San Fernando, ciudad militar

La gran desconocida de la Bahía de Cádiz San Fernando, ciudad militar La ciudad que surgió cuando el mar se alió con el Ejército Por Pablo Herrera S

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La gran desconocida de la Bahía de Cádiz

San Fernando, ciudad militar La ciudad que surgió cuando el mar se alió con el Ejército Por Pablo Herrera

Su localización estratégica a un paso del Estrecho de Gibraltar, su situación de puerta de entrada peninsular de la ciudad de Cádiz, y los grandes proyectos militares que el rey Carlos III contempló para La Isla, como es conocida popularmente, han hecho de San Fernando un destino único para el que quiera huir del clásico destino de costa y quiera descubrir lo que supone vivir ligado al mar de una forma diferente. San Fernando es una de esas pocas ciudades españolas que pueden presumir de deber su desarrollo al arte de la guerra y al ejército a lo largo de los siglos. Desde que los fenicios desembarcaron en el archipiélago que actualmente se ha unido formando las islas de San Fernando y Cádiz, la historia de esta ciudad ha estado ligada a la función defensiva y a la Marina, siendo la base de la primera Armada del mundo que existió como tal.

Para el viajero que recorre sus calles es llamativo ver como su principal marca de personalidad, que embadurna cada rincón de cada calle y casi cada monumento quede relegado a un plano secundario. El isleño se siente orgulloso de su ciudad por el flamenco, con personalidades tan importantes como Camarón de la Isla, Niña Pastori o la bailaora Sara Baras, por su Semana Santa, es la ciudad con más cofrades por números de habitantes, por su sal, por su marisco y por su Feria. Y sin embargo, San Fernando es ejército. Ejército y Marina. Hay dos formas de acceder a San Fernando, ambas por la CA-33, la autovía que desde Chiclana atraviesa San Fernando y desemboca en Cádiz. Para salir hay una más, a través del puente Zuazo, por la carretera de Andalucía, por donde se puede salir abandonar la ciudad en dirección a Chiclana. No importa que camino cojamos puesto que nada más llegar el Ejército nos dará la bienvenida. Desde Cádiz nos encontraremos a nuestra izquierda con el complejo militar de Torregorda, con una pequeña torre blanca que surge de las arenas de la playa de Cortadura dando la bienvenida a los primeros trazos de marismas del Parque Natural Bahía de Cádiz. Si entramos desde Chiclana nos encontramos con el Arsenal de la Carraca, creado por Felipe V en lo que fue el primer centro militar español para la construcción de buques militares y almacenamiento y distribución de armamento y munición. En la actualidad sus astilleros forman parte de Navantia y se dedican fundamentalmente a la reparación. Es también del muelle de este arsenal de donde sale a recorrer los siete mares el buque escuela Juan Sebastián Elcano, el único buque escuela de la Marina española. Un poco más adelante siguiendo la senda de la CA-33, también a nuestra derecha, podemos observar la joya de la corona, la Población Militar de San Carlos, el máximo exponente de lo que aún significa el Ejército en la ciudad. A lo lejos, las imponentes figuras del Hospital Militar, el edificio más alto de la ciudad hasta la construcción en 2007 de las Torres de la Casería de Ossio, que les superan por unos pocos metros, y el Panteón de Marinos Ilustres, nos saludan. Si por el contrario queremos salir por el puente Zuazo, tras pasar por el castillo de San Romualdo, sumido en polémicas e investigaciones contradictorias sobre su origen, que llegan desde los tiempos del Imperio

Romano

a la conquista cristiana nos

encontraremos con las baterías defensivas que lograron detener el avance de las tropas de Napoleón y que hizo que entre San Fernando y Cádiz se pudiera redactar la primera Constitución española.

