RURALIDAD EMERGENTE: POSIBILIDADES Y RETOS. Benjamín García Sanz

RURALIDAD EMERGENTE: POSIBILIDADES Y RETOS Benjamín García Sanz MINISTERIO DE MEDIO AMBIENTE Y MEDIO RURAL Y MARINO Secretaria General Técnica: Ali

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RURALIDAD EMERGENTE: POSIBILIDADES Y RETOS Benjamín García Sanz

MINISTERIO DE MEDIO AMBIENTE Y MEDIO RURAL Y MARINO

Secretaria General Técnica: Alicia Camacho García. Subdirector General de Información al ciudadano, Documentación y Publicaciones: José Abellán Gómez. Director del Centro de Publicaciones: Juan Carlos Palacios López. Jefa del Servicio de Producción y Edición: M.ª Dolores López Hernández. Autor: Benjamín García Sanz. Colaboradores: Enrique Alonso Población y Miguel S. Valles Martínez. Edita: © Ministerio de Medio Ambiente y Medio Rural y Marino Secretaría General Técnica Centro de Publicaciones Portada: Óleo de Victoria Brox Auñón 90x90 Maquetación, impresión y encuadernación: Artes Gráficas Gala, S.L.

Distribución y venta: Paseo de la Infanta Isabel, 1 Tel.: 91 347 55 41 Fax: 91 347 57 22 Plaza San Juan de la Cruz, s/n Tel: 91 597 61 87 Fax: 91 597 61 86

NIPO: 770-11-115-9 Tienda virtual: www.marm.es ISBN: 978-84-491-1077-1 E-mail: [email protected] Depósito Legal: M-25627-2011 Catálogo General de publicaciones oficiales: http://publicacionesoficiales.boe.es (servicio en línea/oficina virtual/Publicaciones) Datos Técnicos: Formato 13x20cm. Caja de Texto: 10,2x16cm. Composición: u­­na columna. Tipografía: Times New Roman a cuerpos 8 y 10. Encuadernación: Rústica. Papel: Interior en offset ahuesado de 80g. Cubierta en estucado semimate de 300 g. Tintas 1. En esta publicación se ha utilizado papel libre de cloro de acuerdo con los criterios medioambientales de la contratación pública.

Índice

Introducción................................................................................. 13 Capítulo I.  La sociedad rural vista como un ecosistema social....................................................................... 23 I. Introduccion............................................................................. 23 II. Ecosistema social y sociedad campesina tradicional............... 24 III Ecosistema social y cambios en la sociedad rural tradicional.... 26 IV. Ecosistema social y perspectivas de futuro para la sociedad rural........................................................................... 34 V. Conclusiones............................................................................ 42 PRIMERA PARTE: TENDENCIAS DE LA POBLACIÓN RURAL Capítulo II.  Cambios en la población rural............. 49 I. Fases en la evolución de la población rural................................... 49 II. Situación actual y perspectivas de futuro de la población rural. 55 III. Otros fenómenos demográficos de interés.................................. 65 IV. Conclusiones............................................................................ 69 Capítulo III.  Inmigración extranjera en el mundo rural...................................................................... 77 I. Introducción............................................................................. 77 II. ¿Cuántos son los inmigrante rurales?...................................... 80 III. Dónde se ubican...................................................................... 83 IV. ¿De dónde proceden los inmigrantes rurales?......................... 86 IV.1 El sexo......................................................................... 88 IV.2. La edad........................................................................ 89 V. ¿En qué trabajan los inmigrantes rurales?............................... 90 V.1. Ocupación por rama de actividad............................... 92 V.2. El paro de los inmigrantes rurales............................... 98

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VI. Ingresos de los inmigrantes rurales y de sus hogares.............. 100 VII. Conclusiones............................................................................ 108 SEGUNDA PARTE: LA ACTIVIDAD RURAL Capítulo IV.  Importancia de la agricultura en el entramado de la actividad rural................................... 115 I. Introducción............................................................................. 115 II. La agricultura como matriz de la ruralidad............................. 116 III. La encuesta de estructuras agrarias del año 2007.................... 122 IV. Resumen y conclusiones.......................................................... 124 Capítulo V. Actividad sectorial de la sociedad rural y sus notas específicas.............................................. 125 I. Introducción............................................................................. 125 II. Activos y ocupados rurales...................................................... 125 III. Variantes de la ocupación rural por género, edad y territorio. 130 IV. La agricultura rural.................................................................. 131 V. La industria rural..................................................................... 136 VI. Construcción............................................................................ 138 VII. Servicios.................................................................................. 141 VIII. Resumen y conclusiones.......................................................... 148 Capítulo VI.  Tendenencias de la actividad................ 151 I. Introducción ............................................................................ 151 II. Tendencias............................................................................... 151 II.1. Tendencias de la actividad según la edad................... 154 II.2. Tendencias de la actividad según el sexo................... 156 III. ¿Vuelta a la salarización o desarrollo de autónomos y empresarios?......................................................................... 161 IV. Resumen y conclusiones.......................................................... 170 Capítulo VII.  El paro rural y sus contrastes territoriales................................................................................ 171 I. La estructura del paro.............................................................. 171 II. El paro y el territorio............................................................... 174 IV. Paro territorial y género........................................................... 178 V. Resumen y conclusiones.......................................................... 183

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TERCERA PARTE: LA MOVILIDAD LABORAL A) ASPECTOS CUANTITATIVOS..................................................... 187 Capítulo VIII.  La movilidad de los trabajadores en datos.............................................................................................. 189 I. Introducción............................................................................. 189 II. Los hechos............................................................................... 190 III. Algunas notas sobre la movilidad............................................ 191 III.1. Movilidad rural y situación laboral............................. 192 III.1.1. La movilidad sectorial................................. 193 III.1.2. Movilidad rural y situación profesional....... 194 III.1.3. Movilidad rural y situación económica....... 195 IV. Movilidad rural y territorio...................................................... 196 V. Movilidad rural, territorio y sector de ocupación.................... 199 V.1. La movilidad rural de los trabajadores de la agricultura................................................................... 199 V.2. Movilidad rural de los trabajadores de la industria..... 200 V.3. Movilidad rural de los trabajadores de la construcción. 201 V.4. La movilidad rural de los trabajadores de los servicios. 203 VI. Resumen y conclusiones.......................................................... 206 Capítulo IX.  Dirección de la movilidad rural....... 211 I. Hacia donde se dirigen los trabajadores rurales...................... 211 II. Dirección de la movilidad rural según el territorio................. 213 II.1. Dirección de la movilidad rural de los agricultores.... 215 II.2. Dirección de la movilidad rural de los trabajadores de la industria.............................................................. 217 II.3. Dirección de la movilidad rural de los trabajadores de la construcción....................................................... 218 II.4. Dirección de la movilidad rural de los trabajadores de los servicios............................................................ 220 III. Movilidad urbana y su dirección............................................. 221 IV. Dirección de la movilidad urbana hacia el mundo rural.......... 223 IV.1. Dirección de la movilidad urbana hacia el mundo rural según características generales............... 223 IV. 2. Dirección de la movilidad urbana según el territorio.. 226 IV. 3. Dirección de la movilidad urbana por sectores:.......... 227 IV.3.1. Agricultores que residen en municipios urbanos y trabajan en pueblos rurales.......... 227 IV.3.2. Trabajadores urbanos que trabajan en la industria rural............................................... 229

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IV.3.3. Trabajadores urbanos que trabajan en la construcción rural........................................ 230 IV.3.4. Trabajadores urbanos que trabajan en los servicios rurales........................................... 232 V. Saldos de la movilidad rural-urbana y urbano-rural................ 233 VI. Saldos y saldos sectoriales según el territorio......................... 235 VII. Tipos de movilidad territorial.................................................. 238 VII.1. Variaciones de la movilidad general.......................... 238 VII.2. Tipos de integración rural........................................... 240 VII.3. Modelos de movilidad urbano-rural........................... 241 VIII. Tiempo invertido en los traslados al trabajo............................ 243 IX. Resumen y conclusiones.......................................................... 244 B) ASPECTOS CUALITATIVOS........................................................ 247 Capítulo X.  Movilidad laboral. frecuencia, tiempos y espacios en áreas rurales costeras de Galicia por Enrique Alonso Población........................................ 251 I. Introducción............................................................................. 251 II. Movilidad laboral.................................................................... 252 II.1. Frecuencias y tiempos de la movilidad laboral........... 252 II.2. Tipos de movilidad laboral......................................... 252 II.3. Horas de salida y llegada............................................ 254 II.4. Otros desplazamientos................................................ 255 III. Motivos, ventajas e inconvenientes de la residencia en áreas rurales....................................................................................... 256 III.1. Motivos económicos................................................... 256 III.2. Vínculos familiares..................................................... 259 III.3. Relaciones sociales básicas más allá de lo familiar.... 260 III.4. Otros elementos.......................................................... 262 IV. Generación, temporalidad y permanencia............................... 264 IV.1. Permanencia laboral y residencial incondicional........ 265 IV.2. Permanencia laboral y residencial relativa................. 265 IV.3. Permanencia laboral y residencial limitada................ 266 V. Distancia y oportunidad........................................................... 268 Capítulo XI.  Exploración cualitativa de la movilidad laboral rural: el caso de andalucía por Miguel S. Valles Martínez........................................ 273 I. Introducción: mapas iniciales de entrevistados y sus movilidades............................................................................... 273

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II. Hacia un enfoque analítico de la movilidad atento a los casos y los procesos..................................................................................... 277 II.1. El caso de los rurales móviles-sedentarios: pautas de movilidad elegida y permanente vs. pautas de movilidad sobrevenida y temporal.............................. 280 II.1.1. Pautas de movilidad elegida y permanente de los rurales sedentarios............................. 281 II.1.2. Pautas de movilidad sobrevenida y proyección temporal entre los rurales sedentarios.......... 283 II.2. El caso de los rurales nómadas-retornados: nuevas pautas y conceptos de movilidad elegida y permanente vs. pautas de movilidad sobrevenida y temporal........ 284 II.2.1. Pautas de movilidad elegida y permanente de los rurales nómadas retornados............... 284 II.2.2. Pautas de movilidad sobrevenida y temporal de los rurales nómadas retornados............... 292 II.3. Un caso especial de rural nómada retornado: movilidad elegida, pero temporal............................... 295 III. Motivos y ventajas del vivir en el medio rural, aunque implique movilidad laboral................................................................ 300 IV. Inconvenientes de la vida en el medio rural............................ 304 Capítulo XII.  Exploración cualitativa de la movilidad laboral rural: El caso de la zona centro por Miguel S. Valles Martínez............................ 307 I. Introducción: mapas iniciales de entrevistados y sus movilidades.................................................................................. 307 II. Las formas de movilidad laboral rural según las trayectorias y estrategias biográficas en juego y los procesos sociales en curso.............................................................................................. 311 II.1. Rurales móviles-sedentarios en la Zona Centro: pautas de movilidad y sedentarismo...................................... 312 II.2. Rurales nómadas-retornados, en la Zona Centro: nuevas pautas y casos de movilidad laboral rural....... 317 II.2.1. Pautas de movilidad elegida y permanente de los rurales nómadas retornados............... 318 III. Motivos y ventajas de la vida en el medio rural, a pesar del peaje de la movilidad laboral recurrente............................................ 331 IV. Inconvenientes de la vida en el medio rural............................ 336

