Sembrar y fortalecer el sentido de pertenencia Orionita para despertar la locura por Cristo siendo testimonio en nuestra realidad 1

“Sembrar y fortalecer el sentido de pertenencia Orionita para despertar la “locura por Cristo” siendo testimonio en nuestra realidad” 1 EN MOVIMIEN

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“Sembrar y fortalecer el sentido de pertenencia Orionita para despertar la “locura por Cristo” siendo testimonio en nuestra realidad”

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EN MOVIMIENTO EL espacio del mjo en acción.

Voluntariando 2016

Entre los días 22 al 31 de Enero, se llevó a cabo el encuentro de Voluntariado en el Cottolengo de Claypole. Participaron del mismo 22 jóvenes provenientes de Formosa, Tucumán, Sáenz Peña, Mendoza y Buenos Aires, acompañados por el P. Cristian, el P. Santiago, y por las hermanas M. Claudia Río y M. Sandra. Fue una experiencia de servicio en los hogares, por la mañana; trabajos comunitarios por la tarde, prestando su ayuda en todo aquello que hiciera falta y contribuyera al bien de los asistidos. Todos los días participábamos de la Celebración Eucarística y las charlas formativas al carisma desarrolladas por el Hno. Jorge Silanes. Todo esto estaba mechado de los momentos de Adoración Eucarística y de Devoción a Nuestra madre María, sin faltar los momentos de recreación, colaborando así al conocimiento y enriquecimiento mutuo. Damos gracias a Dios por todo lo compartido en estos días, por la alegría en el servicio, la disponibilidad y entrega generosa de los jóvenes. Acompañémoslos con nuestra oración para que todo lo sembrado en este tiempo de frutos de buenas obras en el lugar en el que cada uno sigue y sirve a Jesús en los hermanos. Fuente: Hna. María Sandra Meza.

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Renovación de votos y profesión perpetua de las PHMC

El pasado 1 de febrero en la Casa Provincial de las Pequeñas Hermanas Misioneras de la Caridad se celebró con mucha alegría la renovación de votos de 9 hermanas. La jornada comenzó de la mano de la Superiora General, Madre María Mabel Spagnuolo, la cual trajo desde Italia la Reliquia con la Sangre de San Luis Orione e introdujo a los presentes en la historia de la misma. A continuación el P. Facundo Mela (fdp), quien presidió la Celebración Eucarística, compartió una reflexión sobre “Don Orione y la Misericordia”, en el marco de este año santo propuesto por el Papa Francisco. En la Santa Misa renovaron sus votos de castidad, pobreza, obediencia y caridad las hermanas María Adriana Delfino, María Catalina Alvarez, María Cristina Armas, María Lilian Silva, María Ana Palavecino, María Nancy Berón, María Eliana Loggia, María de Luján Chaín y María Jessica Billanueva. También se realizó el envío misionero de las hermanas María Mónica López y María Gabriela Inchauspe, quienes partirán en misión a realizar su apostolado en Italia y Filipinas, respectivamente. El martes 2 por la mañana, en la Celebración Eucarística presidida por S.E.R. Mons. Fernando Croxatto (Obispo Auxiliar de Comodoro Rivadavia), la hermana María Gabriela Inchauspe realizó bajo el lema “Tu bondad y misericordia acompañan todos los días de mi vida” (Salmo 22) su profesión perpetua, entregando para toda la vida su vida a Jesús en el servicio a los más necesitados. Damos gracias a Dios por la vida de estas jóvenes, por este SI renovado que llena de esperanza a nuestra Iglesia. Recemos por su fidelidad y perseverancia.

