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TEATRO EN LA 1ª MITAD DEL SIGLO XX 1/ CONSIDERACIONES SOBRE EL HECHO TEATRAL. A diferencia de los otros géneros literarios, el teatro requiere de la representación para alcanzar su plena virtualidad comunicativa. Y muchas de las piezas emblemáticas de los dramaturgos españoles no llegaron a las tablas, quedando en literatura dramática. El teatro depende, además, del engranaje comercial. Hace falta poner una cantidad de dinero en los escenarios de una obra de teatro, por ello los empresarios prefieren estrenar títulos sencillos, poco innovadores, que consigan de inmediato el favor popular. El espectáculo dramático, por su índole audiovisual, pues no hace falta saber ni leer ni escribir, y su recepción colectiva, ya que se muestra más apto para la transmisión de ideas, determinará que la censura se cebe especialmente con él, especialmente en épocas de autoritarismo político. Así pues éstos y otros factores explican la escasa originalidad del teatro español de primero de siglo. 2/ EL TEATRO QUE TRIUNFA Tres corrientes monopolizaron el gusto del público, en las décadas anteriores a la Guerra Civil: • La comedia burguesa, o benaventina, cuyo autor más representativo fue Jacinto Benavente ( 1866−1954), premio Nobel de literatura en 1922. Ésta estaba protagonizada por personajes de clase alta, y plantea conflictos típicos de ese grupo social: infidelidades conyugales esporádicas, desamor, hijos calaveras hipocresía, murmuración... con un desarrollo lleno de habilidad y un lenguaje agudo e inteligente, no exento de ironía, aunque nunca llegue a cuestionarse el vigente ordenamiento social. Destaca: Los intereses creados. • El teatro poético, también llamado histórico−modernista o teatro en verso, que supuso la irrupción del modernismo en la escena: Versos variados y de gran musicalidad, lenguaje sonoro, ambientes exóticos, personajes con ademanes retóricos... este teatro supone una reacción contra el espíritu crítico noventayochista. Los autores Eduardo Márquina y Francisco Villa espesa, de ideas conservadoras, miran con nostalgia el pasado imperial con obras protagonizadas por el Cid Campeador, los reyes católicos, el Gran Capitán o los tercios de Flandes. Márquina escribió una serie de obras que influirían en algunas piezas de García Lorca, además en esta línea se sitúa el teatro de los hermanos Machado. • El teatro cómico, la modalidad preferida por las clases populares. Agrupaba espectáculos muy diversos: la zarzuela, el café teatro, el teatro por horas... cabe destacar: ♦ El sainete, que alcanzó con Carlos Arniches un amplio desarrollo. Se recuperó la tradición de las piezas breves del Siglo de Oro ( XVIII) para presentar una galería de tipos pintorescos madrileños, con sus problemas cotidianos y su forma de hablar característica, donde se mostró Arniches como un maestro consumado. Hay que mencionar a los hermanos Serafín y Joaquín Álvarez Quintero. ♦ Las tragedias grotescas, en las que con rasgos humorísticos, Arniches plantea con crudeza aspectos de la sociedad española: la cerrada mentalidad de provincias, el caciquismo, la inmoralidad de las clases dirigentes o la injusticia social, en títulos como La señorita de Trevélez, donde unos señorítos ociosos gastan una broma declarándole su amor a la solterona de la localidad, ante su ilusión deciden contarle la verdad al hermano que indignado quiere darles un escarmiento. ♦ El astracán, de menor interés, basado en burdos juegos de palabras, equívocos fáciles y parodia de diversos recursos teatrales. Su máximo representante fue Pedro Muñoz Seca con La venganza de Don Mendo. 1
3/ EL TEATRO INNOVADOR. A lo largo de este periodo no escasearon los intentos de experimentación a cargo de autores de la generación del 98, como Unamuno, con obras demasiado densas, o Azorín, además de novecentistas como Ramón Gómez de la Serna y miembros de la generación del 27 como Alberti o Pedro Salinas, sin embargo solo dos alcanzaron reconocimiento: García Lorca y valle−inclán. 3.1/ RAMÓN MARÍA DEL VALLE−INCLÁN. Es uno de los grandes renovadores del teatro contemporáneo, en su trayectoria destaca la tendencia a superar los convencionalismos de su tiempo mediante un asombroso dominio del idioma. Valle−Inclán se inicia en las tablas a través de una serie de poemas dramáticos de carácter modernista, como Cuento de Abril o Voces de gesta. Viene a continuación el ciclo de las comedias bárbaras, en las que se escenifican las brutales actividades de un hidalgo y sus violentos hijos en el marco de una Galicia rural y primitiva, poseen estos rasgos: Águila de blasón, Romance de lobos y Cara de plata. Sigue el ciclo de las farsas donde el autor utiliza elementos procedentes del guiñol y el humor para ridiculizar comportamientos, como en Farsa y licencia de la reina castiza, sobre la corte de Isabel II. Ya con la obra Divinas Palabras, violento drama en cuyo mundo sórdido las deformidades morales y sociales se reflejan mediante un lenguaje desgarrado, se da una primera manifestación del esperpento, sin embargo es Luces de Bohemia, en 1920, que narra la última noche de vida en las calles de Madrid de un poeta ciego, la