REVISTA DE TROPAS COLONIALES ^ ^

ÁFRICA //'zi REVISTA DE TROPAS COLONIALES ^ ^ SEPTIEMBRE 1926. - . UNA RIFEN A, por M- BeitucU. DOMICILIO SOCIAL: 1Í^IA LAYETANA, 2.--BARCELONA

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ÁFRICA

//'zi

REVISTA DE TROPAS COLONIALES ^ ^

SEPTIEMBRE 1926. - .

UNA RIFEN A, por M- BeitucU.

DOMICILIO

SOCIAL: 1Í^IA LAYETANA, 2.--BARCELONA

REPRESENTACIÓN: PLAZA DE LAS CORTES, 6—MADRID

SERVICIOS DE CORREOS LÍNEAS DEL NORTE DE ÁFRICA

LINEAS DE BALEARES

De Málaga para Melilla y viceversa, diario; de Algeciras para Ceuta y viceversa, diario; de Algeciras para Tánger y viceversa, diario; de Cádiz para Tánger-Ceuta y viceversa, semanal; de Cádiz para Tánger y viceversa, semanal; de Cádiz para Laraché, los días 1, 5, 10, 15, 20 y 25 de cada mes; de Larache para Cádiz, los días 2, 6, 11, 16, 21 y 26 de cada mes.

Comunicaciones directas, regnlares y rápidas desde Barcelona, Tarragona, Valencia y Alicante para tqdos los puertos de Baleares y viceversa. Servicio mensual entre Marsella-Palma de Mallorca-Argel y viceversa.

LÍNEAS DE CANARIAS De Cádiz, todos los domingos a las 15 horas; de Barcelona (servicio rápido quincenal), el jueves cada dos semanas; de Barcelona (serAacio quincenal con escalas en los principales puertos del Mediterráneo yNorte deÁfrica), el miércoles cada dos semanas.

SERVICIOS COMERCIALES Línea regular semanal con salidas los jueves de Barcelona para los puertos españoles del Mediterráneo, Norte de África, españoles del Atlántico y Cantábrico hasta Bilbao y viceversa.-Líneas regulares entre Barcelona-Valencia, Barcelona-Alicante-Orán y Barcelona-Castellón-Gan día y viceversa en los tres servicios. Líneas regnlares de carácter semanal ehtre España, Inglaterra y \dceversa.

Para más detalles, dirigirse a las oficinas de la Compañía o de sus Consignatarios en cualquiera de los puertos de España, Baleares, Norte de África, Canarias e Inglaterra.

REVISTA DE TROPAS COLONIALES

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ÁFRICA Í^EVISTAII TROPAS COLONÍlkLES "

REVISTA DE TROPAS COLONIALES ^

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PROPAGADORA DE ESTUDIOS HISPANO-AFRICANOS Declarada de- utilidad por? R. O. del Ministerio de- la Guerra de< 12 de. agosto dfc l92S (D. O. l78). Septiembre 1926

¿poca II

Número 21

DIRECTOR: E X C M O . SR. D . F R A N C I S C O F R A N C O Director Artístico M.

BERT.UCHI

Redactor-Jefe

BAAMONDE

Secretario de Redacción

A. M. D E LA E S C A L E R A

J.

ORTEGA

COSTA

Administrador J. M:^ M I R Ó

Redacción y Administración: Apartado de Correos 37.—Teléfono 245.—Ceuta

SUMAMIO

«Principio de la Administración de Justicia: Política Rifeña» III, Cándido L O B E R A , pééina l93.—«Un legionario español en la antigüedad» II, C. L E R I A , página 194. — «Tradiciones del Rif : La Peña de los Diablos», E N R I Q U E A R Q U E S , páá^ 196.— «Vicisitudes de los Palacios de la, Albambra: La Torre de las Damas desde 1834», M. A. S A L A M A N C A , página 198.— «Notas del Riff: Al margen de unas acuarelas» A. M. de la E S C A L E R A , pág. 202. — «Los médicos militares en nuestro Protectorado, I : Los Consultorios Indígenas en la Zona de Melilla», T. O L I V E R y J. B R A V O , pág. 209. —«Los tres puntos principales de nuestra política indígena», B E N O M A R , pág. 211.—«Cuestiones ganaderas de Marruecos : La ganadería equina en la zona de Laracbe», I, J. M. V I Z C A Í N O , pág. 212.—«Actividad militar en Marruecos», Zona española. Capitán X. Zona francesa, Tomás G A R C Í A F I G U E R A S , pág. 214. —«Revista de libros», J. O . C.

