San Fabián de Alico. Un encuentro con el pasado. Bitácora de viaje

San Fabián de Alico. Un encuentro con el pasado. Bitácora de viaje Por Rafael Ruz Valencia, Artista Visual. RETRATO DE UN PUEBLO ATEMPORAL San Fabiá

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San Fabián de Alico. Un encuentro con el pasado. Bitácora de viaje

Por Rafael Ruz Valencia, Artista Visual.

RETRATO DE UN PUEBLO ATEMPORAL San Fabián de Alico se encuentra a una hora en vehículo desde San Carlos, en la VIII Región, rumbo a la cordillera de Los Andes. Llego a San Fabián un día particularmente lluvioso a principios de abril, eran mis primeros chubascos. Esto dio un marco melancólico, romántico, reflexivo y de cierta quietud al lugar en mi primera percepción, pero sin duda el pueblo tiene todo lo anterior y sin lluvia mediante, como podría darme cuenta después. A medida que el vehículo emprendía la subida desde la Panamericana rumbo a nuestro destino, pude sentir que me despojaba del ruido y bombardeo general al cual somos sometidos cada día y a una velocidad sin precedentes por el sistema –considerando que yo también vivo en el campo-, pero esto fue diferente o mejor dicho más profundo y de desprendimiento total. El camino, a pesar de estar asfaltado mantiene aún su carácter rural. A ratos vemos muchos pinos e imponentes especies nativas. Nos detenemos en un lugar que llaman “El Corte” por donde baja caudaloso el río Ñuble y perpendiculares a nuestro camino, encontramos unos magníficos murallones montañosos. A medida que nos acercamos a San Fabián de Alico, me siento pequeño al verme observado por dos empinados guardianes, el Malalcura y el Alico, que están al pie del pueblo. Son dos cerros montañosos, el primero con una calvicie riscosa de un blanco perlado, el otro cubierto casi por completo de follaje. Mi primera percepción del pueblo es anacrónica. Recordé mi niñez en el campo. Parecía que el lugar estaba detenido en el tiempo con una paz y tranquilidad atípica. Nada lo perturba y más aún, parece no estar contaminado por lo foráneo. Tiene lo mínimo necesario, quizás necesitara una farmacia (prefiero una botica), eso puede quedar para la discusión. Lo importante es que sobrevive con lo que tiene. Digo ello porque no es villorrio, ni caserío, es comuna y como tal, tiene que ser autosuficiente. Alguna vez tuvo dos boticas (durante el apogeo del libre tránsito y comercio con Argentina), hoy ninguna y aún así hay gente de tercera o cuarta y quizás quinta edad, ellos dicen: “no nos podemos enfermar”, utilizan hierbas o algo por el estilo y punto. El pueblo ostenta una longevidad increíble, que no he visto anteriormente. Por la noche la lluvia continuó...

Mi primera mañana me recibe soleada, clara, sin cambio de hora. Los primeros rayos tocaron los techos de la calle O”Higgins alrededor de las 9:30 am. Con el correr de los días (un mes después), ésta se dejará ver en torno a las 10 am. Aun sin horario de invierno. ¡Y bien, ahí están el Malalcura y el Alico!, los dos gigantes me observan en todo su esplendor y con su mejor atuendo. Bajo el diáfano cielo sus imponentes estampas no me serán indiferentes, convirtiéndose en fetiche visual durante mi estadía en San Fabián. Los registraré incansable, hasta el último día, en innumerables fotografías y filmaciones, en diversos horarios y climas. Están al pie mismo del pueblo, ostentando una belleza sui generis, en comparación a otros bellos cerros y montañas. Sus nombres Malalcura y Alico, provienen de una leyenda indígena, de una historia de amor de la que hablaré más adelante. Emprendo con cámaras en mano los primeros pasos por las calles del pueblo, algunas asfaltadas y otras no. Veo y compruebo que la gente es muy amable y sencilla. Todos se saludan y aunque seas un afuerino recibes igualmente su amable saludo, sobre todo de las personas mayores. Esto me parece muy importante y digno de reflexión, de cómo hoy por la calle “nadie se ve”. Esos gestos de amabilidad, podré darme cuenta con los días; son parte importante de la buena convivencia en un grupo humano como en San Fabián. Otra cosa que observo al transitar por el pueblo, es el flujo de gente mayor (tercera, cuarta y quinta edad) que camina por el pueblo. “Abuelitos” que superan tranquilamente los ochenta y tantos, que no recuerdan su edad exacta, para quienes el carnet pareciera ser solo un pedazo de cartón con fines utilitarios y no para saber cuánto vivimos o qué edad tenemos. Si bien el flujo de personas mayores es considerable, hay en la comuna bastantes colegios y en la plaza misma, un liceo, lo que indica que hay niños y adolecentes. El adulto joven escasea. ¿Emigran? Bueno, sí. No se explica otra cosa. En San Fabián la vida pasa, las horas pasan. El pueblo despierta temprano, se trabaja duro (la crianza de animales es la actividad principal, chivos en particular), y a pesar de ello, las personas tienen tiempo para conversar y detenerse para saber cómo está el vecino. Esos fueron mis primeros días de abril en San Fabián.

