido incendiado en 1815, se levantó de nuevo desde cimientos». Periódico El Teide, núm. 8, 9 de julio y núm. 10, 16 de julio de 1841. 45  «Absolutamente aislada del mundo, La Orotava presenta una fisonomía apacible y perfectamente dichosa, que seduce desde el primer instante. Se ha dicho que es la auténtica rus in urbe mencionada por Horacio». Leclerq, op. cit.

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cada fragmento, cada piedra, cada trozo de madera, e incluso la tierra, es vendida o subastada con cobertura municipal y bajo la excusa de que el ayuntamiento debe tomar medidas económicas a favor de la desaparecida escuela. Se sucede así una serie de acontecimientos encaminados a acabar con cualquier vestigio recuperable de aquellos suntuosos restos42. Al tiempo que se enajenan estas piezas, se intenta cambiar el aspecto del solar, cercándolo y protegiéndolo de la curiosidad ciudadana43. Entre tanto, la sede municipal tuvo que cambiar de ubicación. En el mes de julio de 1841 se publican en el periódico El Teide varios artículos sobre el asunto, reflexionando acerca de la conveniencia de expulsar a las monjas del convento de San José y sobre si el convento de San Nicolás era más adecuado para ayuntamiento. En cualquier caso, la controversia y la provisionalidad del consistorio durarán hasta que definitivamente se derribe el convento clariso y sobre él se edifique el nuevo edificio municipal, hecho que no ocurrirá hasta finalizar el siglo44. Entre 1842 y 1852 el solar, con sus ruinas, queda abandonado. La impresión que debía causar la visión de la iglesia inacabada con su bella portada junto a los derruidos muros del colegio adquiere un carácter melancólico y ciertamente romántico. La rus in urbe, como la define Leclerq recordando a Horacio45. La evolución urbana y social de la población, encaminada ya en la segunda mitad del siglo hacia un nuevo resurgimiento arquitectónico, y los avatares municipales y políticos, llevan a la necesidad de vender el solar con sus ruinas. El 15 de febrero de 1853, el síndico personero Manuel Padilla instruye un expediente en el que justifica la falta de licitantes para comprar el solar por el excesivo precio a que puede llegar y el escaso

producto de los predios urbanos en La Orotava. Por esta razón recomienda que se practique su justiprecio con equidad, justicia y conveniencia pública y privada46. Así mismo señala los inconvenientes que se suman para poder fabricar otro edificio diferente en ese mismo lugar:

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Sabido es que el edificio constaba de tres pisos; que el incendio consumió toda la madera; que los restantes materiales vinieron a tierra, quedando amontonados y confundidos unos con otros; que esos materiales no valen nada absolutamente por haberlos quemado el fuego; que para extraerlos de allí y llevarlos a otro sitio fuera del pueblo, a fin de dejar limpio el solar para poder emprender la obra, se necesita invertir una cantidad no despreciable; [...] y que por la propia razón de no poder acomodarse a un edifico de un particular la magnífica puerta de cantería labrada de la mencionada iglesia, deberá esa pieza quedar fuera y guardarse en otra parte para enagenarla, habiendo proporción, o colocarla en otro sitio conveniente47.

Por todo ello, Manuel Padilla solicitó que se tuvieran en consideración estas circunstancias y se midiera y valorizara el solar para ponerlo en subasta. Una vez leído el informe, el ayuntamiento se reunió con los mayores contribuyentes y por decisión unánime se decidió, según las leyes, conceder a censo reservativo el solar y así comunicarlo. Esos contribuyentes a los que se consultó y que debían estar interesados en la adquisición del terreno eran: Sebastián Martín, Buenaventura Frías, Felipe Machado, Antonio Díaz Flores, Antonio Lercaro, Fulgencio Melo, Tomás Ascanio, Pedro Perdigón, Antonio María Lugo y Viña y Fernando de Llarena48. La enajenación tenía que ser aprobada por la superioridad y en consecuencia debía probarse que la corporación era la dueña del solar49. La justificación de este requisito se convirtió en un escollo puesto que no había documentos que lo acreditasen, ya que el título de propiedad había desaparecido en el incendio. Incluso se registraron las escribanías en busca de algún papel que cerciorase lo que por otro lado era evidente. No se halló otra razón que la obligación que contrajo el ayuntamiento para continuar con las clases, y se tuvo que acudir al juzgado para que lo confirmase. Para suplir la desaparición de todo documento acreditativo, se redactó un informe con el visto bueno del subgobernador, en el que se recogían los testimonios de los más ancianos del lugar, en prueba de la certificación necesaria. El primero en declarar el 11 de agosto de 1853 fue el Arcipreste del partido, José Calzadilla, que vivía frente al Co-

46   AMO, Propiedades de Conventos, «1853. Expediente instruido a instancias del Síndico Personero Dr. D. Manuel Padilla, para la enajenación del solar del Colegio incendiado». 47   Ibidem. 48   Ibidem. La decisión se tomó conforme al Real Decreto de 28 de septiembre de 1849. 49   Ibidem. En carta del subgobernador, de 18 de marzo, se insta al ayuntamiento a que se remita el documento que acredite el dominio que los Propios de la Villa tenían sobre el solar. Aunque la renovación urbana de La Orotava venía dándose desde comienzos del siglo xix, es verdad que, como señala la doctora Fraga, sucesos como el incendio del colegio propiciaron esta circunstancia. Véase Fraga González, Carmen: «Arquitectura doméstica en La Orotava durante el siglo xix», en Anuario del Instituto de Estudios Canarios xlvii, La Laguna, 2003.

Nº 5 del inventario = El solar y materiales de la casa que fue Colegio de Jesuitas de la Orotava, procedente del ramo de propios de dicha Villa, que se compone de 18.000 pies cuadrados y linda por el naciente calle del Colegio, al poniente huerta de D. Petro Hernández, por abajo molino de D. Antonio Monteverde, y por arriba finca de D. Pedro Perdigón y parte de dicha calle. Produce anualmente en renta sesenta reales; ha sido capitalizado en 1.080 reales y tasado en 34.025 reales y 65 céntimos por que se subasta52.

A finales de 1855 Francisco María de León, en el discurso de la Academia de Bellas Artes de la provincia de Canarias, había señalado que ...varios templos de arregladas formas..., y sobre todos como el de jesuitas que no llegó a concluirse en la propia Villa, del que aun se conserva una fachada, verdadera obra maestra en su clase, y que será una pérdida para las Bellas Artes si como se

  Ibidem. Fue aprobado el 2 de enero de 1854.   Ibidem. Véanse también Rodríguez Bravo, op. cit. 52   Ibidem. La ley quedó sin efecto el 23 de octubre, suspendiéndose su ejecución. 50 51

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legio y que afirmó conocer los hechos que se le exponían. El segundo fue Fernando Llarena, intendente honorario, que certificó igualmente que en el edificio incendiado estaba el ayuntamiento. También declararon el presbítero Ignacio Yanes Lauzón, Carlos Ginory Salgado, y por último compareció el beneficiado de la parroquia de San Juan Bautista, Francisco Javier Machado y Tejera. Los cinco testigos afirmaron: primero, que en aquel solar estuvo el colegio jesuita; segundo, que tras la expulsión se cedió al ayuntamiento la parte baja y bodegas del edificio para que con sus rentas se costeasen las clases; tercero, que posteriormente se le cedió la totalidad de la casa para instalar en ella el ayuntamiento; cuarto, que desde esa época en el inmueble estaban las dependencias municipales; y quinto, que tras el incendio de 1841 fue la corporación la encargada de administrar el solar como si fuese una de las fincas de propios. Lógicamente el dictamen del juez de primera instancia, José de la Cerda y Cueva, fue positivo, confirmando que aquel solar era propiedad municipal y podía darse a censo para fabricar en él50. El 12 de octubre de 1854 se designan para la tasación a los peritos Agustín de León, Juan Suárez y Agustín Delgado Yanes. En ella debía entrar también la casa contigua, lo que nos remite a la rectoría de Mateo Pérez y las obras realizadas en el edificio hacia 175551. A comienzos del año siguiente aún no habían presentado el peritaje, por lo que se les vuelve a instar a que lo hagan. Pero un nuevo contratiempo retrasa aún más la subasta. En febrero se comunica al Ayuntamiento que ha de suspender cualquier tipo de venta de bienes pertenecientes al Estado, a los pueblos, al clero y a los establecimientos de beneficencia e instrucción pública, hasta que se apruebe en las cortes el proyecto de ley de desamortización y venta de dichos bienes del ministro Madoz. Por esta razón, hasta el 10 de septiembre de 1856 no fue publicado en el boletín oficial el remate del colegio jesuita:

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trata, tal vez se enajena por el mezquino precio que pueden tener sus materiales, que tal parece ser el destino que le aguarda53.

Sin embargo, y a pesar de la publicación del remate en el boletín oficial en 1856, no se vuelven a tener noticias del mismo hasta que en junio de 1858 el secretario general de la Academia se dirige al subgobernador para mostrar su preocupación porque el solar del colegio ha pasado a manos particulares, señalando la importancia arquitectónica de la portada de la antigua iglesia que allí se encontraba. No obstante, el solar no era aún de propiedad particular ya que la suspensión de la ley desamortizadora había dejado sin efecto el remate llevado a cabo, por lo que había vuelto a manos del Ayuntamiento. La carta del secretario insistía en el valor arquitectónico de la fachada y en la obligación que tenía la autoridad de velar por estos edificios y contar con la aprobación de la institución en lo relativo a cualquier actuación sobre ellos. La Academia se fundamentaba en el conocimiento de que el solar había pasado a dominio particular y el nuevo dueño pretendía demoler la fachada54. Estamos ante una temprana muestra de preocupación por el patrimonio y de búsqueda de responsabilidades en lo referente a su conservación. La portada es calificada como una obra de «cantería con un orden de Arquitectura notable..., un monumento de antiguos recuerdos artísticos», apelándose al cumplimiento de las leyes vigentes para su preservación. El subgobernador por su parte se lo hace saber al alcalde orotavense en carta fechada el día nueve. La respuesta de la alcaldía muestra también cierta preocupación por un «monumento del más exquisito gusto arquitectónico» digno de ser colocado «oportunamente en otro lugar público que mereciese tal adorno». Recuerda así mismo la condición impuesta desde el momento en que se hace pública licitación del solar de que la portada fuese conservada y trasladada, no habiendo entrado en el justiprecio que se hizo del terreno55. En medio de este interés y de cierta inquietud, la Academia recomienda hacer unos dibujos de la portada y de alguno de sus elementos por su valor artístico y en previsión de que tal vez pudiesen ser destruidos. Uno de estos dibujos, firmado por A. Monteverde, muestra la belleza

  Esto se produjo el 19 de noviembre de 1855. Texto reproducido en Alloza Moreno, Manuel Ángel y Rodríguez Mesa, Manuel: «Los pórticos de las claras y de los jesuitas de La Orotava», en Homenaje al profesor Telesforo Bravo, tomo ii, Universidad de La Laguna, 1991, p. 17. 54   «De este edificio se conserva hoy únicamente intacta la puerta principal y fachada construida de cantería con un orden de Arquitectura notable. Sospechando con bastante fundamentos que el dueño de dicho solar trata de demoler la fachada que en él existe y pudiéndose considerar ésta como un monumento de antiguos recuerdos artísticos esta Academia ha acordado dirigirse a V.I. dándole parte de este suceso...», carta de la Academia inserta a su vez en carta del negociado de monumentos del Subgobierno, en AMO, Propiedades de Conventos, «1853. Expediente instruido a instancias del Síndico Personero Dr. D. Manuel Padilla, para la enajenación del solar del Colegio incendiado». 55   Ibidem. También se menciona el hecho de que aún no era de propiedad particular debido a la suspensión de la ley de desamortización, que había dejado sin efecto el remate efectuado, volviendo el terreno a la municipalidad. La carta está fechada el 15 de junio de 1858. 53

y el equilibrio de esta portada y nos permite acercarnos en detalle a sus elementos, sobre todo a la hora de confrontarlos con los restos conservados56. Sin embargo, debió ser en torno a esa fecha cuando el solar se vendió definitivamente a Antonio Díaz Flores, controvertido personaje que había participado en todo lo referente a su subasta y remate desde un principio, ya que aparece rematado

  Una copia de este dibujo se conserva hoy en día en el Archivo Rodríguez Mesa (en adelante ARM). El original fue comprado en los años ochenta a un anticuario de Santa Cruz de Tenerife, sin saberse a ciencia cierta que se trataba de la representación de la iglesia jesuita. Por diversos avatares había acabado junto a otros papeles familiares. Agradezco muy profundamente la colaboración del señor Rodríguez Mesa en este y otros asuntos relacionados con el tema. Se trata originalmente de un dibujo a lápiz firmado por A. Monteverde, en el que puede verse con bastante detalle la portada de dos cuerpos, con los elementos que ya destacamos en artículos anteriores. Aparte de la importancia en sí del dibujo y su copia, y de la posibilidad de identificar y colocar en su lugar los restos que han llegado hasta nosotros, mencionamos dos detalles curiosos: la hornacina superior vacía —recordamos que en ella y en otras partes de la fachada se colocaron estatuas, por lo que ya en estas fechas habían desaparecido— y la posibilidad de ver a través del óculo derecho las paredes de la inacabada construcción. ARM, copia del pórtico jesuita de La Orotava. Véase también Rodríguez Mesa, y Macías Martín, op. cit., pp. 82-83. Para la descripción, véase Rodríguez Bravo, op. cit., i, ii y iii. 56

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Fig. 2. Portada de la iglesia de San Luis Gonzaga, según dibujo de A. Monteverde conservado en el Archivo Rodríguez Mesa. Detalle del óculo y firma de A. Monteverde.

por él en virtud del edicto publicado en el boletín oficial de 16 de octubre de 1860 (fecha de 16 de junio) y a finales de septiembre la contaduría de Hacienda Pública de Canarias comunica a la alcaldía que ha expedido a su favor cartas de pago por la tercera parte del 80% de los bienes que habían sido enajenados desde el 2 de octubre de 1858. Los restos del colegio jesuita, incluida su inacabada iglesia, habían pasado definitivamente a manos particulares57.

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3. UNA CASA QUE ESCONDE UNA IGLESIA El acto final de este proceso constructivo complejo e inestable comenzó en esas fechas y vino a consumar definitivamente el paso jesuita por La Orotava. Desde la expulsión y hasta el incendio, habitantes y gobernantes transitaron entre la preocupación inicial y la posterior desidia. La ruina se transformó en un elemento consustancial al paisaje urbano, un motivo para avezados perseguidores de un pasado arquitectónico notable, de visitantes que desearon descubrir esplendores perdidos o de historiadores que dejaron constancia escrita de su traza y apariencia; pero en la mente de los ciudadanos la presencia entre ellos del inmueble, y sobre todo de la Compañía de Jesús, desapareció en la memoria hasta el punto de que con el tiempo se confundieron sus restos, difuminándose su existencia, perdiéndose en la historia no escrita. Pero faltaba aún un último capítulo, un epílogo gestado en silencio; un edificio en el mismo emplazamiento, que sustituía la presencia en el entorno del antiguo, pero que lo encerraba, casi lo digería, e indirectamente lo preservaba para el futuro. La traza de la casa Díaz Flores también tiene su propia historia, pero inevitablemente está asociada a la del colegio de San Luis Gonzaga. 3.1. El despegue social de Antonio Díaz Flores Ligado una y otra vez a cuestiones económicas, sobre el origen de la fortuna de Antonio Díaz Flores y Cartaya desconocemos aún muchos datos, que ayudarían tal vez a esclarecer un pasado que sin duda tiene mucho que ver con su posterior despegue social. Nacido en Fasnia en 1809, en el sur de Tenerife, de donde procedía su familia, era nieto de José Díaz Flores, que había sido el primer alcalde de dicho municipio, tras su segregación de Arico, e hijo de Antonio Díaz Flores y Díaz, también alcalde de Fasnia, y de Rosa María Cartaya Hernández. Sabemos

  AMO, Propiedades de Conventos, «1853. Expediente instruido a instancias del Síndico Personero Dr. D. Manuel Padilla, para la enajenación del solar del Colegio incendiado». Las cartas de pago hacen referencia a Antonio y Jerónimo Díaz Flores. Documento de la Contaduría de Hacienda Pública de Canarias. En julio de 1860 el Eco del Comercio publicaba un artículo en el que se dice textualmente que «En el solar del Colegio, hoy en ruinas, verá pronto La Orotava una hermosa casa, cuya fábrica va a emprender D. Antonio Díaz Flores, vecino a quien el pueblo debe ya gratitud», véase Eco del Comercio, 10 de julio de 1860. El artículo está firmado por un suscriptor. 57

  El 31 de marzo de ese año compró todos los bienes vinculados a José María y Juana Paz del Castillo en Aquique, Caracas, valorados en 45.000 reales, señalando el documento que ya «ha pasado a esta Ysla de Tenerife». Miguel Ángel Melo, como apoderado de José María y Juana Paz del Castillo, se los vende a Antonio Díaz Flores en Caracas en escritura hecha el 6 de septiembre de 1849. Documento cerrado el 4 de abril de 1862. AHPT, CH 63, Libro de traslaciones de dominio, f. 82. 59   En 1842 había comprado en Caracas a Juan Díaz Donoso un terreno de 3 hectáreas en El Sauzal, entre otras propiedades, que venderá a Manuel González en 1861. AHPT, PN 3333, f. 846 v y siguientes, 6 de noviembre de 1861, ante Sixto González. 60   Fue nombrado alcalde el 1 de enero de 1863. AMO, Libro de Actas, sesión de 1 de enero de 1863. Como alcalde fue el impulsor de la primera escuela pública del barrio del Farrobo. Sobre este asunto, véase Martínez Sánchez, Juan J.: La Orotava. Sus maestros, sus escuelas (de 1767 a 1900), CEP Valle de La Orotava, 1999, p. 107. En un artículo del Eco del Comercio se lo califica como «empresario de fábricas rico y digno de estimación». Véase Eco del Comercio, 10 de julio de 1860. 61   En 1852 otorga carta de pago. AHPT, PN 2948, f. 424, 10 de septiembre de 1852, ante Francisco Vivas y Paz. 62   AHPT, PN 2950, f.326, 21 junio de 1854, ante Francisco Vivas y Paz y AHPT, PN 3332, f. 31, 26 febrero de 1861, ante Sixto González, respectivamente. 63   AHPT, PN 3209, f. 20, 21 de enero de 1852, ante Nicolás González Regalado. 64   AHPT, PN 2948, f. 540, 26 de noviembre de 1852, ante Francisco Vivas y Paz. 58

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que hasta aproximadamente 1832 fue sargento de milicias en Güímar y que en esos años emigró a Venezuela, tras los pasos de su padre y otros familiares. En aquel país se relacionó con personajes muy influyentes en el terreno económico y político y ligados al gobierno del presidente José Antonio Páez. Antes de 1849 regresó a Canarias convertido en un rico empresario58. La única referencia anterior a esta fecha es una compra efectuada también en Caracas en 1842 de unos terrenos en El Sauzal que posteriormente venderá, en 186159. Incluso llega a renunciar a la parte que le correspondía de la herencia de sus padres, por no necesitarla. En febrero de 1850 se casa con Antonia de Vera y Espinosa, con la que tendrá tres hijos: Amelia, Antonio y Gonzalo Díaz Flores de Vera. Entre 1852 y 1865 aparece vinculado a una extensa serie de documentos que indican un enriquecimiento continuado, basado principalmente en la compraventa de terrenos en Tenerife y Venezuela, así como una importante labor como prestamista, en el sentido más literal del término. Fue sin duda una persona notable en su época, un rico hacendado regresado de América, que gracias a su labor empresarial acumuló dinero y poder, llegando a ser alcalde de La Orotava en el bienio 1863-6560. Aparece en su faceta de prestamista reiteradamente al menos desde 1849, cuando le deja a Esteban Salazar 2.480 pesos61; al año siguiente Pedro Pascacio Perdigón otorga a su favor escritura de obligación hipotecaria en 3.500 pesos a devolver en cuatro años, pago que llevará a efecto en 1854, pero aún en 1861 se declara deudor de otros 3.500, obligando en esta ocasión, y esto es significativo, varias fincas en la calle Colegio, por debajo de propiedades del mayorazgo de Villafuerte62; lo mismo sucede en 1852 cuando Tomás Ascanio le entrega 900 pesos que le debía de una venta de un terreno en El Rincón63; o cuando en noviembre Antonio Lercaro se declara deudor de 1.240 pesos corrientes que le ha de devolver en el plazo de dos años, cargando la deuda sobre «una hacienda con su casa, lagar y ermita que nombran de San Jerónimo»64. En 1853 el portuense José

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Fig. 3. Firma de Antonio Díaz Flores en un documento de mediados del siglo xix.

Llarena y Ponte le debía 1.000 pesos «por hacerle buena obra» 65; y en 1862 otorga carta de pago al famoso José de Bethencourt y Castro por valor de 1.080 pesos66. Significativo es también que Antonio Díaz Flores estuviera presente, a finales de 1861, cuando Petra Alcántara vende a Antonio Lercaro la denominada Huerta del Colegio, circunstancia que nos hace pensar que alguno de los dos, bien la vendedora o bien el comprador, tenía algún adeudo con Díaz Flores67. A mediados de 1852 obtiene una casa en La Laguna por deuda de Jorge Fuentes y Martín, contraída en Caracas en 1848 ó 4968, y compra otra casa terrera a José Olivera, lindante probablemente con la anterior69. En el mes de julio su hermana Paula le vende la parte de la herencia de su madre —algunos bienes en Güímar—, como habían hecho anteriormente sus otros hermanos70. A comienzos de 1853 vende a Antonio García Osorio, vecino de Granadilla, y a Marcos Peraza, vecino de Arico, diversas fincas en la primera de las poblaciones por valor de más de 700 pesos corrientes, algunas de las cuales había comprado el dicho Antonio García en Caracas el 14 de mayo de 1849 a José Antonio Frías71. En abril de 1853 amplía sus posesiones en La Candia al comprarle a Domingo Izquierdo un trozo de terreno

  AHPT, PN 2949, f. 27, 9 de febrero de 1853, ante Francisco Vivas y Paz. Le otorgará carta de pago en 1854, AHPT, PN 2950, f. 41, 3 de marzo de 1854, ante Francisco Vivas y Paz. 66   AHPT, PN 3335-2, f. 769, 22 de julio de 1862, ante Sixto González. 67   AHPT, PN 3333, f. 950 v, 12 de diciembre de 1861, ante Sixto González. 68   AHPT, PN 3209, f. 301, 19 de mayo de 1852, ante Nicolás González Regalado. 69   La compra de efectúa el 29 de mayo de 1852 ante Miguel Cullen. La casa estaba situada entre la calle de la Cruz Verde y el callejón de la Rosa. Véase AHPT, CH 63, f. 412. En la misma ciudad poseía un sitio en el callejón del Pico, que vende a Manuela García el 1 de julio de 1857, en escritura ante Sixto González, AHPT, CH 64, f. 83; en ese mismo año, el 6 de junio ante Sixto González, hace retrocesión a favor de Sebastián Martín Fernández de un cercado en el callejón de la Muerte, con cabida para 2 fanegadas, 10 almudes y 8 brazas, con una pensión de dos misas rezadas en la parroquia de La Concepción, AHPT, CH 63, f. 225 (29 de noviembre de 1850, ante Francisco Vivas y Paz, cerrada el 4 de abril de 1862) y AHPT, CH 64, f. 77. 70   AHPT, PN 2948, f. 243, 11 de julio de 1852, ante Francisco Vivas y Paz. 71   AHPT, PN 2949, f. 17-21, 26 de enero de 1853, ante Francisco Vivas y Paz. 65

con parras y árboles por 9.000 reales de vellón72; y en diciembre Juana y Bernarda Martín González y Andrés Marrero le venden la herencia de José Martín, su sobrino, por no poder cobrarla pues esta operación había de hacerse en Venezuela73. Por estas circunstancias de compraventa de terrenos poseía varias propiedades en La Orotava: las citadas fincas en La Candia; otras en el Llano de la Bola, en Los Cuartos74; unos cercados de viña y tierra en Los Frontones75; una extensión indeterminada en La Zamora, en medio de la cual quedaba un trozo de terreno de dieciocho áreas que compra en 1861 a Agustín Jorge, vecino del Puerto de la Cruz, por 2.250 reales, con la pensión de cuatro almudes de centeno que de tributo perpetuo se pagaban al marqués de Villanueva del Prado76; una casa en la calle del Castaño77; una casa de alto y bajo entre las calles de San Agustín y del Agua, lindante con otra del marqués de Celada, a quien se la vende en 185078; un tributo de 10 ducados antiguos equivalentes a 165 reales de vellón, impuesto sobre un pedazo de terreno, lindante con el camino de la Vera del barranco de La Arena, vendido a Felipe Machado y Ascanio en 185179; un terreno de viña y la mitad de una casa en el camino del Ancón, vendidos a Tomás Ascanio en ese mismo año80; y un cercado en Las Cañadas de 7 almudes y 23 brazas81; entre otras. En 1855 compró la casa de Méndez-Fonseca, conocida como casa de los balcones, que posteriormente venderán sus hijos a Lorenzo Machado y Benítez de Lugo82. Así mismo era propietario de una pipa y media de

  El terreno a su vez había sido comprado el 17 de septiembre de 1845 a Juan Guardia Uribe y lindaba por el poniente con tierras que Antonio Díaz Flores había adquirido de manos de Juan de Paz, AHPT, PN 2949, f. 80, 18 de abril de 1853, ante Francisco Vivas y Paz. Sigue apareciendo como propietario de una finca en esta zona en 1861, lindante con otra de Juan Borges Brito y Micaela Acosta Dávila, AHPT, PN 3332, f. 539 v, 1861, ante Sixto González; en San Miguel era dueño igualmente de una finca lindante con otras de Luis Román y Lugo; en 1857 compra a María de las Mercedes Benítez y Ponte un trozo de tierra en el mismo lugar, de 2 almudes y 80,5 brazas por 1.733 reales; y otra algo más pequeña a Juana Guzmán y Hernández por 1.562,18 reales, ambas lindantes con otras suyas, AHPT, CH 64, f. 94 (23 de julio de 1857, ante Nicolás González Regalado) y f. 121 (18 de octubre de 1857, ante Sixto González), respectivamente. Todas las propiedades en La Orotava. 73   AHPT, PN 2949, f. 461, 22 de diciembre de 1853, ante Francisco Vivas y Paz. 74   AHPT, PN 3210, f. 284v, 28 de abril de 1853, ante Nicolás González Regalado. 75   Comprados en Caracas el 9 de junio de 1849 a José Eusebio Gallego, AHPT, CH 63, f. 226, Libro de traslaciones de dominio, 4 de abril de 1862. Los jesuitas tenían dos cercados de tierra pan sembrar en este mismo lugar, lindantes con el camino real. 76   AHPT, PN 3333, f. 986 v, 23 de diciembre de 1861, ante Sixto González. 77   AHPT, PN 3220, f. 109 v, 10 de marzo de 1862, ante Agustín Romero Bethencourt. 78   AHPT, CH 63, Libro de traslaciones de dominio, f. 231 (23 y 30 de diciembre de 1850, ante Francisco Vivas y Paz). 79   Ibidem, f. 241 (14 y 20 de febrero de 1851, ante Francisco Vivas y Paz). 80   Ibidem, f. 245 (20 y 24 de marzo de 1851, ante Nicolás González Regalado). 81   Comprado a José Pimienta, vecino de La Laguna, en 4.536,24 reales y que lindaba con fincas de Luis Román, AHPT, CH 64, f. 136 (3 de diciembre de 1857, ante Juan Navarrete). 82   Algunos autores citan 1885 como el año en que compró la casa, pero Díaz Flores murió en 1878 y además es a su muerte cuando es vendida por sus herederos a Lorenzo Machado. Véase Luque Hernández, op. cit., p. 458. Es probable que también fuera dueño de la casa contigua, llamada de Jiménez-Franchy, lo que explicaría que en su patio se encuentren restos del colegio jesuita.

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media acción de las «aguas de la Empreza», junto con su hermano Diego, y de un dado de agua constante de cien pipas al día que le había vendido el marqués del Sauzal, Bernardo Cólogan y Heredia, ambas en Aguamansa83. Todos estos datos son sintomáticos del rápido enriquecimiento que experimentó la familia Díaz Flores en la segunda mitad del siglo xix84, riqueza que no sólo provino de la cuestión inmobiliaria, sino también del cultivo de la cochinilla y la comercialización de su tinte. En marzo de 1854 compró en subasta a Isabel de Castro Ayala, viuda de Francisco Baulén, una extensa finca en Güímar de más de trece fanegadas, lugar donde hoy se encuentran las mal llamadas pirámides de Güímar, y que acondicionará para el cultivo de la citada cochinilla y en la que construirá antes de 1872 una casona85. Como personaje inmerso en los ambientes sociales de la época, fue miembro activo de la Junta de Gobierno de la Villa cuando se produjo la Revolución Liberal de 1868 y formó parte de la comisión encargada de proceder al derribo del convento de San José para fabricar el nuevo ayuntamiento, en la que también estaban Antonio María Lugo Viña, Francisco Román y Fernando Monteverde86. En 1873 entra en la logia masónica Teide 53, que había sido fundada en Santa Cruz de Tenerife tres años antes, recibiendo los tres grados de una sola vez y en 1875 aparece como uno de los fundadores de la logia Nivaria 9587. El contacto de Díaz Flores con la masonería pudo haberse producido desde

  A cada uno le correspondía pipa y media de media acción de Pedro Pascacio Perdigón, que éste vende a Vicente María Vivas, AHPT, PN 3333, f. 664 y siguientes, 25 de septiembre de 1861, ante Sixto González; sobre la compra al marqués del Sauzal, AHPT, PN 3337, f. 1174, 21 de octubre de 1863, ante Sixto González; sobre el testamento de su hermano Diego, AHPT, PN 3344, f. 461, 1 de abril de 1864, ante Sixto González. 84   Uno de los ejemplos más significativos es el pleito planteado a raíz de los bienes del mayorazgo de Pedro González del Castillo. En octubre de 1853 un numeroso grupo de vecinos de Granadilla y San Miguel de Abona dan poder a procuradores para representarlos en dicho pleito, al haber sido demandados por José Barrios Tejera, apoderado de Antonio Díaz Flores, en juicio de conciliación. Los vecinos se comprometen a tener un único abogado y procurador por no poseer fondos para la demanda y a contribuir con la mitad de lo que produzcan sus fincas. AHPT, PN 3210, f. 646 y siguientes, 15 octubre de 1853, ante Nicolás González Regalado. 85   Sobre este asunto, véanse Aparicio Juan, Antonio y Esteban López, César: Las pirámides de Güímar. Mito y realidad, Instituto de Astrofísica de Canarias y Centro de la Cultura Popular Canaria, Santa Cruz de Tenerife, 2005; y Molinero Polo, Miguel Ángel: «Pirámides de Güímar, solsticios, masonería y Egipto Antiguo», en Revista Tabona, núm. 15, Universidad de La Laguna, 2007, pp. 163-178. 86   Sobre el proceso de construcción del Ayuntamiento de La Orotava, véanse Martínez Sánchez, Juan J.: Proceso de construcción del Ayuntamiento de La Orotava (1869-1895), Santa Cruz de Tenerife, 1983 y Aa.Vv.: El Ayuntamiento de La Orotava. Cien años de historia, Ayuntamiento de La Orotava, 1995. En abril de 1869 esta comisión presentaba los planos del nuevo proyecto, elaborado por Pedro Maffiotte. Los avatares de la construcción harán intervenir a Manuel de Oraá, Manuel de Cámara, y finalmente al arquitecto Antonio Pintor. La fábrica guarda cierta relación con lo sucedido en el solar jesuita ya que también en este caso se procedió a la venta de los materiales del derribado convento y al aprovechamiento de algunos de sus elementos en el nuevo edificio. 87   Era poco frecuente que un miembro recibiera los tres grados de aprendiz, compañero y maestro masón al mismo tiempo, ya que solía reservarse para personajes ilustres o casos especiales.

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mucho antes, incluso en su etapa en Venezuela, y su incorporación poco antes de morir a la misma probablemente tiene que ver con que la masonería había salido a la luz en España poco tiempo antes. Su testamento definitivo pasó ante Francisco Prada, el 9 de mayo de 1872, en Santa Cruz de Tenerife, donde murió en 1878.

Una vez comprado el terreno del antiguo colegio, Antonio Díaz Flores levantó su vivienda sobre la parte del solar que ocupaba la iglesia, lo único que había permanecido en pie y que no había sido tan afectada por el fuego, y sobre las ruinas del colegio extendió el jardín88. La construyó desde la parte trasera hacia la calle porque en el frente se encontraba la portada salomónica que debía conservarse, pero no destruyó el edificio sino que lo aprovechó cuanto pudo, conservando los espacios, algunos de sus muros, elementos de cantería, y sobre todo la disposición original de la planta. De esta forma la casa decimonónica conservó en su interior el templo del dieciocho, como símbolo de una digestión arquitectónica cuando menos singular y que iremos explicando. Este hecho muestra también la personalidad de Antonio Díaz Flores, dispuesto a reutilizar todo lo posible la construcción anterior, lo que evitaba elevar los costos de la nueva obra. Desde que Antonio Díaz Flores se hace con la propiedad del solar, las obras de la casa avanzan con rapidez, pues a mediados de septiembre de 1860 la nueva construcción había llegado casi hasta la calle. En ese pequeño período de tiempo —apenas dos años— se había redistribuido el espacio de la antigua iglesia, aprovechando los muros que no habían sufrido el azote del fuego89. Detallamos estos aspectos del aprovechamiento del edificio jesuita en el siguiente punto de este artículo, pero esbozamos ahora unos detalles que ayuden a entender la rápida construcción de la casa. La iglesia jesuita era una gran cruz, con una amplia nave principal y una nave transversal más corta; dos sacristías junto a la capilla mayor y un añadido en dicha capilla que se había fabricado en su día para ampliarla. Hacia los pies se desarrollaban las capillas laterales. El diseño y la construcción de la casa Díaz Flores partieron de esa estructura, subdividiéndola y abriendo o cerrando espacios. De esta forma, el espacio de la capilla mayor se dejó abierto, transformado en un patio trasero; las sacristías laterales se convirtieron en habitaciones; la ampliación de la

Elige el nombre simbólico de Chogo para identificarse en la logia. El documento que certifica sus tres grados está fechado en La Orotava y en él se dice que es vecino de la misma. Véase Aparicio Juan y Esteban López, op. cit., p. 125 y siguientes. 88   El propio informe del ayuntamiento afirmaba la dificultad de construir sobre el solar del colegio debido a la acumulación de restos, por lo que era lógico aprovechar lo ya construido de la iglesia. 89   El poco tiempo de construcción evidencia que se aprovechó la estructura anterior. De otro modo se hubiese prolongado mucho más la obra.