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Capítulo XIII.  Discursos de dos zonas del Interior: gallur (Zaragoza) y montaña palentina.................... 341 I. Introducción............................................................................. 341 II. Movilidad de los jóvenes......................................................... 341 II.1. Pautas de movilidad elegida de los jóvenes rurales sedentarios .................................................................. 342 II.2. Movilidad sobrevenida de los jóvenes rurales sedentarios................................................................... 344 II.3. Movilidad elegida de los jóvenes móviles retornados. 345 II.4. Movilidad sobrevenida de los jóvenes rurales retornados.................................................................... 346 III. Movilidad de los adultos o mayores........................................ 348 III.1. Pautas de movilidad elegida de los mayores rurales sedentarios................................................................... 349 III.2. Movilidad sobrevenida de los mayores rurales sedentarios................................................................... 355 III.3. Movilidad elegida de los mayores rurales retornados........................................................ 356 III.4. Movilidad sobrevenida de los mayores rurales retornados........................................................ 362 IV. Ventajas e inconvenientes de la vida rural.............................. 368 V. Contrastes en los porqués de la movilidad.............................. 372 CUARTA PARTE: RENTAS RURALES Capítulo XIV.  Las rentas rurales y rentas por hogar ........................................................................................ 381 I. Introducción............................................................................. 381 II. Ingresos de los inactivos y territorio....................................... 382 III. Ingresos de los activos y territorio........................................... 388 IV. Ingresos por sectores de actividad.......................................... 391 V. Ingresos por sectores de actividad y territorio......................... 393 VI. Ingresos según la ocupación principal..................................... 399 VII. Ingresos por hogar rural........................................................... 401 VII.1 El hogar y sus ingresos............................................... 401 VII.2. Ingresos del hogar y género........................................ 403 VII.3. Ingresos del hogar y edad........................................... 404 VIII. Ingresos por hogar y sectores de actividad.............................. 405 IX. Ingresos por hogar y situación profesional.............................. 408 X. Ingresos por hogar y territorio................................................. 410 XI. Resumen y conclusiones.......................................................... 411

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Capítulo XV.  Ingresos rurales por persona y comparación con los ingresos de los hogares..... 415 I. Introducción............................................................................. 415 II. Diferencias según el sexo........................................................ 416 III. Otras variaciones que afectan al género.................................. 422 IV. Comparación entre ingresos por persona (actividad) e ingresos por hogar............................................................................. 427 V. Ingresos de las personas y de los hogares............................... 429 VI. Naturaleza de los hogares según los ingresos de la actividad.. 430 VII. Ingresos de los hogares e ingresos de la actividad.................. 433 VIII. Resumen y conclusiones.......................................................... 438 Capítulo XVI.  Los jóvenes rurales: una propuesta de futuro.......................................................................................... 441 I. Introducción............................................................................. 441 II. Demografía juvenil rural......................................................... 442 III. Perfiles generales de los jóvenes rurales................................. 446 III.1. Los jóvenes rurales inactivos...................................... 447 III.2. Los jóvenes rurales activos, ocupados y parados....... 450 III.3 Paro de los jóvenes rurales.......................................... 457 III.4. La movilidad laboral de los jóvenes rurales............... 460 IV. Jóvenes rurales extranjeros...................................................... 465 V. Ingresos y rentas de los jóvenes rurales.................................. 465 Conclusiones...................................................................................... 471 Capítulo XVII.  Las mujeres en el medio rural ........ 473 I. Introducción............................................................................. 473 II. Importancia cuantitativa de la mujer rural y sus notas demográficas...................................................................................... 473 III. Mujeres activas e inactivas en el medio rural.......................... 475 IV. La mujer rural actual............................................................... 485 V. La mujer rural y el futuro........................................................ 486 VI. Los retos del empleo................................................................ 488 VII. Resumen y conclusiones.......................................................... 490 Capítulo XVIII.  Envejecimiento, recursos económicos y servicios sociales en el mundo rural............................................................................. 491 I. Introducción............................................................................. 491 II. Mayores y mayores rurales...................................................... 492

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III. Características diferenciales de los mayores rurales.............. 493 III.1. Un envejecimiento algo menos feminizado................ 494 III.2. Viejos más viejos, más solteros y con estudios más nivelados..................................................................... 494 III.3. Mayores rurales y familia........................................... 495 III.4. Mayores rurales y recursos económicos..................... 497 III.5. Mayores rurales y movilidad...................................... 500 III.6. Mayores rurales y vivienda......................................... 502 IV. Diferencias de los mayores rurales y urbanos según las encuestas...................................................................................... 504 V. Mayores rurales y servicios sociales....................................... 507 V.1. Cómo se envejecía antes en los pueblos..................... 507 V.2. Cómo se envejece ahora y las soluciones que se dan a los mayores dependientes......................................... 508 V.3. Por donde debe ir una respuesta adecuada al envejecimiento rural.................................................... 509 V.4. Comentario sobre los centros polivalentes................. 511 VI. Resumen y conclusiones.......................................................... 513 BIBLIOGRAFÍA................................................................................... 515

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Introducción

Hay un sentir general de que la sociedad rural es cada vez más compleja. Al menos esto dan a entender los múltiples planteamientos y la diversidad de teorías que se han ido sucedido a lo largo de los últimos años. Ha habido cambios y los científicos sociales, no muchos, intentan dar una explicación de los mismos. Unos enmarcan y hacen depender dicha complejidad de las demandas crecientes que surgen y se extienden desde la sociedad urbana, y otros porque la vinculan con la recuperación de espacios marginados y tradiciones ya casi abandonadas. Unos y otros apoyan su punto de vista en las sociedades actuales, cada vez más globalizadas, y cada vez más mediatizadas por las decisiones que se toman en los centros de poder que definen las estrategias de futuro. Lo fundamental es que se atisba un cambio y todos, de una manera o de otra, tratan de entenderlo y explicarlo. Fundamentalmente se barajan dos posiciones teóricas, aunque con matices; la primera es exógena y voluntarista: exógena, porque surge a espaladas de la propia realidad rural, y sin tener en cuenta los movimientos que se dan en el interior de ella, y voluntarista, porque tiene más en cuenta el deber ser que el ser, los deseos, de los que no son rurales, de la realidad, que se vive y se respira en los pueblos; y la segunda es endógena porque sus reflexiones y argumentos se hacen depender de las características del propio mundo rural. La primera, la exógena, entiende la sociedad rural actual básicamente en función de los estándares y de los consumos urbanos. Considera que los movimientos y cambios que se producen en las sociedades rurales no son más que una respuesta, espontánea o estudiada, a las demandas y a los requerimientos que se generan en la ciudad. Lo rural no es algo dado, sino algo socialmente construido en función de las necesidades y de las demandas de las gentes que viven fuera, en la ciudad. Parece, según el sentir de esta postura, que los rurales cuando apuestan por recuperar su historia, revitalizar sus tradiciones, valorar sus productos artesanales, 13

rehabilitar sus edificaciones y sus monumentos, ofrecer sus espacios naturales, recuperar sus ritos, mejorar la vida de sus pueblos, buscar nuevas alternativas de trabajo etc, están pensando en el exterior, en la ciudad, sin tener en cuenta las demandas que se generan en el interior. En definitiva es su historia la que se hace y su vida la que se revitaliza. Es como si algo que tuviesen oculto lo sacan a la luz, porque va a ser entendido y valorado por gente externa y, además, va a suscitar la curiosidad y el interés de gentes desconocidas que valoran estos productos como si se tratase de algo exótico, y que los van a consumir, no por su valor intrínseco, sino porque ha entrado a formar parte de la jerga que ha generalizado la sociedad de consumo. Utilizando una metáfora diríamos que es como si los artefactos guardados en el desván porque no se valoraban, se sacasen a la calle y se ponen en venta porque, con sorpresa de la gente, han surgido compradores. Según esta apreciación, lo rural tiene sus días contados, porque de la misma manera que se ha generado un interés social por este consumo, no hay bases objetivas para seguir creyendo que tenga que ser así en el futuro. Se trata de una moda, sin base objetiva, y como tal puede ser cambiada y modificada a gusto de los consumidores. La segunda posición no tiene nada de virtual, ni de creación ex novo, sino que entiende el fenómeno de la revitalización rural como un hecho natural y normal, protagonizado por sus gentes y enraizado en las características del territorio. Es un proceso de cambio en el que convergen las estrategias de los que le protagonizan, así como el contexto en el que se realiza. Se trata, pues, de una revitalización que obedece, por un lado, a una necesidad interior, y por otro, a satisfacer ciertas demandas exteriores con los recursos que le son propios. Que se trata de una necesidad interior, forma parte de la lógica. Hasta los años ochenta la gente que se quedaba en los pueblos tenía recursos más que suficientes para seguir subsistiendo, aunque en peores condiciones que las actuales. Había un espacio por explotar, se había incrementado la demanda de alimentos, se había reducido al 50% la población rural y la población agraria. Pero todavía quedaban ciertos márgenes para seguir viviendo de la agricultura. El problema se plantea y se agudiza cuando escasea el trabajo en las ciudades, se deterioran las condiciones de vida por los bajos salarios y la precariedad en el empleo, se corta la emigración y desciende el trabajo en la agricultura. Los procesos de modernización de la agricultura 14

siguen expulsando a gente. Ya no se puede emigrar porque de hacerlo empeorarían sensiblemente las condiciones de vida que se tienen en el pueblo. Las circunstancias económicas obligan a quedarse y encontrar en este medio una solución. Es lo que se ha venido en llamar “hacer de la necesidad virtud”. La gente que se queda tiene que plantearse otras formas de trabajo extraagrarias, otros modos de ganarse la vida. La agricultura es un colchón que puede ayudar a paliar la crisis, pero carece de fuerza para solucionar el problema del sustento diario. Se barajan varias fórmulas y se ponen en marcha diferentes soluciones. Como lo inmediato es poseer un trabajo sin tener que verse obligado a emigrar, algunos, los más jóvenes, optan por montar su propio negocio, o alternar la vida en el pueblo con un trabajo fuera. Otros, se proletarizan, y se dan de alta en la construcción, pero sin abandonar el pueblo. Algunos programan el trabajo en la ciudad durante los días de la semana para volver al pueblo, en donde tienen la familia, los fines de semana, y otros, se sacrifican mucho más, yendo y viniendo todos los días desde el pueblo a la ciudad, para evitar gastos de residencia. Todo ello implica un coste social, pero resulta mucho más leve que trasladarse a la ciudad con todo los riesgos que en estos momentos conlleva. Junto a estas salidas profesionales surgen otras que implican mayores riesgos, como optar por organizar un pequeño negocio para cubrir el vacío de la oferta de servicios, o atender las demandas de los nuevos residentes. Es una solución más cercana a los jóvenes que a los adultos y, en el campo de los servicios, más asumible por las mujeres que por los hombres. Hay nuevas estrategias de desarrollo que coinciden, y son impulsadas, por un nuevo concepto de la tierra y de los recursos naturales; por el relanzamiento de una industria agroalimentaria que no termina de despegar, y por una cierta revitalización de la población. He aludido a una cierta revitalización demográfica, fenómeno que quiero enfatizar. Se corta la emigración y al mismo tiempo aparece una cierta revitalización de la sociedad rural basada más que nada en la generalización de la segunda residencia. Pero atención; este fenómeno no está protagonizado por los rurales virtuales, es decir, por los residentes urbanos que poco o nada han tenido que ver con los pueblos, sino por gentes que en su día abandonaron los pueblos y se establecieron en la ciudad. Es importante subrayar este hecho porque no son los residentes 15