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“Aquí estoy Señor, porque me has llamado”

El 2 de Febrero, día de la vida consagrada, 3 jóvenes realizaron su primera profesión religiosa y 9 hermanas celebraron sus bodas de oro y plata. En la ceremonia presidida por el Arzobispo de la Arquidiócesis de Buenos Aires y primado de la Argentina, S.E.R. Card. Mario Aurelio Poli, y bajo el lema “Nosotros no somos más que servidores de ustedes por amor de Cristo Jesús” (2 Cor. 4, 6), las novicias María Julia Alvarez (de Necochea), Tamara Mará (de Luis Guillón) y Noelia Haring (de Bahía Blanca) realizaron por primera vez sus votos de castidad, pobreza, obediencia y caridad. El Cardenal Poli destacó la importancia de “este aire nuevo para nuestra Iglesia, con jóvenes que entregan con total libertad su vida a Jesucristo”. Las animó a “ser fieles y perseverantes en este camino que Jesús les propone” y a “acompañarse mutuamente, como verdaderas hermanas”. En la misma celebración la Hna. María Ofelia Acosta dio gracias a Dios por sus 50 años de vida religiosa y las hermanas Ma. Emma Pastrana, Ma. Rosa Zbicajnik, Ma. Liliana Lepore, Ma. Silvina Babot, Ma. Esther Dorado, Ma. Graciela Pettiti, Ma. Antonia Lezcano y Ma. de Jesús Budino por los 25 años de su primer SI a Jesús en la familia de las Pequeñas Hermanas Misioneras de la Caridad. Recemos de manera especial por la Hna. María Julia, la Hna. María Tamara y la Hna. María Noelia, para que el Señor les conceda la perseverancia y generosidad para seguir siendo fieles a su llamado.

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“Yo soy la servidora del Señor”

El pasado 7 de febrero, la Hna. María Adriana Delfino realizó su profesión perpetua. María Juana, Santa Fe.- En su pueblo natal María Juana (provincia de Santa Fe – Diócesis de Rafaela), en la Celebración Eucarística presidida por Mons. Gustavo Montini, Obispo Auxiliar de Presidencia Roque Sáenz Peña (Chaco) y bajo el lema “Yo soy la servidora del Señor” (Lc. 1, 38), la Hna María Adriana Delfino entregó para siempre su vida a Jesús expresando su deseo de vivir en forma perpetua los consejos evangélicos de castidad, pobreza y obediencia. La ceremonia contó con la presencia de la reliquia de San Luis Orione, que quiso también estar presente y acompañar este paso tan importante en la vida de la Hna. María Adriana. Además durante la misma se entronizó un cuadro de nuestro Padre Fundador. En representación de los Hijos de la Divina Providencia concelebraron el P. Gustavo Aime (Superior Provincial) y el P. Edgardo Crotti (de la comunidad orionita de San Francisco). La comunidad parroquial que la vio nacer y su familia y amigos, prepararon con mucho cariño y dedicación tanto la celebración como el posterior ágape, estando presente en cada detalle. La comunidad del Cottolengo de Avellaneda, donde la Hna. María Adriana actualmente desarrolla su apostolado viajo desde Buenos Aires con profesionales, residentes y hermanas de la comunidad para también estar cerca de la Hna. María Adriana en este SI definitivo a Jesús. Al final de la celebración la superiora provincial de las PHMC, Hna. María Trinidad Almada, se dirigió a los presentes “agradeciendo a la comunidad de María Juana y a la familia Delfino por acompañar durante todos estos años a María Adriana y ser un sostén importante para ella”. Así mismo la Hna. Adriana pidió que “no se olviden de rezar por mí, para que el Señor me hagan permanecer siempre fiel”.

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Día de fiesta para la familia orionita

