STELLA MARIS CANCIONES DE UN AMOR MARINERO URBANO J. NUÑEZ. (Año 1944) INDICE

STELLA MARIS “CANCIONES DE UN AMOR MARINERO” URBANO J. NUÑEZ (Año 1944) INDICE OFRENDA .............................................................

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Story Transcript

STELLA MARIS “CANCIONES DE UN AMOR MARINERO” URBANO J. NUÑEZ (Año 1944)

INDICE

OFRENDA ......................................................................................... 3 LA ESTRELLA EN EL BAUPRES.................................................... 4 ANCLA A PIQUE............................................................................... 4 SALOMA............................................................................................ 4 CORAZON NAVEGADOR ................................................................ 5 ADIOS A BUENOS AIRES .............................................................. 6 CANCION DE LAS VELAS ............................................................... 7 ESTELA DEL RECUERDO............................................................... 9 CIUDAD LEJANA............................................................................ 10 OCRE............................................................................................... 10 DANZA DEL SOL............................................................................ 11 FLOR MARINERA........................................................................... 12 VIENTO EN LA ARBOLADURA.................................................... 13 VELAS EN EL HORIZONTE .......................................................... 14 MURMULLO DE LAS OLAS........................................................... 14 NUBES BLANCAS DEL CIELO .................................................... 16 GAVIOTAS ...................................................................................... 17 ESPUMA EN LAS OLAS ................................................................ 17 PAMPERO ....................................................................................... 19 PALABRAS AL RIO........................................................................ 20 LAUREL Y ESPUMA....................................................................... 21 MARCHA GUERRERA DEL ALMIRANTE .............................. 21 CANCION DEL MUCHACHO GRIEGO......................................... 24 CANTO HEROICO DE LA NIEBLA DE SAMBOROMBON.......... 28 ELEGÍA DEL MONTE DE SANTIAGO .......................................... 30

ROMANCE DEL ESCUDO DE BROWN ....................................... 32 BARCAROLAS ............................................................................... 36 NIÑA DE LAS ISLAS ...................................................................... 36 CANCION DE MARTIN GARCIA................................................... 38 DICEN QUE ALLA, EN LA ENSENADA… ................................... 39 SON DE CARACOLAS ................................................................... 41 MARINERO ENAMORADO ............................................................ 42 PLEAMAR ....................................................................................... 43 CANTO DE PROA........................................................................... 44 LAS BARBAS DE NEPTUNO......................................................... 46 TARDE QUE SE VA… .................................................................... 48 BRISA QUE DE TIERRA VIENE ................................................... 48 PUESTA DE SOL ............................................................................ 50 ESPUMA DE MAR .......................................................................... 50 PAJARITO VIAJERO ...................................................................... 51 BARCA QUE VA POR EL MAR .................................................... 52 GRILLO MARINERO....................................................................... 53 LUCES DEL PUERTO LEJANO..................................................... 54 CIUDAD DE ESPERANZA.............................................................. 55 RUMBO DE AMOR ......................................................................... 56 VIENTO MURMURADOR ............................................................... 57 LUNA DEL MAR.............................................................................. 58 CANCION DEL MAR DULCE ........................................................ 59 MATALOTES DE PROA ................................................................. 61

A ti, que supiste ser puerto

Bendita sea la luz y la Santa Trinidad. Bendita sea el alba y el Señor que nos la manda. Bendito sea el día y el Señor que nos lo envía. Amén, buen viaje, buen pasaje…

OFRENDA

El duro viento que torció mi rumbo

no me ha quitado de tu amor la guía. Por eso quiero que tu nombre alumbre todo este libro de melancolía.

Simples canciones que soñé surcando la pampa heroica del leonado río, por viejas rutas de añoranza y brumas tienden su vuelo sobre el verso mío. ¡Blancas gaviotas de recuerdo y pena, liviana espuma de mi malandanza! ¡Qué bien me dicen que la dicha estaba detrás del velo de la lontananza!... Desde este puerto que me dio el olvido el alma toda se me va de viaje por ver si queda todavía un sueño en los caminos que borró el oleaje. Stella Maris, Capitana y Reina de los que surcan las eternas olas: tuyo es el canto que mis labios lloran entre el murmullo de las caracolas.

Tuyo es el canto de salada espuma con que suspiro por la vida buena y también tuyas las soñadas rosas de esta esperanza de liviana arena. Mi marinero corazón no tiene más que estos versos de melancolía… ¡Quiera tu gracia recibir mi ofrenda, Stella Maris, Capitana mía!

LA ESTRELLA EN EL BAUPRES

ANCLA A PIQUE

Ya están virando el cabrestante

(¡Ay, corazón! ¡No llores más!) y entre las rosas del levante se abren las sendas de la mar.

Igual que anguila temblorosa va la cadena al escobén mientras la sombra, temerosa, huye delante del bauprés.

Ya por las jarcias trepa y canta la fresca brisa matinal y el foque ríe y se levanta. (¡Ay, corazón! ¿Adónde irás?) Como gaviota que alza el vuelo, de la campana vibra el son. En oro y rosa todo el cielo pinta banderas del adiós. ¡Iza, marino! ¡Iza y entona tu cadencioso salomar! ¡Qué dore el sol la blanca lona!... ¡Ay, corazón! ¿Por qué te vas?

SALOMA

Marinero, marinero

¡no te quedes en la tierra!

Te está llamando el lucero, marinero, por encima de las velas.

Los tritones danzarines de Neptuno, ya te esperan. ¡Cobra bien los escotines que hay delfines que a una tierra azul te llevan! ¡Iza y caza! ¡Gruña el viento en el foque y la cangreja y en las gavias su contento, sin lamento, dé la lona marinera! En la proa dan las olas su canción de voces viejas y entre el son de caracolas barcarolas teje a popa una sirena. ¡Ciñe el paño, marinero! ¡No suspires por la tierra! ¡Busca el rumbo del lucero, marinero, que el amor sigue tu estela!...

CORAZON NAVEGADOR

Si en la tierra me quedara,

nunca más en mi canción como un sueño se volcara de las olas el rumor.

Y por más que lo quisiera no podría mi ilusión perseguir la azul quimera

que en las ondas entrevió.

Mi esperanza es sal y espuma y es de arena mi pasión. ¿Para qué me dió la bruma corazón navegador? Unos dicen: Para Muerte, otros dicen: Para Amor… Yo tan sólo sé quererte con mi sueño y mi canción.

ADIOS A BUENOS AIRES

¡Adiós, adiós Buenos Aires,

ciudad de sueños y amores! ¡Adiós, ciudad de esperanza, palomar de mis canciones!

Ya voy surcando tu río, soñando azul horizonte. Pero al dejarte, se enciende la hoguera de mis dolores.

Te quiero porque en tus calles hallé la gloria sin nombre, aquella que lleva al cielo por un sendero de flores.

Te quiero porque me diste dolor de amor y canciones y también porque a tu amparo viví mi vida de pobre. Me viste sin un centavo, me viste rico de amores,

sediento una vez de día, otra vez ebrio de noche.

Tus barrios guardan mi anhelo, tus calles saben mi nombre. ¡No hay plaza tuya que ignore la angustia de mis canciones! ¡Adiós, adiós Buenos Aires, ciudad de versos y amores! ¡Por las sendas de tu río me marcho quién sabe adónde! Pero aunque me lleve lejos mi loca sed de horizontes, ya nadie podrá borrarme del alma tu dulce nombre. ¡Buenos Aires!... ¡Buenos Aires, palomar de mis canciones!... ¡Que el Cielo quiera guardarte, ciudad de sueños y amores! ¡Y que me deje quererte con un verso y sin un cobre!

