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TEMA 8: AFILIACION, ATRACCION Y RECHAZO INTERPERSONAL. FACTORES QUE MOTIVAN A LAS PERSONAS A AFILIARSE CON OTRAS El deseo de afiliarse, es buscar compañía y relación, bien sea porque estar próximos asegura protección, porque el desarrollo de grupos permite solucionar problemas adaptativos, incluso sin más beneficio que la propia interacción. Pero nuestro deseo de contacto social varía según momento y situaciones según el modelo de afiliación social que dice que las personas buscan mantener un nivel optimo de contacto social y si nos desviamos debemos ajustar nuestra conducta para restaurarlo. Ej. Exámenes sin contacto social, luego buscas compañía y al contrario. Y cada persona aplica una tendencia diferente a la afiliación, explicando las diferencias individuales. Hill 1987 en el modelo multidimensional postula sobre que las personas se afilian por 4 razones Obtener estimulación positiva: relación es placentera. Para recibir apoyo emocional: para mitigar miedo o estrés. Para compararse con otros necesita información de lo que opinan y como se comportan. Sirve de guía para reducir incertidumbre y confusión. Para lograr atención de otras personas y aprobación porque deseamos ser aceptados y valorados. Schachter hizo las primeras investigaciones sobre afiliación. Defiende que la afiliación sirve para satisfacer objetivos. Se centro en como se utiliza la afiliación para la evaluación de las reacciones propias y lograr el estado de “claridad cognitiva” respecto a las situaciones que se encontraban. Es decir para evaluar si respondemos correctamente ante situaciones ambiguas nos fijamos en la reacción de otros. Por eso deseamos afiliarnos a otros ante situaciones desconocidas. Mujeres que 10’ antes de recibir una descarga eléctrica preferían compañía. Si no había igualdad en la espera, preferían solas. Por lo que dedujo que solo querían compañía por la información que les permitía la comparación social para evaluar sus propias reacciones emocionales y poder hablar de la situación, apoyo para reducir ansiedad. Y dedujo que las mujeres bajo estrés preferían estar acompañadas aunque no pudieran hablar del tema. Pero existen numerosas excepciones. Rofé -TEORIA DE LA UTILIDAD DE AFILIACION propone que la intensidad de la preferencia de las personas por afiliarse en una situación estresante depende de los beneficios y costes y estos dependen del evento y de las personas presentes, y de la personalidad del sujeto. Pero mayoritariamente las personas buscan relacionarse con otras bien sea por amistad, por grupo, a partir del contacto con ellas por lo que la afiliación es necesaria para el desarrollo de las relaciones interpersonales con personas más deseables y probables. MÁS ALLA DE LA AFILIACION: LA EXPERIENCIA DE ACEPTACION Y RECHAZO DE LOS DEMAS Deseamos que los demás se afilien a nosotros. Nuestro deseo de aceptación está en la base de muchas de nuestras conductas. Un valor relacional percibido alto (grado que una persona cree que los demás consideran la relación con ella valiosa o importante) nos hace sentir aceptados. Y este indicador es específico para cada relación. La experiencia de sentirse aceptado o rechazado depende de si el valor relacional es elevado, pero es una experiencia subjetiva que guarda poca relación con el grado real de aceptación o rechazo. Ser valorado relacionalmente aumenta la probabilidad de obtener mayores beneficios en la vida, por lo que nuestras conductas constituyen esfuerzos para promover y mantener el valor relacional. El valor relacional percibido es diferente para cada relación. Es subjetivo. Valor relacional alto: aceptado Valor relacional bajo: rechazado. Midiendo nuestro valor relacional. La cooperación ha sido básica para la supervivencia y la reproducción, y la aceptación vital por lo que la búsqueda de compañía ha favorecido la selección natural TEORIA DEL SOCIOMETRO propone un sistema psicológico que de forma inconsciente rastrea las claves de aceptación y rechazo del entorno social, relevantes para el valor relacional y alerta a la gente de signos de valor relacional bajo o en declive y motiva la realización de forma consciente de conductas que intentan aumentar el valor relacional, es decir, cuando intentamos aumentar el valor relacional. Una extensión de esta teoría defiende que poseemos un sistema de monotorización social que responde cuando estamos preocupados por la aceptación y pertenencia y aumenta la sensibilidad por la información social, sobretodo en personas preocupadas por el rechazo social. Ej. si nos han rechazado recientemente seremos más sensibles a la información y dedicaremos más recursos cognitivos. Estos sistemas indican valor relacional bajo= buscan claves para aceptación y rechazo=alertan amenazas al valor relacional=motivan conductas que protegen = aumentan sensibilidad a la información social. ATRACCION INTERPERSONAL El aprendizaje y refuerzo influyen en la atracción. Tendencia o predisposición individual a evaluar de forma positiva a otra persona y deseo de acercarse. Cuanto mayor sea la evaluación positiva mayor la atracción y al revés. La atracción se considera una actitud con componentes cognitivos, afectivos y conductuales. Con el tiempo se ha completado y la atracción también es el deseo de iniciar contacto o establecer intimidad con otra persona.
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A mediados de siglo se realizan estudios importantes sobre la proximidad física y sentaron las bases de la relación entre semejanza y atracción, relaciones de parejas, satisfacción y estabilidad. Actualmente estudios citas online, redes sociales, páginas web. Años 70 las teorías de atracción interpersonal se basaban en: La teoría del refuerzo, nos sentimos atraídos por quienes nos proporcionan algún tipo de recompensa. Destacarían La teoría del intercambio social, donde se dice que cuantas mas recompensas y menos costes nos aporte una persona, mas nos gustará. El resultado es la diferencia entre costes y recompensas de la relación y tratamos de minimizar coste y aumentar recompensas. Si los costes exceden las recompensas la relación seria poco satisfactoria. La teoría de la equidad o equilibrio: Una buena relación las recompensas exceden los costes. Los resultados se confrontan con el nivel de comparación que son los resultados que la persona cree que puede obtener de la relación basándose en experiencias pasadas. La teoría de la interdependencia, alternativas. Si los resultados están por debajo del nivel de comparación la persona se siente insatisfecha y romperá una relación cuando el resultado sea por debajo de su nivel de comparación de alternativas, es decir, según las oportunidades que tenemos nuestro alcance (otras relaciones, estar solos), por lo que la dependencia de una relación estará en función del nivel de comparación de alternativas. Esta propuesta ha sido criticada porque no tiene en cuenta la justicia y equidad que es cuando una persona se siente feliz cuando mantiene relaciones donde las recompensas y costes contribuyen de manera similar en los dos miembros de la pareja. La teoría de la consistencia cognitiva, donde se defiende la coherencia entre la conducta y la actitud. Dentro de esta encontramos la teoría del equilibrio de Heider que implica que cuando entre dos persona se establece una estructura cognitiva de equilibrio (p.e. comparten opiniones, valores, creencias, actitudes) se produce entre ellas una relación agradable que conduce a que se sientan atraídas. Del mismo modo, si se produjese entre ellas una estructura cognitiva de desequilibrio (p.e. mantienen opiniones o creencias incompatibles) experimentarían la relación con desagrado, lo que disminuiría la atracción entre ellas. Factores que influyen que nos sintamos atraídos por otras personas. 1. Me gustas si te parces a mi: El efecto semejanza en la atracción. Las personas que muestran similares actitudes y valores se hacen amigos. El principio de la semejanza establece que las personas se sienten mas atraídas de forma objetiva por quienes son semejantes a ellas. Byrne defiende que la semejanza debe generar atracción porque cumple funciones adaptativas. Llevaron a cabo unos estudios donde se manipulaba la coincidencia entre los participantes y las respuestas de un desconocido. Y se llego a la conclusión que se siente atracción hacia un desconocido con el que compartes actitudes. Este efecto se llama LEY DE ATRACCION DE BYRNE. (ES OBJETIVA) Se ha demostrado que la semejanza real como la percibida entre dos miembros de parejas casadas predecía el ajuste marital. PRINCIPIO DE SEMEJANZA (ES SUBJETIVO) La semejanza real (grado en el que una persona es realmente semejante a otra) hace que una pareja funcione. La semejanza percibida ( grado en el cual una persona cree que es semejante a otra) hace que una pareja se atraiga. La semejanza real no es un buen predictor de la atracción en encuentros románticos iniciales cara a cara, por lo que predice la atracción en la formación de la relación pero no cuando ya esta establecida, mientras que la semejanza percibida predice la atracción independientemente de la etapa que atraviese la relación. Las parejas se pueden formarse no solo por el principio de semejanza, puede ser por atributos o porque si son semejantes es posible que coincidan en situaciones similares. El grado de semejanza influye en la relación de amistad. 2. Me gustas si te gusto: efecto reciprocidad en la atracción. RECIPROCIDAD La reciprocidad es que nos gustan aquellas personas a las que les gustamos. La atracción genera atracción. Si sabemos que le gustamos a una personas nos sentimos atraído por ella. Las personas que causan incertidumbre sobre cuánto les gusta alguien pueden lograr que aumente el interés de esa persona hacia ellas. El modelo de las relaciones sociales de Kenny distingue entre dos indicadores independientes de reciprocidad: generalizada y diádica. La reciprocidad generalizada hace referencia al hecho de que las personas a las que generalmente les gustan los demás tienden, a su vez, a gustarles a los demás. La diádica se circunscribe a cuando esto ocurre entre dos personas. Un metaanálisis llevado a cabo por Kenny reveló la existencia de resultados inconscientes respecto a la reciprocidad general, pero consistentes y sólidos y conscientes para la diádica en la atracción interpersonal. Nos sentimos más atraídos por personas a las que les gustamos que hacia las personas con las que compartimos actitudes. FAMILIARIDAD 3. El efecto de la familiaridad en la atracción. Nos sentimos mas atraídos hacia personas que nos resultan familiares. La familiaridad es el grado de exposición que una persona tiene a otra. Nos sentimos atraídas por quienes están cerca y nos resultan familiares. Ej: chicos que estudian en un edificio y se hacen amigos de sus vecinos aunque hagan poco que viven. No confundir con el EFECTO DE MERA EXPOSICION donde la exposición repetida a un estímulo aumenta el agrado hacia él y genera mayor atracción. No obstante la exposición prolongada nos desagrada. Ej. Cruzarnos cada día con alguien SEMEJANZA
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que no nos cae bien, cada vez nos agrada menos. Ej. Foto invertida y foto cada semana la misma más familiar. Chicas introducidas en una clase con diferentes asistencias. El resultado es que aunque no se acordaban de ellas, las encontraban mas atractivas cuanto mas habían estado en clase, con lo que se puede llegar a la conclusión que el efecto mera exposición se produce incluso (y con mas fuerza) cuando la persona no es consciente de estar percibiendo el estímulo. Porqué la familiaridad predice la atracción: Cuanto mayor la frecuencia de nuestros encuentros más los asociamos con emociones positivas. Los estímulos nuevos generan incertidumbre y reacciones de cautela que disminuyen a medida que la exposición repetida a ellos. Tendemos a procesar perceptiva y cognitivamente con mayor fluidez los estímulos familiares y esta fluidez es experimentada a nivel afectivo de forma positiva. Según el condicionamiento clásico, la familiaridad o exposición repetida, crea oportunidades para interacción. Como es frecuente que experimentemos positivamente tener interacciones con los demás, se crea un deseo de establecer más interacciones. ESTUDIOS DE LA PROXIMIDAD: Paradigma de evaluación de rasgos: los participantes evalúan información estable sobre una persona con la que nunca se encuentran. Paradigma de interacción real: los participantes interactúan en tiempo real y adquieren información contextualizada y evalúan al tiempo que son evaluados. Mayor familiaridad=mayor atracción. La familiaridad aumenta la percepción de semejanza. El atractivo físico El atractivo físico ha demostrado ser un importante predictor del grado en el que nos sentimos atraídos por una persona. Se hizo un estudio de campo en el que a los participantes se les asignaba al azar una pareja de baila en una fiesta universitaria y, posteriormente, debían evaluarla en atractivo físico y diversas variables de personalidad. Los resultados demostraron que el atractivo físico era el único predictor del grado en el que a los participantes les gustaba la pareja, así como el grado en que querían volver a quedar con ella. Luo y Zhang han comprobado el efecto de cuatro factores (semejanza, reciprocidad, atractivo físico y seguridad) en la atracción. Para ello, realizaron un estudio utilizando el método de citas rápidas al que ya hemos aludido. Las personas atractivas son tratadas más positivamente que las no atractivas. Se ha comprobado simultáneamente el efecto de la semejanza, reciprocidad, atractivo físico y seguridad en la atracción. Sus resultados mostraron que en este contexto el atractivo físico era, de nuevo, el mejor predictor de la atracción interpersonal, tanto en hombres como en mujeres. LA EXPERIENCIA DE SENTIRSE RECHAZADO Los demás pueden no estar interesados en mantener relaciones con nosotros. Rechazo es cualquier situación en la que las personas perciben cualquier amenaza a la pertenencia, tanto si ha sido clara o indirecta. Despedido, dejado por una pareja, expulsado de un grupo u objeto de discriminación y prejuicios o estigmatizado. La atracción es una VD, el rechazo VI cuyas consecuencias suelen ser cognitivas, conductuales y emocionales con consecuencias agresivas. El rechazo afecta a procesos controlados no automáticos. De índole conductual: Las personas rechazadas responden al rechazo unas veces de forma agresiva, evitadora o tratan de restaurar el contacto social. conductas antisociales, donan menos dinero, no son voluntarios en estudios, no hacen favores y no cooperan en juegos experimentales y afecta a las respuestas emocionales impidiendo la empatía y debilitando cualquier ayuda a otros. Conductas reparadoras. Si se tiene necesidad de pertenencia, manifiestan interés por formar nuevos vínculos sociales. También se puede reaccionar ante el rechazo evitando el contacto social. De índole cognitivo: Baja el rendimiento intelectual de manera temporal, afectando más a las tareas complejas que son los procesos controlados, pero no a los automáticos. Se vuelven pasivas y no quieren esforzarse a pensar por ellas mismas. De índole emocional: De forma negativa. Sentirse peor no es sentirse mal, entran en un estado emocional neutro. Debido a la motivación, las personas tienen un autoconcepto independiente, el rechazo aumenta la creatividad.
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TEMA 9: CONDUCTA DE AYUDA ¿Qué se entiende por conducta de ayuda en psicología social? Conducta prosocial: (general)conducta beneficiosa para otras personas y para el sistema social. Es la cultura, la sociedad o el grupo los que definen qué comportamientos son prosociales y los que no. Conducta de ayuda(especifica) acción que tenga como objetivo proporcionar beneficio o mejorar el bienestar de otra persona. Ej. levantarse en un autobús para ceder asiento. Es una acción en beneficio de otro aunque no se consiga el beneficio. A veces implica desigualdad de poder donde el receptor contrae una obligación hacia el benefactor. No es necesario el contacto directo. Conducta altruista(concreta) no basta la intención o las consecuencias. *Los psicólogos sociales la definen como categoría que incluye conductas de ayuda realizadas voluntaria e intencionadamente con el fin de reducir malestar o el problema de otra persona sin tener en cuenta las propias necesidades. Es decir es altruista si se tiene solo en cuenta la necesidad del otro y no las recompensas ni los perjuicios por realizar la conducta. Basada en la motivación. *Los psicólogos evolucionistas, los sociobiólogos y los etólogos, consideran que es la de los costes-beneficios, que incluye cualquier conducta de ayuda que proporcione más beneficios al receptor que al que la realiza. Esta definición no está basada en la motivación, sino en la conducta propiamente dicha y sería lo que entendemos como conducta altruista reciproca. Pero no toda conducta de ayuda es altruista ni toda conducta prosocial implica ayudar a alguien concreto. Ej. Reciclar basura es prosocial, pero no de ayuda ya que nuestra intención no ses mejorar el bienestar de otras personas. . La cooperación: unión de personas para obtener una meta común beneficiosa para todos los implicados. Aumenta la cohesión grupal y las relaciones interpersonales positivas. Existe interdependencia entre ellos. ¿Cuándo ayuda la gente? Mujer asesinada en presencia de vecinos sin que prestaran ayuda. Darley y Latané quisieron demostrar que la decisión de ayuda depende de los rasgos de personalidad de cada individuo, las variables de la situación y como son interpretadas por los que se encuentran en ella. Conclusiones de su estudio: EFECTO DE ESPECTADORES: Cuanto mayor sea el nº de espectadores, menor ayuda recibe la persona necesitada. La decisión de intervenir en un caso de emergencia tiene lugar en la mente del individuo. Esta idea dio lugar a un modelo de decisión.
Detectar Valorar Emergencia Responsabilidad Capacidad Decisión
¿Cómo influyen las características de la situación en la decisión de ayudar o no? Para ayudar te tienes que dar cuenta que ocurre algo anómalo. La atención selectiva nos hace pasar desapercibidos hechos bien por sobrecarga estimular, bien porque el estrés mantenga ocupada nuestra mente en otras cosas. Ej. De Jerusalén a Jericó: Seminaristas parábola del buen samaritano: llegaban tarde a un seminario de ayuda y no ayudaban por el camino a quien lo necesitaba porque llegaban tarde. Si la persona percibe que ocurre algo puede interpretarlo como emergencia o no, dependiendo de la claridad de la situación y de lo que hagan otras personas presentes. Cuando la situación es ambigua, la gente recurre a indicios sociales, según la conducta y opinión de los otros, existe una dependencia informativa. Ej habitación llena de humo que explica la IGNORANCIA PLURALISTA que consiste en inhibir la expresión de una actitud o emoción porque se piensa que la mayoria no la comparte, aunque en realidad no sea así. Hay que interpretar que lo que ocurre es una emergencia. La influencia social informativa que ejercen los observadores sobre otros aumenta con la semejanza entre ellos confirmando la TEORIA DE LA COMPARACION SOCIAL. Pero cuando la situación no es ambigua, la influencia de los demás es menor. Para que la ayuda se dé, hay que considerar que se tiene la responsabilidad de prestar ayuda que es un proceso que se ha denominado DIFUSION DE LA RESPONSABILIDAD.
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También influye si te ves o no capaz de realizar la ayuda y los hombres ayudan mas que las mujeres en situaciones complejas como accidentes de tráfico o un incendio. Pero si las acciones requieren empatía, la mujeres ayudan mas. Los favores, etc no encuentran diferencias entre sexos, sino la confianza en su propia capacidad. Aun así se puede decidir no actuar por los costes. Características de la persona que necesita ayuda. Ayudamos antes a las personas atractivas, a las semejantes a nosotros que a las que no. Actuamos de manera prosocial con la gente del propio grupo que con la de fuera, influyendo las variables ecológicas, los indicadores socioeconómicos, los rasgos de personalidad y los valores culturales. El clima, la densidad de población influyen en el comportamiento. Mayor densidad=menos ayuda= efecto de los espectadores= difusión de responsabilidad. La ayuda es multicausal. Existe relación entre la conducta de ayuda y variables de tipo socioeconómico, cultural y psicológico. Los países con elevado índice de desarrollo humano, es decir, buenas condiciones económicas, sanitarias y educativas, prestan poca ayuda a un desconocido. Los mas pobres, ofrecen mas ayuda. Los miembros de sociedades con escasos ingresos económicos y que bien en climas desagradables lo hacen de manera altruista, por encima de sus intereses personales. Las sociedades colectivistas que marcan mas diferencias entre el endogrupo y el exogrupo prestan mas ayuda que las sociedades individualistas que se centran mas en el éxito y el logo y el desarrollo social, un ritmo mas acelerado. Hay que distinguir entre colectivismo latino y asiático. El latino enfatiza en la simpatía y empatía y ayudan mas. A través de la conducta de ayuda se entrelazan valores culturales, variables socioeconómicas y el ambiente. La relación entre semejanza y conducta de ayuda, se puede explicar en términos de costes-beneficios. Ayudar a nuestros semejantes puede ser el inicio de una relación que comparte características en común y no ayudarle nos hace sentir culpables. Ayudamos a personas diferentes a nosotros cuando los costes de no hacerlo superan los beneficios o puede acarrear consecuencias peores. ATRIBUCION DEFENSIVA Si consideramos que la persona es semejante a nosotros, pensamos que el problema se debe a circunstancias ajenas y está fuera de su control, que no tiene la culpa de lo que le pasa. Esto se debe a la que busca reducir la amenaza que pueda producirnos la situación si el otro se nos parece, puesto que implica reconocer que podríamos caer en el mismo error. Pero a veces lleva al resultado contrario cuando el problema es muy grave como nos recuerda a nosotros mismos, nos produce una desagradable sensación de amenaza y actuamos distorsionando la percepción de la víctima y asignando características negativas como falta de inteligencia o de precaución y así se le atribuye la responsabilidad de lo ocurrido que despierta reacciones emocionales negativas y así negamos la ayuda. Las personas que mantienen la creencia de un “mundo justo” necesitan creer que el mundo es un lugar donde cada uno tiene lo que se merece y pensar que alguien sufre de manera inmerecida va en contra de esa creencia y es inaceptable. ¿Cómo ayuda la gente? Se distingue entre coste y beneficios de ayudar o de no ayudar. Si los costes (tiempo, esfuerzo, peligro, etc) proporcionan ayuda a otro tienen mas peso que los beneficios (reconocimiento social, orgullo, agradecimiento, posibilidad de entablar relación, placer etc) la persona decidirá por no actuar, a menos que los costes de no ayudar ( culpabilidad, desagradable, amenaza o desaprobación social) son mayores. El enfoque económico donde se sopesa los pros y contras, está movido por el propio interés. Lejos del altruismo, pero no tienen porqué ser incompatibles. Esto permite predecir la conducta de ayuda dependiendo del balance de costes de ayudar y de no hacerlo.
Esto permite poder abandonar una escena sin escrúpulos de conciencia. Así se distorsiona la percepción de la realidad. La situación mas difícil de predecir es cuando los costes de ayudar o no son bajos, ya que pesan otro factores como normas sociales, personales, personalidad, relación entre observador y víctima y otras variables situacionales. ¿por qué ayuda la gente? Crea el debate sobre si la gente es altruista o egoísta y se cree que hay un poco de las dos cosas. Se plantea a dos niveles: causas inmediatas y causas últimas. CAUSAS INMEDIATAS: tres fuentes motivacionales: La conducta de ayuda y el refuerzo.
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Desde el aprendizaje por refuerzo, las personas ayudan porque anteriormente se han visto reforzadas al hacerlo, o por observación. El refuerzo positivo tiene efecto en el aprendizaje de la conducta prosocial. El refuerzo negativo crea aversión a la ayuda. Ej: de las personas que ayudaban y les sonreían o las que recibían un soplamoco. Por tanto el castigo es incompatible con la tendencia de beneficiar otros y las recompensas materiales educan a ayudar solo a cambio de un premio y su actitud prosocial se verá deteriorada. Factores emocionales. Los factores emocionales mueven a las personas a ayudar. El estado de ánimo positivo se relaciona con la conducta de ayuda. Se puede interpretar a la inversa, ayudar contribuye a mantener un estado de ánimo positivo. Pero cuando el acto de ayudar es demasiado costoso o desagradable la gente con mejor humor no es la que mas ayuda. El estado de ánimo negativo, es más complejo. El ver a alguien sufrir nos produce emociones desagradables, existiendo una base biológica. La atribución de las causas determina la emoción que sentimos ante una situación en que alguien necesita ayuda. Nos sentimos menos dispuestos a ayudar a alguien cuando le consideramos responsable de lo que ocurre. El sentimiento de culpa hace que te sientas culpable de presenciar cómo se perjudica a otra persona y este sentimiento te impulsa a actuar. La tristeza es la etiqueta adecuada para la emoción que impulsa a ayudar. Ayudamos por: Pero estas emociones negativas nos hacen sentir culpa y ayudamos para restaurar nuestra propia imagen culpa deteriorada por la causa de un perjuicio a otra persona. Ver como se perjudica a otra persona causa tristeza y Responsabilidad impulsa a ayudar. Es el MODELO DE ALIVIO DEL ESTADO NEGATIVO, una de las vías para conseguirlo es la Oblig moral Compasión conducta de ayuda, por sus reforzantes aprendidos en experiencias anteriores, pero si la persona sabe que la Tristeza ayuda no le va a liberar del malestar, y tiene otra alternativa al estado negativo, la ayuda será menos probable. empatia El sentimiento de culpa, la responsabilidad personal, la obligación moral pueden inducir a una persona a ayudar y en el caso de la tristeza, la compasión, la preocupación empática, también motiva a ayudar. Otro modelo motivacional es la activación (impulsa a la acción) y coste-recompensa (lo que determina la dirección concreta que tomará la acción). Según este modelo, presenciar el sufrimiento, provoca activación empática que provoca un estado emocional desagradable que desaparece ayudando a la víctima. La activación por sí sola no lleva a ayudar. Debe ser interpretada según la causa del sufrimiento. La ayuda aumenta después de haber presenciado una peli violenta. La diferencia entre los dos modelos es que el de alivio del estado emocional sostiene que independientemente de la causa, los aspectos emocionales negativos (culpa y tristeza) motivan la conducta de ayuda. El modelo de activación y coste-recompensa dice que la activación desagradable atribuida al sufrimiento desencadena la acción de ayuda. La forma de reducir el estado emocional desagradable según el modelo activación y coste –recompensa es ayudando. El modelo alivio del estado negativo la conducta de ayuda es una alternativa de acción entre varias para reducir el estado emocional negativo que no atribuye a nada concreto. En común tienen una visión egoísta de la conducta de ayuda, ya que se ayuda para liberarse de un estado emocional desagradable, obtener un refuerzo o evitar un castigo. La empatía que permite ponerse en el lugar de otros y entender lo que ocurra. No es lo mismo entender como se siente una persona (preocupación empática/motivación altruista) que imaginar cómo se sentiría uno mismo(malestar empático, motivación egoísta para reducir el malestar). MODELO DE EMPATIA – ALTRUISMO: puede provocar activación desagradable y respuesta emocional de preocupación empática que mueve al individuo a reaccionar no para reducir su malestar, sino para aliviar la necesidad del otro , pensando que la conducta humana puede ser realmente altruista dándose mas claramente entre conocidos y familiares. Esta motivación se ve superada por el propio interés, algo muy natural.
La gente ayuda por: Reducir malestar Recompensa Reconocimiento Orgullo Alegría Imagen Alivio
Cuadro 9.8 ¿altruismo o egoísmo? La motivación altruista ha sido una fuerte pretensión de Batson muy criticada. La mayoría considera que somos egoístas. Los sujetos no motivados empáticamente eligen la alternativa que menos costes supone librarse del malestar, los empáticamente motivados ayudan para reducir el malestar del otro, no el propio. La gente ayuda para evitar mala imagen ante los demás y ante sí mismos. Los sujetos con motivación empática ayudaban y los no motivados solo cuando su conducta podía ser conocida por otras personas y no tenían excusas para no hacerlo.
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La gente ayuda para obtener recompensas, por reconocimiento, orgullo, compartir la alegría del otro al recibir ayuda. Es mas reforzante ayudar que dejar que lo haga otro. Otra motivación empática es el alivio del estado negativo, que no se generaliza a otras situaciones. Se ayuda para aliviar un problema en una persona, no cualquier otro problema que no tenga nada que ver. Según Batson existen evidencias empiricas que sugieren que tenemos capacidad de comportarnos movidos por sentimientos no egoístas, abriendo brecha en la tradición psicológica defensora del egoísmo y el hedonismo como único móvil de la acción humana. Las normas sociales y personales. La cultura tiene reglas que dictan como actual con los demás de forma prosocial. Norma de reciprocidad implica ayudar a quien nos ha ayudado y negar ayuda a quien nos ha negado. Tiene mucha fuerza y su violación nos crea malestar. Norma de equidad donde debe haber un equilibrio entre lo que cada persona aporta y recibe. Aunque sobreestimamos nuestras aportaciones los individuos que se sienten mejor pagados ayudan alos que son tratados injustamente. Norma de responsabilidad social, donde la gente debe ayudar, pero interviene el proceso de atribución de responsabilidad y la causa de la dependencia. A parte de estas normas sociales, existen las normas personales o sentimientos de obligación moral que hacen que la persona considere la implicación, alternativas de conductas de acuerdo con sus criterios morales y valores para que la activación emocional sea en una determinada dirección. La gente ayuda por el aprendizaje de normas sociales que nos hacen esperar recompensas o castigos y por normas personales, que nos hacen experimentar la activación emocional desagradable. EL ORIGEN EVOLUTIVO DE LA CONDUCTA DE AYUDA ¿Por qué nos produce un estado emocional desagradable ver sufrir a otra persona? La lucha de la supervivencia se contradice con individuos que arriesgan su vida por salvar a otros. Los procesos de selección por parentesco y el altruismo reciproco resuelven la paradoja del altruismo. Es decir, un individuo hace que sus genes se reproduzcan si ayudan a un familiar, pero no se calcula el grado de parentesco genético cuando ayudas, pero ayudas antes a los familiares que a los que no. Sentimos empatía hacia los que nos unen vínculos afectivos. La empatía resulta adaptativa porque favorece la conducta altruista y esta lo era porque favorece la eficacia biológica, a través de los genes de la reproducción de sus parientes. La empatía se ha encontrado en niños recién nacidos. Se encuentra en nuestro cerebro. Preston y Waal proponen el modelo Percepcion-accion para tratar de explicar la empatía des de la neuroanatomía. Si una persona presta atención al estado emocional de otra, se activa automáticamente en su cerebro un estado similar. Son las llamadas neuronas espejo hacen que si observas un movimiento, la activación motora reacciona aunque no se produzca el movimiento. El contagio emocional no distingue entre el sufrimiento del otro y el propio. La preocupación empática busca aliviar el malestar del otro intentando consolarle. La perspectiva empática, permite entender la situación y la razón del malestar del otro y ofrecer una ayuda mas apropiada para el problema en cuestión. Todos estos factores favorecen la coordinación de los miembros de un grupo. En el desarrollo del altruismo y la conducta prosocial intervienen la maduración socio cognitiva, la socialización y el aprendizaje, a través de la interacción con los iguales, y empieza cuando eres niño enseñando las ventajas del comportamiento prosocial y se extiende a lo largo de toda la vida, para que no cueste ningún esfuerzo realizarlo. Nacemos con una predisposición a sentir empatía, los procesos madurativos y las experiencias nos llevan a la conducta altruista de forma automática como el andar, hablar o enamorarnos. LA CONDUCTA DE AYUDA DESDE EL PUNTO DE VISTA DEL QUE LA RECIBE. Pensamos que ayudar a otra persona es beneficiarla. Pero no es siempre así. Se debe distinguir entre la ayuda solicitada y la que no es.