Camino a la cordillera. El primer sábado emprendemos viaje a la cordillera misma de Los Andes. Alrededor de las 7.30 am., salimos de San Fabián en camioneta hasta el sector de Los Sauces, luego cambiaríamos por un 4x4 que nos dejó en Pichirrincón. Desde este lugar comenzamos una caminata hasta el sector de “Las Tragedias”. El equipo está compuesto por mi colega y artista Israel Gutiérrez, un amigo Gastón quien tiene práctica en subida a montaña, Marcelo Almuna, joven adolescente que tiene familia en el lugar hacia donde nos dirigimos, Tito el chofer y yo.

La adrenalina comienza cuando diviso unas montañas puntiagudas luego de media hora de viaje: las Torres de Lara. En el camino, a mi derecha, se despliega el vacío y al fondo el caudaloso río Ñuble. Varios sectores van apareciendo a medida que subimos: Las Guardias, Mortandad, Bullileo, Los Puquios, Lara, Caracol, Aguas del Ganso, Principal, La Punilla, Los Sauces. Desviándose hacia el sureste se encuentra El Roble, continuando por el rumbo anterior sigue El Inglés, Quebrá Oscura, Pichirrincón y Las Tragedias. Cerca de las 10:30 am., llegamos a Pichirrincón. Es el último poblado, un caserío menor desde el punto de vista geográfico y demográfico, un bellísimo lugar. Aquí entrevistaremos a una mujer, quién vive con sus 5 hijos. Ya retomaré ese tema pronto. Desde Pichirrincón comenzamos una caminata por un sendero que por momentos se desdibuja, digamos que en estricto rigor es simplemente una huella. Cruzamos el primer puente colgante y a pocos pasos nos topamos con un arriero que trae un rebaño de cabras (320 cabras), sorprendente es el número exacto que nos dio, un dato no menor… Conversamos con él no más de 5 minutos y nos menciona que viene de “las veranadas”. Las veranadas comienzan generalmente en diciembre, terminando en abril. Los arrieros suben a la cordillera con sus animales durante esos meses, donde pastan por toda esa temporada. La fortuna nos sonrió generosamente en este viaje, permitiéndonos encontrar en un solo día tres arreos de animales que regresaban de su veranada. Todo quedó filmado y fotografiado. Continuamos con la caminata y nuestro guía Marcelo Almuna, un joven cercano a los 18 años que tiene a su padre en Pichirrincón, pero que vive con su madre en San Fabián; nos lleva al punto final de nuestro viaje: Las Tragedias, ahí vive su Tío Pedro Almuna, último arriero al final de la comuna y en plena cordillera. El viaje dura más o menos dos horas con equipos al hombro. El paisaje es de una belleza indescriptible y aun haciendo el mayor de los esfuerzos, el teclado y mi redacción no lograrán reproducirlo. A mi derecha, un cordón montañoso que no me abandonará sino hasta el final de la caminata, tiene una inclinación permanente con mucha roca. A mi izquierda un barranco que termina en despeñadero con el caudaloso río Sauce (perfecto para la práctica del rafting). El ruido que produce su caudal es de una acústica increíble y colosal, que hace temblar y nos vuelve pequeños e indefensos. Hacia arriba un follaje que en ciertos sectores se funde, sin que podamos distinguir un árbol de otro, como si se tratase de una alfombra verde llena de matices, solo podemos percibir las diferencias de tonalidades, lo que significa que las especies nativas no tienen problema en compartir terreno unas con otras. Por este sorprendente sendero transitan los arrieros con sus animales y sus mulares cargados de víveres para las prolongadas estancias cordilleranas. Increíble pensar en el rigor que enfrentan estos hombres y sus rebaños, los caminos en algunos tramos son sólo huellas, con apenas dos cuartas de ancho, irregulares y a veces con piedra suelta. Para nuestra suerte nos acompaña un clima espléndido, pero los arrieros enfrentan además en sus

