Simuladores y simulación. Representaciones discursivas en los ensayos de José María Ramos Mejía

Simuladores y simulación. Representaciones discursivas en los ensayos de José María Ramos Mejía Este trabajo se inserta dentro de otro más amplio, que

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Simuladores y simulación. Representaciones discursivas en los ensayos de José María Ramos Mejía Este trabajo se inserta dentro de otro más amplio, que se corresponde a un informe de adscripción para la cátedra de Lingüística Interdisciplinaria de la Facultad de Filosofía y Letras (UBA). Su finalidad está centrada en el análisis de ciertos ensayos de José María Ramos Mejía, y se basa en las representaciones discursivas de nociones privilegiadas como: “simulación” y “simuladores”. Para ello, se plantean como objetivos : relevar las estrategias discursivas a través de las cuales ciertos enunciados que vinculan lo científico y lo moral conforman una red de sentidos recurrente; analizar el sujeto de la enunciación; y definir el espacio positivista a partir de la delimitación de objetos y enunciados. Las hipótesis principales proponen que la existencia de ciertos enunciados científicos y taxonómicos funcionan como legitimadores del discurso político y social, y operan a través de estrategias tales como: tipologías biologicistas, clasificaciones, terminología específica, y analogías entre conceptos provenientes de distintos campos del saber. También, se considera que en el contexto de la emergencia del nacionalismo genealógico, la configuración del discurso moderno formulado por Ramos Mejía se puede concebir a partir de ciertas representaciones discursivas, tales como la de “simulación” y “simulador”, las cuales a su vez, se presentan como objetos discursivos que generan nuevos sentidos de significación. Finalment e, se plantea que la articulación entre el discurso científico-positivista y el político muestran, en el período 1878-1910, la tensión por conformar y disciplinar el imaginario social de la Argentina del Centenario.

Simulación La noción de simulación se presenta en Ramos Mejía (Los simuladores del talento, 1904) como recurso trascendental de la vida para algunos individuos. La categoría encierra una idea ilusionista: la fantasía de creer en el talento de los impotentes y, a su vez, el mecanismo de defensa de éstos. Este concepto, además, ha sido una preocupación central de los nuevos criminólogos que trataron de desarrollar un sistema médico-legal de reclusión en asilos psiquiátricos, paralelo al sistema de prisiones para delincuentes.

Historia de la Simulación

En relación a la construcción del objeto discursivo “simulación”, el enunciador que se genera en los discursos de Ramos Mejía afirma que en la literatura científica la bibliografía de la “simulación” es muy rica en libros y monografías. Se trata de un fenómeno muy curioso para el filósofo de la naturaleza. Se constituye, entre los años 1870 y 1903, en la veta más explorada y que mayor campo ha ofrecido para los amantes de la emoción fácil y del tema novedoso, razones de su fecundidad bibliográfica. Entre sus antecedentes, destaca: la obra de Laurente sobre la simulación de la locura, la cual fue para el mundo médico una inesperada revelación; Darwin, por supuesto, y su estud io del origen de la especies; la simulación del hombre, como medio de lucha por la vida, hecho extremo general y difundido

(las obras de Nordau y Tarde); y el estudio de José

Ingenieros: “Archivo de Psiquiatría y Criminología” de 1903. Aquí se proponen las nociones de simulaciones adaptativas del hombre como medios de lucha y supervivencia. Pero, dice Ramos, “nadie hasta ahora ha abordado el tema que estudio yo en este pequeño libro” (Ramos Mejía 1955 [1904]: 9). Su objetivo es el estudio de las facultades defensivas que los caudillos aplicaron a su gestión política, consideradas en la sociedad general.

Existe un paralelismo entre los humanos y los animales a partir de la representación de simulación aquí formulada; por ejemplo, sabemos que el pez, como técnica de camuflaje para sobrevivir, simula tener los mismos colores que las algas. Es así que la simulación está presente en la naturaleza misma y también se encuentra en las personas. La protección (coraza de un molusco), el camuflaje (colores de un pez) son recursos que trascienden al plano humano. ¿De qué forma? Como recursos o estrategias discursivas.