(13/02/2016) Claypole, Bs. As .- La familia de los Hijos de la Divina Providencia vivió en el Santuario del corazón de Don Orione un día de mucha alegría, celebrando primeras profesiones, renovaciones de votos y ordenación diaconal. En la ceremonia presidida por S.E.R. Mons. Sergio Fenoy (Obispo de San Miguel) y bajo el lema “Hagan todo lo que Él les diga” (Jn 2, 5), los novicios Cristian Isaías Gimenez y Humberto José Ruíz Díaz Riveros realizaron por primera vez sus votos de castidad, pobreza y obediencia. Así mismo, los religiosos en formación inicial renovaron sus votos. En el marco del encuentro de Hermanos Religiosos que se realizó en el día de ayer, los hermanos presentes (todos de votos perpetuos) volvieron a renovar su entrega al Señor por medio de los consejos evangélicos. El broche de oro para este día de fiesta fue la ordenación diaconal del Hno. Abel Isidro Olmedo Riveros: Durante la homilía, Mons. Fenoy invitó al Hno. Abel a “no perder la alegría de su consagración”. En la ceremonia celebraron 25 años de sacerdocio el P. Gustavo Rofi, P. Fernando Fornerod, P. Héctor Pazos y P. José Maciel y 50 años de sacerdocio el P. Joaquín García Artazúa. También celebró 25 años de vida religiosa el P. Rodrigo Revinski. Todos dieron gracias a Dios y al Pueblo de Dios por las gracias recibidas y se encomendaron a la oración de todos para seguir siendo fieles y perseverantes en su apostolado.

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En Formación EL mjo reflexiona. (a cargo de Micaela Tercero)

“Conviértanse y crean en el Evangelio” “Subiendo del agua, vio rasgarse los cielos y descender hacia él el Espíritu como una paloma; y una voz vino de los cielos: ‘tu eres mi Hijo amado, en ti me he complacido’. Al punto, el Espíritu lo expulsó al desierto. Y estuvo en el desierto cuarenta días siendo tentado por Satanás; y vivía entre las fieras, y los ángeles lo servían. Después que Juan fue entregado, vino Jesús a Galilea predicando el Evangelio de Dios, y decía: «Se ha cumplido el tiempo propicio y se ha vuelto cercano el Reino de Dios. Conviértanse y crean en la Buena Noticia»” (Mc 1, 12-15). Evangelio de Dios, Reino de Dios. Me gusta dejar que resuenen juntas estas dos cosas: el Evangelio de Dios y el Reino de Dios. Jesús nos dice que tenemos que convertirnos y creer en la buena noticia. Conviértanse, cambien interiormente, arrepiéntanse y peguen la vuelta –como el hijo pródigo-, cambien de ruta, regresen del camino sin salida por el que siempre los llevan sus esquemas de pensamiento viejos: vuelvan al origen, al amor primero, a la esperanza de los comienzos, que era don del Señor. ¿Convertirnos de qué? De nuestra fe a medias, de nuestro creer sin creer del todo, de nuestros “vamos a ver” y “ojalá, pero…”. Ahora, ¿cómo hace uno para creer con todo, si tantas veces la realidad nos muestra que las cosas son ‘a medias’, con idas y vueltas, con grises…? ¿Es una cuestión de fuerza de voluntad, de decir, ahora, aunque no vea voy a confiar con todo? Creo que no basta ni podríamos sostener esta conversión. Más bien hay que poner los ojos en la otra punta de la conversión, mirar no lo que dejamos sino a Aquel hacia el que vamos. ¿Convertirnos a qué, entonces? A la buena noticia, al Evangelio de Dios y al Reino de Dios. Es importante darnos cuenta de la relación entre estas dos cosas, si se pueden llamar ‘cosas’ nada menos que al Evangelio y al Reino, las dos realidades más vitales y más complejas que existen. El Reino es la Vida de la Trinidad misma en medio de la historia y de la vida humana; el Evangelio es la Palabra de Dios expresada en palabras nuestras. ¿Qué quiero decir con esto? Y… que un primer paso de la conversión es darnos cuenta de que no nos convertimos de una cosa simple (como puede ser un pecado) a otra cosa simple (como puede ser corregir ese pecado). No nos convertimos sólo de “enojarnos” a “ser más pacientes”, o de ser “un poco egoístas” a ser “un poco más generosos”. Nos convertimos de nuestras palabras individuales o familiares, marcadas por la manera de pensar de nuestra cultura, a la Palabra del Evangelio: a una Palabra que es la Palabra del Padre, Palabra que creó el universo, Palabra que se hizo carne y habitó entre nosotros, Palabra que resuena en el ámbito universal de la Iglesia y que expresa toda la vida de los que aman a Jesús a través de la historia. Nos convertimos del estrecho reino de nuestro intereses y códigos personales y familiares, de grupo social y de país, al Reino de Dios: a un Reino que se extiende a todos los hombres de todas las épocas y de todas las culturas y condiciones; a un Reino que se establece con todo su esplendor en el corazón de un niño que se bautiza y en el de un pecador que se convierte; a un reino cuyo poder de cohesión de voluntades se vuelve visible cuando el mundo entero desfila ante el cuerpo gastado y glorioso de un Juan Pablo II y cuando dos o tres se reúnen a rezar o a servir al prójimo en la capillita más apartada de la visibilidad de los medios; a un reino cuyo Espíritu late en el corazón de los santos más grandes con la misma ternura con que late en el corazón de los más pequeños que se dejan santificar. Y la buena noticia consiste en descubrir, maravillados –con ese asombro que llenaba de estupor al pueblo sencillo que escuchaba hablar a Jesús y lo veía actuardescubrir, digo, que Jesús no se contenta con “anunciar la buena noticia” sino que hace real lo que dice, pone en acto en torno a sí la fuerza de cohesión del Reino. “Sembrar y fortalecer el sentido de pertenencia Orionita para despertar la “locura por Cristo” siendo testimonio en nuestra realidad”

