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REVISTA HISTORIA Y PATRIMONIO
Historia y Patrimonio. Revista de Estudiantes de Historia UDP Número 1 Escuela de Historia – Centro de Estudiantes de Historia Universidad Diego Portales
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EDITORIAL
Historia y Patrimonio es una revista que nace a la luz pública como una forma de contribuir al debate historiográfico y patrimonial, a partir de la publicación de investigaciones y estudios realizados por alumnos de la Escuela de Historia de la Universidad Diego Portales. En ella se busca dar a conocer los trabajos, discusiones y reflexiones que, desde distintas perspectivas historiográficas, teóricas y/o metodológicas, han desarrollado los alumnos de esta Escuela en los distintos cursos y seminarios impartidos por la carrera. Ante la constatación de que muchas veces las investigaciones realizadas durante los cursos de pre-grado, no obstante el valor y significancia que puedan tener, quedan restringidas a un debate circunscrito a los seminarios o cursos, es que se decidió generar un espacio de diálogo más amplio, el que vincule tanto a estudiantes como académicos, en la discusión sobre aquellas temáticas o perspectivas teóricas de interés actual. Es por ello que durante este año, 2007, se llevó a cabo la Primera Jornada de Estudiantes de Historia de la UDP, en la que se presentaron quince ponencias de alumnos, comentadas por académicos especialistas en el área y discutidas por el conjunto de estudiantes de la carrera. En este primer número de la revista Historia y Patrimonio se publican cinco de estos artículos, escogidos por una comisión mixta de profesores y alumnos, la que privilegió aspectos tales como la rigurosidad, el trabajo de fuentes novedosas, la exposición y el análisis de ideas y el aporte que ellos hagan al debate historiográfico y patrimonial que se está desarrollando en la actualidad. La revista Historia y Patrimonio se publicará una vez al año, a partir de las ponencias que se realicen en las futuras Jornadas de Estudiantes de Historia de esta Universidad. Esperando ser una contribución al diálogo e intercambio de ideas y perspectivas, es que damos inicio a esta publicación.
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Comunismo y Socialismo en el Frente Popular Chileno: Una perspectiva teórico-metodológica para el estudio de la historia sociopolítica* Sebastián Sánchez González**
Introducción: El presente artículo, tiene como objetivo general contribuir a repensar la historia sociopolítica, a través de una perspectiva crítica y propositiva sobre algunos de sus aspectos teórico-metodológicos. Esta propuesta, se fundamenta en algunos aspectos significativos que han sido expuestos en la Tesis de Grado Comunismo y Socialismo en el Frente Popular chileno: Sus diferencias ideológicas y su reflejo en las políticas sindicales1, donde se analizan las trayectorias y divergencias ideológicas entre el Partido Comunista y el Partido Socialista, entre los años 1933 y 1941, vinculándolas en sus relaciones con las políticas sindicales de ambos partidos. Esta tesis, se centra en gran medida en el período del Frente Popular chileno, como una nueva etapa del desarrollo democrático del país, así como un período distinto en la historia del movimiento sindical, debido a la irrupción del sindicalismo legal.
Dicha investigación buscó entre otros objetivos, ser un estudio histórico con nuevas perspectivas conceptuales y con una mirada crítico-analítica distinta a la historia política tradicional. Para lograr dicho objetivo, no se entendió a la política como una estructura cerrada, y por lo tanto, se buscó la forma de establecer sus relaciones con el resto de los componentes de la realidad nacional, así como también, los factores internacionales vinculados a la temática trabajada. De esta manera, la investigación articuló la historia política con temas propios de la historia de la ideas, como es el caso de las ideologías; el sindicalismo –un tema principalmente abordado por la historia social–; y las doctrinas políticas. Además se incorporó al análisis, el aporte de la ciencia política, y principalmente la teoría democrática en sus debates más recientes; integrándose en una propuesta historiográfica, que esclarece ciertos fenómenos complejos de la realidad social *
Artículo basado en la ponencia del mismo título, expuesta en la Primera Jornada de Estudiantes de Historia UDP; realizada en Santiago el día 23 de abril de 2008. ** Licenciado en Historia. Bachiller en Ciencias Sociales y Humanidades, Universidad Diego Portales. Asistente de Investigación y Docente de la Escuela de Ciencia Política y Relaciones Internacionales, Universidad Academia de Humanismo Cristiano. 1 SÁNCHEZ GONZÁLEZ, Sebastián. Comunismo y Socialismo en el Frente Popular chileno: Sus diferencias ideológicas y su reflejo en las políticas sindicales (1933-1941). Tesis para optar al grado de Licenciado en Historia. Santiago: Universidad Diego Portales, 2007. Esta tesis hace parte de un proyecto de investigación en vías de edición, comprometido en el Programa Operativo Académico (POA) 2008; Escuela de Ciencia Política y Relaciones Internacionales, Universidad Academia de Humanismo Cristiano. 3
y política chilena, presentándose analíticamente como una perspectiva de estudio sociopolítico.
En base a esta síntesis teórico-metodológica y a un uso ecléctico de fuentes (que van desde documentos oficiales de los partidos, artículos de prensa, entrevistas, memorias y fotografías, hasta sus himnos y emblemas partidarios), se pudo establecer que las pugnas sostenidas, entre comunistas y socialistas desde su interacción en el sistema político chileno, están marcadas por las diferencias ideológicas de dos partidos que comparten la misma doctrina marxista. Esto constituye, una forma de explicar la disputa de ambos partidos por la conducción del movimiento sindical, identificando que la principal divergencia ideológica entre PC y PS, se encuentra en su posición respecto del internacionalismo, donde los comunistas se orientan a través de lo que se definió como Internacionalismo Komintern; mientras los socialistas postulan un Internacionalismo nacional-americanista. Estas visiones de mundo, próximas pero controvertidas, ayudan a comprender porqué en un primer momento el PC opta por una posición sindical libre (ilegal), mientras que los socialistas se pliegan a los nuevos lineamientos del sindicalismo legal, normados por la puesta en vigencia del Código del Trabajo de 1931. Como también explican las tensiones existentes entre estos partidos, dentro de la CTCH y coalición del Frente Popular, que llevará a ésta última a su desintegración el año 1941.
El artículo quiere plantear y explicar estos cruces disciplinarios y metodológicos expuestos, presentando las perspectivas de análisis incorporadas dentro de la tesis, como una forma de repensar una dimensión teórico-metodológica, para contribuir a una nueva idea de historia sociopolítica. Estos planteamientos se desarrollan a través de la explicación del devenir y la trayectoria de la historiografía en el siglo XX y especialmente la evolución historiográfica de la historia política, para llegar a la propuesta de una historia más omnicomprensiva de los procesos complejos y multicausales de los fenómenos sociales humanos. Los nuevos planteamientos de la historiografía política: Comenzaremos sosteniendo la necesidad, ya reconocida y aceptada, de replantear la historia política tradicional, abandonando algunos de los viejos paradigmas sobre esta disciplina (o subdisciplina) de la historia, que durante largo tiempo siguió vinculada a los legados de la historiografía positivista2. Bajo esta visión, su objeto esencial, era el estudio
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No obstante, queremos dejar en claro que este objetivo no se adhiere a postulados como los de Julián Casanova, quien plantea que: “La vieja historia política se ha convertido en un cadáver al que muy pocos 4
de la política en una visión restringida, principalmente vinculada al Estado y las instituciones, centrada en los hechos y con una mirada desde arriba, con gran énfasis en las hazañas de los grandes hombres como los estadistas o los generales; relacionándose en esa perspectiva, al estudio de la historia oficial o institucional3. No obstante, el estudio de la política implica también el estudio de lo político. Es decir, la necesidad de asumir el significado de concepciones de sociedad, persona, cultura, entre otras, para dar cuenta de la política como praxis, en cuanto la actividad que traspasa este quehacer en la cotidianidad de los pueblos. Lo anterior implica el reconocimiento de muchas otras temáticas obviadas por la historiografía política de corte positivista, así como la más tradicional.
Dentro de los temas de la política como praxis, podemos nombrar a manera de ejemplo, la dimensión del reconocimiento y rol de los actores políticos y sociopolíticos de una realidad histórica. Este es el caso de los partidos políticos y −en ciertos contextos o experiencias históricas− los sindicatos; temáticas centrales de la tesis enunciada. Pero como se expone en dicha investigación, no bastará reconocer y trabajar estos actores históricos sólo desde el rol que cumplen en la sociedad, sino también desde las visiones de mundo que los orientan en su rol social y político. Para esto es necesario identificar dos ámbitos del pensamiento político: las doctrinas y las ideas políticas, donde podemos identificar las ideologías. Por supuesto, debemos recalcar que dentro del plano del pensamiento, un estudio de lo político en la historia contemporánea, no puede entenderse sin la compresión del rol que juega la democracia no sólo como sistema político y de gobierno, sino también como un sistema de derechos y deberes para los ciudadanos, que definirá conductas y valores en los distintos contextos nacionales y socioculturales, especialmente en el mundo occidental.
De esta manera, como puede vislumbrarse en el párrafo anterior, buscar una nueva forma de abordar lo político, no sólo implica reconocer temáticas y problemáticas, sino también pensar en perspectivas teórico-metodológicas nuevas para dicho estudio. En este sentido, es necesario reconocer la importancia de la interacción de las distintas áreas de la disciplina histórica, como de la teoría política en los estudios histórico-políticos. Y dentro parecen respetar”. CASANOVA, Julián. La historia social y los historiadores ¿cenicienta o princesa?. Barcelona: Editorial Crítica, 2003. p. 39. Muy por el contrario, se busca abrir una perspectiva en la relectura de la vieja historia política y sus aportes, además de una complementación de dicho conocimiento desde nuevas perspectivas temáticas, metodológicas y teóricas. 3 Cfr. BURKE. Capítulo 1. Obertura: la nueva historia, su pasado y su futuro. En: BURKE, Peter (Editor). Formas de hacer Historia. Madrid: Alianza Universidad, 1996. p. 14-18. 5
de ella, la trascendencia de los debates en torno a la teoría democrática y la significación que estos tienen para el estudio de las diversas problemáticas de la historia contemporánea.
De lo anteriormente expuesto, nace la idea que no puede hacerse historia política, sin aplicar un marco teórico que involucre categorías de análisis político4, como la teoría de partidos, sistemas de partidos, alianzas políticas, distinción entre doctrinas e ideas políticas, estrategias y tácticas, etc. Como tampoco se puede hacer historia sociopolítica de partidos y sindicatos, sin considerar las distintas tipologías que existen de éstos como actores sociopolíticos (sindicatos institucionalizados como grupo de poder, sindicatos bajo esfera de influencia, etc.) y su inserción en contextos histórico-políticos determinados.
Estas ideas sobre el análisis histórico, podrían no parecer nuevas, aunque sin duda poco resueltas. Sabemos de antemano que los fenómenos humanos son complejos y multicausales, razón por la cual la interrelación del conocimiento sobre el ser humano, se vuelve un requisito ineludible para su estudio. Sin embargo, como dice una hermosa canción parece que por lo empírico se ha enloquecido la brújula. Desde mediados del siglo XX, se entendió el estudio de la historia como el estudio de los hombres en sociedad a través del tiempo, lo que implicaba analizar la historia desde lo social y en interrelación con las ciencias sociales que venían perfilándose desde comienzos de siglo. ¿Cuál ha sido el devenir de dichas ideas?, ¿Cuál es su efecto en la historiografía actual? Es un punto fundamental al cual nos aproximáremos a continuación.
La historia política desde una perspectiva social: Partiremos de un supuesto clave: para hacer historia política no basta un estudio exclusivo de lo político. La política no es una estructura cerrada. Al igual que el resto de los componentes de la realidad humana, posee interacciones ineludibles con otros ámbitos como lo social, lo económico, lo cultural, entre muchos otros. Los cuales conforman un todo complejo, cuya esencia en el tiempo, debiera ser el objeto de estudio de los historiadores.
Bajo esta perspectiva, es que en la tesis ya sucintamente expuesta, se buscó articular una perspectiva que involucrara en el estudio aspectos referidos a distintos
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Al igual que no podría hacerse historia de la educación sin conocimientos sobre los paradigmas y teorías educacionales, o historia económica sin manejar conocimientos sobre economía. 6
ámbitos de la realidad social, no sólo en Chile, sino también en la perspectiva internacional. En esta óptica se entiende el análisis de los cambios sufridos por la estructura económica en la década del ´30, específicamente luego de la crisis de 1929. Por supuesto, el ámbito económico fue analizado principalmente en una perspectiva económico-política, dado que la crisis del ´29 no sólo repercute en la economía y el comercio, sino que trae consigo un gran número de implicaciones sociopolíticas. Es el caso de sus características de discontinuidad con el pensamiento económico anterior, dando fin a una época histórica, marcada por el capitalismo y liberalismo clásicos y sus ideas de laissez faire y laissez passer; dando paso a las ideas económicas del capitalismo keynesiano y las propuestas de un nuevo rol del Estado Benefactor. De este modo, observamos como una crisis económica, en este caso de carácter estructural, tiene una influencia clave en ciertos conflictos y propuestas a nivel sociopolítico. Sin duda, lo expuesto implica el reconocimiento de la necesidad de un enfoque historiográfico desde lo social, que analizaremos con más profundidad a continuación.
Como primera idea, debemos entender que estos sucesos del contexto internacional, tienen profundas repercusiones en el Chile de ese entonces, no sólo en una renovación del capitalismo, sino también una expansión y consolidación de la democracia. Sin duda, para poder establecer esas relaciones de los sucesos del contexto internacional en la realidad chilena, se necesitó articular analíticamente distintos ámbitos; tarea que sólo podía lograrse a través del conocimiento de la historia económica, de las ideas económicas y políticas, etc. Por supuesto, todo dentro de un gran marco social, donde todos estos aspectos se interrelacionan.
De acuerdo a lo anterior, debemos comprender que principalmente, hacia los años ´50, la historiografía se enfoca hacia lo social, basada en la influencia de dos paradigmas dominantes: los aportes de la Escuela de los Annales y el marxismo. En esta perspectiva, la historia fue definida como el estudio elaborado de las diversas actividades y creaciones sociales de los hombres en el tiempo. Para los seguidores del movimiento historiográfico de los Annales, la historia pasa a convertirse en “historia social”, forjando posteriormente el concepto y el anhelo de la llamada “historia total”. Esta historia total, debía valerse de todos los descubrimientos del género humano, realizados por economistas, sociólogos, psicólogos y demás cientistas sociales, para la comprensión de su objeto de estudio “los
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hombres en el tiempo”5. Mientras hacia los años ´50 y ´60, algunos jóvenes historiadores marxistas promovían el estudio de lo social desde abajo, también desde una perspectiva socio-científica6.
Sin duda, el asumir al ser humano en sociedad como objeto de la historia, implica asumir un concepto amplio de lo social. En este sentido, al entender a los hombres como seres gregarios, se da por entendido que sus relaciones se dan dentro de un marco social, en el cual surgen diversos sistemas de actitudes, relaciones de poder y formas de intercambio; que se traducen a su vez en diferentes estructuras culturales, políticas y económicas, entre otras. La historiografía se moverá entonces dentro de un marco social a nivel macro –entendido como una estructura social englobante–, dentro de la cual se desarrolla a su vez una estructura social específica, referida más bien a las diversas formas de estratificación en las que se generan las relaciones humanas, lo que se traduce en el surgimiento de sujetos y actores sociales. De este tipo de reflexiones, es donde emergen muchas de las ideas que refuerzan el concepto de lo político como lo connatural al ser humano en su dimensión social; lo que implica distinguir entonces la política como la praxis de esas relaciones connaturales de lo político, traduciéndose en distintas formas de organización política, que buscan alcanzar el poder dentro de una comunidad.
