Revista de la UniveRsidad del norte n o 88 y 89

Revista de la UniveRsidad del noRte http://www.uninorte.edu.co/publicaciones/huellas/index.asp no 88 y 89 CONTENIDO Consejo de direCCión 2 Apunte

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Revista de la UniveRsidad del noRte

http://www.uninorte.edu.co/publicaciones/huellas/index.asp

no 88 y 89

CONTENIDO

Consejo de direCCión

2 Apuntes históricos sobre la construcción de lo infantil en Latinoamérica. Jorge Galindo Madero, Ana Rita Russo de Sánchez.

Jesús Ferro Bayona - Director Vilma Gutiérrez de Piñeres - Editora alFredo marcos maría - Editor



Consejo de redaCCión

13 Negros y mulatos en la reconstrucción de una memoria política de Cartagena a principios del siglo XX. Raúl Román Romero.

ramón illán Bacca Pamela Flores Prieto adela de castro ruBén maldonado orteGa munir KharFan de los reyes - Asesor diseño Este número contó con la colaboración de Álvaro Carrillo Barraza en diseño y diagramación.





25 General Juan José Nieto, presidente Caribe. Rodolfo Zambrano Moreno.

32 El Carmen de Bolívar y su comarca tabacalera entre los siglos XVIII y XX. Wilmer Eduardo Rodríguez Villafora.

Huellas es miembro de la Asociación de Revistas Culturales Colombianas, arcca.

11 Educación para el ejercicio de la libertad. Dimas Martínez Núñez.

36 La gastronomía de Barranquilla. José David Villalobos Robles. 55 El duende de una cocina. Lácydes Moreno Blanco.

64 Hipótesis sobre el contacto cultural entre miembros de la comunidad Wayúu y el niño Gabriel García Márquez en Aracataca. Juan Moreno Blanco. 75 Breves apuntes sobre la radionovela como género literario. Piedad Bonnett.

78 De cómo llegue a escribir Déborah Kruel. Ramón Illán Bacca. 84 Tres cuentos breves. Álvaro J. Ramos Q. 86 Relatos. Rubén Maldonado Ortega. 90 Viaje a la India. Cristina Duncan Salazar. 92 Martha Luz de Castro: de Goya al carnaval contemporáneo. Danny Armando González Cueto.

Ilustración de la portada:

Disparate volante de martha luz de castro Fotomontaje digital, intervención y fusión a partir de un grabado de Goya y de fotografías del carnaval de Barranquilla. Papel fotográfico semi-mate 15x20 cm, papel fotográfico metalizado 40x60 cm y autoadhesivo transparente sobre poliestireno blanco 60x80 cm, 2009. Ver página 94.

93 Martha Luz de Castro: “Puedo decir que estoy conectada con la obra de Goya…” Óscar Jairo González Hernández. 97 Índice acumulado de Huellas. Se autoriza la reproducción citando la fuente. Los conceptos son responsabilidad exclusiva de los autores. Licencia del MinGobierno nº 001464, ISSN 0120-2537. Apartado Aéreo 1569, Barranquilla, Colombia. Impresión: Javegraf, Bogotá. e-mail: [email protected] Meses de aparición: Abril (04) - Agosto (08) - Diciembre (12). Huellas 88 y 89. Uninorte. Barranquilla pp. 1-122. 04/MMXI - 08/MMXI. ISSN 0120-2537

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Apuntes históricos sobre la construcción de lo infantil en Latinoamérica Jorge Iván Galindo Madero* Ana Rita Russo de Sánchez** El tema de lo infantil genera hoy en día una particular importancia en diferentes ámbitos sociales. El buen trato al niño, la prevención de las diferentes formas del maltrato infantil, la preocupación por las vivencias en la infancia y cómo estas repercuten en la vida del adulto, son temas de constante divulgación en diferentes medios de comunicación; es también el interés de los programas de los gobiernos y la razón de la existencia de diversas instituciones que, a nivel internacional, realizan esfuerzos para propiciar en el niño una mejor calidad de vida. Pero esto que vivimos en el presente no representa la realidad total con relación al interés de los pueblos por la infancia. En muchos puntos de Latinoamérica el tema de la infancia tiene otro trato: aún prevalecen los castigos físicos, las experiencias infantiles se entienden como algo que con el tiempo se va a olvidar sin mayor consecuencia para la vida adulta; las cuestiones relacionadas con los derechos del niño son un tema lejano, y no existe un discurso sobre lo que es maltrato infantil. * Psicólogo, Universidad Metropolitana; Psicólogo Clínico y magíster en Psicología, Universidad del Norte. Conferencista, Programa Pisotón. Autor de los textos Si Dios está muerto, ¿qué paso con el sujeto? y El discurso del cristiano en los tiempos de la ciencia de la salud, y coautor de Psicoanálisis y teoría social, y Educación y desarrollo psicoafectivo, y la cartilla Nuestros primeros encuentros afectivos y educativos. ** Psicóloga, Universidad del Norte. Formación Psicología Clínica, Hospital de Salamanca. Doctora en Filosofía y Ciencias de la Educación, Universidad de Salamanca. Directora de la Maestría en Psicología Clínica, docente de pregrado y postgrado, tutora e investigadora, Universidad del Norte. Autora y directora del Programa de Educación y Desarrollo Psicoafectivo. Coautora de los libros Temas en psicología clínica y Educación y desarrollo psicoafectivo, y la cartilla Nuestros primeros encuentros afectivos y educativos.

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Huellas 88 y 89. Uninorte. Barranquilla pp. 2-10. 04/MMXI - 08/MMXI. ISSN 0120-2537

En regiones rurales prevalece la forma de comprensión de la infancia que en otras zonas se vivió en el siglo XIX o incluso en los tiempos coloniales. Esta forma de comprender la infancia tiene múltiples connotaciones sociales, políticas, religiosas e incluso económicas. Un ejemplo de esto está en el número de hijos, pasando a la forma como se educa al hijo y se le da un lugar en la familia. Así, en algunas regiones de Colombia se piensa, como en los tiempos coloniales, que los niños deben ser castigados física y severamente, porque no tienen mucha capacidad de entendimiento. En otras zonas del país donde prevalece un discurso moderno, el tema de la dificultad para establecer normas y control al comportamiento infantil puede ser un problema. El presente documento recopila aspectos importantes de cómo se ha realizado la construcción histórica y antropológica de la infancia en Latinoamérica. Su objetivo no es solo dar cuenta de cómo fue el pasado, sino de entender además el presente de muchas zonas del mapa americano donde aún prevalecen formas de ver lo infantil que parecen ya distantes al hombre moderno.

Tiempo

precolombino

Tal vez dejados llevar por la forma como los medios de comunicación, y en especial el cine y la televisión, nos muestran la relación del niño y los adultos en la América indígena, casi siempre la relacionamos con un niño entregado en sacrificio a los dioses. (Los sacrificios de niños a los dioses se realizaban, pero para la mayoría de las culturas este implicaba a niños capturados en guerras y prisioneros por diferentes motivos). Tenemos la errónea impresión de que los niños en esta Amé-

Retratos de la sociedad novohispana: don Joaquín Martínez de Santa Cruz, Nicolás Rodríguez Juárez en Arte Mexicano, época Colonial.

rrollo; tomaría incluso varios textos el describir sus estilos de vida y la forma como se concebía la infancia, lo que supera las expectativas de nuestro trabajo. En este punto solo interesa desmitificar un poco las ideas preconcebidas que existen, para poder avanzar sobre el camino que nos llevará al contexto moderno. En un primer punto, es necesario recalcar cómo para la mayoría de los pueblos la llegada de un niño es interpretada como una bendición de los dioses, y que en algunos pueblos indígenas existan ceremonias que anticipaban este nacimiento. Fray Bernardino señala cómo, cuando la muchacha se sentía embarazada, existían ceremonias e incluso fiestas que anticipaban el nacimiento del niño. Un orador daba la nueva noticia y eran los dioses quienes favorecían este acontecimiento: Sabed que nuestro señor ha hecho misericordia, por que la señora, moza y recién casada, quiere nuestro señor hacerla misericordia y poner dentro de ella una piedra preciosa y una pluma rica. rica anterior a la llegada a los españoles tenían un lugar despreciativo o vinculado con rituales de sacrificio por parte de los adultos. La realidad es que en los pueblos indígenas, como en la mayoría de los pueblos que existen en el mundo, los niños cumplen un papel muy importante porque es en ellos donde se perfila el futuro de la estirpe. De la América indígena se cuenta con muy pocos datos directos y en cambio se resaltan las fuentes de españoles que hacen relatos de sus costumbres y estilos de vida. Para este texto, cumplirán una importante función los aportes que realizó fray Bernardino de Sahagún en su Historia de las cosas de la Nueva España, además de otros que serán citados a lo largo de este texto. Los pueblos indígenas en América presentan una gran diversidad y diferentes niveles de desa-

Existen unos principios psicológicos que son comunes a todos los pueblos, principios universales que Sigmund Freud señaló en forma magistral en su obra, de 1912, Tótem y tabú, donde habla de aquello que nos hace sujetos. Vemos cómo debe existir para todo infante una antesala a su nacimiento, que es expresada en forma de palabras por los adultos y que se convierte en las primeras marcas que están allí, en este caso, en forma anticipada para cada niño. El número de niños esperados en las comunidades indígenas era alto y esto se explica por el hecho de que existía un elevado índice de mortalidad infantil, seguramente debida a que no se contaba con los medios y la información para prevenir enfermedades en la primera infancia. Un alto número de niños era el seguro con el que se contaba para que el pueblo tuviese un futuro. 3

La figura de la madre ocupa un lugar muy importante en la mayoría de los pueblos indígenas americanos, ya sea desde los mayas, donde la diosa de la maternidad era invocada para el feliz nacimiento de los niños y la salud de la madres, llegando a los vestigios de las diosas de la maternidad en Colombia, donde fueron representadas en figuras de cerámica en el centro de país y en pueblos de la Costa Pacífica. Ahora, a diferencia de nuestros tiempos, la maternidad era pensada en muy corta edad: a los 14 años de la indígena ya se presentaba por lo general el primer hijo; esto, que sería escandaloso incluso desde el nivel legal en nuestro país, respondía a su propio tiempo y contexto; las expectativas de vida eran mucho más cortas y esto implicaba un avance más pronto hacia la necesidad de ligar una estirpe. El inicio de la maternidad y la paternidad en estas edades tiene otra implicación: nosotros no podemos hablar de una adolescencia en estos pueblos indígenas, ya que no existían ni los tiempos ni los contextos para que se produjera. ¿Era esto motivo para hablar de indígenas adultos traumatizados por no vivir este momento? En lo absoluto; ya muchos autores han señalado cómo existe una íntima relación entre lo que se considera evolutivamente esperable y las disposiciones de un discurso histórico y social. Es en esta misma línea que debemos entender cómo esta indígena de 14 años se asumía en el tema de la maternidad. Muy distante de las colegialas de nuestra época, recibía una completa formación en el tema de maternidad por parte de sus familiares y otros miembros de la comunidad.

El lugar y la importancia que cada uno de los miembros de la familia ocupaba en esta formación variaban por grupo indígena. Como ejemplo de esta educación es importante revisar para el interesado la forma como se realiza aún esta tramitación de la maternidad en familias indígenas colombianas en el Pacífico y en la Guajira en la Costa Norte colombiana Un punto crítico en nuestro país, y que es realidad en muchos países latinoamericanos, es la dificultad para disminuir las altas tasas de embarazos en las edades entre 14 y 20 años, es decir, en edades escolares. Por otra parte, está la dificultad de estas madres para asumirse en su nuevo lugar y responder a las responsabilidades que implica el tener un hijo. Este sería un tema de amplio debate, pero no deja de llamar la atención cómo en familias rurales y campesinas el tema del embarazo a estas edades no genera tal malestar y existe mayor disposición de la madre a asumirse en ese lugar. Aun así, todo responde a un contexto y una maternidad temprana que puede hacer mella a los intereses y aspiraciones de la mujer moderna. La infancia del niño indígena es más similar a la de nuestros niños, que lo que en un primer momento se pensaría. En ella existía una educación por parte de los adultos e implicaba la asistencia a lugares de formación muy parecidos a los que nosotros entendemos por escuelas; allí se reciba la formación moral, las normas de comportamiento, una importante formación religiosa y se inculcaba el respeto a los mayores, en especial a los ancianos. Señalaba un desprenderse de la familia de base con la que se vivía, más o menos hasta los siete años, con diferencias en culturas que habitaban las tierras americanas. El niño indígena también le dedicaba tiempo a jugar, a la fantasía que propicia las actividades lúdicas; esta es una

Español e india serrana produce mestizo. La representacion etnográfica en el Perú colonial, Ministerio de Educación y Cultura de España.

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Anónimo. Tomado de La representacion etnográfica en el Perú colonial, Ministerio de Educación y Cultura de España.

necesidad de todo niño en las diferentes culturas en las que existe esto llamado infancia. Se han encontrado vestigios de juguetes, la mayoría de cerámica, representado figuras de animales; un hecho que es llamativo y poco pensado es que también existan muñecas, y obviamente los trompos y pelotas con los que juegan nuestros niños indígenas en diferentes puntos del mapa colombiano. Esta importancia del juego para el sano desarrollo de la infancia, tal como lo ha propuesto la teoría psicoanalítica y psicodinámica, y lo han expresado autores desde Freud, pasando por Melanie Klein y Donald Winnicott, entre muchos otros, parece confirmarse retroactivamente cuando se hace lectura de crónicas y textos que relatan esta formas de tramitación de la infancia. En el punto de la disciplina y los castigos, tema que convoca a este texto, estos podrían ser descritos como fuertes, desde nuestra mirada, e incluían los azotes, manotazos e incluso el bañar con agua fría en algunas comunidades. Podrían ser aplicados no solo por los padres, sino también por otros miembros de la comunidad, presentándose incluso castigos ejercidos por todos los miembros de una tribu. Para comprender esto, hay que tener en cuenta que la idea de familia en las comunidades indígenas, antes de la llegada de los españoles, no existía siguiendo el modelo que estos impusieron, e incluso se resalta más la voz de la comunidad, representada en sus líderes religiosos que, por ejemplo, los deseos o expectativas del padre o la madre.

el

niño en la

colonia

El avance de la Colonia implicó la consolidación de los estilos de vida españoles, que venían muy influenciados por la propuesta contrarreformista de la Iglesia católica, es decir, un molde de la Sagrada Familia, donde prevalecía la palabra del padre, el respeto y temor que el niño debía sentir por los adultos, y una potestad legal que entregaba a los padres la jurisprudencia sobre los hijos.

En este marco de vida familiar, se inscribía la forma como los adultos se relacionaban con los niños, cómo se establecía la disciplina y de qué forma la educación moldeaba el comportamiento infantil. Se pasará a realizar unos apuntes sobre la forma de vida del niño en la época colonial, anticipando que será distinta para el español, el mulato, el indígena y el esclavo. El contexto de la Conquista española en América no presenta datos muy claros con relación al tema de infancia; lo que queda claro es que, al poco tiempo del encuentro entre el español y la indígena, aparecen los niños mulatos. Estos van presentar una serie de dificultades en el reconocimiento de su lugar de ciudadanos y harán parte de la ya difundida tradición de los niños naturales, es decir, niños que no son reconocidos ni por el padre o la sociedad con iguales derechos que otros hijos dentro del contexto del matrimonio. Otro aspecto a resaltar de los tiempos de la Conquista, y luego en la Colonia, fue el surgimiento de los orfanatos, los cuales albergaban a niños cuyos padres no reconocían por diversos motivos; y otros que quedaban desprotegidos luego de la muerte de los padres en las guerras producidas 5

en estos tiempos tan convulsionados en las tierras americanas. Estos orfanatos son en su mayoría propiedad de comunidades religiosas, que acogen a estos infantes; la imagen de un niño dejado abandonado en una cuna en las puertas de un convento o monasterio es una imagen que incluso se convierte en clásica y repetitiva en los tiempos de gloria del cine mexicano. Ahora, en la distribución de clases en los tiempos coloniales, también existían categorías para los niños. No era lo mismo ser un niño mulato, español o esclavo, hijo de un hogar religiosamente constituido, hijo natural o un huérfano de convento. Un punto sí es claro: la forma como el discurso religioso atraviesa la educación y las formas de relación del adulto con el niño en la época colonial. Son los sacerdotes y monjas quienes asumen, en gran medida, la educación escolar en el Nuevo Continente, cumpliendo dos propósitos: la formación educativa con un alto contenido moral, pero también la labor de evangelización. No todos los niños en el contexto colonial tenían derecho a la educación, y en diferentes puntos de América la discusión consistió en quiénes podrían acceder a esta y bajo qué circunstancias. Mientras para los niños hijos de esclavo la formación escolar era prohibitiva en la mayoría de los casos, en el caso de los mulatos y los indígenas el punto de discusión consistía en si era beneficioso para la sociedad que un indígena o un mulato se instruyera, y esto le permitiera acceder en un futuro a ascender socialmente o si mantendría igual respeto por las autoridades del virreinato. La formación moral y ética del niño se encontraba muy influenciada por los relatos bíblicos y sobre todo por la vida de los santos: estos se convertían en modelos a seguir por su virtud y sacrificios. Se contaban historias de santos europeos, pero también del incipiente santoral americano en el que sobresalían san Martin de Porres, santa Rosa de Lima y santa Marianita del Niño Jesús. En estas historias sobresalía una infancia caracterizada por la penitencia, el respeto a la autoridad de los padres, a las autoridades civiles y sobre todo las eclesiásticas. La niñez es percibida como una etapa de la vida en la que se deben consolidar los principios de la moral y la fe cristiana; aunque lo que suceda en gran parte de la infancia se va a olvidar, estos principios se sostendrán para el resto de la vida. En las vidas ejemplares de estos santos, la descripción que se hace de su niñez se asemeja 6

más, por su comportamiento y decisiones, a la de un pequeño adulto que parece haber superado cualquier distracción infantil. Fray Pedro Salguero hace una de las distinciones más claras de cómo se entendían los momentos evolutivos en la época colonial; de esta manera, formula cómo, entre los ocho y los nueve años de edad, es el tiempo en el que el niño debe ser más fuertemente reprendido, y ser más severos con su educación. Esta es la época para aprender y modelar el comportamiento bullicioso del niño; describe la infancia como una etapa de falta de regulación y extroversión. Entre los nueve y los doce años, se realiza la primera comunión; esta es la etapa en la que ya debe haberse consolidado la razón y el entendimiento; la primera comunión es el paso de la irresponsabilidad infantil a empezar a asumirse como adulto. Consiguiente a esta época, sobreviene el tiempo de la mocedad.

la

mocedad

Uno de los puntos críticos del desarrollo psicoafectivo para el sujeto, en la Colonia, es el llamado momento de la mocedad; este se podría igualar al paso por la pubertad: es el tiempo en el cual surgen las tentaciones de la carne, y se define entre la vida matrimonial o la vida religiosa; implica la finalización de la infancia y el inicio de la vida adulta, en edades que oscilan entre los 14 y 15 años. Salguero describe este momento como el propio de los cambios en la voz y el surgimiento de los comportamientos sensuales que alejan al sujeto de la vida religiosa.

Formas

de relación en la Familia

Madre-hijo En el modelo español, la relación de la madre con su hijo se encuentra marcada por la distancia, si se compara con las formas de vínculo contemporáneas. Un primer punto a resaltar es que el amor de la madre hacia el hijo solo surge luego del nacimiento y se fortalece con los años y la convivencia. Los primeros años de vida el niño los comparte con la nodriza, quien estará encargada de la nutrición y primera línea de afecto sobre el infante. Con el hijo varón, la madre debe ser cuidadosa de mantener distancia afectiva y no malcriarlo, ya que la cercanía de la madre es el principal causante de la homosexualidad, la cual es percibida en esta época, además como un acto de pecado, como una aberración.

La madre, con los años, debe consolidar una relación más cercana con la hija, ya que existe con ella una responsabilidad de tramitación de temas relacionados con el comportamiento femenino, la importancia de llevar una vida acorde a los cánones morales de la época, y su formación religiosa y espiritual.

mejores consejeros y, si el caso superaba las crisis normales de toda familia, entonces se acordaba una reunión con el tribunal eclesiástico para que tomara partido.

La relación con el padre

El avance de las ideas de la Ilustración genera nuevas propuestas en la forma como se entiende la infancia en América, la que repercutirá en la manera como se entiende la infancia y coloca el psi necesario para que luego se consolide un molde de lo que será el niño moderno.

Siguiendo el modelo judeo-cristiano, la familia se organiza a partir del patriarcado, en el cual es el padre quien tiene la mayor autoridad en el hogar, y la madre y los hijos quedan subordinados a su palabra. Estos hacen contraposición con modelos indígenas e incluso africanos, donde se presentaba, por el contrario, un sentido de organización más centrado en el matriarcado. El hombre es quien tiene autoridad y potestad sobre los hijos, quien puede definir cómo educarlos, cómo castigarlos y qué tipo de castigo imponer; la madre en muy pocas ocasiones toma lugar de palabra y acto en este tema. La madre Iglesia católica generaba un fuerte impacto en la forma como se llevaba la vida en casa. Con altares en los cuartos, imágenes religiosas en cada esquina, horas para realizar rezos y oraciones durante el día, se recordaba constantemente su presencia; y en las edades de la mocedad era recomendable acercarse a un confesor que orientaba en estos cruciales momentos. En casi todas las disputas familiares eran los sacerdotes los

algunos

apunTes sobre el niño en

la época de la

ilusTración

Uno de los puntos a resaltar de la propuesta ilustrada hace relación a propiciar los cuidados necesarios a la madre en el proceso del embarazo y parto; este tema no había sido de gran relevancia durante la Colonia, en gran parte debido a la carencia de conocimientos médicos que ahora empiezan a surgir y al hecho que de la vida solo cobraba importancia luego del nacimiento. Esta nueva propuesta entra en oposición con el tradicional papel que tenían las parteras, que incluso son ahora culpadas de muertes o anormalidades que se presentan en el proceso de parto y postparto. Otro aspecto importante que genera la Ilustración es que promueve una relación más cercana de la madre con el hijo durante los primeros años de vida; bajo el principio de que la leche materna es la que el infante requiere para su crecimiento, y que es la madre la persona más adecuada para mostrarle al niño el mundo desde el punto de vista psicológico, e incluso el religioso. Siendo la Ilustración una propuesta basada en el empoderamiento del saber científico, la educación se convierte en uno de los pilares de su propuesta. Uno de los puntos de mayor controversia en este momento es la entrega que se había hecho de ella a los

Anónimo. Tomado de La representacion etnográfica en el Perú colonial, Ministerio de Educación y Cultura de España.

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Madre y niño. Mary Cassatt.

sacerdotes y monjas; esto genera una crisis que se complica más cuando se inicia la expulsión de comunidades religiosas como los jesuitas, más por razones políticas y económicas que de discusión teológica. La Ilustración dejó una huella de la que gozará el hombre moderno y será el principio de la igualdad entre los hombres; ello implicará con el tiempo también al niño y la consolidación de unos derechos para este.

la

inFancia moderna

En Colombia —en cuanto un país en trámite del discurso de la modernidad en el que se ha generado toda una serie de transformaciones en la forma como se vislumbra la infancia—, se ha pasado de la percepción de un niño pasivo y con poca capacidad para comprender el medio al niño moderno del que se espera el desarrollo de un pensamiento crítico y autónomo. En este aspecto, es interesante revisar la descripción de infancia en los albores de la modernidad en Colombia, tal como la presenta María Cristina Tenorio en Pautas y prácticas de crianza en familias colombianas: Hasta los años 50 era frecuente oír decir que los pequeñitos no se daban cuenta de nada, que los bebés eran insensibles a lo que ocurría a su alrededor, que estaban sumidos en sí mismos: En términos de la jerga psicológica dominante, les dominaba un narcisismo primario, eran egocéntricos, tenían un pensamiento autista. Tanto era así que hasta muy recientemente se operaba a los recién nacidos sin anestesia, pues los médicos decían que no podían sentir el dolor. Esta percepción de lo que era un bebé, obviamente repercutía en la forma como la madre daba lugar a la estimulación temprana del niño, y así se fundía una vez más el desarrollo psicoafectivo de este con elementos ofrecidos por el ambiente y la cultura. Así lo describe la misma autora: Se los “chumbamba” para que estuvieran calmados y durmieran el mayor tiempo posible. Se les dejaba en un cuarto oscuro porque se decía que la luz fuerte y el ruido los fastidiaba. Y se les 8

dejaba en sus cunas dormir hasta que el hambre los despertara. No se les hablaba porque era considerado innecesario, ya que no entendían […] se les dejaba llorar para que no se volvieran “resabiados” […] A partir de esa tierna edad debían aprender el respeto y la disciplina, los niños no debían dirigir la palabra a los adultos sino cuando estos les hablaran, ni podían entrometerse en la conversación de los mayores. Pero esta competencia no solo abarcaba la primera infancia, sino que se perpetuaba en los diferentes momentos del desarrollo evolutivo; es así como se pensaba que el niño no obtenía un verdadero conocimiento de las situaciones diarias hasta los 10 y 12 años, cuando hacía la primera comunión. Con el trámite de la modernidad en Latinoamérica, este lugar del niño se va transformando en especial en las zonas urbanas. Existen varios factores que propician esto, pero es de recalcar cómo en este aspecto toma una real importancia el discurso de los expertos en infancia, el avance

de los medios de comunicación y el interés por importar modelos externos de crianza de los niños. El niño en la modernidad se caracteriza básicamente por ser un niño sobre el que se ha “estimulado” adecuadamente para que responda con prontitud a cada uno de los momentos de su desarrollo. En algunas ocasiones, el afán de los padres y educadores por un ideal en el que el niño entre más rápido en el trámite su infancia, genera como efecto que estará mejor preparado para enfrentar la vida. Retomando a Tenorio: Se creó un modelo mítico de un niño cognitivamente precoz, un sujeto epistémico puro, capaz de resolver las tareas más sofisticadas, su recorrido se calculó meticulosamente etapa por etapa y se fijaron las edades en las que se debían atravesar —si el niño era “normal”. Pero a medida que Colombia es permeada por nuevas formas de concebir la familia propiciadas por la postmodernidad, cambia y se transforma el concepto de infancia, lo que no deja de llamar la atención de diferentes estudiosos de las ciencias sociales; así lo describe Juan Carlos Jurado Jurado, magíster en Historia de la Universidad Nacional, en su investigación Problemáticas socioeducativas de la infancia y juventud contemporánea:

Este autor propone cuatro aspectos para pensar que han propiciado la transformación del concepto de infancia. En primera medida, un cambio brusco que se ha presentado en Colombia al pasar de un país con prevalencia de la familia extensa durante los años cincuenta y sesenta a la forma de organización basada en la familia nuclear y monoparental. De esta forma, se pasó de siete a ocho hijos por familia a uno o dos; esto posicionó al niño de una nueva forma en el ámbito familiar. Bajo esta medida, la familia colombiana es también influida por otra característica de la modernidad: “La democratización de la autoridad en la familia”, la cual es descrita por el sociólogo alemán Norbert Elias (1998, p. 412), quien ubica en la modernidad las nuevas formas de relación entre niños y adultos, que pasan de ser estrictamente autoritarias a más igualitarias, proceso que tiene lugar por el reconocimiento de la mayor autonomía que se concede a los niños en medio del declive de la sociedad patriarcal. En la contemporaneidad, más que antes, los niños son vistos por los adultos como merecedores de un trato especial, y son más estimados en los hogares en proporción inversa a su número.

Hablar de la infancia y de la juventud en la sociedad actual no remite solo al estatuto social de una franja de la población, sino a un problema que compromete las nuevas maneras de configuración de la cultura contemporánea. Entre los fenómenos de las últimas décadas se encuentra la irrupción de la infancia como actor social, haciendo su aparición de manera novedosa, demandando nuevas reflexiones sobre su lugar desde la sociedad, la cultura y la educación. Así, la infancia aparece como un problema de la contemporaneidad, como resultado de complejos procesos relacionados no con una crisis coyuntural del capitalismo, sino con la manifestación de las nuevas formas de organización social, económica y política que caracterizan a nuestra época,. En particular, la irrupción de la infancia como actor social puede explicarse a partir de cuatro factores que se desarrollan como sigue, con un interés más exploratorio que exhaustivo.

Niños trepando árbol. Goya.

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Esta democratización se convierte en la organización familiar en un trastoque de las líneas del poder y el respeto, encontrándose cómo a los niños se le considera “los nuevos reyes del hogar”. Este nuevo lugar del niño también es capturado por la escuela, en donde el lugar del estudiante llega por momentos a superar la autoridad del docente. Un segundo aspecto a subrayar es el nuevo rol de la mujer como madre, esposa y trabajadora al mismo tiempo, lo que deja poco espacio y tiempo para la atención de los hijos, y se encuentra íntimamente ligado a la cada vez más pronta entrada del niño a la guardería y la escuela. La aparición de profesionales en los primeros años de la vida del niño es otra consecuencia de estos cambios. En tercer lugar, se encuentra unida a lo anterior la importancia que va ganando la educación y estimulación en los primeros años de vida, llegando a considerarse esenciales para la entrada del niño en la escuela. La estimulación motora-cognitiva y psicosocial, que en otros tiempos era tarea de los padres, abuelos y otros integrantes de la familia

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extensa, en la actualidad es función de personal especializado en el jardín. Por último, el autor llama la atención de cómo el menor y el joven se han considerado sujetos del derecho, por consiguiente se ha presentado toda una legislación sobre el derecho del menor y a su vez las formas de relacionarse este con la ley. La presencia de centros especializados en menores infractores de la ley deja abierta la pregunta si no es esta otra manifestación de cómo el Estado y otras instituciones no están acogiendo funciones con referencia a los menores de edad que antes eran de los padres.

bibliograFía AA.VV. Historia de la infancia en América Latina. Bogotá, Editorial Universidad Externado de Colombia, 2007, p. 673. Jurado Jurado, Juan Carlos. Problemáticas socioeducativas de la infancia y juventud contemporánea http://www.rieoei. org/rie31a06.htm Ministerio de Educación Nacional. República de Colombia. Organización de Estados Americanos. Pautas y prácticas de crianza en familias colombianas. Serie Documentos de investigación. Punto EXE Editores. 2000, p. 272.

Educación para el ejercicio de la libertad

Dimas Martínez Núñez*

El ciudadano debe decidirse a ejercer su libertad con responsabilidad; la educación es una herramienta clave para formar en libertad, para prepararnos a no seguir siendo utilizados por quienes, desde el ejercicio del poder, se olvidan que su obligación social es la de propender por el bien común. En Colombia, el derecho a la educación se encuentra consagrado como un derecho fundamental de los niños en el artículo 44 de la Constitución Nacional. Entendiéndose como fundamentales aquellos derechos inherentes a la persona humana, por lo que al Estado solo toca reconocerlos. El artículo 67 de la Carta indica que la educación es un derecho de las personas, y que con ella se busca el acceso al conocimiento, a la ciencia, a la técnica y a los demás bienes y valores de la cultura. Intentaremos derivar, de los preceptos constitucionales citados, los Fundamentos Filosóficos de las Políticas Públicas de la Educación en Colombia, para llegar a concluir que la educación es un asunto de política y de cultura, y que no puede considerarse como propuesta filosófica de educación el limitarse a la planeación educativa definida en los planes de desarrollo de los entes territoriales, las más de las veces, tan distintos entre gobierno * Abogado y psicólogo graduado; maitrise en Ciencias de la Educación. Profesor del Departamento de Historia y Ciencias Sociales, Universidad del Norte.

www.fundacionpiesdescalzos.com

En nuestro afán por hacer de la política una actividad con sentido ciudadano, lo que parecería una redundancia, presentamos unas consideraciones que se apartan del trillado discurso, a veces mal repetido, por políticos casi siempre en tránsito electoral, que se limita a la repetición de “hay que mejorar la calidad de la educación y ampliar la cobertura educativa”, sin decir cómo y mucho menos sin detenerse a explicar sobre qué educar.

Estudiantes del Colegio Pies Descalzos, Barranquilla.

y gobierno; o reducir el asunto a la definición de un currículum, ampliar la cobertura educativa, el mejoramiento de la calidad y al desarrollo de una teoría pedagógica, puesto que, por válida que ella sea considerada, gracias a las diferencias económicas y sociales, resulta deficiente para atender los requerimientos y necesidades de estudiantes con marcadas diferencias culturales y económicas; esto es lo que lleva, en palabras de Bruner, a la falta de “manejabilidad”, por no consultarse las necesidades propias de cada comunidad, porque Huellas 88 y 89. Uninorte. Barranquilla pp. 11-12. 04/MMXI - 08/MMXI. ISSN 0120-2537

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la teoría funciona bien, cuando es afín con la realidad cultural. Las investigaciones realizadas por Bruner y su equipo le permitieron concluir que una teoría de la instrucción es una teoría política, en el sentido de que se deriva del consenso que se refiere a la distribución del poder dentro de la sociedad (mundo de las relaciones sociales) y para cumplir qué roles, atendiendo aspectos tales como: a quién se educa, cómo se educa, cómo se distribuyen los recursos. Iniciamos la búsqueda de la aproximación a una propuesta filosófica como la de investigar las ideas y encontrar su aplicación, antes que buscar un método pedagógico, con las lecturas del ítem I de “Educación y sociología” —La educación, su naturaleza y su papel— evocando el concepto de educación de Stuart Mill: “todo lo que hacemos por voluntad propia y todo cuanto hacen los demás a favor nuestro con el fin de aproximarnos a la perfección de nuestra naturaleza…”, y el del fin de la educación de Kant: “desarrollar todas las facultades humanas…”, planteando un concepto de Durkheim: “no existe pueblo alguno donde no haya un cierto número de ideas, de sentimientos y de prácticas que la educación deba inculcar indistintamente a todos los niños, independientemente de la categoría social a la que pertenezcan estos. Incluso, ahí donde la sociedad está fragmentada en castas cerradas las unas a las otras…” Durkheim define la educación así: “La educación es la acción ejercida por las generaciones adultas sobre aquellas que no han alcanzado todavía el grado de madurez necesario para la vida social: tiene por objeto el suscitar y desarrollar en el niño un cierto número de estados físicos, intelectuales y morales que exigen de él tanto la sociedad política en su conjunto como el medio ambiente específico al cual está especialmente destinado”. Siendo que la educación tiene una función colectiva, es imposible que la sociedad no esté vinculada a ella, por lo que el Estado debe desarrollar su sentido social y velar por que todos los niños se eduquen con principios morales y democráticos. Así, la educación superpondrá al ser individual y asocial que somos al nacer, en un ser totalmente nuevo. Esta Filosofía sirve para definir sobre qué educar. “He ahí la cuestión”. Si aceptamos que la posibilidad de ser humano se realiza por medio de los demás, hemos de tener mucho cuidado para evitar que nuestra sociedad y, específicamente, nuestra juventud no se conviertan en réplicas de los demás de manera

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accidental, entendiendo por accidental, carentes de intencionalidad. Debe ser la educación un proceso que afiance la identidad del individuo para que construya su libertad de ser. Que somos un Estado social de derecho fundamentado en el respeto a la dignidad humana y la solidaridad, debe traducirse en una Filosofía de la Educación que enseñe a pensar, a ser reflexivo, para que nuestra juventud tenga como propósito el bien del otro, teniendo consciencia de sus conciudadanos. Esta capacidad solo puede ser desarrollada por el hombre, es algo que va más allá de lo dado por la naturaleza, pertenece al ámbito de lo cultural. Lo que se está diciendo es que, en la definición de una Filosofía de la Educación con una visión moderna del mundo, debe quedar en claro que el niño necesita darse cuenta de sus limitaciones para tomar conciencia de sus necesidades. J. J. Rousseau en el Emilio o la educación dice: “El mundo real tiene sus límites, el imaginario es infinito. El real es un modo de la naturaleza, el imaginario, es puesto por la imaginación humana, por consiguiente no puede ser considerado por la ciencia pedagógica. De aquí resulta que, así como los animales tienen las facultades necesarias, el hombre tiene, además de estas, otras no necesarias”. En consecuencia, la preocupación de un modelo educativo no debe ser solo la de enseñar ciencia y tecnología. Debe ser su preocupación, también, fortalecer las formas de socialización asistidas de una filosofía humanista de los valores morales, ciudadanos, de solidaridad y de libertad; es decir que la educación debe estar orientada a enseñar a pensar no de una manera concretista, analogizante, superficial. Digámoslo ahora con las palabras utilizadas por Fernando Savater en su libro El valor de educar: “Las formas institucionalizadas de educación deben, en síntesis, formar no solo el núcleo básico del desarrollo cognitivo, sino también el núcleo básico de la personalidad”. Decimos nosotros, una Filosofía de la Educación con una visión moderna del mundo debe considerar la formación del hombre considerando sus necesidades y su libertad.

reFerencias

bibliográFicas

Jerome Bruner, Importancia de la educación. Émile Durkheim, Educación y sociología, 2ª ed., Madrid, Ediciones Península, p. 43 a 72. Fernando Savater, El valor de educar, Ed. Ariel, 1ª edición en Aula, 2004, p. 31. Jean-Jacques Rousseau, Emilio o la educación, Ed. Edicomunicaciones, p. 22 a 34. Constitución Política de Colombia, arts. 44 y 67.

Negros y mulatos en la reconstrucción de una memoria política de Cartagena a principios del siglo XX*

Raúl Román Romero**

inTroducción Se realiza un estudio sobre las celebraciones centenarias del 5 de diciembre de 1915, asociada al sitio de Pablo Morillo para lograr la reconquista de Cartagena y la celebración del 24 de febrero, relacionada con el fusilamiento de los mártires de la independencia. Se demuestra que estas conmemoraciones son realizadas por los sectores gobernantes de la ciudad con el objeto de construir una memoria política y patriótica hegemónica que logre someter al olvido la persistente memoria política y patriótica de los sectores populares de la población representada mediante el reconocimiento de las acciones de negros y mulatos en el proceso de independencia y de fundación de la república. En este sentido, estas conmemoraciones centenarias se convierten en uno de los esfuerzos más importantes de la élite cartagenera para presentar de manera exclusiva las acciones de los sectores representativos de su clase en la realización de la república. * Agradezco a Arcadio Díaz Quiñónez los comentarios que hizo al estudio inicial de Memoria y contramemoria: el uso público de la Historia, que fueron fundamentales en esta nueva reflexión sobre la construcción de la memoria en Cartagena. ** Profesor de la Universidad Nacional de Colombia, sede Caribe; estudios de doctorado en historia de América en la Universidad Pablo de Olavide de Sevilla, España, magíster en Estudios del Caribe, Universidad Nacional de Colombia. Historiador de la Universidad de Cartagena. Líder del grupo de investigación Nación, región, economía y poder en el Caribe y América latina (categoría A).

Puerta del Parque del Centenario de la Independencia de Cartagena. En la estela, la lista de los mártires.

*** Solo cuatro años después que tuviera lugar la celebración política y patriótica más importante de Cartagena, el 11 de noviembre de 1911, día en el que se conmemoró el centenario de la independencia de la ciudad, se hacía público el programa de una nueva y sorprendente festividad para celebrar el “primer centenario del sitio de Cartagena Huellas 88 y 89. Uninorte. Barranquilla pp. 13-24. 04/MMXI - 08/MMXI. ISSN 0120-2537

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ocurrido en 1815”. El programa buscaba organizar como en él se señala “los actos públicos con que se conmemora esta fecha de gloria y dolor”, se trataba paradójicamente de rememorar el centenario de los hechos más dolorosos de los hijos de Cartagena en procura de la libertad y el sistema político republicano en general1. En efecto, los días 4, 5 y 6 de diciembre de 1915 fueron dispuestos insólitamente por las autoridades cartageneras para celebrar de manera espectacular, cien años después, los acontecimientos que terminaron con la toma de la ciudad por parte del ejercito pacificador al mando del general español Pablo Morillo. Durante estos días los habitantes de la ciudad despertaron de manera poco habitual, en medio del aturdimiento y la alteración que le causaban los ensordecedores disparos de cañón realizados desde los baluartes y el fuerte olor a pólvora. Pese a esta perturbación, desde muy temprano concurrían como espectadores silenciosos a mirar los números programados dentro de un ceremonial que buscaba señalar el “duelo que deben llevar los corazones patriotas por los antecesores”2. Desde el primer día en horas de la tarde, el rito tomaba su carácter espectacular, al apropiarse del espacio público, mediante la congregación de los habitantes en la Plaza de la Proclamación de la Independencia, sitio en donde se dieron cita “las autoridades, colegios, tropa y pueblo”, para dar inicio a la “Gran Procesión Cívica” que a las 3 p.m. partiría de dicho lugar, recorriendo las principales calles de la ciudad, y terminando en el Paseo de los Mártires, dándole la vuelta a este, hasta situarse frente a la Puerta Central de la Boca del Puente, en donde finalmente terminaría la procesión, para inaugurar la exhibición pública de una lapida adosada allí, “para conmemorar la evacuación de la plaza el día 5 de diciembre de 1815, como síntesis del largo asedio que en tal día terminó trágicamente para las armas patriotas”3. Sin duda, este desfile ponía ante la óptica social una resignificación histórica del sitio de 1815, donde la huida o el abandono de la plaza se transformaban en un acto de extraordinario valor patriótico. Con esta rememorativa festividad, que evoca la destrucción casi absoluta de la ciudad, un aterra14

Tomadas de la Biblioteca Virtual Luis Ángel Arango (BVLAA).

dor número de víctimas y la entrada del ejército español a las calles de la vencida plaza fuerte, se quería redimensionar la resistencia de los cartageneros iniciada desde el mes de octubre y finalizada los primeros días del mes de diciembre de 1815, al tiempo que se ocultaba el fracaso que ello significó para el proyecto político independiente de la recién constituida República de Cartagena. Varias cuestiones llaman la atención de esta repentina celebración, ¿cuál era el objeto de esta celebración? ¿Qué tipo de intereses movieron a los sectores dirigentes de la ciudad para celebrar una fecha que por sobre todas las cosas hacía alusión al fracaso del primer ensayo de gobierno republicano realizado por Cartagena de manera independiente de la Nueva Granada? ¿Existía algún interés en conmemorar la reconquista española o las pérdidas humanas y materiales que el sitio produjo para Cartagena? Las respuestas a estas preguntas no pueden ser completas ni veraces si no se asocia esta celebración a una situación menos coyuntural que a la simple celebración de esta fecha, pues, la extracción de estos recuerdos del pasado está inscrita dentro de un proyecto de largo aliento, formulado y reformulado por las élites dirigentes de la ciudad con el propósito de construir una memoria política y patriótica de Cartagena, que buscaba ante todo magnificar las acciones de las élites dirigentes de la ciudad en favor de la instauración de la república, para de esta forma legitimar su posición en la política y sus proyectos hegemónicos. En tal sentido, esta celebración no puede analizarse de manera aislada, de la no menos sorprendente celebración centenaria del fusilamiento de los llamados “Már-

tomado como síntesis de todos sus sufrimientos y torturas del largo asedio puesto a esta ciudad por el jefe español Pablo Morillo y el 24 de febrero de 1916, en que el sufrimiento de nuestros Mártires selló con sangre la independencia proclamada haciendo entonces más imposible la reanudación de la vida de sumisión llevada en los siglos anteriores5. Para hallar espacio a la acción histórica propia, las élites intentaron eliminar otras acciones que desde el punto de vista histórico resultaban definitivas a la construcción de la república. En otras palabras, hicieron el montaje de una representación histórica con Postales del Centenario de la Independencia de Cartagena (BVLAA). una deliberada negación de la verdad fáctica, donde la capacidad de mentir, y de tires de la Independencia”, prevista para el 24 de cambiar los hechos, se hayan interconectadas. febrero de 1916, solo tres meses después de la 4 Este objetivo obvio obligó a las élites en estas concelebración del sitio de Morillo . memoraciones a emplear una historia idealizada, Efectivamente, estas dos conmemoraciones construida y reconstruida según sus necesidades centenarias presentadas de manera coordinada para legitimar su poder. Por esta razón, aunque pretendían trasportar, cien años después de efec- el 5 de diciembre de 1815 y el 24 de febrero de tuados los acontecimientos, un mito atemporal 1816, día del fusilamiento de los denominados sobre el origen y la fundación de la República de Mártires, representaron ante todo la instauración Cartagena iniciada con los acontecimientos del del poder español y la frustración de la indepen11 de noviembre de 1811. Lo fundamental de dencia definitiva, conseguida el 11 de noviembre este intento era otorgar toda la gloria y el sacrifi- de 1811, las élites intentaron sobre todas las cosas cio por la independencia a los hombres fusilados convertir estas dos fechas en el triunfo definitivo por Morillo (Manuel del Castillo, Martín Amador, de la libertad y sello definitivo de la independenSantiago Stuart, Pantaleón Germán Ribón, José cia de los cartageneros. Tal como lo demuestra la María Portocarrero, Antonio José de Ayos, José retórica patriotera del momento, que se sintetiza María García de Toledo, Miguel Díaz Granados) en el programa de la exposición que se celebraría y al misino tiempo ratificar la condición de estos en honor al fusilamiento de los mártires el 24 de como gestores exclusivos de la independencia de febrero de 18166. Cartagena. Gabriel Porras Troconis, miembro de la Academia de Historia, de la Junta del Cente- Nada más conforme con el pensamiento que guió a nario y redactor del periódico El Porvenir, órgano los próceres fundadores de nuestra independencia, de información más importante de la ciudad, en que la realización de todas aquellas obras que tenun editorial a propósito de la celebración del 104 gan como objetivo primordial el engrandecimiento y aniversario de la independencia de Cartagena, progreso de la patria que nos legaron, porque de ese señalaba el 11 de noviembre como el suceso más modo, concurriremos en la medida de nuestras fuertrascendental que registra la historia de Colombia, zas y de conformidad con el tiempo y las circunsy anunciaba la necesidad de celebrar dos cente- tancias, a terminar la obra iniciada por aquellos. La realización de este pensamiento armoniza, narios de gran importancia. pues, con el fin capital de los fundadores de nuestra En esta vez Cartagena, después del aniversario de Independencia, y tiene cabal cabida en el programa su gloria tiene que conmemorar el centenario de dos de lo actos públicos con que se conmemorara el de sus más grandes dolores; dolores, que llevan su centenario del Fusilamiento de los Mártires7. halo de gloria, como que ellos fueron origen de la La intención de representar a los grupos hegefelicidad futura. Nos referimos a las fechas del 5 mónicos como herederos del proyecto republicano de diciembre del presente año, convencionalmente 15

propuso la transposición del relato histórico, utilizando una producción de imágenes, la manipulación de símbolos y el ordenamiento jerárquico en el cuadro ceremonial. Esta operación se llevó a cabo de acuerdo con modelos usuales de representación de la sociedad y de legitimación de las posiciones gobernantes. Por la manera como estaba concebido el programa de esta celebración, es claro el interés de las élites por convertirse en objeto central de la óptica pública, ya que brindaron un espectáculo en el que se convierten en sujetos magnificados de la contemplación social. Entre tanto, el pueblo cumple con el papel de simple espectador de las acciones, dada la ninguna participación de estos en el programa8. El primer desfile programado el 4 de diciembre de 1915, debido a la estructura jerárquica en que se encuentra organizado, permite tener una idea precisa de la imagen que querían brindar los sectores gobernantes, ya que en la formación aparece en primer orden la primera autoridad del país, precedida de la autoridades departamentales, locales y de toda la gama burocrática en orden de importancia y estatus, escoltados con un desfile sonoro de la banda musical y el desfile de los alumnos objeto del disciplinamiento del poder9. El orden del desfile será el siguiente: Banda de Música Popular, Colegios Públicos y Privados, Coche del excelentísimo Presidente de la República, Coche del Gobernador del departamento y sus secretarios, Coche del Prefecto y su secretario, coche de los huéspedes con carácter oficial acompañados por miembros de la Junta Directiva de las fiestas centenarias, coche del Concejo Municipal, coche del Tribunal Superior, coche del Tribunal de lo Contencioso Administrativo, coche del Tribunal de Cuentas departamental, Coche de los Jueces y Fiscales, coche del Alcalde del distrito y su secretario, coches del Centro de Historia, coches ocupados por las damas cartageneras, coches de los socios del Club “Cartagena” y el Club “La Popa”, coches particulares, regimiento “Sucre” Número 2 con la Banda Militar a la cabeza10. El objetivo de dar un despliegue extraordinario a las acciones de los sectores dominantes de la sociedad cartagenera exigió poner al servicio de estos los mecanismos necesarios para su exhibición; por ello, se incluyó dentro de la programación de la festividad un número coordinado y ejecutado de manera directa por el sector más representativo de la élite dirigente cartagenera asociada en el Club Cartagena, quienes realizaron una batalla de flores 16