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3.2. Construcción de la casa Díaz Flores y desmonte de la portada salomónica

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Fig. 4. Superposición de la fachada de la casa Díaz Flores y la fachada del colegio de San Luis Gonzaga. Se aprecia claramente cómo la primera ocupa el espacio de la iglesia. Dibujo del autor.

capilla mayor se cerró y se edificó sobre ella; el crucero también se cerró, dejando un extraño cuerpo central y dos laterales, estos últimos correspondientes a la nave más corta. En la nave principal, y hasta llegar a los pies de la iglesia se diseñó el patio central y se construyó la crujía que daría a la calle, modificando las capillas laterales y ocupando el antiguo patio de ministerios y la entrada del colegio. De esta forma, en septiembre de 1860 se llegó hasta la calle y para seguir era preciso desmontar la antigua fachada. Por ello, Antonio Díaz Flores se dirige al gobierno provincial, comunicándole la necesidad que tenía de desmantelar la portada, para lo cual ofrece contribuir con 50 pesos y facilitar los andamios y los útiles necesarios. El negociado de monumentos se lo comunica a su vez al ayuntamiento pidiéndole una respuesta dado el interés en conservarla. El gobierno municipal aprueba formar una comisión que informe sobre los costos que esto supondría y si la corporación podía sufragarlos. Sin embargo, la comisión no emite ningún informe, por lo cual el ayuntamiento estima que no hay fondos para costear la obra de desmonte y traslado, dejando al arbitrio del arquitecto provincial, en esa fecha Manuel de Oraá y Arcocha, y de la autoridad competente la resolución del problema90. El interés por la conservación de la portada muestra varios aspectos destacables y se apoya sobre diversos puntos. Desde las corporaciones oficiales existía una

  Carta del Negociado de Monumentos del Gobierno de la Provincia, en AMO, Propiedades de Conventos, «1853. Expediente instruido a instancias del Síndico Personero Dr. D. Manuel Padilla, para la enajenación del solar del Colegio incendiado». Sobre Manuel de Oraá, véase Chávez Martín, Miguel Ángel: «La introducción de los postulados académicos en la arquitectura canaria: Manuel de Oraá y Arcocha (1822-1889)», en Anuario de Estudios Atlánticos, número 41, 1995. 90

teniendo, como tiene, la población, otras necesidades de interés más positivo a que atender, por más honorífico que aquel se considere... por tanto, V.I., de acuerdo con el arquitecto, si así lo estiman, podrá resolver lo que juzgue más conforme92.

Como ya lo fuera el incendio de 1841, la preocupación sobre la portada llega a ser motivo de interés periodístico. El Eco del Comercio publica en marzo de 1861 un editorial en el que establece los requisitos para que la obra se salve: que la Diputación Provincial sufrague los gastos de desmonte, lo que sería síntoma de preocupación por la conservación patrimonial; que se le ofreciera a otro municipio, ya que en La Orotava no se estaba construyendo ninguno en el que poder incluirla; o destinarla al nuevo edificio de beneficencia93. En otro editorial, insiste en la dejación del Ayuntamiento y señala que en Santa Cruz de Tenerife se pensaba recaudar

  AMO, Propiedades de Conventos, Papeles sueltos de 4 de marzo de 1861.   Carta fechada el 4 de marzo de 1861, en AMO, Propiedades de Conventos, «1853. Expediente instruido a instancias del Síndico Personero Dr. D. Manuel Padilla, para la enajenación del solar del Colegio incendiado». 93   Eco del Comercio, 13 de marzo y 1 de mayo de 1861. Véase también Alloza Moreno y Rodríguez Mesa, op. cit., p. 24 y siguientes. 91

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preocupación clara sobre el tema. El primero en demostrarla fue el propio ayuntamiento a la hora de dejar fuera de la licitación del solar esta parte del antiguo edificio con la intención de conservarla. Por otro lado las autoridades provinciales insistían en que debía protegerse pero delegaban las competencias en el ayuntamiento. Al margen se sitúa la posición de la Academia de Bellas Artes, que movida por un espíritu protector intentó salvaguardar su importancia arquitectónica, para lo que buscó el apoyo oficial. Por último estaríamos ante la postura del propietario, que como interesado intentó facilitar su desmonte, tal vez por una cuestión exclusivamente técnica, la de poder seguir con la nueva obra, pero que demuestra hasta qué punto éste era un asunto que despertaba el interés de distintos estamentos e individuos. De entre todas es la postura municipal la más desconcertante, pues desde el principio manifestaba la exigencia de proteger una obra que califica como monumento arquitectónico, pero llegado el momento pretendió desembarazarse del problema. Así las cosas, a finales de 1860 el ayuntamiento parece desvincularse totalmente del asunto, ya que a pesar de que en octubre había nombrado una comisión para estudiar el tema, ésta devuelve el expediente sin emitir informe alguno. Es el propio Antonio Díaz Flores el que en marzo de 1861 se dirige al alcalde para que le manifieste una solución respecto al desmonte de la portada. El día 4 el ayuntamiento le comunica que, aunque debe conservarse, no hay medios suficientes para costear su traslado y desmonte, por lo que deja al interesado que haga lo que juzgue más oportuno a su juicio «ilustrado y recto»91. El alcalde a su vez comunica al gobernador que el pueblo no tiene fondos suficientes para desmontarla y en su caso volver a colocarla en otro lugar

fondos para adquirirla y colocarla en uno de los templos de la ciudad; pero nada de esto se llevó a cabo. Con todo, Antonio Díaz Flores no efectúa la obra hasta finales de ese año, cuando comunica al gobierno provincial que ha seguido con la orden dada por éste de desmontar la portada. Su carta dice así:

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En consecuencia del oficio de V.I. de 16 del último Noviembre, desmonté con el mayor cuidado la puerta de cantería de la iglesia del Colegio de Jesuitas de esta Villa; teniendo la satisfacción de que no se hubiese roto ni una sola piedra. Mas debo poner en conocimiento de V.I. que si bien se hallaba en buen estado el cuerpo principal, que era el bajo, a esepción de las dos grandes columnas que por haberlas sentado sobre un puon de hierro estaban rotas por su base; el superior se hallaba muy destrozado, en términos de no servir para nada. El Ayuntamiento recojió y depositó en un salón del hospital ese primer cuerpo, que aun sin el segundo forma una puerta completa; y el otro como enteramente inútil, lo ha dejado; y en ese concepto pienso utilizarlo en materiales de mi fábrica, pues no sirven para otra cosa94.

Una vez desmontada, el Ayuntamiento nombra a Juan y Antonio Suárez como maestros de mampostería para revisar el segundo cuerpo que ha dejado Díaz Flores por inutilizable y determinar si aún sirve y, en caso de que no, cuánto costaría la reposición de las piezas que faltaban95. Hacia 1866, con motivo de la visita del gobernador de la provincia, José Cabeza de Herrera, se le transmite la idea de ubicar el consistorio en el convento de San Francisco por su privilegiada situación. El edificio, reconstruido a comienzos de siglo tras el incendio sufrido en 1801, presentaba cualidades para situar en él las salas capitulares, la secretaría y el archivo, aprovechando la escalera de cantería del convento y el pórtico jesuita separando del espacio destinado para esas localidades (que correrían hasta las sacristías viejas) el resto del arco de la misma Iglesia, cuyo largo cuadrilátero sobrante, quedando reducido a un jardín con sencillos emberjados a la calle, dejaría

94   AMO, Propiedades de Conventos, Expediente de 1862. Sobre la puerta del Colegio. Carta de Antonio Díaz Flores dirigida al gobierno provincial, incluida a su vez en una carta de 6 de mayo de 1862 dirigida por el negociado de monumentos al alcalde de La Orotava. El primer cuerpo al que se refiere Díaz Flores sería el conjunto formado por los basamentos, las columnas salomónicas, los capiteles y el entablamento con su frontón partido. Para la descripción de la portada, véase Rodríguez Bravo, op. cit., ii. 95   «...pasen a examinar los materiales o piesas de la parte superior de la puerta de Colejio, y declaren las que existen, si falta alguna, si son susceptibles de colocarse, o son enteramente inútiles, para que en su vista pueda disponerse lo que corresponda, extendiéndose en su declaración a determinar minuciosamente cuanto podrá costar la reposición de las piesas que puedan faltar y todo lo demás que con toda esactitud se les ofresca y paresca», AMO, Propiedades de Conventos, Expediente de 1862. Sobre la puerta del Colegio. Fechada el 17 de mayo de 1862. Los distintos elementos del primer cuerpo fueron en principio depositados en un salón del hospital; los demás fueron reutilizados en la nueva obra, apareciendo hoy en día en diversos lugares de la construcción.

Este singular proyecto, a caballo entre la restauración y la mezcolanza arquitectónica, hubiera permitido conservar la portada jesuita, pero al igual que otros, se quedó en meras propuestas. A través del dibujo de A. Monteverde ya mencionado, podemos identificar algunos de los elementos de la portada que han llegado hasta nosotros, incrustados o añadidos en otras construcciones. Del segundo cuerpo que se quedó el propietario por no servir para nada, encontramos dos basas decoradas con elementos vegetales en la puerta principal de la propia casa Díaz Flores. En la escalera que da acceso al jardín, podemos ver otras dos, de mayor tamaño y con idéntica decoración, que corresponderían a las que sustentaban las columnas salomónicas del segundo cuerpo de la portada jesuita. Sobre ellas vemos sendos capiteles que originariamente se hallaban en el arco de entrada de la iglesia. Más curiosa resulta la ubicación, en el patio de la casa Jiménez Franchy, de los bellos pináculos que remataban la portada, fácilmente identificables gracias al dibujo, colocados sobre sendos capiteles decorados con cabezas de querubines, singularmente parecidos a los de los capiteles del jardín de la casa Díaz Flores. Aunque a primera vista no se identifican con los dibujados por Monteverde en la copia conservada en el ARM, podemos entender que deben ser los capiteles de las columnas del segundo cuerpo, ya que tienen restos de la acción del fuego97. Mencionamos en artículos anteriores que el cementerio de La Orotava conserva una tumba que reutiliza elementos que debieron pertenecer al colegio jesuita, ya que las concordancias estilísticas con las basas conservadas son más que evidentes. Se tratarían, en este caso, de piezas del primer cuerpo, probablemente de las basas de las columnas salomónicas principales. Sobre estas columnas resulta curioso señalar un dato: el 20 de julio de 1870, Domingo Fernández compra por seis reales «un pedazo de columna de la puerta vieja del Colegio» que se hallaba entre los materiales acumulados en el solar del convento clariso, demolido para construir el nuevo ayuntamiento98.

96   Texto de la sesión del Ayuntamiento del 14 de enero de 1866, reproducido en Alloza Moreno y Rodríguez Mesa, op. cit., p. 26. 97   Los pináculos no están decorados por una de sus cuatro caras, lo que evidencia que estaban adosados a la fachada. En lo que respecta a los capiteles, es factible pensar que el dibujante no copiara estos elementos tan fielmente y repitiera el modelo de capitel del primer cuerpo. Es probable que tomara notas y bocetos in situ pero realizara el dibujo de memoria posteriormente. 98   No podemos afirmar que se tratara de una de las columnas del primer cuerpo, ya que el segundo cuerpo repetía el mismo esquema, pero teniendo en cuenta que fue el Ayuntamiento el que se quedó con las columnas salomónicas principales, debemos entender que es así. Dato recogido en el ARM, C/245/Jesuitas Orotava. En otros espacios de la casa Díaz Flores podemos encontrar

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obstentando el edificio a la vista pública con la mayor elegancia, especialmente por las noches en que se alumbrará ese jardín y lo estarán también las salas. Que debajo de la ventana del centro de esas salas y mirando al jardín, puede colocarse el pórtico de la Iglesia de Jesuitas, encima del cual irá el balcón del centro de las Salas, cuyo pórtico puede estar abierto y dando entrada a los jardines del claustro, por los cuales, ha de pasarse para subir a las Salas por la escalera principal96.

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Fig. 5. Portada de la casa Díaz Flores en la que se aprecian los elementos extraídos de la portada jesuita.

Tras el desmonte definitivo, la construcción de la nueva casa se prolongó todavía un poco más, aunque estaba terminada antes de marzo de 1863, pues en esa fecha ya era ocupada por la pensión Govea, como luego veremos. Este dato resulta tremendamente curioso porque pone de manifiesto que Antonio Díaz Flores no parecía tener intención de vivir en su nueva casa, pese a haber puesto tanto empeño en su fábrica. De hecho, en abril de 1864 seguía figurando como vecino del número 33 de la calle de La Hoya y no es hasta 1871 cuando aparece como vecino de la calle Colegio99. En mayo de 1864 figura en la lista de los electores de diputados a

restos de la antigua construcción: losas de piedra en el patio trasero, que podrían corresponder con las del patio de ministerios o de la propia capilla mayor; escalones, tanto en ese mismo patio como en el jardín, que podrían ser de la gran escalinata exterior del colegio; o las puertas de las sacristías flanqueando dicho patio. 99   Aparece avecindado en la calle de La Hoya en 1863 y 1864. Véanse AHPT, PN 3337, f. 1174, 21 de octubre de 1863; y AHPT, PN 3338, f. 608, 20 de abril de 1864, ambos ante Sixto González. En 1870 su hermano Diego Díaz Flores aparece como vecino del número 5 de esa calle,

Cortes, habiendo pagado 400 escudos de cuota al Tesoro, siendo el séptimo de los presentados100. Lo que podría explicar que a comienzos de 1867 aparezca residiendo en La Laguna. Sin embargo, a mediados de 1871 está de nuevo en La Orotava

AHPT, PN 3347, f. 501, 24 de junio de 1870, ante Sixto González. En este caso se trata de la anteriormente llamada casa Celada, una vivienda del siglo xviii comprada a José Rodríguez de la Sierra y Manuel Herrera Pérez. En 1903 es vendida por la familia Díaz Flores a Fernando del Hoyo, marqués de San Andrés y vizconde del Buen Paso. Véanse Luque Hernández, Antonio: La Orotava, corazón de Tenerife, Ayuntamiento de La Orotava, 1998, p. 464; y AHPT, PN 3337, f. 1512, 29 de noviembre de 1863, ante Sixto González. 100   El máximo contribuyente fue Antonio de Ponte y Benítez con 1.291 escudos. En esta lista, compuesta por 56 personas, Antonio Díaz Flores es la séptima que más contribuye, sólo por detrás del citado y de Bernardino González, Alonso Méndez y Guardia, Antonio Lercaro y Antonio María Lugo y Viña. En la misma lista aparece Diego Díaz Flores, con 42 escudos. Véase Gobierno de Canarias, Lista adicional de los electores de Diputados a Cortes, sección 5ª, Orotava, mayo de 1864. Documento digitalizado por la Biblioteca Universitaria de la ULPGC, 2007.

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Fig. 6. A la izquierda, pináculo y capitel de la portada jesuita, hoy conservados en el patio de la casa Jiménez Franchy, donde hacen pareja con otros similares. A la derecha, detalle del dibujo de A. Monteverde donde pueden verse los pináculos.

pero ya como vecino de la calle Colegio, al venderle a Ezequiel Gómez una casa en Güímar101. Por lo tanto, debemos suponer que la casa construida sobre el colegio jesuita se terminó a finales de 1862, pero fue rápidamente alquilada a José Govea para establecer en ella una pensión. Entre ese año y 1871, Antonio Díaz Flores aparece indistintamente como vecino de La Orotava, La Laguna y Santa Cruz de Tenerife, donde también tenía varias propiedades, siendo en este último lugar donde murió en 1878.

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3.3. La casa Díaz Flores, ejemplo de arquitectura híbrida La casa que Antonio Díaz Flores edificó sobre el colegio jesuita es un extraño ejemplo de aprovechamiento del espacio102. A primera vista es un gran bloque cúbico perfecto y simétrico, que ocupa un amplio solar distribuido entre la casa y el jardín, marcado por dos condicionantes principales: la pendiente y anchura de la calle y la ausencia de inmuebles adyacentes. Estas circunstancias hacen que se imponga en el entorno al tiempo que, sin pretenderlo, lo distribuya. En su frente domina el encuentro entre las calles Colegio, Carrera y San Francisco; al norte antepone el jardín, colgándolo sobre la perspectiva de la casa Ponte Fonte-Lercaro; al sur se distancia de la casa Molina a través de un espacio-recoveco ocupado por una magnolia; y por su parte trasera se abre al campo y a la distancia. Es un punto de referencia con relación a lo urbano y, desde luego, no pasa desapercibida. Esta condición le viene impuesta por la propia distribución del solar y por la ocupación total del terreno en el que se levantaba la iglesia jesuita, además de añadir el espacio de la esquina sur de la fachada, que el templo no incluía, y destinar a jardín lo que había sido el colegio propiamente dicho. Pero esta primera impresión es relativa si se estudian de forma particular todos los elementos que la componen103. El dominio espacial de la construcción contrasta con la simplicidad exterior, con su escaso desarrollo en altura, y con una sobriedad excesiva. La fachada, un paramento simétrico en el que sobresalen los balcones de rejería, que aportan algo de ritmo a la superficie plana, se desarrolla horizontalmente sobre el plano menos pendiente de la vía. Apenas eleva su altura en comparación con otros edificios coetáneos, como la casa Llarena o la casa Zerolo. En ese plano de fachada se distribuyen

  AHPT, PN 3349, f. 566, 9 de mayo de 1871, ante Sixto González.   Utilizamos la denominación casa Díaz Flores por su valor histórico, ya que fue este personaje el que la mandó edificar, aunque durante mucho tiempo ha sido conocida como casa Brier, por ser esta familia sus segundos dueños y quienes más tiempo la han habitado. 103   La iglesia jesuita tuvo que achaflanar la esquina sur que daba a la calle precisamente para no estrechar demasiado la vía. Sin embargo, la casa ocupa ese espacio, aumentándolo hasta el punto que apenas queda distancia suficiente entre ésta y el inmueble contiguo, el llamado Colegio Viejo. Véase Rodríguez Bravo, op. cit., i y ii. En la actualidad la casa Díaz Flores ocupa 2.305,21 m2; 1.821,14 m2 de edificación. Agradecemos la información aportada por la familia Brier al respecto. La magnolia de grandes dimensiones que se encontraba junto a la casa desapareció hace poco, ocupando su lugar un nuevo ejemplar de esta especie. En algunos momentos la casa fue conocida como Las Magnolias. 101

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cinco vanos en cada una de las dos plantas. El escaso desarrollo de la portada, que recupera elementos de la fábrica anterior, apenas establece un punto central señalado y casi se confunde con el resto de vanos. La piedra se reserva para enmarcar puertas y ventanas, reforzar las esquinas, y contribuir a la horizontalidad a través de dos cornisas, una en el centro y otra superior, que da paso a la azotea. El esquema de esta primera crujía se repite hacia detrás, aunque sólo se prolonga tres vanos, eliminando la piedra que los enmarcaba. De esta forma se percibe como una caja rectángulo, escasamente desarrollada. La austeridad en el planteamiento contrasta igualmente con otros edificios levantados en la época, en los que se incluyen elementos curvos y en los que se refuerza la parte central, brindando un carácter menos severo y más plástico. Sin embargo, en el caso que nos ocupa, se incide en las líneas rectas, los vanos rectangulares, la ausencia de decoración y el escaso protagonismo dado a la entrada, salvo por la utilización de los mencionados elementos barrocos extraídos de la portada jesuita. Este primer cuerpo de la casa, que puede ser observado a simple vista, se opone al resto de la fábrica. La segunda parte, de mayor volumen y altura que la primera, ayuda a establecer dos momentos constructivos en el edificio, pues nada tiene que ver con la crujía principal, ni siquiera en la continuidad de los vanos. Una perspectiva lateral nos da la impresión de que se trata de dos edificios independientes; en uno prima la simetría y en el otro el desorden; aunque éste es sólo aparente pues, a su manera, también aquí todos los elementos tienen su razón de ser. Tanto en la fachada lateral sur como en la norte se repite el mismo esquema: el cuerpo principal del que hablamos, en el que sobresalen la cornisa y los vanos; un segundo cuerpo central de más altura y mayor desarrollo, cubierto con tejado a cuatro aguas;

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Fig. 7. Fachada de la casa Díaz Flores.

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Fig. 8. Arriba, fachada sur de la casa Díaz Flores. Abajo, fachada lateral de la iglesia de San Luis Gonzaga. Dibujos del autor.

un tercer cuerpo secundario más pequeño, de sólo dos plantas, también cubierto a cuatro aguas; y un último cuerpo saliente, retranqueado con respecto a toda la construcción, que alcanza una altura intermedia entre los anteriores104. Esta amalgama de bloques de distintas alturas y desarrollos permite establecer hasta qué punto fue aprovechada la estructura de la iglesia, ya que posibilita ver el modo en que se llevó a cabo la edificación, desde atrás hacia delante, dejando a su paso las huellas de lo que se iba aprovechando del templo jesuita. La comparación entre el plano actual y la planta del colegio de la Compañía permite apreciar una distribución exacta de todas las partes de la casa con respecto a la planta de la iglesia; una correlación que no es casual. Esta impresión es más acentuada de la mitad del edificio hacia atrás, justamente desde lo que correspondería a la nave más corta hasta la capilla mayor. Sin duda en esta parte de la casa se aprovechó no sólo la distribución anterior sino incluso la estructura. Si no fuera así no tendría sentido el juego de volúmenes y alturas. Y esto explica que el cuerpo central sobresalga en altura por encima del resto del edificio, ya que se correspondería con la nave más corta de la iglesia, al valerse de sus muros.

  Se observa también un cuerpo central en la azotea que sobresale por encima de los demás, que se corresponde con dependencias situadas entre los dos patios interiores, pero que es de más reciente construcción. 104

Los jesuitas habían diseñado un templo de 41 metros de longitud y 10,39 de ancho, que se convertían en 25,5 metros en el crucero. Un modelo contrarreformista y unidireccional dirigido a prestar la máxima atención a la capilla mayor; un modelo cómodo al tiempo que eficaz105. Sus naves sin cubierta aparecían a la vista como un esqueleto al que solamente había que proporcionarle un cuerpo. Según relata Viera, la iglesia se hallaba levantada hasta el arranque de los arcos, es decir, únicamente quedaba cubrirla. El fuego debió afectarla en relación a los muros, sobre todo los que hacían frontera con el colegio; pero a la hora de construir la nueva vivienda éstos no se demolieron totalmente sino que se aprovecharon para la distribución. Por esta razón, respecto a la parte trasera, la solución en el momento de levantar la casa fue subdividir las naves y el crucero de la iglesia, dejando la capilla mayor como un patio abierto. La nave más corta fue dividida en tres tramos: los brazos fueron cubiertos independientemente, transformándose en elementos sobresalientes con relación al resto, de los que se obtuvieron tres pisos debido a su altura; y el crucero fue ocupado por un cuerpo de menor tamaño que hacía funciones de distribución interior. En esta sección trasera de la casa, el cuerpo intermedio, más bajo, lo forman dos dependencias, ambas de dos pisos, que se corresponden con las antiguas sacristías, cuyas puertas adinteladas dan al patio trasero, que se correspondería con la capilla mayor de la iglesia. El cuerpo final, saliente y retranqueado, que había sido la ampliación que a mediados del siglo xviii se había hecho de la capilla mayor, fue transformado en distintas habitaciones. Por lo tanto, se advierte en este desarrollo cómo los restos de la iglesia fueron reutilizados para la construcción nueva, aprovechando en el camino todo lo que se pudiera, y levantando de nueva planta sólo la crujía principal, la que daba a la calle y que debía convertirse en la fachada de una

 Véase Rodríguez Bravo, op. cit., (ii).

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Fig. 9. A la izquierda, plano del colegio incluido en el manuscrito de Matías Sánchez, siglo xviii. A la derecha, plano actual de la casa Díaz Flores.

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Figs. 10 y 11. Planta de la iglesia de San Luis Gonzaga sobre el plano de la casa Díaz Flores.

vivienda, por lo que en este punto era imposible utilizar el paramento del templo. En resumen, puede decirse que se conservó la parte de la iglesia correspondiente a la nave más corta, crucero, sacristías y capilla mayor, modificándose parcialmente la nave principal, y la fachada, por razones obvias.

106   Edificio de finales del siglo xviii con portada principal de cantería colocada en el centro de la fachada. Al cruzar el zaguán nos encontramos en un lateral del patio y con la amplísima escalera principal enfrente, situándonos entre el citado patio y la antigua biblioteca, perdiendo de esta forma la simetría, algo que no sucede en la casa Díaz Flores.

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Este aprovechamiento explicaría también la rápida construcción, pues la obra debió comenzarse en 1858, habiéndose llegado a la calle solamente dos años más tarde. La reutilización del edificio anterior posibilitó más rapidez en la fábrica, levantada desde atrás hacia delante para evitar el problema de la portada salomónica de la iglesia. Para la parte principal de la casa, esa especie de caja rectángulo o primera crujía a la que hemos hecho referencia, no se aprovechó la anterior construcción por el problema de la portada, lo que explica que hasta mayo de 1862 no se comenzara la nueva fachada. En lo que respecta a la planta de esta casa, y partiendo de la concepción dada al espacio interior de la antigua iglesia, hay que señalar que responde a un plan totalmente simétrico, muy del gusto neoclásico, en el que las habitaciones se distribuyen, en una y otra planta, en torno a un eje central, que es el patio principal. Este elemento, definitorio por otra parte de la arquitectura doméstica canaria al menos hasta el siglo xix, actúa como epicentro constructivo, desde donde parten no sólo los accesos a diversas dependencias (cuartos, comedor, biblioteca, etc.), sino también los pasillos principales, esto es, los que conducen a la escalera y al jardín respectivamente y los que conectan con el segundo patio. De esta forma se convierte en un elemento englobador de todo el conjunto, definiéndolo y condicionándolo. Este patio ocupa el ancho de la nave principal de la iglesia, aunque se prolonga ya en parte de la construcción nueva, hacia la fachada. La planta de la iglesia proporcionó indirectamente la posibilidad de adaptar un planteamiento más del gusto decimonónico, y la oportunidad de transformar una planta en cruz en una vivienda neoclásica, dando forma a un conjunto que aprovecha los antiguos muros principales como fundamentales para una fábrica distinta, pero sobre todo para la distribución espacial y la concepción longitudinal del mismo. A primera vista la planta se asemeja a otras construcciones domésticas de la época en las que el afán y el gusto por la pureza de líneas imprimen un carácter sobrio y elegante en la distribución de algunos elementos interiores, pero sin dejar de lado la eficaz disposición tradicional de colocar un patio principal actuando como centro edificatorio, a la vez que distribuyendo el espacio y la luz. A los patios de los siglos xvii y xviii añade el ochocientos la estilización de las formas, colocando pies derechos circulares de largo fuste, sobre bases pétreas en forma de plintos y rematados por ménsulas sencillas que soportan una galería superior acristalada. Es lo que sucede en este caso, en donde el conjunto apenas se decora con un par de anillos en la unión del fuste con la ménsula. Una disposición parecida a la que presenta la casa Lugo Viña y Massieu, de evidente gusto neoclásico, que, con un planteamiento algo diferente, ofrece también un patio de esbeltos pies derechos, decorativamente muy sobrios106.

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Fig. 12. Zaguán de la casa Díaz Flores.

El acceso al patio principal se hace a través de un corto zaguán decorado con un arco de medio punto de cantería con jambas trabajadas a partir de rebajes rectangulares, que soportan una especie de entablamento, decorado con un octógono en forma de estrella con una flor central. Hacia el interior del arco desaparece la decoración, eliminándose el entablamento y estrechándose significativamente los sillares. Tras la entrada, un amplio pasillo hace de eje transversal, situando a la izquierda la magnífica escalera de madera con balaustres forjados y a la derecha el paso al jardín, flanqueados por sendos arcos carpaneles, también de cantería, apenas decorados. Estos dos arcos recuerdan las puertas laterales de la nave principal de la desaparecida iglesia ya que presentan aproximadamente la disposición de los originales, que se apuntan en el plano del siglo xviii y que mencionan diversos autores que conocieron las obras del templo ignaciano. Su colocación en este lugar rememora la construcción anterior y, casi de modo sincrético, la reinventa107. El eje central de la construcción puede dividirse en tres cuerpos o partes. La primera está compuesta por el patio principal que a modo de rectángulo ocupa

107   Resulta llamativo que se decorase con tanto esmero la puerta interior del zaguán y apenas se hiciera lo propio en la que daba directamente a la calle.

el centro, a cuyos lados se distribuyen las habitaciones de la planta baja. El segundo cuerpo cuadrado hace de intermediario, a través de dos pasillos, con el segundo patio. Y como remate se coloca un tercer cuerpo saliente que completa la planta108. Desde todos ellos se accede a distintas dependencias, siempre colocadas simétricamente. En la primera planta de la casa la distribución es exactamente igual, excepto en el amplio salón colocado en el cuerpo de fachada. Singularmente en la azotea se sitúan tres cuerpos más: los dos laterales se corresponden con el remate de habitaciones inferiores, fácilmente apreciables desde los exteriores laterales de la casa109; y el central es en realidad la prolongación del extraño elemento situado entre los patios, que se remata en una especie de mirador, muy usual por otra parte en las edificaciones orotavenses110. El conjunto en suma forma un gran rectángulo —sólo alterado en su parte trasera por el pequeño cuerpo saliente—, configurado por un gran eje —zaguán, patio— a cuyos lados se sitúan las habitaciones, tal y como se aprecia en el plano de la casa.

108   Se corresponderían con el crucero, la capilla mayor y la ampliación efectuada en 1749, respectivamente. 109   Correspondientes a los laterales de la nave más corta. 110   Éste es de reciente construcción.

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Fig. 13. Arcos en el patio principal de la casa Díaz Flores.

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Fig. 14. Patio trasero de la casa Díaz Flores. Pueden verse las antiguas puertas de las sacristías y los escalones reutilizados.

Al margen de la concepción longitudinal del conjunto y de su simetría respecto al eje central, uno de los elementos que más llama la atención es el segundo patio. Se accede a él a través de sendos pasillos desde el patio principal, quedando entre ambos un cuerpo intermedio que ocupa lo que antes había sido el crucero de la iglesia. Sobresalen en este patio trasero dos puertas adinteladas de cantería ligeramente azulada, colocadas una frente a la otra. Aparecen también algunos pies derechos, aunque más sencillos que los del patio principal, y una escalera exterior de piedra, al igual que el suelo. Estos elementos le confieren un aspecto más añejo en comparación con el patio central y su presencia en este lugar de la casa evidencia una vez más el aprovechamiento que se hizo del edificio anterior. Además puede concluirse que esta parte de la iglesia no fue modificada cuando se levantó la vivienda, y que este traspatio es en realidad la capilla mayor del templo con sus accesos adintelados a las sacristías. Curioso resulta reseñar cómo en la puerta norte se observan aún las huellas del fuego. La escalera y el suelo de cantería son también elementos reutilizados, tal vez de la escalera que daba acceso al oratorio o de la misma iglesia en construcción. Esta reutilización del edificio, la transformación del espacio o la transmutación de una iglesia barroca en una vivienda neoclásica proyectan un sincretismo excepcional en el ámbito de la arquitectura canaria e imprimen un sello particular en una construcción marcada por una evolución azarosa y singular, que seguirá cambiando hasta la actualidad.

111   Hernández Gutiérrez, Sebastián: Cuando los hoteles eran palacios, Gobierno de Canarias, 1990, p. 64. José Govea aparece inscrito como mesonero desde 1852. Véase Hernández González, Manuel: «El comercio de La Orotava a mediados del siglo xix», en El Día, 14 de agosto de 2013. 112  «Un guía nos recibió y nos llevó a través de las calles pavimentadas y con muchas curvas de La Orotava, hasta que el sonido del agua de la montaña llegó a nuestros oídos, y luego, siguiendo su curso, nos llevó a la entrada de nuestra fonda Gobea, o posada, que, simplemente con ver su apariencia exterior, me encantó indeciblemente. Es una antigua reliquia de la grandeza hispano-morisca —el palacio de una marquesa difunta— de piedra blanca, encalada, construida en una plaza, formando el patio en el interior repleto de balcones con barandas, en hileras de madera oscura tallada con ventanas exteriores, o puertas de madera, con viejos escudos de armas por encima de ellos que daban a balcones del mismo estilo. Hay un techo plano, con un jardín o terraza en la parte superior (azotea). Los balcones interiores forman los pasillos. Todas las habitaciones se abren hacia el exterior. La otra da al patio... aquel sería un lugar importante en lo que se refiere a la lectura, la escritura, y el estudio... Era evidente que había sido del lugar de grandes bailes o recepciones de la difunta Marquesa en épocas más prósperas. Las paredes de piedra pintadas de blanco, un suelo de madera con grietas a través del cual se podía ver el patio de abajo... Tres puertas de madera tallada daban paso a un balcón-terraza, desde el que teníamos una vista espléndida. El hotel miraba hacia ambos lados, en una calle perpendicular por la que corría un torrente de la montaña por debajo de las ventanas. A la izquierda se divisaba la cordillera de Tigayga, a la derecha el pueblo o villa y el valle cultivado, y en la distancia el mar, y si el día estaba claro, se podía ver el cono blanco —el pico inmortal... aquí tenemos la intención de pasar un mes felizmente leyendo, escribiendo, estudiando, conversando, paseando, haciendo excursiones y disfrutando de nosotros mismos». Véase Burton, Isabel: The romance of Isabel, Lady Burton, editado por W.H. Wilkins, Nueva York, 1897. Traducción de Carmen Rodríguez Bravo. Isabel Arundell (conocida como Lady Burton tras su matrimonio, Londres 1831-1896), fue la esposa del explorador y aventurero inglés sir Richard Burton, famoso por sus exploraciones por Asia y África, donde descubrió el lago Tanganica, o por sus traducciones de libros tan famosos como Las mil y una noches, y a quien se debe su primera traducción al inglés. Isabel Arundell siguió a su marido en sus expediciones y dejó constancia de su propia vida a través de su diario manuscrito, publicado un año después de su muerte. Isabel y Richard Burton llegaron a Tenerife en marzo de 1863 con la intención de ascender al Teide. 113   Tan solo un año antes vivía en otra calle. Véase Rodríguez Mesa, op. cit., p. 56.

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Debió ser a comienzos de 1863 cuando se la arrendó a José Govea Arbelo, quien instaló una fonda dentro de lo que Sebastián Hernández define como albergues de paso de calidad media, que eran usados por un incipiente turismo expedicionario que tomaba a La Orotava como punto de partida de las visitas a las Cañadas del Teide111. Por esa pensión Govea pasaron algunos de los expedicionarios más relevantes del siglo xix, como el inglés sir Richard Burton, descubridor de las fuentes del Nilo, y su mujer, Isabel Arundell, a quien debemos una valiosa descripción de la casa Díaz Flores incluida en el capítulo dedicado a Tenerife del libro The romance of Isabel Lady Burton, compuesto, en parte, por sus propios manuscritos y publicado en 1897112. En enero de 1865 un grupo de miembros de la sociedad La Esperanza, dada la necesidad de buscar nuevas y mayores instalaciones para la institución, propuso ocupar la casa que iba a dejar Antonio Díaz Flores en la calle Colegio, aunque todavía residía en ella. Esto hace suponer que en esa fecha vivía en la casa y que ésta ya no se usaba como pensión113. En enero de 1867 se encontraba residiendo en La Laguna ya que en la sesión municipal del día 7 se dice textual-

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mente que ha dejado de ser concejal y ha de concurrir de los primeros [los concejales salientes] por hallarse en la Ciudad de La Laguna en disfrute de licencia ilimitada114 . Este repentino abandono de un edificio en el que había puesto tanto empeño el mencionado personaje deja una sombra de duda sobre las razones, aunque este punto es difícil de precisar. Lo cierto es que Antonio Díaz Flores apenas ocupó la casa, sin poder determinar los motivos. En 1888 un extranjero llamado Señor Michael, nombre que parece corresponder a Pablo Michel, aunque no podemos determinar su lugar de procedencia, solicitó la casa Díaz Flores para establecer un magnífico hotel, inaugurado en abril de ese año bajo el nombre de Hotel Hespérides115. Al año siguiente fue traspasado a Carlos Metson, establecimiento que junto con la Fonda Teide, que había fundado el italiano Luis Fumagallo, eran los dos únicos edificios de la localidad dedicados a estos fines116. Para este punto debieron realizarse reformas en su interior aunque la concepción del espacio apenas varió sensiblemente. Después de 1891 Gonzalo Díaz Flores, hijo de Antonio Díaz Flores, instaló en él una Casa de Salud, que mantuvo abierta hasta 1894117. Ya a principios del siglo xx compró la casa José de Brier y Casabuena, quien hacia 1913 efectuó reformas en el edificio y modificó el jardín, dándole un aspecto más ecléctico, transformándose en una atalaya sobre el paisaje, con parterres y una fuente central118. Esta compra motivó el cambio en la denominación de la casa, que pasó a llamarse Casa Brier, nombre que ha perdurado hasta nuestros días. Hace unos años la casa fue vendida de nuevo y en la actualidad se encuentra deshabitada.

