Situación actual de la economía mundial: energía, deuda internacional inflación y crecimiento

Situación actual de la economía mundial: energía, deuda internacional inflación y crecimiento Leopoldo Solís El Colegio Nacional Es difícil describi
Author:  Jorge Rojo Núñez

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La transición demográfica y el crecimiento cero de la población mundial
La transición demográfica y el crecimiento cero de la población mundial Por el Académico de Número Excmo. Sr. D. SALUSTlANO DEL CAMPO URBANO (*) Se e

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Situación actual de la economía mundial: energía, deuda internacional inflación y crecimiento

Leopoldo Solís El Colegio Nacional

Es difícil describir en breve espacio el desempeño de la econo­ mía mundial durante los últimos años. Mientras la mayoría de los países industrializados están saliendo de la recesión más prolongada de la posguerra o se encuentran en una etapa de franco crecimiento, muchos paí­ ses en desarrollo, entre los que se encuentra casi toda Lati­ noamérica, sufren la crisis más aguda desde los años trein­ ta. Al mismo tiempo, ciertos países del Asia meridional y oriental continúan mostrando tasas aceleradas de crecimien­ to, y aparentemente no han sido mayormente afectados por los ciclos económicos internacionales. Por su parte, los paí­ ses del bloque socialista muestran una tendencia al alza en sus tasas de crecimiento, aunque éstas son todavía modes­ tas. En un artículo reciente, Helmut Schmidt, el ex-primer ministro de Alemania Occidental, afirma que sería un error pensar que un país determinado puede seguir políticas eco­ nómicas que parezcan adecuadas desde el punto de vista do­ méstico sin preocuparse por lo que pasa en otras naciones. Con cierto fatalismo afirma además que la economía alema­ na está encadenada a la economía mundial, y que ésta sólo puede ser manejada mediante un esfuerzo común.1

¿Cómo pueden explicarse las diferencias en el desempe­ ño de las economías nacionales, y al mismo tiempo sustentar la tesis de que no sólo existe interdependencia entre las eco­ nomías del mundo, sino que ésta es cada vez mayor? Quisiera empezar subrayando precisamente dos cues­ tiones: en qué consiste y cómo se da la interdependencia entre las economías mundiales. En primer lugar, puede afirmarse que si bien muchos países perciben (correctamente) que una parte importante de sus problemas económicos proviene del exterior, en cierto sentido la causa más importante de muchos problemas eco­ nómicos es el mal uso de las políticas económicas domésti­ cas. Como veremos más adelante, ese mal uso se debe, en mu­ chas ocasiones, a la pretensión de algunos países de actuar en forma aislada de los acontecimientos económicos mun­ diales. Veamos, pues, en qué medida acontecimientos eco­ nómicos que pueden estar reflejando problemas de una eco­ nomía específica se transmiten a otros países. Los fenómenos económicos se transmiten a través de los flujos comerciales y financieros y ambos han crecido dramá­ ticamente desde el fin de la II Guerra Mundial. La participa­ ción del comercio internacional en el Producto Interno Bru­ to Mundial ha crecido continuamente durante los últimos treinta años, lo cual refleja una apertura mucho mayor de las economías nacionales. Esta apertura ha sido, en el caso de los países industrializados, producto de políticas especí­ ficas que se tomaron después de la II Guerra Mundial. La eli­ minación progresiva de las barreras arancelarias al comer­ cio y de las restricciones a los movimientos de capitales fue apoyada por las organizaciones que surgieron de los acuer­ dos de Bretton Woods. El acuerdo general de comercio y ta­ rifas ( gatt), por ejemplo, que nació en 1948 con participación de veintitrés países, cuenta en la actualidad con alrededor de noventa; la tarifa promedio para los productos industriali­ zados que se comercian entre esos países es de menos de 5 por ciento. Además de acuerdos multilaterales como ése y de otros muchos de carácter bilateral, el notable progreso ocurrido en materia de comunicaciones y transportes en los últimos años ha facilitado inmensamente la transmisión de información