De estas relaciones humanas, surgen también ciertas organizaciones sociales y por supuesto actores sociales −como es el caso de los sindicatos− que han abordados principalmente por la historiografía social. No obstante, si entendemos también lo social, como un marco de las relaciones humanas dentro del que coexisten otras estructuras, entenderemos por ejemplo, que esos actores sociales no pueden ser entendidos, sin asumir su condición de interrelación con lo económico, lo político, lo cultural u otras realidades. Sin duda, esta visión de la historiografía desde lo social, implica que lo político – entendido como parte de esa realidad− deberá ser entendido en una visión amplia e interrelacionada. Sin embargo, ¿Por qué es necesario volver a plantear esta idea como un supuesto del trabajo histórico, si desde mediados del siglo XX dicha idea ya se entendía como propuesta?. Al parecer la idea de la construcción historiográfica, no corrió por los carriles adecuados como para dar el salto cualitativo necesario en la disciplina y 5
Utilizando la expresión de Marc Bloch en: BLOCH, Marc. Introducción a la Historia. 2ª Edición. México: FCE, 1994. 6 Cfr. MOREYRA, Beatriz. La historia social más allá del giro cultural: algunas reflexiones. Cuadernos de Ideas. N° 10. Santiago: Ediciones UCSH, 2007. p. 9-10. 8
especialmente dentro de la política. Esto principalmente por tres aspectos: la idea de la historia social como “historia total”, la fragmentación de la disciplina debido a los vínculos con las ciencias sociales y el rechazo de los Annales a la historia política; problemas que analizaremos a continuación.
La interdisciplinariedad dentro de la historiografía: aportes al estudio sociopolítico Más allá de la discusión de si la historia es o no es una ciencia social, lo que es absolutamente ineludible, es que ella en cualquiera de sus opciones teóricas, necesariamente da cuenta de lo social. En este sentido, el cambio a la visión social de la historia, implicó también la búsqueda de una complementariedad con otras ciencias que se abocaran al estudio de lo social. En esta perspectiva, uno de los grandes aportes de la Escuela de los Annales y el marxismo, fue mostrar lo fructífera y necesaria que era la interacción entre la historiografía y las ciencias sociales. De aquí, que las ideas de lo interdisciplinario, lo multidisciplinario y lo transdisciplinario comenzaron a formar parte del lenguaje y la práctica de los historiadores, como lo hicieron también en el resto de las ciencias sociales.
Metodologías y conceptos de las ciencias sociales, fueron incorporados a los estudios históricos. No obstante, el rechazo de la Escuela de los Annales a la historia política, no sólo hizo que ésta quedara, en cierto sentido, relegada como una mera expresión del positivismo; sino que además, hizo que aquellos que siguieron cultivando la historiografía política quedarán aislados, casi hasta finales del siglo XX, de los aportes que las ciencias sociales –y en especial de la ciencia política– entregaban al estudio de la teoría y práctica los fenómenos políticos en sus diversas manifestaciones.
En este aspecto específico, volvemos a reiterar, que un estudio de lo político en la época contemporánea, implica necesariamente un conocimiento del desarrollo de la idea democrática y los sistemas políticos en las distintas sociedades. Así como en el caso de un estudio como el presentado en Comunismo y Socialismo en el Frente Popular, de otras categorías más específicas como las estructuras de mediación política (como los partidos políticos u otros grupos de interés), de donde se deriva la teoría de partidos y los sistemas de partidos. Pero también otros conceptos analíticos como los actores políticos, doctrinas e ideologías políticas, e instituciones (como el Estado). Temas que principalmente han sido desarrollados y sistematizados en los últimos años por la ciencia política; disciplina cuyo
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objetivo general es tomar en cuenta el comportamiento político efectivo y observable de las personas y las sociedades, así como de sus estructuras y procesos.
Sin embargo, para la historiografía en general, estos cruces interdisciplinarios con las ciencias sociales hacia mediados del siglo XX, comenzaron a generar una fuerte fragmentación de la disciplina, por el surgimiento de subdisciplinas temáticas, que iban más allá de las clásicas diferenciaciones en la temporalidad de los estudios históricos. Distinciones que si bien es cierto, aumentaron la especificidad del conocimiento, fomentando métodos más rigurosos y niveles más profesionales, generaron una atomización del conocimiento histórico.
Esta situación, era ajena a los postulados de los fundadores de los Annales. De hecho, Febvre y Bloch se opusieron con tenacidad a la tendencia a fragmentar el cuerpo de la historia en “especialidades” independientes y paralelas, optando por la necesidad de una síntesis global (la historia total, que denominaban social)7. Para los seguidores de los Annales, toda historia era historia social. Tenían razón en un sentido, el objeto de la historia era a grosso modo, el estudio de las relaciones de los hombres dentro de un marco social; dentro del cual –como hemos mencionado− existen distintas expresiones.
Pero un estudio de esas realidades sociales totales, era sin duda, utópico como construcción de un solo historiador o un grupo de historiadores. Sin embargo, este fue el paradigma imperante, especialmente en la segunda mitad del siglo XX. Esta visión se expresa en los postulados de muchos historiadores, y también explica porqué en 1970, el historiador británico y cercano al marxismo, Eric Hobsbawm, hace su proclama sobre los alcances interpretativos de la historia social, entendida como el estudio de las totalidades sociales8. Más recientemente hay que hacer referencia a las afirmaciones de Peter Burke, en el sentido que si bien su opción a estado dentro de las concepciones de una historia cultural, su aspiración a una “historia total” sigue siendo, un anhelo intimo9. Lo entendemos, en la perspectiva que la fragmentación de la historia, no debiera tener como resultado, el rechazo a entender los grandes procesos, donde esa historia particular encuentra su mejor sentido.
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Cfr. CARDOSO, Ciro. La historia como ciencia. Centroamérica: EDUCA, 1975. p. 15. MOREYRA, Beatriz. Op.cit. p. 7. 9 Véase la entrevista a Peter Burke, realizada por Pablo Marín en La Tercera, sábado 22 de septiembre de 2007. 10 8
En la línea de las anteriores reflexiones, debemos referirnos a los efectos que tuvieron las ideas acerca de la “historia total”, así como las de interdisciplinariedad y especificidad en los historiadores. Como primer punto, el impulso hacia una historia estructural o serial, llevó a los historiadores a ignorar la singularidad de la experiencia individual, así como las maneras en que se crea la vida social a través de expresiones como la política y la cultura10. Por otra parte, la interdisciplinariedad y la especialización, llevaron a manera de ejemplo, a que los historiadores económicos comenzaran a hablar en gran medida, el lenguaje de los economistas; así como los historiadores sociales gran parte del dialecto de los sociólogos y los antropólogos sociales. Pero, como identificó Burke, cada vez los historiadores se entendían menos entre ellos mismos11; generándose barreras entre las distintas subdisciplinas de la historia, alejándose en cierto en sentido de la “historia total”. La historia se encontró así, vacilante entre su tendencia a la totalidad y la tendencia contraria hacia la fragmentación, especializándose prácticamente en varias subdisciplinas autónomas, y por lo tanto, con escaso diálogo entre ellas.
Sin embargo, la complejidad del objeto de estudio de la historia, hace necesario entrar en una nueva etapa, más allá de la especialización y los necesarios aportes interdisciplinarios, que siguen siendo indispensables; también va más allá de la búsqueda de una utópica “historia total”. En esta perspectiva, es necesario entrar a una nueva etapa de síntesis dentro de la historiografía como ciencia social (o como disciplina según otros), más allá de los prejuicios o reservas de algunas tendencias. Logrando una interdisciplinariedad dentro de nuestra propia disciplina.
Esta nueva interdisciplinariedad quiso verse reflejada en la tesis expuesta, la que aunque encontrándose muy vinculada a la historia política (inseparable de lo social), suma muchos otros aspectos pertenecientes a otros ámbitos de la historiografía, como la historia social propiamente tal y la historia de la ideas. Por supuesto también estableciendo nexos interdisciplinarios con la ciencia social que se le encuentra más cercana: la ciencia política.
En esta perspectiva, se entiende que para analizar al Partido Comunista y al Partido Socialista, como troncos fundamentales de la izquierda marxista, y sus relaciones con el sindicalismo, en una perspectiva teórica de interrelación partidos-sindicatos, no bastaba
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Cfr. Ibid. p. 11. Cfr. BURKE, Peter. Op.cit. p. 35.
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entender los elementos de la teoría política o doctrina de los partidos, sino sus visiones de mundo expresadas en sus ideologías y como éstas se enfrentaban con la realidad sindical12. Esta visión se encontraba lejos de una historia política vista dentro de las bases institucionales y las estructuras de gobierno, a la vez que se alejaba de las historias de partidos y movimientos políticos en su sentido tradicional. Además de esto, el abordaje de la ideología de los partidos y sus relaciones sociopolíticas, desde la mirada de la construcción democrática, nos permitió evaluar su significación en cuanto a la expresión de valores, conceptos y conductas de una definición ciudadana, que busca construir un nuevo modelo de sociedad, perfilada desde su ideología.
Con respecto a lo anterior, debemos entender, que incluso el estudio de la “totalidad” histórica que buscaban los Annales, partía del supuesto que en toda sociedad humana los hombres desarrollan actividades de diversa naturaleza (económicas, sociales, culturales, políticas, etc.), las que si bien constituyen niveles diferenciados, se integran dentro de una misma realidad. Y en este sentido, como lo plantea el historiador Pelai Pagés: “Conocer las sociedades humanas significa conocer los mecanismos de influencia que existen entre estas manifestaciones sociales en su globalidad. Significa también conocer los mecanismos de influencia que existen entre estas manifestaciones: la interacción permanente entre las realidades económicas, políticas o culturales. Significa, por último, conocer la dinámica de la evolución de las sociedades”13. Esto implica necesariamente una mirada mucho más omnicomprensiva de sus fenómenos históricos, por supuesto en nuestro caso, siempre dentro del enfoque social de la historia política.
Hacia una visión omnicomprensiva de la historia: Si asumimos que los fenómenos humanos son complejos y multicausales, desprenderemos que, sin romper con la especificidad, debemos dejar de pensar y estudiar los hechos históricos como si fueran realidades autónomas y desconectadas. Posiblemente se podría pensar que esta visión es un retroceso a la utopía de la “historia total”. Pero en definitiva, debemos comprender que la historia total la construimos todos, y no sólo los 12
La aplicación de esta perspectiva nos permitió, por ejemplo, comprender el viraje del PC desde el sindicalismo libre al sindicalismo legal, luego del VII Congreso de la Internacional Comunista. Sin duda su visión de mundo en la línea Internacionalismo Komintern, implicaba adherirse a los virajes estratégicos y tácticos de la Internacional, que incluía la alianza con organizaciones e instituciones “burguesas” como el sindicalismo legal, que antes del año 1935-36, era considerado contrario al sindicalismo revolucionario como el de la FOCH. Por su parte, el PS con mucha más libertad de acción con respecto a la aplicación de sus tácticas, no tuvo reparos en asegurarse un lugar importante en los nuevos sindicatos legales, mucho antes que el PC aceptara dicha táctica. 13 PAGÉS, Pelai. Introducción a la Historia: Epistemología, teoría y problemas de método en los estudios históricos. Barcelona: Barcanova, 1983. p. 19. 12
historiadores, cuando nos acercamos al estudio del pasado; aportando –y aquí parafraseamos a Toynbee– un pequeño grano de arena al conocimiento histórico. Más aún, en una mirada más específica, no debemos dejar limitado el estudio y la comprensión de un fenómeno histórico, por restricciones superfluas entre subdisciplinas históricas.
Como plantea la historiadora Beatriz Moreira, es necesario evitar todas las formas de reduccionismo, insuficientes en el campo socio-histórico14. Lo que implica en cierto sentido, un rechazo a lo que Lynn Hunt llama una “practica historiográfica hegemónica”15. ¿De qué servirán historias hegemónicas cuando debemos analizar los fenómenos históricos desde la interdisciplinariedad? Sin duda, no de mucho. Lo importante es lograr distinguir las necesidades metodológicas de interdisciplinariedad con las ciencias sociales y dentro de la propia historiografía, como herramientas necesarias para abordar la complejidad y multicausalidad de los fenómenos humanos.
Estas opciones no sólo estarán referidas a análisis diacrónicos de la historia, sino también a las perspectivas de los análisis sincrónicos, donde se encuentran la mayoría de los estudios monográficos referidos a situaciones o momentos específicos de la historia. Éstos deben ser entendidos, como estudios temáticos acotados y específicos, pero sin duda omnicomprensivos de los fenómenos suscitados en su especificidad de análisis. Esto no implica que creamos que sea posible agotar las perspectivas de una investigación en un solo trabajo. Sin embargo, si se plantea como objetivo lograr entender los fenómenos más profundamente, con distintas metodologías, articulaciones temáticas y teóricas, estaremos no sólo más cerca de visiones diacrónicas, sino también de la visión omnicomprensiva de la historia. De esta forma, sincronía y diacronía se plantean como desafíos ineludibles para el trabajo del historiador.
Conclusiones: En síntesis, a través de ciertos aspectos de la tesis de grado trabajada, hemos expuesto algunas perspectivas teórico-metodológicas para desarrollar una mirada de la historia sociopolítica. Dentro de éstas, hemos identificado en primer lugar un replanteamiento de la historia política tradicional, ahora enfocada desde lo político y desde la política. De acuerdo a esta visión, entendemos como segundo aspecto, el asumir la historia política desde una perspectiva social, lo que nos deriva –como tercer punto− a
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Cfr. MOREYRA, Beatriz. Op.cit. p. 35. Cfr. HUNT, Lynn. (Editor). The New Cultural History. Berkeley: University of California Press, 1989. 13
una necesidad de complementación de los estudios histórico-políticos con las ciencias sociales (especialmente la ciencia política) y con las subdisciplinas historiográficas; lo que en suma, nos lleva a plantear una visión mucho más omnicomprensiva de la historia, desde los estudios sociopolíticos.
Luego de la exposición de estas perspectivas teórico-metodológicas para la historia sociopolítica, debemos entender que sin duda, el estudio del Partido Socialista y el Partido Comunista en el Frente Popular, está lejos de ser una historia general y completa acerca de la relación de estos dos partidos políticos marxistas en Chile. Pero con una visión integradora de diversas temáticas, se acercó a comprender ciertos fenómenos complejos de su interacción en la realidad nacional. A lo que se sumó también, la articulación analítica de la Historia de Chile, desde la perspectiva del contexto internacional. Esto más allá de los “panoramas” internacionales, o los “marcos históricos”; sino más bien, entendiendo la importancia del contexto internacional como variable analítica ineludible de los procesos nacionales. En el caso de la investigación llevada a cabo, destaca el rol de los cambios internacionales de los años treinta, en el nuevo paradigma económico (conocido como keynesianismo); el nuevo rol del Estado (el Estado Benefactor); el surgimiento y rol del fascismo y el nazismo, como amenazas a la democracia; y la táctica de Frente Popular, emanada del VII Congreso de la Komintern. Esto lo vincula a sus efectos en las relaciones entre comunistas y socialistas, sus propuestas políticas y la formación de la coalición pluripartidista del Frente Popular chileno.
Por supuesto, esta propuesta está lejos de encontrarse completa, mucho falta por descubrir en cuanto a las posibilidades de integración metodológica y teórica para abordar estos fenómenos. Un ejemplo claro de esto, sería abordar el ámbito de la cultura política de los partidos, los sindicatos y sus dirigentes, lo que implicaría ahondar mucho más la investigación desde el área de la historia cultural. Otro punto que debe esclarecerse y profundizarse, es la visión de la idea democrática de los partidos marxistas, así como la identificación más precisa de su rol dentro de la construcción democrática del país; lo que nos plantea la necesidad de articular la teoría democrática en una perspectiva histórica.