El simulador y el lenguaje

Ramos Mejía propone una serie de caracterizaciones del simulador: “mentiroso emotivo por excelencia”, “delicioso macaneador”, que presenta una “incoercible verborragia”, “oralidad verbosa cargada de colores chillones” y una “pose sugeridora” (Ramos Mejía 1955 [1904]: 29). A partir de éstas se desprende que el simulador recrea, repite y reemplaza palabras y enunciados que fueron dichos originalmente por otra

persona. Los simuladores son aquellos que usan la cita, se cargan con frases de otros discursos, roban palabras y hacen mímica. El del simulador, entonces, es el discurso sustraído, es la palabra ilusoria, la palabra estratégica, la palabra mentirosa. El enunciador que se presenta en Ramos Mejía dota de lenguaje a su objeto de estudio, pero desde la crítica y la denuncia. Otra forma de engaño que se plantea en este personaje es la “silenciosa solemnidad propia del imbécil afortunado”, se trata de aquel quien la suerte lo llevó al poder, pero al no tener talento, se protege de su idiotez en el silencio o, como propone Ramos Mejía, son “caudillos silenciosos por anemia cerebral” (Ramos Mejía 1955 [1904]: 24). De esta manera se construye la simulación en una personalidad como Bustos 1 , basada en lo artificial, donde se muestran hábiles artificios de pura protección animal. En realidad, Bustos, en palabras del autor, fue un pobre hombre, un militar mediocre, de escasez mental. En una conferencia entre el Gral. Bustos y Carreras (oficial chileno); aquél, silencioso y defensivo, produjo en Carreras la sensación de tener mil ideas, pero en realidad no tenía ninguna. Se ocultó en la maleza de sus aptitudes protectoras, como el molusco en la dura coraza; debajo de su aspecto simple (palurdo y bonachón) se escondió una especie naturalmente calumniosa, engañó a San Martín y O´Higgins como consejero político y militar. Se genera así un discurso de denuncia diferente, una acusación con bases científicas que se articula con una crítica social. El gesto innovador funciona aplicando los conceptos de la ciencia al campo social y como manifestación de este campo, se examina el lenguaje. Esta intervención le sirve a Ramos Mejía para reflejar, a su vez, su imagen de manera diametralmente opuesta a la del simulador. Si la palabra de éste es robada, la de aquél es propia, si el simulador es mediocre, el creador es “superior”, si el talento del primero es simulado, el suyo es verdadero. Observamos esta estrategia, por ejemplo, en la acusación de que ellos nunca escriben ni escribieron un libro trascendental, sí lo hizo él; nunca pronunciaron un discurso, sí lo hizo él; y cuando llegan a puesto público siempre vegetaron o claudicaron, no lo hizo él. La denuncia de falta de acciones es funcional también, en el sentido de marcar la diferencia por oposición con el enunciador, como un “rebote de imágenes contrarias” implícito.

1

Juan Bautista Bustos (1779-1830). Militar y político argentino. Participó en el movimiento revolucionario de 1810. Posteriormente se hizo proclamar gobernador de Córdoba, se mantuvo en este cargo hasta 1828. Fue un acérrimo federalista y el precursor de una serie de caudillos que mantuvieron la hegemonía de las provincias por espacio de 40 años.

Un punto donde la representación del discurso del simulador entra en contacto con el discurso del propio enunciador del texto, es en la pluralidad de recursos. El enunciador señala los artificios, pero también hace uso de éstos, aunque con grandes diferencias. Lo hace a través de la retórica: adjetivaciones particulares, comparaciones, analogías y parale lismos.

La retórica como estrategia de simulación y como modo de denuncia

Entre las técnicas retóricas del discurso de Ramos Mejía en relación a los simuladores podemos observar: ?

El uso de las adjetivaciones: como dijimos, en el simulador, la oratoria es verbosa y la verborragia es incoercible; los adjetivos terminan por calificar de manera casi redundante e intensifican el significado de cada sustantivo de manera peyorativa. Se trata de un lenguaje artificial, adornado, exagerado, veloz, irrefrenable pero vacío, demasiado cargado y agobiante. Sin embargo, se visualiza el riesgo: el mentiroso es emotivo, el macaneador es delicioso; es posible que, con este tipo de mecanismo adjetivador, si bien no se deje de acusar, se intente justificar el por qué sería posible creerles y confiar en ellos; la emoción que se pone en juego en el discurso de los simuladores es una estrategia que, en parte, funciona, y además logra hacer un discurso aún más peligroso para el receptor común.

?

Analogías científicas : “el hombre y el molusco, ambos se protegen en su coraza”, el discurso simulado también es una protección para el simulador, en éste se puede esconder y resguardar. La mímica, del mismo modo, es un mecanismo del orador defensivo, cuando se hace mímesis del discurso culto, el simulador se ampara en esta repetición. El paralelismo entre ambos elementos, representado en la coraza, lleva a una identificación en la actitud defensiva de cada ser vivo pero caracterizada en la cobardía, el temor y la falta de estrategias para el ataque. El cruce con la ciencia califica y reivindica la representación como ley natural.

Ramos Mejía se encarga estratégicamente de hacer uso de los recursos retóricos, manifestando en éstos sus propios conocimientos de los distintos campos del saber. Creemos que todos estos campos (ciencias – artes – historia- oratoria) dan cuenta de un discurso que, aunque pueda resultar artificioso, no es artificial; que utiliza recursos pero que muestra solidez. Entre los niveles discursivos de nuestro análisis, entonces, se aclara

la distancia discursiva entre el simulador como enunciador y Ramos Mejía como enunciador, se trata de un contraste que se traduce como discurso artificial y discurso culto. El saber es la diferencia, el artificio vacío y su proyección en la simulación de las formas son las estrategias novedosas – denunciadas por Ramos Mejía– de aquél que no lo tiene.