y con ello los flujos de comercio y de capitales. Gracias a esa mayor apertura, se ha dado un proceso mundial de especialización en la producción que, facilitando el aprovechamien­ to de economías de escala, así como la transmisión del pro­ greso tecnológico, ha dado lugar a un rápido crecimiento en el producto per cápita. Por desgracia, obviamente este pro­ greso no ha sido similar en los diferentes países y regiones del mundo. Distintos aspectos de esta desigualdad serán analizados. Sin embargo, unos cuantos datos permiten poner en perspectiva la desigualdad mundial: los países de la oecd, que cuentan con sólo 19 por ciento de la población mundial, contribuyen con más del 65 por ciento en el producto mun­ dial y absorben más de 60 por ciento de las exportaciones del resto de los países. Probablemente la apertura de las economías resulta más clara en el campo financiero. Las innovaciones tecnológicas logradas en esta materia permiten el movimiento casi ins­ tantáneo de capitales. A manera de ejemplo, basta recordar que México contrató alrededor de 20 mil millones de dólares en deuda externa pública neta sólo durante 1981, y se ha es­ timado que los flujos de capital hacia el exterior en ese solo año tuvieron un monto equivalente. El mercado financiero es un mercado auténticamente internacional. Volviendo a la transmisión de acontecimientos econó­ micos a través del comercio internacional, es necesario se­ ñalar que para un país el sector externo puede constituir una fuente de estabilidad como de inestabilidad, según sea el tipo de bienes y servicios que se intercambian y las políticas macroeconómicas que se sigan. Ha sido ampliamente demostrado que el ciclo económico de los países industrializados tiene un efecto muy importan­ te sobre la demanda de todo tipo de productos. Ya se dijo que los países de la oecd demandan 60 por ciento de las exporta­ ciones que provienen del resto del mundo. Es obvio que el ci­ clo económico de esos países afecta directamente al del res­ to del mundo, provocando fluctuaciones tanto en los precios como en las cantidades de los productos que se intercambian. El endeudamiento externo permite estabilizar el consu­ mo y la inversión nacionales en niveles compatibles con las posibilidades de crecimiento de largo plazo. Un ejemplo ilus­

tra estos aspectos: en un año en que existan condiciones cli­ máticas adversas, de tal forma que la producción interna de alimentos no satisfaga las necesidades de consumo, es posi­ ble, mediante el comercio internacional, comprarlos alimen­ tos faltantes, y, normalmente esto se hace mediante el cré­ dito internacional. Una de las funciones importantes del endeudamiento externo es precisamente mitigar los efectos que sobre el bien­ estar nacional tienen algunas perturbaciones de carácter transitorio. La otra función del endeudamiento es financiar proyectos que, en razón del aumento en la producción que ge­ nera, podrán evitar que el endeudamiento se convierta en una carga. Hoy en día, sin embargo, para algunos países —y este es el caso actual de la mayor parte de Latinoamérica— la posibilidad no sólo de financiar proyectos rentables de cor­ to y largo plazo, sino de mitigar las perturbaciones transi­ torias se ha reducido drásticamente, debido a la magnitud alcanzada por la deuda exterior. La deuda exterior de América Latina pasó de algo más de 40 mil millones de dólares en 1973 a más de 335 miles de millones en 1983; es decir, creció más de ocho veces en sólo diez años. El caso de México, cuya deuda externa es casi 25% de la de Latinoamérica, ilustra de manera particularmente clara la forma en que la conjunción de acontecimientos económicos internos —como el descubrimiento de vastos mantos petro­ líferos en el sur del país y una política de gasto público exce­ sivo— y externos —por ejemplo la recesión mundial de 1975 y la que abarcó de 1979 a 1982, así como la desusada liquidez del mercado internacional— dieron por resultado un creci­ miento desmesurado del endeudamiento externo. Así, la deu­ da externa que en 1970 era de 6.0 millones de millones de dó­ lares, llegó a más de 87 miles de millones en 1983,2 y pasó a representar aproximadamente el 50 por ciento del pib.3 Para Latinoamérica en conjunto, la deuda externa total ha pasado de representar 26 por ciento del producto interno bruto en 1978, a cerca de 56 por ciento en 1983.4 Por otra parte, los problemas derivados del elevado peso relativo de las exportaciones de productos primarios en las exportaciones totales han sido ampliamente discutidos. Se

ha encontrado, por ejemplo, que un crecimiento del producto interno bruto de los países de la ocde de alrededor de 4 por ciento permite mantener constante el cociente de precios de los productos primarios en relación a los manufacturados. Un crecimiento superior o inferior en uno por ciento al por­ centaje mencionado aumenta o reduce los precios de las ma­ terias primas en 2 o 3 puntos porcentuales.5 Por otra parte, la relación de los precios del petróleo con el nivel de actividad de la economía mundial ha sido ampliamente documentada. Aunque las perspectivas futuras de exportación para di­ ferentes productos primarios y para diferentes países va­ ríe, la perspectiva más probable es que los ingresos corres­ pondientes a la exportación de esos productos sean decrecien­ tes en relación al producto total. Este patrón obedece primor­ dialmente a factores tecnológicos que tienden a reducir el contenido de materias primas por unidad de producto y a la baja elasticidad-ingreso de la demanda de productos prima­ rios. Las consideraciones anteriores implican que en el futuro inmediato la tasa de crecimiento de las economías latinoa­ mericanas habrá de depender críticamente del efecto neto que sobre la generación de divisas puedan tener las políticas de industrialización y de comercio exterior. De ahí que los términos en que se discuten la sustitución de importaciones y la promoción de exportaciones hayan cambiado drástica­ mente. Si bien en los últimos veinte años las limitaciones de los modelos de desarrollo orientados exclusiva o primordial­ mente hacia el mercado interno —sus efectos indeseables so­ bre la distribución del ingreso, sobre la eficiencia del apara­ to productivo y sobre los niveles de empleo— han sido cada vez más ampliamente reconocidas, la magnitud alcanzada en la actualidad por el problema de la deuda externa no de­ ja a los países altamente endeudados más opción que impul­ sar sus exportaciones para que puedan financiar las impor­ taciones de bienes y servicios imprescindibles para el fun­ cionamiento y el crecimiento de sus economías. No es una tarea fácil. Las dos recesiones mundiales de 1974 y de 1979-1982 son el ejemplo más claro de que los es­ fuerzos de exportación se pueden ver contrarrestados seria­ mente tanto por reducciones drásticas en la demanda debi­