Sin duda, otro de los problemas ineludibles que nos plantea esta visión, son los que presentan los distintos debates teóricos y metodológicos dentro de la historiografía, pero principalmente los suscitados dentro de las demás ciencias sociales. Por ejemplo, aún falta mucho por ver y discutir sobre las nuevas perspectivas del análisis político dentro de la 14
ciencia política, más allá de los “clásicos” que fueron utilizados en la investigación. Sin embargo, estos problemas y consideraciones, no se plantean como escollos insalvables, sino más bien como desafíos orientadores.
De esta manera, y de acuerdo a lo expuesto, es el momento de establecer sinergias, no sólo con las demás ciencias sociales, sino también con las subdisciplinas historiográficas. Logrando de esta manera, cada vez en mayor medida, un conocimiento más completo y acabado de los fenómenos sociales, de los hombres en el tiempo. Por esta razón, el trabajo investigativo entre socialistas y comunistas, que se encontraba fuertemente relacionado a la historia política, fue pensado en vistas de la interacción de esa estructura política, en conjunto con el resto de los componentes de la realidad nacional e internacional, formulándose más allá de un estudio político, en un estudio sociopolítico, de una realidad en la cual el concepto, se vuelve inseparable.
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SÁNCHEZ, Sebastián. Comunismo y Socialismo en el Frente Popular chileno: Sus diferencias ideológicas y su reflejo en las políticas sindicales (1933-1941). Tesis para optar al grado de Licenciado en Historia. Santiago: Universidad Diego Portales, 2007.
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Mujeres Trabajadoras en Chile: Un estudio de casos (1885-1920) Isabel Margarita Núñez Salazar Licenciada en Historia Universidad Diego Portales
1. Reflexiones acerca del trabajo remunerado femenino. Iniciar un cuestionamiento acerca de lo que se ha instalado teóricamente como verdad, resulta desafiante si deseamos idear y construir una nueva forma de pensar. La necesidad por conocer el pasado de las sociedades, permite rescatar las memorias sumergidas en los inconscientes sociales que manifiestan ideas, prácticas y discursos materializados en el presente. En este sentido, acercarse a un acontecimiento interpela el hecho de cuestionarse al mismo accediendo a intersticios historiográficos que construyan imaginarios inclusivos y complejos para todos los sujetos sociales, desmontando de esta manera, lo que se ha construido como una verdad inamovible, a través de lenguajes unívocos, rígidos y universales. Desde esta perspectiva, deconstruir las certezas científicas permite cuestionarse los discursos hegemónicos cimentados en la realidad, complejizando el pasado en un intento por comprender de otra forma el presente, desnaturalizando los imaginarios que han erigido históricamente la sociedad. En este contexto, las interpretaciones que existen sobre trabajo han sido variadas, lo cual ha permitido que las discusiones en torno a éste aún no hayan sido finalizadas. El aporte de la teoría feminista que nace a partir de los sesentas en Europa y Norteamérica, plantean una crítica metodológica y epistemológica de lo que hasta ese momento se había concebido y comprendido como trabajo. Las economistas provenientes de la tradición marxista, con el propósito de identificar una base material
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para la opresión de las mujeres, inician una discusión sobre la desigual participación de los sexos en el trabajo asalariado, en el trabajo doméstico y la familia1. Este debate deconstruyó y reconstruyó la noción sobre trabajo, enfatizando que el trabajo reproductivo, realizado mayoritariamente por las mujeres, es un trabajo necesario para la reproducción social, el cual sostiene al trabajo productivo. Las ideas binarias de trabajo productivo/reproductivo se fundan a partir de la construcción social de la diferencia sexual, que asigna a cada sexo distintos roles y espacios sociales. De esta manera, el trabajo reproductivo asociado a la crianza de los/as hijos/as y al cuidado del hogar quedaría materializado en las mujeres, por ser ellas culturalmente socializadas para el trabajo doméstico, realizado en la esfera íntima y para el consumo directo de la familia. El trabajo productivo, asociado a la producción para el mercado, ha sido socialmente asignado a los hombres en el marco de un modelo familiar heterosexual de padre proveedor-madre cuidadora instalado cultural e institucionalmente desde las primeras décadas del siglo XX. Esta realidad de esferas separadas, construye espacios laborales segregados por sexo al construir mandatos de género rígidos y consensuados, explicando que las mujeres se concentren en ciertas actividades y ocupaciones económicas asociadas al trabajo doméstico, tareas repetitivas que necesitan destreza y minuciosidad. La asociación natural que se realiza de estas habilidades y aptitudes femeninas, desencadena la escasa movilidad e inserción laboral que tienen las mujeres al espacio remunerado actualmente, el cual es vertical entre hombres y mujeres inclusive en sectores económicos feminizados2.
1
Godoy, Lorena y Zárate, María, Análisis crítico de los estudios históricos del trabajo femenino en Chile, cuadernos de investigación nº 2, Santiago, CEM, 2005, p. 26. 2 Ver por ejemplo Díaz, Ximena y otras, Trabajo, identidad y vínculo social: Reflexiones y experiencias en el capitalismo flexible, Santiago, CEM, 2006. Firth-Cozens, Jenhy, La mujer en el mundo del trabajo, Madrid, Morata, 1993, p. 13. 18
Esta situación instala la división sexual del trabajo, que es un fenómeno socialmente construido sobre el cual se erige y comprende el presente. La distribución sexual del trabajo jerarquiza simbólica y materialmente la sociedad sobre la noción hombre/proveedor - mujer/cuidadora, legitimando complementariedades entre el trabajo productivo y el trabajo reproductivo, es decir, se crean representaciones sociales entre los sexos que justifican la brecha salarial que perciben las mujeres por el mismo trabajo realizado que los hombres. Entonces, al ser las cuidadoras del proveedor no necesitan una remuneración completa debido a que el hombre percibe el salario familiar que incluye a todos/as los/as miembros/as de la familia, que en este caso serían los/as hijos/as y la esposa. Por lo tanto, la organización del trabajo remunerado en el capitalismo industrial, se ha construido sobre la base del trabajo no remunerado, que ha consensuado los contratos de sexo/género como contratos sociales legítimos para sostener la economía a fines del siglo XIX en Chile.
2. Trabajadoras remuneradas en Chile. La otra historia económica. El desarrollo capitalista, instaurado desde 1840 por la oligarquía nacional, abrió el mercado iniciando una expansión económica sin precedentes en el mercado chileno. Hacia 1880, el capitalismo industrial logró cimentarse en Chile conformando una estructura
económica
industrialización
moderna
y migración.
que
aceleró
los
procesos
Este
modelo
socioeconómico,
de
urbanización,
incrementó
las
exportaciones comerciales del país, estabilizando administrativamente las instituciones gubernamentales y reconfigurando la estructura ocupacional de mujeres y hombres.
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La distribución económica del país estuvo dividida geográficamente por la riqueza natural de cada región, disponiendo, de esta manera, sus materias primas al mercado internacional. El modelo capitalista permitió un acelerado crecimiento macroeconómico, de grandes flujos comerciales, de acumulación de capital y desarrollo comercial, acompañado de una economía doméstica a cargo principalmente de las mujeres, quienes desde sus hogares realizaron las labores de panaderas, costureras, lavanderas, comerciantes, modistas, bordadores y sastres, además de emplearse en el servicio doméstico, como criadas, domésticas, sirvientas y cocineras. A su vez, las escuelas profesionales de niñas, educaron mujeres para el trabajo industrial diversificando la mano de obra femenina en el trabajo fabril del vestuario y tocado. Las instituciones académicas de la época, permitieron que las mujeres lograran una inserción laboral más heterogénea en las primeras décadas del siglo XX, donde fueron las profesiones liberales de médicas, abogadas y profesoras las que mayoritariamente emplearon a las mujeres. Este contexto señala que las mujeres han estado presentes en la economía durante toda la historia. Entre 1880 y 1920 las trabajadoras remuneradas del país representaron el 30,8%3 de la fuerza laboral a nivel nacional, señalando que de cada tres trabajadores uno es mujer. Durante esta época las actividades económicas que concentraron a hombres y mujeres mayoritariamente fueron la agricultura, con un 37,6%, el servicio doméstico con un 13,7% y la industria del vestuario con un 11,7%, éstas dos últimas, el servicio doméstico y la industria del vestuario, concentraron el 68,8% de la fuerza laboral femenina señalando que las mujeres son parte del sostén económico de la nación.
3
Censos de la República de Chile: 1885, 1895, 1907 y 1920. 20
Las actividades económicas estuvieron particularizadas a nivel provincial, las regiones de Tarapacá, Valparaíso, Santiago y Concepción, fueron las que concentraron cerca de la tercera parte de la fuerza laboral entre 1880 y 1920, generando en estas provincias una demanda por mano de obra importante durante la época. La región de Tarapacá durante el ciclo del salitre, que va desde 1880 a 1930, generó grandes divisas fiscales para el país, aportando de manera significativa a la modernización del mismo. La actividad económica de esta región estuvo caracterizada por la extracción del salitre provocando una gran demanda de mano de obra masculina, no obstante, esto no fue un obstáculo para la inserción laboral femenina en la provincia. Las mujeres en la provincia de Tarapacá representaron el 35,4% de la fuerza laboral, empleándose mayoritariamente en las ramas económicas del servicio doméstico (43,7%) de la industria del vestuario (28,7%) y en la agricultura (8%) las que representaron el 80,4% del trabajo remunerado femenino en la región. Por otra parte, la provincia de Valparaíso fue un espacio económico de grandes flujos comerciales, conectando la economía del país con el resto del mundo. En esta región las mujeres representaron el 35,7% de la fuerza de trabajo, concentrando su mano de obra en las actividades económicas del servicio doméstico (47,5%), del vestuario (32,5%) y del comercio (4,2%), las que concentraron el 84,2% de la participación económica femenina a nivel regional. Asimismo, la provincia de Santiago fue un espacio económicamente industrial que albergó el mayor número de industrias durante la época en estudio, sobrepasando la capacidad industrial de todo el país hacia 1920. El trabajo remunerado de las mujeres en Santiago representó el 32,1% del total de fuerza de trabajo en la región, concentrando su mano de obra en las ramas
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económicas del servicio doméstico (46,8%), de la industria del vestuario (27,4%) y del comercio (5,8%) las que representaron el 80% de la fuerza laboral femenina. Por último, la provincia de Concepción se caracterizó desde la colonia y hasta fines del siglo XIX por la producción económica del trigo. Esta provincia fue la que abasteció al área sur de Chile, y que gracias a las inversiones extranjeras se industrializó la producción de este cereal. La crisis del trigo abrió paso a la minería del carbón a principios del siglo XX, como el nuevo foco económico de la región donde los poblados de Lota y Coronel fueron los albergues para el naciente proletariado industrial de la zona sur. En este contexto, el trabajo remunerado de las mujeres representó el 32,2% de la fuerza laboral de la región, concentrando su mano de obra en las ramas económicas del vestuario (41,3%) del servicio doméstico (36,2%) y de la industria textil (10,2%) las que representaron el 87,7% de la fuerza de trabajo femenina en Concepción. Esta situación económica y laboral de las primeras décadas del siglo XX en Chile, indican que a pesar de las particularidades y diversificaciones económicas de los casos en estudio el empleo femenino sigue segregándose y concentrándose en espacios laborales considerados heteronormativamente como femeninos, lo cual dificulta la movilidad y diversidad económica de las mujeres en el mercado del trabajo. Esta realidad resulta atingente si conocemos la última encuesta sobre empleo en Chile, la cual señala que las mujeres representan el 34,1%4 de la fuerza de trabajo a nivel nacional, incrementándose en un 3,3% desde fines del siglo XIX hasta nuestros días.
4
Censos de la República de Chile 1990, 2000 y 2002. Encuesta Nacional de Empleo, trimestre octubrediciembre, INE. Año 2006 Encuesta Nacional de Empleo trimestre mayo-julio 2006. Información elaborada Centro de Estudios de la Mujer, CEM, 2006.
22
Estudiar el trabajo remunerado de las mujeres supone desestructurar los lugares de poder que sitúan a ciertos sujetos sociales en la disciplina histórica, incluir al sujeto femenino en el discurso de la historia económica y laboral permite dar una nueva mirada a la historia de Chile, complejizando de otra forma el pasado y comprendiendo de una manera más justa e inclusiva nuestro presente.
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Anexo Cuadro 1. Total de ramas económicas que concentran a ambos sexos, por provincia y total nacional. Porcentaje de mujeres (1885 – 1920) POR SEXO
Concepción
1885
Santiago
Tarapacá
Suma cuatro provincias
Valparaíso
Total Nacional ramas
75,724
135,888
25,290
113,289
350,191
1,086,485
hombres mujeres % mujeres 1895 hombres mujeres % mujeres 1907
47,481 28,243 37.30 76,568 51,931 24,637 32.18 67,083
86,678 49,210 36.21 166,003 113,390 52,613 31.69 242,106
19,263 6,027 23.83 57,285 46,144 11,141 19.45 61,118
79,640 33,649 29.70 100,622 69,716 30,906 30.71 140,729
233,062 117,129 33.45 400,478 281,181 119,297 29.79 511,036
707,158 379,327 34.91 1,071,890 737,408 334,482 31.20 1,287,819
hombres mujeres % mujeres 1920 hombres mujeres % mujeres
49,003 18,080 26.95 93,456 68,235 25,221 26.99
162,426 79,680 32.91 230,131 161,136 68,995 29.98
48,590 12,528 20.50 44,392 37,572 6,820 15.36
96,513 44,216 31.42 110,965 82,915 28,050 25.28
356,532 154,504 30.23 478,944 349,858 129,086 26.95
894,798 393,021 30.52 1,355,331 995,878 359,453 26.52
% cuatro provincias 32.23 32.96 30.88 37.36 38.13 35.67 39.68 39.84 39.31 35.34 35.13 35.91
Fuente: Núñez, Isabel. El trabajo remunerado femenino en Chile: Un estudio de casos. Tarapacá Valparaíso, Santiago y Concepción (1885-1920), tesis para optar al grado de Licenciada en Historia, Santiago, UDP, 2007, p. 149.
Cuadro 2. Porcentaje de mujeres que trabajan sobre el total de ambos sexos que trabajan a nivel provincial y nacional (1885 - 1920) % Total de muje re s que trabajan sobre e l total de muje re s y hombre s que trabajan a niv e l prov incial y nacional.
45 40 Tarapacá
porcentaje
35 30
Valparaís o
25 20
Santiago
15 10
Concepción
5 0 1885
1895
1907
1920
año
27
ocupación res pecto del total nacional
Fuente: Núñez, Isabel. El trabajo remunerado femenino en Chile: Un estudio de casos. Tarapacá Valparaíso, Santiago y Concepción (1885-1920), tesis para optar al grado de Licenciada en Historia, Santiago, UDP, 2007, p. 149.
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Las Apariencias de la Inclusión: Fiesta Cívica en Santiago de Chile, 1810-184316. Sara Acuña Avalos Licenciada Historia UDP
El fenómeno de la fiesta cívica debe ser entendido dentro de los marcos de una exploración concentrada en torno a la construcción de la nación durante y después del proceso independentista, con especial énfasis en los primeros años de vida republicana. Este fenómeno es característico a prácticamente toda Hispanoamérica, donde una vez lograda la emancipación con respecto al régimen español se inició la redefinición política y económica, pero también social y cultural de las antiguas colonias. Como indica F.X. Guerra, las revoluciones de independencia implicaron no solamente cambios institucionales, sino que también una redefinición de los actores, de la sociedad y de toda una cultura política, en un contexto de avances y retrocesos, cambios y continuidades, que hace que los historiadores se cuestionen hoy en día la posibilidad de estudiar y entender el fenómeno de manera lineal17. Asimismo, las formas de acercarse a la comprensión de ese pasado han variado desde el estudio de las grandes estructuras que rigen sobre una colectividad hacia fenómenos más específicos, que nos permiten comprender los conflictos desde una nueva dimensión y especialmente reconocer el valor de los individuos que conforman estos grupos, de cuya adhesión y cohesión dependía, finalmente, el éxito o fracaso de los nuevos Estados.