Petición de ayuda: el individuo se plantea tres cuestiones. ¿Se soluciona mi problema si alguien me ayuda? ¿Pido ayuda? ¿A quién pido ayuda? Reconocer que tienes un problema no es suficiente para pedir ayuda, se tienen en cuenta los sentimientos de pérdida de autoestima o sociales relacionados con la imagen que damos a los demás. Nadler dice que pedir ayuda depende de: Características personales Naturaleza del problema y tipo de ayuda que necesita Características del potencial donante de la ayuda. Estos tres elementos influyen en los costes y beneficios de pedir ayuda o no. Pedir ayuda psicológica o social, es mas costosa para los hombres que para las mujeres, por un tema educacional de competencias y autonomía. Es mas fácil acudir al medico por un problema físico que por un problema metal. Un factor disuasorio seria no poder devolver el favor. Se prefiere pedir ayuda a quien menos amenaza la autoestima, acudiendo a parientes, amigos o semejantes. Pero los estudios de laboratorio indican lo contrario y el que hace algo por otro, espera que se lo devuelva y en el laboratorio donde nadie se conoce es imposible. Entre participantes la confianza no existe, lo que resulta menos amenazador a la
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imagen personal y social. Resulta más amenazadora la ayuda de un amigo, que se puede crear una opinión negativa de nosotros.
Reacción ante la ayuda recibida sin haberla solicitado
: Una persona egoístamente motivada que necesita ayudar a los otros para sentirse bien, hace un favor a alguien que no lo ha solicitado. El que recibe la ayuda siente amenazada la autoestima. Se puede predecir las reacciones negativas o positivas de la gente ante la ayuda cuando: La ayuda procede de alguien socialmente comparable con ella. Amenaza la libertad y autonomía (queda obligada a corresponder) Implica la obligación de devolver el favor (frecuente en relac intergrupales status diferentes) Es un problema central para la identidad interna y lo atribuye a causas externas. No coincide con los aspectos positivos del autoconcepto (autoestima elevada) La ayuda requiere habilidades importantes y la valoración depende del ayudado. Se despiertan sentimientos negativos hacia la ayuda y hacia quien la ofrece. Es positiva cuando al recibir ayuda sin haberla pedido, motiva a la persona a esforzarse mas en mejorar su situación y hacerse menos dependientes de la ayuda de los demás, aumentando el control de su propia vida. Es mas frecuente en cultura occidental caracterizada por valores individualistas, donde se valora la independencia y es una muestra de debilidad la ayuda. En culturas colectivistas, donde se valora la interdependencia entre miembros del grupo, pedir ayuda o recibirla es algo normal, pero no es bien recibida la ayuda de personas de fuera a no ser que esté en juego un beneficio grupal. Cuando ofrecemos ayuda debemos tener cuidado con la forma en que lo hacemos.
La conducta de ayuda grupal La influencia que ejerce el grupo en sus miembros para promover la ayuda, se considera una tendencia antisocial bien sea por irracionales en multitudes o porque inhibe la acción como hemos visto en la difusión de la responsabilidad, que está cambiando ante las organizaciones de voluntariado. Este tipo de ayuda, consiste en realizar un servicio no remunerado para una organización no lucrativa dedicada a proporcionar bienes y servicios a personas o grupos o causas. Implica donar tiempo, esfuerzo, recursos, etc. Las actividades están organizadas como el trabajo remunerado con objetivos, medios, programación, tareas, evaluación. No siempre se conocen los receptores de ayuda no existe obligación personal hacia ellos. Se acaba formando parte de la identidad social de lo que se realiza, las personas se ven como donantes.
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TEMA 10: AGRESION ¿QUE SE ENTIENDE EN PSICOLOGIA SOCIAL POR AGRESION? Baron y Richardson definen AGRESION: Cualquier conducta realizada con la intención de hacer daño a otra persona o grupo que quiera evitarlo. LA CONDUCTA AGRESIVA: se caracteriza por ser la motivación que la impuso (hacer daño a otro) no por sus consecuencias. Aunque el daño no llegue a producirse, si se la acción se realiza con esa intención, es un acto agresivo. Para que se considere agresión, como es un proceso interpersonal se tiene en cuenta el punto de vista de la víctima. Solo si la victima quiere evitar la acción del otro, es agresión. Esto excluye el daño producido con consentimiento como tratamientos médicos dolorosos o sadomasoquismo. CONDUCTA ANTISOCIAL. Comportamientos que violan las normas sociales sobre lo que se considera una conducta apropiada, aunque no son realizadas con la intención de hacer daño a otras personas, por ejemplo, los actos vandálicos o arrojar desperdicios en lugares públicos. VIOLENCIA: formas más graves de agresión física o no física (violencia psicológica o emocional) que buscan controlar, castigar o incluso destruir a otras personas. Todos los actos violentos son agresivos (si la víctima no los acepta), pero no toda conducta agresiva tiene por qué ser violenta. MALDAD: tiene un carácter cruel y extremadamente dañino y el tratarse de acciones (u omisiones) injustificadas, al menos desde el punto de vista de la víctima. Implica agresión, pero no toda agresión debe considerarse un acto de maldad. La conducta agresiva puede adoptar múltiples formas, y en este sentido los seres humanos hacemos gala de una enorme creatividad. Podemos agredir directa o indirectamente, abierta o encubiertamente, de palabra u omisión. Tipos de conducta Física Verbal Psicológica Relacional Directa Indirecta Manifiesta Encubierta Acción Omisión
Descripción Con el cuerpo Con palabras Daño a la autoestima Daño a las relaciones sociales En contacto directo con la víctima Sin contacto directo con la víctima Abiertamente El agresor oculta su identidad El agresor actúa infligiendo daño El agresor se niega a ayudar
Ejemplos Golpear o disparar a alguien Gritar o insultar a alguien Humillar a alguien Extender rumores negativos sobre alguien Dar un puñetazo a alguien Encargar a alguien que agreda a otro por nosotros Dejar en ridículo a alguien delante de otros Enviar anónimos amenazantes a alguien Obligar a alguien a hacer algo por la fuerza Negarse a defender a alguien injustamente criticado
AGRESION RELACIONAL Es la que más interés ha despertado en los últimos años por las consecuencias psicológicas que tiene la víctima. Es el daño intencionado a las relaciones sociales de otra persona, a sus sentimientos de aceptación y de inclusión en un grupo. Por ejemplo, extender rumores negativos sobre alguien a sus espaldas, retirarle la amistad si no se presta a hacer lo que queremos, excluirla de nuestro círculo de amistades, ignorarla, todo ello produce en la víctima lo que se ha dado en llamar “dolor social”, cuyos efectos han demostrado ser más duraderos y nocivos que los del dolor físico. Hay una distinción clásica en el estudio de la conducta agresiva: LA AGRESION HOSTIL se caracteriza por ir acompañada de una fuerte carga emocional, por ser impulsiva y por estar motivada fundamentalmente por el objetivo de hacer daño a otro. Es el tipo de conducta agresiva que se suele producir como reacción a una provocación, de ahí que a veces se la denominan “agresión reactiva”. LA AGRESION INSTRUMENTAL es fría, premeditada y no está motivada exclusivamente por el deseo de hacer daño (al menos no es ese su objetivo último), sino por otra meta diferente, como conseguir dinero o poder a costa de otras personas. Se la denomina “agresión proactiva” LAS RAÍCES BIOLÓGICAS DE LA AGRESIVIDAD HUMANA Indicios que avalan el componente innato de la conducta agresiva: Aparece temprano en el desarrollo del niño no solo es consecuencia del aprendizaje. Se encuentra en todas las sociedades conocidas, aunque existen diferencias culturales en cuando a su expresión. Diversos factores genéticos parecen predisponer a las personas a ser más o menos agresivas, como lo demuestran los estudios de genética del comportamiento realizados con gemelos adoptados por familias distintas. Se ha encontrado relación entre los niveles de testosterona y cortisol y la conducta agresiva. La testosterona afecta al desarrollo de estructuras corporales que influyen en la probabilidad de realizar conductas agresivas con éxito (fortaleza física), y también en la tendencia a la dominancia. Un neurotransmisor, la serotonina, y algunas regiones cerebrales del sistema límbico y del córtex prefrontal desempeñan un papel importante en el comportamiento agresivo, tanto en su manifestación como en su control. Los estudios genéticos y hormonales muestran una correlación perfecta con la conducta agresiva. Se da una influencia conjunta de factores biológicos ambientales. Esa relación confirma, la tesis evolucionista, puesto que la agresividad, ha evolucionado precisamente en interacción con las demandas del medio. He aquí algunas muestras de esa influencia conjunta entre factores genéticos y ambientales La agresión en los seres humanos está muy regulada socialmente. Según el ambiente sea propicio o no, la tendencia a comportarse agresivamente se manifestará más o menos. Por ejemplo, depende del ambiente familiar y del grupo de amigos.
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Parece haber una relación recíproca entre niveles de testosterona y agresión: niveles más altos de testosterona en sangre correlacionan significativamente (aunque las correlaciones no son muy altas) con una aumento de la conducta agresiva; por otra parte, el resultado de interacciones agonísticas en las que se gana o se domina al otro también aumentan los niveles de testosterona, no sólo en hombres sino también en mujeres. LA INFLUENCIA AMBIVALENTE DE LA CULTURA El comportamiento social humano, está influido por lo biológico combinado con la cultura. Gracias a la cultura: los seres humanos no necesitamos recurrir a la agresión para conseguir los objetivos mediante recursos y estatus, y proteger a nuestros hijos por otros medios, como la educación y el trabajo. No obstante, la evolución no ha tenido tiempo para erradicar la agresión de nuestro repertorio desde que la cultura la hizo menos necesaria. las personas aprenden, mediante la socialización, a controlar su ira y sus impulsos agresivos, y a emplear métodos menos antisociales para obtener sus objetivos. Las normas que impone la cultura, como forma de proteger el orden social y la convivencia, son interiorizadas por los individuos y, de esa forma, influyen en su comportamiento. Pero además de transmitir las normas contra la agresión, la cultura a veces contribuye a su presencia: En este sentido, Baumeister, menciona las “matanzas idealistas” de Stalin, Hitler, Mao y los Jemeres Rojos, perpetradas por grupos (el líder y sus seguidores) que creían que la violencia era necesaria para crear una sociedad mejor. Y esa creencia, que lleva a racionalizar y justificar todo tipo de actos violentos y contrarresta cualquier escrúpulo moral, no se puede achacar a la biología, sino a la cultura. Lo mismo ocurre con la identidad y la dignidad de las personas, otro producto de la vida cultural, cuya amenaza (mediante críticas, faltas de respeto, insultos o injurias, por ejemplo) muchas veces promueve respuestas agresivas por parte de los individuos o grupos afectados. Otros procesos, como el nacionalismo extremo, los conflictos religiosos o la influencia de los medios de comunicación, serían impensables sin la existencia de la cultura. ¿CÓMO SE EXPLICA LA CONDUCTA AGRESIVA EN PSICOLOGÍA SOCIAL? Las primeras teorías psicológicas pretendían explicar todo el comportamiento agresivo bien por el carácter innato o bien aprendido. Es el caso de la teoría frustración-agresión y de las teorías del aprendizaje. LA AGRESIÓN COMO IMPULSO
teoría de la frustración-agresión, Freud. Teoría en parte inspirada en sus primeros escritos, considera que toda la conducta agresiva humana es resultado de un impulso interno del organismo que se activa cuando a éste se le impide conseguir una determinada meta que intenta alcanzar (no se trata de un instinto siempre presente, como postulaba Freud). Esa interferencia inesperada en el logro de una meta por parte de un agente externo (otra persona) es lo que se entiende aquí por frustración, es decir, no tiene una connotación emocional sino conductual. En la primera versión de esta teoría, sus autores defendían dos postulados: 1. Toda conducta agresiva es resultado de la frustración. 2. La frustración siempre da lugar a alguna forma de agresión.
Miller la modificó en parte, admitiendo que la frustración instiga otros impulsos aparte del de agredir, como puede ser el de huir de la situación. No obstante, seguía afirmando que la agresión siempre va precedida de frustración. Esta teoría niega la posibilidad de que la agresión se deba al aprendizaje y a la influencia de la cultura y, considera que toda agresión tiene como objetivo hacer daño a quien obstaculiza la obtención de la meta que el agresor perseguía. , Berkowitz, Como la evidencia empírica demostraba que no toda agresión es producto de la frustración, ni siempre que alguien se siente frustrado en sus objetivos agrede a otros, trató de ampliar dicha hipótesis proponiendo tres matizaciones: o La frustración no provoca la tendencia a agredir, sino el estado afectivo negativo que la frustración desencadenada. o Cualquier suceso o estímulo aversivo (no sólo la frustración) produce un estado de ánimo negativo (es decir, un sentimiento que la persona quiere disminuir o eliminar) que puede llevar a la agresión o a la huida. o El que la agresión se produzca o no dependerá de la interpretación cognitiva que se haga de la situación y de la presencia de claves externas asociadas a la agresión. Por tanto, lo que propone Berkowitz ya no es una relación directa entre bloqueo de una meta (frustración) y respuesta agresiva, sino un proceso más complejo en el que intervienen factores cognitivos y emocionales. LA AGRESIÓN COMO COMPORTAMIENTO APRENDIDO
El condicionamiento instrumental propone que las personas tendemos a repetir aquellas conductas por las que hemos obtenido recompensas y a no repetir aquellas por las que hemos recibido un castigo. En el caso de la conducta agresiva, la recompensa puede consistir en lograr la meta que nos proponemos realizando esa conducta o en obtener aprobación social por llevarla a cabo. Por ejemplo, un niño tenderá a recurrir a la fuerza para quedarse con su juguete favorito si en ocasiones anteriores eso le ha permitido conseguir su objetivo, pero no lo hará si esa conducta le ha causado problemas con los adultos; y también se mostrará provocador si se siente respaldado y alentado por otros, pero no si ese
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comportamiento está mal visto entre sus compañeros y estos le han dejado solo o le han rechazado cuando ha provocado a alguien. El condicionamiento clásico. A él nos referimos a continuación, al exponer el modelo neoasociacionista. Como se explicaba, al hablar de aprendizaje de las actitudes, básicamente consiste en que, si se asocia repetidas veces un “estímulo condicionado” (inicialmente neutro) con un “estímulo condicionado acaba provocando la misma respuesta que el incondicionado, es decir, una conducta agresiva. Por ejemplo, aprendemos a asociar ciertos símbolos con determinados grupos. Un caso muy claro es el de la esvástica, o cruz gamada, que Hitler utilizó como símbolo del poder de la “raza aria”. TEORÍAS PSICOSOCIALES DE LA AGRESIÓN
El modelo neoasociacionista cognitivo Berkowitz, parte de la teoría de la frustración-agresión, y propone un mecanismo causal que explica por qué los estímulos o situaciones que nos resultan aversivos (como una meta frustrada, una provocación, o factores ambientales desagradables) pueden instigar nuestra tendencia a agredir centrándose en la agresion reactiva y hostil, es decir, la que no es premeditada. Ese mecanismo causal es, para Berkowitz, el estado afectivo negativo y se desarrolla: 1. Una experiencia desagradable nos provoca un estado afectivo negativo 2. Debido a una programación biológica, ese estado afectivo negativo automáticamente activa en nosotros tendencias de ataque y de huida (es decir, de afrontar la situación para acabar con el estímulo aversivo y, al mismo tiempo, de escapar de él). Esas tendencias se manifiestan a través de una serie de respuestas fisiológicas y reacciones motoras, que por condicionamiento clásico tenemos asociadas en nuestra mente con determinados pensamientos y recuerdos. 3. Cuando nos percatamos, aunque sea de forma preconsciente, de esas reacciones corporales y mentales asociadas al ataque o a la huida, se desarrolla en nosotros una experiencia emocional de ira o de miedo, respectivamente. Aunque más específicas que el afecto negativo inicial, estas emociones son en un principio muy básicas y poco elaboradas. 4. Si estamos lo suficiente motivados, podemos dar un paso más y pensar en cómo nos sentimos, hacer atribuciones causales sobre qué ha hecho que nos sintamos así, y considerar las consecuencias, los riesgos y nuestras experiencias anteriores, así como la norma sobre lo que es apropiado sentir en ese tipo de situaciones. Se convierte en un procesamiento controlado y deliberado, que da lugar a sentimientos más elaborados de enfado, irritación, celos, desprecio u otros derivados de la emoción inicial de ira, y más diferenciados del miedo. 5. La tendencia a agredir, instigada por el afecto negativo, se transformará en conducta agresiva con mayor probabilidad cuando se den las siguientes condiciones: cuando la activación interna provocada por la experiencia aversiva sea lo suficiente intensa. cuando haya algún blanco disponible para descargar en él la agresión. cuando falle la autorregulación, es decir, cuando actuemos de forma impulsiva, sin pensar en lo que hacemos ni lo que sentimos (sin procesamiento cognitivo deliberado) Berkowitz dice que la experiencia emocional de ira y los sentimientos, el procesamiento cognitivo acompañan a la agresión, pero no son su causa. Es el estado afectivo negativo, instiga el comportamiento agresivo. el procesamiento cognitivo deliberado posterior es el que inhibe o potencia nuestra tendencia a agredir. Se instiga cuando 1. los estímulos tienen un significado agresivo para la persona es decir, están asociados con la agresión en su mente. 2. Cuando le recuerdan alguna experiencia desagradable y, por asociación, sin necesidad de experimentar un estado afectivo negativo, producen el mismo efecto que dicha experiencia, activando pensamientos, emociones y reacciones ligadas a la agresión. 3. Teoría del aprendizaje social A Bandura le interesaban las influencias externas que la instigan y mantienen la agresión. Según su teoría del aprendizaje social, o por observación, el comportamiento agresivo se aprende no sólo por las consecuencias que tiene para el que lo realiza (recompensas o castigos), sino, sobre todo, viendo a otras personas comportarse agresivamente. Una vez observada y aprendida, la conducta puede ser imitada, pero no es necesaria la ejecución de la conducta para su aprendizaje. Esto se debe a que el proceso no depende de refuerzos contingentes con la ejecución, sino de la atención prestada a la conducta del modelo, y esa atención puede estar motivada por refuerzos anticipados incorporados a nuestro repertorio conductual. Pensemos, por ejemplo, en un niño que ve cómo su hermano mayor consigue lo que quiere de sus padres mediante amenazas o acciones agresivas. No obstante, lo más probable es que, si se ha observado y aprendido una conducta, se lleve a cabo, es decir, se imite en ese mismo momento, mas tarde o en otro contexto (el niño puede recurrir a las amenazas para conseguir algo de sus compañeros). La probabilidad de imitación aumenta si es un semejante si nos resulta atractivo y si recibe algún premio por agredir o su comportamiento agresivo permanece impune. A estas recompensas que recibe el modelo por su conducta las llama Bandura refuerzos vicarios, porque no es el propio observador quien los recibe, aunque tienen el mismo efecto para hacer atractiva la conducta. No obstante, aunque los refuerzos vicarios aumenten la probabilidad de imitación, se ha comprobado que no son imprescindibles, y que se puede adquirir la conducta simplemente por observarla en otro.
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Modelo General de Agresión Según Berkowitz, agredimos para acabar con un estímulo externo nos hace sentirnos mal. Según Bandura, agredimos porque hemos aprendido que, haciéndolo, podemos conseguir lo que nos hemos propuesto. Estas dos explicaciones se relacionan con la distinción que apuntábamos al principio entre agresión hostil y agresión instrumental. El modelo que vamos a exponer a continuación tiene la ventaja de ser aplicable a cualquier tipo de conducta agresiva. El modelo general de agresión constituye la integración de las aportaciones de otros modelos, y pretende tener en cuenta factores biológicos, ambientales, psicológicos y sociales para explicar cómo aparece un acto agresivo en una situación concreta y, también, cómo se desarrolla a lo largo del tiempo. En el primer caso, describe cómo ciertas variables propias de la persona y otras presentes en la situación se combinan para provocar procesos afectivos, cognitivos y activadores que pueden preparar el terreno para la conducta agresiva, a través de evaluaciones automáticas o más controladas de lo que está sucediendo. La agresión reside en características personales del actor (p.e. su grado de irascibilidad) y en estímulos externos (como una provocación por parte de otro), que coinciden en una determinada situación y evocan en esa persona un conjunto de procesos internos interrelacionados (cogniciones, emociones y síntomas de activación). Alguien irascible necesitará una mínima provocación por parte de un extraño para entrar en un estado de cólera, caracterizado por pensamientos agresivos, sentimientos negativos y síntomas corporales de activación. Este estado interno, a su vez, da lugar a una evaluación rápida y automática de la situación (“el comportamiento de esta persona es intolerable”). Si el actor carece de tiempo, capacidad y/o motivación, actuará de forma impulsiva a partir de esa evaluación automática, con agresión o sin ella según sea el resultado de dicha evaluación. En caso contrario, tendrá lugar una reevaluación más controlada y elaborada, en la que intervienen el razonamiento y los juicios morales, y que implica buscar distintas interpretaciones alternativas de la situación y lleva a la selección y ejecución de una respuesta conductual concreta. Dependiendo de esa reevaluación, la respuesta será agresiva (“lo ha hecho a propósito, así que me voy a vengar”) o no agresiva (“no tenía intención de perjudicarme, así que vamos a intentar calmarnos un poco”). Además, esa acción puede ser fría y calculada o bien contener una fuerte carga emocional. Por supuesto, como ocurre en toda interacción, la decisión conductual que tome el actor provocará una respuesta en la víctima, que marca el comienzo de un nuevo episodio que puede desembocar en una escalada de la agresión o en un descenso o desaparición de ésta, siempre en función de los dos implicados en la interacción. Más allá de un episodio concreto, el modelo también contempla el desarrollo del comportamiento agresivo a lo largo del tiempo. Cada episodio agresivo es considerado como un ensayo de aprendizaje social en el que los esquemas (de personas, de situaciones, de acciones) adquiridos por observación o por propia experiencia y relacionados con la agresión se repiten, se refuerzan y se acaban automatizando. Cuanto más a menudo la persona realiza actos agresivos sin consecuencias negativas, o más se expone a la violencia de los medios o del ambiente, más fácil elegir ese tipo de actos en el futuro al relacionarse con los demás, más accesibles le resultan los guiones de ese tipo de situaciones y más rápidamente se activan sus cogniciones relacionadas con la agresión (creencias y expectativas sobre la hostilidad de los demás, por ejemplo). Todos esos procesos combinados acaban afianzando la agresión en el repertorio conductual de la persona y haciendo que forme parte de su personalidad. ¿POR QUÉ AGREDIMOS A OTROS? FACTORES DE LA SITUACIÓN
¿Por qué es más probable que las personas se comporten agresivamente en unas situaciones que en otras? Bushman y Huesmann, en su revisión del tema, distinguen entre factores que instigan o precipitan la agresión y factores que interfieren en los mecanismos inhibidores de la agresión. Factores que precipitan la agresión la mayoría tienen una naturaleza social, Instigadores sociales: La provocación es, probablemente, el principal detonante de agresión. El rechazo y la exclusión social, como vimos, aunque estas formas de agresión tienen en las víctimas a veces un efecto sociópeto (de intento de reparar la relación o búsqueda de otros contactos) o sociófugo (de evitación, pasividad y letargo), en muchas ocasiones las personas reaccionan agresivamente cuando son rechazadas por otras personas o por su grupo. La relación entre rechazo y agresión no se limita a experiencias recientes, sino que incluso el recuerdo de episodios pasados es suficiente para instigar la tendencia a agredir. Además, esa agresión no se dirige sólo a la persona o personas implicadas en el rechazo al agresor, sino que muchas veces se extiende a otros. La respuesta agresiva parece más probable cuando la persona rechazada no tiene expectativas de volver a ser aceptada. la percepción de ser injustamente tratado. La gente, por lo general, considera que existe una norma implícita que establece que todo el mundo tiene derecho a ser tratado con justicia. Cuando perciben la situación como justa, incluso aunque no consigan lo que quieren, las personas suelen sentirse respetadas. En cambio, cuando consideran que se ha violado su derecho a un trato justo y respetuoso, tienden a sentirse heridas y menospreciadas, a experimentar ira, y a y a reaccionar agresivamente para recuperar una imagen positiva ante sí misma (autoestima) y ante los demás.