 AMO, Libro de actas, enero de 1861, f. 1. Recordamos que en esa ciudad tenía varias propiedades. 115   Santana Pérez, Germán: «Diario de Tenerife: turistas y construcciones hoteleras a finales del siglo xix en las Canarias Occidentales», en x Coloquio de Historia Canario-Americana (1992), tomo ii, Cabildo Insular de Gran Canaria, Las Palmas de Gran Canaria, 1994. Estas noticias aparecen publicadas en los números 355 y 439 del Diario de Tenerife de 1888. En esa fecha ya había fallecido Antonio Díaz Flores y la casa era propiedad de su hijo Gonzalo. 116   Sebastián Hernández define al Hotel Hespérides como «uno de los más interesantes ejemplos de arquitectura hostelera que se ha dado en esta localidad», véase Hernández Gutiérrez, op. cit. En la matrícula de contribución industrial del período 1890-91 figura Carlos Metson con una casa de huéspedes en el número 1 de la calle Colegio. AMO, Contribución Industrial, 1890-91, tarifa 1ª, clase 9ª. 117   Méndez Pérez, Tomás: La Orotava. Cien años en blanco y negro (1858-1958), Editora de Temas Canarios, 2002, p. 210. En ese mismo año aparece realizando una alfombra de flores frente a su casa en la festividad del Corpus, un tapiz dirigido por Isabelino Pérez. Sobre este asunto, véase Rodríguez Maza, José Manuel: Las alfombras de La Orotava. Una historia de arte y devoción, La Orotava, 1997. 118   José de Brier y Casabuena nació en Garachico en 1863. Casado con María de Ponte y Cólogan, con quien tuvo ocho hijos. Véase Tabares de Nava, Tomás: «Reseña histórica de la casa de Brier», en Revista de Historia, número 17, 1928. Existe en el AMO un expediente sobre la colocación de una verja de hierro en el jardín de la casa Brier en 1913, a petición de José de Brier. 114

Fig. 16. Aspecto 3D del colegio de San Luis Gonzaga en 1767. Diseño del autor.

4. CONCLUSIONES SOBRE EL PASO DEL TIEMPO Resulta curioso comprobar cómo a veces, entre situaciones alejadas en el tiempo, se dan coincidencias o cómo el sincretismo artístico asimila, sin ningún complejo, estilos o elementos del pasado, como si hubiese olvidado lo anterior hasta el punto de negarlo. Hoy por hoy, si alguien preguntara a los habitantes de La Orotava qué fue de aquellos jesuitas que llegaron a finales del siglo xvii, muy pocos sabrían contestar con alguna certeza. Incluso habría quien negara que algo así se hubiera producido. Tal es el efecto del paso del tiempo que mencionamos al comenzar este artículo. Pero, ¿qué queda físicamente de ellos? ¿Podemos ver y tocar algo de lo que

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Fig. 15. Aspecto 3D de la casa Díaz Flores en la actualidad. Diseño del autor.

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hicieron, crearon, vivieron? Ya hemos dicho que su colegio se incendió en 1841; que sobre los restos de su iglesia se construyó una nueva casa; que los bienes fueron repartidos o subastados; que el tiempo ha hecho su labor y ha querido borrar su paso. Pero no todo ha quedado en el olvido. Su implantación en la vida de La Orotava quedó patente al denominarse la calle donde se asentaron como calle Colegio. La designación ha perdurado hasta nuestros días y, aunque ya no haya ningún colegio jesuita por allí, el lugar sigue llevando su nombre. Es tal vez el hecho más palpable de su presencia. Por otra parte tenemos la casa Díaz Flores, en realidad una iglesia nunca acabada convertida en vivienda. Cualquier visitante que entre en ella puede comprobar su extraña distribución, su patio trasero con las puertas adinteladas de las sacristías, los capiteles y pedestales, su escalinata... así hasta la distribución general del plano. Y la cúpula de la Concepción de La Orotava, sus capillas laterales escasamente desarrolladas o algunas de las imágenes que guarda en su interior, pueden hacernos recordar la influencia de la construcción jesuita en el nuevo edificio de finales del siglo xviii. Además, nos quedan los documentos dispersos, los libros de su biblioteca, los cuadros de su oratorio, los capiteles, basamentos y pináculos en el patio de la casa Jiménez Franchi, el Colegio Viejo con su torreón trasero... Adentrarse en el arte y la arquitectura de los jesuitas en La Orotava debe servirnos para colocar en su lugar histórico y artístico la impronta de unas mentes y la labor de unos hombres que, a finales del siglo xvii, quisieron comenzar un proyecto siguiendo pautas estilísticas ajenas al arte desarrollado de manera general en Canarias en esa época y que en 1767 abandonaron las islas dejando tras de sí la estela de unas construcciones de un indudable valor para el arte y la historia del Archipiélago. El tiempo se ha encargado de difuminar esa estela, a la que este trabajo ha intentado devolver su fuerza119. Recibido: 17-12-2013. Aceptado: 19-2-2014.

119   Agradezco especialmente a dos personas el que esta investigación haya salido a la luz. A Fernando Gabriel Martín Rodríguez, quien puso la primera idea en una mañana universitaria de hace varios años y al que debo el haberlo sacado del cajón de los proyectos olvidados; y a Clementina Calero Ruiz, que ha sido quien le ha devuelto la vida gracias a la Revista de Historia Canaria. Sin ambos, este trabajo hubiese seguido durmiendo, quién sabe por cuánto tiempo. A Manuel Rodríguez Mesa, con quien he compartido charla y conocimientos que sirvieron de punto de partida y que se han acrecentado con los años y a quien debo el acercamiento a documentos de gran importancia para este trabajo. Mención especial a la familia Brier, que me abrió su casa para descubrirla fascinado. También agradezco su colaboración al personal del Archivo Municipal y de la Biblioteca de La Orotava, que han facilitado mucho el acercamiento a los documentos, así como al personal de otros archivos, bibliotecas y fondos consultados. A todos mis amigos, especialmente a José Manuel Santos, Dulce M.a Oliva y Josefina Navarro, que leyeron y releyeron páginas y páginas, y en los que siempre he encontrado la fuerza y el cariño necesarios para seguir. Y a tantos otros amigos sin cuyo apoyo no hubiese adquirido forma y contenido. A mi familia, en especial a mi madre, que siempre me animó a investigar y vivir inteligentemente. Y a La Caleta, en la isla de El Hierro, donde nació esta investigación hace ya mucho tiempo. Con mucho cariño para Miguel e Irene.

EL «PLEITO DE LOS NATURALES» Y LA ASIMILACIÓN GUANCHE: DE LA IDENTIDAD ÉTNICA A LA IDENTIDAD DE CLASE Sergio Baucells Mesa* Universidad de La Laguna

Resumen En el marco del proceso de aculturación sufrido por los indígenas de Tenerife, se analiza el paso de una identidad étnica a la identidad de clase. La asimilación que adoptaron los guanches como resultado de su interacción con los europeos desde el siglo xv, pero fundamentalmente a partir de la colonización del siglo xvi, impidió el mantenimiento de una autoconciencia étnica que los diferenciara como grupo específico del resto de los repobladores de la isla. Así, en la nueva formación social las identidades de grupo entre los guanches se asientan más en la clase social que en el origen étnico aunque éste llegue a utilizarse como reclamo identitario, tal y como muestra el llamado «pleito de los naturales», movimiento de cierto componente revivalista protagonizado en el siglo xvii por descendientes guanches y del que proponemos una nueva lectura.

Abstract «The «Pleito de los Naturales» and the assumption of ethnic class identity by the guanches». It analyzes the change that experiences the ethnic identity in order to become the class identity as part of the acculturation process undergone by the natives of Tenerife. The assimilation that the Guanches adopted as a result of their interaction with Europeans from the fifteenth century, but mainly from the sixteenth century colonization, prevented the maintenance of the ethnic self-awareness that helped this group to be different from the rest of the resettlers of the island. The new social formation of group identities are based more on social class than on ethnicity, although this claim is used as identity, as shown by the so-called ‘natural lawsuit’, movement with certain revivalist component that was starred by Guanches descendents in the seventeenth century, we propose a new reading about that. Key words: acculturation, assimilation, deculturation, identity, ethnicity, social class, revivalism.

Revista de Historia Canaria, 196; abril 2014, pp. 139-159; ISSN: 0213-9472

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Palabras clave: aculturación, asimilación, deculturación, identidad, etnicidad, etnia, clase social, revivalismo.

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1. INTRODUCCIÓN En nuestros trabajos —vid. especialmente Baucells Mesa (2010) —, hemos pretendido dar cuenta de la asimilación indígena como principal respuesta al proceso de interacción que protagonizaron guanches y europeos. Ese resultado se expresa entre los primeros en su incorporación a la sociedad feudal con la pérdida de los elementos básicos que configuraban su contenido étnico en un proceso de europeización —especialmente en la adopción de las tradiciones castellanas y lusitanas— que se particulariza en la gestación de una «cultura canaria» y que adopta una forma heterogénea y gradual. Partiremos aquí pues de una idea ya propuesta —Baucells Mesa (2010, 2012)— como es que la «reconstrucción identitaria» que tuvieron que poner en marcha los descendientes guanches hay que entenderla como parte misma de las respuestas resultantes de la aculturación indígena. Anulada la posibilidad de una etnicidad aborigen sustentada en la existencia objetiva de una especificidad diferencial de la comunidad, asimilada como entidad propia, en el transcurso de la formación de las nuevas identidades que demanda la sociedad canaria, el pasado prehispánico será retomado en términos de imaginario colectivo que lo rememora y lo incorpora a la representación subjetiva de su nueva realidad. Este fenómeno constituye la expresión de la «etnicidad variable» en que calificamos la asimilación indígena, que a la par que muestra la deculturación, el alto grado de aculturación, sufrida por la sociedad preexistente, acaba por rescatar al aborigen para dotarle de un papel reforzado y activo en la identidad canaria. En las páginas que siguen profundizaremos en los pasos que siguió esta reconstrucción de la identidad basada en lo que «éramos», desde que la pérdida de la autoconciencia étnica, como componente deculturativo, dio paso a la reafirmación de nuestro pasado como dimensión esencial de nuestro presente. 2. LA PÉRDIDA DE LA AUTOCONCIENCIA ÉTNICA Un fenómeno típico que se da en aquellas sociedades que sufrieron un proceso aculturativo con un resultado fundamental en la asimilación de sus miembros a una nueva formación social es la pérdida de su autoconciencia étnica. En un momento del complejo marco de interacciones que se tejen en el nuevo sistema, los individuos que antes del contacto sabían reconocerse como parte de una comunidad diferenciada, progresivamente han desestimado el antiguo sentimiento de pertenencia a un grupo cultural propio para incorporarse al ajeno.

* E-mail: [email protected]. Doctor en Prehistoria. Miembro de los equipos de investigación «Arqueología del territorio. Arqueología de las prácticas sociales» y «Arqueología, historiografía e identidad» de la ULL.

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Los guanches no fueron una excepción. Durante dos siglos mantuvieron relaciones con los europeos en diferentes escenarios contextuales, desde el mercantil, que conllevó contactos esporádicos, hasta en la formación de estructuras permanentes de interacción con agentes europeos —misioneros, militares, funcionarios—, que institucionalizaron el proceso aculturativo. Con la conquista, terminaron por desmoronarse los mecanismos que hasta entonces habían producido la forma singular de sus relaciones sociales y con ello el modo en que se pensaban así mismos y en que pensaban a los «otros». En cuestión de varias generaciones, los descendientes de los que habían sobrevivido a la conquista y al destierro, han asimilado ya los aspectos fundamentales de la sociedad feudal y del modo de vida ibérico, incorporándose a los mismos en cualquiera de las clases que los conforman. En ese tránsito, la identidad étnica dejó de ser un criterio objetivo, quedando relegada al rango de las subjetividades que aún hoy defendemos, siendo la identidad de clase la que dotó de contenido explícito a la identificación de los individuos. La consecuencia principal que tiene la deculturación, además de la suplantación del contenido étnico preexistente por otro nuevo, es una etnicidad que muestra conflictos en cuanto a su relación objetiva con aquél, ya que puede darse una deformación entre cómo una comunidad «se piensa a sí misma» y cómo «realmente es»; esto es, entre lo que pensamos que somos y lo que somos. Estamos convencidos de que en la realidad concreta que investigamos, el proceso identitario relacionado con la etnicidad aborigen alcanzó sólo carta de naturaleza a partir del siglo xvii, en que se inicia la construcción ideológica de la canariedad. Nuestra hipótesis mantiene que, en el caso de los guanches, el carácter asimilativo del proceso de aculturación, que propició su deculturación, no devino un proceso de etnicidad aborigen en términos de mantenimiento de su contenido étnico —objetivo—, sino sólo en los términos de su reconstrucción subjetiva a través del proceso identitario. Pero además, este último se inicia sólo cuando la categorización retrospectiva del aborigen canario se construye en la superación de la antítesis tradicional que hasta entonces había definido la identificación del indígena, como elemento de alteridad que incluso asumen en buena medida los guanches asimilados. De modo que ese reclamo de la conciencia étnica fundamentada en la tradición indígena ni siquiera pudo ser protagonizado por los «vencidos», sino que supuso el resultado de un complejo proceso de identificación con el pasado prehispánico que va a ser protagonizado, progresivamente, por toda la sociedad canaria. Para que esto pudiera darse, paradójicamente, hubo primero que consolidarse el propio proceso de asimilación de los indígenas, y como expresión de ésta, la pérdida de su autoconciencia étnica, fenómeno que se ilustra en el paso de una identidad fundada en el sentimiento de pertenencia a un grupo histórico, cultural, específico, a una mera identificación de clase y en la asunción de categorías básicas de alteridad extrema acerca del modo de «pensar al aborigen». Los indígenas supervivientes de la conquista y, fundamentalmente, sus descendientes, se asimilan cultural y socialmente a sus semejantes repobladores cuyos vínculos fundamentales se asientan en la posición de clase más que en una especificación étnica. En esa incorporación el resultado asimilativo sufrido por los guanches presenta un nuevo componente que guarda relación con la forma en que

la anulación de su contenido étnico es aprehendida en el marco de las subjetividades colectivas.

2.1. De la identidad étnica a la identidad de clase

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La pérdida del contenido étnico tiene, en el seno de la comunidad que se asimila al sistema de contenidos esenciales y generales de una nueva sociedad, efectos transformadores y dinámicos en el modo en que se piensa a sí misma. La deculturación de los guanches, en este sentido, pasó por una des-identificación con su propia conciencia étnica, al fracturarse buena parte de los vínculos fundamentales en que se expresaba una realidad objetiva diferenciada. Muchos componentes básicos de la cultura indígena acaban siendo reemplazados o anulados por el nuevo conjunto de formas singulares —eso que llamamos «cultura» (vid. Bate, 1978, 1988 y 1998; Baucells Mesa, 2006)— que se está gestando al interior de la nueva sociedad y algunos de ellos tienen una participación fundamental en ese proceso de de-identificación con el pasado prehispánico. La quiebra, por ejemplo, de los códigos comunicacionales que reproducía una sociedad señala en buena manera la pérdida de las identidades étnicas: La continua comunidad de comunicación, conserva el sentimiento de identidad, de pertenencia a una tradición social común que reúne tanto a aquellos individuos que están unidos por vínculos consanguíneos, como también a aquellos que se encuentran unidos por lazos políticos que se reclaman pertenecientes a una misma etnia (Sanoja, 1984: 43).

En la deculturación guanche, la desestructuración lingüística y el abandono de otros códigos de comunicación, como el sistema de decoración cerámica, que antes servían a la identificación de construcciones subjetivas en torno a la pertenencia a una entidad étnica específica, pueden mostrar ese deterioro de la identidad. La pérdida de la lengua, concretamente, supone un indicador fundamental en la traducción que la comunidad asimilada hace sobre su desintegración como grupo con contenido étnico propio. De modo que la representación subjetiva de esa nueva realidad no puede fundarse en ese diacrítico identitario esencial sino que ha de adoptar los nuevos. Sabemos que en otros contextos, como por ejemplo México, lo que más designaba a la identificación de los pobladores después de su conquista va a ser, precisamente, la lengua: son indios los que hablan zapoteco o cualquier otro idioma indígena y son españoles los que hablan castellano (vid. Fuente, 1965). La identidad, en efecto, suele expresarse a través de la reproducción de estos códigos de comunicación que, como sabemos para el caso de los guanches, son fruto de una progresiva quiebra en la propia fractura que sufre la existencia de aquéllos como realidad social objetiva diferenciada. La pervivencia de determinados rituales, que durante un tiempo quizá pudieron sobrevivir mediante su transmisión esotérica, también señala el deterioro de la identidad étnica tradicional, al no poder proyectarse como elementos estructurales

1   En nuestra Tesis doctoral (Baucells Mesa, 2010) definimos la etapa de «Pre-conquista» como aquella en que la interacción entre guanches y europeos adopta formas más institucionalizadas, preludiando la conquista en tanto que se asienta en la fijación permanente de agentes aculturativos, misionales, militares y políticas a través de la concertación de alianzas con bandos indígenas —pactos con Diego García de Herrera (1464)— y su eminente vocación de anexión territorial, aun el fracaso de la misma.

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en la nueva singularización que adopta la sociedad feudal en las Islas. A diferencia de otros contextos, donde no se dio un resultado del tipo asimilativo, entre los guanches la representación subjetiva del contenido étnico no pudo ampararse en estos subterfugios que, por lo general, muestran una «etnización» de determinados grupos diferenciados por la clase o por el oficio que ocupan en la sociedad colonial. Los incas, por ejemplo, mantuvieron buena parte de sus cultos a través de la clandestinidad, tal y como mostraron en la reproducción de sus hábitos funerarios o en la consagración de los cultos tradicionales (Wachtel, 1976). El sentido asimilativo que adoptó la aculturación indígena tuvo también un papel activo en la incapacidad para mantener una autoconciencia por parte de los guanches que los siguiera diferenciando como grupo específico, de modo estructural, del resto de los grupos de población. En esa pérdida, creemos que jugó un factor elemental el paso de una identidad étnica a la identidad de clase que cualifica a la nueva sociedad. La incorporación heterogénea del guanche a las distintas clases sociales feudales es una de las características fundamentales de su proceso asimilativo: el guanche acabará incorporándose a la sociedad feudal a través de las distintas relaciones que mantienen los individuos con la propiedad de los medios productivos y con la división social del trabajo. Pero cabe preguntarnos ahora cómo afectó esa asimilación a la pérdida identitaria preexistente. La des-identificación en el plano de la subjetividad étnica fue el resultado, en efecto, de la anulación del contenido que especificaba a los guanches antes de su conquista como entidad propia y a su incorporación a las distintas clases feudales asimilando los elementos que distinguen a cada una de ellas. Paradójicamente, este proceso hubo de tener una primera expresión en el propio surgimiento del gentilicio guanche para identificar a los vencidos, ya que el etnónimo sólo puede construirse en base a la alteridad, en el contexto mismo de la interacción con «otros». Si esa identificación sobre la especificidad étnica pudo tener, por tanto, un origen en cualquiera de las etapas del proceso de interacción —muy probablemente cuando éste se intensifica a partir de la Pre-conquista1, incrementándose también el conocimiento mutuo entre las comunidades enfrentadas—, será cuando se ponga de manifiesto la disolución de la sociedad aborigen, de su contenido étnico, cuando más relevancia debió alcanzar. En realidad, las alusiones a «guanches», en un sentido de identificación colectiva de un grupo étnico son totalmente inexistentes ya desde la década de los 30. Incluso antes, casi prácticamente desde 1518, cuando se debate la expulsión de los guanches y si ésta debía discriminar o no entre «malos y buenos» (ACT, iv, 1970 [1518-1525]: 7. 23 / vii / 1518), no parece que volviera a mencionarse siquiera a los

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alzados guanches. En el volumen v de los Acuerdos del cabildo de Tenerife, que cubre los años 1525 a 1533, una buena muestra de este abandono del gentilicio guanche es que dicho término sólo figure para referirse a individuos —caso de Alonso Juan y Francisco de Berlanga, poseedores de perros que matan a perros salvajes (ACT, v, 1986 [1523-1533]: 148. 10 / xii / 1526)— y nunca hallemos una sola alusión a «guanches» como grupo étnico, ni como alzados, a diferencia de años atrás en los que resultaban frecuentes las referencias a guanches criadores de ganado, a los guanches que protestan contra las ordenanzas que los discriminan por su condición étnica, a los guanches alzados, etc. Por el contrario, la generalización en estos momentos de las alusiones a los esclavos alzados de otra condición étnica diferente a la indígena, especialmente negros y moriscos, parece que señala el reemplazo definitivo del «problema indígena» por otras realidades particulares de la dinámica social de la isla. Se hablará, por ejemplo, aún de ladrones de ganado, aunque ya no se especificará que fueran guanches. El etnónimo «guanche», además, fue siendo sustituido por el de «naturales», pero incluso éste se emplea casi específicamente a título individual y en todo caso acabará por constituir un formalismo para referirse al conjunto de la población nacida en la isla. Pasadas más de tres décadas del final de la conquista, encontraremos así muy pocas referencias que emplean el término «naturales» y parece que siempre en ese sentido genérico (vid. ACT, v, 1986 [1523-1533] 350. 14 / iv / 1531 e Ibíd.: 17-19 / iv / 1534. Apéndice documental, doc. 14). Con todo, es ésta la única alusión a un grupo de pobladores caracterizado bajo ese término que, sin duda, no está haciendo referencia a indígenas, sino ya a los nacidos en la isla en contraposición de los que vienen de fuera. Por ejemplo, se emplea para distinguir entre «mercaderes extranjeros y naturales» en relación a la saca del vino en los Acuerdos del Cabildo (ACT, vi, 1998 [1538-1544]: 36. 30 / ix / 1538). Natural pasará, por tanto, a designar también a los descendientes de conquistadores y colonos que no muestran ningún reparo en especificar su origen canario para distinguirse de los vecinos y moradores foráneos; fenómeno éste que, creemos, se consolida a partir del siglo xvii. Esta dinámica continúa consolidándose en el registro documental de décadas posteriores, donde tampoco encontraremos alusiones a «guanches» o a «naturales», a veces ya ni siquiera a individuos, y menos aún como identificación de un grupo étnico específico; y ya desde mediados del siglo xvi, la presencia de personajes identificados expresamente como «guanche», o al menos como «natural», es prácticamente inexistente. A nuestro juicio, este fenómeno está señalando el proceso de «desetnización» que envuelve a la asimilación indígena en Tenerife a lo largo del siglo postrero a la conquista. En procesos de interacción que tuvieron resultados diferentes al que nosotros hemos estudiado, se produjo una socialización también distinta en cuanto a la persistencia de las identificaciones étnicas de los nativos aculturados y sabemos que el término «naturales» en contextos casi contemporáneos al canario se mantuvo como elemento de distinción étnica. En México, por ejemplo, al menos hasta mediados del siglo xviii, los indios siguen siendo mencionados como naturales de sus pueblos en los registros documentales. Natural se mantuvo, por tanto, como sinónimo de

de manera que no se entienda que por tener nombres de «canarios» pierdan nuestras personas, que no tienen que fazer con los naturales de las otras islas, es a saber: «guanches» e «palmeses» o «gomeros», llevándoles, como les llevamos, muchas ventajas en todo, e hablamos e somos habidos por propios castellanos (PAV, San Cristóbal, 5 / vii / 1514; en AMC. Copia de Chil y Naranjo, cit. en Rumeu de Armas, 1996 [1956-1957]: T. ii, p. 227)2.

Movimientos similares son conocidos entre los guanches más asimilados que muy pronto insistieron en diferenciarse de sus connaturales alzados y, por tanto, pidieron que les fuera reconocida esa distinción también jurídicamente3. Esta disolución de la consideración identitaria como grupo responde al objetivo del proceso asimilativo y prueba de ello es que otros sujetos, con mayores

  Sus reclamaciones fueron atendidas, ya que, en efecto nos consta que la Corona les eximió de ese cargo (AS, RS. Valladolid, 26 / i / 1515; en Wölfel, 1930: 1076-1077). 3   Los más ilustrativos fueron la presentación al cabildo de un grupo de «notables» guanches, como los Tacoronte, haciendo requerimiento para apresar a los guanches alzados (ACT, i, 1996 [1497-1507]: 288. 30 / xi / 1502) o la apelación a la ordenanza del cabildo que impedía que todos los guanches pudieran portar armas, alegando que sólo se aplicara a los alzados (ACT, iii, 1965 [14141518]: s. n. 25 / v / 1514). 2

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«indio» tal y como puede observarse en los valles mesoamericanos, incluso hasta el siglo xx, frente al empleo de vecino o ladino. Volviendo a Canarias, creemos que la rapidez que adoptó el resultado asimilativo fue también decisiva en la pérdida de criterios de distinción similares y que, en ese proceso, otros grupos de «naturales», junto a los guanches, como los canarios, muy pronto conocen el abandono de cualquier gentilicio que los identifica como entidad propia. Así, en la documentación concejil de Tenerife también podemos secuenciar esta pérdida del gentilicio entre los canarios, de modo que a partir de 1504, cuando el cabildo distribuye el número de cabezas de cuervos que cada vecino de San Cristóbal debe llevar al veedor, distinguiendo en los términos del reparto entre castellanos, portugueses, guanches, gomeros y canarios, no volveremos a encontrar ninguna referencia a estos últimos en términos semejantes. Los canarios avecindados tras la conquista en Tenerife, sabemos que se esforzaron por ser considerados como «verdaderos castellanos» y, probablemente esa misma particularidad es la que les dotó de una conciencia étnica que, no obstante, va dirigida a demandar su condición de asimilado frente al resto de «naturales» de las Islas. Su identidad, por tanto, es la que reclama un trato análogo a los otros vecinos cristianos y diferentes a guanches o gomeros, ya que ellos han demostrado fidelidad a la Corona y un mayor grado de aculturación. El fenómeno, por ejemplo, que muestra el movimiento que llevaron a cabo varios representantes de la élite de canarios avecindados en Tenerife para que se les conceda la exención total de servicios militares fuera del Archipiélago, da buenas muestras de que los canarios, en su negativa a ser tratados como el resto de indígenas, pierden su auto-consideración como grupo propio,

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conflictos para la pérdida de su contenido étnico al ralentizar su asimilación, como los propios guanches que viven más aislados y que pudieron mantener algunas pautas de su antiguo modo de vida, son los que acabarán particularizando los etnónimos con que se les identifica. El caso será ilustrativo especialmente entre los gomeros, de los que suele hacerse mención en términos colectivos como alzados por La Punta del Hidalgo y Taborno (ACT, iv, 1970 [1518-1525]: 373. 20 / ii / 1523 y 140. 9 / ix / 1547) y a quienes se les reclama su expulsión. En el camino de la asimilación como resultado aculturativo, los descendientes de los supervivientes guanches comprenderán a lo largo del siglo xvi que ser identificado bajo esa acepción étnica no les proporciona ninguna ventaja. Y he aquí que en la gestación de la nueva formación social las identidades de grupo, al menos entre los guanches, tienen un asiento en la clase a la que pertenecen, oficio al que se dedican, o incluso en el parentesco, que en la cuestión del origen étnico. Los guanches asimilados tienen más en común, en cuanto a los intereses que los vincula como grupo, con el resto de miembros que pertenecen a su misma clase, oficio o familia, que con ninguna auto-identificación genérica con los vencidos en la conquista de la isla. Todos los datos que conocemos, por ejemplo, a través de los protocolos notariales (vid. Baucells Mesa, 2010) sobre las nuevas relaciones de propiedad que se establecen sobre los objetos de trabajo fundamentales ilustran cómo personajes como Gaspar Fernández, tras la conquista, apoyado en su posición próxima al Adelantado, establece vínculos con las poblaciones guanches de Anaga, Tegueste, Taoro, Güímar y Abona, fundamentalmente a través de las actividades económicas que desarrolla, sobre todo ganaderas —explotación de cabras y cerdos—, distribución de telas y ropas entre otros indígenas, la compra e intercambio de esclavos e incluso como intermediario en el comercio de cereal entre Tenerife y La Palma. Otros guanches asimilados, como Andrés de Güímar, Gonzalo de Ibaute o Antón Azate, harán lo propio en términos similares, mostrando un tejido de relaciones que se fundamentan en las dinámicas económicas que establece el sistema de relaciones sociales de producción, la división social del trabajo y las conexiones clientelares en torno al parentesco real o ficticio más allá del principio de pertenencia a un mismo grupo étnico. A nuestro juicio, nos resulta sólo una creencia la tesis idealista de que el comportamiento por parte de los indígenas tuviera que ver con una «solidaridad étnica» y que algunos, incluso, proyectan también a las relaciones entre guanches y canarios (vid. Lobo Cabrera, 1982; Betancor Quintana, 2002, 2002b y 2003). Hemos defendido, sin embargo, cómo estas supuestas afectividades no debieron trazarse más allá del marco del parentesco y que, en todo caso, el hecho de que muchas actividades configuren una trama de relaciones donde predominan aquellas establecidas entre aborígenes, no supone tampoco expresión de un mundo que se desarrolle al margen del nuevo sistema de relaciones sociales de producción. La confección de redes clientelares entre miembros de un mismo origen étnico supone una necesidad social, más vinculada a los intereses propios de clase y a la división social del trabajo, que a una preocupación por el mantenimiento de identidades preexistentes: quién mejor que la élite indígena para hacerse cargo del control del «mercado» que circula

puede ser el sustento tanto de las etnias como de las nacionalidades; pero es importante distinguirlas, pues se trata de entidades distintas. La etnia abarca un fenómeno de identidad restringido a ciertos grupos constitutivos de una clase social determinada o, a lo sumo, al conjunto de una clase social. El fenómeno nacional, por su parte, involucra a una estructura compleja de clases sociales en relaciones recíprocas asimétricas, que encuentran, no obstante, un terreno común de solidaridad en función de la cual desarrollan una forma particular de identidad» (Díaz-Polanco, 1985: 26) [las cursivas son nuestras].

Si relacionamos estas reflexiones con el proceso de interacción que implicó a guanches y europeos, podemos subrayar que los primeros, en el nuevo orden social impuesto tras la conquista, fueron difuminándose progresivamente como «grupo étnico» diferenciado en la medida que fue también diluyéndose la posibilidad de sustentarse como tales mediante el mantenimiento de una etnicidad propia —de esa «identidad contrastante»—. Sólo algunos grupos indígenas lograron por algún tiempo mantener esa identidad contrastada, quizá en el caso de los gomeros, y algunos reductos guanches durante el xvi, pero incluso éstos lo hicieron siempre adoptando formas de identidad étnica básicas dentro de una clase social más genérica, véase dentro del campesinado, pero nunca configurándose como clase propia determinada por el origen étnico. Frente a los Gaspar Fernández o Andrés de Güímar, en efecto, un buen porcentaje de los guanches forman parte del campesinado que mantiene ciertas expresiones culturales de tradición aborigen, pero no constituyen una clase social propia, sino un grupo étnico que, además, creemos que pronto empieza a confundirse, o a asimilarse, con los elementos de identidad que ya son genéricos a

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en torno a la población superviviente. La élite aborigen, o quienes se incorporaron a la clase propietaria feudal, trata de hacerse un hueco en el nuevo orden asumiendo la responsabilidad y el beneficio del control socio-económico del resto de indígenas. Esta clase es la que trata de hacerse con el control de las actividades económicas que relaciona a una parte de la población de la isla, porque son ellos los que mejor situados están para hacerlo. De ahí, por ejemplo, la insistencia en el arriendo de sus ganados a connaturales, entre guanches y gomeros, aprovechando una mano de obra especializada más allá de cualquier consideración sobre su origen común con los propietarios de los ganados. Por tanto, en la pérdida de la conciencia étnica, la identidad de clase reemplazó la dimensión subjetiva de las diversas realidades sociales. Es sabido, en otros contextos, cómo algunos grupos sociales que forman parte de una entidad mayor, estructuralmente hablando, llegan a constituirse en «configuraciones con una identidad propia», tal y como hemos insistido puede observarse en el caso de muchos grupos indígenas americanos. Éstos, siguiendo a Díaz-Polanco, se fundan en formas de identidad étnica básicas, «aunque en su mayoría sean parte integrante de la clase social genéricamente denominada campesinado» y, desde otro ángulo, también es posible encontrar «que la misma configuración étnica sirva de ‘cúpula’ a varias clases sociales articuladas», llegando a conformarse una auténtica «nacionalidad». La etnicidad, por tanto, subraya Díaz-Polanco,

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todo el campesinado insular. El problema es que al mismo tiempo que se habla en la documentación concejil de los «guanches pastores», o de los «guanches alzados», existen otros muchos individuos —que son los que vemos actuando en protocolos notariales— cuyo origen cultural parte de la misma formación social, pero que se inserta en otras clases con el nuevo modo de producción, en las que ser guanche no resultaba precisamente ventajoso salvo en lo relacionado a cuestiones de hidalguía castrense o similares; esto es, como formas ideológicas que expresaran su categoría superior con respecto al resto de connaturales. Está claro que en estas circunstancias ser guanche no significaba pertenencia a una clase dada; a lo sumo, es frecuente quizá que se asimile a un oficio determinado —como el de pastor—, pero en relación al resto social, es bien una pieza más del campesinado, bien un miembro de los nuevos grupos sociales dominantes. Esto explica por qué durante el siglo xvii interese reafirmar una supuesta identidad basada en el pasado aborigen para los Viana, Núñez de la Peña, o Castillo Ruiz de Vergara (vid. Baucells Mesa, 2012), porque fueron conscientes de que los guanches después de la conquista no sólo formaban parte de la masa explotada sino que también algunos perpetuaron o adquirieron su posición privilegiada en el nuevo orden. ¿Cómo se explicaría entonces que se reclamara esa dignificación del pasado? Sólo porque finalmente, en la realidad social, lo guanche no llegó a identificarse con una clase determinada, en este caso la dominada, si hubiera sido así, dudamos mucho que individuos de prestigio del aristocrático siglo xvii canario reclamaran un cierto indigenismo como base de su nobleza; y habría que esperar al romanticismo decimonónico para que realmente se llegara a sublimar lo guanche como expresión popular de la canariedad. Habría que esperar, en efecto, a que nuestra identidad se basara en la reclamación de un pasado que se dignifica más allá de los grandes héroes nobles, haciendo partícipe en ella al pastor como fórmula idílica y nostálgica de vida; una construcción ésta que se desarrollará con mayor plenitud aún hoy: la idea de democratización contemporánea llega así también a un intento de extender la identificación con los aborígenes a todos los aborígenes, no sólo a los menceyes y los nobles vianescos. En definitiva, la distinción clásica entre aborígenes/europeos, en términos de clase, dicotomizándolos entre clase explotada y clase explotadora, resulta de un reduccionismo peligroso, porque obvia por completo tanto situaciones reales de inserción de individuos de origen indígena que participan de beneficios propios de tradición feudal —rentabilidad de la tierra, derechos y privilegios jurídicos, etc.—, como aquellas otras situaciones en que individuos de origen europeo —fundamentalmente portugueses, extremeños y andaluces— pasan a engrosar también las filas de clase explotada en las islas como campesinado. En esta orientación se explica cualquier resurgimiento de la identificación con el pasado prehispánico que, antes de su socialización a toda la canariedad, adquirió una suerte de apropiación de la identidad étnica por grupos con intereses afines; una identificación pues entre etnia y clase, a todas luces ficticia, ya que descendientes de guanches los hubo en todas las clases sociales.

