TEMA 6 SACRAMENTO Y PASTORAL DE LA UNCIÓN DE ENFERMOS

TEMA 6 SACRAMENTO Y PASTORAL DE LA UNCIÓN DE ENFERMOS I. INTRODUCCIÓN Es un logro por parte de la reforma litúrgica emanada del Concilio Vaticano II,

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TEMA 6

SACRAMENTO Y PASTORAL DE LA UNCIÓN DE ENFERMOS I. INTRODUCCIÓN Es un logro por parte de la reforma litúrgica emanada del Concilio Vaticano II, haber encuadrado el sacramento de la santa Unción en el marco de la pastoral de la salud y en conexión con los demás sacramentos de la enfermedad: Eucaristía, Penitencia, Confirmación (si se da el caso) y Viático. En este sentido, es bueno partir de los praenotanda del aludido Ritual de la Unción de enfermos (=RUE) para adentrarnos en “la enfermedad humana y su significación en el misterio de la salvación” (RUE, Prae. 1). II. LÍNEAS MAESTRAS DE LOS PRAENOTANDA II.1. Líneas de tipo antropológico - La enfermedad y el dolor se consideran de “las mayores dificultades que angustian la conciencia de los hombres” (n. 1). La enfermedad y el dolor golpea lo más hondo de la persona y de la vida del enfermo. - Que el hombre luche valientemente contra cualquier enfermedad y busque solícitamente la salud, para desempeñar sus funciones en el mundo y la Iglesia, “se encuadra” en el plan providencial de Dios. La providencia de Dios incluye esta lucha del hombre por vencer la enfermedad y lograr la salud. De estas dos afirmaciones fluyen algunas conclusiones importantes, relativas a todo enfermo y/o a quienes atiende al enfermo o a quien sufre: * La enfermedad afecta profundamente no sólo a los órganos y partes del cuerpo enfermo, sino a la integridad de la persona en su “santuario” más profundo: la conciencia. La persona sufre, es consciente de su sufrimiento y todo su ser (físico y moral) experimenta la realidad oscura y misteriosa del dolor. Tal situación crea inseguridad, dudas y profundos interrogantes a la persona (Cf CEC 1500). * El enfermo está llamado a luchar con todas sus fuerzas contra la enfermedad. Dado que en principio la enfermedad es un mal, supone una gran prueba que sólo se vence utilizando todos los medios a nuestro alcance. Por el contrario, la salud es un bien; es la situación mejor para servir a la Iglesia y a la sociedad. Luchar contra la enfermedad y poner los medios necesarios para vencerla, es voluntad clara de Dios. Por muy grave que sea la enfermedad y por mucho que merme las facultades del enfermo (o del anciano), éste nunca deberá resistirse a tal lucha y menos quitarse o pedir que le quiten la vida. * Quienes atienden y se relacionan con el enfermo, deben poner todos los medios a su alcance para “aliviar el espíritu y el cuerpo de los que sufren” (n. 4). La tarea de luchar contra la enfermedad y el dolor es cosa de muchas personas (todo el personal del mundo de la salud), cuyo esfuerzo conjunto debe tender siempre a facilitar la respuesta más positiva del enfermo. Todas las personas que trabajan por el enfermo y quienes le atienden, deben tener muy claro que la persona es una unidad corpórea-espiritual y que estas dos dimensiones se interfieren