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Esa percepción de injusticia es la que está en la base de muchos movimientos colectivos de protesta, que se originan porque la gente experimenta lo que se conoce como “privación relativa”. Este fenómeno, intergrupal, consiste en la imposibilidad percibida de alcanzar lo que se considera una aspiración razonable o justa porque otra persona o grupo lo impide. Se denomina privación relativa porque el que la sufre se siente provocado en relación con un determinado criterio (por ejemplo, lo que considera que merece o que le corresponde por derecho). Es decir, no es la privación en sí misma la causa del conflicto, sino la privación en comparación con lo que uno (o el propio grupo) espera o cree que debería tener. Las personas y los grupos se basan en varios criterios para decidir que sus aspiraciones son razonables: Las normas sociales que especifican lo que cualquiera debería conseguir en esas circunstancias La propia experiencia en circunstancias similares del pasado Los resultados obtenidos por otros que se consideran comparables a uno mismo o al propio grupo. Lo que dicen otros que uno, o el propio grupo, merece. Un ejemplo extremo de lo que puede ocurrir cuando se desencadena un conflicto por este motivo es el tristemente famosos motín de la prisión de Attica [Cuadro]. Sucedió en 1971, los reclusos, en su mayoría afroamericanos y puertorriqueños, habían reclamado meses antes que cesaran los duros castigos y mejorase la vida en la prisión, donde sólo se permitía una ducha semanal o un rollo de papel higiénico por mes, entre otras limitaciones. Las autoridades responsables habían prometido a los presos numerosas mejoras en las condiciones de la cárcel, pero por diversas razones no se produjeron, lo que hizo que los presos se sintieran muy frustrados. El resultado fue una revuelta en la que perdieron la vida un total de 43 personas, entre ellas 10 rehenes y más de 80 heridos. Los incidentes comenzaron el 9 de septiembre y terminaron cuatro días después, cuando las fuerzas estatales abrieron fuego de forma indiscriminada y arrojaron gases sobre los amotinados y más de una treintena de empleados que habían sido tomados como rehenes. La frustración asociada con la privación relativa es una fuente de energía que aumenta la probabilidad y la intensidad de los esfuerzos para luchar contra dicha privación, y, si la causa se atribuye a una persona o a un grupo, esa energía suele transformarse en ira, que impulsa hacia una respuesta agresiva por si la situación de privación continúa puede llegarse a un estado de desesperanza que hará descender las aspiraciones y reducirá el conflicto sin haberse resuelto el problema. Instigadores no sociales Los factores no sociales instigadores de agresión más estudiados son las claves agresivas y los estresadores ambientales. Las claves agresivas son objetos o imágenes que están presentes en la situación y que activan en nuestra memoria pensamiento y/o emociones relacionados con la agresión. El proceso que interviene aquí es el “priming”. Una de las claves más estudiadas por los psicólogos sociales es la presencia de armas. En un experimento ya clásico, Berkowitz y LePage demostraron que los participantes, a los que previamente se les había provocado, actuaban de forma más agresiva hacia el provocador cuando había un arma en la sala que cuando había un objeto neutro o no había ninguno. Numerosos estudios han confirmado este efecto, incluso en personas que no tenían un estado de ánimo negativo debido a una provocación previa. Otros resultados relacionados con las claves agresivas son los siguientes: No sólo las armas, sino cualquier estímulo que la persona relacione con la agresión (p.e. las películas violentas) puede aumentar la saliencia de pensamientos agresivos con su mera presencia en la situación. No es necesario que la persona sea consciente de esa presencia que el efecto de priming se produzca, lo que indica que las claves agresivas funcionan de forma automática. Lo que sí es fundamental para que un determinado estímulo active cogniciones agresivas en la persona es que ésta lo asocie con la agresión, tal como sostiene el modelo neoasociacionista. Es decir, el significado agresivo no es una propiedad inherente del estímulo, sino que se lo asigna la persona a partir de su experiencia previa y de sus estructuras de conocimiento almacenadas en la memoria. Así lo demostraron Bartholow, Anderson, Carnagey y Benjamín en un estudio en el que comparaban el efecto de las armas en participantes cazadores y no cazadores, a los que se presentaban imágenes de dos tipos de armas: de caza y revólveres. Tal como los autores habían predicho, el efecto en los cazadores fue más fuerte cuando se les presentaron imágenes de revólveres (asociados con agresión a personas) que cuando las imágenes representaban armas de caza (asociadas para ellos con una actividad lúdica no agresiva). No ocurrió lo mismo en el caso de los no cazadores. La implicación de estos estudios es que la exposición repetida a las claves relacionadas con la agresión (a través de los medios o de los videojuegos, por ejemplo), a fuerza de activar frecuentemente pensamientos, emociones y opciones de respuesta agresivas, termina por hacerlos crónicamente accesibles, lo que probablemente contribuye a una mayor tendencia a comportarse agresivamente, ya sea como reacción ante una provocación o como medio para conseguir algún objetivo deseado. Los estresores ambientales: el calor, hacinamiento o multitud y el ruido, se relacionan con la agresión a través del aumento de la activación fisiológica (arousal) y el estado afectivo negativo que provocan, y parecen afectar más a la conducta agresiva hostil que a la puramente instrumental. La relación entre calor y agresión se conoce como “hipótesis del calor”, se confirma comparando datos de archivo sobre regiones geográficas y periodos temporales con distintas temperaturas. La explicación vendría dada por el modelo de escape del efecto negativo, que propone que, cuando el estado afectivo alcanza un determinado nivel de
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aversividad, lo que provoca no es agresión sino huida. El efecto del calor se manifiesta por dos vías: una directa, aumentando la irritabilidad y los sentimientos de hostilidad, y otra indirecta, activando pensamientos agresivos. El hacinamiento es una experiencia psicológica desagradable provocada por la percepción que tiene la persona de que hay demasiada gente en el espacio que se encuentra. Es, por tanto, una sensación subjetiva, que no debe confundirse con la densidad (número de personas en un espacio concreto). El ruido fuerte, así como una provocación o la exposición a películas violentas. Por otra parte, no es el ruido en sí el que instiga las reacciones agresivas, sino el hecho de que sea un fenómeno incontrolable. Factores que interfieren en la inhibición de la agresión La agresión es una tendencia natural que tenemos en nuestro repertorio desde que nacemos, como con los animales. Lo que aprendemos, por experiencia directa o por observación, es cómo y cuándo manifestarla, y cómo y cuándo inhibirla. Hay algunos factores situacionales que obstaculizan la inhibición: El consumo de alcohol, el anonimato, porque el agresor piensa que es poco probable que otros le identifiquen y le hagan responsable de sus actos agresivos. El anonimato es una estrategia habitualmente utilizada por los criminales (ladrones, terroristas), disfrazarse o llevar máscaras, mezclarse en un grupo grande o presentarse con una identidad falsa (por ejemplo, en comunicaciones a través de Internet). Incluso cuando no se busca deliberadamente, hay situaciones en la vida diaria que producen cierta sensación de anonimato que se asocia con la impunidad, por ejemplo, estar dentro de un coche. FACTORES INTERNOS DEL INDIVIDUO
Factores emocionales La emoción que tradicionalmente más se ha asociado a la agresión es la ira, desde el supuesto de que la ira causa directamente agresión. Anderson y Bushman distinguen varias formas en que esta emoción puede causar agresión: La ira preactiva (mediante el proceso de priming) pensamientos, esquemas de situaciones y reacciones motoras expresivas asociadas con la agresión, que se utilizan para interpretar la situación. La ira aumenta el nivel de activación del organismo, aportando energía a la conducta que sea dominante en ese momento. La ira misma sirve como clave informativa que puede ayudar a interpretar situaciones ambiguas, siempre en un sentido hostil. Este proceso es diferente de la preactivación, puesto que es la propia experiencia emocional (y no en los procesos asociados a ella) en la que se basa la interpretación. Por ejemplo, cuando no está muy claro quién es el culpable, cuál es la causa del problema o qué respuesta es la más adecuada, si la persona siente ira inferirá respuestas a todas esas preguntas que vayan en una dirección consonante con esa emoción. La ira hace que la persona que la siente preste especial atención a los estímulos o sucesos que la han provocado, y que los procese de forma más profunda. Eso facilitará que los recuerde mejor después y reviva el estado en el que se encontraba durante el episodio original y, de esa manera, sus intenciones agresivas se mantendrán durante más tiempo. La ira interfiere en la inhibición de la agresión, y lo hace de dos formas: al activar un guión (o esquema de situación) relacionado con la agresión, puede justificar acciones agresivas como la venganza, que forman parte de las opciones de conducta incluidas en ese guión. Pero la ira puede promover el comportamiento agresivo incluso cuando no se siente realmente, sino que se interfiere. Zillmann encontró en varios estudios en los que los participantes etiquetaban erróneamente como ira la activación que les había provocado una fuente neutra, es decir, irrelevante para la agresión. En realidad, el proceso es algo más complejo. Zillmann lo llamó transferencia de la excitación, y consiste en que, cuando dos episodios que provocan activación (excitación) en una persona se producen cerca uno del otro en el tiempo, la activación procedente del primero se suma a la del segundo y puede ser atribuida erróneamente a este último. Si, por ejemplo, nos hemos pegado una buena carrera para alcanzar el autobús y, justo al llegar, el conductor cierre la puerta y se va, nuestra reacción será probablemente mucho más agresiva. Ahora bien, esa atribución errónea sólo se producirá si la persona no es consciente (o se ha olvidado) de cuál es la fuente real de la activación neutra (en el ejemplo anterior, la carrera), porque si tiene claro el origen de esa activación no la atribuirá al episodio aversivo (frustrante, provocador, o de otro tipo). Factores cognitivos La activación de scripts o guiones (esquemas que representan situaciones y guían la conducta de las personas cuando se encuentran en ellas). Esos esquemas son estructuras de conocimiento almacenado en la memoria incluyen expectativas sobre cómo se comportan las personas que se encuentran es esas situaciones y sobre las consecuencias de diferentes opciones de conducta. Los guiones se adquieren mediante la experiencia con cada tipo de situación, ya sea directamente o de forma vicaria, es decir, por observación. Una vez aprendidos, pueden ser recuperados en cualquier momento y servir de guía para la conducta. Los guiones agresivos, que se suelen adquirir durante el periodo de socialización. En ellos van incluidas creencias normativas sobre cuál es el comportamiento normal en esas situaciones, creencias que guían la decisión de si una determinada respuesta es apropiada o no en esas circunstancias. Por ejemplo, a partir de lo que ha observado en otros, o de lo que le ha ocurrido a él en varias ocasiones, un niño quizá desarrollará la creencia normativa de que se puede (es normal) devolver el golpe si te pega un compañero en una pelea (un tipo de situación), pero no si te pega un adulto como medida disciplinaria (otro tipo de situación diferente). Cuando más frecuente sea la exposición a episodios agresivos, más se reforzarán los guiones correspondientes y más accesibles estarán en la memoria, con la consecuencia de que la persona los recuperará con mayor facilidad y los utilizará preferentemente como guía de su comportamiento.
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ACCIÓN DETONANTE “El otro critica mi trabajo”
INTERPRETACIÓN (ATRIBUCIÓN HOSTIL) “Quiere dejarme en ridículo”
EMOCIÓN Ira
CREENCIA NORMATIVA Venganza apropiada
EXPECTATIVAS SOBRE LAS CONSECUENCIAS Salvar la propia imagen Evitar futuras humillaciones PLAN DE ACCIÓN agresión
sesgo atributivo hostil los individuos con un historial de comportamiento agresivo atribuyen la conducta del otro a intenciones hostiles, sobre todo cuando la conducta es ambigua. Esto ocurre porque presta más atención a las claves agresivas que a las que indican buenas intenciones por parte del otro. Este sesgo activa un guión agresivo y aumenta la respuesta agresiva. Este sesgo se da en las personas que suelen reaccionar agresivamente ante el comportamiento de los demás (agresión activa), pero no en los que tienden a provocar a otros (agresión proactiva), lo que sugiere que se trata de una respuesta bastante automática adquirida como resultado de la experiencia repetida de tener que defenderse de los ataques de los demás. la rumiación. es un proceso cognitivo que se relaciona con la activación fisiológica, con la emoción, con las atribuciones y con las intenciones de conducta, y puede aumentar la agresión por cualquiera de estas vías. Por ejemplo, puede hacer que la persona sea más consciente de las reacciones fisiológicas y las emociones que experimentó durante el episodio (aumento del ritmo cardiaco, rabia, etc.), que realice atribuciones hostiles sobre las intenciones del otro (“me estaba tomando por imbécil”), y que le dé vueltas a cómo desearía haber reaccionado en respuesta a la provocación. La consecuencia de todo este proceso es muchas veces un desplazamiento de la agresión hacia otra persona que tenemos a mano, y que puede ser totalmente inocente o haber cometido el error de gastarnos una broma inoportuna o de causarnos alguna leve molestia. Esta redirección de la agresión se produce sobre todo cuando no es posible o aconsejable vengarse del provocador (porque ya no está accesible o por miedo a las represalias), y supone una reacción desmesurada ante un comportamiento que, en circunstancias normales, no habría merecido una respuesta agresiva de tal intensidad pero que, debido a la rumiación, es interpretado de forma hostil. Desconexión moral, que consiste en considerar que los criterios éticos o morales que rigen el propio comportamiento en situaciones normales no se aplican en un caso concreto. Este proceso de reinterpretación cognitiva de la situación actúa infiriendo en las inhibiciones que suelen funcionar en las personas en contra de comportarse de forma agresiva, reduciendo la autocensura. Es lo que ocurre cuando individuos con principios morales aparentemente normales se comportan con otros de forma inhumana, cometiendo actos como tortura o genocidio. Hay varios mecanismos por los que se puede producirse la desconexión moral: justificación moral: Se justifican las acciones agresivas apelando al bien de la persona (como el padre maltrata a su hijo “para que aprenda”) de la sociedad, o a la salvaguarda del honor. deshumanización de la víctima. Cualquier sistema interno autorregulador de castigo por cometer actos violentos contra otras personas queda desactivado si al otro no se lo considera persona, porque ya no se aplican los mismos criterios morales. Además, al situar al otro en una categoría no humana, no sólo se considera aceptable la agresión contra él, sino que ese tipo de conducta forma parte del guión. FACTORES DE RIESGO
El ambiente familiar Numerosos estudios longitudinales han encontrado una clara relación entre el clima de agresión y violencia existente en la familia durante la infancia y las creencias y conductas agresivas que los individuos muestran en etapas posteriores de su vida. Hay varios factores que explican esa relación. Por una parte, de acuerdo con lo que hemos visto al exponer modelos de conducta y el niño aprende observándolos. Y no sólo adquiere pautas de comportamiento que incorpora a su repertorio, sino también guiones de situaciones que presencia habitualmente y que, por tanto, acaban afianzándose y resultando muy accesibles en su mente. Además, como se identifica con su padres, adopta sus esquemas sobre la realidad y sus creencias normativas sobre qué conductas son apropiadas o no. Por otra parte, las relaciones agresivas dentro de la familia suelen ir acompañadas de otras prácticas en relación con la crianza de los hijos, como rechazo y frialdad en el trato y empleo de fuertes castigos físicos. En cuanto al castigo físico fuerte, se asocia también con un aumento de la agresión posterior, porque el niño aprende a considerarlo como una forma normal y aceptable de resolver los conflictos. Las amistades Las relaciones con los compañeros de edad constituyen otra poderosa influencia sobre la agresión. Aunque hay casos en que los niños moderadamente agresivos son considerados populares, como modelos a los que imitar, por lo general, los niños cuyo comportamiento está dominado por la agresión son rechazados por sus compañeros, lo cual genera un aumento de la conducta agresiva que, a su vez, provoca más rechazo. Al sentirse marginados por sus compañeros no
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agresivos, los niños agresivos tienden a asociarse con otros que también lo son, entrando a formar parte de sistemas sociales como las bandas violentas, que promueven normas favorables a la agresión y acciones agresivas. De esta forma, se ven atrapados en una situación en la que la aceptación social depende de que cometan más actos agresivos. Incluso cuando, en lugar de buscar ese tipo de compañías, optan por aislarse (encerrándose en su habitación, por ejemplo), suelen pasar el tiempo con la televisión o los videojuegos, rodeándose de modelos agresivos a los que imitar. La cultura Existe la etiqueta “culturas de violencia” para hacer referencia a aquellas culturas en las que la agresión se considera aceptable y justificable en determinadas situaciones. Un ejemplo paradigmático son las llamadas culturas del honor. Una cultura del honor es un tipo de cultura colectivista que otorga un gran valor a la reputación de la persona, es decir, a su imagen social. Como compartida, tolera y justifica que se responda a cualquier amenaza a la propia reputación con agresión, incluso violenta, para restaurarla. Esto se manifiesta muy claramente en los estados sureños de EEUU, por ejemplo, en la forma en que los medios de comunicación presentan los sucesos en función de que se trate de violencia por cuestiones de honor o por otra causa, siendo dicha presentación mucho más favorable en el primer caso; y también en las leyes de esos estados, que reflejan mayor aceptación de la violencia cuando se trata de defender la propia reputación. Los medios de comunicación La agresión y la violencia están muy presentes en los medios de comunicación. El efecto se produce sobre todo cuando la violencia se presenta vinculada al éxito y no resulta castigada, y si aparece como justificada. De todas formas, no se trata de un factor instigador de agresión, sino de un factor de riesgo: no todo el que consume habitualmente el contenido violento en los medios será muy agresivo, aunque el riesgo de serlo será mayor entre los altos consumidores. Por otra parte, la violencia de los medios puede reforzar el efecto de otros factores de riesgo, sobre todo el de la exposición a la violencia en la vida real (familia, amigos, comunidad). Efectos a corto plazo Aumento del arousal
Episodio aislado de exposición
Aumento de la ira y la hostilidad Aumento de la agresión a corto plazo Priming pensamientos agresivos Imitación
Efectos a largo plazo Aprendizaje por observación
Consumo habitual
Desarrollo de guiones agresivos Desinhibición
Aumento de la agresión a largo plazo
Desensibilización emocional
Los estímulos violentos difundidos por los medios pueden afectar al comportamiento agresivo a través de diversos mecanismos [Figura]. A corto plazo, produce un aumento de la activación fisiológica y de emociones relacionadas con la agresión, y hace más accesibles los pensamientos agresivos, además de promover la imitación de los actos agresivos observados. La exposición habitual a este tipo de contenidos crea una base para el aprendizaje observacional que fomenta el desarrollo de estilos atributivos hostiles y de guiones agresivos. Además, al presentar la violencia como algo normal y apropiado, se potencias actitudes favorables a la agresión y la aceptación normativa de ese comportamiento, que desinhibe este tipo de conducta. Por último, se produce una paulatina desensibilización (es decir, una respuesta tanto fisiológica como emocional cada vez menor ante estímulos violentos), que se traduce también en un descenso de la preocupación empática ante el sufrimiento de otros. Todos estos procesos se ven agravados con el uso de internet, donde no sólo es posible acceder una y otra vez a contenidos violentos más fácilmente que en otros medios, sino también poner en práctica conductas agresivas dirigidas a personas reales, como ocurre en el ciberbullying.
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Para evitar o mitigar los efectos adversos de la violencia de los medios se han adoptado dos enfoques: por una parte, recomendar que se reduzca el consumo y, por otra, fomentar que éste sea crítico, educando a los usuarios sobre los potenciales riesgos del consumo de este tipo de contenido y enseñándoles a analizar lo que ven y cómo evitar identificarse con los personajes violentos. Factores personales Además de estos factores ambientales que predisponen a la agresión, existen también una serie de características personales que aumentan la tendencia a comportarse de forma agresiva, lo que explica por qué no todo el mundo se comporta igual ante una misma situación: Factores biológicos: ya hemos mencionado la relación entre agresión y bajos niveles de serotonina y cortisol combinados con altos niveles de testosterona. Y también que parece haber una predisposición genética. Ragos de personalidad: hay personas que poseen un “estilo atributivo hostil”, es decir, son especialmente propensas a percibir en los demás una actitud hostil, y, por tanto, a esperar que se comporten de acuerdo con esa actitud y a interpretar sus reacciones (en situaciones ambiguas) de forma congruente con esa expectativa. Por otra parte, las personas con una autoestima exageradamente alta e inestable (los llamados “narcisistas”) son más propensos a experimentar ira y a reaccionar de forma muy agresiva cuando sienten amenazada la elevada imagen que tienen de sí mismos. Búsqueda de autoestima positiva: esta relación entre narcisismo y agresión contradice la creencia popular de que las personas agresivas tienen una baja autoestima y recurren a ese tipo de comportamiento para aumentar su sentimiento de valía personal. En realidad, las personas con una autoestima negativa intentan potenciarla buscando la aprobación y el apoyo de los demás, no volviéndose hostiles hacia ellos. Autocontrol: También conocido como “autorregulación”, se trata de la capacidad de ajustar la propia conducta a las normas que rigen en la sociedad o en un contexto concreto, y sirve como inhibidor interno de la tendencia a reaccionar agresivamente cuando nos encontramos ante estímulos instigadores o a recurrir a la agresión para obtener un objetivo deseado. La investigación ha demostrado que la falta de autocontrol es uno de los correlatos más fuertes de la conducta criminal, en especial los crímenes violentos. Creencias personales: autoeficacia. Las personas que creen que pueden llevar a cabo determinadas acciones agresivas con éxito, y que esas acciones producirán los resultados deseados, seleccionarán con mucha mayor probabilidad este tipo de comportamientos que las que no tienen esa confianza en la propia eficacia. la catarsis, que consisten en considerar que, agrediendo, uno se desahoga y se siente mejor. creencia en un mundo justo, según la cual cada uno tiene lo que se merece, puede llevar a la persona a aceptar y justificar la agresión y la violencia mediante el proceso de culpabilización de la víctima. Diferencias de género: los resultados coinciden en que los hombres agraden más que las mujeres, aunque esa diferencia sólo es importante en cuanto a la agresión física. Las mujeres eligen formas de agresión indirecta y relacional más que directa y física. LA AGRESIÓN GRUPAL La agresión que llevan a cabo los grupos tienen mucho en común con la agresión interpersonal: puede surgir a partir de la activación procedente de la provocación, la frustración u otro estímulo instigador, o por el deseo de alcanzar algún objetivo concreto. Un factor esencial y más característico de la agresión grupal es el papel de las normas favorables a la agresión que se desarrollan dentro del grupo, suelen surgir de la interacción grupal, y los miembros las interiorizan y ajustan su conducta a ellas, bien porque se sienten identificados con el grupo o bien para evitar ser castigados o rechazados por él. Existen múltiples modalidades de agresión grupal. En unos casos, la agresión se produce en el seno del grupo y, en otros, entre grupos distintos. Con objeto de aclarar conceptos: Bullying: también llamado “acoso escolar”, aunque muchas veces se lo considera un fenómeno interpersonal (entre acosador y víctima), la mayoría de las veces implica a otras personas, que actúan como observadoras o como animadoras del acosador, a menudo movidas por el miedo a represalias por parte de éste. Bandas violentas: son grupos bastantes cohesionados, que se caracterizan por emplear diversos símbolos para representar pertenencia de sus miembros y que suelen presentar un elevado índice de actividad criminal, normalmente contra otras bandas. Disturbios colectivos: son una forma de violencia colectiva que tiene lugar en contextos específicos y es llevada a cabo por grupos sociales transitorios. El proceso psicosocial subyacente se conoce como “desindividuación”. ¿?? Terrorismo: forma de violencia impulsada por motivos políticos, que puede ser perpetrada por individuos, grupos o agentes estatales, y que pretende provocar sentimientos de terror e indefensión en la población con el fin de influir en sus decisiones y modificar su conducta. PREVENCIÓN Y REDUCCIÓN DEL COMPORTAMIENTO AGRESIVO Una de las estrategias, basada en el aprendizaje por condicionamiento instrumental consiste en “desaprender” a comportarse agresivamente. La idea es que, si el refuerzo positivo (premio) contribuye a que se adquieran conductas, el castigo hará que dejen de realizarse e, incluso, que lleguen a extinguirse. Por muchos motivos, es mucho más eficaz hacer hincapié en recompensar comportamientos deseables que centrarse sólo en penalizar los indeseables.
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TEMA 11: ESTEREOTIPOS El primer autor que utilizó el concepto de estereotipo en ciencias sociales fue Walter Lippman, un periodista experto en opinión pública, que toma el término del molde que utilizan los tipógrafos para reproducir, una y otra vez, las mismas imágenes o caracteres de imprenta. NOCIONES BÁSICAS EN EL ESTUDIO DE ESTEREOTIPOS Es muy común que los términos prejuicio, estereotipo y discriminación se utilicen indistintamente, pero se han definido diferencialmente. Prejuicio puede conceptualizarse como una actitud hacia los miembros de determinados grupos y, como tal, implica una valoración cuya valencia puede ser positiva o negativa. Cualquier actitud se basa en tres tipos de componentes: cognitivo, afectivo y conductual. El componente cognitivo del prejuicio lo constituyen los estereotipos que se mantienen sobre un grupo, el afectivo las emociones suscitadas por el grupo, y el conductual la discriminación dirigida a sus miembros. Los estereotipos sociales son creencias sobre las características que poseen un conjunto de personas y se las aplicamos a cualquier persona del grupo, aunque no la conozcamos. Henri Tajfel define los estereotipos como imágenes mentales muy simplificadas sobre personas o grupos que son compartidas, en sus características esenciales, por gran número de personas. Como destaca el autor, es fundamental considerar el consenso social y cultural existente sobre las características y atributos que constituyen un estereotipo para poder comprender los procesos psicosociales que subyacen a su funcionamiento. La organización de los estereotipos se basa en esquemas que contienen las creencias y expectativas sobre un grupo específico y sus miembros. Esa estructura cognitiva comprende creencia sobre diferentes aspectos como, por ejemplo, rasgos físicos (altos, morenos, débiles…), rasgos de personalidad (mentirosos, hábiles, cariñosos…), roles y profesiones (obreros, amas de casa, enfermeras…) o valores y preferencias (interesados por la cultura, religiosos, ecologistas…). Todas las creencias y expectativas sobre los atributos de los miembros del grupo están relacionadas entre sí, constituyendo una especie de teorías ingenuas que guían nuestras actitudes y conductas hacia ellos. Las características que constituyen el esquema de un grupo tienen connotaciones evaluativos, debido a que cada una de ellas tiene una valencia que puede ser positiva, negativa o neutra. Por lo tanto, los estereotipos son creencias que implican una valoración de las personas a las que se les aplican. No todas las personas los entienden de la misma manera. Por ello, es necesario diferenciar entre los aspectos culturales y aquellos individuales. Así, los estereotipos pueden expresarse como las creencias culturales sobre las características de los miembros de un grupo, o como las opiniones personales sobre esas características. Por ejemplo, en un estudio realizado en el País Vasco sobre los estereotipos de los gitanos se comprobó que, aunque se les describía con algunos rasgos neutro, como tradicionales (49%) y religiosos (39%), la mayoría de los atributos que se mencionaban eran negativos: machistas (42%), incultos (24%), desconfiados (21%), supersticiosos (21%) y sucios (18%). El concepto estereotipia se utiliza para referirse al grado o intensidad con que una persona asume esas creencias estereotipadas y compartidas. PROCESOS IMPLICADOS EN LA FORMACIÓN Y EL MANTENIMIENTO DE LOS ESTEREOTIPOS Los estereotipos se aprenden, se mantienen y se modifican mediante el proceso de socialización, y su transmisión se produce a través de diferentes fuentes. Aunque desde edades muy tempranas ya existe una asociación entre determinadas categorías sociales y características, que deriva de la categorización. Los niños son capaces de categorizar objetos (p.e. juguetes o utensilios de cocina), y personas por sus características distintivas a simple vista.. Las creencias compartidas en una cultura se adquieren a través de los agentes socializadores: la familia, la escuela, el grupo de pares o los medios de comunicación. Las creencias estereotipadas son una consecuencia del proceso psicológico básico de categorización social. Este proceso cognitivo permite organizar la complejidad del entorno que nos rodea en diferentes conjuntos cuyos elementos compartes características. Los elementos de una categoría (p.e. plantas) compartes muchas características y tienen poco en común con los que forman otras categorías (p.e. animales o minerales). Por supuesto, no sólo clasificamos objetos, también categorizamos a otros seres humanos. En este sentido, se aplica el término categorización social para hacer referencia al proceso que permite clasificar a las personas en grupos, en función de las características que tienen en común (p.e. etnia, edad, sexo o nacionalidad). El proceso de categorización acentúa tanto la similitud entre los elementos de una misma categoría (efecto de asimilación; p.e. todos los andaluces son alegres) como las diferencias entre categorías (efecto de contraste; p.e. los alemanas trabajan más duro que los españoles). Cuando se categoriza a las personas por su pertenencia grupal, también se exagera la homogeneidad dentro de un mismo grupo y las diferencias entre grupos. No obstante, hay una tendencia a percibir a los miembros de los exogrupos de manera más homogénea que a los del propio grupo. Otro sesgo vinculado a la categorización social, denominado esencialismo, radica en que, una vez que se clasifica a las personas en grupos, existe una tendencia a percibir esas categorías sociales como “naturales”, lo que implica que se les atribuya características esenciales a su pertenencia grupal. Es más fácil aplicar a grupos que se definen en función de claves físicas visibles, como el sexo, la etnia o la edad que son diferencias se pueden explicar sobre la base de causas biológicas subyacentes. Como sucede con otros esquemas sociales, en general, el cambio de los estereotipos a nivel individual es difícil, ya que se trata de estructuras cognitivas bastante rígidas. La razón es que se tiende a prestar más atención a aquella información