Tras el puente, de origen romano y que cuyo arco central fue dinamitado para impedir la entrada por tierra a los franceses, el viajero se encuentra el Real Carenero, actualmente en rehabilitación, y una de las joyas patrimoniales de la ciudad. Hasta 1724, cuando se trasladó al Arsenal de la Carraca, el Real Carenero fue el astillero militar de la Bahía de Cádiz. Todo en el Real Carenero es curioso y ha estado sometido a la polémica desde que los Reyes Católicos decidieran construir el edificio sobre los restos de, como no, otro edificio romano. Justo al otro lado del puente, a unos pocos metros de las primeras casas de San Fernando, los restos pertenecen al término municipal de la vecina localidad de Puerto Real. Sin embargo, por vinculación histórica, es el ayuntamiento de San Fernando el encargado de la gestión del monumento. El Real Carenero está situado justo en la entrada histórica de la ciudad, a un lado de la antigua Vía Augusta, que desde Gades cruzaba Hispania. San Fernando, y el antiguo puente Zuazo, formaban parte de Gades, incluso fue en una colina de su término donde los patronos de Cádiz, San Servando y San Germán, fueron martirizados. La vinculación del Real Carenero con la ciudad es tan grande que incluso la talla del Nazareno, la imagen más venerada en la ciudad, que sale en procesión cada madrugada del Viernes Santo, fue encontrada en su capilla, sin que se sepa nada sobre su autor, salvo que quizá fue un escultor italiano que se encontraba de paso. A escasos metros de ella encontramos un conjunto de baterías defensivas de la Guerra de la Independencia. Entre marismas, caños y salinas, comenzamos a entender porque los franceses no pudieron pasar su artillería entre ese laberinto natural y sus armas pesadas cayeron en el fango. Los pescadores que suelen pescar en el puente nos cuentan que hasta hace unos veinte años se seguían sacando esqueletos y restos de armamentos de franceses en el caño de Santi Petri. Después el Ayuntamiento limpió el caño a fondo y no han vuelto a aparecer. Para los mariscadores, que se sumergen en el fango con sus botas llenas de barro en busca de coquinas y camarones, era muchas veces una sorpresa entretenida, que llevó a que algunos tuvieran verdaderas colecciones clandestinas en el interior de sus casas. O eso dicen. El Real Observatorio de la Armada En lo que sería, aproximadamente, el centro geográfico de la ciudad y en una de las colinas más altas de la misma, se alza majestuoso el Real Observatorio de la Armada, una de las principales joyas de la ciudad. Diseñada por el arquitecto Vicente Tofiño, su biblioteca cuenta con incunables que solo se pueden encontrar allí o en Paris y Londres, con unos fondos bibliográficos son de un valor incalculable. Sin embargo, este edificio

neoclásico, cuya cúpula se divisa desde toda la ciudad, es famoso por muchas otras cosas. Es, por ejemplo, el centro astronómico que dicta la hora oficial de España, su labor más conocida. Se puede visitar, pero como suele pasar con todo lo militar, hay que pedir cita de forma anticipada y el guía no se separará ni un solo metro de nosotros. Aun así, merece la pena. La fachada neoclásica, amarilla y blanca, reflejada en un pequeño estanque que hay delante de sus puertas, es una de las imágenes más típicas en las postales de la ciudad y, sin embargo, la mayor parte de los visitantes nunca se han parado a contemplarlo. La cita previa siempre es un obstáculo. También merece la pena ajustar tus relojes a la hora oficial de España, frente al reloj atómico que decide nuestro tiempo. Puede sorprender como algo tan abstracto como la gestión del tiempo y los horarios sigue estando en manos de la Marina, y no de cualquier institución científica, en recuerdo de los tiempos en que el dominio de la astronomía estaba reservado a aquellos que surcaban los siete mares. En una especie de homenaje los que piensan que la Marina es una institución obsoleta, sin mayores funciones a día de hoy. Sin embargo, cada vez que levantamos la muñeca o cogemos el móvil para ver la hora, estamos mirando al centro de San Fernando, a ese reloj que nos dice cuál es el momento exacto en el que vivimos. También el sistema oficial de pesos y medidas de España se conserva en este observatorio. Nuestra visita se convierte en un homenaje improvisado a la ley, a la regulación, a lo que nos salvó del caos y nos introdujo en una sociedad global civilizada. Ahí están nuestros kilos y nuestros metros, a semejanza de los que colocaron en Paris en 1889. Además, el Observatorio es un centro de investigación y formación científica de campos de interés para la Armada, y pasear por allí, entre los investigadores, te hace pensar que siempre, los mayores beneficios y la mayores tragedias en la historia de la humanidad, vinieron de las guerras. Y que era gente como esa, con la que nos cruzamos en nuestra visita, la que creó el gas naranja, la bomba atómica, los torpedos submarinos. No hay que perder de vista la cúpula de noche, cuando se abre para observar el firmamento. Observar desde cualquier rincón de San Fernando como la cúpula se abre y los haces de luz se dirigen a las estrellas es un espectáculo único que merece la pena contemplar. Desde fuera, por ejemplo, desde el recién restaurado parque del Barrero, a los pies del Observatorio, se puede observar, al lado del mismo y casi a la misma altura, la Torre Alta, una torre vigía del siglo XVII, construida sobre los restos de un antiguo observatorio astronómico musulmán. Cuadrada, simple y pintada de blanco se enfrenta a la fachada neoclásica del Observatorio, recordando que en Al-Ándalus fueron ellos los

