Sáhara Occidental: arena, fosfatos y petróleo?

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Sáhara Occidental: arena, fosfatos… ¿y petróleo? Juan Ramón Fernández Arribas

Expansión

Los últimos sangrientos episodios en El Aaiún son una página más del trágico libro de la historia del Sáhara Occidental. No será la última. Aún faltan por escribirse algunos capítulos, esperemos que civilizadamente. Sin resolverse aún la situación definitiva del territorio, desde 1975 (compromiso ratificado por la ONU en 2002) cuando su administración correspondía -y sigue correspondiendo- a España, todo se complica más. La antigua colonia española primero, provincia después, continúa en el limbo de su status jurídico territorial. El reino alauita aprovecha esta situación, aplicando su política de hechos consumados. Ocupa ese territorio prácticamente desde la Marcha Verde (noviembre de 1975).

Las precipitadas e irreflexivas declaraciones de algunos de nuestros políticos, ahora, añaden más confusión. Desprestigian a quienes las emiten y emborronan (más) nuestra política internacional. Sin aportar argumentos a favor o en contra de las posiciones confrontadas: la reclamación soberanista por Marruecos, y la exigencia saharaui de su reconocimiento como república independiente. En medio, una autodeterminación más o menos amplia.

Pero mientras no se resuelva el conflicto, España continúa siendo la administradora, debiendo buscar activamente la vía de su solución. Por otro lado, ya establecida por la ONU. No sirven palabras vacuas, conformismo o mirar para otro lado. No se puede ser autista ni hacer como Don Tancredo, inmóvil y observando de reojo por dónde va a embestir el morlaco (marroquí). Podremos seguir coleccionando condecoraciones, como la Orden del Cóndor de los Andes o, quizás, la Gran Encomienda de la Gacela de las Dunas, si existiese, pero hay que definir la posición española. Asumiendo los compromisos que conlleve. Llevamos ya 35 años sin haberlo resuelto. Las víctimas, la población saharaui, para muchos identificadas con el Frente Polisario. Craso error. Dicho grupo, constituido en 1973, aceleró nuestra salida del Sáhara Occidental, reclamando su independencia por la vía política más atentados terroristas. En origen mucho

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más próximo a Marruecos, y especialmente a Argelia, que a España, el Polisario ahora contempla, impotente, que su sueño independentista ha sido borrado por la ocupación marroquí. Se han enfrentado militarmente, hasta la tregua en 1991. Veremos qué sucederá ahora, tras la reciente masacre de El Aaiún.

Arena y rocas

Para muchos, Sáhara Occidental es una inmensa extensión desértica, totalmente seca y cubierta por la arena. Enorme, cierto, más de la mitad de España. Un motivo importante para que Marruecos reclame su soberanía. Con su anexión, el reino alauita incrementaría un 60% su superficie actual. En cuanto a la arena, pues no, precisamente. La imagen idílica de los desiertos son las dunas, que enamoran a los turistas, pero son casi excepcionales. Su superficie suele ser una dura capa plagada de rocas sueltas. Particularmente, en Sáhara Occidental. Algunas zonas de dunas, pero poco más.

Lo que distingue a esta región de otros desiertos es una de sus rocas, especialmente en la zona norte. El fosfato cálcico, fundamental en los abonos, industria química e, incluso, medicina. Son los fosfatos de Bu Craa, enorme yacimiento, descubierto y desarrollado inicialmente por ingenieros de minas españoles. Siendo la mayor y más moderna explotación mundial, esta riqueza fue un argumento económico de peso para dilatar la presencia española, acelerar los marroquíes su ocupación, y reclamar los saharauis su soberanía. Hasta su explotación por Fosbucraa (1973), la empresa española constituida a tal fin, Marruecos era el principal exportador mundial de fosfatos. Siendo Fosbucraa su repentino mayor competidor, se constituyó también en objeto de sus deseos. Con la ocupación, de facto, del Sáhara Occidental, Marruecos ha conseguido su doble objetivo. Eliminar al competidor y tomar su cuota de mercado. Fosbucraa dejó de ser española en 2002. Ahora, la exportación monopolista de los fosfatos (incluidos los saharauis) y sus derivados, es un pilar fundamental de la economía marroquí. La segunda fuente económica de sus exportaciones. Otro importante motivo para no querer Marruecos salir nunca del Sáhara Occidental.