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que confirma nuestras ideas y expectativas previas, ignorando la que es inconsistente con nuestras creencias o modificándola hasta hacerla congruente con ellas, a no ser que la incongruencia sea tan fuerte que llame de forma especial nuestra atención. El sesgo denominado correlación ilusoria es un ejemplo de ello, este fenómeno consiste en sobreestimar el grado en el que se relacionan dos sucesos o características. Por lo general, la relación se establece entre miembros de grupos con bajo estatus o minoritarios y conductas infrecuentes, que suelen ser negativas. Así, es más fácil que asociemos una conducta negativa (p.e. robar) a un grupo minoritario (p.e. los inmigrantes) Como ya se ha señalado, otro proceso que impide el cambio individual de los estereotipos es la tendencia a reinterpretar la información inconsistente o a considerar el caso como atípico. Por ejemplo, si creemos que los profesores de universidad son distantes, cuando nos encontremos con uno que se comporta de forma más cercana pensaremos que es por una causa personal como el inicio de su carrera profesional, pero difícilmente modificaremos nuestro estereotipo sobre ese grupo. Cuando nos encontramos con una persona que no encaja con nuestras creencias sobre los miembros de su grupo, solemos incluirla en un subtipo (una subcategoría especial que incluye a quienes no se ajustan totalmente al estereotipo convencional). Por ejemplo, es probable que a Barack Obama se le haya incluido en un subtipo dentro de la categoría de afroamericano (p.e. culto y competente). Al clasificar a las personas, lo habitual es que se utilicen conjuntamente diferentes categorías (p.e. edad, etnia, sexo, profesión). Seguramente, si tuviéramos que describir a Obama diríamos de él que fue el primer presidente afroamericano que tuvo EEUU. Es decir, hemos clasificado a esa persona en función del sexo (hombre), la etnia (afroamericano), la profesión (presidente) y la nacionalidad (estadounidense). Si a una persona se la categoriza como mujer, negra y médico se le aplicarán características distintas a las que se aplicarían a una mujer blanca que también sea médico. Pero los estereotipos no sólo afectan a procesos cognitivos. La mayoría tienen connotaciones afectivas (positivas o negativas) y motivacionales que influyen en esa categorización, lo que origina que se distorsione la realidad y se tienda a exagerar las diferencias entre los grupos. En función de nuestros intereses, las personas de otros grupos se pueden percibir de forma más o menos positiva. Por ejemplo, de los estereotipos de exogrupos da cohesión al endogrupo y contribuye a justificar la lucha. Si, posteriormente, esos países pasan a ser aliados, por intereses económicos o de otro tipo, los gobiernos estarán interesados en cambiar ese estereotipo, y modificarán el contenido a través de procesos de comunicación, de modo que se destaquen las cualidades positivas del exogrupo que en su día fue denostado. Es evidente que los estereotipos no se mantienen igual a lo largo del tiempo ni en diferentes culturas, ya que están estrechamente relacionados con el contexto social en el que se manifiestan, no siendo ajenos a las relaciones entre grupos en esa sociedad y, por lo tanto, se modifican cuando cambian las relaciones entre los grupos. Por ejemplo, en el cambio de las creencias sobre los roles de hombres y mujeres a lo largo del último siglo. El estereotipo sirve para describir a los miembros de otros grupos y guía el comportamiento hacia ellos, lo que contribuye a configurar una realidad social dentro de una determinada cultura. Por ejemplo, las consecuencias que puede tener que el estereotipo de los inmigrantes incluya la creencia de que tienen un nivel escolar más bajo que los españoles. Ello conduciría a que los profesores se comportan de modo diferente con ellos en función de esa creencia, lo que originaría una disminución de su rendimiento escolar, tal y como sugiere el proceso de la profecía autocumplida. Los estereotipos son la base de la discriminación y sirven para justificarla. LA MEDIDA DE LOS ESTEREOTIPOS Hay que distinguir dos conceptos: el contenido de los estereotipos se refiere a las creencias compartidas en una cultura sobre qué característica o atributos poseen la mayoría de los miembros de determinado grupo social. La estereotipia, describe el grado en el que una persona aplica esas creencias al evaluar a los miembros de ese grupo y cómo se utilizan a la hora de realizar inferencias o juicios sobre ellos. Cuando el objetivo es comprobar el contenido de los estereotipos sobre un grupo, lo esencial es hallar los atributos que se aplican mucho a ese grupo y muy poco a otros con los que se le puede comparar. La medición de la esterotipia requiere que se analice hasta qué punto cada persona suscribe el contenido de los estereotipos. Los estereotipos, se miden con un instrumento concreto y adecuado a cada estudio. Entre estas medidas están: listas de adjetivos, la estimación de porcentajes y la razón diagnóstica. [Se resumen algunos ejemplos en el Cuadro siguiente] Lista de adjetivos Describa los rasgos que definen más adecuadamente a los madrileños Seleccione, a partir del siguiente listado, los cinco adjetivos que mejor describen a los madrileños Estimación de porcentajes ¿Qué porcentaje de madrileños cree usted que es servicial? Razón diagnóstica Estime el porcentaje de madrileños que son serviciales Estime el porcentaje de personas serviciales en la población general Diferencial semántico o atributos bipolares Señale en qué medida los madrileños son: Antipáticos -3 -2 -1 0 1 2 3 Simpáticos Escala tipo Likert Utilizando una escala de 1 (nada) a 7 (totalmente), evalúe a los madrileños en las características que presentamos a continuación: serviciales, simpáticos… LISTA DE ADJETIVOS
Esta técnica se ha utilizado para averiguar el contenido de estereotipos. El estudio lo realizaron Katz y Braly con muestras de estudiantes estadounidenses a los que pidieron que seleccionaran, de una lista de 84 adjetivos, aquellos que
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consideraban más típicos de los diez grupos evaluados (estadounidenses de origen europeo, estadounidenses de origen africano, alemanes, turcos, ingleses, italianos, irlandeses, japoneses, judíos y chinos). Entre otros resultados, este estudio permitió comprobar que el contenido del estereotipo de los estadounidenses blancos (a los que describían con atributos como trabajadores, inteligentes y materialistas) era más positivo que el de los negros (a los que se atribuían características como supersticiosos, holgazanes y despreocupados). Es bastante habitual que la lista de adjetivos se obtenga a partir de estudios previos que emplean una técnica de respuesta abierta, pidiendo a los componentes que generen libremente características que describen a los miembros del grupo, seleccionándose, posteriormente, aquellos rasgos que se mencionan con mayor frecuencia. Este tipo de técnica tiene la ventaja de que permite obtener características que no están sesgadas por las creencias previas de los investigadores. El estudio de Sangrador con una muestra nacional de 2.500 personas distribuidas proporcionalmente por comunidades autónomas. Se elaboró una lista de 80 adjetivos. El procedimiento consistía en pedir a cada uno de los entrevistados que eligieran los cincos adjetivos más típicos de: andaluces, aragoneses, castellanos, catalanes, gallegos, madrileños, valencianos, vascos, españoles y europeos. Lo importante no es el rasgo de los miembros de un grupo, sino la comparación entre grupos. Es decir, lo más definitorio de ese grupo que de cualquier otro. Se opta por la “saliencia transversal”,) de la frecuencia con la que cada adjetivo se aplica a los diferentes grupos étnicos del estudio. La máxima saliencia transversal se asigna a aquellos rasgos cuya frecuencia de atribución ha sido máxima en comparación con el resto. Los resultados de este trabajo, resumidos en el [Cuadro] han permitido conocer los rasgos fundamentales del estereotipo de cada grupo étnico. Como puede observarse en ese cuadro, el contenido de los estereotipos es muy diferente, tanto en cuanto al significado de los rasgos como a la cantidad de atributos distintivos que lo componen. Por ejemplo, el estereotipo de los andaluces tienen muchos rasgos distintivos, y el de los valencianos ninguno. Andaluces Alegres, abiertos, graciosos, juerguistas, amables, exagerados, charlatanes, vagos, cariñosos, sencillos, bebedores, religiosos Aragoneses Testarudos, nobles, brutos, leales Castellanos Serios, conservadores, honrados, sobrios Catalanes Tacaños, trabajadores, independientes, cerrados, emprendedores, egoístas, individualistas, materialistas, ambiciosos, antipáticos Gallegos Supersticiosos, desconfiados, hogareños, aventureros, humildes Madrileños Chulos, orgullosos, fanfarrones, clasistas Valencianos Ningún rasgo de máxima saliencia transversal Vascos Separatistas, fuertes, violentos, extremistas, comilones, tradicionalistas, idealistas Españoles Buena gente, amantes de su tierra, hospitalarios, generosos, solidarios, serviciales, machistas, apasionados Europeos Fríos, inteligentes, responsables, prácticos, cultos
Una vez que se conoce cuáles son los atributos que constituyen el contenido cultural del estereotipo, se puede utilizar ese listado para medir el grado de estereotipia de cada persona. ESTIMACIÓN DE PORCENTAJES
Otro de los métodos que se ha utilizado frecuentemente para la medida de los estereotipos se basa en la estimación del porcentaje de miembros de un determinado grupo que posee una característica o atributo. El procedimiento consiste en pedir a los participantes del estudio que indiquen el porcentaje de individuos de ese grupo que posee cada atributo. Este procedimiento, sugerido inicialmente por Brigham, puede utilizarse con un doble objetivo, dependiendo de los intereses de la investigación. Por un lado, se puede emplear para comprobar hasta qué punto un rasgo o característica se considera estereotípico. Por otro, puede servir para medir el grado de estereotipia, una vez que se sabe cuál es el contenido de los estereotipos. Supongamos que se ha comprobado que el contenido del estereotipo sobre un grupo incluye rasgos “limpios” e “introvertidos”. Si una persona señala que otra que crea que son limpios el 30% e introvertidos el 40%. De ese modo, se puede medir de forma escalar (con un rango de 0 a 100) hasta qué punto cada persona suscribe el estereotipo. LA RAZÓN DIAGNÓSTICA
La razón diagnóstica se concibe como una medida de los estereotipos que permite predecir la probabilidad de asignar una característica más a un grupo que a otro. Esta medida, al igual que la anterior, es útil para comprobar el contenido de los estereotipos como para evaluar el grado de esterotipia. Para calcular esa razón, se divide el porcentaje asignado a los miembros de un grupo al que se supone que se estereotipa en una determinada característica (numerador de la razón) por el porcentaje que se asigna a la población en general o a los miembros de otro grupo con el que se les compara (denominador). Por ejemplo, para determinar mediante la razón diagnóstica si el rasgo “religioso” esterotípico de los marroquíes se dividiría el porcentaje que se asigna a ese grupo (supongamos que es 75%) por el porcentaje que se asigna a la población general (p.e. 50%). Si la razón obtenida en la muestra es estadísticamente superior a uno (cuanto mayor sea, mejor refleja el estereotipo), esa característica es importante para representar al grupo. En este caso, el porcentaje de marroquíes que se perciben como religiosos es mayor que el que se atribuye a las personas en general (la
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razón diagnóstica sería 75/50=1,5). Por el contrario, si es inferior a uno, ese atributo no representa al grupo; resultado que obtendríamos si se piensa que el rasgo ambicioso es menos probable en los marroquíes (p.e. 20%) que en la población general (p.e. 60%). La razón diagnóstica en este caso sería 0,33 (20/60). Lo interesante de esta medida es que permite determinar la proporción en que una característica se atribuye más a un grupo que a otro. OTRAS MEDIDAS DE ESTEREOTIPIA
Gardner propuso el diferencial semántico para valorar el contenido de estereotipos, así como para medir diferencias individuales. Cuando se utiliza con el objeto de estudiar el contenido de los estereotipos, se considera que un rasgo forma parte del estereotipo cuando la media de las puntuaciones asignadas se desvía significativamente de la media teórica (igualmente se puede utilizar este procedimiento con escalas tipo Likert de diferentes rangos. Una de ellas puede ser la estimación de porcentajes que es, en realidad, una escala de un rango de 0 a 100). Tanto el priming como el IAT se han empleado en estudios estereotipos de diferentes grupos: raciales, de edad, de género o de estatus. Por ejemplo, en una investigación encontraron que, tras activar subliminalmente la palabra “negro”, los participantes blancos reconocían más rápidamente las palabras relativas al estereotipo de este grupo social (p.e. atlético, agresivo), lo que indica que existe una activación automática de dicho estereotipo, siendo más acusada en las personas con mayor prejuicio racista. FUNCIONES DE LOS ESTEREOTIPOS Los estereotipos además de la categorización, justifican las actitudes hacia los miembros de determinados grupos, muchas veces reaccionarias, favoreciendo las desigualdades, la segregación, el enfriamiento mutuo e, incluso, la agresión y las guerras. Por ello, se puede afirmar que los estereotipos no sólo reflejan las situaciones sociales, sino que sirven para explicarlas, contribuyendo, a veces, a configurar la realidad social. Según Tajfle, el funcionamiento y el uso de los estereotipos se pueden estructurar en dos bloques que aluden, respectivamente, a las funciones individuales y sociales que cumplen este tipo de creencias. Funciones individuales o psicológicas, función cognitiva asociada al proceso de categorización función motivacional, orientada a la defensa y protección del sistema de valores de cada persona. Así, a pesar de que los sesgos pueden llevar a percepciones erróneas, los estereotipos nos aportan información sobre la conducta esperada de una persona, en contextos diferentes, en función de su pertenencia grupal (p.e. pueden explicar distintas actitudes y comportamientos de jóvenes y ancianos), con el consiguiente ahorro de esfuerzo cognitivo. Pero las categorías sociales no son neutras, ni tampoco los estereotipos asociados a ellas, sino que suelen tener connotaciones positivas o negativas. En este sentido, se puede decir que los estereotipos cumplen una función motivacional para la persona al corresponder a una división de su mundo social de acuerdo con sus valores en categorías diferentes y, en general “mejores” y “peores”: mujeres versus hombres; negros versus blancos o gitanos versus payos. El contenido de los estereotipos puede contribuir a mantener los valores de la persona relacionados con diferencias sociales. Si alguien cree que las mujeres deben ocuparse más de la casa y de los hijos y no dedicarse tanto a la vida profesional como lo debe hacer su marido, lo podrá justificar sobre la base de los estereotipos (son más amables, más cuidadosas, pero menos fuertes). De otra forma similar, las personas que defienden valores racistas o xenófobos podrían justificar la discriminación y que haya más blancos en puestos importantes, o que no se dé un empleo a un gitano, basándose en los estereotipos negativos sobre estos grupos. Funciones de índole social. Generar diferencias en la valoración de unos grupos respecto a otros. Fundamentalmente, esta diferenciación se aplica al clasificar (categorizar) a las personas como miembros del endogrupo o del exogrupo. Debido al proceso de categorización, tendemos a acentuar tanto la semejanza entre las personas de nuestro grupo, como las discrepancias que tenemos con las de otros grupos, de modo que las diferencias “nosotros-ellos” sean patentes. De esta forma, una de las funciones sociales de los estereotipos es, precisamente, valorar diferencialmente a los miembros del endogrupo y el exogrupo, fomentando la visión positiva de nuestro grupo en comparación con los otros, es decir, produciendo “favoritismo endogrupal” (p.e. los europeos son más cultos y los americanos más materialistas). Creación y al mantenimiento de una ideología que permite explicar y justificar las acciones hacia determinados grupos (guerras, prohibiciones y, en general, todas las conductas de discriminación). Justificación y racionalización de ciertas conductas discriminatorias. La percepción de los miembros de unos grupos de forma más negativa que los de otros. Por ejemplo, la sobreprotección a las mujeres se explica por el estereotipo femenino, o la negativa de ofrecer un puesto de trabajo a un gitano puede basarse en las creencias estereotipadas hacia este grupo étnico (p.e. incultos y sucios), claramente nocivas, que se comparten en nuestra sociedad. Es precisamente ese carácter compartido lo que hace que los estereotipos sirvan para explicar acontecimientos sociales: cómo actúan los grupos, por qué lo hacen y cómo se conforma y mantiene la estructura social. Las guerras, los ataques terroristas y, en general, las diferencias estructurales (p.e. de clase social o de género), basadas en la discriminación y en el desprecio del otro por su pertenencia grupal, constituyen un triste ejemplo de esta función de justificación de la discriminación. La amenaza del estereotipo. El uso de creencias estereotipadas puede ocasionar graves problemas para aquellos grupos cuyo estereotipo es negativo. Este concepto se refiere al hecho de que el rendimiento de una persona que pertenece a un grupo negativamente estereotipadado se ve afectado cuando es consciente de los
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prejuicios asociados a su grupo respecto a una determinada tarea (p.e. las mujeres no están capacitadas para la tecnología), de modo que llega a sentirse amenazada porque su rendimiento pueda confirmar ese estereotipo negativo sobre las capacidades de su grupo. La explicación de este fenómeno, ampliamente contrastado, se basa en diferentes procesos psicológicos que, si se dan juntos, pueden ocasionar una especie de “hecatombe” que lleva al fracaso en la tarea. control social. Los estereotipos controlan el comportamiento de las personas de dos maneras. Por una parte, prescriben cómo deben ser y comportarse esas personas. En el primer caso actúan como un ancla que marca lo que es normativo, ejerciendo así una presión implícita en los miembros del grupo estereotipado para que se ajusten a las expectativas que se tienen sobre ellos. En el segundo caso, la presión de los estereotipos es más explícita, y pueden dar lugar a sensaciones si una persona actúa de forma contraestereotípica. Por tanto, al limitar las posibilidades de los miembros del grupo estereotipado, los estereotipos refuerzan el poder de unos grupos sobre otros. Además, de acuerdo con Fiske, existe una interacción entre el estatus de poder y la forma de estereotipar, mediatizada por la atención. Las personas que carecen de poder prestan más atención a las características individuales de los que sí lo tienen, ya que necesitan formarse impresiones precisas y particularizadas para saber cómo tienen que comportarse con ellos. Por el contrario, las personas que ejercen el poder no necesitan tener una imagen detallada de los grupos inferiores para dominar en las interacciones con ellos, por lo que no prestan atención a sus características idiosincrásicas, se basan en el esquema general de los estereotipos. teoría de la justificación del sistema, en el que se aborda la importancia que tienen los estereotipos en relación con las ideologías que sostienen un sistema social en el que existen desigualdades. La idea central de esta teoría es que los estereotipos hacia los grupos que están en desventaja contribuyen a que se mantenga el orden social establecido, a justificarlo y a reproducirlo. Por ejemplo, las diferencias de clase o las diferencias entre hombres y mujeres como sistemas sociales injustos. En un sistema con desigualdades sociales los estereotipos servirían a esa función ideológica de justificación de sistema. Por ejemplo, la ideología en torno a la ética protestante del trabajo, que se basa en que cada persona tiene lo que se merece (aquello por lo que ha trabajado y luchado), contribuye a mantener un orden social injusto en el que existen diferencias de clase importantes. Los estereotipos sobre la clase baja obrera (poco inteligentes, incompetentes, poco fiables…) pueden servir para justificar su situación económica y así sustentar la ideología de los roles que se ocupan en la sociedad y, de ese modo, el sistema existente. Siguiendo con su ejemplo, como los afroamericanos en EEUU, después de su esclavitud, ocuparon puestos de clase obrera, se les asignaron esos estereotipos. Es decir, el contenido de los estereotipos sobre los afroamericanos deriva de su pertenencia a la clase social baja. Un argumento muy importante de esta teoría mantiene que los miembros de los grupos en desventaja también sostienen esos estereotipos culturalmente aceptados pueden influir automáticamente en la conducta de modo inconsciente. Los estereotipos compartidos e inconscientes explicarían cómo personas que pertenecen a grupos estereotipos, y a las que esos estereotipos les perjudican, sin embargo los suscriben y los aplican a otros miembros de su grupo e, incluso a ellas mismas.
EL MODELO DEL CONTENIDO DE LOS ESTEREOTIPOS Fiske los estereotipos basándose en las relaciones estructurales que mantienen los grupos. Según el modelo del contenido de los estereotipos, propuesto por estos autores, las creencias estereotipadas pueden agruparse en torno a dos dimensiones: a) competencia o capacidad instrumental como la inteligencia, habilidad, racionalidad, b) cordialidad, amabilidad, honestidad, simpatía o sinceridad. Según el modelo, cuando evaluamos a los miembros de grupos sociales podemos considerarlos altos o bajos, tanto en competencia como en cordialidad. De este modo, estas dos dimensiones se pueden combinar dando lugar a cuatro posibles categorías: competentes y cordiales, competentes y fríos (no cordiales), cordiales e incompetentes, fríos e incompetentes [Cuadro]. Por tanto, los estereotipos pueden contener características positivas y negativas conjuntamente, es decir, pueden ser mixtos. Esto se refleja en que una alta competencia suele estar acompañado de baja cordialidad, mientras que una alta cordialidad suele ir acompañada de baja competencia. CORDIALIDAD
Alta
Baja
COMPETENCIA Baja Alta Prejuicio Paternalista Admiración Bajo estatus, no competitivos Alto estatus, no competitivos Compasión, simpatía Orgullo, admiración (Ancianos, discapacitados, amas de casa) (Endogrupo, grupos aliados) Prejuicio despectivo Prejuicio envidioso Bajo estatus, competitivos Alto estatus, competitivos Desprecio, aversión, ira, resentimiento Envidia, celos (Receptores de ayudas sociales, pobres) (Asiáticos, judíos, ricos, feministas)
Fiske postula que las creencias estereotipadas que se mantienen sobre los miembros de un grupo en cordialidad y competencia derivan de las relaciones estructurales entre los grupos. Concretamente, de las evaluaciones que realizamos acerca del estatus que poseen y de si compiten o no con nuestro grupo por la obtención de recursos. Así, Fiske y sus colegas comprueban empíricamente que:
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1) los grupos se perciben como más competentes si tienen alto estatus y poder, y como más incompetentes si su estatus y su poder es bajo; y 2) los grupos se perciben como cordiales si cooperan con nuestro grupo (o si no compiten con él por recursos), y como fríos si compiten con él. Dicen que el estatus y la competitividad, así como las percepciones de cordialidad y competencia derivadas de estas variables, determinarían el tipo de emoción (p.e. envidia, compasión, desprecio o admiración) que los grupos suscitan. Resumen de los resultados obtenidos en la investigación utilizando el modelo de contenido de los estereotipos Los grupos estudiados se agrupan según las dimensiones de competencia y cordialidad La mayoría de los grupos son valorados más altos en una dimensión que en la otra, es decir, existe un estereotipo mixto sobre ellos Existe una relación positiva entre estatus percibido y competencia negativa entre competitividad y cordialidad: la mayoría de los grupos de alto estatus y competitivos se valoran como competentes pero fríos (por ejemplo, los asiáticos en EEUU, a los que s e les considera muy competentes pero poco afectivos y sociables). Existe una relación negativa entre las dos dimensiones de los estereotipos (cordialidad y competencia): la mayoría de los gru pos con alta cordialidad se valoran como incompetentes (p.e. las amas de casa). En función del estatus y del grado de competitividad que se percibe en un grupo, el tipo de emociones y de prejuicio hacia los miembros de ese grupo varían. Por ejemplo, percibir que un grupo compite con el nuestro genera emociones ambivalentes hacia s us miembros (p.e. envidia) cuando se los considera de alto estatus (prejuicio envidioso) o negativas (p.e. desprecio) cuando se los considera de bajo estatus (prejuicio despectivo).
LOS ESTEREOTIPOS DE GÉNERO DEFINICIÓN Y COMPONENTES
Estereotipos de género: conjunto de creencias compartidas socialmente sobre hombres y mujeres, que suelen aplicar de manera indiscriminada a todos los miembros de cada uno de estos grupos. No es difícil recordar situaciones en las que se realizan afirmaciones del tipo: “las mujeres son más emocionales y sensibles que los hombres”, o “los hombres son más egoístas y competitivos que las mujeres”. En no pocas ocasiones a dichas afirmaciones les siguen otras como “no se puede generalizar”. Todos mantenemos creencias sobre las características que poseen hombres y mujeres por el simple hecho de pertenecer a uno de estos dos grupos. Así, tendemos a pensar, por ejemplo, que las mujeres son más emocionales, sensibles, débiles, amantes de los niños, comprensivas, tiernas, o afectuosas que los hombres. Ellos son más independientes, ambiciosos, duros, agresivos, competitivos, egoístas, o individualistas que las mujeres. Esto no quiere decir que hombres y mujeres sean de este modo, sino que, comparativamente, tendemos a percibirlos así. En la investigación sobre el género, expresivo o comunal lo relacionado con la dimensión femenina instrumental o agente. lo relacionado con la dimensión masculina se denomina Parsons y Bales distingue entre las orientaciones de rol instrumentales y expresiva. La orientación de rol instrumental hace referencia a los comportamientos dirigidos a la productividad, eficacia, autonomía, independencia y competición para el logro de ciertas tareas. La orientación expresiva, por su parte, se refiere a todo lo relacionado con los factores afectivo/emocional y relacional y la cohesión grupal. Cuddy y sus colaboradores, al establecer las relaciones entre estos términos señalan que la competencia está estrechamente relacionada con la dimensión de cordialidad y la agencia NO. Así, la agencia se refiere a la realización de una acción eficazmente, mientras que la competencia alude a la posesión de habilidades y capacidades, pudiendo tomar forma tanto de acción potencial como real. En las investigaciones se solicitó a un primer grupo de estudiantes estadounidenses que indicaran cinco características que, a su juicio, describieran a una “mujer típica” y cinco que describieran lo que la mayoría de las personas consideraban una “mujer típica”. Posteriormente debían repetir esta tarea pensando en el “hombre típico”. Los investigadores obtuvieron un listado de 122 adjetivos bipolares (p.e. independiente vs. Dependiente). En una segunda fase, una muestra de hombres y otra de mujeres debían indicar el grado en el que cada uno de esos adjetivos bipolares era aplicable a un hombre típico, a una mujer típica y a sí mismos. Aquellos rasgos seleccionados por más del 75% de la muestra como rasgos que describían a las personas de uno u otro sexo se consideraban estereotípicos. Los resultados revelaron que existían 41 atributos que diferenciaban claramente a mujeres y hombres, de los cuales, 29 eran más característicos de los hombres (p.e. agresivo, independiente) y 12 de las mujeres (p.e. preocupada por los sentimientos de los demás, con necesidad de protección). Estereotipos de rasgo hacen referencia a las características de personalidad que se considera que definen de manera diferente a hombres y mujeres. Aquí entrarían los ejemplos presentados hasta el momento (p.e. las mujeres son más emocionales, sensibles, se preocupan más por los demás, y los hombres son más agresivos, independientes, competitivos). Estereotipos de rol incluyen las funciones que se consideran más apropiadas para hombres y mujeres. Así, según los estereotipos, tradicionalmente las mujeres están más preparadas para cuidar de los hijos y realizar tareas domésticas, mientras que los hombres lo están para ejercer el papel de líderes. Estereotipos de ocupaciones por ejemplo, se espera que haya más mujeres maestras, peluqueras, enfermeras o trabajadoras sociales porque estas actividades se consideran típicamente femeninas, mientras que esperamos que las
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profesiones de piloto, mecánico, bombero, o carpintero sean desempeñadas por hombres, pues son típicamente masculinas. características físicas que se consideran más propias de mujeres (p.e. voz suave, complexión ligera) y otras de hombres (p.e. son más altos, más fuertes, tienen la voz grave). Estos componentes son relativamente independientes, pero basándose en uno de ellos la gente extiende sus juicios a los otros tres. Así, una vez asignada una etiqueta de género a una persona, realizamos inferencias sobre su apariencia, sus rasgos de personalidad, sus conductas de rol y su ocupación. De este modo, la información sobre un componente afecta al resto, ya que tratamos de mantener consistencia entre ellos. Por ejemplo, si nos dicen que un hombre se encarga de las tareas del hogar y del cuidado de los hijos es bastante probable que le describamos como una persona emocional y sensible. Y si nos dicen que una mujer es una ejecutiva, probablemente la describamos como competitiva, fría y calculadora. En no pocas ocasiones, cuando uno de los componentes del estereotipo no encaja con el resto, tendemos a pensar “yo no me la/lo imaginaba así”. LAS DIMENSIONES DESCRIPTIVA Y PRESCRIPTIVA DE LOS ESTEREOTIPOS DE GÉNERO Y SUS FUNCIONES
Además de lo señalado hasta el momento sobre las dimensiones de expresividad/comunalidad e instrumentalidad/ agencia, los estereotipos de género tienen otras dos dimensiones con funciones diferenciadas. dimensión descriptiva de los estereotipos: cuando nos referimos a las características que se asocian a hombres y mujeres. Es decir, con esta dimensión se hace referencia a cómo creemos que son y se comportan hombres y mujeres. dimensión descriptiva, tiene un carácter normativo y perceptivo, e indica cómo deberían ser y comportarse hombres y mujeres. Es decir, las características que son deseables y se esperan de cada sexo. No cabe duda de que los estereotipos de género son más normativos que otros como, por ejemplo, los de edad o etnia. Así, el estereotipo femenino incluye prescripciones como que una mujer debería ser dócil, tener habilidades interpersonales, cooperar con los demás y aspectos similares. La trasgresión de esta prescripción puede dar lugar a fuertes sensaciones sociales. Imaginemos por ejemplo, cómo evaluamos a una mujer que se comporta de modo agresivo, duro y competitivo. Normalmente esta evaluación es negativa, porque esperamos que las mujeres sean cálidas, sensibles y dulces. Por su parte, si es un hombre el que se comporta de forma cálida, sensible y dulce, también rompe las prescripciones asociadas a su género (el estereotipo de los hombres incluye prescripciones acerca de que deben ser agresivos, fuertes, competitivos) y también puede ser objeto de ciertas evaluaciones negativas. En este sentido, Burgess y Borgida destacan funciones diferenciadas para el componente descriptivo y el prescriptivo de los estereotipos de género. Según estas autoras, el componente descriptivo son automáticos y sobre aprendidos y tiene una función cognitiva de categorización: actúa organizando y estructurando el flujo de información sobre hombres y mujeres. Es decir, la dimensión descriptiva de los estereotipos simplifica el procesamiento de la información, mediante la representación esquemática de la realidad. el componente prescriptivo son conscientes y está relacionado con intereses motivacionales. Concretamente, puede servir no sólo para reforzar o justificar el sistema de valores sexista de los individuos, sino para mantener la estructura de poder social existente que favorece a los hombres, recompensando a las mujeres y a los hombres que se conforman a roles de género tradicionales y sancionando a las mujeres y a los hombres que violan esas prescripciones. Por tanto, es la dimensión prescriptiva de los estereotipos de género la que cumple la función de justificación y mantenimiento del statu quo que los convierte en un elemento de resistencia al cambio a través del cual discriminar intencionadamente. Los estereotipos de género cumplen de este modo una función de mecanismo de control que determina lo que es normal, lo que es aceptable y lo que se desvía de la norma. En realidad, según los autores, las dos dimensiones de los estereotipos de género dan lugar a discriminación, no intencionada. los estereotipos descriptivos= automáticos y sobre-aprendidos=discriminación cognitiva (“fría”), como resultado de procesos de categorización y estereotipia que se aplican de forma automática. los aspectos prescriptivos= conscientes y provocan una discriminación intencionada, “caliente” (hostil, intencionada) basada en reacciones emocionales negativas hacia quienes trasgreden las prescripciones de su rol de género. Se trata de un tipo de discriminación que, según Fiske está relacionada con la amenaza percibida por los hombres y posee una fuerte carga emocional, tomando la forma de evaluaciones interpersonales negativas y llegando incluso al acoso sexual. Es más probable que sean los hombres quienes discriminen basándose en creencias prescriptivas, debido a que permite mantener las desigualdades de poder que les favorecen en la sociedad. En contraste, hombres y mujeres pueden ser igualmente propensos a discriminar basándose en creencias descriptivas, porque se trata de representaciones culturales que son compartidas por personas de ambos sexo. Por otra parte, la discriminación procedente del componente prescriptivo es más fácil de detectar que la derivada del componente descriptivo, debido a que la primera es más explícita. Huci ha revisado los estereotipos de género desde la óptica de las funciones individuales y sociales que cumplen. Por ejemplo, se ha comprobado que existen diferencias en la evaluación de un mismo trabajo científico de que su autoría se atribuya a un hombre (se valora más) que a una mujer. Esta autora resalta, también la función de justificación, es decir, la vinculación existente entre el contenido de los estereotipos de género y las prácticas discriminatorias. El no asociar a las mujeres con la dimensión de competencia (instrumental-agente), y sí con la afectiva (expresivo-comunal), sirve para justificar la ausencia de mujeres en posiciones de poder en las organizaciones.