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Este trabajo es una versión de mi tesis de grado, La Fiesta Cívica en Santiago de Chile. De la ratificación de la diferencia a la apariencia de la Inclusión, 1810-1843. Tesis para optar al grado de Licenciada en Historia de la Universidad Diego Portales. Profesor Guía: Claudio Barrientos, año 2007. 17 Lo que señala Guerra remite fundamentalmente a que la complejidad del fenómeno impide que su revisión se reduzca sólo a considerar los cambios institucionales, económicos y políticos, porque se deja de lado “el rasgo más evidente de aquella época: la conciencia que tienen los actores, y que todas las fuentes reflejan, de abordar una nueva era, de estar fundando un hombre nuevo, una nueva sociedad y una nueva política”. Guerra, Francois Xavier (compilador) Modernidad e Independencias. Ensayos sobre las revoluciones hispánicas. Editorial MAPFRE, Fondo de Cultura Económica, México 1992, p.13. 29
Entre los nuevos problemas que hoy en día se están debatiendo – el concepto de ciudadano y representatividad, sociabilidad, formación de una esfera pública, influencia de la iconografía, creación de los nuevos imaginarios – la fiesta cívica aparece como un área de gran interés, especialmente considerando que ella permite reconocer el funcionamiento interno de una sociedad: las jerarquías y las diferencias de clase, la concepción del poder de los diversos grupos, las diferentes formas de representar y entender la convivencia. Como “tradición inventada” será una práctica gobernada por una serie de reglas de tipo simbólico, que buscará inculcar valores o normas de comportamiento a través de su repetición18. En el caso chileno, y en particular de Santiago, la fiesta cívica nacional va a nacer tempranamente desde dictámenes y disposiciones legales adoptadas por el nuevo gobierno, convirtiéndose en uno de los medios a través de los cuales el Estado va a crear a la nación, pero irá variando sustancialmente desde su planteamiento inicial dándonos pistas respecto a cómo se da forma a la comunidad imaginada. La historiografía ha tomado, por lo general, dos formas de entender el desarrollo de las festividades durante los inicios del Chile republicano: por un lado, la lectura feliz de una institucionalidad triunfante y de un pueblo que, dichoso, celebra la gran obra de sus autoridades; mientras que por otro lado, se observa cómo la elite dirigente habría disciplinado a los grupos populares imponiéndole sus propios valores y normas culturales: la compostura, el atavío, y el gusto por los lugares cerrados y vigilados, negando y censurando la dinámica festiva propia del pueblo19. Sin embargo, la documentación de la época, especialmente los
18
Hobsbawm, Eric y Ranger, Terence (comps), La Invención de la Tradición, Barcelona: Editorial Crítica, 2002. p.8 19 Existen diversas lecturas respecto a las fiestas cívicas republicanas en Chile, pero pocos estudios dedicados específicamente a ellas. Dos casos extremos son representados por Isabel Cruz y María Angélica Illanes. Para la primera, la fiesta republicana nacional era la continuación de la fiesta tradicional colonial, ya sea religiosa o civil, que acontecían como manifestación sagrada de la trascendencia humana. El espacio festivo para Cruz es un espacio de metamorfosis de lo cotidiano, pero también de convergencia y equilibrio, no de inversión ni de trasgresión, y por tanto, una instancia carente de conflicto. Por el lado contrario, María Angélica Illanes entiende las fiestas cívicas como la negación de la fiesta popular, en 30
periódicos y las actas del cabildo y la Intendencia de Santiago, nos llevan a descubrir que la construcción de la nación y de la cultura oficial no fue una imposición vertical, por cuanto la fiesta como práctica y manifestación de esa construcción, contiene elementos que son ajenos al planteamiento inicial, es decir, elementos alternativos, disidentes o incluso contrarios a lo que desde la elite dirigente se postulaba como ideal. La incorporación dentro de la fiesta cívica oficial y nacional de elementos y prácticas provenientes desde el mundo y la cultura popular, va a demostrar que dentro del proceso de construcción de la nación y del imaginario nacional la elite dirigente va a generar un discurso capaz de aparentar la inclusión, en la medida en que sea capaz de negociar con las mayorías los significados y sentidos de la fiesta. Así, la fiesta se convierte en un marco de excepciones temporales y simbólicas donde se idealizan los alcances y significaciones de la ruptura con el imperio español, proponiendo este quiebre como si fuese el momento fundacional de un nuevo proyecto, integrador e incluyente, y donde a la vez es posible experimentar, de manera excepcional, relaciones de horizontalidad de la comunidad imaginada de Anderson, diferentes a las establecidas en el ámbito cotidiano20. El orden social tradicional, que se mantiene como elemento de continuidad del periodo colonial, y que difiere radicalmente de los discursos y promesas que movilizaron la revolución por la independencia, se va a diluir en la medida en que este
tanto funcionaría como un medio de disciplinamiento y censura de la elite gubernamental sobre el pueblo, a los que se les impondría un comportamiento centrado en la compostura y el atavío. Ver Cruz, Isabel. Arte y Sociedad en Chile, 1650-1820. La Fiesta: Metamorfosis de lo Cotidiano. Santiago: Ediciones Universidad Católica de Chile, 1995; e Illanes, María Angélica. Censura, Desacato y Simulacro. Expansión e implosión cultural en Chile Republicano, 1800- 1900. En: Chile Des-centrado. Formación sociocultural republicana y transición capitalista 1810-1910. Santiago: LOM, 2003. p. 91-122. 20 La nación es definida por Benedict Anderson como una “comunidad imaginada como inherentemente limitada y soberana”, en tanto que a pesar de la desigualdad y explotación existentes, “la nación se concibe siempre como un compañerismo profundo, horizontal”. Anderson, Benedict. Comunidades Imaginadas: Reflexiones sobre el origen y la difusión de nacionalismo. México: Editorial Fondo de Cultura Económica, 2000; p.23-25. 31
momento emblemático ayude a disipar las diferencias y a generar las apariencias del consenso y de la inclusión social y cultural21. La fiesta cívica nacional obedece tanto a la subversión de las fiestas oficiales del periodo colonial como a la integración de nuevas dinámicas festivas introducidas a imitación del modelo revolucionario francés22. Subversión, por cuanto buscan alejarse de las fiestas civiles españolas que apuntaban específicamente a ratificar las diferencias sociales en una sociedad rígidamente estratificada, aunque a la vez lo hagan utilizando los mismos espacios a los que dota de nuevos significados. Así, va a tener su ceremonia principal en la Plaza Mayor o Plaza de Armas, y va a contener elementos barrocos que apelan a los sentidos –el uso de fuegos artificiales, la construcción de escenarios, la decoración llamativa, el uso de iluminaciones- pero también neoclásicos, que apelan a la racionalidad: esculturas de forma femenina, obeliscos, pirámides, inscripciones y textos, ubicados en las fachadas de los principales edificios públicos, a lo que se suma el 21
Existen múltiples y variadas lecturas del fenómeno de la Independencia, pero su proyección en el corto y mediano plazo no ha sido tratada debidamente por la historiografía. La historiografía de raíz liberal interpreta la independencia como una ruptura del imperio español, mientras la de raíz conservadora, desarrollada durante el siglo XX, reconoce más elementos de continuidad con la metrópolis que de cambio. Sin embargo, se observa que el proceso de la Independencia y la instalación de la República posee elementos tanto de continuidad como de cambio: efectivamente se introducen nuevas ideas y se forman nuevas instituciones, pero también se mantienen viejas costumbres y un orden social rígidamente estratificado. El trabajo de Alfredo Jocelyn Holt resulta interesante para comprender tanto los antecedentes como las proyecciones inmediatas de la independencia, así como también para reconocer el rol de la elite dentro del proceso. Jocelyn-Holt, Alfredo. La independencia de Chile. Tradición, Modernización y mito. Santiago: Ediciones Planeta/ Ariel, 3º Edición, 2001. Otros trabajos interesantes que reconocen la problemática derivada de la independencia son Lynch, John, Las revoluciones hispanoamericanas. 1808-1826. Barcelona: Ariel, 7º edición, 1998; Collier, Simon. Ideas y Política de la Independencia de Chile. Chile: Editorial Andrés Bello, 1977. Un trabajo clásico representante de la escuela conservadora es el de Mario Góngora, Ensayo histórico sobre la noción de Estado en Chile, donde se plantea al Estado como creador de la nación a través de diversos medios, principalmente de los acontecimientos bélicos. Sin embargo, este trabajo no problematiza demasiado respecto al periodo posterior a la independencia, y no considera los alcances o limitaciones de su planteamiento en términos sociales o culturales. Góngora, Mario. Ensayo histórico sobre la noción de Estado en Chile. Chile: Editorial Universitaria, 2003. 22 Durante el régimen español las fiestas civiles apuntaban específicamente a ratificar las diferencias sociales, en una sociedad rígidamente estratificada. Jaime Valenzuela aplica el concepto de “liturgias del poder” para resumir un sistema festivo que legitima la autoridad del sistema monárquico y le da presencia simbólica a un rey desconocido físicamente en las colonias hispanoamericanas. Los actores de estas ceremonias eran aquellos que detentaban el poder, como los funcionarios peninsulares, los representantes del clero y los vecinos más ilustres, los cuales siempre aparecían cercanos a los símbolos del poder, como el Estandarte Real, representativo del rey. Ver Valenzuela, Jaime. Las liturgias del poder. Celebraciones públicas y estrategias persuasivas en Chile colonial (1609-1709). Santiago: Centro de Investigaciones Barros Arana-DIBAM, LOM Editores, 2001 y Cruz, Isabel, op.cit. 32
uso de la iconografía republicana23. La temprana preocupación de las autoridades por crear un calendario cívico se refleja en el establecimiento de una legislación adecuada en 1818 y 1821 para regular los marcos de las fiestas del 12 de febrero y 18 de septiembre, en las cuales el principal interés del Estado será el de plantearlas como instancias de pedagogía cívica24. El espacio abierto permite que el ritual sea accesible a la generalidad de la población, lo que además permitirá proyectarla como la instancia propicia para difundir y transmitir valores, modelos de virtudes y referentes comunes a la población, especialmente de fechas, personajes y momentos históricos clave25. A partir de ahí surge un elemento interesante que es igualmente proyectado desde estas primeras fiestas cívicas: la referencia a los araucanos, a quienes se postula como dueños originales de una patria reconquistada recientemente y cuya soberanía se restituye en los patriotas, no con los patriotas, convirtiéndose estos últimos en los depositarios finales de la legitimidad. Este sentido reivindicativo, sin embargo, no deja de ser meramente retórico en tanto no se menciona, en ninguna descripción, la presencia de ninguna etnia en la ceremonia, a la vez que no deja de llamar la atención cómo ya desde este momento emblemático el elemento indígena es reconocido como referente, pero no incorporado dentro de los marcos de lo nacional.
23
La preocupación por adornar espacios públicos como la Plaza Mayor es característico de esta primera etapa de las fiestas republicanas. Ver, por ejemplo, la fiesta de septiembre de 1819 descrita en El Telégrafo nº39, 8 de octubre de 1819. Imprenta del Gobierno. 24 La legislación fue establecida en 1818 en relación a la fiesta del 12 de febrero, considerada como el doble aniversario de la batalla de Chacabuco y de la Jura de la Independencia, y fue ratificada en 1821 en el “Reglamento para solemnizar el Aniversario de la Declaración de la Independencia”. En ambos casos lo que se establecía se asemejaba en ciertos elementos con las fiestas coloniales: salvas de artillería, paseo de una comitiva de funcionarios públicos, tablado en la Plaza Mayor, fuegos artificiales y misas, a los que agregaban elementos de cuño francés como la enarbolación de banderas y de otros símbolos alegóricos de la libertad, como pirámides y arcos triunfales. Además, se establece el cierre de las oficinas estatales y el uso obligatorio de escarapelas tricolores. Ver Boletín de Leyes y Decretos del Gobierno de Chile (BLD), 1817-1818. Imprenta Nacional, Chile 1898, p.246 y BLD, 1821-1822, Imprenta Nacional, Chile, 1901, p. 12-14. 25 Las fechas conmemorativas servían no sólo para transmitir determinados valores, sino que también para transmitir un mensaje histórico, una serie de referencias comunes que difícilmente, durante este periodo, podían ser transmitidas en las aulas de clases. Sobre esta y otras instancias de pedagogía cívica, ver Harwich, Nikita, La Historia Patria. En Guerra, Francois Xavier y Annino, Antonio (coordinadores). Inventando la Nación. México: Editorial Fondo de Cultura Económica, 2003, p. 533-549. 33
En 1830 la fiesta cívica va a abandonar su vertiente pedagógica para convertirse en una fiesta popular, gracias a la incorporación estratégica de nuevas dinámicas festivas dentro de la lógica oficial, en particular, de la ramada, que se volverá elemento constitutivo de una nueva fiesta nacional que busca generar una imagen de consenso sobre un grupo social que empieza a cuestionar y a oponerse a las políticas de la elite. El ascenso al poder de una tendencia más “conservadora” o autoritaria da cauce a un proceso amplio de reorganización institucional, constitucional, política y económica, que estabiliza las finanzas y afianza al aparato estatal. Sin embargo, en términos concretos, la Constitución de 1833, como gran obra que va a definir el periodo, no significó una integración significativa en la medida en que la ciudadanía será desplazada por el establecimiento de un derecho a voto censitario y que el sistema económico, que aunque cada vez obedecía más al modelo capitalista, generaba un sistema de relaciones laborales de subordinación que incluso parecía mantener un elemento de servidumbre26. En este contexto de ratificación del ordenamiento social tradicional, la fiesta cívica se volvió una preocupación especial por parte del Estado, que vio en ella la posibilidad de fortalecer el sentido de nacionalidad y de apoyo al Gobierno. Además de aumentar considerablemente su presupuesto, pasando de alrededor de 300 pesos a 1500 pesos, incluso en año de guerra27, a la celebración oficial en la Plaza Mayor se anexó una fiesta popular, pero oficial, en un espacio conocido como La Pampilla, una explanada ubicada al sur de la ciudad a la que asistía la población en masa, durante los tres o más días de celebración que durante el mes de septiembre se disponían por la autoridad y adonde la población llegaba a bailar, comer, tocar y escuchar música, participar en juegos y
26
Lynch, John. Op.cit, p.153-154. En 1827 el gasto destinado a la celebración del 18 de septiembre fue de 232 pesos. En agosto de 1838, durante el desarrollo de la Guerra contra la Confederación Perú Boliviana, el Cabildo aprobó un presupuesto de $1500 pesos a ocuparse en adornos, fuegos artificiales y otras materias. Ver las referencias en el Archivo Histórico Nacional, fondo Cabildo de Santiago, volumen 87, foja 182, “Cuenta de gastos Fiesta 18 de septiembre de 1827”.y volumen 110; foja 306; Acta 28 de agosto de 1838, respectivamente. 27