das a las recesiones mismas, como por nuevas peticiones pro­ teccionistas de las industrias manufactureras de países de­ sarrollados que se han visto afectadas por dichas recesiones. Por otra parte, hay que tener presente que si bien én el corto plazo el crecimiento de las exportaciones de un país es­ pecífico puede ser superior al de los mercados, éste sólo pue­ de darse a expensas de que otro páíspierda una porción equi­ valente del mercado Internacional. Es decir, cada vez resulta más importante la eficiencia productiva de las empresas n a­ cionales para poder competir en el mercado internacional; eficiencia que, como discutiremos más adelante, tiene que ir acompañada de políticas macroeconómicas sanas. La expansión de la demanda en un país tiene un efecto multiplicador sobre el resto del mundo, y obviamente cuanto más grande sea el país o más amplio el número de países que estén experimentando un proceso de crecimiento, mayor será este efecto multiplicador. Cuando en un solo país con un tipo de cambio relativa­ mente fijo ocurre un proceso inflacionario más acelerado que el de sus socios comerciales, parte de esa inflación es trans­ mitida al exterior a través de mayores precios de sus expor­ taciones, y el mismo proceso inflacionario se ve mitigado por los menores precios de las importaciones. Ahora bien, si to­ dos o un grupo importante de países crece aceleradamente y todos ellos experimentan presiones inflacionarias, esto ace­ lerará los precios de las exportaciones y las importaciones y, por lo tanto, la inflación mundial será proporcionalmente mucho mayor. Igualmente, si todos los países persiguen po­ líticas deflacionarias en forma sincronizada, esto puede traer consigo una recesión mundial mayor a la esperada por los países individuales. Posibilidades de aislamiento de las economías nacionales del ciclo internacional Entre economías descentralizadas, las relaciones comercia­ les y financieras funcionan de tal manera que limitan el gra­ do de divergencia de las economías nacionales en relación a las tendencias internacionales. Existe una tendencia hacia la coincidencia tanto de los ciclos como de las políticas eco­ nómicas.

En la medida en que un país decida emprender en forma aislada una expansión económica acelerada, y esto dé por re­ sultado que la inversión global sea mayor que el ahorro do­ méstico, por necesidad el déficit en cuenta corriente y los pre­ cios internos tenderán a crecer más que los externos. Al su­ ceder esto, empiezan a suscitarse presiones para que se de­ precie la moneda, y en ocasiones pueden darse espirales in­ flación-devaluación que hacen extremadamente difícil recu­ perar la estabilidad perdida. Nuevamente el caso de México nos sirve para ilustrar es­ te fenómeno: en 1975, mientras las economías industrializa­ das se encontraban en franca recesión, nuestro país, con ba­ se en esfuerzos importantes de gasto público, crecía a tasas aceleradas. El resultado fue un crecimiento desmesurado en la inflación y el déficit en cuenta corriente de la balanza de pagos —así como endeudamiento externo— que llevaron al país a la devaluación y la recesión de 1976. Esa experiencia histórica se repitió poco después: mien­ tras la mayor parte de las economías mundiales (sobre todo los Estados Unidos, que son nuestro principal socio comer­ cial) pasaba entre 1978 y 1982 por lo que ha sido la recesión más prolongada y difícil desde los años treinta, nosotros, nuevamente con base en un esfuerzo de gasto público muy importante y —podríamos agregar— superior a las posibili­ dades de largo plazo que nos brindaba la nueva riqueza pe­ trolera, crecíamos a tasas sin precedente histórico, utilizan­ do para esto endeudamiento externo e interno en forma des­ mesurada. La presión en el nivel de precios y el déficit comer­ cial nos llevaron, nuevamente, a una crisis económica. En la actualidad, el peso de la recesión está siendo ali­ viado por el crecimiento de las economías industrializadas, principalmente los Estados Unidos, y sólo después de casi dos años se empiezan a reducir las presiones inflacionarias y sobre el tipo de cambio. Existe la presunción teórica de que el mantener el tipo de cambio prácticamente fijo contribuye a la gestación de los desajustes en cuenta corriente. Sin embargo, la experiencia histórica de los países que adoptaron tipos de cambio flotan­ tes a partir de 1973 tampoco ha sido favorable. Precisamen­ te ha permitido movimientos de capitales extremadamente