El proceso de asimilación indígena en Tenerife debió alcanzar plena consolidación durante la segunda mitad del siglo xvi, y especialmente en su último cuarto, expresado en la plena anulación del contenido étnico prehispánico que manifiestan los descendientes de tercera, cuarta o quinta generación de los supervivientes a la conquista —nietos, bisnietos y tataranietos de aquéllos— y su comportamiento simétrico en todos los planos de la realidad social al resto de pobladores de origen extra-insular. Es sobre estas condiciones cuando volveremos a encontrar la recuperación del epíteto «guanche» empleado en términos de identificación colectiva para referirse a la cultura y sociedad que poblaba la isla antes de la conquista. La socialización del nuevo giro del concepto muestra, sin embargo, cómo más allá de dar cuenta del mantenimiento de una identidad diferencial entre los descendientes asimilados, lo que acabará por expresar es, precisamente, su pérdida identitaria, pues «guanche/s» contiene ya un componente de alteridad que tiene su origen en la rememoración histórica de aquellos «otros» que fueron derrotados en la conquista. Sea en términos de una barbarización que opone de manera extrema el mundo indígena al mundo «civilizado» que se superpuso, o incluso en el comienzo de una visión próxima que lo idealiza en el ensalzamiento de sus virtudes, el etnónimo, por lo general, pasará de ser la designación que identificaba a pastores o alzados en el presente del proceso colonial para volver a adoptar el epíteto genérico con que, eso sí ahora retrospectivamente, se alude a la existencia histórica de la comunidad étnica que fue derrotada en la conquista —un criterio geo-histórico cultural— y cuyos descendientes ya se hallan completamente «españolizados». En este contexto lo aborigen por primera vez pudo empezar a considerarse desde los propios descendientes guanches como motivo identitario. Así, en ocasiones, la trama genealógica que determinados miembros de las clases pudientes defienden para argumentar su posición se traza en una línea de parentesco que los enlaza con antiguos menceyes de la isla y hay quien expone su ascendencia indígena incluso como criterio de «cristiandad vieja» para poder ingresar en el Santo Oficio4. Progresivamente, ser descendiente de «guanches» deja de constituir un impedimento social, pues su propio componente histórico le incapacita para poseer ninguna propiedad activa siempre y cuando no se retome su carácter pagano o cualquier otro elemento de su cultura que pueda atentar la reproducción de los valores feudales. Pero, más al contrario, esta «rememoración» que empieza a fraguarse en torno al pasado prehispánico y que es acogido en los retratos que los Espinosa (1980 [1590]) y otros proponen sobre los guanches, nunca llegará a trascender como reclamo identitario, como sublimación de la vida de los vencidos y condena de los

  Datos relacionados con el ingreso de descendientes guanches en el Santo Oficio pueden consultarse en Anaya Hernández (1992-1994), Lobo Cabrera (1983), Bonnet Suárez (1950) y Fernández Martín (1975). 4

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3. EL «PLEITO DE LOS NATURALES» O LA APROPIACIÓN DE LA RECONSTRUCCIÓN IDENTITARIA

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vencedores —cuestión que tardará aún unos siglos— sino, precisamente, como vindicación presentista de la participación del componente aborigen en la cultura impuesta por los segundos: la derrota, si fue tal, no mereció olvidar a los vencidos, quienes mostraron su valor y ayudaron a construir la nueva sociedad. Esta justificación presentista contiene una fuerte dimensión ideológica que tiende a ser apropiada por sectores determinados de la descendencia aborigen que, como subrayamos, comienzan a ver en su ascendencia indígena un motivo de reafirmación identitaria. Es, sin duda, este fenómeno el que pudo estar detrás del llamado «pleito de los naturales», movimiento próximo al hecho revivalista, aunque con connotaciones muy diferentes que lo particularizan, protagonizado por un grupo de representantes «guanches» que tras un siglo de la conquista abanderan demandas que, exclusivamente ligadas al terreno de la gestualidad religiosa, pretenden servir al reforzamiento de su posición social. En el plano de la «transfiguración ideológica» que sufren los indígenas durante la colonización, se desarrolló un complejo proceso de institucionalización del culto mariano, que en Tenerife tuvo un papel central indiscutible en la devoción a la Virgen de Candelaria. La Chaxiraxi guanche sincretizada daba paso así a una plena cristianización en la que, estamos convencidos, los elementos primarios indígenas que facilitaron su adopción por los guanches ya están plenamente ausentes, o al menos en tal grado de confusión con los cristianos que esa antigua dimensión no parece que fuera aprehendida por el conjunto de pobladores devotos que le rinden culto a lo largo del siglo xvi. En ese contexto, durante tres coyunturas —1587, 1588 y 1601— algunos descendientes guanches, precisamente reclamando la condición de sus antepasados como fundadores del culto, demandaron frente al cabildo y a los dominicos su derecho a ser los portadores exclusivos de la imagen de la Virgen de Candelaria en cualquiera de sus procesiones, al parecer un privilegio ganado de manera consuetudinaria por sus padres, abuelos y tatarabuelos. La cadena de acontecimientos que secuencian este llamado «pleito de los naturales» puede seguirse en las referencias que sobre éste incorporó Rodríguez Moure en su Historia de la devoción del pueblo canario a Ntra. Sra. de Candelaria (1998 [1913]: 114-123). El nacimiento de la tradición reclamada por los descendientes partía del «mito fundacional» acerca del origen del catolicismo en la isla, ilustrado en la presencia de la imagen gótica entre los guanches antes de la conquista, y su representación formal en la primera «llevada a hombros» de aquélla por parte —y esto resulta significativo— de los menceyes vencidos de la conquista. La tradición aparece recogida en el Canto xvi del poema de Viana, en el que éste relata el acontecimiento personificándolo en las figuras de los menceyes de Taoro, Güímar, Anaga y «con Francisco bueno hijo del noble Juan de Candelaria que fue Rey de Güimar»: Con gran solemnidad, dieron principio / a su devota procesión y en ella / llevaron la preciosa y santa imagen / cuatro guanches muy nobles en sus hombros, / que de merced así lo suplicaron / al general; y aquestos guanches fueron / el rey que fue de Güímar y el de Naga / y el de Taoro, con Francisco Bueno, / hijo del noble Juan de Candelaria / que fue rey de Güímar; y estos cuatro / gozosos la sacaron, sin dejarla / hasta volvella a la sagrada cueva» (Viana, 1986 [1604]: T. ii, Canto xvi, 400-401).

Por tanto, en la representación activa del «gesto ritual», es el componente de prestigio el que sin duda demandan quienes un siglo después se presentan como depositarios de un privilegio que, en palabras de Rodríguez Moure, suponía más «una señal de honor y distinción» que un «signo de inferioridad y vasallaje» como, probablemente en el momento que el presbítero de Candelaria escribía, algunos habían traducido. Sea como fuere, recuerda Rodríguez, lo cierto es que

La primera coyuntura de estas «perturbaciones» arranca en 1587 con la designación por parte del cabildo de los regidores Cristóbal Trujillo de la Coba y Gaspar Yanes Delgado como diputados de fiestas, acudiendo éstos, en virtud de dichos cargos y como representación del concejo, a la celebración en Candelaria de la «Purificación de la Virgen», el 2 de febrero. Los intentos por parte, sobre todo, de Cristóbal Trujillo de arrogarse el derecho a cargar la imagen de la Virgen, hasta entonces atribuido a los descendientes de los «naturales», precipitaron el primer conflicto entre éstos y el Cabildo. La refriega entre ambos, al parecer, alcanzó dimensión de motín entre los que concurrían al acto y donde los representantes concejiles insultan a los naturales llamándoles entre otras cosas «guanches de baja suerte». El resultado fue la decisión de los naturales de cursar una demanda «de amparo de posesión» ante la Audiencia, al constituir el hecho «caso de Corte», actuando como representación en la querella de la Justicia y Regimiento de la isla algunos descendientes distinguidos de guanches: Pedro Hernández, Diego Díaz de Vera, Francisco Fernández y Hernando Baute. En noviembre de ese mismo año, la Audiencia dictaba sentencia a favor de los naturales (ibid.: 116). Al año siguiente, en calidad de seguro, los naturales solicitaron a la Audiencia un juez ejecutor que los pusiera en posesión del derecho de que habían sido despojados, y al efecto, el superior Tribunal dio comisión al Bachiller Juan Pereira de Lugo, Abogado y Vicario del Partido de la Orotava, para que, usando vara alta de justicia, fuera al lugar de Candelaria y pusiera en posesión a los naturales peticionarios Pedro y Francisco Hernández, Juan Fernández, Luis Rodríguez, Salvador González, Alonso y Juan Rodríguez, Diego Díaz de Vera, Antón Sánchez, Rodrigo Martín y los demás sus consortes.

De esta forma, el bachiller Pereira acudirá a la fiesta del 2 de febrero de 1588 al lugar de Candelaria y tras leer la Real Ejecutoria de la Audiencia, «a la hora de la procesión, estando en la Iglesia y frente a las andas donde se hallaba la Imagen, [...], en alta voz llamó a Juan Fernández de Arico, Martín Cabeza, Francisco González y

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en las procesiones que se verificaban con esta Santa Imagen, en sus fiestas, o por causa pública, la costumbre, el mandato o la permisión, había establecido fuera llevada en sus andas, a hombros de guanches y rodeada de todos los que de esta raza se hallaban presentes, derecho u obligación en la cual continuaron los hijos y descendientes de los conquistados, y que constituyó con el tiempo una posesión, que por lo honorífica que vino a resultar, fue causa de hondas perturbaciones (Rodríguez Moure, 1998 [1913]: 114).

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Diego Díaz, y les entregó los cuatro varales de las andas» (Rodríguez Moure, 1998 [1913]: 117). Sin embargo, el pleito se va a reproducir ese mismo año, cuando meses después, en septiembre, la imagen fue llevada a San Cristóbal y, en su procesión para restituirla al Santuario de Candelaria, se corrió la voz de que el Cabildo deseaba desquitarse de la querella ganada por los naturales propiciando que aquélla fuera cargada por frailes de Santo Domingo. Esta segunda coyuntura, por tanto, incorpora a las pretensiones de los dominicos que aprovechan para reclamar que a partir de entonces sólo ellos tuvieran el derecho a portar a la Patrona. De la mano de Pedro Hernández, de nuevo los naturales solicitaron la intervención del bachiller Pereira para que en la procesión de retorno a Candelaria con la imagen desde San Cristóbal amparase con su autoridad el derecho de los naturales a cargarla. En la procesión surge de nuevo el conflicto, cuando el vicario chantre Colombo y el provincial de los dominicos fray Pedro Marín eludieron el obedecimiento de la ejecutoria de la Audiencia, basándose en que «ellos no habían sido parte en el juicio». El asunto llegó al extremo de que el chantre y el vicario pidieron pena de excomunión al propio Pereira y a los naturales, ordenando que se retiraran de la procesión y dejando que los frailes continuaran cargando la imagen. Se desconocen los litigios a que dieron lugar estos últimos acontecimientos de 1588, pero en 1601 asistimos a la tercera coyuntura del conflicto, cuando el procurador de los naturales de Candelaria vuelve a querellarse ante la Audiencia, denunciando que los regidores y cabildantes los prendían y maltrataban, porque en los casos en que se tocaba á rebato no concurrían á tiempo al Puerto de Santa Cruz, como si desde Candelaria pudiérase oir el toque que en dicha Plaza se daba, y como si ellos, que por entonces no llegaban a 150 vecinos, no tuvieran la obligación, en caso de invasiones, de poner en cobro á la Santa imagen, internándola en la Isla, tierra adentro (ibid.: 119).

En respuesta, un grupo de naturales5 dan poder a otros descendientes guanches —Lázaro Sánchez, Francisco González y Juan Gaspar—, para que los representaran en una escritura de concierto con los dominicos firmada «el día de la Purificación» de 1601. Al parecer, el concierto establecía una complicada escenificación de los intereses contrapuestos por atribuirse la participación en la carga de la imagen en las procesiones, ya que pretendía hasta tres cambios de carga: los frailes serían los encargados de sacar de la capilla las andas con la imagen para entregarla a los naturales y, éstos, sin «dar un paso», debían entregarlas a su vez a los regidores

5   Juan Gaspar, Francisco González, Pedro Delgado, Juan Torres, Pedro Martín, Bastián Hernández, Francisco González el Moro, Pedro Díaz, Amador González, el Bachiller Luis García, Antón García, Diego, Juan, y Francisco Torres, Gaspar Díaz y Luis García (cit. en Rodríguez Moure, 1998 [1913]: 119-120).

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para que las condujeran hasta la puerta de la iglesia, donde nuevamente serían tomadas por los naturales para adentrarlas al templo. Estas condiciones, sin embargo, no convencieron al resto de naturales, quienes van a iniciar un amplio movimiento de reclamación protagonizado por sectores de Candelaria, Güímar, Buenavista y Daute, que otorgan poder al vecino de Candelaria Juan Marrero —bisnieto de Gaspar Fernández— para que acudiera a la Audiencia de Canaria llevando un acta notarial donde se daba fe del modo en que ese año se había llevado a cabo la procesión en contra de la Real Ejecutoria de la Audiencia que habían obtenido a favor los naturales en 1587. Al fin, los dominicos desisten de la prosecución del litigio, «allanándose á que mientras la Comunidad no tuviera número de sacerdotes suficiente, los naturales fueran preferidos á todo otro seglar, para cargar las andas de la Santa Imagen». Con el tiempo, según advertía Rodríguez Moure, los naturales cedieron también a que el clero sacara la imagen junto a los regidores y durante el trayecto por las vías públicas fueran ellos quienes además la rodearan teniendo la facultad de invitar al devoto que fuera de su agrado para que participara en el honor de conducirla en sus hombros (ibid.: 122-123). Recapitulando, de todo lo que nos es conocido sobre el «pleito de los naturales», resulta obvio que la dialéctica que se reproduce entre los «naturales», por un lado, y, por otro, tanto las autoridades concejiles como la orden dominica tienen que ver con la lucha por la apropiación de un prestigio que en el mundo feudal está adscrito a una clase social determinada. El papel en el ritual cristiano concede a los grupos sociales dominantes que lo asumen un símbolo de su posición en el ordenamiento social y ese elemento es el que precipita las demandas de los descendientes guanches más notables. Por otro lado, hay que matizar la idea de «etnicidad» que se halla implícita en ese reclamo: aquí lo que agrupa a las voces que claman por su condición de «naturales» ante el resto es su derecho a portar la imagen cristiana, algo que además ha supuesto símbolo de su asimilación, y no su condición étnica. Otra cosa es que ésta haya sido el origen del derecho pero, en el trasfondo de la vindicación, lo que encontramos es el reclamo por demostrar una cristiandad «vieja» en el contexto de la isla, ya que nos remite a los inicios del nuevo orden en la misma, a la conquista. Los naturales reclaman que sean reconocidos de igual que los conquistadores y los cristianos viejos, en tanto que también ellos fueron fundadores del catolicismo en la Isla, y el símbolo de esa participación no es otro que su contacto primitivo con la Virgen, hecho que se reproduce ideológicamente en la carga de la imagen en las procesiones. Es así como la «re-construcción identitaria» que surge como alegato fundamental en realidad tiene matices de ficción porque, en primer lugar, no supuso, con toda probabilidad, el discurso de la totalidad de la comunidad de descendientes guanches —ya que muchos no debieron estar al tanto de un pleito inserto en relaciones de clase que no les eran propias—, sino de quienes perteneciendo a una clase determinada reclaman el privilegio de mantener un atributo de prestigio argumentando la pertenencia a una condición étnica, ya que es ésta la especificidad que los diferencia con sus iguales o superiores que también pujan por el mismo objeto de

reclamo. Éste, en definitiva, supone un objeto de interés no sólo para los «naturales» principales sino para regidores y dominicos, lo que da cuenta de su valor de prestigio adscrito al poder y a la representación social de la desigualdad. Existe, por otra parte, un cierto componente revivalista en el movimiento protagonizado por los descendientes guanches ya que su discurso se basa en una condición cuyo contenido étnico ha sido anulado por la propia formación social de la que forman parte. Ciertamente, el revivalismo se basa en el ejercicio de reafirmación de la propia cultura justo cuando ésta forma parte del pasado o está en proceso de desintegración. Es por ello que siempre constituye resultado de la aculturación:

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Sólo tras reconocer la diferencia cultural, una civilización rechazará los modelos culturales procedentes de otra, entonces ocurrirá la ruptura entre ambas, pero ya estarán en marcha sus modificaciones sociales. Más aún, tal repudio ha podido tener como consecuencia una revalorización del culto de los valores ancestrales y un refuerzo de las estructuras tradicionales (Coster, 1971: 26).

En efecto, de aquí que propusimos que el propio rechazo y, derivado de éste, la propuesta revivalista suponen respuestas a los cambios fundamentales originados de la interacción entre sociedades y en ese sentido defendíamos el carácter impropio de la adjetivación de este tipo de movimientos como «contra-aculturativos», precisamente porque no se entienden sino como resultados del propio proceso de aculturación (Baucells Mesa, 2010). En el estudio de la interacción entre guanches y europeos, hemos podido observar la permanencia de mitos o héroes aborígenes recogidos por los primeros historiadores, que operan como una reminiscencia y pudieron actuar de reforzamiento de las tradiciones ideológicas. Estos fenómenos debieron darse durante los momentos más hostiles del proceso aculturativo, aunque no llegaron a configurar respuestas consolidadas en la estructura general que adoptó la asimilación indígena. Cabe preguntarnos, pues, en qué sentido el modelo retratado del «pleito de los naturales» coincide con los elementos básicos que definen a un movimiento revivalista. En efecto, el componente de «re-creación» y «re-elaboración» que contiene la escenificación del ritual mariano como contexto cuya desvinculación al mundo guanche resulta imposible para los devocionarios de finales del siglo xvi, que se auto-afirman en su descendencia aborigen, presenta una analogía con el fenómeno revivalista que siempre suele estar asociado a los resultados asimilativos. Dada la imposibilidad de recuperar un contenido étnico anulado, será su representación subjetiva, como reclamación identitaria, la forma que adopta el movimiento. Sin embargo, éste presentará una singularidad fundamental que lo hará diferir del revivalismo clásico: el objeto de los llamados «naturales» no es el regreso a una «edad de oro» prehispánica sino, todo lo contrario, reforzar su papel asumido dentro del nuevo orden. Esto es importante porque el «pleito» adquirió más un contenido que guarda relación con la vindicación de un elemento de prestigio adscrito a la posición social que detentan los demandantes en la nueva sociedad que a cualquier idea de retorno. En cierto modo, el «pleito de los naturales» ilustra la primera representación de una re-construcción identitaria que primero será adoptado como distinción de

un favor que raramente o nunca, conceden a alguien, pues sienten una gran veneración por los cuerpos de sus antepasados e igualmente están totalmente en contra de cualquier vejación a los muertos; [...] De otra manera, para cualquier persona extraña visitar esas cuevas o cuerpos significaría la muerte (Sprats, 1998 [1658]: 108).

La idea de etnicidad, de pertenencia a una comunidad cultural ya extinguida y sólo elaborada precisamente a partir de la toma de conciencia de los descendientes de esa extinción entra aquí ya en el terreno de la «re-construcción identitaria». Esa pervivencia en el recuerdo colectivo es siempre recurrente en una reelaboración enigmática del mundo ideológico guanche: se inicia aquí la tradicional idealización de los secretos celosamente guardados por los «descendientes» en cuanto a la momificación y supuesto escondrijo de cuevas «reales». El recuerdo de una edad dorada precristiana tiene así en la momia guanche y en todo lo referido a prácticas funerarias, ahora si se quiere aún más misteriosas en cuanto a que son prohibidas por el cristianismo, su mejor ítem o icono (Baucells Mesa, 2004: 185). Probablemente, en ese marco de la inserción del pasado prehispánico en la identidad canaria es cuando mayor significado alcanzó, como el propio culto

6   Ya que el relato de Sprats, aunque publicado en 1667 fue escrito en 1658, mientras afirma recoger la información del doctor galés Evan Pieug «hace doce años».

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clase y que progresivamente se socializa como exponente de la canariedad en términos interclasistas en el interés por «rescatar» el mundo aborigen del olvido traumático en que lo había envuelto la conquista. Precisamente, también a finales del siglo xvi, en momentos próximos al «pleito», es cuando Espinosa inicia en la imagen proyectada sobre los antiguos pobladores de la isla una empatía hasta entonces inaudita en los discursos de alteridad frecuentados por cronistas, viajeros, poetas o historiadores; o Frutuoso, al relatar las costumbres funerarias de los guanches, llama la atención sobre el respeto que sus descendientes mantienen al respecto, ya que «todavía ahora los que proceden de ellos se ofenden y afrentan mucho si van a tocarlos o si algún travieso va a tirar alguno de los cuerpos muertos y mirlados de la peña abajo» (Frutuoso, 1964 [c. 1590]: 105). De ser frecuente esa actitud de respeto que comenta Frutuoso, estaríamos ciertamente ante una posible re-elaboración de la conciencia de sí mismos de los descendientes aborígenes: una auto-afirmación del aborigen como concepción distinta a los «otros», con costumbres e identidad propias. Esa concienciación entra dentro de una posible revitalización del concepto de guanche en realidad primigenia, ya que no se construiría hasta después de la desestructuración como comunidad étnica: nunca antes el guanche tiene conciencia de serlo. Y creemos que este fenómeno ya comienza a estar consolidado en el siglo xvii. Años después que el portugués Frutuoso —en torno a 16466 —, el editor inglés Sprats, recoge a través de un médico galés que residió en la isla veinte años, cómo éste había gozado de una excursión en compañía de descendientes de guanches de Güímar «para ver sus cuevas y los cuerpos enterrados en ellas», siendo éste

a la Virgen de Candelaria, el «pleito de los naturales» cuyo significado real en la dinámica social de la isla en el momento en que se produjo nos es, curiosamente, prácticamente desconocido cuando ni el propio Espinosa, que escribe su relato casi coetáneamente a las dos primeras coyunturas —en 1590—, ni otras fuentes cercanas hicieron mención alguna al movimiento. Resulta, por el contrario, sintomático, que entre los «añadidos» que López de Ulloa, que escribe ya adentrado el siglo xvii, interpoló a la crónica que copia, sí encontremos referencias explícitas al «pleito de los naturales» y su relación con el culto a la Virgen de Candelaria: Tienen la posessión estos guanches de que otra ninguna persona a de llegar el día de su festiuidad al braso de las andas, si no fuere guanche, y sobre esto ay grandes discordias (López de Ulloa, 1993 [1646]: 329).

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Probablemente, como decimos, el «pleito», a cuarenta y cinco años de su última manifestación —1601—, empieza, a lo largo del siglo xvii, a tener consideración histórica coincidiendo con la consolidación de una sociedad canaria que rescata al aborigen como elemento identitario, pero ya tanto como una apropiación de clase como de toda la canariedad que la enarbola orgullosa. Este proceso, como ya hemos dado cuenta en otro lugar (Baucells Mesa, 2012), simula una suerte de «rescate» identitario, desde la alteridad extrema con que se proyectó la imagen del aborigen canario hasta su síntesis con conquistadores y colonos como expresión básica de la identidad canaria resultante. 4. CONCLUSIONES A lo largo de las páginas que preceden hemos tratado de identificar algunos pasos que siguió la reconstrucción identitaria que protagonizaron los guanches desde la observación de la pérdida, entre los guanches asimilados, de su autoconciencia étnica, como expresión del componente deculturativo de su incorporación a la sociedad feudal, hasta el papel que aún hoy cumple la reafirmación de nuestro pasado aborigen. La pérdida de la autoconciencia étnica supone un fenómeno que hemos relacionado con la madurez del proceso asimilativo sufrido por los indígenas y que, en nuestra propuesta, creemos que señala el paso de una identidad fundada en el sentimiento de pertenencia a un grupo histórico, cultural, específico, a una mera identificación de clase así como en la asunción de categorías básicas de alteridad extrema acerca del modo de «pensar al aborigen». La deculturación guanche significó la fractura de buena parte de sus vínculos identitarios con una realidad objetiva diferenciada, de modo que la extinción de determinados elementos que anteriormente servían a la plena identificación de una conciencia étnica ahora muestran el deterioro de la identidad tradicional al no encontrar una correspondencia con los nuevos elementos estructurales de la sociedad feudal. Creemos que en esa pérdida, el paso de una identidad étnica a la identidad de clase que cualifica a la nueva sociedad sirvió a la despersonalización del guanche como entidad propia en su dimensión subjetiva

Recibido 22-5-2013. Aceptado 19-2-2014.

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basada en los contenidos que antes de la conquista le definían para identificarse ahora con los diversos elementos que le distinguen en cada una de las clases feudales en que se asimila. El resultado supone un fenómeno de «de-etnización» entre los descendientes indígenas progresivo a lo largo de todo el siglo xvi que atiende a la pérdida de su identificación como grupo específico plenamente diferenciado del resto de pobladores. Esta dimensión clasista explica que el resurgimiento de cualquier identificación con el pasado aborigen primeramente tuviera lugar en el seno de una apropiación de la identidad étnica que obedece, precisamente, a intereses de clase. En estos términos la identificación entre etnia y clase es objeto de ficción porque es implementada exclusivamente por sectores concretos de la descendencia aborigen, que sin embargo se hallaban en todas las clases feudales, y porque se asentaba en la prerrogativa de pertenencia a una de ellas y no al conjunto. Éste es el modelo que representa el denominado «pleito de los naturales», primera expresión de un revivalismo que trata de reconstruir la identidad a través del sentimiento étnico pero adoptando éste como distinción de clase y, por tanto, antes de que fuera socializado a toda la canariedad como signo inter-clasista. El reclamo de la ascendencia indígena, diferenciada por tanto al resto de pobladores, supone una apropiación de la reafirmación identitaria ya que sólo compete a un grupo reducido de descendientes y no al colectivo. Esto significa que la vindicación de ese privilegio de clase, que además fue símbolo de la asimilación de los propios demandantes, prima sobre cualquier consideración étnica aunque sea ésta la que se enarbole como expresión formal del derecho consuetudinario demandado. Este ejercicio revivalista de la reconstrucción de la identidad aborigen es así fruto de apropiación por esta clase que paradójicamente demanda un trato especial por ser «cristiano viejo», por formar parte de la inauguración del catolicismo en la isla en su contacto primigenio con el primer símbolo de su cristianización, la Virgen de Candelaria.

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PLANES DE INVASIÓN DE LAS ISLAS CANARIAS EN 1898 Amós Farrujia Coello Resumen En el conflicto sostenido entre Estados Unidos y España en 1898, las Islas Canarias, situadas en una posición estratégica que no pasaba desapercibida a ninguna potencia colonial, se vieron amenazadas por una invasión estadounidense, recordándose los tiempos en los que piratas, corsarios y flotas de naciones enemigas acosaban a las Canarias en los siglos xvi, xvii y xviii. Las Islas no reunían las condiciones necesarias para efectuar una eficaz defensa ante una moderna flota de guerra, por lo que el gobierno envió desde la península varios regimientos. Al mismo tiempo, Gran Bretaña no permitió que los Estados Unidos pudieran tomar las Islas Canarias, pues formaban parte del «imperio informal» británico. Palabras clave: Invasión, defensa, escuadra, Estados Unidos, Islas Canarias, Gran Bretaña, Cuba.

«US Plans for the Invasion of the Canary Islands, 1898». In the war between Unites Stated and Spain in 1898, the Canary Islands, located in a strategic position that didn’t go unnoticed for any colonial power, were menaced by US invasion, reminded her people of the age when pirates, privateers and fleets of enemy nations harassed the Canary Islands in xvi, xvii and xviii centuries. The Islands didn’t have the resources for an effective defense against a modern war fleet; the government sent some regiments from the Peninsula. In the meantime, Britain would not allow the United States to take the Canary Islands, because they were part of the British “informal empire”. Key-words: Invasion, defense, fleet, United Stated, Canary Islands, Britain, Cuba.

INTRODUCCIÓN 1898 es una fecha funesta para España, pues implicó la pérdida de los últimos territorios en América en la guerra contra los Estados Unidos. El incipiente gigante americano amenazaba con fagocitar los restos del otrora poderoso imperio español. Los territorios que le quedaban en América y el Pacífico, como Filipinas,

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Abstract

Cuba o Puerto Rico estaban en peligro. Sin embargo las Islas Canarias, situadas en una posición estratégica importante, se sintieron también amenazadas en este conflicto, temiéndose una invasión. En el presente trabajo trato de explicar y analizar el verdadero riesgo y la amenaza de una invasión estadounidense a las Islas Canarias. Una visión general en un contexto complejo —competencia entre los imperios coloniales británico y francés, auge de Estados Unidos y de Alemania— en un momento crítico para España. Estas cuestiones serán tratadas para el caso concreto de las Islas Canarias. Pese a que contamos con alguna bibliografía sobre el tema, faltan estudios más profundos que sitúen a Canarias en el marco del contexto internacional de la época. Este trabajo es una aproximación en ese sentido. 1. LA SITUACIÓN DE CANARIAS EN EL ÁMBITO NACIONAL E INTERNACIONAL

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1.1. Intereses de las potencias coloniales. El caso de Gran Bretaña Las Islas Canarias siempre han estado amenazadas por enemigos exteriores, ya sean piratas o naciones extranjeras que atacaron regularmente estas islas. El último ataque de importancia fue a finales del siglo xviii, protagonizado por Nelson y su frustrado asalto a Santa Cruz de Tenerife. Pero con el nuevo siglo hubo un periodo de calma y de seguridad gracias al dominio de los mares por parte de los británicos. Debido a esta Pax Britannica en los mares, el siglo xix fue un periodo de gran estabilidad y la protección de Canarias sufrió un insensible abandono al ir desapareciendo las antiguas amenazas marítimas. Esto propició la dejación por parte de los gobiernos de Madrid de proveer a Canarias de un sistema defensivo apropiado. La indefensión naval, la agresividad exterior y la carencia de un suficiente poderío industrial y militar que garantizara la seguridad del limes meridional español, formaron un cóctel de elementos que llevaría finalmente en la década de 1890 a su posible apreciación [la de las Islas Canarias] como moneda de cambio en los reservados de la política mundial1. El más precoz relato que conocemos de una intrusión contemporánea de los súbditos británicos en la dominación española de Canarias se remonta a 1827, durante el reinado de Fernando vii. Pero la explotación de las ventajas comparativas de Canarias por parte de Gran Bretaña no dependió para nada de una costosísima e innecesaria anexión. La lógica del tiempo impuso que el interés británico por las islas continuara centrado antes que nada en la filiación mercantil de éstas con varias

1   Márquez Quevedo, J. (2005).Canarias y la crisis finisecular española (1890-1907): del desastre ultramarino a la garantía de seguridad exterior. Madrid. Ministerio de Defensa, p. 179.

1.2. Canarias y la estrategia naval española La desatención de la marina de guerra hispana se veía como un problema enorme. Las Islas Canarias estaban llamadas a resistir los primeros efectos de la lucha desatada entre las potencias imperialistas rivales sobre todo por su envidiable posición estratégica. La revisión de la estrategia naval pasaba en gran medida por

  Ibid., pp. 182 y 183.   Ibid., p. 190. 4   Morales, T. (2006). Las rosas de Hércules. Comentarios y notas de Oswaldo Guerra Sánchez. Las Palmas de Gran Canaria. Cabildo de Gran Canaria y Casa-Museo Tomás Morales, pp. 325 y 337. 5   Márquez Quevedo, J. Ob. cit., p. 195. 6   Ibid., p. 200. 2 3

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sociedades capitalistas inglesas, mucho más volcadas en las posibilidades del comercio canario desde que se decretaron las franquicias en 18522. Los británicos presionaron a Madrid para que se concediera un puerto franco a Santa Cruz de Tenerife, así los buques de vapor no necesitarían desviarse de su ruta para repostar carbón en su viaje a África. Las exportaciones canarias a Gran Bretaña sobrepasaban el millón de dólares según la Cámara de Comercio. La participación de los capitalistas ingleses en la sociedad insular pesaba ya tanto que directamente tropezó con delicadas cuestiones de soberanía. Aunque los británicos ni siquiera se molestaron en comentar las peripecias de la política local, sí que presionaron con todas sus armas cuando las decisiones adoptadas comprometían a sus negocios. Por lo tanto, se ha visto anteriormente que el planteamiento de una alteración de la soberanía política de las Islas era visto como algo inconveniente para la corona inglesa, ya que ejercía de metrópoli económica absoluta con gran comodidad3. Un ejemplo para comprender hasta qué punto los británicos estaban implicados en las Islas Canarias es el caso de asegurarse el abastecimiento de carbón para sus buques en los puertos canarios, con el problema de la división provincial como telón de fondo. Concretamente, y desde 1900 hasta 1911, tres compañías británicas monopolizaron el sector de reparación y construcción naval en el Puerto de la Luz y de Las Palmas: Blandy Brothers, Gran Canary Coaling y Miller Cía 4. La dotación de los puertos de Tenerife y Gran Canaria pasó a ser el destino preferido de los grandes inversionistas británicos. Estos lugares se especializaron en aprovisionar y reparar buques5. En el plano doméstico, el Puerto de la Luz logró a corto plazo lo que llevaba años esperando el mundillo comercial de Las Palmas: que el centro de gravedad de la economía canaria se desplazase hacia la encarnizada rival de Tenerife, Gran Canaria. Un sentimiento de triunfalismo invadió a los grupos que pretendían la división de la provincia, para los que el nuevo amarradero significaba un enorme paso adelante. Los británicos estaban al tanto de esto6.

el control activo o pasivo de los archipiélagos ibéricos del Atlántico oriental, como consecuencia de un aumento de la porfía mercantil y del tráfico de buques. Inglaterra lo admitió casi desde el principio y actuó con suma inteligencia en esta dirección, ejecutando en el caso de Canarias una serie de inapelables incursiones financieras y diplomáticas que determinaron la irresistible atracción de las islas hacia su esfera de influencia, para terminar incluyéndolas en el llamado «imperio informal». El estado español no desarrolló ningún programa que dotase a las islas con alguna escuadra auxiliar o que crease una base naval en el Archipiélago. Uno de los principales objetivos de la diplomacia londinense a partir de los años noventa del siglo xix será hurgar hábilmente en las notorias fisuras internas de los gabinetes de España y Portugal, subordinándolos a sus intereses, para dejarlos inactivos de cara a su estrategia atlántica, e impidiendo a todo trance que sus adversarios transformasen en bases navales los archipiélagos bajo su soberanía. Por poner un ejemplo, la marina de guerra británica fondeaba habitualmente en el Puerto de la Luz7. Sostener una adecuada estrategia colonial entre plazas tan alejadas entre sí y de la metrópoli requería de España dos exigencias: una potente Armada en calidad y número de buques y una exquisita actividad diplomática con los países del área: Centroamérica y Estados Unidos en Occidente; junto China y Japón en el Pacífico. La debilidad de la primera dimensión lo hacía extraordinariamente difícil.

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1.3. Canarias y su inclusión en la expansión colonial de las potencias europeas En pleno auge del colonialismo, las Islas Canarias estaban situadas en una posición envidiable que no pasaba desapercibida a las principales potencias europeas, como eran Gran Bretaña, Francia y Alemania. Estos países tenían serios intereses coloniales en las costas de África, de forma que cualquiera de ellas, que estuviese en el bando enemigo al declararse la guerra, no tardaría en contemplar la posibilidad de apoderarse de alguna isla, especialmente de aquellas que contasen con fondeaderos naturales o artificiales8. La vigilancia a la que se sometieron mutuamente ingleses y franceses con motivo de sus movimientos tácticos en las islas fue muy estrecha. El establecimiento de una base naval extranjera en esta parte del Atlántico no era tolerable para Gran Bretaña bajo ningún concepto9. Sin embargo, parecía que esta situación que pendía sobre Canarias como una espada de Damocles no preocupaba ni a los políticos de Canarias ni a los de Madrid, a juzgar por un telegrama dirigido a León y Castillo:

  Ibid., pp. 202, 203, 204, 205 y 207.   Márquez Quevedo. J. Ob. cit., p. 213. 9   Ibid. p.218. 7 8

Embajador español en Londres a León y Castillo: 3 de agosto de 1893. Los canarios nada tenían que temer pues Inglaterra no se haría nunca con el puerto de Las Palmas, a no ser que viniera de nuevo la república a España, entonces todo sería posible10.