CANCION DE LAS VELAS

Alas blancas del velero,

corazón de firme cáñamo, ¿dónde está el viento que pueda desgarrarlas de un zarpazo? Bien ceñidas las escotas, nada importan mares bravos si son brazos marineros los que el rumbo van marcando.

Desde el foque a la cangreja, desde el uno al otro palo, como un himno se derrama la canción del firme paño. Y hacen coro los obenques y el gallardete, bizarro, como serpiente, en el cielo describe ondulante trazo. ¡Dulce canción de las velas, rumorosas de presagios! ¡Cómo se aclaran los rumbos por magia del firme cáñamo!

El foque dice su orgullo de enamorado muchacho, mas la mayor le responde con tono de viejo bravo.

Y en el palo de mesana, con limpio gesto gallardo, la cangreja el pico muestra con la bandera flameando. ¡Caza firme, marinero, las blancas alas de pájaro de tu barco que se escora sobre el río leonado! ¡Caza firme, que te llaman los horizontes lejanos y el alma toda se ensancha soñando, siempre soñando!...

ESTELA DEL RECUERDO

Marinero: no mires la estela porque el alma te pueden robar. El que sale buscando horizontes cosas viejas no debe añorar.

Adelante se extiende la vida y el pasado no puede volver. Marinero: no llames fantasmas, porque nadie devuelve el ayer…

Es verdad que hubo un tiempo florido, es verdad que fue dulce el amor. Pero todo se pierde en la bruma… ¡Y quién sabe si no es lo mejor! En la estela del raudo velero la añoranza se pone a danzar. Pero es malo llorar con su llanto. ¡Es más bueno, más bueno olvidar!... En el grácil bauprés, la aventura ha pintado su fresco arrebol y es camino de gloria el que doran en las olas los rayos del sol. Recordar… ¿Para qué? ¡Si los muertos de la muerte no vuelven jamás!... Marinero: ¿no escuchas el viento? El olvido es el puerto de paz… Marinero: ¡no mires la estela que te pueden el alma robar!

CIUDAD LEJANA

Borrosa, cenicienta, vencida de horizontes, ya la ciudad querida finge azulados montes. Y mientras crece el canto del río leonado, el alma sueña vanos perfumes del pasado. Allá se queda toda la vida hecha canciones; allá, marchitas, duermen las viejas ilusiones; allá, como un sendero de bienaventuranza, se alarga, inalcanzable, mi rumbo de esperanza. ¿Qué calles, qué jardines, qué adormecida esquina no sabe de mi anhelo de errante golondrina? ¡Mi historia desteñida de sueños y canciones bien la repetirían palomas y gorriones!... Barcazas de la Boca, rosales de Palermo, ¡qué mansos me arrullabais el corazón enfermo! Callejas de mi barrio, rincones del Retiro, ¡guardadme siempre el alma que os entregué en suspiro! ¡Ay! ¿Pero quién me lleva por mundo de añoranzas? ¿Quién me repite versos de muertas esperanzas?... ¡Piedad para el que anduvo perdido entre la bruma! ¡No quiere más recuerdos mi corazón de espuma!... Pero es inútil… Grises fantasmas del pasado vinieron del olvido y están aquí a mi lado. Yo dije: ¡No te quiero, ciudad! ¡Me vuelvo al río! Mas todo ha sido en vano… Mi corazón no es mío…

OCRE

Ocre el agua de mi río,

como el verso que te doy. Ocre el rumbo de mi vida sin ternura y sin amor. ¡Cuánto sueño azul trocado simple espuma de ocre mar! ¡Cuántos versos que ya nunca tu ventana encontrarán!

Ocre toda la esperanza y la pena ocre también. ¿De qué vale que te diga que jamás te olvidaré! Ocre el agua y ocre el verso que en la estela se quedó. Marinero de recuerdos, siempre a ti volviendo estoy. ¡Ocre rumbo que me ha dado tu dormido corazón!

DANZA DEL SOL

En las ondas del río leonado danza el sol una danza de olvido. No se puede tornar al pasado… Nunca vuelve el amor que se ha ido…

Eso dice, danzando en las olas, sin palabras, el sol mañanero. Y yo juego a tejer barcarolas que repiten que mucho te quiero. ¡Ay, la danza del sol que no sabe devolverme a la calma del puerto! Hace tiempo que soy como nave

que al timón lleva un pálido muerto. ¿De qué vale engañarme los ojos derramando a raudales el oro? Sólo hay sendas de espuma y abrojos. Bien lo sé… Y es por eso que lloro. Danza el sol en las ondas del río una danza de vieja esperanza… ¡Quién pudiera alejar este frío y bogar por un mar de bonanza! ¡Quién pudiera decir que la vida no es tan sólo sendero de bruma! ¡Quién pudiera cerrar una herida con un poco de sol y de espuma!

FLOR MARINERA

Rosa de los vientos, rosa marinera, rosa sin fragancia: ¡quién te comprendiera! ¡Siempre dando voces de melancolía, voces que son ecos de mi azul porfía!

Para toda pena das un rumbo nuevo. ¡Llena de horizontes toda el alma llevo! Este… Sur… Oeste… Norte… ¡Vano empeño! ¡Rosa que no sabes

devolverme un sueño!

VIENTO EN LA ARBOLADURA

¿Oyes el canto del viento

danzando en la arboladura? No es suspiro ni lamento: es dulce voz de ventura.

Mientras se quiebran las olas en leves flores de espuma, un coro de caracolas tus viejas penas esfuma.

En los estáis y en las velas se afirma el canto de lucha y mientras soñando vuelas, corazón, tu anhelo escucha. Ya sabe de tu esperanza, ya sabe de tu amargura. Por eso en las jarcias danza cantando limpia ventura. Ríen las claras banderas mensajes que el cielo azula y da cifras agoreras el gallardete que ondula. Corazón: ¿oyes el canto del viento en la arboladura? Te está diciendo que el llanto es fruta que no madura. ¡Que te alegres, marinero corazón lleno de bruma!

¡Entre un nunca y un te quiero sólo hay pétalos de espuma!...

VELAS EN EL HORIZONTE

¡Ay, lejanas gaviotas que el vuelo

hacia el puerto tendéis con amor! ¡Quién pudiera seguir vuestro rumbo dorado de sol!

Yo no sé qué destino me lleva, yo no sé quién gobierna el timón. Pero sueño que dejo en las olas mi viejo dolor. En la tierra perdí una esperanza, por rodar tras mi vana ilusión. Mas la pena también se hace canto y al viento la doy. ¡Ay, gaviotas que vais hacia el puerto donde, acaso, dejé el corazón! ¡No digáis que me pierdo en el río llorando un amor! ¡No contéis que, mirando las olas, digo un nombre, como una oración!

MURMULLO DE LAS OLAS

Mirando las olas quebrarse en la proa

me vienen al verso fragancias de ayer, de cuando al amparo de frágil canoa buscaba la ruta que nunca encontré.

Me acuerdo de aquellos riachos dormidos, envueltos en brumas del amanecer, y escucho, soñando, brotar de los nidos los trinos de fuego, de cristal y miel. ¿Qué fue de los ceibos que en la costa abrían sus flores de grana, como herida cruel? ¿Y los tristes sauces que se adormecían besando las aguas de lento correr? Bogaba la frágil canoa, y el alma las alas plegaba, calmando su sed. ¡Qué dulce el remanso de infinita calma! ¡Qué dulce y qué puro, qué bueno también! La vida era entonces un poco de cielo, un agua dormida con flores de fe. La dicha y la gloria no era más que un vuelo de pájaros leves, al amanecer. Y ahora, por magia del agua en la proa, perfuman las flores del tiempo que fue. Y otra vez me lleva mi frágil canoa siguiendo la estela de un viejo querer.