grandes, y las presiones a las que se han visto sujetos los ti­ pos de cambio han sido mayores y más erráticas. Rudiger Dornbusch, un distinguido teórico, afirma que “los tipos de cambio flexibles han dado lugar a tanta interdependencia como los tipos de cambio fijos, e incluso a una mayor”.6Por lo tanto, la esperanza de que un tipo de cambio más flexible con­ tribuirá a estabilizar las economías mundiales ha quedado, en jpran medida, frustrada. Resulta interesante el hecho de que existen varios epi­ sodios históricos que relatan cómo el uso de tasas flexibles de paridad cambiaría, bajo la influencia de la especulación, es incompatible con los esfuerzos por estabilizar las econo­ mías domésticas. La experiencia que tuvo Francia con un ti­ po de cambio flotante fue analizada en 1944 por Ragnar Nurkse.7 ... las expectativas pueden dar lugar a su propia realización. Compras anticipadas extranjeras tienden a producir o bien a precipitar un desplome anticipado en el valor de la moneda nacional, y este desplome puede reforzar las expectativas de otra caída posterior... los tipos de cambio en estas circunstan­ cias son susceptibles a volverse altamente inestables, y la in­ fluencia de factores psicológicos puede ser en ocasiones de­ vastadora. Los economistas francesas quedaron tan impre­ sionados por esta experiencia que desarrollaron una ‘‘teoría psicológica” de las fluctuaciones en el tipo de cambio, resal­ tando el carácter indeterminado del valor de las divisas cuan­ do éstas son dejadas a que encuentren su nivel en un merca­ do altamente especulativo.

Dada la importancia de las políticas del tipo de cambio en las transferencias de las perturbaciones económicas, pro­ bablemente valga la pena ahondar un poco en la controver­ sia teórica que existe a este respecto. El punto de vista de Nurkse, antes expuesto, fue contes­ tado por Milton Friedman. Este último argumentó que no se había demostrado que la especulación fuese desestabilizadora, y que más bien la especulación anticipa el advenimien­ to de una depredación que tendría que suceder de todas for­ mas. Por lo tanto, las expectativas devaluatorias sólo refleja­ ban las perspectivas de inflación interna. Pero, tal como se señala en un artículo reciente,8la interpretación de Friedman

no toma en cuenta un importante elemento de la explicación de Nurkse. El punto es que el tipo de cambio está indetermi­ nado, pues las políticas financieras que supuestamente “an­ clan” al sistema son endógenas y son determinadas en for­ ma importante por los movimientos en el propio tipo de cam­ bio. Si bien la paridad prevaleciente sólo refleja una posible trayectoria de la economía, los especuladores pueden forzar una trayectoria adversa, modificándose con esto el tipo de cambio y afectando por lo tanto el nivel de precios y la polí­ tica monetaria. Por último, y volviendo al efecto de llevar a cabo políti­ cas aisladas, cabe destacar que no sólo los países relativa­ mente pequeños han experimentado las consecuencias de lle­ var a cabo políticas divergentes en relación al ciclo mundial. Después de la recesión de 1975, los Estados Unidos cre­ cieron bastante más rápido que la mayoría del resto de las economías. Su tasa de inflación pasó de 6% en 1976 a 8% en 1978, mientras que en Japón y Alemania Occidental caía rá­ pidamente. Su déficit en cuenta corriente creció entre estos dos años en 35 mil millones de dólares, mientras que en los otros dos países el déficit mejoraba considerablemente. A consecuencia de esto, el dólar se depreció entre septiembre de 1977 y octubre de 1978 —mes en el que hubo un movimien­ to especulativo importante— en 20%.9 Existen episodios similares para Inglaterra en 1976; Ita­ lia en 1980-1981 y Francia entre 1981 y 1982, que muestran claramente cómo ni siquiera las economías más grandes pue­ den olvidarse de la interdependencia. El crecimiento reciente de Las economías industrializadas, las economías socialistas y las del sudeste asiático Sin lugar a dudas, el acontecimiento más importante de 1983 fue la recuperación de las economías de la ocde, recuperación que se había predicho desde 1980. Las fuerzas que llevaron a la recuperación fueron: la caída en el nivel de inflación que estimuló el consumo; una política monetaria menos restrin­ gida en todos los países de la ocde y la expansión inducida por la política fiscal de los Estados Unidos.