GMÁFICO «Una rifeña», portada por M. B E R T U C H I . — « E s p a ñ a musulmana: La Puerta del Perdón en la Mezquita de Córdoba.—Acuarelas del Peñón de Albucemas' P u n t a de Pescadores, Izmoren y plana central por M. BERTUCHI.—Ma< rruecos Pintoresco: La Mezquita de los Andaluces en Xauen.—Otros origi» nales fotográficos.

BERNAT

POLÍTICA RIFEÑA DEL PROTECTORADO

Principio de la Administración de Justicia ^ f III

E

s cosa sabida que en país beréber no existe conexión entre la ley religiosa y el derecho civil. Ha podido comprobarse repetidas veces, que las kabilas de derecho consuetudinario, ven con disgusto la aplicación de los principios esencialmente religiosos y repelen al cadí. Para la justicia, como para la administración, han dictado nuestros amigos normas querijen desde 1915. En materia civil, si no haj^ acuerdo entre las partes, nombran un arbitro, al que someten sus diferencias; acompañados de dos kabileños, a modo de hombres buenos, comparecen ante él y exponen sus alegatos resolviendo el arbitro según el isref. Del cumplimiento del laudo responden y constituyen sólida garantía esos hombres buenos. Si existe convenio previo, no es apelable el íallo; caso contrario, designan segundo arbitro y pueden apelar en última y definitiva instancia ante un tercero. Total, tres juicios sencillos y rápidos. De no mostrarse los litigantes de acuerdo en la elección de arbitro, recurren a la j^emaa; ésta, después de una tentativa de conciliación, lo designa de oficio. Generalmente la yemaa ante que comparecen es de fracción, compuesta por jeques de las de poblados o aduar. La solución de litigios entre indígenas sometidos a leyes diferentes, corresponden a la j^emaa o al cadí de la fracción donde radica el inmueble. No ha sido prevista la apelación de los juicios arbitrales; sin duda, porque la colonización tampoco se extiende a la montaña. Regula las transacciones inmobiliarias entre indígenas y extraños a la tribu un dahir de 1922, siéndoles aplicable el derecho consuetudinario. Hasta ahora, en esas kabilas bereberes se halla prohibida la enagenación de los bienes colectivos y solo pueden venderse los melk, es decir, los privados. Las enagenaciones autorizadas se pliegan a un mecanismo en el que intervienen, la administración, los propietarios y las yemaas, con exclusión del cadí y del cheraa islámico. Los secretarios de las yemaas llevan tres libros-registros; uno para las sucesiones, otro para las transacciones inmobiliarias y el tercero para asuntos diversos. Las actas se extienden en el dialecto de la kabila, utilizando el alfabeto latino y se traducen al francés. En materia penal entienden, en unas kabilas el cadí y en otras la yemaa, pero ambos con arreglo al ar/. Las infracciones se persiguen y reprimen conforme a los dahires y reglamentos generales. En lo criminal conoce exclusivamente el Alto Tribunal Cherifiano, con arreglo a la costumbre beréber; tradición que se observa desde 1914. Todavía se considera prematuro establecer jurisdicciones locales de esa índole. En materia de justicia, ocurre lo que en administración, que no es posible dictar reglas generales. Hajr tribus donde la gama de arabización o de «berberismo», llega hasta el aduar, y en este caso se sacrifica, la unidad de la tribu para dar a cada grupo su estatuto consuetudinario. A veces los poblados de una fracción tienen diversa moral jurídica y llega la complejidad a casos como los siguientes: El casamiento está islamizado y aproximadamente se siguen las reglas del cheraa; en otras kabilas, la formación del lazo matrimonial se halla recogido por el derecho mu-

Un anciano de Beniurriaéuel.