Las olas murmuran sus leves canciones que arrullan los sueños del firme bauprés. Y yo, que me quedo forjando ilusiones, suspiro por rosas que nunca tendré.

NUBES BLANCAS DEL CIELO

¡Ay! ¡Quién pudiera, tras liviana nube,

dejar la tierra de amargura y llanto y como el ave que hacia el cielo sube, volcar la gloria de armonioso canto!

En esta hora de melancolía, el alma quiere nada más que cielo y tras el ansia que la lleva y guía busca el sendero de fugaz consuelo. ¡Quién se alejara del amor perdido, del muerto sueño y la ilusión quebrada! ¡Quién mereciese vaporoso nido para olvidar que nunca tuvo nada! En vano cantan su canción las olas, en vano se alza, majestuoso, el río. Dentro del pecho, como siempre solas, mis penas vuelcan su llorar de hastío.

Leves y blancas, dulcemente puras, las nubes bogan por el cielo abierto y el alma, libre de sus ataduras, busca el amparo de soñado puerto. ¿Hubo una pena de color de bruma? ¿Perdió mi vida su razón y esencia?... Las blancas nubes de liviana espuma no saben nada de mi vieja herencia. Por limpio rumbo la ilusión me lleva y es claro el canto que volando entona: ¡Ancho es el cielo, y la esperanza nueva! ¡Dulce la vida del que bien perdona!

GAVIOTAS

De pronto, graznadoras, con vuelo firme y suave, se ciernen las gaviotas sobre la rauda nave. No sé por qué presiento que traen un mensaje de amor y de esperanza para el que va de viaje. Por eso, porque el alma no quiere más que sueños, florecen nuevas rosas mis líricos empeños y aunque, perdida, ruede mi vida entre la bruma, me digo que hay un rumbo con pétalos de espuma. Mirando las gaviotas seguir la leve estela, me brota un verso limpio que alegra y que consuela, porque no tiene mancha de inútil remembranza ni sabe del acíbar de la desesperanza… Yo estaba solo y triste, cautivo de recuerdos, enfermo del veneno de los minutos lerdos. Yo andaba como sombra por empolvadas ruinas, buscando la alegría de muertas golondrinas. Pero, de pronto, blancas gaviotas en el cielo derraman su mensaje de olvido y de consuelo y el alma, que fue buena, que floreció en la gloria, aventa las cenizas de aquella absurda historia. Tal vez la dicha torne… Y acaso, en esa espera, me brinde su agua buena la vida verdadera. No importan las heridas, no importa el hondo llanto mientras el cielo pinte las alas de mi canto.

ESPUMA EN LAS OLAS

Río de dormidas aguas

mi nave quiere surcar, rumbo a una tierra de olvido que ninguna carta está.

Las gaviotas me dijeron que una tarde he de llegar y hasta el viento me repite que es la tierra de la paz.

Para marcarme la ruta, el agua florida está de leves flores de espuma que un sueño nuevo me dan. El bauprés se alza gallardo y en su sed de inmensidad, besa el agua florecida, con ternuras de galán.

Y el trinquete, enamorado de las nubes, se alza más, con las alas bien abiertas rumorosas de hondo afán. Alma mía: ¡que las olas de este río patriarcal con su arrullo te adormezcan las congojas del amar! ¡Que te lleven hasta el puerto del olvido y de la paz, por senderos florecidos de azucena y azahar! ¡Y que cantes cuando el ancla deje oír su voz final: El amor las almas guía… Lo dijeron y es verdad!

PAMPERO

Allá por el sudoeste, tendida en arco y creciendo, oscura nube se cierne trazando signos de fuego.

Con un volar sostenido que torna más firme el miedo, dejando atrás la tormenta, las aves surcan el cielo. Y el río de viejo cobre, como un león mal despierto, su larga melena agita entre el bramar de los truenos. Plegadas están las alas de cáñamo del velero y en su desnudez los palos sus brazos abren al viento que en rachas de furia loca pasa golpeando y rugiendo.

Rueda por montes de nubes el sordo carro del trueno… Rojizas heridas rasgan la piel morena del cielo que llora un llanto de muerte, vencido por el pampero…

El barco, gaviota leve herida en mitad del vuelo, se escora bajo las garras ensangrentadas del viento, mientras el río levanta sus olas, siempre rugiendo con su rugir pavoroso de altivo león hambriento. Después, como si volviera de las sombras del infierno,

por una senda de espuma se yergue el bravo velero, altivos los firmes palos y el timón siempre despierto. Como recién terminado está el dosel de los cielos.

PALABRAS AL RIO

Para decir cuánto te quiero,

no tengo más que estas palabras, leve fragancia de tus islas y arena de tus playas.

Estás en mí, porque te siento como sendero de esperanza que lleva al cielo prometido que ansiosa busca el alma.

Oigo tu voz de muchos siglos diciendo el nombre de la Patria y se humaniza tu grandeza temblando en mis pestañas.

En tu color de mar humilde bebo el secreto de la gracia. ¡Ay! ¡Bien quisiera, aquí en mi pecho, un corazón de tierra parda!... Río de ensueños y de anhelos, río de luchas y nostalgias, de todas partes te trajeron la vieja flor de la esperanza.

Y fuiste cuna de alegrías, profundo canto sin palabras, para el dolor que da la vida con su pavor de noche larga.

El que sufría, como un rezo, tu dulce nombre suspiraba y se alejaba la amargura diciendo ¡Río de la Plata! Y tú te diste todo entero, como se dio también la pampa, siempre sencillo en tu grandeza de rumbo abierto a la esperanza. ¡Cuánta ceniza te trajeron, cuánto dolor y cuántas lágrimas!... Guarda el secreto de otro mundo el viejo cobre de tus aguas.

Al dulce arrullo de tus olas, llena de luz creció la Patria, mientras subía por el mundo la libertad, trocada en alba.

Las firmes quillas te surcaron buscando azules lontananzas y hubo otra vez un claro nombre para alejar la pena amarga.

Tal fue tu vida luminosa, tu limpia vida de patriarca. ¡Tal siga siendo por los siglos, mi Dulce Mar de la Esperanza!

LAUREL Y ESPUMA

MARCHA GUERRERA DEL ALMIRANTE

Pabellón que afirmó la hidalguía,

siempre al tope flameando ha de estar.

Bajará, derrotado y sin mancha, con la nave, hasta el fondo del mar. Se ha dormido la brisa en las velas y ha callado el tronar del cañón… Son destellos de gloria en las aguas los rayos del sol.

Se disipan los negros fantasmas que en los aires el humo fingió. ¡Cómo acechan altivas, las naves del Emperador!

Son un bosque de palos y lonas sobre el río color de león. Norton viene, llevando al ataque con su Nichtheroy. En Los Pozos se yergue la Patria, dulcemente sagrada en su honor. Con orgullo, la guardan las naves de Guillermo Brown.

Buenos Aires contempla la escena que iluminan los rayos del sol. Hay en todos los ojos un velo de amarga emoción. ¿Qué será de la escuadra patriótica en las garras del Emperador? Norton quiere tocarla ceniza, según proclamó. Pero el bravo Almirante del Plata sólo sabe luchar con honor. En sus naves, la firme consigna serena vibró: Irse a pique será preferible a rendir el azul pabellón… Y tres ¡Viva la Patria! profundos el río escuchó.

Ante el pueblo que el cuadro contempla el cañón argentino tronó… En Los Pozos aguardan las naves de Guillermo Brown.

Reducir a cenizas quería James Norton los barcos de Brown. ¿Por qué, entonces, tan lejos se queda con su Nichtheroy? La bajante del río le impide atacar con fortuna mejor. Vanamente, atronando los aires, retumba el cañón. ¡Treinta naves cercando la presa que en Los Pozos la astucia fondeó! ¡Treinta naves que detiene el río color de león!

