Sembrar y fortalecer el sentido de pertenencia Orionita para despertar la locura por Cristo siendo testimonio en nuestra realidad 1

“Sembrar y fortalecer el sentido de pertenencia Orionita para despertar la “locura por Cristo” siendo testimonio en nuestra realidad” 1 EN MOVIMIEN

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“Sembrar y fortalecer el sentido de pertenencia Orionita para despertar la “locura por Cristo” siendo testimonio en nuestra realidad”

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EN MOVIMIENTO EL espacio del mjo en acción.

Fiesta en claypole

Cada 11 de febrero es una fecha importante para la familia de los Hijos de la Divina Providencia: Además de ser el Día de Nuestra Señora de Lourdes, se celebran la Renovación de Votos, Primeras Profesiones y Jubileos de Vida Religiosa y Sacerdotal de los religiosos orionitas. Este año en el Santuario del Corazón de Don Orione de Claypole, emitieron su Primera Profesión los novicios Iván Estigarribia y René Herbas y renovaron sus votos los hermanos Abel, Gustavo, Gastón, Cristian y Pedro Pablo. En la misma ceremonia dimos gracias a Dios por los siguientes aniversarios: 25 años de vida religiosa del P. Julio Aguiar, P. Ricardo Pérez Espinoza y P. Daniel Ruiz; 25 años de sacerdocio de los Padres Roberto Anonis y Enrique Mereta; y los 50 años de sacerdocio del P. Mario Pagliuca. Celebramos junto a estos hermanos la renovación de su SI a Jesús y el servicio a la Iglesia. ¡Ave María y Adelante! "Es una gracia suprema de Dios; la vocación religiosa es el mayor beneficio de Dios, después del bautismo”. San Luis Orione

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"HACIENDO AMIGOS, CAMINANDO JUNTO A JESÚS".

“Somos el Oratorio Huellas Varones y este fue un momento compartido en nuestro Campamento 2015 en San Miguel (Bs. As). El lema que nos acompañó durante esa semana fue "Haciendo amigos, caminando junto a Jesús". No sólo compartimos una aventura como lo es un campamento, sino que compartimos una verdadera experiencia cristiana, en la que teníamos como objetivo acércanos a Jesús, fortalecer el compañerismo y formar lazos de amistad entre nosotros. Para eso realizamos charlas formativas, dinámicas, rezo del rosario, misa, Juegos, Fútbol, pileta entre otras actividades y fue gracias al apoyo de nuestras familias y a la comunidad de Don Orione que pudimos vivir esta experiencia. Trabajamos con chicos desde los 5 años en adelante, con lo cual para organizarnos nos dividimos en diferentes grupos, con el fin de conocernos mejor y aprender a trabajar en equipo en todo momento, este fue uno de nuestros desafíos y pudimos llevarlo a cabo. Así como en el campamento, todos los domingos durante el año, a las 16 horas, nos reunimos en la parroquia para seguir aprendiendo cada día más a ser amigos que buscan seguir las Huellas de Jesús, creciendo en los valores cristianos y en la amistad, el respeto, la tolerancia y el compañerismo , siempre acompañados de algún juego y una merienda.”

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“Jesús Camina Junto a Nosotros".

“Nuevamente tuvimos la gracia de vivir la hermosa experiencia de un campamento, cada año somos más chicas, y cada año tiene un sabor distinto, ningún campamento es igual al anterior, y eso lo hace hermoso y lleno de magia. Este año elegimos como patrona a nuestra madrecita la Virgen de Luján, y antes de llegar a nuestro destino la visitamos en el santuario. Como dirigentes nos sentimos felices de poder traer a 20 niñas a sus pies para que la vean y conozcan, para que le hablen y le den su cariño y su agradecimiento, ya que sin duda, sin ella no podríamos estar allí. Felices todas de poder estar a los pies de María. Luego vivimos 5 días maravillosos bajo el lema "Jesús Camina Junto a Nosotros" Fueron días plenos, llenos de esa alegría que solo viene de Dios, y sabiendo que esa alegría nos une y nos anima a seguir cada día adelante, siempre tras las Huellas de Cristo”. Testimonio: Belén Etulain (Dirigente del oratorio).

