A principios de Febrero, los pascueros de la iglesia Mayor, aún rojos, empiezan a secarse y a perder su color. De un día para otro, en las copas de los árboles se dejan ver ya pequeñas muestras de color, anunciándonos que la Cuaresma se acerca.
Loja se torna distinta bañada por un color anaranjado de la luz del sol creciente, se siente el calor que nos envuelve por completo y ese olor de tarde tan característico de esta época, ese olor que nos transporta a los días de la Semana Santa, en los que la creciente ciudad retorna al pueblo mas tradicional que camina al lado de sus hermandades. Este preámbulo tiene banda sonora de redobles y tambores, trasiego de ensayos de horquilleros e incensarios y sabor a magdalenas, pestiños y huesos de santo. En Loja la cuaresma no son cuarenta días exactos. La cuaresma comienza cuando con pena guardamos el antifaz y se comienzan a blanquear las tapias, cuando en los bares más típicos, como la Peña la Orza, Anastasio, etc., se cuelgan los primeros carteles anunciadores y los amigos se reúnen en torno una copa de vino, para dar comienzo a los primeros ensayos, forma a los cultos y pistoletazo de salida a la Semana Grande. ¡Como gustan las tardes de Cuaresma Lojeña!, cuando un redoble, una imagen, un olor a incienso,.... nos recuerda que está a punto de volver la primavera.