(James Norton: algunos afirman que esa tarde falló el conductor. Otro escriba la Historia… Yo digo que el agua faltó.) Mas, ¿qué velas con esas que el pueblo, anhelante, de pronto entrevió? ¡Es Rosales, que acude al llamado de Guillermo Brown! ¡Es Rosales, muchacho porteño que en la lucha su pecho templó! ¡Buenos Aires lo sabe el escudo que guarda su honor! Allá viene, forzando las velas, con su siempre eficaz división. Sobre el manso placer de Las Palmas su rumbo trazó. El Caboclo de Grenfell se lanza a trabar su segura junción.

Y en Los Pozos resuena la orden: ¡A la Nichtheroy!... Es el bravo Almirante del Plata que su altiva fragata dejó y embarcado en sutil cañonera se cubre de honor.

Boga Espora, siguiendo sus aguas, y tras ellos Bathurst se lanzó. ¡Velas blancas y brazos de bronce cantando al valor! ¡Es la marcha guerrera que entonan los muchachos de Guillermo Brown! Con orgullo, las aguas del río se doran de sol. Y allá va el Almirante del Plata a vencer o a morir con honor. La Victoria deshoja laureles sobre el río color de león.

CANCION DEL MUCHACHO GRIEGO

Para contar tu muerte heroica quiero decir humildes versos, lejos del son de los tambores y el resplandor de los aceros… ¡Callen sus voces los clarines, en las banderas duerma el viento y los cañones no florezcan con su tronar, rosas de fuego! ¡Tan sólo bajen a mi canto

puros afanes de aquel tiempo, cuando la Gloria se buscaba con alma limpia y firme pecho!

Entre fulgores de leyenda, dormido estás, muchacho griego… Para cantar tu muerte heroica se abren las alas de mi verso.

Viniste de una tierra de dioses y guerreros.

Cruzando el mar llegaste, bajo el propicio cielo, los ojos azorados y amanecido el pecho.

Te trajo la aventura y en este mundo nuevo se abrió, fragante y buena, la rosa de tu anhelo.

Cambiaste el mar sagrado de tu terruño griego, por un tendido río color de cobre viejo, de un río que a los hombres les daba claros sueños.

Viste crecer la Patria con sangre y con desvelos y tú también quisiste llamarte su guerrero. Desde ese día, tuvo nuevo latir tu pecho y en un afán de gloria relampagueó tu acero. Lanzada al abordaje, las islas de Hornos vieron la sombra amenazante

de tu lanchón de puerto. Después Martín García gozó con tu denuedo de bravo que a las balas ofrece abierto el pecho. Con tu balandra Carmen ¡cómo sembraste el miedo, las velas, en la noche, buscando el barlovento!

Y cuando Romarate armó veloces remos, ¿quién, sino tú, le daba sonoro adiós de fuego? ¡El Comodoro supo que eras de buen acero cuando en Martín García te vió, muchacho griego! Brown reclamaba jefes que no sintieran miedo. ¡Por algo está tu nombre grabado en sus recuerdos! Muchacho: ¡quién pudiera volver a aquellos tiempos y verte en tu balandra, tal como a un dios guerrero, sereno ante la ofrenda de sangre, de humo y fuego!...

Los dioses en la tierra no moran mucho tiempo. Les dejan a los hombres la senda de su ejemplo y silenciosamente se vuelven a los cielos…

Siguiendo tu destino,

bravo muchacho griego, tras Romarate fuiste con frágiles veleros. Tan sólo cinco barcos el Uruguay subieron, creyendo al enemigo en trampa de agua preso.

Pero en la costa hay quienes juegan de un modo artero, traidores que se venden sin regatear el precio.

Y a Romarate ayudan con pólvora y refuerzos, de modo tal que es lobo el que antes fue cordero.

En esa red quedaron los cinco barcos presos. Arroyo de la China fue arroyo traicionero. Allá cayó esa tarde el bravo Notter, muerto, y tú brindaste a todos la gloria de tu ejemplo. Cuando varó la Carmen, tu espíritu guerrero sobre las tristes aguas se alzó en sagrado fuego. Los restos de tu barco, humeantes, escribieron tu nombre de valiente por la amplitud del cielo.

Para cantar tu muerte heroica, quise decir humildes versos, lejos del son de los tambores

y el resplandor de los aceros.

Samuel Spiro te llamabas y así te nombra mi recuerdo, con el cariño fervoroso que, hecho canción, levanta el vuelo. Samuel Spiro te llamabas y eras valiente y eras griego… También la Patria lo recuerda, puesta tu espada sobre el pecho.

CANTO HEROICO DE LA NIEBLA DE SAMBOROMBON

¡Levanten sus voces los firmes clarines,

redoblen los parches con ritmo marcial y en las viejas tumbas de los paladines revivan los ecos del canto triunfal!

¡Tremolen al viento las claras banderas, retumbe en los aires la voz del cañón y tornen al río las sombras guerreras de aquella mañana de Samborombón! No siempre da lauros la ansiada victoria. La amarga derrota se vuelve de miel si escribe el valiente su nombre en la Historia con limpia hidalguía, mejor que el laurel. Buscando el Salado navega un velero por las turbias aguas de Samborombón. Retorna cansado de un vano crucero, luciendo en el pico triunfal pabellón. La niebla de otoño lo envuelve y lo abruma cortando su rumbo con velo espectral.

Pero ya la Patria florece en la espuma que pinta en la proa jazmines de sal.

Entona la brisa de la madrugada en blanca lona su vieja canción, mientras el velero, con grácil bordada, avanza latiendo como un corazón. Volver a la Patria… ¡Qué limpia alegría, qué eterno motivo de felicidad! ¡Detrás de la niebla cenicienta y fría, sus torres alzaba la dulce ciudad! ¡Buenos Aires!... ¡Nido de sueños y amores, siempre unido al nombre de alguna mujer! ¡Bálsamo que borra todos los dolores, vino que da gloria, como un buen querer!...

Tal vez de este modo su amorosa queja diera algún muchacho, porteño cabal, guapo de San Telmo, de arillo en la oreja, que olvidó en las olas baraja y puñal. Herida de grises fantasmas de bruma, la brisa deshoja su vieja canción. Muchacho porteño: Tu anhelo es de espuma te dicen las aguas de Samborombón.

Ligera gaviota, retorna el velero de rondar las costas del verde Brasil. ¡Verdad que no sabes, 8 de Febrero, que una trampa tiende la niebla sutil! ¡Y tú, comandante, sin igual Espora, nunca mereciste burla tan cruel! ¡Por tu limpia espada, siempre vencedora, sonriente, la Gloria te diera un laurel!

Las brumas, de pronto, tajadas y rotas, en alas del viento de prisa se van. Los fieros bajeles de Olibeira Botas rodeando la nave de la Patria están.

Bergantín porteño, gallardo velero, ¡triste es la mañana de Samborombón! ¡Pero no te rindas sin salvar primero el honor sagrado de tu pabellón! ¡Arriba, porteños, que la Patria espera! ¡Sólo los cobardes ceden sin pelear! ¡Arrimen las mechas! ¡Que la azul bandera triunfe o se hunda, gallarda, en el mar! Espora: tú mismo, con amargo llanto, arriar ordenaste el azul pabellón. Pero tu bravura, con heroico canto recuerdan las aguas de Samborombón. ¡Levanten sus voces los firmes clarines, redoblen los parches con ritmo marcial y en las viejas tumbas de los paladines revivan los ecos del canto triunfal!

