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El cuento infantil Instrumento motivador durante el aprendizaje de la lectura y la escritura, el cuento es uno de los medios más eficaces para estimular el gusto por los libros

Palabras mágicas Puente hacia el lenguaje y estímulo para la imaginación, el relato permite a los niños aproximarse a lo “bueno” y lo “malo”, lo grato y lo inquietante. Bajo su abrigo, crecen en valores, emociones y fantasías / Teresa De Vincenzo | Fotografía Roberto Mata La expresión “Había una vez…” es, para los niños, la llave que

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abre las puertas a la imaginación. El cuento infantil, una narración por lo general breve, en la que se relata una historia de ficción, ofrece a los más pequeños la posibilidad de entrar a un mundo de fantasía donde las palabras y las imágenes estimulan su capacidad lúdica, emocional y expresiva. Rico en descripciones, sucesos progresivos y personajes complementarios y opuestos entre sí, el relato conecta al niño con un acontecer mágico y optimista, que hace suyo para comprender la realidad del mundo que le rodea. Durante la lectura se mueven sentimientos y emociones, se agudizan los sentidos y se afirma el universo imaginativo e intelectual tanto del niño que escucha la historia como del adulto que la narra. La hora del cuento –generalmente antes de dormir– estrecha el vínculo entre padres e hijos. Bien sea de hadas, popular o contemporáneo, el cuento es para los niños cimiento del pensamiento y el lenguaje, y cómplice de sus deseos, tensiones y alegrías.

De boca en boca “Había una vez una niña bonita, bien bonita. Tenía los ojos como dos aceitunas negras, lisas y muy brillantes” (Niña bonita, Ana María Machado). De origen ancestral, el cuento deriva de antiguas tradiciones orales: se narraba para preservar el pasado y transmitir valores, costumbres y anécdotas de generación en generación.

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Los niños se proyectan en los personajes y las situaciones del cuento, y cuando piden repetirlo una y otra vez están reafirmando su identidad

Las historias se nutrían de leyendas (mezcla de realidad y fantasía) y de mitos (relatos imaginarios y maravillosos protagonizados por seres sobrenaturales). “Contar es intrínseco al hombre como ser pensante y hablante”, asegura María Beatriz Medina, directora del Banco del Libro. La literatura infantil nació con una función educativa, ética, emocional y social, que se consolidó con la incorporación de elementos fantásticos. El escritor francés Charles Perraul agrupó –en 1697– relatos populares adaptados a la curiosidad infantil: “Pulgarcito”, “El gato con botas”, “La cenicienta” y “Caperucita roja” introducen el mundo de la fantasía y los poderes de la imaginación en la literatura. En 1812, los hermanos Jacob y Wilhelm Grimm, escritores alemanes, reúnen un centenar de esas historias que estaban de boca en boca: “Hansel y Gretel”, “Blancanieves y los siete enanitos” y una versión feliz de “Caperucita roja” fueron inmortalizados en sus Cuentos de niños y del hogar. Pero fue el escritor y poeta danés, Hans Christian Andersen (1805-1875), quien escribió especialmente para un público infantil y creó personajes como los de “La sirenita”, “El patito feo” y “El soldadito de plomo”, que hasta hoy encantan a los niños.

Además de conectarlo con sus etapas, experiencias y emociones (la escuela, la familia, la muerte), el cuento involucra al niño con la palabra y el lenguaje, facilitándole el acceso al conocimiento. Es un instrumento motivador durante el aprendizaje de la lectura y la escritura, y uno de los medios más eficaces para estimular el gusto por los libros.

Voz formadora

Entonar una canción de cuna a un bebé es una buena forma de introducirlo en el mundo de los cuentos. María Beatriz Medina explica que la conjunción del lenguaje, el ritmo, el sonido y la relación afectiva establecen el punto de partida para despertar el interés por las historias contadas. “Escuchar y leer cuentos es una actividad integral para el niño: lo aproxima al mundo desde la fantasía, le enseña valores, le muestra la realidad y le indica cuáles cosas son posibles y cuáles no”, subraya Medina. La identificación con los personajes y la historia ayudan al pequeño a construirse como individuo y a tomar conciencia de los otros, y, en consecuencia, a compartir, relacionarse y colaborar. Incluso, lo aproxima a comprender sus dificultades y a confiar en que algún día llegará a superarlas, como sucede a los personajes.