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carreras de caballos y observar a las Guardias Cívicas y al Ejército formarse y ejecutar simulacros de guerra. La concurrencia, a pie, a caballo o en carruaje, según fuera su extracción social, pasaba a ocupar el mismo espacio en común y a presenciar la misma ceremonia en la Pampilla que, vaciada de los elementos conmemorativos como las inscripciones o los obeliscos, se convertía en un espacio apto para reescribir y replantear lo nacional como esfuerzo estatal de simbolizar los consensos y ampliar los márgenes de lo que se incluía en él. La anexión de espacios de sociabilidad popular como las ramadas es significativo por cuanto éstas construcciones precarias levantadas con fines específicos, como los fines de semana o con ocasión de celebrar fiestas religiosas, fueron prohibidas reiteradamente a razón de que causaban desordenes y propiciaban el vicio y el abandono del trabajo. Sin embargo, desde 1830 en adelante las autoridades empezaron a rematar zonas en la misma Pampilla para que quien quisiese instalara ramadas o escenarios y dispusiera en ellos de juegos y ventas por hasta cinco días, sin que por ello aumentara la fiscalización interna de las mismas. De hecho, tanto durante los días de fiesta cívica como los posteriores, la policía también disfrutaba de la fiesta y no trabajaba persiguiendo las posibles infracciones que, en días comunes y corrientes, sí se cometían. Así, la incorporación de la ramada no solamente garantizó una presencia masiva a la fiesta, sino que también permitió que la misma se convirtiera en una segunda forma de vida del pueblo, como plantearía Bajtin respecto a la fiesta popular, donde se penetra “temporalmente en el reino utópico de la universalidad, de la libertad, de la igualdad y de la abundancia”28. Al insertar esta forma tradicional de entender y promover la fiesta popular, dentro del marco moderno de la fiesta oficial nacional, la fiesta adquiere un nuevo sentido, en el que excepcionalmente las jerarquías sociales son eliminadas y se 28
Bajtin, Mijail. La cultura popular en la Edad Media y el Renacimiento. El contexto de François Rabelais. España: Alianza Editorial, 2º reimpresión, 2002; p.14-15. 35
recrean las apariencias del consenso y la unidad nacionales, lo que no deja de ser conflictivo. Al respecto, la prensa oficialista señalaba, en 1840, que la fiesta cívica funcionaba como un “verdadero teatro de concordia donde no impera otro sentimiento que el regocijo público, y se pierden los distintivos de la riqueza y de nacimiento”29, a lo que la prensa de oposición, especialmente El Valdiviano Federal, redactado por José Miguel Infante, respondía argumentando que la alta convocatoria de La Pampilla no hacía más que demostrar las injusticias e inequidades sociales que aún existían en Chile, “La reunión de la Pampilla fue numerosa y festiva, ¿y cuándo han dejado de serlo las que presentan al pueblo ocasión de holgarse, cualquiera que sea el motivo y el objeto? (…) Conocemos la necesidad que hay de asignar al pueblo llano días de holgura, en que se mitigue su dura suerte”30. La existencia efímera de la fiesta, por tanto, era entendida como una distracción que buscaba reemplazar los verdaderos goces y derechos sociales, contribuyendo a desmoralizar al hombre esclavizado. La posición de Infante refleja, sin duda, como los contemporáneos más críticos del régimen cuestionaron la efectividad y las motivaciones existentes tras el interés del oficialismo y cómo en adelante surgirán textos polémicos que llevarán la reflexión hacia el cuestionamiento del Estado y la clase dirigente. Cuando las aporías de la nación se hacen evidentes, la fiesta puede perder sus cualidades encubridoras y de aparente inclusión. O viceversa, puede ganar nuevas formas, contenido y mensajes que maquillen aún más la segregación. Nos encontramos, entonces, no frente a una elite que se impone sobre un grupo de subordinados, sino sobre una elite que mantiene su hegemonía en la medida en que es capaz de generar un discurso que permita recrear la inclusión que discutimos. El pueblo mantuvo sus formas de diversión tradicionales y de la dificultad de controlarlos se pasa a la necesidad de incorporarlas dentro del marco de lo nacional. Esta 29 30
El Araucano, nº527, 2 octubre 1840. Imprenta y Litografía del Estado. El Valdiviano Federal, nº 139, 1 de febrero de 1839. Imprenta de la Federación. 36
negociación, donde lo disidente o lo alternativo pasa a ser asumido por lo dominante y a la vez lo dominante debe ser replanteado es parte de lo que Raymond Williams va a identificar como un proceso hegemónico, el cual “debe estar en un estado especialmente alerta y receptivo hacia las alternativas y la oposición que cuestiona o amenaza su dominación. La realidad del proceso cultural debe incluir siempre los esfuerzos y contribuciones de los que de un modo u otro se hallan fuera o al margen de la hegemonía específica”31. La generación de un marco de referencias comunes a toda la población no implica la imposición de significados o valores de clase, sino la incorporación estratégica y simbólica del otro. Estrategia, porque una imagen consensuada de nación ayuda a la consolidación del aparato estatal; simbólica, porque la inclusión es momentánea, excepcional, y a final de cuentas, simulada, porque no hay integración social más allá de ese momento. Esto, sin duda, porta una contradicción intrínseca: lo que se crea es, finalmente, un espacio ficticio, que al ser excepcional y momentáneo dejará en evidencia un vacío que, tarde o temprano, será descubierto y cuestionado. La nación, que es reflejo y parte de este proceso hegemónico, es un centro de conflictos que al menos durante el siglo XIX va a requerir diversas modificaciones, según las variaciones del contexto: las migraciones campo ciudad, la llegada de inmigrantes extranjeros, los conflictos bélicos, tanto civiles, internacionales e interétnicos, demandan a la elite dirigente mantenerse permanentemente en atención, reconstruyendo discursos y dinámicas. Cabe preguntarse entonces hasta qué punto esta negociación simbólica, temporal y momentánea tiene implicancias a nivel más amplio, en otro espectro de situaciones. ¿Hasta que punto, no sólo la fiesta, sino que la nación apela a generar las apariencias de la inclusión? ¿Hasta donde, hasta cuando, cómo y por qué razones lo nacional se 31
Williams, Raymond. Marxismo y literatura. Barcelona: Península, 1997, p.135.
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convierte en argumento que ficcionaliza el consenso, pero que sirve efectivamente para aglutinar y movilizar en torno a fines comunes? Llevando más allá el argumento y la idea de negociación, el concepto de hegemonía puede incluso ser aplicado para releer lo que la historiográfica ha calificado de meramente impositivo y represivo, particularmente en el ámbito político y cultural durante el siglo XIX, quizás incluso más allá del ámbito de lo nacional. Por ahora, queda manifestada que la relación entre grupos sociales y poder político implica, según lo planteado hasta aquí, la posibilidad de una negociación que establece los márgenes de la nacionalidad y la integración social, que aunque obtenga un resultado paradójico, aparecerá como una solución viable durante los primeros años de vida independiente. El problema es hasta dónde y por cuánto tiempo.
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Los mapuches y la nación: la urgencia de repensar el problema de la exclusión a través de la deconstrucción del discurso de B. Vicuña Mackenna y N. Palacios”.
El presente estudio surge a partir de la necesidad de deconstruir la nación moderna para evidenciar cómo ésta ha excluido sistemáticamente a los sujetos que no le son funcionales. En el caso particular de esta investigación, haré una comparación entre dos discursos que apuntan hacia la representación de los mapuches en la nación chilena. Para lograr demostrar que a pesar de ser dos discursos que aparentemente parecen contradecirse, muy por el contrario, apuntan hacia lo mismo, que es una exclusión del Mapuche frente a la nación. Los dos intelectuales que analizaré y compararé son en primer lugar Benjamín Vicuña Mackenna, quien escribe desde la segunda mitad del siglo XIX y su discurso responde a un pensamiento liberal positivista modernizante. El discurso de
este
pensador liberal me interesa porque refleja una visión extremadamente negativa de los Mapuches y es eminentemente explícito en su pensamiento. Por otro lado está Nicolás Palacios, de profesión médico. Este pensador está directamente influenciado por el pensamiento anti oligárquico de un grupo de intelectuales que escriben cerca del centenario, identificados por Pinto y Salazar como los intelectuales mesocráticos del centenario32, lo que buscan establecer una identidad chilena específica. Así Palacios, en su obra Raza Chilena, crea un origen mítico de los chilenos, donde el Mapuche ocupa un rol fundamental, pero es un Mapuche ficticio ya que el autor rescata de él una visión idealizada, culturalmente reduccionista y totalmente funcional para su proyecto.
32
Pinto, Julio y Salazar, Gabriel, Historia contemporánea de Chile.Vol. 2: Actores, identidad y movimiento. Santiago de Chile: Lom, 1999. p.141.
39
Lo que pretendo demostrar es que si bien Palacios a primera vista parece tener una visión integradora de los Mapuches, con un mayor análisis nos damos cuenta que su tesis del origen mítico de la raza chilena es incluso más exclusionista que la visión explícitamente negativa de Vicuña Mackenna, a quien critica. Ello porque Palacios, a través de un discurso ficticio, termina negando completamente su esencia, en cambio Vicuña Mackenna es conciente de la realidad de los Mapuches y si bien no los quiere dentro de la nación, los reconoce. En efecto, los dos autores que parecen tener dos análisis completamente divergentes, apuntan hacia lo mismo, hacia una exclusión de los Mapuches en la construcción de la nación chilena. Con la comparación de ambos autores, quiero poner en evidencia cómo los Mapuches han sido sistemáticamente excluidos de la “nación moderna” chilena, y al intentar deconstruir al mismo tiempo esta idea de nación moderna homogenizadora y excluyente, mis insumos teóricos vienen desde la teoría poscolonial. La idea moderna de nación (de la que tengo fuertes reparos) se basa en la idea de una comunidad política homogénea y que se supone, comparte una historia en común muchas veces construida a partir de mitos fundacionales- y elementos que deben identificar a todos sus integrantes. Con esto me surge de forma inmediata una interrogante ¿qué pasa con las “minorías”, los grupos que se encuentran al margen, o simplemente aquéllos que no se identifican por lo impuesto por la nación? Bajo la lógica moderna se calla o se olvida – o se incluye desde la periferia - lo que no es útil a la construcción y la hegemonía de la nación, en el caso chileno, los Mapuches. Se crea un discurso que se supone que es inclusivo – en teoría-, pero en la práctica “Se suprimen y anulan las diferencias culturales, porque van en contra del
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proyecto homogenizador de la nación.”33. En efecto, los Mapuches han sido un problema constante para la nación chilena, en este sentido rescato la pregunta que propone Fernández Bravo, ¿Cómo leer las voces que resistieron o contestaron la implementación de la nación como artefacto cultural?34.El tema es que la nación no se hace cargo de estas voces que son una amenaza para la homogeneidad cultural y simplemente las excluye, pero al mismo tiempo – tomando la idea de Chaterjee35-, tal como la ilustración necesita su otro, la nación también requiere de él. El otro se transforma en todo lo que “nosotros” no queremos ser, es el bárbaro que queda fuera de los márgenes, en las fronteras, generando una dualidad inclusión/exclusión
Desde luego son ciertos elementos los que rescataré de la teoría postcolonial, entendiendo que no se trata de hacer de las teorías camisas de fuerzas que calcen perfectamente con el objeto de estudio propio, lo que no quiere decir que uno no pueda tomar ciertos elementos que son clave en el análisis de la investigación. En este trabajo, rescataré, en primer término, la visión de la construcción de la alteridad o diferencia cultural, la crítica al eurocentrismo, la conceptualización moderna de la nación y los espacios intermedios donde se encuentran los Mapuches, para así, mediante un pensamiento otro, rescatarlos de manera más integral.
Bhabha, postula la articulación de la diferencia cultural desde los espacios inbetween36, yo tomo esta premisa para terminar con la lógica binaria moderna de ver la diferencia en términos dicotómicos y así ampliar el conocimiento.
33
Así surge la
Fernández Bravo, Álvaro. La invención de la nación: Lecturas de la identidad de Herder a Homi Bhabha. Buenos Aires: Manantial , 2000 .p. 15. 34 Ibid., p.14. 35 Chaterjee, Partha. “El nacionalismo como problema en la historia de las ideas políticas”, en Op cit, Fernández Bravo. 36 Bhabha, Homi. Los lugares de la cultura. Buenos Aires: Manantial, 2002. 41
necesidad de pensar más allá de las narrativas de las subjetividades y centrarse en los procesos que se producen en la articulación de las diferencias culturales. Esto es lo que el autor reconoce como espacios in-between, es decir, el lugar donde se elaboran las estrategias de identidad (selfhood). Se trata de crear nuevos signos de identidad. El tema se torna conflictivo toda vez que las estrategias de empoderamiento o representación están subyugadas a un conflicto traumático, por ejemplo, el postcolonialismo. De esta forma, la representación de la diferencia no debe ser leída como reflejo de rasgos étnicos o culturales ya dados por una tradición concreta, sino que la articulación social de la diferencia – desde la minoría- es una compleja negociación que busca significar los híbridos culturales que surgen en momentos de transformación histórica, es, a fin de cuentas, el derecho de significar desde las fronteras del pensamiento, desde la periferia del poder. Un ejemplo concreto de esto es el pensamiento de Elicura Chihuailaf , poeta mapuche, que en su artículo Nada que celebrar y mucho que conversar, pone énfasis – a partir de las conversaciones sobre la “identidad chilena” que surgieron con las comisiones formadas por el Bicentenario – en donde postula que los mapuches han estado constantemente excluidos de la historia chilena, inclusive de la historia reciente. Es elocuente su crítica al texto de Moulian37, donde señala que es tanto el “blanqueo” de la sociedad chilena que los mapuches no ocupan ni una sola línea en su análisis. Una vez más negamos su existencia. Claro que hay un ámbito en donde siempre están incluidos, es en la retórica, en los discursos que suponen ser integradores, pero que a la larga son igualmente exclusionistas y cómo trataré de comprobar en éste trabajo, hay un legado exclusionista – que viene desde tiempos de la conquista- y que se extiende en el siglo XIX, XX y hasta hoy en día. Se genera así la paradoja que señala el poeta “somos
37
Moulian. Tomás. El chile actual. Anatomía de un mito. Santiago: LOM, 1997. 42
Mapuche y somos chilenos. Sin embargo se nos excluye”38. Los chilenos todavía no reconocemos nuestra “morenidad”, y para Chihuailaf, eso si que es un verdadero problema, de eso sí que se debiera conversar y no de estar planeando apoteósicas celebraciones para los doscientos años de la nación. Una de los hechos concretos acerca del poco conocimiento que tenemos sobre los Mapuches se visualiza a través del poco trabajo historiográfico acerca de ellos, Chihuailaf enfatiza en que el único trabajo que existe es La historia del pueblo mapuche de José Bengoa y si bien es destacable su trabajo, creo que el análisis muchas veces queda reducido a categorías clásicas de estudio y no hay un análisis más cualitativo. Es interesante la visión que tiene Chihuailaf acerca de la “Pacificación de los Mapuches”, para él, lo de 1883 fue un golpe del Estado chileno hacia el mundo Mapuche. Y los chilenos, tuvimos nuestra pacificación en 1973. Con esto nos damos cuenta de los diferentes lugares de enunciación y la “marginalidad” de las perspectivas producto del “golpe” de 1883. Y si duda, entiendo completamente porque el poeta subraya que “Para nosotros los mapuches, no hay nada que celebrar en ése vuestro próximo Bicentenario”39
Siguiendo con los teóricos poscoloniales, dentro de esta lógica se inserta también el trabajo de Mignolo40, quien desde un pensamiento fronterizo postula una teoría con un lugar de enunciación diferencial, desde el tercer mundo como respuesta al discurso y la perspectiva hegemónica. Pensar el conocimiento como geopolítica implica pensar desde el dolor de la diferencia colonial y no desde la visión epistémica de las lógicas
modernas
(cristianismo,
conservadurismo,
38
liberalismo,
socialismo
ni
Chihuailaf, Elicura. Nada que celebrar y mucho que conversar, en: Montecino, Sonia, Revisitando Chile: identidades, mitos e historia, Santiago: Cuadernos Bicentenario, 2003. p. 549. 39 Ibid., p. 549. 40 Mignolo, Walter. Historias locales/ Diseños globales: colonialidad, conocimientos subalternos y pensamiento fronterizo. Madrid: Akal, 2003. 43
colonialismo). En este sentido, el paradigma “otro” marca el quiebre en la historia de la modernidad. Es sacar al descubierto lo que oculta la colonialidad y la modernidad, poner énfasis en la violencia, la barbarie y el subdesarrollo, que son en definitiva lo que trata de ocultar el sistema mundo-moderno.