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En Formación EL mjo reflexiona. (a cargo de Micaela Tercero)

No se trata pues de creer en algo que vendrá al fin de los tiempos, sino de creer en algo que se ha vuelto cercano, que está al alcance de la mano, que se puede experimentar y comenzar a vivir ahora mismo, porque “se ha cumplido el tiempo”. Eso sí, tenemos que ver bien cuáles son las realidades del Reino que están al alcance de la mano, cuáles son los beneficios de los que podemos gozar ya, cuáles los frutos que podemos saborear, las relaciones distintas que podemos sostener ahora. Pero… ¿está bien hablar así? ¿Se puede hablar de los “beneficios del reino” como si fueran productos a los que acceden los que tienen DNI de cristiano? El primer beneficio es… el Reino mismo. El orgullo humilde y la alegría de pertenecer al Reino de Dios. Felices los pobres de alma, dice Jesús, porque de ellos es el Reino de los cielos. ¿Qué quiere decir que el reino es de los pobres de espíritu? Quiere decir que el reino está dentro de nosotros y hay que hacerle lugar. Pero no se le hace lugar por sustitución, sino más bien por ensanchamiento. El Reino es del que ensancha su corazón y lo convierte en el Templo donde adora al Padre en Espíritu y en Verdad. Este ensanchamiento más que obligar a despojarse de cosas que están en el interior (y que siempre siguen estando de alguna manera) las reubica en un ámbito mayor. Al centrar el espacio del corazón en la Presencia de la Trinidad que lo inhabita, las demás cosas adquieren su verdadera dimensión y se vuelven humildes y serviciales. Todas, incluso el propio yo. Los amores se rinden gustosos al Amor. Los pobres son capaces de este ensanchamiento adorable porque su pobreza los ha ido acostumbrando a posponer deseos y a no ser el centro de la mirada de los demás, eso les ayuda a no ser gente que se auto- adora, a no vivir en el estrecho margen que da la preocupación por sí mismo. El ensanchar y ahondar el corazón para que quepa más Dios no tiene otra limitación por parte del Señor que la que pueda establecer nuestra propia capacidad. El Señor no le dice “basta” a la amistad, no le cansa nuestra compañía ni le molestan nuestros reclamos. El Reino tiene también una dimensión eclesial, comunitaria, en la que prima el servicio y la comunión de corazones. La “ley de la caridad”, vista en esta dimensión eclesial, implica trabajar para que la vida comunitaria en la Iglesia se institucionalice, se convierta en algo orgánico, coordinado, jerarquizado, en el que todos los carismas estén al servicio del bien común. La comunión de corazones es más difícil de representar. Este aspecto del Reino es el más tentado actualmente. Y la tentación afecta al tiempo: a nuestra manera de vivir y de padecer el tiempo común. Es que la comunión de corazones necesita tiempo, respeto por los tiempos de cada uno, lo que equivale a decir aguante, paciencia, perdones, acompasar el paso, gozo en la unidad. Sobre todo esto: gozo sostenido en la unidad de corazones. Esta tentación comienza en la vivencia indiscreta del tiempo personal. Y de manera especial en nuestro tiempo, la tentación suele comenzar haciéndonos posponer el tiempo que necesitamos para adorar. La desunión de corazones suele partir de corazones que no están centrados en la adoración al Padre y por ello prestan su servicio a los demás de manera indiscreta. Al no adorar, no se gozan lo suficiente en la unidad, no se dan cuenta cuando falta y por consiguiente no saben