Imitación y Carnaval

Estos simuladores, como mencionamos, tienen el don de la imitación, particularidad que entra en contacto con la lógica carnavalesca. El mundo del carnaval se conecta con el lenguaje de los simuladores, a través de la imitación y la inversión de valores. Mijaíl Bajtín realiza un estudio sobre el carnaval2 , donde afirma que esta celebración debe entenderse como la segunda vida del pueblo, su vida festiva, en la cual se propone una abolición provisional de las relaciones jerárquicas, privilegios, reglas y tabúes. De esta manera, las fiestas se presentan como lugar de convergencia entre las dos culturas (la alta y la baja). El lenguaje carnavalesco típico se caracteriza por la lógica de la inversión, las “cosas al revés” y contradictorias, y las permutaciones constantes. Ramos Mejía dice que el poder del mimetismo transforma la vida en un carnaval, es decir que, en los simuladores, al imitar el discurso, al confundir a través de la palabra robada, adquieren ese registro privilegiado que no poseen; su discurso se carnavaliza porque lograrían dar valor a las palabras, palabras que originalmente no lo tienen, pero que a partir del recurso formal y de la imitación, lo consiguen; de este modo, su valor se invierte. Si “la vida es carnaval”, siguiendo a Ramos Mejía, en toda la sociedad también está el peligro de inversión de valores: en el simulador, en su posibilidad de ascenso y el peligro que esto representa para la elite, ya sea el simulador un caudillo, un inmigrante, un gitano. El tópico de la simulación se encarnó en la obsesión de la elite para poder detectar las calidades reales de quienes pujan por incorporarse a los círculos prestigiosos. A continuación observaremos algunos modelos de simuladores.

2

Mijaíl Bajtín, La cultura popular en la Edad Media y el Renacimiento, Madrid, Alianza, 1988

El análisis social y la crítica desde el lenguaje

Entre otros estereotipos de simuladores, el enunciador presenta, por ejemplo, los bohemios inteligentes, es decir aqué llos que sólo cubren las necesidades básicas; o los poetas talentosos, que pueden escribir una noche un soneto pero es imposible que se adapten a un trabajo real. De esta manera y con esta dinámica es curioso ver cómo el enunciador en Ramos Mejía clasifica y descalifica, éste es su doble mecanismo de representación: la clasificación, la definición / descripción y luego, la descalificación a través de una crítica social. La crítica social, en algunos casos, se vuelve a articular a la denuncia del lenguaje, por ejemplo cuando define a un doble simulador, el usurero que además es invertido sexual, lo define como el avaro que no busca a las mujeres (ya que la mujer es un peligroso enemigo) y tiene derivaciones sensuales de “orden exótico y perverso” (Ramos Mejía 1955 [1904]: 166). Este usurero tiene la particularidad de cuidar a su acreedor, rodear el inmueble empeñado, siempre detrás de hombres necesitados, inquiriendo su estado de alma con aspecto de amante misterioso. Su lenguaje es amable y unísono en el que el diminutivo insinuante prevalece gritando ocultaciones inequívocas: “el titulito, la casita, el escritito” (Ramos Mejía 1955 [1904]: 167); como procedimientos de seducción. Sin embargo, su único interés real es el lucro. De este modo, la denuncia se inserta en el uso del diminutivo, en el discurso insinuante de un amante perverso, que como un cazador, saca provecho de su presa. Otra vez se presenta el lenguaje como objeto de análisis y de crítica. Además, resulta relevante el hecho de que el usurero sea un invertido sexual. Teniendo en cuenta la concepción que vimos de la categoría de la inversión, a partir de la inversión de valores, de capacidades y talentos (en la imitación y en el carnaval); aquí la inversión funciona a partir del nombre que se le da a este simulador, la denuncia está en la denominación misma, y el sexo (o su inversión) se pone en juego en la actitud corporal y en el lenguaje, como dijimos. El simulador, que hasta aquí había invertido (cambiado) sus defectos por talentos, también invierte su orientación sexual, convirtiéndose en alguien misteriosamente sensual y perverso, y haciendo de esta lógica su estrategia en todos los niveles, exacerbando la inversión al máximo.

Salessi3 afirma que es posible observar la recurrencia constante de la categoría de inversión sexual, en la obra de Ramos Mejía, caracterizando a personas o grupos que se resistían a los cánones o modelos sociales y políticos que proponía la elite. La noción finisecular de “desviación”, no sólo se refería al rol sexual, también implicaba costumbres, modales y conductas culturales.