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¡EN TODO: AMAR Y SERVIR!

“Entre los días 2 y 6 de febrero, los chicos del Oratorio Samuel de la capilla Ntra. Sra. De Fátima realizamos nuestro campamento formativo de verano en el Pequeño Cottolengo Don Orione de General Lagos- Santa Fe, damos gracias a Dios y su Divina Providencia que hicieron posible este campamento. Fue semana intensa pero hermosa! Gracias Dios por permitirnos esto, gracias Dono por tu obra que hoy nos reúne, gracias a los padres que confiaron en nosotros, gracias a la gente de General Lagos que nos recibió con los brazos abiertos, gracias al hermano Abel por compartir este experiencia con nosotros, gracias a la gente de la cocina por su servicio, y especialmente gracias a los pibes, que fin de semana tras fin de semana le da vida a nuestro Oratorio, hoy y siempre, EN TODO: ¡AMAR Y SERVIR!”. ¡AVE MARIA Y ADELANTE! Testimonio: Braian Pérez (Dirigente del oratorio).

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EN MOVIMIENTO EL espacio del mjo en acción.

"Salgamos a anunciar la alegría del Evangelio"

En la parroquia Ntra. Sra. de Lujan tuvimos la misión anual, que se realizó del lunes 16 al viernes 20, bajo el lema "Salgamos a anunciar la alegría del Evangelio". Fueron cinco días muy intensos donde participaron niños, jóvenes y adultos de las 5 comunidades, ya sea misionando por el barrio, asistiendo a la misa o ayudando en distintas actividades. Logramos conocernos mas y mejorar la unidad entre nosotros, y lo más importante es que vimos que nuestro esfuerzo por llevar a Jesús a cada hogar valió la pena, al ver a cada persona que se acercaba a la misa o a la parroquia luego de haber sido visitados por los misioneros y también cada vez que la gente nos atendía con tanta amabilidad y calidez; realmente todo eso nos lleno el alma y terminamos siendo nosotros los misionados.

“Finalmente comenzamos el cierre de la misión con el via crucis, desde la parroquia hasta el viejo gaucho, donde se celebró la misa, en la que tuvimos la alegría de presenciar bautismos, frutos de la misión. Este dia culminó con un fogón donde se canto, se compartió una pequeña comida, los misioneros hicieron una representación de lo sucedido en la semana y terminó con un momento de oración. Estamos todos realmente contentos y agradecidos por todo lo vivido y los frutos que dio la misión”. Testimonio de Laura Reyna (joven de la capilla Ntra. Sra. De Fátima) “Sembrar y fortalecer el sentido de pertenencia Orionita para despertar la “locura por Cristo” siendo testimonio en nuestra realidad”

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Agenda Marzo LO QUE VIENE PARA EL MJO.

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Agenda Marzo LO QUE VIENE PARA EL MJO.

Zona BS. AS. sur 01 - Claypole, Pquia Ntra. Sra. De Luján: Jornada parroquial de formación para catequistas a las 11 hs para todas las comunidades. 07 y 08 - Claypole, Pquia Ntra. Sra. De Luján: Inicio de Catequesis en todas las comunidades. 08 - Claypole, Pquia Ntra. Sra. De Luján: Misa carismática. 15 - Claypole, Pquia Ntra. Sra. De Luján: Primera reunión de coordinadora juvenil.