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TEMA 12: ANÁLISIS PSICOSOCIAL DEL PREJUICIO LA CONCEPTUALIZACIÓN DEL PREJUICIO EN PSICOLOGÍA SOCIAL Las relaciones que se establecen entre diferentes grupos, así como el estudio del prejuicio y la discriminación, han ocupado un lugar preeminente en la Psicología Social desde sus inicios. Esto se debe a la indiscutible orientación social que caracteriza al prejuicio, al tratarse de un fenómeno que se origina en los procesos grupales, y que está inevitablemente unido al contexto de las relaciones entre grupos, ya que: Va dirigido a grupos (o a personas en cuanto a miembros de un grupo determinado) Tiene una orientación socialmente compartida (la mayoría de las personas de un grupo determinado coincide en las evaluaciones que realiza sobre los miembros de otros grupos) Al dirigirse de unos grupos hacia otros, tiene una naturaleza claramente intergrupal. De hecho, el tipo de relaciones intergrupales que se establecen influye claramente en la dirección, nivel e intensidad del prejuicio. Allport definió el prejuicio como una antipatía u hostilidad basada en una generalización defectuosa e inflexible. Ashmor conceptualizó el prejuicio como una actitud negativa hacia un grupo definido socialmente y hacia cualquier persona percibida como miembro de ese grupo. Asimismo este autor extrajo cuatro puntos básicos es común entre la mayoría de las definiciones psicosociales del prejuicio formuladas hasta ese momento: se trata de un fenómeno intergrupal, con una orientación negativa, es algo “malo” (injusto y sobregeneralizado) y es una actitud. Eagly y Diekman conciben el prejuicio, igual que Allport con una actitud hacia un grupo social o sus miembros, pero entendida ésta en un contexto social determinado. De hecho, estas autoras señalan que el mejor modo de entender la naturaleza del prejuicio es tomar en consideración, simultáneamente, la estructura del ambiente social (es decir, la posición sociocultural de los grupos) y la estructura psicológica del perceptor (esto es, las creencias y sentimientos hacia un grupo social o sus miembros). El prejuicio puede producirse cuando los perceptores mantienen un estereotipo acerca de un grupo social (p.e. las mujeres, los inmigrantes, las personas con discapacidad) que es incompatible con los atributos necesarios para tener éxito en ciertas clases de roles sociales (p.e. puestos de responsabilidad, liderazgo o trabajos de alta cualificación). Así, según Eagly y Diekman, el prejuicio consiste básicamente en una devaluación de los miembros de un grupo particular (estereotipados como ocupantes reales o potenciales de un rol incongruente) por miembros equivalentes de otros grupos. Es actitudinal, por lo que puede ser manifestado en creencias, emociones y conductas. Sin embargo, según las autoras, la devaluación no produce necesariamente una actitud negativa hacia todo el grupo (sino hacia los miembros individuales del grupo que ocupan roles sociales incongruentes en los que estereotípicamente no encajan), ni el contexto general hacia el grupo objeto de prejuicio es necesariamente negativo. Incluso a aquellos individuos que realmente poseen las cualidades demandadas por los nuevos roles sociales se les percibe como carentes de ellas, porque son estereotípicamente prejuzgados. De este modo, se refuerza el statu quo. Por tanto, desde esta perspectiva, los miembros de grupos dominantes (p.e. hombres, blancos, heterosexuales) también pueden ser víctimas de prejuicio. Sin embargo, pocos hombres tratan de acceder a roles dominados por mujeres y pocos blancos a roles dominados por minorías. Por ello, el prejuicio se convierte en un problema social cuando un número sustancial de miembros de un grupo aspiran a ocupar roles sociales incongruentes con el estereotipo que se mantiene sobre ellos. Algunos psicólogos sociales se han interesado por el origen evolutivo del prejuicio. La perspectiva evolucionista sostiene que muchos estereotipos, prejuicios y tendencias discriminatorios son el resultado de mecanismos psicológicos que han evolucionado porque proporcionaban beneficios adaptativos a nuestros ancestros, protegiéndoles a ellos y a sus parientes de amenazas sociales concretas: Amenazas contra la salud (p.e. peligro de contagio de alguna enfermedad) Amenazas contra la integridad física Amenazas contra los recursos que les proporcionaba su propio grupo Amenazas contra las estructuras y los procesos que favorecen el buen funcionamiento del grupo (reciprocidad, confianza mutua, valores comunes, estructuras de autoridad que garanticen la organización de los esfuerzos individuales y el reparto de los recursos grupales, mecanismos de socialización, y otros similares). ENFOQUES PREDOMINANTES EN EL ESTUDIO PSICOSOCIAL DEL PREJUICIO prejuicio a nivel individual. Cuando una persona se comporta de manera extremadamente prejuiciosa explicamos su conducta haciendo referencia a su personalidad, tildándola de “especial” En esta línea se sitúa la conocida “teoría de la personalidad autoritaria” desarrollada por Adorno y cols, en un momento histórico de gran efervescencia social (recién finalizada la Segunda Guerra Mundial y tras la experiencia vivida en Europa con regímenes fascistas como los liderados por Hitler o Mussolini). Adorno y cols trataron de explicar lo sucedido en la Alemania nazi y un tipo de personalidad que veneraba a la autoridad, y no tenía ninguna capacidad crítica. Para estos autores, ese tipo de personalidad estaba vinculada a la ideología fascistas, lo que ahora se consideraría extrema derecha, y no así a la ideología de izquierdas. La teoría desarrollada por Adorno postulaba que los niños que habían sido objeto de una educación severa y conforme a los códigos morales convencionales experimentaban sentimientos hostiles y agresividad hacia sus padres que desplazaban hacia personas que consideraban más débiles o inferiores. Estas condiciones familiares crean un tipo de personalidad caracterizada por una excesiva diferencia o admiración hacia la autoridad, rigidez de pensamiento y, sobre todo, una actitud de hostilidad hacia los grupos minoritarios o de menor estatus (p.e. inmigrantes, homosexuales o mujeres), sobre los que descargar sus frustraciones.
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Posteriormente, Rokeach, en su teoría del “dogmatismo”, puntualiza que la intolerancia y la rigidez mental las podemos encontrar en cualquier tipo de ideología extrema, tanto derecha como izquierda. Ambos enfoques no conceden suficiente importancia a los factores situacionales. Si no ¿cómo explicar que haya lugares y épocas donde se dé con mayor o menor incidencia el prejuicio, o su uniformidad (o inexistencia) entre los miembros de ciertas sociedades o grupos? Parece estar claro que las numerosas variables del contexto determinan el prejuicio en mucha mayor medida que los factores de personalidad. Así, como señala Brown, “esta perspectiva explica el prejuicio en sus formas más extremas, pero no en sus manifestaciones cotidianas más comunes”. Es decir, se trata de un fenómeno demasiado extendido y frecuente como para reducir su análisis únicamente a procesos individuales. En general, los enfoques más utilizados en el análisis de este fenómeno han sido las concepciones del prejuicio como actitud negativa y como conflicto intergrupal. Y se utilizan las mismas teorías que en las relaciones intergrupales teoría del conflicto realista, teoría de la identidad social, y teoría de la categorización del yo). La perspectiva que concibe el prejuicio como actitud permite abordarlo desde el punto de vista de las cogniciones, las emociones y la conducta, y el estudio empírico de las actitudes. Características utilizadas para definir las actitudes al ámbito del prejuicio, la actitud prejuiciosa puede caracterizarse: Como un juicio que implica una evaluación En la que el objeto actitudinal son uno o varios exogrupos y sus miembros Que se mantendrá de forma relativamente estable y duradera en el tiempo Una vez formada, influirá, mediará y guiará el comportamiento del individuo hacia los miembros de los exogrupos. También sería aplicable al estudio del prejuicio la tradición existente en Psicología Social acerca de la estructura de las actitudes. El prejuicio, como cualquier actitud, estaría formado por tres componentes: un componente cognitivo (los estereotipos, es decir, las creencias sobre las características de los miembros del exogrupo, así como la evaluación positiva o negativa asociada a dichas creencias), un componente afectivo (esto es, los sentimientos y emociones experimentadas hacia los miembros del exogrupo), y un componente conductual (la intención de conducta o los comportamientos –positivos o negativos- que las personas llevan a cabo hacia los miembros del exogrupo). Habrá un alto grado de consistencia (aunque no perfecta) entre los tres componentes del prejuicio. Es decir, se supone que las personas que tienen sentimientos negativos hacia los miembros de ciertos grupos, tendrán también un estereotipo negativo sobre esos grupos y los discriminan. Sin embargo, aunque existe una cierta evidencia a favor de dicha consistencia, ésta no aparece en todas las situaciones y circunstancias. De hecho, podemos mantener estereotipos culturales negativos sobre ciertos grupos y, sin embargo, no experimentar emociones negativas (p.e. puede haber personas que piensen que los gitanos son poco trabajadores, pero que no experimenten desprecio hacia ellos). O podemos sentir emociones negativas hacia otros grupos pero no mostrar una conducta discriminatoria (p.e. una persona puede experimentar desconfianza hacia los marroquíes, pero no apoyar medidas destinadas a expulsarle del país). EVOLUCIÓN Y TENDENCIAS EN EL ESTUDIO PSICOSOCIAL DEL PREJUICIO RACIAL: TRES CORRIENTES Como señala Dovidio “la naturaleza y expresión del prejuicio y el racismo dependen de diversos procesos dinámicos”. Este autor propone que es posible identificar tres “corrientes” en el análisis psicosocial del prejuicio racial, que reflejan las diferentes asunciones y paradigmas que han imperado a lo largo de los años. La primera, que resume la investigación realizada entre 1920 y 1950, concibe el prejuicio como una psicopatología, una aberración peligrosa del pensamiento normal. En 1950 el prejuicio era considerado un problema social, en muchos casos un tipo de “cáncer social”. En esta etapa, los estudios se centraban en medir y describir el problema y comprender su origen (p.e. relaciones familiares, procesos psicodinámicos). Así, en este período la atención se dirige básicamente a identificar, a través de test de personalidad y actitudes, quién es prejuicioso. El resto de la sociedad funciona con normalidad. La segunda corriente transcurre entre 1950 y 1990, comienza con una asunción opuesta: el prejuicio está basado en procesos normales asociados con la socialización y las normas sociales subyacen al prejuicio y ayudan a su transmisión. Así, surgen en los años 70 dos importantes aproximaciones: Una de ellas, toma una perspectiva macro del problema, es decir, tiene en cuenta todo el contexto social considerando múltiples factores que influyen en el prejuicio. Desde esta perspectiva destaca el desarrollo de la teoría de la identidad social. Las investigaciones con el “paradigma del grupo mínimo” demostraron que bastaba categorizar a las personas como pertenecientes a nuestro grupo o a otro diferente, para que se produjera discriminación a favor de los miembros del propio grupo (favoritismo endogrupal) y, a veces, en contra del exogrupo. Estos resultados ponían de manifiesto que el prejuicio es un proceso normal, que permite a la persona obtener una identidad social positiva favoreciendo a las personas de su grupo. La otra aproximación, toma una perspectiva individual. El desarrollo de nuevas teorías e instrumentos de medida en la investigación sobre cognición social enfatizaban la normalidad del prejuicio. Este enfoque considera que la categorización social automática es un elemento central en este proceso. Como se puso de manifiesto, la cognición social concibe el prejuicio, la estereotipia y los sesgos como el resultado de procesos cognitivos normales, asociados al hecho de manejar y almacenar el gran flujo de información que recibimos diariamente. Esta perspectiva cognitiva e intraindividual complementaba la aproximación motivacional y grupal aportada por la teoría de la identidad social, reforzando así la concepción sobre la normalidad del prejuicio.
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La tercera corriente en la investigación del prejuicio, que comienza a mediados de la década de 1990 y caracteriza la mayor parte de la investigación actual, enfatiza los aspectos multidimensionales del prejuicio y se beneficia de nuevas técnicas para estudiar procesos que antes ya se habían identificado pero no se podían medir. Por ejemplo, en la mayoría de las nuevas aproximaciones que surgieron en la corriente anterior (p.e. racismo moderno, racismo aversivo) se asume la existencia de creencias y sentimientos negativos automáticos. Pero es en este período cuando se han desarrollado nuevas perspectivas conceptuales y metodológicas destinadas a comprender y medir las creencias y actitudes implícitas (es decir, automáticas e inconscientes). Todo ello permite la evaluación de diferencias en actitudes raciales (tanto explícitas como implícitas) y puede ayudar a distinguir a los racistas tradicionales de los racistas modernos o aversivos y de las personas realmente no prejuiciosas. A su vez, ello permite el desarrollo de aproximaciones dirigidas a combatir las formas contemporáneas de prejuicio.
MODELOS CONTEMPORÁNEOS EN EL ESTUDIO DEL PREJUICIO EL PREJUICIO RACIAL
Racismo aversivo El modelo de racismo aversivo (NO PERJUICIOSO) de Gaertner y Dovidio se basa en el conflicto entre la negación por parte de los blancos de ser prejuiciosos y los sentimientos y creencias negativas inconscientes que mantienen hacia los afroamericanos, trasmitidas de generación en generación y potenciadas institucionalmente durante muchos años. Estos sentimientos no reflejan una hostilidad manifiesta hacia los negros, sino que incluyen una cierta incomodidad, inseguridad e incluso miedo. Realmente, el racista aversivo muestra un favoritismo endogrupal más que un rechazo exogrupal, lo que es más difícil de reconocer y menos amenazante para su autoconcepto de persona no prejuiciosa. Aunque no se defienda, como el racista tradicional, la inferioridad genética de los negros (u otros grupos minoritarios) sí refleja una creencia en la superioridad cultural de los blancos (o grupos mayoritarios). Como la discriminación ocurre en forma de favoritismo endogrupal, es también bastante difícil de abordar legalmente, porque no se capta fácilmente. Por tanto, la ambivalencia que experimentan los racistas aversivos está basada en la existencia simultánea de sesgos raciales y de adherencia a principios no discriminatorios. Por otra parte, en comparación con los racistas antiguos o tradicionales (que muestras modelos de discriminación directos y manifiestos), las acciones de los racistas aversivos son más variables e inconsistentes. Así, en ocasiones discriminan (manifiestan sus sentimientos negativos), y en otras no lo hacen (lo que refleja sus creencias igualitarias). Como conscientemente reconocen y defienden valores igualitarios, y realmente aspiran a ser “no prejuiciosos”, no discriminarán en situaciones en las que existan normas sociales claras y en las que la discriminación sería obvia para ellos mismos y los demás. En estos contextos se encuentran especialmente motivados a evitar sentimientos, creencias y conductas que puedan asociarse a racismo. Pero como también poseen sentimientos negativos, en otras ocasiones los expresarán, pero de modo indirecto y racional. Lo harán cuando puedan justificar o racionalizar una respuesta negativa basándose en factores distintos a los raciales, manteniendo de este modo su autoconcepto de personas no prejuiciosas. Por tanto, en el racismo aversivo la situación es un factor crítico que afecta a la expresión de sesgos raciales. De manera más concreta, ¿cuál es el modo de comportarse de un racista aversivo? Es decir ¿cómo podemos reconocerlos? Estas serían sus principales características, según Dovidio y Gaertner: En contraste con los racistas tradicionales, defienden un tratamiento igualitario y justo hacia todos los grupos. A pesar de sus buenas intenciones conscientes, inconscientemente experimentan incomodidad hacia los negros (u otros grupos minoritarios), por lo que intentan evitar contactos interraciales. Cuando el contacto interracial es inevitable, experimentan ansiedad e incomodidad, por lo que tratan de retirarse de la situación en cuanto les es posible. Como parte de su incomodad se debe a la preocupación por comportarse de forma inapropiada y prejuiciosa, se adhieren estrictamente a reglas y códigos de conducta establecidos en las situaciones interraciales que no pueden evitar. De forma consciente, y cuando les sea posible controlar la adecuación de su conducta, tratarán de no discriminar. El racismo moderno defiende la negociación de prejuicio personal y los sentimientos y creencias negativas inconscientes, pero es característico de personas que mantienen actitudes políticas conservadoras. Sin embargo, el perfil del racista aversivo se corresponde con una persona progresista, que mantiene abiertamente creencias no prejuiciosas, con buenas intenciones hacia las minorías, pero que inconscientemente expresa sentimientos negativos de una manera indirecta y justificable. En las medidas de autoinforme (p.e. cuestionarios tradicionales)salen como personas no perjuiciosas. Las técnicas utilizadas en el campo de las actitudes para medir actitudes implícitas o no conscientes revelan que si existen perjuicios, (la mayoría de los estadounidenses blancos establecen asociaciones inconscientes negativas con los afroamericanos). Las actitudes conscientes se expresan de forma deliberada, y son respuestas deseables sobre las que podemos sopesar los costes y beneficios de los diferentes cursos de acción, mientras que, como es lógico, la influencia de las actitudes inconsistentes es más difícil de controlar. El resultado es que el racista aversivo emite mensajes mixtos en los contactos interraciales, que pueden ser percibidos por las personas pertenecientes al grupo objeto de prejuicio. Dovidio y Gaertner sugieren diferentes estrategias para combatir el racismo aversivo como que las personas que defienden explícitamente principios igualitarios y a la vez poseen sesgos implícitos sean conscientes de su prejuicio. A nivel grupal, y con objeto de reducir el sesgo endogrupal que caracteriza al racismo aversivo, los autores defienden
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adoptar la estrategia de la recategorización que consiste en inducir a miembros de grupos diferentes a imaginar que forman parte de un único grupo y no de grupos separados como las mujeres, afroamericanos y homosexuales. Racismo moderno El racismo moderno se basa principalmente en percibir que los valores de la ética protestante (p.e. libertad de elección individual, igualdad de oportunidades, esfuerzo y autodisciplina) están en peligro, no en las experiencias personales negativas con miembro del exogrupo, ni en la percepción de amenaza a los intereses o riquezas personales. Es decir, existe una percepción de que los afroamericanos están amenazando los valores genuinamente estadounidenses, basados en principios de meritocracia. Así, este tipo de racismo está caracterizado por: La defensa de los valores tradicionales de la ética protestante. La creencia de que los afroameticanos (u otros minoritarios) no respetan estos valores y se aprovechan de la “discriminación positiva”. La existencia de un afecto negativo difuso hacia los miembros de los grupos minoritarios, como consecuencia de largos años de racismo institucional. Los racistas modernos se caracterizan por: No considerarse racistas, ya que “sus creencias son hechos objetivos”. Identificar el racismo con las características del prejuicio tradicional (p.e. creencia en la inferioridad genética de los grupos minoritarios, o el apoyo a la segregación). Considerar que en la actualidad no existe discriminación hacia los grupos minoritarios (“tienen igualdad de oportunidades en el mercado laboral y en la sociedad general”). Creer que las demandas de estos grupos son excesivas y que se les da más de lo que merecen. Es decir, los racistas modernos, comparten con los racistas antiguos algunos sentimientos negativos hacia los grupos minoritarios, pero no asumen estereotipos negativos tradicionales hacia estos grupos (p.e. no creen que los afroamericanos “son menos inteligentes”), ni están de acuerdo con las medidas segregacionistas. El racista moderno otorga una importancia fundamental a la trasgresión de los valores anglosajones, es decir, que determinadas políticas a favor de los grupos minoritarios pueden limitar ciertas habilidades. McConahay, Hardee y Batts Para medir este tipo de racismo, desarrollaron una escala (instrumento que supuestamente genera menos reacción que los tradicionales para medir prejuicios). Algunos de los ítems que componen la escala son: “En los últimos años, los afroamericanos han conseguido más de lo que se merecen”, “Últimamente, el gobierno y los medio de comunicación muestran demasiado respeto y consideración para los afroamericanos”, “Los afroamericanos se están volviendo demasiado exigentes en su lucha por la igualdad de derechos”. Racismo ambivalente El concepto de racismo ambivalente insiste en el conflicto emocional que experimentan los estadounidenses blancos al mantener dos actitudes contradictorias fuertemente arraigadas en la sociedad americana. Así, los racistas ambivalentes experimentan un conflicto emocional entre sentimientos positivos y negativos hacia grupos raciales estigmatizados. Se trata, por una parte, del igualitarismo, es decir, de la defensa de valores democráticos, igualitarios y humanitarios que lleva a los americanos a simpatizar y empalizar con los negros por el trato injusto que han recibido a lo largo del tiempo. Y, por otra, del individualismo, basado en los principios de la ética protestante, según la cual cada uno es responsable de su propio destino. Dicha ambivalencia puede provocar una amenaza a la autoestima, ya que entran en contradicción el autoconcepto de personas igualitarias y humanitarias con los sentimientos negativos experimentados hacia las minorías por no respetar los principios individualistas. La diferencia con el racismo aversivo reside en los mecanismos propuestos por cada modelo para resolver el conflicto planteado: la ambivalencia o la incomodidad psicológica que ésta genera. Dovidio y Gaertner sugiere que el racista aversivo mantiene fuera de su conciencia estos sentimientos ambivalentes y, en función de la situación en la que se encuentre (normas claras o ambiguas) y/o de la posibilidad de justificación no racial disponible, mostrará o no su prejuicio. Sin embargo, Kratz y cols sugieren una explicación basada en la amplificación de la respuesta del individuo hacia los miembros de grupos desfavorecidos. La ambivalencia produce inestabilidad conductual: las respuestas del individuo serán positivas o negativas dependiendo de que la actitud que se active en una situación sea favorable o desfavorable. Pero además, los racistas ambivalentes exagerarán (amplificarán) sus respuestas, esto es, darán respuestas extremas (positivas o negativas), con el fin de proteger su autoestima. La dirección de la respuesta dependerá de la accesibilidad relativa de sentimientos favorables o desfavorables. Es decir, del contexto social en el que se encuentre el individuo y de la información que esté suministrado el miembro de ese grupo minoritario. El racista ambivalente ante comportamientos positivos (por ejemplo, alto rendimiento en una tarea), negará los sentimientos negativos y dará una respuesta positiva exagerada hacia él (no solo no lo discriminará, sino que lo sobrevalorará). Y a la inversa, si el miembro de un grupo minoritario muestra sobre todo comportamientos negativos, el racista ambivalente negará sus sentimientos positivos hacia él y dará una respuesta extrema de discriminación.
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Modelo de disociación El modelo de disociación, propuesto por Devine analiza la contradicción que se genera en las personas que mantienen actitudes no prejuiciosas entre sus respuestas basadas en el estereotipo cultural y sus creencias personales. Según Devine si queremos comprender el prejuicio contemporáneo es necesario plantear una distinción entre dos tipos de estructuras cognitivas: los estereotipos culturales y las creencias personales que mantenemos hacia los miembros de un exogrupo. En el modelo de disociación, los estereotipos se definen como “el conocimiento sobre los atributos estereotípicamente asociados a un grupo particular”. Los estereotipos están fuertemente arraigados en las personas desde su temprana socialización, por lo que se activan frecuentemente y de forma automática (p.e. por la mera presencia de un miembro del grupo estereotípado) sin requerir necesariamente el control consciente de la persona. Por lo tanto, las personas con y sin prejuicios son igualmente susceptibles a la activación automática y el uso de los estereotipos, ya que ambas poseen el mismo conocimiento sobre el estereotipo cultural del exogrupo. En contraste, según Devine, las creencias personales se desarrollan más tardíamente que los estereotipos, como consecuencia, del contacto con miembros del exogrupo o de recibir una educación igualitaria. Debido a esto, son estructuras menos accesibles automáticamente que los estereotipos culturales (ya que el desarrollarse posteriormente se han utilizado con menos frecuencia) y requieren de un procesamiento controlado (intencionado y motivado) para su activación. Como consecuencia, la respuesta por defecto, incluso en personas no prejuiciosas, es una respuesta basada en el estereotipo cultural, que las personas igualitarias pueden inhibir “si disponen del tiempo y la capacidad cognitiva para iniciar procesos controlados, como traer a su mente sus creencias personales”. A ello hay que añadir que deben estar suficientemente motivadas. En definitiva, este modelo propone que las personas no prejuiciosas experimentan un conflicto, una disociación, entre sus respuestas prejuiciosas automáticas hacia el exogrupo y sus creencias personales no prejuiciosas, debido a que dan lugar a evaluaciones diferentes. Muchas personas, advierte Devine, parecen ser conscientes de este conflicto, ya que admiten que en numerosas situaciones sus respuestas son más prejuiciosas de lo que sus creencias personales indican que es apropiado. De ahí que, según el modelo, las respuestas exentas de prejuicio “dependen de procesos controlados e intencionados, y las personas requieren de una decisión consciente para comportarse de forma no prejuiciosa”. Como consecuencia Devine mantiene que el objetivo de las personas no prejuiciosas consiste en aprender el modo de inhibir las respuestas automáticas basadas en el estereotipo y reemplazarlas por respuestas basadas en sus creencias personales, lo cual, probablemente, requiera considerable atención y tiempo. Según esta autora, las formas contemporáneas de prejuicio existen, en parte, porque las personas bajas en prejuicio no han logrado ser lo suficientemente eficaces y eficientes a la hora de generar respuestas exentas de prejuicio y consistentes con sus creencias no prejuiciosas. Modelo de prejuicio sutil y manifiesto Desarrollado en europa, existe una distinción entre dos tipos de prejuicio: el manifiesto y el sutil. EL MANIFIESTO: se basa en el prejuicio antiguo o tradicional, y se caracteriza por el rechazo abierto del exogrupo y la percepción de amenaza a los recursos del endogrupo (p.e. económicos o sociales), así como por el rechazo al contacto y a las relaciones íntimas o cercanas (intimidad) con el exogrupo. Algunos ítems que miden estos aspectos son: “los inmigrantes que viven aquí no deberían meterse donde no se les quiere (locales públicos, pisos, asociaciones, comercios, etc.)”, “los inmigrantes ocupan puestos de trabajo que deberían ser ocupados por ciudadanos españoles”. EL PERJUICIO SUTIL: Al igual que el racismo moderno, el prejuicio sutil también se basa, en parte, en una defensa de los valores tradicionales, junto con la percepción de que el exogrupo minoritario no les respeta y está recibiendo favores inmerecidos. Los valores considerados por estos autores como tradicionales e importantes para el endogrupo se corresponden fundamentalmente con los ligados al éxito a través del esfuerzo y el sacrificio personal, característicos de la ética protestante del trabajo. Por ejemplo, “si los inmigrantes se quisieran esforzar un poco más, podrían estar tan acomodados como los ciudadanos españoles”. Pero además, Pettigrew y Meertens proponen que el racista sutil tiene una percepción exagerada de las diferencias culturales entre el endogrupo mayoritario y el exogrupo minoritario (en ámbitos como religión, lengua, valores, hábitos sexuales, etc.). Esto le permite justificar la situación de inferioridad social del exogrupo, porque percibe una inferioridad cultural en lugar de genética. Por ejemplo, “los inmigrantes que viven aquí enseñan a sus hijos valores y habilidades diferentes de las que se requieren para triunfar en este país”. Por último, el racista sutil evita expresar emociones abiertamente hostiles (como el odio o la rabia) hacia grupos minoritarios, porque sería socialmente indeseable (demostraría ante los demás y ante sí mismo que es una persona prejuiciosa), pero al mismo tiempo tampoco experimenta emociones positivas hacia ese grupo (como admiración o simpatía, por ejemplo). Meertens y Pettigrew establecen una tipología que permite clasificar a las personas dependiendo de la puntuación obtenida en las dos escalas de prejuicio (manifiesta y sutil). “fanáticos” alto en las dos escalas, son personas que expresan su prejuicio de forma abierta, manifiesta o tradicional; “sutiles” los que obtienen una puntuación alta en la escala sutil y baja en la manifiesta se denominan “ “igualitarios”. los que puntúan bajo en ambas escalas “error” o tipo 0, que no debería producirse, lo constituyen aquellas personas con un perfil inconsistente: obtienen una puntuación alta en prejuicio manifiesto y baja en sutil.