viajes la lluvia y vientos como el “Puelche”. Ese es otro tema de la comuna: el viento. También lo viví. Ya hablaré de ello más adelante. Entrevistas. Llegamos a nuestro primer destino y divisamos la segunda “puebla”, que nos explican, es una casa donde vive una familia, sin vecinos cerca, viven aislados en el estricto rigor. La anterior “puebla”estaba abandonada. Aquí vive Don Pedro Almuna. Cruzamos un puente colgante hecho hace poco por Pedro y su hermano Juan, quien sube por temporadas a trabajar junto a él. Nos presentamos y luego con mayor confianza pasamos a su cocina con fogón. Esta será la primera de las cocinas que visitaremos durante todo el recorrido por la comuna y en casi el total de las entrevistas. Todas o el 99% de las cocinas, se componían de la misma forma: fogón al centro, estructura de metal por fuera, una o dos ventanas no muy grandes y cuelgas de diferentes secados: cebollas, ajíes, etc. Continuemos… Nos sentamos todos alrededor del fogón y mi colega Israel comenzó a hacer las preguntas a Don Pedro, se dio una conversación entretenida y distendida que nos relajó a todos a los pocos minutos. Con algo de timidez también participó con preguntas nuestro otro acompañante, Gastón. Parecía tan increíble para cada uno de nosotros constatar que, aún hay personas que viven vidas extremas, en lugares tan retirados y de difícil acceso, que el “bajar a pueblo” en busca de víveres, les presenta tremendas dificultades por decirlo eufemísticamente (aquí no te puedes enfermar y la soledad es terrible). Debo confesar que deseaba participar de la conversación, pero estaba tras la videocámara y también haciendo fotos. Aquí percibí y vi otro elemento que me conmovió: las manos. Me impresionaron las manos de las personas. Toda una vida de trabajo, de sacrificio, de dureza reflejada en ellas. Las manos de las mujeres por ejemplo, manos duras, curtidas y fuertes para manejar el hacha y delicadas y hábiles para la cocina, el hilado o los bellos tejidos del telar. Volvamos con Don Pedro. Nos mostró muy orgulloso el lugar, cómo había reconstruido con su hermano esa Puebla y mas aún, traído el agua desde las alturas hasta la casa (agua pura de vertiente cordillerana). Un detalle importante: aquí el agua es abundante, e insisto, abundante, por eso las llaves deben estar abiertas las 24 hrs. del día, sino revientan las tuberías. ¿Increíble no? Luego de tres horas que pasaron volando, Pedro nos sorprende, trayendo una tortilla con un trozo de Charqui de Chivo, que es puesto en la parrilla. El primer charqui asado que pruebo. Maravilloso, nunca antes lo había comido y creo que ni siquiera algunos asiduos amantes de la parrilla lo saben y menos degustado. Gran experiencia culinaria.