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En Formación EL mjo reflexiona. (a cargo de Micaela Tercero)

“Cuaresma: un camino de amor”. El miércoles de ceniza las parroquias se llenaron de fieles para recibir un poco de ceniza en la cabeza y recordar que somos polvo y al polvo volveremos y que nos tenemos que convertir y creer en el Evangelio. Comenzamos: propósitos, penitencias, más oración… un entrenamiento que tiene que dar su fruto en la Pascua. No podemos olvidar que tanta preparación, estos 40 días de penitencia, son la preparación para vivir los santos días del Triduo Pascual y disfrutar a tope de los 50 días de Pascua. Sería absurdo un corredor que, habiendo entrenado tanto y tan profundamente, al llegar a la línea de salida se retirase por agotamiento. Comenzamos a prepararnos con la meta bien clara: Llegar a la gran noticia de la resurrección y el envío del Espíritu Santo. “Convertíos a mí de todo corazón con ayuno, con llanto, con luto.” (Joel 2, 12) Convertirnos es volvernos para mirar a Cristo y apartar todo aquello que pueda despistarnos. Este es el sentido de la penitencia. A Dios no le gusta que suframos por sufrir, ya lo sufrió todo Él por nosotros, sus heridas nos han curado. Pero ciertamente en nuestro corazón el pecado va dejando apegos y olvidos de Dios. Y de eso sólo nos liberamos con esfuerzo. Cuando algo se queda pegado a alguna cosa cuesta arrancarlo. La misericordia de Dios es el mejor disolvente, pero tenemos que recibir esa misericordia de Dios y dejarla actuar. Por eso el ayuno: Si hay alguna necesidad que consideramos básica es el comer. Cuando se tiene hambre se agudiza el ingenio y se es capaz de cualquier cosa por conseguir algo de alimento. Pero no sólo de pan vive el hombre. Por eso en estos días refrenar el apetito nos recuerda que cuando las pasiones se levantan y acampan a sus anchas por nuestra vida nosotros somos dueños de nuestros impulsos y si somos capaces de refrenar el hambre cómo no vamos a refrenar -con la ayuda de Dios-, la ira, la maledicencia, la pereza, la sensualidad, la mentira… Por eso la limosna: La limosna no es solamente el dar algo o el dar lo que sobra. Es mirar al otro desde la mirada de Dios y descubrir sus pobrezas para ayudar a superarlas. La más vistosa es la pobreza material y en un mundo tan materialista como el que vivimos no está nada mal quitarse de cosas, de dinero que se asienta en nuestro corazón y en nuestros intereses. Pero también la limosna nos ayuda a mirar a los demás y -además de darnos cuenta de nuestra pobreza-, salir en auxilio de todas las pobrezas que nos rodean: la falta de fe, la incultura, la ignorancia, el pesimismo…

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En Formación EL mjo reflexiona. (a cargo de Micaela Tercero)

Por eso la oración: Rezar a tu Padre que ve en lo secreto es descubrir que somos hijos y, entre nosotros, hermanos. Te das cuenta de lo que realmente importa en tu vida, del único juicio que nos importa y de la única palabra que salva. La oración nos centra en el mundo y pacifica nuestra vida. La oración nunca se queda en algo mío, transforma la sociedad y a los que nos rodean. “Ahora es tiempo favorable, ahora es día de salvación.” (2 Cor 6, 2) Cuarenta días pasan en un suspiro, tenemos que estar muy atentos para que mediante el ayuno, la limosna y la oración vayamos ensanchando el alma y el corazón y que el mundo vea, dentro de unas cuantas semanas que realmente Jesucristo ha resucitado. Comenzamos el entrenamiento. El uniforme de la ceniza que nos descubre nuestra pobreza y que sólo Dios basta para recorrer este camino de la Cuaresma. Date cuenta que necesitas de conversión, de volverte a Dios. Estamos necesitados de salvación. Si simplemente esperas que Dios reconozca tus méritos harás un montón de obras buenas…, pero que no te tocan el corazón ni en el fondo cambian tu vida. No pidas a Dios que la gente vea lo bueno que eres, sino que por vos descubran lo bueno que es Dios con nosotros. En este tiempo no hagas planes respecto a lo que Dios quiere de vos. Dejalo a Dios, allánale el camino y entonces: “Cuando destierres de ti la opresión, el gesto amenazador y la maledicencia, cuando partas tu pan con el hambriento y sacies el estómago del indigente, brillará tu luz en las tinieblas, tu oscuridad se volverá mediodía. El Señor te dará reposo permanente, en el desierto saciará tu hambre, hará fuertes tus huesos, serás un huerto bien regado, un manantial de aguas cuya vena nunca engaña; reconstruirás viejas ruinas, levantarás sobre cimientos de antaño; te llamarán reparador de brechas, restaurador de casas en ruinas”. (Is 58,9b12). Dejalo a Dios que hará maravillas en tu vida, tal vez no lo que vos tenías previsto, pero maravillas. La cuaresma nos ayuda a afinar el oído, a preparar la voluntad para decir sí, a aferrarnos a la mano de María y decir que con ella seguiremos a Jesús hasta donde quiera llevarnos. Adelante, de la mano de María llegaremos a la Pascua con toda la fuerza y alegría que quepa en nuestro corazón.