Foto Moreno-

sulmán y la disolución, la ruptura del contrato, por el derecho consuetudinario; en alguna, el «r/regula las sucesiones y en cambio ciertas instituciones están islamizadas. Cada kabila tiene su código penal que difiere en detalles del vecino. A este propósito recordamo.s, que hace años, por disposición de un superior, un compañero nuestro, el culto auditor don Constante Miquélez de Mendiluce, redactó una tabla de penalidades para el castigo uniforme de las faltas, poniendo término a la anarquía que en dicha cuestión reinaba en la zona sometida. Se dá también el caso de kabilas que admiten el cadí; mas con la condición expresa de que juzgue según el derecho consuetudinario. En el Protectorado francés, es más difícil que en el español fijar las cabilas que han de obtener la excepción administrativa y judicial, habiéndose llegado al siguiente acuerdo: Tribus sensiblemente arabizadas o islamizadas que guarden el uso tradicional de su lengua y buen número de instituciones jurídicas y sociales, se reputan como de costumbre beréber. La idea que ha de perseguirse es no provocar conflictos entre el derecho musulmán ortoxodo y completo, que habría de aplicar el cadí 3^ el estatuto consuetudinario al que permanecen fieles todos los rífenos. De esta sintética exposición se deduce, que antes de legislar, continuando la bien iniciada y orientada labor organizadora, precisa un estudio detallado de las kabilas, pues sabemos muy poco de las que hasta mayo integraban el Rif misterioso. Las reglas que se dicten deberán ser de orientación general y muy flexibles, dejando ancho campo a la iniciativa délos interventores, funcionarios que deben reunir muy especiales y complejas aptitudes, para que venzan las dificultades que se presenten y no cabe preveer. Su tacto, su diplomacia y austera conducta sobre todo, han de traer la anhelada pacificación moral que debe seguir a la pacificación armada. Cándido LOBERA 193

LAS A N T O R C H A S H U M A N A S Cuadro de Siemíradzlcy ~^ —j

DE N E R Ó N ,

U n legionario español en la antigüedad I I QUELLA mañana, más que nunca, Pompe3'a era toda rumor. Presa de una especiante seriedad, desacostumbrada en ella, auuardaba en las calles el anunciado desfile de las legiones de Espafia. Aquél pueblo tan frivolo tenía interés en ver de cerca a los descendientes de aquellos españoles que fueron maestros de Aníbal en el arte militar; a los hijos de aquella España que, después de haber hecho temblar a Roma, le paí>aba su tributo en invictos guerreros como más adelante se lo habría de pagar en gloriosos emperadores. Los últimos ecos de la frase terror imperii, aplicada a Numancia, cujeas dos únicas palabras, valían para España más que un libro entero lleno de elogios aún no se había extinguido del todo en los oídos romanos. Y no era cosa de desperdiciar la ocasión de conocer las caras de quienes habían sido capaces de dar al mundo unaNumanciaSobre todo era imponente el gentío en la espaciosa pía' za del Foruiii. Allí, como en ningún otro sitio, se sentía la plebe menos cohibida y más a sus anchas. Reminiscencias quizá que en su alma republicana despertaban los recuerdos de aquellos lugares donde en otro tiempo impuso como soberana su injusticia y sus crueldades. Aún le quedaba, no obstante, un resto de soberanía, la del escándalo, del que no había podido ser desposeída por el despotismo imperial, y cuyo ejercicio, reivindicaba cada yez que se ledeparaba ocasión. Y entonces fué una de ellas. EZnracimado sobre las gradas del templo de Hércules y del Macelliini, o apiñado bajo los bellos pórticos de Vidio Pompidio, el expueblo rey entretenía su impaciencia llenando el aire de gritos, juramentos y blasfemias y el suelo de mondaduras y de.sperdicios de frutas tirados al azar.Un vaho acre,agriado, producto de tanto sucio sudor evaporado, flotaba pesadamente en la atmósfera; se olía a democracia. Artesanos, taberneros, cargadores de muelle, gladiadores, verduleras y cortesanas de baja estofa rivalizaban en un pugilato de grosería. Pero el premio, sin discusión, había de otorgársele a los marineros y clasiarios de la escuadra de Plinio. En cambio, en la brillante calle de la Fortuna, dedicada al comercio y al lujo, dominaba la nota de la elegancia y de los buenos modales. Una multitud perfumada y distinguida •circulaba por las aceras y tomaba posiciones, sin apresuramientos plebeyos, de tan mal gusto. Envueltos en sus blancas togas, con el aire del que se cree'ser ¡dueño del-mundo, se veían cruzar graves senadores romanos, y sus arrogantes perfiles de expresión tan decidida y autoritaria se destacaban poderosamente sobre la masa vulgar de libertos j^