Convertíos y creed la Buena Noticia Formación permanente del clero curso 2015-2016 - TEMA 5 constantemente. No está enfermo sólo lo corpóreo o lo psíquico-espiritual. Está enferma o sufre toda la persona. El alivio es de toda la persona. El dolor puede localizarse en un órgano corporal o en una función externa o de tipo espiritual. Pero en ambos casos, quien sufre es la persona entera. Por eso, hablando con propiedad se ha de decir que no hay enfermedades, sino enfermos. Cada persona vive el dolor o la enfermedad de un modo peculiar y lo mismo se puede decir del alivio. Desde esta perspectiva, la eutanasia directa es moralmente inaceptable. Sobre esto y otros temas como el encarnizamiento terapéutico y los cuidados paliativos puede verse CEC 2276-2279. Todos estos aspectos presentados, pueden ayudar al diálogo con las ciencias de la salud y de las enfermedades, preparan el camino al Evangelio y a la mirada de fe sobre el dolor y la enfermedad. II.2. Líneas de tipo teológico-pastoral Las líneas de refexión antropológica y conclusiones que brotan de las ciencias del hombre, se elevan al sentido de fe y se integran en el proyecto global de la salvacion con su origen en Dios. Además apuntan a la plenitud de la perfección del hombre, glorificación del Padre, por Cristo, en el Espíritu Santo. A continuación recogemos las más importantes de los praenotanda: - Los cristianos, “aunque sienten y experimentan lo mismo [en la enfermedad y el sufrimiento] se ven ayudados por la luz de la fe, gracias a la cual perciben la grandeza del misterio del sufrimiento y soportan los mismos dolores con mayor fortaleza...No solamente conocen, por las propias palabras de Cristo, el significado y el valor de la enfermedad de cara a la salvación del mundo, sino que se saben amados por el mismo Cristo que en su vida tantas veces visitó y curó a los enfermos” (Praen n.1). La enfermedad y el dolor, vividos desde la fe, iluminados por las palabras de Cristo y los sacramentos, el hecho de que los enfermos se experimenten amados por Aquel que visitó y curó a muchos en la tierra, hace más fácil el asumirlos y configurarse poco a poco con el “varón de dolores”1. - La enfermedad “se halla estrechamente vinculada a la condición del hombre pecador” (n. 2; Cf CEC 1502), pero no por ello puede considerarse siempre “como un castigo impuesto a cada uno por sus propios pecados” (Cf Jn 9, 3; n. 2). Jesucristo “que no tuvo pecado, cumpliendo la profecía de Isaías, experimentó toda clase de sufrimientos en la Pasión y participó en todos los dolores de los hombres (Cf Is 53, 4-5); más aún, cuando nosotros padecemos ahora, Cristo padece y sufre en sus miembros configurados con Él. No obstante, todos esos padecimientos son transitorios y pequeños comparados con el peso de la gloria eterna que realizan en nosotros (2 Cor 4, 1; n. 2). La enfermedad se vincula estrechamente al pecado humano. Pero no se puede atribuir, con la exactitud de causa y efecto, al pecado de cada persona. Jesucristo no tuvo pecado alguno y sufrió todo tipo de dolor. Cuando ahora padecemos nosotros, Cristo padece en los miembros de su cuerpo, que por el sufrimiento se configuran (se asimilan) a sus miembros dolorosos. Por el Bautismo, el cristiano ha sido injertado en Cristo (Rm 6, 3-5; 12, 12-13) y forma con él un todo; por eso, en virtud de los sacramentos de iniciación, de los demás sacramentos, la Palabra de Dios y los sacramentales, el que sufre (y el enfermo) van

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La sabiduría del Espíritu ayuda a conocer el designio de Dios. Con ella se hacen rectos los caminos de la tierra, los humanos aprenden lo que agrada a Dios. Los que agradan a Dios se salvan. Cf Sab 9, 13-18; Cf Is 35, 1-10; 52, 13-53, 12; 61, 3a; Rm 31b-35, 37-39.