que trajeron la cultura, las matemáticas, el estudio de las estrellas y que la cultura cristiana ha crecido a su sombra. La Torre tuvo también una fuerte función defensiva y protegía la costa de los ataques de los piratas durante los siglos XVI y XVII, cuando piratas tan famosos como Francis Drake o Barbarroja, quisieron tomar Cádiz. No hay que olvidar que San Fernando fue parte de Cádiz hasta 1766, cuando se segregó y se convirtió en la Isla de León. La Torre Alta ha sido declarada monumento Bien de Interés Cultural y se comunicaba con la Torre Tavira de Cádiz mediante un completo sistema de señas y banderas. Desgraciadamente, no se puede visitar, y no encontraremos en ningún museo de la ciudad la más mínima información sobre este interesante sistema defensivo, en el que los colores se observaban tras kilómetros. Antiguamente tenía un puente levadizo, pero tampoco quedan restos. Así, el visitante al que no le valgan las reconstrucciones de los libros, tendrá que conformarse con imaginarse a la silueta de la torre, construida en piedra ostionera bajo su capa de pintura blanca, defendiéndose del feroz Barbarroja, salvando Cádiz de las ingentes huestes inglesas y holandesas. La Población Militar de San Carlos Llegar a la población militar de San Carlos en entrar en un universo paralelo. Algo completamente diferente a lo que estamos acostumbrados. Hasta hace poco había que cruzar la vía del tren, lo que en cierta medida te preparaba para lo que podías encontrar al otro lado. Un par de soldados con ametralladoras, o algún arma grande y similar, en las blancas garitas de la entrada, junto al alambrado y al amenazante muro blanco, servían de sobreaviso. Últimamente, con el soterramiento de la vía del tren, también han desaparecido los soldados de las garitas la mayor parte del tiempo. Nada más entrar, nos encontramos con lo que podría ser un pequeño parque de cualquier ciudad. A la izquierda encontramos viviendas de militares, pequeños pisos y varias unifamiliares. A la derecha una serie de edificios neoclásicos mandados construir por Carlos III. Sin embargo, hay algo que nos llama más la atención. Encontramos dos grandes señales en la parte central de la entrada al parque, junto a una rotonda con, como no, una escultura militar en ”honor a los héroes y mártires de la Marina Española”. Como en cualquier universo paralelo, las dos grandes señales de la entrada nos avisan que estamos en otro mundo, otro mundo que se rige por otras reglas, y estamos avisados: “Zona Militar. Horario Restringido. Seguridad Controlada por personal militar. L 8/75 RD 6897/78 OD 2334/2008”. Como todos sabemos que el desconocimiento de la ley no exime de su cumplimiento, lo primero que debe hacer el viajero que se encuentra con esto es coger su móvil con acceso a internet e investigar las