urbanos como tales los que han despertado el interés por lo rural, sino los propios rurales-urbanos que en contacto con la ciudad se han dado cuenta de ciertas bondades que encerraba la vida de los pueblos. Aparte del movimiento interno en la ocupación rural, –desagrarización, importancia creciente de la construcción, interés por la industria agroalimentaria y desarrollo del sector terciario– los dos fenómenos demográficos más importantes, cuantitativamente hablando, han sido la segunda residencia y la vuelta de antiguos emigrantes. A ellos habría que unir un tercero, que supera en términos absolutos a los dos anteriores, la llegada de inmigrantes extranjeros. Si bien, estos fenómenos todavía no son generales y se distinguen ritmos y zonas, los procesos se van generalizando y es rara la zona o pueblo que no participa de alguno de ellos. Respecto a la segunda residencia los datos hablan por sí sólo. Si se exceptúan algunas provincias, las más próximas a las grandes ciudades, en el resto, la mayoría de las viviendas que se han recuperado no pertenecen a extraños o gentes no vinculadas al mundo rural, sino a rurales que emigraron y no quieren perder sus raíces. Son gentes que fijan su residencia en los pueblos porque han tenido, o tienen, una historia en él. Tildarles de consumidores urbanos es un error, como también creer que es la ciudad la que les ha ayudado a descubrir el pueblo. Digo mal; aunque la mayor parte de este grupo sabía lo que era el pueblo y cómo se vivía en él, ha sido la ciudad y sus contrastes la que ha despertado el interés por la vida del pueblo. A estos dos fenómenos se une un tercero, el de los inmigrantes extranjeros. Es sin duda alguna, como analizaremos en otro apartado, el fenómeno más importante de la ruralidad. Aunque es un fenómeno nuevo, ya está empezando a dar sus frutos. Es todo un revulsivo no sólo para la actividad rural, sino para la estructura por edades. Y aquí radica la segunda afirmación, que este proceso tiende a satisfacer ciertas demandas exteriores. Desde que se superó la etapa de la subsistencia, producción en función del consumo interno, por cierto que ya han transcurridos muchos años, la producción rural siempre ha tenido una vertiente hacia el mercado. No podía ser de otra manera. La base de la alimentación ha estado radicada aquí, aunque, como hemos comentado, poco a poco han ido surgiendo otras funciones. Probablemente en la actualidad es impensable un mundo rural volcado sobre el consumo exterior, y hay que resaltar otras facetas como el interés de los urbanos por consumir productos rurales, pero en el propio 16

medio rural. Hay productos rurales, la mayoría, que pueden ser exportados y consumidos en el propio medio urbano, pero hay otros, que sólo es posible disfrutar de ellos trasladándose al propio mundo rural. Éste es el caso de la vivienda rural, del paisaje, de ciertos productos gastronómicos, del arte y la monumentalidad, de las tradiciones populares. Para poder consumir y disfrutar estos productos hay que venir al medio rural y tener un contacto, más o menos permanente, con los pueblos. Alguien pensará que se pueden armonizar las dos posiciones, pero hay que recalcar las diferencias: o se intenta redefinir los cambios en función de algo exógeno, como las demandas que genera la sociedad urbana, cada vez más consciente de sus carencias y de sus limitaciones, o se los entiende como algo que surge desde dentro de la propia sociedad rural para dar respuesta a las nuevas demandas que se generan en este medio. No se debe olvidar que no son las personas mayores los que protagonizan este cambio, sino esa población joven y adulta, que ama y respeta la idiosincrasia de sus pueblos rurales, y que apuesta por la revitalización actualizada de la tradición. La distinción no es baladí e implica cambios muy importantes tanto a la hora de definir la realidad de lo rural, así como a la hora de plantear estrategias de futuro. Según la primera acepción, la exógena, se trataría de superar la tradición, adaptándola a los nuevos gustos y a las exigencias de las sociedades urbanas. La ciudad es la que tiene el dinero, marca los procesos de desarrollo e impone sus leyes para satisfacer sus necesidades en las mejores condiciones posibles. En este caso, el campo, la sociedad rural o se adapta o se muere. Desaparece la sociedad rural y lo único que permanece son espacios naturales, culturales, que se valoran y tienen visos de permanecer en la medida en que se ajusten a los gustos urbanos. La cultura, la tradición, el arte rural no constituyen valores en sí mismos que puedan suscitar, sin más, el atractivo de otras poblaciones, de otras culturas, de otra sociedad, sino que su valoración y su reconocimiento depende de los gustos del momento y de las simpatías o antipatías que suscita la sociedad poderosa. Se ha acabado la objetividad y hemos entrado en valoraciones subjetivas que se construyen y modifican a gusto de los sujetos que consumen. El planteamiento endógeno tiene elementos suficientemente consolidados y objetivos para suscitar el interés de los que lo conocieron. Si en algún momento estos valores no suscitaron ni el interés ni el consumo de los urbanos, no es porque las formas de vida rural no tuvieran capacidad 17

objetiva para ello, sino a ese movimiento pendular que se produce en la evolución histórica. Se ama un valor, luego se odia y al final se hace la síntesis. Esto ha pasado con todo lo que rodea la vida rural. Primero se valora porque era el único habitat posible; luego se rechaza porque se evidencian sus problemas y se presentan alternativas que lo superan; y después se vuelve la mirada hacia lo rural, porque se descubren ciertos valores que no se habían tenido en cuenta anteriormente y que contrastan con la propia vida urbana. Se hace la síntesis. En este trabajo me voy a referir a cinco campos en los que, a mí entender, se ha producido un cambio endógeno, desde dentro, desde el interior de la comunidades rurales. Con ello se pretende demostrar la vitalidad interna de la sociedad rural. Los cambios a los que se alude son éstos: demografía, ocupación, movilidad laboral y la base económica. Hay otros campos que también se podrían explorar como los de la cultura, el del ocio y tiempo libre, los usos y costumbres, los valores, los ritos y tradiciones, el uso del medio ambiente, la sostenibilidad, etc. En estos campos, como en los anteriores que comentaré, el mundo rural se presenta extraordinariamente móvil, con enorme interés por profundizar en su pasado, pero sin renunciar, o hacer compatible, su tradición con las demandas actuales de la sociedad. Creer que la orientación finalista tergiversa, mutila o contamina la revitalización del pasado rural es una visión que hay que desterrar. Aparte del valor intrínseco que poseen las cosas, la vida del pueblo, las relaciones sociales, la celebración de las fiestas, la vida cotidiana, el dinero, la vida en familia, el valor de la tradición, el respeto a la palabra dada, etc, está también la capacidad de los sujetos para adaptar estos elementos a los momentos que vive la sociedad. Es importante insistir en que el cambio no siempre implica ruptura, olvido, marginación, repulsa, ocultamiento de comportamientos anteriores, sino que puede también compaginarse y ser compatible con una profundización o una adaptación de los comportamientos del pasado. Se pueden ubicar estos cambio en el ámbito de la ruptura, el olvido y la ocultación, o hacerlos compatibles con la historia y las formas tradicionales de comportamiento. Mi postura está más bien de esta segunda parte y espero que mis razonamientos tengan solidez para afianzar esta tesis. Como se ha indicado, el libro está estructurado en cinco partes y una introducción. La introducción aplica la teoría del ecosistema social a los 18

cambios acaecidos en los cincuenta o sesenta últimos años a la sociedad rural. Se comentan, a la luz de los elementos que integran este sistema, los cambios. Sigue una primera parte estructurada en dos capítulos, uno aborda la demografía rural y el otro la inmigración extranjera. Uno y otro definen el presente y el futuro de los pueblos. La segunda parte está dedicada a la actividad y tiene por objeto demostrar que el mundo rural ha dejado de depender de la actividad agraria y en su lugar ha adquiriendo un protagonismo especial la industria, la industria agroalimentaria, la construcción y, sobre todo, los servicios. El mundo rural se está terciarizando, aunque con ritmos diferentes y con contrastes espaciales importantes. A pesar del fenómeno de la desagrarización se insiste en la importancia de la agricultura y del medio ambiente. Lo agrario sigue siendo la matriz de la ruralidad, y lo es aún más en los pueblos más pequeños y más rurales. Si bien hay muchas familias que ya no dependen directamente de la agricultura no por ello se han desvinculado totalmente de este sector. El huerto familiar, el cultivo marginal de algunos árboles frutales, alguna viña o el olivar dan muestra que aún no se ha abandonado de todo el cultivo de la tierra. La tercera parte es central y tiene por objeto desarrollar de forma pormenorizada el tema de la movilidad laboral. Vivir en el pueblo y trabajar en la ciudad es una alternativa que cada vez tiene más vigencia en los pueblos rurales. Esta parte se subdivide en otras dos. En la primera se analiza de forma cuantitativa el hecho de la movilidad relacionada con el sexo, la edad, los estudios realizados y la actividad sectorial. Así mismo se desagrega este proceso por comunidades autónomas enfatizando aquellos espacios que están más integrados de aquellos otros que lo están menos. En este punto se presta una atención especial a discernir la dirección de la movilidad rural que puede orientarse hacia la ciudad, o pueblos urbanos, o hacia los propios pueblos rurales. Puesto que el fenómeno de la integración territorial está muy relacionado con la movilidad de la propia ciudad a los pueblos rurales se hace hincapié en las personas que salen a diario de la ciudad a trabajar a los pueblos y en las características de este colectivo. La segunda parte, de esta tercera, está dedicada al análisis de los mensajes de las personas que se movilizan. Aunque hay una tipología de motivaciones que se repiten con más o menos frecuencia en los diferentes espacios, hay casos particulares, los menos, que ponen de manifiesto el carácter excepcional de este proceso. En este apartado se deja constancia de las diferencias territoriales distribuyendo los mensajes por zonas. 19

La cuarta parte está dedicada al análisis de las rentas rurales. En los apartados de esta parte se analizan hechos: la importancia que tienen las rentas que genera la actividad frente a las que se derivan de la inactividad; la fuerte caída que representan los ingresos derivados de la agricultura, bastante más bajos porcentualmente que lo que corresponde a la actividad; y la pluralidad de los ingresos de las familias rurales que no obtienen ingresos de una sola fuente, sino de varias. Éste hecho aparece reflejado en las denominadas familias agrarias que cada vez diversifican más sus ingresos. Ahora bien, este fenómeno no se daría si al mismo tiempo no se hubiera roto la relación entre agricultura e ingresos de las familias agrarias. Hay una parte de los ingresos de la agricultura que tienen como destino a las familias agrarias, pero otra parte, no. En la quinta parte se seleccionan algunos problemas puntuales de la ruralidad actual: jóvenes, mujeres y mayores. Son temas básicos para entender el futuro de los pueblos. Sin jóvenes, y sobre todo sin mujeres jóvenes, la pirámide de edades estará cada vez más distorsionada. La mujer es una pieza clave para el futuro de la ruralidad, no sólo por el papel que ejerce, sino porque evita la descompensación actual por sexos. Los mayores son el grupo que puede dar un cambio a la ruralidad ya que precisa de atención, y son los jóvenes los únicos que pueden prestar este servicio. El título del libro, LA RURALIDAD EMERGENTE: POSIBILIDADES Y RETOS, obedece a estos cambios. Se plantea en términos de posibilidades y de retos. Ahora bien, estos cambios no son lineales, sino inciertos y enigmáticos; no se trata de volver al pasado, sino plantearse con realismos el presente y el futuro aprovechando lo que yo llamo posibilidades y retos. No se trata de construir una nueva historia, sino adecuar la pasada a las nuevas necesidades y nuevas demandas de la población endógena y de otros colectivos que vuelven su vista a lo rural buscando encontrar en esta sociedad algo de lo que carece la vida en la gran ciudad. Hay demandas que ya se empiezan a definir pero otras todavía son enigmáticas y habrá que dejar pasar el tiempo para que afloren a la superficie. Un trabajo de esta naturaleza no es atribuible a una sola persona. Son muchos los que han colaborado y han prestado su granito de arena. A Victoria Brox, que ha colaborado en el diseño cuantitativo y ha aportado sus horas de trabajo. A Matías Gaitero que ha participado en el diseño del trabajo cuantitativo, ha realizado algunas entrevistas y ha trascrito las conversaciones de dichas entrevistas. A Enrique Alonso que se ha 20

encargado de la parte cualitativa de Galicia y firma el capítulo dedicado a esta comunidad; lo mismo a Miguel Valles que se ha responsabilizado de los comentarios sobre la movilidad en la mitad sur y firma los capítulos correspondientes a esta zona. A José Antonio Moro que ha expresado en Mapas la movilidad laboral rural. Finalmente, enfatizo la importancia de este trabajo para entender la realidad actual del mundo rural y para prever, con matices, hacia donde se orienta la ruralidad del futuro. El tiempo dirá si he acertado en mis pronósticos, o he pecado de optimista o pesimista.