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Convertíos y creed la Buena Noticia Formación permanente del clero curso 2015-2016 - TEMA 5 siendo hechos a imagen del Cristo crucificado (Rm 8, 28-32), para ser glorificados (en misterio) aquí ya con Él, y en la gloria lo serán de un modo visible, pleno y para siempre (Cf CEC 1505). -Entra dentro del plan providencial de Dios (n. 3) que el hombre luche con todos los medios “contra cualquier enfermedad y busque solícitamente la salud”... Pero esta afirmación categórica, debe matizarse mediante la Palabra de Dios: con tal de que esté siempre dispuesto a completar lo que falta a la pasión de Cristo para la salvación del mundo, esperando la liberación de su cuerpo en la gloria de los hijos de Dios (Cf Col 1, 24; Rm 8, 19-21) (n. 3; CEC 1505; 1508). El enfermo no puede sentirse aislado de la Iglesia, de la cual es miembro vivo y “cualificado”. Es, dentro de ella, memorial permanente de las cosas esenciales para todos y, de modo especial para él, cuando recibe el sacramento de la Unción. Además, el enfermo revela la necesidad de que la vida mortal sea redimida por el misterio de la muerte y resurrección del Señor. La enfermedad, desde la fe, recibe su más profundo sentido a partir del misterio pascual de Cristo, el paso del sufrimiento y la muerte a la victoria de una vida nueva (Cf CEC 1505). La enfermedad humana, asumida por Cristo en su pasión y muerte, es vencida definitivamente en la vida nueva y plena (glorificada), superada la muerte, la enfermedad y el sufrimiento. - Los enfermos, médicos y todos cuantos están al cuidado de aquellos, han de hacer “todo lo que consideren provechoso para aliviar el espíritu y el cuerpo de los que sufren; al comportarse así, cumplen con aquella palabra de Cristo que mandaba visitar a los enfermos, queriendo indicar que era el hombre completo el que se confiaba a sus visitas para que le ayudaran en su vigor físico y le confortaran en su vida espiritual” (n. 4; CEC 1506-1507). Es significativo e importante que la Iglesia integre a médicos y personal sanitario en una tarea común con la que realizan los pastores, los visitadores de enfermos y todo cristiano impelido por su fe en el Evangelio. Todos ellos con su actitud dan cumplimiento a las palabras de Cristo: “curad a los enfermos” (Lc 10, 9; Mt 10, 8; Cf CEC 1506-1510). Es el hombre completo, cuerpo y espíritu, como dos componentes, el que debe ser aliviado en su vigor físico y confortado en su vida espiritual. La unidad de la persona humana requiere un tratamiento y una pastoral integral, que atiende a la doble dimensión del enfermo. Si la fe no debe desatender, sino preocuparse de lo físico-corporal, la medicina y el mundo de la salud no puede cerrarse al mundo de lo espiritual, componente esencial de la persona. El misterio de Cristo, muerto y resucitado integra esta doble dimensión para redimir al enfermo y al que sufre. La Palabra, los sacramentos y la oración eclesial interpretan, celebran, catequizan y ayudan a vivir así el misterio del sufrimiento. III. UN SACRAMENTO DE LOS ENFERMOS La Iglesia, en respuesta al mandato de Jesús: “¡Sanad a los enfermos!” (Mt 10, 8), desde la era apostólica “tuvo un rito propio en favor de los enfermos”, del cual nos da noticia Santiago: “Está enfermo alguno de vosotros? Llame a los presbíteros de la Iglesia, que oren sobre él y le unjan con óleo en el nombre del Señor. Y la oración de la fe salvará al enfermo, y el Señor hará que se levante, y si hubiera cometido pecados, le serán perdonados” (St 5, 1415). La tradición ha reconocido en este rito uno de los siete sacramentos de la Iglesia” (CEC 1510). La fe de la Iglesia considera este sacramento “especialmente destinado a reconfortar a los atribulados por la enfermedad” (CEC 1511). Fue instituido por nuestro Señor como sacramento del NT, verdadero y propiamente dicho, insinuado por Marcos (Cf Mc 6, 13), recomendado a los fieles y promulgado por la carta de Santiago (Cf St 5, 14-15; CEC 1511). Tanto en Oriente como en Occidente tenemos testimonios de tipo litúrgico de unciones de enfermos, practicadas con aceite bendito. A lo largo de los siglos, la Unción de los 3