Así, el estudio deconstructivista de los discursos de Vicuña Mackenna y Palacios, es una respuesta ante la necesidad de comprender a los Mapuches desde un pensamiento “otro”, y es al mismo tiempo una respuesta a cómo estos dos intelectuales responden a las lógicas eurocéntricas y reduccionistas de las diferencias culturales. En este sentido, siguiendo con la afirmación de Quijano de que “el proceso de independencia de los Estados en América Latina sin la descolonización de la sociedad no pudo ser, no fue, un proceso hacia el desarrollo de los estados nación modernos, sino que una rearticulación de la colonialidad del poder sobre nuevas bases institucionales”41 Así, como lo afirma Quijano, el fuerte rasgo eurocéntrico de América Latina hace que las lógicas exclusionistas y homogenizadoras operen en la sociedad.
El orden en que expondré a los autores no es fortuito, sino que responde - más que a una lógica temporal – a corrientes de pensamiento específico. El primero es Vicuña Mackenna, quien está inserto dentro de una corriente de pensamiento liberal, típico del siglo XIX. Para él, la premisa de orden y progreso son fundamentales para la modernización del país, es crucial entender el concepto de Civilización/Barbarie, que si bien en Latinoamérica se le vincula a Sarmiento (Facundo), es acuñado por el pensamiento liberal. Que además se caracteriza por las dicotomías en todo ámbito. Bajo esta lógica es que debemos insertar el pensamiento de Vicuña Mackenna con respecto a 41
Quijano, Aníbal, Colonialidad del poder, eurocentrismo y América Latina. p. 236. en www.cholonautas.edu.pe (visitado el 11 de Octubre de 2007) 44
su visión de los “Araucanos” como los bárbaros, que se vuelven un problema histórico para la construcción de la nación moderna chilena. El discurso de Vicuña Mackenna es elocuente y frontal. No esconde su visión negativa sobre los mapuches con metáforas o retóricas. Tiene una visión clara sobre la vinculación entre la nación y los mapuches, estos existen, pero han sido un problema constante para la construcción de la nación, constituyen la “otredad”, que dentro de un proyecto de nación moderno que tiene su pilar fundamental en su carácter homogéneo, estos se vuelven en un problema, son loas “bárbaros” que amenazan a la “civilización”. Así, a la interrogante sobre “¿Qué es la cuestión de Arauco?”, No vacila en responder que, “Para mí no es, señor, sino un gran fantasma, fantasma sangriento, que se pasea durante tres siglos en nuestra historia, engañando a todas las jeneraciones como una ilusión óptica”42. Para él, los mapuches no son ficticios, muy por el contrario critica la imagen que ha creado el autor de La Araucana: “Ercilla nos ha presentado una raza imajinaria de héroes mitolójicos”43. Ha creado semidioses que crean una imagen distorsionada de ellos“Basta ya de novelas i de poemas, señor. El bárbaro vende a sus hijas i vende también sus propia patria”44-. Este es el tema que yo rescato – y que es el punto central de diferencia con Palacios-, Vicuña Mackenna acepta la existencia de los mapuches. Si bien tiene una visión negativa de ellos, al menos los reconoce a través de la crítica. Pero no crea una retórica inclusiva donde selecciona las características que le podrían interesar (que es lo que veremos que hace Palacios, más adelante) “Es cierto que el bárbaro es valiente;
42
Vicuña Mackenna, Benjamín. La conquista de Arauco: discurso pronunciado en la cámara de diputados. Santiago: Imprenta del Ferrocarril, 1868. p. 1. 43 Ibid. cit. 44 Ibid. cit. 45
pero ¿qué salvaje no lo es? Es cierto que el indio defiene su suelo; pero lo defiende porque ódia la civilización, ódia la lei, el sacerdocio, la enseñanza”45. Para él, así se identificaban a los mapuches, como unos salvajes que atentaban con el proyecto de una nación moderna y uniforme. “La patria que él defiende es la de su libre i sanguinaria holgazanería, no la santa patria del corazón, herencia de nuestros mayores, santificada por sus leyes, sus tradiciones y sus tumbas.”46 El sometimiento era la única salida viable, claro está que si no se obedecía, la otra salida era simplemente la aniquilación. Es interesante como se le atribuye a la mujer un rol fundamental en este proceso, había que “enseñarles” al sexo femenino como debían criar a sus hijos, porque ellos tenían que ser los futuros ciudadanos ejemplares y civilizados. Así, la mujer debía sacar las ideas bárbaras. Siempre entendiendo que para Vicuña Mackenna “la conquista del indio es esencialmente, como lo ha sido en Estados Unidos, la conquista de la civilización”47. El tema de las dicotomías entre lo civilizado y lo bárbaro está constantemente presente en él. Esto, sumado a la fe ciega que tenía en el proyecto de una nación moderna y “civilizado” terminan por estructurar la exclusión del mapuche. Si no se logra civilizar queda fuera de la nación, porque en ella no hay cabida para la alteridad y porque al mismo tiempo esta alteridad es necesaria. La nación necesita su “otro”, para fundamentar lo que no se es. Así el enfatiza en que “Nuestro pueblo no desciende, pues, del bárbaro de Arauco, que jamas ha querido someterse al estranjero ni aliarse con él”. Está en los márgenes, o mejor dicho, queda fuera.
Para comenzar con el análisis de Palacios es imprescindible precisar el concepto de “raza.” Si bien es cierto que hoy en día sólo empleamos el concepto 45
Ibid. cit. Ibid. cit., p. 8. 47 Ibid. cit. 46
46
retrospectivamente y con muchos reparos, hubo un momento, especialmente en el siglo XIX, donde sí se utilizó. Avalado por la fe ciega que se le tenía a la ciencia, sumado al carácter encasillador del siglo, hicieron que el concepto se utilizara discursivamente, porque la raza es una construcción histórica ficticia pero con repercusiones en la realidad. Recalcamos el carácter discursivo, porque en el caso latinoamericano, la raza tuvo una utilidad específica. Se usó para crear un discurso nacionalista, en pos de un nuevo Estado, que necesitaba de cohesión. El gran problema fue la paradoja que se estableció a parir de los Estados naciones y su carácter homogenizador por excelencia – en la teoría- y la realidad latinoamericana que lejos de ser homogénea, se ha caracterizado por su heterogeneidad y por ser mestiza. Teniendo en consideración que la gran problemática del uso del concepto “raza” no es un problema exclusivamente latinoamericano, probablemente sí tiene acá características particulares, básicamente por la constitución social histórica de nuestro continente.
El análisis que hace Nicolás Palacios, se debe contextualizar como un contradiscurso en contra de la oligarquía política chilena que – según él- enceguecida por los proyectos modernizadores, y cautivada por las corrientes europeas, había dejado de lado a los sectores populares. Lo que el autor realiza, es la creación de un nuevo imaginario, insertando el concepto de raza, como componente fundamental, pero totalmente funcional a su proyecto de nación. Él comienza explicando que los españoles son descendientes directos de los Godos - por excelencia guerreros y conquistadores -, lo que explicaría el carácter de los conquistadores que llegaron a Chile.
47
Bajo la lógica del autor, el roto chileno sería Aruacano- Gótico, y poseía una fisonomía moral uniforme, “todos sentimos i pensamos de idéntica manera en las cuestiones cardinales”48. El autor esta homogeneizando en pensamiento moral y social, siendo que eran evidentes las diferencias dentro de la sociedad chilena, y todavía más acentuadas en el proceso post independentista, acá podemos identificar el primer recurso para un discurso nacionalista, el querer uniformar la sociedad, no es más que negar a la minoría, pero la intención de Palacios – como anteriormente lo mencionábamos- era fundamentar la idea de que el pueblo chileno compartía un alma nacional específica, que se sustentaba en las particularidades de la raza. El autor hace hincapié en la estructura patriarcal que ambas “razas” poseían y que por tanto fue traspasado a la “raza” mestiza. Además de la representación del hombre como varonil. “Eran, pues, dos razas de corazón y de cerebro semejantes las que en su choque de dos siglos, con una epopeya por epitalamio, dieron el ser al roto chileno”49. No deja de parecernos extraño el argumento del autor, porque si bien acepta que fue un choque de dos siglos, no profundiza en las características traumáticas y anuladoras que tuvo para los indígenas. El que surja -según Palacios- un nuevo ser, tuvo directa relación con el aniquilamiento y la destrucción cultural de los indígenas autóctonos chilenos, porque si bien los aceptaron como otros distintos, hubo un proceso de aniquilamiento sistemático de los indígenas, aniquilamiento cultural y físico. El gran problema – mencionamos algo antes- fue cuando Chile inició su proceso de independencia, y había que crear un Estado homogéneo, sabiendo que había diferencias palpables en la realidad. Entonces, ¿qué era lo más fácil?, crear un discurso que interviniera en las mentalidades y que por ende transformara la realidad, y es aquí cuando se apela a una nacionalidad chilena que fuera común a todos. 48 49
Ibid. cit., p. 37. Ibid. Cit., p. 38. 48
Lo que yo planteó es que este discurso que parece en primeros términos más inclusivo que los que generalmente se habían producido anteriormente – por ejemplo, el de Vicuña Mackenna – finalmente termina siendo más excluyente aún. Básicamente porque le otorga características ficticias a los indígenas, se resaltan ciertos ámbitos, por ejemplo su “espíritu guerrero”, pero no se menciona ni en lo más mínimo la compleja y rica cosmovisión de los mapuches. En este sentido, se produce una naturalización de los rasgos y la “herencia” tanto la fisonómica como
moral, pretendiendo exaltar una
uniformidad moral. Palacios está rescatando una parte, la que a él le conviene, de los mapuches. Y la hace encajar en su proyecto modernizador de la nación. Podríamos insertar el pensamiento de Palacios dentro de la línea genealógica, porque él está construyendo, mediante un pensamiento lineal, una “raza uniforme”, que se inserta de una nación preconcebida. Pero dentro de esta operación lo que realmente sucede, es que los mapuches quedan reducidos culturalmente, se convierten en un símbolo, casi mítico que sustentaría el origen mítico de la nación y la “raza” chilena.
La categoría de género también cabe dentro del análisis, toda vez que la mujer indígena es crucial para la “raza chilena”, la mujer vengará su raza y se convierte así, es un símbolo. Así, la madre patria tiene género. Pero también podemos ver como el pensamiento dicotómico de las esferas separadas también tiene eco en el análisis de Palacios. Esto se refleja claramente cuando señala que “ya sabemos que la intervención de la en asuntos de la calle indica descuido de las de la casa”50. Por tanto la mujer cumple un rol específico, se convierte en un signo y símbolo en términos retóricos, pero
50
Ibid., Cit. p. 316. 49
en la práctica debe estar sumida en la esfera privada, allí es donde está su lugar. Es justamente esta teoría, la que se convierte en uno de los ejes centrales de crítica en las primeras feministas.51.
Después de haber expuesto los pensamientos de ambos autores, podemos contrastarlos y llegar a ciertas conclusiones. La elección de los dos autores a los que analicé responden a una necesidad de establecer formas de representación distintas sobre los mapuches, pero que a la larga apuntan hacia un mismo punto, a una comprensión pobre y poco compleja de ellos. Y por lo mismo, a una exclusión sistemática. Si bien es claro que no puedo olvidar el contexto histórico de cada uno de los intelectuales – sino se produciría un problema de ahistoricidad- es claro que eso no justifica la representación exclusionista. En un principio, postulé que si bien el análisis de Palacios parecía mucho más integrador que el de Vicuña Mackenna, después de ambos análisis, queda de manifiesto que el discurso de Palacios no es más que una forma de exclusión disfrazada detrás de un concepto (raza) que también es altamente cuestionable, así, es evidente que si bien son dos formas de exclusión claras, el análisis de Palacios parece serlo más aún, porque utiliza ciertas características de los mapuches para su propio proyecto sobre la “raza chilena”, de esta forma entrega una imagen estereotipada y distorsionada. A su vez Vicuña Mackenna tiene una visión más clara de los mapuches, si bien es altamente negativa e influenciada por la dicotomía Civilización/Barbarie, non esconde su deseo de excluirlos de la nación bajo ninguna teoría que parezca más “políticamente correcta”.
51
Pateman, Carole, Críticas feministas a la dicotomía público/privado en, Castells, Carmen, Perspectivas feministas en teoría política. Madrid: Paidos, 1996. En: MacKinnon, Catherine, Hacia una teoría feminista del Estado, Valencia: Cátedra, 1989.
50
A modo de conclusión final creo que la necesidad de repensar el tema de los mapuches y su exclusión a la nación surge desde hoy en día como una forma de denunciar una exclusión que si bien se ha disfrazado detrás de muchos trajes, sigue siendo en la práctica una realidad. Pareciera ser que hay una triste continuidad histórica en este tema, que sin duda se ve acentuada con la creación de un proyecto moderno de nación que no permite la diferencia. Es por esto que yo postulo el análisis dentro de la teoría postcolonial, porque creo necesario deconstruir el concepto mismo de nación para reformularlo e incorporar a los mapuches de una forma pertinente. Ya tenemos suficientes discursos que lo único que hacen es continuar con una tradición de exclusión. Por lo mismo creo que las palabras del poeta mapuche Elicura Chihuailaf son altamente significativas, claramente no hay nada que celebrar, por más que se han esmerado en planificar la celebración del Bicentenario en grande, en el fondo los problemas con respecto a los pueblos originarios siguen siendo los mismos. Porque hasta que no reconozcamos a los mapuches en su totalidad, difícilmente ellos podrán sentirse parte de una nación que los ha reducido a símbolos o a salvajes. Tampoco se trata de idealizar a los mapuches, pero sí, de estudiarlos y considerarlos dentro de la complejidad que nace al analizar a cualquier grupo o sujetos históricos.