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Capítulo I.  La sociedad rural vista como un ecosistema social

I.  INTRODUCCION Se entiende por ecosistema “el conjunto de actividades y mecanismos de adaptación mediante los cuales una comunidad de organismos vivos interacciona con el medio ambiente para lograr su supervivencia”; el ecosistema puede ser entendido, también, para “designar los sistemas complejos formados por una trama de elementos físicos y biológicos” (Terradas, 1982,5). Pero no es esta acepción la que nos interesa, sino aquella otra que ayuda a entender el cambio de lo social. Esta segunda acepción, la de ecosistema social, ha tenido diferentes aplicaciones en el campo de la Sociología (Juan Díez Nicolás, 1982). El Profesor Hawley ha aplicado este concepto a las comunidades humanas y a su interacción con el medio ambiente. Entiende por tal, “un orden de dependencias mutuas en una población, mediante el cual el todo opera como una unidad, y de ahì que puede mantener una relación viable con el medio ambiente” (Hawley, 1992, 52). En esta definición el medio ambiente queda fuera del ecosistema a fin de que, como dice el mismo Hawley, pueda ser tratado como una variable independiente. Abundando en esta acepción, se pueden distinguir los siguientes elementos como constitutivos del ecosistema social: Primeramente, el ecosistema social como unidad de análisis, está compuesto por cuatro elementos -Población, medio ambiente, tecnología y organización social-, los cuales se comportan tanto como variables dependientes (se explican en función de las demás), como independientes (es decir, determinan a las demás). Segundo. Las interrelaciones entre estos cuatro elementos tienden a alcanzar un cierto grado de equilibrio y de orden. Ahora bien, dicho 23

equilibrio es inestable dependiendo de la mayor o menor exposición del ecosistema al exterior, así como de los cambios que se producen tanto en su interior como en su entorno. Unas veces se acentuará el equilibrio y otras el cambio. Mientras el equilibrio será consecuencia de una satisfacción adecuada de las necesidades de la comunidad, bien porque existe un ajuste demográfico, o bien porque hay una adecuada distribución de los bienes y de las personas, el cambio se dará si se producen rupturas en estos ámbitos. Tercero. Cualquier cambio que se da en uno de los elementos del ecosistema produce automáticamente cambios sucesivos en los demás. Finalmente, el sistema, –que es una unidad que funciona en sí mismo– puede dejar de actuar como tal y convertirse en un subsistema, –sistema que funciona dentro de una unidad mayor que le trasciende y le integra–, o en una parte de un sistema o, incluso, desaparecer. Para aplicar el comportamiento del modelo, hemos elegido tres escenarios, el primero referido a la sociedad rural tradicional, el segundo recoge los cambios desde los años 50 hasta los 90 y el último pretende alumbrar los procesos que están en germen y que van a determinar el ser de este segmento de la sociedad.

II. ECOSISTEMA SOCIAL Y SOCIEDAD CAMPESINA TRADICIONAL Hasta muy avanzado el siglo XX, la nota dominante de la sociedad campesina tradicional fue la estabilidad. Población, medio ambiente, tecnología y organización social se encontraban en un cierto equilibrio, aunque inestable. La población rural apenas crecía; la estabilidad demográfica determinaba, a su vez, un acotamiento del espacio productivo, que influía en la pervivencia de las formas tradicionales de producción; todo ello estaba en armonía con la organización social que se aceptaba de forma generalizada y, sólo, excepcionalmente se ponía en cuestión. La tendencia natural de la población al crecimiento era cortada por la sobremortalidad y, ocasionalmente, por la emigración, que actuaban como mecanismo regulador entre diferentes sociedades o partes de una misma sociedad. Lo mismo sucedía con las demás variables del sistema que sólo de forma ocasional podían admitir determinados cambios. ¿Cuales fueron éstos? Crecía la población lentamente y también lo hacía la producción 24

como consecuencia, unas veces, del incremento del espacio (extensión de cultivos) y otras, de ciertas innovaciones técnicas que surgían como consecuencia de la presión demográfica (intensificación). Todo ello, a su vez, agudizaba las tensiones, por un lado, entre campesinos e instituciones (estatales, señoriales o eclesiásticas) y por otro, en el interior de la sociedad rural (luchas por el control de los cargos municipales y por lograr una representación en el ayuntamiento o en los órganos de representación). Todo ello, obviamente, repercutía sobre el viejo orden tradicional, que se veía impulsado a modificarse. No pretendo describir las claves que transformaron la sociedad rural tradicional, ni los mecanismos que concurrieron para su derrumbamiento; quiero, simplemente, señalar algunos hechos que fueron decisivos. En el orden demográfico, cabe apuntar una cierta modernización de la población que se tradujo en una caída, primero, de la mortalidad extraordinaria, una reducción, posteriormente, de la mortalidad infantil y un descenso de la natalidad, fenómenos que se inscriben en la denominada transición demográfica (García Sanz, B, 1989, 291-382). Pero todo ello fue posible porque, al mismo tiempo, se dieron ciertas transformaciones económicas que afectaron a la producción, la distribución y el consumo. Se reformaron los sistemas impositivos, desaparecieron ciertos impuestos, como el diezmo y otros de carácter señorial, que gravaban de forma importante la producción, se amplió el mercado de granos, se llevó a cabo una cierta reforma agraria con las diferentes desamortizaciones y, en algunas regiones, apareció un desarrollo industrial (García Sanz, B., 1989: 197-234). Transformaciones demográficas y económicas estuvieron acompañadas de otras de carácter técnico que afectaron bien a la producción agrícola -como, por ejemplo, la generalización de las leguminosas, la introducción del arado de vertedera, la especialización productiva con una orientación de los productos hacia el mercado, caso del viñedo, olivar, etc, la introducción del abono mineral-, bien a la producción industrial, como fue el caso de la aparición de fábricas y la generalización de artefactos mecánicos; al transporte, como la creación y difusión del ferrocarril y de buques de alto tonelaje; y a la salud, como el descubrimiento de vacunas y la penicilina. Todo ello tuvo su expresión en el orden político e institucional –organización social– con la aparición y generalización de los partidos políticos y organizaciones sindicales, que tuvieron también en el campo 25

una expresión en un cierto movimiento asociativo (Arribas Macho, 1989 y Castillo J.). Este proceso se vio interrumpido por la guerra civil, que utilizó el campo como uno de los soportes de consolidación y mantenimiento del régimen y, al mismo tiempo, como experimento de lo que podría ser un nuevo modelo de sociedad. Finalmente, el medio ambiente dependía totalmente de las otras variables de modo que según era la población, la organización social y la tecnología había más o menos posibilidades de incrementar el espacio de cultivo, así como la asignación de lo que había que sembrar cada año. Pero el medio ambiente no era solo una variable dependiente, sino que imponía sus límites, tanto al crecimiento de la población, como a la organización social, como a la tecnología. Había un límite al crecimiento demográfico que no se podía traspasar. De otro modo rápidamente surgía un reajuste. Por otro lado, la organización podía operar dentro de ciertas condiciones que habían estado presentes en la historia. Había que acreditar la propiedad y, una vez acreditada, no se podía violar pues se consideraba como un patrimonio histórico. Había que buscar fórmulas más o menos colectivistas, pero sin atentar contra este derecho sagrado. El propio medio, y sus escasos rendimientos, era una llamada constante a la innovación y al cambio. Innovaciones y cambios que no acababan de cristalizar y si llegaban contaban con el rechazo de una buena parte de la sociedad rural. Eran rechazados porque rompían el orden establecido y perjudicaban los intereses de una buena parte. No obstante, con el tiempo, y después de reiterados rechazos se imponían porque al final se veían ventajosos.

III. ECOSISTEMA SOCIAL Y CAMBIOS EN LA SOCIEDAD RURAL TRADICIONAL En este período, después del corte demográfico que supuso la guerra civil, la población campesina tendió a crecer de forma acelerada, crecimiento que no se correspondía con lo que estaba sucediendo en el ecosistema de la sociedad campesina. La tierra de cultivo había alcanzado, más o menos, sus niveles máximos de aprovechamiento y la tecnología apenas se había modificado, perviviendo los viejos modos de trabajar la tierra, entre los que sobresalían el arado romano, algo mejorado, y la fuerza animal y humana. Estaban empezando a cambiar los sistemas de 26

abonado, con la generalización de los nitratos, y también los cultivos, cada vez más dependientes del mercado y menos de la economía de subsistencia. La estructura social, apoyada en una división anacrónica de la tierra, seguía vigente, habiendo resultado vanos todos los esfuerzos que se habían hecho –desamortizaciones, ley de reforma agraria– para su reforma. En la organización social, no se aprecian transformaciones importantes, agudizándose los viejos problemas entre obreros agrícolas y empresarios, así como entre pequeños y grandes propietarios. Es, pues, un período de tensiones internas que no terminan de aflorar del todo debido a la pervivencia de ciertos mecanismos represivos, puestos en marcha por el franquismo, así como a la falta de organizaciones que aglutinasen los intereses enfrentados. El medio ambiente, la tierra, era cada vez más valorada por su escasez. Si se exceptúa Cataluña, Aragón y País Vasco Comunidades en el que la tierra la heredaba el mayor, en el resto se repartía entre todos los herederos, acentuándose por ello los niveles de subsistencia y de precariedad alimentaria. Trabajar para comer, era la aspiración de la mayor parte de los campesinos. Mal lo tenían las pequeñas explotaciones familiares con la parcelación de la tierra por herencia entre los hijos, pero peor lo tenían los obreros de la agricultura que no tenían asegurado ni un salario ni un jornal. Todo dependía del tiempo y de la voluntad del cacique de turno o del Señor. El entorno exterior al campo, entorno ecuménico como le denominaría el profesor Hawley (1992, página 33 y s.), estaba iniciando un proceso de cambio que tenía su epicentro en Europa, y que estaba empezando a tener un cierto impacto en la Península, sobre todo en aquellas ciudades que en el pasado habían activado un cierto desarrollo industrial. A partir de este momento, años 55-60, la sociedad campesina se verá fuertemente convulsionada, iniciándose el alumbramiento de una nueva sociedad rural. Es el momento en el que las variables del ecosistema social –población, medio ambiente, tecnología y organización social– entran en un proceso de cambio, dándose entre ellas reacciones en cadena. A) El excedente poblacional va a tener una salida a través de la emigración, aliviando así la presión que se estaba ejerciendo sobre los recursos y la propia organización. Contribuyó a ello las malas condiciones de vida por las que atravesaban los obreros de la agricultura y los pequeños campesinos, y la incipiente industrialización de nuestro país. A ello se unía el fuerte despegue económico de algunos países europeos como Alemania, Suiza y Francia. La emigración será selectiva, afectando 27