A

•i 94

clientes como figuras de medallones. Nobles matronas, rebozadas en largos mantos de seda de brillantes colores, con los broches de diamantes, y seguidas de esclavos con las túnicas a la rodilla, discurrían soberbias y orgullosas, como si fuesen madres de unos Gracos y no las progenitoras de una juventud viciosa y cori"ompida; o bien se quedaban extasiadas, apesar de su orgullo, ante las tiendas de los objetos de lujo donde las piedras preciosas traídas de la Arabia y de la India y las perlas del golfo Pérsico y de la Trapobana se exponían a la venta junto a idolillos y figurillas de marfil, conchas de tortuga, drogas odoríferas, riquísimos tapices de Babilonia, vasos preciosos de la Caramania, púrpuras de Tiro y pieles y sedería de Persia compradas a su peso en oro. Jóvenes patricias, bellas y armoniosas, con los velos flotantes, y adornados sus cabellos con las gavillas de oro de Ceres, o con almendras y cigarras de oro, a la moda ateniense, dejaban entrever la pureza de sus perfiles romanos, animados por las luces de sus ojos negros, dulces y brillantes. Ojos que, a veces, ,se fijaban en los hombres con tanta audacia que algunos bajaban los suyos avergonzados... De vez en cuando, en medio de aquella brillante multitud que aguardaba el desfile, entregada a los mil incidentes callejeros, algunos délos más ancianos alzaban la vista y contemplaban con aire de preocupación el Vesubio, cuya mole cortaba a lo lejos la perspectiva de la calle. El gracioso penacho de humo blanquecino que, desde hacía unos días, se elevaba sobre su cúspide grisácea, aparecía aquella mañana espesado 3^ ennegrecido, ocupando toda la cima y flotaba de un modo siniestro, como un ave de mal agüero, cerniéndose sobre la ciudad. De pronto, sobre todos los ruidos, se oj^eron las trompetas militares. — ¡Ya vienen...! ¡Los españoles! La gente se apresuró a ocupar buenos sitios. Un sordo murmullo, como el de las mareas en pleamar, que se levantaba por las calles próximas, indicaba la aparición de las primeras filas. Cuando la cabeza de la columna desembocó en la calle de la Fortuna, Cayo Fabiano, portaenseña de la primera legión, pareció querer tocar con la cabeza a las nubes. Llevaba el águila'legibnaria con más orgullo que el emperador su cetro y miró en derredor con un desdén francamente olímpico. Era un antiguo centurión, entrecano, la cara cruzada por cicatrices profundas, fuerte, musculoso, mar-

paredes del pórtico. En medio de abigarrados anuncios de ventasy exposiciones, sobresalía el pintado cartel de los jue-'gos circenses. El máximo interés se concentraba sobre los nombres de dos gladiadores, Escipilo y Marciano, que se des. tacaban por la tinta roja y los mayores caracteres de la letra. Para reforzarlo, sin duda, una nota puesta abajo avisaba que eran gladiadores de primera categoría y se habían educado en la célebre escuela de Lentulo Batiato de Cápua. Más abajo se anunciaba también que un cristiano convicto del de_ lito de blasfemia al emperador sería arrojado a las fieras. Un murmullo de satisfacción salió del grupo. -¡Gracias a que a ese cristiano se le ocurrió dudar de la divinidad del emperador—exclamó uno—no se vé privado el pueblo de un espectáculo tan romano, cuya contemplación ha servido a nuestros padres, durante tanto tiempo, de alimento espiritual! —¡Claro!-dijo otro—Después de la nueva ley prohibiendo a los dueños echar sus esclavos a las fieras, hay que esperar a que algún cerril cristiano se ponga, en .condiciones... ¡Vaya una ley sensible! Todo degenera —Además, ¿quién es la ley para impedir que un amo haga de sus cosas lo que quiera? Eso es un atentado a la propiedad 3^ la propiedad es sagrada... Es un fundamento social... ¡Abajo esa ley revolucionaria! Una disputa al otro lado del grupo atrajo la atención" — ¡Ganará Escipilo! —¿Escipilo..? ¡Diez sextercios grandes por Marciano..! Lo he visto en Roma, en el Colosscuin... — ¡Hecho! ¡Doble contra sencillo! Plubio 3^ Lucio se alejaron El segundo exclamó: —¡Irás a los juegos! —Pero no me divertiré. Mi centuria monta la guardia mañana 3^ quizá me toque de centinela junto al palco del Pretor... Feliz tú que podrás sumarte a la plebe 3^ alborotar! LaplazadeFor?

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