Convertíos y creed la Buena Noticia Formación permanente del clero curso 2015-2016 - TEMA 5 enfermos fue conferida, cada vez más exclusivamente, a los que estaban a punto de morir, de ahí el nombre de “Extremaunción”. Pero, a pesar de esto, la liturgia nunca dejó de orar al Señor a fin de que el enfermo pudiera recobrar su salud si así convenía a la salvación (Cf CEC 1512). La Constitución Apostólica Sacram Unctionem infirmorum (30-XI-1972) de Pablo VI, de acuerdo con el Vaticano II (Cf SC 73), estableció que, en adelante, en el rito romano se observara esto: “El sacramento de la Unción de los enfermos se administra a los gravemente enfermos ungiéndolos en la frente y en las manos con aceite de oliva debidamente bendecido o, según las circunstancias, con otro aceite de plantas, y pronunciando una sola vez estas palabras: “Per istam sanctam unctionem et suam piissimam misericordiam adiuvet te Dominus gratia Spiritus Sancti ut a peccatis liberatum te salvet atque propitius allevet” (“Por esta santa unción, y por su bondadosa misericordia te ayude el Señor con la gracia del Espíritu Santo, para que, libre de tus pecados, te conceda la salvación y te conforte en tu enfermedad”) (RUE p. 9). 1. Sujeto receptor y ministro del sacramento No se trata de un sacramento para quienes están a punto de morir. El tiempo oportuno para recibirlo se considera “cuando el fiel empieza a estar en peligro de muerte por enfermedad o vejez” (SC 73; CDC c. 1004 &1; 1005; 1007; RUE 8-15). Para juzgar de la gravedad de la enfermedad, basta tener un dictamen prudente y probable de la misma, sin ninguna angustia, y si fuera necesario, consultando la situación al médico (Cf RUE 8; 14). Este sacramento puede reiterarse en caso de nueva enfermedad grave y, dentro de la misma enfermedad, puede repetirse si ésta se agrava. Antes de una operación importante es apropiado recibir la Unción y lo mismo se diga de las personas mayores cuyas fuerzas se debilitan (Cf CEC 1515-1516). Se puede administrar a los niños, siempre que comprendan el significado del sacramento. Puede administrarse a un enfermo que va a operarse, siempre que la causa de la intervención quirúrgica sea una enfermedad grave. Puede administrarse a los enfermos que, aún habiendo perdido el uso de los sentidos y el conociminto, se piensa que si tuvieran lucidez, pedirían, como creyentes, dicho sacramento (Cf RUE 9-12; 14). No debe administrarse la Unción a un enfermo que ya ha muerto. Si se duda del fallecimiento, se le puede dar el sacramento “bajo condición” (RUE 15). Los ministros de este sacramento son sólo los obispos y presbíteros. Se ha de instruir a los fieles sobre los beneficios de este sacramento (Cf CEC 13). Los fieles deben animar a los enfermos a recibirlo. La comunidad entera debe animar y acompañar a los enfermos a recibir la santa Unción. Corresponde al Ordinario del lugar determinar aquellas celebraciones en las que, tal vez, se reúnen muchos enfermos de diversas parroquias o sanatorios para recibir la santa Unción. (Cf CEC 1516; RUE 16-19). Cuando ante un mismo enfermo se encuentran dos o más sacerdotes, uno puede decir las oraciones y hacer la Unción con su fórmula, los demás pueden distribuirse entre sí las demás partes del rito. La imposición de manos pueden hacerla todos a la vez (RUE 19). 2. La celebración del sacramento de la Unción Antes de celebrar la Unción de enfermos, habrá que cerciorarse de si el enfermo está en estado de gracia o necesita reconciliarse; si está en peligro de muerte y no ha recibido la Confirmación, se le debe administrar este sacramento (Cf RUE 31; 86) y, por supuesto, el Viático (RUE 26-29; 77-80). Por eso, es importante que los pastores conozcan bien el Ritual2. El 2

Los praenotanda y las Orientaciones doctrinales y pastorales ayudan mucho a entender los contenidos y utilizar con el máximo fruto el Ritual. No hemos de olvidar que además del Ritual se describe la pastoral a llevar a cabo con los enfermos y ancianos. Dentro de la pastoral entra la “Visita y Comunión