BVLAA.

con características de espectáculo público, que se extendió desde las principales plazas a casi la totalidad de las calles de la ciudad acompañados de un ceremonial militar11. A las cuatro de la tarde y organizada por el Club Cartagena, que ha querido concurrir con ello a dar mayor esplendor a las festividades, se dará una gran batalla de flores en la plaza Rafael Núñez, el Camellón de los Mártires y principales calles de la ciudad. Para la batalla se dividirán los contendores en dos bandos y simularán encuentros en las plazas mencionadas y calles principales de la ciudad. Cada grupo de combatientes irá precedido de un Estado mayor a caballo con vestidos apropiados y acompañados de cornetas que darán los toques necesarios para el buen desarrollo de la lucha12. El poder de los grupos dirigentes les permitió utilizar medios espectaculares para señalar su ascenso en la historia, haciendo un uso público de algunos hechos que dotaban de valor y valentía a todos aquellos que desesperadamente huían de las represalias españolas; por ello, se seleccionó la dramatización como medio más eficaz para cumplir con este cometido y el día 5 de diciembre el último número fue la representación teatral de la fuga que realizaron distinguidas personalidades del comercio cartagenero, rompiendo el cerco establecido por las embarcaciones de los sitiadores españoles. A las once de la noche del día 5 de diciembre de 1815 la Guarnición de Cartagena se hallaba embarcada a bordo de la cuadrilla independiente, dispuesta a hacerse a la vela para forzar el paso cerrado por las baterías que los españoles habían emplazado de una y otra costa de la bahía. Para conmemorar estos sucesos, coronación y heroica defensa de Cartagena, la junta directiva ofreció a las nueve p.m. una reproducción con naves arre-

“Batalla de flores” del Centenario de la Independencia de Cartagena.

vio envuelta la clase dominante de la ciudad, utilizando convenientemente una selección sistemática de aquellos recuerdos que comprometieron la vida de algunos hombres en procura de la salvación de la patria y el proyecto republicano. De lo que se trató en esencia fue de la selección de unos héroes representativos de las clases dominantes. Por otro lado, se pretendía enmascarar la realidad al excluir la participación de los sectores populares, negros y mulatos en el proceso de independencia, silenciando sus personajes más representativos y con los cuales se identificaban estos sectores de la sociedad cartagenera15. BVLAA.

gladas al efecto y fuegos artificiales del último y formidable combate sostenido por los emigrantes contra las fuerzas sutiles de mar y tierra de los sitiadores españoles.13 Sin embargo, es a partir de la construcción mitológica del héroe que con mayor frecuencia se engrandece la teatralidad política; en razón de esto, el programa no podía dejar de lado la simbolización de actos heroicos, como el presentado en las horas de la noche del segundo día de festejos, realizando un simulacro de fuegos artificiales en la cima de la Popa, alusivo a la defensa del frustrado asalto por parte de los españoles el 11 de noviembre de 1815. Otros números contemplados dentro del programa evidencian con mucha nitidez la intención de transmitir a la sociedad cartagenera elementos emotivos que pudieran despertar la sensación del asedio que pudo vivir la ciudad. El día cuatro a las 12 de la noche se dio despedida a la programación con una procesión de antorchas realizada por uno de los regimientos militares, que se desplazó por las principales calles despertando la admiración de los vecinos de la ciudad14. La intención de los sectores dominantes con estos festejos era doble; por un lado, buscaban que la independencia se representara exclusivamente con ciertas acciones y situaciones en las que se

El último día de las fiestas alusivas al sitio nuevamente los cañonazos despertaban al pueblo de Cartagena y lo preparaban para un nuevo encuentro en la Plaza de la Proclamación de la Independencia, donde se iniciaría una procesión cívica “acompañada por las autoridades eclesiásticas y civiles, corporaciones públicas, damas, y caballeros de la sociedad cartagenera, el pueblo entusiasta y el regimiento “Sucre” Número 2, hasta el paseo Heredia, en donde se colocará la primera piedra del monumento qué allí se erigirá a don Pedro de Heredia ilustre fundador de Cartagena”16. Con este acto, en apariencia contradictorio, esta celebración centenaria, que ante todo exaltaba la defensa realizada por los sectores dominantes de la ciudad, contra la reconquista española, incluía dentro de su programación un número donde se rendía culto a los conquistadores españoles causantes del fracaso del proyecto independentista; pero, más sorprendente aún, resulta que la justificación para la realización de tan solemne homenaje haya sido el agradecimiento a los españoles por el regalo de la patria. Sin duda, este reconocimiento de lo hispano se encuentra insertado en una tradición fortalecida en el marco del proyecto político de la Regeneración, muy usada durante los gobiernos de la hegemonía conservadora, donde lo hispano se convierte en el elemento fundamental de la identidad nacional. En

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consecuencia, las élites cartageneras instrumentalizaron la doble celebración para invisibilizar lo negro y lo mulato en los actos fundacionales de la república y la libertad. Al respecto, puede verse el sustento ideológico que justifica la exaltación de lo español en el festejo. Al conmemorar la ciudad Heroica los hechos que dieron por resultado final la Independencia de que gozamos quiere confundir en una sola, la gloria de los libertadores y los conquistadores, ya que unos y otros contribuyeron a darnos esta patria amada, y son la más alta expresión de la raza hispana a que nos gloriamos en pertenecer con legítimo orgullo17. No cabe ninguna duda sobre la existencia de prejuicios de raza y clase en la selección de los personajes fundadores de la república, lo que de muchas maneras tiene que ver con el imaginario social de la élite cartagenera, quienes se apropiaron de la visión que, desde la región andina, los sectores dominantes construyeron sobre la nación y sus fundadores, desconociendo el papel que negros, mulatos, indígenas y mestizos desempeñaron en la fundación de la república18. Esto, por supuesto, es lo que explica, de muchas formas, la contundente reivindicación de las acciones de aquellos hombres de raza blanca como gestores únicos de la lucha por la independencia, como curiosamente lo demuestra la defensa que Pedro María Revollo, presbítero y miembro de la Academia de Historia de Cartagena, realiza de Pedro Antonio García, a quien considera uno de los primeros mártires fusilados tras la incursión de Pablo Morillo a Cartagena, y, por lo tanto, no puede entender por qué a pesar de que este “no era un hombre vulgar o de nombre oscuro como lo hemos de ver; no nos explicamos cómo su muerte y aún su nombre se escapó a la pluma de los hombres que lo sobrevivieran”.19 El presbítero Revollo tenía parentesco con su olvidado prócer, y justificaba el reco18

nocimiento de mártir de la independencia al que se hacía merecedor, señalando, como argumento legítimo, lo siguiente: Fue nuestro prócer español de nacimiento, casado con una criolla, pero siguió el partido de éstos y sirvió a la causa de la independencia de la patria nueva con lealtad, hasta el costo de su vida. Era García alto de cuerpo, de musculatura recia, ojos claros, cabellos castaños y tez sonrosada; por su gallardo aspecto parecía un inglés de buena raza...20 Los elementos centrales de esta justificación, que a todo trance busca el reconocimiento, primero de la condición de español y blanco de Pedro Antonio García para que pueda ser admitido como prócer y mártir de la independencia, es una contundente prueba que evidencia innegablemente que la condición racial jugó un papel central en la sociedad cartagenera y en la construcción de su memoria política; y, de otro lado, demuestra que los sectores dirigentes cartageneros y los historiadores de la ciudad solo estaban dispuestos a reconocer como precursores de la república sujetos cuya piel fuera blanca21. No en vano, Pedro M. Revollo, con estos argumentos, intentaba persuadir a la Junta del Centenario y a sus compañeros de la Academia de Historia, que se colocara una lápida en la Plaza de los Mártires, que recordara públicamente el sacrificio de Pedro Antonio García, en beneficio de la patria, arguyendo que si esta petición no era aceptada “continúe la lápida negra y pesada del olvido sobre la memoria de quien sacrificó su hogar y su vida en aras de la independencia con menores servicios pero no con menor mérito que los diez afortunados a quienes la blancura del mármol muestra a la vista de los transeúntes”22.

Celebración del Centenario de la Independencia de Cartagena. BVLAA.

Esta combinación de celebraciones, la de diciembre de 1915 y la de enero de 1916, representa, aunque el más desesperado

artesanos de la localidad de contraponer a la memoria oficial establecida por ellos, una memoria política de carácter popular, que reivindicaba las acciones del mulato Pedro Romero Walker y de las milicias de Lanceros compuestas de negros y mulatos del arrabal de Getsemaní, capitaneadas por este25. Este personaje, reclamado por los sectores populares de la población como un símbolo político de la independencia y sobre quien pensaban erigir una estatua en el Parque del Centenario, espacio vedado para instaurar la memoria política de la independencia cartagenera, fue objeto de la marginación por parte de la Junta del Centenario, cuando la estatua y el ceremonial de Anónimo, Reina y su corte en la escalera del Teatro Heredia, en los I Juegos inauguración que la debían acompañar florales de Cartagena, 1911, copia en gelatina, 16.8x12 cm (BVLAA). fueron excluidos del programa de dicha festividad. En tal sentido, como un acto esfuerzo, también el más contundente, realizado de reconocimiento a las horas de trabajo gratuitas por la élite para desaparecer la existencia de una destinadas por los artesanos a las obras de finamemoria de corte popular, que asociaba la funda- lización del parque y a los recursos económicos ción de la República de Cartagena con las acciones aportados por estos, la junta de la festividad erigió de los mulatos y negros23. También representa la una estatua en honor al trabajo, que simboliza la tentativa más nítida para concretar los intentos de estampa de un herrero tipo europeo con la que construcción de una memoria política hegemónica, por supuesto no se identificaron los artesanos26. que se había iniciado en la segunda mitad del siEl intento anterior de los artesanos para consglo XIX por parte de una generación de dirigentes truir materialmente un símbolo político represencartageneros que se enfrentaron al predominio tativo de su clase a la vista pública de la sociedad popular y mulato en las direcciones políticas de cartagenera, no se presentaba de manera aislada; la ciudad, que legitimaba su posición por medio este hecho estaba acompañado de un conjunto de de una memoria política, donde se representaban acciones organizadas políticamente en el ámbito como los iniciadores de la independencia defini- local y departamental, con clara conciencia de la tiva de Cartagena. Esta preponderancia popular necesidad de propagar su opinión por diversos mulata cartagenera se mantuvo hasta los últimos mecanismos, entre ellos, el más importante: la 20 años del siglo XX, cuando la formación de una prensa. Con esta intención la Sociedad de Artenueva red de poder alrededor de Rafael Núñez sanos de Cartagena creó la publicación semanal cambió la relación de fuerzas en la apropiación de Voz del Pueblo, que se constituyó en elemento de los espacios políticos en la ciudad24. propagación pública de un discurso que señalaba Por esta razón, estos sectores dirigentes de la ciudad aprovechaban la ocasión centenaria para solemnizar en estos eventos la única fuente de legitimidad para mantener su tambaleante hegemonía en la ciudad, pues hasta ese momento ellos tenían razones de sobra para temer una nueva arremetida popular hacia los espacios de poder, ya que en la celebración del Centenario de 1911 la clase dirigente de la localidad, pese a su proyecto de magnificar las acciones de su clase como precursora única de la independencia de la ciudad, tuvo que enfrentar la propuesta impulsada por los

a los sectores dirigentes de la ciudad y el país como traidores del proyecto republicano, debido a que estos con sus enfrentamientos partidistas y sus intereses por encima de las necesidades populares habían impedido la ampliación de la ciudadanía política, al excluir a los elementos populares de la educación, pieza fundamental para la consecución de aquella y piedra angular para la ampliación democrática que debía acompañar toda república. Al respecto, señalaban desde Voz del Pueblo: Los hombres que conforman esa mayoría no son considerados como ciudadanos y esos hombres 19

no pueden reclamar sus derechos de ciudadanos, porque forman una masa analfabeta, y sobre esa miseria levantan su obra nuestros políticos, esa obra es inmoral y criminal27. Aunque la élite gobernante desde el control que tenía de la festividad pudo frustrar, con cierto éxito, la materialización pública del símbolo político popular, encarnado por Pedro Romero, esto no disminuyó, de ningún modo, la preocupación frente a la amenaza que representaban los cuestionamientos contra la élite, emitidos por los sectores populares de la ciudad, los espacios que venían tomándose estos sectores en cabeza de los artesanos y el uso público de la historia que, aunque no era sistemático, reconocía a los artesanos como sujetos históricos y políticos cumpliendo un papel fundamental en el proceso de construcción de la república. La combinación entre el discurso emitido a través de la prensa, la acción y la organización política emprendida por los artesanos, generaban cada vez mayor impacto en la opinión pública, especialmente popular28. En efecto, desde el año de 1909 los artesanos se organizaron bajo la Sociedad de Artesanos de Cartagena y a partir de esa sociedad lograron colocar dos representantes de la organización en el Concejo Municipal, lo cual suscitó una reacción de parte de la dirigencia de la ciudad, que llamaba la atención sobre la visible presencia de los artesanos en los puestos públicos y que, en tal sentido, era indispensable evitar que el cabildo se convirtiera en “merienda de hojalateros”, como años atrás29. No obstante, los artesanos siguieron ocupando una importante representación en el concejo municipal durante los siguientes años. Fortalecidos por el respaldo popular, en 1915 lanzaron una lista propia al concejo, causando la inquietud de los sectores dirigentes de la ciudad, que veían en estas acciones una fuerte amenaza a su hegemonía política. Frente a estos hechos, para nada aislados, tienen que comprenderse estas dos celebraciones, que dan clara muestra de la preocupación de la élite frente a la existencia de una arraigada memoria política y patriótica popular que funcionaba como unificadora e impulsora de los proyectos futuros populares, impidiendo de múltiples formas el predominio de la memoria política pretendida por los sectores dirigentes. Si bien estas celebraciones constituyen un esfuerzo contundente para afianzar el protagonismo histórico y político de los sectores dominantes en el proceso de independencia, también evidencian el fracaso de un largo 20

proceso de disciplinamiento de la memoria social cartagenera, y el inconcluso y traumático proceso de invención de una tradición que les permitiera a los sectores dominantes cartageneros su legitimidad en el poder30. Al parecer, hasta ese momento conmemorativo de los centenarios de muy poco había servido retomar en los discursos patrióticos los nombres de los mártires como gestores de la independencia, como tampoco había sido eficaz darle a importantes calles y plazas de la ciudad los nombres de estos; tampoco funcionó la construcción del Paseo de los Mártires en la década de 1870, pues al lado de esos intentos persistía una fuerte resistencia popular a olvidar a aquellos personajes históricos con los que se identificaban; como reacción a los intentos señalados anteriormente, la figura de Pedro Romero y su familia seguía siendo reivindicada. En una publicación de 1880 se decía lo siguiente: El ciudadano Pedro Romero natural de la ciudad de Matanzas de la isla de Cuba, era el 11 de Noviembre de 1811 el comandante del cuerpo denominado “Los Lanceros de Jetsemaní” i él con dicho cuerpo unido a su yerno el Dr Ignacio Muñoz marcharon en ese glorioso día a la cabeza del pueblo del Convento de San Francisco al frente del palacio a exigir de la suprema junta de gobierno, la independencia absoluta de la Monarquía Española, pues ella juzgaba que aún no era tiempo — el comandante Pedro Romero con sus hijos Mauricio, José, Tomas i Sebastián fueron también de los defensores de esta plaza en el memorable sitio de 1815, saliendo con la migración a la ciudad de los cayos en donde murió dicho comandante Romero31.

Pablo Gómez Isaacs, Tanque de guerra para disparar buscapiés, h. 1928, copia en gelatina, 20x15 cm (BVLAA).

grama de los actos públicos con que se conmemora esta fecha de gloria y dolor, Cartagena 1815-1915. Este programa también puede verse en: El Porvenir, Cartagena, diciembre 3 de 1915. Con relación a la celebración del 11 de noviembre en Cartagena y la disputa entre los artesanos y los sectores dirigentes para imponer memorias políticas y patrióticas representativas de sus clases, ver: Román Romero, Raúl “Memoria y contramemoria: el uso público de la Historia en Cartagena”, en: Desorden en la Plaza: modernización y memoria urbana en Cartagena. Cartagena, Instituto Distrital de Cultura, 2001. 2 Ver programa de la celebración citado. 3 Ibíd., págs. VII-VIII. La procesión recorrería las calles y plazas en el siguiente orden según se señala en el programa: “las calles de los Santos de Piedra, de la Iglesia, de la Estrella, del Cuartel, del Anónimo, Bendición del Club Cartagena por monseñor Brioschi, Estanco, de la Universidad de San Agush. 1924, copia en gelatina, 16x12 cm (BVLAA). tín, calle de El Porvenir, del Colegio, de Portocarrero, Plaza de los Coches, Boca Sin duda, las últimas celebraciones centenarias del Puente, costado oriental del Paseo de los Mártires, y dándole que se realizaron en Cartagena y los extraordina- la vuelta a éste, hasta situarse frente a la Puerta Central de la Boca del Puente, en donde se descorrerá el velo a una lapida rios esfuerzos realizados por la élite de la ciudad en adosada allí, para conmemorar la evacuación de la plaza el día el marco de estas conmemoraciones, indican con 5 de diciembre de 1815, como síntesis del largo asedio que en terminó trágicamente para las armas patriotas”. cierta contundencia, la existencia de una contra- tal día 4 Sobre los intentos de construir una memoria patriótica memoria o una memoria alternativa de corte poen Cartagena, ver: Saldarriaga, Grey, La construcción de la pular que impidió que se diera durante esos años memoria patriótica en Cartagena 1850-1912. Trabajo de grado el predominio de una memoria que, reivindicando para obtener el título de historiador. Universidad de Cartagena, las acciones de las clases dominantes, pretendía noviembre 2004; ver Le Goff, Jacques, El orden de la memoria, Barcelona 1991. constituirse como hegemónica; la construcción Paidós, 5 El Porvenir. Cartagena, noviembre 9 de 1915. En otra de la memoria política y patriótica de Cartagena columna que compartía página con el editorial aparecía una se convirtió en un campo de conflicto simbólico narración histórica que exaltaba los acontecimientos del 11 de que contrapuso los intereses de clase y confirmó noviembre señalando la importancia del 5 de diciembre - 24 de la exclusión de negros y mulatos como actores febrero, estableciendo una relación directa con los triunfos de la batalla de Boyacá. Lo firmaba José H. Ocampo. históricos y políticos en el proceso de formación 6 Ver Arendt, Hannah, “La mentira en política”, en: La crisis de la república. de la república. Taurus, Barcelona 1998, pág. 13. Ver también Balandier, Georges, El poder en escenas, Paidós, Barcelona Cartagena representa solo un caso de esos 1994. Ver: Exposición de Cartagena en Febrero de 1916: Primer conflictos que en el campo de la memoria ocurren Centenario del Fusilamiento de los Mártires, 1816 Cartagena en otras ciudades del Caribe. Paradójicamente, 1916, pág. III Cartagena diciembre 12 de 1915. Ver el programa de la festividad en: El Porvenir, Cartagena 23 febrero de 1916. como una muestra de esa resistencia que presen- La negrilla es mía. 7 ta la memoria alternativa popular, a pocos años Exposición de Cartagena, en febrero de 1916, programa citado, pág. III. de las celebraciones bicentenarias —que tienen 8 Sobre el tema de las herencias de poder, ver: Levi, Giovancomo objetivo la recuperación donde nuevamente ni, La herencia inmaterial: la historia de un exorcista piamontés se reconstruyen las fiestas de la independencia, del siglo XVIII. Ed, Nerea, Madrid, 1990. Sobre la construcción cuyo objetivo central es la recuperación del sig- de imágenes y menoría, ver: Saldarriaga, Alberto. Imagen y nificado político y patriótico de las fiestas de la memoria en la construcción cultural de la ciudad. En: Torres independencia—, el fantasma de Pedro Romero T., Carlos; Viviescas, Fernando; Pérez, Edmundo (comp.) La ciudad, hábitat de diversidad y complejidad. Universidad Nacomienza nuevamente a ser evocado en un nuevo cional 2000, págs. 154-156. 9 retorno al pasado. Sobre el tema del disciplinamiento de la memoria, ver: Samaddar, Ranabir. “Territory and people: The disciplining noTas of historical memory”. En Charttejee, Partha (editor). Texts of 1 Pawer Emerging Disciplines in Colonial Bengal. University of Biblioteca Academia Colombiana de Historia, en adelante Minnesota Press 1995, págs. 167-199. BACH, Primer Centenario del Sitio de Cartagena en 1815, Pro10 Ver Balandier, op. cit., pág. 34. Para un análisis de la

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estructuración jerárquica de la sociedad medieval en los cede la memoria. Los usos de la memoria por lo general están remoniales, ver: Darton, Robert. La gran matanza de gatos y asociados a la manipulación de los recuerdos, en especial de otros episodios en la historia de la cultura francesa. Fondo de los recuerdos enfrentados en el triunfo y la inclusión, de un Cultura Económica. México 1984, págs. 109-145. lado, y la derrota y exclusión, por el otro, que se manifiesta en 11 También se cumplió con otro tipo de acciones con plena una política conmemorativa esencialmente impuesta, de la que intención de demostrar la superioridad social: “El día 4 a las resulta un uso deliberado del olvido, que aunque resulta nece9 a.m., se repartió en la acera oriental de la Plaza de los Mársario también es un factor estratégico en el sostenimiento del tires, paquetes de víveres al pueblo desvalido de Cartagena, poder ver: Ricoeur, Paul, La memoria la historia y el olvido. Ed. por un grupo de damas Trotta, Madrid, 2003. comisionadas para ello Sobre los abusos de la por la junta directiva. memoria ver: Todorov, El día 5 de diciembre Tzvetan. Los abusos se inició con los ruidos de la memoria, Paidós, de los cañonazos iniBarcelona, 2000, págs. ciados desde la cinco 5-8. Para una reflexión de la mañana hasta las sobre el tema del olvido, 7 a.m. con el ánimo de ver: Augue, Marc. Las recordar a Cartagena, formas del olvido. Geque este luctuoso día, disa, Barcelona, 1998. 18 hace cien años se cumVer la discusión plió la dolorosa peregrisobre la construcción nación de sus valientes de una visión de la nadefensores camino de ción construida desde la expatriación y de la la región andina que muerte y a las cinco se volvió dominante Una celebración, h.s. XIX. saldrá un carro alegóen el país en: Múnera, rico acompañado del pueblo cartagenero que recorrerá las Alfonso, Fronteras imaginadas: la construcción de las razas y principales calles de la ciudad”. Ver: Programa citado. de la geografía en el siglo XIX colombiano. Planeta, 2005. págs. 12 Los últimos dos números del día serían una sesión de la 22-25. La historiografía sobre la independencia de Cartagena Academia de Historia en el Teatro Municipal, donde llevará la evidencia este desprecio y desconocimiento de lo popular, ver palabra el reconocido historiador G. Porras Troconis, y se preMúnera, Alfonso, “Las clases populares en la historiografía sentaría cinematógrafo público en la Plaza de la Independencia. de la independencia de Cartagena, 1810-1814”, en Fronteras 13 El Porvenir, Cartagena 3 de diciembre de 1915. imaginadas, op. cit., págs. 175-192. 14 19 El día 5 a las 12 m, se despedía el día con una procesión Revollo, Pedro María. “Pedro Antonio García: Mártir de la de antorchas realizada por el Regimiento “Sucre” Número 2 que independencia”, en: Boletín Historial N° 10, febrero de 1916, recorrerá las calles del Cuartel de la Policía, de Santa teresa, págs. 402-408. 20 calle y plaza de Santo Domingo, calle de la Matunilla, de la Ibíd. pág. 404. También aparecen las siguientes señas. Estrella, del Cuartel, pasando luego a la Plaza de Santo Toribio, “A la muerte de la mencionada hija del prócer, Dolores, se calle Primera y Segunda de Badiílo, Plaza de la Proclamación encontró entre sus papeles su fe de bautismo, compulsada de la Independencia hasta llegar a la calle San Juan de Dios. en 1858, auténticamente del libro 5° de bautizos de blancos Ver Programa. españoles de la Parroquia de Santo Toribio”. 15 21 Michel Trouillot realiza un importante análisis donde A propósito de los esfuerzos de las élites intelectuales presenta cinco dimensiones del silenciamiento, ver: Trouillot, colombianas por desaparecer a los negros e indios de la funMichel-Rolph, Silencing the past power and the production of dación de la nación colombiana, ver: Helg, Aline, “Raíces de history, Boston, Beacon Press Books, 1965. la invisibilidad del afrocaribe en la imagen de la nación co16 “Casualmente en horas de la tarde comenzarían a relombiana: independencia y sociedad, 1800-1821”, en Museo: unirse en la Plaza de la Proclamación de la Independencia la memoria y nación. Museo Nacional de Colombia, Bogotá 2000, banda de música popular, la concurrencia de ciudadanos que págs. 219-251. 22 deseen tomar parte en la lucida manifestación que desplegará Revollo, Pedro M., op. cit., pág. 408. 23 las banderas de Venezuela y Haití y recorrerá la ciudad”, como Sobre la participación de negros y mulatos en la indeun tributo a los haitianos y venezolanos que compartieron las pendencia de Cartagena, ver: Múnera, Alfonso. El fracaso de la penalidades del sitio y del ilustre Pétion que dio asilo y protecnación: región, clase y raza en el Caribe colombiano 1717-1821. ción a los emigrantes que recalaron en las hospitalarias costas El Áncora Editores, 1998. Del mismo autor ver el ensayo: “Las de aquella hermosa Antilla. clases populares en la historiografía de la independencia de 17 Cartagena, 1810-1814”, en Fronteras imaginadas, op. cit., Ver: Programa del Centenario del Sitio de 1815, ya cipágs. 175-192. tado. Dos horas más tarde se realizaba un tedeum en acción 24 Sobre la participación de artesanos en los cargos públicos de gracias por los beneficios de la independencia y la libertad, de Cartagena durante el siglo XIX, ver: Solano, Sergio. Hombres conseguidos al duro precio del sacrificio de los antecesores. Los de honor en el Caribe colombiano, 1850-1930, conferencia leída números continuaron con una alocución del gobernador en la en el Seminario Internacional de Estudios del Caribe, agosto, Plaza de la Proclamación, y una sesión del Concejo Municipal en 1995. Sobre este mismo tópico ver: Flórez Bolívar, Roicer, Arel Salón Amarillo del Palacio de Gobierno. Ya en las horas de la tesanos, ciudadanía política y vecindad en la Nueva Granada, tarde se iniciaba una caminata con el acompañamiento de las durante la primera mitad del siglo XIX. Tesis para obtener el principales autoridades eclesiásticas, corporaciones públicas título de historiador. Universidad de Cartagena, noviembre y el pueblo en general, donde llevará la palabra a nombre de la de 2004. Los artesanos no constituían un grupo social homojunta Fidel J. Pérez Calvo. La celebración terminó oficialmente géneo porque los oficios que desempeñaban los clasificaban, con una retreta en el Paseo de los Mártires y presentación de gozando de mayor prestigio los tipógrafos, sastres, carpinteros, cinematógrafo público en la Plaza de la Independencia a las plateros, orfebres y los maestros de obra. Estos principalmente 9:30 p.m. Sin duda, nos encontramos ante un uso particular

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eran los nominados y nombrados para ejercer cargos públicos José Ángel Ariza, José Ávila, Pedro Ávila, José Antonio Aguilar, como cabildantes, alcaldes parroquiales, jueces parroquiales, Manuel G. Brieva, Pedro José Angulo, Jaime Brun, José del C. tesoreros de rentas provinciales, etc. Por ejemplo, Ciprián Buitrago, Manuel Castro, Juan N. Castro, José María CarabaJulio desempeñó importantes cargos públicos, siendo elegido llo, Juan José Corcho, Cecilio Estrada, Andrés Gaviria, Julián en 1843 para ejercer el cargo de consejero municipal, y junto Moré, José Flores, Diego Miranda, Luis Montes Mendoza, José a Pedro Ruiz fueron designados en el año de 1845 para hacer A. López Osse, Pedro López Osse, Federico Núñez, Rafael Marparte de la Asamblea Cantonal, el primero por Barú, y Ruiz tínez, Joaquín Martínez, Valentín Espitaleta, José Frías, José por el Pie de la Popa. Otros artesanos desempeñaron los cargos Santos Ortiz, Marcos José Pérez, Valentín Viaña, Francisco de alcaldes parroquiales como titulares y suplentes. En 1846 Valiente, Juan Manuel Grau, Elías González, Cipriano Julio, fue nombrado el tipógrafo José María Pasos como alcalde de Eusebio Hernández, José Nova, Rosalío Padilla, Francisco de la Parroquia de Santo Toribio, y en 1849 fueron designados Borja Ruiz, Fermín Rossi, José María Pasos, Marco José PéJoaquín Manjarrés y Elías Gonzales como alcaldes parroquiales rez, Francisco Pacheco, Pedro Rossi, Pedro Ruiz, José Antonio de La Trinidad; el primero como titular del cargo y el segundo Ramírez y Joaquín Manjarrés. 30 como su suplente. De igual forma, Joaquín Martínez fue elegido Sobre el tema de la memoria como elemento de resiscabildante en 1850 por el distrito de Santo Toribio. Sobre la tencia en los indígenas colombianos, ver: Rappaport, Joanne. elección de Ciprián Julio como consejero municipal, ver: S.P.C. The Politcs of Memory: Native Historical Interpretaron in the Julio 14 de 1843, p. 2; sobre la elección de este mismo y Pedro Colombian Andes. Cambridge University Press, 1990. TamRuiz a la asamblea cantonal por Barú, ver S.P.C. Cartagena, bién ver para el caso de los indígenas del Perú y Ecuador, agosto 6 de 1845, p. 3. Sobre el nombramiento de José María respectivamente: MacCormac Sabine: “En los tiempos muy Pasos como alcalde de Santo Toribio, ver: S.P.C. Cartagena, antiguos: cómo se recordaba el pasado del Perú en la colonia enero 11 de 1846, pág. 2, y para el caso de Joaquín Manjarrés temprana”, en: Procesos: Revista Ecuatoriana de Historia N° y Elías González, ver: S.P.C., Cartagena, agosto 5 de 1849, p. 7, Universidad Simón Bolívar, Ecuador, I semestre de 1995. 2. Sobre J. Martínez A., ver: El artesano, Cartagena, agosto 8 Crain, Mary M. Ritual, memoria popular y proceso político en la de 1852. Entre los artesanos que ocupaban varios cargos púSierra Ecuatoriana. Corporación Editorial Nacional, Ecuador blicos se encuentran Rosalío Padilla y Manuel Castro, quienes 1989. Sobre el caso particular de la invención de la tradición aspiraban por el distrito parroquial de la Catedral, y Valentín ver: Hobsbawm, Eric y Ranger, Terence (eds.) The Invention Espitaleta, Ambrosio Benito Montes, Diego Lafont y Federico of Tradition. Cambridge University Press 1983. También de Núñez lo hacían por el distrito parroquial de Santo Toribio. Hobsbawn, “Inventando tradiciones”, en Historia Social N° 40, Uno de los artesanos más prestantes en Cartagena durante Fundación Historia Social 2001. 31 el siglo XIX fue el tipógrafo Francisco de Borja Ruiz, quien a Recuerdos históricos de la independencia relacionados con lo largo de su vida desempeñó varios cargos públicos, como la vida del Dr. Ignacio Muñoz: un imparcial. Cartagena. Donaldo la dirección del Colegio Militar y tesorero K. Grau, 1880 pág. 6. de rentas provinciales, y en algunas ocabibliograFía siones llego a desempeñar varios cargos públicos a la vez. Ver Flórez Roicer, op. cit. Anderson, Benedict. Comunidades imaVer también: La Democracia. Cartagena, ginadas. Reflexiones sobre el origen y julio 11 de 1852. la difusión del nacionalismo. Fondo de 25 Para un análisis de la contramemoria Cultura Económica, México 1997. que impulsaron los artesanos encarnada Archila, Mauricio. Cultura e identidad en Pedro Romero, ver Román, Raúl, Desobrera. Colombia 1910-1945. Bogotá orden en la plaza, op. cit., pág. 10. 1991. 26 El Penitente. Cartagena octubre 3 de Arendt, Hannah. La condición humana. 1910. Ver. Román, op. cit. Ed, Paidós, Barcelona 1988. 27 Voz del Pueblo. Cartagena, febrero ——Sobre la revolución, 1962. 3, 1911. ——La crisis de la república, Taurus 1998. 28 La sociedad de artesanos logró es——“Historia e inmortalidad”. En: Historia tablecer una organización que sobrepasó y acción. Barcelona 1995. el orden local, al conformar el Directorio Aries, Philipe. Ensayos de la memoria. Ed, General de Artesanos y Obreros de Bolívar Norma, Bogotá 1998. en 1911, conformada por varios gremios y Achugar, Hugo. “El lugar de la memoria. sociedades, Ver: Voz del Pueblo, marzo 24 A propósito de monumentos”. En: BarOmar Cañate, natural del Palenque de 1911. El Porvenir, Cartagena noviembero, M.; López, F.; Jaramillo, J.E. (eds.) de San Basilio, establecido en bre 11 de 1919, en una edición especial Cultura y globalización, Tercer Mundo, Barranquilla, en 1971. de esta fecha, aparece una reseña sobre Bogotá 1999. la organización obrera en la ciudad. Al Balandier, George. El poder en escenas. respecto, ver: Román, Raúl. Trabajadores y política: la idea de Ed. Paidós, Barcelona 1994. república aplazada a comienzos del siglo XX. Trabajo de grado Barbero, Jesús. “El lugar que habita la memoria”. En: Sánchez para obtener el título de Historiador. Universidad de Cartagena, Gonzalo, Wills María Emma (comps.) Museo, memoria y junio 1998. También ver: Archila, Mauricio, Cultura e identidad nación. Memorias del simposio internacional y cátedra obrera, CINEP 1991. anual de historia Ernesto Restrepo Tirado. Bogotá 1999. 29 El Caribe, Cartagena, diciembre 23, 1910, ver: Solano, Chartie, Roger. “Historia, representación y construcción”. En: Sergio “Trabajo y ocio en el Caribe colombiano 1880-1930”, Prismas: anuario del programa de historia intelectual. UniHistoria y Cultura N° 4, Universidad de Cartagena, 1996, pp. versidad Nacional de Quilmes, n° 2, Buenos Aires 1998. 61-76. Ver: “La participación de artesanos en su mayoría ——El mundo como representación. Ed Gedisa, Barcelona mulatos en cargos públicos”. Flórez, Roicer, op. cit. En 1851, 1986. entre los que podían ejercer el cargo, sobresalían los nombres Colmenares, Germán. Las convenciones contra la cultura. Ed. de cuarenta y cuatro artesanos, entre quienes se encontraban Tercer Mundo. Bogotá 1986.

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General Juan José Nieto, presidente Caribe

Rodolfo Zambrano Moreno*

En el Atlántico, en el siglo XIX, tuvimos nuestro único presidente de la república —cuando pertenecíamos al Estado Soberano de Bolívar—: el general Juan José Nieto, nacido en Cibarco, corregimiento de Baranoa, en junio de 1804, cuando sus padres viajaban en bestias hacia Juan de Acosta, para embarcarse en Puerto Caimán.

nupcias en dos ocasiones, siempre ascendiendo, vía sus afortunados enlaces matrimoniales. En la primera ocasión, con doña María Margarita Palacio, hija de un acaudalado comerciante —la nueva oligarquía— que sustituyó a los empobrecidos y arruinados notables realistas, que el sitio de don Pablo Morillo, el Pacificador, esquilmó y diezmó.

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La familia Nieto, de carácter triétnico, era parcialmente afroCon una morena, como él, bailadescendiente. Eran agricultores, dora de las fiestas de la Candelaria artesanos libres; de ahí el color en el Pie de la Popa, engendró dos trigueño, lo cual ocasionó que hijos, Concha y Lope, quien fue algunos, en el Museo Nacional, siempre su compañero. enviaran a París su retrato ofiViudo, Nieto se dedicó a alcial al óleo para retocarlo. En el ternar con las damas notables cuadro conservado en el segundo disponibles; otra vez su éxito piso de la Inquisición de Cartapolítico y su asimilación al medio gena, se nota que la frente y las adonde su primera mujer le hamejillas son blancas, pero detrás bía introducido, más su atractivo de las patillas, todo el rostro de Niefísico, le condujeron a doña Josefa to es canela… Todo un presidente de o ci Cavero y López Tagle, hija del último a l Colombia, ¿costeño y moreno…? Sí le Pa administrador de las aduanas reales, respetaron sus ojos verdes, que contrasJuan José Nieto. don Ignacio Cavero, miembro de la élite taban con el color moreno de su piel y que virreinal y quien leyera al pueblo el Acta de eran parcialmente responsables de su éxito con las la Proclamación de la Independencia de Cartagedamas de alto coturno, a quienes asiduo frecuentó. na, desde el balcón del Palacio de la Gobernación; Nieto siempre recordó su origen popular, y por pueblo de cabildos, estimulados con ron ñeque de ello terminó ganándose el respaldo de los arte- Turbaco que proveyeron los Gutiérrez de Piñeres, sanos de los barrios de Cartagena. Sin embargo, azuzados por el líder popular Pedro Romero y reNieto sacó partido de su apuesta figura y contrajo forzado militarmente por su yerno José Prudencio Padilla y los lanceros de Getsemaní. Ese fue el nuevo suegro de Nieto, quien dejó de ser sola* Miembro de la Academia de la Historia de Barranquilla; columnista de Diario del Caribe y El Heraldo, y comentarista en mente un viudo joven, ya pudiente y buen mozo; Telecaribe; actualmente es asesor del Gobernador del Atlántico. ahora se acercaba al poder y las relaciones de la Huellas 88 y 89. Uninorte. Barranquilla pp. 25-31. 04/MMXI - 08/MMXI. ISSN 0120-2537

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“Con motivo del natalicio de Juan José Nieto Gil, militar, político, estadista y presidente de Colombia, nacido en Sibarco [sic], más exactamente en Loma del Muerto, el 24 de junio de 1805, la comunidad de este corregimiento rindió un merecido homenaje, desde tempranas horas de la mañana, reuniéndose en la Plaza Central para rendirle tributo a su memoria, al cumplirse 205 años de nacido”.

antigua burocracia virreinal, dado ese matrimonio en 1834. Con doña Josefa Cavero, su nueva mujer, Nieto obtiene la hacienda Alcibia a la entrada de Cartagena. Allí construyen una casa grande con jardines adonde por temporadas residen y reciben invitados, como al general José María Obando y señora. Nieto podía progresar social y hasta económicamente, pero había viejos notables que no lo toleraban. Para los ricos Pombos y los cultos Calvos, estos los primeros impresores de la época, y como tal los depositarios y transmisores de la información. La imprenta para la época era como tener un computador hoy. Para ellos era un mestizo pardo, “parvenu”, un recién llegado ignorante, a juicio de don Bartolomé, el más destacado miembro de ese clan. Así se lo indica en una nota al general Mosquera, nota que reproduce Orlando Fals Borda en su Historia doble de la Costa. Le faltaba la pátina del tiempo. Cosa hasta injusta, porque en todas las familias, “siempre alguien fue el primero”. Nieto, por influencia de su suegro, obtuvo su primer cargo público e incursiona en actividades intelectuales con publicaciones, que los Calvos — los impresores— demeritan. Así las cosas, Nieto, estudioso, publica en 1839 la primera Geografía histórica y estadística de la provincia de Cartagena, la cual le da renombre para aspirar a la diputación provincial. No hubo antes de él, ningún estudio regional en Colombia. Nieto publica un folleto con la venia del obispo Sotomayor adonde sostiene que “son reos de alta traición quienes intenten mudar en monárquico, el nuevo régimen democrático y republicano”; con ello intenta neutralizar las tendencias realistas supérstites, representadas por el clan de don José María del Castillo y Rada. Ya como diputado provincial, con su negrerío a cuestas, los populares respaldándolo, Nieto

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presenta inútilmente un proyecto de organización federal. Nieto y su proyecto son rechazados con altanería, como iniciativa de un “pardo ignorante”, registra Fals Borda. Esto lo irrita y se propone eliminar las divisiones informales de castas dominantes, la abolición de la esclavitud, golpe económico para los hacendados, los comerciantes, y para quienes detentaban ese trabajo de bajísimo costo. Nieto comienza a destacarse y es seducido por la masonería. Ese apoyo le sirve. Los militares santanderistas son miembros destacados: Nieto se les une. El general José María Obando, candidato masón a la presidencia, perdió; pero Márquez, masón desteñido, sí lo acoge y Nieto se deja proteger. Nieto, con sus nuevos amigos, se lanza a la Cámara de Representantes. Dicen que ganó, pero en los escrutinios cartageneros “le embolataron la elección”. El gobierno quería remover las consejas de que Obando —federalista y opositor—, era el instigador oculto del asesinato del mariscal Antonio José de Sucre, y eso ocasionó que el general Obando se sublevara en Pasto en 1840. Nieto, ofendido por la asamblea provincial, con los rechazos sufridos, se anima a respaldar a Obando, y como no tiene latifundios para reclutar la peonada —como hacían los generales caucanos Mosqueras, Arboledas, Herranes, etc., pues La Alcibia de su mujer no daba para tanto—, acude a los artesanos, sus amigos de origen. Sublevan la guarnición cartagenera y como los comerciantes de Barranquilla están molestos porque no les autorizaron el puerto de Sabanilla para su carga de importación, mueven a su gente, y en Polonuevo se reúnen gamonales de Barranquilla, Sabanalarga y

Soledad para apoyar la sublevación. En Ciénaga el general Francisco Carmona, quien se hace llamar el Supremo del nuevo Estado de Manzanares, se levanta y en Santa Marta deponen al gobernador Pedro Díaz Granados; pero aún, pasados dos siglos, esa procera familia todavía sigue mandando. El supremo Carmona gana adeptos y consigue el respaldo de Riohacha, Cartagena y Mompox. Nieto se les une, y es nombrado capitán del Ejército de los Estados Federados de la Costa. En bongos artillados parten para el Banco y Magangué. La meta es enfrentar al veterano general Tomás Cipriano de Mosquera, comisionado por el gobierno central para someter a esos “insurrectos, gozones y gritones” costeños. La expedición recorre los pueblos ribereños, allí el Supremo desea conseguir adhesiones. El verbo fácil de Nieto los emociona y consigue —solo eso— adhesiones de sentimiento, respaldo anímico. Pero hombres, pertrechos, dinero, no; recepciones bullosas y “más na”. En Mompox la cosa es a otro precio. Se nombra a don Tomás Germán de Ribón, jefe del Estado Soberano de Mompox y hermano del más grande terrateniente de la depresión mompoxina, don Atanasio, consorte de misia Dominga Epalza, la marquesa de Torre Hoyos, dueña de media Mojana y del inmenso hato de san Juan Bautista de Cispataca. Pero ellos no quieren grados militares, quieren que les eliminen el impuesto nacional a la sal marina, pues cuando la suben de Mompox río arriba sí se causa. Mientras la de Zipaquirá y Nemocón, de bajada no paga. Como Carmona y Nieto no convienen, esos notables terratenientes renuncian y se nombra como jefe militar al herma-

Cibarco, www.baranoa-atlantico.gov.co

no del jefe rebelde de Cartagena, Juan Gutiérrez de Piñeres. El general Obando, derrotado en el sur, escapa al Perú; Mosquera y su yerno Pedro Alcántara Herrán, desde Bucaramanga y Pamplona, temerosos de las fuerzas del supremo Carmona y Nieto, demoraban el enfrentamiento. Proponen entrevistas secretas y envían a José Eusebio Caro a parlamentar. Este notó en el campamento federalista costeño peste de viruelas y disentería, y, según datos de espías, había deserciones. Decidieron esperar un poco para que la peste los debilitara más y luego atacar. Herrán ante las favorables nuevas, dejó a su suegro solo y se fue a Bogotá a intrigar su elección como presidente de la república, lográndolo. El supremo Carmona sube a Cúcuta y Mosquera le propone que, como su yerno es ahora el nuevo presidente, se entiendan y acaben la guerra evitando más tragedias. Pero Carmona le dice a Nieto, ya ascendido a coronel, “a pelear fue que vinimos” y persiste en su propósito de derrotar al ejército centralista. El terreno escarpado no les es propicio, doce leguas de caminatas, la altura que fatiga, les saca el aire a los federales, haciendo que al iniciar el combate, en la hacienda Tescua, la ventaja sea para el ejército gubernamental. Cuando el asalto arranca, los federales atacan con vigor, estimulados por la ración de “ron con pólvora”1 que Carmona ordena darles, pero son repelidos por las fuerzas de Mosquera, protegidas La tradición oral de mi familia dice que cuando nuestro bisabuelo el general Leopoldo Tovar participaba en las guerras civiles de fin del siglo XIX, para el combate de Baranoa, por ejemplo, a sus soldados, antiguos esclavos manumisos de su esposa Jacinta Arteta, la peonada de sus haciendas de Juan de Acosta, les daban ron con pólvora. En verdad, no sé cómo no se intoxicaban, pero así lo escuché de boca de mi abuela Isabel Tovar de Zambrano. 1

Mompox.