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“Un día, apareció un león en la biblioteca. Pasó frente al mostrador de préstamos y desapareció entre las estanterías” (León de biblioteca, Michele Knudsen).

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Forjando fantasías

Un niño que lee o escucha un cuento ofrece una imagen placentera: atento y expectante, fijos los ojos en el narrador o el libro, vive profundamente la historia porque está reconstruyéndola con su imaginación y recreándola desde su experiencia. Sus reacciones son intensas. Los colores, sonidos, diálogos y aventuras lo hacen “viajar” y adentrarse en un mundo de ilimitadas posibilidades. Con la curiosidad despierta, espera emocionado el desenlace. Narradores y cuentacuentos coinciden en que se produce un “momento absolutamente mágico” durante el relato. Carmen Martínez Rojas, narradora y promotora de lectura, precisa que los niños disfrutan la anécdota, los personajes (en quienes proyectan sus miedos y esperanzas), el ambiente, el sutil equilibrio entre las fuerzas del bien y del mal y, por supuesto, el final feliz, aunque pueden entender que algunos no lo tengan. La literatura infantil está conformada por cuentos de hadas (inspirados en elementos fantásticos), populares (basados en tradiciones culturales) y contemporáneos (relativos a situaciones de la vida cotidiana). En esos mundos de ficción los niños pueden encontrarse con animales humanizados, héroes y villanos, ganadores y perdedores, personajes originales y versionados. También existe el libro-álbum, ilustrado con imágenes que involucran al pequeño en una lectura visual, interactiva y emocionante.

Al alcance “Una tarde la princesa / vio una estrella aparecer; la princesa era traviesa / y la quiso ir a coger” (Margarita, Rubén Darío). Hay cuentos para todas las edades y gustos. Para que el contenido, la originalidad, el diseño y la ilustración sean disfrutados por el pequeño, es conveniente considerar los intereses de cada etapa. • De 0 a 3 años, juguetones. Los libros son como un juguete que se puede morder y chupar. El formato deberá ser visto-

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“Nana vieja y su nieta habían vivido juntas por mucho, mucho tiempo. Compartían todo, incluyendo los oficios de la casa” (Nana vieja, Margaret Wild).

so y el material resistente. Se recomienda incorporar libros que los inviten a reconocer objetos o situaciones y contarles historias breves con un alto componente afectivo. • De 4 a 7 años, visuales. Aprecian la lectura en voz alta y les encantan los textos con imágenes de colores, explicativas e impactantes, los personajes fantásticos y la humanización de los animales. Suelen preguntar por qué y pedir que se les repita una y otra vez. Se pueden incorporar cuentos con rimas de versos sencillos. • De 7 a 9 años, fantasiosos. Avanzan hacia la consolidación de las destrezas lectoras. Se interesan por la trama, los detalles y el final. Preguntan qué hay de verdad en lo que se cuenta. Se recomienda ofrecerles libros que motiven su curiosidad por el mundo, divertidos, sencillos de leer y con anécdotas que los atrapen. • De 9 a 11 años, autónomos. Lectores afianzados, los cuentos se adaptan a sus intereses. Identifican los valores, motivaciones y consecuencias del relato. Se apasionan por lo real y lo científico. Se les puede ofrecer lecturas diversas (de humor, fantásticas, de aventuras).

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A la hora de contar • Escoger. La selección debe tomar en cuenta la edad del niño y considerar el impacto de las ilustraciones y el contenido. Cuando ya están grandecitos, es recomendable que sea una elección compartida. • Planificar. Buscar un momento tranquilo del día para evitar las interrupciones. Procurar una atmósfera creativa y afectiva por lo menos durante media hora. • Interactuar. Un cuento se puede leer más de una vez. Es recomendable favorecer los comentarios, permitir preguntas y promover las opiniones del niño sobre el texto. • Adornar. La lectura con emoción encanta a los pequeños. Se sugiere incorporar sonrisas, caras de asombro, frases de suspenso y complicidades entre los personajes.