que inaugura esta categoría. En palabras de valle−Inclán, hay tres modos de ver el mundo: De rodillas, cuando se da a los personajes una condición superior a la humana, de pie, como si fuésemos nosotros mismos y desde arriba, desde un plano superior considerando a los personajes como seres inferiores, con un punto de ironía, es sin duda esta última consideración la que movió a valle−Inclán a escribir los esperpentos. Conviene recordar que el esperpento se dará también en la serie narrativa del autor, encontrándose entre los temas de esta nueva creación la parodia de modelos literarios como los dramas de honor en Los cuernos de Don Friolera, obra que se recogerá junto a Las galas del difunto y La hija del capitán para formar la trilogía de Martes de carnaval, episodios nacionales en El ruedo Ibéricoo Tirano Banderas... En general abunda la critica a clases sociales e instituciones y son habituales las alusiones políticas tanto al presente como al pasado. Destaca a su vez la preferencia por los ambientes degradados, marginales y miserables. En cuanto al estilo, mencionaremos la amplitud en los registros lingüísticos: habla vulgar, madrileña, andaluza e hispanoamericana... y el tono irónico y despectivo, predominando el humor agrio, y el sarcasmo donde aparecen los personajes convertidos en peleles y fantoches. 3.2/ FEDERICO GARCÍA LORCA Se inició en la escritura teatral hacia 1920, ya en sus años universitarios recorrió los pueblos con un grupo teatral La Barraca, representando la comedia clásica. Sus primeras obras, poético modernistas, El maleficio de la mariposa y Los títeres de cachiporra bajo la apariencia de teatro infantil ya manifiestan un deseo de renovar la escena de la época. Pero su primer triunfo es Mariana Pineda, drama escrito en verso de la heroína que murió ajusticiada en Granada por bordar una bandera liberal. Al regreso de su viaje a Nueva York, el poeta granadino manifestó su intención de renovar el teatro, para ello contaba como precedentes con los esperpentos de valle−Inclán, los cuales admiraba. Son varios los cauces formales que sigue Lorca: la farsa violenta con Amor de Don Perlimplín y Belisa en su 2
jardín o el drama surrealista con Así que pasen cinco años. A partir de entonces se orienta hacia el subgénero, que le llevará a la cima: el de la tragedia rural. Obras como: Bodas de sangre, donde la pasión acaba desbordando las barreras sociales y morales, aunque acabe en la muerte, Yerma, drama de la esterilidad forzosa, Doña Rosita la soltera, sobre la espera inútil del amor, El lenguaje de las flores, muestran la honda preocupación social del autor a través de elementos comunes como: • Protagonistas femeninas a las que se impide desarrollar sus sentimientos esenciales como el amor, la maternidad... • Ambiente social opresivo: pueblos andaluces, ciudad de provincias... combinado con elementos cultos a la vez que folclóricos, buscando un acercamiento a un receptor popular. • Dialéctica expresada a menudo en torno a la imposibilidad de alcanzar la plenitud amorosa usando un lenguaje sencillo, directo dotado de un incomparable aliento poético y cuajado de símbolos y metáforas de extraordinaria plasticidad. • Desenlace trágico, que desemboca en la muerte como resultado de los enfrentamientos ocasionados por la opresión que sufren las protagonistas. Es sin duda La casa de Bernarda Alba la pieza maestra de Lorca. En este drama de mujeres en los pueblos de España, el marco cerrado, sofocante, el luto impuesto y las prohibiciones acentúan el erotismo trágico y la invencible fatalidad que tienen raíces en el orgullo y el honor, representados por Bernarda y frente a ella sus hijas en actitudes que van desde la sumisión a la rebeldía. Pero la muerte será, una vez mas el desenlace de la obra. Un aspecto a destacar es el uso en la expresión del verso y la prosa, las cuales se combinan. Sin embargo poco a poco el verso se reduce a momentos de especial intensidad que crean un denso clima dramático. 4/ TEATRO POSTERIOR AL 36. DÉCADA DE LOS 40. Al acabar la guerra civil Lorca había muerto y valle−Inclán no producía, además figuras ya consagradas marcharon al exilio. El teatro empieza a recuperarse, vigilado de cerca por la censura, por lo que surge un nuevo conjunto de tendencias con nuevas figuras; las más importantes son: − El teatro del exilio, que recuerda permanentemente a España desde el destierro donde destaca Alejandro Casona con su la obra que le llevo a la cumbre La dama del alba. − El teatro de humor donde destacan sin precedentes: Enrique Jardiel Poncela, en el terreno de la absurdo y lo inverosímil, con Cuatro corazones con freno y Eloisa esta debajo de un almendro y Miguel Mihura, con un humorismo critico y fresco, en Tres sombreros de copa. − El teatro realista y comprometido, centrado en el compromiso social y la denuncia social donde destaca, Alfonso Sastre, por una parte, con un teatro con finalidad política y abiertamente enfrentado al poder que se manifiesta en Muerte en el barrio o La Cornada y por otra parte destaca Antonio Buero Vallejo, con obras como: Historia de una escalera y El tragaluz.
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