repararla cuando la desgastan o la rompen. La no adoración proviene de una falta de discernimiento acerca del tiempo en que vivimos. En no darse cuenta de que vivimos nosotros en un tiempo intermedio. El tiempo de la Iglesia está entre el tiempo de la entrada de Jesús en su Gloria y el tiempo de su retorno como Juez. Es un tiempo especial, muy rico y muy pobre al mismo tiempo, un tiempo en el que estamos frágiles en las manos del Padre y si nos salimos de ellas, nos perdemos. Para mantener la comunión de corazones en un tiempo intermedio se requiere el cultivo de algunas actitudes también especiales. Una es el testimonio, otra, la paciencia, y una tercera, la disponibilidad. Testimonio El tiempo intermedio es tiempo de testimonio. No es tiempo de anuncios futuros, porque el reino ya está presente. En semilla, pero está. Tampoco es tiempo de certezas científicas, porque el reino está presente pero de manera oculta: en algunos lados da frutos abundantes, pero no se puede manipular ni volver objeto de estadísticas. Esa presencia oculta del reino hace que sea creíble sólo si damos testimonio con nuestra vida. Y el primer testimonio de que el reino es real es mantenernos en unidad de corazones. Fuera de eso todo es verso. Paciencia El tiempo intermedio es tiempo de paciencia, de esa ciencia de estar en paz. Cuando estamos en paz se manifiesta Jesús resucitado y nos comunica su Espíritu. No es tiempo de realizaciones externas definitivas, porque la duración del tiempo no es definitiva. En la Iglesia la realización definitiva es interna y consiste en mantener la unidad en medio de la fragilidad de lo provisorio. No al revés, como suele suceder, que para mantener estructuras o posiciones que luego se muestran pasajeras, se rompe la unidad presente. La parábola para esta actitud es la del trigo y la cizaña. El tiempo intermedio es tiempo en el que conviven el trigo y la cizaña. La paciencia es la actitud del Padre que no apura los tiempos, sino que espera y en el momento justo divide el bien del mal, no antes. Disponibilidad El tiempo intermedio es tiempo de disponibilidad. No es tiempo de cargos definitivos ni de soluciones definitivas ni de estructuras definitivas. La disponibilidad de todos para lo que el amor requiere en cada situación, cada día, cada nueva etapa, es condición para mantener la comunión de corazones. Donde encuentra testigos pacientes y disponibles, el reino se acerca y se establece.

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Un amigo nos habla EL mjo escucha.

Hay cristianos cuya opción parece ser la de una Cuaresma sin Pascua. Pero reconozco que la alegría no se vive del mismo modo en todas las etapas y circunstancias de la vida, a veces muy duras. Se adapta y se transforma, y siempre permanece al menos como un brote de luz que nace de la certeza personal de ser infinitamente amado, más allá de todo. Comprendo a las personas que tienden a la tristeza por las graves dificultades que tienen que sufrir, pero poco a poco hay que permitir que la alegría de la fe comience a despertarse, como una secreta pero firme confianza, aun en medio de las peores angustias: «Me encuentro lejos de la paz, he olvidado la dicha […] Pero algo traigo a la memoria, algo que me hace esperar. Que el amor del Señor no se ha acabado, no se ha agotado su ternura. Mañana tras mañana se renuevan. ¡Grande es su fidelidad! […] Bueno es esperar en silencio la salvación del Señor» (Lm 3,17.21-23.26).

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