La prensa canaria reflejaba esta situación. El Heraldo de Canarias 11, en un artículo titulado «Las islas Canarias» manifestaba lo codiciadas que han sido las islas en tiempos pasados. Lo que ha servido de «gran incentivo es, ciertamente, su valor geográfico y el militar que de él se deriva. Y gran parte es también la importancia comercial que se ha desarrollado en los tres últimos lustros en los puertos de Tenerife y Las Palmas»12. Señala que «nadie como Inglaterra en menor escala Alemania, han comprendido de tiempo atrás las condiciones inapreciables de estas islas, y nadie tampoco como esas naciones han estudiado y analizado el suelo y las costas del archipiélago»13.

La guarnición de las Islas estuvo encomendada a las milicias populares desde mediados del siglo xvi hasta su liquidación teórica a finales del siglo xix14. Las milicias canarias serían capaces de mantener la integridad territorial durante casi tres siglos15. En las viejas milicias se encuentra asimismo el origen del ejército regular de Canarias. El reglamento orgánico de 1793 creó el Batallón de Infantería de Canarias. En 1898 el Gobierno militar de Tenerife y las Comandancias de La Palma, La Gomera y El Hierro contaban con: –  Batallón de Cazadores regional núm. 1, batallón Artillería de Plaza núm. 9 y batallones de reserva de La Laguna, La Orotava y La Palma. El Gobierno militar de Gran Canaria y Comandancias de Fuerteventura y Lanzarote contaba con: –  Batallón de Cazadores regional núm. 2, batallón de Artillería de Plaza núm. 9 y batallones de Reserva de Las Palmas, Guía y Lanzarote.

  Ibid. p. 214.  28-6-1898. 12   Felipe González, R., Cabrera Acosta, M.Á. y Fernández Expósito, J.R. (1986). La prensa en Canarias. La prensa burguesa en Canarias ante la guerra de Cuba. Centro de la cultura popular canaria. Cabildo Insular de Tenerife. p. 52. 13   Felipe González, R., Cabrera Acosta, M.Á. y Fernández Expósito, J.R. Ob. cit., p. 52. 14   En concreto, las milicias canarias desaparecieron en 1886. En la península española ya lo habían hecho en 1846. 15   Márquez Quevedo. J. Ob. cit., p. 231. 10 11

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1.4. Organización militar de Canarias en el siglo xix

Esta capacidad humana, en apariencia adecuada según los estadillos publicados por el Ministerio de la Guerra, no simulaba el hecho de que Canarias se encontraba militarmente aún peor que el resto del Estado, sin defensas costeras, con un material bélico de desecho, una insuficiente dotación de tropas y una población que en su mayoría rechazaba la incorporación a las armas. Desde el «leonismo» (referido a León y Castillo, eminente político grancanario) se identificó la reclamación de protección militar para las Islas con la fortificación y defensa de Gran Canaria, y más concretamente con la del Puerto de La Luz. Esta insolidaridad política, unida a la falta de liquidez por parte del estado, fue el principal motivo para que se orillase toda tentativa de lograr un programa integral de defensa para Canarias. Las reclamaciones defensivas quedaban también subsumidas en el caudillismo propio del régimen, a modo de incentivo político para las clientelas locales16.

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1.5. Sistemas defensivos en Canarias: armamento y estructuras Hubo una carencia endémica de recursos públicos para acometer las defensas del territorio. La tendencia general en el mundo militar fue la de pedir más dinero y que se centraran todos los esfuerzos de la nación en lograr un ejército o una marina poderosos, teniendo como referencia a Alemania o Gran Bretaña. Para 1866 se pensó en mejorar las fortificaciones de Tenerife y Gran Canaria, el resto de las islas no tenía interés para la salvaguarda del Archipiélago. Hablar de las fortificaciones de Canarias antes de 1898 era hacerlo sobre las de Las Palmas en la isla de Gran Canaria. En ello pesaron mucho las razones políticas del citado «leonismo». El último gran ataque a Tenerife había sido a finales del siglo xviii, ahora las defensas de la isla no eran capaces de soportar el ataque de una escuadra moderna. En Canarias no había margen para operaciones terrestres ni movimientos de tropas, no se disponía de provisiones suficientes para soportar un asedio prolongado, no existían núcleos de población capaces de ser defendibles. El grueso de la población evitaba integrarse en los cuerpos de defensa regulares. La marina de guerra hubiese sido la clave, según Márquez Quevedo. El material de los noventa era ya anticuado, lento y con una débil potencia de fuego en Canarias17. No había en las Islas Canarias ningún alojamiento digno para las tropas, se carecía de la infraestructura adecuada. Aunque no sirviese de nada, el esfuerzo económico para una mejor defensa de las islas recayó en instituciones civiles que estaban en quiebra18.

  Márquez Quevedo, J. Ob. cit., pp. 235 y 246.   Márquez Quevedo, J. Ob. cit., pp. 235, 246, 263, 266, 267, 268, 270, 271 y 297. 18   Ibid., pp. 274 y 281.

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Capitán General a Ministro Guerra. Tenerife. 2 de mayo de 1898. Madrid. Según me informa el Comandante principal de Artillería informa ser necesarios Las Palmas dos colecciones de juegos de armas para cañón, [...] y cuatrocientas granadas y cuatrocientas metralla para obuses, veintiuna recibidos últimamente23.

El primer paso que dio el Estado para la defensa de Canarias fue la ubicación de una cadena de baterías artilleras en derredor de La Luz, pero no se llegaron a terminar. En Tenerife la custodia de la capital estaba encomendada a diez baterías, con dos grupos para la defensa marítima y dos para la terrestre, y cinco fuertes artillados, sin embargo faltaban muchas de las piezas de artillería previstas. Los refuerzos que fueron llegando al puerto de La Luz y Santa Cruz de Tenerife estaban compuestos por los batallones de cazadores «Segorbe» y de «Cuba Núm. 17», dos compañías del 5º batallón de Artillería de Plaza, una pareja de baterías de montaña del 1er regimiento de artillería de Cataluña, el batallón de za-

  Ibid., p. 285.   Ibid., p. 287. 21   Márquez Quevedo, J. Ob. cit., pp. 375 y 376. 22   Ibid., p. 378. 23   Archivo Museo Militar de Almeyda. Santa Cruz de Tenerife. Sig. Uni. El.10. Fecha: 02/05/1898-18/05/1898. «Telegramas del coronel comandante general de artillería pidiendo a la sección de Guerra, Material y efectos de artillería para las baterías y demás atenciones del distrito». 19

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De entre los dos enclaves peor defendidos por la metrópoli española, Baleares y Canarias, seguía habiendo una diferencia sustancial19. Las piezas de artillería eran de hierro o bronce, no de acero, como era ya común en el resto de Europa. Las baterías en Canarias eran escasas y de baja calidad. En Tenerife se encontraban los cañones más modernos, en Las Palmas toda la artillería de costa era «lisa», de bronce y de avancarga 20. En total había 65 piezas en Santa Cruz Tenerife y 54 en Las Palmas. Tampoco había ametralladoras. Pese a las obras de fortificación iniciadas y a los esfuerzos emprendidos, la mejora no habría servido para repeler con consistencia una agresión si ésta se hubiera llevado finalmente a cabo. El Estado se preocupó por la defensa de las Islas Canarias en los años finales del siglo xix más que en los ochenta años anteriores. Las iniciativas para defender al Archipiélago tuvieron lugar un mes antes de la declaración formal de guerra contra Estados Unidos de América; sin embargo, el precario estado de partida de las defensas hizo muy compleja su protección21. Por ejemplo, Santa Cruz de La Palma era un puerto que en otros tiempos llegó a alardear de poseer nueve baterías bien artilladas, pero a finales del siglo xix tenía que defender un territorio de 700 km cuadrados y 50.000 habitantes con dos compañías del regimiento «Luchana» (221 soldados) y un destacamento de 21 artilleros con 4 cañones de campaña de 90 mm22. Efectivamente, según un telegrama, en este caso para la isla de Gran Canaria:

padores minadores andaluces y otros dos del Regimiento de Infantería «Luchana» de Tarragona y del valenciano «Mallorca». En total 111 oficiales y 3.200 soldados24. Tenemos el ejemplo de otro telegrama con fecha en 13 de mayo en el que el teniente coronel del Regimiento «Luchana» núm. 28 explica que de 884 fusileros, solo hay 773 fusiles, faltando 11125. Muchas de estas tropas eran jóvenes entrenados de forma muy ligera, con la moral baja y escasez de armamento. El esbozo de una defensa naval no pudo existir nunca al no haber escuadra26. 2. LOS INTERESES NORTEAMERICANOS. LA GUERRA HISPANO-AMERICANA

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2.1. Estados Unidos y la guerra con España. Causas La guerra hispano-americana de 1898 fue una pequeña guerra con grandes consecuencias. En el espacio de cinco meses lograron un imperio ultramarino, con Puerto Rico, Guam, Filipinas y un protectorado sobre Cuba, más la adquisición de Hawaii. Sin la guerra cubano-española (la guerra de «los Diez Años»), la guerra de Estados Unidos con España podría no haberse producido en el lugar, en el tiempo y en el modo en que lo hizo27. Varios historiadores ven causas geopolíticas, económicas o humanitarias para la intervención estadounidense en Cuba. El conflicto hispanocubano afectó a cada sector de la sociedad norteamericana. Quizás la verdadera pregunta no estaría en si los Estados Unidos deberían haber intervenido o no, sino por qué esperaron tres años en hacerlo28. Tras la guerra con Gran Bretaña en 1812, Estados Unidos empezó a justificar su expansión continental, que formaba parte de la ideología e identidad nacionales y se tenía que hacer sobre los territorios que eran propiedad de los imperios francés, británico y español, y de los indios americanos29. Lo más destacado de la política exterior estadounidense fue la llamada «doctrina Monroe», elaborada por el presidente James Monroe y su secretario de Estado, John Quincy Adams, y presentada al Congreso en 1823. Lo esencial de esta

  Márquez Quevedo, J. Ob. cit., p. 388.   Archivo Museo Militar de Almeyda. Santa Cruz de Tenerife. Sig. Uni. 1334. Sig. El. 30 03/04/1898-02/08/1898 «Documentación relativa a los movimientos de tropas con las islas por el Estado de Guerra». 26   Márquez Quevedo, J. Ob. cit., pp. 391 y 392. 27   Cosmas, G.A. (2010). The Spanish-American and Philippine wars, 1898-1902. En A companion to American Military History. James C. Bradford. Ed. Wiley-Blackwell. United States, volumen ii, p. 139. 28   Cosmas, G.A. Ibid., p. 141. 29   Bosch, A. (2005). Historia de los Estados Unidos. 1776-1945. Barcelona, Ed. Crítica, p. 280. 24 25

  Bosch, A. Ob. cit., p. 281.   Ibid., pp. 283 y 285. 32   Ibid., p. 291. 33   Ibid., p. 293 y 294. 34   Ibid., p. 296. 35   Rodríguez González, A.R. (1988). Política Naval de la Restauración (1875-1898). Madrid. Ed. San Martín, p. 474. 30 31

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doctrina era que Estados Unidos no toleraría la intervención de los países europeos en el continente americano y que prometía no inmiscuirse en ninguna colonia ya establecida ni en asuntos europeos. Esta política era un reconocimiento al cambiante orden mundial, con el desmoronamiento del imperio español en Latinoamérica y la creación de nuevas repúblicas, lo que despejaba el camino para la intervención de los Estados Unidos. En 1823 Monroe escribió una carta a Jefferson en la cual consideraba Cabo Florida y Cuba como «la boca del Mississippi», y ese mismo año John Quincy Adams informaba de que «[...] Cuba, casi en nuestras costas [...] se ha convertido en un objetivo de importancia trascendental para los intereses políticos y comerciales de nuestra Unión»30. La penetración en nuevos espacios comerciales y la construcción de una armada buscaba la superioridad en los mares, introduciéndose de lleno en la competencia naval de las grandes potencias31. La revolución cubana de 1895 a 1897 fue el detonante para la intervención estadounidense. En 1897, 300 banqueros, en representación de los intereses económicos, pidieron al secretario de Estado que Estados Unidos interviniera en Cuba, esto era lógico, ya que desde 1878 se había invertido en Cuba más de 33 millones de dólares32. Entre los anexionistas destacaba el subsecretario de Marina, Theodore Roosevelt, que desde hacía unos años consideraba que Estados Unidos necesitaba una guerra. Favoreció la guerra contra España, pero no la provocó. Simplemente ayudó a preparar a la Marina de Estados Unidos a luchar contra España33. Desde 1895 la posibilidad de una guerra había sido tema de discusión preferente en el Colegio Naval de Newport y se elaboraron sucesivos planes de guerra secretos que predijeron con bastante acierto los acontecimientos. Las fuerzas navales norteamericanas aprovecharían rápidamente sus ventajas de proximidad geográfica y superioridad numérica en buques para establecer un bloqueo sobre Cuba y Puerto Rico. Al mismo tiempo —con el fin de destruir los recursos militares españoles—, se harían ataques contra barcos mercantes y objetivos militares en las costas de la península ibérica española, Canarias y Filipinas34. El programa naval español de 1887 estaba muy condicionado por los buques estadounidenses encargados por aquellas fechas. Lo cierto es que en 1898 por primera vez la US Navy superaba ampliamente a la Armada española35. La Marina estadounidense temía «raids» españoles sobre la costa este de Estados Unidos, lo que

obligaba a pensar en ocupar algunas de las islas Canarias para atacar directamente la península36.

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2.2. Estados Unidos, el archipiélago canario y la guerra Los intereses norteamericanos en el Atlántico Oriental tenían una dimensión ínfima y el gran capital de la República norteamericana desconocía casi todo sobre las islas. Difícilmente se puede creer que esta nación pensase en serio invadir unas islas ajenas a sus intereses inmediatos cuando sólo ocho años antes habían completado su expansión interior. No se atreverían a una injerencia en la periferia de Europa sin que Gran Bretaña, Francia o Alemania reaccionasen37. Los Estados Unidos también evaluaron las Islas. Aunque estas no jugaron un papel activo en la guerra, España no podía ignorar su potencial como una base para sus oponentes38. El gobierno español sospechaba que los Estados Unidos podían intentar capturar las Islas Canarias. Aunque los Estados Unidos consideraron atacarlas, nunca lo hicieron39. En 1882 los Estados Unidos crearon el primer servicio moderno instituido enfocado a la obtención de inteligencia: la Oficina de Inteligencia Naval (Office of Naval Intelligence)40. Entre los éxitos del espionaje americano habría que citar el conseguido por el agregado naval de España, capitán de navío Sims, quien llegó a reclutar a un oficial español destinado en la División de Operaciones de la Armada y a su esposa. Este oficial pasó informes valiosos sobre los buques españoles de guerra y el estado en que se encontraban, y detallados informes sobre las defensas costeras y portuarias de las Islas Canarias, por si los norteamericanos se decidían a atacar el territorio metropolitano español41. Como subsecretario de la Armada en 1897, Theodore Roosevelt fue el primero en poner sobre la mesa del Gobierno un plan de operaciones a seguir durante una guerra contra España. En él, una escuadra volante compuesta por cuatro cruceros rápidos hostigaría las costas del enemigo42. El Navy Department formó un grupo de trabajo que terminó un plan de acción el 17 de diciembre de 1896. En él se decía que mientras se organizaba la in-

  Ibid., p. 479.   Márquez Quevedo, J. Ob. cit., pp. 309 y 310. 38   Keenan, J. (2001). Encyclopedia of the spanish-american and philippine-american Wars. ABC-Clio. Greenwood. Santa Bárbara, California, p. 64. 39   Tucker, S. (2009) Encyclopedia of the spanish-american and Philippine-american Wars. A political, social, and military history. United Stated. ABC-CLIO, vol. i: A-L., p. 96. 40   Conte De Los Ríos, A. (2010) «Los servicios secretos en la guerra de Cuba». En Revista General de Marina. Madrid. Ministerio de Defensa. Mayo, p. 605. 41   Ibid., pp. 605 y 606. 42   Márquez Quevedo, J. Ob. cit., p. 315. 36 37

1.  Las fuerzas navales españolas, evidentemente inferiores en número, capacidad de tiro y movilidad a las del Almirantazgo estadounidense. 2.  Bloqueo de las aguas de Cuba y Puerto Rico, cortando el cable telegráfico. 3.  Destrucción de los depósitos y arsenales de la Habana y San Juan mediante bombardeo de las dos ciudades, forzándolas, al menos, a una capitulación provisional, con lo que se pretendía descoyuntar los centros rectores de la campaña española, sobre todo en la Antilla Mayor. 4.  Envío de todo género de refuerzos a los sublevados en las dos islas, y respaldar su acción en la medida de lo posible, capturando y administrando los puertos de mar. 5.  Nuestro ejército ha de estar preparado para hacerse fuerte y ser capaz de mantener los reductos rendidos por la flota, al mismo tiempo que ha de estar presto a realizar tantas operaciones militares como exijan las circunstancias. 6.  La escuadra destacada en Europa ha de abandonar con toda urgencia el Mediterráneo, y la escuadra surta en aguas de Asia a fin de desplazarse simultáneamente. Una escuadra resultante de la combinación de las dos anteriores, reforzada con algunos barcos de la escuadra nacional, debería conquistar las Islas Canarias, con vistas a utilizarlas como base para ulteriores maniobras contra la marina española en sus propias aguas, así contra el comercio de la misma nación44. Este último apartado no tuvo mucha aceptación entre los expertos debido a que la arriesgada concentración de la flota americana en aguas españolas, y la conquista del Archipiélago Canario, aparte de una temeridad, implicaba la desprotección del campo de acción que significaba el Pacífico45. El presidente del Naval War College, H.C. Taylor, en carta abierta al secretario del Navy Department en Washington D.C, escribió:

  Márquez Quevedo, J. Ob. cit., pp. 316 y 317.   Grenville, J.A.S. (1968). «American Naval preparations for war with Spain. 18961898». En Journal of American Studies. Cambridge University Press, vol. 2, núm. 1 (abril), p. 40. 45   Morales Lezcano, V. (1969) «Ideología y estrategia estadounidense: 1898». En Hispania. Madrid, pp. 616 y 617. 43

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vasión de Cuba, la escuadra del Pacífico de William Kimball, en lugar de dirigirse a las Filipinas, lo haría a las aguas próximas al estrecho de Gibraltar, allí se uniría a la flotilla atlántica. Este poder combinado tendría que operar desde una base tomada en las Islas Canarias para desde allí atacar el tráfico mercante. Esta era la primera propuesta formal que hablaba de capturar una de las islas. Este plan será abandonado por la posterior invasión a Filipinas43. La recapitulación final del plan de operaciones propuesto por el Navy Department constaba textualmente de los siguientes objetivos:

No estoy de acuerdo con la sugerencia sobre hacer una pretenciosa aparición en aguas españolas de Europa, dadas las dificultades y riesgos implicados en una operación tan comprometida a realizar a 3.500 millas de distancia de nuestras bases; de llevar a cabo tal maniobra sería con la intención de proporcionar al poderío naval y militar español una seria ofensiva; no soy de la opinión que nuestra presencia en aquellas aguas y la campaña proyectada puedan infligir considerables daños a España. De ahí que insista en recomendar que toda la fuerza a disposición de los Estados Unidos se concentre en Cuba46.

Sin embargo, el 30 de junio de 1897 se contesta a esta carta:

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Pensamos que España no tendría éxito con la flota estadounidense en aguas cubanas. Podría haber ataques rápidos sobre nuestro bloqueo de Cuba por cruceros españoles bien armados y protegidos desde aguas españolas. Por esa razón propusimos que una escuadra volante, de dos cruceros acorazados y dos destructores y otros navíos deberían ser destinados a la costa española para una demostración de fuerza sobre sus ciudades menores y amenazar con bloquear a las mayores, haciendo que las autoridades españolas retengan en su propia costa una escuadra. Pensamos que los barcos españoles más peligrosos para nuestro bloqueo en Cuba deben ser detenidos en las aguas españolas47.

Hasta febrero de 1898, Roosevelt continuó insistiendo en que se bombardearan las costas españolas y se destruyesen sus escuadras antes de que hiciesen acto de presencia en las Antillas48. Antes del mes de abril se avistaron buques de guerra estadounidenses y las Islas fueron reforzadas con tropas peninsulares. Los buques norteamericanos avistados eran dos cruceros, el Bancroft y el San Francisco. Los americanos les compraron buques de guerra a los británicos. Sus industriales estaban tan en conexión con la embajada norteamericana que hasta le informaban de las características de los pedidos navales españoles49. El 4 de abril el ministro de la Guerra telegrafió al Capitán General de Canarias: 4 de abril de 1898. Ministro de la Guerra a Capitán General. Llegan confidencias de autorizado origen han salido de Inglaterra con rumbo a Cádiz o Canarias los cruceros norteamericanos «Amazonas» y «San Francisco» y aunque seguramente no habrán de intentar acto alguno agresivo en tanto no se rompan hostilidades convendrá vigilarlos y estar prevenidos contra ellos si llegan a presentarse. Excmo. Señor. Con esta fecha dejo al comandante del cañonero «Eulalia» lo siguiente: Noticias oficiales de que de uno de los puertos de Inglaterra han salido para estas

  Morales Lezcano, V. Ob. cit., pp. 617 y 618.   Grenville, J.A.S., p. 43. 48   Márquez Quevedo, J., p. 320. 49   Ibid., p. 325. 46 47

islas dos acorazados norteamericanos. He dispuesto un buque de vigilancia durante la noche a ocho millas al norte [...]. Santa Cruz de Tenerife. 5 de abril de 1898.

Telegrama interceptado. [Traducido del inglés]. A Miller Cónsul en islas Canarias. De New York=palabras 15 depositado 10 á las 12,10 m. Tenga la bondad de telegrafiar estado fortificación, llegada escuadra, cualquier preparación de fuerza.

Gobernador Capitán General: Día 20.

El 5 de abril la Comandancia de la Marina de Santa Cruz de Tenerife trasladó al cañonero «Eulalia» a ocho millas al norte de la isla para que avisara de la presencia de buques norteamericanos. Esta orden fue la primera medida que tomaron las autoridades militares de la región, en espera de un ataque naval por sorpresa a cuenta de la armada de Estados Unidos. El Gobierno español se hallaba en una crisis profunda, alejado de la sociedad. El Ejército se negaba a abandonar Cuba sin combatir. El manejo de la guerra fue caótico, confuso, improvisado y cambiante, pero sobre todo estuvo condicionado a la decisión política de alejarla fuera del teatro metropolitano51. El almirante Cervera era pesimista si ocurría un enfrentamiento con la US Navy. A finales de enero de 1898. Debido a su lento programa de construcción, España había perdido en la carrera del poder naval con Estados Unidos52. El miércoles 6 de abril de 1898 Cervera hace una reflexión en la que las fuerzas estadounidenses pueden capturar fácilmente las Islas Canarias y utilizarlas como base de operaciones contra la Península53. ...si nuestra fuerza naval fuera superior a la de Estados Unidos, la cuestión sería muy sencilla, pues, con cerrarles el paso bastaría, pero como no solamente no es superior, sino muy inferior, tratar de cerrarles el paso, o sea, presentarles una batalla naval con carácter de decisiva, sería el mayor de los desatinos, porque sería buscar una derrota cierta, que nos dejaría a merced del enemigo, que se apoderaría si quisiera de alguna buena posición en las Canarias...54.

50   Archivo Museo Militar de Almeyda. Santa Cruz de Tenerife. Sig. Uni. 1334. Sig. El. 34. 04/04/1898-26/04/1898. «Telegrama interceptado al cónsul norteamericano de llegada de escuadra». 51   Márquez Quevedo, J. Ob. cit., pp. 326, 334 y 335. 52   Trask. D.F. (1981). The war with Spain in 1898. Nueva York. Ed. McMillan, pp. 61 y 62. 53   O’Toule, G.J.A. (1986). The Spanish war. An American epic 1898. United Stated. Norton and Company, p. 167. 54   Pérez Voiturez, A. y Brito, O. (1982). Canarias, encrucijada internacional. Santa Cruz de Tenerife. Círculo de Estudios Sociales de Canarias, p. 39.

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En el telegrama [...] no se expresa firma ni nada que imponga quien lo transmitió y no llegó en poder de la persona de esta ciudad a quien se dirigía50 .

El miércoles 20 de abril de 1898 el ministro de la Guerra Bermejo había ordenado a la escuadra del almirante Cervera poner rumbo a las Indias Occidentales y defender Puerto Rico. Cervera reunió a sus capitanes a bordo del «Colón» y lanzó la siguiente pregunta: Bajo las presentes circunstancias ¿esta flota debería ir a América o por el contrario debería proteger nuestras costas y las Canarias en previsión de cualquier contingencia?

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Si la escuadra hubiera llegado a perderse o hubiese permanecido en las Indias Occidentales, las aguas españolas habrían estado virtualmente sin defensas. Una escuadra norteamericana podría haber realizado un raid sobre la Península y tomar las Canarias con impunidad. Los oficiales de Cervera concluyeron que la única alternativa racional era retornar a las Canarias y le enviaron un mensaje a Bermejo a tal efecto55. Mientras tanto, el jueves 21 de abril de 1898 llega a Tenerife un telegrama informando del desencadenamiento de las hostilidades entre España y Estados Unidos: 21 de abril de 1898. Excm. Señor: «El Excm. Don Ministro de la Gobernación en telegrama de hoy me dice lo siguiente: Regularmente el gobierno recibirá de un momento a otro ultimátum Estados Unidos que dará lugar al rompimiento de las relaciones diplomáticas y [...] recomiendo a V.S preste su atención preferente [...] al mantenimiento del orden por si la excitación de las pasiones comprometiera la tranquilidad pública. En todo caso es necesario velar por la seguridad de los súbditos americanos, tanto para evitar las consiguientes represalias como para mantener nuestro buen nombre y prestigio a la altura propia de los pueblos civilizados [...]»56.

El viernes 22 de abril de 1898 Bermejo se pone en contacto con Cervera. Las Canarias están perfectamente seguras, le dice. Ordena a la escuadra dirigirse a Puerto Rico tan pronto como sea posible. Cervera responde: «Persisto en mi opinión, la cual coincide con la de los capitanes de los barcos, sin embargo haré todo lo posible para acelerar nuestra partida, negando cualquier responsabilidad por las consecuencias»57.

  O’Toule, G.J.A. Ob. cit., p. 172.   Archivo Museo Militar de Almeyda. Santa Cruz de Tenerife. Sig. Uni. 1334. Sig. El. 35. 04/04/1898-14/04/1898. «Información de ultimátum a Estados Unidos. Tenerife». 57   O’Toule, G.J.A. Ob. cit., p. 173. 55

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2.3. Los intereses británicos El Almirantazgo de Gran Bretaña conocía el estado indefenso de las costas canarias, por lo que el Gobierno de la anciana reina Victoria se involucró, a instancias de las casas comerciales radicadas en el Archipiélago, para intentar que no se alterara el control pasivo que ejercía en ellas. Gran Bretaña decidió ser neutral, minimizando su simpatía hacia Estados Unidos, pero atenta a no molestar a Washington con ningún paso en falso58. Arribas Martín menciona que la prensa de Londres se planteaba en mayo de 1898 el interrogante de «cómo se repartiría las posesiones hispanas de África Occidental, Canarias, Ceuta y Melilla». También «a Londres le interesaba tanto la seguridad de Gibraltar como que determinados territorios españoles fueran asegurados contra su enajenación a otra potencia...»59. El carbón fue el núcleo de la defensa de los intereses británicos en Canarias. Para ellos era una cuestión de estado, al tratarse de un enclave en el que existía una estación de suministro reconocida dentro de la red marítima que satisfacía su flota60. 2.4. La amenaza de invasión

1.  Quedarse en una posición defensiva que cubriría un frente amplio situado entre la Península y Canarias. 2.  Cañonear la costa este de Estados Unidos, con el objeto de separar a la flota enemiga y socorrer a Cervera. 3.  Marchar a Filipinas para levantar el asedio de Manila. Todas estas posibilidades también fueron meditadas por el Naval War Board, gracias a los datos que iba recibiendo de sus informadores en Europa61. En Canarias se creía que los estadounidenses no se arriesgarían a una invasión de unas islas tan alejadas de las bases estadounidenses sin antes haber tomado Cuba y regiones periféricas. Sin embargo, el Gobierno envió a Canarias «fuerzas de choque» que arriban en los buques «Montserrat», «San Francisco» y «Antonio López»; eran los batallones «Mallorca», «Cuba», «Luchana» y «Segorbe», al mando del general Segura. El Capitán

  Márquez Quevedo, J. Ob. cit., pp. 344 y 345.   Morera Yerro, M. y Falcón Rivero, L. (1994). «Incidencias de la guerra de independencia de Cuba en Canarias». En Anuario de Estudios Atlánticos. Madrid-Las Palmas, número 40, (Patronato de la «Casa de Colón»), p. 335. 60   Ibid., p. 356. 61   Morera Yerro, M.a y Falcón Rivero, L. Ob. cit., p. 363. 58 59

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El desastre en el Pacífico significó para las Islas una gran tensión. Las variables con las que contaba España tras el desastre de Cavite en Filipinas eran tres:

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General de Canarias declaró vigente el estado de guerra en las Islas y suspendió las garantías constitucionales. A finales de julio de 1898 se conoció en Madrid la decisión del presidente americano Mc Kinley que aseguraba que no permitiría desembarco alguno en las Canarias, ni siquiera para aprovecharlas como base de operaciones contra la Península. El periódico Times británico seguía manteniendo la hipótesis de la pérdida de las Canarias en el caso de resistirse España a aceptar las condiciones que la Conferencia de Paz de París le imponía por parte de los Estados Unidos62. Efectivamente, en el tratamiento de dicha Paz de París, las negociaciones volvieron a poner sobre la mesa de conferencias la presunta cesión de algunas de las islas de Canarias, Baleares o plazas españolas en el Norte de África (concretamente Ceuta) a los Estados Unidos, con lo que el desmantelamiento de la España adyacente hubiese corrido pareja con la pérdida de los archipiélagos del Caribe y del Pacífico, objetivo preferente del Protocolo inicial que firmara J. Cambon y el secretario de Estado norteamericano William R. Day63. Pero estas intenciones estadounidenses no llegaron lejos. De hecho, en julio de 1898, Práxides Mateo Sagasta, primer ministro español, explicó la necesidad de capitular en parte porque las Baleares, las Canarias y la Península española estaban en peligro. Esta amenaza pesó sobre España durante las negociaciones de paz, y de hecho los Estados Unidos contemplaron realizar acciones en este tercer teatro64. Los ayuntamientos de las capitales de las Islas Canarias tomarán algunas medidas defensivas. Veamos algunas de ellas: Ante el temor de una invasión de la capital grancanaria, el ayuntamiento de Las Palmas desplegó —durante los meses de febrero a agosto— una inusitada actividad que cubrió varios frentes (formación de un «Batallón de Voluntarios»; alojamiento y manutención de las tropas llegadas de la Península, etc.) de un mismo objetivo: la defensa de la isla ante un ataque sorpresa de los EEUU. En mayo de 1898 el alcalde de Las Palmas se ve en la necesidad de arengar a los vecinos por medio de una vibrante alocución: Habitantes de Las Palmas: circunstancias azarosas de vosotros conocidas impulsan a este ayuntamiento, representación genuina de la ciudad, a excitaros para que os aprestéis, si el caso llega, a la defensa de vuestros hogares y del suelo sagrado de la Patria. Ante la amenaza de un insidioso ataque por parte de los pérfidos enemigos de España, es deber ineludible poner en juego todas nuestras actividades y energías para sostener enhiesta la gloriosa enseña nacional y defender palmo a palmo, si

  Hernández García, J. (1984). La invasión frustrada de los Estados Unidos a Canarias. Centro de cultura popular canaria, p. 16. 63   Morales Lezcano, V. Ob. cit., p. 625. 64   Dyal, D.H. (1996). Historical dictionary of the Spanish-American war. Connecticut. Greenwood Press.Westport, p. 61. 62

preciso fuere este pedazo de tierra bendita donde descansan las cenizas de nuestros mayores...65.

La colonia inglesa asentada en Gran Canaria colaboró con los canarios prestando ayuda económica y disponiendo de varios locales para acoger a las tropas de la Península66. En agosto de 1898 llegó la noticia del cese de las hostilidades entre España y Estados Unidos. El 11 de mayo de 1898 se proclamó en Santa Cruz de Tenerife el estado de guerra y se formó una compañía de un cuerpo de voluntarios. En febrero de 1899 se levanta la suspensión de las garantías constitucionales. Antonio María Manrique es un cronista que escribe en el periódico «Lanzarote» de Arrecife en 1902. ...en la primera mitad del año 1898, todo fue alarma en Lanzarote, porque de momento en momento eran esperados aquí los yanquis.

Cualquier crucero enemigo nos podía asediar a todos, rindiéndonos por el hambre y la sed, tratando de cortarnos todo medio de comunicación. Era este el mayor conflicto para Lanzarote.

El 19 de julio de 1898 se dio la máxima alerta, pues se esperaba una invasión por la noche; se formaron los voluntarios y se cavaron gran cantidad de trincheras67. El poeta canario Nicolás Estévanez escribió desde París en abril de 1898: Salvo impedimento me iré a la tierra en cuanto la guerra se declare. A los 60 estoy relevado de pelear en Cuba y aún en la península, pero en defensa de la patria chica pelearé hasta los 100 años [...]. Si estoy allí y me hacen caso no habrá bombardeo de Santa Cruz. Para evitarlo basta hacer una defensa floja que les permita operar el desembarco, lo cual no impide que se les tenga preparada la ratonera, aunque sea en la recova [...]. Estoy convencido de que los EEUU necesitan un depósito de carbón cerca del Mediterráneo: para eso les bastaría El Hierro o Lanzarote que estarán casi indefensos; pero si allí me escuchan no tomarán ni los islotes...

  Hernández García, J. Ob. cit., p. 19.   Ibid., p. 20. 67   Hernández García, J. Ob. cit., p. 28.

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A Lanzarote llegaron tropas peninsulares: las del regimiento «Luchana», aunque en escaso número, por lo cual hubo de completarlas con los munícipes de la isla. A la par que los propios vecinos de Arrecife costearon la ropa de cama y otro tipo de necesidades. Se fortificó con piezas de artillería los altos del Risco de Famara, con el propósito de alejar las naves enemigas; no obstante, y pese a los esfuerzos, la defensa de la isla resultaba todavía insuficiente: no había escuadra ni un solo barco de guerra existía para defender las playas de la isla de una posible invasión norteamericana.

En la isla de El Hierro, en abril de 1898, fue movilizada una compañía de Canarias núm. 3. Además se movilizaron 200 hombres, que recibieron una rápida instrucción militar y fueron luego repartidos por la isla68. 3. FIN DE LA GUERRA Pese a tantas alertas, movimiento de tropas y desencuentros, la tan esperada invasión estadounidense nunca se produjo y el 26 de agosto de 1898 se suspendían las hostilidades:

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26 de agosto de 1898. Ministro Guerra a Capitanes Generales y Comandantes Generales. Participo a V.S que ha sido acordada por gobiernos España y Estados Unidos suspensión hostilidades entre fuerzas mar y tierra. Han presentado esta mañana en el domicilio Ministro Estado los embajadores de las seis grandes potencias europeas a manifestar que como corolario de gestiones de sus respectivos gobiernos en Washington creíase conveniente [el cese] de las hostilidades en Cuba reiteradamente pedida por el Santo Padre en su visita el Consejo ministros ha acordado autorizar al general en jefe de aquel ejército para que publique una suspensión de hostilidades por el tiempo que lo estime prudente para preparar y facilitar la paz [...] dejando el honor militar y la dignidad de España sin lastimas sus innegables derechos en la grande Antilla69.

Sin embargo, no será hasta más tarde cuando se revoque la alerta a las unidades militares en Canarias: 3 de septiembre de 1898. Terminadas las circunstancias extraordinarias una vez firmado el protocolo de la paz entre España y los Estados Unidos creo mi deber manifestar a V.S la conveniencia de poner las baterías de Las Palmas, Lanzarote y otras plazas en las condiciones normales de servicio, retirando a los almacenes y repuestos los juegos de armas70.