Las tasas de crecimiento son muy favorables para J a ­ pón, los Estados Unidos y Canadá, y sólo modestas para los países europeos. La crisis de 1979 tuvo su origen en lo que se conoce como la segunda perturbación petrolera (second oil shock). Los aumentos de precio del petróleo de 1978 a 1979 dieron por re­ sultado una respuesta sincronizada de las economías en cues­ tión para prevenir que el precio mayor de los energéticos afectara las tasas de inflación internas, con lo cual, si bien el combate contra la inflación fue más exitoso de lo previsto, la caída en el producto fue, por las razones antes descritas, tam­ bién mayor a lo esperado. Aunque la recuperación de la economía de los Estados Unidos es resultado de medidas específicas de política eco­ nómica, tiene varios aspectos que resultan difíciles de expli­ car: En primer lugar las tasas reales de interés se encuentran a niveles sin precedente para una etapa de creciminto como la actual. El nivel de dichas tasas durante los tres últimos años ha sido mucho más elevado del que hubiera cabido es­ perar. Las explicaciones que se ofrecen son las expectativas de una inflación creciente, la incertidumbre y, fundamental­ mente, el déficit fiscal que ya ha superado los 200 miles de millones de dólares. Evidentemente esas tasas de interés han provocado que la recuperación de otros países haya sido mucho más difícil y para algunos imposible. Existen otras razones que podrían explicar las elevadas tasas de interés, pero destaca una que es difícil de medir e incorporar en los modelos macroeconómicos y que es la confianza de la gente en la solidez de la eco­ nomía norteamericana. Otro elemento poco usual de esta recuperación es el nivel sin precedente que ha alcanzado la divisa estadounidense en relación a las del resto del mundo, lo cual ha provocado un déficit en la balanza comercial también muy elevado, que a fines de 1973 alcanzó más de 70 miles de millones de dólares. Sin embargo, el hecho de que el dólar esté aparentemen­ te sobrevaluado ha contribuido a que las tasas de inflación se hayan mantenido bajas; las tasas de interés altas, por su parte, han propiciado entradas de capitales considerables

del resto del mundo, lo cual ha coadyuvado a que éstas no su­ ban aún mas. El ahorro interno de los Estados Unidos, al contrario de lo que sucede en Japón, es insuficiente para financiar su in­ versión. A este respecto cabe destacar lo siguiente: en un ar­ tículo reciente10 se señala que en 1951 sólo 2% de la deuda del gobierno de los Estados Unidos estaba en manos de extran­ jeros, pero este porcentaje aumentó a 6% en 1965 y llegó a 19% en 1979. No pudimos conseguir datos más recientes, pero to­ do apunta al hecho de que ese porcentaje debe ser considera­ blemente mayor hoy en día. En el mismo artículo se afirma que la mayor parte de las nuevas emisiones de deuda del te­ soro estadounidense han sido absorbidas por las autorida­ des monetarias del extranjero. Esto ilustra, o nuevamente apunta, el grado de apertura de la economía norteamericana y, en este caso, que los inversionistas extranjeros siguen te­ niendo confianza en la economía norteamericana. Mientras esto continúe sucediendo, la situación será estable. Sin em­ bargo, una vez más es conveniente cuestionar cómo es posi­ ble que las tasas de interés y el tipo de cambio sean tan altos ante una inflación decreciente y un déficit comercial en au­ mento. Normalmente esas dos circunstancias implican una escasez de crédito y de dólares. Esta escasez, tal como se se­ ñala en un número reciente del Financial Times no se da den­ tro de los Estados Unidos. La oferta interna de dólares ha es­ tado bajo control durante las dos últimas administraciones; la escasez y la respuesta a las interrogantes hechas antes, se encuentran aparentemente en el hecho de que la oferta de dó­ lares fuera de los Estados Unidos ha dejado de crecer, y esto parece explicar que el precio de esta divisa y las tasas de inte­ rés sean tan altas. También resalta que la divisa norteameri­ cana es una moneda mundial, y que probablemente sea ina­ propiado que el Federal Reserve Bank haya decidido igno­ rar hasta el momento este hecho. Todo lo anterior nuevamen­ te ilustra con claridad el elevado grado de interdependencia que existe entre las economías mundiales. Me gustaría ahora explorar un poco los eventos en la eco­ nomía de países socialistas y destacar el desarrollo de la economía de algunos países del sudeste asiático. La informa­ ción disponible muestra una recuperación de lo que se cono­ ce como el “bloque socialista”.