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Un amigo nos habla EL mjo escucha.

«Fortalezcan sus corazones» (St 5,8) Queridos hermanos y hermanas: La Cuaresma es un tiempo de renovación para la Iglesia, para las comunidades y para cada creyente. Pero sobre todo es un «tiempo de gracia» (2 Co 6,2). Dios no nos pide nada que no nos haya dado antes: «Nosotros amemos a Dios porque él nos amó primero» (1 Jn 4,19). Él no es indiferente a nosotros. Está interesado en cada uno de nosotros, nos conoce por nuestro nombre, nos cuida y nos busca cuando lo dejamos. Cada uno de nosotros le interesa; su amor le impide ser indiferente a lo que nos sucede. Pero ocurre que cuando estamos bien y nos sentimos a gusto, nos olvidamos de los demás (algo que Dios Padre no hace jamás), no nos interesan sus problemas, ni sus sufrimientos, ni las injusticias que padecen… Entonces nuestro corazón cae en la indiferencia: yo estoy relativamente bien y a gusto, y me olvido de quienes no están bien. Esta actitud egoísta, de indiferencia, ha alcanzado hoy una dimensión mundial, hasta tal punto que podemos hablar de una globalización de la indiferencia. Se trata de un malestar que tenemos que afrontar como cristianos. Cuando el pueblo de Dios se convierte a su amor, encuentra las respuestas a las preguntas que la historia le plantea continuamente. Uno de los desafíos más urgentes sobre los que quiero detenerme en este Mensaje es el de la globalización de la indiferencia. La indiferencia hacia el prójimo y hacia Dios es una tentación real también para los cristianos. Por eso, necesitamos oír en cada Cuaresma el grito de los profetas que levantan su voz y nos despiertan. Dios no es indiferente al mundo, sino que lo ama hasta el punto de dar a su Hijo por la salvación de cada hombre. En la encarnación, en la vida terrena, en la muerte y resurrección del Hijo de Dios, se abre definitivamente la puerta entre Dios y el hombre, entre el cielo y la tierra. Y la Iglesia es como la mano que tiene abierta esta puerta mediante la proclamación de la Palabra, la celebración de los sacramentos, el testimonio de la fe que actúa por la caridad (cf. Ga 5,6). Sin embargo, el mundo tiende a cerrarse en sí mismo y a cerrar la puerta a través de la cual Dios entra en el mundo y el mundo en Él. Así, la mano, que es la Iglesia, nunca debe sorprenderse si es rechazada, aplastada o herida. El pueblo de Dios, por tanto, tiene necesidad de renovación, para no ser indiferente y para no cerrarse en sí mismo. Querría proponerles tres pasajes para meditar acerca de esta renovación. 1. «Si un miembro sufre, todos sufren con él» (1 Co 12,26) – La Iglesia La caridad de Dios que rompe esa cerrazón mortal en sí mismos de la indiferencia, nos la ofrece la Iglesia con sus enseñanzas y, sobre todo, con su testimonio. Sin embargo, sólo se puede testimoniar lo que antes se ha experimentado. El cristiano es aquel que permite que Dios lo revista de su bondad y misericordia, que lo revista de Cristo, para llegar a ser como Él, siervo de Dios y de los hombres. Nos lo recuerda la liturgia del Jueves Santo con el rito del lavatorio de los pies. Pedro no quería que Jesús le lavase los pies, pero después entendió que Jesús no quería ser sólo un ejemplo de cómo debemos lavarnos los pies unos a otros. Este servicio sólo lo puede hacer quien antes se ha dejado lavar los pies por Cristo. Sólo éstos tienen "parte" con Él (Jn 13,8) y así pueden servir al hombre. La Cuaresma es un tiempo propicio para dejarnos servir por Cristo y así llegar a ser como Él. Esto sucede cuando escuchamos la Palabra de Dios y cuando recibimos los sacramentos, en particular la Eucaristía. En ella nos convertimos en lo que recibimos: el cuerpo de Cristo. En él no hay lugar para la indiferencia, que tan a menudo parece tener tanto poder en nuestros corazones. Quien es de Cristo pertenece a un solo cuerpo y en Él no se es indiferente hacia los demás. «Si un miembro sufre, todos sufren con él; y si un miembro es honrado, todos se alegran con él» (1 Co 12,26). La Iglesia es communio sanctorum porque en ella participan los santos, pero a su vez porque es comunión de cosas santas: el amor de Dios que se nos reveló en Cristo y todos sus dones. Entre éstos está también la respuesta de cuantos se dejan tocar por ese amor. En esta comunión de los santos y en esta participación en las cosas santas, nadie posee sólo para sí mismo, sino que lo que tiene es para todos. Y puesto que estamos unidos en Dios, podemos hacer algo también por quienes están lejos, por aquellos a quienes nunca podríamos llegar sólo con nuestras fuerzas, porque con ellos y por ellos rezamos a Dios para que todos nos abramos a su obra de salvación.