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Modelos Áreas Explicación del prejuicio
Racismo aversivo Existencia simultánea de sesgos raciales inevitables y de adherencia a principios no discriminatorios
Reacciones emocionales ante el exogrupo minoritario (componente afectivo) Discriminación (componente conductual)
Incomodidad, inseguridad e incluso miedo
Favoritismo endogrupal más que rechazo exogrupal Se manifiesta cuando la estructura normativa es ambigua y/o se encuentran disponibles argumentos no raciales que justifican, racionalizan o legitiman las conductas discriminatorias
Racismo modenos Percepción de amenaza a los valores de la ética protestante (p.e. libertad de elección individual, igualdad de oportunidades, esfuerzo) Afecto negativo difuso
Racismo ambivalente Igual que el racismo aversivo
Consideran que en la actualidad no existe discriminación hacia los grupos minoritarios, sino que sus demandas son excesivas y se les da más de lo que merecen
Respuestas positivas o negativas amplificadas (extremas) dependiendo de que la actitud que se active en una situación determinada sea favorable o desfavorable
Modelo de disociación Conflicto entre las respuestas basadas en el estereotipo cultural y las basadas en las creencias personales
Ambivalencia
Se producirá en personas no prejuiciosas si no inhiben respuestas automáticas basadas en el estereotipo y las reemplazan por las basadas en sus creencias personales. Las personas prejuiciosas no experimentan este conflicto, ya que sus creencias personales coinciden con el estereotipo cultural
Prejuicio sutil Igual que el racismo moderno, unido a percepción exagerada de las diferencias endo-exogrupales
No se expresan sentiemientos hostiles ni tampoco emociones positivas No existencia de los igualitarios (bajos en ambos). Los sutiles se sitúan en posiciones intermedias
EL PREJUICIO SEXISTA
El sexismo, o las conductas discriminatorias hacia los hombres o mujeres por el simple hecho de pertenecer a una de estas categorías, son el principal factor que subyace a la violencia de género. Desde nuestro punto de vista, las intervenciones sobre la violencia de género deben contemplar ineludiblemente el sexismo y las creencias que lo sustentan como uno de sus principales desencadenantes, El sexismo, tal y como se ha entendido tradicionalmente, es una actitud basada en una creencia sobre la supuesta inferioridad de las mujeres como grupo. Este tipo de sexismo no suele expresarse abiertamente en la actualidad, siendo necesario, al igual que en el caso del racismo, desarrollar medidas y teorías que aporten nuevas perspectivas sobre estas actitudes y capten adecuadamente su complejidad. Entre ellas cabe destacar la distinción planteada por Swim, Hall y Hunter todos ellos de carácter ambivalente: “viejo sexismo” (coincidente con la concepción tradicional) “sexismo moderno”, caracterizado por una oposición a las demandas feministas basada en las creencias de que las mujeres ya no son objeto de discriminación, y que las políticas de acción afirmativa no son necesarias. “neosexismo”: conflicto existente entre los valores igualitarios hacia las mujeres y los sentimientos que aún se experimentan hacia ellas. Para Glick y Fiske aplicaron al sexismo un análisis similar al realizado con las teorías contemporáneas sobre prejuicio racial. Pero como los estereotipos sobre las mujeres eran mas favorables que sobre los hombres, las actitudes hostiles se habían transformado en ambivalentes. Esta particularidad dificultaba aplicar las teorías del prejuicio racial al sexista. Así, se produce la paradoja de que las relaciones entre hombres y mujeres tradicionalmente han implicado dominancia y subordinación (como la mayoría de las relaciones intergrupales) pero, a su vez, los miembros de estos dos grupos han mantenido relaciones íntimas y familiares. Por tanto, es perfectamente compatible que un hombre sexista rechace a las mujeres en su lugar de trabajo y las abrace fervientemente en casa. Sin duda, la ambivalencia hacia las mujeres se diferencia claramente de la ambivalencia racial. TEORÍA DEL SEXISMO AMBIVALENTE
Como acabamos de señalar, a diferencia de otras relaciones intergrupales, la independencia de otros grupos, en los hombres y mujeres se crea dependencia. La teoría del sexismo ambivalente: Reconocer la coexistencia de dependencia e independencia en las relaciones entre las personas de ambos sexos es un mérito de la según la cual existen dos tipos de sexismo: hostil y benevolente. EL SEXISMO HOSTIL caracteriza a las mujeres como un grupo subordinado y legitima el control social que ejercen los hombres. EL SEXISMO BENEVOLENTE idealiza a las mujeres como esposas, madres y objetos románticos, presuponiendo también la inferioridad de las mujeres, al considerar que necesitan de un hombre para que las cuida y proteja. Es decir, en el sexismo hostil a las mujeres se les atribuyen características por las que son criticadas, y en el sexismo benevolente características por las que son valoradas. Ambas tienen como finalidad última legitimar y reforzar la posición subordinada de las mujeres, es decir, la desigualdad de género. Los autores del modelo han elaborado un instrumento para medir ambas formas de sexismo, el Ambivalent Sexism Inventory. Veamos a continuación las ideologías de género hostiles y benevolentes que subyacen a estas dos formas de sexismo: 1) El patriarcado, o poder estructural masculino. La manifestación ideológica del patriarcado es el paternalismo, es decir, la justificación de la dominancia masculina. Esta justificación tiene un lado hostil (el paternalismo dominante) y un lado benévolo (el paternalismo protector).
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El paternalismo dominante consiste en la creencia de que los hombres deberían tener más poder que las mujeres. Como consecuencia, los hombres experimentan temor por el hecho de que las mujeres pueden usurparles ese poder. El paternalismo dominante se pone de manifiesto tanto en el ámbito público como en el privado. Un ejemplo del primer caso lo constituye la mayor discriminación de la que son objeto las mujeres en el trabajo. En el ámbito privado, un ejemplo ilustrativo es la creencia de que el hombre en una pareja heterosexual debe tomar las decisiones más importantes. El paternalismo protector hace referencia a la percepción de que los hombres deben proteger y mantener a las mujeres que dependen de ellos. De nuevo, esta ideología se refleja en las relaciones de género públicas y privadas. Sirva como ejemplo del primer caso la creencia de que las mujeres deben ser atendidas antes que los hombres en las emergencias. Para las relaciones en el ámbito privado podemos mencionar la consideración del hombre como el principal sostén y protector de la familia. 2) La diferenciación existente entre hombres y mujeres. Esta diferenciación tiene un componente hostil (diferenciación de género competitiva) y otro benévolo (diferenciación de género complementaria). La diferenciación de género competitiva consiste en la creencia subyacente de que, como grupo, las mujeres son inferiores a los hombres en dimensiones relacionadas con la competencia. De este modo, los hombres realizan comparaciones de superioridad con las mujeres que justifican su poder y aumentan su autoestima colectiva. Por tanto, para el sexista hostil determinadas características estereotípicas de las mujeres (p.e. su sensibilidad) la sitúan en un plano inferior, razón por la cual se las percibe como incompetentes para el ejercicio del poder. La diferenciación de género complementaria se basa en que los roles convencionales de las mujeres complementan y cooperan con los de los hombres. Así, el trabajo de las mujeres en la casa les permite a los hombres concentrarse en sus carreras. Es decir, para el sexista benevolente las características de las mujeres se complementan con las de los hombres. Esta complementariedad lleva a la creencia de que las mujeres son el “mejor sexo”, pero sólo en los roles convencionales de su género, en los de menor estatus. 3) heterosexualidad, que también presenta un componente hostil y otro benévolo (el de intimidad). La hostilidad heterosexual incluye la creencia de que las mujeres son “peligrosas y manipuladoras” para los hombres. Es decir, a través de la sexualidad, las mujeres tienen el poder de satisfacer a los hombres, creando una situación poco frecuente en la que los miembros del grupo dominante (hombres) son dependientes de los miembros del grupo subordinado (mujeres). La intimidad heterosexual, la contrapartida benévola, comprende la creencia de que las relaciones románticas heterosexuales son esenciales para la verdadera felicidad en la vida de las personas de ambos sexos. En concreto, las mujeres son concebidas como el complemento afectivo y amoroso ideal e imprescindible para los hombres y, por tanto, un recurso valioso que hay que proteger.
Sexismo hostil Paternalismo dominante Diferenciación de género competitiva Hostilidad heterosexual
Sexismo benevolente Paternalismo protector Diferenciación de género complementaria Intimidad heterosexual
Según Fiske y Glick la ambivalencia se resuelve de dos modos. En primer lugar, dividiendo el objeto de actitud (es decir, la mujer) en múltiples objetos de actitud (subtipos de mujeres) a los que evalúan de modo diferente. Así, los sentimientos ambivalentes se resuelven dirigiendo afecto positivo y negativo hacia diferentes tipos de mujeres. De este modo, es psicológicamente consistente amar a algunas mujeres (p.e. amas de casa) y experimentar desprecio hacia otras (p.e. feministas). El problema que genera esta opción es que no todas las mujeres encajan fácilmente en estas categorías. Los autores piensan, además que es poco probable que la división de las mujeres en subtipos polarizados capte toda la esencia de las actitudes sexistas de los hombres hacia las mujeres. La segunda estrategia utilizada por los sexistas para resolver actitudes conflictivas hacia las mujeres se pone en marcha cuando consideran un tipo específico de mujer. En este caso, distinguen entre diferentes dimensiones de evaluación (competencia vs. Cordialidad). Así, los sexistas evalúan negativamente a las mujeres no tradicionales o poderosas, pero a la vez las respetan (aunque con antipatía) por ser competentes. Y, a la inversa, a las mujeres tradicionales o subordinadas las evalúan con afecto, pero las perciben incompetentes.
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TEMA 13: PSICOLOGÍA DE LOS GRUPOS UNA APROXIMACIÓN AL CONCEPTO DE GRUPO Turner caracterizar a los grupos según estos atributos: la interdependencia, la estructura social y la identidad. La interdependencia dependencia recíproca entre los miembros del grupo, lo que hace un miembro del grupo tiene implicaciones para los demás (p.e. para el logro de metas o la satisfacción de necesidades). Este aspecto es especialmente destacado por Lewin, que insistía en la necesidad de que una definición de grupo debe basarse en la interdependencia de sus miembros y no en la similitud entre ellos, como a menudo se señalaba. estructura social formal o implícita, normalmente en la forma de relaciones de roles, estatus y normas, que determine qué le corresponde hacer a cada miembro del grupo, cuál es su posición en él y cuáles son las normas y los valores compartidos que regulan su comportamiento. identidad de sus miembros. Así, existen ciertos grupos, como los basados en el género, la religión, la nacionalidad o la etnia, en los que compartir una identidad es lo que hace que las personas se consideren miembros del grupo, sin que sea necesario que haya interacción entre ellos. La identidad alude al sentimiento de pertenencia común, a la conciencia colectiva de sí mismos como entidad social diferenciada, y a la tendencia a percibirse y definirse como grupo. Resaltando el valor de la identidad, Tajfel y Turner conciben el grupo como “un conjunto de individuos que se perciben a sí mismos como miembros de la misma categoría social, que comparten alguna implicación emocional con respecto a la definición compartida de sí mismos y que alcanzan algún grado de consenso social acerca de la evaluación de su propio y de su pertenencia a él”. PROCESOS DE INFLUENCIA EN GRUPO La pertenencia a un grupo influye en nuestras decisiones o comportamientos. Es el principal escenario de la influencia en situaciones en las que, debido a su ambigüedad, no somos capaces de determinar por nosotros mismos cuál es la forma válida de responder. Aludimos al consenso social, es decir, consideramos que una respuesta será correcta cuando la mayoría de los miembros de un determinado grupo responden de la misma forma. Sin embargo, no nos limitamos a imitar, sino que como indica Falomir, una vez interiorizadas, las normas sociales definen cuál es la respuesta personal y social adecuada en una determinada situación, por lo que su influencia es constante y duradera. El primer autor que estudio experimentalmente la creación de normas sociales, concepto que recibe el nombre de normalización, fue Sherif. CON SU INTERIORIZACION DE UN PUNTO LUMINOSO QUE SE MOVIA. Sherif observó que, en las 100 estimaciones los participantes variaban mucho en los primeros ensayos, pero progresivamente elaboraban un estándar de referencia (una norma individual) con el que comparaban los siguientes movimientos del punto. Sherif estudió dos situaciones de grupo: primero elaboraban sus normas individuales según el procedimiento que acabamos de describir. Posteriormente, realizaban la tarea con dos o tres personas más que tenían normas diferentes. En la otra condición, los participantes no tenían elaborada ninguna norma antes de pasar a la fase grupal. En las dos condiciones se observó el efecto de normalización, aunque en mayor medida en esta última condición. Es decir, los participantes apenas tardaban en elaborar una norma grupal y ponerla en funcionamiento. Después, cuando se disolvían los grupos y hacían otra vez las estimaciones individualmente, todos seguían empleando la norma grupal elaborada en la fase anterior, la interiorizaban. El paradigma que acabamos de describir hace referencia a situaciones ambiguas en las que no sabemos cuál es la respuesta correcta. Ante una respuesta que a nivel individual creemos correcta, Festinger dice que los demás nos influirán si tenemos que emitir juicios subjetivos (sobre la realidad social), pero no cuando se trata de juicios objetivos (sobre la realidad física). Fue Asch quien diseñó un paradigma experimental para poner a prueba esta última afirmación y diseñó una situación experimental no ambigua, donde existía una respuesta objetiva clara para la tarea. A los participantes se les presentaban dos cartulinas; una de ellas, contenía tres líneas desiguales; la otra, una solo línea patrón de idéntica longitud a una de esas tres, como se muestra a continuación. La tarea de los participantes consistía en indicar la que era igual a la línea patrón. Los participantes eran cómplices del experimentador menos el sujeto ingenuo era el penúltimo del grupo en emitir su juicio. Los resultados mostraron que el 74% de los sujetos dieron al menos una vez la misma respuesta errónea que la mayoría. Sin embargo, en el grupo control, donde los participantes realizaban la tarea individualmente, apenas se observaron respuestas erróneas (0,68%). Por tanto, el conformismo se produce cuando modificamos nuestras respuestas para hacerlas más próximas a las que explícitamente de la mayoría de los miembros de un grupo. Se caracteriza, además, porque la respuesta que damos ante la mayoría es diferente, o incluso opuesta, a la que emitiríamos si dicha mayoría no estuviese presente. Aunque se ha planteado diferentes explicaciones para dar cuenta de los procesos de influencia mayoritaria, frecuentemente se ha recurrido a la dependencia normativa e informativa.
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La dependencia informativa se produce cuando una persona desea dar una respuesta adaptada a la realidad, pero es incapaz de evaluar por sí misma esa adecuación, por lo que depende de la información que los demás le aportan. En estos casos, la respuesta que se da por válida se interioriza, y se actúa de acuerdo con ella, ya que esta norma se convierte en un marco de referencia estable para su juicio. El efecto de normalización, ilustrado por Sherif, constituye un ejemplo paradigmático de un tipo de influencia basada en la dependencia informativa. La dependencia normativa se produce cuando la persona está motivada a mantener una relación positiva con el resto de los miembros de un grupo y desea recibir su aprobación o evitar el rechazo de la mayoría. En este caso, la influencia es sólo manifiesta, es decir, pública, pero ello no implica que la persona haya tenido necesariamente que cambiar de opinión. El paradigma experimental de Asch es el ejemplo por excelencia de influencia basada en dependencia normativa, donde las respuestas que emite el sujeto ingenuo no han sido verdaderamente interiorizadas, sino que están motivadas por razones externas (p.e. no desviarse del resto del grupo o ser aceptado por él). LA TOMA DE DECISIONES EN GRUPO LA POLARIZACIÓN GRUPAL
En general, varias investigaciones relevantes, llevadas a cabo por destacados psicólogos sociales hasta mediados del siglo XX, pusieron de manifiesto la tendencia de los grupos a alcanzar un punto medio o compromiso a partir de las opiniones individuales. Se suponía que las decisiones en grupo inhibían las respuestas más extremas o audaces y que se tendía a la moderación. Con la intención de confirmar estos resultados, Stoner realizó en 1961 el experimento siguiente. Stoner presentaba a los participantes, estudiantes varones de Relaciones Industriales, un cuestionario formado por 12 ítems, cada uno de los cuales describía un dilema al que se enfrentaba una determinada persona, que debía escoger entre una alternativa poco arriesgada (prudente), pero poco valiosa, y otra mucho más atractiva, pero con pocas probabilidades de éxito (más arriesgada). El participante, que debía imaginarse que era un consejero o asesor de esta persona, tenía que indicar cuál era la mínima probabilidad de éxito que aceptaría antes de recomendar a la supuesta persona la alternativa arriesgada. Por ejemplo, uno de los dilemas era el siguiente: “Un estudiante con considerable talento musical debe elegir entre continuar los estudios de Medicina y ejercer como médico, o arriesgarse a seguir una incierta carrera musical como pianista”. En este caso, a los participantes se les solicitaba que indicasen cuál era, a su juicio, la probabilidad de éxito más baja que consideraban aceptable para aconsejarse a esa persona que continuara la carrera de piano. Se les ofrecían las siguientes cinco opciones: Las probabilidades de éxito son del 90% , 70%, 50%, 30% y el 10% Los participantes contestaban en primer lugar al cuestionario individualmente en privado (fase de preconsenso), luego discutían en grupos de 4 ó 5 miembros e intentaban tomar una decisión común (fase de consenso) y, por último, emitían de nuevo su juicio en privado (fase de postconsenso). Para su sorpresa, Stoner constató que las posiciones de los participantes tras la discusión del grupo eran más arriesgadas que antes de ella. Estos resultados iban en contra de medio siglo de investigaciones. Stoner repitió esta experiencia en varias condiciones y comprobó que el efecto era muy sólido. Este efecto se denominó “risky shift” (desplazamiento o cambio hacia el riesgo). En definitiva, la polarización grupal consiste en una acentuación de la postura inicialmente dominante en el grupo, que se produce como consecuencia de la discusión grupal. Desde entonces, numerosas investigaciones han confirmado este fenómeno y han detallado las condiciones en las que aparece. EL PENSAMIENTO DE GRUPO
Existen ocasiones en las que los grupos, a pesar de estar formados por personas altamente cualificadas, adoptan malas decisiones que tienen consecuencias desastrosas. El punto de partida de Janis fue precisamente el análisis de los procesos de toma de decisiones grupales que provocaron varios de los fiascos más importantes en la historia de EEUU, como el ataque en 1941 a la base naval de este país en Peral Harbor por parte de la armada japonesa, o la invasión de Bahía de Cochinos en 1961. Janis consideró que estos errores se debían a un modo de pensamiento que se observa en los miembros de grupos cohesivos, cuya tendencia a la unanimidad supera la motivación por evaluar de forma realista cursos de acción alternativos, fenómeno que denominó pensamiento de grupo. El pensamiento de grupo se caracteriza por el deterioro de la eficacia mental, de la contrastación de la realidad y del juicio moral, como resultado de las presiones del grupo. En 1982 Janis analizó otras decisiones importantes que también tuvieron consecuencias desastrosas, como el caso de Watergate o la escalada armamenística en la guerra de Vietnam. En la Figura se presenta, esquemáticamente, el modelo propuesto por Janis a partir de todos sus análisis. Antecedentes Consecuencias
1. Grupo cohesivo
2. Defectos estructurales de la organización
3. Contexto situacional provocativa
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Tendencia a la búsqueda de unanimidad
Síntomas del pensamiento grupal
Toma de decisiones defectuosa
Baja probabilidad de resultados satisfactorios
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En este modelo, existen tres antecedentes (que se describen con detalle en la siguiente figura) que influyen en la tendencia a la búsqueda del acuerdo o unanimidad a toda costa por parte de los miembros del grupo. Esto conduce a los defectos o fallos en toma de decisión con consecuencias claramente negativas. 1. Grupo cohesivo
2. Defectos estructurales
3. Contexto situacional provocativo
a) Aislamiento del grupo b) Falta de liderazgo imparcial c) Falta de normas sobre procedimientos metodológicos d) Homogeneidad de los miembros a) Alto grado de estrés por amenazas externas y poca esperanza de encontrar una solución mejor que la que apoya el líder b) Baja autoestima grupo inducida temporalmente por: Fracasos recientes Excesivas dificultades en la toma de decisión actual Dilemas morales
Por tanto, un grupo muy cohesionado, aislado de puntos de vista disidentes, con un líder que señala desde el principio cuál es la alternativa preferida, en el que no existen normas de procedimiento para la toma de decisión (p.e. análisis de otras alternativas), formado por personas similares en cuanto a ideología y características sociales, y que presenta un elevado grado de estrés y baja autoestima, constituyen el caldo de cultivo del pensamiento de grupo. Janis identificó en su análisis ocho síntomas del pensamiento grupal, que se clasifican en tres tipos. Acompañaremos la descripción con ejemplos extraídos por Janis de lo sucedido entre los consejeros de Kennedy cuando adoptaron la decisión de invadir Bahía de Cochinos en 1961, a la que Janis se refiere como un fracaso perfecto. Ilusión de invulnerabilidad: alude al optimismo excesivo que ciega a los miembros del grupo ante las advertencias de peligro. “Reinaba la euforia: creíamos por un momento que el mundo era “plástico” y que el futuro era limitado”. Creencia incuestionable en la moralidad del grupo: los miembros asumen la moralidad inherente a su grupo e ignoran cualquier reparo ético o moral que cuestione su decisión. Los miembros del grupo nunca se plantearon que estaban planeando actos ilegales de agresión contra un pequeño país vecino. Racionalización colectiva: se desestima, mediante justificaciones colectivas, cualquier información que cuestione a la decisión del grupo. El presidente Kennedy, como líder en las reuniones de la Casa Blanca; sin embargo, parece que alentó la docilidad del grupo y la aceptación acrítica de los argumentos defectuosos a favor del plan de la CIA. Punto de vista estereotipado del oponente: los miembros del grupo consideran a los grupos oponentes demasiado malos como para negociar con ellos, o demasiado débiles y carentes de inteligencia como para defenderse a sí mismos de la iniciativa planteada. Castro fue considerado un líder débil e histérico, cuyo ejército estaba lista para desertar; se le consideraba tan estúpido que se suponía que, aunque estuviese advertido por ataques aéreos, no haría nada por neutralizar la resistencia cubana. Al haber subestimado tanto las capacidades militares de Castro, el presidente Kennedy y sus consejeros se dieron cuenta muy tarde de que no se podía establecer con éxito una avanzadilla en Cuba sin una fuerza militar al menos 10 veces mayor que la que habían acordado enviar. Autocensura: los miembros del grupo tienden a anular los recelos, temores u opiniones que contradigan la decisión adoptada, con tal de no romper la armonía. En su informe del fracaso de la Bahía Cochinos, Schlesinger admite que dudó en plantear sus objeciones cuando asistía a las reuniones, por miedo a que los otros lo consideraran presuntuoso por estar en desacuerdo con augustas cabezas de las mejores instituciones del gobierno. Presión sobre los disidentes: con objeto de mantener la unanimidad, se presiona a quienes plantean dudas acerca de las suposiciones y planes del grupo, e incluso se les ridiculiza o se les echa. “En los meses posteriores al suceso de la Bahía Cochinos me reproché amargamente haber guardado silencio durante todas aquellas discusiones cruciales en el gabinete, aunque mis sentimientos de culpabilidad fuesen mitigados por el conocimiento de que cualquier objeción hubiese logrado poco, excepto ganarme el apelativo de chinche”. Ilusión de unanimidad: la presión sobre los desidentes y la autocensura crean este síntoma, una ilusión de consenso y acuerdo acerca de la decisión del grupo. “Nuestras reuniones tuvieron lugar en una curiosa atmósfera de consenso asumido”. Existencia de “Guardianes de la mente”: algunos miembros protegen al grupo de cualquier información que contradiga su decisión. El hermano del presidente, Robert Kennedy, que había sido informado constantemente del plan de invasión de Cuba, le preguntó a Schlesinger por qué se oponía al plan. Tras escuchar su respuesta le indicó: “puede que tengas razón o puede que estés equivocado, pero el presidente ya ha tomado su decisión. No lo hagas todavía más difícil. Este es el momento en que todo el mundo debe ayudarle en la medida de sus posibilidades”. Como consecuencia de todo lo comentado hasta el momento, se producen una serie de fallos o defectos en la toma de decisiones descritos en la siguiente figura. [Figura: Síntomas y defectos en la toma de decisiones según el modelo del pensamiento grupal]
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Tipo 1 Sobreestimación del grupo
1. Ilusión de invulnerabilidad 2. Creencia en la moralidad intrínseca del grupo
Tipo 2 Cerrazón mental
3. Racionalización colectiva 4. Estereotipos sobre los demás grupos
Tipo 3 Presión a la uniformidad
5. Autocensura 6. Presión directa sobre los desidentes 7. Ilusión de unanimidad 8. Guardianes de la mente
Defectos en la toma de decisiones 1. Revisión incompleta de las alternativas 2. Revisión incompleta de los objetivos 3. Fallos en el examen de los riesgos de la solución elegida 4. Fallos en la reevaluación de las alternativas rechazadas inicialmente 5. Mala o insuficiente búsqueda de información 6. Sesgos selectivos al procesar la información disponible 7. No se elaboran planes alternativos
Además de las conclusiones derivadas de sus análisis, Janis también propuso varias medidas destinadas a reducir la aparición del pensamiento grupal. Entre ellas, cabe destacar: que el líder adopte una postura imparcial, que se formen subgrupos que se reúnan por separado para llevar a cabo un análisis crítico, o que se invite a personas cualificadas externas al grupo para que pongan en tela de juicio las decisiones. LOS EFECTOS DEL LIDERAZGO SOBRE LA CONDUCTA GRUPAL Como indica Morales, el liderazgo es uno de los procesos grupales básicos, y el fenómeno grupal sería totalmente incomprensible si se prescindiera de él. Según Lewin , los resultados obtenidos en estos trabajos eran una prueba evidente de que el ajuste de la conducta de los chicos a las tres situaciones (autocrática, democrática y laissez-faire) no se debía a diferencias individuales. Concretamente, era el estilo de liderazgo ejercido el que provocaba las diferentes respuestas de los grupos. A partir de ese momento se desarrollaron numerosas investigaciones sobre diferentes estilos de liderazgo (p.e., orientado a la tarea, orientado a las relaciones, transformacional, transaccional y se influencia en la satisfacción y rendimiento de los miembros del grupo. RELACIONES INTERGRUPALES Las relaciones intergrupales es entre dos o más grupos y sus respectivos miembros. Como señaló Sherif, cuando las personas interactúan, con otro grupo o sus miembros hablamos de comportamiento intergrupal. Es un comportamiento bastante habitual. Es el que caracteriza, por ejemplo, los seguidores de un partido de futbol, dos grupos étnicos que se disputan la ocupación de un edificio, o personas de diferentes naciones o ideologías enfrentadas en una guerra, o entre estudiantes de dos carreras diferentes que tratan de obtener un premio para una de las titulaciones, o entre hombres y mujeres discutiendo las ventajas que supone ser hombre en determinados ámbitos. En todos estos casos es la identificación con el grupo la que marca la pauta de los comportamientos, que no serían los mismos si las relaciones se estableciesen a título individual. Dos teorías analizan las relaciones entre grupos: LA TEORÍA DEL CONFLICTO REALISTA
Se genera cuando las personas dejan de interactuar con otras a título personal y lo hacen sobre la base de su pertenencia grupal. De hecho, muchas relaciones intergrupales están caracterizadas por tensión, desconfianza y recelos. La pertenencia a los grupos se define por criterios arbitrarios, las personas evalúan a los miembros de su grupo favorablemente y les asignan más recursos que a los miembros del exogrupo. Sherif lleva a cabo una serie de experimentos de campo la Cueva de los Ladrones. Los participantes eran 22 niños de 11 años, sanos, educados, sin problemas escolares, de clase media, religión protestante y con un CI superior a la media, que acudían a un campamento de verano. Cada chico fue aleatoriamente asignado a uno de los dos grupos que se crearon: los Rattlers y los Eagles (“las serpientes” y “las águilas”). Ambos grupos llegaron al campamento en diferentes autobuses y momentos. * Durante la primera semana, que constituyó la primera fase del experimento, l os chicos interactuaron con el resto de miembros de su grupo, y desconocían la existencia del otro grupo. En esta fase se consolidaron los grupos y surgió una estructura grupal (p.e. desarrollo de normas, distribución de roles, emergencia de líderes). * En la siguiente fase, que duró seis días, a cada grupo se le comunicó la existencia del otro y los experimentadores introdujer on una serie de juegos de interdependencia negativa. Se trataba de actividades competitivas, es decir, en las que solo uno de los g rupos podía lograr el objetivo que deseaban a expensas del otro (p.e., la victoria en competiciones deportivas). Estas condiciones fueron suficientes para que surgiera hostilidad y se manifiesten conductas agresivas hacia el otro grupo (p.e. “las águilas” perdieron al juego de la soga y reaccionaron quemando la bandera de “las serpientes”; todos utilizaban motes despectivos para referirse a miembros del otro grupo), junto a estas conductas, el conflicto también consiguió aumentar la solidaridad endogrupal. La conclusión a la que llegaron los autores en esta segunda fase es que el conflicto o competición entre grupos por recursos que todos desean, pero que sólo un grupo puede obtener, es s uficiente para que aparezcan conductas hostiles y agresivas hacia los miembros del otro grupo. * En la tercera fase, los experimentadores trataron de reducir el conflicto intergrupal. Para ello, plantearon situaciones en las que los grupos podían interactuar en contactos agradables (p.e. viendo juntos una película). Sin embargo, estos contactos no sirvieron para aminorar el conflicto. Posteriormente, intentaron reducirlo facilitándoles a los chicos información favorable sobre el otro g rupo e, incluso, el capellán apeló al perdón y el amor fraternal. Nada de esto surtió efecto. Llegados a este punto, los investigadores decidieron introducir metas supraordenadas. Se trataba de metas atractivas para amb os grupos, pero que sólo podían alcanzar si cooperaban con el otro grupo (p.e. conseguir que el camión que les proveía de comida arrancara, lo que sólo era posible si lo empujaban miembros de ambos grupos). Se trata de un claro ejemplo de interdependencia positiva. En est e caso, los esfuerzos común que hicieron chicos sirvieron para reducir gradualmente el conflicto y la hostilidad entre ambos grupos, incluso, EstherenGonzález UNEDlos2014 Página 35al final del experimento, buscaron activamente oportunidades de contacto (p.e. todos decidieron volver a casa en un mismo autobú s en lugar de en los dos separados en los que habían llegado).