La crisis de la deuda polaca de 1981 obligó a Europa del Este a encarar este problema un año antes que a Latinoamé­ rica, habiéndose estimado que la deuda externa de estos paí­ ses se redujo de 58 millones de dólares en 1981 a alrededor de 53 en 1983. La economía de la Unión Soviética, que no está tan rela­ cionada con los ciclos económicos de Occidente como la de sus aliados de Europa del Este, creció en el primer semestre de 1984 en 4.5 por ciento en relación a igual período de 1983.11 Aparentemente una mayor disciplina en el aparato pro­ ductivo, que ha ayudado a reducir algunos cuellos de botella como el transporte ferroviario y el clima ha contribuido a es­ te crecimiento. Probablemente el punto más vulnerable de la economía soviética sea la producción de granos, y esto debi­ do a sus condiciones climáticas. Sin embargo, tanto durante 1982 como 1983 las cosechas fueron muy satisfactorias, lo cual ha permitido dedicar divisas a otros aspectos más rela­ cionados con el crecimiento de largo plazo. Polonia, por su parte, ha logrado salir de la crisis de 1981 y en el primer semestre de 1984 creció en 4.8%.12Sus exporta­ ciones al mundo occidental aumentaron en 13.7% y permitie­ ron financiar importaciones mayores en 10%. Las huelgas de los sindicatos mineros ingleses han permitido, a través déla exportación de carbón, parte de ese financiamiento. Sin em­ bargo, la escasez relativa de divisas ha dificultado la impor­ tación para la industria manufacturera de insumos de buena calidad y a buen precio, con lo cual las exportaciones de ma­ nufacturas han caído, constituyendo esto otro ejemplo de la interrelación de las economías mundiales. En estos momen­ tos, las perspectivas de este país son buenas; al parecer, será aceptado como miembro del Fondo Monetario Internacional, y la banca internacional volverá a prestarle. Por último me gustaría hacer una breve referencia al “mi­ lagro” asiático. Las tasas de crecimiento de los países del es­ te de Asia resultan impresionantes: si agrupamos a los paí­ ses semiindustrializados (Hong Kong, Corea del Sur, Mala­ sia, Singapur y Taiwán) con los menos desarrollados (Indo­ nesia, Filipinas, Srilanka y Tailandia) y ponderamos sus ta­ sas de crecimiento, encontramos que entre 1968 y 1973 estas economías crecieron en 9.2% en promedio anual entre 1974 y

1980 en 7.9%; en 1982, año de recesión mundial en 3.8% y en 1983 en 6.2%. Algunas de estas economías tomadas indivi­ dualmente sorprenden aún más. Singapur se desarrolló de 1968 a 1973 en 13.0% en promedio por año; Taiwán en 11.0% y Corea en 10.8%. Entre 1974 y 1980 crecieron en 8.9% y 9.8% respectivamente. El grupo de países semiindustrializados antes mencionados está creciendo nuevamente a tasas anua­ les superiores a 10.0%, aún después de que en 1983, año del inicio de la recuperación para los países industrializados, h a­ bía crecido en promedio a 7.7%. No tengo el tiempo suficiente para analizar detenida­ mente las causas que han llevado a un éxito tan notable a to­ das estas economías; sin embargo; permítaseme tomar a Co­ rea del Sur como ejemplo en cierto modo representativo de las políticas que han servido para lograr tasas de crecimien­ to tan sustanciales y por un período tan largo.13 Algunas razones muy simples han sido sugeridas para explicar el acelerado crecimiento de Corea. Se cita, por ejem­ plo, la posibilidad de que, habiendo quedado devastada a con­ secuencia de la II Guerra Mundial y de la Guerra de Corea, el crecimiento subsecuente representa simplemente un proceso de recuperación de los niveles de producción “normales” pa­ ra un país de sus características. Otra razón que con frecuen­ cia se menciona son los elevados niveles de ayuda externa que recibió, especialmente durante el período 1953-1963, du­ rante el cual, mientras que el ahorro doméstico promedió únicamente alrededor de 3% del png, el ahorro externo (finan­ ciado en su mayor parte por transferencias del exterior) fluc­ tuó alrededor de 9% del pnb . Sin lugar a dudas, estos factores influyeron de manera muy importante en el proceso de crecimiento de la economía coreana, pero no agotan la explicación del fenómeno. Ade­ más, es necesario tomar en cuenta el efecto de las políticas que contrastan marcadamente con las que tradicionalmente han seguido los países semiindustrializados. Desde el final de la guerra mundial y hasta la firma del armisticio que puso término a la Guerra de Corea, el gobier­ no coreano intervino directamente en el comercio internacio­ nal controlando la escasa actividad desarrollada por los par­ ticulares y estableciendo múltiples tipos de cambio, a conse­