nuevas leyes bajo las que se encuentra. Lo primero que nos sorprende es que la norma proviene de un boletín oficial de Estado del 4 de marzo de 1975, es decir, cuando el dictador Francisco Franco seguía, por poco tiempo, dirigiendo el destino de España. Así descubrimos, por ejemplo, que en San Carlos está prohibida la propiedad para extranjeros, y para nacionales que no cuenten con autorización militar. El Panteón de Marinos Ilustres, el edificio Carlos III, con la Escuela de Suboficiales y el Museo Naval, el Hospital Militar o el Tercio de la Armada, son los máximos exponentes de la arquitectura militar de la población, y uno de los ejemplos más claros de lo que es San Fernando. El Panteón de los Marinos Ilustres Antes de llegar al Panteón de los Marinos Ilustres, probablemente el monumento más importante de San Fernando, nos encontramos a la izquierda con las instalaciones del Tercio de la Armada (TEAR), como casi todo en San Fernando, edificados en estilo neoclásico durante el reinado de Carlos III. Sin embargo, su fundación es mucho más antigua. El TEAR tiene el honor de ser la sede de la infantería de Marina más antigua del mundo, de cuando España era la principal potencia militar y marítima del mundo. Fue fundada en 1537 para defender las costas italianas del saqueo de los turcos. Cuando el resto de potencias europeas siguieron el ejemplo de España, los TEAR fueron su modelo. Encontrarte frente a frente con sus instalaciones deja un extraño regusto, de decadencia militar y glorias pasadas, de pasar del todo a la nada. El Panteón de Marinos Ilustres se alza imponente, conforme nos acercamos la cúpula va desapareciendo y se acerca la sobria fachada neoclásica, en su interior, sin embargo, el barroco hace acto de presencia. En este santuario podemos observar las tumbas de los grandes héroes de la Marina española. Asimismo, en sus paredes, están inscritas todas las grandes victorias de los barcos de guerra nacionales junto con la fecha en la que se produjeron. La visita, se puede realizar los fines de semana por la mañana, guiada y en su interior está prohibido tomar fotos. Uno de los mayores atractivos que tiene visitar el panteón para el visitante es su guía. El encargado de enseñar el edificio cada mañana de sábado y domingo, los días en los que se permiten las visitas, es Sergio Torrecillas, primer premio –mantenido durante años- del concurso de romanceros del Carnaval de Cádiz. Sergio consigue llenar la visita a un mausoleo, mientras recorremos lápidas y tumbas, de gracia y arte gaditana. Consigue traer el carnaval a una iglesia, que en definitiva, es un cementerio del Ejército. Su gran conocimiento del edificio y de todas sus anécdotas hace que cualquier visitante se pregunte qué pasará si algún día no les