en primer lugar a los obreros de la agricultura y luego a los campesinos de explotaciones poco dimensionadas, todos ellos con recursos escasos para poder sobrevivir en el campo. Estos dos factores, presencia de trabajadores por cuenta ajena y dimensión de las explotaciones, explicarán la mayor o menor incidencia regional de la emigración. La emigración, tal como se produce, de forma rápida y formada principalmente por gente joven, actuará como un factor de desequilibrio rural. A ello hay que añadir la caída de la fecundidad que se inicia en la ciudad como consecuencia de los procesos de modernización, pero que posteriormente se traslada también al mundo rural, provocando así no sólo la caída de la población rural, sino también su envejecimiento. Emigración y natalidad controlada se manifiestan en una pirámide de edad totalmente invertida que pone en cuestión la pervivencia de muchas comunidades rurales y determina la desaparición de otras. B) El vaciamiento y la distorsión demográfica del mundo rural favoreció la necesidad creciente de cambios tecnológicos, fenómeno que afectó también a los procesos de producción. El campo tuvo que mecanizarse para suplir el vacío de la mano de obra dejada por la emigración de los jornaleros y el encarecimiento de los salarios, y para incrementar los rendimientos por superficie sembrada, respondiendo así al reto de racionalizar y modernizar la explotación agraria, circunstancia que es exigida por factores exógenos, tales como la evolución económica general del País y la integración de la agricultura en la UE. Presionan, pues, en favor de la modernización y la racionalización, el incremento de los inputs agrarios, el aumento del capital invertido en la agricultura, así como el mismo proceso de industrialización, que tiene en el campo a uno de sus principales consumidores. Ejercen, también, una influencia positiva para el incremento de la demanda de productos agrarios: el potencial demográfico que se instala en la ciudad, el crecimiento general de la población, y, finalmente, la mejora de la situación económica, que demanda más productos agrarios y más diversificados. Los tractores, las trilladoras y las cosechadoras serán tres de los artefactos principales que facilitarán la sustitución del trabajo humano y animal; y la generalización de los abonos minerales y su diversificación, la selección de semillas y su adaptación a los diferentes suelos, la extensión del regadío y la producción en invernaderos, serán los causantes principales de los incrementos de la producción.

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Estos procesos no han afectado por igual a todas las regiones, sino que han dependido de los ecosistemas existentes en cada región, así como del impacto causado por la emigración. La diferenciación regional se argumenta tanto a partir de razones objetivas, tales como la calidad de la tierra, la concentración o dispersión de la propiedad, la dimensión de las explotaciones, los cultivos, las condiciones medioambientales, el carácter más o menos agrario de las poblaciones y la cultura etc., como, también, a través de razones subjetivas, como la adquisición de riesgos en la propia explotación, y las formas de redistribución de la tierra dejada por los emigrantes. Parece existir, a nivel regional, una cierta relación entre emigración y tecnología en el sentido de que aquellas regiones que perdieron más población, han tendido a mecanizarse más, y más rápidamente y, en cambio, aquellas otras que tuvieron menos población emigrante, se han mecanizado menos intensamente y a un ritmo más lento. Pero todo esto no ha sido casual, sino que ha dependido, a su vez, de la calidad de la tierra, de las formas de tenencia, de las formas de habitat, de la orientación de la producción para el consumo o el mercado etc. C) Una consecuencia de todo ello ha sido la apertura creciente de la agricultura a otros sectores de la producción (nueva organización), provocándose con ello la caída de la economía de subsistencia y la consolidación de una economía de mercado. El efecto global ha sido el cambio de funcionalidad de la sociedad campesina en el marco de la sociedad global. Si en el pasado las notas que definían a esta sociedad eran la autarquía, el aislamiento y, desde principios de siglo, su carácter marginal; la emigración y el mercado han generado fuertes lazos con el exterior, haciendo que la sociedad campesina sea cada vez más dependiente. La apertura al exterior es sin duda el factor más dinámico de la sociedad campesina, vista como un ecosistema, y, al mismo tiempo, el que da cuenta de los cambios y transformaciones que se dan en el resto de las variables que la integran. Los hitos más sobresalientes de estos cambios, siguiendo una secuencia lógica, son los siguentes: 1.- Los rendimientos agrícolas han crecido extraordinariamente, tanto si se analizan en relación a la superficie sembrada como en relación a la productividad del trabajo. Los cereales han duplicado sus

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rendimientos y la ganadería ha mejorado sensiblemente la capacidad reproductora de las hembras. Otro tanto ha sucedido con la productividad del trabajo, que ha arrojado, desde los años 50 hasta mediados de los 80, el crecimiento más importante en el ámbito de los países de la UE. 2.- Los cultivos han variado profundamente, orientándose hacia la demanda del mercado y rompiendo, por tanto, con la estructura de producción tradicional: El cultivo del trigo se ha reducido a costa de la cebada, y el centeno y la avena han tendido a desaparecer. Ha hecho su aparición el cultivo del girasol, que en nuestro país no tenía ninguna tradición, y se han generalizado los cultivos del maíz y de la remolacha, sobre todo, en tierras de regadío. El olivar, a pesar de la demanda de los aceites de oliva, ha padecido una fuerte crisis, debido a la baja rentabilidad de su cultivo, encarecido por la excesiva mano de obra que se requiere para su recolección. El viñedo también ha reducido su superficie, pero después de haber viviendo una importante recuperación merced a la plantación de viñas de buena calidad, que han hecho posible una extraordinaria mejora de los caldos en algunas zonas. La tendencia a la reducción del viñedo parece que se va a acentuar en los próximos años, después de la reciente normativa comunitaria para este cultivo. Además, se han desarrollado sistemas especiales de cultivo, como los invernaderos, y, en la medida de lo posible, se pretende ajustar la oferta de productos hortícolas a la demanda. 3.- La composición sectorial de la actividad rural se ha diversificado, adquiriendo una importancia creciente los sectores secundario y terciario. El terciario, para abastecer la demanda del sector primario, y el secundario, por el incremento de la población no agrícola que reside en núcleos rurales, y que trabaja en actividades independientes de las agrarias. Aún cuando el fenómeno se está generalizando en todo el campo español, parece tener un significado más amplio en los núcleos rurales próximos o cercanos a núcleos urbanos. El hecho es altamente positivo pues puede significar para el futuro una cierta recuperación demográfica. 4.- Pero es quizá la explotación agrícola la que más se ha resentido de las situaciones del momento: emigración, tecnificación del campo y competencia del mercado. Muchas de las explotaciones agrícolas que existían en los años 50 eran económicamente inviables, y, por tanto, sus titulares no tuvieron más remedio que emigrar. Además, los que se quedaron, pronto se vieron obligados a replantearse de nuevo su situación, dada la imposibilidad de tecnificarse. Como consecuencia, la agricultura 30

ha sufrido un proceso de racionalización económica, que se ha traducido en la consolidación de la agricultura familiar de carácter moderno, por un lado, en el desarrollo de empresas agrícolas, por otro, en la pervivencia de explotaciones poco viables y con tendencia a desaparecer y, finalmente, en la aparición de una agricultura a tiempo parcial, que según algunos (García Delado, J.L., 1990:135), afectaba en 1982 al 66% de las explotaciones y al 43% de la superficie total censada. Pervive además, un grupo de agricultores de edad madura o avanzada con escasas posibilidades de supervivencia que van desapareciendo lentamente. 5.- Este proceso de racionalización ha pervivido con formas muy tradicionales de llevar la contabilidad de las explotaciones. Aún cuando los agricultores han empezado a hacer algunos cálculos es difícil encontrar contabilidades en regla que consideren de forma explícita los ingresos y los gastos. El fenómeno está empezando a cambiar a partir de las presiones del Ministerio de Hacienda que obliga a los agricultores a hacer la declaración de la renta. Pero ello no parece influir, de momento, en que el agricultor sienta la necesidad de llevar una contabilidad en regla. 6.- A su vez, estos procesos de racionalización han generado un importante mercado de tierras, con cambios en la propiedad de los antiguos titulares, lo que apenas ha modificado los sistemas tradicionales de tenencia, y una movilidad vertical, que ha afectado sobre todo a agricultores medianos y pequeños, y también a algunos obreros agrícolas que, mereced al arrendamiento de tierras dejadas por los emigrantes, han llegado a constituirse en verdaderos agricultores. Estos hechos, a su vez, han favorecido los procesos de tecnificación y modernización, a los que hacíamos referencia anteriormente. 7.- Pero todos estos esfuerzos no han hecho más que incrementar la dependencia de la agricultura del resto de sectores, como reflejan los datos macroeconómicos. Si en los años 50 la agricultura aportaba al PIB. el 29,9%, en la actualidad la participación ha descendido hasta menos del 3%. Lo mismo, aunque en menor medida, ha sucedido con la población activa, que en el mismo período ha descendido desde el 49,6% hasta menos del 6%. 8.- Todo ello ha provocado un deterioro de la situación económica de los campesinos que han visto descender de forma alarmante su renta agraria, si bien se ha compensado con los ingresos procedentes de otras fuentes, como las pensiones y la venta de tierras (Naredo: 1991, pág 7).

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9.- Modernización, tecnificación y dependencia exterior han sido algunos de las claves que han presionado para la aparición del movimiento asociativo agrario; pero otras fuerzas antagónicas como la dispersión regional, la heterogeneidad de intereses, el individualismo y la falta de una tradición en el movimiento asociativo (Moyano Estrada, E. 1984 y 1988; Arribas Macho, J.M. 1988 y Fuente Blanco, Gloria, 1991), entre otros, han sido determinantes para no alcanzar cotas elevadas de concienciación y de respuesta. 10.- La vieja estructura social del campo, que distinguía entre trabajadores con tierra o sin tierra, o entre terratenientes y pequeños propietarios, se ha transformado y diversificado en otra en la que confluyen y se solapan los intereses de los agricultores con los intereses de los que no lo son, o los de los jóvenes con los de los mayores, o los de los que se han adscrito a partidos políticos con los que no pertenecen, o los de los hombres con los de las mujeres. Esta lucha de intereses, que en algunos momentos puede concretarse en enfrentamientos y tensiones, más de carácter individual o familiar que grupal, no ha sido obstáculo para que se hayan generalizado e intensificado ciertos elementos de cohesión social, que contrarrestan las tensiones internas que siempre han existido en los pueblos. El juego de intereses e identidades individuales o familiares no constituyen ningún obstáculo para mantener relaciones permanentes con otras personas de distinta ideología o de diferente estrato social. Los grupos suelen ser heterogéneos y en las reuniones no se obvia la discusión que puede dar lugar a tensiones y enfrentamientos, que rara vez transcienden la propia reunión, por lo que se siguen reuniendo y discrepando con la firme convicción de que en modo alguno se puede atentar contra la unidad de la sociedad a la que pertenecen, porque todos saldrían perdiendo. 11.- Esta división se traduce en el campo de las mentalidades, en dos visiones del mundo: una anclada en el pasado y otra orientada a conectar con el mundo exterior, que tiene en la ciudad su representación más genuina. Esta especie de contradicción se manifiesta, en lo político, en una actitud de indiferencia, acompañada de cierta postura de sometimiento al poder, no exenta de algunas manifestaciones críticas, que aparecen de forma esporádica e incontrolada. En el entramado de la sociedad global, la sociedad campesina ha ido acentuando cada vez más su situación de marginación de modo que su importancia tanto económica como demográfica es cada vez menor. 32