Petróleo aún virtual

Muchos creen que Sáhara Occidental contiene mucho petróleo. Pero aún no se encontró ni un solo yacimiento comercial. En los años sesenta, siendo aún provincia española, hubo gran actividad exploratoria. Varias petroleras perforaron decenas de sondeos, en el desierto. Sin descubrirse ni un solo campo explotable. Varios sondeos tuvieron muestras de petróleo,

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siempre en cantidades insuficientes. También hubo, ocasionalmente, indicios de gas. Nunca encontraron hidrocarburos comerciales, pero se demostró que había generación de petróleo. Tras años de inactividad, y al subir el precio del crudo y mejorar la tecnología, han vuelto las compañías. No sólo a tierra, sino también al mar. Ahora hay expectativas de poder descubrirse algún yacimiento, en un futuro.

Aún siendo España la administradora, Marruecos, ocupante de Sáhara Occidental, reclama para sí una ZEE (zona económica exclusiva) de 200 millas desde costa. Reconociendo sólo doce millas de soberanía española a nuestro archipiélago canario. Fuerteventura y Lanzarote están a menos de 200 millas de la costa saharaui. Marruecos otorga, a las petroleras, concesiones de investigación cuyos límites sobrepasan la equidistancia entre Canarias y Sáhara, enfureciéndose cuando España las adjudica dentro de sus aguas territoriales del archipiélago. Marruecos no cede y ya están trabajando las petroleras en aguas saharauis/españolas. España ha cedido y las compañías tienen allí paralizadas sus operaciones, en aguas de Canarias, desde 2002. Más complicaciones: la RASD -República Árabe Saharaui Democrática-, constituida por el Polisario (1976), no aceptando la soberanía marroquí, ‘otorgó’ licencias de exploración en el sur del offshore saharaui. Siendo el petróleo una posible apuesta de futuro, Marruecos tiene otro motivo adicional para querer permanecer allí.

En tierra -sur marroquí y norte saharaui- se han detectado acumulaciones de arcillas/esquistos con petróleo. Cubren más de 6.000 kilómetros cuadrados. Son similares a las oil shales actualmente en explotación comercial en Canadá (Atabasca). Al precio actual del crudo, también podrían ser rentables. En ensayos realizados, podría extraerse un barril de crudo por cada dos a tres toneladas de roca tratada. Quizás centenares de millones de barriles potencialmente explotables. Ya trabajan allí empresas internacionales, desde 2009. Estando, además, justo enfrente de Canarias, revalorizan el potencial del offshore entre Lanzarote, Fuerteventura, Tarfaya y Agadir. Más problemas entre España y Marruecos. También para los saharauis.

Juan Ramón Fernández Arribas. Analista de energía y Consultor. Miembro del Consejo Asesor de EXPANSIÓN y ‘Actualidad Económica’

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Marruecos, España y el pueblo saharaui Marcos Roitman Rosenmann

La Jornada

Mientras la represión del reino alauita continúa, España mira para otro lado. Puestos en situaciones límites, el gobierno de Rodríguez Zapatero se decanta por una posición timorata. Los más de 4 mil 500 heridos, 2 mil detenidos y al menos una docena de muertos no son razón suficiente para cuestionar el régimen de Mohammed VI. La ministra de Relaciones Exteriores, Trinidad Jiménez, se estrena en el cargo como la portavoz de la ignominia. En este desatino, emplea un eufemismo diplomático para no caer en el esperpento. Lamentan lo ocurrido, se entristecen y califican las muertes y la violación de los derechos humanos como un cúmulo de sucesos desacertados. Es la manera de bajar la cabeza. Marruecos es un socio estratégico y no le duelen prendas en apoyarlo. Por este motivo, pasarán por alto la mordaza informativa, la expulsión de periodistas. En este caso no se pedirán explicaciones ni se hablara de censura a la libertad de información. Un lacónico comunicado señalando que sería bueno que dejasen entrar a los informadores. Para el gobierno del PSOE y el principal partido de la oposición, no hay motivos de preocupación. Las vidas de los saharauis no están en peligro y se han magnificado intencionadamente las repercusiones de las acciones militares en El Aaiún.