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por los muros de la casona de la hacienda adonde se encontraban refugiados. El recién coronel J.J. Nieto recibe un balazo en un brazo y es tomado prisionero, junto con 500 soldados mompoxinos al mando de Germán Piñeres. La desbanda se inicia; las tropas federales costeñas corren hacia Maracaibo a buscar refugio dispersándose. Ese fue el más grande desastre militar del Ejército de los Estados Federados de la Costa. El general Mosquera dio parte de victoria a su yerno el presidente general Herrán, e informó que había usado el mismo sable con que Bolívar combatió en Junín: ¿un amuleto? Los oficiales de alta graduación fueron apresados, el segundo comandante Nieto incluido. Mosquera escribe a su yerno presidente que: “Carmona con más fuerzas, las metió en un terreno adonde no cabían y eso les impidió maniobrar... Ese apiñamiento causó que no hubiera balas perdidas para los disparos de las fuerzas del gobierno”. Conocida la derrota, el general Juan Gutiérrez de Piñeres se cambia de bando, proclama al gobierno legítimo, repone al destituido gobernador Calvo, y le envían a los prisioneros derrotados incluido Nieto, para internarlos en Boca Chica. En febrero de 1842, el presidente Pedro Alcántara Herrán proclama en Sitio Nuevo, Magdalena, una amnistía general para buscar la paz y manifiesta que “ya pasó el aguacero, adonde nos hemos mojado todos”. El coronel Nieto fue desterrado a Jamaica; mientras tanto, con la paz el comercio se rehacía y enriquecía, la gran propiedad rural seguía —como si nada. En la Costa, la esclavitud formal e informal persistía, bajo diversas formas, dicen las investigaciones de Fals Borda, en su Historia Doble de la Costa. Nuevas colonizaciones se dan hacia los enormes latifundios coloniales, los hatos de las familias herederas del antiguo marqués don Fernando de Mier y Guerra. Una ley de 1843 permitió a Nieto regresar, y recuperar su grado de coronel. Nieto y su mujer se establecen, otra vez, entre Cartagena y la hacienda Alcibia, adonde vuelven a reci-

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bir y atender como antes. Las relaciones sociales de doña Josefa, familiar de los antiguos condes de Pestagua, le amplían su círculo. Doña Soledad Román, hermana de don Henrique L. Román, el farmaceuta fabricante de la famosa “Curarina”, es una de las contertulias del nuevo círculo intelectual; Nieto vuelve a frecuentar las reuniones de la Logia. La política lo vuelve a picar, vinculándose al partido liberal, y logra un escaño en la Cámara de Representantes. La última representante de la gran propiedad territorial colonial costeña, doña María Josefa, marquesa de Torre Hoyos, fallece en Mompox en 1848, reducto final de las simpatías monárquicas, aunque ellos, para sobrevivir, a veces tenían también sus escarceos democráticos. Las requisas de morrocotas, de algún ganado y bastimento para las tropas de uno y otro bando, los ayudaban a mantener el statu quo. Como en El gatopardo, el príncipe siciliano de Lampedusa, “había que cambiar —en este caso sacrificar algo—, para que poco cambie” o para conservar el resto, diría yo. Sus inmensas propiedades casi incontrolables, en territorios de San Benito Abad, Caimito, La Mojana y La Loba, paulatina e imperceptiblemente, estaban siendo periódicamente invadidas por las colonizaciones. Se volvieron, como dijo en alguna ocasión el presidente López Michelsen, latifundios de papel, de archivos de notaría, de oficinas de registro. En 1841 nace el periódico La Democracia, adonde Nieto irrumpe como agitador de ideas promotoras de igualdad. Su amigo el general José María Obando accede al mando estatal —¿un caucano gobernador de Bolívar?— El nuevo presidente del estado, Obando y su señora, doña Timotea Carvajal, más fea que su nombre de pila, se vienen a residir a Cartagena, y a su llegada Nieto y doña Josefa Cavero les reciben y agasajan en su hacienda Alcibia. Los hermanos masones se aproximan; ya Nieto ostenta el grado 33.

Barrio de Getsemaní, Cartagena.

Don Manuel Román y Picón, el farmaceuta padre de doña Soledad y también venerable hermano, les acompaña. Obando nombra a Nieto jefe político del can-

tón, adonde le tocó afrontar un terrible designio: la peste del cólera que diezmó a las clases populares de la ciudad llegada de Colón, Panamá, por unos marineros moribundos. Fals Borda registra que el pueblo comenzó a notar que “la peste no subía escaleras” y que las clases acomodadas, que vivían en casa altas y usaban calzado, escapaban al contagio; en varias semanas fallecieron 2.400 personas, mientras en Barranquilla solo 1.300. A espaldas de la Iglesia de San José (carrera 39) los enterraban. Nieto, con el respaldo del gobernador Obando y de las sociedades de artesanos, se hace elegir para la Cámara de Representantes, y ya instalado en Bogotá alterna intensamente con la Logia Estrella del Tequendama, adonde es recibido por Pradilla, Samper y Camacho Roldán —el notablato santafereño—. Los masones querían expulsar a los jesuitas y Nieto se plegó a la injusta causa. En la cámara, Nieto menciona el monopolio de la instrucción en Bolívar, adonde la provincia se queda por fuera y en la ciudad solo las clases pudientes educan a sus niños. Esto dio paso al establecimiento de la instrucción pública. La primera escuela, denominada “Igualdad”, la inaugura Nieto. Se proclama en el congreso la libertad de todos los esclavos con el voto de Nieto incluido, quien con ello les pasaba además la cuenta de cobro a sus conservadores oponentes. Nieto es nombrado gobernador del departamento por José Hilario López y allí sí puede hacer efectiva la liberación de los esclavos en Bolívar, la cual proclama desde el sitio que hoy ocupa el Parque del Centenario de la Independencia. En 1857 se crea el Estado Soberano de Bolívar, con Juan A, Calvo —el hermano de don Bartolomé, el contradictor intelectual de Nieto—, como primer gobernador; una alianza conservadora manejada por la nueva oligarquía comercial e intereses italianos, acaudillados por Mainero y Trucco, para quienes la provincia, más allá de las haciendas del canal del Dique, los tenía sin cuidado. Los comerciantes y terratenientes en El Carmen de Bolívar, enriquecidos como exportadores de tabaco y la multiplicación de sus ganaderías, vi-

vuelvan gran cosa.

vían inconformes. Ya en 1859 estas fuerzas económicas se rebelan, ponen al coronel Nieto al frente de la sublevación, se toman el gobierno en Cartagena, deponen al gobernador Juan A. Calvo y el coronel Juan José Nieto asume el mando. El presidente conservador Mariano Ospina Rodríguez inicialmente se aguanta el brinco, mientras puede poner orden, pero la insatisfacción en los puertos caribeños es creciente. Ellos sienten que los impuestos a las importaciones —esos dineros— apenas los ven pasar, para uso y distribución desde Bogotá, sin que a ellos les de-

Ramón Santo Domingo Vila se une a la causa y, con su primo Andrés, aporta dinero para el nuevo orden. Ospina envía un ejército para reponer en el mando a Juan A. Calvo, quien espera a las huestes del gobierno central en Mompox. El coronel Nieto con su ejército estatal los repele. El general Posada Gutiérrez, enviado desde Bogotá, escapa por el río Magdalena a Barranquilla, adonde intenta organizar una fuerza militar que recupere el gobierno del estado bolivarense, pero Ramón Santo Domingo Vila había llegado a la ciudad con pertrechos y refuerzos, y lo derrotaron. El reparto fiscal sigue causando inconformidades, cuatro estados se rebelan: Cauca, Bolívar, Santander y Magdalena. Esta vez, Mosquera es gobernador del Cauca, pero se alía con Nieto. Nieto ordena la separación del Estado Soberano de Bolívar el 3 de junio de 1860 y asume la responsabilidad de la guerra. Ospina envía al general Julio Arboleda a Santa Marta, y una división por el río sin resultados. Nieto se somete a unas elecciones que convaliden su mando en Bolívar y las gana; las consejas de los Calvos dicen que no, pero la Registraduría lo avala.

Juan José nieTo,

presidenTe

El 25 de enero de 1861 Juan José Nieto Gil se autoproclama y asume la presidencia de los Estados Unidos de la Nueva Granada, desde Barranquilla “hasta que el presidente electo Tomás C. de Mosquera llegue a Bogotá, ejerza el mando y se restablezca la comunicación con los estados de la Costa”, lo cual ocurrió seis meses después. 29

Esta asunción del mando nacional por Nieto, se da ante las necesidades de resolver el abastecimiento del ejército y de neutralizar a los cónsules extranjeros en los tres puertos, y ante un vacío de poder. El general Juan José Nieto se abrogó el mando en una ceremonia ocurrida en presencia de los cónsules extranjeros —los mismos a quienes debía controlar—. El decreto como general de las milicias del Estado Soberano de Bolívar, asumiendo la presidencia de la República de la Nueva Granada, está rubricado por el secretario Manuel Laza y Grau; además, allí se proclama a Cartagena como nueva capital. Nieto era segundo designado a la presidencia, pero el primero, su amigo Obando, había fallecido durante una trifulca reciente.

cuentan que le hizo formar la guardia para que tocaran unas marchas militares en su honor. Mosquera buscaba socavar a Nieto, para que no le diera por sustituirlo, y le nombró un segundo comandante de su ejército, quien asumiría “en caso de que el primer comandante hiciera caso omiso de las órdenes de la suprema dirección de la guerra”. Simultáneamente, ascendió a general a Ramón Santo Domingo Vila, a cargo de una Legión Especial —con el encargo de revolucionar el estado de Bolívar— y a su pariente político, Rafael Núñez, lo nombró ministro de Estado en Bogotá.

Se venía la convocatoria de una Asamblea Constituyente, que Nieto quería se sucediese en Cartagena, y Mosquera pensaba que mejor en un Juan José Nieto. terreno neutral, adonde las tropas de Nieto es el sucesor en primera Nieto no pudieran presionar a los constituyentes, línea y Mosquera, considerando que Nieto sí se y decidió que la sede sería Rionegro, Antioquia, atreve a tomarse nuevamente el poder, comienza adonde previamente había designado un gobera urdir algo. Apresan al ex presidente Mariano nador civil afecto. El general Eloy Porto concurrió Ospina Rodríguez, y el procurador Bartolomé por Bolívar. Calvo se lo envía a Nieto a Cartagena para que lo Nieto volvió a su base, y trató de impulsar encierre en Boca Chica. A Ospina los mompoxinos, para burlarse, lo pasean en una burra sentado en ciertas obras públicas, como la canalización y la montura mirando hacia la cola. Nieto, al llegar regularización de la navegación por el canal del a Cartagena, lo recibe de manera humanitaria, Dique, cosa que favorecía los intereses de los colo remite al fuerte, y cuando él y sus cómplices, merciantes de Cartagena; pero estos convencieron sobornando carceleros, se escaparon, no los bus- a Nieto de que sus costos los repartiera con los có mucho. Él también había sido huésped de ese hacendados, cultivadores y exportadores de tabaco nada grato hospedaje y olvidó complaciente la de El Carmen. Esos ricos de provincia exportaban embarcando en el río por el puerto de Zambrano, desaparición del ex presidente. hasta Barraquilla, y por el canal de la Piña al puerNieto dejó de guerrear, aunque era comandante to de Sabanilla, así que ¿para qué costear otra ruta del 4º Ejército Nacional, y se concentró en la vida que a ellos no los mejoraba? “Que la contribución citadina comenzando a disfrutar del poder. Mosla paguen los que necesitan la obra, los que la quera lo observaba. A los cónsules extranjeros en usen”, fue la expresión de los inconformes, que a Barranquilla los aplacó, con una manifestación de la larga darían al traste con el gobierno de Nieto. estricto cumplimiento de los tratados. La armada Se decreta, pues, un bautizó una de sus empréstito forzoso, goletas con su nomlo cual es aprovebre. Los masones chado por los nuevos gestionaron que el amigos de Mosquecongreso le concera, quienes se le rediera una espada de tiraron a Nieto, como honor, que el colocó el general Ramón en su despacho. A su Santo Domingo Vila. amiga misia Soledad El empréstito fue un Román, en alguna fracaso, solo en Carocasión que pasó y él tagena algo se recauestaba en el balcón, dó; los tabacaleros Billete de $ 1 del Estado Soberano de Bolívar. 30

de El Carmen y Zambrano nada, pero la muy rica Casa de Burgos, los del latifundio de Berástegui, así como los acaudalados Vellojín, de Ciénaga de Oro, y amigos del ex presidente Nieto, suscribieron cinco cuotas partes.

La asamblea optó por expedir positivas ordenanzas, como la autorización para la navegación a vapor por el Sinú, el permiso para que Mr. William Kelly construyera un ferrocarril entre el río Magdalena y Cartagena —con eso hacía innecesaria la contribución forzosa para la navegación por el canal del Dique—. Autorizó el tren entre Sabanilla y Barranquilla, así como auxilió en las tierras de Sabanas de Camacho la apertura de un canal entre Sabanilla y Barranquilla, y un ferrocarril desde Chinú hasta Tolú, pasando por Sampués y Sincelejo. La fuerza pública fue reducida para economizar.

El general Santo Domingo Vila llegó a El Carmen a impulsar la candidatura de González Carazo, ex gobernador de Antioquia, versus el candidato de Nieto, don Juan de la Espriella. Consecuentemente, su hermano Manuel de la Espriella se levanta en Cartagena el 11 de noviembre, e intenta tumbar al general Eloy Porto, a la sazón gobernador y ex constituyente de RioneTumba de Juan José Nieto en el cementerio de Manga, Cartagena. gro. Ramón Santo Domingo La muerte de su hijo es apresado por sorpresa Lope y su retiro del poder, en Momil y embarcado en una canoa, amarrado, traicionado por amigos, afectaron anímicamente para Cartagena; pero enterado su amigo de cons- al ex presidente Nieto, quien rápidamente perdió piración, el general Manuel Martínez “Balita”, ga- su salud, entregando su alma al Creador, no sin lopó desde Lorica, y en la boca del Sinú esperó el antes, por gestiones de su mujer, el obispo don paso de la embarcación adonde llevaban a Santo Bernardino Medina le perdonó su voto para la exDomingo y abordándola en altamar lo liberó. pulsión de los jesuitas, y su intensa participación en la masonería. En pocos días, Santo Domingo fue aclamado en Momil y Purísima como comandante en jefe del Un discurso en sus honras fúnebres, pronunEjército Restaurador de Sotavento, ejército que ciado por don Manuel Z. de la Espriella, recordó marcha sobre Cartagena. Nieto no quiere derrama- su carácter democrático, su cercanía efectiva con miento de sangre y pide a la Asamblea Legislativa las clases populares, su decisiva participación en que salga a parlamentar: esta no conviene. Nieto y la proclamación de la libertad de los esclavos, así su secretario Juan de la Espriella prefieren renun- como sus investigaciones y publicaciones acerca ciar, evitando muertes inútiles. Como el ejército de la economía y geografía del Caribe. de Sotavento se acercaba, Nieto, su señora Josefa Un monumento funerario olvidado en el cey su sobrina Anita Mogollón, se embarcan con menterio de Manga terminó por albergarlo y el sus amigos De la Espriella para Berrugas y San departamento del Atlántico, ahora que se recupera Onofre, adonde estos tienen extensas propiedades, el antiguo palacio departamental, planea erigir allí eludiendo a Santo Domingo, amigo cambiado de un busto a la memoria de nuestro único —hasta bando, y en quien ya no confían. ahora— presidente atlanticense.

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El Carmen de Bolívar y su comarca tabacalera entre los siglos XVIII y XX

Wilmer Eduardo Rodríguez Villafora*

Víctor Bulmer-Thomas, al estudiar la economía de las nuevas repúblicas latinoamericanas y del Caribe en la postindependencia, afirma que estas se vieron precisadas a ingresar en el mercado global de capitales, echando mano de su “lotería de bienes”. Es decir, de lo que daba la tierra. Así sucedió con Chile y su cobre; Perú con el guano, o Colombia con su quina, tabaco, y después su café.

perspectiva regional, específicamente subregional: El Carmen de Bolívar y la comarca montemariana, a partir de su estructura económica cimentada en el tabaco. Es la relación del hombre y su medio geográfico inmediato, la región y su evolución en el tiempo.

Lo que indica el trabajo de Blanco Romero es una mirada más allá de la simple asociación de la Costa Caribe Para entender la con la ganadería, ecohistoria económica nomía secular desde de estas naciones, la colonia. Entonces, es preciso un direclas reformas borbócionamiento a partir nicas pretendieron el de sus regiones. Y, si fomento de productos nos vamos a la Costa alternos al oro, como Caribe colombiana, la quina, el tabaco, y mayor será el reto de demás que daba la tiecomprender a Colomrra. Estancar el tabaco bia como un país de en un área de intrinregiones, y, más aún, cada sujeción política de subregiones. Como como el Caribe cobien lo explica Posalombiano dificultaba da Carbó: el Caribe colombiano es una Wilson Blanco Romero, Historia de El Carmen de Bolívar y su ta- su fiscalización; por historia regional. Por baco en los Montes de María. Siglos XVIII-XX, Cartagena de Indias, tanto, se prohibió tal Editorial Universidad de Cartagena, 2010, 340 pp. cultivo en este contexende, es un “puzzle” to. Pero dicha prohibición hizo que el cultivo en la de subregiones, de culturas variopintas. Costa tomara cauces clandestinos o espontáneos. La obra del historiador Wilson Blanco Romero, Que preservaban la práctica cultural prehispánica, resultado de su maestría en historia en la Unidestinada al ritual de los espíritus. versidad Nacional de Colombia, se enfoca en esta En ese orden, la obra de Blanco Romero, cuya Presentación escribe Heraclio Bonilla, sigue una * Historiador, Universidad Cartagena.

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Huellas 88 y 89. Uninorte. Barranquilla pp. 32-35. 04/MMXI - 08/MMXI. ISSN 0120-2537

secuencia de capítulos que enfocan desde un inicio el contexto regional caribeño y sus aristas económicas, y un tanto sociales y culturales, hasta llevarnos a la subregión montemariana. Esta comarca plantea una identidad propia en ese armazón de subregiones, sobre todo si la distinguimos de las Sabanas de Bolívar —propiamente dichas—, fortín latifundiario de la ganadería extensiva. El Carmen de Bolívar, o Nuestra Señora del Carmen, en el marco colonial, nace como sitio, en esa avanzada repobladora de Antonio de la Torre y Miranda entre los años de 1777 y 1789, en que se reagrupan vecinos dispersos o “arrochelados” para ponerlos a vivir en “policía” y a “son de campana”, como bien lo plantea Martha Herrera en “Ordenar para controlar”. Y así darle una forma política a este Caribe disoluto, y poder fiscalizarlo con más claridad. Esa intención, como sabemos, solo quedó en los documentos, pues no se concretó en ningún aspecto. Lo que sí quedó fue una cultura minifundista —particularmente en la subregión motemariana—, de mestizos o de blancos pobres que de la Península venían a hacer la América a última hora. Así se van zurciendo unas redes mercantiles internas que intercambian toda suerte de productos vernáculos. Entre ellos, aún con prohibición, pudo estar el tabaco. Pero otros productos, como el maíz, la yuca, el plátano, además del aguardiente, eran prolijos en una tierra feraz, como la montemariana, y se destinaban al abastecimiento de los centros poblacionales, y, en alguna medida, a la plaza de Cartagena. Blanco Romero pretende llenar un vacío historiográfico con esta obra. En general, cuando se hace alusión a la historia del tabaco en Colombia, solo se hace referencia en rigor a la producción tabacalera de Ambalema, en el actual departamento del Tolima. La nueva republica le dio continuidad al sistema de estancos, y el tabaco, como producto bandera para la inserción en el mercado internacional, reportaba un importante rubro a las arcas nacionales. El centro de operación tabacalera lo

Estación del ferrocarril, Carmen de Bolívar.

protagonizó Ambalema, alrededor de la primera mitad del siglo XIX. Así, los estudios se enfocaron en el auge y decadencia del ciclo tabacalero de este municipio tolimense. Estaba ausente una mirada sistemática al nuevo centro tabacalero nacional que tendrá como epicentro la comarca montemariana. Esta es una de las preguntas que plantea Blanco Romero: ¿cuándo despierta el tabaco en los Montes de María como producto de exportación? Todo apunta a que tal hecho se da en el marco de la corriente librecambista internacional de mediados del siglo XIX (p. 98), que inspiró Florentino González, ministro de hacienda del general progresista Tomás Cipriano de Mosquera. Dentro de la prédica liberal buscaba darle vía libre al cultivo tabacalero, que aún se encontraba en régimen de estanco. Así las cosas, esta coyuntura catapulta a El Carmen de Bolívar —en el centro de los Montes de María— como emporio tabacalero; proceso incubado ya de antes. Con más precisión, Blanco Romero indica que la “región tabacalera del Carmen” era conformada por los distritos que geográficamente se identifican con las Serranías de San Jacinto o Montes de María y proximidades (p. 99). Tal parece que la primera semilla provino de la misma Ambalema, que, por lo feraz de la tierra

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montemariana, produjo una hoja de alta calidad apreciable en los mercados internacionales. Para 1874, en cuadro estadístico citado de José Antonio Ocampo, los distritos tabacaleros producían 2.426,8 toneladas de este tabaco (p. 100).

un tabaco apto para la elaboración de cigarros baratos permitió darle salida a la producción montemariana en Europa, donde la hoja del tabaco Carmen se pagó a precios favorables. En Bremen, en 1890, se pagó un millón de marcos por un millón y media toneladas de la hoja colombiana, o sea de tabaco Carmen (p. 108).

Respecto a la historia de la semilla de tabaco, Blanco Romero plantea que, ya desde la antepenúltima década decimonónica, se empezó a experimentar, pues desde Cuba se trajeron semillas, con el objeto de oxigenar la cosecha que por lo intensivo de la producción empezó a dar muestras de agotamiento.

La prosperidad tabacalera hizo crecer exponencialmente la demografía en el Carmen de Bolívar, tanto la comarca, como su cabecera del mismo nombre. El Carmen, de sitio, llego a ser villa en la republica, y posteriormente cabecera Esquina carmera. de provincia. A partir del régimen librecambista de 1848, la población, en 20 años, Asimismo, la producción tabacalera no escacrece al 100%. El solo Carmen de Bolívar asciende paba a las coyunturas internacionales. Para alredesde 1852 de 3.439 habitantes a 17.149 en 1918. dedor 1870, en plena guerra franco-prusiana, los precios disminuyeron de 16-22.4 a 6.4 centavos. La prosperidad montemariana sedujo a una Es en esta crisis donde se va a pique Ambalema inmigración empresarial europea, en busca de y supervive el tabaco montemariano (p. 107). sentar sus reales y verlos crecer a la sombra del Para 1881-1888, de igual modo, los precios van tabaco. De esto da cuenta la revisión de fuentes en bajada, pero aún así, dadas las lamentables notariales, de prensa y orales, de la entrada de consecuencias económicas para la región, el em- inmigrantes extranjeros, ya sean modestos negoporio tabacalero supervive al entrar al siglo XX. ciantes o importantes firmas comerciales. En 1870 ¿Por qué y cómo se mantuvo El Carmen de Bolí- se registraban por censo notarial, en suma, 15 var como centro principal, productor de la hoja? foráneos, desde ingleses, franceses, holandeses, Blanco Romero argumenta que la producción de españoles, dos venezolanos.

Iglesia de El Carmen de Bolívar, h. 1937.

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Desfile en El Carmen de Bolívar, h. 1930.

Fueron italianos los pioneros en la inmigración comercial, específicamente el clan Volpe Romaniello, en la última década del siglo XIX (p. 218). Al entrar el siglo XX, las casas comerciales de Volpe & Cía., además de ricos comerciantes italianos invitados por los Volpe, como los Frieri y Gallo, amasaban fortuna en esta comarca. Lo interesante que señala Blanco Romero es que estas casas comerciales se hacían llamar “casas compradoras” de la hoja. Y lo que se deduce de la información de las fuentes notariales, hecho el análisis de la cuestión, es que esta connotación es inexacta, debido a que el capitalista, con el objeto de apropiarse de la mayor proporción de renta posible, “sujetaba” al cosechero por medio del sistema de “avance”. Es decir, se daba prestada, por adelantado, al cosechero, una suma de dinero, con el compromiso de —en pago de la deuda— suministrar la debida cosecha de la hoja curada en fecha estipulada (p. 198). Naturalmente, la garantía del dinero prestado reposaba en hipoteca de bienes y semovientes del cosechero en cuestión. Esta práctica venía ya desde mediados del siglo XIX, y no es de extrañarse que el robusto capital extranjero le diera continuidad. Tanto le rentó este sistema de “avance” a las casas “compradoras”, sobre los pequeños y medianos cosecheros que, para entrar al siglo XX, la comarca montemariana pasó de una tradición minifundista a una de capitalistas con visos de ganaderos te-

rratenientes. Así floreció una burguesía de origen extranjero, que aunaba la intermediación de la hoja curada en los mercados internacionales con la ganadería, el comercio, y el dominio de los centros de poder político local, además de ganar clientela por medio de calculadas obras filantrópicas. El detallar los cauces que tomaban la renta tabacalera y los sectores sociales que se beneficiaban gracias a otros, demandaría un estudio aparte. No obstante, y sin caer en dogmas materialistas, Blanco Romero siembra la inquietud indicando el problema. Así, lo relevante de este estudio es señalar una estructura económico-social, la tabacalera, diferente a la consuetudinaria ganadería con que se refiere a la economía de la Costa Caribe colombiana. El uso versátil de las fuentes: prensa, documentación notarial y memoria oral, permite luego detallar todo un universo histórico que gira alrededor de la hoja del tabaco. A pesar de que no se establecieron centros fabriles de largo alcance para elaborar cigarros, y presentar un producto con mayor valor agregado, el tabaco negro en rama, curado al aire, constituyó hasta bien entrado el siglo XX la principal referencia económica montemariana. Importante obra la del historiador Blanco Romero, editada por la Universidad de Cartagena, que salva un vacío en el entender de nuestra historia regional y subregional del complejo Caribe colombiano.

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La gastronomía de Barranquilla José David Villalobos Robles* A mi madre, la mejor cocinera del mundo. A mi hija Angeliquita, con la esperanza de que se anime a comer.

prólogo Este escrito no pretende ser, en modo alguno, un intento de convencer al lector de que la culinaria de Barranquilla es la mejor o más variada de la Costa Caribe, ni del país, ni mucho menos del mundo, como tratan de hacer algunos autores cuando escriben sobre la cocina de su terruño, conmovedoramente llevados por el regionalismo. Tampoco tratamos de tener la última palabra sobre cuáles y cuántos son exactamente nuestros platos, como si hubiera un número finito de preparaciones; la cocina, como todo en la naturaleza, es cambiante, y casi se podría afirmar que así como en una ciudad hay tantos acentos distintos como habitantes haya, asimismo hay tantos platos como ocurrencias culinarias puedan surgir de la cabeza de cada cocinero. Mucho menos es nuestro objetivo dictar cátedra sobre cocina, de la cual nos consideramos apenas unos aficionados aplicados: esta ha sido una investigación con la que hemos gozado de la manera más sabrosa, que hemos acometido en nuestros tiempos libres, robándole tiempo al tiempo en medio de nuestras ocupaciones cotidianas que nada tienen que ver con la culinaria, y con la que quizá simplemente nos hemos rendido a la evocación de esos aromas, esos sabores, esas texturas que se disfrutan desde la más temprana infancia y que se quedan con uno para siempre. Es preciso señalar, no obstante, que Barranquilla ha carecido hasta ahora de una recopilación que comprenda las comidas verdaderamente arraigadas en nuestra historia y en nuestras costumbres. * Barranquilla, 1974. Ingeniero de Sistemas (1998) y Especialista en Redes de Computadores (2001) de la Universidad del Norte. Este artículo fue elaborado por su autor especialmente para Huellas.

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Huellas 88 y 89. Uninorte. Barranquilla pp. 36-54. 04/MMXI - 08/MMXI. ISSN 0120-2537

Por lo tanto, conscientes de que los barranquilleros estamos en mora de preservar la memoria culinaria de la ciudad, quisimos desarrollar un recuento honesto de nuestros platos populares sin las distorsiones de los ingredientes gourmet que les añaden ciertos libros de cocina y sitios en Internet, quizá para darles un toque más internacional. En nuestro concepto, la cocina típica de una región no es otra que la que se prepara y se come a diario en los hogares de la gente común y corriente. Naturalmente, si se quiere que nuestras recetas tengan alguna proyección internacional, sin duda deberán evolucionar mediante la incorporación de los ingredientes adecuados, lo que conducirá a su inevitable transformación, pero si en ese proceso se confunde la esencia de nuestros platos, el resultado será su total distorsión, perdiendo más que ganando en sabor y confundiendo a quien los deguste. Para poder avanzar, pues, es necesario reconocer la sencillez de nuestras viandas, la poca utilización de ingredientes gourmet, la escasa evolución de nuestras recetas y su nula proyección internacional, falencia de todas las gastronomías regionales de Colombia. La cocina mexicana, a la que poco tenemos que envidiarle, ha sido elevada a la categoría de internacional en los últimos años. Es tal el reconocimiento del que goza, que cada día se abren más y más restaurantes de comida manita en todo el planeta, incluso en la difícil pero prometedora China. Hace unos 20 años, había unos 500 restaurantes de comida mexicana en el mundo; hoy hay más de 500 000 y sus ingredientes son imprescindibles en los platos de la denominada cocina fusión. Para citar solo algunos casos: sushi con ají jalapeño o langosta marinada en vinagreta de tequila con cilantro, entre muchas otras exóticas combinacio-

Asado de carnes. Las ilustraciones de este artículo son tomadas del reportaje gráfico “La comida popular en Barranquilla” realizado por el mismo autor.

nes con las cocinas tailandesa, francesa o india. Quizá el rotundo éxito de la culinaria mexicana sea el acendrado nacionalismo de los habitantes del país azteca y la encarnizada defensa que de su cultura hacen sus nacionales en cualquier parte del globo. Cabe resaltar que los mexicanos, como pocos habitantes de nuestra América, se enorgullecen de ser, en gran proporción, indígenas puros o mestizos. Pero más sorprendente aún es el caso de la colorida cocina peruana, la cual ha revolucionado la gastronomía internacional al punto de ser considerada, hoy por hoy, una de las tres culinarias más importantes del planeta, desplazando incluso a las tradicionales francesa e italiana. Fruto de una increíble mezcla de sabores indígenas (incas, moches, chimúes, aimaras, tiahuanacos, entre otros), españoles, franceses y africanos durante la Conquista y la Colonia, la cual adquirió su personalidad definitiva (aunque en constante evolución) a través de los aportes de las inmigraciones japonesa, china e italiana a partir del siglo XIX, la gastronomía peruana ha posicionado en lo más alto del pedestal culinario una impresionante y casi interminable variedad de platos criollos como el cebiche, cocteles como el pisco sour, postres como el suspiro de limeña, y hasta bebidas gaseosas como la célebre Inca Kola. Cabe resaltar que esta bebida y la Irn Bru de Escocia son las únicas que, en su país de origen, superan en ventas a la Coca Cola. Tal vez la base más importante y característica de la cocina peruana la constituye el pescado, del cual el Perú es el segundo productor mundial, solo superado por China y por encima de gigantes

de la industria pesquera como Estados Unidos y Japón. La anchoa peruana es, lejos, la especie más pescada del orbe, con más de 10 millones de toneladas al año. Desde luego, no podríamos dejar de hacer mención, como muy representativos de la gastronomía de ese país hermano, de la papa (originaria del Perú, donde existen más de 3 000 variedades con las que se preparan infinidad de platos) y del ají, considerado el cordón umbilical de la cocina peruana. Como en el caso mexicano, cada día se abren más restaurantes de comida peruana en el mundo. Es propio del parroquiano que no ha ido demasiado lejos creer cándidamente que sus comidas le pertenecen exclusivamente a su comarca. Nada más errado: al adentrarse en el maravilloso universo de la cocina, se comprueba la no unicidad de los platos, y que la mayoría de las preparaciones de una región, digamos, América Latina, están relacionadas entre sí a través de los más intrincados e inesperados laberintos históricos. Que existen con otros nombres, pero idénticas o muy similares, en otras latitudes que también quieren arrogarse el orgullo de haberlas creado, si se puede decir así. Por eso, al principio resulta extraño asimilar que, comidas que hacen parte del menú del barranquillero desde que nace, son consideradas también viandas típicas y nacionales en Venezuela o en Panamá, como la arepa, los bollos, la caribañola, la lisa o la hayaca. ¿Qué decir del guandul, cuyo arroz es considerado plato nacional en Panamá y en Puerto Rico? La tortilla mexicana, la pupusa salvadoreña y la arepa colombiana o venezolana son esencialmente lo mismo: unos nixtamalizan el maíz, otros lo pilan. El fríjol rojo es tan insignia de la cocina antioqueña como lo es de la mexicana o de la surestadounidense. El tamal, la hayaca, el quimbolito y nuestro pastel (de arroz relleno de pollo, cerdo y verduras envueltos en hojas de bijao) son platos hermanos que encontramos en toda América, desde el río Bravo hasta los Andes argentinos. La vianda a base de carne, arroz blanco y fríjoles, más un sinnúmero de acompañamientos regionales como tajadas de plátano maduro, arepa, 37

huevo, col, ensalada, farofa, chicharrón, yuca, queso, patacón, naranja, farinheira, aguacate o espagueti, se repite en todo el continente: feijoada en Brasil, bandeja paisa en Antioquia, bandeja o seco en la Costa, menestra en Ecuador, pabellón criollo en Venezuela, bandera o arroz moro en República Dominicana y Cuba, casado en Costa Rica; tiene evidentes conexiones con los arroces de fríjoles latinoamericanos y caribeños como el rice and beans anglo-afroantillano (cuyo ancestro se encuentra en África Occidental), los arroces de fríjol cabecita negra, de lenteja y de guandul costeños, el tacu-tacu peruano, el casamiento hondureño y salvadoreño, el gallo pinto tico y nica, los arroces con gandules y con habichuelas puertorriqueños, los moros y cristianos y el congrí cubanos, el pispiote mexicano, los porotos con riendas chilenos, los calentados peruanos y ecuatorianos y, más lejanamente, con los baked beans ingleses, el cassoulet francés, la fabada asturiana, el Hoppin’ John del Dixie, los red beans and rice de Luisiana, e incluso con el kongbap coreano, el rajma indio y el mujaddara de Oriente Medio. O sea que lo que comemos a diario viene a ser en realidad el producto de una intrincada confluencia de coincidencias históricas, de llegadas o encuentros culturales más o menos accidentales que dieron origen a una extraordinaria amalgama de sabores, esencias y aromas. La cocina de Barranquilla y sus alrededores, como la mayoría de las regiones de América, surge del tremendo choque cultural que trajo consigo el descubrimiento de nuestro continente por parte de los europeos. La llegada del blanco, y posteriormente la del africano, produjo no solo el surgimiento de una nueva raza, sino alegres aires musicales, una cultura con rasgos muy particulares, novedosas formas de lenguaje y, por supuesto, la introducción de ingredientes desconocidos que dieron origen a una culinaria interesantísima. Los europeos nos legaron el ganado, los cerdos, las gallinas, el cilantro, el ajo, la leche, el arroz, las aceitunas, la cebolla, los cítricos, la caña y el trigo, sin los cuales no podríamos imaginar nuestra dieta diaria. África nos trajo el coco, el café, el millo, el sorgo, el plátano, la calabaza, el melón, el tamarindo, el banano y el ñame. A su vez, América empezó a exportar al mundo sus muy variados productos, los cuales se integraron de inmediato a las preparaciones ya existentes, perfeccionándolas: la pizza, cuyos antepasados se preparaban con sangre de cerdo y miel, pasó a bañarse en las jugosas salsas de nuestros tomates; el hierático maíz dio origen a la polenta; la señorial papa cal38

Venta de arroz de lisa en las inmediaciones del terminal marítimo.

mó el hambre de miles de europeos en tiempos de plagas, guerras, sequías y crudos inviernos; y el alegre cacao se convirtió en la base de los más finos dulces. La cocina del Nuevo Mundo es, pues, un gran crisol de olores y sabores donde se combinaron felizmente los ingredientes de la América indígena con las viandas traídas de Europa, Asia y África, del que la gastronomía de Barranquilla es una muestra muy representativa. Sin más, que se sirvan los platos sobre las mesas.

arroces El arroz, nutritivo cereal de origen asiático, base de la alimentación de millones de personas principalmente en Oriente y otros países, es de capital importancia en la gastronomía de Barranquilla no solamente porque el plato típico de la ciudad (que trataremos en un capítulo aparte) es una preparación a base de arroz, sino porque es la principal guarnición del menú diario del barranquillero. El arroz más preparado en la ciudad es el blanco, que junto a la presa (porción de carne de vaca, cerdo, pollo, pescado, víscera o alguna otra carne) y una porción de granos y/o de ensalada, constituye uno de los menús más comunes en Barranquilla a la hora del almuerzo o de la comida (como se conoce coloquialmente a la cena). El arroz blanco (también conocido como “arroz de manteca”, sobre todo cuando se preparaba con manteca de cerdo) debe su gran popularidad a la sencillez y rapidez de su preparación: simplemente se le agrega agua, aceite y sal, se pone a fuego alto, cuando seca se baja el fuego y se tapa hasta que se cocine. Descendientes del arroz blanco, muy populares entre la gente de bajos recursos, son los pintorescos arroces: “juniorista”, el cual se sirve con rayas de

salsa de tomate y cuyo nombre es una alusión a la camiseta de rayas verticales rojas y blancas del equipo de fútbol local, Júnior (también es conocido como “apuñaleado”, sangrienta metáfora culinaria); “al puente” -con un guineo (banano) en la mitad y nada más-, y el arroz “radiante”: con un huevo frito encima. El arroz de fríjol cabecita negra (otro de los arroces con fríjoles del Caribe) es otra de las delicias típicas de Barranquilla que se come, por ejemplo, acompañado con carne frita y ensalada de aguacate. Muy sabrosos también son los arroces de lentejas, de molleja, de carne, de cerdo, de atún, de sardina, trifásico (camarón, pollo, cerdo), de queso costeño (salado, fresco, no madurado), de salchichón, de salchicha, de chorizo, de chicharrón, de ajo, de cebolla (cabezona o larga), de ají dulce (variedad muy utilizada en la cocina venezolana), de espinacas o verde, de ahuyama, de papa, de verduras, guisado o amarillo (con colorante a base de achiote), de tomate, de plátano maduro, de zanahoria, de asadura (vísceras del cerdo o de la vaca guisadas o fritas), de menudencia (vísceras del pollo), de huevo y el arroz de fideos o de palito, preparación conocida como arroz árabe en el Perú y en Panamá, lo que sugiere un probable origen morisco o de Medio Oriente. Preparado con fideos fritos que le confieren un sabor especial, goza de una popularidad solo comparable con la del arroz de fríjol cabecita negra. El arroz apastelado lleva los ingredientes del pastel, exquisita vianda que trataremos en capítulo aparte, pero no se cocina envuelto en hojas de bijao. Para obtener un sabor parecido al que dan las hojas de bijao, el arroz apastelado se cubre con hojas de col cuando ha secado en el caldero. También son muy apetecidos los arroces de pollo -delicia colombiana y pana-

Cocina del restaurante típico El tremendo guandú.

meña preparada con pollo desmechado y verduras (pimentón, zanahoria, cebolla, apio, habichuela, arveja), completamente diferente del arroz con pollo de presas enteras y sin las verduras mencionadas que se prepara en otras latitudes-, de camarón, marinero (con distintas clases de mariscos) y el de chipichipi (como se conoce en la Costa y en Venezuela a la coquina, palabritas en el Perú), una delicia legendaria en el municipio atlanticense de Puerto Colombia y sus balnearios Pradomar, Salgar y Sabanilla, que ha casi desaparecido a causa de la contaminación de la ciénaga de Mallorquín, principal hábitat del molusco en la zona. El arroz de coco (o con coco), el único de sabor dulce, preparado en ocasiones con Coca Cola y uvas pasas, constituye un verdadero emblema de la Costa Caribe colombiana y de los países caribeños en general. El coco debe ser seco, se ralla la carne, se le agrega agua, se cuela para separar el bagazo y obtener la leche, la cual se pone al fuego y se deja evaporar para que suelte el aceite con que se llevará a cabo la preparación, luego se obtiene del bagazo una segunda leche que hará las veces del agua en la que se cocinará el arroz, y finalmente se añade azúcar (o melaza de panela) más una pizca de sal. El arroz de coco también se prepara únicamente con sal en otras regiones de la Costa. El barranquillero adora el cucayo (no confundir con la localidad española), nombre que se le da en la ciudad a la costra de arroz que queda adherida al caldero al terminar la preparación, conocido en el interior del país como “pega” y en otros países como “pegao”, cocolón o concolón. El cucayo, una verdadera delicia que solo logran las cocineras más experimentadas, y motivo de disputas familiares, debe quedar tostado y crujiente, listo para ser raspado por voraces cucharas. Uno de los cucayos más sabrosos es el del arroz de fríjol cabecita negra. El secreto de la preparación del arroz está en la cantidad de agua utilizada. Usualmente se recomienda que por cada taza de arroz se incorporen dos de agua, es decir, siempre el doble de agua. Sin embargo, para que el arroz quede más suelto y no tan empapado, el autor recomienda sellar brevemente el arroz crudo en aceite y utilizar a lo sumo taza y media de agua por taza de arroz. A ojo, recomendamos que la cantidad de agua supere por no más de medio dedo (en posición horizontal) la altura del arroz en el caldero. Es preciso tener en cuenta también el tipo de arroz, pues existen variedades más duras que requieren más agua. 39

bebidas La panela, uno de los productos emblemáticos de Colombia, de la que el país es el mayor productor mundial (1,4 millones de toneladas por año), tiene su origen antes de la Era Cristiana en el Sureste asiático, de donde pasó a la India, luego a Oriente Medio, al norte de África y finalmente a España, de donde la trajo Colón en su segundo viaje. Está extendida en toda América, desde México hasta Argentina, especialmente en Ecuador, Venezuela (donde también recibe el nombre de papelón), toda Centroamérica (denominada rapadura o raspadura), el Perú (donde se conoce como chancaca), Bolivia y Brasil; curiosamente, en uno de los otrora mayores productores de caña de azúcar, Cuba, es absolutamente desconocida. En nuestro país, varias poblaciones se disputan su paternidad, entre ellas Atánquez, en el departamento del Cesar. La panela se obtiene al someter el jugo de la caña de azúcar a altas temperaturas; por último, se deja solidificar en moldes cuadrados para su distribución. Con la panela se prepara la bebida más popular no solo en Barranquilla sino en el país: el agua de panela, que en Barranquilla indefectiblemente lleva jugo de limón y se conoce ampliamente como guarapo. El guarapo, que acompaña a todas las comidas, es de preparación fácil y rápida: la panela se deja diluir en agua, se le agrega jugo de limón, se revuelve y se sirve bien fría. Se consume como bebida caliente en latitudes de clima frío, como la zona andina del interior del país, donde se conoce como aguapanela y se le añade canela. En Barranquilla, el agua de panela caliente con limón se usa como remedio casero para aliviar gripas y resfriados. La voz guarapo, de origen quechua, designa originalmente al jugo de la caña o al agua de panela fermentados, la última a veces con conchas de piña. También se expende en las calles del Centro el jugo de caña bien frío, acabado de obtener en trapiches ambulantes y estacionarios. Entre los jugos, que se pueden clasificar en los que se preparan con agua y los que se hacen con leche, tenemos el de tamarindo, el de corozo (fruto de la palma de lata, conocido por algunos como “uvita”), el de naranja, el de maracuyá o fruta de la pasión (Pasión de Cristo, por el supuesto parecido de la flor con el padecimiento de Jesús), el de patilla (sandía) o patillazo, el de piña, el de melón, el de naranja agria, el de zanahoria, el de mandarina, el de carambolo y el de lulo (todos los anteriores preparados con agua); el de zapote, el de níspero, 40

el de guineo y el de curuba (con leche); el de mora, el de tomate de árbol, el de mango, el de guayaba, el de papaya (conocida como lechosa en algunos países del Caribe y Venezuela), el de guanábana y el de borojó (con agua o con leche). A propósito del corozo, el municipio de Corozal, Sucre, debe su nombre a los cultivos de palma de lata que se daban en la zona. Con el fruto también se elabora un vino casero que ya se ha industrializado. Entre las bebidas refrescantes sobresale el popular raspao, porción de hielo rallado al que se le agrega esencia de cola, limón o tamarindo, que se sirve con un molde esférico en un cono de papel grueso, y al que, como toque final, se le adicionan gotas de leche condensada. El raspao, también conocido como granizado y piragua en otros países de la región, se expende en las calles de la ciudad en pintorescos carritos equipados con un mecanismo que, al dar vueltas a una manivela, raspa un bloque de hielo previamente acomodado; la escarcha cae en un recipiente, lo que hace más fácil su recolección con el molde metálico. Hace algunas décadas, los vendedores raspaban el trozo de hielo con el cepillo, especie de cuchilla metálica en cuyo interior quedaba aprisionado el hielo rallado. Luego se introducía un palito al hielo, se empapaba con la esencia elegida por el cliente y se comía como paleta. Este mecanismo, idéntico, todavía se usa en Panamá, pero el hielo se sirve en el cono de papel. Otra bebida refrescante muy popular en Barranquilla es el jugo de patilla con limón, más conocido como patillazo, famoso por ser vendido, entre otros, por un doble del Pibe Valderrama en el paseo de Bolívar. En la misma avenida y en otros puntos de la urbe, es legendaria el agua de coco fría que se bebe con pitillo por una abertura

Venta de limonada en el paseo de Bolívar.

coco, el de cola con leche, el de leche cortada, entre otros. El auténtico boli, que se vende en las casas de los barrios populares de la ciudad para ayudar a la economía doméstica, es muy apreciado entre los niños y constituye uno de los refrescos más queridos y de nostálgica evocación de la vieja Barranquilla. El boli es conocido como congelada, naranjú, vikingo, boli, bolo, cubo, chupichupi, bambino, entre otros nombres, en varios países de América Latina.