renueven el contrato. Pero mientras siga así, el propio guía se convierte en una atracción turística más, en un valor añadido que realza el lugar más importante y emblemático de la ciudad. A un lado, en el edificio de la Escuela de Suboficiales se encuentra el Museo Naval. Actualmente está en rehabilitación, pero normalmente, la visita al Panteón se completa con las instalaciones de este Museo que es una instalación periférica del Museo Naval de la capital española. El Museo repasa la vinculación de la ciudad con el Ejército y es un ejemplo claro y visible de la influencia de la Marina en San Fernando. El Hospital Militar Frente al Panteón, se encuentra una de las últimas paredes del antiguo hospital militar, a modo de recordatorio con una placa conmemorativa. Un hospital lleno de interés histórico, que comenzó en 1809, en plena Guerra de la Independencia, y que en 1836 pasó a ser propiedad de la Marina. Desde entonces atendería a los ejércitos españoles en las distintas contiendas en la que se enzarzó desde ese momento, como la Guerra del Rif, la Guerra de África y la Guerra Civil Española. Asimismo, durante la invasión de los Cien Mil Hijos de San Luis, trabajaron conjuntamente médicos españoles y franceses, en un ejemplo de fraternidad internacional. Igualmente el Hospital Militar de San Fernando tuvo un papel primordial durante las epidemias de fiebre amarilla, gripe española, cólera y tifus exantemático que asolaron la región durante el siglo XIX y principios del siglo XX. Frente a la placa, y junto al Panteón, se puede observar una gigantesca mole gris, el actual hospital, que muchas veces sirvió para dividir la población de la ciudad según su nacimiento. Los verdaderos isleños, de padres militares, que podían nacer en el mismo, frente a los foráneos, sin vinculación militar, que cuyos padres tenían que trasladarse hasta la capital gaditana para poder salir al mundo. El Hospital perteneció a la Armada hasta 2002, cuando pasó a formar parte de la red de hospitales de Defensa. Desde 2005 tiene un convenio con el Servicio Andaluz de Salud para tener un uso compartido con la Sanidad civil. Es el ejemplo más claro de arquitectura militar contemporánea que podemos encontrar en la ciudad. Durante mucho el edificio más alto de la ciudad, pero gris, sobrio, feo, funcional. Y a un paso del Panteón, del neoclásico del edificio Carlos III o las instalaciones del Tercio de la Armada. La Calle Real y el castillo de San Romualdo La calle Real es la principal arteria de la ciudad. Construida sobre la antigua Vía Augusta, San Fernando se ha ido desarrollando a ambos lados, en lo que era la carretera

a Cádiz, lo que explica la larga longitud de su casco urbano. Los habitantes de Chiclana, con esa típica rivalidad de los pueblos fronterizos, siempre dicen que “San Fernando es la calle Real con dos casas a los lados”. Y, por supuesto, la calle principal de la ciudad no iba a salvarse de esa influencia militar. Viniendo desde Cádiz primero nos encontramos la Iglesia de San Francisco, castrense, fundada en 1765 con vistas a las expediciones militares del Nuevo Mundo. Así, como en San Carlos, nos encontramos en plena ciudad otra excepción a las reglas que rigen el resto de iglesias de la ciudad. San Francisco está sujeta a una doble jurisdicción eclesiástica: la jurisdicción personal del Arzobispo Castrense de España y la jurisdicción territorial del Obispo de Cádiz y Ceuta. Su arquitectura, sobria y neoclásica, no tiene demasiado interés. Sin embargo, en su interior encontramos las mejores pinturas de la ciudad, entre ellas, "La Inmaculada Concepción", "San Carlos impartiendo la comunión entre los apestados de Milán" y "San Fernando recibiendo las llaves de Sevilla" de Salvador Maella, el pintor de cámara del rey Carlos IV. También hay que hacer una mención especial a “la Repatriada”, una Inmaculada Concepción procedente del Arsenal de la Habana tras la derrota española en la guerra del 98. Un poco más adelante, también a nuestra izquierda, nos encontramos con otra gran joya militar, la Capitanía General de Marina, trasladada desde la Población Militar de San Carlos en 1917, al centro de la ciudad. Junto a ellos, quizá en una de las escenas más curiosas que nos vamos a encontrar, se encuentra la oficina de reclutamiento. La única oficina de reclutamiento de España que se encuentra justo en la calle principal y en el centro de una ciudad. Cerca, tras pasar por monumento militar en el que “La ciudad de San Fernando en memoria de sus hijos muertos” rinde “Gloria a la Marina”, “Gloria a la Aviación”, “Gloria al Ejército”, nos encontramos con la joya medieval, origen del poblamiento de la ciudad a comienzos de la Edad Moderna, el Castillo de San Romualdo, o como era conocido antiguamente, el Castillo de La Puente, por estar encargado de proteger el Puente Zuazo, el paso de las islas de Cádiz y San Fernando, a la Península Ibérica. El origen del castillo sigue sumido en la polémica. Sobre cimientos de la época romana, distintas investigaciones arqueológicas contradicen su construcción islámica o cristiana. La teoría más extendida es que su origen es árabe y que está basado en un ribat de Susa, en el actual Túnez. El castillo ha sido la base de la existencia de San Fernando. Las primeras referencias históricas al edificio son de 1268 y fue en su interior, en un añadido que aún hoy se conserva donde se instaló la primera parroquia de San