Desde la perspectiva de la teoría del conflicto realista, por tanto, la competición por recursos escasos es un prerrequisito para que emerja el conflicto. Así, en la medida en que los miembros de un grupo perciben que el otro grupo representa una amenaza a sus propios recursos, surgirá el conflicto y las relaciones intergrupales se deteriorarán. Es importante destacar que, para que se active la percepción de amenaza, no es necesario que esté implicado el interés individual, basta con que se amenace el interés endogrupal para que se produzca hostilidad, la cual será dirigida hacia la fuente de la amenaza (el exogrupo). Por ejemplo, es lo que sucedería si una mujer accede a un puesto de directivo en una empresa y los hombres que trabajan en ella inician una campaña de desprestigio, aludiendo a las escasas capacidades de las mujeres en posiciones de responsabilidad, independientemente de que muchos tengan claro que jamás desempeñarán un puesto directivo. Ahora bien, cuando la consecución de las metas requiere la cooperación entre los grupos, lo que se denomina interdependencia positiva, la teoría defiende que las relaciones intergrupales mejorarán. En definitiva, esta teoría postula que el conflicto intergrupal surge por la competición entre grupos por recursos que todos desean (que pueden ser, entre otros, dinero, prestigio, estatus o poder), y que la cooperación entre los grupos mediante metas supraordenadas reducirá dicho conflicto. Sin embargo, la realidad nos muestra que en cualquier sociedad existe un acceso desigual a los recursos (que suelen estar en manos de los grupos dominantes( y, sin embargo, ello no se traduce necesariamente en un conflicto intergrupal. LA TEORÍA DE LA IDENTIDAD SOCIAL
Con el objetivo de responder a la pregunta que acabamos de plantear, Tajfel, Billig, Bundy y Flament diseñaron un paradigma experimental que se conoce como el “paradigma del grupo mínimo”. La idea inicial de estos autores era comprobar si la mera clasificación de las personas en dos categorías (endogrupo/exogrupo; nosotros/ellos) sería suficiente para desencadenar la discriminación intergrupal. Para ello, llevaron a cabo una serie de experimentos bajo el citado paradigma, en los que debían cumplirse varios requisitos. Entre ellos destaca la ausencia de interacción cara a cara entre los participantes, que no debían mantener ninguna relación durante el experimento, o el completo anonimato de los miembros del grupo, la tarea debía llevarse a cabo basándose únicamente en la pertenencia de los individuos a un grupo u otro, pero desconociendo a qué personas concretas afectaba. Otro aspecto importante es que la respuesta no debía tener valor utilitario para el participante, es decir, tenía que estar excluido el interés personal, por lo que no se actuaría motivado por el beneficio propio. Utilizaron un criterio arbitrario para asignar aleatoriamente a los participantes a dos grupos y les solicitaron realizar una tarea de reparto de dinero que afectaba a individuos de los que sólo conocían su pertenencia al exogrupo o al endogrupo. Tajfel y cols seleccionaron a estudiantes de secundaria a los que les proyectaron varias diapositivas, la mitad de las cuales contenía cuadros de Klee y la otra mitad de Kandinski. Los participantes debían indicar por escrito qué cuadros les gustaban más. Inmediatamente después se les comunicaba que serían trasladados individualmente a una sala para responder a una serie de cuestiones relacionadas con sus preferencias estéticas. En esta fase, los participantes fueron asignados aleatoriamente a u no de los dos grupos (preferencia por Klee o por Kandinski), independientemente de sus respuestas previas (en las diapositivas no se identificaba el nombre del pintor). Su tarea consistía en adjudicar diversas cantidades de dinero a otros dos participantes, identificados por un código, de los que sólo conocían su preferencia por Klee o Kandinski. Es decir, realizaban un reparto de dinero hacia personas anónimas. La única información de la que disponían era que se trataba de un miembro del endogrupo (porque le gustaba el mismo pintor que al participante) o del exogrupo (porque prefería al otro pintor). Los resultados pusieron de manifiesto que el 73.3% de los sujetos favorecieron a l os miembros de su propio grupo (favoritismo endogrupal) en el reparto, a pesar de tratarse de personas anónimas con las que no habían interactuado.
Según la teoría de la identidad social, la categorización de las personas en grupos sociales les proporciona una identidad social. Desde el momento en el que las personas se definen a partir de su identidad social, se desencadena un proceso de comparación social en el que comparan a su endogrupo con exogrupos relevantes de su entorno, en dimensiones que sean valoradas socialmente. Estos procesos de comparación social, combinados con una motivación intrínseca a percibirse de forma positiva, es lo que da lugar a la diferenciación intergrupal positiva y al favoritismo endogrupal. Es decir, las personas se esfuerzan por lograr o mantener una identidad social positiva, y ésta se basa en gran medida en percibir que el endogrupo se diferencia favorablemente de ciertos exogrupos relevantes, con lo que se compara. Sin embargo, la motivación por obtener una identidad social positiva no determina, por sí sola, qué conductas intergrupales se van a manifestar. Tajfle y Turner señalan que las actitudes y conductas intergrupales dependen tanto del grado de identificación social con el grupo como de la estructura social de las relaciones intergrupales. Y la teoría señala que son tres las principales características de la estructura social que se combinan con la identidad social para determinar cómo se comporta una persona categorizada: la legitimidad percibida de esa estructura, su estabilidad, y la permeabilidad de las fronteras grupales. De forma general, se puede señalar que, cuando las personas perciben que las posiciones de los grupos en la sociedad son legítimas y estables, tendrán una identidad social segura y no considerarán necesario maximizar las diferencias con otros grupos. Es lo que puede ocurrirles a personas con un estatus socioeconómico elevado en cualquier sociedad. La percepción de que la jerarquía social es inestable y/o legítima (identidad social insegura) puede activar la necesidad de comprometerse en acciones colectivas encaminadas al cambio social, en el caso de grupos de bajo estatus (los movimientos de las mujeres en su lucha por la igualdad de derechos ejemplifican esta situación), o el desarrollo de ideologías justificadoras del statu quo por parte de grupos que ocupan una posición superior que en el fondo consideran ilegítima. Pero, en definitiva, es la percepción de permeabilidad de las fronteras grupales la que determina qué estrategias pueden utilizarse para obtener una identidad social positiva cuando
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dicha identidad sea insatisfactoria. Si son flexibles o permeables, se utilizaría una estrategia individual. Es el caso de una persona que se ha criado en un ambiente deprimido socialmente y gracias a su esfuerzo consigue ascender en la jerarquía social. Pero si se percibe que las fronteras son rígidas e impermeables, se adoptarán estrategias colectivas. Es lo que ocurre cuando la pertenencia viene determinada, por ejemplo, por el origen étnico. Según Tajfle y Turner, en condiciones de identidad social insatisfactoria podrían adoptarse las siguientes estrategias: 1. Movilidad individual, es decir, abandono del grupo que proporciona una identidad social inadecuada para pasar a formar parte de otro más valorado. No siempre es posible. Por poner un ejemplo contundente, un afroamericano no puede dejar de pertenecer a ese grupo para formar parte del de los norteamericanos blancos porque no puede cambiar su color de piel (por mucho que algún famoso lo haya intentado con insistencia). 2. Creatividad social. Esta estrategia se centra en las comparaciones que se establecen con otros grupos y consiste en modificar o redefinir la forma en la que se lleva a cabo la comparación. Esto puede lograrse de tres modos: Comparando al endogrupo y al exogrupo en una dimensión nueva. Por ejemplo, los miembros de los países de Europa del Sur pueden mejorar su identidad social si deciden compararse con los de Europa del Norte en condiciones climáticas y estilo de vida, en lugar de hacerlo en desarrollo socioeconómico. Invirtiendo el valor asociado a determinadas características del grupo, de modo que lo que era valorado negativamente pase a serlo positivamente. El ejemplo clásico lo constituye el famoso eslogan “lo negro es bello”, según el cual los valores negativos relacionados con ese color de piel se rechazan e invierten. Modificando el exogrupo de comparación, sobre todo evitando al exogrupo de alto estatus. Por ejemplo, si en nuestro país los inmigrantes ecuatorianos salen desfavorecidos al compararse con los españoles, pueden utilizar como grupo de comparación a otro grupo inmigrante que consideren inferior. 3. Competición social. Consiste en tratar de superar al exogrupo de comparación donde antes estábamos desfavorecido. Es decir, la búsqueda de la distintividad positiva se produciría a través de la competición directa con el exogrupo. Como indican Tajfel y Turner, ello generará conflicto entre los grupos. El movimiento por los derechos civiles en EEUU y los movimientos de las mujeres por la igualdad constituyen un ejemplo de esta estrategia. Aunque la movilidad individual y algunas formas de creatividad social pueden reducir el conflicto intergrupal, tienen otras implicaciones. Como señalan Tajfle y Turner, la movilidad individual implica la desidentificación con el grupo de origen de la persona que la pone en marcha. Al tratarse de una solución personal, no modifica el estatus del grupo al que se pertenecía, no resuelve el problema de la identidad social negativa a nivel grupal y, sin embargo puede favorecer procesos de desintegración del grupo. Las estrategias de creatividad social pueden crear o restaurar una autoimagen positiva del endogrupo, pero también una falsa rivalidad y puede generar más tensiones entre los grupos si se cuestiona la superioridad del grupo dominante. Por otra parte, si se opta por modificar el exogrupo de comparación, esto no evita que el grupo se siga manteniendo en la posición de inferioridad en la que se encontraba. Es decir, si un grupo es pobre, esto no cambiará con esta estrategia. Lo que ocurre es que sus miembros pueden considerar más tolerable la pobreza si se comparan con grupos aún más pobres y no con los que manejan más recursos que ellos. LA MEJORA DE LAS RELACIONES INTERGRUPALES LA TEORÍA DEL CONTACTO INTERGRUPAL
Allport incluye en su conocida obra “La Naturaleza del Prejuicio” su influyente hipótesis del contacto, donde establece que el contacto intergrupal reducirá el prejuicio y el conflicto entre grupos, siempre que se cumplan los cuatro requisitos siguientes: 1) igualdad de estatus en la situación de contacto. Los grupos que entran en contacto deben poseer un estatus similar en las características sociales que pueden ser relevantes en ese contexto. 2) Existencia de metas comunes. Los grupos que entran en contacto deben compartir metas u objetivos. De ese modo, si logran sus metas disminuye el prejuicio entre ellos. 3) Cooperación intergrupal. El logro de metas comunes debe implicar la interdependencia entre los miembros de ambos grupos, sin que exista competición intergrupal. El experimento de campo llevado a cabo por Sherif y cols. descrito previamente, ilustra el efecto beneficioso de la cooperación en la mejora de las relaciones intergrupales. 4) Existencia de apoyo social o institucional. La última condición planteada por Allport hace referencia al respaldo del contacto por parte de autoridades, leyes, noemas o costumbres sociales. En los últimos años, se han añadido dos condiciones que se consideran críticas para que el contacto intergrupal sea exitoso: La oportunidad de que los miembros de los grupos se conozcan personalmente, lo que conduce a desconformar estereotipos negativos y romper la percepción de homogeneidad del exogrupo. Que la situación de contacto favorezca el establecimiento de relaciones de amistad con miembros del exogrupo. ¿Por qué el contacto tiene efectos positivos? mayor conocimiento del exogrupo: semejanzas existentes entre ambos y ello reduciría el prejuicio. establecen relaciones de amistad entre ellos, favorece la adopción de la perspectiva del otro grupo y un mayor sentimiento de empatía hacia sus preocupaciones e intereses. reduce la amenaza y la ansiedad intergrupales. LA MEJORA DE LAS RELACIONES INTERGRUPALES MEDIANTE EL CONTACTO INDIRECTO
El contacto directo con miembros de otro grupo tiene efectos beneficiosos en las relaciones intergrupales: *Transformar las actitudes individuales de los participantes.
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*la amistad de una persona de nuestro grupo con una del exogrupo puede tener una influencia en cascada para los miembros de ambos grupos, es decir, se experimentaría el contacto indirectamente. * mostrar relaciones entre miembros del endogrupo y del exogrupo en los medios de comunicación puede modificar las actitudes intergrupales de millones de espectadores, especialmente de aquellos que apenas tienen oportunidad de tener contacto con personas del otro grupo. En ocasiones no es posible el contacto directo entre los grupos, bien porque éstos están segregados, bien porque existe un elevado nivel de prejuicio hacia los miembros del exogrupo. En estos casos, el contacto indirecto es el único modo de mejorar las relaciones intergrupales. los efectos en las relaciones y actitudes intergrupales dan tres formas de contacto indirecto: extendido –cuando sabemos que un miembro de nuestro grupo es amigo de un miembro del exogrupo-, vicario –si observamos que un miembro del endogrupo interactúa con un miembro del exogrupo-, imaginado –consiste en imaginarnos interactuando con un miembro del exogrupo-. Wright, Aron, McLaughlin-Volpe y Ropp formularon la hipótesis del contacto extendido, según la cual, el mero hecho de saber que un miembro del endogrupo mantiene una relación cercana positiva con un miembro del exogrupo puede reducir el conflicto intergrupal y disminuían las actitudes negativas y aumentaban las positivas. Wright señalo que se podría producir lo que se conoce como inclusión de los otros en el yo, estableciendo la conocida asociación “los amigos de mis amigos son mis amigos”. También puede ocasionar que las personas perciban que en su grupo existe una norma de aceptación y tolerancia de miembros del exogrupo. Bandura. Con sus trabajos integra las ideas del contacto extendido con la teoría del aprendizaje social. Se trata del contacto vicario. Según esta perspectiva, ver u observar una interacción positiva entre un miembro del endogrupo y uno del exogrupo mejora las actitudes intergrupales. Adquirirían especial relevancia de los medios de comunicación. En esta línea, demostraron que ver programas de televisión que muestran contacto intergrupal positivo se asociaba con menores índices de prejuicio. Mientras que el contacto extendido y el vicario implican el conocimiento u observación de la interacción entre otro miembro del endogrupo y uno del exogrupo, una tercera forma de contacto indirecto implica a la propia persona. Nos referimos al contacto imaginado, que consiste en la simulación mental de una interacción intergrupal positiva con personas del exogrupo. Debido a la implicación personal, se defiende que es más similar al contacto real que el contacto extendido. Ahora bien, se han identificado dos aspectos clave para que este tipo de contacto tenga los efectos deseados: los participantes deben implicarse activamente en la simulación mental de la experiencia de contacto y, además, el contacto imaginado debe ser positivo. Respecto a los mecanismos mediadores, se ha documentado que el contacto imaginado es eficaz, al igual que el contacto directo, básicamente porque se reduce la ansiedad asociada con el contacto intergrupal. ESTRATEGIAS DE MEJORA DE LAS RELACIONES ENTRE GRUPOS BASADAS EN LA CATEGORIZACIÓN SOCIAL
Estrategias para reducir el conflicto y el prejuicio: la descategorización, la diferenciación intergrupal mutua y la recategorización. Descategorización La categorización de personas en diferentes grupos (endogrupo/exogrupo; nosotros/ellos) contribuye al favoritismo endogrupal y, en algunos casos, a la hostilidad exogrupal. La descategorización consiste en debilitar la saliencia de los límites grupales para reducir estas consecuencias. De forma más concreta, esta estrategia se centra en fomentar que las personas de diferentes grupos se relacionen entre sí de forma interpersonal (yo/tú) en lugar de hacerlo basándose en su pertenencia grupal (nosotros/ellos), lo que implica percibir a los miembros del endogrupo y del exogrupo como individuos. Conviene establecer una distinción conceptual entre descategorización y personalización donde se tienen en cuenta las características de una persona y convertir su pertenencia grupal en algo secundario. Se ha demostrado que esto puede tener efectos positivos tanto de forma inmediata como generalizada. La categorización cruzada consiste en hacer saliente a los miembros de los grupos implicados su pertenencia común a dos o más grupos que no están relacionados con las categorías que generan las tensiones endogrupo-exogrupo. Por ejemplo, hacer más saliente a dos seguidoras de equipos de fútbol diferentes que ambas son mujeres, españolas, estudiantes de psicología y miembros del mismo club de tenis. Descategorización está diseñada para difuminar los límites grupales. Personalización para hacer secundaria la pertenencia grupal. Diferenciación intergrupal mutua permite que la pertenencia se mantenga intacta y se centra en cambiar la percepción de las relaciones intergrupales de competitivas a cooperativas, y enfatiza la distintividad positiva de cada grupo. Hay ocasiones en las que intentar difuminar las fronteras grupales puede generar resistencia y aumentar el prejuicio hacia los miembros hacia los miembros del exogrupo. Hewston y Brown desarrollaron el modelo de la diferenciación intergrupal mutua, según el cual las relaciones intergrupales serán armoniosas cuando las identidades grupales no se eliminen, sino que permanezcan mutuamente diferenciadas mientras se mantienen interacciones grupales cooperativas. De este modo, al no eliminar la pertenencia categorial se evita el aumento del prejuicio debido a que se mantiene la distintividad de cada grupo en una situación intergrupal cooperativa (lo que se asociaría con menos amenaza intergrupal y, en consecuencia, con menos prejuicio). Además de insistir en hacer salientes las categorías sociales, el modelo propone que la generalización al exogrupo es mayor cuando la interacción se produce entre miembros representativos (o prototípicos) del grupo. Cuanto más
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contacto se produzca entre los grupos, mayor posibilidad habrá de establecer amistad con miembros del exogrupo. Hacer saliente que el amigo del exogrupo, es un miembro típico disminuye la ansiedad intergrupal y favorece la empatía hacia sus miembros y mejora las actitudes hacia el exogrupo en su conjunto y la reducción del prejuicio se generalice a todo el exogrupo cuando las personas son conscientes de que la naturaleza de la interacción tiene un carácter más intergrupal que interpersonal. En los últimos años, Brown y Hewstone prefieren denominar este modelo “teoría del contacto intergrupal” en que para mejorar eficazmente las relaciones intergrupales es fundamental resaltar la pertenencia categorial, así como la amistad y tipicidad del miembro con personas prototípicas del exogrupo. Recategorización: una propuesta desde el modelo de la identidad endogrupal común Una tercera estrategia consiste en crear una categoría superior común que englobe a los miembros del endogrupo y el exogrupo. Nos referimos a la recategorización, que puede mejorar las relaciones intergrupales gracias a los procesos cognitivos y motivacionales implicados en el favoritismo endogrupal. Se trata de inducir a los miembros de dos grupos diferentes a que se perciban como miembros de una categoría endogrupal común. De este modo, todas las creencias, sentimientos y conductas positivas reservadas para el endogrupo se extienden también a los miembros que antes se consideraban del exogrupo. Tiene algunas limitaciones como que los grupos ofrecen resistencia, lo que puede aumentar el prejuicio entre ellos como un modo de reafirmar su distintividad positiva. Esto ocurre, sobre todo, cuanto mayor es la identificación grupal y cuando se percibe que la iniciativa de establecer una categoría superior común procede de miembros del exogrupo y no del endogrupo. No obstante, tener una identidad endogrupal común NO requiere renunciar a su identidad grupal menos inclusiva. De hecho, como todos pertenecemos a numerosos grupos, podemos activar simultáneamente o secuencialmente una o más de las identidades que se derivan de estas pertenencias. Ello dependerá de nuestro grado de identificación con los diferentes grupos y de factores del contexto que pueden hacer una identidad más o menos saliente. Por ejemplo, si nuestra identidad como cordobeses es muy saliente, eso no quiere decir que no nos sigamos identificando con esta categoría cuando estemos en Madrid. La descategorización y la recategorización se centran directamente en la eliminación de la distinción nosotros/ellos o en reemplazarla por una nueva identidad supraordenada, para reducir el prejuicio en una situación de contacto concreta, pero para lograr que los efectos positivos del contacto se generalicen es preciso mantener en algún grado las identidades originales. Así, el modelo de la identidad endogrupal común reconoce el potencial de mantener una identidad dual, a través de la cual se hacen salientes simultáneamente la identidad inicial y la supraordenada. De este modo, se aprovechan las ventajas que supone hacer saliente una identidad superior para mejorar las actitudes hacia los miembros del exogrupo presentes en la situación de contacto. Y, a la vez, se obtienen las ventajas que supone hacer saliente la identidad inicial para mejorar las actitudes hacia el exogrupo en su conjunto. Por ejemplo, los jugadores del Real Madrid y del Barcelona, que a su vez juegan en la selección española de fútbol, mejoran sus actitudes hacia los miembros del otro equipo que pertenecen a la selección debido a su pertenencia a esa categoría superior común, que se arrastra hacia otros miembros del equipo “rival” que no juegan en la selección nacional. Cuando la identidad común es muy saliente para los miembros de dos grupos, éstos pueden considerar que las características de su grupo (p.e. normas, valores, metas) son más prototípicas de la categoría común que las del otro grupo. Cuando esto ocurre, el exogrupo es juzgado como inferior o desviado, por lo que aumenta el conflicto intergrupal. Una propuesta integradora Cada una de las estrategias expuestas presenta limitaciones que han sido contrastadas en la investigación. Por ejemplo, la necesidad de categorizar para simplificar la complejidad de los estímulos sociales debilita la capacidad de mantener representaciones descategorizadas a lo largo del tiempo. Por otra parte, dado que ciertas categorías sociales a las que pertenecemos son muy relevantes (p.e. edad, sexo, etnia), lo que provoca la activación automática de esa categoría, tanto la descategorización como la recategorización pueden resultar bastante inestables. Cuando mediante la recategorización se insta a crear una identidad superior común, también pueden producirse efectos contrarios a los deseados si los miembros de los grupos ven amenazada su identidad inicial, más aún si ésta es muy valorada. Si la relación con un miembro del exogrupo, no cumple con las expectativas sobre ese grupo puede provocar que sea percibido como atípico, lo que limita la generalización de los efectos positivos del contacto. En esta línea, Pettigrew propone una aproximación secuencial en la que detalla cuál es la mejor estrategia a adoptar en función de la naturaleza de las relaciones intergrupales. la descategorización, cuando se produce una interacción intergrupal bajo las condiciones propuestas por la teoría del contacto, no conviene hacer saliente la pertenencia a diferentes grupos, de este modo, disminuiría la ansiedad ante el contacto y la percepción de amenaza exogrupal, y se generarían más oportunidades para establecer relaciones interpersonales. la categorización, cuando ya existe un contexto de interdependencia positiva, conviene hacer saliente la pertenencia a diferentes grupos. Así, se generalizarían los efectos positivos del contacto a todo el exogrupo. la recategorización cuando los miembros de un grupo reconocen la heterogeneidad de los miembros del otro grupo y desarrollan actitudes más positivas hacia ellos, las fronteras grupales pueden llegar a ser más flexibles, por lo que de ambos grupos en una categoría superior común podría tener efectos beneficiosos.
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TEMA 14: PSICOLOGÍA SOCIAL APLICADA EL PERIODO CLÁSICO DE LA DISCIPLINA Y EL DEBATE DE LAS APLICACIONES PSICOSOCIALES Este periodo contempla un aumento del número de aplicaciones y una mejora de su calidad. La prueba la proporcionan las dos ediciones del Handbook of Social Psychology promovido por Linszey, autor que se demarca del enfoque de Murchison e inicia una nueva etapa en la edición del Handbook, con la intención de convertirlo en el libro fuente por excelencia de la disciplina de Psicología Social y su principal referencia. En el Handbook de 1954, y en la segunda edición se dedican varios capítulos a la exposición de las aplicaciones psicosociales realizadas en ese periodo. Se aprecia la aparición, por primera vez, de ámbitos de aplicación específicos y centrales para la vida de las personas, como la salud, la educación, el trabajo, la conducta política, la economía y las relaciones interpersonales. En resumen, la actividad de los psicólogos sociales en el ámbito aplicado es muy elevada en este periodo. No ha dejado de crecer desde la etapa anterior, abarca cada vez más campos y representa de forma más fiel la investigación psicosocial. Esta conexión entre los ámbitos de investigación y aplicación se aprecia en la incorporación de las nuevas teorías que se formulan en este periodo, como la teoría de la atribución, utilizada por Schachter y Singer para la comprensión de los determinantes de los estados emocionales, la teoría de las comunicaciones persuasivas, que se utiliza para generar cambios de diversos tipos de actitudes a través de la persuasión, como en el caso de Leventhal para promover conducta de salud, o la teoría de la acción razonada de Fishbein y Ajzen, que se utiliza para propósitos ambientales y cese de hábitos nocivos para la salud. Y es precisamente en este momento cuando surge un debate en torno a las aplicaciones de la disciplina en el seno de lo que se conoce como la “crisis” de la Psicología Social. Acusaban algunos autores a la Psicología Social de escasa atención a las aplicaciones y deducían de esta acusación una falta de “relevancia”, es decir, una cierta despreocupación de los asuntos que afectan a las personas en sus vidas cotidianas. Sería esta despreocupación, según estos autores, uno de los factores principales que contribuiría a la crisis. EL SURGIMIENTO DE LA PSICOLOGÍA SOCIAL APLICADA Este es el momento en que se produce el primer encuentro de psicólogos sociales para el estudio de las aplicaciones. Tuvo lugar en Mallorca en 1973 y fue el germen del volumen editado por Deutsch y Hornstein, que se debe considerar el primer manual de Psicología Social Aplicada en sentido estricto. Se produjo a continuación una auténtica eclosión de manuales de Psicología Social Aplicada, entre los que descatan Fisher, Rodrigues, Oskamp y Weyant. Por primera vez se incluyó en el Handbook de Lindzey y Aronson (su tercera edición) un capítulo específico sobre la Psicología Social Aplicada. UN NUEVO ENFOQUE
A tenor de lo expuesto en el apartado anterior, se puede afirmar que hacia 1980 surge un nuevo enfoque que cabría concretar en los puntos siguientes: 1. Se pone fin a la práctica de realizar las actividades aplicadas de manera aislada y desconectadas del quehacer teórico e investigador de la disciplina. De ahora en adelante las aplicaciones se integran coherentemente con el resto de actividades de la disciplina y pasan a ser poco a poco uno de sus componentes fundamentales. Es el tránsito de “aplicaciones psicosociales” a “Psicología Social Aplicada”. 2. Los psicólogos sociales se implican en una reflexión colectiva sobre el propio concepto de aplicación. Hay una ruptura con el modo habitual de proceder en el pasado, una vez alcanzado el convencimiento colectivo de que no se trata sólo de aplicar y que es necesario pensar cómo se debe aplicar, cuáles son las formas óptimas de hacerlo y qué consecuencias se derivan de la aplicación. 3. Se replantean las relaciones entre teoría, investigación y aplicación. Los psicólogos sociales se interrogan sobre la conveniencia de seguir pasando por alto la aplicabilidad de la investigación y discuten sobre la posibilidad de que las aplicaciones pueden realizar aportaciones a la teoría e investigación psicosocial. 4. Se somete la aplicación a exigencias más estrictas, en esta línea plantada por Séller Taylor en la encuesta enviada a los miembros de la Sociedad de Personalidad y Psicología Social. En concreto, para que una aplicación psicosocial resulte aceptable, tendrá que cumplir las siguientes condiciones: Incardinarse en alguna línea de investigación o teorización psicosocial, como percepción, actitudes, grupos, relaciones interpersonales, comunicación u otras. Actuar sobre algún ámbito de relevancia social, como salud, educación, bienestar, trabajo, conductas de riesgo, comportamiento ambiental, entre otros. Realizar los necesarios contrastes empíricos con la metodología psicosocial adecuada. Demostrar empíricamente su eficacia, es decir, que ha culminado con éxito la actuación emprendida. LOS MODELOS DE RELACIÓN ENTRE APLICACIÓN, TEORÍA E INVESTIGACIÓN PSICOSOCIALES Para captar el auténtico significado y alcance del nuevo enfoque de las aplicaciones psicosociales es imprescindible referirse a los modelos de relación entre aplicación, teoría e investigación que se formularon en torno a 1980. se trata de modelos cuyo desarrollo se dirige a integrar estas tres actividades de la disciplina para crear una auténtica y verdadera “Psicología Social Aplicada” digna de tal nombre.
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Pero entre todos los modelos propuestos hay tres que han gozado de mayor aceptación entre psicólogos y han sido más perdurables a lo largo del tiempo: el modelo de “investigación-acción” de Lewin, el de “ciclo completo” de Cialdini, y el de “psicología social aplicable” de Mayo y LaFrance. MODELO
Lo propuso Lewin en 1946 y sigue vigente en ciertos cambios de la Psicología, como el educativo y el comunitario. El punto de partida es la idea según la cual la aplicación psicosocial se despliega en una secuencia de tres grandes actividades. La primera es la “teorización psicosocial”, o “leyes generales”. Ejemplos serían los conocimientos acumulados en la disciplina sobre grupos, cambio de actitudes o motivación. El “análisis de la realidad concreta” o “diagnóstico de situaciones específicas”. Aquí los ejemplos serían un conflicto grupal concreto, una notoria resistencia a modificar hábitos de alimentación o una falta de interés en el trabajo. La tercera actividad sería la intervención propiamente dicha, en la que ya se procede a incidir sobre la realidad. Esta finaliza con la evaluación o “reconocimiento”. Cada una de estas tres actividades es un paso o una fase de la secuencia de aplicación y se caracteriza por ser internamente compleja. Es decir, la teorización, el análisis de la realidad concreta y la intervención se llevan a efecto por medio de actividades específicas de menor nivel. Pero lo verdaderamente novedoso del modelo es que, al final del proceso, tras la intervención, se regresa a la fase de teorización. De esta manera, las tres fases quedan ligadas entre sí en un ciclo de retroalimentación que permite a la aplicación psicosocial nutrirse de un amplio caudal de conocimientos teóricos y de experiencias prácticas. Ello explica que cada intento de aplicación haga avanzar el conocimiento teórico. De hecho la tercera fase, la intervención, se cierra con una evaluación (reconocimiento, según Lewin) que informa de si la intervención se ha culminado con éxito y confirmo o desconforma la teoría de partida. Se puede hablar, en este sentido, de una espiral en la que la teorización avanza en función de la evaluación, y este avance abre el camino a nuevas y más adecuadas intervenciones futuras en el ciclo de progreso que nunca se cierra. En resumen, el modelo de la “investigación-acción” se caracteriza por la combinación de teoría, investigación sobre el terreno e intervención, y por una visión de la aplicación como un proceso cíclico que genera una espiral de avance. [Figura]
Ciclo n Ciclo 3º
Ciclo 2º
FASE 1 Punto de partida teórico e Investigador Análisis de la situación Concreta Diseño del plan de actuación
FASE 2 Intervención propiamente dicha
FASE 3 Reconocimiento o evaluación
MODELO DE
Cialdini propuso este modelo al estar convencido de que la psicología social experimental tiene la capacidad de desvelar procesos psicosociales, por así decir, en estado puro, como “brillar con la gloria ajena”, la “amenaza del estereotipo” o el “efecto tercera persona”. Pero, al mismo tiempo, genera dudas acerca de la presencia de esos procesos en los asuntos de la vida cotidiana y del papel que desempeñan en ellos. Para Cialdini, esto representa un problema grave en la medida en que supone un obstáculo a la función que debe cumplir la psicología, ya que “…es responsabilidad de una disciplina social identificar los principios que pueden ser aplicados a la áreas de interés social, (por lo que) es importante tener confianza previa en la fuerza de aquellos principios que influyen en la conducta en los escenarios naturales”. Y si no se puede tener esa confianza, es decir, si no se puede pasar de forma directa y fluida del laboratorio a los escenarios de la vida cotidiana, habrá que innovar y buscar una salida. La propuesta del autor consiste en realizar pruebas para comprobar sobre el terreno “el poder, la generalidad y los soportes teóricos y conceptuales” del proceso descubierto en el laboratorio. La expectativa es que con esas pruebas se llegará a constatar si, cuándo y cómo ese proceso es operativo realmente, y se garantiza su “validez ecológica”. Y una vez realizadas estas pruebas, se utilizará la información conseguida para volver al laboratorio y perfilar el proceso descubierto inicialmente con vistas a seguir indagando en sus propiedades. Se cierra así el ciclo, que se volverá a repetir desde el principio en una especia de espiral similar a la de la “investigación-acción”. El modelo de Cialdini no entra de lleno en las aplicaciones propiamente dichas, pero sí debería ser un prerrequisito de cualquier aplicación y con el paso del tiempo ha dado lugar a numerosas aplicaciones. [Figura página siguiente].