Venta de jugo de patilla en Veinte de Julio con paseo de Bolívar.

hecha a machete en la fruta y que los transeúntes consumen durante la canícula barranquillera o en cualquier ocasión; al terminar la bebida, el cliente solicita la carne del coco (que debe ser verde, no seco) al vendedor, la cual come con delectación. El agua de coco también acompaña al ron en fiestas y parrandas a lo largo y ancho de la ciudad desde tiempos inmemoriales. Se conoce como agua de pipa en Ecuador, en el norte del Perú, en Panamá y en el Pacífico colombiano. Otras bebidas refrescantes son el piñazo (jugo de piña frío que se consigue en el mercado), la horchata de ajonjolí, la chicha (a base de arroz o de maíz sin fermentar, a diferencia de la chicha andina), la maizada (chicha de maíz con cola), el masato (a base de maíz finamente molido con agua), la Nutricia (producto nutricional infantil) y el sencillo vaso de agua que no se le niega a nadie. Asimismo, se toman con placer en muchos hogares y sitios de la ciudad la limonada, el jugo de mandarina y el agua de arroz con cáscaras de piña. También son muy populares el agua de maíz y el agua o chicha de arroz (esta última también se prepara con cola), las cuales se toman bien frías con cualquier comida. El agua de maíz (conocida como claro en Antioquia), un verdadero néctar de los dioses, se prepara adicionándole azúcar al agua con que se ha cocido el maíz que más tarde se utilizará para elaborar los diferentes bollos y arepas. Capítulo aparte merece el boli (nombre que proviene de la marca industrial original del producto), helado hogareño a base de jugos de frutas que se vende congelado en delgadas bolsas de plástico (el producto industrial original venía en dos bolsas para mayor higiene). Los más saboreados son el de corozo, el de guayaba, el de chocolate, el de

En materia de bebidas calientes, encontramos el tradicional café y el chocolate. El café suave, uno de los máximos símbolos de Colombia, se prepara con agua y opcionalmente azúcar (preparación que se conoce como tinto en el país), o con leche. El café con leche y el tinto son infaltables en los desayunos del barranquillero, aunque el segundo se consume en todas partes y a toda hora. Muchas empresas o negocios abiertos al público tienen grecas o cafeteras para que empleados y visitantes disfruten un tinto a manera de cortesía. Asimismo, son muy comunes los vendedores ambulantes de tinto y aguas aromáticas (infusiones a base de hierbas como el toronjil, la hierbabuena, la canela y la manzanilla, entre otras), que mantienen calientes en termos y que sirven en minúsculos vasos de plástico. Las agüitas aromáticas también son ofrecidas en grecas en las empresas. El peto, bebida dulce a base de maíz blanco y leche, endulzada con azúcar o panela y aromatizada con canela en raja, se expende en las calles de la ciudad en calambucos (cantinas de leche), anunciado con un onomatopéyico y repetitivo pregón. El peto es exactamente igual al chicheme, bebida tradicional en la región sabanera cordobesa y en Panamá, el cual se sirve frío y se aromatiza, además de la canela, con nuez moscada. El cuchuco, hecho de maíz molido cocinado en leche o agua, es totalmente distinto de la sopa de cebada con cerdo propia del altiplano cundiboyacense. También es muy apetecida la avena fría aromatizada con vainilla o canela. En cuanto a bebidas alcohólicas, son muy tradicionales el ron, el aguardiente anisado colombiano y la cerveza (con la cual se prepara la carne guisada a veces). Otros tragos muy extendidos son el whisky y, más recientemente, el vino.

bollos

Bollo de queeeeso, de angeliito, de mazoooorca... Booooollooooo…

Los bollos merecen mención especial por su gran arraigo en la cultura gastronómica de la ciudad. 41

Consumidos principalmente a la hora del desayuno, los bollos son un alimento a base de masa de maíz molido envuelta en hojas de mazorca, lo que refleja su origen indígena. Sin embargo, por lo general son ofrecidos por negras palenqueras con sus inconfundibles pregones. Los bollos se comen acompañados casi siempre de queso costeño o de suero atollabuey (crema de leche ácida que acompaña absolutamente todas las comidas en la región sabanera de Bolívar, Sucre y Córdoba). En los desayunos son acompañantes frecuentes de los huevos revueltos o “en perico”, del bocachico frito, de la carne o del hígado en bisté (con tomate y cebolla sofritos), y de los chicharrones, entre otros. De gran variedad, los bollos más apetecidos en Barranquilla son: el bollo limpio, a base de maíz blanco seco; el bollo de queso (bollo limpio con queso costeño); el bollo de angelito, de sabor dulce y color violáceo, a base de maíz blanco con coco y anís; el bollo de mazorca, a base de maíz tierno o choclo; y el bollo limpio de harina de maíz precocida y procesada industrialmente. Los bollos son ampliamente elaborados en otras regiones de la Costa y Panamá en distintas preparaciones (rellenos de carnes, por ejemplo) y envolturas (hojas de caña y de plátano). Guardan semejanza con los envueltos del interior andino de Colombia y ecuatorianos, con las hallaquitas venezolanas y con la humita peruana, boliviana y argentina. Sin embargo, el bollo de yuca es el más popular de los bollos de la región. Su preparación es simple: se ralla la yuca pelada y el resultado se cuece envuelto en hojas secas de mazorca. Acompaña, entre otros, en un binomio eterno a la famosa butifarra, embutido de origen catalán a base de cerdo, de sabor picante, que ha hecho célebre al

Venta de arroz de lisa cerca al terminal marítimo.

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vecino municipio de Soledad, Atlántico, de donde proviene la variante colombiana. La butifarra, una de las insignias gastronómicas de la Costa Caribe, es ofrecida por vendedores ambulantes en largas tiras acomodadas en forma circular en palanganas metálicas. Para llamar la atención de la gente, los butifarreros producen un sonido característico, golpeando permanentemente la palangana con un cuchillo. Luego de solicitada la cantidad, el vendedor corta la tira y abre las butifarras por la mitad con el cuchillo, les agrega jugo de limón y las entrega al cliente acompañadas de un trozo de bollo de yuca. Los butifarreros también ofrecen huevos duros que el comensal disfruta, ya sin cáscara y partidos por la mitad, con pimienta y sal a cualquier hora del día en las calles y esquinas de la ciudad. El matrimonio, combinación de torreja (rodaja) de bollo de yuca o de mazorca y una porción de queso costeño, es un manjar que se puede degustar en cualquier frutera o rincón de la ciudad.

carnes Pa’ preparar una carne asada no hay Como el negro Adán… The Latin Brothers, El Negro Adán (Carlos Castillo - Luis Montoya).

Sin lugar a dudas, y pese a las campañas vegetarianas, la carne de vaca es la más consumida por los barranquilleros en cualquiera de los tres golpes (comidas) del día. Los diferentes cortes del animal son casi peleados en los expendios de la ciudad; los más apetecidos son la punta gorda o punta de anca, la sobrebarriga, el lomo fino, el lomo ancho, el bollo o muchacho, la espaldilla, la tetafula, la carabela, el capón, la falda, el rabo, el ossobuco, el jarrete o murillo, la bola, el atravesado, el pecho, la tira-tira, la costilla, el hueso negro y el blanco (usados para darles sabor a las sopas y sancochos), el cachete y la pata (para la preparación del mondongo, exquisita sopa a base de dicha víscera, tubérculos y verduras), entre otros que se conocen con distintos nombres en las diferentes latitudes. Los cortes blandos de la carne, correspondientes a partes de la nalga, el abdomen y el lomo de la bestia, como la punta gorda, el capón, la tetafula, la sobrebarriga, la carabela, la falda, el lomo ancho y el lomo fino, se comen fritos, asados a la parrilla y al carbón (o a la brasa), a la plancha, en estofado, desmechados (la falda), al horno y en bisté (con tomate y cebolla). La carne molida (obtenida, por ejemplo, del capón) y las albóndigas son muy populares y apetecidas en toda la ciudad. La carne asada o churrasco, la cual se acompaña, por ejem-

plo, con yuca, papa cocida o bollo limpio, ensalada y alguna salsa (chimichurri, de ajo, picante, entre otras), es la preparación de carne vacuna más apetecida por los barranquilleros, quienes pueden saborearla en múltiples restaurantes y asaderos extendidos por toda la ciudad. La carne dura, como la espaldilla, el muchacho, el atravesado o el jarrete, se prepara —generalmente en olla de presión— guisada, en trocitos con verduras (especie de goulash criollo), sudada, en viuda, desmechada y puyada en posta (llamada así porque se rellena con verduras —zanahoria, habichuela, cebolla— que se introducen luego de haberle hecho orificios con puyas a la pieza cruda; finalmente se sirve en postas o rodajas). En sancochos y sopas se usan principalmente la costilla, el rabo, el ossobuco, el hueso y la carne de pecho salada. El cachete es muy estimado en la preparación de carnes frías. Como puede verse, la carne de vaca da para un sinfín de menús disponibles en cualquier hogar y en todo tipo de restaurantes. Las vísceras de la vaca se comen con fruición en Barranquilla, ya sean fritas, guisadas, en bisté o en sancocho. Las más apetecidas son el hígado, el bofe (pulmones), la pajarilla (bazo), el corazón, el riñón, la panza (uno de los estómagos de la vaca que se come en trozos guisados con papas o en el mondongo; corresponde a los callos, como se conoce entre los españoles) y la chinchurria (primer segmento del intestino delgado que se come frito, conocido como chinchulín en la Argentina, donde se come asado y es todo un plato nacional). El hígado en bisté con yuca cocida o bollo limpio es uno de los desayunos predilectos del barranquillero; también se prepara encebollado. La asadura, a base de las vísceras del cerdo, pariente del friche guajiro (vísceras del chivo cocinadas en su sangre y aliñadas con condimentos), se puede conseguir en algunas fritangas del Centro y del sur la ciudad. La asadura se conoce como chanfaina en otros países latinoamericanos. Las vísceras, de alto contenido en grasas, pero ricas en proteínas y vitaminas, son ideales para las personas que sufren de anemia y enfermedades relacionadas (especialmente la pajarilla y el hígado). Otras partes de la vaca que también se consumen son la lengua (en salsa), la ubre, el ojo (en sopa), los sesos guisados y las criadillas (testículos) del toro. Curiosamente, hasta bien entrado el siglo XX, los mataderos botaban las vísceras de la vaca o las arrojaban a los perros por considerarlas carnes de baja calidad. Posteriormente se empezaron a regalar a la gente de escasos recursos, y hoy es

Cocineros sirviendo almuerzos en Sanandresito.

habitual encontrar en los expendios de carnes y supermercados sobre todo el hígado, la panza, la pajarilla y el bofe, los cuales se ofrecen en algunos restaurantes populares y fritangas en distintas preparaciones; es relativamente raro que en los restaurantes se ofrezcan otras vísceras. Hoy prácticamente han desaparecido los pintorescos mondongueros, quienes por las calles de la ciudad ofrecían las vísceras contenidas en rústicos cajones de madera que acomodaban en ambos costados de un burro (o también en carretillas de madera), y que hacían sonar con manducos (palo de forma cilíndrica de tamaño mediano, grueso y de madera tosca y resistente), produciendo un peculiar sonido que acompañaban con sus pregones. Muy apreciada también es la carne de cerdo, una de las más apetitosas del mundo. Tiene el inconveniente de ser abundante en grasas muy perjudiciales para el ser humano, por lo que la gente la consume con precaución. Sin embargo, el barranquillero siente gran pasión por el chicharrón y la chuleta, los cuales acompaña con bollo limpio o de yuca o con yuca cocida. Los expendios de chicharrón tienen fama en toda la ciudad y sus alrededores y son frecuentados por ávidos comensales hasta altas horas de la madrugada. El chicharrón seco y con pelo es ofrecido por vendedores que recorren nuestras calles y goza de gran popularidad. El pollo es igualmente muy apetecido en la ciudad: se come frito, guisado con papas, asado, apanado (deep fried o a la broasted), en fricasé, desmechado o al horno. Las partes más apreciadas del ave son la pechuga, el contramuslo, el muslo y el ala (no necesariamente en ese orden). Como las de cerdo, son innumerables las ventas de pollo 43

frito, a la broasted o asado (usualmente acompañado de bollo limpio, yuca o papa cocida) a lo largo y ancho de Barranquilla. La gallina criolla, criada en patios caseros o fincas familiares, y alimentada con maíz (e insectos y gusanos que inevitablemente caza), es de carne más dura, de mejor sabor y de huesos más resistentes que el pollo “purina” (llamado así en alusión al concentrado con que se alimentan las aves para que crezcan más rápido). A pesar de su sabor inferior y por motivos comerciales, el pollo “purina” es el que comúnmente se consume en casas y restaurantes, mientras que la gallina criolla solo se come en sancocho y guisada. En mucha menor cantidad se pueden conseguir carnes de animales domésticos y de monte (salvajes) como el chivo, el pavo, el carnero, el conejo, la iguana, el pato (pisingo y barraquete), la tortuga, el morrocoyo y la hicotea, más comunes en otros departamentos de la Costa como la Guajira, Cesar, Sucre, Córdoba y algunas poblaciones del Atlántico. En los alrededores de ciertos eventos populares como circos y ciudades de hierro (parques temporales de atracciones mecánicas), se instalan las fritangas (ventas de procedencia andina de embutidos, carnes y otras frituras), donde se pueden conseguir la sabrosa morcilla (o rellena, como se conoce en el interior del país, embutido a base de sangre de cerdo y arroz con arvejas), el tradicional chorizo y la longaniza. Estos últimos se consiguen todo el año en el Centro y en el mercado público de la ciudad. Se consumen también en las fritangas paticas y orejas de cerdo, papas criollas (o amarilla, conocida en otros países como papa colombiana), chinchurria, bofe y muchas frituras más.

dulces

Aleeegríiiiiia, cocaaaada, caballiiiitooo… Aleeegríiiiiia, con coooco y aníiiiis…

Son típicos los dulces vendidos en palanganas por negras palenqueras (del Palenque de San Basilio o sus descendientes) que, casi siempre los fines de semana o por las tardes, recorren las calles de la ciudad entonando sus ancestrales pregones: la alegría (bola compacta de rosetas de granos de millo, pedazos de coco y anís, recubierta con panela derretida); el enyucado (torta a base de yuca y coco); el caballito o cabellito (dulce de papaya biche o verde en tiritas); las cocadas; y las “cocadas” o panelitas de millo y de ajonjolí. Para la preparación de las alegrías, las semillas de millo se fríen en un poco de aceite, lo que hace que se abran. Es el mismo procedimiento para obtener las crispetas o palomitas de maíz. 44

Venta de fritos en Veinte de Julio con San Blas.

También son muy apetecidas las bolitas de coco galaperas (Galapa, Atlántico) y la arropilla, varita pegajosa a base de panela envuelta en papel, utilizada como postre popular. Muy apreciados son las gelatinas (golosinas vallecaucanas que se preparan a base del tejido gelatinoso de la pata de la vaca, conocida como gelatina de vaca en Panamá), los merengues (conocidos como suspiros en otros lugares), el arroz con leche, las casadillas (o quesadillas, galleta crujiente a base de coco), las panelitas de dulce de leche, las bolas de tamarindo con azúcar, las bolas de chocolate y harina de maíz, las galletas griegas (especie de oblea dulce compuesta por varias láminas que recuerdan un pañuelo grande doblado, que vendedores ambulantes ofrecen en las calles de la ciudad) y el algodón de azúcar. Durante la Semana Santa, sin falta, se preparan los tradicionales rasguñaos, dulces a base de toda clase de frutas, legumbres y tubérculos, cuyo consumo se confunde con las creencias católicas que prohíben el consumo de carne en estas fechas. Tradicionalmente de preparación casera, condición que dio lugar a la costumbre —que aún se conserva— de regalarlos entre vecinos, hoy son ofrecidos por pintorescas palenqueras en parques, aceras o en las afueras de supermercados en puestos que constituyen un extraordinario espectáculo de colores y sabores para propios y extraños. Los dulces más apetecidos son el de ñame, el de tamarindo, el de corozo, el de guandul, el de ciruela, el de mango, el de papaya, el de coco, el de leche (arequipe), el de leche cortada, el de piña, el de mamey, el de batata, el de tomate, el de fríjol zaragoza, el de plátano maduro, y el de uchuva, entre otros que comprenden una lista casi interminable.

Incluso se venden algunos de supuestos poderes afrodisíacos y curiosos nombres que resultan de la combinación de varios dulces: “mongo-mongo”, “amansa-suegra”, entre otros. En las numerosas pastelerías de la ciudad se consigue todo tipo de postres, galletas, bizcochos, confites y pastelillos que hacen las delicias de la gente. Muy apetecido es el borracho, hecho a base de pan, antes conocido como sopa borracha. Popularísimo también es el bocadillo (veleño), famoso dulce de guayaba de la población de Vélez, Santander. El archifamoso “Frozomalt”, helado patentado por la Heladería Americana, es uno de los máximos símbolos de la gastronomía barranquillera.

ensaladas El barranquillero no descuida la salud, prueba de lo cual es la infinidad de ensaladas que acompañan almuerzos y comidas. La ensalada más popular y sencilla de la ciudad es la de tomate con cebolla, que a la vez es la base de otras ensaladas como las de variedades de lechuga, la de aguacate, la de pepino, la de berenjena, la de espinaca, la de habichuela o la de repollo. También son muy apetecidas nuestras versiones de la ensalada rusa: la de papa con zanahoria, arvejas y mayonesa, la cual se prepara también con pollo desmechado o con atún, y la de remolacha con zanahoria, papa y opcionalmente mayonesa (antes nunca se le añadía dicha salsa; también es conocida como “ensalada de payaso”). Otras muy populares son la de papa con huevo duro en rodajas, la de rábano, la de calabaza, la de brócoli y coliflor, los vegetales -zanahoria, habichuela, cebolla, ají pimentón (pimiento, morrón), apio- salteados, cocidos o al vapor; la de papaya verde (o incluso un tanto madura), múltiples combinaciones de todos los vegetales que hemos mencionado y la de ¡ñame! El aderezo más común consiste en un chorrito de vinagre o gotas de limón, sal y opcionalmente pimienta, a lo que también se le puede añadir aceite vegetal (de oliva, de maíz o de girasol), creando una especie de vinagreta. Salsas más sofisticadas pero menos comunes incluyen ingredientes como miel, vinagre balsámico, granos de maíz tierno dulce, aceitunas, pepinillos agridulces, manzana, piña, fresa, uchuva, alcaparras, pastas, queso mozzarella y queso parmesano, entre otros. También se usan salsas como la tártara, la bechamel, la de ajo, la rosada y la mencionada mayonesa.

Preparación de bocachicos en cabrito en Sanandresito.

FriTos

Año de 1882. Los jóvenes de mi edad solíamos formar tertulia en el altozano de la iglesia de San Nicolás, desde las seis de la tarde, después de comida, cerca de las fritangas de arepitas, caribañolas y buñuelos (de fríjol), situadas al pie del altozano, hasta las ocho de la noche. Pedro María Revollo, Pbro., Mis Memorias.

Los fritos, que se consumen a cualquier hora del día, son parte fundamental de la gastronomía de la ciudad. Preparados a base de masa o harina de maíz precocida, de yuca cocida o de plátano verde, entre otros, son muy populares entre la gente a pesar de su alto contenido de grasas y harinas. Entre los fritos más importantes encontramos las arepas, la caribañola, la empanada, el patacón y los buñuelos de fríjol cabecita negra, de lentejas y de maíz tierno (estos últimos se acompañan con queso costeño y son vendidos, entre otros, por palenqueras). En las ventas de fritos, fritangas, fruteras y otros establecimientos donde se expenden estos manjares, se ofrecen un sinnúmero de salsas, picantes (salsas a base de ají picante o pique) y suero atollabuey, con que la gente los acompaña. La arepa, de la cual hay numerosas variedades regionales en toda Colombia, es también una comida popularísima a lo largo y ancho de Venezuela, país que se arroga su paternidad. En el vecino país ha calado tan hondo en todos los estamentos, que cuando un equipo de béisbol (deporte más popular de la hermana nación) pierde por blanqueada, se dice que “le metieron nueve arepas”, en alusión a los ceros en carreras del perdedor por cada una de las nueve entradas del juego de béisbol. Los venezolanos fueron, además, quienes en los años 50 del siglo pasado introdujeron la harina de maíz

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precocida, procesada industrialmente. La voz arepa es probablemente de origen cumanogoto (erepa, maíz), lengua de la tribu caribe homónima asentada en el oriente venezolano. La arepa se conoce como tortilla en Panamá. La masa para preparar la arepa se obtiene al pilar, cocer y moler el maíz amarillo o blanco; como se ha mencionado, la masa se elabora también hidratando harina de maíz precocida obtenida industrialmente. Luego se añade a la masa queso costeño rallado y sal al gusto, se forman bolas, se aplanan con la mano o con algún objeto, y se les hace un “ojo” que facilitará su posterior extracción del aceite caliente con un trinche de cocina grande. Finalmente, se ponen a freír en aceite bien caliente. La arepa también se prepara con anís y panela rallada o en miel (o por simplicidad azúcar) en vez de sal, frito verdaderamente delicioso conocido como arepa dulce. Uno de los fritos más representativos de la Costa Caribe es la arepa de huevo (o con huevo), una auténtica delicia símbolo de la población atlanticense de Luruaco, donde anualmente se celebra el Festival de la Arepa de Huevo. Se prepara como una arepa de maíz pilado o de harina de maíz, un poco más gruesa de lo normal que, a medio freír en abundante aceite bien caliente, se saca y se le hace una abertura por donde se introduce el contenido de un huevo crudo. La clave para la elaboración de la arepa de huevo es la introducción del huevo, lo cual solo se logra exitosamente al echar aceite caliente sobre la superficie de la arepa para que se sople, formándose una cavidad entre el grueso de la masa y una delgada costra que la recubre. Así se facilita hacer la abertura por donde se mete el huevo, el cual permanecerá en la cavidad formada. Luego se cierra el orificio con un poco de masa cruda (algunos no lo hacen) y se vuelve a meter la arepa en el aceite caliente hasta que se termine de freír. Existe una variedad de la arepa de huevo que también lleva carne molida aliñada, muy popular en Cartagena de Indias, donde se conoce como empanada con huevo. La arepa de huevo es otra de las insignias gastronómicas de la Costa Caribe y se consigue hoy en todo el país. Cabe incluir en esta sección las muy consumidas arepas asadas al carbón sobre hojas de bijao o de plátano, las cuales se rellenan de queso costeño, pollo, carne molida o desmechada, chorizo, chicharrón, butifarra, salchichas, combinaciones de estos y casi con cualquier otro alimento. Los asaderos callejeros de arepas se encuentran por doquier en toda Barranquilla y equivalen a las 46

areperas venezolanas, restaurantes especializados en arepas. Otro frito popularísimo, muy similar en esencia a la arepa, es la empanada, masa de maíz en forma de media luna rellena con queso costeño, carne molida, pollo desmechado y hasta bocadillo veleño. La caribañola, carimañola o carabañola, que posiblemente recibe su nombre de la similitud de su forma con la caramañola, cantimplora que usan los soldados, es un frito a base de yuca cocida molida rellena con queso costeño rallado, carne molida o pollo desmechado. Se encuentra en toda la Costa y en Panamá, y es similar al pastel de yuca bogotano que incluye arroz y huevo. El patacón (también conocido como tostón en otros países del Caribe) es una verdadera exquisitez caribeña —hoy extendida a todo el país— a base de plátano verde aplanado y pasado a veces por agua de ajo que, luego de ser freído, se come condimentado con una pizca de sal o acompañado de guiso (sofrito de tomate y cebolla picados y condimentos, salsa base de la cocina colombiana conocida como hogao en el interior del país). Los patacones con huevos revueltos, queso costeño y café con leche es uno de los desayunos más tradicionales de la Costa Caribe. El patacón relleno de todo tipo de carnes y salsas es uno de los fritos que últimamente ha elevado su estatus gastronómico en la ciudad con el surgimiento de ventas especializadas únicamente en las múltiples combinaciones posibles a partir del popular plátano verde. Incluso existe la “pizza-patacón”, que lo incorpora en lugar de la masa de harina de trigo tradicional del celebérrimo plato napolitano. Una variedad del patacón es el que se prepara con guineo verde, alimento muy extendido en el departamento del Magdalena, donde su cultivo se inició en las últimas décadas del siglo XIX en la llamada Zona Bananera de Santa Marta. El guineo verde hervido con queso costeño rallado encima, conocido en aquellas tierras como cayeye, es uno de los desayunos típicos de la Costa. Un plato hermano del patacón son las tajadas de plátano verde, que se comen con queso costeño al desayuno o en cualquier comida. Son también populares las bolitas de lentejas y los quibbes, fritura introducida por los inmigrantes de Oriente Medio, a base de carne molida, cebolla, hierbabuena, pimienta árabe y bulgur (trigo seco y precocido). Los quibbes están totalmente integrados a la gastronomía barranquillera, al punto de que se consiguen en cualquier expendio callejero

de fritos, cafetería o supermercados, donde se venden congelados. También se ofrecen como picada (entremés) en fiestas y bailes. Las papitas y los platanitos fritos (en tajadas), expendidos por vendedores ambulantes, son muy apetecidos en la ciudad durante eventos populares como el Carnaval, conciertos y en los estadios durante partidos de fútbol y de béisbol, entre otros. La papa rellena, versión criolla del plato tradicional peruano, jocosamente llamada por algunos “bola ’e trapo” (pelota de fabricación artesanal con que aún se juega al fútbol en las destapadas y polvorientas calles de nuestros barrios populares, especialmente en Rebolo), es popularísima en toda Barranquilla. Una porción de carne molida o pollo desmechado adobados con verduras se introduce en un compacto de papas cocidas machacadas, se le da forma redonda y se pasa por harina y huevo, lo cual actuará como sello al momento de freír. Un bocado infalible en la gastronomía barranquillera es la tajada de plátano maduro, fritura de sabor dulce que se sirve como elemento dulce en almuerzos y comidas (cenas). El plátano maduro también se consume al vapor en trozos que se colocan sobre el arroz al momento de tapar el caldero cuando la preparación ha secado. Preparado con mantequilla, clavitos de olor, azúcar, gaseosa de cola y canela (formándose una melaza que lo cubre) se conoce como plátano pícaro o en tentación, una de las insignias de la culinaria cartagenera, donde se prepara con Kola Román, bebida gaseosa símbolo de la ciudad. Los únicos fritos a base de harina de trigo son los deditos rellenos de queso (conocidos también como palitos de queso, o tequeños en Venezuela y en el Perú, donde los preparan con won ton, la

fina masa china), los hojaldres (masa de harina de trigo frita), y los pastelitos de Galapa (especie de empanada), rellenos de queso o de carne molida y papa. Además de las frituras mencionadas, en los innumerables puestos de fritos y fruteras de la ciudad pueden degustarse otros alimentos fritos: vísceras de la vaca como la chinchurria, la pajarilla, el bofe y la asadura; partes del cerdo como la chinchurria y los chicharrones, y embutidos como chorizos y butifarras.

FruTas

Al son de la carretilla va gritando su pregón El vendedor de patilla gritando “rojitas son” Y se escuchaba así su pregón: “Son, son, rojitas son como el corazón, rojitas son mis patillas”… Aló, aló, Barranquilla, por la carrera ’e la Paz Bajando paseo Bolívar cruzaron San Nicolás Pero al cruzar por San Blas, ¡pum! Quedaron como estampilla las patillas… Fruko y sus Tesos, canta Wilson Saoko, El patillero (Roberto Solano).

En las pintorescas fruteras (fruterías) y ventas ambulantes de la ciudad se pueden encontrar, además de los fritos y matrimonios, las frutas y jugos más deliciosos y exóticos de la Costa Caribe y el país: guineo (banano, plátano), corozo, tamarindo, coco, mango, ciruela, mamón, patilla, guinda, martillo, peritas, uva playa, zapote, níspero, guayaba, guayaba agria, piña, tomate de árbol, pitahaya, curuba, melón, papaya, naranja, naranja agria, guama, jobo (hobo), caimito, candia o quimbombó, toronja, icaco, marañón, limón, guanábana, mora, agraz, mandarina, granadilla, chirimoya, maracuyá, borojó, lulo, grosella, anón, mamey, cañandonga, carambolo y un largo etcétera, así como productos importados: manzanas, uvas, ciruelas, duraznos y peras, entre otros. Es muy apreciado el mango biche (verde, no maduro) cortado en julianas con sal, pimienta y limón, manjar que se consigue hoy en todo el país. También se consumen con sal, limón y pimienta los corozos y las ciruelas. En las afueras de colegios y de centros comerciales, entre otros establecimientos, son comunes las ventas estacionarias de frutas como el mamón, la mandarina, el mango, la patilla, la ciruela y el corozo, y menos frecuentemente, el martillo, la guinda y el caimito. La gente disfruta también el refrescante tutti frutti (o salpicón de frutas, bebida a base de varias frutas en trocitos) y la ensalada de frutas.

Mojarra frita en Sanandresito.

El barranquillero siente especial predilección por el aguacate, fruta usada en cocina a manera de verdura, con el cual acompaña muchos de los 47

Servicio de almuerzos en Sanandresito.

platos fuertes mencionados, bien sea solo, en ensalada con tomate (otra fruta usada en cocina como verdura) y cebolla, o en la versión local del guacamole. El aguacate más apetecido es el carmero, exquisita variedad de sabor inconfundible, cultivada en la población de El Carmen de Bolívar y sus alrededores, cuya cosecha se da hacia marzo. Pasada la cosecha de aguacate carmero hacia julio, se suple su falta con aguacates de sabor inferior provenientes de otras regiones como Venezuela, Ecuador y el interior del país. El aguacate (de la voz nahua ahuacatl, que significa testículo) es una mantequilla vegetal de origen americano que se encuentra desde México hasta Argentina. En las regiones andinas es conocido como palta o cura. Desde tiempos inmemoriales, frutas, verduras, hortalizas y tubérculos son ofrecidos en las calles de la ciudad por vendedores ambulantes en carretas de tracción animal. Antiguamente se utilizaban mulas, las cuales fueron reemplazadas por caballos, por lo que a estos vehículos se les sigue llamando carros de mula y carromuleros a quienes los conducen y venden los alimentos. También se usan todavía para el mismo fin carretillas artesanales de madera impulsadas por sus dueños.

granos Los variadísimos granos -también conocidos en otras regiones como fríjoles, habichuelas, judías, legumbres, menestras o porotos, entre otras denominaciones- son otro alimento nativo de Meso y Suramérica extendido en todo el globo desde el siglo XVII por los europeos que conquistaron y colonizaron nuestro continente. Excelente fuente natural de proteína, carbohidratos, vitaminas y minerales, ocupan un lugar principalísimo en la mesa barranquillera como guarnición al almuerzo 48

y a la comida (cena) en el seco o bandeja, nuestra versión del extendido plato a base de carne, arroz blanco y granos. Los fríjoles cabecita negra (conocidos en el Perú como fréjol castilla, principal menestra de exportación de esa nación), las zaragozas (variedad del fríjol rojo emblemático de la cocina de Antioquia y de países como México), las zaragozas blancas, las arvejas, los palomitos y las lentejas son los granos más habituales del menú diario del barranquillero. Menos utilizados son el garbanzo, el cargamanto y las zaragozas negras o caraotas, fríjol negro símbolo de la cocina venezolana, integrante inseparable del pabellón criollo, plato nacional del hermano país, compuesto además por carne desmechada, arroz blanco y tajada de plátano maduro. La zaragoza negra, feijão preto en portugués, es también el grano utilizado en la feijoada brasileña, cuyo origen se encuentra en el norte de Portugal. Cabe reseñar que los guandules se preparan únicamente en sopa y en dulce. Aunque el fríjol cabecita negra, las zaragozas blancas y los guandules se consiguen verdes con cierta dificultad y en muy contadas épocas del año, por lo general los granos se adquieren secos (y, por ende, duros) para su preparación. Por tal motivo, en la actualidad, se preparan en olla de presión; anteriormente se dejaban al remojo para que se ablandaran durante la noche y pudieran ser cocinados más rápidamente al día siguiente. Sin embargo, a pesar de que la olla de presión agiliza enormemente el proceso, es recomendable dejar los granos en remojo desde la noche anterior para una mejor hidratación. Ya cocinados, se preparan guisados con un sofrito de tomate y cebolla (el cual se puede incorporar desde el principio de la cocción; incluso esta se puede llevar a cabo con las verduras crudas) y pueden ser acompañados en su preparación con trozos de cerdo, de panela o con plátano verde rallado, este último para darles mayor cremosidad. Como se verá, también se preparan en sopas.

el

pasTel y la hayaca

El suculento pastel y la hayaca (el Diccionario de la Real Academia Española también registra la grafía hallaca), a base de arroz el primero, y de masa de maíz la segunda —considerada uno de los platos nacionales de Venezuela—, son dos viandas hermanas rellenas con pollo, cerdo y verduras que se cocinan envueltas en hojas de bijao o de plátano, de donde obtienen su característico aroma y exquisito sabor. Son infaltables en época navideña (diciembre) y un manjar realmente irresistible para propios y ajenos en cualquier momento del día. El pastel, tal cual se prepara en Barranquilla, a base

de arroz, se puede encontrar también en Puerto Rico (donde la masa más utilizada es una mezcla de tubérculos que incluye plátanos y guineos verdes, papa y yautía). Curiosamente, la hayaca, uno de los platos insignia de Venezuela, donde se come exclusivamente como parte del menú navideño y en general durante las festividades de fin de año, se consume absolutamente todo el año en Barranquilla y puede encontrarse en cualquier venta callejera, supermercado o cafetería a cualquier hora del día. La hayaca y el pastel son parientes muy cercanos del tamal (del nahua tamalli), vianda típica americana que aparece en distintas variantes desde México hasta Argentina. En el interior del país, los exponentes más ilustres del tamal son el tolimense y el santandereano.

pescados

Fuimos a Puerto Colombia en el trenecito de juguete tan despacioso como un caballo. Almorzamos frente al muelle de maderas carcomidas por donde había entrado el mundo entero al país antes que se dragaran las Bocas de Ceniza. Nos sentamos bajo un cobertizo de palma, donde las grandes matronas negras servían pargos fritos con arroz de coco y tajadas de plátano verde. Gabriel García Márquez, Memoria de mis putas tristes.

Es legendario el afecto de los barranquilleros por el bocachico, pescado de río de gran cantidad de espinas y carne rojiza de sabor exquisito, un tanto arenoso, que se consume ya sea frito, guisado, al carbón, al horno o en el magnífico sancocho. Los bocachicos que se consiguen en Barranquilla provienen principalmente de la Ciénaga Grande de Lorica, Córdoba, población en la que se prepara en un célebre sancocho. Mención especialísima hay que hacer del bocachico en cabrito, manjar sin par que se prepara abriendo el pescado por el abdomen para sacarle las vísceras (hecho esto, queda “abierto”), se rellena con verduras sofritas (cebolla, tomate, ají y ajo), opcionalmente se envuelve en hojas de bijao, se amarra con pita y, por último, se asa al carbón. Cabe señalar que para esta preparación, al bocachico no se le puede escamar ni quebrar las espinas a cuchillo (esto hecho, se dice que está “picao”) al comienzo de la preparación, o adquirirse para tal fin ya “abierto y picao”, pues se desbarataría al asar; precisamente las escamas le sirven de protección a la frágil carne del pez. De ahí la gran cantidad de espinas de este extraordinario plato. El bocachico en cabrito se acompaña con yuca cocida, torrejas de bollo de yuca, o con arroz blanco, y guarapo, menú que se puede saborear sobre todo a la hora del almuerzo o en paseos y

fiestas familiares. La vianda puede conseguirse en distintos puntos de la ciudad, especialmente en el Centro, pero es en los alrededores de Sanandresito, centro comercial de mercancía de contrabando, donde se consiguen los bocachicos en cabrito más famosos y tradicionales de Barranquilla. Entre los pescados de mar, la mojarra blanca o plateada ocupa un lugar privilegiado en Barranquilla, seguida de cerca por el lebranche, la sierra, el róbalo, el sábalo, el jurel y el pargo. Otros pescados que también se consiguen son el atún, el mero, la Tilapia (en sus variedades, mojarra lora y mojarra roja), la cachama, el ronco, el salmón, el marlin, la trucha, la corvina, la basa, el bonito, la cojinúa, el chivo de mar y el chivo azul o mapalé, entre muchos más. El bocachico y la mojarra, los pescados más apetecidos en Barranquilla, se encuentran en vía de extinción desde hace algunos años debido a que los pescadores se dieron a la tarea de capturarlos demasiado jóvenes, lo que impide su normal crecimiento y reproducción; además, sufren la acción depredadora de la Tilapia. En la actualidad se consigue, en lugar del bocachico criollo, un bocachico argentino pescado en el río Paraná, de mucha mayor talla pero insípido. En cuanto a las mojarras, hace tiempo que las de criadero, como la lora y la roja, son más fáciles de conseguir que la blanca de mar, cuyo precio se disparó. Como en el caso del bocachico, el sabor de la mojarra blanca es claramente superior al de sus sustitutas. Los “cocteles” a base de camarones, ostras, calamar, chipichipi y otros mariscos, mezclados con cebolla picada, salsa de tomate, mayonesa, picante, limón y cilantro, entre otros condimentos, y acompañados con galleta de soda, se pueden conseguir en distintos puntos de la ciudad. Nuestros cocteles son la versión criolla del cebiche, exquisitez propia de la variada cocina peruana a base de pescado (generalmente corvina) o mariscos crudos adobados con limón, ají, cebolla morada, salsas y otros condimentos. También se preparan variantes del cebiche en otros países latinoamericanos, principalmente los que comparten la costa del océano Pacífico, como Ecuador. El DRAE también acepta la grafía seviche, y anota que la palabra procede “quizá del árabe hispánico assukkabáğ, y este del árabe sikbāğ”. Otra teoría establece que en quechua el plato se llamó siwichi, y que con la conquista del imperio Inca por los españoles, se asoció la palabra originaria quechua con el término árabe sikbāğ (‫)جابكش‬, preparación de la cocina morisca para conservar alimentos en vinagre, de 49

donde surge más tarde el escabeche español. El cebiche y el pisco (el extraordinario aguardiente que se obtiene de las uvas cultivadas en los valles fluviales del litoral desértico peruano, que debe su nombre al puerto por donde tradicionalmente se exportaba, en el departamento costeño de Ica), son, por decreto supremo, patrimonio cultural de la nación peruana y otros de los orgullos de la gastronomía latinoamericana. Son muy apetecidos también la suculenta cazuela de mariscos, el salpicón (por ejemplo, de atún o de bagre), las croquetas de pescado, las albóndigas de atún, el bagre en salsa, la viuda (pescado salado cocinado al vapor con yuca, ñame, plátano y verduras) y las huevas de pescado fritas (sobre todo de bocachico y de lisa), consideradas estas últimas el caviar criollo, verdadera irresponsabilidad de quienes al obtenerlas alteran la normal reproducción de los peces. Los pescados también hacen parte de las tres comidas del día, incluso al desayuno: uno de los desayunos favoritos del barranquillero es el bocachico frito con yuca cocida o con bollo limpio o de yuca. Las pescaderías y los restaurantes de pescados y mariscos son innumerables en los cuatro puntos cardinales de Barranquilla, incluso hay zonas de este tipo de establecimientos, como en el Centro y en el barrio Las Flores, muy cercano a Bocas de Ceniza, la turbulenta desembocadura del río Magdalena en el mar Caribe.

plaTos

Típicos

Todos los barranquilleros tienen diariamente muy cercano a sus ojos el agradable y oloroso espectáculo que ofrecen las “lisas”, morenas y finas, nadando en un espeso mar de salsas; o mostrando sus apetitosas intimidades musculares, tendidas sobre un lecho vegetal; o sudorosas y blanquecinas, lleno su pecho de la cebolla verde y marchita; o simples y democráticas “lisas” proletarias, escoltadas por impolutas rodajas de “bollolimpio”. Diariamente los barranquilleros ratifican placenteramente la veracidad de su apodo, pero rarísimos son los que saben la forma como esa “lisa” cotidiana está frente a ellos, puntual y jugosa como siempre. Álvaro Cepeda Samudio, prólogo de Biografía de una lisa.

En la deliciosa y variada comida de Barranquilla, excelente exponente gastronómico de la fusión cultural de indígenas, europeos y africanos en la Costa Caribe colombiana, sobresalen dos platos típicos. El exquisito arroz de lisa (o liza), que se acompaña con bollo de yuca y un vaso de guarapo. La lisa es un pez de mar pequeño y alargado que habita en desembocaduras fluviales, aguas salobres y estuarios tropicales, muy resistente a altos grados 50

Cocineras sirviendo sancocho.

de salinidad, que deposita sus huevos en aguas dulces. Es parecida al más apetecido y costoso lebranche, por lo que vendedores inescrupulosos a veces engañan al cliente inexperto ofreciéndole unas por otros; ambos pertenecen al género Mugil, familia Mugilidae. Por su bajo costo, la lisa es muy accesible a las clases populares (de allí la vieja costumbre de llamar “comelisa” al barranquillero en general, y en particular a la gente pobre). Los vendedores de arroz de lisa recorren las calles de la ciudad con típicos carritos en los que transportan grandes ollas con el arroz, el cual sirven a los comensales en hojas de bijao o de plátano, acompañado de queso costeño, yuca cocida, suero atollabuey y hasta espagueti. En lugar del guarapo, también se toma jugo de tamarindo o de corozo. El arroz de lisa es uno de los arroces de venta callejera, junto al de pollo y al de cerdo, que se conocen localmente como “arroz de payaso”, ya que “dejan los labios brillantes”. El Diccionario de la Real Academia Española también acepta la grafía liza; la voz es de origen catalán: llisa o incluso llissa. Podría considerarse como el otro plato típico de la ciudad a los incomparables guandules o guandulada, apetitosa sopa digna de los paladares más exigentes, que se acompañan con una porción de arroz blanco o de arroz con coco. La base de esta comida son: el guandul (de preferencia verde, aunque la mayor parte del año la sopa se prepara con el grano seco), rara legumbre de sabor un tanto amargo, y la carne salada (que debe ser gorda, de pecho). El plátano maduro, que le da el característico sabor dulce al plato, armoniza los fuertes sabores del guandul y de la carne. De difícil preparación, los guandules (o sopa o sancocho de guandul con carne salada) llevan, además, yuca, ñame y verduras; el toque de comino es

imprescindible. Algunos, en vez de carne salada, utilizan bocachico frito y a veces también se añade chicharrón. El guandul empieza a brotar hacia fin de año y alcanza su punto máximo de cosecha en febrero, por lo que los guandules son considerados el plato del Carnaval de Barranquilla. El guandul se cosecha en amplias zonas del departamento del Atlántico y de la Costa; en Sibarco, corregimiento de Baranoa, se celebra anualmente el Festival del Guandul. También se usa en la preparación una variedad de mayor tamaño cultivada en la Sierra Nevada de Santa Marta. Cabe señalar que, además de la Costa Caribe colombiana, el guandul es un grano muy conocido en el Caribe y Centroamérica en países como Costa Rica, Nicaragua, Honduras, Venezuela (quinchoncho), Cuba y, en especial, en Puerto Rico y Panamá, donde el arroz con gandules (como se conoce en Puerto Rico) o con guandú (como se le denomina en Panamá, donde se prepara con coco) es un plato nacional. El Diccionario de la Real Academia Española solo registra las voces guandú y gandul, pero en nuestro medio es denominado guandul; plural único de todas las formas (en Barranquilla y en República Dominicana): guandules. Hasta donde tenemos conocimiento, aparte de Barranquilla y el Atlántico, solo se prepara en sopa en Panamá (el guacho) y en el departamento de Sucre, pero sin plátano maduro. En las demás latitudes se prepara en arroz (Sucre, por ejemplo) o en dulce (Atlántico, Bolívar y Córdoba).

sancochos

y sopas

Pa’ los sancochos, pa’ los mondongos no hay Como el negro Adán… The Latin Brothers, El Negro Adán (Carlos Castillo - Luis Montoya).