En los años sesenta-setenta la sociedad campesina intercambiaba bienes y servicios con la sociedad global, aunque de forma desigual, pero conservaba su identidad tradicional. Pero progresivamente se ha dejado penetrar por la sociedad global de modo que su identidad como tal sociedad campesina está en crisis, con riesgos de desaparecer. Mientras la sociedad, en este caso, la sociedad urbana, se ha hecho más independiente de la sociedad rural, –puede abastecer sus necesidades alimenticias en el mercado internacional y no necesariamente en el mercado local, provincial o nacional–, los campesinos son mucho más dependientes del mercado nacional, tanto para comprar los inputs agrarios, como para vender sus productos. Se ha llegado así a múltiples contradicciones, unas de carácter económico, como el aumento de la producción y también de los costes en una proporción mayor, y otras de carácter social, como el proceso de disolución de la sociedad campesina en la sociedad global. D) El ajuste entre población y tecnología, con la mediación del mercado, al que hemos aludido en los párrafos anteriores, ha repercutido en el medio ambiente. Señalábamos que en los años 50 se había llegado a un cierto límite en cuanto al espacio cultivado y que la salida para incrementar la producción fue la intensificación de cultivos. Pues bien, el sistema de abonado, la generalización de los herbicidas e insecticidas, la ampliación del regadío, la supresión de la barbechera, la sustitución de antiguas semillas, etc., todos ellos incluidos entre los factores que está desarrollando la denominada agricultura intensiva, están contribuyendo notablemente al incremento de la producción, pero también creando problemas importantes al ecosistema. Entre otros, se pueden señalar la esterilización de tierras -con la consiguiente reducción progresiva del espacio de cultivo-, la contaminación de las aguas subterráneas y superficiales, y la ruptura de los ecosistemas naturales. A los problemas medioambientales hay que unir el deterioro de la calidad de los productos agrarios, con el subsiguiente efecto sobre la salud humana, no siempre controlado. Pero si los productos de nuestra agricultura juegan un papel cada vez menor en el desarrollo económico y condenan a los pueblos a una situación de marginación, existe en contrapartida una importancia cada vez mayor del espacio agrario como tal, que se valora como un bien de uso por los habitantes de la ciudad. El interrogante que se plantea es si no habrá que indemnizar a los campesinos para que cuiden este espacio y le 33

adapten a las necesidades de la población urbana. Esta idea avanza cada vez más en un intento de convertir al agricultor en “jardinero o guardián de la naturaleza”. Todos estos rasgos definen a la sociedad campesina actual como algo diferente de lo que fue en el pasado, y la configuran como un elemento más de la sociedad global, dependiendo su futuro de las formas de relación con esta sociedad y de los intercambios que mantenga con la sociedad urbana.

IV. ECOSISTEMA SOCIAL Y PERSPECTIVAS DE FUTURO PARA LA SOCIEDAD RURAL Como consecuencia de los cambios acaecidos en los últimos años, la sociedad rural se ha hecho mucho más dependiente del exterior, y ha perdido alguna de las notas que la caracterizaron y definieron en el pasado. Desde luego, la sociedad campesina ha dejado de ser un sistema autónomo y parece que su función responde más bien a la idea de subsistema o, incluso, a una parte de un sistema. Según esto, el futuro de la sociedad campesina no dependerá tanto de las interacciones que se produzcan en su interior, sino de las relaciones que se generen con el exterior. Siguiendo con el modelo ecosistémico intentaré hacer prospectiva, tratando de razonar sobre el comportamiento de las variables del ecosistema en los próximos años, y el reajuste que debe producirse en el interior de esta sociedad. Para empezar hay un cambio radical respecto al pasado y que se acentuará aún más en el futuro. Es el carácter cada vez menos agrario de esta sociedad. Hay un acuerdo general en señalar que ésta es una nota de la nueva ruralidad, la presencia cada vez menor de agricultores y la dependencia de otras actividades como la construcción, la industria, la industria agroalimentaria y los servicios. Esta es una nota que se acentuará cada vez más en los próximos años y determinará la evolución o el reajuste del ecosistema social. Empezando por la población, su futuro no dependerá, como en el pasado, de la crisis de la agricultura, sino de otras circunstancias. Por supuesto que se seguirá reduciendo el número de agricultores, pero el impacto en la población será cada vez menor, puesto que los que dejan la explotación, muchos de ellos jubilados, se quedarán a vivir en el pueblo. 34

La población rural del futuro estará llena de luces y de sombras. En ella convergerán tendencias contradictorias, unas negativas que acentuarán la crisis tradicional, y otras positivas, que apuntarán hacia el mantenimiento o una leve recuperación. El futuro se presenta bastante negativo, si solamente se mira a lo que está aconteciendo en el interior del sistema, tasas de mortalidad por encima de las tasas de natalidad, población muy envejecida, presencian cada vez más limitada de niños y de jóvenes, reticencia de éstos a sustituir a las personas mayores en la dirección de las explotaciones, política agrícola orientada a reducir la población activa agraria, pocas alternativas de nuevos empleos para mujeres y para jóvenes, etc.; pero si se amplía el punto de mira y se valora lo que sucede en el entorno, se aprecian algunos signos positivos que apuntan hacia una cierta recuperación demográfica. Son estos, la diversificación de la población activa rural, proceso que se viene dando desde los años ochenta y, más intensamente, desde los noventa; el atractivo creciente que tienen los pueblos para los que han nacido en ellos, especialmente los jóvenes y las mujeres; la nueva valoración que hacen del campo los que residen en la ciudad como oferta de ocio y de un medio ambiente sano; el deseo de los emigrantes de no desvincularse de su pueblo, una vez que han desaparecido los mayores, conservando o recuperando las viviendas de propiedad familiar; la congestión de los grandes centros urbanos y la dificultad creciente para responder de forma adecuada a problemas básicos, como la vivienda o el traslado al lugar de trabajo; la crisis de la industria y la puesta en cuestión de su concentración en unos cuantos focos industriales de grandes proporciones; la llegada de inmigrantes extranjeros, que han colapsado las ciudades y se trasladan al campo en busca de una actividad que es más fácil conseguir que en la ciudad; las formas de vida más baratas y la movilidad laboral para buscar trabajo fuera del pueblo de residencia. Todos estos hechos pueden actuar de forma positiva sobre la población rural instando a sus habitantes a permanecer en los pueblos, aunque no tengan trabajo en él, cambiando la ocupación y, probablemente, la forma de vida. Respecto a la actividad, y su incidencia en la población, se vislumbra una fuerte diversificación ocupacional debida tanto a factores endógenos como exógenos. Son factores endógenos los nuevos servicios que se ofrecen como restaurantes especializados en los productos de la tierra, industrias familiares de transformación de productos agrícolas, servicios para la gente que vive en el pueblo, servicios sociales para mayores; 35

demandas para atender las situaciones de dependencia, turismo y agroturismo rural; y exógenos, como los trabajos que ofrece la ciudad a las personas que residen en los pueblos. La distancia a un centro urbano, así como la presencia de entornos con un alto valor ecológico, pueden ser factores determinantes de la evolución demográfica de estos núcleos rurales. De hecho, estos factores empiezan a influir, sobre todo el de la distancia, provocando procesos de movilidad entre los activos que favorecen sensiblemente la demografía de los pueblos. Junto a estas nuevas actividades, la sociedad rural es cada vez más atrayente para la población urbana que busca una segunda residencia en los pueblos, bien para los antiguos emigrantes que se resisten a cortar los vínculos que les mantienen unidos a su entorno tradicional, bien para los habitantes urbanos que no han tenido experiencia de esta forma de vida. Por ello, es curioso observar que, aunque muchos pueblos se han reducido a la mitad, es difícil encontrar viviendas para ser rehabilitadas, debido a la demanda creciente de la gente que vuelve al pueblo, después de una larga experiencia migratoria, o que siempre ha residido en la ciudad. Lo tecnológico, es decir, la cultura material, no tendrá, como en el pasado, la finalidad principal de atender a las demandas de la agricultura sino que se orientará a facilitar respuestas técnicas a todos los sectores y, en concreto, a la nueva ruralidad. La mejora de las condiciones de habitabilidad de las viviendas será prioritaria, así como todo lo relativo a la dotación de equipamientos y servicios con el exterior. Será de vital importancia para la pervivencia de los pueblos todas las tecnologías de la información y de la comunicación, como son la presencia de Internet, la generalización del móvil, la cobertura de todas las emisiones de radio y de TV, y el acercamiento de los pueblos a la ciudad mediante la mejora de carreteras e impulsión del trasporte. Este es un reto que marcará el futuro de los pueblos. Vivir en términos ecológicos cerca de la ciudad, pero sin ser absorbido por ella. También el sector agrario sufrirá importantes transformaciones tecnológicas para hacer cada vez más competitiva la producción agrícola. Los retos tecnológicos más importantes se cifrarán en la selección de semillas, la adaptación de los cultivos a los suelos, y la evitación de los efectos de la erosión, derivados de la agricultura intensiva. La seguridad alimenticia será prioritaria en cuanto se refiere a la trazabilidad de los alimentos y la composición de los conservantes. Irá penetrando una 36

agricultura ecológica que no suplantará ni sustituirá a la agricultura tradicional. También, tarde o temprano, se introducirán en la agricultura los transgénicos puesto que es un reto aumentar la producción sin incrementar la tierra. Los contrastes, según las diferentes agriculturas y territorios, serán grandes, primando en algunas zonas, sobre todo en las de predominio de cultivos mediterráneos, como el olivar y el viñedo, el reto de encontrar maquinaria, que sustituya a la mano de obra, y en otras, a conseguir cultivos más rentables. La cultura, entendida como tecnología inmaterial, y que tradicionalmente ha mediado en la respuesta adaptativa entre la comunidad humana y el medio, ha tendido, también, a modificarse, siendo en la actualidad un fiel exponente del momento. Junto a nuevos valores, incorporados a las relaciones con la sociedad global, –materialismo, consumismo, valoración económica del trabajo, etc.– pervivirán otros, –religiosidad, respeto a las tradiciones, importancia de los ritos, ayuda mutua, solidaridad familiar y social– reflejo inequívoco de la sociedad tradicional, asumidos, aunque modificados y adaptados al momento, por las nuevas generaciones. Las diferencias parecen evidentes, según pone de manifiesto el baremo de opinión, que da para las personas que viven en núcleos rurales un menor índice de preocupación (en el trabajo, la vida afectiva, las relaciones con los amigos, la salud, el aspecto físico, el problema familiar, el dinero y la armonía familiar) y , también, un mayor índice de satisfacción (en cuanto a la casa, el coche, las horas que se duerme, el medio ambiente y el tiempo libre) (CIRES: 1991, págs. 63 y 68). Es probable que en este campo se acentúen las tendencias hacia la homogenización, con la revalorización, al mismo tiempo, de ciertos comportamientos de carácter local, que se legitiman por su vinculación con la herencia de la tradición. El resaltar los valores locales no estará reñido con el proceso de homogenización, si no que le implicará. Este proceso estará en la línea de los nacionalismos que se integran en el Estado, sin necesidad de perder su propia identidad. Es probable que la referencia al mundo rural sea como volver la vista atrás para percibir valores que existen y que no se pueden perder. El amor a la familia, la autoridad de los padres, la fidelidad a la palabra dada, un cierto carácter espiritual de la vida, el trabajo bien hecho y la solidaridad vecinal y social, son valores que no solo no se han de perder, sino que se deben acentuar. La organización social, de la que forma parte la economía rural, estará también sometida a un profundo proceso de transformación, basado en 37