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Un amigo nos habla EL mjo escucha.

2. «¿Dónde está tu hermano?» (Gn 4,9) – Las parroquias y las comunidades Lo que hemos dicho para la Iglesia universal es necesario traducirlo en la vida de las parroquias y comunidades. En estas realidades eclesiales ¿se tiene la experiencia de que formamos parte de un solo cuerpo? ¿Un cuerpo que recibe y comparte lo que Dios quiere donar? ¿Un cuerpo que conoce a sus miembros más débiles, pobres y pequeños, y se hace cargo de ellos? ¿O nos refugiamos en un amor universal que se compromete con los que están lejos en el mundo, pero olvida al Lázaro sentado delante de su propia puerta cerrada? (cf. Lc 16,19-31). Para recibir y hacer fructificar plenamente lo que Dios nos da es preciso superar los confines de la Iglesia visible en dos direcciones. En primer lugar, uniéndonos a la Iglesia del cielo en la oración. Cuando la Iglesia terrenal ora, se instaura una comunión de servicio y de bien mutuos que llega ante Dios. Junto con los santos, que encontraron su plenitud en Dios, formamos parte de la comunión en la cual el amor vence la indiferencia. La Iglesia del cielo no es triunfante porque ha dado la espalda a los sufrimientos del mundo y goza en solitario. Los santos ya contemplan y gozan, gracias a que, con la muerte y la resurrección de Jesús, vencieron definitivamente la indiferencia, la dureza de corazón y el odio. Hasta que esta victoria del amor no inunde todo el mundo, los santos caminan con nosotros, todavía peregrinos. Santa Teresa de Lisieux, doctora de la Iglesia, escribía convencida de que la alegría en el cielo por la victoria del amor crucificado no es plena mientras haya un solo hombre en la tierra que sufra y gima: «Cuento mucho con no permanecer inactiva en el cielo, mi deseo es seguir trabajando para la Iglesia y para las almas» (Carta 254,14 julio 1897). También nosotros participamos de los méritos y de la alegría de los santos, así como ellos participan de nuestra lucha y nuestro deseo de paz y reconciliación. Su alegría por la victoria de Cristo resucitado es para nosotros motivo de fuerza para superar tantas formas de indiferencia y de dureza de corazón. Por otra parte, toda comunidad cristiana está llamada a cruzar el umbral que la pone en relación con la sociedad que la rodea, con los pobres y los alejados. La Iglesia por naturaleza es misionera, no debe quedarse replegada en sí misma, sino que es enviada a todos los hombres. Esta misión es el testimonio paciente de Aquel que quiere llevar toda la realidad y cada hombre al Padre. La misión es lo que el amor no puede callar. La Iglesia sigue a Jesucristo por el camino que la lleva a cada hombre, hasta los confines de la tierra (cf. Hch 1,8). Así podemos ver en nuestro prójimo al hermano y a la hermana por quienes Cristo murió y resucitó. Lo que hemos recibido, lo hemos recibido también para ellos. E, igualmente, lo que estos hermanos poseen es un don para la Iglesia y para toda la humanidad. Queridos hermanos y hermanas, cuánto deseo que los lugares en los que se manifiesta la Iglesia, en particular nuestras parroquias y nuestras comunidades, lleguen a ser islas de misericordia en medio del mar de la indiferencia. 