Aparte de los guandules, las sopas y sancochos más tradicionales son el sancocho de costilla, el de rabo, el de hueso, el de pescado y el de gallina criolla. El mondongo (o sopa o sancocho de mondongo), a base de panza y pata de vaca, es también muy apetecido y tradicional en toda Barranquilla y en general en la Costa Caribe y el resto del país, en diferentes variedades regionales. También está muy arraigado en Venezuela. El sancocho, otro de los emblemas culinarios latinoamericanos y, con la arepa, los verdaderos platos nacionales de Colombia en sus distintas variantes regionales, es una sopa o cocido que, según la región, lleva carnes como la de vaca (en varios cortes), pescados, gallina, pollo, cerdo, chivo, pavo, iguana y morrocoyo; tubérculos como yuca, ñame, malanga, arracacha, batata morada

y variedades de papa; hortalizas como la ahuyama (del caribe auyamá, especie de calabaza o zapallo muy extendida en la Costa Caribe, Panamá, República Dominicana y Venezuela), plátano verde y maduro, guineo verde y mazorca; verduras como cebolla cabezona y en rama, cilantro, tomate, ajo, el infaltable ají dulce, y condimentos como el comino. La sopa se sirve en totuma (vasija obtenida del fruto seco del totumo, con el que también se elaboran las cucharas), en plato hondo, o en grandes vasos plásticos o de icopor (de Industria Colombiana de Porosos, denominación nacional para el poliestireno expandido); en plato llano o en hoja de plátano se ofrece la vitualla: la presa y los tubérculos con una porción de arroz blanco. Como toque final, al sancocho se le añaden gotas de limón o de picante. El de sábalo es, a la par con el de bocachico, el sancocho de pescado más apreciado de la ciudad, un plato realmente único y delicioso. Ambos se suelen preparar con leche de coco. Se preparan sopas con la mayoría de los pescados mencionados en la sección correspondiente, sobre todo el popular de jurel, el de chivo y el de mojarra. El extravagante sancocho trifásico, a base de carne de vaca, gallina y cerdo, es una delicia reservada a los comensales más exigentes. El sancocho se degusta generalmente a manera de almuerzo, aunque con motivo de ciertas celebraciones y paseos familiares se puede comer a cualquier hora del día. En la vieja Barranquilla era infaltable plato fuerte en fiestas populares (muchas de ellas nocturnas) como matrimonios, quinceañeros, bautizos y celebraciones de fin de año (7, 24 y 31 de diciembre), costumbre que aún se conserva a pesar de los estilizados bufés que lo han desplazado. También, entonados bebedores

Venta de fritos en cercanías del terminal marítimo.

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literalmente lo devoran al amanecer después de una larga parranda, muchas veces preparado por ellos mismos en improvisados fogones de leña. El sancocho es parte inmanente de la parranda vallenata, máxima expresión cultural de la región de Valledupar, en la cual, entre grandes cantidades de trago (ron y, más recientemente, whisky), se departe alrededor de un conjunto vallenato y se remata de madrugada con un abundante y vigorizador sancocho. En Barranquilla también se come con placer el mote (sopa espesa) de queso costeño, extraordinaria sopa originaria de la región sabanera de Córdoba y Sucre, a base de ñame espino (o de espina) con cubitos de queso costeño. Asimismo, es muy apreciado el mote de ahuyama con chicharrón. Muy populares son las sopas a base de granos, como la de fríjol cabecita negra, la de zaragoza, la de lentejas, la de arvejas y la de arroz. La sopa de “maggi” (marca de un caldo de gallina) con fideos y papa, es muy popular y fácil de preparar. Otras sopas menos preparadas son la de pichón (o de paloma), la de arroz, la de menudencia (vísceras del pollo), las casi extinguidas de huevo y de patacón, los sancochos de ojo y de médula, y el ayaco, mote o sopa de textura espesa que se logra al cocinarlo con el bastimento (harinas como la yuca, el ñame, el plátano) machacado. Se come con carne de vaca, que puede ser salada. Ha casi desaparecido el higadete, plato popularísimo en Cartagena de Indias, mote interesante y nutritivo a base de hígado de vaca, plátano maduro y verduras.

oTros Imposible olvidar los delicados pasabocas (entremeses) populares como el pan de yuca y las rosquitas de queso, expendidos por humildes vendedores en los buses y calles de la ciudad. Hoy es posible encontrar en muchas esquinas y supermercados de Barranquilla pasabocas como el diabolín (diminuto pan crocante de harina de yuca), producto símbolo de la región sabanera de Sucre y Córdoba, específicamente de San Juan de Betulia, Sucre; y las almojábanas (del árabe hispánico almuĝábbana, hecha de queso, y del árabe clásico ĝubn, queso), típicas en la Costa de las poblaciones de La Paz (antes Robles), Cesar, y Campeche, Atlántico. También son muy populares en Barranquilla los pastelitos horneados rellenos de carne, pollo, dulce de guayaba o queso (especie de empanadas), así como los deditos rellenos de queso (también horneados), todos a base de hojaldre. 52

A altas horas de la noche es posible disfrutar el maní salado que venden, casi exclusivamente, muchachos de raza negra en los alrededores de bares salseros y en bailes callejeros. Menos populares son algunas preparaciones a base de yuca, como el casabe (especie de arepa), la yuca asada (“yucasá”) y los palitos de yuca cocida frita. El huevo, en variadas preparaciones como en revoltillo (con sofrito de tomate y cebolla, o con cebolla en rama sofrita, o con trocitos de salchicha o de jamón, o simplemente con una pizca de sal; también se conoce como huevos revueltos o en perico), en tortilla (omelette), tibio (pasado por agua), frito o cocido (duro), es integrante habitual de los desayunos del barranquillero, acompañado de bollos, arepas, patacones, tajadas de plátano verde y queso costeño. El huevo también suple a la carne en los menús de bajo presupuesto; duro y cortado en rodajas hace parte de ensaladas. Un desayuno que aún se prepara hoy es cabeza de gato, original platillo a base de plátanos verdes sancochados o bollos limpios que se machacan y se revuelven con chicharrones y guiso. Otro desayuno muy similar al cabeza de gato son los guineos verdes cocidos, machacados y mezclados con guiso, queso costeño rallado y mantequilla, también conocido a veces como cayeye. El cabeza de gato es ampliamente degustado en el Caribe y otras regiones de América Latina bajo distintas denominaciones como mangú (República Dominicana), fufú (Cuba), mofongo (Puerto Rico), tacacho (región amazónica de Perú) y bolón (Ecuador). La boronía (del árabe hispánico buraníyya, y este del árabe clásico būrāniyyah, la de Buran, inventora del plato y esposa del califa al-Ma’mūn), singular platillo a base de berenjena y plátano

Venta de agua de coco en 20 de Julio con paseo de Bolívar.

Preparación de bocachicos en cabrito en Sanandresito.

maduro, acompaña a veces almuerzos y comidas. Es una preparación de ancestro andaluz muy extendida en la región de Córdoba, de donde se esparció a otros puntos de la Costa. Gracias a la numerosa colonia de gentes de Medio Oriente (Siria, Líbano y Palestina), presentes en la ciudad desde el siglo XIX, otros platos árabes familiares para el barranquillero, que se encuentran fácilmente no solamente en los múltiples restaurantes especializados en esa extraordinaria cocina, sino ya en los concurridos restaurantes de varios supermercados y en algunas cafeterías, son los indios o repollitos, las hojitas de parra y las berenjenas, todos rellenos de arroz y carne; la shawarma (ésta se puede saborear incluso en ventas callejeras), y el arroz árabe (con carne molida, pollo desmechado y trozos de almendras tostadas). Otra culinaria internacional con numerosos amantes en Barranquilla es la china; los restaurantes (algunos muy tradicionales) de esta exótica y exquisita cocina son innumerables en cualquiera de los 4 puntos cardinales de la ciudad; la gente disfruta a cualquier hora del día un suculento y siempre abundante arroz chino (chow fan) o un chop suey, especialmente los domingos y días festivos, ocasiones en que muchas familias prefieren no cocinar y comer en restaurantes o pedir comida a domicilio. Desde la segunda mitad del siglo XIX fueron numerosos los hortelanos chinos establecidos en Barranquilla que, hasta bien entrado el siglo XX, vendían sus productos en el mercado público. Mención aparte hay que hacer de la mazamorra de plátano maduro, sabroso plato que se prepara con arroz, leche de vaca y canela. Al momento de servir, se le añade más leche y a veces queso costeño rallado, el cual aporta el sabor salado. Además, existen otras variedades de mazamorra,

como la de maíz verde y la de fécula de plátano verde, utilizada especialmente para vigorizar a los niños. También se come el plátano maduro asado con queso costeño, un plato popularísimo en Valledupar, donde sus habitantes lo consumen más que todo en la comida (cena). En Barranquilla, se asa también envuelto en papel de bolsa, que le da un sabor especial. Fueron muy populares también las tortillas de plátano maduro y de plátano con queso costeño, así como las tortas de maíz verde y de ahuyama. La papa también da para diversas preparaciones que acompañan a todas las comidas: además de las preparaciones mencionadas, son muy populares las papas fritas, chorreadas, cocidas, al vapor y el puré con mantequilla o cocinado en leche. La preparación popular de los espaguetis consiste en mezclarlos ya cocidos con salsa de tomate y un sofrito de cebolla y ajo. Una picada popular que todavía se ofrece en parrandas y fiestas familiares son los trocitos de queso costeño y salchichón opcionalmente condimentados con limón y pimienta. El barranquillero come el pan sobre todo en el desayuno o en cualquier momento para ahuyentar el hambre, acompañándolo con gaseosa e incluso con salchichón y queso costeño (combinación conocida por el populacho como “sancocho de tienda”, pues se arma y degusta principalmente en estos negocios familiares tan arraigados en la cultura colombiana, que se niegan a desaparecer en los barrios de las principales ciudades del país, y que, por su familiaridad y por las facilidades de pago, siguen siendo los preferidos por mucha gente por encima de las grandes cadenas de supermercados multinacionales que en los últimos años han hecho su entrada masiva a Colombia). Famosos son la “piñita” (pan suave con azúcar en la parte superior) y el pan de mantequilla. ¿Cómo pasar por alto el modesto pan de sal, tan saboreado para distraer el hambre a cualquier hora? En las numerosas panaderías de la ciudad se encuentran infinidad de panes, desde el de “100 pesos” (naturalmente, en otras épocas tuvo otro costo) que se resiste a desaparecer, hasta los rellenos con queso, arequipe, piña, uvas pasas o dulce de guayaba, pasando por el francés, variedades de alemán, italiano, árabe, judío, de centeno, de avena, de maíz e integrales. Es posible encontrar con cierta dificultad, porque su consumo está prohibido, los huevos de iguana cocidos (a los que algunos atribuyen supuestos poderes afrodisíacos), práctica que ha 53

llevado a esta inofensiva especie casi hasta la extinción. Los huevos de iguana son muy apetecidos en época de Carnavales (febrero o marzo). En varios puntos del Centro y del Mercado, especialmente en alrededores de la plaza de San Nicolás, son típicas las ventas de chorizo y longaniza fritos acompañados con bollo limpio y salsas, verdaderos monumentos al colesterol y a los triglicéridos que el pueblo degusta sin ningún remordimiento. Entre las comidas rápidas sobresalen los chuzos (o pinchos) desgranados: brochetas de chorizo, butifarra, carne o pollo, cebolla, pimentón y papa (criolla y parda), cuyos componentes, asados a la parrilla (al carbón), se desensartan y, picados, se combinan con granos de maíz, lechuga, papas fritas, bollo limpio y salsas. Son muy apetecidos los chuzos tradicionales (sin desgranar) de carne, de pollo, de butifarra y de chorizo, los cuales se consiguen en múltiples anafes al carbón callejeros. Son innumerables las ingeniosas y a veces extravagantes variedades criollas de perros calientes, hamburguesas, pizzas, sándwiches y chuzos que, además de los ingredientes tradicionales, incorporan la butifarra, el chorizo, la mazorca, algunas frutas tropicales como la piña y la ciruela y el queso costeño. Más curiosos aún son los ingeniosos cruces que resultan de la imaginación de nuestros cocineros populares: “polli-perro”, “chuzo-perro”, “pizza-patacón”, patacones rellenos o la salchipapa -papas a la francesa con manguera (embutido similar a una salchicha gruesa en tiras largas) frita y salsas-, entre muchas otras ocurrencias gastronómicas populares. Se cuentan por centenas los asaderos ambulantes de carnes y chuzos, las ventas callejeras, y los restaurantes de comida rápida que hacen las delicias de la gente hasta altas horas de la madrugada a lo largo y ancho de Barranquilla.

conclusión En años recientes, Barranquilla se ha visto colmada por la aparición de múltiples restaurantes gourmet y la realización de eventos gastronómicos de todo tipo. La oferta de cocinas extranjeras es notable; sobresalen la italiana, la china, la libanesa, la mexicana y la internacional. En general, la gastronomía ha experimentado un nuevo auge a nivel mundial, de manifiesto, por ejemplo, en el importante número de canales de televisión dedicados a esta maravillosa temática, y en los institutos de formación gastronómica que se abren cada día, de los cuales ya hay varios en Barranquilla. Los chefs estadounidenses, europeos y asiáticos han llegado a niveles extraordinarios de sofisticación e 54

innovación: cocina molecular, slow food, cocina de autor, ecogastronomía, cocina fusión, gastronomía macrobiótica y deconstrucción son neologismos que poco tardarán en hacer parte de nuestro vocabulario gastronómico habitual. Cocineros que dominan la física y la química de los alimentos se toman con espectacularidad la escena culinaria orbital. Para comer en elBulli (anteriormente “El Bulli”, restaurante de la Costa Brava catalana que cerrará entre 2012 y 2013 para profundizar en la investigación culinaria), considerado el más importante del mundo, ganador de las tres estrellas Michelin, hay que hacer una reserva con dos años de anticipación... Es tal la competencia entre restaurantes y la presión por las calificaciones, que el afamado chef francés Bernard Loiseau se suicidó en 2003 cuando su restaurante fue degradado por la publicación especializada GaultMillau, una de las biblias de la alta gastronomía con la Guía Michelin. La cocina típica de nuestra ciudad, sin embargo, se niega a evolucionar y a proyectarse. ¿Convendrá o no a la culinaria de Barranquilla la no evolución de sus platos de acuerdo con las corrientes culinarias internacionales? Algunos, en efecto, razonarán que es mejor que no evolucionen para que no se distorsionen o desaparezcan en su espíritu original, y que son un tesoro que se debe conservar tan puro como hasta el momento. Otros argumentarán que en su forma actual jamás se proyectarán internacionalmente ni serán conocidos o tenidos en cuenta en la exigente geografía culinaria. La discusión queda abierta. De lo que sí no hay duda es que en varios cientos de miles de hogares barranquilleros nuestros platos siguen siendo los preferidos por encima de cualquier cocina extranjera. Si se tiene duda alguna de lo anterior, pruébese si a las cinco de la mañana, después de una parranda, alguno de los amables, y seguramente ya hambrientos lectores que nos han honrado llegando hasta este punto, prefiere el más elaborado y sofisticado plato internacional a un sancocho de gallina o de mondongo cocinado en fogón de leña.

bibliograFía

Morón, Carlos y Galván, Cristina. La cocina criolla. Recetas de Córdoba y regiones de la Costa Caribe. Montería: Domus Libri, 1996. Dangond Castro, Leonor. Raíces vallenatas. Medellín: Editorial Colina, 1988. Román de Zurek, Teresita. Cartagena de Indias en la olla. Bogotá: Ediciones Gamma, 2006.

Agradecimientos: Alfredo Camargo Forero, Miguel Ángel Watts González, Isnardo Pinilla Chacón.

El duende de una cocina

Lácydes Moreno Blanco* Fotos de Giselle Massard Lozano.

Corresponde la bucólica cartagenera a la suculenta constelación gastronómica del Caribe, otros dirían los caribes, o las Antillas; pero en todo caso es una dilatada cuenca marina, en cuyo mágico ámbito, y como en una colosal y mítica caldera, se ha fundido el metal de un nuevo hombre, con expresiones culturales cada vez más definidas, delirantes emociones y un vital sentido de entender la vida. El prodigio de esta olla caribeña radica en el sincretismo con que a la larga se formó, inspirándose en el discreto legado indígena —maíz, envueltos, color a base de achiote, ajíes, tubérculos, frutos, etc.—, la influencia española y luego en el capricho francés, en las aficiones británicas y en la sabiduría milenaria de los chinos, hindúes, malayos y hasta de los judíos errantes. Mas, la gran expresividad, desde luego, el color fuerte y el amoroso clamor de esa cocina, su excepcional tonalidad, en fin, corresponden a la gran orquestación negra. Es que la gente venida de África, al llegar al Nuevo Mundo, a pesar de las penas desgarrantes, aportó el sentido de ciertas sazones, combinaciones cibarias y formas de cocciones, logrando en todo ese * Banquero (retirado). Miembro de la Academia de la Historia de Barranquilla; columnista de Diario del Caribe y El Heraldo, y comentarista en Telecaribe; actualmente es asesor del Gobernador del Atlantico.

El autor en la olla, composición de MKh y AMM.

proceso junto al fogón, tonos para el contagioso regusto, vivezas en la presentación de resonancias sorprendentes. Para entendernos sobre esta cibaria nuestra, hagamos un poco de historia. Al agotarse en La Española la explotación aurífera y diezmarse el elemento arahuaco y caribe por el rígido sistema de la Encomienda que les impusiera un forzoso trabajo al que no estaban acostumbrados, la economía del oro giró hacia la explotación agrícola, especialmente del azúcar, por lo que fue necesario una temprana experimentación con la mano de obra esclava —temeridad española que les transmitieron los árabes—, negros bozales trasplantados al principio de Santo Tomé, donde había adquirido experiencia en las Huellas 88 y 89. Uninorte. Barranquilla pp. 55-63. 04/MMXI - 08/MMXI. ISSN 0120-2537

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plantaciones azucareras. Después llegarían los técnicos canarios y portugueses para laborar en los ingenios azucareros, y los centenares de negros que periódicamente traían los genoveses, los alemanes o los portugueses, a quienes la corona española concedió licencia sucesiva para dedicarse con exclusividad a ese feo negocio. Más tarde, especialmente con la copiosa presencia negra en los trabajos agrícolas, habría de acentuarse el sincretismo culinario en el Caribe, de que he hablado, pues los africanos trajeron técnicas de conocimiento, nuevos elementos culturales y hábitos alimenticios, que incidieron en la expresión definitiva de aquel fogón, que hoy se conoce bajo el nombre genérico de créole. Y desde los repliegues del alma por donde pasaban sin duda las nostalgias del África distante, las manos negras fueron orquestando la gran sinfonía de los inéditos sabores, de las viandas con detonantes colores y lujuriosas sazones. Pero hay coincidencias que facilitaron sin duda esa fusión de sabores en el Caribe con la llegada del negro, pues como lo observó en un lúcido comentario el español Xavier Domingo, y éstas son sus palabras textuales: “Muchos indios americanos tenían además una cocina parecida a la de las diversas etnias africanas que sufrieron más del tráfico de esclavos. Para los yorubas, por ejemplo, el elemento base en los fogones era el ñame, y lo sigue siendo en sus tierras africanas. Pan de ñame o tortas y buñuelos de la misma raíz forman parte del recetario cotidiano yoruba como lo formaron de las etnias prehispánicas de Cuba, Santo Domingo y prácticamente de todo el continente sur”.

ca, poesía, leyendas y cocinas negras, marcaron profundamente algunas naciones. Haití, por supuesto, pero también Cuba, todo el Caribe y las Antillas y Brasil, así como zonas muy importantes de Colombia y Venezuela. ¿Por qué misteriosos caminos las nuevas hornadas de esclavos negros supieron, al ser vendidos en África, que a los que les esperaban en América les hacían falta algunos productos básicos de los que su paladar no podía prescindir? El caso es que empezaron a llegar pronto nuevos forzados que traían con ellos las semillas de plantas indispensables para sus recetas, como el gombo, el taro, la malanga o calalú y el aquenio. Alguna receta, como determinados buñuelos de bacalao, recibe hoy en diversos países antillanos el nombre de akkras, que es voz yoruba, por gombo. Por otro de esos enormes enigmas que presenta la antropología culinaria, se da el caso de que uno de los platos más suculentos de la cocina afroamericana, especialmente elaborado en Jamaica y en Haití, era también corriente en el África negra de antes de la esclavitud. Se trata de una olla que realmente merece la ambiciosa noción de “olla podrida” y que en Jamaica conocen por pepper pot y en Haití por poivrière. Es la olla de nunca acabar, la olla que no cesa. En efecto, el recipiente está siempre en el fuego y, a medida que se sacan raciones, se van añadiendo nuevos elementos, tanto de carnes diversas y aves, como de raíces y legumbres. Las cocciones pueden durar semanas, meses, y se habla incluso

Siempre ha agradecido el paladar africano los condimentos fuertes, y los que tenían y siguen teniendo en África no envidian en nada a los que hallaron en América cuando su arribada forzosa. Entre 1518 y 1865 fueron arrancados a África y transportados a América unos 15 millones de negros. Enorme comunidad, más concentrada en unos puntos que en otros, pero que no tardó en adquirir su propia personalidad, hecha de sus propias raíces culturales y de un esfuerzo tremendo por adaptarse a las nuevas y obligadas tierras y costumbres. Religiones, músi56

Mercado de Soledad, Atl.

‘bichi’, al nombre vulgar que se aplica en Tabasco a varias especies de leguminosas del género Inga, no sin advertir que en Argentina se denominan así las frutas verdes.

Mazorcas.

de ollas místicas y seculares. Por supuesto, cuanta más edad tenga la olla, más calidad se le atribuye. Los negros adaptaron asimismo a su gusto platos españoles, como los citados buñuelos de bacalao o como el rico escovitch (escabeche) de Jamaica, a base de filetes de pargo o de besugo y con todos los demás ingredientes de un buen escabeche, a los que hay que sumar fuertes dosis de pimienta de Cayena de o Jamaica. En la Martinica gusta mucho una llamada “soupe à Congo”, en la que entran una multitud de variedades de alubias y judías secas, junto con berenjenas, ñames, coles, aguacate, zanahorias, ajos, gombos, cebolla, batata y chiles fuertes y oreja y rabo de cerdo. El plátano verde y el banano no eran tampoco frutos ignorados por la culinaria africana, que contaba con recetas y usos trasladados a Iberoamérica con su casi total pureza primitiva, tanto como legumbre de acompañamiento, como en tortas y otras preparaciones. Y mientras las despensas se enriquecen con novedosas vituallas para la sorprendente olla del Caribe, aquella que con el tiempo obtendría universal prestigio, la parla enciéndese con voces de extraño acento, con léxicos peculiares para determinar especies y las condiciones alimenticias del Nuevo Mundo. En este caso vayan las siguientes esquemáticas referencias: biche (del bantú), cuando una fruta no está completamente madura. Otros eruditos consideran que deriva del sumasimi ‘witchi’ y del quechua ‘huishi’, aplicándose a lo que está tierno o en agraz, que no ha llegado a la sazón, o que no ha terminado su crecimiento, especialmente cuando se habla de frutas y de granos. Mientras que el mejicano Francisco J. Santamaría alude con esta voz, según él derivada del zapoteca

Okra, candia, quimbombó, que también se registra con esas variantes, es vegetal bien conocido y esencial para hacer la pecaminosa sopa cartagenera realzada en su gusto con la mojarra ahumada, posiblemente desaparecida entre nosotros, mientras, en el francés antillano gungambó, es utilizada en otras partes del Caribe en guisos tonificantes, o el selele, sopón de abigarrado acento, integrado con cerdo, ñame —también de procedencia africana— , así como con el frijolito de cabecita negra de la misma cuna, carne salada, yuca y plátano verde. Guandú o guandul (del kikingo wándu) que según el erudito don Nicolás del Castillo Mathieu, a quien he seguido en estas referencias, en Puerto Rico se le conoce bajo la voz de guandure o gandules, pero que en todo caso tiene que ver con un guisante muy característico; la malanga (del kikongo), rizoma muy gustoso y muy conocido en la olla del Caribe; mafufo (para algunos tratadistas kikongo, mientras que otros la consideran bantú), comprende el guineo o platanito de cuatro filos, que a su vez procede de Guinea. Por ahí sacan las orejas otras voces atinentes al fogón, como afunchado, cuando por exceso de líquido el arroz queda demasiado húmedo. Posiblemente derive de algunas viandas cubanas conocidas como “comida hecha de maíz seco molido, sal, agua y pimienta”, en su parecido semejante a una poleada. Mientras que en Puerto Rico funche es la misma preparación con la variante de que se hace con masa blanda, leche y azúcar. Sigue por ahí bitute, término con que se nombra la comida en Cartagena y algunas partes de nuestra Costa. También volaban por los aires antillanos calalú, con diversas alteraciones léxicas en otras áreas del Caribe, que antiguamente era comida de esclavos y de sus descendientes criollos, compuesta de diversos vegetales picados y adobados con sal, vinagre y manteca; fufú, antigua variante afronegroide a base de plátanos, calabaza, malanga o ñame hervidos y amasados luego; marifinga, que así llamaban a una alteración del funche; mofongo, que no es otra cosa que la cabeza de gato, cuando los cartageneros eran más radicales en el gusto que les venía de los ancestros, elaborada con plátano verde asado primero o frito y seguidamente machucado o majado, enriquecido su sabor con un tantillo de sal y pequeños trozos de chicharrón, gustosa vianda que posiblemente 57

acompañaban con un buen vaso de guarapo, voz también africana, elaborado con el jugo de la caña.

adicionales de pimienta inglesa, pimienta de Jamaica, de Tabasco, de Chiapa.

E inclusive con africanismos desde muy temprano se fueron designando otros productos alimenticios característicos dentro del fogón antillano, como lo puntualizó por su parte el investigador puertorriqueño Manuel Álvarez Nazario. Es así como guineo, abreviación de plátano guineo o de Guinea, en las épocas iniciales de la colonización española del Nuevo Mundo se refiere en forma general al plátano propiamente dicho como el banano, aunque luego se establecieron las diferenciaciones. También encuentran clasificaciones, según su categoría, frutos como el plátano dominico o el hartón, voces usuales en Colombia y Puerto Rico; En otros sitios de esta isla —en palabras de Nazario— pregonan forrongo, al hablar del guineo maduro; asimismo perdura la variedad de plátano conocida con los afronegrismos mofofo y malango. Y por ahí van otros nombres relacionados con este vernáculo producto como chamaluco, maricongo.

Pero esa manifestación culinaria, que es toda una apoteosis de los sabores, al pasar a Cartagena de Indias pierde en densidad, se torna más depurada en muchas de sus tonalidades, y adquiere otro talante, si así puede decirse. Con el tiempo el picante primitivo, la fortaleza de las salsas, el cromatismo mismo se sosiegan, como si el mestizaje y el sincretismo de las salsillas de que he hablado quisieran encontrar otras formas para alegrar al hombre. En este caldero regional se utilizan, desde luego, idénticos o parecidos ingredientes del entorno geográfico, vituallas y carnes, peces y mariscos; pero posiblemente por el cariz de otras influencias sociales y una predestinación histórica excepcional, la cocina cartagenera exhibe una expresión propia en ese mundillo antillano, y con respecto a Colombia misma, hasta el extremo de que es sin duda la de más matices o variedades, opulencia en posibilidades gustativas y la que muestra una mayor imaginación creativa.

En el orden de los condimentos originarios de África, cabe mencionar la malagueta, que en Cartagena se le aprecia en suculentos guisos, sopas e inclusive en deliciosos y aromáticos arroces o pasteles, con el nombre de pimienta de olor. Según el ya citado profesor Álvarez Nazario “procede este vegetal de la Costa de Malagueta —de donde viene a su fruto la denominación original de pimienta de malagueta—, en la llamada “Costa de los Granos o de las Especias”, tramo del litoral occidental africano desde Liberia hasta la actual Ghana. Su difusión por la América tropical, desde las épocas tempranas de la colonización europea en los barcos que hacían la trata negrera, le ganó los nombres

La olla en el anafe.

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Esta herencia cibaria, como tantas otras bondades y calamidades de la tierra, obedece sin duda a la gravitación de su agitada historia social también, que es la historia de muchas luchas y confrontaciones durante el Imperio Español y más tarde, al formarse la república. Y es así como al elegir España a la incipiente ciudad como puerto estratégico en ultramar, allí se fue formando un ordenamiento social —ya lo he observado en otra oportunidad— con estamentos definidos que van desde los encomenderos del siglo XVI, hasta los grandes mercaderes; luego, las autoridades reales y eclesiásticas, los núcleos de pequeños funcionarios, escribanos, médicos, etc. La abundancia temprana en la ciudad de colmados con ranchos, especias, vinos y jamones, etc., unido a los productos terrígenas en Cartagena fue decisiva para el sincretismo a que hemos aludido, pues muchos viajeros se hacen lenguas ya en el siglo XVIII sobre lo regalada que era aquella mesa criolla. No es de extrañar, pues, que entre los cuadros de la vida colonial aparezca el de la comida y la cena con que los santafereños obsequiaron en 1789 al virrey Gil y Lemos, según cuenta Vergara y Velasco, las cuales estuvieron llenas de peripecias, y como en la capital se vivía con mucha modestia, se comisionó a don Pedro

de Ugarte para que hiciera venir de Cartagena nueces, pasas, licores y rancho, todo lo cual subió el río, acondicionado en dos cajones que por flete pagaron 16 pesos, 4 reales por bodega en Honda. Para aquilatar la tradición de esta olla cartagenera, como otras formas de sus circunstancias sociales, no hay como volver la vista a las impresiones de algunos cronistas y viajeros. Ésta es sin duda una fuente invaluable para enterarnos de cómo se fue operando en el tiempo nuestra evolución histórica. Desde el siglo XVIII especialmente, abundaron viajeros o aventureros en nuestro territorio movidos por las curiosidades artísticas, la investigación de nuestras riquezas, el posible intercambio comercial o altas misiones científicas. Ese cuadro, lleno de colorido y palpitantes encantos, se refleja en el relato que dejaron don Jorge Juan y Santacilia y don Antonio de Ulloa y de la Torre-Guíral, tenientes de navío que vinieron en misión científica en 1735, y quienes, por lo visto, tenían ojos bien despiertos, al analizar con sutileza lo que ellos llamaban castas, expresándose de ciertas costumbres cartageneras, trabajos y aficiones locales, así: La fuerza de los calores no permite que puedan usar de ropa alguna, y así andan siempre en cueros cubriendo únicamente con un pequeño paño lo mas deshonesto de su cuerpo. Lo mismo sucede con las negras esclavas; de las cuales unas se mantienen en las estancias casadas con los negros de ellas, y otras en la ciudad, ganando jornal, y para ello venden en las plazas todo lo comestible, y por las calles las frutas, y dulces del país de todas especies, y diversos guisados, o comidas; el bollo de maíz, y el cazabe, que sirven de pan, con que se mantienen los negros. Más adelante se detienen perspicaces en otras observaciones: En cuanto a las costumbres de aquella gente tienen algunas que difieren sensiblemente de las de España; y aún de las que se practican en las principales partes de Europa: las más notables son el uso del aguardiente, cacao, miel, y demás dulces, y tabaco en

humo; a que se agregan otras singularidades, que seguirán a éstas en su explicación particular. El aguardiente tiene un uso tan común, que las personas más arregladas, y contenidas lo beben a las once del día; porque pretenden que con esta prevención recupera el estómago alguna fuerza de la mucha que pierde con la sensible, y continua transpiración, y que coadyuba a avivar el apetito; en esta hora se convidan unos a otros, para hacer las once; pero esta precaución, que no es mala cuando se practica con moderación, pasa en muchos a hacerse vicio, y se embelesan tanto en él, que empezando a hacer las once, desde que se levantan de la cama, no las concluyen hasta que se vuelven a dormir. Y sobre estas costumbres alimenticias de los viejos cartageneros agregan: El chocolate, a quien allí conocen solamente por el nombre de cacao, es tan frecuente, que lo acostumbran tomar diariamente hasta los negros esclavos, después que se han desayunado; y para este fin lo venden por las calles las negras, que lo tienen ya dispuesto en toda forma, y con solo calentarlo lo van despachando por jícaras, cuyo valor es un cuartillo de real de plata; pero no es todo puro cacao, porque este común es compuesto de maíz la mayor parte, y una pequeña de aquél: el que usan las personas de distinción es puro, y trabajado como en España. Repiten el tomarlo una hora después de haver comido, costumbre que no ha de dexar de practicarse en día alguno; pero nunca lo usan en ayunas, o sin haver comido algo antes. En la misma conformidad es grande el consumo, que hacen de los dulces, y miel; pues quantas veces en el discurso del día se les ofrece beber agua, ha de se precediendo el tomar dulce. Suelen preferir muchas veces la miel a las conservas, y otros dulces de almíbar, o secos, porque endulza más: en aquéllos usan del pan de trigo, de que solo para ellos, y el chocolate se sirven; y éste le toman con torta de cazabe.

Cucharas y totumas.

Parece que los amigos Juan y Ulloa sintieron indudablemente deleitación con ciertas carnes de la olla cartagenera, cuando pregonan: 59

Los animales domésticos comestibles solo son de dos especies: bacuno, y de cerda; unos, y otros en cantidad. El bacuno, aunque no del todo malo, es poco gustoso, porque el continuo calor de aquel clima le impide el hacer de muchas carnes, y que sean éstas sustanciosas: pero el ganado de cerda por el contrario es de tal delicadeza, y buen gusto, que no solo se tiene por el más sabroso de todas las Indias; pero en ninguna parte de Europa, se cree, que lo haya de igual sabor; y por esta razón Europeos, y Criollos le dan la preferencia a cualquier otro, y es el manjar ordinario de aquellos moradores. Además de las buenas calidades, con que lisongea al gusto, lo consideran allí muy saludable; tanto que lo han hecho el alimento común, y más seguro de los enfermos con antelación aun a el de aves. Las especies de estas son gallinas, palomas, perdices, y patos en abundancia, todas y de sabroso gusto. Y entran también en la exaltación de ciertos manjares del condumio nativo: De la abundancia, que goza aquel país en todo género de carnes, frutas y pescados podrá inferirse lo abastecidas, y regaladas, que serán allí las mesas; las cuales son servidas en las casas de distinción, y comodidad, con gran decencia, y ostentación, y con explendidez. La mayor parte de los manjares aderezados a la moda del país, y no sin alguna diferencia a lo que se acostumbra en España; pero disponen algunos platos con tan delicada sazón, que son no menos agradables al paladar de los forasteros, que pueden ser gustosos al de los que ya están connaturalizados en su uso. El Agi-aco es uno de los más introducidos, y es rara la mesa donde falta, al cual bastaría la abundancia de especies, que lo componen, para hacerlo gustoso: porque en él entra puerco frito, aves, plátanos, pasta de maíz, y otras varias cosas sobresaliendo en él el picante de pimiento, ó ají, (como allí llaman) para que incite más el apetito. Sobre el horario de servir las comidas cartageneras puntualizan en otros apartes: Regularmente hacen allí dos comidas al día, y otra ligera: la primera por la mañana, que se compone de algún plato frito, pasteles en hoja hechos con masa de maíz, u otras cosas equivalentes, a que se sigue el chocolate: la de medio día es más cumplida; y la de la noche suele reducirse a dulce, y 60

Frutas y verduras soledeñas.

chocolate; aunque muchas familias hacen cena formal, corno se acostumbra en Europa. Suelen decir vulgarmente, que las cenas son allí dañosas; pero nosotros no experimentamos mas novedad, que en Europa, y acaso el daño estará en el exceso de las otras comidas. Años más tarde estuvo por nuestra tierra (18251826) el marino sueco Carl August Gosselman —ya en plena República y cuando Cartagena se mostraba decaída después de su apogeo colonial y sus sangrientos sacrificios por la independencia—, y escribió estas impresiones: A las seis de la mañana ya se encuentran levantados, generalmente se bañan, toman su chocolate y prosiguen la limpieza personal. Toman el desayuno entre las ocho y nueve, consistente en huevos, carne picada, plátanos fritos, chicharrones, queso y chocolate, en seguida beben una taza de agua fría. Entonces ya están dispuestos y preparados para

asumir sus labores del día. Montan a caballo y se dirigen a la ciudad a atender los negocios en las oficinas públicas, en las que no están presentes más que para hacer tiempo y poder retornar a sus atractivas hamacas. La cena comienza con la sopa, reciamente condimentada, en espera del plato fuerte, aquel que se come en todos los lugares donde hay un español: la paella. Este sufre variaciones según las distintas carnes y vegetales de cada país, pero es un plato digno de ser reseñado por un escritor o de ingresar a los mejores libros del arte culinario. Este plato se identifica por algunos artículos cardinales. La carne de buey y los plátanos se hierven juntos y se les agrega carne de cerdo, de cordero, tocino, yuca y arroz; todo se mezcla con pimienta, cebolla y otros condimentos, que se hierven al mismo tiempo, o para usar término técnico, en su misma salsa. Después se agregan pollos fritos y palomas, tan secos como de mal sabor, y finalmente manteca frita con pimentón, en lo que nada todo el plato. Trasunto, trasunto de la olla podrida; y como podemos observar, tal vez por el calor de Cartagena, el viajero Gosselman sufrió una lamentable confusión al tratar de explicar la paella. Y prosigue en su relato: En algunos hogares sirven como postres frutas, ya sean melones, mangos, que se saborean al lado de vinos y quesos, y luego todo acaba con un café. Pero la tradición en la mayoría de las mesas es servir de postre dulces, hechos de miel y panela, servidos con queso y una taza de chocolate, además de un jarro de agua fría. Antes que todo haya terminado ya están en los ceniceros colocados sobre la mesa los cigarros encendidos. En las casas más criollas toman chocolate, su bebida favorita, lo que hacen cinco o seis veces al día, siempre con grandes dosis de agua helada. La costumbre de nuestros antepasados cartageneros de tomar tan pródigamente el chocolate, como aparece en las impresiones de estos viajeros, debió obedecer sin duda a una acentuada manía española y no por la total influencia azteca, pues durante gran trecho del Siglo de Oro, allá en la Península, adonde fue llevado hacia 1520, se ingería en todos los hogares, con bizcochos, turrones,

Pescadería en el caño de Soledad.

mazapanes y hasta con aguas aromatizadas. Y a tales excesos llegó su uso que en el año de 1644, los alcaldes de casa y corte sentenciaron dispusieron que: “Nadie, ni tiendas ni en su domicilio, ni en parte alguna podía vender chocolate como bebida”. Otro ítem: Fray Diego de Landa, en su Relación de las cosas de Yucatán, menciona una receta, todavía usual en Cartagena, de origen azteca, cuando comenta “que hacen del maíz y cacao molido una a manera de espuma muy sabrosa con que celebran sus fiestas”. Pero, volviendo a Gosselman, la rueca hila más impresiones, como cuando acercándose al alma popular registra que para la gente ordinaria su comida es “un sancocho con casabe por pan, o bollo o arepa y su postre de miel migada con queso”. Pobres y ricos, todos allí por la mañana, hasta los negros toman cacao con pan quien lo tiene, y si no un plátano, tras del cacao almuerzan huevos fritos y mucho ají; y quien puede comprar tamales, añade luego. Platos solariegos de Cartagena son —¿o lo eran?— en su genuina expresión el arroz de coco con pasas, la sopa de mondongo, el sábalo con leche de coco, el sancocho de gallina o el sancocho de sábalo —la bouillabaisse del Caribe—; el ajiaco con cerdo y carne salada, los pasteles navideños de arroz, delirantes de achiote y ricos en presas y vegetales: el arroz de coco con frijolitos de cabecita negra, o de coco con cangrejos azulosos, que proclaman la bondad de una cocina depurada por el tiempo y los gustos populares. La posta negra, morosamente cocinada en parte de su adobo, con 61

rodajas de cebolla y tomate, luego de sellársele hasta que queda una costra negra, de donde toma su nombre. En esa mesa criolla se servía también un discreto cocido cartagenero, preparado en forma menuda y muy sustancial con carnes frescas y vituallas comarcanas, muy en armonía, por lo demás, con el clima de la ciudad; la sopa de candia con mojarras ahumadas, para las horas del medio día, o el celele con cangrejos, hermana por sus ingredientes de la citada sopa de candia con mojarras; pero reemplazadas éstas con los azulosos cangrejos, confiados paseantes por las luminosas playas de la Boquilla, cuando el torvo turismo no había degradado la fauna circundante. O la sopa de zaragozas blancas con ñame, así como la tonificante de tortuga. También era consolación del buen apetito cartagenero a la hora del almuerzo el higadete, preparado como lo indica su mismo apelativo con trocitos de hígado picado, plátanos maduros y verdes, aderezos con el guiso del terruño y, así mismo, se ofrecían como testimonio de innegables riquezas culinarias unas excelentes huevas de sábalo fritas, ruedas de lebranche en escabeche, y bien sazonado bistec de tortuga. Dulces también. Y más dulces. En otras edades, las negras de ternísimo corazón llevaban las tartas con tapas de anjeo en la cabeza pregonando por las calles del Corralito las melcochas, alfajores blancos, cocadas de coco, cocadas de maní, cocadas de ajonjolí, canelequeque, cubanitos, republicanos, yemitas de coco, doncellas polvorosas, aviones o aeroplanos, panochas, suspiros, damas de honor, etc. En las casas solariegas, había conservas de guayaba, las conservas de mamey, las bolas de tamarindo, la bolloría, los huevos obispales o chimbos, el dulce de coco punteado con las pasas, el dulce de plátano con piña, la jalea de coco o el de plátano guisado, perfumado con los clavillos de olor y servido muchas veces en las tortas de casabe, cuando no con una porción de queso costeño. Rezago de ese mundo de golosinas, aún es posible apreciarlo en las arcadas de piedras coloniales del Portal de los Dulces, estación y tránsito de los borrachitos, riñón de la ciudad, roto avispero, que diría el Tuerto López, en cuyas ventas se hallan estos prodigios de delicadezas en azúcares, junto con la venta de revistas pornográficas, discos viejos, lentes ahumados y mil baratijas.

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Si el arte de la cocina y sus entrañables manifestaciones reflejan maravillosamente la cambiante sensibilidad colectiva a través del tiempo, así como la historia sustantiva del hombre, la bucólica cartagenera es un testimonio vivo de esa evidencia conceptual. Su olla tuvo el marcado acento peninsular, en este caso el de algunas regiones de España: mas con la decadencia de la ciudad a raíz de la independencia y la llegada inmediata de algunos franceses, italianos e ingleses, ella tuvo variantes en muchos de sus tonos y se enriqueció con nuevos platos. Es así, valga el ejemplo, como el mondongo, que en los días coloniales debió de ser un plato algo pesadote, luego se conoció como una sopa hasta cierto punto delicada con la coquetería —¿influencia francesa?— de las alcaparras, el espesor final que le concede las yemas de huevo sin que falte el toque de unas gotas de vinagre, los croutones y las rodajas de huevo duro al servirla. Hecha como mandan los cánones es uno de los platos que puede presentar Cartagena al goce universal. Igual prodigio de sutileza gastronómica aparece en el arroz de coco con pasas, alquimia del gusto en el que se esposan felizmente el titoté, hijo venturoso del aceite de coco, con unas pulgaradas de azúcar y las pasas, iluminados finalmente los granos con mantequilla, nada de aceite de oliva como lo haría un peninsular o gente mediterránea. El mismo enyucado es un logro prodigioso de la imaginación golosa del terruño, pues si en esa vianda América aporta la yuca, manos sensibles contribuyeron con la mantequilla, el anís en grano y el queso criollo, lográndose así una torta deliciosa, predestinada a elevar el sentido del gusto en la mesa con los platos de sal, pues no es un postre. Es que otra característica de esta manducaria del Corralito de Piedra radica en el hábito de acompañar sus viandas de sal con aditamentos de dulce, debido tal vez a una herencia de la cocina arábigo-andaluza de los españoles. Aparecen así mismo en su recetario las arepitas de dulce, la cariseca, el enyucado, ya alabado, las hojaldres de finísima textura, el pastel de ñame, los plátanos guisados, los plátanos maduros en tajadas o en tortillas, e inclusive el dulce de algunas viandas, tal la lengua mechada, enriquecida con panela, vinillo y clavos de olor. Inclusive las riquísimas morcillas llevan el toque de dulce.