ELEGIA DEL MONTE DE SANTIAGO

¿Qué sueñas, comandante, Francisco Drummond bravo,

dormido en tu silencio de mirtos y de lauros?... ¿Qué senda de los cielos busca tu afán segado, fragante del cariño que floreció en tus labios?

Solloza entre las frondas del Monte de Santiago la brisa que ha perdido la estela de tu barco y el río, con jazmines de espuma, por los bancos tu nombre de valiente, con pena va bordando. La Muerte, comandante, cerró tus ojos claros. La espada vencedora, caída de tus manos, se empolva de silencio, de gloria y de pasado, después de haber sabido del fuego de tu brazo.

Las aguas acarician los restos de tu barco, recuerdo de hidalguía, ceniza de fracaso, y es como un canto heroico aquel que van llorando las olas arboladas del río leonado. La novia que te espera no gozará tu abrazo y aguardará soñando tu vuelta, pero en vano. Ya frío como el bronce, ya mudo como el mármol, Francisco Drummond, duermes tu sueño reposado. ¡Oh plácidas montañas de tu país lejano! ¡Oh sendas que ya nunca recorrerá tu paso! Ya todo es un recuerdo, ya todo es turbio llanto que vierten los que vieron caer tu afán quebrado. Los besos de tu madre, sobre tus frías manos, no dejarán su aroma de inmaculados nardos y de ese Buenos Aires que te admiró bizarro no se abrirán los cielos para tu viaje largo. ¿Qué sueñas, comandante, dormido en el remanso, todo cenizas leves, todo silencio amargo, de la profunda Muerte?... Del Monte de Santiago sube una bruma tenue, glacial como un sudario.

Retumban por los aires los roncos cañonazos y el enemigo entona su victorioso canto. Pero en la paz descansa, Francisco Drummond bravo, porque a la Gloria subes, de lauros coronado.

En mansa tumba duermen los restos de tu barco, cautivo en las arenas del traicionero banco. Mas ya las turbias aguas del río leonado tu nombre de valiente deshojan en su llanto.

A Buenos Aires vuelva tu cuerpo destrozado y tierra de la Patria le brinde su regazo. Las frondas susurrantes del Monte de Santiago arrullarán tu sueño de mirtos y de lauros. No importa lo que sueñes, Francisco Drummond bravo. La Patria te recuerda… La Gloria está a tu lado.

ROMANCE DEL ESCUDO DE BROWN

Ya por los cielos enciende sus rosas la madrugada y el fresco viento del norte canciones de lucha canta. Surcando las aguas ocres navegan las dos escuadras y ronda la Gloria, alerta, sobre el Río de la Plata. Ya están marcados los rumbos, las suertes ya están echadas. Sus negras bocas florecen los cañones de las bandas y un soplo de muerte vuelca su niebla sobre las almas. En línea de fila bogan, alertas, las dos escuadras. ¡Qué heroica sube ese día por Quilmes la madrugada!... La 25 de Mayo llevando al combate avanza. Las olas rompen, cantando, sobre su proa gallarda y el oro del sol sonríe dorando sus velas blancas. ¡Pero mal rumbo es el tuyo, valerosa capitana! Cenizas de la derrota siguiendo tu estela danzan y hay un frío de presagios temblando en las carronadas.

Al tope llevas la insignia del Almirante del Plata y altiva, en el pico, luces el pabellón de la Patria.

Pero esta vez, como nunca, las suertes ya están echadas. ¡Que el Cielo, del Almirante proteja las limpias armas! Y que recuerden los hombres lo que banderas señalan: Antes que rendidas, duerman las naves bajo las aguas. De nada valen los planes cuando se turban las almas. La 25 de Mayo, de todos abandonada, en cerco de fuego lucha serena y siempre gallarda. ¡No en vano muestra la insignia del Almirante del Plata!... ¡Guillermo Brown! gime el aire, mordido por la metralla y ¡Guillermo Brown! repiten del ocre río las aguas. ¡Enemigos y enemigos nublando la lontananza! ¡Y cañones brasileros sembrando sus andanadas! ¡Y altiva como ninguna la nave republicana!... Pero no está sola, no, la valerosa fragata, que ya el valiente Rosales como un escudo la guarda. Es tan sólo una gaviota la goleta que comanda, pero su gente es de aquella como el acero templada.

Son hombres que bien conocen veredas de malandanza,

siempre sereno el acento, siempre firme la palabra, de piedra las manos rudas, de piedra también las caras, pero en los pechos de bronce un dulce anhelo de Patria.

La leva los recogió en alguna noche mala y los costados de un barco limitaron sus hazañas.

Tijeras les recortaron coletas que bien portaban y drizas y escotas fueron figuras de su baraja. Así se hicieron amigos de masteleros y gavias y en vez de riñas tuvieron la gloria de las bordadas.

Pero lo que les nacía tal como un grito del alma, era el amor por el brillo de hielo del arma blanca.

Puñales y sables corvos, espeluznantes espadas, machetes de torvas hojas y deslumbradoras dagas, en esas manos de piedra mensajes de muerte daban.

Hombres de lucha y conquista, hombres de grito y de garra, de todos hizo Rosales tripulación de batalla, fiel y brava guardadora del pabellón de la Patria. Escudo firme y sereno de la nave capitana,

Rosales oye a la Gloria cantando en cada descarga.

Una tras otra, las naves del Emperador avanzan y una tras otra vomitan la muerte, en fuego y metralla. La Nichtheroy es infierno tonante, de banda a banda, y el fiero Caboclo enfila, segando, sus carronadas.

Herida por todas partes está la heroica fragata. Pero no hay barco enemigo que se decida a abordarla.

A popa, el bravo Rosales para cubrirla se agranda, feliz con saberse escudo del Almirante del Plata.

Sus hombres hacen milagros en medio de las descargas, luchando a la dulce sombra del pabellón de la Patria. Con fervorosa hidalguía devuelven bala por bala y cuando ya los cartuchos de la dotación se acaban, con mangas de sus camisas y pólvora los preparan. Y así se lucha y se sufre y así laureles se ganan, hasta que los brasileros inician la retirada. Borrachas de tanta gloria se duermen las turbias aguas.

Hacia el fondeadero amigo remolcan a la fragata. La llevan, ya moribunda, mas como nunca gallarda. El río se torna manso, deseoso de acariciarla, y el viento llora, besando las velas despedazadas.

Los brasileros se alejan temiendo quedar sin agua, mientras un nombre bizarro va pregonando la Fama.

Ya cerca de Buenos Aires, de fiesta viste la escuadra y las banderas parecen despedir la capitana. Allá sencilla y humilde, la goleta Río avanza, después de haber sido escudo del Almirante del Plata.

La Gloria anduvo tejiendo por Quilmes frescas guirnaldas… Rosales puso en la suya los colores de la Patria.

BARCAROLAS

NIÑA DE LAS ISLAS

Como no es ningún pecado, lo puedo a todos contar:

tengo un amor en las islas que arrulla el Carapachay… Es una niña morena, capullito de azahar, con labios color de grana que envidia al ceibo le dan.

La vi una tarde rosada, volviendo del Paraná. (Recuerdo que entre la fronda trinaba a gloria un zorzal…) Estaba, sueño de espuma, oyendo al agua cantar. Las madreselvas tejían guirnaldas para su afán. Tenía azules los ojos de tanto al cielo mirar. De su sonrisa serena ya no me olvido jamás.

Le dije que era más linda que el leve mburucuyá y que era río de gloria, por ella, el Carapachay. Le hablé de un amor isleño brillando en mi soledad y a cambio de un dulce beso la vida le quise dar.

(Como era buena y sencilla, no quiso tanto cobrar. Por cada beso quería otro beso… y nada más.) No quiero manchar mi verso con penas de bruma y sal. ¿Qué importa que sean los sueños tan sólo espuma de mar?