cuencia de lo cual surgió y prosperó el mercado negro de di­ visas y de certificados militares de pago. A partir del fin de la Guerra de Corea y hasta 1960 se crearon mecanismos de con­ trol cada vez más refinados, y se inventaron complicados pro­ cedimientos para facilitar el trueque internacional. En 1961 y 1962 se hicieron los primeros intentos para una reforma económica integral. Entre las medidas propuestas se incluía la unificación del sistema de tipos de cambio, re­ formas al presupuesto y a los sistemas monetario e impositi­ vo. Estas reformas, sin embargo, quedaron generalménte frustradas a consecuencia de la política monetaria y fiscal expansionista adoptada por el gobierno militar en un esfuer­ zo por revitalizar la economía. Para 1963, el sistema de ti­ pos de cambio múltiple había sido ya reinstituido y los con­ troles a la importación se habían reforzado. En 1964 el nuevo gobierno instituyó una serie de refor­ mas que hicieron posible un desempeño excepcional de la economía en la siguiente década. La evolución observada en los salarios reales y en el em­ pleo constituye probablemente el indicador más impresio­ nante del éxito de la reforma económica. Entre 1957 y 1967, el empleo creció a una tasa de 9.6% anual, mientras que la productividad aumentó a una tasa promedio de 2.6%. Aunque a partir de 1967 el empleo creció con menos rapidez, su tasa promedio de crecimiento entre 1957 y 1972 fue de 8.8% anual. Sin embargo, entre 1967 y 1972 la productividad aumentó a una tasa de 11.9%, y los salarios reales empezaron a crecer rápidamente a partir de 1965, duplicando para 1971 el nivel de 1964. Por lo que respecta a la evolución de las exportaciones, mientras que en 1961 el 78% de las exportaciones coreanas correspondían a productos primarios —principalmente tungs­ teno, carbón mineral, pescado y algas m arinas—, en 1971 el 68% correspondía a productos manufacturados y sólo 14% a productos primarios, mientras que el total de las exportacio­ nes creció en más de 40 veces entre 1961 y 1972, la de produc­ tos manufacturados aumentó en casi 170 veces durante el mismo período, lo que arroja una tasa promedio de crecimien­ to de más de 60% anual. Si bien este incremento se dio a partir de una base muy reducida, prosiguió aún después de que las

exp ortaciones a lca n za ron un porcentaje su sta n c ia l del

pnb .

En mayo de 1964, la paridad central del won se devaluó en cerca de 100%, de 130 a 237 wons por dólar. Esta devalua­ ción constituyó el preludio a la unificación de los tipos de cambio que tuvo lugar en marzo de 1965. En septiembre de 1965 se elevó el tope a las tasas activas de interés. Como resultado de esta medida, la oferta domésti­ ca de fondos bancarios aumentó rápidamente y dio lugar a un fuerte incremento en las entradas de capital. Un tercer elemento de la reforma económica fue un efec­ tivo programa de estabilización. Se mejoró la recaudación fiscal aumentando las tasas impositivas y se restringió es­ trictamente la expansión de la oferta monetaria. A partir de 1964, el gobierno eliminó completamente sus déficit presupuéstales utilizándose el endeudamiento sólo para cubrir necesidades esporádicas de corto plazo. Finalmente, la reforma se caracterizó por la intensifica­ ción y proliferación de los subsidios a la exportación. En cuanto a la política comercial, se pusieron en vigor múltiples medidas para promover el crecimiento de las ex­ portaciones. De éstas vale la pena destacar algunas: en 1965 se expandió y formalizó la práctica —establecida ya de tiem­ po atrás— de dar trato preferencial a los exportadores en la concesión de permisos de importación. Se concedió a los ex­ portadores el derecho automático de im portar m aterias primas libres de tarifas hasta cierto límite, que se fijaba en base a información técnica acerca de los requerimientos de materias primas y a un factor llamado “margen por desper­ dicio”. La magnitud del “margen por desperdicio,, se deter­ minaba administrativamente, y el que no se utilizase en la producción podría ser vendido en el mercado doméstico a precios altos en relación al precio mundial. Este tipo de sub­ sidios creció en importancia a medida que la mayor disponi­ bilidad de divisas permitió incrementar gradualmente los márgenes concedidos a diversas industrias. También en 1965, con el fin de incrementar el valor agregado doméstico de las exportaciones, se extendieron a los productores de bienes in­ termedios utilizados en la producción de exportaciones los mismos incentivos que recibían los exportadores por lo que toca a la concesión de créditos bancarios preferenciales, li-