Tardíamente esta rica cantera del comer cartagenero se vería ensanchada con la presencia de sirioslibaneses, quienes comenzaron a llegar a la ciudad a partir del último lustro del siglo XIX y cuyos miembros, por su sentido del trabajo en el comercio, del sacrificio y bondades, muchas veces, a la larga se integraron a la sociedad criolla. De las manos de sus mujeres habrían de salir el tabbule, en el que se combinan el trigo, la cebolla, hierbabuena y otras especias; el fatte, sápida ligazón de garbanzos con tahine y levantado en sazón con gotas de limón; arroces con lentejas o almendras; berenjenas con tahine y, más popular, como si quisiera hacerle competencia en la deleitación nativa de la empanada con huevo, los quibbes. En toda esta corriente de originales sabores, no habían de faltar los delicados dulces como la baklawa, con sus sutiles capas de masa rellenas de nueces, aderezadas con miel y agua de azahares. O la atallef, coquetas empanaditas ennoblecidas con jarabe de azúcar, en fin, golosinas salidas por su sutileza de Las mil y una noches. Pero, paradójicamente, estos dulces, y en una ciudad como Cartagena, tan amante de las golosinas, como lo hemos visto, allí no se han popularizado tanto como algunos de los platos de sal. En este registro de sabores, tentaciones cocineriles y antojos, frutos de sartén y caldillos o sopones estimulantes de Cartagena, no sería justo olvidar la presencia de los chinitos, gente que llegó hace algunos lustros con sus misterios en el alma, su sentido de la discreción y la cortesía, abriendo comedores con alegría y buena voluntad. Ellos, como entra en su filosofía oriental de las adaptaciones, y dado que hay muchas cocinas chinas, con el correr de los días, familiarizaron el gusto de los cartageneros con los chow mines, arroces fritos, pastelitos de carne, wan tun de cerdo y pollo; cerdos agridulces, carnecillas encebolladas con salsa de ostras, el chop swey y las gallinas salsudas. Tras este risueño viaje, a trechos con saudades por el mundo de algunas de nuestras herencias coquinarias, hemos de llegar a una triste conclusión: La cocina nativa, tan esencial como referencia del propio genio social, tiende a desaparecer o va dege-

Sancochos de guandú, mondongo y pescado, en el barrio Montecristo de Barranquilla.

nerándose por los cambios de los gustos colectivos, la influencia de exóticas manifestaciones o por las circunstancias mismas de una civilización que ha hecho del afán cotidiano toda una absurda filosofía del vivir, de manera que debemos comer afanosamente, a veces con angustia, en un ambiente cada vez más mecanizado hasta la desesperación. Somos conscientes, desde luego, de que toda evolución implica cambios de conducta; pero, en lo que se refiere a las comidas propias, éstas son referencias sociales que deben preservarse en lo esencial, pues tienen que ver con la entidad y una cultura particular. Pero no hay que desesperar. Más allá de la globalización, más allá de los afanes industriales, más allá de las novísimas inventivas culinarias, están los recuerdos y los gustos ancestrales que hacen silenciosamente perdurable esa mesa criolla, mesa que, aunque discreta en alguno de sus aspectos, tiene su particular gusto y trascendencia social. Volver a ella, persistir en su permanencia, aunque requiera de vez en cuando de nuevas expresividades, es tanto como sentir una honda identificación, que ocupamos un sitio particular y noble sobre la tierra. Y una coda para concluir con apetito. Sin chauvinismos parroquiales, podemos proclamar entonces que la cocina de Cartagena de Indias, variada, delicada en muchos de sus matices y sápida; hecha de enamoramientos, es sin duda una de las más alegres y originales del Caribe, predestinada para el júbilo del hombre en la mesa. 63

Hipótesis sobre el contacto cultural entre miembros de la comunidad Wayúu y el niño Gabriel García Márquez en Aracataca

Juan Moreno Blanco*

Un fenómeno común a las naciones e identidades latinoamericanas es el hecho de que sus respectivas historias son un desencuentro de las partes claras de la memoria, muchas veces oficial y refrendada por la escritura, y las partes oscuras en que lo subvalorado y lo subalterno no logran perfiles que les permita superar el olvido. Como si la historia fuera una moneda de dos caras, la cara visible no deja ver la cara por el momento invisible y en estos países variopintas parcelas de tiempo se hallan ahí, a la espera de miradas no monotópicas que las rescaten y las integren a los diálogos en que las naciones se buscan y retoman forma.

globales. Solo gracias a estudios de antropólogos y etnólogos se ha empezado a des-cubrir la importante migración de miembros de la sociedad wayúu que los llevó en condición de esclavos a relacionarse, fuera de su territorio ancestral, con la sociedad global venezolana en la región de Zulia a principios del siglo XX, produciendo un indudable impacto cultural:

En muchas haciendas el idioma wayúu desplazó al español como lengua predominante. Por medio del trabajo esclavo, el uso del idioma y muchas prácticas GGM. culturales wayúu desbordaron el territorio ancestral. Hubo más de dos generaciones de wayúu que se criaron en En la cara callada de la historia, indefinida y las haciendas de Zulia pero que seguían hablando habitualmente designada como «el otro», las so- su idioma y mantenían su identidad wayúu [...] es ciedades amerindias han sido esquivadas por la indispensable comprender estas migraciones para memoria oficial como si ellas no participaran en comprender la sociedad wayúu actual y la magniel tiempo; como si ellas no hicieran parte de las tud de la difusión de la lengua y cultura wayúu por circunstancias y coyunturas históricas afluentes fuera del territorio ancestral [...]. A comienzos de de la “historia nacional”. Para el caso de Colombia siglo, a pesar de que la mayoría de los primeros tray Venezuela, eso parece ser lo ocurrido con los bajadores migrantes tenían la intención de regresar wayúu, sociedad amerindia del tronco lingüístico a sus tierras al término de su contrato de trabajo, arawak, a quienes se les creía históricamente cir- muchos no lo hicieron. Entre los dependientes más cunscritos a su territorio ancestral, la península de desdichados, los esclavos de guerra y por deudas la Guajira, y separados por una frontera natural y [atepchias], había muchos que tenían poco o nada cultural de los aconteceres de las dos sociedades porque regresar a la penísula (Rivera, 1990-1991: 105-106-107). * Profesor Titular de la Escuela de Estudios Literarios de la Aunque esto sea hoy día una certeza histórica, Universidad del Valle. Docteur en Etudes Ibériques et Latinoaún no se ha estudiado la trascendencia de este Américaines de la Université Michel de Montaigne - Bordeaux 3. contacto, que sin duda afectó las referencias de E-mail: [email protected] 64

Huellas 88 y 89. Uninorte. Barranquilla pp. 64-74. 04/MMXI - 08/MMXI. ISSN 0120-2537

identidad tanto de los wayúu como de los miembros de la sociedad global. Empero, el azar que nos depara la tranversalidad de los estudios en ciencias humanas ha venido a aportar nueva visibilidad a las migraciones wayúu y sus contactos con la sociedad global, esta vez colombiana. La última década de estudios sobre la obra del escritor colombiano Gabriel García Márquez ha abonado un camino de indicios que nos informa sobre otra corriente migratoria seguida en esa época por los wayúu y que tenía como destinación la zona bananera de la región, por entonces llamada Magdalena Grande, al oeste de la península de la Guajira, cuna del fabulador colombiano. Él mismo así lo afirma: …la casa de Aracataca estaba llena de guajiros —de indios guajiros, no de habitantes del departamento de la Guajira. Eran gente distinta, que aportaba un pensamiento y una cultura a esa casa que era de españoles, y que los mayores no apreciaban ni creían. Pero yo vivía más a nivel de los indios, y ellos me contaban historias y me metían supersticiones, ideas que yo notaba que no tenía la abuela… (G.G.M. 1994: 36) En efecto, en la casa donde se crió en Aracataca el autor de Cien años de soledad vivían también personas de la sociedad amerindia wayúu, y en 1996 declaraciones de su hermana Ligia García Márquez a Silvia Galvis lo confirmaron1. Más tarde, en 1997, Dasso Saldívar, el biógrafo del premio nobel de literatura, volvió sobre esto mismo aportando mayor precisión: La llegada de los Márquez Iguarán a la zona bananera no fue producto del azar sino de una elección. El coronel tuvo, por lo menos, tres buenas razones para afincarse finalmente en Aracataca: desde los días finales de la guerra conocía la paz y la fertilidad de sus tierras, tenía allí amigos y excompañeros de armas, como el general José Rosario Durán, y Aracataca era entonces uno de los centros álgidos de la explotación bananera. Así que, a finales de agosto de 1910, arrivó con su familia, su servidumbre, y los numerosos baúles en el tren amarillo que el nieto haría célebre en sus novelas [...] La servidumbre estaba compuesta por tres indios que él había comprado por trescientos pesos en la Guajira… (Saldívar, 1997: 49)2 En Vivir para contarla, primer volumen de su autobiografía en forma de memoria, Gabriel García Márquez vuelve sobre el tema y nos dice además

Estación del tren, Aracataca, 2008.

que reconocía las palabras en wayunaiki (lengua guajira) que utilizaban en su lengua doméstica sus abuelos porque tenía “tratos directos con la servidumbre [wayúu]”: Sus amistades más próximas [las de los abuelos] eran antes que nada las que llegaban de la Provincia [la provincia de Padilla, la Guajira]. La lengua doméstica era la que sus abuelos habían traído de España a través de Venezuela en el siglo anterior, revitalizada con localismos caribes, africanismos de esclavos y retazos de la lengua guajira, que iban filtrándose gota a gota en la nuestra. La abuela se servía de ella para despistarme sin saber que yo la entendía mejor por mis tratos directos con la servidumbre. Aún recuerdo muchos: atunkeshi, tengo sueño; jamusaiyshi taya,1 tengo hambre; upuwots, la mujer en cinta; arijuna, el forastero, que mi abuela usaba en cierto modo para referirse al español, al hombre blanco y en fin de cuentas al enemigo (G.G.M., 2002: 81-82). Es seguro, un continente de cultura verbal oral amerindia estuvo en contacto prolongado con la figura central de la cultura verbal escrita de la Colombia de los siglos XX y XXI. La presencia de estos amerindios en Aracataca señala para la historia cultural colombiana la existencia de contactos interculturales en la formación del autor más leído por la sociedad global y de la que hasta ahora la crítica no tenía conciencia. Esta posible influencia de la herencia amerindia en el imaginario de la cultura verbal escrita suscita diversos interrogantes. Por el momento, solo nos plantearemos uno: ¿cómo y por qué llegaron los 65

wayúu a esa condición de esclavos de la familia Márquez Iguarán, abuelos del escritor, en un sitio relativamente lejano de la Guajira?

de las subvaloradas sociedades Otras. “La línea imaginaria que juntaba, a través del tiempo y del espacio, dos figuras universales, el hombre-niño y el hombre-adulto, la sociedad primitiva y la Difícilmente encontraremos una fuente directa sociedad civilizada, se ha quebrado dentro de lo que dé satisfacción a esta pregunta. Tratándose del inasible y dentro de lo singular: el Estado-nación devenir de un pueblo amerindio, y de un capítulo dejó de ser la imagen de una promoción colectiva particular de ese devenir, los saberes de la historia de la humanidad para convertirse en el lugar por de los países que hoy corresponden al territorio que excelencia del antagonismo y la diferencia. Por otro él ha habitado desde siglos no dan cuenta de su lado, la historia ya no se halla solamente bajo la existencia “dentro” de la historia. En ausencia de tensión de un marco de referencia fuentes directas de lo que ha sido el que sitúa las etapas del desarrollo devenir histórico wayúu, nos vemos humano, sino que está desgarraobligados a construir un marco de da entre relaciones de fuerza en condiciones de posibilidad para perpetuo cambio y entre justifiesbozar una respuesta conjetural caciones antagonistas” (Furet/Le a nuestro interrogante. Entre las Goff, 1973: 228). Para considerar tangenciales fuentes históricas de la forma como el tiempo histórico la sociedad global y los estudios etde miembros de la sociedad wayúu nográficos que iluminan uno u otro entra a participar en la historia de capítulo de la historia wayúu busAracataca y en la biografía de la caremos a tientas a esos “indios” más importante figura de la literaque le “metían supersticiones” al tura y la cultura colombianas de los niño Gabriel García Márquez en siglos XX y XXI, debemos por fuerza la Aracataca de la tercera y cuarta quebrar el tiempo de la historia de décadas del siglo XX. GGM. la nación colombiana tal y como No pocos son los pueblos ameha sido pensado hasta hace poco y rindios que al margen de los procesos de conquista abandonar el tiempo ideológico pensado desde los han mantenido sus rasgos propios y han llegado moldes de la sociedad vertical donde “El tiempo del al siglo XX con una vitalidad narrativa y verbal saber histórico es reconstruido según los criterios fuertemente arraigada en la tradición préhispáni- de las sociedades y de los grupos presentes, lo ca. Son sociedades o comunidades que al mismo que los lleva a reescribir si cesar su historia, y, al tiempo, las más de las veces, han sido ignoradas hacerlo, a volver el tiempo histórico a la vez más por las historiografías y se hallan en una suerte vivo y más ideológico. Esta doble ambiguedad del de periferia de “las historias nacionales” donde el tiempo histórico conlleva a las historias a ‘predeequívoco, el etnocentrismo y el olvido las dibuja a cir el pasado’ y a proyectar esta predicción en el grandes pincelazos y solo a condición de aveci- porvenir” (Gurvitch, 1969: 3 57). nar el devenir histórico tenido como “nacional”. Además de la predecible relación de García Es gracias a los trabajos de la antropología y la Márquez con hechos como la guerra de los Mil días etnografía que tenemos algunos conocimientos de y la huelga de las bananeras, propios del tiempo esas sociedades que han sido inscritas en la vida histórico de la sociedad global colombiana, su vida nacional a título de “minorías”. Empero, no por y las representaciones colectivas que la rodearon ello se puede decir que hayan entrado al tiempo en su infancia se relacionan también con un tiemde la historia. po histórico Otro. Para imaginar la Aracataca de El tiempo de estas “historias nacionales” ha García Márquez hemos de reconsiderar la historia sido con frecuencia pensado como unitario y cen- no bajo el marco del tradicional tiempo vertebrador tral, y nuestra pretensión de estudiar el tiempo y exclusivo de la historia nacional, sino más bien social de un pueblo amerindio pone en cuestión como devenir sujeto a diversos ritmos de tiempo el presupuesto de un tiempo social único. Para que se entrechocan, convergen, se contradicen o fortuna de las prácticas investigativas sensibles coinciden desde su relativa individualidad para a la pluriculturalidad de las naciones latinoame- darnos el espectro de una coyuntura histórica ricanas ha sucedido en nuestros días un replan- animada de pluralidad. En oposición a la idea de teamiento de los criterios con que se piensan y un tiempo monofónico y estrecho, donde los ritjerarquizan los tiempos de la sociedad global y mos diversos de la construcción cultural se pier66

den a la sombra de la centralizadora producción material, preferimos “la idea de la independencia de los tiempos de la historia ‘sinfónica’ en donde esos diferentes ritmos al fin descifrados se entrelazarían en un todo coherente o, al contrario, se chocarían en su divergencia: y, quizá, bien podría ser esto la ‘coyuntura’, reformulada en términos que desbordan evidentemente el estrecho dominio económico” (Vovelle, 1988: 93). Esto nos exige vislumbrar la manera como el tiempo social wayúu entra en la dinámica de la historia de la sociedad global cataquera integrándola con su ritmo y duración propios y, ¿por qué no?, influyéndola. No por tratarse de “minorías”, los tiempos de estas sociedades dejan de repercutir en el tiempo global; pese a que ignoremos muchas de sus características, el tiempo social singular sin duda tendrá algún impacto en el marco amplio que lo comprende; “... si esos tiempos sociales poseen contornos menos precisos que los de los grupos de clases y de sociedades globales, si no admiten jerarquización y si pueden ser influidos por los tiempos de las unidades colectivas que ellos integran, ellos vienen a su turno a complicar y a alterar el tiempo social de esas unidades colectivas” (Gurvith, 1969: 360).

hábitat en grado extremo hostil. Nacido en 1933, el narrador wayúu Miguel Angel Jusayú nos cuenta en su autobiografía lo que era el periodo de sequía en la Guajira de su infancia: Cuando no llovía, la miseria se ponía terrible, vivíamos hambrientos. Papá se iba a Perijá o a Colón para trabajarles como peón a los ali’junas ganaderos; y mamá se iba tras él para solicitarle algún recurso monetario. Durante la ausencia de ellos, nosotros estábamos a cargo de la tía Gertrudis, y sufríamos mucha hambre [...]. Sabíamos muy bien que los Padres Capuchinos eran generosos. Algunos viejos menesterosos acudían frecuentemente a ellos, y les daban algo de comer [...]. Llegamos calladitos al Internado; no le dijimos a nadie lo que queríamos. Nos presentamos al internado como unos perros que miran sin parpadear al que está comiendo, a ver si le tiran algún huesito... (Jusayú, 1993: 45) El antropólogo Milciades Chaves abunda en el mismo sentido en su descripción de 1953, de un patetismo no gratuito, de la larga sequía guajira:

En este ambiente geográfico [...] se encuentra el indio guajiro luchando por la subsistencia; generación tras generación Para comprender se ha visto frente al mejor la presencia de problema de vivir en un grupo de wayúu en este medio y ha loAracataca hemos de engrado una adaptación marcarla dentro del tiemasombrosa; lleva una po propio de la historia vida austera y frugal y de esa sociedad, en parpermanece arraigado ticular, el tiempo de la con sus animales a migración que, debido a sus pastos y a sus arela sequía y el esclavismo, nales; pacientemente alejó a muchos wayúu espera que caiga la de su territorio ancestral lluvia para que haya en el siglo XIX y en las hierba y agua para primeras décadas del sus animales y cuando siglo XX. Telegrafía de Aracataca. el verano se prolonga, En el extremo norte de la América del Sur, la aún permanece junto a los últimos animales que península de la Guajira tiene como característica han resistido a la sequía y muchas veces él tamclimática sobresaliente el ser una subregión ba- bién muere de sed y hambre junto a ellos. Cuando tida por los vientos alisios del noreste que al no la esperanza del invierno se dilata, lleva consigo lo encontrar obstáculos en la llanura semidesértica último que le queda y emigra hacia otras regiones arrastran consigo la poca humedad de la tierra y donde la vida es más halagüeña y menos pesada reducen al máximo las condiciones de lluvia. Se (Chaves, 1951: 154). dice que “...debido a la posición astronómica la Los personajes guajiros de la novela de RóGuajira forma parte de la zona por donde pasa el mulo Gallegos Sobre la misma tierra (publicada ecuador térmico o sea el isoterma —temperatura por primera vez en 1943), también describen esta media anual— de mayor temperatura del planeta” situación de penuria debido a la escasez de lluvia (Chaves, 1953:136). La sequía de los largos meses y que empuja a los wayúu a la migración: en que no llueve convierte a la subregión en un 67

…la melancólica contemplación [...] de las caravanas de familias indígenas que diariamente atravesaban la árida llanura durante los recios veranos, rumbo a Maracaibo por Sinamaica, para dedicarse allí a la mendicidad, en todo caso prometedora de mejor sustento que el de la pulpa del carbón, engaño del hambre, o la inmunda lagartija apresada entre los ñaragatales retostados (Gallegos, 1970: 26). Tal es el rigor de la penuria material que incluso los propios hijos pueden ser vendidos a familias o clanes pudientes que tienen condiciones para alimentarlos (Chaves, 1953: 168). En este trueque, los wayúu quedan convertidos en esclavos. Miguel Angel Jusayú cuenta que, en gesto que parece acomodarse a las costumbres, su padre tuvo la intención de trocarlo por aguardiente:

vencedores, pues las guerras solo puede hacerlas el clan más fuerte contra el clan más débil que no puede aceptar las condiciones de pago. Que si el clan del ofensor es muy inferior al de la persona ofendida, entonces ni siquiera se plantean las bases del arreglo sino que se procede directamente contra él, se lo extermina y se esclaviza a sus miembros. Es muy importante hacer notar que en la Guajira no se hacen guerras intencionales con el fin de adquirir esclavos. La esclavitud en la Guajira es consecuencia de la violación del regimen de seguridad social, y no un fin en sí misma (Pineda, 1963: 78). También en la “novela histórica” de Antonio Joaquín López Los dolores de una raza aparece una descripción de la manera como los conflictos internos entre los wayúu proveían a los tratantes de Castilletes:

Papá tenía muchas ganas de beber aguardiente, pero no disponía del dinero para comprarlo. En- Jouner —dijo— haga que le den honrosa sepultura tonces él habló con la mujer de Chuca, de nombre a esos cadáveres y que arreen los rebaños y los Elena, quien vendía el aguardiente. Le propuso prisioneros —que en esos sí nos da derecho la trocarme por una garrafa grande de aguardiente. La guerra [...]. Luego dirigiéndose a Rubén y Jouner mujer estaba ya muy brava y le hablaba en alta voz. [Talhlau] les dijo: “Hagan mancomunar bien a esos “Si tú quieres yo te doy la garrafa de ron a cambio de prisioneros, poniendo hombres con hombres, mujeese pedazo de muchacho tuyo; y lo tendría aquí por res con mujeres y niños con niños para que juntos con el ganado los arreen”. Formaron esclavo y tendrías que irte de aquí una mancorna de cuarenta mujeres, ahora mismo” le dijo. Eso me causó una de niños de diez a doce años, mucha perturbación; yo estaba muy otra de infantes de nueve años para procupado, triste y pensativo. De abajo —varones y hembras— y todas maneras yo estaba dispuesto la cuarta la constituían los quince a ser trocado por aguardiente. Acephombres que se rindieron en el comtaría de mala gana la idea de ser bate (López, 1958: 37,39). esclavo; pero que más tarde intentaLos hacendados de las regiones ría escapar de la laguna del Pájaro. de Perijá, Encontrados, Santa BárAhora bien, papá desistió de eso, y bara y la Costa se vieron precisados nos marchamos a Kóusharraichon a buscar en la Guajira los brazos (Jusayú, 1993:38). que debían reconstruir sus arruinaA la penuria que empuja a los das posesiones. Pusieron sus bolwayúu fuera de su territorio en sas en las manos de comisionistas busca de subsistencia, se suma la que llegaron al puerto fronterizo de institución wayúu de la esclavitud GGM. Castilletes con la propaganda del que, en determinadas coyunturas de los conflictos interclaniles, hacía perder la li- pingüe negocio de compra de indios. ¡Mil bolívares por un indio! Corrió la fantástica noticia con la celebertad a los perdedores de una guerra: ridad del rayo por los cuatro vientos de la sabana Con los resultados de una guerra entre los clanes [...] Un indio de esta familia Ulhlewana asesinó a está estrechamente vinculada la esclavitud. En uno de mis sobrinos y se fugó para Venezuela; ellos efecto, todos los miembros del grupo vencido que son de baja clase y nosotros somos de alta categono fueron muertos en la guerra o que no pudieron ría; un muerto nuestro vale por un millar de los de escapar oportunamente, caen en manos de los ellos. Nuestro deber era arruinarles sus haciendas vencedores o son considerados desde ese momento y darles muerte a todos, pero ya que Uds. le dan como esclavos, sin limitaciones de edad, de sexo un valor económico le conmutamos la pena capital o de status. vendiéndoselos por dineros (López, 1958: 49, 53). Como es natural, los esclavos serán siempre La institución de la esclavitud entre los wayúu de un clan económicamente más débil del de los y la belicocidad que caracterizó el pasado de esta 68

sociedad, solo son comprensibles si se tiene en cuenta que los wayúu tuvieron que resistir a los procesos de conquista y que pudieron repelerlos gracias al hábitat inhóspito para el invasor español, a su hábil manejo de los conflictos entre España y los otros europeos y, sobre todo, a su tenaz aptitud para la guerra. El continuo conflicto contra los conquistadores desde el siglo XVI indujo cambios y adaptaciones en el interior de la sociedad wayúu: “A partir de 1550, este Nave central de la Iglesia San José de Aracataca, sistema socioeconómico y, desde esta, vista del parque Simón Bolívar. de los indígenas fue totalmente reestructurado para resistir a los intrusos es ofendido por una agresión física o verbal, los europeos. Los comerciantes holandeses, ingleses parientes uterinos evalúan con precaución sus fuery franceses, quienes viajaban por la orilla de la zas y las del agresor con el fin de medir fríamente costa, intentaron romper el monopolio español las consecuencias de las posibles acciones. Tras del comercio de ganado introduciendo algunas ese cálculo, el grupo familiar decidirá reestablecer reses en la península y auspiciando su cría entre su dignidad en la escena social wayúu al mínimo los guajiros. Los Wayúu adquirieron más ganado costo en vidas y en recursos. Así, si el grupo agrey caballos, aprendieron nuevas destrezas e inter- sor dispone de más recursos que el ofendido, o si cambiaron productos animales por armamento, los dos grupos están en una situación de equilibrio municiones y cereales. De esta manera, utilizaron es probable que escogerán la negociación. Si por el a un grupo de las potencias coloniales para detener contrario, los agresores se rehusan a compensar el avance de los españoles, consiguiendo a la vez materialmente la falta o no disponen de bienes ciertos productos de consumo necesarios para su para asegurar la paz por medio del pago de una supervivencia” (Purdy, 1987: 136). A través de los indemnización, el enfrentamiento armado tendrá siglos, el oficio de la guerra había transformado lugar. Es por eso que los conflictos wayúu son de a la sociedad wayúu y uno de los cambios era la hecho dramas sociales... (Guerra, 1998: 7) existencia de clanes poderosos, no solo en lo ecoA los vencidos, la guerra entre clanes los llevaba nómico sino en su pie de guerra, al lado de clanes a la huida del territorio ancestral, los dejaba conpobres sin apoyo familiar en la eventualidad de un vertidos en esclavos de los clanes poderosos o, en el conflicto interclanil. En su crónica de viaje por la caso peor, los exponía a la muerte. François-René Guajira, a finales del siglo XIX, Henri Candelier, Picon menciona una guerra a principios del siglo después de enumerar las castas importantes entre XX en la Alta Guajira entre los clanes Wouriyu y los wayúu, agregaba: “...las otras no presentan Jinnu. “Esta guerra vio la derrota del clan de los ningún interés, pues casi todas viven bajo la de- Jinnu y su casi total exterminación, a tal punto pendencia de las citadas arriba. El pobre, entre que sus miembros tuvieron que refugiarse en la ellos, se considera como un paria; no goza de nin- región de Maracaibo para escapar a la masacre” guna consideración ni crédito” (Candelier, 1994: (Picon, 1983: 77). Entonces, aunado a la penuria 152). Este desequilibrio opera como balanza en la material producida por la sequía, el esclavismo se resolución de conflictos entre los wayúu: convertirá en otra de las razones determinantes La conducta de los wayúu en los conflictos es muy de la migración guajira. Para los vencidos de las diferente a la “ley del talión”. Si un grupo familiar guerras, o los miembros de familias débiles, su 69

partida como esclavos se convierte en un destino inevitable:

un inmenso número de wayúu va a poblar la región de haciendas del Estado de Zulia y, naturalmente, llevará consigo, allende su territorio ancestral, su cultura.

El carácter estratificado de la sociedad permitirá a algunos wayúu ricos y poderosos aprovecharse de individuos y apüshis [serie individual de parientes Uno de los trabajos de etnohistoria wayúu de uterinos] débiles. Las deudas contraídas por los de- Socorro Vásquez Cardoso nos informa que en la pendientes pobres eran tradicionalmente pagadas misma época la mano de obra wayúu se concentró con servicios. De otra parte, las guerras entre apüs- en los centros urbanos de la Guajira (Riohacha his podían fácilmente terminar en el exterminio de y Maicao) y allí se unió al destino de las familias las series de parientes uterinos más débiles. Tanto criollas que los compraron y los llevaron hacia el el saldar deudas como la aniquilación encontraron oeste de la Guajira. una nueva solución en los reclutadores. Estos últiLas condiciones de hambre y miseria a que estos mos pagaban en especie por los prisioneros que les [los wayúu] se vieron sometidos por las prolongadas llevaban al puerto de Castilletes en la Alta Guajira. sequías, furon aprovechadas por los traficantes a La aparición de estos reclutantes tuvo sus raíces en quienes los indios entregaban sus hijos a cambio de las transformaciones económicas en la cuenca del maíz y panela o por deudas atrasadas; eran comlago de Maracaibo donde aumentó la demanda de prados a precios ínfimos y vendidos en Riohacha, fuerza laboral de las haciendas. El principal eveny otras poblaciones, a precios que oscilaron entre to que generó este cambio fue el surgimiento de la entre 2 y 5 pesos oro […] Al presidente Marco Fidel industria petrolera en la región de Maracaibo [...]. Suárez le fue enviado en el año 1918, por parte del Ya en 1912, los intercambios diplomáticos entre las Vicario Apostólico de la Guajira, una carta para vecinas naciones de Colombia y Venezuela, llevaron proponerle la «emigración legal» de los indios […] a que el presidente Juan Vicente Gómez enviara un Señalaba el misionero que muchos indígenas eran comisionado especial, para averiguar y enmendar llevados por familias de Barranquilla y Santa Marta la supuesta venta de indios en Castilletes [...] Los como empleados de servicio, ante la indiferencias reclutadores se aprovecharon de las guerras inde las autoridades por las condiciones a que eran testinas y la “esclavitud” presente en la sociedad sometidos… (Vásquez, 1983: 118) wayúu. Además, las sequías proveían a los reclutaAsí se habría producido la migración de los dores de cientos de voluntarios que querían escapar wayúu como esclavos —o como simple mano al hambre. Los adelantos hechos a los contratos de de obra libre— hacia trabajo de uno o dos años el oeste de su territorio de duración, le permitían ancestral, es decir, la a un hombre proveer a parte oeste del Magdasu familia con la comida lena Grande que con que urgentemente necesisu boom bananero de taba (Rivera, 1990-1991: entonces se convirtió en 104-105). un polo de atracción en Los reclutadores que el Caribe colombiano. vienen a llevarse a los En un precursor estudio wayúu provienen del sobre la etnoliteratura estado de Zulia en Vewayúu, en la semblanza nezuela, cuyas explobiográfica del Antonio taciones de ganado o Joaquín López, enconplantaciones de caña de tramos confirmación de azúcar se han quedado esta migración: sin mano de obra debido Es uno de los escritores a la poderosa atracción wayúu más conscientes que significó para los de la indianidad y en trabajadores el boom de muchas oportunidades la industria petrolera en defendió a su pueblo Zulia, y particularmente de las atrocidades coen Maracaibo a princimetidas por el Estado pios de siglo XX (Gómez, colombiano. Estuvo en 1984: 27). Así las cosas, Familia wayúu. 70

Indígenas arhuacos caminan de la carrera Bolívar a la calle de los Turcos, en las Cuatro Esquinas, centro comercial de Aracataca. A la izquierda, la casa construida en 1927 por la familia Morra, inmigrantes palestinos de Belén. A la derecha, restos de la casona de madera del inmigrante italiano Antonio Daconte, en cuyo patio funcionó el Teatro Universal, primer cine de la localidad, célebre por su taquilla en forma de boca de león. AMM

Aracataca, Magdalena, donde había llevado a trabajar a más de doscientos wayuu conduciéndolos nuevamente a la Guajira, dos (2) días antes de la matanza de las bananeras, ya que a través de un sueño había sabido la masacre de 1928 (Ferrer/ Rodríguez, 1998: 125). Otras fuentes permiten volver poco a poco más visible la presencia de los wayúu en el contexto histórico y económico del Magdalena Grande. Así, en los recuerdos de un combatiente de la guerra de los Mil días encontramos mención del componente wayúu en la costelación de razas y orígenes de la mano de obra atraída por la fiebre del banano. La zona bananera era sin duda alguna en esa época un atrayente campo de acción para hombres de iniciativa que, con capital o sin él, acudían en busca de fortuna. Era algo así como un DORADO que ofrecía filones de oro de fácil explotación. Allá llegaba también la gente pobre y sin influencias que, desalojada por las penurias de sus tierras natales, acudía a establecer pequeños negocios en las poblaciones y aldeas que crecían a lo largo del ferrocarril o a trabajar en las labores agrícolas. Por eso todos aquellos pueblos y localidades, desde Ciénaga hasta Fundación, estaban colmadas de imigrantes de todos los departamentos del país y de países extanjeros; y también de indios escapados de las tierras guajiras, de los kogis, descendientes de Kasumma que les enseñó a cohabitar, y de los tunebos que pueblan los contrafuertes de la Sierra Nevada… (Cárdenas, 1960: 189) Podemos hacer otra conjetura diferente con relación a las causas que pudieron obligar a un grupo de wayúu a abandonar para siempre su territorio ancestral. No se trataría ya de motiva-

ciones relacionadas con la sequía y la esclavitud y que podemos ubicar en el tiempo histórico, sino de la ocurrencia de un crimen en el seno de la sociedad wayúu cuyas consecuencias se amplifican en el tiempo del mito, del mito wayúu. En la cosmovisión wayúu la dialéctica de los conflictos y el agenciamiento de represalias no solamente tienen lugar en el plano humano-natural. Las consecuencias de un crimen no se manifiestan para un wayúu únicamente en el plano del tiempo profano, sino que repercuten en la dimensión de lo sobrenatural (dimensión pülashü). Para aquel que ha cometido un crimen en la sociedad wayúu y ha logrado eludir el pago de su deuda ante los humanos, el acoso a que será sometido por el espectro del muerto lo obligará, no obstante, al destierro: El asesino guajiro sufre doble castigo: primero, el cobro de sangre que le presentan los familiares del muerto [...] y, segundo, la presencia constante del espíritu del muerto que no lo abandona jamás (Pineda, 1950: 81). Quizá la imagen literaria es tributaria de la imagen del mito: puede ser que el José Arcadio Buendía de la novela Cien años de soledad, obligado a abandonar Riohacha por el acoso del fantasma del hombre que ha tenido que matar, esté inspirado en la historia que un wayúu le contó al niño alijuna Gabriel García Márquez relacionada con las razones sobrenaturales que lo obligaron a abandonar la Guajira después de haber cometido un crimen: la muerte de un semejante se convierte en el guajiro en tremenda obsesión: el asesino está convencido de que el espíritu del muerto le sigue a todas partes [...] Una de las consecuencias sociales más importantes de este hecho, debida a la obsesión de la presencia del espíritu del muerto, es la autoconfesión, toda vez que un asesino que ha logrado conservar el secreto de la muerte de otro, y por lo tanto ha escapado del cobro de sangre, pierde su 71

serenidad durante la enfermedad y refiere lo ocurrido [...] puede estar seguro que el espíritu de su víctima lo entregará indefenso en manos de sus enemigos [...] Podemos ver claramente desprendidas de estos hechos dos cosas esenciales: a) Que el matador se coloca, automáticamente, por el crimen social cometido, en la calidad de un excecrado, de un impuro, o mejor, de un contaminado peligroso. Por lo mismo, es un individuo que debe ser alejado un poco de la comunidad; b) La familia del homicida, a la vez que le proporciona las bases para su alejamiento, cumpliendo con una de sus funciones principales: la ayuda mutua entre sus miembros, vela porque el asocial no sea presa fácil del espíritu de su víctima. Porque el alejamiento de los sitios habituales de vida, de sus personas conocidas —aún de sus mismos parientes, y sobre todo de ellos— el disfraz por el recorte del cabello y la utilización de determinadas prendas de vestir; el evitar dormir en el chinchorro; el esquivar que la cara le sea vista (dormir boca abajo); la abstención de sus amistades, en sus negocios y en general en las reuniones sociales; y, en último caso, como recurso postrero, el alejamiento espacial de su clan, nos están demostrando con una evidencia palpable que lo que el victimario trata de hacer —consciente o inconscientemente— es efectuar un cambio de personalidad total; casi que diríamos que trata de convertirse en otra parsona hipotética, desconocida sobre todo para el espíritu de la persona que ha ultimado, para evitar que sea reconocida por él, y que sacie en su cuerpo la venganza (Pineda, 82, 83, 84). Estas diferentes causas de la migración wayúu sucedida a principios del siglo XX pueden darnos un marco de condiciones de posibilidad para comprender la presencia, en la misma época, de los wayúu en Aracataca. ¿Serían, a imagen de los Jinnu de los que habla Picon, miembros de un clan por siempre derrotado y humillado, que “tenían poco o nada por que regresar a la península”? Distinta a la ruta de emigración en el esclavismo que comenzaba en el puerto de Castilletes y tenía por destino las haciendas de Zulia, ¿la ruta hacia la región bananera colombiana, por ese entonces también en

boom económico, no nos permite pensar en la existencia de una diáspora wayúu por todo el Magdalena Grande?, ¿no era uno de esos wayúu, a imagen de José Arcadio Buendía, un victimario huyendo del fantasma de la víctima? Al igual que lo afirma Rivera para la región de Zulia, ¿no podemos también suponer que, aunque en distintas proporciones, los wayúu llevaron su cultura y su manera de pensar a regiones como la zona bananera, al oeste de la Guajira? Sea como sea, un pasaje de la novela La hojarasca nos confirma esa otra migración de los wayúu hacia el Macondo de la fábula garciamarquiana: Meme [la sirvienta guajira] estaba derecha y sombría, hablando de aquel pintoresco esplendor feudal de nuestra familia en los últimos años del siglo anterior, antes de la guerra grande […]. Me habló del viaje de mis padres durante la guerra, de la áspera peregrinación que habría de concluir con el establecimiento en Macondo […]. No hubo padecimiento ni privaciones en el viaje […]. A todas partes llevaron su extravagante y engorroso cargamento; los baúles llenos con la ropa de los muertos anteriores al nacimiento de ellos mismos, de los antepasados que no podrían encontrarse a veinte brazas bajo la tierra […]. Era una curiosa farándula con caballos y gallinas y los cuatro guajiros [compañeros de Meme] que habían crecido en casa y seguían a mis padres por toda la región, como animales amaestrados en un circo (G.G.M., 1985: 26-27). No hay informaciones a nuestro alcance que nos permitan comprender cuán generalizado fue el fenómeno del esclavismo de los wayúu en el contexto colombiano. Si bien podemos concluir que el número de inmigrantes wayúu en el Magadena Grande no es equiparable a la gran masa migratoria que conoció el estado de Zulia en Venezuela, también podemos suponer que los Márquez Iguarán no eran los únicos que tenían esclavos wayúu en la región. Lo importante es que esas mujeres y esos hombres wayúu, en la más completa discreción, participaron con su manera de vivir y de pensar en el coctel de ritmos, relatos y tiempos donde sucedió la

Mujer wayúu.

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esta vez— pero también en documentos de otro genero. Hacia 1870, en efecto, geógrafos y etnólogos comienzan a aproximarse a la Guajira y se tienen descripciones bastante precisas de los guajiros al cabo de esos cincuenta años de soledad casi completa (Picon, 1983: 37). Es casi seguro que esta ausencia de información Para hacernos a una idea de quienes eran las no es sino el reflejo de la distancia entre la sociedad personas que componían la servidumbre del hogar blanca y la sociedad guajira. donde creció el escritor debeLas posiciones ganadas [por mos agregar que, a comienzos los guajiros] al comienzo del sidel siglo XX, ellos provenían glo XIX se mantendrán hasta el de una cultura que por confin del siglo: Riohacha seguirá junción de factores geográficomo ciudad frontera, así como cos, históricos y políticos se Sinamaica, que tendrá que había mantenido largo tiempo protegerse contra los ataques al margen de los procesos de de los indígenas… (Picon: 289) conquista y por consiguiente La presencia de un grupo había podido conservar en de wayúu en Aracataca viene a sus rasgos fundamentales su confirmar que Gabriel García tradición. No venían de una Márquez creció en un universociedad amerindia en proso cultural heterogéneo, y el ceso de aculturación; aunque GGM. entrecruzamiento del tiempo avasallados por un destino ingrato, eran portadores de la riqueza imaginaria y biográfico garciamarquiano con el tiempo histórico verbal wayúu enraizada en un territorio ancestral wayúu nos permite también entrever el significado donde la sociedad global casi no intervino en el si- autobiográfico de los niños de la novela Cien años glo XIX. Para ilustrar esta situación de “aislamien- de soledad que crecen entre dos culturas: la de to” que vivieron los wayúu, citaremos in extenso los padres, miembros de la sociedad criolla, y la las anotaciones del etnohistoriador François-René de los “indios”: Picon concernientes a la falta de información sobre Había por aquella época tanta actividad en el pueblo ellos en ese largo cuarto de hora en que la sociedad y tantos trajines en la casa, que el cuidado de los global los dejó en paz: niños quedó relegado a un nivel secundario. Se los Este presente de la descripción etnográfica, ar- encomendaron a Visitación, una india guajira que tificial pero necesario, se sitúa un poco después llegó al pueblo con su hermano, huyendo de una del comienzo del siglo XX. Para comenzar, cesan peste de insomnio que flagelaba a su tribu desde los documentos en el momento de las guerras de hacía varios años. Ambos eran tan dóciles y serviindependencia, hacia 1810-1820, y es entonces el ciales que Ursula se hizo cargo de ellos para que la comienzo de un largo periodo de cincuenta años en ayudaran en los oficios domésticos. Fue así como los que hacen falta datos sobre los guajiros y sobre Arcadio y Amaranta hablaron la lengua guajira las poblaciones indígenas de los países en lucha antes que el castellano (G.G.M., 1996: 53). Arcadio y Amaranta, que ya habían empezado contra el poder colonial: los gobiernos recientemente instaurados tenían que, en efecto, hacer frente a a mudar los dientes y todavía andaban agarrados problemas más inmediatos que el de las poblacio- todo el día a las mantas de los indios, tercos en su nes marginales. Ciertamente podemos deplorar decisión de no hablar el castellano sino la lengua la ausencia de documentos pero también, y sobre guajira (Ibíd.: 56). Se llegó a creer que [Rebeca] era sordumuda, todo, subrayar que durante estos cincuenta años, a los guajiros se les dejó solos, lejos de todo conflicto hasta que los indios le preguntaron en su lengua con la sociedad blanca y las autoridades civiles, si quería un poco de agua y ella movió los ojos militares o religiosas. Gracias a este “abandono po- como si los hubiera conocido y dijo que sí con la sitivo”, podemos entonces imaginar una especie de cabeza (Ibíd.: 58). …y apenas si podían reprimir sus pataletas y recuperación de la sociedad guajira por ella misma soportar los enrevesados jerogríficos que ella [Reque le habrá permitido estabilizarse. beca] alternaba con mordiscos y escupitajos, y que Luego reencontraremos a los guajiros en los textos según decían los escandalizados indígenas eran las ‘oficiales’ de los administradores —colombianos niñez extraordinaria de Gabriel García Márquez. Aunque esclavos, eran seres de palabra y acto en quienes, tal vez, una cultura se transculturizaba diferidamente, por la vía de las narraciones garciamarquianas, hacia la cultura letrada colombiana, y aún más allá.

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obscenidades más gruesas que se podían concebir en su idioma (Ibíd.: 59). Arcadio era un niño solitario y asustado durante la peste del insomnio… Nunca logró comunicarse con nadie mejor que lo hizo con Visitación y Cataure en su lengua (Ibíd.: 138-139). Si bien este aspecto autobiográfico de la literatura garciamarquiana no deja duda, queda por profundizar la inspección del imaginario de sus narraciones para someterlas a comparación y contraste con las representaciones del universo imaginario wayúu3. Esto permitirá saber si, además de las anécdotas autobiográficas, la obra del escritor colombiano ha puesto al alcance de sus miles de lectores rasgos narrativos e imaginarios de las “historias” y “supersticiones” que los esclavos wayúu le contaron en su infancia en una casa de Aracataca. De ser así, al igual que ha sucedido con la obra de Augusto Roa Bastos, José María Arguedas, Juan Rulfo y muchos otros narradores latinoamericanos, los lectores de García Márquez habrían entrado en contacto, desde 1947 hasta nuestros días, con una herencia amerindia transculturada… aunque sin saberlo.

noTas

“Con el tiempo, el abuelo Nicolás fue haciéndose un nombre en Aracataca y la gente lo respetaba mucho. Era el tesorero del pueblo y allá entraba mucha plata gracias al banano. Tenía una casa grande, yo la conocí; había un patio inmenso sembrado de palos de mango, de guayaba y de níspero; tenía una pesebrera con caballos y hasta una vaca; en la misma casa había una carpintería, una dulcería y una panadería con dos indias para amasar y dos indios para vender los dulces y el pan en la calle. Los había comprado en la Guajira y los había traído para ayudar en los oficios de la casa, pero los cuatro llevaban los apellidos de la familia Márquez Iguarán. Esa era la costumbre”. (Galvis, 1996: 152) 2 Causa sorpresa el hecho de que en Gabriel García Márquez. Una vida, Gerald Martin (Debate/Mondadori, 2009) casi no haga mención en su trabajo sobre este aspecto de la realidad cultural del niño que aquí abordamos. 3 En su trabajo sobre los guajiros, Guy Goulet ya había señalado un caso de homología semántica entre la narrativa del escritor colombiano y la narrativa tradicional wayúu: “De los [clanes] Jinnu, Ipuana, Uliana y Epieyú se dice que tienen su patria en otras partes de la península: En un diálogo en la novela “Cien años de soledad” de Gabriel García Márquez una pareja expresa un concepto de patria análogo al concepto guajiro que se discute aquí. La heroína de García Márquez, Ursula, se opone a su marido José Arcadio que quiere mudarse de su residencia actual. Ursula dice “No nos iremos. Aquí nos quedamos porque aquí hemos tenido un hijo”, José Arcadio Buendía, “Todavía no tenemos un muerto. Uno no es de ninguna parte mientras no tenga un muerto bajo tierra”. Por tanto los Epieyú de Ailu que no tenían un cementerio y no habían enterrado los restos de ninguno de sus parientes uterinos, están sin patria en el sentido guajiro de la palabra” (Goulet, 1981: 59). En el mismo sentido, otro trabajo a tener en cuenta es la tesis de Jay Corwin La transposición de fuen1

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tes indígenas en Cien años de soledad, University Mississippi Romance Monographies, U.S.A., 1997.