Cantando leves cantares se alegra mi soledad. Un amor tengo en las islas que besa el Carapachay…

En vano el viento me dice que ya no lo tengo más. Por mansas rutas de ensueño tal vez lo vuelva a encontrar.

Con madreselvas, tejida la dulce promesa está…

CANCION DE MARTIN GARCIA

Siempre fué cosa de cantar enamorarse en primavera, cuando el aroma de las rosas torna más íntimas las sendas. Siempre fué dulce al corazón el rutilar de las estrellas cuando septiembre da a las noches el lago azul de su tibieza. Pero soñar y padecer en una senda con violetas, es regalada maravilla que entre suspiros se recuerda.

Dorado rumbo me llevó hasta la isla traicionera, en un otoño que guardaban grises fantasmas de la niebla. ¿Por qué mi barco abandoné,

siempre soñando con la tierra? ¿Por qué me fui, tejiendo versos, por un sendero con violetas?

(Tal vez no supe comprender lo que anunciaban las banderas que tremolaban en el faro entre la bruma cenicienta. O no entendí, para mi mal, el grito enérgico de ¡Alerta! con que los teros me alejaban de los peligros de la senda…)

Por Puerto Viejo me perdí, juntando tímidas violetas. (Yo nunca supe si la culpa fué de la niña o de la niebla…) Después… después me enamoré y tuve sueños y tristezas. Y así en otoño me dió flores un dulce amor de primavera. Martín García me brindó flores y pájaros y estrellas y hasta me dio fulgor de luna para bordar canciones nuevas.

Mas lo que nunca olvidaré porque es recuerdo que consuela, son las mañanas encantadas de aquella senda con violetas.

DICEN QUE ALLA, EN LA ENSENADA…

Dicen que allá, en la Ensenada,

me han visto vagabundear por una calle olvidada y herida de soledad.

Dicen que es una locura bajo la luna cantar cantares de azul ventura, junto a florido portal.

El viejo contramaestre no deja de rezongar que una sirena terrestre cambiando mi rumbo va.

Y hasta el grumete lampiño que está aprendiendo a cuartear, entona, haciéndome un guiño, risueña marcha nupcial. Corazón de marinero ¿en dónde puedo fondear? Lo que sueño y lo que quiero tan sólo espuma será. Dicen que por la Ensenada me han visto vagabundear… Pero siempre, en mi bordada, recalo en la soledad.

Gaviotas de mis anhelos, sirenas de mi soñar, me pintan rosados cielos de mansa felicidad. ¿Qué más necesita el alma de aquel que va por el mar? Acaso la dulce calma es flor de espuma y de sal.

Dicen que por la Ensenada me gusta vagabundear… Verdad… La noche estrellada

es viejo puerto de paz.

SON DE CARACOLAS

Yo sé que un día retornarás…

Por ti, lejana, mi esperanza su canto da y en las rosas de la mañana mi afán libando va.

Tal vez un día se descorra este velo gris y la senda que más quería, feliz, me lleve a ti.

Azul sendero será siempre tu buen querer, alumbrado por el lucero de fe que está en mi sien. Canción quebrada recogí en mi vivir sin luz. Pero puede tornarse alada y azul si vuelves tú.

Mi amor, perdido, siempre busca su palomar.

Al calor de tu dulce nido de paz retornará, por senderos de nubes o por rutas de sal. Así lo sueño y así será. Toda rosas de gloria crece el alba del mar.

MARINERO ENAMORADO

Por rutas de sal y espuma la vida me va llevando.

Los puertos me dan olvido y el mar, ceniza de llanto. Tristeza de caracolas, dolor de arena en las manos. Bauprés sediento de nubes, mi viejo anhelo levanto. Gaviotas de los recuerdos me siguen, siempre graznando. Por eso huele a nostalgia la mansa flor de mi canto.

La brisa, riendo, me dice: ¡Marinero enamorado! ¡La pena se deja en tierra, prendida a unos dulces brazos! ¡Borracho de vino y besos se vuelve a la mar cantando!... También las olas repiten ¡Marinero enamorado! y con el alma en la estela,

recuerdo versos de antaño… ¡Qué lejos está mi puerto, con su bondad de remanso! ¡Qué lejos y qué perdido para mi anhelo tronchado!

Por rutas de sal y espuma mi pena voy deshojando. La brisa leve me arrulla: ¡Marinero enamorado!... Mi corazón, vino turbio, suspira: ¡Sueño quebrado!...

PLEAMAR

Si acaso no te dije lo mucho que te quiero,

no pienses que tu nombre ya se apagó en mi pecho. Recuerda que este rumbo de sombra y de silencio tú misma me lo diste como una flor de hielo. Lejos de ti, mi vida se torna grito y miedo, cadena pesarosa de amargos pensamientos. En vano voy buscando la calma de un sendero sin piedras de nostalgia, sin zarzas de recuerdo. Eres como la arena que me señala el tiempo, como la sed rojiza que me tortura el pecho. El día que tu nombre no alumbre mi desvelo será porque en las sombras de la ancha Muerte duermo. Busco perdido, ansío la calma de puerto y mi esperanza ondula como bandera al viento. ¡Mentira dolorosa de los minutos lerdos que se me van lo mismo que arena entre los dedos!

Tal como el río, crece mi amargo sufrimiento y cada vez más triste me escondo en mi silencio. En humo y en ceniza ya se trocó mi anhelo, pero tu amparo busca mi malherido verso. Tan sólo cuando sepas que en la ancha Muerte sueño, piensa que no te nombro, piensa que no te quiero…

CANTO DE PROA

En el mar de los recuerdos

naufragó mi corazón. Las sirenas se enjoyaron con los sueños de mi amor.

Los delfines recogieron un pedazo de canción y una linda caracola con tu nombre se adornó.

Mi tristeza, entre las ondas, como sal se derramó y en las barbas de Neptuno hizo nido mi ilusión.

El buen viejo rezongaba: ¡Qué mal lastre es el amor! ¡Cargamento de ceniza que echa a pique al corazón!... Las madréporas pintaron encantado huerto en flor y en la arena, blanda fosa con su cola abrió un tritón. La sirena más bonita

puso allí mi corazón, bajo un ramo de corales del color de mi dolor.

Calamar de muchas tintas, trazó presto esta inscripción: Perdió el rumbo tras un sueño y en la muerte lo encontró. Y después cantaron todos una acuática canción. Y Neptuno se reía como me estoy riendo yo…

DANZA DEL DELFIN ENAMORADO

¡Ay, corazón, corazón,

qué triste es el amor!

Un delfín se enamoró de una cándida sirena y estos versos le escribió con espumas en la arena:

Marinero corazón quiere un rumbo de ternura que le brinde la ilusión de una tierra de ventura… Dulce niña: ¡quién le diese buen remedio a mi dolor! Desde que escuché tu voz, más amargo el mar parece pues de ti me lleva en pos cuando baja y cuando crece. ¡Ay, corazón, corazón,

qué extraño es el amor! En la banda de babor me abrió un rumbo tu mirada. Con un beso arrobador puedo dar otra bordada. ¡Quién pudiera ser el sol que te dora los cabellos o el sonoro caracol que te dice versos bellos! ¡Pobre sueño que se esfuma sin hallar tu corazón! Pero ya perdí el timón y ando errante entre la bruma. Sólo tengo una canción, leve flor de blanca espuma. ¡Ay, corazón, corazón, qué dulce es el amor! Un delfín se enamoró de una cándida sirena… De su anhelo no quedó más que espuma y rubia arena.

LAS BARBAS DE NEPTUNO

El viento murmurador

le cuenta al río esta historia de misterioso color.

Pero el viejo timonel recuerda un tiempo de gloria recorriendo el espinel.

