SIGNIFICADO DEL RITO CONSTANTIN ANDRONIKOF. The Meaning of Rite, St. Vladimír's Theological Quaterly, 20 (1976) 3-8

CONSTANTIN ANDRONIKOF SIGNIFICADO DEL RITO The Meaning of Rite, St. Vladimír's Theological Quaterly, 20 (1976) 3-8 Un rito tiene sentido cuando sus s

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CONSTANTIN ANDRONIKOF

SIGNIFICADO DEL RITO The Meaning of Rite, St. Vladimír's Theological Quaterly, 20 (1976) 3-8 Un rito tiene sentido cuando sus signos son adecuados al significado que se supone que expresan, es decir, cuando son símbolos inmediatos de este significado. Para definir a éstos, hemos de estudiarlos desde la perspectiva antropológica y cosmopológica. Teológicamente hablando, el rito es una expresión de oración y culto, como maneras de sentir y expresar la fe "en espíritu y en verdad". El rito está, por tanto, condicionado totalmente por la fe. No obstante, en principio el rito no ha sido ni es algo natural a la fe. La oración y el culto toman naturalmente una forma ritual. El rito sin fe no tiene sentido en el cristianismo. Por analogía podríamos decir que el rito es a la oración lo que la pronunciación, el gesto y el estilo son al habla; que el rito es al culto lo que la forma a la sustancia. El rito es un acto, pero un acto de fe; es carne, pero del espíritu encarnado, del hombre que vive su fe.

El rito como función eclesial El rito es una función, pero una función del organismo sacramental: de la Iglesia. Es una acción comunitaria de la Iglesia como Cuerpo de Cristo y Templo del Espíritu Santo: una acción litúrgica en esencia. En la liturgia, el hombre lleva a cabo la más alta función de su ser: la de reconocer lo sagrado y adorar al Dios Trino. El arquetipo de su ser es la Palabra encarnada; Cristo el Dios-Hombre, cabeza de la Iglesia y de todos sus miembros. La adoración ritual o culto es, pues, la manifestación consciente de la naturaleza teantrópica del hombre de su divino-humanidad (1 ). Algunas acciones de Cristo sobre la tierra han originado ritos cristianos: el bautismo, la última cena, la pasión, la resurrección. A otros ritos se les dio forma más tarde (matrimonio), pero siempre en conmemoración de Cristo o como símbolo del Reino. Al celebrar tales ritos el hombre lleva a término acciones típicas según la imagen y semejanza del Dios-Hombre.

Función profética del rito Cuando el hombre conmemora en los ritos algunas de estas acciones de Cristo, no las repite tal cual, como en una especie de drama mistérico o de ceremonia mágica: el hombre realiza y asume su propio bautismo, su sacrificio, su ofrecimiento; canta su propia iluminación y salvación. Así, da testimonio de que su ser integral in posse, suteantropía, sólo llegará a su plenitud después de la resurrección, en el Reino de Dios. Por eso, la celebración de un rito es también una función profética. Con todo, aquí y ahora, el hombre ya actualiza a través de sus ritos el Reino que hay en él y lo proclama en y al mundo. Cumple su misión evangélica en el cosmos, ya que todo el evangelio no es otra cosa que el anuncio del Reino. Además, ya que Cristo no es sólo Mesías, sino también Sacerdote y Rey, el hombre, actuando crísticamente, por los ritos

CONSTANTIN ANDRONIKOF ejerce su función sacerdotal y real en el tiempo y en el mundo. Esta función es la exacta definición del cristiano (cfr, especialmente, 1P).

El rito, expresión de la vida teantrópica del cristiano Podemos decir que el rito es la forma cultual de la vida teantrópica en el mundo y en la historia y su más normal expresión. Ciertamente, ¿qué sería una acción humana sin su dimensión sagrada, que es la única que le da sentido? Un gesto vacío que se queda únicamente en lo temporal, en lo instantáneo e inminente, y que es finalmente consumado, pero por la muerte. ¿Qué significaría un sentimiento humano sin un contenido y una finalidad eternas? Un apetito, un acto de conciencia enraizado tan sólo en lo epidérmico, lo efímero y sin interés por la totalidad del hombre, por la profundidad de su ser, abocado a la nada. Si, por ejemplo, yo como sin pensar o sin darme cuenta de que participo de la sustancia cósmica, la materia creada por Dios; si yo amo sin percibir que participo del "motor" universal que lo mueve todo, entonces yo vivo sólo a nivel biológico, visceral; estoy dentro de la estructura del instinto y del instante; no realizo mi función cósmica de transfiguración ni sigo mi vocación sagrada a la santificación; estoy ciego y sordo al hecho de que las cosas, los pensamientos y los actos sólo tienen valor en conexión y por referencia a lo eterno. Yo me frustro, pues, en mi propia naturaleza y en mi ser-parte de la creación. En cambio, si el hombre es consciente de su ser ontológico (teantrópico) y de su rol cósmico (sacerdotal y real), por naturaleza tenderá a imprimir, en todas sus actividades y sentimientos, un carácter cúltico formal, ritual, ya sean sus actos humildes (partir el pan) o bien sublimes (casarse o sacrificar la vida en la guerra).