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La vanguardia política en Vicente Huidobro: el paso de una postura estética hacia la militancia política. En vísperas del Bicentenario es cuando surge la inmensa necesidad de rescatar y revivir a las figuras que han hecho eco en la cultura y en la historia de nuestra nación. Hoy, el propósito, es el de rescatar la figura de Vicente Huidobro, pero no el Huidobro poeta al cual todos conocemos, sino que más bien, la faceta que ha permanecido oculta para la gran mayoría. Sin duda, la principal contribución de Vicente Huidobro a la cultura latinoamericana ha sido su poesía y su prosa. Sin embargo, el año 1925, marcó un quiebre en la obra del poeta tras la publicación del “Balance Patriótico” en Acción, diario de purificación nacional. Su –hasta entonces- poesía creacionista se vio reemplazada por un discurso político mediante el cual se dirigió a la juventud chilena. Discurso que, proyectado sobre la teoría estética literaria del poeta, propuso la ruptura con todo tipo de hegemonía política, social, extranjera o individual. Ya en 1914 con “Non Serviam” podemos advertir la antesala del “Balance Patriótico”, en donde Huidobro expresó la búsqueda de lo – fundamentalmente nacional-, instando al individuo a buscar su propio camino, su propia independencia y autonomía: “Hemos aceptado, sin mayor reflexión, el hecho de que no puede haber otras realidades que las que nos rodean, y no hemos pensado que nosotros también podemos crear realidades en un mundo nuestro, en un mundo que espera su fauna y su flora propias”.52
Ante esto, planteamos como hipótesis la presencia de un paralelismo entre la teoría estética y el desarrollo de un pensamiento político, conciente y voluntario, pero determinado por el impulso estético que dominaba el carácter del poeta. A partir de este análisis, se percibe que su objetivo fue el de originar e implantar la necesidad de “crear realidades” en un mundo propio que representase al individuo a niveles estéticos y políticos. Esto, con el fin de alcanzar un auténtico concepto de patria y nación, – sentimientos- que según el poeta yacían olvidados en la sociedad de la época. Para lograr esto, según Huidobro, debía implementarse una “regeneración” nacional, ideal plasmado tácitamente en su “Balance Patriótico” y en términos más amplios en Acción53, en donde se
Vicente Huidobro, “Non Serviam”, 1914, en: Vicente Huidobro: sus mejores poemas, Colección “Los grandes de la literatura chilena, editorial Zig-Zag, Santiago, Chile. 1994, p. 9 – 10. El énfasis es nuestro. 53 Estamos haciendo referencia al periódico dirigido por Vicente Huidobro. 52
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planteaba que la juventud pedía “a gritos un Chile nuevo y grande”. Huidobro reconoció en esta juventud “limpia y fuerte”, la capacidad para llevar a cabo una “política realista y de acción”, por lo que el objetivo crucial del poeta en 1925, no fue otro que el de acabar y extirpar de raíz a los “viejos” de los que emanaba una “crisis de hombres” debido a su “falta de alma”. “Se diría que nadie cree en una regeneración posible, por eso nosotros queremos demostrar que hay un grupo de jóvenes dispuestos a dejarse matar, si es necesario, por crear un Chile nuevo y grande...54. Que se vayan los viejos y que venga una juventud limpia y fuerte, con los ojos iluminados de entusiasmo y esperanza.”55
A partir de estas referencias, el discurso político-literario de Vicente Huidobro, basado en la idea de “recambio generacional”, debe historizarse, en cuanto influencia para una juventud que se “autopensaba” como un nuevo sujeto histórico clave para la “regeneración” de un país que se encontraba en crisis. Como resultado de esta influencia podemos exponer tres hechos ya conocidos en relación a este periodo. En primer lugar nos referimos a la fundación de Acción, diario de purificación nacional, el cual se convirtió en el portavoz de este pensamiento político basado en la “regeneración”. En segundo lugar nos referimos a la candidatura presidencial de Vicente Huidobro en 1925, apoyada y promulgada por la Federación de Estudiantes de la Universidad de Chile, y por último, a su candidatura a diputado por Santiago en noviembre de ese mismo año. Es así como desde esta perspectiva, se asume y se intenta discutir que la figura de Vicente Huidobro fue un nuevo modelo intelectual para la época. Este nuevo modo de ser intelectual y de plantearse la sociedad, se plasmó en propuestas políticas que concibieron la redefinición del ser humano a partir del quiebre con antiguos modelos y hegemonías estético-políticas, para basarse en nuevas proyecciones que se fundamentaron en la idea de “regeneración” y de “recambio generacional” para el año 1925.
Vicente Huidobro, “Acción”, en Acción, año I, número I, 5 de agosto de 1925. El énfasis es nuestro. Vicente Huidobro, “Balance Patriótico”, en Acción, año I, número 4, 8 de agosto de 1925. El énfasis es nuestro. Esta cita corresponde a dos fuentes distintas; por una parte “Acción” y por otra parte “Balance Patriótico”, ambas publicadas en el periódico Acción, diario de purificación nacional. El hecho de haber citado ambas fuentes de manera simultánea tiene por objetivo dar cuenta cómo Vicente Huidobro utilizó el concepto de “regeneración”, implícita o explícitamente, en diversas fuentes publicadas durante 1925. 54 55
55
En relación al concepto de juventud, el antropólogo Yanko González Cangas56 plantea que la emergencia y desarrollo de la juventud se consolidó y se expandió con la industrialización y su consecuente “especialización”, como efecto puramente industrial y urbano. Dicho sea de paso, este autor hace hincapié en el nacimiento de la FECH en 1906, como un organismo que amparaba los movimientos estudiantiles y las vanguardias artístico literarias. Bernardo Subercaseaux caracteriza a esta juventud de estudiantes de 1925, como un movimiento social multifacético y plural en lo ideológico, que albergaba un fuerte contenido contestatario de matriz ética, y que asumió un rol fundamental y decisivo en la caída del régimen oligárquico y en el ascenso de Arturo Alessandri Palma al poder en 1925. Por su parte, Fabio Moraga57 alude a la emergencia de la juventud en relación a la vida y participación cívica y también, a partir de la irrupción de ciertos acontecimientos sociales y políticos determinados, previos al siglo XX. Sin embargo, para este autor, la juventud adquirió trascendencia como sujeto histórico a partir de la primera década del siglo XX, cuando se manifestó en contra de la corrupción y degeneración de las clases gobernantes, así como el rechazo hacia el materialismo reinante de la época. Es en este periodo en donde la juventud adquirió verdadera conciencia como grupo social, como protagonista en tanto actor político y social dentro de la historia de su país. En relación a Huidobro, es importante rescatar que éste, siendo parte de la oligarquía chilena, que, por resguardar sus propios intereses y riquezas, se esmeró en retrasar el proceso de integración social y participación ciudadana, que la desplazaría como propietaria del poder; se desliga de ella y la critica, la reprocha por su corrupción; da cuenta de los problemas que estaba sufriendo la sociedad chilena –haciendo hincapié en la cuestión social-, y de esta manera se erigió como el representante de los intereses de un variado público, en especial de la juventud chilena, que, cansada de permanecer bajo la autoridad de las clases gobernantes, vio en Huidobro la posibilidad esgrimirse como un actor social e histórico; y a su vez, Huidobro vio en esta juventud, la posibilidad de plasmar sus anhelos para contribuir a la rehabilitación de la sociedad chilena y la consecuente “regeneración” de la patria. Ahora bien, la connotación que le daremos al concepto de “regeneración” utilizado por Huidobro, estará enfatizado en la urgencia de adquirir o recibir un nuevo ser, una nueva vida o espíritu, debido a la crisis
Yanko González Cangas, “Que los viejos se vayan a sus casas. Juventud y vanguardias en Chile y América Latina”, en Ariel, Movimientos Juveniles. Capítulo 4, pp. 59 a 91, editorial Barcelona, 2002, en: http://www.humanidades.uach.cl/articulos/gonzalez3.pdf 57 Fabio Moraga, Muchachos casi silvestres. La Federación de Estudiantes y el movimiento estudiantil chileno: 1906-1936, editorial de la Universidad de Chile, Santiago, Chile, 2006. 56
56
moral de larga data que se había asentado en nuestro país, y que por mucho tiempo había estado conviviendo con las estructuras políticas y sociales de nuestra nación.58 Retomando a nuestro sujeto histórico, es vital señalar, que para hacer visible dicho paralelismo entre la teoría estética y el discurso político, es necesario revisar sus primeros escritos vanguardistas, tales como el “Non Serviam” (1914), “El Creacionismo” (1916) y “Adán” (1916). El principal énfasis que prevaleció en estas primeras publicaciones fue la búsqueda de lo propio, la ruptura con el antiguo tradicionalismo ideológico que imperaba en las distintas esferas del país y el quiebre con la escritura lógica y formal, todas éstas, características, que llevaron al poeta a imprimir en su obra una búsqueda de identidad nacional que daba por perdida. Ya en los primeros escritos de Huidobro podemos encontrar la necesidad de irrumpir y cuestionar a la sociedad a la cual pertenecía, como producto del descontento y del rechazo que le producía la realidad que le rodeaba. En sus primeros escritos, su afán de búsqueda no se refirió solamente a la indagación de una identidad latinoamericana, proceso que recién estaba cultivándose en el continente. Si no que más bien, podemos observar una búsqueda de lo propio mediante la creación de una proposición estética innovadora y transformadora, que respondiera a los acontecimientos mundiales que estaban suscitándose tanto en el continente americano como en el europeo. El primer gran quiebre visible, que se ocasionó en la obra huidobriana, se dio a través del “Non Serviam” (1914). A través de este manifiesto, el autor denota un fuerte convencimiento de no querer seguir imitando a la naturaleza, persuadido por esta necesidad de romper con el pasado, con los cánones institucionalizados que ofrecía el simbolismo. Al igual que en “Non Serviam”, en “Adán”, Vicente Huidobro propone el surgimiento de un nuevo hombre en su “condición primera y con la capacidad de nombrar, decir y recrear el universo entero.”59 Con esto, el poeta hacía un llamado a los hombres a crear y a transformar su realidad en una realidad propia, única. Se hacía un llamado a dejar de lado a Europa, a dejar de imitar los cánones y las lógicas impuestas por el viejo continente, para realizar la construcción y la regeneración de una patria que a cien años de su nacimiento ya empezaba a contemplar su fin. El poeta, al cual se alude, es el individuo, aquel nuevo ser, que debía comenzar a percatarse de las inéditas realidades que le estaban rodeando, las “realidades propias”, los motores de la vanguardia que estaban emergiendo.
Regeneración: concepto utilizado por Huidobro y aplicado al quiebre y recambio generacional para lograr la limpieza y reconstrucción de la patria. 59 Andrés Morales, “Breve esbozo para situar a Vicente Huidobro”, Santiago, Chile, 1993-1998. Disponible en: http://www.vicentehuidobro.uchile.cl/ 58
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Desde esta perspectiva, el “Non Serviam” puede ser leído o entendido también, como la antesala al “Balance Patriótico”, publicado once años más tarde, en 1925. Diez años después de viajes entre América y Europa y del establecimiento en París, Huidobro regresó a Chile. ¿Las causas? Es difícil esclarecerlas, especialmente si examinamos que en Europa, este chileno se había erigido como un estandarte de la vanguardia poética y que fue considerado además un gran influyente del ultraísmo en Madrid. Por si esto fuese poco, en Chile se hablaba con orgullo de “el” poeta más joven de nuestro país, refiriéndose al mismo como el primer vanguardista latinoamericano. Pocos meses después de llegar a Chile Huidobro realizó todos los trámites requeridos para llevar a cabo la fundación de su periódico Acción, diario de purificación nacional, el cual fue financiado gracias a la ayuda de oficiales jóvenes del ejército y de la armada, dirigidos por Marmaduque Grove.60 Ya en agosto, y con la aparición de su primer número, el poeta declaró el estilo propio de un diario que se caracterizaría por publicaciones críticas y combativas. El 8 de agosto de 1925, con la publicación de “Balance Patriótico” Vicente Huidobro arremetió contra todas las esferas de la sociedad, cuestionando la integridad de los habitantes de Chile, a los que calificaba de ignorantes, desconfiados y perezosos. Criticaba además la inexistencia de una trayectoria intelectual en el país, que en oposición, se vio reemplazada por “huasos macucos disfrazados de médicos, filósofos, artistas o políticos.” Tampoco dio tregua a la justicia, una “justicia tuerta, dura e inflexible con los de abajo, blanda y sonriente con los de arriba”. A pesar del desaliento y la indignación con que describía a su país, un país corroído por el mal, Huidobro tenía la esperanza en que pronto aparecería “el Hombre”, un hombre que colmado de “alma” y de “patriotismo”, sería capaz de crear y construir una nación, con la cual el resto de los individuos pudieran reconocerse y sentirse parte de ella. Para Huidobro, este sentimiento patrio que intentaba rescatar, yacía olvidado hace mucho tiempo entre los chilenos. Según el poeta, la crisis moral de nuestra sociedad estaba asociaba a la “falta de alma” y de patriotismo, que para Huidobro era el puro reflejo de la nula trascendencia que Chile había tenido en el exterior. Huidobro se dirigía a un pueblo “desalentado”, falto de energías, el cual, gobernado por viejos políticos “corruptos y embarazados de palabras ñoñas”, carecía de un espíritu que elevaría el “nivel de la nación y de sus compatriotas”.