Otro de estos estereotipos de simuladores es el médico gitano, no hay para él nada más curable que las enfermedades incurables. Aquí la denuncia lingüística se presenta a través del discurso basado en una terminología arrevezada pero discreta que da la vaga sensación de la ilustración médica. Al igual que el anterior, su mala fama se da por su personalidad de acechador, ya que su publicidad es un “aviso de caza” (Ramos Mejía 1955 [1904]: 177). La crítica se duplica, desde el lenguaje (el autor como letrado) y desde la medicina (el autor como médico “serio” y “profesional”). El fronterizo, otro simulador, habla a través de un lenguaje enérgico con frases rotas o interrumpidas, sentimiento de lo disparatado, lenguaje sugestivo, verbosidad venturosa, su charla no es jamás vehículo de ideas, o si las hay, “no es posible pescarlas en un mar de papelitos de todos colores”. Aquí la crítica social y lingüística se asocia a la geografía; el fronterizo y sobre todo, el inmigrante, son categorías predilectas en Ramos Mejía. La posibilidad y el hecho de que estos personajes se mezclen con las clases patricias representan siempre un riesgo. La advertencia ante este peligro es la acusación de una conversación incomprensible, la imposibilidad de un claridad y el vaciamiento de ideas en un lenguaje que de por sí está en el lugar de los límites. Atravesar una frontera siempre es cruzar un límite, ambos lados de la frontera suponen diferencias, el dialecto puede ser una; pero para Ramos Mejía el límite geográfico es también límite intelectual. Los fronterizos son limitados. ¿Cómo comprobarlo? en la diferencia de dialecto. ¿De qué modo se articula? a través de verbosidad, rupturas, interrupciones, disparates, vacíos. El lenguaje del otro es el primer modo de atacarlo, de este modo en Ramos Mejía se presenta siempre la misma estrategia que vuelve los ataques arriesgadamente repetitivos. Estas representaciones y clasificaciones, como dijimos, intentan crear estereotipos, por supuesto, estas figuras son peligrosas. Amossy y Pierrot 4 afirman que la preocupación por detectar imágenes y creencias que estigmatizan a un grupo y a los individuos que lo 3

4

Jorge Salessi. Médicos, maleantes y maricas. Rosario, Beatriz Viterbo Editora, 1995. Ruth Amossy y Anne Herschberg Pierrot. Estereotipos y Cliches. Buenos Aires, Eudeba, 2001 [1997].

componen, explican el interés que despertaron, desde principios del siglo XX, los estereotipos étnicos y racionales. Comúnmente el uso de los estereotipos se articula a un prejuicio, una representación peyorativa y de ahí, la justificación de la discriminación. Representar a un negro como irresponsable o perezoso remite a un estereotipo, manifestarle desprecio implica la idea del prejuicio, pero si a partir de esto, no se le ofrece un trabajo, entonces se exterioriza la discriminación. En los casos de Ramos Mejía, los estereotipos no son tan generales, sino más específicos. Los patrones para construir los estereotipos sí son variados: origen, profesión, oficio, cultura, cualidades, orientación sexual, etc. De este modo representa: el médico gitano, el poeta talentoso, el usurero invertido sexual, el fronterizo, el caudillo ignorante y afortunado, el bohemio, etc. Todos son miembros modelos representantes de un grupo social, decadente o marginado y absolutamente condenable. Ramos Mejía sigue el mismo esquema que se desarrolla desde el estereotipo hacia el prejuicio, y de ahí a la condena social. Estos estereotipos, inevitables en la vida social, tienden a cristalizar formas y no permiten ver más allá otros aspectos como la originalidad, la interpersonalidad y la innovación. En los discursos de principios del siglo XX en Ramos Mejía estos valores parecen imposibles, al menos inadmisibles de aceptar en estos grupos sociales.

Consideramos, finalmente, que las representaciones discursivas de “simulación” y “simulador” conforman un elemento fundamental en la configuración del discurso moderno. Por un lado, la actitud explícita de Ramos Mejía de querer estudiar estas categorías es, en sí misma, precursora en los estudios sociales, ya que se articula a partir de un análisis innovador que se aplica sobre ciertos personajes de la política y de la sociedad argentina. Por otro lado, la denuncia social que se presenta a través de estos conceptos, trasciende el plano de la mera crítica política, por las múltiples relaciones discursivas que propone, y las concepciones modernas que encierra, cuando el siglo XX recién comienza. Como vemos la articulación entre el discurso político-social y el científicopositivista, desarrolla una tensión, en la cual elementos de ambas disciplinas se exponen, se intercalan y se funden en un nuevo discurso moderno que las contiene a todas y que se conforma, por su interdisciplinariedad, en un todo discursivo que intenta orientar y dirigir el imaginario social de los argentinos de la época.

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