Aliado terapéutico “Esa misma noche nació un bosque en la habitación de Max. Y creció hasta que había lianas colgando del techo y las paredes se convirtieron en el mundo entero” (Dónde viven los monstruos, Maurice Sendak).

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El cuento, como recurso terapéutico, se utiliza en forma individual y grupal. Gioconda Colmenares, psicóloga del Centro Profesional Santa Paula, señala que en la consulta,

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el relato permite poner “sobre el tapete” un conflicto (rebeldía, mala conducta, rivalidad fraterna) del cual el niño no quiere hablar, y ver qué reacciones provoca en él. “Escojo el cuento en función del problema y la edad del niño. Después de leerlo, con la debida entonación, le pregunto qué le llamó la atención, y a partir de su respuesta vamos trabajando. Algunas veces no dice nada sobre el relato, pero accede a dibujar sobre él y en el papel coloca lo que siente y piensa”, explica Colmenares. En psicoterapia, el cuento le muestra al niño sus alternativas frente a una situación y lo invita a hablar sobre las emociones que no puede identificar directamente. Si tiene rabia, por ejemplo, en vez de darle un sermón, se le lee un cuento que recree esa agitación. “El relato le muestra que el problema tiene salida. El regaño no”, apunta la especialista. La lectura de cuentos en consulta también permite al niño identificarse con la historia y responder en función de su día a día. “En los cuentos contemporáneos siempre hay personajes y situaciones parecidas a la vida. Eso les encanta. Además, sienten que no son los únicos con una inquietud emocional”. Los cuentos con un contenido más simbólico (“Caperucita roja”, “La bella durmiente”, por ejemplo) también se utilizan en consulta. Personajes como el lobo feroz y la madrastra ayudan al niño a entender que los malos también tienen recursos. Los obstáculos que debe salvar la princesa representan un proceso muy similar a la vida real. El final feliz, de acuerdo con la terapeuta, hace visible la posibilidad de obtener buenos resultados. En el trabajo psicoterapéutico grupal, el cuento ayuda a poner de manifiesto las destrezas sociales y la autoestima. En una sesión de grupo, cada niño hace una asociación con el personaje que más le gusta o con el cual se identifica. Esa inclinación por un personaje (el patito feo o el cisne, por ejemplo) revela al terapeuta los procesos internos que debe abordar.



F u e n t e s c o n s u lta d a s º María Beatriz Medina, directora ejecutiva del Banco del Libro. Caracas. º Carmen Martínez Rojas, gerente de proyectos del Banco del Libro, promotora de lectura y narradora. º Gioconda Colmenares, psicóloga. Grupo Sintaxis. Centro Profesional Santa Paula.

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• Margarita (Rubén Darío). La rima guía este texto poético clásico, que aún encanta a los niños. • La composición (Antonio Skármeta). Con la libertad como eje, introduce al pequeño lector en el significado de las tensiones políticas. • Lejos como mi querer (Marina Colasanti). Un amor ilimitado contado al estilo de los cuentos de hadas. • León de biblioteca (Michele Knudsen). Una inspiradora forma de enseñar que a veces se pueden romper las reglas. • Niña bonita (Ana María Machado). La diferencia tratada desde una perspectiva pícara, lúdica y creativa. • La calle es libre (Kurusa y Monika Doppert). Las vivencias de un grupo de niños de un barrio caraqueño facilitan el encuentro del lector con la realidad. • El libro negro de los colores (Menena Cottin). Una impactante invitación –en braille– a conocer tonos, matices y sensaciones. • Voces en el parque (Anthony Browne). Aleccionadora entrega sobre las múltiples versiones que puede tener una historia. • Nana vieja (Margaret Wild). Una invitación colorida y gentil a aceptar la muerte como un evento natural de la vida. • Emigrantes (Shaun Tan). Imágenes elocuentes que rinden homenaje a quienes dejan todo atrás para empezar una nueva vida. º Selección del Banco del Libro

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