Mientras estábamos en eso, oímos ruido de animales y silbidos típicos del arreo. ¡Sí!, salgo con cámara en mano y diviso unos arrieros que vienen bajando de las veranadas con sus chivos y algunos vacunos. Cruzan el río Las Tragedias, que pasa por fuera de casa de Pedro. Nos saludamos y ellos preguntan si esto (mi cámara) es para la tele. Los filmo y fotografío exhaustivamente. Me sorprenden los perros que acompañan a estos hombres sacados de una película western. No son simples mascotas, sino eficientes y aplicados ayudantes en el manejo del ganado, como si de una sociedad común se tratase. Solo lo había visto en películas. Estos “fieles” tienen una concentración como si los ordenaran con un chip. Se mueven con rapidez, buscan los chivos o vacunos que quedan atrás y los arrean hacia el grupo. Luego regresan, cruzan el agua que trae una temperatura bajo cero que no puedo medir. ¡Son geniales los cachupines! Volvemos a la cocina de Pedro y nuevamente escuchamos ruidos y ajetreos en el exterior. Otros arrieros, ahora dos hermanos jóvenes, (Guillermo y Esteban) que al pasar se bajan a saludar a Pedro, unas fotos y un cruce de palabras. Hombres de pocas palabras. Los dejamos junto a Pedro y emprendemos la caminata de regreso, estamos al límite de la hora y no nos puede pillar la noche arriba. Cerca de las cuatro de la tarde comenzamos a bajar, bebemos agua de una vertiente que está en el camino, que es más bien una huella. Mis acompañantes avanzan rápidamente, yo me rezago tomando fotos y filmando el cambiante paisaje que juega ante nuestros ojos con otros colores y nuevos contrastes. Los verdes se despliegan en todos sus matices y tonalidades. Es un bello atardecer, el cielo, despejado. Observo con mayor atención unos “personajes” que se hacen más visibles a esta hora del día y que con el pasar de los minutos se harán más imponentes, contrastando el verdor del paisaje. Son los álamos, se presentan ante nosotros por sobre todas las otras especies con un dorado oro impresionante. Espigados, titilan sus hojas a la menor brisa cordillerana, como la que sopla de las alturas del “cajón” que vamos descendiendo. Atrás quedan Las Tragedias y su particular paisaje. Llegamos a Pichirrincón, ahí nos espera Tito, nuestro chofer, que ya tiene conversada la visita a la primera señora que entrevistaremos en las alturas de San Fabián: la señora “Nina” (Florina Ovadilla S). Tres de nosotros cruzamos el río Sauce a caballo, hasta una loma donde ella vive con cinco de sus siete hijos, es viuda. Uno de ellos es quien nos guía y traslada a una parte del grupo. Pasamos a la cocina de la señora Nina. Tremendo lugar. Ya he descrito anteriormente las cocinas de la zona. Será en este acogedor espacio donde conversaremos con ella, mientras sus hijos se mantienen fuera sin querer participar por más que los invitemos. La entrevista se hace más fluida y grata y mientras conversamos doña Nina atiende el pan y la tortilla al rescoldo. De a poco se acercan dos de sus hijos mayores (Adán y Eustaquio) que se encuentran en casa esa tarde. Finalmente incluso, posan para una bella fotografía junto a su madre. Un verdadero daguerrotipo. Ya en la despedida vemos por fuera de la casa un telar, ¡sorpresa!, la señora Nina está trabajando unos morrales para los caballos de sus hijos. En los últimos minutos mis compañeros de viaje se

hacen unas fotografías con la familia, nos despedimos finalmente, en ese momento vemos llegar dos arrieros, son caras conocidas. Son los jóvenes que quedaron en casa de Pedro, antes que bajásemos desde Las Tragedias un par de horas atrás. Dejamos a la familia y emprendemos viaje de regreso al sector Los Sauce, ya cierra el día y una luna fantástica nos acompaña en el camino hacia la cabaña de Tito. Cae la noche a mitad de camino, y compartimos charqui de lomo de chivo asado a la parrilla, en silencio, disfrutando. En esa tertulia nos acompañó un señor, don Tono. Él preparó el asado. En ese momento tenemos la intención de dejar los equipos de lado, para disfrutar y saborear sin distracciones esta especial carne a la parrilla, pero fue imposible. Las historias y anécdotas de don Tono resultaron tan importantes, como cada una de las grabaciones que hicimos durante el tiempo que estuvimos en San Fabián; que intentamos filmar sus vivencias. Nos habló de sus viajes por la cordillera y de un accidente que lo dejó con un severo problema físico que terminó con sus largos viajes a caballo. Amanece y llega otro día y con él más entrevistas. Nos dirigimos al “Roble” por nuevos paisajes de agrestes y difíciles caminos. En El Roble, nos recibió una mujer con sus dos hijos y un nieto. La señora Amada Roa; otra mujer viuda y que nunca se volvió a casar (es un patrón que se repite como se registran en otros casos grabados durante el documental). Su hijo soltero (Juan Manuel A.) cercano a los 30 años, se encarga de los animales, su hija (Guadalupe A.) con un niño de unos 9 años, (Victor V.) la acompaña y ayuda en los quehaceres de la casa. El nieto de doña Nina, está en el Colegio del sector Caracol, que dista a muchísimos kilómetros de la casa. El niño tiene régimen escolar de interno de lunes a viernes y viaja los fines de semana en micro hasta el sector de Los Sauces, desde donde emprende un viaje a caballo cruzando los ríos Sauce y Ñuble, en un largo camino de regreso a casa. Qué dura puede ser la vida… No quiero dejar pasar un tema que hoy en día es relevante y contingente. En San Fabián también hay un proyecto de inundación, que tiene como protagonista uno de los tantos sectores que visitamos un par de veces: “La Punilla”. Ahí se quiere construir un embalse. Bastante terreno quedaría bajo el agua. Historias simples pero sorprendentes. Son muchas y solamente pudimos grabar algunas, porque el documental no nos permite una larga duración. Pensábamos en 35 minutos y puede que lleguemos a 1 hora… ¡pero tenemos 10 horas de material! De regreso y bajando desde la cordillera al pueblo de San Fabián nos organizamos para lo que serían las siguientes semanas. Conocimos a un tallador, Juan Orellana, un artista de la madera, un verdadero escultor en este material. Su trabajo es realmente fino y podríamos decir que Juan lo ha desarrollado más allá de lo típico. Su temática tiene mucha relación con imágenes religiosas. Nos cuenta que conoció un mítico tallador en madera: Renato Soto. Este señor fue quien iniciaría a Juan en el tallado, que es