Aún el 9, 10 y 12 de octubre de 1898 podemos seguir el rastro en los documentos de consiguientes movimientos de tropas en diversas islas como Lanzarote, Gran Canaria y Tenerife.

  Hernández García, J. Ibid., p. 31.   Archivo Museo Militar de Almeyda. Santa Cruz de Tenerife. Sig. Uni. 1334. Sig. El. 35. 04/04/1898-14/04/1898. «Información de ultimátum a Estados Unidos». Tenerife. 70   Archivo Museo Militar de Almeyda. Santa Cruz de Tenerife. Sig. Uni. 1325. Sig. El. 03/09/1898-06/09/1898. «Sobre el fin de las medidas extraordinarias en las baterías de las islas tras la paz con EEUU». 68 69

Respecto a la prensa, según el Diario de Avisos 71 (Tenerife) esa escuadra volante estadounidense de la que tanto se hablaba estaría formado por los «...cruceros Brooklin, Columbia, Mineapolis, Cincinatu, Albany y Nueva Orleans y varios buques auxiliares al mando del contraalmirante Evans». El Diario de Avisos 72 hace un balance de fuerzas de que disponen los archipiélagos Canario y Balear: «...las fuerzas regionales de Baleares y Canarias pueden alcanzar, en caso de guerra, la cifra de 10.000 hombres en cada uno de ambos archipiélagos»73. Pese a tanta alarma social, el diario La Patria 74 publica: «...es difícil que los yankees escojan estas islas como campo de sus principales operaciones [...] Más demos por hecho que los yankees se deciden a intentar un golpe de mano sobre estas islas y analicemos las vicisitudes del viajes. En el largo trayecto inviértense muchos días, de manera que los yankees tienen que proveerse de víveres y combustible para un lapsus de tiempo que no baja seguramente de 5 semanas, porque durante la travesía no hallarán quienes les proporcione lo que está declarado contrabando para las naciones beligerantes en caso de guerra. Unamos a esa carga la dotación de las naves y el ejército de desembarco con toda su impedimenta, y digamos si es empresa facilísima una aventura de esa índole [...]». Unos días más tarde, el Diario de Tenerife 75 recoge un artículo publicado por The World de Nueva York, que ha sido traducido y reproducido. En su inicio dice «...en la posibilidad de una guerra entre España y los Estados Unidos, probablemente nos dirijamos hacia Cuba. Existen otras islas en otras partes del globo, así como ciertos puntos de la península Ibérica que pueden ser accesibles para los que posean el poder en el mar [...] no podrán resistir a nuestros acorazados Alicante, Cartagena, Coruña, Santander y San Sebastián. En una palabra y para no hablar más que de las posesiones insulares, todas caerán en nuestro poder, debido a la incuria de España que ha dejado abandonada la defensa de las costas mismas»76. A estas declaraciones contesta el Diario de Tenerife irónicamente «...Pues a pesar de ese abandono, vengan Vds. Cuando gusten y verán la gran diferencia que hay de lo vivo a lo pintado»77.

 11-4-1898.  15-4-1898. 73   Felipe González, R., Cabrera Acosta, M.A. y Fernández Expósito, J.R. Ob. cit., 71

72

p. 58.

 16-4-1898.  18-4-1898. 76   Felipe González, R., Cabrera Acosta, M.A. y Fernández Expósito, J.R. Ob. cit., pp. 59 y 60. 77   Ibid., p. 60. 74

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4. LA PRENSA EN CANARIAS DURANTE LA GUERRA

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Destaca el patriotismo del Heraldo de Tenerife 78: «Si como aseguran es objeto de su codiciada fementida estas avanzadas españolas en el Atlántico, vengan de una vez y aprenderán de los canarios que arrollaron a las huestes indomables de Drake y de Nelson cual sabe luchar un pueblo viril por su honor e independencia al grito ensordecedor de ¡Viva España!»79. En cuanto a la estrategia militar que se debía seguir para la defensa, destaca La Opinión 80. «Por lo que toca a Canarias el riesgo de un ataque puede presentarse en el momento menos pensado y hay que redoblar la actividad con que se trabaja en fortificar los puertos principales, en perfeccionar la instrucción de las reservas movilizadas, en instalar nuevas líneas [...] telegráficas o telefónicas, en acopiar recursos alimenticios que más adelante pudieran dificultarnos un bloqueo [...] convendrá entregar, si ya no se ha hecho, el armamento a los reservistas movilizados e instruirlos en su manejo todos los domingos en lugar de las dos veces al mes que se venía haciendo y por cierto que sin armas en varios puntos»81. La movilización de las milicias en Canarias repercute negativamente en la actividad económica. El Diario de Avisos 82 dice: «Al quedar los campos y talleres sin brazos a consecuencia del llamamiento a las armas de las reservas, miles de familias carecen del sustento que les proporcionaba el padre, el hijo, y el hermano, llorando en el solitario hogar, más que la ausencia del deudo querido, la falta del pan necesario para la vida [...] porque el hambre, a qué negarlo, comienza a sentirse entre las clases trabajadoras y es preciso, es de urgencia suprema evitarla a todo trance»83. Cada día que pasa la situación se va complicando más. «Aunque todos los canarios estamos dispuestos a derramar la sangre generosa que heredamos de España en defensa de su bandera y de esta tierra, parte integrante de la Patria común, no podemos menos que sentir cierta zozobra y amarga incertidumbre por la noticia de que se acerca a nuestras costas una escuadra yanqui con la inicua intención de destruir nuestros pueblos y apoderarse de ese privilegiado suelo. No es el temor de luchar a brazo partido con las huestes mercenarias de los Estados Unidos lo que nos conturba en estas horas [...] sí la idea desgarradora de ver destruidos por los cobardes explosivos el fruto de tantos afanes en el desencadenamiento de nuestro progreso y mirar la miseria que se va extendiendo en torno nuestro por las trascendentales circunstancias que la anormalidad de la guerra crea»84 .

 23-4-1898.   Felipe González, R., Cabrera Acosta, M.A. y Fernández Expósito, J.R. Ob. cit.,

78

79

p. 61.

  Anónimo, «Lo que urge», La Opinión, jueves 5 de mayo de 1898.   Felipe González, R., Cabrera Acosta, M.A. y Fernández Expósito, J.R. Ob. cit.,

80 81

p. 63.

83

p. 61.

 21-4-1898.   Felipe González, R., Cabrera Acosta, M.A. y Fernández Expósito, J.R. Ob. cit.,

82

  Felipe González, R., Cabrera Acosta, M.A. y Fernández Expósito, J.R. Ibid., p. 67.

84

5. LA POSTGUERRA. REFLEXIÓN Y AUGE DE LA LITERATURA MILITAR Es en estos momentos cuando surge una literatura militar. Se realizan diversos planes de defensa para corregir las deficiencias del despliegue de fuerzas durante la guerra con los Estados Unidos. Así por ejemplo, el coronel Díaz y Rodríguez elabora un plan de defensa de 1899, que tiene como objeto el sentar las bases para crear en el Archipiélago Canario, poco y mal guarnecido militarmente, un cuerpo de ejército, escalonado en una brigada activa y dos divisiones de reserva, amén de dotar a las fortificaciones de la artillería necesaria para poder afrontar con éxito un eventual desembarco enemigo85. Este coronel hace un análisis de las deficiencias ocurridas en el conflicto de 1898 de una manera acertada. Deduce:

CONCLUSIONES A lo largo del siglo xix, los diferentes gobiernos españoles pudieron invertir en las defensas de las Islas, pero por diferentes motivos no lo hicieron, postergándose el problema, que acabaría estallando al entrar España en conflicto con Estados Unidos en 1898. Es entonces cuando se tomó conciencia de la importancia estratégica de las Canarias y su necesidad de defensas y en poco tiempo se intenta hacer lo que no se había realizado en las décadas anteriores. Por fortuna para los habitantes de Canarias y para el Estado, al final no se produjo la esperada invasión, pero fue un toque de atención a los errores de planificación de las defensas. Es por eso que surgió posteriormente esa literatura militar que trata de concienciar a políticos y militares de los fallos y las deficiencias en el sistema defensivo y de las posibles estrategias para remediarlo con menor o mayor acierto. Sin embargo, pese a esta importancia estratégica y comercial de las Islas, sus defensas siguieron siendo pobres comparadas con otros territorios del estado español.

  Castellano Gil, J.M. y Clar Fernández, J. (2009). Los planes de defensa del archipiélago canario en el siglo xix. Santa Cruz de Tenerife. Ediciones Idea, p. 171. 86   Castellano Gil, J.M. y Clar Fernández, J. Ob. cit., pp. 172 y 173. 85

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–  Que al estar separada la provincia de Canarias cerca de trescientas leguas de la Península y careciendo, en estos momentos, de una escuadra poderosa que pudiera socorrerla, apoyarla o defenderla, la defensa del Archipiélago debe basarse en los elementos y recursos propios. –  Que en 1898, las fuerzas militares existentes en Canarias eras escasas, pues no llegaban a los 2.000 hombres. Cantidad insuficiente para defender las siete islas alejadas entre sí 86.

No podemos saber lo que hubiera podido ocurrir si se hubiera producido una invasión de al menos alguna de las islas de Canarias, pero hubiera sido muy difícil, no por la posible resistencia que se pudieran encontrar sino por la mala preparación de las tropas estadounidenses, que desconocían cómo llevar a cabo una operación anfibia en toda regla, por citar un ejemplo de la guerra en Cuba: «el desembarco de las tropas americanas en Daiquiri fue un caos, en medio de cánticos, gritos y todo tipo de desorden. Los barcos no se pudieron acercar a los fondeaderos y ante la falta de barcazas de desembarco, todos los caballos tuvieron que nadar hasta la orilla; muchos de ellos perecieron ahogados. La operación duró varios días y, si las tropas españolas hubiesen estado ubicadas en la playa y resueltas en su defensa, sin duda el desembarco habría sido un fracaso, como reconocieron todos los observadores extranjeros»87. Así pues, serían los elementos naturales y la mala preparación de las tropas estadounidenses los mayores hándicaps para realizar una invasión con éxito más que las tropas regulares y milicias españolas. Por otro lado, sería difícil justificar por parte de Estados Unidos la toma de las Islas Canarias —lejanas respecto al continente americano— si actuaban conforme a la doctrina Monroe, es decir, «América para los americanos». Recibido 16-12-2013. Aceptado: 19-2-2014

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FUENTES DOCUMENTALES –  Archivo Intermedio Militar de Canarias. –  Jable. Archivo de Prensa Digital. http://jable.ulpgc.es/jable/cgi-bin/Pandora.exe/. –  US Army Heritage and Education Center.

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UNA AYUDA INESPERADA. LA DECISIVA INTERVENCIÓN DEL DUQUE DE MEDINA SIDONIA EN LAS CONQUISTAS DE TENERIFE Y MELILLA (1496-1497) Mariano Gambín García Universidad de La Laguna

Resumen En 1496 y 1497 ocurrieron dos acontecimientos debidos a iniciativas particulares con el apoyo político de la Corona castellana, fundamentales para la conformación del estado actual. Se trata de la conquista de la isla canaria de Tenerife y la toma de Melilla. El nexo de unión de ambas gestas fue la intervención del duque de Medina Sidonia aportando gente de guerra e impedimenta, de forma que ambas empresas pudieron llevarse a cabo gracias a su presteza y disponibilidad. Analizaremos ambas incorporaciones a Castilla: desde el entorno socioeconómico del bajo Guadalquivir y los momentos históricos en que se producen, pasando por las motivaciones políticas y personales de sus protagonistas, hasta el papel de la Corona, todo ello con una revisión crítica y comparativa de los datos contenidos en las crónicas tradicionales a la vista de otros nuevos surgidos del estudio de la documentación de la época. La coincidencia de otros grandes acontecimientos en Castilla en aquellas fechas de trascendencia internacional ha hecho que estos otros logros de los castellanos hayan tenido menos relevancia, pero a la larga sus consecuencias han sido tan profundas que perviven hoy día como parte intrínseca de nuestro país.

Abstract «An unexpected help. The decisive intervention of the Duke of Medina Sidonia in the conquests of Tenerife and Melilla (1496-1497)». Two events due to private initiatives with the political support of the Castilian Crown, that were fundamental for the formation of the current Spain took place in 1496 and 1497. It is the conquest of the Canary Island of Tenerife and the taking of Melilla, The nexus of both feats was the intervention of the Duke of Medina Sidonia bringing soldiers and impedimenta, in such a way that both companies could be carried out thanks to their swiftness and availability. We’ll discuss both additions to Castile: from the bajo Guadalquivir socioeconomic environment and historical moments in which they arise, through the political motivations and personal of their protagonists, until the role of the Crown, all with a review critical and comparative of the data contained in the Chronicles of the Traditional view of new ones that emerge from the study of the documentation of the era. The coincidence of other major events in Castile at that time of international significance has made these other achievements of the Castilians have had less relevance, but in the long run, their consequences have been so deep that they survive today as an intrinsic part of our country. Key words: colonization Catholic monarchs, conquest of Tenerife, conquest of Melilla.

Revista de Historia Canaria, 196; abril 2014, pp. 185-204; ISSN: 0213-9472

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Palabras clave: Colonización, Reyes Católicos, conquista de Tenerife, toma de Melilla.

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1. INTRODUCCIÓN. UNA REVISIÓN DE DATOS En varias de mis cortas pero provechosas estancias en el Archivo General de Simancas, pude comprobar con sorpresa la enorme cantidad de documentación del siglo xvi que existe en dicho archivo sobre el norte de África en general y sobre Melilla en particular. Esta documentación, que no ha sido utilizada hasta nuestros días salvo por Rafael Cruz Gutiérrez, encierra dentro de muchos legajos información de primera mano de la vida en Melilla en aquellos primeros años, justo todo lo contrario de lo que ocurre respecto de la historia de Canarias en los primeros años de aquel siglo, en que la penuria documental en que nos movemos es asombrosa en comparación con la existente para Melilla. Se da una contradicción clara entre las fuentes que hasta ahora han inspirado la historia de Melilla conocida hasta ahora, basada principalmente en tres crónicas del siglo xvi que se copian unas a otras, a las que se añade algún documento suelto, y aquella historia desconocida de Melilla de los siglos xvi y xvii, de la cual no habla ninguna crónica, pero de la que sin embargo existen miles de documentos que permitirán redactarla. Lo bueno es que las fuentes existen, y con interés, paciencia y esfuerzo se podrán rescatar los detalles con los que recrear un prometedor e interesantísimo cuadro histórico de los primeros siglos de la Melilla española. Muchas veces, el contenido de los documentos no coincide con la tradición histórica. En el caso de Melilla ocurre y ocurrirá a medida que aparezcan nuevos documentos, que de seguro hay no sólo en el archivo simanquino, sino también en los archivos locales del área del bajo Guadalquivir, que es donde se origina nuestra historia. A la hora de plantear esta conferencia, no me ha sido difícil encontrar un nexo de unión entre Tenerife, la isla donde resido, y Melilla, la ciudad donde nací. Aunque parezca difícil, hubo un momento en la historia en que estas dos zonas geográficas, bastante distantes entre sí, tuvieron una relación estrecha a través de la intervención de las tropas del duque de Medina Sidonia a finales del siglo xv, que a continuación paso a referir. 2. LA CASA DE MEDINA SIDONIA Y SU ENTORNO El triángulo formado por Cádiz, Sevilla y Sanlúcar fue un foco de atracción comercial inevitable cuando el comercio europeo no se limitó al Mediterráneo y dio el salto al Atlántico. La desembocadura del Guadalquivir era una escala obligada para los barcos mercantes tanto en uno como en otro sentido. A estas condiciones naturales, ayudó el hecho, a partir del siglo xiv, del establecimiento paulatino de comerciantes y navegantes extranjeros, sobre todo genoveses, en los puertos atlánticos. Su asentamiento conllevó la introducción de nuevos conocimientos náuticos y nuevas técnicas comerciales y financieras, que perfeccionaron en sus nuevos tierras adoptivas para sus propios intereses, pero que también fueron bien aprovechados por sus anfitriones. No se puede decir que la ex-

  Pérez, J.: Isabel y Fernando. Los Reyes Católicos, Madrid, 1988, p. 49.

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pansión portuguesa y castellana del siglo xv por el Océano se deba exclusivamente a la presencia de extranjeros en sus puertos, pero es indudable que éstos ejercieron un papel importante como apoyo económico de las exploraciones hacia el sur. La Península Ibérica era un destino natural a un importante comercio de oro y especias, que el despliegue turco en el Mediterráneo oriental había encarecido notablemente. El planteamiento de estos comerciantes del sur andaluz era simple, trataban de evitar los insufribles intermediarios del comercio de larga distancia, e intentar llegar a los lugares donde se producían los objetos deseados y adquirirlos in situ, ganando tiempo y evitando costes. Las especias y el oro impulsaron la navegación portuguesa por la costa africana. Sin embargo, los portugueses no estaban solos en esta carrera. A raíz de la ocupación de los territorios musulmanes de la cuenca del Guadalquivir por el rey de Castilla en el siglo xiii, se establecieron en su fachada atlántica unos castellanos inquietos, que desplegaron una intensa actividad militar, comercial y pesquera que compitió directamente con los portugueses y catalanes en el tráfico marítimo del estrecho de Gibraltar. No obstante, el desarrollo hacia el sur de los andaluces, que se planteaba similar al portugués, se vio limitado por acuerdos políticos que establecieron definitivamente el cuasi monopolio portugués en la costa atlántica africana. La situación política de ambos reinos no fue igual en el siglo xv, una Castilla con graves problemas internos dio primacía a su consolidación política antes que emprender la aventura atlántica. Los tratados de Alcáçovas son la renuncia de Castilla a África, salvo Canarias, a cambio del reconocimiento de Isabel como reina castellana. Sin embargo, aunque la expansión política quedara abortada, no ocurrió lo mismo con la económica. Sevilla, el más seguro puerto del mundo, se convirtió por su situación geográfica, en el interior pero con conexión directa al mar, en el nudo comercial principal de todo el sur peninsular. Su idoneidad, ya perfectamente conocida en la época musulmana, ayudó decisivamente en el desarrollo comercial de los andaluces, y atrajo consiguientemente a todas las naciones comerciales europeas. Al igual que Venecia se había visto favorecida en su trato con los turcos, en esta ocasión fue Génova la que aprovechó mejor su oportunidad, facilitada por una serie de guerras de Castilla con Aragón que hizo perder a los comerciantes de esta nación su papel predominante en los puertos castellanos. En Cádiz se importaba oro, cueros, cera, azúcar, paños de Flandes y de Inglaterra, y sobre todo esclavos. Se reexportaban los mismos productos, más atún y sedas de Granada1. En Sevilla el negocio principal era el aceite. Los genoveses fueron los mayores compradores de Sevilla, en parte debido al hecho de que necesitaron enormes cantidades para la fabricación del jabón. También compraron, principalmente para el abasto de Génova, otros productos del campo andaluz como trigo y garbanzos. Exportaron aceite, frecuentemente con jabón, a Brujas, Londres, África y Quíos. Tampoco se desdeñaba el tráfico de esclavos ni las actividades propias de

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banca 2. En el siglo xvi Cádiz fue la principal plaza de destino del azúcar canario. Una amplia red de factores allí instalados lo reexportaba tanto al Atlántico norte como al Mediterráneo. Génova era el segundo destino directo3. Todo esto hizo que Cádiz, Sevilla, Sanlúcar y su entorno se convirtieran en las bases más apreciadas de los comerciantes genoveses en el sur ibérico4. Los comerciantes andaluces y, posteriormente, burgaleses y vascos compitieron o se asociaron con los mercaderes extranjeros asentados en estas ciudades. La interrelación de los principales personajes del comercio entre sí a finales del siglo xv evidencia unos contactos muy estrechos en los negocios. En suma, como dice Ladero Quesada, «no es raro que aquella acumulación de práctica mercantil, capitales, medios y hombres haya sido el precedente inmediato del protagonismo andaluz en las rutas hacia el Nuevo Mundo»5. La riqueza comercial de esta zona geográficamente privilegiada no hacía sino beneficiar a la casa de Medina Sidonia. Establecidos allí los Guzmán desde la conquista de Andalucía por Fernando iii, habían prosperado con una acertada política de paulatino acaparamiento de propiedades inmuebles, rentas y prebendas honoríficas. No vamos a entrar en los servicios que los sucesivos condes de Niebla primero, y duques de Medina Sidonia después, aportaron a la Corona de Castilla. Fueron muchos, y de ello se beneficiaron en gran medida. Podemos decir que la casa noble más importante de Andalucía fue la de Guzmán, ya que sus titulares fueron señores de Sanlúcar de Barrameda desde 1295 y de otros lugares y tierras en el bajo Guadalquivir a partir de 1282; fueron condes de Niebla desde 1369 y duques de Medina Sidonia en 1445, y marqueses de Gibraltar entre 1488 y 15026. El duque de Medina Sidonia era uno de los nobles más ricos de Castilla. Según el cronista de la época Lucio Marineo Sículo, sus rentas se elevaban a 55.000 ducados anuales, es decir, unos dos millones maravedíes7. Los ingresos básicos provenían de las propiedades rurales y de las rentas perpetuas que en forma de juros o censos percibían, a lo que se unía los salarios por el desempeño de altos puestos de la administración de la Corona. No obstante esta preponderancia, los Guzmán tuvieron una familia competidora en los Ponce de León. Tal vez menos rica en bienes raíces, no lo era menos en influencia personal, tanto a nivel de la Corona como en seguidores en la ciudad

2   Morales Padrón, F.: Historia de Sevilla. La ciudad del Quinientos, Sevilla, 1989 (3a edic. revisada), p. 81. 3   Lobo Cabrera, M.: «Canarias y los mercados del azúcar en el siglo xvi», en História do Açúcar. Rotas e mercados, Madeira, 2002, p. 215. 4   Morales Padrón, F.: Historia de Sevilla. La ciudad del Quinientos, op. cit., p. 127. 5   Ladero Quesada, M.A.: La España de los Reyes Católicos, Madrid, 1999, p. 92. 6   Ladero Quesada, M.A.: Historia de Sevilla. La ciudad medieval (1248-1492), Sevilla, 1989, p. 137. 7   Cita en Morales Padrón, F.: Historia de Sevilla. La ciudad del quinientos, op. cit., p. 70, nota 3.

  Ladero Quesada, M.A.: Historia de Sevilla. La ciudad medieval..., op. cit., p. 137.   García Figueras, T. y Rodríguez Joulia Saint-Cyr, C.: Larache. datos para su historia en el siglo xvii. Madrid, 1973. 10   Barbadillo Delgado, P.: Historia antigua y medioeval de Sanlúcar de Barrameda, Cádiz, 1945, p. 225. 8 9

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de Sevilla y su entorno. A través de segundones y mujeres de sus linajes respectivos, los Guzmán y los Ponce de León se emparentaron en el siglo xv con casi todos los pequeños linajes sevillanos y, mediante la entrega de un sueldo, contaron con la fidelidad militar y política de diversos caballeros que aceptaron ser sus vasallos directos. A modo de anécdota, baste decir que a Enrique de Guzmán, en torno en 1474, se le denominaba humorísticamente duque de Sevilla, título que no existía en la realidad8. La coexistencia de estos dos gallos de pelea no podía ser pacífica y, por una o por otra causa, acabaron enfrentados y enfrentaron a sus seguidores entre ellos. La situación llegó a ser alarmante, con luchas e incendios en las calles de Sevilla. Tuvo que ser la presencia de los Reyes Católicos en Sevilla la que acalló las disputas, con la orden salomónica de los monarcas de que ambos nobles vivieran fuera de la ciudad. La guerra de Granada los distrajo de sus disputas y unieron sus fuerzas contra el enemigo musulmán. Como uno de los premios por sus servicios, en 1489 los Reyes Católicos vincularon al Ducado de Medina Sidonia la Capitanía General de la Mar y Costas de Andalucía, con sede en la ciudad de Sanlúcar, corte de los Duques9. La elección de la villa venía dada no sólo por su estratégica localización, sino también por el auge económico que había alcanzando en los anteriores decenios, debido principalmente a las franquicias impositivas del puerto, obtenidas en torno a 1300, a las ferias anuales y a la protección real de los comerciantes bretones, circunstancia de la que se aprovecharon los mercaderes extranjeros en general10. El 25 de agosto de 1492, después de la caída de Granada y tras volver a Sevilla, falleció el duque Enrique Guzmán. El nuevo duque, Juan Alonso de Guzmán, como era usual, solicitó a los monarcas la confirmación de los títulos y señoríos familiares. La reina Isabel siempre había deseado que la plaza de Gibraltar, conquistada por los Medina Sidonia años antes, pasara a control de la Corona, e intentó coaccionar al joven duque, dilatando la ratificación de sus privilegios. El chantaje, si puede llamarse así, era claro, sólo confirmaría al nuevo duque si aceptaba la permuta de Gibraltar a cambio de Utrera. Éste, defensor de una conquista que había traído de cabeza a varios de sus antepasados, muriendo incluso ante sus muros alguno de ellos, no pudo aceptar el trueque, produciéndose un enfriamiento de relaciones que a la postre fue el origen de la conquista de Melilla. Pero no nos adelantemos, ya que el joven duque entraría como actor de primera fila en la historia española a raíz de una previa e inesperada intervención militar.

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3. LA CONQUISTA DE TENERIFE A finales del siglo xv la política expansiva de los Reyes Católicos había sufrido un parón notable tras el esfuerzo militar y económico que supuso la conquista de Granada. Las noticias del descubrimiento de las Antillas, con la organización de varias expediciones en pocos años ayudaron a posponer cualquier tentativa de que las tropas castellanas traspasaran el estrecho de Gibraltar. Además, en 1495 la Corona se vio impedida para afrontar proyectos de envergadura al comenzar la guerra en Italia. Los recursos debían destinarse al nuevo frente de batalla. Esta situación de precariedad económica, que tenía sus antecedentes varios años atrás, propició que algunas empresas descubridoras y conquistadoras sólo pudieran salir adelante si eran encomendadas a particulares. Es el caso del fallido intento de apertura de las expediciones y comercio americano en detrimento del monopolio de Colón y a favor de las iniciativas particulares que se sucedían en aquellos momentos. También es el caso de la adjudicación a un particular, el capitán Alonso de Lugo, de la licencia para conquistar la isla canaria de La Palma en 1492. El éxito en su empresa en tan sólo un año y a un coste muy bajo para el erario real, motivó que la Corona viera con buenos ojos la propuesta que el conquistador Lugo les hizo para conquistar la isla de Tenerife. Una isla mayor, más rica, que prometía mayor botín y fértiles tierras, todo ello con una participación económica simbólica del tesoro público. En 1494, con la licencia real en la mano, Alonso de Lugo invirtió todo su capital y hacienda para levantar un ejército de más de mil peones y cien caballeros. Alonso de Lugo, cómo no en este mundo de casualidades, era oriundo de Sanlúcar de Barrameda, hijo de una familia de comerciantes que había establecido estrechas relaciones con los mercaderes genoveses más prósperos de Sevilla. Como segundón, su dedicación fue la milicia, y la situación familiar le facilitó la participación en la conquista de Gran Canaria entre 1478 y 1483 como uno de los capitanes bajo el mando del gobernador conquistador, el jerezano Pedro de Vera. La familia también le ayudó a levantar una hacienda azucarera con el ingenio más próspero de Gran Canaria a finales del siglo. Sin embargo, Lugo no era un empresario agrícola, como muchos de sus coetáneos, necesitaba algo más que quedarse como rico hacendado en aquella isla. Así nació el deseo de ser el conquistador de las islas aún por incorporar a la corona de Castilla: La Palma y Tenerife. Como ya adelantamos, el éxito en La Palma le llevó a intentarlo en Tenerife. Una sociedad mercantil con varios mercaderes establecidos en Sevilla le procuró los fondos necesarios para acometer el desembarco con un ejército de mil trescientos combatientes, el más grande que se había visto en el Archipiélago. Muchos de los enrolados desconocían la difícil orografía tinerfeña y las tácticas de los aborígenes. De tal manera que el grueso del ejército cayó en una emboscada en un barranco donde no podían valerse de los caballos y la superioridad de las armas. La derrota fue total, la retirada terminó en desbandada y la fuerza expedicionaria, reducida a 300 soldados, acabó por dejar la isla y volver a Gran Canaria. Pero Lugo no era de los que se arredraba ante las dificultades. El capitán andaluz quería volver a Tenerife a intentarlo de nuevo, pero para ello necesitaba un ejército nuevo, o lo que es lo mismo, mucho dinero para levantarlo. A la hora de

Estos cuatro armadores... dieron poder a Gonzalo Xuárez de Maqueda (Quemada), vecino del Puerto de Santa María, que a la sazón estaba en la ciudad de Las Palmas, en Canaria, para que en su nombre hiciese compañía con cualquier personas que quisiesen ayudar a la dicha conquista de esta isla, con seiscientos hombres y treinta caballos, que, quitados costos y costas y quinto, se partiese la presa de esclavos, ganados y los demás que se hubiese por medio, y la mitad se partiese entre los soldados y la otra entre los dichos armadores. Este poder se dio en Canaria, en trece de junio del año de mil y cuatrocientos y noventa y cuatro, ante Gonzalo García de la Puebla, escribano público11.

  Espinosa, Fr. A. de: Historia de nuestra señora de Candelaria (1594), op. cit., p. 105.

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buscarlo, Lugo tuvo que acudir a todos los medios posibles. El concierto con sus socios no preveía la aportación continua de dinero por parte de aquéllos, y en aquel momento Lugo no podía esperar a renegociar el acuerdo ni a que sus asociados tuvieran liquidez. Así, resolvió obtenerlo a través de dos fuentes. Por un lado, la liquidación de su patrimonio personal y, por otro, la ayuda ajena a través de préstamos o acuerdos económicos de colaboración. Según testimonios de sus compañeros de conquista, Lugo se deshizo entre la primera y segunda entrada de todos sus bienes en Sanlúcar y Sevilla, sobre todo para pagar las soldadas de los supervivientes. También tenemos noticia de que gastó todo el dinero de la dote de su mujer, llegando a vender hasta la ropa y muebles. A pesar de estos esfuerzos, Lugo comprobó con pesar que todos los ingresos no eran suficientes para liquidar las deudas pendientes, por lo que no le quedó otra alternativa que vender la hacienda de Agaete, su bien más preciado. El comprador fue el mercader genovés Francisco Palomar, uno de los componentes de la sociedad de conquista. Finalmente, Lugo pidió y obtuvo varios préstamos personales: comenzó con un préstamo de 800 doblas que le dejó Lope Fernández, uno de sus compañeros de conquista. Después concertó otro, de la importante cantidad de 600.000 maravedíes con doña Inés Peraza, acordando con ella dejar como garantía de pago la libertad de sus hijos, que quedarían como rehenes en casa de aquélla. Sin embargo, todavía no era suficiente, lo recaudado daba para cancelar las deudas de la primera entrada y poco más. Para la ayuda militar, los socios pensaron en el Duque de Medina Sidonia, que podía levantar un ejército fácilmente como había demostrado varios años antes en las campañas granadinas. El duque era conocido de todos ellos por su residencia en Sanlúcar y Sevilla, lo que conllevaba una cierta familiaridad que podía ayudar a que se decidiera a ayudar en la conquista. Posiblemente se decidiera pedir ayuda a este noble por estar en aquellos momentos en Gran Canaria Gonzalo Suárez de Quemada, criado del Duque y representante o factor de sus intereses económicos. Éste aceptó la propuesta que le hizo la sociedad de conquista de que hablase con el duque, quedando constancia de su apoderamiento por parte de los socios en el relato de Espinosa:

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Como vemos, y da la impresión de que el documento es auténtico, la oferta de los armadores era generosa: la mitad de las presas, una vez descontados los gastos y quintos reales. Con esta premisa, Suárez de Quemada se trasladó a Andalucía, donde trató del asunto con el Duque, a quien le pareció bien el proyecto, decidiendo enviar una fuerza expedicionaria de mil peones y cincuenta caballeros al mando de uno de sus hombres de confianza, Bartolomé de Estopiñán12. Alonso de Lugo, tras entrevistarse con los Reyes, que le ratificaron en su misión, volvió a Sevilla, donde trató con comerciantes la adquisición de pertrechos y mantenimientos. No tardó mucho en estos preparativos y se embarcó en cuanto pudo hacia Gran Canaria, donde debió llegar antes de finalizar el año 1494. Según se desprende de los acontecimientos posteriores, Lugo tenía planeado una conquista en dos fases. En la primera, con una tropa compuesta de los restos de la primera entrada, los vecinos de las islas de señorío enviados por sus señores, más otros enrolados en la misma Gran Canaria, trataría de establecer una cabeza de puente consolidada, con la reconstrucción de una torre en la costa, destruida por los guanches, y el levantamiento de otra nueva en el camino al interior de la isla. La segunda fase comenzaría con la llegada de la fuerza expedicionaria del duque, que se esperaba para el verano. Lugo llevaba consigo personas cercanas a su entorno diario. Iban familiares cercanos, como Jerónimo de Valdés, Andrés Suárez Gallinato, Pedro Benítez «el tuerto», Juan Benítez, y Antón Sánchez de Turel. En el ejército castellano enrolado en Gran Canaria se encontraban, entre muchos otros, Francisco de Albornoz, Guillén Castellano, Mateo Viña, Fernando del Hoyo, Hernando de Llerena, Ibone de Armas, Lope de Salazar, Pedro Mexía, Juan de Badajoz, Francisco de Medina, Alonso Sánchez de Morales, y Diego Hernández Amarillo. También lo acompañaba, al igual que en la primera entrada, un contingente de aborígenes grancanarios, lo que evidencia el carácter carismático de Lugo, como don Fernando Guadarteme, que acudía «con sesenta parientes»13, y Rodrigo el cojo, Juan Dara, Pedro Mayor, etc. También le llegó gente de las islas de señorío, como atestiguan algunos combatientes14.