una nueva composición cada vez más diferente de la población activa y de la nueva reorientación de la vida laboral. Se relacionan seguidamente los cambios más significativos que afectarán a la organización social: 1. Lógicamente se incrementará el peso de las pensiones, pero se contrarrestará con el aumento de la actividad de las mujeres, aunque una parte importante se ocuparán de su hogar y de los grupos de edad más necesitados como ancianos y niños. 2. La aportación de la agricultura y de las ayudas directas de la UE tendrán cada vez menos peso, que será cubierto por la importancia creciente de los otros sectores de actividad, como la construcción, la industria agroalimentaria y los servicios. Estos tres sectores serán los futuros pilares de las economías rurales y de ellos dependerá el sustento de las familias, así como las disponibilidades de los ayuntamientos para hacer frente a las nuevas responsabilidades que adquirirán en el futuro. 3. Un apunte sobre la importancia económica de la agricultura. En los próximos años estará ante el reto de enfrentarse a una nueva situación que consiste en tener que competir en el mercado internacional de productos agrarios, abandonando los viejos sistemas de protección estatal. Esto va a suponer un duro golpe para muchas explotaciones familiares que se verán obligadas a abandonar sus cultivos, en favor de las más dimensionadas y mejor mecanizadas. Los criterios de rentabilidad económica determinarán que se dejen de cultivar tierras que en la actualidad están sometidas a un cultivo extensivo por los escasos rendimientos que de ellas se obtienen, destinándose a otros usos. Por contra, se convertirán en producciones extensivas otras explotaciones, caso de la ganadería, que hasta ahora producía de forma intensiva o estabulada. Las dos Castillas y Extremadura serán las grandes perdedoras en este proceso. El fenómeno puede producirse de forma poco traumática, si tenemos en cuenta la edad de muchos agricultores, ya en los umbrales de la jubilación, pero será menor, si se aprovechan las nuevas posibilidades de generar la riqueza que ofrece el campo. Existe una demanda creciente de productos “naturales” y ellos sólo pueden ser elaborados en el mundo rural, pero con las debidas garantías. Hay multitud de pueblos que han reorientado su economía en esta dirección, y el número será mucho mayor si el antiguo Ministerio de Agricultura, organismo que actualmente ha perdido esta denominación, es capaz de apoyar políticas en esta dirección. Estos hechos ponen a la agricultura ante una nueva situación que se ha bautizado con el nombre de agricultura del “desarrollo local” y que dependerá de 38

factores estructurales y, también, de la capacidad de iniciativa y de riesgo de los propios agricultores. Un nuevo reto económico para el agricultor es la obligación que tiene de convertir su explotación en una pequeña empresa, para lo que está obligado a implantar un control estricto de sus ingresos y de sus gastos, y reorientar la explotación familiar de forma de vida a fuente de ingresos. El cambio chocará, no obstante, con ciertas dificultades, dada la reticencia de los agricultores a considerar como gasto el trabajo que se realiza en la explotación familiar y que no se remunerará en forma de salario. 4. La movilidad laboral, como hemos comentado, ampliará el mercado de trabajo, puesto que ya no será necesario crear trabajo en cada pueblo, sino centrar la oferta en un radio de acción que permita traslados desde la residencia hasta los centros de trabajo, que no superen la media hora o los tres cuartos de hora de tiempo invertido en cada traslado. No obstante, será bien venida cualquier iniciativa que tenga como objetivo descentralizar las empresas y ubicarlas en pueblos rurales, sean cabeceras o no. 5. Si hay una nota que define a las sociedades rurales modernas es la complejidad. Esta nota se concreta en los ayuntamientos a los que se delega un mayor número de funciones, pero con muy pocos recursos para ello. Siguiendo la estrategia marcada por la Constitución del 78, a la descentralización autonómica debería seguir una descentralización local, pero se dan muchas reticencias para ello. Si la racionalización administrativa consiste en acercar la administración a los ciudadanos no cabe duda que son los ayuntamientos los organismos más cercanos y a los que tienen más fácilmente acceso los ciudadanos. Hay campos en los que es así, pero en otros se ponen muchas dificultades y lo peor es que no hay transferencias económicas para asumir estas responsabilidades. Las presiones caminan en esta dirección y no es difícil pensar que en el futuro los ayuntamientos rurales tengan un mayor protagonismo. 6. El movimiento asociativo rural está sufriendo una profunda transformación no sólo en el campo de la agricultura sino también en otros campos. La presencia de partidos políticos, se ha acentuado en los últimos años, reviviendo enfrentamientos que ya casi estaban olvidados. La posibilidad de obtener recompensas o de controlar las decisiones de los políticos ha generado un mercado que cada vez tendrá mayor aceptación. Es probable que este interés sea coyuntural y que el futuro nos depare una posición política más estratégica que ideológica. Todo apunta 39

a que será así, puesto que la mayor parte de las expectativas, que los ciudadanos han puesto en los representantes locales, se desvanecerán, y lo que quedará es la buena o mala gestión hecha por los representantes. 7. Hay una tendencia a unificar los intereses en el campo agrario dejando de lado los enfrentamientos ideológicos y reivindicativos del pasado; “reducción del protagonismo de las asociaciones sindicales de vocación general y ascenso de las asociaciones sectoriales y económicas” (Moyano 1988, pág 41). En este sentido, hay que resaltar que la UE y el Ministerio de Agricultura (también las consejerías de Agricultura de las distintas comunidades autónomas) serán las grandes protagonistas de las reivindicaciones de las organizaciones profesionales agrarias, puesto que ellas serán las que definan el futuro de la agricultura y la pervivencia de este sector. 8. Pero junto al movimiento de intereses protagonizado por las OPAS y las Cooperativas han aparecido, y tendrán cada vez más fuerza, otros nuevos movimientos como los relacionados con la mujer rural o con los mayores. El peso de las asociadas de mujeres rurales se manifiesta no solo en los movimientos nacionales o autonómicos, sino también en los grupos locales. Su presencia empieza a tener efecto en la representación nacional y autonómica y, también, en la vida local, estando abierta a una formación específica y a la organización de eventos que repercuten en los acontecimientos más importantes de la vida del pueblo. No sólo las mujeres tienden a organizarse, sino también lo hacen los jóvenes y las personas mayores que reivindican para su pueblo prestaciones que ya se han generalizado en otros entornos (piscinas municipales, bibliotecas, centros de reunión, asesoramiento, cursos, etc.). 9. Los contrastes regionales en este campo pueden ser muy importantes dependiendo del tipo de actividad predominante en cada zona y de las relaciones de esta variable con las demás. Las zonas más agrarias tendrán que modernizar sus explotaciones y hacerlas competitivas, una vez que se han adaptado al territorio. Por el contrario, las menos agrarias y más industrializadas o terciarizadas, tendrán que hacer frente a nuevos retos, buscando el perfil que las distinga. Hay una industria rural de productos muy específicos que está poco desarrollada y será una buena apuesta de cara al futuro. Lo mismo hay que decir del turismo rural que ha empezado a tener una cierta importancia con las casas de turismo rural o con el nuevo turismo vinculado a la naturaleza. Hay ya sectores turísticos muy desarrollados como la nieve, la caza, el senderismo, pero todos 40

ellos tienen una gran capacidad de mejorar y adaptar sus posibilidades a las nuevas demandas de la sociedad urbana. El medio ambiente, expresado en términos de espacio, está sometido a diferentes presiones antagónicas que hacen problemático su futuro. Existe, en primer lugar, una conciencia creciente, aunque leve, de que el medio geográfico es patrimonio común, y que las agresiones que sobre él se cometan repercutirán, a la larga, en el bienestar de toda la sociedad. Junto a esta visión positiva, existe un enfrentamiento entre todos aquellos que tienen intereses sobre la tierra como los agricultores, los constructores, los poseedores de terrenos, los ganaderos, etc, que pretenden sacar el máximo provecho en el menor tiempo posible, y los intereses generales que buscan una protección del medio, amparándose en la legislación que puede surgir de los representantes del Estado. Armonizar estos dos puntos de vista será uno de los retos del futuro. La UE parece que se ha tomado en serio el fenómeno de la contaminación y de hecho subvenciona a los agricultores que utilizan métodos de producción no contaminantes. Por otro lado, hay un interés creciente de evitar el fenómeno de la erosión incentivando prácticas conservacionistas o instando a la plantación de árboles. En España, aparte de la normativa comunitaria, se incentivan estas prácticas mediante la ley de Desarrollo Rural (Ley 45/2007 de13 de diciembre) que quiere dar una nueva orientación a ciertas producciones agrarias. Todo esto sea bien venido, pero sin olvidar que el objetivo final de la agricultura es abastecer de productos suficientes y baratos a la población. De hecho, hoy se ha conseguido este objetivo puesto que la producción agrícola no sólo abastece a los 46 millones de habitantes, sino también a esos más de 50 millones que visitan cada año nuestro país, y aún queda un 60% para exportar. Bajo esta base se puede pensar en el medio ambiente e incentivar las políticas que lo respeten, pero ¿se mantendrán la mismas políticas si disminuye la producción y hay que echar mano de la importación? Pero mirando al futuro, cabe señalar que la degradación del medio no depende solamente de la agricultura y de los agricultores, sino de los procesos de producción industrial o de concentración urbana. En la parte que toca a la agricultura el problema se plantea en la relación existente entre los procesos de producción y degradación del medio, para proponer alternativas, o formas de producción adaptables al medio geográfico, pero hay que concienciar también a otros sectores que perjudican al medio ambiente mucho más que los propios agricultores. 41

El reto depende de factores demográficos, económicos, tecnológicos y políticos, es decir, de las distintas variables que integran el ecosistema, las cuales interaccionan sobre el medio ambiente, pudiéndose ver, al mismo tiempo, modificadas por las condiciones objetivas de éste.

V.  CONCLUSIONES De esta larga reflexión se deduce que a lo largo de todos estos años ha habido un cambio el interior del subsistema rural, cambio, que en un primer momento afectó a la agricultura, en un segundo, a la agricultura y al medio rural y en un tercer momento a la sociedad rural en su conjunto. Pecaríamos de miopes se entendiésemos que el cambio se genera en el interior del sistema sin ninguna conexión con el exterior. El cambio en la sociedad rural está determinado por el entorno; ahora bien, dicho entorno no es en todas las sociedades rurales el mismo; hay sociedades rurales mucho más expuestas al exterior que otras, lo que sin duda va influir en la orientación y en el ritmo del cambio. Por ejemplo, las áreas rurales muy próximas a los núcleos urbanos tendrán la tendencia a evolucionar de forma mucho más rápida que las zonas de montaña o las mesetarias. Por otro lado, en las zonas turísticas el cambio tendrá una orientación que se diferenciará del de las zonas del interior por su apuesta medio ambiental y sus ofertas diferenciadas. Para entender el cambio en la sociedad rural y su orientación hay que tener en cuenta, primeramente, los diferentes paradigmas bipolares: Si la sociedad rural es más agraria o menos agraria; más terciarizada o menos terciarizada; más integrada con su entorno o menos integrada; más homogénea en su interior o menos homogénea; más compleja o menos compleja. En segundo lugar hay que tener en cuenta a qué obedece esta reestructuración. No existe una sola clave, por ejemplo, la clave económica, o la clave cultural, etc, si no que hay varias claves que actúan en diferentes direcciones. La teoría ecosistémica puede ser un valioso elemento teórico para entender los procesos de cambio. De hecho, establece relaciones, como así realmente es, entre la parte social (demografía y organización) y la material (tecnología y medio ambiente).