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Breves apuntes sobre la radionovela como género literario Piedad Bonnett* Cuando José Zepeda, periodista de Radio Neder- de la tarde, hora en que llegaba la luz. A esa hora land, me llamó con la insólita propuesta de que oía dramatizados infantiles que ponían a volar mi escribiera una radionovela —esa prestigiosa emi- imaginación, pues esa es una virtud del radioteasora produce una cada año para Latinoamérica—, tro: a partir de unas cuantas voces y unos efectos no pude menos que sonreír: me encantó su osadía, especiales hay que imaginarlo todo: las fisonomías, pues suele pensarse que alguien que se mueve en los escenarios, los gestos. Más tarde, ya en Bogotá, las aguas bastante ortodoxas de oía radionovelas en casa de mi la academia, o que escribe poeabuela. En muchos hogares las mas y novelas, no está interesado tardes estaban llenas de ellas: en ese tipo de creaciones. Mis las oían las madres, las tías, las vacilaciones fueron brevísimas. cocineras. Me encantaban sus En realidad mi único temor era enredos, sus truculencias. Y los que no tuviera una historia sufiefectos especiales: el carro que cientemente interesante, pues la frena con un chirrido antes de propuesta era muy concreta: el atropellar a una persona, los tema debía ser la violencia. pasos misteriosos de alguien subiendo las escaleras, el silbido ¿Por qué acepté? del viento sugiriendo una noche En primer lugar, por tratarse aterradora. de Radio Nederland, una radio La radio comercial colombiacultural conocidísima entre nosona, en principio dedicada casi tros, con una labor de divulgación exclusivamente a las cuñas raadmirable. diales, descubrió muy pronto, En segundo lugar, por una allá por los años 20, que las naconvicción artística: creo, con Piedad Bonnett. rraciones y las dramatizaciones Jesús Martín Barbero (que cita lograban gran audiencia. En las al respecto a unos investigadores décadas del 40 y 50 viven su gran auge las radionoitalianos), que “un género es ante todo una estravelas en toda Latinoamérica. Una de las primeras y tegia de comunicabilidad”. Y que un escritor es almás populares fue Ave sin nido. Otra, tal vez la de guien que no se acomoda (en un género, por ejemmayor recordación entre la gente mayor, El derecho plo), sino que trabaja con todas las posibilidades de nacer, que empezó a emitirse en 1948. A mí me del lenguaje, corriendo riesgos y experimentando. tocaron ya las de los años 60, cuando el género Y, en último término, acepté por nostalgia per- no tenía el mismo auge, pero no había sido, sin sonal. Pertenezco a una generación que disfrutó la embargo, derrotado por la fuerza de la televisión. radio en la infancia y la adolescencia. En el pueblo El trasfondo de la radionovela —y también, por en que nací, los radios se encendían a las cinco supuesto, de la telenovela— es el melodrama. En sus orígenes, que son aristocráticos, el melodrama fue un espectáculo musical con ingredientes lite* Nació en 1951 en Amalfi (Antioquia). Licenciada en Filorarios, que explotaba la dramatización de historias sofía y Letras de la Universidad de los Andes. Autora de una extensa obra dramática y literaria, es profesora de literatura sentimentales llenas de conflictos. Opacado por en la Facultad de Artes y Humanidades de de la Universidad la ópera, género más espectacular y complejo, el de los Andes.

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melodrama decae. Pero su espíritu va a pervivir en el folletín, novela por entregas de recepción masiva (resultaba muy barato acceder a ella) que se encarga de entretener al grueso público con dramas sentimentales de mucha acción, suspenso y efectos premeditados. No es lo mismo el folletín que la novela por entregas, pero los emparienta una cosa: que fueron publicados por diarios que querían aumentar su tiraje —y lo lograron— con historias fascinantes, que eran sacadas a la luz poco a poco, manteniendo en ascuas a los lectores. Grandes folletineros fueron Alejandro Dumas, con Los tres mosqueteros, Eugène Sue con Los misterios de París, y Salgari con Sandokán, pero también Balzac, Stevenson, Dickens y Dostoievski, entre muchos otros, publicaron sus novelas por entregas. El folletín hizo algunos aportes, sobre todo en los primeros tiempos: puso al alcance de un gran número de personas la literatura, que antes era de circulación más restringida. Y describió la vida de las clases más populares, planteando sus problemas, su subordinación a los poderosos, los conflictos sociales de su momento. Sin embargo, el nivel literario del folletín, en su gran mayoría, es muy precario: en aras de la trama, la acción y el suspenso, sacrifica la complejidad, y trabaja con personajes planos, unidimensionales, sin hondura sicológica de ninguna clase, y más bien atrapados en su condición de estereotipos. Vemos, entonces, el campesino, por lo general idealizado, la niña buena (que además es bella), la mujer intrigante y malvada, el gamonal, el niño rico y pretencioso, el vividor, el celoso, y así otros, en sucesión infinita. Aparecen en escena más como representantes de formas de vida o categorías sociales que como individuos llenos de aristas, con dudas e incertidumbres. Los grises no suelen existir en el folletín. Solo el blanco y el negro. Pero lo más grave —siendo grave— no es eso. Sino lo que señalan muy acertadamente dos investigadores antioqueños, Federico Medina Cano y Marta Inés Montoya Ferrer: “El folletín sella el orden existente, universaliza sus valores, naturaliza sus conflictos y desalienta cualquier tipo de reflexión o de gesto contestatario”1. La moral del texto melodramático en sus distintos formatos (novela, radionovela y telenovela incluidas) es la del statu quo: valida un orden jerárquico, y, como anota Jesús Martín Barbero, Medina Cano, Federico y Montoya Ferrer Marta Inés. Telenovela: el milagro del amor, Medellín: Pontificia Universidad Bolivariana, 1989. 1

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Estudio 4 de Radio Nederland.

trabaja sobre los “endoxa”, es decir, sobre las creencias y supuestos de la mayoría de la gente. Algunos de ellos podrían ser: el dinero pervierte, los ricos son mezquinos y los pobres no, las mujeres nacieron para la maternidad, los campesinos son seres ingenuos, etc. Las grandes amenazas del melodrama son, pues, por una parte, el lugar común, y por otra su conservadurismo, su propensión a hacer del género un perpetuador de viejos órdenes, eludiendo todo elemento crítico, y todo aliento contestatario o subversivo. Pero además, a nivel de la trama, lo que predomina es un sentimentalismo desbordado, que pareciera predicar siempre aquello de que “el corazón tiene razones que la razón no comprende”. Nada suele haber de novedoso en lo propuesto. Y las situaciones se repiten de forma muy parecida una y otra vez, pues, como han dicho los estudiosos, el melodrama hace de la reiteración su técnica fundamental. Si bien el uso del melodrama, tal como se da en la práctica, suele producir engendros de enorme mediocridad, no hay razón para usar el término únicamente en sentido peyorativo. Muchas de las grandes novelas clásicas tienen un transfondo melodramático, sin que esto menoscabe su calidad. Alejo Carpentier, el narrador cubano, en conferencia dictada en la Universidad de Yale, dice que hay ciertos elementos que el novelista latinoamericano —lejano a la asepsia de la novela europea e inmerso en un clima de violencia— debiera aceptar, por tratarse de ingredientes de la vida cotidiana: el melodrama, el maniqueísmo, y el compromiso político. “¿Cómo —dice— situado en una realidad que ha dejado muy atrás, en horror y truculencia, las aventuras de “Fantomas” y los envenenamientos

en serie del Conde de Montecristo, va el novelista Amable— muy “picaditos, tipo ping pong”. Nada de actual a sustraerse del hábito del melodrama que disertaciones tipo Dostoievsky o Milan Kundera. lo envuelve? ¿Temor a lo excesivo, a lo sangriento, Nada de monólogos hamletianos. a lo tremebundo? En los doce capítulos de que consta la radionovela, mis grandes retos fueron: Y añade: •Dramatizar la violencia —universal o latinoa“No busquemos deliberadamente el melodrama, pero no lo esquivemos tampoco. América Latina mericana— sin ubicar la historia en un país concreto. Hablé de violencia intrafamiliar, de violencia está llena de trágicos melodramas cotidianos”2. Cuando acepté escribir la radionovela para de género, de subversión, de persecución sindical, Radio Nederland supe que se trataba de aprender de maltratos del Estado, y de la violencia que está sobre el tema. En primer lugar, el género poco implícita en toda pobreza extrema. •Lograr un vocabulario libre de modismos tiene que ver con el teatro, aunque comparta con él la estructura dialogada. El teatro, tal como lo locales, sin caer en un lenguaje plano o neutro, entiendo yo, nace de una convención (parafrasean- desconectado de la riqueza del habla. do a Borges, en él unos fingen ser otros mientras •Crear personajes de carne y hueso, ni buenos otros fingen creer en la existencia de esos otros). El ni malos, con personalidades características, acartificio que lo caracteriza tuaciones impredecibles, y no riñe con la verosimilia veces agujeros oscuros en tud que lo debe acompasu comportamiento. ñar. Para representar una •Manejar varias histobatalla, tal como lo dice rias entrelazadas, persiShakespeare, basta poner guiendo un equilibrio. dos guerreros en escena. •Conseguir un ritmo, Los distintos escenarios una tensión, una identifipueden coexistir, y en el cación relativa con los permundo moderno se elude sonajes y las situaciones. la representación realista •Evitar moralejas y de estos. Uno o dos elediscursos didácticos. En mentos pueden servir para cambio, propiciar enfrendefinirlos. La temporalidad tamientos dialécticos, que también puede tener algo Piedad Bonnett con los escritores Juan Manuel hagan reflexionar sobre Roca y Juan Diego Mejía. de ilusorio. En fin, lo oníaspectos políticos y sociales rico, lo poético, lo absurdo, de la realidad latinoamericana. no riñen con el arte teatral. •Movilizar a los personajes en un territorio de Las virtudes de la radionovela nacen, como en el teatro, de sus limitaciones. Solo contamos con dilemas complejos, haciendo de la ambigüedad voces, música, efectos de sonido. Nada más. Ni una riqueza. nada menos. Amable Rosario, el director de las pro•Combinar lo grave con lo leve, sin caer en la ducciones en Costa Rica, me dio unas claves que trivialidad. fueron importantísimas: mientras en el radioteatro Y sin duda muchos otros, que ahora olvido. cada capítulo es una historia en sí misma, en la No fue, en absoluto, una tarea fácil. Fueron radionovela prima la sensación de continuidad, cinco meses de arduo trabajo, compensados por de modo que hay una especie de crescendo de la gran acopio de experiencia y aprendizaje. acción, que se va enredando cada vez más hacia Sin embargo, no olvido que mi aporte es apenas el final. Las escenas deben ser muy cortas, de un máximo de cuatro minutos, y llevar incluido un parte de un todo. Mi texto ha sido modelado por las “gancho” que atrape la atención del oyente, por- voces de los actores, por los énfasis del director, que, a diferencia del televidente, se distrae muy por los apoyos musicales y de sonido. Si el novefácil. Y los diálogos deben ser —en palabras de lista es un dios omnipotente, el dramaturgo y el guionista tiene que ser, ante todo, un ser humilde, que se reconocerá apenas parcialmente en lo que 2 Carpentier, Alejo. “La novela latinoamericana en vísperas oiga, porque en la puesta en escena muchas cosas de un nuevo siglo”. En La novela latinoamericana en vísperas nuevas le serán reveladas. de un nuevo siglo y otros ensayos. México: Siglo XXI Editores, 1981: 7-32.

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De cómo llegue a escribir Déborah Kruel

Ramón Illán Bacca El poeta y escritor, ya desaparecido, Jorge García Usta me preguntó alguna vez cuáles serían los elementos a considerar en la génesis de la producción literaria de un escritor que se había quedado viviendo en la Costa. La respuesta se diluyó porque los dulces árabes que en ese momento degustábamos nos hicieron cambiar de conversación, y por último reconocí que mi paladar no tenía tradición árabe, pero sí mora, como todos los hijos de la conquista.

destacaba, blanca lechosa y de un bucle y otro y otro en ascenso, la bautizaron “Mar de leva”. Por eso cuando apareció aquella muchacha, que leía revistas gringas y que salía en bata de baño dos cuadras antes de la playa, pasaba frente al palacio episcopal y se daba largos baños de mar y de sol bronceándose, la ciudad no soportó la trasgresión. La bautizaron “Diablito frito”, “Brudubudura” (por una crema bronceadora) y una silbatina la acompañaba a su paso.

Después cavilando he pensado si el nacer frente a una bahía prodigiosa, la de Santa Marta, me condicionó. En realidad me siento un escritor sin connotaciones locales que escribe en español, pero los temas, no lo niego, son reiterativos y los espacios geográficos donde se desenvuelven son en la Costa Caribe colombiana.

Una digresión no necesaria pero que quiero hacer. Cuando me presentaron en enero de 2006 a García Márquez y le dijeron que yo era la persona que había escrito un artículo titulado “De cómo no he llegado a conocer a García Márquez”, me contestó un: “Pues ya te jodiste”, y poco después en el transcurso de las pocas palabras que cruzamos agregó: “Yo conocí a Diablito frito”.

“El mar, el mar, sin cesar empezando”, dijo Paul Valéry. Sin embargo, era un tanto sorprendente para mis ojos infantiles que el baño de mar fuera tan restringido. Las mujeres de la familia ni la de ninguno de mis amigos se bañaban conmigo en el mar. Más aún, el sol y el mar eran los enemigos naturales de algo muy alabado por los poetas y muy considerado por todos: la belleza alabastrina. “Sé blanca y sé triste / lo demás no importa/”, decía el poeta Barreneche, una gloria local, en las coronaciones de las reinas cívicas. Fieles a ese mandato, las muchachas de clase media y alta no se dejaban ver sino a partir de las cinco de las tarde en el camellón portando sombrillas. Con los brazos entrelazados cantaban Vereda tropical mientras lanzaban miradas coquetas a los contertulios del Park Hotel. Algunas usaban aquellos peinados de ondas ascendentes en el cabello. A la que más se 78

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RIB

He escrito sobre la guerra submarina en el Caribe con frecuencia, pues es algo que llenó mi infancia. El primer indicio, para mí, de la guerra fue un dirigible (los mayores todavía lo llamaban zepelín) que sobrevoló la bahía de Santa Marta en una tarde gris, como todas las tardes de la guerra. Los que lo vieron lanzaron conjeturas. “Sale del canal de Panamá y llega al cabo de la Vela para avistar a los submarinos nazis”, dijo, en forma sentenciosa, mi tío Nicolás, quien había hecho unos estudios en Lovaina de algo, que nunca se aclaró del todo, pero que con su indiscutible maestría en bailar tango, danzón y foxtrot, lo hacía ser una persona muy escuchada. Después, las emisiones de la BBC de Londres, con los tres toques de la quinta sinfonía de Beethoven “La llamada del destino” y con un inmenso radio dando noticias, condicionaron la infancia de mi generación. ¿Por qué no hay manzanas? ¿Por qué no hay uvas pasas? ¿Por qué no me compran un velocípedo? Y la respuesta siempre era: “Por la guerra, hijo, por la guerra”. Una noche, y mientras se representaba La toma de Granada, una obra teatral de Antonio Álvarez Lleras, en el Colegio de la Presentación, se oyó un ruido de un avión que pasaba volando bajito sobre el patio. Alguien gritó: “Es un avión alemán”. Hubo una estampida general y el castillo de cartón se cayó antes de ser tomado por los Reyes Católicos y la reina Isabel. Cayó en las piernas del obispo, y este, famoso por su mal genio, gritó: “María Poussepin, no llegarás a ser santa”. Desconozco si se ha cumplido su afirmación. Otra vez, mi tío Nicolás fue el oráculo, pues afirmó que el radio de acción de un Messerschmitt no daba para atravesar el océano. Muchos años después, en mi cuento “La apoteosis de Marí Puspán”, publicado en el libro Marihuana para Göring, recreo este episodio, que posteriormente pasó a ser un capítulo de Déborah Kruel. Fue muy comentado en las sobremesas de mi casa el hundimiento de un submarino alemán por uno de nuestros barcos de guerra. El submarino dejó una estela de aceite, demostración irrefutable de que estaba hundido. “Brillante victoria de la marina colombiana, hundido un submarino nazi por el ARC Caldas en el mar Caribe”, decía El Tiempo el viernes 21 de marzo de 1944. Posteriormente, nuestros marinos hicieron una entrada triunfal a la plaza principal de Cartagena. Los datos están recreados en el libro “Colombia nazi” de Silva Galvis y Alberto Donadio. Sin embargo, en algún recorte de periódico, con fecha septiembre 13 de 1984, el prominente historiador naval alemán

Jürgen Rohher señalaba que el último submarino alemán que operó en el Caribe lo hizo a finales del 43 y a principios del 44, lo que da paso a múltiples dudas sobre nuestra hazaña marina. Pero yo prefiero creerle al tío Nicolás y no al historiador Rohher. Además, según el escritor Carlos Flores, el Caldas era un barco inglés que alguna vez había pertenecido a la armada de Portugal y vendido después a nuestro país. Por eso las instrucciones para el lanzamiento de las bombas de profundidad estaban en portugués. Doble hazaña de nuestros marineros. Todo este Caribe secreto pareció terminarse cuando los gringos de la ‘Yunai’, las mujeres belgas con sus maridos colombianos, un judío alemán o polaco que portaba una bandera de la “Unión Soviética” —pues él solo constituía el comité de ayuda a la “URSS”— más una multitud heterogénea, desfilaron por el camellón celebrando ruidosamente el fin de la guerra. Por los parlantes se transmitía el porro del momento: 79

Ya la guerra se acabó ya por fin llegó la paz ya el Japón se rindió con dos bombas nada más… El Caribe volvía a tornarse en un mar para comerciar y bañarse y para que los jóvenes que fumaban marihuana, traída de la Sierra Nevada, fueran a sentarse a la playa y mirar hacia el norte, pues allá estaba: “La Habana, hermano, La Habana…”

la

inFluencia cubana

Durante mi adolescencia, en los años cincuenta, iba a la peluquería de Paco, el cubano, donde se encontraban rimeros de revistas cubanas: Bohemia, Carteles y Vanidades. La revista Cromos solo circulaba en las peluquerías del interior del país. Las radiodifusoras de La Habana eran las escuchadas, los dichos cubanos eran los que circulaban. Sus grandes orquestas eran las que nos visitaban, sus radionovelas eran las escuchadas, como El derecho de nacer y la serie de Chang Li Po, el detective chino radicado en La Habana que decía en su tema musical los siguientes versos: Chang Li Po, Chang Li Po por una linda cubana en La Habana se quedó Chang Li Po, Chang Li Po. La moda incluía, en los estratos populares, el tacón cubano; y la guayabera con corbatín era frecuente en los estratos medios y altos. Todo establecía un agudo contraste con el mundo andino. La presencia cubana en esos años cincuenta es un punto que no ha sido estudiado detenidamente y que indica que en este litoral, lo que teníamos claro es que éramos del mismo mar. Pero adonde va esta crónica nostálgica es a esa nueva visión de la guerra que nos daban las revistas cubanas, en las que las memorias de los espías Aliados y los del Eje constituían parte esencial de su popularidad. El Caribe aparecía como un lago donde las tripulaciones de submarinos nazis desembarcaban en las playas alejadas (entre nosotros la Guajira) y comerciaban combustible y provisiones con los contrabandistas locales. Años después y al escribir Débo80

rah Kruel —que, insisto, es una novela calificada como de espionaje, pero que es en realidad un cotilleo samario con el telón de fondo de la segunda guerra mundial— solicité a Eduardo Posada Carbó, que estudiaba historia en Oxford, que me enviara material sobre esa guerra submarina y secreta que se dio en el Caribe. Me lo envió dos años después de mi petición cuando ya había terminado la novela, y la parte fuerte de espionaje la titulé “La operación pelícano”, en la que me agarré a un dato suelto de Carteles, en la que hablaba muy someramente de los aviones alemanes que debían sobrevolar y bombardear el dique de Gatún y así poner fuera de servicio el canal de Panamá. Aún así, y ya terminada la novela, me interesó el escrito que me había enviado Posada y que era un informe al departamento de Estado hecho por el vicecónsul norteamericano Terry B. Sanders, que había sido comisionado en 1941 para que diera un vistazo por la Guajira. A pesar de su prosa árida, lo que se nos revela es la complicidad de algunos políticos y gamonales con los embarques de provisiones a los Nazis. Es interesante ver cómo los militares reputados como pro-nazis, después ocuparon altos cargos en los gobiernos posteriores y uno de los comandantes de un puesto perdido en la Alta Guajira, el coronel Forero, promovió después en 1957 un golpe de Estado fallido. De este coronel, teniente para esa época, el informe dice que una de las pruebas de su nazismo era su pluma fuente con una esvástica. El documento clasificaba las simpatías nazis o pro-británicas de los funcionarios, pero a veces el cónsul perdía la contención de su prosa oficial y se desbocaba contando las situaciones de suspenso en las calles solitarias de Riohacha, donde él veía, tras las esquinas, espías y contraespías como en cualquier película de la época. En estas series de indagaciones, en una ida a Riohacha, oí a los vecinos de larga memoria cómo, en junio de 1942, se había dado el hundimiento de un mercante americano por los submarinos nazis que lo acosaban como lobos feroces: por algo se llamaban los lobos de mar. El capitán de la policía, en la única medida a su alcance, ordenó apagar todas las luces, o sea, los pocos bombillos somnolientos, las lámparas “Primus” de

gasolina, las velas encendidas de las habitaciones y los cirios de la iglesia. Al día siguiente, se apresó a los alemanes Eikoff y Malher, dueños de un almacén de miscelánea con su fuerte en clavos y cemento. Se les deportó y se incautaron los bienes. Se afirmó que el juego de luces era la señal para que los submarinos entraran en acción. “¿Cuáles luces?, si desde que llegamos no hemos vivido sino en un solo apagón”, era la respuesta perpleja de los acusados. Los Eikoff eran la bestia negra del vicecónsul norteamericano, que los acusaba de enviar ganado robado a los Estados Unidos. En su informe número 2, el norteamericano está cada vez más furioso, porque en la aduana se pone la simple frase: “Destino de las mercancías: Altamar”. (“Así no se puede”, se le escapa en algún momento en el informe). Este escrito me confirmó que, en mí capítulo, “no se me había ido la mano” como se dice coloquialmente. También tuve que parar los caballos porque tal como iban las cosas terminaría escribiendo algo así como “Los capítulos que se me olvidaron en Déborah Kruel” o un “diario de la novela”, pues cuando no escribo las cosas, escribo por qué no lo hice. A veces son más largos esos textos que la idea primitiva. Mientras pensaba en escribir esa novela con un Caribe de espías —obra de la que hablé durante veinte años antes de escribir la primera sílaba—, el cine y sus mujeres misteriosas, “las vampiresas” nuestras, me surtieron de imágenes para configurar la Déborah espía que pugnaba por salir. Las motivaciones incomprensibles del eterno femenino de pronto se me revelaban en una frase. En la película española Una mujer cualquiera…, con María Félix, al ser preguntada: “¿Por qué te fuiste con él si sabías que iba a traicionarte?”, ella contesta, mientras alza la ceja, y dice con su voz ronca: “Tú no puedes saber… son cosas de mujer…”

Esta fue una de las setecientas películas mejicanas que vi en Fonseca, durante los dos años en que estuve como juez promiscuo municipal. Es obvio que las fuentes para escribir Déborah Kruel fueron, los folletos de espionaje de las revistas cubanas, dramones mexicanos, las canciones de moda y el cotorreo parroquial, todo con un fondo de mar Caribe. Decidí que escribiría esa novela y que me informaría bastante. Leí mucho y hubo un momento en que estaba sobresaturado de información. Me pregunté: “¿Pero por qué estoy zambullido en la segunda guerra mundial si lo que tengo que escribir es simplemente de mi infancia samaria, con la guerra como telón de fondo?”

la

improbable

déborah

Se puede decir que la novela fue como un barco a punto de naufragar ante tantos escollos. A pesar de los muchos sobresaltos y la inseguridad que me producían, decidí escribirla. Le mezclé diligencias judiciales —porque aún era abogado en ejercicio—, frases de alguna lectura porque siempre apuntaba algo que me había llamado la atención, que había oído algo en la calle, algún dato histórico interesante, un pequeño apunte, alguna joya preciosa de alguna crónica que me había gustado y de la que yo hablaba con frecuencia. Sin embargo, pasaba el tiempo y no escribía una sílaba, aunque en todas mis libretas encontraba apuntes como éste: “¡Ojo, leer a Isis sin velo para idear a la pitonisa!” Esta situación siguió así hasta que un día me dijo Roberto Montes Mathieu: “Tu novela no se va a llamar Déborah Kruel sino La Improbable Déborah”. Me dolió el comentario, pero tenía razón porque teniendo todo para hacer la historia, no me decidía. Me pasaba lo mismo que con algunas películas que se anuncian en los cines de Barranquilla: dan cortos y avances pero se demoran hasta un año para llegar a exhibirse. Escribía cuentos y artículos que vislumbraban un tema más amplio, con mayor respiración, pero

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la novela no llegaba. En cierto momento estuve completamente enredado. Como quería hacer una novela con fondo histórico, pasaba horas en las hemerotecas indagando para sacar algún pequeño dato desechable, como las máquinas que remueven toneladas de tierra para sacar una pepita dorada. Ahí es cuando se comprueban las desventajas comparativas del que investiga en Barranquilla: no había una buena hemeroteca, ni un archivo fílmico bueno, ni una buena colección de fotografías. Ahora hay una leve mejoría. Con la inmensa desventaja de no tener mucho en dónde buscar, en ese año del 85 me puse a escarbar y encontré algunos datos para el caso Mamatoco y sobre el hundimiento de un barco alemán en las costas de la Guajira. De pronto, y por casualidad, leí en El Tiempo una nota que se llamaba “Datos históricos” sobre los alemanes en Colombia, y ahí estaba todo lo que me había costado tantos meses de rastreo. La publicaron en un dominical cualquiera sin hacer alarde porque esos datos los tenían a la mano. Nunca me faltaron sobresaltos. Estuve durante semanas cortejando a una vieja alemana neurótica e hipersensible, con el fin de sacarle alguna información. Mantuve la diplomacia con ella para lograr mi objetivo, pero cuando estaba cerca del tesoro, me decía: “Puedo mostrarle unas fotos que le van a interesar pero no sé si debo dárselas, vuelva el próximo sábado”. Cuando estaba ya en un estado de felicidad y ansiedad, esperando que la mujer cediera finalmente, sale el libro titulado “Colombia Nazi”, escrito por Silvia Galvis y Alberto Donadio, donde estaban todas las fotos de los nazis en Barranquilla y la información pertinente. Todo lo que la señora me iba a decir ya estaba publicado. El asunto fue que, por un instante, me sentí ahogado y me dije: “¿Ahora qué hago?” En esos días llegó el escritor R.H. Moreno Durán a Barranquilla y me dijo: “Me ha dicho Germán (Vargas Cantillo) que estás escribiendo una novela sobre los alemanes en el Caribe, pero sucede que ya Sergio Pitol [un escritor mejicano] escribió El desfile del amor, que trata sobre el mismo caso, la guerra en el Caribe”. La nueva preocupación ahora, además del desánimo que me trajo, fue cómo conseguirme la novela de Pitol para ver de qué se 82

trataba. Al fin, Germán Vargas, que era un buen amigo, llegó de un viaje y me trajo El desfile del amor. Lo leí con avidez, pero afortunadamente no tenía nada que ver con lo que yo estaba haciendo. Lo que ocurre en Ciudad de México y lo que ocurre en nuestra Costa Caribe son diferentes, pues en dos sociedades tan distintas, un mismo hecho produce resultados igualmente distintos. Cuando al fin terminé la novela, el sobresalto llegó de donde menos lo esperaba. Se la entregué a un amigo que me dijo: “Tienes que pasarla en computadora”. En esa época la computadora era una novedad, estoy hablando del 87. Este amigo tuvo la novela un mes en su poder y no me la pasó. Después nadie sabía dónde estaba el mamotreto, dónde estaba la novela. Allí trabajaban como tres o cuatro personas y nadie sabía de nada, todo el mundo le echaba la culpa al otro. Al fin por un milagro y después de dos semanas apareció dentro de un fólder que iban a botar. La rescaté y se la entregué a una secretaria de nombre Colombia. Le dije: “Hazme el favor, te voy a pagar, pásame esta novela”. Cuando estaba por la mitad me la devolvió y me dijo: “No voy a perder más el tiempo, págueme los once mil pesos que me debe y le entrego esto”. Entonces cogí la novela y se la di a un par de amigas y les pedí el favor de que me la pasaran. Cuando me la entregaron empecé a revisarla y encontré que un personaje que en la primera parte se llamaba Colombia, en la segunda parte se llamaba Francia Travecedo. Fui adonde Colombia y le pregunté: “Cuando tú me transcribiste esto, ¿qué pasó?” Me respondió: “Es que usted está empleando el nombre de Colombia para uno de sus personajes y yo no tengo ningún interés en que salga mi nombre en su novela”. Quedé mudo. Lo malo es que alguna gente de mi generación está leyendo la novela como si tuviera claves y se la pasan buscando parecidos todo el tiempo. Así, me encontré con un médico en Barranquilla y me dijo: “Pero esa Mona Navarro en realidad es Raquelita Pereira”. “Pero, ¿quién es esa Raquelita?”, pregunté. “Esa que tengo aquí (y me mostró una foto), tú te inspiraste en ella”. “Lo siento —le dije— pero yo no conozco a Raquelita, no me pude inspirar en ella”. Afortunadamente, he encontrado que la gente que la lee en el Interior del país o mis alumnos

me esté pasando esto?” Hasta que reconocí en un transeúnte al gerente de Plaza y Janés que iba para el hotel, corrí y me presenté. Me dijo: “Creíamos que usted no venía. Usted tiene una reserva en este hotel”. Regresé, me bañé en la tina, bajé oloroso a agua de colonia y optimista a observar los resultados. Entonces empezaron a anunciarlos. Era por puntos y salí de cuarto. “Bueno, no está mal”, me dije. Después salió la tercera escogida. Era una novela que se llamaba Ily Imy Iwy. El título me pareció horrendo. que la leen en Barranquilla, que tienen 18 años y ningún referente al respecto, lo hacen como debe leerse y les gusta o no les gusta, sin buscar su correspondencia con personas reales.

un

concurso bizarro

Después de tantas dificultades, mandé Débora Kruel a un concurso de Plaza y Janés. Tenía ciertas correcciones: había tenido que tachar y poner en lápiz el otro nombre y eso es malísimo porque si hay algo que los jurados detestan es que les hagan correcciones encima de los textos que les mandan. Lo sé porque yo también he sido jurado. Como al mes después de haberla mandado al concurso, cuando ya iban a dar el fallo, no tenía muchas ilusiones. De pronto me enviaron un telegrama que decía: “Sírvase reclamar el pasaje para que venga a Bogotá”. Me dije: “Si me envían el pasaje es que mínimo estoy de finalista”. Cuando llegué a Bogotá, se me había olvidado exactamente adónde era que tenía que ir, y llegué a Plaza y Janés. Allí me dijeron: “No, señor, no es aquí la ceremonia sino en el hotel Hilton”. Corrí con mi maleta hasta el Hilton, nadie me dio razón. Me preguntaba: “¿Qué hago en Bogotá con tan poca plata? ¿Qué voy a hacer?” Desesperado llamé a algunos amigos a ver quién me daba alojamiento, nadie respondía. Me decía: “¿Cómo es posible que

El asunto era que el título estaba en inglés y significaba I love you, I miss you, I wish you. Después tuvieron que cambiar el título por el anodino de Esposa o Amante. Es una novela al parecer poco leída. Cuando le entregaron el cheque del premio, la autora se levantó y empezó a dar los agradecimientos: “Agradezco porque ésta es la primera vez que una mujer se hace presente en la novela colombiana...” Al lado mío estaba Lucy Barco de Valderrama, que se había ganado diez años antes, con la novela titulada “La picúa cebá”, el premio “Esso” de novela. Doña Lucy se iba a levantar a protestar y a señalar que la otra no era la primera mujer premiada en concursos de novela, sino que había sido ella, pero los familiares no la dejaron. Yo estaba divertidísimo y disfruté el momento. El segundo premio fue para una novela que se llamaba Largo ha sido este día, de un poeta natural de Ciénaga, José Manuel Crespo, que vive en Bogotá, y el primer premio fue para Tomás González con Para antes del olvido. Esa novela sí me gustó. Pero creo que Déborah Kruel merecía mejor suerte en ese concurso. Después con el paso del tiempo esta novela caminó sola, con buena crítica y malas ventas. Parece que llegará ser “una novela de estimación” (una mala traducción de la frase en francés), algo es algo.

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Tres cuentos breves Álvaro J. Ramos Q.*

ruinas

arTiFiciales

—¡Ruinas artificiales! ¿Usted lo que quiere que le construyamos es una casa que esté en ruinas desde nueva? —Sí, y quiero que sea exactamente igual a las ruinas de esta casa francesa del siglo XVIII que ustedes ven en esta fotografía; yo les suministraré más fotos y todos los datos que necesiten, yo me la se de memoria, es mi pasión, soy historiador. Los arquitectos estudiaron muchas ruinas y al fin le construyeron la nueva-vieja casa; con los muros mordidos por el viento, masticados por la hiedra y digeridos por las lluvias. Los pisos limados por pisadas que nunca pasaron por allí, puertas desvencijadas y chirriantes, pero todo dentro de una gran dignidad. Salió más cara que si la hubieran construido moderna o posmoderna, y quedó elegantemente aterradora con sótanos oscuros y húmedos esperando las fáciles telarañas naturales y la completa gama de sabandijas. El mobiliario fue maravilloso: sillas que cojean, telas raídas, manijas desgastadas y pomos que se quedan en la mano. La inauguración fue espectacular, y en ella los invitados terminaron de destruir aún más los enseres y las paredes, ya de por sí endebles. El historiador estaba feliz con su vieja-nueva casa y pensó que era cuestión de meses acostumbrarse y sentirse a sus anchas, pero no, algo hacía falta, algo intangible pero que tienen todas las verdaderas ruinas: Espíritu, podríamos decir; una verdadera ruina habla de las innumerables cosas que allí han pasado, de la personalidad de sus habitantes ya muertos. Esta casa era una historia sin historia. * Nació en Cartagena, 1947. Arquitecto de la Universidad del Atlántico; profesor jubilado de la misma institución. Asiduo colaborador del suplemento dominical del Diario del Caribe, sus cuentos han sido publicados en diversas antologías.

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Huellas 88 y 89. Uninorte. Barranquilla pp. 84-85. 04/MMXI - 08/MMXI. ISSN 0120-2537

Nuestro historiador decidió contratar a varios espiritistas reconocidos, para ver si podían poblarle su casa de vibraciones de recuerdos artificiales. Uno de ellos tuvo éxito, invocó espíritus de diversas épocas, que encantados y presurosos se instalaron en todos los rincones de la casa. Al principio era interesante percibir esas presencias del tiempo; pero: o se le fue la mano al espiritista, o los espíritus que llegaron primero fueron trayendo a los otros. El caso fue que la mansión se convirtió en una algarabía espectral que no coincidía exactamente con el espíritu de la arquitectura, porque la mayoría de los fantasmas no eran ni franceses, ni del siglo XVIII, sino árabes del siglo XII y por lo tanto las ruinas evocaban una época y una nacionalidad que no deberían evocar. Estando uno asomado a una ventana francesa, tenía más bien la sensación de encontrarse en un minarete, y un silbido impreciso, tal vez un golpe de viento, hacía recordar el lamento del muecín llamando a la oración junto a vastos arenales reverberando bajo el sol. En suma, una alteración de las estructuras de la historia y de la muerte. Hoy nadie puede vivir allí, el Profesor se mudó a un apartamentico en el centro. La casa ahora sí que está abandonada, pero por la vida, porque es muy pintoresca, tal vez porque los espíritus hacen esfuerzos ultrahumanos para no ser desalojados de su palacio. Se está abogando para que la declaren patrimonio nacional. Ni los ladrones se atreven a entrar, algunos que lo han hecho han sido encontrados muertos (tal vez de miedo, porque no presentaban señales de violencia). Solo viven allí un par de perros callejeros que los espíritus probablemente aceptaron adoptar. El Profesor pensó poseer un pedazo de historia, pero ahora es la ciudad la que posee un pedazo de misterio, y el misterio posee un pedazo de la ciudad. (Para “Teorías y Testamentos”, marzo 31, 1987)

emmanuel Siempre he sido un hombre muy metódico, y durante los 38 años que he trabajado de escribiente en el juzgado no he fallado un solo día, ni tampoco he llegado tarde ni salido más temprano jamás. Había pensado, bueno, a mis 62 años ya cumplidos, es normal que vaya perdiendo un poco la memoria. Tenía todavía agua helada en la jarra en el refrigerador... ahora está vacía... ¿en qué momento me la habré tomado?... estoy seguro, o casi, de haber puesto las aspirinas en el baño, y las encuentro a menudo sobre la mesa del comedor. Vivo totalmente solo y hago mi propia limpieza los fines de semana, pero no sé si ya la edad me cansa, pero siento como si hubiera más polvo y más mugre en el piso que antaño. Ayer cumplió años mi jefe, el Dr. Peña, el juez nuevo (más joven que yo, apenas 40) y decidió cerrar la oficina media hora antes de las 6:00 p.m., nos dio salida más temprano. Cuando llegué a mi apartamento casi pego un grito... la puerta estaba entreabierta, oí ruidos, por precaución toqué el timbre para ver qué pasaba, y salió un señor muy tranquilamente a decirme: —A sus órdenes, en qué puedo servirle. Conteniéndome le dije: —¿Quién es Ud. y qué hace aquí?... Esta casa no es suya. Y me ha contestado con toda tranquilidad: —Lo sé, aquí vive un señor que sale y llega siempre a horas muy precisas, yo no tengo sino un cuartito miserable en donde vivir, trabajo de celador por las noches en una fábrica, me pareció

encuenTro

bien habitar este apartamento tan cómodo durante las horas que el dueño no estuviera aquí, no robo nada, todo se lo dejo cada día tal como lo encontré, solo habito, oigo música (no puedo en mi cuarto), me baño y traigo mis propios jabones y toallas, veo algo de televisión (que tampoco tengo en mi cuarto), y leo los libros de su maravillosa biblioteca. Una tarde, hace tiempo, el señor dejó olvidada la llave puesta en la cerradura porque estaba aturdido con lo del incendio en la planta baja, yo la tomé, hice una copia y la volví a poner en su sitio, él la descubrió al día siguiente, y pensaría: “¡Dios mío, gracias que nadie abrió durante la noche!” Como ve Ud., no le estoy haciendo daño a nadie, tengo tres años de vivir aquí, a veces hasta le limpio las ventanas, solo un poco para que no vaya a sospechar. Ahora, si Ud. gusta dejarle algún recado escrito y pasado por debajo de la puerta, yo le doy lápiz y papel... yo he recibido cartas para él otras veces y se las dejo como si hubieran sido deslizadas por debajo de la puerta. O, si Ud. quiere, yo mismo le escribo la esquela diciéndole que desea hablarle el señor del apartamento 418. En ese momento fue cuando caí en cuenta de que yo estaba parado a la puerta del 318, que es exactamente igual al mío, pero un piso debajo. Sin embargo, quedé muy inquieto pensando que el señor del 318 se parecía tanto a mí... y que verdaderamente me estoy volviendo muy distraído... pensar que confundí su piso con el mío... ya tres pisos me cansan como si fueran cuatro. Para la serie “Teorías y testamentos”, Barranquilla, sept. 1984.

anTropológico

Para Adelita Según el mito de los indígenas Tururús, que ya se extinguieron en las selvas amazónicas: “En un principio Dios era todo y uno, pero se sintió solo, entonces decidió cortarse un pedacito de sí mismo y declararlo: ‘otro’ o universo. Ahora se entretiene y se burla viendo todas las evoluciones, destrucciones y absurdas direcciones que toma esa parte que ya no es suya ni es él, compuesta en su mayor parte por bolas incandescentes alrededor de las cuales giran otras bolas habitadas por seres estúpidos que no hacen más que molestarse, matarse y comerse unos a otros. Y todo eso suspendido en un vacío silencioso inmenso y muy muy frío”.

Estos indígenas también tenían su mito sobre lo que nosotros llamamos “Pirámide alimenticia”: “Las plantas se comen a los minerales y la luz, los herbívoros se comen las plantas, los carnívoros se comen a los herbívoros, los humanos se comen a las plantas, los herbívoros y los carnívoros cocinados. Y en cuanto a los humanos, solo su alma es engullida por los ángeles que nos cazan agazapándose en las esquinas del tiempo, y luego desechan nuestros cadáveres. Los ángeles a su vez son devorados por Dios, que los acecha escondido en los repliegues de la eternidad, y solo desecha los recuerdos”. Colección “Cuentos crueles breves”, Barranquilla, mayo 8, 2007.

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Relatos Rubén Maldonado Ortega*

alcalde Es cierto que provoqué la guerra entre costeños y cachacos cuando a pupitrazo limpio sancioné la ley que prohíbe escuchar vallenato en todo el territorio nacional, pero no lo es menos que gracias a ello aumenté el número de los empleados carcelarios, quienes además de encargarse de que ningún acordeonero, guacharaquero o cajero disponga de tiempo en la prisión para seguir vallenateando, me proporcionaron un caudal de votación importante para seguir gobernando en este paraíso que edifiqué a partir de la medida tomada; y es que eran tantos los cantautores vallenatos, que de no haber

aleJandro Me acerqué al extremo de la tarima y me dispuse a hablar. Tal como lo tenía pensado, y con el único fin de relajarme, empecé por confesar mi estado de nervios. Les relaté que no era por la cantidad de público sino por mi sueño de anoche, en el que, después de terminar con estas breves palabras, alguien se levantará de su asiento, descargará su revólver y me quitará la vida. Cuando alguien, de * Filósofo, Universidad Nacional, Bogotá, Doctor en Filosofía, Universidad Javeriana, Bogotá, docente de tiempo completo de la Universidad del Norte desde 1993.

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Huellas 88 y 89. Uninorte. Barranquilla pp. 86-89. 04/MMXI - 08/MMXI. ISSN 0120-2537

popular

sido porque igualaban a la población de desempleados no me habría bastado materia gris para lograr un equilibrio social (los unos encerrados y los otros custodiando su encierro) que me permitiera consagrar a este problema menor que constituye la guerra; y aunque algunos tal vez me reprocharán que esta última sobrevino a consecuencia del mal del que quise librarme, lo cierto es que el trepidar de los cañones ha terminado por convencerme de que la medida logró que este pueblo empezara por fin a componer la música que lo identifica.

en

delFos

pie, se disponía a meter la mano en el bolso desteñido que yo había visto antes en otro espacio y en otro tiempo, tuve el acierto de añadir que para satisfacción mía el asesino sería linchado luego por la muchedumbre que ahora gritaba furiosa: ¡Ale-jan-dro! ¡Ale-jan-dro! ¡Ale-jan-dro! El hombre sacó entonces del bolso un viejo reloj de bolsillo, y sin mirarlo, se marchó como si no le importara que a esa hora no encontraría transporte para volver al sitio de donde había llegado.

el

conFerencisTa del Jueves

Inicialmente fue como entrar a un salón colosal con paredes de cúmulos y zócalos cuadriculados que perdían sus contornos a medida que la vista quería abarcar más, como en las pinturas de Escher. Ninguna butaca, cortina o alfombra que pudiera dar la sensación de otra compañía en aquella inmensidad. Ni siquiera un cenicero a lo largo de la ancha retina donde apagar la colilla abrasando los dedos que, muy a pesar, siguieron inmóviles. Pero en cambio, cuando sobrevino la primera reacción, el estrecho salón se tornó ruidoso, de un amarillo sin luz, increpaciones que iban de aquí para allá, sin detenerse en ningún lado, y, por ello mismo, atendidas por Nadie, que ahora, por iniciativa de Señor Venedizo, estaba siendo enjuiciado y casi condenado, a pesar de su condición de reo ausente. Cuando se vio incluido en aquella lista de conferencistas cuidadosamente seleccionados para co-loquiar a costillas del lenguaje, casi no lo podía creer. Había sido marginado durante mucho tiempo, que revisó y revisó hasta expulsar la duda, porque, en efecto, era él y no otro quien debía sustentar para un jueves de mayo que ya rodeaba con un trazo naranja en su agenda, que no todas las veces a ese efecto sonoro cuyo trágico itinerario se iniciaba esta vez desde un corpus concreto que era el suyo y se estallaba en oídos que no le perdonarían semejante sacrilegio, que no todas las veces, había dicho, levantando la voz sin necesidad, le corresponde a esa sonoridad ausente una entidad real. Y, sin embargo, estaba allí, apartando los cúmulos para hallar un cenicero donde arrojar la revoltura de paja y ceniza que llevaba en las manos. Ya bien adentro divisó la cortina transparente a través de la cual Iris ofreció su cuerpo desnudo como prueba incontestable de lo que allí se veneraba. Entonces vio los sofacamas ocupados por otras arpías que simulaban tejer alguna cosa para exacerbo delicado de las nada santas inclinaciones de la carne. Al fondo, sobre la blanda pared forrada en fino coroides por cuyo color quedaban ahora al descubierto las vetas rojas, inequívoca señal de deterioro, dos hileras de plantas ornamentales debidamente retocadas para la ocasión oficiaban de séquito a una leve catarata que prestaba sus tibias aguas para gozo de un jardín donde florecían tiernas, heroicas amapolas. Al saludar entre cortés y caviloso al prelado que apuraba el último botón de la bragueta, no pudo disimular el impacto que le produjo su primer encuentro con la Pupi.