Fernando, en el siglo XVII. La historia del castillo está ligada a la de las principales familias de la Edad Media y Moderna de la Bahía de Cádiz, a los que los diferentes reyes, desde Alfonso X a Fernando VII, fueron regalándoles el lugar. Así familias distinguidas como los Zuazo, García de Vera, Díaz de Sevilla, o los Ponce de León, que darían su nombre a toda la isla, en la que fue su última denominación antes de conseguir el título de ciudad y por la que aún se conoce, Isla de León. Al final, el castillo acabó abandonado y en manos del Ayuntamiento. Hasta que comenzó el proceso de rehabilitación hace una década la ciudad se había instalado dentro y fuera de sus murallas. Un mesón, una cristalería, una carpintería, un almacén y varias casas se habían apoderado de sus muros y habían destruido su

silueta. Hoy, el proceso de

rehabilitación casi ha terminado y su patio interior y las plazas exteriores, la de Font de Mora y la de Sánchez de la Campa, conocida popularmente como la Plazoleta de las Vacas, donde se realizaba la feria de ganado y donde actualmente se celebra el carnaval, son dos de los más importantes focos culturales de la ciudad. En su torre principal, un reloj de sol, completamente restaurado, nos ofrece la posibilidad de, frente a la hora oficial del Observatorio, descubrir la hora real según el astro rey, la que de verdad importa. Para el viajero, sentarse a su vera, es una de las pocas formas en las que el Medievo y la Reconquista pueden absorberse en San Fernando.

Destacados:

“Los pescadores cuentan que hasta hace veinte años seguían encontrando esqueletos y restos de la Guerra de la Independencia” “El Observatorio de la Armada dicta la hora oficial de España” “El TEAR tiene el honor de ser la sede de Infantería de Marina más antigua del mundo” “El castillo de San Romualdo se encargaba de proteger el puente Zuazo, el acceso a las islas de Cádiz y San Fernando desde la Península”

El islote expoliado por San Pedro Decía Estrabón que mientras Menelao saqueaba Troya, justo en la otra punta de Europa, los fenicios fundaron el templo de Melkart en uno de los extremos donde construyeron Gadir, la ciudad más antigua de Occidente. Tras los fenicios vinieron los cartagineses, los comerciantes griegos de la cercana Malaka, los romanos a los que los gadiritas vendieron la ciudad durante las guerras púnicas. Con ellos, Melkart se volvió Hércules, y personalidades como Aníbal o Julio César acudieron a rendirle culto, allí donde según la mitología había destruido al gigante Gerión, rey de Tartessos y donde se decía que reposaban sus huesos, junto al cinturón de Teucro o el árbol de Pigmalión. Fue en este santuario en el que Julio César lloró ante el busto de Alejandro Magno por no haber sido capaz de emularlo. Vino el cristianismo y las mareas subieron. El extremo de la isla de Kothinusa, que junto a Erytheia y Antípolis formaban las islas Gadeiras, se separó y se convirtió en un islote. Las marismas subieron, Erytheia y Antípolis se fundieron con Kothinusa y la calzada romana que llevaba al templo se hundió bajo las aguas. En una especie de metáfora, el cristianismo había desplazado a las antiguas religiones a aquel islote abandonado. Aquel islote que además, se cristianizó y se llamó Sancti Petri, San Pedro en latín, la piedra sobre la que Jesucristo edificó su iglesia. Luego, como siempre en esas islas, más allá de las columnas de Hércules, donde el mar se enfrenta al abismo de lo desconocido, la guerra pidió su parte. Habían pasado más de diez siglos desde su época de máximo esplendor, en tiempos de Trajano, hasta el siglo XVII, en el que tras haber sufrido diversos ataques e incluso convertirse en una cantera de piedra ostionera, los poderes fácticos decidieron devolverle su grandeza. Primero, alrededor de 1610, se construyó la torre, siguiendo el modelo de la Torre Alta o la Torre Tavira gaditana, después, poco a poco, se construyó el resto del castillo. La fortificación fue uno de los puntos clave de la defensa frente a los franceses durante la Guerra de la Independencia, junto a las baterías defensivas que rodean la ciudad de San Fernando. Su propiedad, una vez abandonada por Defensa, estuvo sometida a la polémica y llegó a los tribunales hasta que finalmente los jueces afirmaron que pertenecía a San Fernando, aunque fuese mucho más sencillo acceder en barco desde el muelle de Sancti Petri, en el término de Chiclana de la Frontera, que desde la Punta del Boquerón, en San Fernando, situada justo frente al islote y en el que solo hay dunas, baterías defensivas, búnkeres y