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Convertíos y creed la Buena Noticia Formación permanente del clero curso 2015-2016 - TEMA 5 rito ordinario de la Unción del enfermo”, y contiene los ritos iniciales (RUE 125- 134), la Liturgia de la Palabra, lectura y breve comentario (135), una “Letanía” (136- 138), la última prez va seguida de la imposición de manos del sacerdote sobre la cabeza del enfermo (RUE 139). La Liturgia del sacramento incluye: la bendición del óleo dentro del rito (cuando se den las condiciones, Cf RUE 21; 140; 21-22) o dar gracias sobre el mismo (cuando está bendecido) (Cf RUE 142), la santa Unción que se hace en la frente y en las manos del enfermo con la fórmula dicha una sola vez (n 143), después una de las oraciones (nn 144-149) y la conclusión del rito (nn 150-153). El RUE ofrece otras posibilidades rituales: cómo realizar la Unción dentro de la Misa (n 154-156), cómo realizar una celebración comunitaria de la Unción (nn 157-159), fuera y dentro de la Misa (nn 160-166; Cf CEC 1517-1519). 2.1. Los efectos de la celebración de este sacramento -Un don particular del Espíritu Santo. La gracia primera es de consuelo, de paz y de ánimo para vencer las dificultades de la enfermedad grave o de la fragilidad de la vejez. Esta gracia es regalo del Espíritu Santo que renueva la confianza y la fe en Dios y fortalece frente a las tentaciones, sobre todo la del desaliento y de la angustia ante la muerte (Cf Hb 2, 15). Esta gracia quiere llevar al enfermo a curar el alma y el cuerpo, si es la voluntad de Dios. Además si hubiere cometido pecados, le serán perdonados (St 5, 5; CEC 1520). -La unión a la pasión de Cristo. De la gracia que comunica el sacramento, el enfermo recibe fuerza para unirse más íntimamente a la pasión de Cristo: de algún modo es consagrado para dar fruto por su configuración con la Pasión de Cristo. El sufrimiento, fruto del pecado original, recibe un sentido nuevo, se convierte en participación en la obra redentora de Cristo (CEC 1521). -Una gracia eclesial. Quienes reciben este sacramento, “uniéndose libremente a la pasión y muerte de Cristo, contribuyen al bien del Pueblo de Dios” (LG 11). Cuando la Iglesia celebra este sacramento, en la Comunion de los Santos, intercede por el bien del enfermo. Y el enfermo, por la gracia de este sacramento, contribuye a la santificación de la Iglesia y al bien de todos los hombres por los que la Iglesia sufre y se ofrece, por Cristo, a Dios Padre (Cf CEC 1522). -Una preparación para el último tránsito. Este sacramento se confiere a todos los que sufren enfermedades y dolencias graves; “con mayor razón” se ha de conferir “a los que están a punto de salir de esta vida” (“in exitu viae constituti”, Concilio de Trento), de manera que se le ha llamado “sacramentum exeuntium” (“sacramento de los que se van”, ibid.). La Unción de los enfermos nos conforma con la muerte y resurrección de Cristo, como lo había comenzado el Bautismo. Sería la última de las sagradas unciones que jalonan toda la vida cristiana (después del Bautismo y la Confirmación). La última unción “ofrece al término de nuestra vida terrena un escudo para defenderse en los últimos combates y entrar en la casa del Padre” (Ibid., DS 1694; CEC 1523). El CEC 1524 vuelve a reiterar que “a los que van a dejar esta vida, la Iglesia ofrece, además de la Unción de los enfermos, la Eucaristía como viático”. de los enfermos (Cap I); el Cap II versa sobre la Unción del enfermo (el rito ordinario); el Cap III trata sobre el Viático, dentro y fuera de la Misa; el Cap IV indica el orden a seguir para dar los sacramentos al enfermo en inmediato peligro de muerte: rito continuo de la Penitencia, Unción y Viático y/o Unción sin Viático; el Cap V versa sobre la Confirmación en peligro de muerte; el Cap VI contiene la entrega de los moribundos a Dios o recomendación del alma; el Cap VII contiene formularios para las Misas de enfermos; el Cap VIII contiene las oraciones para bendecir el agua y el IX contiene el Leccionario para el Ritual de enfermos. Es, por tanto, un Ritual muy completo y que da respuesta a las múltiples circunstancias que pueden darse en la celebración y en la pastoral de enfermos.