¿Qué hay tras esta política? La respuesta es de Perogrullo. Son los intereses pesqueros, los acuerdos agrícolas y las buenas relaciones económicas entre los empresarios españoles y Mohammed VI. Debemos subrayar que España es la gran exportadora de armas al ejército marroquí. Armas que se están utilizando para el genocidio del pueblo saharaui. Asimismo, los vínculos que unen a Juan Carlos I con Mohammed VI son entrañables, ambos se consideran estrechos colaboradores personales. Sus negocios e intereses se solapan bajo la autocracia y la represión. En otras palabras, el gobierno del PSOE no va a molestar a los amigos del rey, porque sería un acto descortés. Los súbditos deben ser leales a la corona. Por consiguiente, es mejor dar credibilidad a las explicaciones de las autoridades marroquíes y hacer la vista gorda a las imágenes y declaraciones de los habitantes de El Aaiún. Cualquier otra posición sería arriesgada. Así se renuncia a defender el derecho de autodeterminación del pueblo saharaui, aliándose con sus verdugos y postergando las demandas de democracia y referéndum en favor de la colonización marroquí. No hay voluntad política de pedir responsabilidades. Es más

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rentable ser compinche de un dictador, al cual se le considera un aliado en el Magreb. En Marruecos no hay motivos para pensar en un régimen despótico y tiránico. Quienes así lo califican son izquierdistas y enemigos de la democracia representativa. Todo coincide. El pragmatismo se adueña del proceso de toma de decisiones.

En este momento viene bien un ejercicio de política comparada. Mientras la monarquía alauita resulta ser intocable por razones de Estado, acusar a la República Bolivariana de Venezuela de apoyar a ETA le otorga, al gobierno del PSOE, excelentes plusvalías políticas. En este caso, no importa que las declaraciones de los detenidos no se ajusten a derecho, restando credibilidad a las denuncias. La fiscalía general del Estado no tiene dudas y comienza una campaña donde se desprestigia, acusa y condena al presidente Hugo Chávez y a su gobierno. Así de paso se desestabiliza al gobierno venezolano. En este caso, prima el apoyo político y económico a una oposición golpista y antidemocrática. A las empresas que configuran el cártel español como el Banco Santander, Repsol, Iberdrola, Endesa o BBVA no les importa reducir sus beneficios a corto plazo. Su estrategia tiene en mente otro escenario en el cual no se contempla la permanencia del proyecto bolivariano en el poder. Cuando esto se produzca, el cártel recibirá su premio por financiar y haber dado cobertura a los partidos y dirigentes de la oposición. Sin embargo, cuando hablamos de Marruecos la cosa cambia. Existe un acuerdo de principios. Ni ven ni hablan de las violaciones de derechos humanos y del derecho internacional. El autismo se hace presente y se corre un tupido velo. Mudos, sordos y ciegos ante las denuncias de torturas y la masacre del pueblo saharaui, la balanza se inclina en pro de la monarquía alauita. El chantaje de Mohammed VI es evidente: si España condena, nos enfadamos y rompemos la baraja. España tiene más que perder, esgrimen las autoridades en Rabat.

En España, donde la palabra democracia esta vaciada de contenido, la decisión está tomada. Es preferible ser socio de Mohammed VI y participar en el exterminio del pueblo saharaui antes que defender la dignidad, la justicia y la libertad. Es lamentable que el reino de España renuncie deliberadamente a convertirse en un país abanderado de las luchas democráticas en el Sahara occidental y acabe sucumbiendo a los cantos de sirenas de una de las tiranías más abyectas que existen en la actualidad. Esa es, lamentablemente, la realidad. Por suerte miles de ciudadanos de toda España se han manifestado y se manifiestan en apoyo del pueblo saharaui pidiendo una rectificación a un gobierno que les avergüenza. Ojala escuchen sus demandas.

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