una de las actividades más antiguas de esta zona. Algunas casas poseen muebles tallados por ese legendario artesano fallecido hace pocos años. En la plaza de San Fabián se puede admirar una obra de don Renato Soto, que representa un arreo de animales, es el monumento al arriero, realizado con herramientas precarias como gubias por ejemplo, que son parte de la técnica de tallado antiguo, de la versión más prístina de este arte en San Fabián. Estuvimos fuera del terreno donde nació Nicanor Parra, sólo un letrero nos indicaría el lugar, sin mayores referencias. A continuación entrevistamos a una cantora popular, la señora Carmen Garrido, cultiva el canto más puro, sin estudios especiales ni más conocimientos, que ver a su abuela cantar y así lo heredó, todo es de memoria. Nos regaló unas bellas canciones, interpretadas con su guitarra. En días posteriores la invitaríamos a una tertulia para que nos deleitara con su arte junto a un recopilador: Roque González, profesor de música que hoy en día vive fuera de la comuna. Como estudioso y académico Roque tiene muy claro lo que pasa hoy en día con este canto popular y el peligro de desaparición que lo acecha si no se hace algo por preservarlo. Luego también entrevistaremos a otro señor: Anatístico Elgueta. Residente en el sector de “La Montaña”, hacia el suroeste del pueblo de San Fabián. Su trabajo tiene más relación con el antiguo tallado. Con un par de herramientas precarias logra sacar figuras de la madera. La verdad que tanto este hombre como muchos otros de la zona realizan variadas actividades . También compartimos con alumnos de los talleres de artes visuales del Liceo Jorge Alessandri de San Fabián de Alico. Finalmente el profesor de artes Manuel Ortega, nos recomendó trabajar sólo con un grupo los días viernes por la mañana. Con estos alumnos realizamos una entrevista en terreno y uno de ellos se animó a hacer una pregunta a nuestro entrevistado del día. Teniendo ya el 90 % de las filmaciones, nos reunimos el siguiente viernes con los alumnos del grupo de trabajo, para ver un documental con un extracto de la vida de Miguel Ángel. Pudimos apreciar el proceso de creación y ejecución del Fresco de la Capilla Sixtina. El documental es una exhaustiva y magnífica clase didáctica sobre el arte del Fresco. Aparecen allí dos artistas contemporáneos que llevan a cabo la reproducción de un detalle de la Creación con los mismos materiales y técnica usados por Miguel Ángel. Dimos una charla y proyectamos imágenes de grandes obras murales y frescos que existen en la región del Biobío como el de la escuela México de Concepción, Gregorio de la Fuente en Chillán, por nombrar algunos. Esta es la primera etapa de nuestro trabajo de investigación y recopilación y he querido plasmarlo como una bitácora de viaje. En una segunda fase de nuestro proyecto, veremos la posibilidad que las autoridades educacionales de San Fabián de Alico, nos lleven, al grupo investigador más los alumnos con quienes trabajamos; a conocer en vivo estas obras de arte que pertenecen al patrimonio artístico de la región y a la historia del arte mural en Chile.

Tenemos programado también, ver con los estudiantes, imágenes de nuestro trabajo de filmación y fotográfico que hicimos de la comuna de San Fabián, para luego enseñarles cómo diseñar una obra digital que servirá de matriz y maqueta para el mural. El resto del trabajo estará registrado en el documental editado y también en un catálogo que resumirá el proyecto en todos y cada uno de sus pasos. Es importante señalar que todo este material recopilado, tanto fotográfico como fílmico, dará origen a un mural soportado en paneles de madera encolados y entelados, el que luego será instalado en el hall de entrada del Liceo Jorge Alessandri de San Fabián. Por problemas de espacio y buenas condiciones físicas, esta obra pictórica será realizada en mi taller. También estamos considerando la posibilidad de trasladar parte del grupo de alumnos del taller artístico del Liceo, a ver el proceso de trabajo de la obra pictórica.

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