cencías de importación de materias primas y exención del pago de tarifas y del impuesto al ingreso de las empresas. En 1966, el sistema de condicionar la autorización de importa­ ciones al logro de metas de exportación fue reintroducido. El principal propósito del sistema era promover el crecimiento de exportaciones con márgenes de ganancia reducidos y de­ sarrollar nuevos mercados de exportación mediante el con­ dicionamiento de la concesión de licencias de importación de bienes de consumo especialmente valiosos en el mercado o de insumos usados para la producción de exportaciones, li­ gados al desempeño exportador de las empresas. Por ejem­ plo, a los exportadores de tejidos o estambres de lana, sué­ teres y ropa les fueron concedidos permisos para la impor­ tación de lana virgen y de pelo de cabra de angora a tasas que iban del 25.5% al 85% del valor de sus exportaciones; a los exportadores de radios y de productos electrónicos se les otor­ garon licencias para importar refacciones para televisores; a los exportadores í e loza, permisos para importar porcela­ na; a los exportadores de relojes ensamblados en Corea y a los exportadores a Suiia permisos para importar relojes sui­ zos. En cuanto a la política monetaria y fiscal, uno de los pun­ tos principales del programa de estabilización que acompa­ ñó la liberalizado n del comercio exterior fue el establecimien­ to de límites muy estrictos a la expansión de la oferta mone­ taria mediante la fijación de topes anuales y trimestrales al aumento en los cuatro principales componentes de la base monetaria. Por otra parte, dado que el crecimiento del financiamiento del déficit gubernamental había sido la causa principal de la expansión monetaria en el período 1961-1963, a partir de 1964 el gobierno eliminó los déficit de su presupuesto y se concretó a utilizar periódicamente financiamiento de corto plazo. En cuanto a la política, resulta notable el crecimiento re­ gistrado en el ahorro público, sobre todo a partir de las refor­ mas fiscales de 1964. Entre 1964 y 1970, el ahorro creció a una tasa anual de 20.6%. Este crecimiento se debió no sólo al rápido aumento de los ingresos tributarios y al lento creci­ miento del gasto corriente. Además, los monopolios guber­

namentales contribuyeron con superávit crecientes, que en 1972 llegaron a ser iguales al 11% de los ingresos del gobierno central. Por otra parte, un porcentaje del ahorro público se canalizó al sector privado a través de instituciones bancarias de desarrollo financiadas por el gobierno. En 1962, los fondos bancarios del gobierno equivalían a más de la mitad de los préstamos del sector bancario. A raíz de la reforma a las tasas de interés de 1965, el portafolio de préstamos de los bancos comerciales se expandió enormemente. En 1970 los fondos prestables gubernamentales eran iguales a una cuar­ ta parte de los préstamos totales de las instituciones bancarias. En 1972 cerca de una sexta parte del ahorro total del gobierno se asignaba a transferencias de capital de este tipo. El ejemplo de Corea ilustra claramante cómo el éxito que ha demostrado en sus elevadas tasas de crecimiento se logró, en primer lugar, debido al esfuerzo consciente que se hizo por tener un marco macroeconómico sano, con lo cual evitaron presiones inflacionarias internas y por lo tanto presiones so­ bre el tipo de cambio. Al ser estables las políticas macroeconómicas internas las espectativas se han mantenido esta­ bles y se han emprendido inversiones considerables en pro­ yectos industriales con maduración de largo plazo y orien­ tadas hacia el mercado externo. En segundo lugar, el éxito alcanzado fue apoyado por el diseño de políticas comerciales que favorecieron la creación de industrias exportadoras. En conclusión, queda claro que las economías mundia­ les están íntimamente relacionadas y que, por lo tanto, las perturbaciones económicas se transmiten rápidamente. Tam­ bién queda claro que las políticas económicas domésticas llevan la responsabilidad de adecuarse a las condiciones mundiales prevalecientes, tratando al mismo tiempo de lo­ grar el mayor partido de las etapas de crecimiento mundial y procurando minimizar los efectos negativos de las recesio­ nes.

NOTAS 1. 2. 3. 4. 5. 6. 7. 8. 9. 10. 11. 12. 13.

The Economist, 26 de febrero de 1983. L. Solís y E. Zedillo, A few considerations on the foreign debt of Mexicor\ Banco de México, Mimeo. 1984. E. Zedillo, Mexico’s recent balance of paym ent experience and pros­ pects of Growth, Mayo de 1984, mimeo, p. 89. CEPAL. OECD Economic Studies, otoño de 1983, Núm., 1, p. 49. R. Dornbusch, “Flexible exchange rates and interdependence”, NBER Working Paper No. 1035, p. 2-3. Nurkse R. (1944) International currency experience: lessons of the Interwar period. League of Nations, Princeton. R. Dornbusch, “Equilibrium and disequilibrium exchange rates”, Zeitschnift fur Witschafts und sozialqissenchaften, 1, 1983, p. 2. QECD Economic Studies No. 1, otoño de 1983, p. 51. R. Me Kinnon, “Exchange rate and macroeconomic policy”, JE L , Vol. XIX, junio de 1981, p. 533. The Economist, 18 de agosto de 1984. Ibid. Basado en Frank, Kim y Westphal, Foreign trade and economic deve­ lopment: South Korea. NBER, New York, 1976.

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