El rito como forma de culto El rito encuentra su pleno sentido en el culto o liturgia, puesto que el culto es su verdadero contenido. En el culto, todos los aspectos divinos, humanos y -cósmicos se iluminan mutuamente y son afianzados por la fe. Aunque deberíamos distinguir entre rito, culto, liturgia y adoración, desde el punto de vista semántico, formal o metodológico, seguiría siendo válido el enfoque ontológico. Hemos dicho que el rito es la forma de culto o de oración pública y también "privada" (la plegaria "en el templo del corazón" es, hasta cierto punto, oración litúrgica). El rito es, pues, el orden u organización del culto según unos criterios ól gicos y estéticos. Lógicos, porque el culto implica un contenido litúrgico - unos conceptos teológicos: el rito los" expresa a través del habla, los sugiere por los símbolos, los realiza en la celebración del misterio, de un sacramento. Estéticos, también, porque tales expresiones, símbolos y sacramentos tienden naturalmente a encarnarse en la forma más perfecta y armónica, lo más bello.

Un ejemplo: el icono La creación de un icono sigue un complejo rito: la preparación ascética del propio isógrafo "por el ayuno y la oración"; la preparación material de la tabla, el lienzo, los

CONSTANTIN ANDRONIKOF colores, en retiro espiritual; la realización del modelo, dibujándolo y pintándolo según las leyes canónicas y las reglas de la Tradición, avivadas por la piadosa inspiración y meditación sobre el arquetipo: Cristo, su Madre, un santo, una fiesta; la bendición o santificación de la imagen, pintada con "agua del Jordán", la del bautismo y la de la teofanía, con oraciones propias, para convertir este objeto en un símbolo sagrado de la humanidad transfigurada o de la divinidad. El rito preside la representación del Reino. Sin este ritual de la Tradición, la pintura no sería un icono donde las energías divinas están simbolizadas y actualizadas, sino que sería tan sólo una pintura profana, sin luz ni transparencia.

El rito sacraliza el mundo Sin oración o sin liturgia, sensu lato, no hay rito: se da un juego, una representación o una mímica, tal vez o casi seguro, sacrílega. Si lo que tiene lugar no es una santificación o sacralización, no hacemos más que profanar, o parodiar sin implicaciones espirituales (p. e. un contrato matrimonial). Los ritos, celebrados en el mundo, contribuyen a iluminarlo, a impregnarlo de sentido, a sacralizarlo. El ritualista nunca toma al mundo como una cosa. Lo admira y lo santifica como obra de Dios. El materialista somete el universo a una reificación, a una objetivación, lo convierte en una cosa extraña y alienante, en un factor de muerte. El verdadero ritualista percibe en el mundo "los hermosos restos" del Edén, aunque pulverizados y pervertidos por la caída. El hombre impregna al mundo de la luz de Cristo para convertirlo en aquello para lo que había sido destinado: ser la materia eucarística. El hombre es un agente del Espíritu Santo en el mundo. Lo pneumatiza, lo espiritualiza y también lo hace lógico, capaz de contener y reflejar al Logos con transparencia.

El rito sacraliza la vida Incorporado a nuestra vida diaria, que es pretendidamente profana, el rito a menudo viene a ser un recuerdo, un indicio de un sentido olvidado: muchos gestos ordinarios son signos rítuales, unas veces más antiguos que los símbolos cristianos y, otras, derivados de ellos. El quitarse el sombrero, el chocar las manos, quería significar no sólo que, como un guerrero, uno confiaba en el otro lo bastante para descubrirse la cabeza ante él, para ofrecerle la mano con la que se empuñaba la espada, sino también que se le reconocía como no adverso a los dioses, a los genios o magos del otro. De esta manera, una persona daba a entender que había bajado sus defensas físicas y psíquicas, y que aceptaba el contacto, incluso a nivel "sobrenatural" y, a partir de ahí, un grado de comunión. Este es también uno de los significados del beso. El campesino, que traza una cruz sobre el pan antes de cortarlo, tal vez ha olvidado que es un sacrificador, pero evoca el recuerdo de la distribución del pan. En este sentido, tal acción no es del todo profana, aunque puede ser profanada. Es una conmemoración noconsciente de lo sagrado en la vida.