3. «Fortalezcan sus corazones» (St 5,8) – La persona creyente También como individuos tenemos la tentación de la indiferencia. Estamos saturados de noticias e imágenes tremendas que nos narran el sufrimiento humano y, al mismo tiempo, sentimos toda nuestra incapacidad para intervenir. ¿Qué podemos hacer para no dejarnos absorber por esta espiral de horror y de impotencia? En primer lugar, podemos orar en la comunión de la Iglesia terrenal y celestial. No olvidemos la fuerza de la oración de tantas personas. La iniciativa 24 horas para el Señor, que deseo que se celebre en toda la Iglesia —también a nivel diocesano—, en los días 13 y 14 de marzo, es expresión de esta necesidad de la oración. En segundo lugar, podemos ayudar con gestos de caridad, llegando tanto a las personas cercanas como a las lejanas, gracias a los numerosos organismos de caridad de la Iglesia. La Cuaresma es un tiempo propicio para mostrar interés por el otro, con un signo concreto, aunque sea pequeño, de nuestra participación en la misma humanidad. Y, en tercer lugar, el sufrimiento del otro constituye un llamado a la conversión, porque la necesidad del hermano me recuerda la fragilidad de mi vida, mi dependencia de Dios y de los hermanos. Si pedimos humildemente la gracia de Dios y aceptamos los límites de nuestras posibilidades, confiaremos en las infinitas posibilidades que nos reserva el amor de Dios. Y podremos resistir a la tentación diabólica que nos hace creer que nosotros solos podemos salvar al mundo y a nosotros mismos. Para superar la indiferencia y nuestras pretensiones de omnipotencia, quiero pedir a todos que este tiempo de Cuaresma se viva como un camino de formación del corazón, como dijo Benedicto XVI (Ct. enc. Deus caritas est, 31). Tener un corazón misericordioso no significa tener un corazón débil. Quien desea ser misericordioso necesita un corazón fuerte, firme, cerrado al tentador, pero abierto a Dios. Un corazón que se deje impregnar por el Espíritu y guiar por los caminos del amor que nos llevan a los hermanos y hermanas. En definitiva, un corazón pobre, que conoce sus propias pobrezas y lo da todo por el otro. Por esto, queridos hermanos y hermanas, deseo orar con ustedes a Cristo en esta Cuaresma: "Fac cor nostrum secundum Cor tuum": "Haz nuestro corazón semejante al tuyo" (Súplica de las Letanías al Sagrado Corazón de Jesús). De ese modo tendremos un corazón fuerte y misericordioso, vigilante y generoso, que no se deje encerrar en sí mismo y no caiga en el vértigo de la globalización de la indiferencia. Con este deseo, aseguro mi oración para que todo creyente y toda comunidad eclesial recorra provechosamente el itinerario cuaresmal, y les pido que recen por mí. Que el Señor los bendiga y la Virgen los guarde. PAPA FRANCISCO

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