  Archivo General de Simancas (en lo sucesivo AGS), Registro General del Sello (en lo sucesivo RGS), 5 de octubre de 1504.: «Que Alonso de Lugo, Adelantado que agora es de la ysla de Tenerife fue desbaratado por los canarios e le mataron çiertos onbres e le echaron fuera de la dicha ysla; e quél pasó a la dicha ysla de Gran Canaria, e de allí enbió a pedir socorro al duque de Medina Sidonia, el qual dicho duque, por serviçio de Dios e nuestro, le envió a socorrer con mill onbres a pie e çinquenta de cavallo, (y) enbió al dicho Bartolomé de Estopyñán de la dicha gente». 13   En el proceso de información de nobleza realizado por Margarita Fernández Guanarteme, hija de don Fernando Guadarteme en 1526, la última pregunta del interrogatorio de testigos, la 15, rezaba así: «Iten si saben que sus Altezas por su Real Cédula mandaron a el dicho D. Fernando Guadnarteme ir a la conquista de las Islas de Tenerife y de La Palma a les servir en las ayudar a ganar, y el dicho D. Fernando así lo hizo e trabajó e sirvió mucho en la conquista de ellas en la compañía del Adelantado e Capitán D. Alonso de Lugo con sesenta parientes principales de los naturales de esta Isla de la Gran Canaria a sus propias costas y espensas donde gastó todos los mas de sus bienes que en esta Isla le habían quedado». El documento en Chil y Naranjo, G.: Estudios históricos, climatológicos y patológicos de las Islas Canarias, Las Palmas, 1876-79, vol. iii, p. 212 y ss. 14   Testimonio de Hernández Amarillo en 1509: «e que el dicho Adelantado en la dicha conquista fizo muchos gastos, e le socorrió doña Inés con gente de su tierra, que vinieron a la dicha 12

Es difícil fechar el segundo desembarco por falta de datos fiables. En un documento de marzo de 1495 ya se habla de que el ejército que había partido de Gran Canaria estaba en Tenerife, donde había tenido tiempo de capturar guanches enemigos:

Lo que sí es seguro es que Lugo volvió a desembarcar en las playas de Añazo, y se dedicó de inmediato a reedificar la torre de Santa Cruz16, y una vez terminada, dispuso que se levantara otra en la parte alta del camino que sube a La Laguna, en el lugar que se denominó Real de Gracia17. Los meses siguientes los emplearía Lugo en reafirmar las paces con bandos guanches amigos. El cuerpo expedicionario se mantuvo en sus torres durante varios meses escaramuceando con los guanches mientras llegaban las tropas del Duque de Medina Sidonia. En este período contactó con los guanches de guerra y trató de conseguir su rendición, petición que debió sonar chocante a quienes habían expulsado a los castellanos por la fuerza meses antes. No tenemos fechas documentales del arribo del tan ansiado refuerzo del Duque, cifrado en «mill onbres a pie çinquenta de cavallo»18. Los historiadores del siglo xvi dan como fecha del desembarco en Tenerife la del 2 de noviembre de 1495, lo que nos parece demasiado tiempo, sobre todo si es cierto que Lugo ya estaba en la isla desde marzo. Es extraño que los guanches no trataran de expulsar masivamente a los intrusos en los días siguientes al desembarco y esperaran a que llegara más gente castellana. Además, se daba la circunstancia de que la prórroga del plazo otorgado por los Reyes Católicos a Lugo para finalizar la conquista cumplía el 31 de diciembre. Por ello, ponemos en duda un arribo tan tardío, sobre todo por el testimonio del capitán del Duque, Bartolomé de Estopiñán, que años después manifestaría haber servido en la conquista: «el dicho Adelantado e él (Estopiñán) tornaron a la

conquista, porque este testigo lo vido y era y es público». Rosa Olivera, L. de la, y Serra Ràfols, E.: El Adelantado D. Alonso de Lugo y su residencia por Lope de Sosa, La Laguna, 1949. 15   AGS, RGS, 4 de marzo de 1495, fol. 37. 16   Testimonio de Benítez en la residencia de 1509: «e que después tornaron a rehacer e venir a Tenerife, e desenvarcaron en el puerto de los Cavallos e vinieron a Santa Cruz, y que allí ficieron aquella torre a costa e misión del dicho Adelantado». Rosa Olivera, L. de la, y Serra Ráfols, E.: El Adelantado D. Alonso de Lugo..., op. cit., La Laguna, 1949. 17   AGS, RGS, 20 de enero de 1496, fol. 23. Uno de los pocos testimonios directos de estos hechos nos ha llegado de unos soldados que sirvieron con Lugo: «e quel dicho Alonso de Lugo les rogó, pues que en ello usasen temor de Dios e nuestro, que se fuesen con él a la dicha ysla de Tenerife a faser dos fortalesas; e que ellos, por nos servir e por los juramentos e promesas quel dicho Alonso de Lugo les fiso que serían pagados e satisfechos, e se bolvieron e fueron con él; e estovieron trabajando las dichas fortalesas e en la villa que se fase, peleando e fasyendo la guerra a los canarios, donde diz que fueron muertos los más dellos» 18   AGS, RGS, 5 de octubre de 1504.

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que ellos (Lugo y sus socios) e los cavalleros y peones que están en dicha conquista enbían a estas çibdades y villas algunos esclavos y cabtyvos de la dicha ysla de los quales caben de sus partes a vender o para sus casas, e que en esas dichas çibdades e villas e logares e puertos les pedís y demandáys derechos15.

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conquista de la dicha ysla, e estovieron en ella dos años hasta que se acabó de ganar la dicha ysla»19. De la anterior frase parece deducirse que Estopiñán acompañó a Lugo desde un principio, por lo que habría que anticipar la llegada del refuerzo andaluz más de siete meses. Llegado Estopiñán con sus tropas, Lugo, que con todos contaba con unos mil quinientos peones y cien caballeros, decidió ponerse en movimiento hacia el interior de la isla, dejando una guarnición en el Real de Santa Cruz. Por lo que se conoce, se topó con un gran contingente de fuerzas guanches, que les cerraron imprudentemente el paso al llegar al valle de La Laguna. Allí, en un terreno abierto, favorable a los caballos y armas de fuego, se trabó una violenta batalla en la que el mayor número de los naturales compensaba la superioridad técnica de los europeos. Durante horas la suerte de la contienda se mantuvo indecisa. Tenemos el testimonio valiosísimo de uno de los conquistadores que quedó en retaguardia, y que relata cómo, a medida que pasaban las horas sin noticia de la batalla, los castellanos y grancanarios dudaban sobre la medida a tomar. Las fuerzas de Lugo no lo estaban pasando nada bien, y el refuerzo inesperado de quienes se habían quedado en la retaguardia inclinó la balanza de la batalla a favor de los castellanos, que pudieron vencer ese día: «mediante lo cual salió el Adelantado del aprieto en que estaba y hubieron vitoria»20. Esta victoria fue decisiva en la suerte de los guanches de guerra. El descalabro de éstos es similar al sufrido por Lugo meses antes en Acentejo, con el inconveniente evidente de que los naturales no podían obtener refuerzos para sus bajas. La puerta de la costa norte de la isla estaba abierta y los ocupantes no tardarían en aprovechar esa circunstancia. Además, según la tradición, otro hecho facilitó las cosas a los conquistadores, y fue que recorrió en esos días la isla una enfermedad epidémica que se cobró muchas vidas aborígenes, lo que debilitó aún más las fuerzas opositoras a Lugo. Lugo, sabiendo que el tiempo apremiaba y deseoso de terminar pronto las hostilidades, resolvió enviar un emisario al rey de Taoro, el más poderoso, con la intención de lograr la pronta rendición de los rebeldes. La negativa a la rendición inmediata, actitud valiente y orgullosa de los aborígenes, fue la ruina de todos los guanches de los bandos de guerra. Encorajinados los castellanos de la resistencia guanche, con el recuerdo de los compañeros muertos en la primera entrada, entraron a saco en los valles norteños donde, según la tradición histórica, sólo se les ofreció resistencia en la zona de Acentejo, la misma del «desbarato». Pero en esta ocasión los europeos llevaban la lección aprendida y contrarrestaron oportunamente el ataque aborigen, venciendo en esta ocasión a lo que quedaba de las fuerzas guanches en estado de tomar armas. Después de este choque, al que se ha llamado «la victoria de Acentejo», prácticamente toda la isla estaba en manos de Lugo. Los historiadores del siglo xvi ilustran el episodio de

 Ibídem.   Testimonio del conquistador Gonzalo de Fuente en el proceso de información de nobleza realizado por Margarita Fernández Guanarteme en 1526, en Chil y Naranjo, G.: Estudios históricos, climatológicos..., op. cit., vol. iii, p. 215. 19

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la derrota con el suicidio honorable del último mencey de Taoro, Ventor, que decidió afrontar la muerte por su propia mano antes que la esclavitud bajo los castellanos. A comienzos de 1496, Lugo, conocedor de lo poco que quedaba para terminar la conquista, decidió evitar gastos licenciando a parte de sus fuerzas que ya consideraba innecesarias, embarcándolas rumbo a Gran Canaria y Andalucía, prometiéndoles su pago en el breve lapso que faltaba para terminar las operaciones21. La fecha de la finalización, al menos oficial, de la conquista debe fijarse en el mes de febrero de 1496, ya que el día quince ordenó Lugo el licenciamiento del resto de las tropas y el regreso de todos aquellos que no quisieran quedarse a vivir en la isla. Para esta fecha nos basamos en la fecha aportada por el conquistador Diego de Maldonado para el pago de su soldada:

La fuerte oposición desplegada por los guanches tuvo como consecuencia su inmediata esclavización. Los vencedores veían en los cautivos la fuente de ingresos con los que resarcirse de los numerosos gastos y lograr algún beneficio para tanto esfuerzo. Sobre la suerte de los aborígenes hablaremos en otro capítulo, pero baste adelantar que los esclavos fueron el único bien de venta inmediata que los castellanos pudieron disponer al acabar la contienda, por lo que no dudaron ni un momento en aprovecharlos como mercancía y como forma de pago para cubrir los gastos de la conquista. La avaricia de algunos conquistadores llegó al punto de aprovecharse incluso de los guanches de paces a la mínima oportunidad que les dieran éstos para ello. El duque recibió su cuota de esclavos y unas excelentes tierras de riego donde con el tiempo levantaría uno de los más grandes ingenios azucareros de la isla. 4. LA TOMA DE MELILLA La continuación de la reconquista «allende», como se decía entonces, es decir, en suelo africano, fue un anhelo constante de la reina Isabel una vez acabó la guerra de Granada. El hecho de que esta idea no fue abandonada, aun cuando las circunstancias internacionales no permitían siquiera plantearse destinar ni un maravedí a ella, se demuestra con la actividad de Hernando de Zafra, secretario de los monarcas. En estos años a su instancia se suceden varios viajes a la costa norteafricana de personas de confianza, que a su vuelta emiten informes sobre la situación en los enclaves costeros. Conocemos los viajes del corregidor de Alcalá Lorenzo de

  AGS, RGS, 20 de enero de 1496.   Cédula de 28 de diciembre de 1502. En Rumeu de Armas, A.: La conquista de Tenerife, Santa Cruz de Tenerife, 1975, p. 467. 21

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desde mediado el mes de abril fasta mediado el mes de hebrero del año de noventa y seys, que son veynte e dos meses, setenta e tres mill e tresyentos e veynte maravedis, a rasón de quarenta mill maravedís que ovo de aver por año del tiempo que sirvió por nuestro mandado en las yslas de la Grand Canaria 22.

Padilla, así como de los comerciantes Olarte y Basurto. También informó de ello el comendador Martín Galindo y aun algún autor considera que también viajó el artillero real Francisco Ramírez de Madrid. Un episodio de cierta importancia y apenas conocido, que ha sido dado a la luz recientemente, es el derivado de varios documentos cortesanos hallados en Simancas. A través de ellos conocemos las negociaciones que los Reyes Católicos tuvieron en 1494 y 1495 con el alguacil musulmán de Melilla y otros vecinos de la ciudad. De los informes facilitados por Galindo y Ramírez de Madrid tras el último viaje, los monarcas estaban convencidos que conquistar Melilla dejaba de ser una empresa inmediata: y visto su relaçion, paresçenos que aquel negoçio no es cosa que pueda agora nos convenir entender en ello.

Por ello ordenaban al conde de Tendilla, gobernador de Granada, y al secretario Zafra que se lo hiciesen saber el alguacil melillense, haciéndole, por su disposición favorable a los castellanos, una oferta como la siguiente:

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...darle en Motril hasyenda e asyento en que pueda estar, que es lo mismo que el nos pedia dandonos a Melilla, y sy quesiere pasarse a Melilla, hasedle dar algund navio en que se pase..., y si quisiere llevar su muger e sus hijos y los otros moros de Melilla que aca estan, llevelos quando e como él quisiere...23.

No obstante esta orden, el alguacil melillense y sus acompañantes consiguieron legar a la Corte y entrevistarse personalmente con los monarcas, sin que lograran que éstos cambiaran de idea, por lo que el intento quedó en nada 24. Años después, en julio de 1523, una vez tomada Melilla, el alguacil mencionado, que se encontraba viviendo en Marruecos, intentó arrogarse méritos que no le correspondían: Muy virtuoso señor bachiller Santa Cruz, alcalde mayor en esta çibdad de Granada..., Mahomad, hijo de Hamete, alguazil que fue de Melilla seyendo de moros, paresco ante v. m. e digo que seyendo yo, como dicho tengo, alguazil de la dicha Melilla e queriendo servir a sus magestades como muy servidor que e sido e soy de sus altezas, di aviso e manera a los christianos para que tomasen a la dicha Melilla, e por mi aviso e diligençia que en ello puse, los christianos tomaron a la dicha Melilla e Alhaçaza, que es otro castillo çerca de Melilla...25.

23   AGS, Cámara de Castilla, Libros de Cédulas de la Cámara, libro i, fol. 147 vº, doc. 439. Publicado en Ladero Quesada, M.A.: «Defensa de Granada a raíz de la conquista (1492-1501)», en Homenaje a Elías Serra Ràfols, La Laguna, 1973, iv, p. 130. 24   Hay constancia de la presencia de estos melillenses musulmanes en la Corte en AGS, Cámara de Castilla, Libros de Cédulas de la Cámara, libro ii, doc. 105. Publicado en Ladero Quesada, M.A.: «Defensa de Granada a raíz...», op. cit., p. 131. 25   AGS, Cámara de Castilla, leg. 160, fol. 23. Publicado en Gutiérrez Cruz, R.: Los presidios españoles del norte de África en tiempo de los Reyes Católicos, Melilla, 1997, p. 319.

...año de 1497 susodicho, en el mes de setiembre, por mandado del rey don Fernando, fizo el duque de Medina Sidonia, conde de Niebla, don Juan de Guzmán, una armada que habia de ir allende a tomar e poblar Melilla, que es en el reyno de Tremecen, linde con el reyno de Fes, porque se supo por ciertas diferencias que los moros la habian despoblado; e fueron en la dicha armada çinco mil hombres y descendieron en Melilla, la que hallaron vacia de gente e despoblada, e poblaronla, e reparándola, e fortaleciéronla mucho, é el Rey fizo gobernador della al dicho duque26.

De Bernáldez sacaron sus datos tanto Barrantes Maldonado, que escribió en 1540, como Pedro de Medina, autor de 1560, ambos cronistas de la casa de Medina Sidonia, autores sobre los que se ha edificado la historia tradicional de la conquista de Melilla. Creemos que este dato de cinco mil combatientes es exagerado, no tanto por el número de soldados, sino por las necesidades de transporte que éstos necesitarían

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  Bernáldez, A.: Historia de los Reyes Católicos, cap. xlvi, Madrid, 1962, p. 692.

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Ante semejante petición fuera de lugar, el mencionado Mahomad tuvo la callada por respuesta. Aunque no pudieran abordarla los monarcas, los ataques piráticos de los musulmanes norteafricanos en las costas castellanas hacían que fuera necesario tomar alguna medida. En 1497, envalentonado el duque de Medina Sidonia por el éxito de la conquista de Tenerife, y teniendo de nuevo sus tropas a su alrededor, vio en la empresa de Melilla una manera de congraciarse otra vez con el favor real sin perder por ello su preciada plaza de Gibraltar. Así, propuso a los monarcas intentar la ocupación de la ciudad a su costa y riesgo. Algunos autores de siglos pasados consideraron la iniciativa del duque como una decisón tomada al margen de los Reyes, una especie de «hecho consumado» que los monarcas apreciaron a posteriori. Sin embargo, la existencia de varias cédulas ordenando a las autoridades fiscales que facilitaran el aprovisionamiento de las fuerzas del duque demuestra que la expedición tenía las bendiciones de la Corona. Según los cronistas, el duque envió a explorar el terreno a su contador mayor, el comendador de la orden de Santiago Pedro de Estopiñán, hermano del Bartolomé de Estopiñán, que intervino en la conquista de Tenerife. Los Estopiñán, originarios de Jerez, eran una familia de importancia en la ciudad, que años antes habían optado por entrar bajo el servicio ducal. Su fidelidad y disponibilidad quedó fuera de toda duda al cumplir Estopiñán el encargo felizmente, trayendo la noticia de que la ciudad estaba despoblada y desguarnecida, aunque arruinada. Llegados aquí, creemos que debemos poner en cuestión uno de los pormenores citados por los cronistas de aquellos años. El cronista Andrés Bernáldez, contemporáneo de los hechos, relata de forma resumida la toma de Melilla por las fuerzas del duque:

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para ser llevados a Melilla. En otras palabras, las posibilidades de transporte de los barcos de aquella época eran tan limitadas que, para llevar a tantos hombres a la vez de Sanlúcar a Melilla, el duque hubiera necesitado un número de navíos tan grande que quedaba fuera de sus posibilidades. Nos basamos para ello en el siguiente hilo argumental: En primer lugar, el número de cinco mil combatientes parece excesivo para ocupar una ciudad que se sabía que en aquellos momentos no estaba habitada. Es cierto que las posibilidades económicas del duque eran grandes, pero los antecedentes directos de otras formaciones militares levantadas bajo su mando nos indican otras cantidades un poco más modestas. Así, sabemos que en 1471, a causa de las luchas de bandos en Sevilla, el duque don Enrique logró levantar para su causa dos mil lanzas27, que realmente eran muchísimas para la época. En 1477 la reina Isabel visitó Sanlúcar y vio el mar por primera vez. En el recibimiento «estarían juntos dos mil de a caballo tan bien aderezados que era maravilla»28. En las campañas de la guerra de Granada, las tropas del duque que aparecen en los documentos y crónicas de la época fueron variadas. Podríamos establecer una media de 400 jinetes29. Año

Número máx.

Número mínimo

1484

200 jinetes

160 jinetes

1485

614 jinetes y 197 espingarderos

1486

253 jinetes

1487

400 jinetes

1489

300 jinetes

1490

557 jinetes

300 jinetes 317 jinetes

Ya hemos mencionado cómo la fuerza expedicionaria que embarcó Bartolomé de Estopiñán con destino a Tenerife, y que es el antecedente directo de lo ocurrido en Melilla dos años después, ascendió a mil peones y cincuenta de a caballo, fuerza de tal magnitud que resultó decisiva para la conquista de la isla. Como último apunte, en 1546 una expedición de tropas ducales enviadas en socorro de Larache se componía de 600 hombres, embarcados en 28 navíos30.

  Barbadillo Delgado, P.: Historia antigua y medioeval de Sanlúcar..., op. cit., p. 214.   Ibídem, p. 225. 29   Ladero Quesada, M.A.: Castilla y la conquista del reino de Granada, Granada, 1987 (1a edic. Valladolid, 1967), pp. 227-285. 30   Sancho, H.: «Los Estopiñán y las actividades gaditanas en Marruecos (siglos xv y xvi)», Mauritania, 128 (1938), p. 196. 27

28

31   Ladero Quesada, M.A: «Dotación y aprovisionamiento de armadas enviadas a las Indias», en Cristóbal Colón, su tiempo, sus reflejos. Valladolid, 2006, tomo ii, p. 34. 32   Martínez, J.L.: Pasajeros de Indias. Viajes trasatlánticos en el siglo xvi, México 1999 (1ª edición en 1983), p. 71.

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Es fácilmente deducible que la media de soldados con los que el duque podía disponer era, en tierra, de unos dos mil caballeros, pero en la mar, lo máximo a lo que había llegado era mil peones y cincuenta caballos. Pero es que, además, un número importante de combatientes necesitaba ser transportado, y éste no era un problema menor, dada la capacidad de los barcos de aquella época. En la Baja Edad Media, para el transporte masivo de cargas se construían grandes navíos, de 600 a 1.000 toneladas, llamados urcas o carracas, redondos y planos, provistos de una gran vela cuadrada, cuyos movimientos eran lentos e inseguros. Para la navegación fluvial y mediterránea existía desde hacía mil quinientos años la galera, alargada y ligera, movida por velas y remos, rápida y precisa en sus movimientos y por ello preferida para la guerra. Los portugueses son quienes modifican los barcos anteriores, buscando una nave fuerte para resistir las perturbaciones de la alta mar, pero a la vez, ágil para recorrer grandes distancias, y de poco calado, que les permitiera entrar en puertos de profundidad desconocida. Así surgió la carabela. En poco tiempo se expandió este tipo de navío, de forma que a fines del siglo xv era el barco más empleado. Las había de dos clases: la portuguesa, con velas latinas o triangulares, y la española, con velas cuadradas o redondas. La eslora de este tipo de embarcación nunca sobrepasaba los 30 metros. Si tomamos como ejemplo las naves utilizadas por Colón en el viaje del descubrimiento, tenemos que la Santa María, que era una nao del tipo carraca, medía 29 metros; la Pinta tenía 22,7 metros y la Niña solo 21,4. La manga máxima era de 8 metros, aunque casi siempre era menor. Según estas medidas la superficie máxima que podía alcanzar la más grande de las carabelas era de 200 metros cuadrados. Ninguna de estas embarcaciones sobrepasaba los 25 metros de eslora por 8 de manga, por lo que la superficie útil era apenas de 100 metros cuadrados. Realmente en la descripción de los barcos de esta época no se empleaban estas medidas sino que el tamaño o arqueo de los barcos se medía en toneladas y casi nunca aparecían las medidas de eslora, manga y puntal. La palabra tonelada deriva de tonel. Según Escalante de Mendoza, la palabra tonel la empiezan a utilizar los mareantes vizcaínos que cargaban sus barcos con toneles. La capacidad se medía en función de la cantidad de toneles que transportaba. Las carabelas suelen situarse entre las 60 y 70 toneladas. Las naos eran mayores, en torno a las 100 toneladas. Un tonel pesaría unos 1.035 kilos, una medida muy similar a la actual31. La Santa María tenía unas 100 toneladas de desplazamiento, la Pinta unas 61 y la Niña 52 toneladas. En las tres naves viajaron 90 hombres: 40 en la Santa María, y 25 en cada una de las carabelas32.

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Una carabela precisaba sólo entre catorce y dieciocho hombres, de los que la mitad eran marineros y la otra mitad grumetes y pajes. Las naos necesitaban el doble o el triple que las carabelas. Hay que recordar que la Nao Victoria, la última que llegó de vuelta en el viaje de la vuelta al mundo de Magallanes y Elcano en 1520, lo hizo con diecisiete tripulantes. Una carabela podía transportar como máximo sesenta combatientes, tal como nos testimonia un documento de la época. En un memorial anónimo de finales del siglo xv, un adalid establecía las premisas que una cabalgada exitosa en tierras africanas debía cumplir. Al hablar de la capacidad de los navíos de transporte, decía que las carabelas «llevan cincuenta o sesenta hombres armados»33. Con estos datos llegamos a que una carabela de 60 toneladas tendría que llevar de 12 a 18 marineros y un máximo de 60 soldados. A esto hay que añadir el espacio que tenían que ocupar los recipientes para vituallas, agua y vino, para al menos 7 días, y además contar con espacio destinado a animales, sobre todo caballos de guerra. Imaginemos una cancha de tenis actual sin el pasillo de dobles (23,80 m × 8,20 m). Este sería el espacio que ocuparía una carabela. Ahora metan en la cancha 72 hombres con toda la impedimenta de guerra, más los recipientes de comida, agua y vino. Realmente el ambiente sería desastroso. Pues eso era exactamente lo que pasaba en estas naves; el hacinamiento convertía la navegación en un verdadero martirio. Veamos ejemplos concretos de varias armadas organizadas en estos años para hacernos una idea del número de personas que podían intervenir en este tipo de viajes. En 1494 los monarcas encargaron un plan de crear una flota que asegurara el tráfico marítimo y evitara con su presencia la creación de fortalezas en las costas marroquíes. Se compondría de nueve barcos: dos galeotas grandes, cinco goletas menores y dos carabelas largas equipadas con remos. Las naves estarían dotadas con doscientos cuarenta hombres para las galeotas, trescientos para las goletas y ciento diez para las carabelas34. En todo el siglo xvi el criterio mantenido para la formación de Armadas en España era el de considerar que un barco estaba bien dotado siempre y cuando fuera un marinero por cada 5 toneles y un soldado por cada tonel35.

  Jiménez de la Espada, M.: «La guerra del moro», Separata del Boletín de la Academia de la Historia, tomo xxv, julio-septiembre de 1894, p. 8. 34   Torres García, F.: «La conquista de Melilla bajo el reinado de los Reyes Católicos», Revista de Historia Militar, 61 (1986), p. 162. 35   Cita de Casado Soto, J.L.: Los barcos españoles del siglo xvi y la Gran Armada de 1588, Madrid, 1988, p. 181; cita en Mena García, M.C.: Sevilla y las flotas de Indias. La gran armada de Castilla del Oro (1513-1514), Sevilla, 1998, p. 157. 33

36   Ladero Quesada, M.A.: «Dotación y aprovisionamiento de armadas enviadas a las Indias», en Cristóbal Colón, su tiempo, sus reflejos. Valladolid, 2006, tomo ii, p. 34. 37   Mena García, M.C.: Sevilla y las flotas de Indias..., op. cit., p. 76. 38   AGS, Patronato Real. Mercedes antiguas, leg. 5.160. Toledo, 22 de septiembre de 1525.

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En un estudio de las primeras armadas a Indias, el profesor Ladero Quesada relacionó, en un total de veinticuatro armadas, la utilización de 44 carabelas y 12 naos36. En la armada de Pedrarias Dávila de 1513, llamada la «gran armada de Castilla del Oro», viajaron, en barcos sobrecargados, 1.250 pasajeros oficiales más un número indeterminado de acompañantes, en 14 naves37. Es a partir del comienzo de la carrera de Indias, en torno a 1520, y no antes, cuando las naves comenzaron a hacerse mayores para aumentar su capacidad de almacenaje. Como apunte final, el historiador de la época Jerónimo de Zurita nos relata que el tercer viaje de Colón, que se estaba preparando en septiembre de 1497, se vio retrasado por destinar sus barcos a la expedición de Melilla. Sin embargo, con las seis carabelas con que hizo el viaje, era imposible que pudieran caber más de 400 combatientes, si es que realmente se utilizaron esas naves para la empresa de Melilla. De todo esto se deduce que para transportar cinco mil hombres de Sanlúcar a Melilla, el duque hubiera necesitado en torno a 50 naos en el mejor de los casos, o la excesiva cantidad de 83 carabelas, en el peor de los casos. Esta concentración de navíos sólo estaba al alcance de la Corona, y, que sepamos, en esta jornada de Melilla, los monarcas no intervinieron en el alquiler, compra, o requisa de barcos, sistemas usuales de la época de acopiar barcos. Otro aspecto a tener en cuenta era la manutención de las tropas. Siguiendo las ordenanzas de la época, cada soldado tenía derecho al día a un litro de vino, medio kilo de bizcocho, más una cantidad indeterminada de legumbres secas. El bizcocho era pan sin levadura cuyo nombre deriva de bis (dos) y coctos (cocido); se hacía una doble cocción con lo que se conseguía un alimento que, aunque duro, era muy duradero. Una expedición de este tipo, dada la corta distancia, y lo imprevisible de la llegada, tuvo que tener una previsión de intendencia de, al menos, 7 días. Para un grupo de cinco mil personas, se hubieran necesitado en los barcos 35.000 litros de vino y diecisiete toneladas y media de bizcocho, sin contar las demás vituallas. El duque manifestó que se había gastado en la jornada unos doce millones de maravedíes, cantidad que pareció siempre exagerada a los oficiales reales. No obstante, como compensación de lo gastado, el duque tuvo por merced la tenencia de la ciudad, una cantidad fija de 4.400.000 maravedíes y 4.400.00 fanegas de trigo, sumas que en 1525 fueron reducidas prácticamente a la mitad38. De todo lo anterior, deducimos, a falta de documentos que digan lo contrario, que la expedición del duque de Medina Sidonia tuvo que tener una dimensión más reducida que la que tradicionalmente le han asignado los cronistas de la época, siempre interesados en ensalzar los logros de la casa ducal.

Por aventurar una cifra, nos quedamos con un contingente similar al enviado a Tenerife, unos mil peones y un centenar de caballeros, que tal vez pudieron ser algunos más dada la mayor proximidad de Melilla respecto al puerto de origen. Pero no muchos más. El resto es conocido y, dado que no han surgido documentos que modifiquen lo escrito por los cronistas, no nos extenderemos en repetirlo. En esencia, las tropas expedicionarias, al mando del contador Pedro de Estopiñán, comendador de la orden de Santiago y hermano de Batolomé Estopiñán, conquistador de Tenerife, ocuparon Melilla el 17 de septiembre de 1497, levantando en poco tiempo las defensas necesarias para rechazar cualquier ataque enemigo. En los documentos posteriores a la ocupación de Melilla, los monarcas y el duque convinieron en que con una guarnición de setecientos combatientes era suficiente para mantener la plaza a salvo de posibles ataques de las tribus ribereñas. Así consta en la capitulación de 1 de mayo de 1498 entre el duque y los Reyes Católicos, donde se estableció una presencia fija de los setecientos defensores de la plaza, de los cuales los reyes se comprometían a «mandar dar doscientos escuderos de nuestras guardas, a cincuenta de a caballo..., y otros ciento cincuenta a pie», el resto corría de cuenta del duque39.

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5. IMPORTANCIA DE AMBAS GESTAS Los historiadores de siglos atrás no siempre han sido justos con este joven duque de Medina Sidonia, muerto prematuramente en la peste de Sevilla de 1507. Su intervención en estas dos operaciones militares fue providencial para la Corona de Castilla. Gracias a los refuerzos enviados a Tenerife, se terminaron de conquistar las Islas Canarias, con lo que se cerró un ciclo comenzado cien años antes de introducción paulatina de Castilla en la Berbería de poniente. Como es sabido, la escala en Canarias era obligada para todas las flotas que pasaron a América en los años posteriores. Tenerife se conquistó con una inversión mínima de la Corona, gracias a las iniciativas particulares de Alonso de Lugo y a sus acuerdos comerciales con sus socios y con el duque. De la misma manera, la empresa de Melilla, abandonada por los monarcas al considerarla un proyecto demasiado costoso, fue emprendida por el duque aportando tropas, material y dinero en primera instancia. La toma de la ciudad norteafricana abrió la puerta a una serie de acciones militares castellanos en otros enclaves costeros. En 1505 el alcaide de los Donceles, Diego Fernández de Córdoba, se apoderó transitoriamente de Mazalquivir. En 1506, desde Melilla, se ocupó la vecina villa de Cazaza. En 1508, el famoso Pedro Navarro, curtido en las guerras de Italia, acababa con una guarida de piratas, ocupando el peñón de Vélez de la Gomera.

39   Fernández de Castro y Perera, R.: «Melilla y sus capitulaciones con los Reyes Católicos», África, 81 (1931), p. 172.

Recibido 8-1-2014. Aceptado 19-2-2014.

BIBLIOGRAFÍA Barbadillo Delgado, P.: Historia antigua y medioeval de Sanlúcar de Barrameda, Cádiz, 1945, p. 225. Bernáldez, A.: Historia de los Reyes Católicos, BAE. Chil y Naranjo, G.: Estudios históricos, climatológicos y patológicos de las Islas Canarias, Las Palmas, 1876-79. Espinosa, Fr.A. de: Historia de nuestra señora de Candelaria (1594), Santa Cruz de Tenerife, 1980. Fernández de Castro y Perera, R.: «Melilla y sus capitulaciones con los Reyes Católicos», África, 81 (1931), pp. 171-173.

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El cardenal Cisneros, apoyado en las rentas del arzobispado de Toledo, propuso al Rey adelantar el dinero de una gran expedición al norte de África. Más de diez mil infantes y cuatro mil caballos, expedición de la que sí tenemos datos ciertos, se embarcaron desde Cartagena en mayo de 1509 rumbo a Mazalquivir, y desde allí tomaron Orán. Esta última ciudad se convirtió en la base militar de los castellanos y aragoneses en la zona. Pedro Navarro conquistaba Bugía en 1510, logrando que la ciudad de Argel, para evitar ser atacada, permitiera la presencia de una guarnición castellana. En julio de 1510 Navarro tomaba Trípoli. Se reforzaron las alianzas con Túnez y Egipto, con lo que los barcos de Castilla y Aragón surcaron las aguas africanas con total libertad en esos años. Este clima favorable de conquistas en África y paz con los demás reinos europeos de 1510 comenzaría a cambiar al año siguiente, con la aparición en la zona del corsario turco Barbarroja y la vuelta a las hostilidades con Francia. Todos estos logros, desgraciadamente, se malograron por los compromisos políticos que el imperio de Carlos v trajo consigo, pero esa es otra historia. En suma, en el corto período de dos años, 1496 y 1497, ocurrieron dos acontecimientos debidos a iniciativas particulares con el apoyo político de la Corona castellana, que fueron fundamentales para la conformación de la España actual: la conquista de la isla canaria de Tenerife y la toma de Melilla. El nexo de unión de ambas gestas fue la intervención del duque de Medina Sidonia aportando gente de guerra e impedimenta, de forma que ambas empresas pudieron llevarse a cabo gracias a su presteza y disponibilidad. La coincidencia de otros grandes acontecimientos en Castilla en aquellas fechas de trascendencia internacional ha hecho que estos otros logros de los castellanos hayan tenido menos relevancia, pero a la larga sus consecuencias han sido tan profundas que perviven hoy día como parte intrínseca de nuestro país. No exageramos si decimos que el servicio que el duque Juan Alonso de Guzmán hizo a la corona de Castilla contribuyó de una manera decisiva a la conformación de España, tal como la conocemos hoy día. Tenerife y Melilla, Melilla y Tenerife, comenzaron a ser españolas gracias a su esfuerzo.

—— «17 de septiembre de 1497. Antecedentes históricos de la conquista de Melilla», Mauritania, 176 (1942), pp. 194-208. —— «La conquista de Melilla bajo el reinado de los Reyes Católicos», Curso de conferencias sobre la política africana de los Reyes Católicos, tomo ii, Madrid, 1951, pp. 111-133. García Figueras, T. y Rodríguez Joulia Saint-Cyr, C.: Larache. Datos para su historia en el siglo xvii. Madrid, 1973. Gutiérrez Cruz, R.: Los presidios españoles del norte de África en tiempo de los Reyes Católicos, Melilla, 1997. Jiménez de la Espada, M.: «La guerra del moro», Separata del Boletín de la Academia de la Historia, tomo xxv, julio-septiembre de 1894. Ladero Quesada, M.A.: Castilla y la conquista del reino de Granada, Granada, 1987 (1ª edic. Valladolid, 1967). —— Historia de Sevilla. La ciudad medieval (1248-1492), Sevilla, 1989, p. 137. —— La España de los Reyes Católicos, Madrid, 1999, p. 92. —— «Defensa de Granada a raíz de la conquista», Homenaje a Elías Serra Ràfols, La Laguna, 1973. —— «Dotación y aprovisionamiento de armadas enviadas a las Indias», en Cristóbal Colón, su tiempo sus reflejos. Valladolid, 2006, tomo ii. Lobo Cabrera, M.: «Canarias y los mercados del azúcar en el siglo xvi», en História do Açúcar. Rotas e mercados, Madeira, 2002, p. 215.

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Martínez, J.L.: Pasajeros de Indias. Viajes trasatlánticos en el siglo xvi, México 1999 (1ª edición en 1983). Mena García, M.C.: Sevilla y las flotas de Indias. La gran armada de Castilla del Oro (1513-1514), Sevilla, 1998. Morales Padrón, F.: Historia de Sevilla. La ciudad del Quinientos, Sevilla, 1989 (3ª edic. revisada), p. 81. Pérez, J.: Isabel y Fernando. Los Reyes Católicos, Madrid, 1988, p. 49. Sancho, H.: «Los Estopiñán y las actividades gaditanas e Marruecos (siglos xv y xvi)», Mauritania, 128 (1938). Rosa Olivera, L. de la, y Serra Ràfols, E.: El Adelantado D. Alonso de Lugo y su residencia por Lope de Sosa, La Laguna, 1949. Rumeu de Armas, A.: La conquista de Tenerife, Santa Cruz de Tenerife, 1975. Torres García, F.: «La conquista de Melilla bajo el reinado de los Reyes Católicos», Revista de Historia Militar, 61 (1986).