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Ciclo n Ciclo 3º
Ciclo 2º
FASE 1
FASE 2
FASE 3
Estudio de procesos Estudio de la generalidad Comprobación de la validez psicosociales en el laboratorio de los procesos psicosociales
Un buen ejemplo lo constituye el trabajo de Boen et al. en Bélgica. Estos autores descubrieron una relación entre la victoria del partido político y el porcentaje de personas que en sus hogares continuaban exhibiendo pósteres en apoyo del partido ganador. De hecho, a mejor resultado (victoria), mayor proporción de personas que mostraban esta conducta. El efecto BIRGing (iniciales de “basking in reflected glory” “brillar con gloria ajena”) había sido estudiado por primera vez mediante experimentos de campo por Cialdini en un contexto deportivo. En el estudio de Boen dicho efecto duró al menos una semana tras los resultados de las elecciones. Se encontró de forma complementaria la tendencia opuesta, es decir, la ocultación de la asociación con el partido perdedor. Este fenómeno recibe la denominación de CORFing (“cutting off reflected failure”), o “distanciarse del fracaso ajeno”. Se confirma por tanto que los procesos descubiertos en estudios experimentales realizados en un contexto concreto se generalizan a otro diferente (en este caso, un contexto político), corroborando así su validez ecológica. Aunque esta investigación no se puede considerar una aplicación en sí misma, es fácil apreciar que de ella se derivan interesantes ideas para su aplicación al diseño de campañas políticas. MODELO DE
Propuesto por Mayo y LaFrance representa, por su ambición teórica, el modelo más complejo entre los formulados en ese momento del desarrollo de la disciplina. Ofrece dos novedades importantes con respecto a los de Lewin y Cialdini. En primer lugar, introduce el concepto de calidad de vida, que para las autoras es el motor de la aplicación. Esta debe arrancar siempre de un intento de mejorar la calidad de vida de las personas. La segunda novedad es la introducción del concepto de “adaptadores”, con el que pretenden recoger aquellas actividades que permitirán a los psicólogos sociales unir en un todo armonioso las distintas fases de las que consta cualquier aplicación y, en concreto, las que se describen en el modelo. Es difícil exagerar el papel crucial desempeñado por los adaptadores. Piénsese en un psicólogo social que quiere elevar la calidad de vida de un determinado grupo de personas. Sólo será eficaz, según estas autoras, si lo hace desde un conocimiento psicosocial válido. Para ello, tendrá que “definir el problema” (primer adaptador) al que se enfrenta con la ayuda de algún “método previamente seleccionado” (segundo adaptador). Es decir, la “definición del problema” y la “elección del método” son dos adaptadores que vinculan la búsqueda de la calidad de vida y la construcción del conocimiento adecuado. La secuencia de este modelo comienza por la “calidad de vida”, pasa por la “construcción del conocimiento adecuado” y culmina con la “utilización e intervención”. Los adaptadores facilitan el tránsito de cada fase a la siguiente. Se trata de un modelo cíclico, al igual que los dos anteriores, ya que el resultado de la intervención se analiza para comprobar si realmente ha mejorado la calidad de vida y vuelve a poner el proceso en marcha. [Figura] MEJORA DE LA CALIDAD DE VIDA
Adaptador 1 Definir el problema
Adaptador 2 Elección del método Adaptador 6 Interpretación
CONSTRUCCIÓN DEL CONOCIMIENTO Adaptador 5 Evaluación
Adaptador 3 Análisis del sistema
Adaptador 4 Definición del rol
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UTILIZACIÓN E INTERVENCIÓN
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El modelo es de carácter normativo, es decir, es un ideal a perseguir difícilmente alcanzable debido a dos razones. La primera es la extrema complejidad derivada del número de pasos necesarios para llevar a cabo la aplicación psicosocial, ya que no se trata sólo de la realización de tres grandes actividades (calidad de vida, construcción del conocimiento adecuado y utilización e intervención), sino que es preciso, además, recurrir a los adaptadores, seis en total, distribuidos de dos en dos, lo que crea dificultades añadidas de coordinación y planificación. A la complejidad se añade una segunda razón: el importante desafío que constituye la incorporación de los seis adaptadores.( los cuales requieren conocer mucha informacion para cumplir con las exigencias. Supóngase que se trata de mejorar la calidad de vida de un grupo concreto de afroamericanos en una ciudad de EEUU. Se sabe que su conducta de salud deja mucho que desear, que se caracterizan por tener hábitos arraigados de consumo excesivo de alcohol y drogas y que su alimentación es deficiente. Tras establecer la calidad de vida deseada (primera actividad), definir el problema y elegir el método (primer y segundo adaptadores) y construir el conocimiento adecuado (segunda actividad), es el momento de pasar al tercer adaptador, el “análisis del sistema”. Este adaptador exigiría, como mínimo, lo siguiente: examinar la situación del grupo de afroamericanos sobre el que se va a intervenir, conocer sus relaciones familiares, de amigos, los grupos que frecuentan y sus características, el barrio en el que viven, la distribución de puntos de venta de droga y alcohol, las características de las tiendas de alimentación (ya que es probable que en muchas de ellas no se vendan frutas ni verduras), las leyes y regulaciones de la ciudad y del Estado en el que viven estas personas, ya que es imprescindible conocer las relaciones con la policía local y el sistema legislativo y judicial vigente, y explorar las posibilidades de obtener financiación local para apoyar las medidas de ayuda que se decidan. Todos estos aspectos de esta larga lista son necesarios, como mínimo, para cumplir con las exigencias del tercer adaptador. DEFINICIÓN Y CARACTERÍSTICAS DE LA PSICOLOGÍA SOCIAL APLICADA Según Sánchez Vidal se puede hablar de definiciones “implícitas” y “explícitas” de Psicología Social Aplicada. Son implícitas las que hay que deducir de la obra de aquellos autores que analizan las propiedades y características de la Psicología Social Aplicada sin llegar a proporcionar una definición directa. Entre las definiciones “explícitas”, es decir, directas, la de Argyle parece la más clara e integradora. Para este autor, la Psicología Social Aplicada es la “adopción, en situaciones de la vida real, de prácticas nuevas o modificadas basadas en la investigación, los métodos o las ideas de la Psicología Social”. Esta definición apunta a “los cuatro parámetros básicos” de la Psicología Social Aplicada, a saber, “qué es lo que se aplica, con qué objetivo o para qué, cuál es el blanco de aplicación y en qué consiste la aplicación”. Con respecto al primer parámetro (“qué es lo que se aplica”) se constata en los modelos expuestos en el apartado anterior que son las teorías y principios psicosociales. Por lo que respecta a los “objetivos” (segundo parámetro), son dos fundamentales y relacionados entre sí: la comprensión de la realidad que se quiere modificar y, una vez adquirida dicha comprensión, el paso a la modificación propiamente dicha. El “blanco de aplicación” (tercer parámetro) es la calidad de vida y el bienestar psicológico y social de las personas. El cuarto parámetro (“en qué consiste la aplicación”) es, como reconoce Sánchez Vidal, el más abierto, o menos desarrollado, según su expresión. Constituye la parte más visible de la actuación aplicada, lo que en los modelos de Lewin y de Mayo y LeFrance se denomina “intervención”. Entre las muchas características que se podrían enumerar de la Psicología Social Aplicada destaca, tal vez como una de las más relevantes, el cambio de rol del psicólogo que se involucra en la aplicación. Cuando desarrolla actividades de teorización o investigación, el psicólogo actúa en su rol de científico. Pero el contacto con el mundo de las aplicaciones lo enfrenta con esa realidad que intenta modificar, cuyos matices y sutilezas específicos de ningún modo están contenidos en principios y teorías psicosociales. Por ello, sin llegar a abandonar del todo su rol científico, . Este presenta diversas facetas nuevas. La primera guarda relación con la observación de Lewin cuando plantea, en su modelo, la necesidad de un “análisis de la realidad concreta”, con la de Cialdini cuando exige comprobar “el poder y la generalidad” de lo que se descubre en el laboratorio, y con la de Mayo y LaFrance al introducir adaptadores que remiten al sistema social en el que se va a actuar (tercer adaptador). Además, con su inmersión en el mundo de las aplicaciones, el psicólogo social adquiere una nueva identidad al pasar de científico a profesional y al tener que implicarse en una actividad de distinta naturaleza que, a partir de ese momento, se va a juzgar desde otro ángulo. A esto alude Sánchez Vidal cuando habla de la “relación contractual” que establece el psicólogo social con su cliente. a partir de ahora, tendrá que rendir cuentas, y esta es una nueva e importante exigencia. Tras los pasos de Laue, Sánchez Vidal propone estos roles o papeles que puede asumir el psicólogo social: activista, abogado, mediador, investigador y ejecutor, que, en esencia, implican diferentes formas de trabajo aplicado: Activista: toma partido por su cliente y asume sus reivindicaciones. Abogado: promueve la causa de sus clientes, generalmente en contra de sus adversarios. Mediador: trabaja para poner de acuerdo a dos partes del conflicto. Investigador aplicado: se centra en el análisis de la situación que demanda modificación y trata de distanciarse de los puntos de vista tradicionales. Ejecutor: lleva a su término los acuerdos a los que se ha llegado. UN MODELO RECIENTE DE RELACIÓN ENTRE APLICACIÓN, TEORÍA E INVESTIGACIÓN PSICOSOCIALES El desarrollo de la Psicología Social Aplicada ha dado lugar a nuevos modelos de relación entre aplicación, teoría e investigación psicosociales, entre los que destaca el modelo PATH, propuesto por Buunk y Van Vaugt. Comparte con otros modelos de Psicología Social Aplicada la preocupación por pasar de la teoría a la práctica. No obstante, su foco de interés es la resolución de problemas sociales a partir del conocimiento psicosocial existente y no el desarrollo de
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conocimientos teóricos. Este hecho lo aproxima a los enfoques lineales que parten de la teoría hacia la aplicación, denominados tradicionalmente enfoques de “tecnología social”. Buunk y Van Vugt señalan que, a menudo, las teorías desarrolladas desde la Psicología Social se encuentran notablemente alejadas de los problemas que aquejan a la sociedad. Sin embargo, muchos de esos problemas (por ejemplo, el racismo, la contaminación ambiental, la violencia, entre otros) contienen aspectos que podrían ser, no sólo investigados, sino también tratados desde un enfoque psicosocial. Con ese fin, estos autores propusieron un modelo centrado en la resolución de problemas sociales, la metodología PATH. Su objetivo fundamental es utilizar el conocimiento psicosocial para llegar al diseño de un programa de intervención a través de una serie de pasos sucesivos que se conectan coherentemente entre sí por medio de una utilización sistemática y estratégica de las aportaciones de la disciplina. Este modelo se compone de cuatro fases que dan nombre a la metodología: 1. Problema (problem). En la primera fase del modelo se debe definir el problema con la mayor precisión y concreción posibles. La metodología PATH únicamente puede emplearse con problemas de naturaleza aplicada, que contengan aspectos psicosociales y que sean potencialmente resolubles. Por tanto, está especialmente indicada para problemas que puedan definirse en función de comportamientos, actitudes, cogniciones y respuestas emocionales o afectivas. Ara definir el problema es necesario responder a una serie de preguntas básicas: cuál es el problema, por qué es un problema, desde cuándo es un problema, para quién es un problema, cuáles son las causas del problema y a quién va dirigida la intervención. 2. Análisis (análisis). La segunda fase comienza con la especificación de la variable sobre la que se desea actuar a través de la intervención, es decir, la VD. Una vez elegida, la VD debe guiar la búsqueda de modelos y teorías psicosociales que puedan ayudar a resolver el problema. 3. Prueba (Test). En la tercera etapa se formula un modelo que únicamente debe contener las variables seleccionadas en la fase de análisis anterior. Este modelo, que es el núcleo de la metodología PATH, debe especificar cuál es la VD sobre la que se desea incidir, así como otras variables susceptibles de cambiar como consecuencia de la intervención. Además de las variables relevantes, el modelo debe señalar las relaciones entre ellas, basándose en una amplia evidencia empírica y siguiendo un principio de parsimonia: en general, cada variable no debería afectar a más de tres variables, ya que un modelo excesivamente complejo no podría traducirse en intervenciones específicas. 4. Ayuda (Help). La última, y a menudo, la más difícil fase del proceso consisten en desarrollar un programa de intervención a partir del modelo formulado previamente. Solamente podrá aplicarse un programa de intervención adecuado si el modelo contiene factores que se puedan modificar, como las actitudes o los estados afectivos. Otros factores que pueden ser relevantes para el problema, como el género o la edad, no pueden cambiar por la acción del psicólogo social, de modo que deben excluirse del modelo. DOS EJEMPLOS DE APLICACIONES PSICOSOCIALES Una buena muestra del vigor de la Psicología Social Aplicada en la actualidad es la proliferación de aplicaciones de todo tipo. Se presentan a continuación dos del ámbito de la lucha contra el prejuicio y la discriminación, que comparten, además, el basarse en resultados de la investigación experimental. AFRONTAMIENTO DEL PREJUICIO EN LA UNIVERSIDAD
Gregory Walton y Geoffrey Cohen, investigadores de la Universidad de Stanford (California) llevaron a cabo una intervención psicosocial con el fin de reducir la percepción de amenaza que puede afectar a los estudiantes recién llegados a la universidad, especialmente si pertenecen a una minoría étnica. Este estudio muestra cómo una breve intervención psicosocial de apenas una hora de duración puede mejorar los resultados académicos, el bienestar y la salud de un grupo negativamente estereotipado en el ámbito educativo: los estudiantes afroamericanos. Según apuntan, los miembros de grupos socialmente estigmatizados, como los afroamericanos, presentan mayor incertidumbre que los grupos no estigmatizados respecto a su pertenencia social a distintas instituciones, como la escuela o el trabajo. Los miembros de grupos negativamente estereotipados tienden a sentirse inseguros sobre la posibilidad de desarrollar relaciones sociales positivas en estos escenarios. La intervención sobre esa incertidumbre en el proceso de transición a un nuevo escenario, la universidad, podría generar amplios y diversos beneficios. La transición a la universidad puede suponer para los estudiantes frecuentes contratiempos y situaciones de aislamiento. Su bienestar y rendimiento dependerá, según los autores, de si los estudiantes interpretan o no esas experiencias como la confirmación de su falta de pertenencia social. Su intervención trata de evitar este tipo de interpretaciones y fomentar significados no amenazantes de las experiencias adversas que encuentran los estudiantes durante el proceso de transición. Asimismo, la intervención pretende que ese cambio perceptivo en la codificación de la experiencia social perdure a lo largo del tiempo. Para ello, los efectos a corto plazo deben traducirse en efectos a largo plazo a través de un “círculo virtuoso recurrente” en el que las mejoras iniciales en el rendimiento de los estudiantes favorezcan su sentimiento de pertenencia a la universidad y este sentimiento de pertenencia, a su vez, potencia todavía más su rendimiento, su salud y su bienestar. La intervención se llevó a cabo con dos cohortes de estudiantes estadounidenses, 49 afroamericanos y 43 de origen europeo, en su primer año de universidad. Los participantes tuvieron que completar diariamente un cuestionario sobre sus respuestas psicológicas a distintos problemas durante la semana siguiente a la intervención. Para evaluar los efectos de la intervención sobre el sentimiento de pertenencia, la salud y el bienestar a largo plazo, los participantes completaron un cuestionario tres años después, cuando se encontraban a punto de terminar sus estudios. Los participantes eran asignados aleatoriamente a la condición de tratamiento (recibieron la intervención) o a la condición de control (no recibieron la intervención). La intervención consistía en presentarles los resultados de un
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estudio supuestamente realizado con estudiantes de cursos superiores. Los resultados mostraban que la mayoría de esos estudiantes habían estado preocupados por su pertenencia social durante el primer año de universidad, si bien, con el tiempo, esas preocupaciones dejaron paso a una mayor seguridad. El mensaje instaba a los participantes a interpretar los problemas propios del primer año de universidad no como déficits personales o derivados de su pertenencia étnica, sino como aspectos habituales y transitorios del proceso de adaptación a la universidad. Con el fin de favorecer esa interpretación relativa, se presentaban extractos de varios testimonios de estudiantes de cursos superiores. Para reforzar la interiorización del mensaje, se pidió a los participantes que escribieran un breve ensayo en el que expresaran cómo sus propias experiencias en la universidad se asemejaban a las experiencias de los estudiantes de cursos superiores. Posteriormente, tuvieron que convertir ese ensayo en un discurso que se grabó con cámara de vídeo y que, según se dijo a los participantes, se iba a almacenar como material para ayudar a otros estudiantes en su transición a la universidad. En la condición de control se siguió el mismo procedimiento, pero con asuntos no relacionados con la pertenencia social. Los resultados de los registros diarios tomados durante la semana siguiente a la intervención sugirieron que el tratamiento amortiguaba las reacciones de los afroamericanos ante los problemas cotidianos, de modo que su sentimiento de pertenencia social no variaba de un día para otro, sino que se mantenía estable. Por el contrario, el sentimiento de pertenencia de los afroamericanos en la condición de control era más voluble y aumentaba o disminuía según las experiencias acontecidas. Respecto a los efectos a largo plazo en el periodo de tres años de observación, la intervención aumentó el rendimiento académico de los estudiantes afroamericanos en comparación con el grupo control y redujo significativamente la brecha con respecto al grupo de estudiantes blancos. La intervención también tuvo efectos positivos sobre la salud y el bienestar de los participantes afroamericanos, evaluados tres años después de la intervención. También se preguntó a los estudiantes cuántas veces habían ido al médico en los meses anteriores. Los participantes afroamericanos informaron de que su salud era mejor y habían acudido menos al médico en la condición de tratamiento que en la condición de control. Además, en la condición de tratamiento desaparecía la diferencia entre estudiantes blancos y negros. Este estudio demuestra experimental y longitudinalmente que una intervención breve sobre el sentimiento de pertenencia social puede generar efectos significativos a largo plazo en ámbitos importantes como el rendimiento académico, la salud y el bienestar. Asimismo, estos resultados sugieren que las diferencias entre grupos marginados y no marginados emanan no sólo de factores estructurales, sino también de factores psicológicos como la preocupación por la pertenencia social. En tanto en cuanto esos factores son psicológicos, la solución para por una intervención psicosocial que permita modificar el significado negativo que los estudiantes normalmente confieren a los problemas de adaptación a la universidad. El cambio en el significado puede ser reforzante, puesto que los estudiantes que se sientes seguros de su pertenencia inician más relaciones sociales, lo que, a su vez, fortalece su sentimiento de pertenencia. Por último, cabría señalar que este tipo de intervención no puede utilizarse en contextos abiertamente hostiles. Dado que el tratamiento se basa en el cambio de interpretación de eventos ambiguos, no podría ser efectivo en entornos en los que el significado de los eventos es claro y negativo. El modelo de Mayo y LeFrance establece dos adaptadores que permiten conectar la preocupación por la calidad de vida con la construcción del conocimiento. Estos adaptadores son la definición del problema y la elección del método apropiado. Walton y Cohen definen el problema como las diferencias en rendimiento académico, adaptación social y salud entre estudiantes afroamericanos y americanos blancos. En cuanto al método apropiado para atajarlo, optan por el método experimental, tanto en la intervención como en estudios previos, en los que demuestran que ese problema surge, en parte, de la incertidumbre que experimentan los estudiantes afroamericanos acerca de su pertenencia social. Una vez identificada una de las principales causas del problema, el sentimiento de pertenencia social, es necesario realizar dos actividades más antes de pasar a la utilización e intervención. Estas actividades son: el análisis del sistema concreto y la definición del rol que va a desempeñar el psicólogo social. El análisis del sistema concreto permite conocer la realidad local de las personas sobre las que recaerá la intervención. En este caso, los investigadores conocer bien el sistema sobre el que actúan, dado que ejercen su labor profesional en la misma universidad en la que tiene lugar la intervención. La definición del rol del psicólogo social indica el modo en que éste se va a involucrar en la intervención. En el caso que nos preocupa Walton y Cohen intervienen como investigadores, dado que tratan de aplicar el método científico a la comprensión y solución de un problema social. El ciclo se cierra con la utilización e intervención, que hemos descrito, si bien es posible conectar esta con la mejora de la calidad de vida. Para determinar si se ha logrado mejorar realmente la calidad de vida de las personas con la intervención son imprescindibles dos actividades: la evaluación y la interpretación. En esta intervención la evaluación se realiza con medidas cuantificables y tienen lugar en dos momentos distintos: durante la semana siguiente a la intervención y tres años después. Walton y Cohen interpretan los resultados como una muestra de que las desigualdades entre grupos marginados y no marginados en el ámbito académico tienen un componente psicológico, el sentimiento de pertenencia social, sobre el que se puede actuar. Esas desigualdades pueden mitigarse ofreciendo a los estudiantes un marco no amenazante para interpretar sus dificultades cotidianas. LUCHA CONTRA EL PREJUICIO HACIA LAS PERSONAS OBESAS
Las personas obesas sufren discriminación en la sanidad, en el contexto escolar, en las relaciones interpersonales, en los medios de comunicación y en el ambiente de trabajo, entre otros. Por ello, algunos psicólogos sociales se han planteado qué puede hacer su disciplina para mejorar aquellos aspectos de la calidad de vida de las personas aquejadas por esta enfermedad que guardan relación con la discriminación de la que son objeto.
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Dos profesoras de la Universidad de Hawai, Ciao y Latner, intentaron aplicar las ideas de Lewin sobre la investigaciónacción para incrementar el bienestar de la población obesa por medio de la reducción del prejuicio que sufren los miembros de este colectivo. En concreto, estas investigadoras recurrieron a la teoría de la disonancia cognitiva de Festinger para intentar mejorar la visión que se tiene de las personas obesas. La idea nuclear de Festinger es que la disonancia (la existencia simultánea de cogniciones incongruentes) genera malestar en la persona, y que esta hará todo lo posible para eliminar dicho estado y orientará sus cogniciones en un intento de lograr el anhelado equilibrio. El procedimiento experimental de Ciao y Latner fue el siguiente. En un primer momento se reunió a los participantes y se les dijo que iban a formar parte de una investigación destinada a analizar la percepción que se tenía de diversos grupos sociales (canadienses, atletas, ancianos, médicos, obesos, estudiantes, mormones, ciencólogos y educadores). Se les comentó que se escogería al azar uno de esos grupos y que tendrían que dar su opinión acerca de los miembros del colectivo seleccionado. En realidad, la investigación sólo se centraba en la imagen de las personas obesas, pero se les hizo creer que había más grupos para que los participantes no sospecharan los objetivos de investigación. se les pidió que cumplimentasen una serie de cuestionarios sobre sus propios valores y sobre cómo veían a las personas obesas. Una semana después, el equipo investigador volvió a reunir los participantes y les dijo que ya se habían analizado los resultados. Independientemente de lo que hubiera respondido, los participantes recibieron dos tipos de información en función del grupo experimental al que hubieran sido asignados: (1) En el grupo de disonancia cognitiva se les hizo creer que sus resultados eran altos en benevolencia (uno de los valores medidos en el cuestionario (y que al mismo tiempo habían puntuado alto en una escala para medir actitudes antiobesos. Se les comentó que tal resultado era inesperado, puesto que normalmente las personas altas en benevolencia presentaban pocos prejuicios hacia las personas obesas. (2) En el grupo control se les indicó que los valores y las puntuaciones en la escala para medir prejuicio hacia las personas obesas eran congruentes y que además estaban en torno a los valores medios. A continuación, el equipo investigador volvió a medir las actitudes hacia las personas obsesas de los participantes para ver en qué medida éstas se habían modificado en función de la información proporcionada. Antes de describir los resultados, es importante señalar que el cuestionario utilizado para medir el prejuicio hacia los obesos fue el AFAT (Actitudes antiobesos), que consta de tres subescalas: “Menosprecio social y de carácter” (SCD), “Culpa y control del peso” (WCB), y “Falta de atractivo físico y romántico” (PRU). Ciao y Latner llaman la atención sobre la gran diferencia que existe entre la segunda subescala (WCB) y las otras dos, que se aprecia cuando se consideran detenidamente los ítems representativos de cada una de ellas. Por ejemplo, dos de los ítems de la subescala SCD son: “Si a las personas gordas les ocurre algo malo, es porque se lo merecen” y “Casi todos os gordos son aburridos”; y otros dos ejemplos de ítems de la subescala PRU: “Si estuviera soltero, saldría con una persona gorda” y “Habría que animar a los gordos a que se acepten tal y como son”. Como es fácil comprobar, estas dos subescalas reflejan, de forma positiva o negativa, creencias que tienen que ver con amabilidad y tratamiento igualitario hacia las personas obesas. En cambio, los ítems de la subescala WCB no se refieren a valoración de las personas, sino a creencias fundamentadas en hechos asociados a su alimentación. Por ejemplo, “las personas gordas no necesariamente comen más que las otras personas” (puntuación invertida), o “Casi todos los gordos comen demasiada comida basura”. El resultado general fue que los participantes del grupo experimental presentaban actitudes hacia los obesos más positivas que los del grupo control en el conjunto de la escala. Ahora bien, este resultado general necesita algunas matizaciones importantes. Para empezar, las diferencias entre los dos grupos (experimental y control) se circunscribían a dos de las escalas de AFAT, la que medía “Menosprecio social y de carácter” (SCD) y la correspondiente a “Falta de atractivo físico y romántico” (PRU). Creer que se es una persona amable y con pocos prejuicios (autoncepto que habían activado al clasificarlos altos en valores de benevolencia) entraba en contradicción con menospreciar a las personas obesas, lo que provocaba disonancia, es decir, malestar psicológico. De hecho, cuanto más decepcionados se sentían los participantes (en la condición experimental) consigo mismos, tras recibir la noticia de que su puntuación en la escala que medía prejuicio era inesperada (porque entraba en contradicción con su puntuación en la escala de benevolencia), más tendrían a cambiar su actitud hacia los obesos. Y, en efecto, los participantes del grupo experimental se sentían más decepcionados consigo mismos que los del grupo control. ¿Por qué no se producía, entonces, el mismo efecto sobre la otra escala, es decir, “Culpa y control del peso” (WCB)? Según las autoras, porque la escala WCB difiere de las otras dos (SCD, PRU) en que estas últimas tienen que ver con valores de amabilidad y de igualdad, es decir, ser amables con los demás y tratarlos como iguales, mientras que la escala WCB mide creencias de carácter fáctico, ya que se refiere al grado en que las personas pueden controlar su peso, lo que no es contradictorio con tener valores benevolentes. Esta retroalimentación de la aplicación sobre la teoría supone una doble aportación. Por una parte, específica los límites de la aplicación de la teoría de la disonancia. Expresado en positivo, señala a la teoría el camino adecuado para su posible aplicación en la reducción del estigma. Por otra parte, pone de relieve la auténtica naturaleza del motivo de la disonancia, aquello que realmente tiene la capacidad de poner en marcha ese sentimiento de malestar interno que experimenta la persona. La explicación de las autoras con respecto a este punto incide en el hecho de que la disonancia de los participantes se desencadena cuando se les hace ver que sus valores (benevolencia) entran en contradicción con su baja puntuación en creencias relacionadas con amabilidad (medidos por SCD) e igualdad (medidos por PRU). Pero no ocurre lo mismo con la escala WCB, porque no pone en juego creencias relativas a sus valores.
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