Rumbo a los diques del cielo ¡Boga, marinero, boga! iba Neptuno barbado con un patache cargado ¡Boga, marinero, boga! de llanto, angustia y desvelo.

Pero al llegar al estrecho ¡Aguanta el remo marino! que llaman de la Fortuna, vio a la romántica Luna ¡Aguanta el remo marino! dejar su pálido lecho. -¿Adónde vas, buen Neptuno, ¡Cía, marinero, cía! con esa carga de engaño? -¡Voy a mostrar cuánto daño ¡Cía, marinero, cía! causa tu brillo importuno!

-Pero la culpa no es mía, ¡Aguanta, marino, aguanta! sino del que amores sueña y en alcanzarlos se empeña ¡Aguanta, marino, aguanta! por rutas de fantasía.

Rumbo a los diques del cielo ¡Boga, marinero, boga! iba Neptuno barbado. Y una sirena, a su lado. ¡Boga, marinero, boga! de amor le daba el consuelo. ¡Comandante cual ninguno, pescador de buen anzuelo, era el pícaro Neptuno!...

TARDE QUE SE VA…

Tarde, mansa tarde, perfumada y leve,

corazón de rosas y alma de añoranzas. Tarde, rubia arena de la dicha breve, dorado espejismo de mis lontananzas.

Se abre silencioso su cordial remanso como mano amiga dormida en mi pecho. Cerca está la gloria, la que nunca alcanzo por este sendero demasiado estrecho. Toda aquella sombra del soñar despierto se arrebola al beso del recuerdo bueno. La tarde es lo mismo que un callado puerto para mi cansado corazón de cieno. Deshojadas rosas, polvorientos versos, desteñidos cielos de un amor de espuma. La vida es recuerdo de anhelos dispersos que el alma recoge, llorando en la bruma.

Tarde, mansa tarde, leve y perfumada, ¡qué lerda te alargas sobre el viejo río! Tarde: ¡no me engañes!... ¡No me digas nada! Tuyo es este verso desolado y frío… ¡Tuyo, sólo tuyo, tarde arrebolada, alma de recuerdos, corazón de hastío!

BRISA QUE DE TIERRA VIENE

Brisa que de tierra viene trayendo aroma y recuerdos,

se torna niña de seda jugando con mis cabellos.

Me besa la boca amarga, me arrulla con voz de sueño, mas cuando quiero abrazarla tan sólo es nieve en mis dedos. ¡Qué limpia su fresca risa rodando por mi desvelo! ¡Qué simple su amor, que enciende florida estrella en mi pecho!

Para el que va por la vida buscando imposible puerto, la brisa borda canciones con leve espuma de sueños.

Y mientras surca las olas mi corazón marinero, el alma se va de viaje por mansas rutas del cielo.

La brisa lo sabe todo: fragancia, nombre y silencio. Podría contar a todos mi angustia, verso por verso… Y entonces, ¿por qué se duerme jugando con mis cabellos? ¿Por qué me deja en los labios la miel fragante de un beso?... ¡Ay, brisa, niña de seda: tampoco a ti te comprendo!

PUESTA DE SOL

Las nubes se tiñen de púrpura y grana,

se torna más hondo del río el rumor, mientras, como un sueño, la costa lejana se duerme entre brumas de vieja ilusión.

El viento, en las velas, murmura su canto, borracho de aromas que el Delta le dio y el alma, sin sombra de pena o quebranto deshoja su anhelo trocado canción.

Es esta la hora del manso recuerdo, del leve suspiro, del verso de amor. Sendero con rosas por donde me pierdo cegado del velo de azul ilusión. Es este el remanso de ensueño y de calma que copia del cielo misterio y color. Es este el instante que enciende en el alma la estrella que sabe del Reino de Dios.

Surcando las ondas morenas del río, persigo la vieja moneda del sol. La tarde se muere… Te nombro y sonrío… Y es esta mi dicha, mi gloria de amor.

ESPUMA DE MAR

Tenías la mirada de cielo amanecido y el agua de la gloria cantaba en tu reír. ¡Qué lluvia de jazmines cayó sobre mi vida cuando te conocí! Venías de una tierra de abiertos horizontes,

de un mundo de palomas de pura anunciación. Después que tú llegaste, mi vida fué sendero dorado por el sol. Trajiste la palabra de cálida esperanza que fué en mi desencanto como una llama azul. Antaño tuve rosas y estrellas en mi ensueño… Ninguna como tú.

Me diste la ternura del lirio entre las zarzas, la mágica fortuna celeste de la fe. Tu beso fué el olvido sembrado en la amargura de mi cansada sien. ¡Oh verso nunca escrito, de mi amorosa dicha! ¡Oh tiempo detenido sobre mi corazón!... Lloraron las estrellas con lágrimas de plata cuando dijiste adiós. Pero ¿es verdad? ¿Te fuiste?... ¿No estás aquí a mi lado, serena y silenciosa, de rosa y de jazmín? ¿No es tuya esta fragancia de sueños y de anhelos volcada en mi vivir? ¿No viene de tu alma la alondra de mi verso, dorada del cariño que le enseñó a cantar? ¿No ríe con tu risa la brisa de la tarde que suspirando va?... Tenías la mirada de cielo amanecido y el agua de la gloria cantaba en tu reír… Aunque mi vida toda se torne leve arena, siempre serás así.

PAJARITO VIAJERO

Con las alas cansadas de vencer lejanías,

te posaste en la driza de largar las banderas. El recuerdo lejano de un adiós parecías con el manso desmayo de tus plumas remeras.

Yo soñaba en la tarde mis canciones sin nido, contemplando las ondas rumorosas del río. En las gavias, el viento se tornaba gemido y el bauprés suspiraba de nostalgia y de frío. ¿De qué mundo venías, pajarito viajero? ¿De qué tierra fragante, de qué azul lontananza? (Por senderos de nubes, persiguiendo un lucero, silenciosa volaba, como tú, mi esperanza…) ¿Te aguardaban los prados, te esperaban las flores, más allá de los cirros que el ocaso teñía? (Leve ruta de ensueño, caminito de amores, yo también, con canciones, mansamente pedía…) ¡Ay! ¡Qué tristes, qué errantes, qué calladas, qué solas van las almas que el rumbo de la gloria olvidaron! Como un largo sollozo, la canción de las olas va diciendo de sueños que en la Muerte fondearon… Pajarito viajero, navegante del cielo que a mi verso le diste melancólico acento: ¡quién pudiera, hecho canto, derramar el anhelo y dejar la esperanza perfumando en el viento!

BARCA QUE VA POR EL MAR

Mi corazón, vieja barca sin rumbo, perdida va por las rutas del mar.

Soñé el dulzor de tu cálido arrullo y al despertar fue mi llanto de sal. Manché mi voz con la angustia del mundo porque, en mi mal, sólo supe soñar. Cantando voy y en las olas que surco tu nombre está como flor de coral. ¿Quién me tornó vieja barca sin rumbo? ¿Por qué a la paz nunca puedo arribar?

Mi corazón que soñó con tu arrullo llorando va sin saberte encontrar. Mis sueños son leve espuma de mar.

GRILLO MARINERO

¿Qué pena es la tuya,

grillo marinero, que la noche vuelcas tu claro desvelo?

Tu canto sin norte despierta mis sueños que añoran la calma

de un lejano puerto.

Llorosas estrellas y angustiado viento, de esta noche larga son los compañeros. Río de nostalgias, ruta de recuerdos y un amor sin nombre lejos, siempre lejos… ¡Cuánta azul espera, cuánto vano verso, trocados ceniza de mi desconsuelo! Como tú, cantando mi esperanza, muero: alma enmudecida, corazón abierto. Bajo las estrellas canto mi desvelo como tú lo cantas, grillo marinero.