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Convertíos y creed la Buena Noticia Formación permanente del clero curso 2015-2016 - TEMA 5 3. La celebración del Viático “En el tránsito de esta vida, el fiel, robustecido con el viático del Cuerpo y Sangre de Cristo, se ve protegido por la garantía de la resurrección, según las palabras del Señor: “El que come mi carne y bebe mi sangre tiene vida eterna y yo lo resucitaré en el último día”( Jn 6, 54; RUE 26; CEC 1524-1525). Siempre que sea posible, el Viático debe recibirse en la Misa para que el enfermo pueda comulgar bajo las dos especies, pues la comunión en forma de viático debe “considerarse como signo peculiar de la participación en el misterio que se celebra en el sacrificio de la Misa, a saber, la muerte del Señor y su tránsito al Padre” (RUE 26). Es semilla de vida eterna y poder de resurrección según las palabras de Cristo: “El que come mi carne y bebe mi sangre tiene vida eterna y yo le resucitaré en el último día” (Jn 6, 54). La Eucaristía es aquí sacramento de Cristo muerto y resucitado, sacramento del paso de este mundo al Padre (Jn 13, 1; cf CEC 1524). Conviene que el enfermo, durante la celebración del Viático, renueve la fe en su Bautismo, con el que recibió su condición de hijo de Dios y se hizo coheredero de la promesa de la vida eterna (Cf RUE 28). El Viático expresará toda esta significación y será una aceptación consciente de la muerte como paso con Cristo a la Vida, si el enfermo lo recibe en plena lucidez (Cf RUE 79). El RUE se dirige a los párrocos y sacerdotes, a quienes se confía la atención espiritual de los enfermos, para que, cuando éstos se hallen en inmediato peligro de muerte, sean fortalecidos con el Cuerpo y la Sangre de Jesucristo. Para ello se debe hacer una preparación pastoral al enfermo, familia y a los que lo cuidan (Cf RUE 167). Se puede dar el Viático dentro de la Misa (RUE 26; 171-173) o fuera de ella (n 168; 174-198). Se puede dar la comunión bajo la sola especie de vino a quien no la puede recibir bajo la especie de pan (Cf RUE 169). La estructura de la celebración del Viático fuera de la Misa es ésta: Ritos iniciales (saludo, colocación del Sacramento sobre la mesa, aspersión con agua bendita al enfermo y la habitación, monición y acto penitencial, indulgencia plenaria) (RUE 175-186); liturgia de la Palabra (lectura breve y una breve explicación del trozo) (RUE 187); profesión de fe bautismal (n 188); breve letanía (n 189); Viático (Padrenuestro; “Éste es el Cordero de Dios...Señor, no soy digno”...”El Cuerpo o la Sangre de Cristo. Amén. Él mismo te guarde y te lleve a la vida eterna. Amén”) (RUE 190-192); conclusión del rito (oración final y bendición, puede bendecir con el sacramento y se puede dar la paz al enfermo) (Cf RUE 194200). 4. Otros elementos complementarios El RUE dedica el Capítulo IV a establecer el orden a seguir para dar los sacramentos al enfermo que está en inmediato peligro de muerte. En un rito continuo se confiere: la Penitencia, Unción de enfermos y el Viático (Cf RUE 201-230). Estos tres sacramentos, cuando la vida cristiana toca a su fin, constituyen “los sacramentos que preparan para entrar en la Patria” o los sacramentos que cierran la peregrinación” (CEC 1525). Los nn 201-204 del RUE son a modo de “praenotanda” o rúbricas en orden a realizar la celebración3. El Capítulo V recoge la Confirmación en peligro de muerte. Siempre que lo permitan las circunstancias se seguirá el rito completo, tal como se describe en el Ritual de la Confirmación. En caso de necesidad (en peligro de muerte), se procede del modo siguiente: El 3

Destaco lo que dice el n. 203: en la medida de lo posible no se deben unir en un mismo rito la Confirmación en peligro de muerte y la Unción de los enfermos para no confundir ambos sacramentos dado que se da en los dos la unción. En caso de necesidad se administrará la Confirmación antes de la bendición del óleo de los enfermos y se omitirá la imposición de manos que pertenece a la Unción.