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PRIMERA PARTE: TENDENCIAS DE LA POBLACIÓN RURAL

Algo ha cambiado en el mundo rural, aunque todavía no se percibe de forma nítida. El vaciamiento demográfico, que caracterizó a la sociedad rural tradicional se ha amortiguado en algunas zonas y tiene un signo distinto en otras. Aun cuando en muchos estudios aún perdura la imagen de los años 60 y 70 y, por desconocimiento de los nuevos procesos, hay reticencias para aceptar los cambios, los hechos apuntan en otra dirección. Los pueblos rurales están viviendo una nueva etapa demográfica y, aunque en términos cuantitativos no es previsible un aumento significativo de la población, los pueblos rurales han roto el aislamiento tradicional y han entrado en otra dimensión, con una intensificación de relaciones con las zonas urbanas y un intercambio de población que está dando a la residencia rural una nueva dimensión. No hay razón ni para ser catastrofista ni optimista. Somos esclavos del pasado pero hay elementos nuevos para construir el futuro. Esto es plenamente aplicable a la ruralidad que cuenta con una enorme base tradicional, pero tiene elementos más que suficientes para aportar ciertas dosis de estabilidad a una sociedad convulsa y necesitada de nuevas experiencias. El análisis de la demografía aparentemente no da una vertiente social, pero es totalmente ineludible para entender los procesos de cambio y la nueva orientación de la vida rural. Este es el propósito de esta primera parte. Desentrañar los cambios demográficos resaltando todo lo nuevo que está sucediendo y perfilar el nuevo espectro del futuro. El sentido de las migraciones interiores, así como la nueva funcionalidad de los pueblos son elementos nuevos a analizar. A ellos se une la importancia

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de la inmigración extranjera que puede cambiar el sentido de algunas variables demográficas como la natalidad o el envejecimiento, que empezaban a constituir un verdadero problema para la pervivencia de muchos pueblos. A lo largo de este capitulo hablaremos de población rural, y aunque entendemos que se trata de un concepto complejo (Ver García Sanz, 1996, páginas 42-59) delimitaremos el término, como lo hemos hecho en otros trabajos. Sabemos que el número de habitantes es un fenómeno bastante formal, pero su análisis es ineludible en cuanto que condiciona y determina otros factores como las formas de organización del trabajo, las relaciones sociales, la distribución del ocio y la cultura. Si bien, como he razonado en otros trabajos (Ver García Sanz, 1994), se debería optar por el núcleo, o la entidad singular de población (algunos son más precisos y piensan que es la parroquia la unidad de análisis demográfico1), y no por el municipio, no es posible seguir este criterio porque la base de información, tal como nos la proporciona el INE, se refiere al municipio, término más que nada administrativo, y no a la entidad singular, acepción más demográfica. Seguiré este criterio delimitando lo rural a partir de 10.000 habitantes. He justificado esta decisión, teniendo en cuenta que el municipio es en muchas zonas de nuestro país un agregado de varios núcleos o entidades, y en aquellos en los que no lo es, como en el sur, hay un predominio, en los pueblos de 5.000 a 10.000 habitantes, de lo agrario que es, por otro lado, uno de los elementos que tradicionalmente han definido lo rural. Reconozco que la elección es bastante aleatoria, pero es ya un lugar común entre los autores que nos dedicamos a estos temas. El campo no queda cerrado y, por debajo del límite de los 10.000 habitantes, se podrían establecer ciertos umbrales poblacionales que precisarían ciertos grados o gradientes de vida rural: ruralidad en sentido amplio (de 5.000 a 10.000 habitantes); ruralidad media (de 2.000 a 5.000), y ruralidad en sentido estricto (pueblos por debajo de los 2.000). Lógicamente los pueblos que superan los diez mil habitantes no son rurales en nuestra acepción, aun cuando algunos podrían conservar alguna nota de la ruralidad y alejarse de las características de lo urbano. En adelante, pues, cuando hablemos de rural, de población rural, nos estamos refiriendo al municipio y, dentro de los municipios

1 Ver Díaz Méndez C y Dávila Díaz M, 2006

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españoles, a los que tienen menos de 10.000 habitantes. Si en algún momento variamos el contenido del término, lo señalaremos expresamente. En los últimos años la administración se ha unido también a la discusión (ley 45/2007, de 13 de diciembre, para el desarrollo sostenible del medio rural) y ha fijado varios conceptos, aunque para la aplicación de la ley se distingue entre medio rural formado por la agregación de municipios que no superen los 30.000 habitantes y con una densidad inferior a 100 habitantes por km2 (artículo 3); zona rural, que será definida por cada comunidad y que se corresponde con las comarcas o con un nivel subprovincial, y municipio rural que equivale al que tiene una población inferior a los 5.000 habitantes. Estas definiciones se completan con otras que se refieren a la delimitación y calificación de las zonas rurales (artículo 10): zonas a revitalizar, poca población, bajos niveles de renta y un importante aislamiento geográfico; zonas intermedias en las que todos estos parámetros están algo mejor como, por ejemplo, hay una mayor diversificación ocupacional; y las zonas rurales periurbanas, situadas en áreas urbanas o densamente pobladas, con poblaciones crecientes y bastante sectorializadas. Si bien hay alguna diferencia entre la clasificación que hemos propuesto y la de la administración, mantenemos como delimitación de lo rural el municipio de menos de 10.000 habitantes, y no el de 5.000, como propone la ley, porque, como se ha indicado, el municipio es un agrados de muchas unidades pequeñas, como sucede en todo el norte, que se acerca mucho más a la realidad rural que si se toma un agregado más pequeño.

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Capítulo II.  Cambios en la población rural

I.  FASES EN LA EVOLUCIÓN DE LA POBLACIÓN RURAL No pretendo hacer un desarrollo pormenorizado de los cambios en la población rural. Remito a otros trabajos en los que se ha abordado el problema (Collantes Gutiérrez, F, 2004; García Pascual, F, 2003; García Pascual y Larrul 1999, García Sanz B, 1996, 1998b, 2003a, 2003b, 2003c). Mi interés en este capítulo es precisar la evolución de la población rural en los últimos años y precisar hasta qué punto las tendencias señaladas se han consolidado o, por el contrario, se han estancado o se han modificado. Todo ello es muy importante para prever el futuro próximo de los pueblos rurales. La población rural, que inició la crisis demográfica en los años cincuenta, se incrementó en los setenta y se atenuó en los ochenta, ha entrado en una nueva etapa marcada por el estancamiento o una ligera recuperación2. Para entender el momento actual es preciso resaltar la fuerte modificación que se ha producido en la estructura por edades con una descompensación por sexos, un aumento de la masculinización, un acelerado proceso de envejecimiento y una caída muy pronunciada de la población joven. La secuencia inmediata ha sido una fuerte repercusión en el crecimiento vegetativo, con un extraordinario incremento de la mortalidad y un descenso, cada vez mayor, de la natalidad. Las perspectivas de futuro no podían ser muy halagüeñas, con tasas de mortalidad que rondan el 14/15 por mil, y de natalidad que apenas se acercan al 5/6 por mil. Las visión negativa está totalmente justificada puesto que la diferencia entre la tasa bruta de mortalidad y natalidad se eleva a la nada despreciable cifra negativa del 9/10 por mil. 2 Se habla de estancamiento o ligera recuperación porque el territorio rural es muy heterogéneo y los procesos demográficos no son en todos los espacios rurales iguales.

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Pero este panorama poco o nada tiene que ver con la realidad demográfica rural que apunta hacia una situación de estancamiento, o de ligera recuperación. Que la población rural no disminuye, como lo tendría que haber hecho si hubiese evolucionado al ritmo del crecimiento vegetativo, lo demuestran fehacientemente los últimos datos: CUADRO 1 Evolución de la población rural y sus porcentajes AÑOS 1950 1970 1981 1991 2001 2004 2005 2006 2007 2008 2009

P. Rural/ Millones 13,5 11,4 10,1 9,73 9,65 9,74 9,77 9,78 9,86 9,87 9,88

P. Española/ Millones 28,4 34,0 37,7 38,9 40,8 43,2 44,1 44,7 45,2 46,2 46,7

P. Rural/ P. Española 47,50%

23,60%

21,20%3

1981=100 134 113 100 96 96 96 97 97 98 98 98

Fuente: Padrones y censos de los años indicados

Hasta la década de los ochenta la población rural disminuyó a una tasa de casi el uno por ciento anual, ralentizándose algo la caída en la década siguiente. Antes de finalizar el siglo ya se había producido el cambio de tendencia, y lo que parecía un proceso irreversible se tornó reversible, y el proceso de vaciamiento demográfico se neutralizó, primero, y se recuperó suavemente, después. En estos momentos el proceso es de ligera recuperación, lo que no significa que se vaya a producir un cambio radical. Las estructuras demográficas rurales se encuentran tan descompensadas que va a ser muy difícil su recomposición. No obstante, hay hechos que denotan que algo importante está cambiando. 3

3 En el anexo 1 se especifica el carácter rural de cada provincia. Existen cuatro modelos, tres con un porcentaje de población rural superior a la media, y otro, inferior.

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Intentando seguir los hilos del cambio, hay que aludir a la movilidad residencial interior que estuvo marcado en el pasado por un signo, y ahora lo está por otro. Distinguimos claramente dos períodos; el que se extiende desde los años sesenta hasta los ochenta, años de máxima movilidad desde los núcleos rurales hacia los urbanos; y el que media entre los años ochenta y noventa, y el actual, período en el que ha cambiado la tendencia. En los años sesenta las salidas de población rural se medían por miles y, en cambio, las entradas lo hacían por cientos. Las pérdidas eran considerables con saldos que sobrepasaban el medio millón por quinquenio. Muchos pueblos tendieron a desaparecer y algunos así lo hicieron. En los años setenta se moderaron algo las salidas, aunque las entradas no equilibraron los saldos. Las cifras negativas seguían siendo lo normal. Si hasta los años ochenta la nota dominante había sido la desbandada poblacional, los ochenta estuvieron marcados por una inflexión en la que disminuyeron de forma drástica las salidas y empezaron a aumentar, aunque de forma muy suave, las entradas. El resultado está suficientemente avalado por la Encuesta Sociodemográfica del año 1991. Este perfil general queda más aclarado si se introduce la variable sexo y edad. La salida de mujeres superaba a la de varones, lo mismo que las entradas, más decantadas hacia los varones que hacia las mujeres. Las mujeres contaban con pocas oportunidades de seguir en los pueblos, con la excepción de las que tenían expectativas de hacer un buen matrimonio. Apenas había trabajo más allá del de ayuda familiar, o de ciertas actividades como asalariadas temporeras en los trabajos de la agricultura, y algún que otro en el campo de los servicios o la industria. Se generalizaron en algunas zonas las cooperativas textiles como empresas auxiliares de los grandes almacenes, pero sólo un grupo muy pequeño encontró una salida laboral a través de esta ocupación. Es más que nada un trabajo circunstancial que se aceptó mientras no hubiese otra alternativa. Parece que la situación empezó a cambiar en los últimos años y ya las mujeres no fueron tan proclives a salir, ni tan reacias a volver, como antes. Se está consumando el proceso de desagrarización y empieza a haber otras alternativas de trabajo en el campo de la industria, la industria agroalimentaria y los servicios. Hay nuevos atractivos, que empiezan a pesar, para quedarse o volver de nuevo al pueblo. No obstante, se siguen manteniendo las diferencias por sexo como lo demuestran los datos. 51

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