Cuando nazca el día, los dos callaremos… Nadie sabrá nada de estos vanos sueños.

LUCES DEL PUERTO LEJANO

La noche, negra y honda, me tiene prisionero y soy como un destello de estrella, nada más. Hay un gemido largo royendo el mastelero y el viento, por las jarcias, su desconsuelo da.

La rueda, silenciosa, teje y desteje rumbos, despierta entre las manos del rudo timonel. Como un borracho triste que avanza dando tumbos, la nave busca el puerto del rubio amanecer. ¡Oh noche, viento, cielo, rumores del navío! ¿Por qué en el pecho siento de bruma el corazón? ¿De dónde viene el llanto que sobre el verso mío deshoja la amargura de un desolado amor?

La vida es triste yermo de espumas y de arenas, y el alma, hoja amarilla que hacia la muerte va. Canciones y esperanzas, amores y azucenas, son pálidos destellos de ensueño, nada más… Y sin embargo, siento que hay algo que me guía, que hay algo que murmura que todo no es sufrir. Las luces que engalanan la oscura lejanía me dicen, rutilando: Los mares tienen fin. Es cierto. Hay una tierra de amor y de esperanza con puertos para el alma que de la mar volvió. Allí sus flores brinda la bienaventuranza y se hace manso lago de olvido el corazón. ¡No temas a las olas que rondan tu navío ni olvides que hay un rumbo de gloria, timonel!... Así, cantando digo. Y hay en el canto mío, fragancia de las rosas del rubio amanecer.

CIUDAD DE ESPERANZA

¿Qué tiene tu recuerdo, ciudad, ciudad querida,

que se abren, con tu nombre, las flores de la vida? Ciudad de mis cantares, ciudad de mi esperanza, por ti se torna de oro la oscura lontananza.

De puerto en puerto llevo mi anhelo y mi quebranto. ¡Mas sólo tú perfumas las alas de mi canto! Arena de los sueños, cenizas del olvido, se vuelven a tu amparo sendero amanecido.

Tus días son de roca, tus noches de azucena. (Lo mismo, según dicen, que el alma grande y buena…) Te quiero en mi tristeza, te quiero en mi alegría. ¡Por valles de la muerte, contigo soñaría! Ciudad, ciudad de versos, refugio de mi anhelo: ¡quién fuera cual paloma querida de tu cielo!... Al viento doy, soñando, tu nombre de esperanza y en lágrima se torna mi bienaventuranza. ¿Qué tiene tu recuerdo, ciudad de mis canciones, que enciende las estrellas de muertas ilusiones? ¿Qué tiene tu recuerdo, nostálgico y sereno, que así mi afán consuela, que así me torna bueno? Ciudad de mis cantares, ciudad, ciudad querida: ¡en ti se abrieron todas las rosas de mi vida!

RUMBO DE AMOR

Timonel: ¡este es el rumbo de la gloria y de la paz! Noche a noche lo he buscado. ¡No lo quieras olvidar! Hace tiempo me dijeron: ¡Nunca, nunca lo hallarás! Yo me fui por viejas sendas con mi sueño y mi cantar. ¿Qué me dijo la bonanza? ¿Qué me dijo el huracán? Que las almas no se pierden por las sendas de la mar.

¡Cuántas brumas agoreras, cuánta espuma, cuánta sal! Por la rosa de los vientos suspiraba mi ansiedad. ¡Dadme el rumbo, sólo el rumbo de la gloria y de la paz!... Las estrellas se dolían de mi eterno suspirar.

Mas por fin el alma mía lo ha encontrado y te lo da. Timonel: ¡este es el rumbo! ¡No lo quieras olvidar!

VIENTO MURMURADOR

Yo te quisiera contar azules cosas del alma, secretos que arrulla el mar en esta noche de calma.

Yo te quisiera decir de un sueño y una esperanza que en tierra dejé al partir buscando la lontananza.

Mas siempre temo perder de mi secreto el encanto. Si es dulce cosa un querer, más dulce es trocarlo canto. ¡Ay, viento murmurador que juegas con mi ternura! Tú sabes qué buen amor me dio esta clara ventura.

Tú sabes que mi cantar ya tiene cálido nido, pero no quieras contar su nombre que nunca olvido.

Guardado en el corazón lo llevo, rosa y lucero, y se me torna canción para decir que la quiero. Tú gustas de murmurar de noche, bajo la luna. Yo no te quiero entregar su nombre, clara fortuna. ¡Oh, viento murmurador que rondas por mis desvelos! Quien tiene un callado amor lo da a guardar a los cielos…

LUNA DEL MAR

Senda de plata, entre las olas, tiene esta noche mi canción. Por ella quiere el alma mía decir las cosas que soñó. La vida es buena… Rosa a rosa brinda su carga al corazón; ora querer que da la gloria, ora pesar que acerca a Dios.

El alma teje azul escala, toda de ensueño y de ilusión. Para ayudarla se derrama de las estrellas el fulgor.

A veces llora el desconsuelo: ¡Ya el buen camino se borró!... Pero entre ruinas cenicientas torna a cantar el corazón…

Dulce regalo de los cielos Cuando se va, queda el recuerdo siempre ha de ser un fresco amor, para arrullar al corazón. Si alguien pregona: ¡Todo es bruma! decirle siempre: ¡Todo no, que el hombre bueno ve en su huerto la maravilla de la flor!... Sabios caminos dan las horas en su callada procesión. ¡Que no maldiga el que tropieza con los zarzales del dolor!

La vida es buena… Lo repito con la humildad de mi canción… Senda de plata de la luna hacia los ciegos me llevó.

CANCION DEL MAR DULCE

En Buenos Aires dejé

la niña que tanto quiero… Mar Dulce: ¿dónde olvidé mi corazón marinero?

Paloma sin palomar buscaba un rumbo de cielo. Tan sólo llanto y pesar le dio su claro desvelo.

Bordando simple canción

se fue por rutas de olvido… Mar Dulce: mi corazón, cantando, se me ha perdido.

Tal vez lo sepa encontrar mi niña de Buenos Aires… ¡Que no se pierda en el mar ni lejos de sus donaires!

Yo tengo la culpa, sí, pero el amar no es pecado. El corazón que perdí es corazón encontrado… ¡Adiós, gallardo bauprés sediento de lejanía! ¡Recuerda que alguna vez tu gloria también fue mía! ¡Proa vencedora, adiós, que a tierra vuelve mi vida! ¡Que me acompañe tu voz de alegre espuma florida!...

Mar Dulce: me enamoré y el rumbo pregunto en vano. La ruta que yo soñé florece en su amiga mano. En tierra dejé un cantar que dice: ¡Mucho te quiero! ¡Me tienes que perdonar si he sido mal marinero!

Buenos Aires te robó la arena azul de mi canto. Pero en mi pecho quedó como un tatuaje, tu encanto.

Conmigo lo llevaré, caricia, sueño y fortuna. ¡Qué bien te recordaré

cuando me bese la luna!

Y cuando el viento, al pasar, se lleve mi canto lejos, sabré que hay un Dulce Mar que guarda mis sueños viejos. En Buenos Aires está la niña que tanto quiero, la niña que guardará mi corazón marinero.

MATALOTES DE PROA

La canción del alba, desplegada como

señal de levar, es la que se cantaba en las carabelas de Colón, según lo anotó  EUGENIO DE ZALAZAR

 LEOPOLDO LUGONES fue el que llamó Río color de león al Río de la Patria, nido de mis canciones. Para la evocación de los Caballeros del Mar Dulce, el rumbo lo dio, más de una vez,  HECTOR R. RATTO A cada uno su rosa.

*** FIN ***

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