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Convertíos y creed la Buena Noticia Formación permanente del clero curso 2015-2016 - TEMA 5 sacerdote impone las manos sobre el enfermo diciendo la oración (RUE 231), después mojando en crisma el dedo pulgar de la mano derecha, hace la señal de la cruz en la frente del confiermando diciendo: “N., recibe por esta señal el Don del Espíritu Santo”. El confirmando, si puede responde: “Amén” (RUE 232-233). El Capítulo VI recoge la entrega de los moribundos a Dios o recomendación del alma. Los elementos de este capítulo (lecturas, oraciones, jaculatorias, salmos, etc.) expresan la caridad del cristiano y la comunidad hacia el prójimo moribundo, pidiendo con ellos y por ellos la misericordia de Dios y la confianza en Cristo. Todos los elementos de este capítulo se ordenan a que el moribundo, si es consciente, imitando a Cristo dolorido y moribundo que, al morir, destruyó nuestra muerte, supere con su poder la ansiedad de la muerte y la acepte con la esperanza de la vida del cielo y de la resurrección. Los presentes, aunque el moribundo haya perdido la consciencia, encontrarán en esta plegarias una fuente de consuelo al descubrir el sentido pascual de la muerte cristiana. Será conveniente subrayar este sentido con un signo visible, haciendo la señal de la cruz sobre la frente del moribundo, donde le marcaron por vez primera en el Bautismo. Estas preces se han de hacer con voz lenta y suave e intercalando algún momento de silencio. En muchos casos, conviene recitar con el enfermo alguna jaculatoria, repitiéndola, quizá, varias veces. Después de expirar el enfermo, es conveniente que todos se pongan de rodillas y uno de los presentes (si no está el sacerdote) diga la oración que se indica en el n 247: ”Venid en su ayuda, santos de Dios”... Es encomendarlo a la Iglesia del cielo. La presencia del sacerdote y el diácono, acompañando a la familia en este momento, manifestará “con mayor claridad que el cristiano muere en comunión con la Iglesia” (n 238). Cuando los sacerdotes no puedan hacerse presentes, procurarán que los laicos asistan a los enfermos y moribundos y reciten con ellos estas oraciones. Para ello, se facilitará a los seglares estas oraciones (nn 234-238). El capítulo VII ofrece formularios de misas (por los enfermos, los moribundos y para el Viático); el capítulo VIII contiene las oraciones para bendecir el agua. El Leccionario (Cap IX) es un precioso instrumento para iluminar la enfermedad, el sufrimiento y la proximidad de la muerte. Los Salmos correspondientes son medios preciosos para la oración litúrgica y piadoso devocional.

CONCLUSIÓN A lo largo de esta exposición hemos constatado la riqueza de contenidos y actitudes, relativas a los enfermos y ancianos. La enfermedad es una circunstancia emblemática para el enfermo, su familia y los profesionales de la salud. Es una preciosa oportunidad para un diálogo fecundo entre el mundo de la ciencia y el de la fe, de los cuidados físico-psicológicos y los moral-espirituales. El enfermo es un todo en unidad corpóreo-espiritual y, tanto la medicina como la pastoral de la Iglesia, persiguen un único fin: curarle en todas sus dimensiones. La unidad y sinergia entre todos los cuidados ayudará a la salud integral y al consuelo del enfermo. Todos los elementos del RUE - lecturas, oraciones, profesiones de fe, letanías deprecativas, fórmula sacramental, gestos, actitudes corporales - se ordenan a que el enfermo viva la expriencia de un encuentro. El encuentro con Cristo que le visita por medio de la Iglesia, en orden a mantenerse en este trance, fuerte, animado, confortado y consolado. La Madre Iglesia, los familiares, sacerdote, visitadores deben contribuir con todas sus fuerzas a que el anciano y el enfermo se sientan arropados y acompañados en los momentos de prueba y ansiedad.

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Convertíos y creed la Buena Noticia Formación permanente del clero curso 2015-2016 - TEMA 5 En distintos momentos de la vida de la comunidad cristiana, debe llegar a los fieles la llamada a descubrir la gracia de la Unción de enfermos. Se impone una catequesis oportuna a toda la comunidad y, de modo particular, a los enfermos y familiares. Las lecturas bíblicas y las oraciones del RUE contienen una gran riqueza mistagógica, en orden a penetrar en el sentido del dolor y la enfermedad. En la oración, a partir de las lecturas bíblicas y las plegarias del RUE, encontraremos el camino para penetrar en el misterio de la enfermedad, para encontrarse con Cristo y vivir muy en comunión con toda la Iglesia. Muchos enfermos, uniendo sus sufrimientos a la pasión de Cristo y sabiéndose amados por el Señor, hicieron de su enfermedad un “tiempo de gracia” y santificación. La preparación del sacramento de la Unción y su celebración hay que encuadrarlo en una pastoral penetrada de cercanía y oración con el enfermo y por él, pero también en comunión con la Iglesia. El momento de la celebración sacramental es culminación de una auténtica pastoral, oración y penetración en el misterio de la enfermedad. En este culmen, el papel principal lo tiene la Trinidad Santa, la Iglesia sacramento primordial de Cristo y el enfermo por el orden indicado. A la luz de Misericordiae Vultus, la cercanía a los enfermos y ancianos por parte de los creyentes, es un modo precioso de ejecitar el “misericordiosos como el Padre” y “lo que hicísteis con uno de mis humildes hermanos”... de Cristo lleno de misericordia.

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