marismas pero no carreteras y por supuesto ningún embarcadero. El viajero puede embarcar y acercarse al castillo, que ha sido rehabilitado como casi todo San Fernando, por motivo del Bicentenario de las Cortes, cumplidos en el pasado 2010. Sin embargo, sus nuevas funciones aún no han sido bien delimitadas. Lo que por trayectoria histórica debería ser el gran referente turístico, cultural, histórico y monumental de la ciudad, se ha quedado en una ubicación de leyenda, que no termina de encontrar su sitio en la realidad histórica isleña. Quizá también sea parte de su encanto. Estamos ante lo que los historiadores griegos y romanos consideraron la tumba de Hércules y a nadie le importa. Estamos donde Aníbal decidió conquistar Roma con elefantes, cambiando toda la historia antigua y a nadie le importa. Donde España resistió asedios anglo-holandeses primero y franceses después. Donde de la grandeza pasada y la fama universal lo único que queda es la memoria de los libros. Frente al castillo, en el término de Chiclana, se observa el poblado de pescadores de Sancti Petri, el único pueblo fantasma que se conserva en el litoral gaditano, desde donde salen los barcos que visitan el castillo. Y el viajero, mientras el sol se pone en los confines de Europa tras sus muros, piensa que San Pedro hizo bien su trabajo y la isla de Sancti Petri se ha transformado en olvido.

Destacados:

“Se decía que en el templo de Hércules-Melkart estaban enterrados los huesos del héroe de las doce pruebas” “El castillo tuvo un papel primordial en la defensa de Cádiz y San Fernando

de las tropas napoleónicas”