CONSTANTIN ANDRONIKOF El rito actualiza la eternidad en el tiempo El rito da fe de una tensión religiosa, de una función sacerdotal vis-á-vis con Dios y de una función regia vis-á-vis con el cosmos. Por esto, el rito, celebrado en el curso de la historia, manifiesta una victoria sobre el tiempo histórico, sobre el proceso fatal que nos conduce a todos y a cada uno hacia la muerte. El rito indica que por encima de la duración del mundo y la biografía de cada uno de nosotros, hay una dimensión o 'continuum' de vida divina y de realidad permanente. El rito actualiza la eternidad en el tiempo. Por el rito, la vida humana en este mundo comunica con la del Reino, dado que afirma la fe en éste, e invoca al Espíritu para alcanzarlo. Este es el aspecto escatológico del rito, que complementa los aspectos actuales antropológicos y cosmológicos.

El rito es comunión Pongamos por caso el gesto sacramental más frecuente: la señal del cristiano. Es un rito trinitario que une litúrgicamente la creatura con el Creador, el bautizado con el Salvador. Esta acción coloca al hombre en la dimensión de la vida eterna. El hombre recuerda el hecho pasado que le dio acceso a ella: la crucifixión antes de la resurrección. Haciendo la señal de la cruz, el hombre conmemora el árbol de la vida del Edén. Este ha quedado, de nuevo, abierto por la cruz de salvación. El hombre invoca a Dios, a cuya imagen ha sido creado y a la que puede configurarse por la pasión y la resurrección de Cristo y la suya propia. Por eso, él rechaza (exorciza) todo lo que se opone a la luz divina y afirma de sí mismo que es hijo de Dios. Esté simple rito proclama de nuevo la naturaleza teantrópica del hombre, llamado a retomar su verdadero lugar, de heredero libre, en la creación. Así pues, el rito, inseparable de la fe y del culto, es el ordenamiento de las acciones por las que el hombre logra, con la asistencia de las energías divinas, su verdadero ser como sacerdote y rey, "coliturgista" de Dios en la Jerusalén celestial, y "colaborador" del Creador en el cosmos transfigurado del Reino. Al poner a la persona humana en comunión con las Personas divinas, con el Padre por el Hijo en el Espíritu, y al capacitar al hombre para la participación en la obra común de la liturgia, el rito establece una unanimidad de acción e intención entre el celebrante y los otros participantes, a los que reconoce como hermanos. Así el rito actualiza no sólo la filiación divina de cada uno, sino también la fraternidad de todos. Es una expresión de amor para con Dios y para con los hombres. Es uno de los medios para llevar a cabo la oración del Señor: "que todos sean uno, como nosotros somos uno".

En síntesis El rito afirma el carácter sacramental de la acción del hombre en el mundo. También sacraliza la materia del mundo cuando el hombre-sacerdote bendice y consagra los elementos materiales del rito. Entonces el mundo deja de ser un mero lugar espacial en un tiempo limitado, una naturaleza indiferente u hostil, o el extraño objeto de conocimiento formal, el objeto de una explotación esclavizante, contaminadora y

CONSTANTIN ANDRONIKOF devastadora por parte del materialista, que ni respeta ni ama al mundo para conservarlo, sino que realiza en él una especie de autopsia. El mundo, en el que se celebra el culto o el rito, vuelve a ganar su dignidad como cosmos, como creación divina, todavía ensombrecida por la caída del hombre, pero capaz de recuperar su armonía y belleza originales. El mundo deviene nuevamente sacramental a la luz de la gracia invocada sobre él. Así es "la revelación de su sentido, la restauración de su esencia, el cumplimiento de su destino".

Notas: 1 Teantropismo o teandrismo es en la teología oriental el principio de equilibrio que fundamenta el sinergismo o cooperación del obrar divino y del quehacer humano. Es la superación del dualismo nestoriano -separación de lo divino y lo humano- y el monofisismo -afirmación de lo divino únicamente, disolviendo todo lo humano- (N. del T.).

Tradujo y extractó: IGNASI RICART

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