DOCUMENTOS

NUEVOS DOCUMENTOS DE LA CHANCILLERÍA DE GRANADA RELATIVOS AL LITIGIO DEL CONDE DE LA GOMERA CON DON ÁLVARO DE FUENTES* NEW DOCUMENTS FROM THE CHANCILLERÍA OF GRANADA CONCERNING THE LITIGATION BETWEEN THE CONDE DE LA GOMERA AND DON ÁLVARO DE FUENTES

Ana Viña Brito

Como se ha señalado en numerosas ocasiones los litigios entre el conde de La Gomera, don Guillén Peraza de Ayala, y don Álvaro de Fuentes y Guzmán, señor de la villa de Fuentes, fueron importantes y la mayoría finalizaron en la chancillería de Granada. Los orígenes del litigio1 se remontan a la entrega por parte de don Guillén a su hermana doña Inés, a cambio de la renuncia de ésta a la legítima, de 200.000 mrs que será transformado en un censo perpetuo impuesto sobre los ingenios señoriales. Doña Inés ofrece este censo como dote a su hija Beatriz de Ayala en el momento de contraer matrimonio con don Álvaro de Fuentes y de Guzmán en el año 1528. Los principales ingenios, o al menos los más productivos y sobre los que más litigios se generaron, fueron los de Valle Gran Rey y Hermigua, que por otra parte no fueron controlados en su totalidad por los señores de la isla, quienes además no cumplieron lo pactado en la entrega del censo aludido e incluso intentaron, a tenor de las informaciones presentadas en la Chancillería de Granada, apropiarse de algunos bienes sobre los que no tenían pleno dominio. Es lo que ocurrió con las reiteradas autorizaciones condales para proceder a las talas de algunos de los montes de La Gomera con la finalidad de exportar la leña obtenida a Gran Canaria. Esta isla, la de mayor producción azucarera, se vio desde épocas muy tempranas en la necesidad de importar leña de otras islas para la elaboración de azúcar, pues gran parte de sus reservas de leña y madera se habían consumido, solicitando las autorizaciones pertinentes, como se deduce, por ejemplo, de la carta remitida a los concejos de Tenerife y La Palma para que, a petición de Gran Canaria, dejen sacar el excedente de leña que tienen y «que esta isla necesita» para la elaboración de azúcar y que se cobre al precio que la venden a los particulares y sin llevar por ella derecho de saca 2. El conde de La Gomera aprovechará esta necesidad para obtener algunos beneficios económicos de la exportación de leña a Gran Canaria, así por ejemplo hay constancia3 de que don Guillén Peraza apoderó al vecino de Tenerife, Baltasar de Armas, para que vendiese en Gran Canaria 100.000 cargas de leña de sus dos islas, La Gomera y El Hierro en el año 1542 al año siguiente Juan Álvarez, vecino

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de La Palma, fletaba un navío para cargar 170 palos grandes y desembarcar en Gran Canaria; o también en el año 1547 tenemos referencia de otro navío que arriba a La Gomera para cargar leña por la caleta del Azúcar en Hermigua con destino a la caleta de Santa Catalina o a la del Ahorcado en Gran Canaria. Como podemos observar, las exportaciones eran frecuentes gracias a la enorme masa forestal disponible, aunque no reportó grandes beneficios a las exiguas rentas condales. Uno de los conflictos generados por la exportación de leña, que suponía la previa autorización del conde para llevar a cabo la tala, le enfrentó con don Álvaro de Fuentes y tuvo como detonante la corta y tala de la dehesa de Tamargada, anexa al ingenio de Hermigua, de cuyas rentas disfrutaba el señor de Fuentes. Esta querella se inserta en un proceso más amplio como era la reclamación del censo que éste le exigía al conde, y cuya documentación se encuentra en la Chancillería de Granada. Este nuevo litigio se inició a mediados del año 1543, y se presentó testimonio del mismo a principios de 1544, basándose en el hecho de que, según argumentaba don Álvaro de Fuentes y su mujer doña Beatriz de Ayala, en aquellos momentos estaba pendiente en la Chancillería de Granada el pleito con el conde de La Gomera por impago del censo de los 200.000 mrs. a que estaba obligado, y aunque no se podía «hazer novedad alguna durante su pendencia» el conde había dado licencia para hacer «grandes cortas e talas de leña» en la dehesa de Tamargada «que es la montaña donde se proveen los dichos yngenios»4. La cantidad cortada ascendía a más de 20.000 cargas de leña con destino a Gran Canaria, lo que suponía un grave perjuicio para los intereses de don Álvaro, solicitando éste no sólo el fin de las talas sino la intervención de las justicias de Tenerife y La Palma «que son islas comarcanas» para evitar mayores perjuicios y la posible pérdida de su hacienda, pues si la leña disminuía no podría fabricarse azúcar, que era la renta principal. Ante esta situación, el citado don Álvaro de Fuentes, que residía en Sevilla, solicitó al alcalde de la ciudad, Rodrigo de Soria, y al escribano público, Mateo de Almonacid, un pedimento con ciertas preguntas para presentar ante la Chancillería de Granada nueva información con la declaración de testigos sobre la licencia de tala y exportación de leña de la citada dehesa realizada por el conde de La Gomera. Lo interesante del documento, cuya transcripción adjuntamos, es que las preguntas que se realizan a los testigos las presenta el propio don Álvaro y el escribano únicamente da testimonio de las declaraciones de los testigos, con autorización previa del alcalde. Son siete las preguntas formuladas y giran en torno a la posesión que don Álvaro tenía de los ingenios de Hermigua, Armiguan según la grafía del documento, y de Valle Gran Rey, así como de la dehesa de Tamargada o Tamarguada

* Este trabajo forma parte del proyecto de investigación La terminología azucarera atlántica: documentación e historia, subvencionado por el Ministerio de Innovación (FFI 2010-19422). 1   Seguimos lo expuesto por Gloria Díaz Padilla y José Miguel Rodríguez Yanes en su trabajo El señorío en las Canarias Occidentales (1990). 2   1528, marzo, 31. Viña Brito, A. y Macías Martín, F. (2012), doc. 2591. 3   Gloria Díaz Padilla y José Miguel Rodríguez Yanes (1990), p. 339. 4   Se refiere al ingenio de Hermigua muy cerca de la dehesa de Tamargada.

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de la que se abastecía el ingenio de Hermigua y sobre todo de la cantidad de leña cortada para exportar, unas 20.000 cargas de leña. Las declaraciones de los testigos, propuestas asimismo por el propio don Álvaro de Fuentes, se llevaron a cabo ante los escribanos de Sevilla y los declarantes fueron un vecino de La Gomera llamado Alonso de Ribera que se encontraba en aquellos momentos en la capital andaluza y que manifestó que ambos ingenios eran de don Álvaro desde hacía seis o siete años, habiendo tomado posesión de los mismos Juan Guerra en nombre del propietario, así como de la dehesa anexa y que era notorio y público en la isla las mencionadas talas en Tamargada. Otro de los testigos que intervino en el proceso fue un vecino de La Gomera, estante en Sevilla, llamado Gaspar Carbón, quien manifestó que era vasallo del conde pero que los citados ingenios y dehesas eran de don Álvaro, quien los tenía a su vez arrendados, pero no sabía con exactitud si los cortes de leña se efectuaron en la dehesa o en los alrededores, pero que de todas formas lo que si afirmó es que las sucesivas talas eran perjudiciales para los ingenios de La Gomera. Los otros dos testigos eran vecinos de Sevilla, Cristóbal de Maya quien había estado en La Gomera y confirmó la posesión de don Álvaro sobre estos bienes, añadiendo en su declaración que en los últimos cuatro años había cobrado por don Álvaro las rentas del ingenio de Hermigua y en lo que respecta al ingenio de valle Gran Rey sabía que el citado don Álvaro lo tenía arrendado a Rodríguez Palenzuela. La declaración de este testigo aporta algunos datos interesantes sobre todo cuando señala que hacía aproximadamente un año había estado en La Gomera y había visto cómo el conde había mandado a su hijo don Luis a cortar gran cantidad de leña en los montes y dehesa de Tamargada y que fue adquirida por el vecino de Gran Canaria Juan Fernández, al precio de 4 mrs. la carga, embarcándola en una carabela con destino a Gran Canaria y que nunca llegó al ser apresada y hundida por franceses que «la avian echado a fondo». El último testigo fue el citado Juan Guerra, vecino de Sevilla, que había ido a La Gomera a tomar posesión de los bienes por don Álvaro. Afirma respecto a la tala de la dehesa de Tamargada que «lo oyó dezir a Ribera y otros hombres», y que la disminución de leña en esta dehesa traería la ruina del ingenio de Hermigua. El litigio continuó con sucesivas presentaciones de alegaciones, pero consideramos que estas declaraciones presentadas como prueba no sólo de la propiedad de don Álvaro de Fuentes sino sobre todo de la supuesta mala fe del conde de La Gomera, constituyen una prueba evidente de la importancia de la documentación que aún se conserva prácticamente inédita en la Chancillería de Granada, donde se encuentran gran parte de los litigios de los Fuentes con los condes de La Gomera.

FUENTES Y BIBLIOGRAFÍA Archivo de la Chancillería de Granada, 14547//11 Díaz Padilla, G. y Rodríguez Yanes, J.M. (1990). El señorío de las Canarias occidentales. La Gomera y El Hierro hasta 1700. Tenerife: Excmo. Cabildo Insular de La Gomera y Excmo. Cabildo Insular de El Hierro. Viña Brito, A. y Macías Martín, F.J. (2012). Documentos Canarios en el Registro General del Sello de Corte (1476-1530). La Laguna: Viceconsejería de Cultura y Deporte, Archivo Histórico Provincial de Santa Cruz de Tenerife e Instituto de Estudios Canarios.

DOCUMENTOS Archivo de la Real Chancillería de Granada 14547//11, s/f 1544, enero, 4- febrero, 11. Collación de San Marcos-Sevilla

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Testimonio de la probanza para presentar en el pleito entre el conde de La Gomera y don Álvaro de Fuentes, sobre la saca de leña de La Gomera y el perjuicio para sus ingenios de azúcar. [fol. r] Muy poderosos señores/ Espediente del señor Juan Moreno Gaston de Cayzedo en nonbre de don Alvaro de Fuentes y Guzman cuya es la villa de Fuentes e de doña Beatriz de Ayala su muger en los/ pleytos que tratan con el conde de La Gomera y sus hijos sobre los/ yngenios de asucar y juridiçion de la dicha ysla de La Gome-/ra digo que estando los dichos pleytos pendientes e no debien-/do hazer las partes contrarias novedad alguna durante su pen-/dençia por hazer mal y daño a mys partes e por les destru-/yr sus yngenios siendo haziendas tan prinçipales e por disminuyr el valor de la dicha ysla porque mis partes no ten-/gan de que cobrar los dozientos mill mrs que en cada un año/ tienen de çenso sobre ella han fecho e hazen e dan/ liçençia para que hagan grandes cortas e talas de leña/ de la dehesa e parte que dizen de Tamargada que es la monta-/ña donde se proveen los dichos yngenios e sy para fuera de/ ellos de alli se cortase leña quedarian de nyngun valor/ e provecho e totalmente se perderian e la leña que ansy/ cortan e mandan cortar la venden para los yngenios de/ la ysla de Gran Canaria a mercaderes della que de cada/ dia sacan navios cargados de leña e les tienen vendi-/da otra muy mayor quantidad mas que XX myll/ cargas y en esto demas del daño que resçiben mys partes/ e sus yngenios lo resçiben ansymismo las otras ha-/ziendas de aquella ysla questan obligadas e ypothe-/cadas al dicho çenso que si a esto se diese lugar todo ello/ se perderia lo qual no se deve permitir por ende todo lo pi-/do e suplico mande dar su carta e provision real por/ la qual manda dar a las partes contrarias e a todos los de-/mas que por su consentimiento e mandado entienden en las/ dichas cortas e talas y en llevar e sacar la dicha leña/ que no la corten ni dexen ni consientan cortar ni la/ carguen ni lleven fuera de la dicha ysla ni ynovaçion// [fol. v] alguna durante el dicho pleyto y dexen la dicha de-/hesa e montaña sin tocar a ellas segun e como/ estava al tienpo que estos dichos pleytos se comen-/çaron lo qual mande luego con

[fol. r] En la muy noble cibdad de Sevilla viernes a/ quatro dias del mes de henero año del nasçimiento de nuestro/ salvador ihuxpto de mill e quinientos e quarenta e quatro/ años en este dia susodicho estando en las casas de la/ morada del magnifico señor don Alvaro de Fuentes e de Guzman señor de la villa/ de Fuentes que son en la collaçion de San Marcos ante el honrado señor de la villa/ Rodrigo de Soria alcalde hordinaro en esta dicha cibdad de Sevilla por sus magestades/ y en presençia de mi Mateo de Almonaçid escrivano publico de Sevilla e de los/ testigos de yuso escritos paresçio presente el dicho señor don Alvaro e pre-/sento antel dicho señor alcalde un escrito de pedimiento con çiertas pre-/guntas en el ynsertas su tenor de la qual es este que se sigue/ Muy virtuoso señor/ Don Alvaro de Fuentes y de Guzman digo que a mi derecho conviene hazer esta yn-/formaçion para la presentar en la Real Chançilleria de Granada y en otras partes/ y lugares a donde a mi derecho convenga en razon de como siendo como yo/ soy señor y teniendo y poseyendo como tengo y poseo dos yngenios de/ açucar que son en la ysla de La Gomera uno de los quales se dize el ynge-/nio de Armigua y el otro el del valle del Gran Rey y con ellos junta-/mente la dehesa y montes y heredamiento que se dizen de Tamarguada/ y con todo lo demas a ello anexo y perteneçiente/ Don Guillen Peraça conde de La Gomera a talado y cortado y hecho talar y cortar/ mucha cantidad de leña de la dicha dehesa y monte de que yo reçibo/ mucho daño y ansimismo los dichos yngenios y diz que quieren talar/ y cortar mucha mas cantidad de leña y monte don Gaspar hijo del/ dicho conde de lo qual si ansy pasase yo reçebiria mucho daño y an-/ simismo los dichos yngenios por tanto señor os pido e a los testigos que/ presentare para la dicha ynformaçion ad perpetuan rey memoria/ o como mejor aya lugar de derecho los mandeys preguntar y esaminar/ por las preguntas que de yuso seran contenidas ante escrivano que dello/ de fee y lo que dixeren y depusieren me lo mandeys dar por testi-/monio en manera que faga fee en juisio y fuera del para lo presentar/ donde a mi derecho convenga sobre todo pido justicia e ynploro e suplico// [fol. v] y las preguntas por donde an de ser preguntados los testigos/ son las syguientes/ [Al margen: i] Primeramente sean preguntados los testigos si conoçen a mi el dicho don Alvaro / de Fuentes e de Guzman señor de la villa de Fuentes e si conoçen a don/ Guillen Peraça e Ayala conde de La Gomera e a don Gaspar su hijo/ [Al margen: ii] Yten si tienen notiçia y conoçimiento de dos yngenios de açucar el uno que/ se dize de Armigua e el otro el valle del Gran Rey e si an notiçia de la de/hesa y montes y heredamiento que se dize de Tamargada que es todo/ en la ysla de La Gomera y es anexo al dicho heredamiento y dehesa de/ Tamarguada al dicho yngenio de Armigua/

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toda brevedad pro-/veer porque en el entretanto ay peligro en la tar-/dança e acabaran de destruyr las dichas hazien-/das como lo tienen començado segun que pares-/çe por este testimonio que presento en lo que haze en fa-/vor de mys partes y si es nesçesario dandoseme re-/sebtoria y a las justicias de las yslas de Thenerife/ e La Palma que son alli comarcanas estoy presto/ de dar mi ynformaçion proveyendose todavia/ que en el entretanto no ynoven ni corten porque sera/ grandisimo ynconviniente no lo proveer luego/ ansy para todo lo que vuestro Real officio ymploro/ e pido justicia por la via que mas devo lugar aya/ e las costas e proveer en esto por tener aval por la parte con-/traria donde e a vuestro Rmo [sic] presidente e oydores/ por cosa anexa e dependiente de los dichos pleytos/ que contra ellos penden/ Liçensiado/Avila//

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[Al margen: iii] Yten si saben que el dicho don Alvaro de Fuentes e de Guzman es señor/ y tiene y posee por suyos e como suyos los dichos dos yngenios y dehesa/ y monte de Tamarguada contenido todo en la pregunta antes desta/ y los testigos se lo an visto tener y poseer y llevar las rentas dello/ de ocho años a esta parte y mas tienpo y por todo este tienpo syenpre/ digan e declaren los testigos lo que saben çerca desto y como/ y porque lo saben/ [Al margen: iiii] Yten si saben e que el dicho don Guillen Peraça de Ayala conde de La Gomera/ a talado y cortado y hecho talar y cortar mucha cantidad de leña/ de la dicha dehesa de Tamargada y montes y dehesas de las que mas cantidad/ de veynte mill cargas della y la a vendido y gastado y hecho della/ lo que a querido/ [Al margen: v] Yten si saben e que el dicho don Gaspar hijo del dicho conde don Guillen/ Peraça de Ayala dize e publica que a de cortar y talar otra muy grande/ cantidad de leña del dicho heredamiento y dehesa y monte y ansi se/ dize publicamente en la dicha ysla de La Gomera digan lo que saben/ [Al margen: vi] Yten si saben e que se a de talar y cortar la dicha leña del dicho monte los dichos montes/ y dehesa y heredamiento e yngenios reçiben muy granditamento porque faltando/ leña no se puede labrar en ellos açucar digan lo que saben açerca desto/ [Al margen: vii] Yten si saben e que de todo lo susodicho es publica boz e fama. El liçenciado de Gallegos// [fol. r] E ansi presentado segund dicho es luego el dicho señor alcalde dixo/ que mandava e mando al dicho don Alvaro que trayga y presente/ los testigos despues se entiende aprovechar e que el esta presto/ de los reçebir e fazer en el caso lo que sea justiçia/ E luego en este dia dende a poca de ora el dicho señor alcalde dixo que/ por estar ocupado que cometia e cometio a mi el dicho escribano publico/ que tomase y esaminase los testigos que el dicho señor don Alvaro/ presentase en razon de lo susodicho e que valiese como si el estuviese/ presente en ello testigos que fueron presentes Pedro de Herrera e/ Fernando Perez escrivanos de Sevilla/ E luego el dicho don Alvaro presento por testigo en la dicha razon a Alonso de/ Ribera vezino de la dicha ysla de La Gomera estante en Sevilla de lo qual yo/ el dicho escrivano publico tome e reçibi juramento en forma devida/ de derecho por dios e por santa maria e por las palavras de los santos evan-/gelios e por la señal de la cruz en que paso e toco con su mano derecha/ en manos de mi el dicho escrivano publico so virtud del qual dixo que/ prometia de dezir verdad de todo lo que supiese en este caso de que/ es presentado por testigo/ e que lo que ansi dixo e declaro siendo preguntado por las preguntas/ del dicho pedimiento por si secretas e apartadamente es lo sy-/guiente/ Testigo E quel dicho Alonso de Ribera vecino de la ysla de Las Gomera testigo presentado/ en la dicha razon juro en forma de derecho e seyendo preguntado/ por las preguntas del dicho pedimiento dixo lo siguiente/ A la primera pregunta dixo que conoçe a don Alvaro de Fuentes e de/ Guzman señor de la villa de Fuentes de tres meses a esta parte/ e que conoçe a don Guillen Peraça de Ayala conde de La Gomera de veynte/ años a esta parte e que conoçe a don Gaspar hijo del dicho conde de La/ Gomera de dicho tienpo de los dichos veynte años// [fol. v] [Al margen: i] Preguntado por las preguntas generales dixo que es de hedad/ de quarenta años poco mas o menos e que no es pariente ni enemigo/ de ninguna de las partes ni en esta via le va ynteres en ella ven-/ça quien tuviere justiçia/

[fol. r] [Al margen: vi] A la sesta pregunta dixo que es verdas (sic) lo contenido en la pregunta por las/ razones e cabsas que la pregunta dize/ [Al margen: vii] A la setima pregunta dixo que dize lo que dicho en que se afirma e/ que esta es la verdad por el juramento que hizo e dixo que no sabia escre-/vir/ E despues de lo susodicho viernes çinco dias del mes de henero del/ dicho año el dicho señor don Alvaro presento por testigo en la dicha razon/ a Gaspar Carbon vezino de la ysla de La Gomera estante en Sevilla del/ que yo el dicho escrivano publico tome e reçebi juramento en forma de-/vida de derecho por dios e por santa maria e por las palavras de los santos/ evangelios por la señal de la cruz que fizo con los dos dedos de sus manos/ so virtud del qual prometio dezir verdad de todo lo que supiese/ en este caso de que es presentado por testigo/ E despues de lo susodicho en miercoles veynte e tres dias del dicho mes de/ henero e del dicho año el dicho señor don Alvaro presento por testigo en la dicha/ razon a Xpotoval de Maya vezino desta dicha cibdad de que yo el dicho escrivano/ publico tome e reçebi juramento por dios e por santa maria e por las/ palabras de los santos evangelios e por la señal de la cruz que fizo con/ los dedos de sus manos so virtud del me dixo que prometia de/ dezir verdad de lo que supiese en este caso de que es presentado por/ testigo/ E despues de lo susodicho lunes honze dias del mes de hebrero/ del dicho año de mill e quinientos e quarenta e quatro años el dicho señor/ don Alvaro presento por testigo en la dicha razon a Juan Guerra vecino desta/ dicha cibdad de Sevilla de que yo el dicho escrivano publico tome e reçebi jura-/mento en forma de derecho por dios e por santa maria e por las palabras de los/ santos evangelios e por la señal de la cruz que fizo con los dedos de sus/ manos so virtud del que me dixo que prometia de dezir verdad/ de lo que supiese en esta caso de que es presentado por testigo//

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[Al margen: ii] A la segunda pregunta dixo que este testigo tiene notiçia e conozimiento de los dos/ yngenios de açucar que la pregunta dize porque este testigo los a visto/ y estado en ellos mucho tienpo e que asimismo tiene notiçia de la dehesa/ e montes y heredamiento que se dize de Tamarguada que es todo en la/ ysla de La Gomera e que sabe que el dicho heredamiento y dehesa de/ Tamarguada es anexo al dicho yngenio de Armigua porqueste testigo/ vido que de todo ello tomo posesion en la dicha ysla de La Gomera/ Juan Guerra en nonbre del dicho don Alvaro de Fuentes que/ todo lo susodicho lo tiene y posee como cosa suya propia el dicho don/ Alvaro de Fuentes de seys o syete años a esta parte/ [Al margen: iii] A la terçera pregunta dixo que dize lo que dicho tiene en la pregunta/ antes desta en que el dicho don Alvaro de Fuentes como señor de los dichos dos/ yngenios e dehesa e monte de Tamargada goza e lleva las rentas/ dello de los dichos seys o siete años a esta parte e ansi es publico e noto-/rio en la dicha ysla de La Gomera/ [Al margen: iiii] A la quarta pregunta dixo que lo que desta pregunta sabe es que este testigo/ a oydo dezir en la dicha ysla de La Gomera a muchas personas de la/ dicha ysla de quatro o çinco meses a esta parte como por mandado/ del dicho conde de La Gomera se a cortado mucha cantidad de/ leña del barranco que dizen de Barba camino que va al valle Hermoso/ e que la cantidad de leña que se a cortado dixo que no la sabe/ ni la oydo dezir salvo que este testigo a oydo dezir que la dicha/ leña que el dicho conde a fecho cortar e traer del dicho barranco la vende/ e haze della a su voluntad/ [Al margen: v] A la quinta pregunta dixo que no lo sabe salvo lo que a oydo dezir//

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[fol. v] E lo que los dichos testigos e cada uno dellos dixeron e depusieron por sus/ dichos e depusiçiones siendo preguntados por las preguntas/ de dicho pedimiento cada uno dellos por si secreta e apartadamente/ es lo siguiente/ El dicho Gaspar Carbon vezino de la ysla de La Gomera estante en Sevilla/ en casa de Pedro Hernandez harriero en la collaçion de Santa Cruz/ testigo presentado en la dicha razon aviendo jurado e siendo preguntado/ por las preguntas de dicho pedimiento dixo lo siguiente/ [Al margen: i] A la primera pregunta dixo que conoçe a don Alvaro de Fuentes e de Guzman/ de diez años a esta parte e que conoçe a don Guillen Peraça de Ayala/ conde de La Gomera e a don Gaspar su hijo de diez e siete años a esta/ parte poco mas o menos/ Preguntado por las preguntas generales dixo que este testigo/ vasallo del dicho conde de La Gomera que el lo envia y viene a Granada/ a soliçitar sus negoçios e con su salario e que lo demas que no le/ toca e que vença el pleyto quien tuviere justiçia e que es de hedad/ de mas de veynte e çinco años/ [Al margen: ii] A la segunda pregunta dixo que este testigo tiene notiçia e conoçi-/miento de los dos yngenios en esta pregunta contenydos e de la/ dehesa e montes y heredamiento de Tamargada que es todo/ en la dicha ysla de La Gomera e que sabe que el dicho heredamiento e de-/hesa de Tamargada es anexo al dicho yngenio de Armigua por/que en la dicha ysla de La Gomera se dize publicamente que es a ello/ anexo y este testigo vido como en la dicha ysla se remato el dicho yn-/genio y dehesa de Tamarguada en el dicho don Alvaro de Fuentes/ e ansi es publico e notorio por bienes del dicho conde de La Gomera/ por çierta contia de maravedis que le devia/ [Al margen: iii] A la terçera pregunta dixo que lo que della sabe es quel dicho don/ Alvaro de Fuentes e de Guzman le a visto tener e poseer por suyos// [fol. r] e como suyos los dichos dos yngenios y dehesa y el monte que esta dentro/ de la dicha dehesa de Tamarguada contenido en la pregunta antes desta/ desde que fueron rematados en el dicho don Alvaro que podra aver/ seys o çinco años y en todo este dicho tienpo este testigo a visto como por el/ dicho don Alvaro se nonbravan y que el dicho don Alvaro se nonbravan [sic] y que el dicho don Alvaro dize que lo tiene/ arrendado a çiertas personas lo que les avia/ benefiçiado e gozado dellos e ansi es publico e notorio/ [Al margen: iv] A la quarta pregunta dixo que lo que sabe dellas es que en la dicha ys-/ la de La Gomera se dize muy publicamente como el dicho don Guillen/ Peraça de Ayala conde de La Gomera a talado y cortado y hecho talar/ y cortar mucha cantidad de leña de los montes que estan çerca de/ Tamarguada pero que este testigo no sabe ni lo a oydo dezir que cree/ dentro de la dehesa del dicho don Alvaro ni le perteneçe mas que/ a donde dizen que an cortado y por las señas que le dan son los/ montes questan çerca de la dicha dehesa de Tamarguada que/ la cantidad de la leña que avra cortado sera fasta diez mill cargas/ de leña e que ansi se dize publicamente/ [Al margen: v] A la quinta pregunta dixo que este testigo a oydo dezir muy publicamente/ en la dicha ysla de La Gomera avia dicho y publicado como de los dichos montes que estan/ çerca de Tamarguada avra de cortar mucha cantidad de leña que/ lo demas que no lo sabe/ [Al margen: vi] A la sesta pregunta dixo este testigo que si cortasen toda la leña de los/ dichos montes y dehesa de Tamarguada los dichos yngenios reçibirian/ muy gran perjuizio y no podrian labrar por falta de la dicha leña/ y que la leña que hasta agora se a cortado los dicho yngenios no se an ser-/vido della y que no sabe si la dicha leña que se a cortado perteneçe/ a los dichos yngenios o no/

[fol. v] Xpoval de Maya vezino desta cibdad de Sevilla en la collaçion de San Juan/ testigo presentado en la dicha razon juro en forma de derecho e seyendo/ preguntado por las preguntas del dicho pedimiento dixo lo siguiente/ [Al margen: i] A la primera pregunta dixo que conoçe a don Alvaro de Fuentes/ e de Guzman señor de la villa de Fuentes de doze años a esta parte/ e que conoçe a don Guillen Peraça de Ayala conde de La Gomera/ e a don Gaspar su hijo al dicho don Guillen de año y medio a esta parte/ e al dicho don Gaspar de mas de çinco años/ Preguntado por las generales dixo que es de hedad de veynte e siete/ años e que no es pariente ni enemigo de ninguna de las partes/ ni le toca ninguna de las generales e que vença esta cabsa/ quien tuviere justiçia/ [Al margen: ii] A la segunda pregunta dixo que este testigo tiene notiçia del yngenio/ que se dize de Armiguan que es en la ysla de La Gomera porque este/ testigo lo a visto e que el yngenio que se dize del valle del Gran Rey/ que es en la dicha ysla este testigo lo a oydo nonbrar e que a oydo nonbrar/ la dehesa y montes y heredamiento que se dize de Tamargada/ que es en la dicha ysla lo que este testigo a sabido por cosa çierta/ que es anexo al dicho yngenio de Armigua/ [Al margen: iii] A la terçera pregunta dixo que este testigo sabe y es cosa publica que el/ dicho don Alvaro de Fuentes es señor e tiene e posee por suyos/ e como suyos los dichos dos yngenios e dehesa e monte de Tamarguada/ que la pregunta dize del tienpo que la pregunta dize e como señor/ dellos a llevado e gozado e lleva e goza de la renta del dicho yn-/genio de Armigua porqueste testigo de quatro años a esta parte/ a cobrado en nonbre del dicho don Alvaro e que en lo que/ toca a la renta del yngenio del valle del Gran Rey/ la tiene en su poder el arrendador que lo tiene arrendado/ porque el pleyto entre el dicho don Alvaro y el dicho conde de La/ Gomera sobre las rentas pero que el dicho yngenio lo tiene y posee/ el dicho don Alvaro por suyo e como si ya lo tiene arrendado Rodriguez de Palençuela// [fol. r] [Al margen iiii] A la quarta pregunta dixo que lo que dello sabe es que estando este testigo/ en la ysla de La Gomera puede aver año y medio poco mas o menos/ este testigo supo como el dicho conde de La Gomera avia mandado a don Luys/ su hijo que cortase çierta cantidad de leña de la dicha ysla de La Gomera/ la qual dicha leña supo que se corto pero que no sabe la cantidad/ de leña que seria e que este testigo supo como Juan Fernandes vecino de/ Canaria conpro la dicha leña al dicho don Luys al preçio cada carga de quatro/ mrs cortada a su costa del dicho Juan Fernandes el dicho Juan Fer-/nandes cargo una caravela de la dicha leña para Canaria e que es todo/ lo que sabe porque este testigo al tienpo que se cargo la dicha leña/ enbarco çiertas caxas e que despues supo que françeses/ avian tomado la dicha caravela con la dicha leña e la avian echado a fondo/ e questo sabe desta pregunta/ [Al margen: v] A la quinta pregunta dixo que no sabe salvo que este testigo/ lo a oydo dezir en la dicha ysla de La Gomera y en esta cibdad a muchas/ personas/ [Al margen: vi] A la sesta pregunta dixo que es verdad lo contenido en esta pre-/gunta por la cabsa e razon que la pregunta dize/ [Al margen: vii] A la setima pregunta dixo que dize lo que dicho tiene en la pregunta/ antes desta en que se afirma e esto es lo que sabe es la verdad/ por el juramento que hizo e firmolo de su nonbre/ Xpoval de Maya/

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[Al margen: vii] A la setima pregunta dixo que dize lo que dicho tiene y es la verdad es lo que/ sabe por el juramento que hizo e firmolo de su nombre Gaspar Carbon//

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E el dicho Juan Guerra vezino de Sevilla en San Marcos testigo presen-/tado en la dicha razon aviendo jurado e siendo preguntado las/ preguntas del dicho pedimiento dixo lo siguiente/ [Al margen: i] A la primera pregunta dixo que conoçe al dicho don Alvaro de Fuentes/ e de Guzman mas de a veynte años e que conoçe a don Guillen Peraça/ conde de La Gomera mas a de quinze años e que conoçe a don Gaspar/ su hijo puede aver diez años poco mas o menos/ Preguntado por las preguntas generales dixo que no le toca ningun[a de las generales]// [fol. v] e que vença el pleito quien tuviere justiçia e que es de hedad /de mas de quarenta años/ [Al margen: ii] A la segunda pregunta dixo que tiene notiçia de los dos yngenios/ de açucar y dehesas y montes en esta pregunta contenidos por/que a estado en ellos y los a visto que son en la ysla de La Gomera/ puede aver nueve años poco mas o menos/ [Al margen: iii] A la terçera pregunta dixo que lo sabe como en ella se contiene/ preguntado como lo sabe dixo que puede aver ocho o nueve años que el/ dicho don Alvaro como señor de los dichos dos yngenios y montes/ y dehesa contenido en la pregunta antes desta le dio poder/ para que fuese a la dicha ysla de La Gomera y tomase posesion/ de todo ello y lo arrendase y este testigo por virtud del dicho/ su poder fue a la dicha ysla de La Gomera tomo posesion de todo lo/ susodicho y desde entonçes a visto como el dicho don Alvaro/ a avido la renta de los dichos yngenios e ansi es muy publico/ e notorio/ [Al margen: iiii] A la quarta pregunta dixo que lo que dello sabe es que puede/ aver un mes poco mas o menos queste testigo oyo dezir/ a Ribera vezyno de La Gomera e otros honbres que venian/ con el como el dicho don Guillen Peraça de Ayala conde de La Gomera/ avia hecho talar y cortar de la dehesa de Tamargada y montes/ della veynte mill cargas de leña y mas cantidad que/ la avia vendido a quatro mrs la carga esto es lo que sabe/ desta pregunta/ [Al margen: v] A la quinta pregunta dixo que a lo contenido en la pregunta/ antes desta oyo dezir como dezia en la dicha ysla de La Gomera/ el dicho don Gaspar hijo del dicho conde de La Gomera dezia/ y declarava todo lo contenido en esta pregunta// [fol. r] [Al margen: vi] A la sesta pregunta dixo que le pareçe a este testigo que reçibe mucho granditamento la dicha dehesa y montes/ cortalle y gastalle la leña del y que faltando la dicha leña los dichos/ yngenios pararian y no podrian labrar la dicha açucar por falta/ de la leña y se perderan y no seran de provecho/ [Al margen: vii] A la setima pregunta dixo que dize lo que dicho tiene y es la verdad/ e lo que sabe por el juramento que fizo firmolo de su nonbre/ Juan Guerra/ E de todo esto en como por lo mandado del señor alcalde/ e de pedimiento del dicho señor don Alvaro de/ Fuentes di este testimonio segund que ante mi paso ques/ fecho en la dicha cibdad de Sevilla en los dichos dias meses e/ año susodichos y el dicho señor alcalde lo firmo de su non-/bre en el registro a todo lo que dicho es fueron/ presentes por testigos los dichos Pedro de Herrera Francisco/ Perez escrivanos de Zevilla /Una parte entre renglones/ [Firmas autógrafas: Rodrigo de Soria alcalde]/ Y yo Mateo de Almonacid escrivano publico de Sevilla lo fize escrivir e fize aqui este mio signo [signo]// Provança hecha en Sevilla ante alcalde/ a pedimiento del señor don Alvaro de/ Fuentes va çerrada y sellada//.

REVISORES

Adolfo Arbelo García Juan Manuel Bello León Carlos Castro Brunetto Manuel de Paz Sánchez Antonio Bethencourt Massieu Manuel González Jiménez Ángel Luis Hueso Montón Fernando Gabriel Martín Rodríguez Consuelo Naranjo Orovio Francisco Javier de la Plaza Santiago Alberto Vieira Ana Viña Brito Gerardo Fuentes Pérez Juan Sebastián López García Silvano Acosta Jordán M.a Teresa Pérez Bourzac José Manuel Rodríguez Pérez M.a Adelaide Miranda Adela Fábregas Myriam Serck-Dewaide Percival Tirapeli

Informe del proceso editorial de la R evista de Historia Canaria 196, 2014 El equipo de dirección se reunió en las primeras quincenas de los meses de mayo y julio, y en las segundas quincenas de septiembre y noviembre de 2013 para tomar decisiones sobre el proceso editorial del número 196 de R evista de Historia Canaria. El tiempo medio transcurrido desde la recepción, evaluación, aceptación, edición e impresión final de los trabajos fue de 9 meses. Estadística: N.º de trabajos recibidos: 8. N.º de trabajos aceptados para publicación: 5 (70%). Rechazados: 3 (30%). Media de revisores por artículo: 3. Media de tiempo entre envío y aceptación: 4 meses. Media de tiempo entre aceptación y publicación: 4 meses. Los revisores varían en cada número, de acuerdo con los temas presentados.

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