Hoja de Ruta, fuentes y bibliografía

Para realizar este reportaje las dificultades más apremiantes que encontré fue la escasa disponibilidad de tiempo para realizar las visitas puesto que solo tenía dos días para realizar el viaje. Además, el hecho de que visitas como al Panteón de Marinos ilustres fueran guiadas y hubiera solo un guía, por lo que tenías que esperar que terminara una a que empezara la siguiente te hacía perder gran parte del tiempo para un viaje en el que pretendía visitar los monumentos militares más emblemáticas de la ciudad repartidos por todo el casco urbano. Tampoco disponía de vehículo propio por lo que tuve que hacer andando los distintos desplazamientos. Viví en San Fernando durante seis años así que la información que me dieron en la Oficina de Turismo no me sirvió de mucho. Sí, la información que me dio mi antigua profesora de Latín y Griego, que hizo el doctorado sobre los fondos bibliográficos de la Biblioteca del Real Observatorio de la Armada y que en una visita anterior nos enseñó varias ediciones de incunables que normalmente las visitas no pueden ver. Igualmente, los pescadores que pescaban en el caño Sancti Petri y el Puente Zuazo y el guía del Panteón fueron de mucha ayuda. Por otra parte las obras de rehabilitación que debían acabar en 2010 me hicieron imposible pasear por algunas baterías defensivas, entrar dentro del Real Carenero, que solo pude observar por fuera y entrar dentro del Museo Naval, aunque ya las había visitado con anterioridad. Igualmente mi escasa disponibilidad de tiempo, dinero y el no tener vehículo propio me hicieron imposible poder coger un barco para ir al castillo de Sancti Petri, por lo que decidí introducirlo en el reportaje en forma de despiece resaltando su trayectoria histórica más que como un relato de viajes, ya que pensaba que su presencia en este reportaje era imprescindible. A la hora de escribir también tuve que reducir varios apartados, sobre todo los dedicados a la Guerra de la Independencia, que bien se merecería otro reportaje aparte. También me documenté por algunos libros de la biblioteca familiar sobre la historia de la Bahía y por Internet, además de mucha información que recordaba de los años que he pasado viviendo en San Fernando, de las clases de Patrimonio Histórico Andaluz e Historia del Arte del Instituto con Miguel Ángel Valencia, cuyos datos he ido contrastando en los libros e internet. También tomé información de las antiguas visitas guiadas que el ayuntamiento ofrecía de forma gratuita por las marismas, los baluartes defensivos o el San Fernando de 1810 para los residentes en la ciudad, antes de que la actual corporación municipal los suprimiera. Algunos datos que recuerdo de esas visitas no me ha sido posible contrastarlos, como que la primera parroquia de San Fernando, la que se encuentra en el añadido al castillo de San Romualdo estaba dedicada a San José, según algunas fuentes, a María, según otras o a la Inmaculada Concepción. Ante la diversidad de opiniones he decidido obviar la advocación de la misma. Igualmente me ha resultado complicado elegir los elementos que suprimir del reportaje para no hacerlo demasiado largo y que aún así hubiera una visión más o menos global del patrimonio militar de la ciudad que sirviera para el viajero. También me resultó bastante complicado encontrar las leyes que regían en la Población Militar de San Carlos.

A continuación dejo una lista de la mayor parte de las fuentes utilizadas: http://www.vaticanacastrense.com/consejo/index.html http://www.castillosnet.org/programs/castillosnet.php?tip=ficcas&dat=cadiz/CA-CAS056 http://www.castillosnet.org/programs/castillosnet.php?tip=ficcas&dat=cadiz/CA-CAS140 http://www.islabahia.com/Culturalia/05reportajes/castillodesanromualdo.shtml http://www.milan2.es/Articulos/ArticuloHistoriaCSR.html http://elpais.com/diario/2005/12/26/andalucia/1135552933_850215.html http://www.castillosanctipetri.com/ http://cadizpedia.wikanda.es/wiki/Castillo_de_Sancti_Petri http://www.culturaclasica.com/?q=node/933 Oficina de Turismo de San Fernando Sergio Torrecillas, guía del Panteón de Marinos Ilustres Mª Elena Martínez Rodríguez de Lema, doctora en Filología Latina y profesora de Latín y Griego en el IES Sancti Petri (San Fernando) Miguel Ángel Valencia, artista y profesor de Historia del Arte en el IES Sancti Petri (San Fernando) Bouza Cuesta, Antonio. “Castillo de San Romualdo”. En Cuadernos de Divulgación Ciudadana nº 4 y 5. San Fernando, 1996. Franco Silva, Alfonso. “La Isla de León en la Baja Edad Media”. Cádiz, 1995. Clavijo y Clavijo, Salvador. “La ciudad de San Fernando. Historia y espíritu”. Cádiz, 1960. Concepción, Fray Jerónimo de la. “Cádiz ilustrada. El emporio del orbe”. Ámsterdam, 1690. http://www.lavozdigital.es/cadiz/20091128/ciudadanos/incognita-sancti-petri20091128.html http://www.diariodecadiz.es/article/chiclana/663415/otro/castillo/sancti/petri.html http://html.rincondelvago.com/poblado-naval-de-san-carlos.html http://www.laisladelsur.com/trafalgar/ruta.asp

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