Esa mujer delgaducha, casi una niña todavía, que había podido quebrar la más duradera de las alianzas desde que Byron se hizo al poder, por el mero hecho de tener chupadera, le miraba ahora con ojos de aquí estoy, tal como fue anunciado, para responder cualquier inquietud porque, ciertamente, os veo muy inquietos. La conferencia había terminado, y el silencio que se extendía zigzagueante entre las ocho hileras dispuestas de modo que el salón pareciera menos angosto presagiaba una dura faena. Preguntas sin relación con lo expuesto, confusas, insípidas, mal formuladas nunca aparecieron, y, en cambio, un cotorreo incesante comenzó a filtrarse contrariando el sentido del casi imperceptible surco abierto por el silencio reinante de hace apenas un momento cuando los once ministros de sotana, junto con los otros veintisiete de sacoleva, sin contar a sus acompañantes de mucho encaje y colorines todavía con olor a recién estrenados que batían sus copas de nervios, porque el brindis aún no se había iniciado, y también de coraje, porque quién le dijo a ese señor quién era él, un maleducado Señor Venedizo, un maleducado que no ha sabido guardar para otra ocasión su perra conferencia de mal oliente ateísmo, habíanse puesto de pie, como cumpliendo una orden impartida por ese punto final que los cogió a todos de sorpresa. El rostro de Señor Venedizo era, en cambio, una especie de monumento; impertérrito recorría una a una las muecas salidas de un fondo menos áspero que esos pómulos, esas entrecejas maquilladas con singular maestría para simular dolor a la hora de la risa, y claro está, mucha coquetería a la hora en que vine a parar a este maldito lugar. Eran mujeres que habían sido traídas de los más variados lugares de la comarca para endulzarle el tinto a los señores, ¡ah! los señores, maniáticos todos, aunque ellos preferían llamarlo mi de vez en cuando dejo de neurosis, y también para endulzar sus ratitos de ocio, que era cuando la Iris se ponía toda grosera con la Pupi porque le había sacado la piedra a ese señor grandote que no podía coger rabia y que, aunque todo feo, era el que mejor pagaba, porque Byron sí sabía qué era lo que había que pagar caro. Y ellas también lo sabían. Pero, Señor Ministro, las facultades que la Honorable Duma delegó en vuestra sabia Consejería no le habilitan para separarlo del cargo, recuerde usted que lo del prelado le incumbe únicamente a la santa autoridad, y con ellos no hay Pupi que 87

valga. Mire, le cuento una cosa, pero ya sabe, como una tumba, porque esa mirada, yo que conozco, esa mirada no me gusta nada. Usted que me vuelve a mirar así y yo que me levanto de la cama, y, entonces, ni una cosa ni la otra. Pero se dejó caer suavemente bajada por brazos que la atenazaron con una muy tenue presión sobre sus costados hundidos donde Mano Caliente comenzó a sentir vellos erizados en señal de respuesta. Luego fue la boca la que respondió pero se apartó en seguida porque no quería ceder. Siguieron sus deditos del pie izquierdo que al estirarse y encogerse se parecieron a ella misma, porque la Pupi, eso era ella, quién lo creyera, tan menudita y con chupadera, hasta que ¡sus!, se derritió todita, la lengua recorriéndolo todo, y a medida que lo quería se lo contaba todo Señor Ministro, todo, y tal vez sea por eso que ahora lo sabe todo. Creyó que iba a ser agredido y por eso le clavó la mirada. Se la sostuvo, al comienzo sin ninguna

el

enigma de

Cuando Evangélico Rosado supo de la existencia de aquella comunidad de sabios presagió que su enigma le sería resuelto. Aficionado a la Filosofía, devoró desde muy joven todas las páginas donde creyó encontrar respuesta a su pregunta. El resultado de esta indagación fue su convencimiento de que la Filosofía, la reina de todas las ciencias, nunca se había formulado una pregunta que valiera la pena. Fue por ello que se refugió en la pintura, hasta el día que Alejandra, la prostituta que no había querido acostarse con él la noche anterior, le habló de unos hombres que habían instalado un inmenso campamento a la orilla del río Manso. La entrevista con el que se llamaba a sí mismo Consejero de Asuntos Gnósticos le retornó de inmediato su simpatía por los grandes temas metafísicos, aunque ahora este hombre, con apariencia de domador de fieras, se había limitado a hablarle de la forma de evitar las arrugas pre-

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dificultad, pero a medida que las horas fueron transcurriendo sintió un poco de impaciencia porque el muchacho no cedía. Se había sentado en uno de los extremos de la última columna como queriendo pasar inadvertido, y ahora se levantaba para agradecer a Venedizo por todo lo que había dicho. La hoja de anotaciones en la mano, donde sobresalía el tercer argumento usado por Venedizo para demostrar que en la relación biunívoca entre palabras y entidades reales estaría siempre ausente Dios, le confirmaba que en un instante tan decisivo para él estaría acompañado esa noche por alguien que compartía sus puntos de vista. Pero, en cambio, lo había confundido con algún revoltoso, y estaba ahora trenzado, como en duelo, mirándole fijamente a los ojos, porque el muchacho tampoco cedía. Hizo entonces un último esfuerzo y se vio a sí mismo entrando en ese inmenso globo ocular, y Venedizo en la puerta que le decía: Pase, señor, pase usted.

rosado

maturas tomando el té con bastante limón a una hora en que la luna dejara entrever su faz oculta; de la manera de aprovechar el poder nutritivo de los espaguetis, si a cambio de rociarlos con queso rallado se les cubría con un inmenso triángulo equilátero construido a base de hojas de lechuga; de la facilidad con que podría llegar a componer un concierto para piano en re menor, a condición de que las teclas blancas se untaran de lágrimas derramadas por una mujer que fingiera vergüenza ante la inminencia de una violación a altas horas de la noche. A las cuatro horas y diecisiete minutos de la mañana del 11 de julio, Evangélico Rosado conoció por fin la única pregunta que ponía en evidencia la supremacía de la Filosofía sobre cualquier otra actividad del hombre. Esa mañana dos hermosas mujeres lo bañaron con aguas aromáticas mientras le cantaban una melodía que no pudo reconocer, para preparar su encuentro con el patriarca

de la comunidad, el único que estaba facultado para divulgar el secreto. El anciano lo miró con aire compasivo antes de manifestarle que el misterio había permanecido oculto para él porque los hombres, en su afán por complicar las cosas, habían desnaturalizado la Filosofía hasta el punto de que la pregunta, la única que se había hecho la Filosofía, se había

el

constituido con el correr de los siglos en el paradigma de lo que sería una torpe indagación que desembocaba irremediablemente en un círculo vicioso. Pero no, hijo. ¡Nada de eso! Llévate la pregunta que es nuestro único secreto, pontificó el anciano, y que los hombres respondan de una vez por todas si fue primero el huevo o la gallina.

hombre desgarrado

Avanzó quince metros y se detuvo como si de repente presintiera que no era cosa para él solo. Buscó a los demás pero estaban muy lejos; pensó

la

ira de

Samuel Ovejero se dispuso a armar el acertijo. O me vences o te venzo, porque aquí no cabe Gödel. Y si el destino no me ha reservado la derrota te veré descubriendo la pancarta: ¡Abajo el tirano! Siempre fuiste del bando contrario, ya lo sé, pero no me consta que nunca hayas derramado una sola lágrima, y eso es lo que cuenta. Aquí no es como en la escuela, siempre con alguien que podía decidir quién tenía la razón y quién no la tenía. Quién había cometido la infracción. Claro, y tú… no podías ser tú porque tu carita no lo consentía. Además, porque las niñas no tienen aire de malvadas. Solo un niño pudo haberlo hecho. Pero ya no soy un niño y voy a armar el acertijo (tengo ahora las piezas completas, en completo desorden, pero completas, y las posibilidades de combinarlas de este o de este otro modo son

entonces en la más fácil pero hizo la más difícil. La patada llegó justo donde ahora le dolía. Y ahí quedó.

samuel finitas). El uno con el dos, el cero con el nueve, el cuatro que se extravió pero ya lo encontré y entonces irá con el cinco porque también se había extraviado. Al comienzo sin ningún orden definido, pero luego, como por encanto (porque fue así como hallé las claves, por puro encanto), deslizándome sin contratiempos hacia la periferia del poder. Y luego hacia el centro, desde donde te pude distinguir sin dificultad, a pesar de que ahora no encuentro el seis, que, sé muy bien, cuadra con el ocho, a pesar del avispero que se alborotó, y todos corriendo, buscando la salida, desocupando la plaza que se llenó otra vez de basura, de lugares comunes desafiando el espíritu de la época, el trepidar de los cañones y la ira de Samuel pugnando por amarrar el tres con el diez y el once con el doce para volverla a ver, ahora que todos se habían ido.

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Viaje a la India Cristina Duncan Salazar* Lista maleta (¡Que no se me olvide!)

ॐ om Magenta, naranja, verde y amarillo, un cartel de bienvenida, el envoltorio del jabón de un internado de niñas.

ऋषि sabio Índigo y oro rayas y florecitas en el sari, olor a orilla.

कृष्ण Krisna Apenas rosa, oro y amarillo en cúpula de templos chicos, en campos desteñidos.

शिव Shivá Blanco templo cuida el santón, paja la hierba seca, seca la vía.

इच्छा Voluntad Cardamomo, carbón, chikoo y tamarindo, color de pieles mate, olores del camino.

Olor a cebolla frita, toronjil cocido en casas coloreadas o envejecidas; espejito dorado, encalado en la choza limpia.

कर्ण oreja Vendedores ambulantes elefantes sin colmillos, diosas, budas, ecos, cuerpos entrelazan cinco cámaras de la cueva sin turistas.

आनन्द bienaventuranza Dedos que producen alimentos en pájaros los convierten las bailarinas.

शक्ति poder Como Hansel y Gretel va dejando Concha sus cositas.

दण्ड palo Azul cielo claro un jueves, una celestina, una libélula detenida; olor a pescado fresco, a curry, a vetíver.

* Psicóloga M.A. de la Universidad del Norte y de New School for Social Research de Nueva York. Profesora en pre y postgrado de la Universidad del Norte. Su primer libro, Tallulah.doc: Cartas de una inmigrante, mereció beca de la Secretaría de Cultura, Patrimonio y Turismo, Atlántico, 2009.

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Huellas 88 y 89. Uninorte. Barranquilla pp. 90-91. 04/MMXI - 08/MMXI. ISSN 0120-2537

Foto de CDS.

प्रछ् preguntar Ondea el verde guanábana, el purpura de la dalia en el sari ofrecido, aroma a algodón teñido; delgado lino el brazo de Cecilia.

अखिल todo Casi amarillo, casi rosado, salpicando flores blancas y salwar kameej infantiles; huele a coqueteo, a risa.

ऋच alabar Palomas blancas libera Laura en mi nuca rígida.

ओजस् vigor Atardecer melocotón, bóveda de cobalto, de polillas; fantasma el olor a incienso del ritual de bienvenida.

औष्ठ labial Rayas ondulantes, mojadas, en el suelo de una ducha que es también cocina.

झष gran pez Pocos pájaros, pocos policías en el campo seco de la India.

प्रछ् preguntar Negro, miel, verde, índigo, miradas abiertas, limpias; quedo ronronea la voz de Perico.

झगझगाय destellar Morada la remolacha insípida, las estrellas tan blancas, tan encima; fucsia el turbante enorme del hombre frágil, quebradizo.

अ Rosado Barbie la casa, la mochila, los calcetines, la cinta de la niña.

आ Marrón negruzco el barro, las pieles; bocinas sordas acompañan los días.

इ Negras las aves urbanas, las cenizas del rincón de una cocina.

ई Huele a rosa, la rosa florecida a jazmín, el jazmín en flor a almizcle, el hombre recién vestido a azahar, el Orgullo de la India a huevo podrido, la caña molida.

उ El agua huele al jardín de mi madre en el huerto tranquilo; borbotea el agua clara en el canto de la novicia.

ऊ India en la boca, pica calienta el estomago humedece las pestañas, quema la caverna de la boca sorprendida.

ऋ Despierta el paladar a la memoria infantil de la guayaba y sus pepitas, de la anona verrugosa y blanca, y en alguna orilla del campo, las ciruelas de Castilla.

ॠ Mecen doce pies el columpio azul, viento ondea los saris que los siguen.

ऌ Pergamino empolvado, las manos secas del campo; astilla, el afrecho del arroz, del trigo, la hoja del mijo; piel de coco, piel de brazos y mejillas.

ऐ Lazos rojos pliegan trenzas partidas; roja pasión el sari y su bailarina; azafrán en las guindillas.

ओ Mumbay, negro, humo, plano, invadido, campo podrido en casuchas pegadas a edificios.

औ Del llanto y la desesperanza salvan las compras, la sabiduría, la fortaleza de Cecilia. Nashik, India, noviembre, 2003. 91

Martha Luz de Castro

De Goya al carnaval contemporáneo Danny Armando González Cueto* Entre los años 1815 y 1823, el pintor español Francisco de Goya y Lucientes ejecutó una serie (aparentemente incompleta) de veintidós grabados realizados con las técnicas del aguatinta y el aguafuerte, con retoques de punta seca y bruñidor, titulada “Los disparates” o “Los proverbios”. En estas estampas, Goya representó visiones oníricas, violencia y sexo, y ridiculizó a las instituciones políticas de la época. Ese mundo imaginativo estaba enriquecido con escenarios nocturnos, grotescos y carnavalescos. Más de dos siglos después, la artista Martha Luz de Castro, como muchos artistas contemporáneos, centra su atención en aquellas estampas y las interviene, planteando una crítica sobre otra crítica, la que permite a las fiestas populares expresar su inconformismo sobre lo político, pero poner en escena los paisajes de la imaginación. El concepto de apropiación, utilizado en el campo de las prácticas artísticas contemporáneas, se refiere a menudo al uso de elementos prestados en la creación de otra obra. Los elementos prestados pueden incluir imágenes, formas o estilos de historia del arte o de la cultura popular, o materiales y técnicas de contextos del no-arte. Las obras que presenta Martha Luz de Castro en esta sala ponen como fondo los grabados de Goya, superponiendo sus fotografías del carnaval de Barranquilla, en las que en ningún caso una imagen pretende “estar” por encima de la otra, sino establecer un diálogo con las obras maestras del pintor aragonés. Utiliza, así, componentes de la historia * Magíster en Estudios del Caribe de la Universidad Nacional de Colombia, Sede San Andrés. Comunicador Social de la Universidad del Norte, Barranquilla. Coordinador Académico del Programa de Artes Plásticas de la Facultad de Bellas Artes y profesor de las cátedras de estudios visuales y audiovisuales de la Universidad del Atlántico.

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Huellas 88 y 89. Uninorte. Barranquilla pp. 92-92. 04/MMXI - 08/MMXI. ISSN 0120-2537

del arte y de la cultura popular, y armoniza en un formato digital dos técnicas que siempre han sido muy cercanas, puesto que el grabado fue muy importante en el origen de la fotografía. Las imágenes empleadas aquí son las imágenes del carnaval de Barranquilla que la artista ha tomado durante sus estancias en este, estableciendo así lazos profundos con sus raíces culturales, pero más allá de las fiestas mismas, pues sus lazos como artista hispánica la relacionan con Goya, portento de la pintura española del finales del siglo XVIII y principios del siglo XIX. El lenguaje universal de la pintura es traspasado por las técnicas actuales, como el fotomontaje digital, con el que la artista incorpora a los grabados de Goya sus fotografías. Entre capas y capas de dicha técnica, se leen las formas, los colores y los protagonistas de las historias de las fiestas. Aquí, adquieren una nueva visión, una nueva forma, un nuevo sentir. Entre los disparates de Goya aparecen ahora cumbiamberos, marimondas, diablos, vampiros, ánimas, descabezados, payasos, africanos, burras mochas, saltimbanquis, criaturas del día y de la noche, que resucitan en un ciclo anual permanente. Estos disparates contemporáneos de Martha Luz de Castro son la recreación de la sociedad que somos, que el carnaval desfoga, reconvierte y revitaliza. Las obras no se enmarcan dentro del manido discurso de la identidad, que equivoca muchas veces su Sin títulos. interpretación del hecho cultural, sino en una visión renovadora de nuestra realidad, que trasciende el precarnaval y los días oficiales, los únicos eventos que les importan a los medios de desinformación social.

Los ensacados.

Martha Luz de Castro: “Puedo decir que estoy conectada con la obra de Goya…” Óscar Jairo González Hernández*

Todas las ilustraciones son de Martha Luz de Castro

En la cámara y en la mirada de Martha Luz de Castro lo que se instala para ella misma es la incesante y obsesiva manera lúcida de hallar, de dar luminosidad, de revelar lo que para el observador está oculto, lo que no le es visible de manera inmediata, y en las que, por medio de los sentidos, tiene que hacer una torsión y peso sensible para hacer evidente, en el mayor sentido e indicación de la evidencia; o sea, no es aquella evidencia de la evidencia, sino de lo que la percepción pone en evidencia. La mirada de Martha Luz es una mirada que busca, examina, siente y halla. No una mirada cualquiera, sino una mirada que tiende necesaria*Profesor de Teoría e Historia del Arte.

mente a hacer tensión sobre sí misma, en ella. Una mirada que no está en ella como tal, sino que ella prepara y provoca, perturba y lleva a la cámara. Mirada y cámara se mezclan y combinan entre sí, porque ella lo quiere, lo provoca. Cuando descubre a Goya, tras mirarlo, exacerbar los sentidos al mirarlo, y con drástica mirada en formación, no como la mirada de la Medusa, que ya es en sí Medusa, sino la mirada que tiene que formar, halla pues en Goya una relación indisoluble entre Goya y el carnaval, como antes lo había hecho y realizado de manera extraordinaria con el barroco, y dentro de la teatralidad del barroco y la muerte. Fiesta de los sentidos y muerte de estos, en el drama barroco de Goya y el carnaval; porque lo que hay, el hilo conductor entre Goya y Huellas 88 y 89. Uninorte. Barranquilla pp. 93-96. 04/MMXI - 08/MMXI. ISSN 0120-2537

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Martha Luz de Castro Nacida en Medellín, de familia barranquillera. Estudios: Economista, Universidad de Antioquia; Troisième Cycle, Institut d’Études Économiques et Sociales de Paris ; Economista en ISA: Estudios económicos y evaluaciones financieras; Cursos de fotografía en la Academia Cultural Yurupary; Ejercicio de la fotografía con énfasis en los procesos digitales; Cursos, seminarios y conferencias sobre arte en general y sobre fotografía en particular; Socia activa del Club Fotográfico Medellín –CFM. Exposiciones individuales Érase una vez... Hotel Four Points Sheraton, durante las II Jornadas Internacionales de la Nueva Escuela Lacaniana de Psicoanálisis, NEL (2002). Después de siglos antes... antes de siglos después... Galería Yurupary, Medellín; Sala de arte de Comfamiliar, Barranquilla; Club ABC, Barranquilla; Café de arte “El Polp”, Valencia, España (2003). Interconexión Eléctrica S.A., Medellín; Liceo Salazar y Herrera, Medellín; IE Antonio Ricaurte, Medellín (2004). Crónica de un carnaval con Goya. Museo de la Universidad de Antioquia; Café Literario El Taller, Medellín; Isagen Medellín (2004). Casa del Carnaval, Barranquilla; Hotel Dann, Medellín (2005). ¿Por qué están amarillos y verdes? Café Literario El Taller, Medellín; Galería Yurupary, Medellín; Club ABC, Barranquilla (2006). Tú eres tu autorretrato, tú eres tu autor, tú eres tú, tú eres, tú… Galería Yurupary, Medellín (2006). Nueva Escuela Lacaniana de Psicoanálisis, NEL, Medellín (2007). Del disparate de Goya al disparate del carnaval Fundación Universitaria Bellas Artes, Medellín (2010). Museo del Caribe, Barranquilla (2011). Exposiciones colectivas Salón Colombiano de Fotografía, 2002, 2010. Salón de arte fotográfico UPB, 2001, 2002, 2003, 2005, 2006. Salón “Los trabajos y los días” de la Escuela Nacional Sindical, 2002, 2003. Yurupary 20 años de fotografía, 2005. Club Fotográfico Medellín 50 años, 2005. Club Fotográfico Medellín 55 años. El Medellín del Bicentenario, 2010. Distinciones 15º Encuentro Colombiano de Fotografía, mejor portafolio, 2002. Salón Colombiano de Fotografía, mención de honor, 2002. Salón de arte fotográfico UPB, 2º puesto, 2005. Medellín, abril de 2011.

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Sin título.

el carnaval, es la misma tensión, el mismo extravío, el mismo mundo de las insólitas y extrañas combinaciones del mundo real y del mundo irreal, de la visión de lo extraño; y lo mismo ocurre en el carnaval. En Goya, hacia la locura, la ironía y la risa; y en el carnaval, hacia el exceso, el furor y el frenesí hedonista, y que tiene como medida el exceso. En uno, Goya lo oscuro y lo luminoso de su visión; en el otro, el carnaval, el exceso de la luz, de la máscara y de la burla. Es esto lo que ha sabido muy bien ver y hacernos ver, con su mirada y su cámara, Martha Luz de Castro, y aquí nos los dice, desde su perspectiva: ¿En qué momento es usted consciente de que le interesa, le llena y le posee la necesidad, esencial y básica de hacer fotografía? Desde que “saqué de mi cabeza” la actividad que la había ocupado durante 30 años, ya fuera estudiando o trabajando: la economía. ¿Concede usted mayor relevancia en su tarea, en su hacer estético a la técnica o a la intuición, cómo se da o no esa relación? Cada una tiene su momento. La intuición me lleva al encuentro de la temática a fotografiar y a dar los primeros pasos para definir lo que quiero hacer con las fotografías. La técnica es el medio que me permite hacer lo que quiero. Es básico decir que la mirada de un fotógrafo se forma: ¿Cómo ha ido usted provocando la formación de su mirada? Tomando y analizando mis fotos. Mirando y analizando las fotos de los otros.

Es indudable que usted relaciona sus estudios de la pintura en la historia del arte con la fotografía: ¿Cuándo decide hacerlo y por qué? Fue un encuentro casual mientras tomaba fotografías de recicladores. Al mirar una de esas fotos tomadas por mí, recordé la pintura del San Sebastián de Mantegna. Al compararlas encontré muchos parecidos de orden formal, de expresión y de actitud entre san Sebastián y un reciclador. A partir de ahí, sentí que podía llevar al pasado personas a quienes había fotografiado o traer al presente personajes de las pinturas que por alguna razón me habían conmovido, de manera que las fotos podían acompañar a las pinturas o viceversa.

Disparate femenino.

Observamos que, en sus temas, hay una constante temperatura y temperamento por relacionarse con el arte del llamado Barroco, ¿por qué? Por el realismo de la representación pictórica de ese período. Porque entre los temas del Barroco está la vida cotidiana y porque durante el Barroco se representa al hombre de una manera realista.

En los 70, cuando estudiaba en París, asistí a una exposición de Goya en l’Orangerie y luego visité las salas de Goya en el Museo del Prado; allí descubrí la faceta “oscura” en sus pinturas sobre la guerra y en sus Pinturas negras. Más adelante empecé a estudiarlo y conocí sus grabados. Un pintor tan polifacético y una obra tan compleja me impactaron profundamente.

¿Cómo y desde dónde en usted, en su forma de ser, comienza a desarrollarse la conexión que hace con Goya, y por qué él y, más en concreto, Los disparates? La conexión con Goya existe desde muchos años atrás. De pequeña me encantaron sus pinturas alegres. De estas recuerdo a Las lavanderas, La gallina ciega, El pelele, El quitasol…

¡Puedo decir que estoy conectada con la obra de Goya, por la manera como representa la condición humana; y, en particular, con Los disparates, porque estos tienen un ingrediente adicional: son, o parecen ser, imágenes de sueño o de pesadilla, traídas del inconsciente!

Sin título.

¿Cuándo se da en usted el deseo de establecer esa relación entre Goya y el carnaval de Barranquilla, y para qué? El deseo de establecer esa relación se dio en el año 2004 cuando regresé del carnaval y vi las fotografías que había tomado. El encuentro inicial fue entre la pintura de Goya El pelele y una de mis fotografías del Entierro de Joselito Carnaval. Ahí me dije: ¡Joselito es un pelele! A partir de allí surgieron imágenes que me hicieron traer a Goya al carnaval de Barranquilla, en la serie que titulé “Crónica de un carnaval con Goya”. Esta es una serie bastante festiva donde el encuentro fue principalmente con los cartones para tapices y con los retratos: era el encuentro

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Sin títulos.

con la capa exterior del carnaval y del disfraz. Creo que establecí esa relación porque el carnaval de Barranquilla es una fiesta popular que tiene raíces españolas, indígenas y negras. Las raíces españolas se manifiestan en algunas danzas, disfraces y festejos del carnaval. En la serie sobre Los disparates voy un poco más allá: intento vaciarlos de sentido al establecer su estructura formal, interpretarlos al seleccionar los que para mí son sus protagonistas, y reinterpretarlos poniéndole color a lo que es negro y oscuro, ¡y proponiendo visualmente que en el disparate del carnaval los sueños y las pesadillas se hacen realidad! Tal vez establezco esa relación para convocar, a quienes ven y/o viven el carnaval, ¡a que vayan más allá de lo que está en la primera capa del disfraz, de la danza, de la comparsa y de la fiesta! La vida atormentada, las visiones delirantes de Goya, de donde usted extrae su mundo fantástico, ¿qué tendrían que ver con el carnaval de Barranquilla? Yo creo que la vida atormentada de Goya, sus visiones delirantes y su mundo fantástico están expresados en Los disparates. Estos parecen ser la representación pictórica de sus sueños y pesadillas. Sueños y pesadillas que tienen que ver con la vida y la muerte, el amor y el odio, lo femenino y lo masculino, la alegría y la tristeza, lo terrenal y lo fantástico…

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¡El carnaval es el disparate! En el carnaval, al disfrazarse, las personas hacen realidad sus sueños y sus pesadillas. Y proponen una nueva realidad al disfrazarse de marimondas, monocucos, descabezados, monstruos, muerte, diablos, sátiros, animales fantásticos… personajes grotescos, deformes, monstruosos y fantásticos muy cercanos a los de Goya. Los unos son disparates pintados. Los otros son disparates vividos y representados. ¿Podría usted hacer con su misma mirada y estudio una serie de esta misma índole y naturaleza, desde otros carnavales que hay en Colombia o en el mundo? Creo que no. En el fondo, a pesar de que la obra de Goya trasciende el tiempo y el espacio y a pesar de que todo carnaval es un disparate, yo establecí esa relación con el carnaval de Barranquilla, porque este dejó en mí huellas de niñez y juventud. Probablemente, otros carnavales darían lugar a otra mirada. Desde su inicial exposición “Érase una vez…” (2002), ¿en qué medida observa y examina usted su evolución sensible y formal?, si podemos hablar en esos términos. Al leer a Machado y escuchar a Serrat, ellos me invitan a decir que, en lo personal y en lo formal, voy haciendo camino al andar.

Índice acumulado de

Para facilitar la consulta de los artículos aparecidos en la revista Huellas, la Biblioteca de la Universidad del Norte elabora el índice acumulado de contenido. El índice está dividido en tres secciones: autor, título y materia, ordenadas alfabéticamente en cada caso. Para ayudar al manejo del índice se explican a continuación los términos que componen cada una de las citas de los artículos:

BACCA, Ramón Illán, 1938-. Meira Delmar: un poco de alegría o simplemente nada, nº 85-86-87 (abr.-ago.-dic. 2010) ; p. 56-57.

Índice

de autor

ABELLO Roca, Carlos Daniel, 1930-. Un porvenir para Colombia: Antología política de Francisco Posada de la Peña, nº 54 (dic. 1998) ; p. 58-63. ABELLO Banfi, Jaime Orlando. El carnaval: una actividad saludable, nº 71-75 (2005) ; p. 158-162. ABELLO Banfi, Jaime Orlando. Radio universitaria: el desafío de trabajar el periodismo, nº 80-81-82 (abr.-dic. 2008) ; p. 16-23. ABELLO Villalba, Margarita. Tres culturas en el carnaval de Barranquilla, nº 71-75 (2005) ; p. 113-117, : fot. ALARCÓN Meneses, Luis. Documentos para una historia del carnaval de Barranquilla, nº 71-75 (2005) ; p. 76-89. ALARCÓN Meneses, Luis Alfonso. Comportamiento electoral y actores políticos en el Estado Soberano del Magdalena, nº 55 (abr. 1999) ; p. 11-22. ALONSO, Marta Cecilia. Cumbiambera, nº 71-75 (dic. 2005) ; p. 205. ALVARADO Borgoño, Miguel. Notas sobre narración e ideología frente a la diversidad latinoamericana, nº 78-79 (abr.-dic. 2007) ; p. 42-53. ARÉVALO Correa, Carmen. El Museo del Caribe y la construcción de la . -- 6 p., nº 85-86-87 (abr.-ago.- dic. 2010) ; p. 30-35. AMADOR, Mónica. Un horizonte de amor, nº 54 (dic. 1998) ; p. 34-37.

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el escudo?: Ni más acá ni más allá, nº 63-66 (2002) ; p. 191. FUENMAYOR, Alfonso 1915-1994. El municipio y eso que llaman cultura: Ni más acá ni más allá, nº 63-66 (2002) ; p. 192. FUENMAYOR, Alfonso 1915-1994. Jingoísmo, chauvinismo, patriotería, fútbol: Ni más acá ni más allá, nº 63-66 (2002) ; p. 193. FUENMAYOR, Alfonso 1915-1994. Por una historia de la literatura colombiana: Ni más acá ni más allá, nº 63-66 (2002) ; p. 195. FUENMAYOR, Alfonso 1915-1994. Un buen regalo: Ni más acá ni más allá, nº 63-66 (2002) ; p. 196-197. FUENMAYOR, Alfonso 1915-1994. Indagando la opinión pública: Ni más acá ni más allá, nº 63-66 (2002) ; p. 197-198. FUENMAYOR, Alfonso 1915-1994. La mayor diferencia: Ni más acá ni más allá, nº 63-66 (2002) ; p. 198-199. FUENMAYOR, Alfonso 1915-1994. Conocer una ciudad: Ni más acá ni más allá, nº 63-66 (2002) ; p. 199-200. FUENMAYOR, Alfonso 1915-1994. Sobre cosas de comer: Ni más acá ni más allá, nº 63-66 (2002) ; p. 201. FUENMAYOR, Alfonso 1915-1994. Los recuerdos de don Jacinto: Ni más acá ni más allá, nº 63-66 (2002) ; p. 202. FUENMAYOR, Alfonso 1915-1994. La “Prosa” de Amira de la Rosa:Ni más acá ni más allá, nº 63-66 (2002) ; p. 203. FUENMAYOR, Alfonso 1915-1994. Corrigiendo gazapos: Ni más acá ni más allá, nº 63-66 (2002) ; p. 204. FUENMAYOR, Alfonso 1915-1994. Una mujer, nº 63-66 (2002) ; p. 205-206, : fot. FUENMAYOR, Alfonso 1915-1994. Puma: (Alberto Pumarejo) nº 63-66 (2002) ; p. 207-208, : fot. FUENMAYOR, Alfonso 1915-1994. Nomenclatura urbana: Ni más acá ni más allá, nº 63-66 (2002) ; p. 209. FUENMAYOR Campis, Alfonso 1915-1994. A propósito del maestro León, nº 63-66 (2002) ; p. 95-100, : fot. FUENMAYOR Campis, Alfonso 1915-1994. Don Ramón, fotógrafo, nº 63-66 (2002) ; p. 129-133. FUENMAYOR Campis, Alfonso 1915-1994. Aproximaciones a García Márquez, nº 63-66 (2002) ; p. 153-155. FUENMAYOR Campis, Alfonso, 1915-1994. Carta a Celia de Fuemayor, nº 63-66 (2002) ; p. 7-12. FUENMAYOR Campis, Alfonso 1915-1994. Génesis de Barranquilla: y otros escritos sobre el carnaval, nº 71-75 (2005) ; p. 12-18, : fot. FUENMAYOR Campis, Alfonso 1915-1994. A propósito del maestro León, nº 63-66 (2002) ; p. 95-100. FUENMAYOR Campis, Alfonso 1915-1994. Don Ramón, fotógrafo, nº 63-66 (2002) ; p. 129-133. FUENMAYOR Campis, Alfonso 1915-1994. Aproximaciones a García Márquez, nº 63-66 (2002) ; p. 153-155. FUENMAYOR Campis, Alfonso, 1915-1994. Carta a Celia de Fuemayor, nº 63-66 (2002) ; p. 7-12. FUENMAYOR, José Félix, 1885-1966. El Carnaval de Barranquilla. p. 19-23: fot. FUENMAYOR, José Félix, 1885-1966. Un viejo cuento de escopeta, nº 71-75 (dic. 2005). GOENAGA, Juan. Carnaval de ayer y de hoy, nº 71-75 (2005) ; p. 24-26. GARCÍA B., Gustavo J.,1952-. Cocina de inmigrantes: Barranquilla, The melting pot, nº 85-86-87 (abr.-ago.- dic. 2010) ; p. 58-69. GÓMEZ Mendoza, Ernesto. El Baile de la Victoria de Antonio Skármeta: cuento relleno con guarnición de crónicas y baladas en su salsa, nº 76-77 ; p. 30-32. GÓMEZ Mendoza, Olga Scarlett. Tormentas de mi alma sobre los mares embravecidos, nº 56-57 (ago.-dic 2000) ; p. 75-78. GÓMEZ, Olga Scarlett. Poesía de Olga Gómez, nº 69-70 (dic. 2004) ; p. 90-94. GÓNGORA Echenique, Manuel. Visión de la mujer barranquille-

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Índice

por tÍtulo

20 años de Uninorte F.M. Estéreo, nº 69-70 (dic. 2004) 25 años de Uninorte FM Estéreo: educación y cultura con identidad Caribe, nº 80-81-82 (abr.-dic. 2008) , p. 11-13 A propósito de una frase, nº 63-66 (2002) ; p. 111-112 A propósito del maestro León, nº 63-66 (2002) ; p. 95-100 [El]abc del carnaval de Barranquilla: vocablos, términos y definiciones para gozarse el carnaval sin parecer foráneo, no hacer el oso y estar en la jugada /nº 71-75 (2005) ; p. 173-176, [La]acreditación de la Universidad del Norte, nº 69-70 (dic. 2004) ; p. 50-51 [El]activo de la cursilería, nº 63-66 (2002) ; p. 104-105.

allá / nº 63-66 (2002) ; p. 141 Cantinflas, nº 63-66 (2002) ; p. 103. Cantos de hoy en el Caribe colombiano: Reelaboración de los versos tradicionales, nº 69-70 (dic. 2004) ; p. 10-17 Carlos Angulo Valdés y su contribución a la arqueología del Caribe, nº 60-61 (2001) p. 9-11 Carlos Pellicer: Ni más acá ni más allá, nº 63-66 (2002) ; p. 122. Carmen de Bolívar y su comarca en la historia: A propósito de su fundación , nº 69-70 (dic. 2004) ; p. 34-39 Carnaval: ceremonia panteísta, deleite pagano, nº 71-75 (2005) ; p. 27-30 [El]carnaval: una actividad saludable, nº 71-75 (2005) ; p. 158-162,

Alberto Assa: Quijote bizantino en Barranquilla: 1952-1996, nº 83-84 (abr.-ago. 2009) ; p. 9-14

Carnaval como desacralización de la fiesta, nº 71-75 (2005) ; p. 45-52

Alfonso Fuenmayor en el Suplemento del Caribe, nº 63-66 (2002) ; p. 60-67

Carnaval de ayer y de hoy, nº 71-75 (2005) ; p. 24-26 Carnaval de Barranquilla, nº 71-75 (dic. 2005) p. 19-23

Alfonso Fuenmayor y el periodismo barranquillero, nº 63-66 (2002) ; p. 27-36

Carnaval de Barranquilla: Obra Maestra del Patrimonio Oral e Intangible de la Humanidad /, nº 71-75 (2005) ; p. 1-146

Alfonso Fuenmayor, el amigo: Croquis al carbón, nº 63-66 (2002) ; p. 113-118

Carnaval de Barranquilla: Patrimonio de la humanidad, breve historia de una proclamación, nº 71-75 (dic. 2005) ; p. 264-273

Alfonso Fuenmayor, nº 63-66 (2002) ; p. 120. Alfredo Armenteros: Sabor a Chocolate, nº 54 (dic. 1998) ; p. 47-54. Álvaro Cepeda Samudio, nº 63-66 (2002) ; p. 102. Álvaro Cepeda Samudio y el cine, nº 85-86-87 (abr.-ago.- dic. 2010) ; p. 53-55 Amor de madre, nº 71-75 (dic. 2005) ; p. 212-217 Antes del velorio, nº 80-81-82 (abr.-dic. 2008) ; p. 32-34 Aproximación a una metapoética del agua en Octavio Paz, nº 56-57 (1999) ; p. 29-35 Aproximación crítica al concepto de bacán, nº 69-70 (dic. 2004) ; p. 40-43 Aproximaciones a García Márquez, nº 63-66 (2002) ; p. 153-155

[El]carnaval de Barranquilla: una filosofía del carnaval o un carnaval de filosofías, nº 71-75 (2005) ; p. 118-124 Carnaval de Barranquilla: patrimonio de la humanidad, nº 85-86-87 (abr.-ago.- dic. 2010) ; p. 137-139 [El]carnaval en las sociedades hispánicas del Caribe /, nº 7175 (2005) ; p. 125-138 [El]carnaval, vida para vencer a la muerte: Crónica de una “cachaca en Curramba” , nº 71-75 (2005) ; p. 73-75 [El]carnaval, nº 63-66 (2002) ; p. 53. Carnaval: soñar, amar y olvidar, nº 71-75 (dic. 2005) ; p. 218 Carta a Celia de Fuemayor, nº 63-66 (2002) ; p. 7-12 Carta a un vecino, nº 62 (2001) ; p. 59-64

Aquellos carnavales.., nº 71-75 (dic. 2005), p. 110-

Carta de Alemania, nº 63-66 (2002) ; p. 83-84.

Así era nuestro carnaval: Tradiciones y costumbres, nº 71-75 (2005) ; p. 102-105,

Carta de Londres (I), nº 63-66 (2002) ; p. 70-85 Carta de los Estados Unidos, nº 63-66 (2002) ; p. 44-45

Así lo ven ellos: Ni más acá ni más allá, nº 63-66 (2002) ; p. 181-182.

Carta de Madrid, nº 63-66 (2002) ; p. 84-85.

Autonomía del erotismo y la muerte de Leandro Díaz , nº 76-77 (abr. -ago. 2006) p. 46-48

Carta de San Francisco: Hacia la Universidad de Stanford, nº 63-66 (2002) ; p. 42.

[El]baile de la Victoria de Antonio Skármeta: cuento relleno con guarnición de crónicas y baladas en su salsa p. 30-32

Carta de Nueva York (I), nº 63-66 (2002) ; p. 46.

Carta de San Francisco: La Universidad de California en Berkeley, nº 63-66 (2002) ; p. 44.

Barranquilla en la visión de Marvel Moreno: Reflexiones de un historiador de la ciudad, nº 71-75 (2005) ; p. 36-44

Carta de Washington, nº 63-66 (2002) ; p. 48.

Barranquilla y el proceso de urbanización latinoamericana en la época colonial, nº 85-86-87 (abr.-ago.- dic. 2010) ; p. 19-29

Celebraciones para la vida y la muerte: (carnestolengos en Cartagena de Indias) ;, nº 71-75 (2005) ; p. 139-143

Barranquilla y la historia, nº 71-75 (2005) ; p. 11 Barranquilla y los orígenes de la Empresas Publicas, nº 58-59 (2000) ; p. 26-31 [El]barranquillero, nº 63-66 (2002) ; p. 106-108. Barrio Abajo, nº 63-66 (2002) ; p. 105-106 Beethoven para niños, nº 80-81-82 (abr.-dic. 2008) ; p. 157-161 Borradores, nº 63-66 (2002) ; p. 175-176. [las]buenas maneras, ¿qué se hicieron?: Ni más acá ni más allá, nº 63-66 (2002) ; p. 174. [El]cachaco de chinchurria y chanchullo: Ni más acá ni más

Cartas de recomendación., nº 63-66 (2002) ; p. 101

Champeta/terapia: más que música y moda, folclor urbanizado del Caribe colombiano, nº 67-68 (2003) ; p. 33-45 Cimarronaje y palenque: Itinerario de una identidad cultural, coordenadas de la cumbia, nº 67-68 (2003) ; p. 4-11 Cine: espejo del hombre, nº 85-86-87 (abr.-ago.- dic. 2010) ; p. 46-52 Cocina de inmigrantes: Barranquilla, The melting pot, nº 8586-87 (abr.-ago.- dic. 2010) ; p. 58-69 Colombia: una tierra que no resiste más violencia, nº 69-70 (dic. 2004) ; p. 116-117 Colombia en el Caribe, nº 76-77 (abr.-ago. 2006) p. 39-45

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Cometario comentado, nº 63-66 (2002) ; p. 56-57. Cometas, nº 63-66 (2002) ; p. 112

Descartes: La certeza contra la historia, nº 58-59 (2000) ; p. 45-50

Comportamiento electoral y actores políticos en el Estado Soberano del Magdalena, nº 55 (abr. 1999) ; p. 11-22

Descripción de un recuerdo (I), nº 63-66 (2002) ; p. 49.

Conocer una ciudad: Ni más acá ni más allá, nº 63-66 (2002) ; p. 199-200.

Desde la región soñada, nº 83-84 (abr.-ago. 2009) ;p. 2-4

[La]conquista del otro: La legitimación de la conquista española de América, nº 56-57 (1999) ; p. 2-19 Contribución de Huellas en la definición de la identidad Caribe en Colombia, nº 69-70 (dic. 2004) ; p. 44-49 Convocación de historia y fantasmas en la obra de Ramón Illán Bacca nº 56-57 (199) p. 36-38 Corrigiendo gazapos: Ni más acá ni más allá, nº 63-66 (2002) ; p. 204. Cosme o una introducción al siglo XX de Barranquilla, nº 7175 (2005) ; p. 31-34. Criterios del canon en la literatura colombiana de la segunda mitad del siglo XX, nº 58-59 (2000) ; p. 32-36 Crónica de “Te olvidé” contada por sus protagonistas nº 71-75 (2005) ; p. 163-167 Crónicas sobre el Grupo de Barranquilla de Alfonso Fuenmayor: Intento de reseña sobre un libro no publicado recientemente, nº 63-66 (2002) ; p. 194 Crónicas sobre El Grupo de Barranquilla” de Alfonso Fuenmayor veinticinco años después, nº 63-66 (2002) ; p. 210-232 Crónicas sobre San Andrés, nº 63-66 (2002) ; p. 37-41

Descripción de un recuerdo (II), nº 63-66 (2002) ; p. 50. [La]devoción por la belleza en la poesía de Meira, nº 58-59 (2000) ; p. 70-78 Diego Martínez Camargo: Pionero de la industria petrolera en el Caribe colombiano, nº 62 (2001) ; p. 25-38 Dinámica del carnaval de Barranquilla, nº 71-75 (2005) ; p. 148-152 Disfrázate como quieras”: la historia como vértigo y crucigrama, nº 71-75 (dic. 2005) ; p. 186-191 [El]doctor Agustín Nieto Caballero habla de Europa, nº 63-66 (2002) ; p. 23-26 . Documentos para una historia del carnaval de Barranquilla, nº 71-75 (2005) ; p. 76-89 Don Ramón, fotógrafo, nº 63-66 (2002) ; p. 129-133 Donde suena la estudiantina, nº 63-66 (2002) ; p. 57-58 Dos cartas sobre un mismo tema para tres destinos, nº 83-84 (abr.-ago. 2009) ; p. 15-18 La educación musical en Barranquilla y sus protagonistas: entrevistas con: Alberto Carbonell Jimeno, Gina Banfi de Abello, Miriam Pantoja, Alfredo de la Espriella, Armando Galán Gravini y Armando Galán Jr, nº 80-81-82 (abr.-dic. 2008) ; p. 35-58

Cuando una cosa es otra cosa: el performance de María Teresa Hincapié como imagen-tiempo, nº 85-86-87 (abr.-ago.- dic. 2010) ; p. 111-116

En busca de un decálogo, nº 63-66 (2002) ; p. 54-55.

Cuento en el que aparece un burro: Ni más acá ni más allá / nº 63-66 (2002) ; p. 177-178

En tiempo de carnaval: Unas miradas bizcas sobre la Barranquilla de mis novelas, nº 71-75 (2005) ; p. 177-185

Cuerpo y comida en el carnaval de Barranquilla, nº 83-84 (abr.-ago. 2009) ; p. 57-64 Cultura y erotismo en Freud, nº 60-61 (2001) ; p. 34-39

En casa del Pato Rafael, nº 71-75 (dic. 2005) ; p. 204 En la muerte de un poeta, nº 63-66 (2002) ; p. 135.

Encantamiento y realidad en la Barranquilla de Marvel Moreno, nº 54 (dic. 1998) ; p. 2-9.

Cumbia & jazz: encuentros y desencuentros, nº 67-68 (2003) ; p. 65-69

Encuentro de investigadores de música afrocaribe: de Uninorte F.M. Estéreo y el Centro Cultural Cayena, nº 67-68 (2003) ; p. 2-3

Cumbiambera, nº 71-75 (dic. 2005) ; p. 205

[El]entierro de la fiesta, nº 71-75 (dic. 2005) ; p. 202-203

Curiosidades sin importancia: Aire del día, nº 63-66 (2002) ; p. 179-181.

Entre ráfagas de viento de Claudine Bancelin: personajes, ensueños y aromas del Caribe, nº 76-77 (abr.-ago. 2006) p. 2-7

Cuxous y Bakhtin: Dialogismo en la obra de Ángeles Mastretta.

Entre ráfagas de viento, nº 69-70 (dic. 2004) ; p. 85-89

nº 54 (dic. 1998) ; p. 22-28

Entrevista con Alfonso Fuenmayor: Barranquilla y su grupo nº 63-66 (2002) ; p. 156-160

[La]danza en el carnaval de Barranquilla, nº 71-75 (2005) ; p. 168-172 [El]danzón en México, nº 67-68 (2003) ; p. 78-85

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De la vulgaridad en la música: Ni más acá ni más allá, nº 6366 (2002) ; p. 169.

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Meira Delmar: un poco de alegría o simplemente nada, nº 8586-87 (abr.-ago.- dic. 2010) ; p. 56-57

Imprimiendo buenos libros, nº 63-66 (2002) ; p. 171-172.

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Pepito Grillo: Contribución del periodismo cultural a una sociedad del conocimiento justa, nº 55 (abr. 1999) ; p. 38-42

Semiótica del sancocho:aglutinador social de la costa Caribe colombiana, nº 71-75 (2005) ; p. 144-147

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Si la equidad es la respuesta cuáles son las preguntas?: Reflexiones sobre la mujer y el papel de la educación, nº 62 (2001) ; p. 54-59

Poesía de Olga Gómez, nº 69-70 (dic. 2004) ; p. 90-94

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Tabaco y comercio en el Carmen de Bolívar a mediados del siglo

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Tambora y festival:Influencia del festival regional en las prácticas

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