60
Yanko González. Op Cit. 58
Ante esto, señaló que era imposible llevar a cabo transformaciones o realizar “algo grande” mientras no se sacudiera “todo el peso muerto” de esos “viejos políticos.”61 Luego de llamar al “retiro” a la “vieja politiquería” de nuestro país, Vicente Huidobro culmina los últimos párrafos de su manifiesto “Balance Patriótico” con un llamado dirigido a los jóvenes: “Como la suma de latrocinios de los viejos políticos es ya inconmensurable, que se vayan, que se retiren. Nadie quiere saber más de ellos. Es lo menos que se les puede pedir.(...) Que se vayan los viejos y que venga una juventud limpia y fuerte, con los ojos iluminados de entusiasmo y esperanza.”62
A partir de estos constantes llamados y alusiones a la juventud, surgió en esta época una estrecha relación entre Vicente Huidobro y la Federación de Estudiantes de la Universidad de Chile (FECH), fundamentalmente. Para estos jóvenes, Huidobro representaba la viva encarnación de sus intereses. Los ideales anticapitalistas y antioligarcas de los estudiantes chilenos, convergían plenamente con los del poeta, por lo cual, ambas partes aspiraban a crear una nación que respondiera a las características propias que los representaban, que se correspondieran con su realidad, con el objetivo de poder identificarse con una patria, un país nuevo, ya no más carcomido por las miserias y la corrupción, sino que con esperanzas puestas en el presente y miras hacia el futuro. A diecinueve años de la creación de la FECH, ésta irrumpió en la arena política de 1925 con una postura antioligárquica y contestataria. Se definían a sí mismos “como motor de cambio social y progresista.”63 Su discurso no quedó en el aire, sino que llevaron a la práctica la idea de mejorar la sociedad, prestando servicios en materias educacionales, legales y de salud preferentemente para trabajadores y estudiantes de escasos recursos. “La FECH se concebía a sí misma como una fuerza de renovación nacional, y a sus miembros como agentes llamados a participar en la construcción de un nuevo orden político.”64
La FECH, constituida en su mayoría por miembros de la clase media ilustrada de nuestro país, tenía una corriente ideológica dirigida hacia la transformación y la “construcción de un nuevo orden político” y socio económico del país; eran antimilitaristas, anticlericalistas, pacifistas, con una inmensa voluntad de cambio, con un espíritu de rasgos utópicos y la ética era para ellos el motor que debía regir la actividad
Vicente Huidobro, “Balance Patriótico”. Diario Acción, número 4, 8 de agosto de 1925. Santiago, Chile. Huidobro. Op Cit. 63 Sofía Correa (et. al.), Historia del siglo XX chileno. Balance paradojal, editorial Sudamericana, Santiago, Chile, noviembre, 2001, p. 81 64 Correa (et. al.), Op. Cit., p. 82. El énfasis es nuestro. 61 62
59
política.65 Huidobro participó y representó los ideales del movimiento estudiantil al cual manifestó su simpatía y su apoyo, lo que se tradujo en una relación de amistad. No obstante esto, es necesario dar cuenta de que esta relación que se generó entre Huidobro y la juventud, estuvo representada por un grupo muy pequeño de estudiantes, de corte intelectual, preocupada por el presente de su nación y en especial, por la cuestión social. Por lo mismo, es necesario explicitar que la recepción del pensamiento político de Huidobro, no pudo hacerse extensiva a todas las esferas de la sociedad, por una parte, debido a su origen aristocrático –el cual lo deslegitimaba, conciente o inconscientemente-; y por otra parte, debido a que estos jóvenes que influenció con sus planteamientos políticos y con quienes estableció un estrecho vínculo, fue un grupo muy reducido de personas. Esta estrecha relación de amistad que surgió entre Huidobro y la FECH, se puede ver reflejada en el extracto de una carta que el poeta dirigió a los estudiantes y que fue publicada en la revista Espiga en la primavera de 1925: “Queridos compañeros: No desmayéis un solo instante en esta hermosa labor de despertar a la juventud; mañana recordaremos estos días de entusiasmo como lo mejor de nuestra vida y quizás este recuerdo prolongue nuestro vigor y retarde para nosotros la hora de la vejez. (...) Jóvenes, seamos jóvenes, seamos dinámicos, seamos enérgicos, seamos puros, desinteresados y dispuestos al sacrificio. Sacudamos esta apatía de buey durmiente que adormece hasta el paisaje de primavera con su sola presencia. (...) Hagamos un país hermoso y próspero para dejarlo a nuestros hijos y que no se vean obligados a huir de estos parajes como de una tierra maldita. (...)”66
En esta carta dirigida a la FECH, Huidobro hace un llamado a “despertar a los jóvenes” incluyéndose a sí mismo en esta labor de “ser jóvenes, enérgicos, puros, desinteresados y dispuestos al sacrificio” como los jóvenes que lideraron la transformación del Estado turco junto a Kemal Ataturk.67 En cuanto a los niveles de retórica que podemos apreciar en esta carta, la cual se sostiene en una variedad de símbolos e imágenes, éstos dan cuenta, por una parte, de la carencia de un proyecto político concreto e institucionalizado para llevar a cabo la regeneración del pueblo. Por lo mismo, esta idea también puede ser Ibid. Huidobro, “Carta a la federación de estudiantes”, en: Espiga, volumen 3, primavera de 1925. http://www.vicentehuidobro.uchile.cl/cartas_2.htm 67 Una de las influencias que recibió Vicente Huidobro estando en París, fue la del poeta turco Nazim Hekmet, quien dio a conocer al poeta chileno el proceso mediante el cual, los jóvenes turcos, liderados por Mustafá Kemal Ataturk, renovaron y transformaron las estructuras políticas, sociales, culturales y económicas del antiguo Imperio Otomano, para convertirlo en la nueva República de Turquía. 65 66
60
entendida como una razón por la que el planteamiento político de Huidobro no haya tenido una mayor recepción, un apoyo significativo y la aceptación general entre la sociedad. Pues muchas de sus ideas, si bien se condecían con un compromiso y una preocupación real hacia el destino de su patria, la “regeneración” de la sociedad y el surgimiento de un nuevo hombre; éstas no tenían un sustento efectivo en un programa político, y era imposible pensar en llevar a cabo estas ideas únicamente por medio de la palabra. Lo que sí es importante destacar dentro de esta idea, es que si bien Huidobro no conformó un proyecto político propiamente tal; en sus escritos puede vislumbrarse la utopía de una sociedad sin clases, en donde se exigía la participación de toda la nación en el poder, pues ésta constituiría la expresión de un acto de creación y de dirección en los destinos nacionales. Nuevamente vemos entonces, este afán o necesidad “crear nuevas realidades” con el objetivo de alcanzar de esta manera la redefinición del ser humano, a partir de un discurso estético-político que llamaba a la regeneración del pueblo por medio de la acción de las juventudes. Retomando el vínculo de Huidobro con la FECH, los frutos de esta amistad, no se verían hasta el mes de octubre de 1925, cuando Vicente Huidobro aceptó ser proclamado como candidato para la Presidencia de la República.68 El objetivo principal de Huidobro era “galvanizar una nación invertebrada y poner a todo el país de pie. En primer lugar a la nueva generación, portadora de la antorcha.”69 Ante esto, René de Costa señala que con bastante cercanía a las elecciones, en el mes de octubre, “su improvisada candidatura” fue “apresuradamente legitimada por medio de una Asamblea ad hoc de la Juventud Chilena.”70 Luego de esta proclamación, Vicente Huidobro publicó en el diario La Nación, con fecha 14 de octubre de 1925, las “Declaraciones del Candidato de la Juventud”: “Yo considero mi candidatura simplemente como un símbolo. La juventud se despierta, se afirma, al afirmarse precisa sus ideales, dice al país que ella también existe, que hay que tomarla en cuenta y que se cree con más que derechos que nadie para opinar y construir el país donde ha de pasar su vida.(...) ¿Y quién mejor que la juventud puede arreglar este país, quién mejor que ella que forma esta falange de la gente más sana y que no tiene aún los vicios del viejo régimen metido en la sangre? Una vez por todas, la lucha se Autores como Cecilia García Huidobro, Yanko González Cangas, Enrique Zorrilla y René de Costa postulan que en efecto, Vicente Huidobro fue candidateado a la presidencia por los mismos estudiantes de la FECH y apoyado por otros movimientos de la misma índole. Mientras que Volodia Teitelboim, plantea que fue el mismo Huidobro quien lanzó su propia candidatura presidencial. Ver anexo nº 4, en donde se muestra un volante político sobre el “Candidato de la Juventud.” 69 Volodia Teitelboim, Vicente Huidobro. La marcha infinita, editorial Sudamericana, Santiago, Chile, 1996, p. 130 70 René De Costa, Huidobro: los oficios de un poeta, F.C.E, México D.F., 1984 p. 144 68
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planteó como debía haberse planteado desde la primera revolución. De un lado los jóvenes y del otro los viejos; de un lado los hombres que pueden hacer el Chile Nuevo, de otro lado los hombres que hundieron el Chile Viejo.”71
No podemos dejar de señalar que Huidobro considera su candidatura “simplemente como un símbolo”, un símbolo que bien lo deja expresado al dirigirse y aludir en todo momento a la juventud, una juventud que sería la protagonista del futuro. Desde esta perspectiva, el símbolo al cual se refiere, sería el equivalente al rol que había jugado algún tiempo atrás Mustafá Kemal Ataturk en el antiguo Imperio Otomano, junto al grupo de jóvenes turcos que lideraron la reestructuración de la nueva república. Desde esta idea, Huidobro se planteó a sí mismo como el símbolo de las juventudes, que en su lucha antioligárquica y anticapitalista, requerían de una figura que pudiera representarlos a la vez que colmara sus intereses. Desde esta perspectiva, Huidobro utilizó nuevamente el concepto de “regeneración” como una idea clave que lideraba la base de toda reestructuración futura que iba a suceder en manos de la juventud: “Al fin parece que las gentes se han convencido de que el Chile Nuevo no puede nacer sino de hombres nuevos. Daba pena ver que los jóvenes revolucionarios que levantaron la bandera de regeneración de la patria seguían barajando nombres de ayer para realizar esta regeneración. (...) Al fin la juventud despierta y muestra su descontento y al mismo tiempo sus esperanzas.”72
De esta cita podemos apreciar que Huidobro no se cansó de promulgar la “regeneración” que debía llevarse a cabo en el país con el objetivo de reestablecer el orden en la patria. El poeta señala que “al fin la juventud despierta”, y ésta, “en plena conciencia de su pasado y de su futuro”73 comenzaba a manifestar su “descontento”, al mismo tiempo que “sus esperanzas.” Es así como el concepto de “regeneración” formó parte de la bandera de lucha de Huidobro, tanto para las elecciones presidenciales como para su candidatura a diputado. De esta manera, el concepto de “regeneración” estaba inherentemente vinculado al concepto de “recambio generacional”, el cual implicaba el llamado de las juventudes a liderar la acción, es decir, a llevar a cabo el reemplazo de los “viejos políticos” por un nuevo hombre y un nuevo espíritu.
Vicente Huidobro, “Declaraciones del Candidato de la Juventud, Vicente Huidobro”, publicado en: La Nación, Santiago, 14 de octubre de 1925, p. 4. El énfasis es nuestro. 72 Huidobro, “Declaraciones...” Op. Cit., El énfasis es nuestro. 73 Huidobro, “Non Serviam”, 1914. 71
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Si bien gran parte de las biografías revisadas en torno a Vicente Huidobro se detienen para aludir a este periodo donde el poeta parecía ir en camino al sillón presidencial, son escasos los testimonios y fuentes que proporcionan datos o información y que puedan llenar el vacío existente entre las elecciones de los pre-candidatos y las posteriores elecciones presidenciales. Volodia Teitelboim señala que Emiliano Figueroa, candidato de la coalición conservadora – liberal – radical, triunfó en estas elecciones, pero que bien, no pasarían dos años, para que Carlos Ibáñez del Campo entrara a gobernar en el sillón de los presidentes. Dicho esto, y retomando el tema de la candidatura presidencial de Vicente Huidobro en 1925, René de Costa plantea que: “(...) su posibilidad real de ganar era mínima, Huidobro parece haber entrado en la campaña por el puro gusto de hacerlo y de estar en la arena pública. ¿Cómo, sino, explicar su entusiasmo por una causa condenada al fracaso?”74
La razón más sencilla que explicaría la participación de Vicente Huidobro en la candidatura presidencial, sería la que postula René de Costa como “el puro gusto de hacerlo y de estar en la arena pública.” Sin embargo, no podemos dejar de cuestionarnos esta idea. Si bien Huidobro, a pesar de su genialidad como poeta, como escritor y propulsor de grandes ideas tanto culturales como sociales –y ciertamente políticas-, no podemos eludir su talante vanguardista, su afán de ruptura, de quiebre, de ir siempre contra la corriente, de ser la primera piedra, de experimentar todo lo que estuviera a su alcance. Por esto mismo, recién llegado de Europa, colmado de las ideas sociales, culturales y artísticas que pregonaban en el viejo continente, y persuadido por la idea de que un antiguo imperio, carcomido por la destrucción, sí podía convertirse en una república moderna y joven; Huidobro no necesitó más que inspiración y los medios para dar a conocer sus ideas. Ante esto, el poeta se dio cuenta de que la prensa era un medio de fácil acceso, donde todos acudían para actualizarse, para conocer, para debatir... Es así como su periódico Acción representaba el carácter y el talante de este joven que con sólo treinta y seis años era proclamado candidato a la presidencia de la república. Es por esto, que más allá del simple gusto de participar por figurar, creemos que Vicente Huidobro sí tenía causas reales por las cuales instar a una juventud para liderar la acción. Si bien vemos con claridad que el poeta, en ningún momento propone un proyecto formal de gobierno, ni objetivos claros más que la regeneración del país y la mejora de la raza; al menos podemos
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De Costa, Huidobro: Los oficios... Op. Cit., p. 145. El énfasis es nuestro. 63
rescatar de las fuentes ya analizadas, que Huidobro, sí poseía ciertos ideales. Ideales que de alguna u otra manera se condecían con una realidad europea, distinta a la nuestra, pero que bien podrían haber sido puestos en práctica con algo más de apoyo, de impulso, de garantía y convicción; elementos necesarios, no carentes en Huidobro, sino que en el resto de la población. Es necesario esclarecer, que la antesala de este pensamiento y acción política que se configuró a partir del llamado a los jóvenes a liderar la acción, y que se expresó y se extendió por medio de periódicos y campañas políticas; tuvo su origen en la vanguardia creacionista. Cuando leemos “Non Serviam”, “El Creacionismo” o “Adán”, podemos vislumbrar una lectura política, en donde Huidobro, cansado de pertenecer a un pasado configurado por la antigua aristocracia y manejado por elementos extranjeros, hace un llamado al hombre, al individuo conciente y vinculado a su propia nación, con el objetivo de dar cuenta de la autonomía e independencia que era necesaria para alcanzar la configuración de una identidad nacional, para reestablecer el patriotismo así como el espíritu, el alma y la lealtad a nuestra tierra. Puesto que sólo a través de la recuperación de estos elementos seríamos capaces de reconstruir una nación que a todas luces
–en opinión del poeta- estaba en decadencia,
Huidobro creyó encontrar en la juventud, los elementos necesarios para esta tarea, puesto que eran los únicos que no se encontraban corrompidos por el poder y el dinero. Por ende, fueron los jóvenes, los que a todas luces, se erigieron como “el Hombre” que el poeta proponía como salvador y gestor de la nación. A partir de lo anteriormente señalado, podemos constatar la existencia de una suerte de paralelismo entre la teoría estética y la vanguardia política en Vicente Huidobro. O quizás sería posible postular que desde un comienzo su vanguardia poética estuvo travestida de un discurso político. La base de la vanguardia política se sustentó en gran medida en las ideas de quiebre con el tradicionalismo ideológico y de renovación de las esferas políticas, sociales y culturales en Chile; promovidas en los primeros manifiestos creacionistas del poeta. Sin duda, el discurso político de Vicente Huidobro no puede entenderse ni tampoco desligarse de la poesía vanguardista ni de los manifiestos previos a 1925, en los cuales el poeta desarrolló la idea de un individuo autónomo, perteneciente a un Estado y a una nación en particular, por lo tanto, plenamente conciente de sus facultades creadoras, de sus derechos y su deber como propulsor del quiebre y la ruptura con las antiguas lógicas impuestas por la modernidad Europea.
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Así mismo, esta idea de quiebre y renovación, presente en los manifiestos vanguardistas, se plasmó, haciéndose presente en su posterior discurso político que pregonaba la regeneración de un pueblo en su sentido moral. Huidobro buscaba la restauración de la nación chilena a partir de la purificación del alma, del regreso a la filantropía, de la renovación del espíritu viejo por uno joven, capaz de realizar hazañas imposibles para la “vieja politiquería” que estaba impregnada de un tradicionalismo ancestral que no permitía una adecuada integración social de los sectores más perjudicados y desposeídos del país, y una participación extendida al resto de la sociedad. Por esta misma razón, la “¡crisis de hombres!” que tanto pregonaba debido a la “falta de alma”, no hace más que señalar que la decadencia de la que hablaba Huidobro, era una decadencia moral, reflejada en la incapacidad del hombre chileno de poder construir una nación acorde a su realidad, con la que pudiera identificarse. Tanto en el “Non Serviam” así como en el manifiesto creacionista, Vicente Huidobro invita al poeta-hombre a acometer grandes hazañas en la poesía a partir de imágenes creadas, lenguajes innovadores y representaciones inéditas de una realidad propia, exclusiva y particular de cada individuo según su medio circundante. De esta manera, Huidobro invita a desterrar las lógicas y límites culturales impuestos por Europa, para ser capaces de desplegar nuestras propias facultades a partir de una realidad que nos pertenece, que nos es propia, y que por ende nos representa. En consecuencia, son estas mismas ideas, que estuvieron presentes en su poesía creacionista, las que tomaron fuerza y que luego se plasmaron en un discurso político; pero esta vez, enfatizado en la realidad nacional. Por lo tanto, la invitación del poeta al individuo, ya no estaba dirigida a crear imágenes inconcebibles para el resto de la humanidad; sino que más bien se invitaba a tomar conciencia de la decadencia que se estaba produciendo, por lo que, a través de la juventud, y en su interior, con el surgimiento de un nuevo Hombre dotado de alma y de espíritu, se llevarían a cabo las medidas necesarias para regenerar nuestra sociedad, nuestra identidad, nuestra patria. Si bien podemos deducir que la creación de una teoría estética y su posterior “derivación” hacia una vanguardia de corte política responde a un determinado contexto histórico, no podemos olvidar que fue el vivo reflejo de la inquietud y del desasosiego que gran parte de los intelectuales sentían al verse inmersos en un proceso de fuertes cuestionamientos y de duras críticas a partir el revisionismo que estaban enfrentando ante la modernidad. Vicente Huidobro no escapa de esta apreciación, y si bien se considera como uno de los primeros y más grandes vanguardistas latinoamericanos, ¿por qué no agregarle también la característica de ser uno de los intelectuales que desarrolló una de las oleadas
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culturales e intelectuales más ricas en Chile en el siglo XX?75 ¿Podemos plantear, tal como lo hizo Mario Góngora, que Huidobro fue la figura fundacional más alta del siglo XX? Para terminar, es preciso señalar entonces, que si bien la teoría estética antecede a la vanguardia política en Vicente Huidobro, esto no significa que sean procesos excluyentes o contrarios; sino que más bien es la teoría estética, el contexto histórico y el influjo europeo, lo que sustentó la base de una vanguardia política que tuvo siempre la necesidad de cuestionarse, revisarse y perfilarse en relación a la realidad tanto de una nación como del resto de los acontecimientos mundiales; una vanguardia política que ciertamente nació de una voluntad conciente del poeta y que intentó hacerla extensiva y generalizada a través de un lenguaje comprensible para todos; ya no solamente para los poetas.
Mario Góngora, Ensayo Histórico sobre la noción de estado en Chile en los siglos XIX y XX, editorial Universitaria, Santiago, Chile, 1994, p. 234 75
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